Semana del Seminario 2014 “Lo reconocieron al partir el pan...” Día

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“Lo reconocieron al partir el pan...”
Semana del Seminario 2014
Día 6: La última Cena
Del Evangelio según San Juan (Jn 13, 1-5.13-14.35)
“Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este
es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo
bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi
carne para la Vida del mundo». Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este
hombre puede darnos a comer su carne?». Jesús les respondió:
«Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no
tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así
como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma
manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que
comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».
Del libro “Queremos ver a Jesús” del Cardenal Pironio:
Pablo al narrar la primera cena pascual cristiana, dice: Yo he recibido una tradición, que
procede del Señor y que a mi vez les he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a
entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo,
que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de
cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hagan esto cada vez que
beban, en memoria mía» (1 Cor 11,23-25). Es un gesto de donación, un gesto de vida. Cristo se da.
Se dará hasta el extremo el Viernes santo en la cruz, pero anticipa el modo en que vivirá la
generosidad de su amor: “Cuerpo entregado, Sangre derramada”.
La celebración de la eucaristía que celebramos todos los días o todos los domingos es una
proclamación del amor hecho nuevo, del amor hecho esperanza: “Anunciamos la muerte de Jesús y
proclamamos su resurrección hasta que él vuelva”. Cada eucaristía es un grito de esperanza. Por eso
yo quisiera que la eucaristía sea para todos un grito de esperanza: para cada uno personalmente,
para las familias, para todos: anunciamos la muerte del Señor esperando su venida.
Pero es imposible concebir la eucaristía sin que haya alguien que en nombre de Jesús repita
sus mismos gestos. Es imposible concebirla, por lo tanto, sin la presencia de un sacerdote: “Hagan
esto en conmemoración mía”. Por eso el Jueves Santo Jesús instituye al mismo tiempo la eucaristía
y el sacerdocio, y los sacerdotes experimentamos una alegría inmensa. A mí me encanta poder
concelebrar con otros sacerdotes compartiendo la alegría de ser sacerdotes. ¿Qué significa el
sacerdocio? Significa orar por la comunidad y servirla. Significa transmitir al pueblo una palabra
alentadora, de esperanza. Significa consagrar el pan y el vino para el alimento del espíritu y
derramar la Sangre de Jesús, es decir, reconciliar por el ministerio de la penitencia.
El sacerdote es el hombre que perdona, que celebra, que ama y que sirve. El evangelio (cf.
Jn 13,1-15) nos muestra a Jesús precisamente en una actitud de servicio. Juan, el apóstol a quien
Jesús ama, el apóstol que nos habla siempre de un Dios que es amor, no cuenta la institución de la
eucaristía, pero en el lavatorio de los pies nos muestra el amor con que Jesús amó a los suyos hasta
el final: “Si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies
los unos a los otros: les he dado el ejemplo para que lo que yo hice con ustedes, lo también
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ustedes”. Lavar los pies a los demás es simplemente vivir la caridad con gestos de humildad y de
servicio, vivir la alegría del don, de la entrega, como Jesús, el que sirve, el que ha venido a servir.
Que María Santísima, la que nos entregó la carne y la sangre que bebemos en la eucaristía –la carne
y la sangre de Jesús– nos haga comprender hasta dónde nos amó el Señor y nos haga entrever el
misterio del Sumo y Eterno Sacerdote, el misterio de Cristo que ha querido quedarse con nosotros
hasta el final bajo las especies del pan y del vino.»
Para rezar...
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¿Veo el sacerdocio y la Eucaristía como un regalo por el que Jesús quiere permanecer
conmigo?
¿Rezo por las vocaciones... por la santidad de los sacerdotes?
¿Reconozco en la Eucaristía la fuente de la caridad y del servicio? ¿Estoy siendo servicial
con quienes me rodean?
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