Daoiz, Velarde y el Dos de Mayo - Página No Oficial UNED

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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
La
Historia
a
Debate.
Septiembre-Noviembre de 2011.
Foro No Oficlas Historia
UNED.
Pinín, Stone, Mat y Eme
La Guerra de la Independencia. La Construcción del Imaginario
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA, LA CONSTRUCCIÓN DEL
IMAGINARIO
Inauguramos "La Historia a Debate" con un tema que esperamos nos interese a todos,
especialmente estos años en los que conmemoramos los aniversarios del 2 de mayo, la
Constitución de 1812... Se trata de una serie de conferencias coordinadas por el catedrático de
Historia Moderna Ricardo García Cárcel sobre los Mitos de la Guerra de la Independencia, que
plasmó en el libro "El Sueño de la Nación Indomable”. El comentario de un capítulo de este libro
cayó en una PED de Historia Contemporánea de España.
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
La construcción del imaginario. En el año del bicentenario del Dos de Mayo de 1808, de la
llamada Guerra de la Independencia, un grupo de historiadores se propone revisar, en un ciclo de
conferencias coordinado por el profesor Ricardo García Cárcel, unos hechos históricos ocurridos
hace doscientos años, desde una visión alejada de prejuicios y tópicos que han marcado la
memoria histórica de opuestas ideologías. 26, 28 febrero, 4, 6, 11 y 13 marzo 2008http://www.march.es/conferencias/detall ... 1=1&p2=694
Martes 26 de febrero: Ricardo García Cárcel -- Los mitos y la historia de España.
PONENTE EN EL FORO: PININ
Jueves 28 de febrero: Gérard Dufour -- Daoíz y Velarde y el Dos de Mayo.
PONENTE EN EL FORO: EME
Martes 4 de marzo: Hugo
PONENTE EN EL FORO: MAT.
O'Donnell
--
Los
sitios
y
el
ejército
español.
Jueves 6 de marzo: Antonio Moliner -- El mito de la guerrilla: El Empecinado y el cura Merino.
PONENTE EN EL FORO: STONE
Martes 11 de marzo -- Manuel Moreno Alonso -- José I y los afrancesados.
PONENTE EN EL FORO: PININ
Jueves 13 de marzo -- Ricardo García Cárcel -- El sueño de la nación indomable.
PONENTE EN EL FORO: EME
La Guerra de la Independencia. La Construcción del Imaginario
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Los mitos y la historia de España
Por Pinin
Ricardo García Cárcel (catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de
Barcelona). Ha publicado numerosos libros y artículos científicos. Entre otros: El sueño de la
nación indomable, Felipe V y los españoles, Felipe II y Cataluña y La leyenda negra.
La construcción del imaginario fue ¿pronto o tarde? ¿En qué se basó? ¿Qué hay que hacer con
los mitos de la historia? ¿Hay que mimarlos o deconstruirlos?
Para el filósofo Juan Cruz en la actualidad existe el historiador turista, para el que la historia está
momificada y muerta. También existe el historiador político, para el que todo el pasado se debe
explicar desde el presente lo que daría lugar a la Memoria Histórica. Entre esos dos polos estará
el historiador científico.
¿Qué es el mito?
Tiene dos acepciones: una positiva y otra negativa.
-
Positiva: Artefacto del imaginario sentimental que tiene una función referencial, un
valor simbólico de modelos retrospectivos de nuestra conducta. Un espejo en el que
mirarnos, de carácter ejemplificador, que podamos imitar.
-
Negativa: Distorsión interesada de la realidad histórica producto de manipulaciones.
Es una valor añadido tendenciosamente.
Los mitos no son inocentes: detrás de ellos siempre hay opciones ideológicas.
Según el autor, la historiografía de izquierdas mitificó la Inquisición, la dramatizó, la radicalizó
en las Cortes de Cádiz. Se la inculpó, por ella no se había podido pensar en España. Fue
convertida en un mito útil para justificar todo tipo de limitaciones o de precariedades propias.
También existen mitos de derechas como el concepto de revolución como conjura o conspiración
(muy funcional).
1. LOS MITOS SON ARTEFACTOS CONSTRUIDOS
Nacen, se desarrollan, se reproducen, mueren y resucitan al calor de utilidades/funcionalidades
determinadas.
¿Cómo se construyen? En muchos casos a partir de los propios actores de la historia. La
generación de 1808 fue muy pródiga en la creación de mitos: el mito del 2 de mayo, del
guerrillerismo, el sitio de Zaragoza a tráves del general Palafox.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Estos mitos se instrumentalizan/manipulan después por razones coyunturales. Las diversas
generaciones construyen/deconstruyen configurando los mitos.
Según la historiografía, los hijos de episodios traumáticos suelen ser menos proclives a la
creación de mitos de ese episodio que los nietos (según Santos Juliá los nietos tienden a sublimar
los mitos más que sus padres).
2. VARIEDAD DE MITOS
Son ilusionantes, movilizadores, aglutinantes de una identidad colectiva. Según el autor se
pueden distinguir tres tipos de mitos:
a) Fundacionales. Los que otorgan una seña de identidad colectiva. El mito del 2 de mayo o
Daoiz y Velarde tienen el valor del mito fundacional de una nueva España, nación de los
ciudadanos que se abriría desde 1808 y que culminaría institucionalmente con la
Constitución de 1812.
b) Caracteriológicos. Contra los que arremetió Julio Caro Baroja que habló del mito de los
caracteres nacionales. La identidad española está vinculada al carácter, a cuestiones
caracteriológicas como: el sentido de independencia, la capacidad heroíca de resistencia
frente al enemigo exterior.
c) Conceptuales o ideológicos: El concepto de nación y revolución.
Hay otros mitos como:
a)
Personales: Vinculados a individuos/figuras concretas: Castaños (el héroe de Bailén),
Daoiz y Velarde, Álvarez de Castro, Palafox, etc.
b)
Fechas míticas: 2 de mayo (guerra de la Independencia)
3. LOS MITOS NO SON PRIVATIVOS DE LOS ESPAÑOLES COMO COLECTIVO
NACIONAL
Los vascos han elaborado una historia de Euskadi saturada de referentes míticos, empezando por
el mito de la superioridad étnica vasca, el mito de la hidalguía universal, el vasco-iberismo,
referentes concretos como la batalla de Arrigorraga del siglo IX que constituye el origen
presuntamente pactado del señorío de Vizcaya.
Mitos catalanes: Wifredo el Velloso, los almogárabes, el sueño imperial catalán insatisfecho con
los almogárabes como referente, el pactismo catalán (la presunta capacidad pactista catalana).
Mitos gallegos: El celtismo, Prisciliano, los suevos, Santiago, los irmandiños (revuelta gallega
representativa del galleguismo que se resiste a ser subordinado por los Reyes Católicos).
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Mitos andaluces: El último nacionalismo andaluz, el llanto de Boabdil, la herencia musulmana,
la nostalgia de Abderramán III.
4. LOS MITOS SURGEN A CABALLO DE LAS MEMORIAS HISTÓRICAS
El autor cree que en España hay tres memorias históricas:
a) La memoria épica. Construida a base del recuerdo de nuestros episodios/epopeyas
nacionales. Episodios heroícos buscando la construcción de una gloria que alimente
nuestra identidad, que satisfaga nuestra ansiedad de superar viejos complejos de
inferioridad.
b) La memoria doliente o victimista. De gran importancia. Pone como ejemplo un poema de
Gil de Biedma: De todas las historias de la Historia, sin duda la más triste es la de
España. Para los unedianos, pongo la poesía completa, cortesía by pinin.
