Ópera en Austria

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Escena de Ariadne auf Naxos
Foto: Werner Kmetitsch
Ópera en Austria
Ariadne auf Naxos en Viena
Octubre 17, 2010. El Mecenas del siglo XXI no posee una mansión
donde presenta entretenimientos para sus ricos y privilegiados
invitados, sino un hangar enorme donde ubica su colección de
aviones de posguerra. Dietrich Didi Mateschitz es el inventor de
Red Bull y el hombre mas rico de Austria, y en una recreación
de su Hangar No 7 de Salzburgo tiene lugar la producción más
creativa y más original vista hasta la fecha. En el bellísimo Teatro
an der Wien, que fuera testigo de la première de Die Zauberflöte,
Harry Kupfer redefine los personajes con Personenregie llena
de imaginación, y hasta el rol del mayordomo adquiere inusual
relevancia, siendo el carácter que más evoluciona, pasando de
filistino a amante del arte. Las caracterizaciones son minuciosas,
llenas de detalles novedosos. No hay intervalo, pasando del
Prólogo a la Ópera con un largo silencio que aumenta el suspenso.
La prima donna tiene poco que ver con el tenor que es una réplica
del tenor más grande: Pavarotti. Este tenor conquista a la atractiva
Zerbinetta, quien cae a sus pies, pero este Pavarotti prefiere
el aplauso del público y la deja. En cambio, Ariadna tiene la
posibilidad de encontrar satisfacción sexual en una unión inusual
de arte y teatro, o sea a través de Arlequín, pero también esta
posibilidad es dejada en el aire, como una interrogante. Después de
todo, ópera y teatro son géneros que durante la première de la obra
en Stuttgart deleitaron al público a medias. “Los que fueron por el
enero-febrero 2011
teatro se aburrieron con la ópera, y viceversa…” escribiría Strauss,
con astucia, más tarde.
Strauss recompuso la obra y así es presentada hoy, en la versión
de 1916. Johan Botha es sin duda el mejor exponente de Bacchus
que hemos tenido en muchos años: su voz de clarín, con dulzura
y cuerpo es un paragón, y además actuó con simpatía. Anne
Schwanewilms posee la figura ideal y el temperamento para
Ariadna, aunque la voz, exacta, no posee la dulzura asociada con
el rol. Gustó la concepción madura del Compositor por parte de
Heidi Brunner y la excepcional Zerbinetta de Mari Eriksmoen,
modelo de canto y actuación. No hubo un rol que no estuviera
bien cantado, resaltando el Mayordomo de Michael Maertens y el
excelente Arlequín de Nikolay Borchev. Bertrand de Billy dirigió
con buen pulso y claridad la partitura de un genio.
por Eduardo Benarroch
La dama de picas en Viena
Octubre 8, 2010. La producción de Vera Nemirova con la que
la Ópera Estatal de Viena abrió temporada en 2007 levantó una
polvareda por la inclusión, según un sector de la crítica y público,
de una escena de necrofilia. Siendo sinceros, la cuestión no llega
a tanto. Hermann viola a la vieja Condesa y ésta muere durante
el acto. Y es esta escena el rasgo más interesante de toda la
producción, pues la directora escénica búlgara intentó mostrarnos,
sin mucho éxito, la sociedad de la Rusia actual, tan parecida a la
del libreto original en las grandes diferencias sociales. Utiliza una
escenografía grisácesa diseñada por Johannes Leiacker, asentada
en un monótono “feísmo”, que igual sirve como escuela-hospicio,
pro ópera (2008) dividió tanto al público como a la crítica, recibió de nuevo
los abucheos de una buena parte del público del último festival de
Salzburgo. Y es que este montaje escénico del dramma giocoso de
Mozart tiene poco que ver con una de las óperas más conocidas
del compositor austriaco, y quizá demasiado con la subjetiva y
trágica visión del director alemán. No hay humor en su lectura
escénica. Él mismo confesaba, en rueda de prensa, que no veía
elementos cómicos ni humorísticos en Don Giovanni. Son almas
desesperadas, y Don Giovanni trata del miedo del hombre a la
muerte, Guth dixit.
Angela Denoke y Neil Shicoff en La dama de picas
Foto: Michael Pöhn
salón de juegos o lujoso interior de la mansión de, aquí, un “nuevo
rico” ruso. En este sentido todo pareció plano, sin contrastes y
por tanto, hasta cierto punto, aburrido. Afortunadamente en el
foso estaba el joven Tugan Sokhiev al frente de una orquesta
que no siempre muestra la misma motivación. En esta ocasión sí
la tuvieron, y la representación mostró matices de gran belleza,
confrontando lo puramente lírico con los pasajes intesamente
dramáticos con gran sabiduría.
Haciendo caso omiso del libreto de Lorenzo Da Ponte, sustituye el
duelo de espadas inicial por un asesinato a palos del Comendador,
que recuerda el “Duelo a garrotazos” de Goya, símbolo de la
violencia y brutalidad del hombre. En su versión, Don Giovanni
resulta herido de muerte por los disparos del Comendador. Toda
la acción se desarrolla en el surrealista escenario giratorio de
un oscuro y siniestro bosque, ciudadela del delirio, donde un
moribundo Don Giovanni sufre la angustia de verse atado a un
destino inexorable. El protagonista no es un refinado seductor, sino
un musculado, excéntrico y lascivo junky (vestido de Hugo Boss),
aterrorizado ante la muerte. Leporello no es el criado que comenta
irónicamente las acciones del primero; es sólo otro inmoral y
guapísimo junky, que ayuda a paliar el sufrimiento de su amigo
con chutes de heroína. Drogas, sangre, y sexo; lujuria y muerte.