DE TODAS LAS HISTORIAS DE LA HISTORIA
¿Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.
Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.
A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.
Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.
Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.
Es una autocomplacencia en el dolor, en el fracaso, en nuestras tristezas y miserias. Si el
anterior mito es la construcción de la gloria, ésta es la construcción de la culpa.
c) La memoria contrafactual. En España somos dados a la evocación nostálgica de la
España que no pudo ser. Estamos presos permanentemente de los sueños, de cómo nos
hubiera ido si... (se usa siempre el condicional). Siempre hubo malos de la película que
nos han conducido, que nos han frustrado, que nos han llevado por unos derroteros
incorrectos.
Definición de contrafactual, cortesía by pinin: En lógica, más particularmente en lógica
modal y en otras disciplinas (historia, lingüística, física, economía, cosmología etc.) se
denomina contrafactual o contrafáctico a todo evento o a toda situación que no ha
acontecido en el universo actualmente observable por la investigación humana pero que
pudiera haber ocurrido (la situación o evento fácticos o fenoménicamente existentes son
llamados por este motivo, algo ambiguamente, “actuales”). Se dice que el evento o la
situación forman parte de un universo posible, mientras que el evento o situación actuales
forman parte del universo fáctico o universo actual.
5. LA MEMORIA ÉPICA
Dentro de la memoria épica están los mitos fundacionales, vinculados a la creación de la
identidad española, y los mitos caracteriológicos.
Existe una obsesión creacionista: creer que España ha tenido en momentos determinados un
creador. Para el autor, los historiadores españoles han sido más creacionistas que evolucionistas.
a) Mitos fundacionales
1.-El mito de Túbal
El primero, el clásico, fue configurado en la época de los Reyes Católicos y se va a mantener
hasta principios del siglo XVIII. Es el mito de Tubal (nieto de Noé), presunto padre de Íbero
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
(que abre el camino hacia la historia ibérica). Mito inventado por Annio de Viterbo, el falso
Beroso, que estudió Julio Caro Baroja en su libro Las falsificaciones históricas.
Este mito sirvió para dotar a la historia de España de la conexión bíblica con el Antigüo
Testamento.
El falso Beroso, cortesía by pinin: El falso Beroso o Pseudo-Beroso, es un libro supuestamente
elaborado por Beroso pero que, en realidad, se trataba de una elaborada falsificación. En 1498,
un oficial del papa Alejandro VI llamado Annio de Viterbo pretendió haber descubierto libros
perdidos de Beroso. Tuvieron cierta influencia en la manera de pensar renacentista sobre la
población y la migración, debido a que Annio proporcionó una lista de reyes de Jafet en
adelante, cubriendo así una laguna histórica después del relato bíblico sobre el diluvio. Annio
también introdujo figuras de fuentes clásicas dentro del esquema bíblico, publicando su relato
como Commentaria super opera diversorum auctorum de antiquitatibus. Una consecuencia de
ello fue llevar a teorías sofisticadas sobre las razas celtas con sacerdotes druidas en Europa
occidental. Respecto a España, inventó una lista de reyes de España que descendía de Tubal, hijo
de Jafet y nieto de Noé quien supuestamente había constituido una monarquía en toda España
poco después del Diluvio.
2.- El mito de Santiago
El autor recomienda un libro de Ofelia Rey Castelao (historiadora gallega experta en el tema)
que desglosa las etapas de construcción del mito desde el descubrimiento de la tumba en el siglo
IX, la promoción clave del obispo Gelmírez, el camino de Santiago y la reconversión del apósto
en el mito de Santiago “matamoros” a partir del siglo XIII.
Los primeros cuestionamientos del mito de Santiago se hacen desde el siglo XVI con las
polémicas del falso Beroso. En el siglo XVI el mito de Santiago “matamoros” empezó a
considerarse políticamente incorrecto, demasiado agresivo y se promocionó el patronazgo de
Santa Teresa de Jesús sustituyendo a Santiago.
3.- Don Pelayo
Covadonga, el comienzo de la Reconquista entendida como paréntesis en la configuración de la
identidad nacional española. Habría una identidad previa: la identidad visigoda, marcada por el
III Concilio de Toledo (que cuando en el 711 los musulmanes invaden España quedaría en
paréntesis)
La Reconquista sería el conjunto de siglos en que estaría suspendida esa identidad española hasta
que los Reyes Católicos (nuevo mito) en 1492 terminaría con ese paréntesis y emergería un
concepto de España –no ya de las tres culturas- reducida a la condición de cristiana. Los Reyes
Católicos serían el referente de esa nueva España.
4.- El 2 de mayo
Daoiz y Velarde, la apertura de un nuevo concepto de nación: la nación de los cuidadanos que
culminaría con la constitución de 1812. Los tres primeros artículos establecen el concepto de
soberanía nacional. (Se citan a continuación, cortesía by pinin)
La Guerra de la Independencia. La Construcción del Imaginario
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
TÍTULO PRIMERO: DE LA NACIÓN ESPAÑOLA Y DE LOS ESPAÑOLES
CAPÍTULO PRIMERO
De la Nación española.
Art. 1º.
La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.
Art. 2º.
La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia
ni persona.
Art. 3º.
La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente
el derecho de establecer sus leyes fundamentales.
b) Mitos caracteriológicos
La resistencia, el sentido de la independencia: Numancia, Sagunto. Resistencia ibérica frente a
cartagineses o romanos. Viriato. La Reconquista está llena de héroes resistentes.
Siempre al lado de estos héroes hay el contravalor, el contramito (tan mito como el anterior), el
traidor: don Julián, hombre clave para la derrota de Guadalete del 711 para la entrada de los
musulmanes en España. Antonio Pérez en el reinado de Felipe II encarnaría también los
contravalores.
Personajes, no traidores, que han quedado en la penumbra histórica porque se les ha acusado
fundamentalmente de incomprensión, de no haber sido capaces de entender la trascendencia
histórica del personaje que tenían al lado: la Beltraneja frente a Isabel la Católica o Padilla
respecto a la presunta modernidad del imperio de Carlos V. Los comuneros, incapaces de
comprender la magnitud del proyecto que representaba la figura que tenían al lado.
c) Mitos conceptuales
Conceptos, ideas, el mito del nacional-catolicismo: “España, luz de Trento, martillo de herejes,
brazo derecho de la cristiandad”.
El providencialismo hispánico, especie de sentido misionero, de función trascendental que
España tenía que desarrollar incluso por encima del papa. Ahí está la sombra de ese nacionalcatolicismo, esa singular dialéctica conflictiva que han tenido los Austria españoles que se
llevaron mal con casi todos los papas por esa misión providencialista.
El mito imperio, la predestinación imperial española con todas las gestas. Predestinación a la que
se buscó antecedentes al imperio de Carlos V, antecedentes medievales para dotar de lógica
histórica esa presunta vocación imperial.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Otro mito es el concepto de revolución que emana de la guerra de independencia. Los títulos de
historias de la guerra de la independencia con anterioridad a 1830, tanto del lado conservador
como liberal, inciden siempre en el título Revolución de España, La historia de la revolución de
España. Para la España conservadora la revolución era la Restauración, el retorno al Antigüo
Régimen mientras que para los liberales era la conquista de un nuevo régimen, de una nueva
España. Por su parte, los publicados con posterioridad a 1830 se denominan Historia de la guerra
de la independencia
6. LA MEMORIA DOLIENTE, VICTIMISTA
Revela un trasfondo de complejo de inferioridad.
a) El mito inquisición. Justificación de limitaciones.
b) El despotismo/centralismo. Se echa la culpa sobre los malos de la historia de España: Felipe II
(convertido en el déspota, el tírano, el hombre que asesina las libertades aragonesas) frente a la
alteraciones aragonesas.
Otro malo es Felipe IV, aunque queda en el limbo porque el que ha focalizado todas las culpas es
el conde-duque de Olivares.
La revolución catalana, la guerra del segadors, 1640 y la separación de Cataluña, 12 años (de
1640 a 1652) de separación de Cataluña. En todo ello hay un malo, un responsable, un culpable:
el conde-duque.
Felipe V, el tercer malo de la película. Visto desde la óptica catalana cuando el 11 de septiembre
de 1714 las tropas borbónicas entran en Barcelona y esa fecha de la derrota catalana se convierte
en fiesta nacional de Cataluña con un personaje: Rafael de Casanova (que le tocó en suerte el
papel de consejero en jefe del municipio barcelonés en ese momento). Fue herido en una pierna,
no muerto, pero en todas las historias nacionales catalanas se dice, se falsifica diciendo que
murió cuando en realidad muere en 1741 siendo hipercrítico con los antigüos compañeros de la
defensa de Barcelona. Interesaba un héroe y ese fue Rafael de Casanova.
Fernando VII, 1814, el fin del sueño liberal, la represión (primero hasta el trienio liberal y luego
con la década ominosa). Durante muchos años, los estudiantes de bachillerato han estado
repitiendo el concepto de década ominosa, aprendido de memoria, sin saber qué significaba la
palabra ominosa.
Otro concepto de la memoria doliente es el síndrome de fracaso, la historia de España como
fracaso. Durante mucho tiempo hemos repetido que la historia de España ha sido un fracaso
porque no hubo revolución burguesa (convertida en el mito de la España insatisfecha). Jordi
Nadal escribió El fracaso de la industrialización de España. No hubo revolución industrial,
fuente de nuestras desgracias. No hemos podido homologarnos a Europa porque no hemos tenido
revolución industrial.
El último de los síndromes de fracaso es la nacionalización española. La debilidad del
nacionalismo español del siglo XIX.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Otro concepto de la memoria doliente es la ansiedad sentimental que late en el transfondo del
término leyenda negra (término aportado por Julián Juderías). El autor recomienda un libro de
Luis Español Bouché, una biografía que reinvidica a Julián Juderías, figura que todos los
historiadores habían maltratado.
La leyenda negra tiene dos vertientes:
Por una parte existe una corriente de opinión negativa contra España procedente de los distintos
países europeos y que, presuntamente, nace en la noche de los tiempos. Mientras que para el
autor hay un problema de psicología colectiva con el concepto de leyenda negra: más allá de la
opinión negativa que se haya tenido, el problema trascendente de la leyenda negra es la creencia
colectiva de los españoles –producto de esa ansiedad sentimental respecto a Europa- de que no
nos quieren como merecemos. Ésta es la clave.
Otro ejemplo sería la memoria de los nacionalismos periféricos, que parten de la creencia de que
el Estado permanentemente les ha machado, les ha oprimido, ha sido el culpable de sus penas.
Todas las limitaciones y problemas propios encuentran la redención atribuyéndole la culpa al
Estado. Otorga felicidad construir la culpa.
7. LA MEMORIA CONTRAFACTUAL
Apelación nostálgica de la España que no pudo ser. Ejemplos:
a) La tolerancia. La España de las tres culturas. Mito de una España feliz en la que cristianos,
musulmanes y judíos se llevaban maravillosamente. Mito de una España idílica que terminó con
la llegada de los Reyes Católicos en 1492 cuando acabaron con la tolerancia.
¿Cómo nos hubiera ido? ¿Y si en lugar de Cisneros hubiera impuesto sus criterios Hernando de
Talavera? Y nos apuntamos al carro del talaverismo frente al pragmático cardenal Cisneros.
b) Los comuneros. Villalar. En el siglo XIX, los liberales de las Cortes de Cádiz lo tienen
grabado en su memoria histórica. España hubiera sido muy distinta si Carlos V, en vez de
imponer el modelo imperial, hubiera impuesto el sentido de la España comunera que,
presuntamente, era la España de los Reyes Católicos.
c) El austracismo en el siglo XVIII. La guerra de sucesión presente en la historiografía catalana
actual. El último Austria, Carlos II, no fue retratado diez años antes de su muerte porque, por
más benévolo que fuera el pintor, era imposible sacarlo en condiciones de dignidad mínima.
Frente a Felipe V (la España borbónica), frente a ese mítico 11 de septiembre se invoca la
nostalgia de cómo nos hubiera ido si la dinastía Austria hubiera seguido y el archiduque Carlos
ganado (da igual que fuera el emperador Carlos VI y que como tal emperador tuviera una
práctica política que distara del soñado constitucionalismo de la corona de Aragón). Eso da lo
mismo, lo importante es el sueño, la nostalgia.
d) El federalismo/el republicanismo. En todo español hay un arbitrista vocacional, con capacidad
para encontrar la pócima mágica, la solución.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Se manejan en el imaginario alternativas que han tenido una proyección empírica concreta no
demasiado feliz y que, sin embargo, se invocan porque hay que soñar.
e) Las arcadias felices de los nacionalismos periféricos.
f) El catálago de héroes alternativos. Frente a Fernando el Católico estaría el Gran Capitán (el
héroe soñado, alternativo). Frente a Felipe II, don Juan de Austria. Frente a Carlos II, don Juan
José de Austria.
En la Edad Media, el Cid de Alfonso VI. Todo el imaginario español se fundamenta en la famosa
invocación del poema del mío Cid: “¡qué buen vasallo si hubiera buen señor!”.
8. CONCLUSIÓN DE LOS MITOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
a) Son precoces. Apoyados en la precocidad de la muerte de sus protagonistas. Aunque no
siempre ocurre así. Por ejemplo, Palafox muere tarde en 1847 y Agustina de Aragón en 1857.
El mito del Bruch nace en junio de 1808, en el momento en el que se produce la famosa
peripecia de Isidro Llusá y Casanovas, el tamborilero de Bruch.
Los sitios de Zaragoza. Palafox construye el mito después del primer sitio de Zaragoza, en
agosto de 1808. Castaños va a Zaragoza y Goya pinta sobre ello.
El mito de Gerona se construye a partir de diciembre de 1808 cuando ha caído ante los franceses.
El mito de Bailén y los guerrilleros. Espoz y Mina ya tiene una biografía en 1811 y el
Empecinado desde 1812.
b) Son patrimonio ideológico de conservadores y progresistas. Algunos han atribuido al
franquismo la creación de los mitos de la guerra de la independencia.
Por su parte, en 1908 se celebró el primer centenario de los sitios de Zaragoza. El liberal Basilio
Paraíso o el ministro Moret fueron más beligerantes en la memoria épica de los sitios que el
presidente conservador Maura.
¿Qué hacer con los mitos?
Si se critican hay que criticarlos a todos.
El autor cita una frase del historiador italiano Gabriel Herrán Chato: el problema (refiriéndose a
la memoria histórica) no es recordar ni olvidar, ni siquiera qué recordar. El auténtico problema es
saber o ignorar. Más que recordar es preciso saber.