Una lectura teatralmente más cerca del peculiar lenguaje visual de
David Lynch que de Mozart. Naturalmente, el moralizante sexteto
final tiene poca razón de ser en esta versión, que finaliza con la
muerte del protagonista.
Neil Shicoff, previo anuncio de afección que le impedía estar
al máximo de su capacidad, cantó con verdadera efusividad sin
el menor atisbo de problema. El Hermann que dibuja el tenor
estadounidense es un alma atormentada, extraviada y taciturna
desde el principio, características que subraya con su poderosa voz.
Nunca entenderé por qué Lisa se decanta por el anterior, pero ésas
son cosas de la obra original, y la soprano Angela Denoke tiene
que ceñirse al libreto. Esta noche no fue la suya, con problemas de
afinación, tiranteces en el agudo y desfallecimientos de sonido. Se
notaba tan cansada que la explicación que me hice al por qué de
sucumbir a los embates de Hermann fue el más fácil: esta Lisa no
tenía fuerzas para rechazar a nadie. El barítono israelí Boaz Daniel
fue un agradable aunque un tanto soso Yeletzki, mientras que el
correcto Tomski de Albert Dohmen (también interpretó a Pluto
en la pastoral del segundo acto) y la asentada Polina de Zoryana
Kushpler se mantuvieron unos escalones por arriba del resto del
elenco. Harina de otro costal es la veterana Anja Silja, renacida
para los escenarios cual ave fénix, cuya presencia escénica es
enorme y cuyas habilidades dramáticas saltan a la vista, haciendose
notar en cuanto pisa el escenario. La voz no siempre le acompaña,
pero como la Condesa es un lujo. Más allá de la puesta en escena,
con Chaikovski lo importante es que la belleza de su música
llegue directamente al espectador y aquí, en gran medida gracias a
Sokhiev, así fue.
por Federico Figueroa
Don Giovanni en Salzburgo
Agosto 29, 2010. Festival de Salzburgo. La controvertida versión
de Don Giovanni firmada por Claus Guth, que ya en su estreno
pro ópera
Erwin Schrott (Leporello) en Salzburgo
enero-febrero 2011
Escena de Roméo et Juliette en Salzburgo
Foto: Hermann, Clärchen & Matthias Baus
Para decepción de quienes disfrutamos con la extraordinaria
calidad de los filarmónicos vieneses, bajo la precipitada batuta
del joven canadiense Yannick Nézet- Séguin, la interpretación de
la orquesta no estuvo a la altura de la partitura mozartiana. En el
aspecto vocal, destaca el magnífico Leporello del uruguayo Erwin
Schrott, que se convirtió en la auténtica estrella de la noche, con
un dominio escénico y vocal (impresionante su aria del catálogo)
muy por encima del resto del reparto. Christopher Maltman
palidece en el papel principal ante la fuerza arrolladora de Schrott.
Correcto sin más el resto del reparto.
por Lorena Jiménez
Roméo et Juliette en Salzburgo
Agosto 30, 2010. Festival de Salzburgo. La producción de Roméo
et Juliette de Gounod para el Festival de Salzburgo del californiano
Bartlett Sher resuena a comedia musical de Broadway.
Escenografía de Michael Yeargan y luminotecnia de Jennifer
Tipton aprovechan las tres hileras de bóvedas excavadas en la
roca del emblemático Felsenreitschule, y el patio de butacas forma
parte de la trama escénica. El vestuario de Catherine Zuber, que
entremezcla la Italia dieciochesca (aunque la obra se desarrolla en
Verona durante el siglo XIV) con los diseños creados por Danilo
Donati para el Casanova felliniano, acentúa una estética sobria y
clásica.
En el 2008, con esta obra (nunca antes programada en el “festival
de festivales”), Salzburgo se propuso explotar el tirón mediático
del tenor mexicano Rolando Villazón y Anna Netrebko. Un
problema en las cuerdas vocales impidió la presencia de Villazón
enero-febrero 2011
en la edición de ese año, pero la cantante rusa, que hace dos
años canceló su actuación por embarazo, regresó al festival para
interpretar a la hija del Conde Capuleto. El tenor, Piotr Beczala,
compuso un convincente y extraordinario Roméo, que el público
aplaudió con entusiasmo. Y es que, dada la vigente escasez de
buenos cantantes de su cuerda, fue un auténtico placer escuchar al
tenor polaco, que además de un bellísimo timbre de tenor lírico,
exhibió musicalidad, homogeneidad, agudos seguros, cuidada y
limpia emisión, impecable fraseo, y excelente dicción en francés.
Y eso que el director de escena no se lo pone fácil al joven
Montesco-Beczala, que mientras canta, tiene que bajar rampas,
escalar balcones, o practicar esgrima. La bella soprano Nino
Machaidze, quien saltó a la fama como sustituta de Netrebko
en el 2008, reemplazó de nuevo a la cantante rusa que se
ausentó para participar junto a su pareja de la vida real Erwin
Schrott en la función benéfica organizada en Salzburgo para los
damnificados en Pakistán. Machaidze volvió a seducir al público
por su cálida voz y su soberbia interpretación como apasionada
Julieta de sólida línea de canto, espléndido legato y poderosa
agilidad en los agudos: impresionante, en el difícil vals ‘Je
veux vivre’. Entre los roles secundarios, es obligatorio destacar
a Dimitry Ivashchenko (Fray Lorenzo) y a Darren Jeffery
(Conde Capuleto).
Yannick Nézet-Séguin, al frente de la Orquesta Mozarteum, se
mostró más seguro que ante la imponente Filarmónica de Viena, y
su apasionada dirección orquestal, a pesar de notables desajustes
iniciales, ganó aquí en expresividad. o
por Lorena Jiménez
pro ópera 
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