El recuerdo del recuerdo, a menudo está demasiado contaminado no sólo por la propaganda y los
mitos, sino por los que creen que el pasado no es historia sino un eterno presente. En nuestro país
se ha convertido en práctica habitual despreciar lo que se ignora.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Daoiz, Velarde y el Dos de Mayo
Gerard Dufour
Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia. La construcción del imaginario. 26, 28 febrero, 4,
6, 11 y 13 marzo 2008. Fundación Juan March. Por Eme
SEMBLANZA DEL PROFESOR GERAD DUFOUR
El profesor Gerard Dufour es rector honorario y
profesor emérito de la Universidad de la Provenza.
Obtuvo su doctorado en la Sorbona y desde entonces
ha centrado su estudio fundamentalmente en la Guerra
de la Independencia, sobre la que publicó un libro que
ha sido reeditado varias veces. Autor de un gran
número de textos publicados en España, Francia y
Suiza, es miembro del comité editorial de numerosas
revistas científicas tanto en España como en Francia y
autor de más de un centenar de artículos. Es asimismo
miembro del Comité Científico de los Bicentenarios
de los Sitios de Zaragoza, constituido por la Fundación
Zaragoza 2008. En la conferencia el profesor Dufour analiza las figuras de los capitanes de
Artillería Luis Daoiz y Pedro Velarde, analizando las circunstancias que motivaron que ambos se
constituyeran en protagonistas fundamentales en lo que se ha denominado el Mito de la Nación
Indomable.
INTRODUCCIÓN
Para el Profesor Dufour es un honor como historiador francés ser invitado para conferenciar
sobre el 2 de mayo, que considera por parte de Murat (y Napoleón) un crimen con
premeditación, que dejó una importante carga emocional en las relaciones entre Francia y
España. Como ejemplo menciona que durante el II Imperio, la emperatriz Eugenia de Montijo
fue siempre muy reacia a recibir en palacio a los descendientes de Murat (emparentado con
Napoleón al ser su cuñado y por consiguiente con Luis Napoleón III). Otro ejemplo tuvo lugar
durante la conmemoración del primer centenario de la Guerra de la Independencia. Se intentó
hacer una conmemoración conjunta de los sitios de Zaragoza y Gerona, para acercar a ambas
naciones y reconciliarlas, y no fue posible. El profesor considera su conferencia como un intento
de acercamiento entre sus compatriotas franceses y sus gentes españolas.
DAOIZ Y VELARDE SEGÚN LAS FUENTES FRANCESAS
Según Dufour ser francés posee desventajas, pero indudables ventajas, como la mayor facilidad
de acceso a los Archivos Militares o de Asuntos Exteriores de esta nación, lo que permite
contrarrestar y contrastar visiones y fuentes distintas. Por lo que se refiere al 2 de mayo y a las
figuras de Daoiz y Velarde, según Dufour no sirven, dada la ausencia total de referencias de la
época de su papel en particular y al de los militares españoles en general en su relación al
comportamiento durante la jornada del 2 de mayo. Cuando Murat da cuenta a Napoleón de los
sucesos del 2 de mayo en una carta escrita a las 4 de la mañana del día 3 dice “Por lo general,
La Guerra de la Independencia. La Construcción del Imaginario
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
las tropas españolas se portaron muy bien (se refiere a que no intervinieron, obviamente), a
excepción de unos cuantos soldados (hay que remarcar que no dice oficiales) que se había
unido al populacho. Los guardias de corps se portaron bastante bien y se portaron muy bien la
guarnición, especialmente la Guardia Real” El mismo Murat reitera su apreciación seis
después, el 6 de mayo en una orden del día dirigida a los soldados del ejército imperial,
asegurando que el comportamiento de las tropas españolas durante el 2 de Mayo merecía elogios
por la buena armonía entre los dos ejércitos. El mismo día 6 hizo publicar en la Gaceta de
Madrid la Proclama que mando poner en las calles el día 2 y manifestó a la Guardia Real y a la
guarnición de Madrid lo satisfecho que había quedado por su comportamiento y su colaboración
con la tropa del Emperador para reprimir al populacho. Y
añadía “Hoy por la mañana los generales y oficiales de la
Guardia Real y la guarnición de Madrid han tenido el detalle
de presentarse ante su Alteza Real e Imperial (osease el
mismo Murat) para reiterar la oferta de sus servicios”. Y por
si todo ello fuera poco, insistía al final del texto el modelo de
comportamiento que para el resto del ejército español había
dado la guarnición de Madrid y la Guardia Real.
Así, cuando Murat demuestra su prolijidad en sus informes al
emperador sobre la actuación de los Mamelucos y su jefe y el
coronel Dominic con sus cargas a la muchedumbre en la Puerta
de Sol, no soltó ni una palabra sobre los acontecimientos del
Parque de Artillería. Y Napoleón convalidó esta versión en las publicaciones francesas de la
siguiente jornada (sometidas a una estricta vigilancia imperial, mediante “revisores”, pagados
por los propios periódicos). Murat llega a hablar de 25 bajas francesas y miles de bajas
españolas, una exageración manifiesta. Y sigue sin mencionar los acontecimientos del parque de
Artillería. Murat limita la actuación del ejército español a la actuación de unos cuantos soldados
y como muchos suboficiales, negando la evidencia de la participación de oficiales españoles, lo
que no hubiera sido tolerado por la propaganda imperial, que presentaba la ocupación de España
como una aceptación de la política y las tropas francesas por la “gente de bien, pudientes e
inteligentes”, no el populacho amotinado.
SEMBLANZA DE DAOIZ Y VELARDE
Además Daoiz y Velarde no eran meros oficiales, sino oficiales de artillería, que lo colocaban en
una posición especial, dado el carácter eminentemente técnico y científico del Cuerpo, con una
buena preparación teórica de sus miembros, El mismo Napoleón había
sido admitido en la Academia de Ciencias por su faceta de oficial de
Artillería. En España la formación dispensada por la Academia Oficial
de Artillería de Segovia era excelente y varios oficiales había formado
parte de la Sociedad Económica de Amigos del País.
En cuanto a sus hojas de servicios. El capitán Luis Daoiz tenía 40 años y
24 de servicio. Tras describir su brillante hoja de servicios en Ceuta,
Orán, la Guerra del 94 contra Francia, prisionero de guerra, condecorado
en Orán, embarcado e la guerra marítima contra Inglaterra en misiones
diversas de ataque y escolta a barcos, un servicio durísimo. Estaba
considerado como un hombre experimentado, de acción, valor acreditado y capacidad conocida,
La Guerra de la Independencia. La Construcción del Imaginario
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
quizás algo más flojo en lo relativo a la inteligencia en el mando de la tropa y una excelente
formación técnico-científica.
El capitán Velarde, más joven, con 29 años y 14 de servicio, menos experimentado en labores de
guerra, destinado como profesor en Segovia en la Academia y Secretario de la Junta Mayor de
Artillería. Sólo había participado en la campaña de Portugal. Su valoración
global era muy similar a la de su compañero. Tiene las mejores
disposiciones y desempeñará las misiones del cuerpo. Su valía intelectual
era apreciada por los franceses, ya que había publicado en 1806 artículos en
la Academia de Ciencias y en otras revistas, como El Memorial Literario, la
mejor publicación científica en el ámbito hispano, referidos a artillería
(maquinaría, calidad de la pólvora, trayectoria).
LOS ANTECEDENTES DEL DOS DE MAYO
Antes del 2 de mayo tanto el experimentado Daoiz como el “científico” Velarde habían
manifestado su voluntad de resistir a la ocupación francesa. Velarde, a mediados de marzo de
1808, fue elegido para adelantarse a Murat como avanzadilla. Al percatarse de las verdaderas
intenciones de Murat de ocupar el país, tras entrevistarse con el Gran Duque de Berg. A finales
de abril como secretario de la Junta Superior de Estado Mayor Artillería, había hecho un estudio
detallado de la localización de los principales depósitos de armas y municiones y del material y
también había presentado un balance comparativo de las fuerzas españolas y francesas. Este
informe básico para una posible defensa contra las tropas españolas, fue enviado a O´Farrill,
entonces ministro de la Guerra y que seguiría siéndolo con José I Bonaparte, se limitó a
archivar…
Velarde, con otros oficiales del Cuerpo de Artillería, se había reunido en el propio cuartel para
fabricar de manera artesanal cartuchos fabricados de manera artesanal para abastecer a la
guarnición de Madrid lo que fue prohibido por los franceses al enterarse de estas actividades.
Estas reuniones siguieron en un domicilio particular para seguir con su tarea. Esa preparación es
algo simbólico pero significativo de la voluntad de resistir.
Daoiz también había manifestado su hostilidad a los franceses, durante la noche del 1 al 2 de
mayo, desafiando a un duelo junto con otros dos oficiales españoles a tres oficiales franceses.
Los padrinos calmaron a los enfrentados cumpliendo con las instrucciones de los respectivos
superiores españoles y franceses. Algo significativo del nerviosismo de Daoiz y de su voluntad
de lucha contra el invasor.
Por otro lado Murat en el fondo esperaba una revuelta de la población, para así tener la excusa
poder ejecutar un castigo ejemplarizante. Hizo poner a sus tropas sobre las armar y presionó a la
Junta de Gobierno puesta por Fernando VI, que habían recibido instrucciones de colaborar para
no poner en peligro a su rey y a cuantos los acompañaban a Bayona. Entre las disposiciones que
tomó la Junta dos afectaban particularmente a los militares de la guarnición de Madrid
-
Retirarse a sus cuarteles con prohibición formal de entablar relaciones con los paisanos
Retirar las municiones a las tropas que estaban fuera de servicio
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
O sea, la guarnición de Madrid, con 3.000 hombres, los mismos 3.000 hombres que estaban en
Madrid (junto con los 17.000 franceses que estaban en las afueras), había recibido instrucciones
de sus superiores de no resistir a los franceses, estaban encerrados en sus cuarteles y los que no
estaban de servicio con sus fusiles descargados y desarmadas sus bayonetas.
EL DOS DE MAYO DE DAOIZ Y VELARDE
Ese día 2 de mayo por la mañana, Daoiz y Velarde está la Junta Superior Central de Cuerpo de
Artillería, en San Jerónimo. Y entre las 10 y las 11 se informó sobre la difícil situación de los 16
hombres y el oficial teniente Rafael de Arango, encargado de la Guardia del Parque. Frente a
esta noticia, el coronel José Navarro Falcón, que mandaba dicha Junta ordena a Daoiz hacerse
cargo del Parque de Artillería, pero siguiendo las instrucciones anteriores de la Junta de
Gobierno La situación era muy tensa, ya que un destacamento de artillería francés, con 75
franceses y 5 oficiales había tomado posesión del parque, ante el cual iba a reunirse la
muchedumbre que pedía armas.
Velarde, por su parte, te había quedado en su despacho, desde donde se escuchaban tiros y gritos.
Cuando el tiroteo se hizo continuo, no pudo más, intentó convencer en vano al coronel Navarro
Falcón de entablar la lucha con los franceses. Entonces, en un auténtico acto de rebeldía respecto
a las órdenes de sus superiores, sale de la Junta y armado con un fusil, acompañado por un
ordenanza y dos escribientes meritorios y se dirige al Parque de Artillería. Cuando llega al
cuartel de Mejorada, sito en la calle San Bernardo, convence al coronel del Regimiento de Línea
Voluntarios del Estado, de que le ceda tropas suficientes para contener a la gente que se agolpa
en el Parque de Artillería. Así, con treinta y tres fusileros y tres oficiales, entre ellos el teniente
de infantería Ruiz Mendoza, llega al Parque de Artillería. Ante esas fuerzas tan numéricamente
inferiores, los militares franceses se rinden sin resistencia, depositaron las armas y se consideran
prisioneros.
La pregunta que había que contestar era saber si armar o no al pueblo que pedía armas. El
coronel sargento mayor de la Plaza de Madrid, D. Francisco Javier de Valcárcel, que había
venido, como otros oficiales, a presentarse al Parque de Artillería, afirmó y reiteró falsamente
que la Junta de Gobierno estaba dispuesta a armar al pueblo. Lo cierto es que en el cuartel de las
Guardias Españoles y en otras dependencias de las retenes en las Casas Consistoriales se estaban
repartiendo armas. Correspondía a Daoiz, como oficial al mando, decidir esa cuestión. Pero ya
Daoiz estaba contraviniendo las órdenes de la Junta de Gobierno, al mezclarse con los civiles.
Así que no creyó al coronel Valcárcel. Conferenció con Velarde y después ambos decidieron
armar al pueblo. Buscaban fusiles, pero no con municiones (que no sabrían utilizar la mayoría de
los paisanos), sino los fusiles con bayoneta para la lucha cuerpo a cuerpo. Apenas armados, los
paisanos salieron del Parque a luchar por las calles. Daoiz quiso hacerse fuerte en el Parque,
donde disponía de piezas de artillería, y cerraron las puertas. Se quedaron los militares y 80
paisanos con su defensa.
A hasta aquel momento, el protagonismo lo había llevado Velarde, ahora lo toma Daoiz. Aposta
un cañón con cuatro baterías cargadas de balas a las puertas del Parque, ya que no se pudo
acceder al almacén, en donde estaba la metralla, por ausencia de la persona encargada de las
llaves (las anécdotas de la Historia/Eme), que hubiera sido más efectiva. A las 12 de la mañana
se presenta el Regimiento Imperial de Westfalia. Tres de los cañones abrieron fuego contra los
imperiales, causando su desbandada y dejando en el suelo bastantes muertos. Daoiz manda sacar
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a la calle tres de los cañones, controlando las tres calles de acceso al parque (Fuencarral, san
Bernardo y san Pedro), rechazando un segundo ataque. Un tercer ataque de los imperiales llegó a
las puertas del Parque, cuando de repente llegó un oficial a caballo con un pañuelo blanco, el
oficial Melchor Álvarez, del Regimiento de Voluntarios del Estado, que venía con la orden de la
Junta de Gobierno deparar el combate. Daoiz dio la orden de parar el fuego y se reunión con
Velarde. Por parte de los imperiales, el coronel Montolon, que mandaba las tropas, ordenó
también cesar el fuego, para que no hubiera duda de sus intenciones y opuso sus fusiles culata
arriba. Cuando el emisario de la Junta de Gobierno, Daoiz y Velarde y los oficiales franceses
iban a conferenciar, sin previo aviso un cañonazo causó importantes bajas entre los franceses y
rompe la tregua. El coronel Montolón y sus oficiales quedaron prisioneros. Los combates se
reanudan, con ventaja esta vez de los franceses que con una pieza de artillería en la calle de San
Miguel y San José y vuelan la puerta del Parque. Cuando los franceses se aprestan a entrar para
acabar con los resistentes, cuando el teniente general Don Claudio Álvarez de san Simón, el
marqués de San Simón, en el nombre de la Junta de Gobierno, obtuvo un nuevo ceses del
combate. No obstante después de esa cesación del combate, Velarde es muerto de un tiro por la
espalda. Su cuerpo es vejado por los franceses, que llegan a despojarle de su uniforme. Daoiz,
herido en una pierna, se apoya en un cañón. El general Lefrand se burla de él y Daoiz, presa de la
rabia, hizo ademán de atacarle con su sable. Lo que aprovechan los soldados franceses para
acribillarle a bayonetazos. Sin embargo, no muere en el acto, es atendido por un cirujano francés
y llevado a la casa del marqués de Mejorada, en donde confiesa. Llevado a su casa, en la calle de
la Ternera, fallece a las 2 de la noche.
LAS ACTITUDES PREVIAS DE DAOIZ Y VELARDE ¿EL DOS DE MAYO COMO UN
PLAN PREMEDITADO O REVUELTA ESPONTÁNEA?
Conviene distinguir la actitud de estos dos personajes, unidos por la muerte para siempre en la
memoria Colectiva de los españoles y que mostraron el mismo heroísmo luchando por su propia.
Al menos al inicio de los acontecimientos, ambos no guardaron comportamientos similares. Al
principio, Daoiz vaciló, intentando cumplir la consigna que le había dado su jefe, el coronel
Navarro Falcón, que a su vez obedecía las órdenes que le había dado la Junta de Gobierno en
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
cumplimiento a su vez de las instrucciones del propio Fernando VI. Daoiz estaba al final de la
cadena de mandos. Todo coincidía en los mismo, mantener la paz y la amistad con los franceses,
no resistirse. Y fueses cuales fuesen sus propios sentimientos, obedeció al principio. Velarde,
desde el inicio de los acontecimientos estuvo dispuesto a luchar contra los franceses. Al oír los
tiros, intenta convencer a sus superiores de iniciar la lucha, y al no conseguirlo, desobedece las
órdenes de sus superiores, cometiendo un auténtico acto de insubordinación, tomando la decisión
de salir armado a la calle con tres hombres que le acompañaban. Tenía muy claro lo que tenía
que hacer, unirse con algún grupo de resistentes, dirigirse al Parque de Artillería, de indudable
valor estratégico, pasando antes por el cuartel de Mejorada para conseguir refuerzos con el falso
pretexto de contener a la muchedumbre.
Ahora se plantea un problema, saber si Velarde actuó de manera espontánea o según un plan
premeditado. No faltan motivos para creer esto último. El propio Murat en su proclama de 21 de
mayo declaró “Numerosos informes me avisaban de los esfuerzos de los malintencionados,
pero todavía ponía mi conato (sic) en persuadirme de que nadie turbaría el público sosiego.
Estaba prevenido para todo, pero esperanzado”. Esa teoría de la conspiración puede basarse en
la fabricación artesanal de cartuchos. Pero la rebelión contra los franceses no habría podido
prepararse si no hubiera un profundo sentimiento de animadversión y exasperación contra los
franceses y las tropas imperiales. Una prueba es el comportamiento del capitán Daoiz, al cometer
por primera vez en su vida un acto de insubordinación, algo que le hubiera parecido imposible
unos meses antes. Eso no quita d que Murat esperara la primera ocasión de un conato de rebelión
para dar un escarmiento ejemplar no sólo a los madrileños. En una carta a Napoleón el 2 de abril
comunicaba que pensaba cargar con los coraceros contra los posibles revoltosos, como la única
manera de hacerse entender por revoltosos, y Napoleón no le disuadió de su proyecto. Napoleón
tenía una pésima opinión de los españoles, a los que comparaba con los árabes, a los que había
derrotado con anterioridad y pensaba que eran unos cobardes que únicamente necesitaban un
poco de mano dura para plegarse a sus proyectos. El 2 de Mayo fue la contestación del pueblo de
Madrid a esa errónea teoría extraña, de desconocida procedencia y que llegó a ser una auténtica
obsesión para Napoleón. Así pues hay varias razones que explican los acontecimientos del Dos
de Mayo.
-
La voluntad del pueblo de resistir a las tropas imperiales.
La determinación de un reducido grupo de oficiales de presentar resistencia.
Y finalmente la intención de Murat y napoleón de aprovechar la más mínima expresión
de rebelión para dar un escarmiento ejemplar a los madrileños en particular y a los
españoles en general.
LA FORJA DEL MITO
Un punto interesante fue lo que pasó después de la muerte de Daoiz y Velarde. Curiosamente el
hermano menor de Daoiz llegó a ser paje del rey José I Bonaparte (hecho que según el autor se
pueda constatar). Puede ser demostrativo del desconcierto de los madrileños inmediatamente
después de la rendición de la capital en diciembre de 1808. Por otro lado a partir de 1810 las
Cortes de Cádiz comienzan el reconocimiento oficial y su reivindicación de estos dos héroes, y a
primeros de 1812 se le concede a la familia de Daoiz una importante compensación económica
por la muerte heroica del capitán. El que la familia de Daoiz compatibilizara la petición o
aceptación pensión de las Cortes de Cádiz con un enviar un pariente en la Corte de José
Bonaparte resulta cuanto menos extraño.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
No obstante de manera paulatina se va afirmando el concepto de que Daoiz y Velarde son
verdaderos héroes. Pero ese reconocimiento fue lento. De hecho Alcalá Galiano pone de
manifiesto que le protagonista de la resistencia al invasor fue el pueblo. De hecho, según Alcalá
Galiano, las clases pudientes estaban detrás de las persianas a ver lo que pasaba, pero sin
mezclarse en la contienda.
Pero poco a poco se vino a formar, a reivindicar el papel esencial del 2 de mayo en la lucha
contra los franceses y el 13 de mayo de 1809 la Junta central decidió conmemorar este día cada
año y a partir de esa fecha esa decisión fue confirmada por las Cortes de Cádiz en 1811 la
sublevación madrileña adquirió la verdadera categoría de mito nacional. La selección de los
principales episodios dignos a pasar a la historia se realizó en 4 estampas por un grabador
gaditano, López Enguídanos. Era especie de un relato iconográfico con los siguientes episodios
con el siguiente orden:
-
Acontecimientos enfrente del Palacio Real
-
Episodio de la Plaza del Sol. El texto al pie, cortesía de Eme.
Provocan los franceses la ira del pueblo. / Señalado este día para la execución del horrible
atentado que la atroz política de Bonaparte había encargado al sanguinario Murat: dispone este
que a las diez de la mañana salga para Francia la Reyna de Etruria, divulgando que los
franceses / se llevaban al Infante D.n Francisco. Alarmado el pueblo corre tumultuariamente al
palacio real, donde cortando los tirantes del coche, se esfuerzan por oponerse a su salida. Los
soldados prevenidos al intento, hacen fuego sobre la inerme muchedumbre, que / irritada a vista
de tanta inquietud acomete furiosa a los viles satélites del tirano, y difundiéndose en un
momento el ardiente deseo de una justa venganza, se convierte todo Madrid en un sangriento
campo de batalla.
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-
Episodio del Prado, con muchísimos muertos
-
Finalmente, el Episodio del Parque de Artillería.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
En los tres primeros el protagonismo lo llevaba el pueblo, pero en el cuarto los protagonistas
eran Daoiz y Velarde, únicas víctimas del 2 de mayo cuyos nombres fueron dignos de recordarse
entre los que murieron. El título de la estampa era “Daoiz y Velarde mueren defendiendo el
Parque de Artillería”. El comentario que seguía a pie de página deja muy clara la elevación de
este mito nacional; “Mientras una parte del pueblo pelea en las calles, otra corre por armas al
Parque de Artillería, del que tratan de apoderarse las tropas francesas, pero quedan hechas
prisioneras por la guardia española, compuesta por una Compañía de Voluntarios del Estado.
En esto, los bizarros capitanes de artillería Daoiz y Velarde sitúan 5 cañones de artillería para
resistir a las fuerzas nuevas. El pueblo suple la escasez de artilleros, las mujeres distribuyen
cartuchos y municiones, atacan por todas partes gruesas columnas enemigas, cae Velarde
mortalmente herido, sigue Daoiz causando terribles destrozos, y suspende el fuego a la vista de
una señal de paz que con un pañuelo blanco le hace uno de los jefes enemigos, los cuales
aprovechan alevosamente para traspasarle con las bayonetas.”
La narración no es rigurosamente histórica, pero lo importantes es que por primera vez se
reconoce a Daoiz y Velarde la categoría de héroes. Esa exaltación del papel singular
desempeñado por los capitanes Daoiz y Velarde correspondía a un propósito político; se trataba
de exonerar al ejército de la acusación de pasividad en los acontecimientos del 2 de Mayo,
cuando no la colaboración, del ejército español, algo muy importante de cara a la moral de un
ejército en lucha con los ingleses en contra de Napoleón, proporcionando a esos militares
españoles que participaban en la lucha héroes y modelos exactamente como Zaragoza y Gerona,
que por sus sitios eran ejemplos para todas las ciudades españolas susceptibles de ser asediadas.
Concretamente fue obra del Director del Cuerpo de Artillería, Martín García de Ollóriz, que el 7
de junio de 1812 obtuvo un decreto de las Cortes por el cual se decidía la erección en Segovia,
sede de la Academia Militar de Artillería, de un monumento en honor a los capitanes Daoiz y
Velarde. Asimismo durante las sesiones
del 19 y 23 de marzo de 1814 las Cortes
decidieron rendir un solemne homenaje
con la traslación de los restos mortales de
las víctimas del Dos de Mayo el mismo
Director de Artillería, como homenaje a
Daoiz y Velarde, consiguió que sus
cuerpos fueran separados de los demás, lo
cual era opuesto a la intención de las
Cortes, que no quería que se hiciera
ningún tipo de distinción entre los
distintos muertos del Dos de mayo. Vemos
pues como se trató de salvar la fama, el
honor, del Cuerpo de Artillería, primero, y
luego de manera más general del ejército
español, cuyo papel fue en efecto muy
dudoso. Dufour hace un inciso: Cuando vemos el famoso cuadro Los Fusilamientos de Goya, se
observa un soldado español caído, de espaldas. ¿Matado por quien? ¿Por los franceses por su
resistencia? ¿Por los españoles por su colaboración con el invasor?? Puede significar bien que
murió en combate contra los franceses, bien que recibió la suerte de los traidores, que eran
enterrados. Quizás Goya enviaba un mensaje subliminal una ambigüedad no involuntaria. Por
cierto, ¿vosotros veis al soldado?
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
CONCLUSIONES
Para acabar es evidente de que a partir de 1814, con otras excepciones como el Teniente Ruiz en
la infantería, se salvó ese compromiso gracias a esos héroes, el compromiso que de manera
general ¿el ejército? había adquirido en el Dos de Mayo. A Dufour le llama la atención dos cosas
curiosas:
La primera es que a partir de esos años, se conmemora las figuras de Daoiz, Velarde y Ruiz
sin tener conciencia de que se lo que se está exaltando es una desobediencia de los militares
respecto alas órdenes que tenían. Algo muy similar a lo que pasa en Francia el 14 de Julio,
día de la Fiesta Nacional, equivalente al Día de las Fuerzas Armadas, con un desfile militar
importante. Y sin embargo el éxito del 14 de julio fue que las Guardias Francesas no
obedecieron alas órdenes.
La segunda es que eso nos interroga mucho sobre un concepto muy nuevo. Ahora todo el
mundo habla del derecho o incluso de la obligación de desobediencia cívica en determinadas
circunstancias. Eso no era ninguna evidencia en determinadas circunstancias. Y de esa
desobediencia cívica reside todo el valor, toda la enseñanza de lo que hicieron Daoiz y
Velarde, auténticos héroes.
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Los sitios y el ejército español
Tercera conferencia del ciclo “La guerra de la independencia. La
construcción del imaginario”. 4 marzo 2008. Fundación March. Por Mat.
Presentación
"En la Guerra de la Independencia, la concurrencia de factores como la participación civil y la
desconfianza hacia las autoridades políticas establecidas, incluidas las castrenses, plantearon
graves problemas a la hora de diseñar una estrategia militar efectiva. A veces, el encerrarse en
una plaza constituyó el único medio de defender un territorio, pero en algunos casos, este hecho,
tuvo enormes inconvenientes desde el punto de vista militar. Este es el tema que, a continuación,
analizará el académico don Hugo O´Donnell. Nos hablará de como los ingenieros, los
estrategas militares, se vieron en la necesidad de diseñar tácticas, estrategias militares, que
permitieran buscar el éxito en la Guerra de la Independencia."
Hugo O'Donnell y Duque de Estrada nació en Madrid en 1948. Académico de Número de la
Real Academia de Historia de España desde 2001 y
Correspondiente en las de otros 16 países. Duque de Tetuán.
Comandante de Infantería de Marina, actualmente en la
Reserva. Abogado. Vocal del Patronato del Museo Naval.
Vicepresidente de la Comisión Española de Historia Militar.
Miembro electo de la Royal Historical Society del Reino
Unido. Premio Nacional de Historia en el año 2000. En el año
2005 recibió del Rey el premio Santa Cruz de Marcenado,
galardón quinquenal que se otorga a la mejor trayectoria como
historiador en el ámbito de las Fuerzas Armadas. Autor de más
de una decena de libros históricos relacionados con el mundo
naval y de innumerables artículos publicados en medios especializados. Su último libro, "La
Campaña de Trafalgar. Tres naciones en pugna por el dominio del mar" fue finalista al Premio
Nacional de Historia de 2006.
Comienza su disertación el Sr. O´Donnell advirtiendo que sobre “Los sitios y el ejército
español” todos sabemos algo, principalmente sobre su aspecto más épico, que es el más
conocido. Y que ese algo, él lo da por sabido para centrarse en otras cosas que cree de mayor
relevancia e imprescindibles para conocer este fenómeno. Pondrá, por lo tanto, el énfasis en otras
cosas, entre ellas en una circunstancia que afecta a la propia naturaleza de la guerra en general y
de la guerra defensiva de una ciudad frente a un ataque exterior y que no es otro que la necesaria
colaboración entre dos estamentos de la sociedad, inicialmente opuestos que son el estamento
civil y el militar. Inicialmente, esa oposición se dio de manera muy acerba y, aunque con el
tiempo fueron puliendo sus diferencias, nunca se acabó por conseguir que ese elemento civil
integrado en las unidades militares de los ejércitos en campaña y también en las unidades
defensivas de las plazas se resignara a dejar de seguir disfrutando esa parte de soberanía aplicada
a los grupúsculos paramilitares que, para el autor, se originó por la desidia y el desinterés y la
actitud ... un poco dudosa, de las autoridades en general. Considera O´Donnell que esa
“independencia” del elemento civil constituye un factor negativo ya que su presencia contradice
uno de los principios de la guerra que consiste en tener un solo mando y una sola dirección de las
operaciones.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
A continuación comenta que aunque en la presentación se habló de ellos, no tiene tiempo
para tratar sobre los “ingenieros militares”, aunque si se redactan actas de las conferencias, si lo
hará.
Dentro de las guerras napoleónicas, la Guerra de la Independencia (para los franceses Guerra de
España) y quizá la campaña de Rusia de 1812 presentan una circunstancia fundamental y típica
que las diferencia de las demás. Se da un fenómeno que no se da en otros lugares. Normalmente,
las tropas napoleónicas y cualquier otra contemporánea, con 1, 2 o 3 victorias en batallas
definitivas y la consecuente conquista de la capital como centro neurálgico de poder, rendían la
nación. En la Guerra de la Independencia, en la que los ejércitos regulares españoles son
derrotados una y otra vez, sistemáticamente, con alguna excepción que está en la mente de todos,
no ocurrió así. El poder de regeneración de los ejércitos, la capacidad de renacer de sus propias
cenizas fue, para el autor, la causa y esta capacidad provocó la admiración de los países de la
Europa de entonces. Esa posibilidad de poder alistar, de volver a vestir, de volver a armar y de
volver a entrenar, aunque fuera precariamente, para enfrentarse en otra batalla con pocas
posibilidades de victoria es uno de los puntos fundamentales que llevó a conseguir la victoria
final.
Porque, y esto es curioso, y yo tengo constancia personal de consultar el archivo
familiar. Entre mi familia hace 4 generaciones, 4 generales lucharon en la G de la I. Uno de
ellos fue don José O´Donnell Anethan a quién le incumbió la tarea, la difícil tarea, la imposible
tarea, de derrotar al mariscal Suchet en la batalla de Castalla en 1812. De su correspondencia,
inmediatamente anterior a la batalla, se deducen sus grandes dudas por el éxito, pero el
especifica: "es necesario que yo y mi condición de militar se supediten al interés mayor de la
patria. Aunque sea derrotado, será una victoria puesto que prolongará la guerra hasta que las
circunstancias nos sean más favorables".
Como todos ustedes saben a raíz de la victoria de Bailén, Napoleón se encontró con las manos
libres para enviar un ejército importantísimo a España que, naturalmente, anuló toda resistencia.
Sin embargo, la batalla de Ocaña no se convirtió en un Wagram y España siguió combatiendo. Y
este mérito incontestable, este mérito absoluto hay que atribuirlo a una logística militar, a una
administración militar y a un esfuerzo también político encaminado, aunque no exclusivamente,
pero encaminado al esfuerzo de guerra. Y poco tiempo después de la batalla, de la derrota de
Castalla, empezarían a descubrirse y a aparecer el lado positivo. Napoleón se encontraría
comprometido en otros frentes, tendría que preparar la Grand Armé contra Rusia y a la larga se
acabaría consiguiendo la victoria, compartida, pero victoria final.
Este fenómeno que se aplica a los ejércitos en campaña, mutatis mutandis, también se puede
aplicar a las ciudades asediadas. Es un fenómeno que se da por todas partes, que mientras que
hay tropas de guarnición francesas, las ciudades permanecen en calma y en cuanto estas tropas
desaparecen, mayoritariamente las ciudades, los núcleos urbanos pasan al bando patriota. Y esto,
que a nosotros nos puede parecer obvio, para ese rey, pues ... un tanto iluso, bienintencionado,
como fue el autodenominado Joseph I Bonaparte, que pensó que con la panacea general de una
constitución de talante liberal y un gobierno benefactor del pueblo podría tener un apoyo popular
del cual careció. Tuvo que ser su hermano, que gustaba mucho de corregir la labor política de
José, quién con mayor visión y haciendo una comparación un tanto torticera con el pueblo árabe
del cual él se creía gran conocedor a raíz de su campaña de Egipto, comparó al pueblo español en
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
esta supuesta "veleidad" y en este supuesto "cambio de bando" a esos pueblos árabes que él llegó
a conocer. Y para apearle de su burro le escribió, poco tiempo después de la batalla de Bailén,
desde St. Cloud, en septiembre de 1808 las siguientes palabras: "Si vous pensier que le peuple ...
" (Corresp., XVII, nº 14328. Notes pour Joseph Napoleón, roi d´Espagne, Saint Cloud, 15
septembre 1808)
Este fenómeno de irreductibilidad nacional, se basa en dos situaciones, como en dos puntos
fundamentales, desde mi punto de vista. En primer lugar se debe a una atomización del poder
consecuencia, no tanto de la desaparición del gobierno del antiguo régimen que había
demostrado su falta de visión, que se había entregado en cuerpo y alma a un supuesto aliado sin
prever la alternativa de que pudiera resultar alevoso y que pudiera tener otras intenciones
diferentes a las declaradas y, desde luego, a esa suspicacia hacia las autoridades que lo habían
permitido, tanto las altas esferas como las esferas intermedias. Y a otra circunstancia también,
que nos debe llenar de orgullo y es esa irreductibilidad nacional, es ese deseo desesperado
incluso en los peores momentos en los que no se atisba ninguna posibilidad de victoria, de
continuar la guerra hasta la muerte, de continuar la guerra hasta la destrucción o el
aniquilamiento si esto fuera necesario. Y este es uno de los aspectos novedosos de la G de la I. El
slogan "guerra a muerte" o "guerra o muerte" surge con la G de la I y otros grupúsculos, otras
facciones, otros partidos, probablemente los más virulentos, pues también lo adoptarán en
nuestros días.
Napoleón pensó también en algún momento, no teniendo en cuenta esta realidad que estamos
señalando que el rey José pudiera haber llegado a algún acuerdo con un grupo de la población
más numeroso que los propios juramentados, que los propios afrancesados de Madrid. Sin
embargo esta circunstancia no pudo tener lugar y no pudo darse esta "entente cordiale" con la
que hubiera podido contar, por lo menos, con un sector de la población como el que nunca contó.
Napoleón se daría cuenta de su error y como es bien conocido se quejaría en Santa Elena. "La
guerra de España, aquella desdichada guerra de España, fue la causa de mis primeras
desgracias" (Les Cases 14/6/1816). Y esa irreductibilidad impensable e impensada, desde cierto
punto de vista hasta irracional e ilógica en una Europa que vive todavía en el pensamiento de la
Ilustración, donde todo tiene su por qué, su causa y su consecuencia y no se comprende en el
mundo de las Relaciones Internacionales, y la guerra es un aspecto, negativo desde luego, de las
Relaciones Internacionales, que una nación o un colectivo, esté dispuesto a perderlo todo con tal
de no someterse a la voluntad ajena o a la voluntad de un país ajeno. Esto lo ha entendido muy
bien un tratadista reciente como es Ronald Fraser, que habla de un "levantamiento nacional". En
realidad es el traductor el que lo llama así, porque en realidad, él lo llama "movimiento
nacional", algo políticamente incorrecto en la actualidad.
A lo largo de la G de la I, como sucede en todas las guerras de invasión, determinados núcleos
urbanos, y desde luego las plazas fuertes, se convierten en objetivos militares. Tenemos que
distinguir entre unos y otras. Los núcleos urbanos son ciudades que se aprestan para sufrir un
asedio, para sufrir un sitio, mientras que las plazas militares tienen esa condición de serlo desde
que son construidas. Y, de hecho, obedecen a un criterio y un baremo. Existen plazas de 1ª, de 2ª
y demás categorías de acuerdo con su condición estratégica y con su preparación para la
defensa. España disponía, en este momento, de magníficas plazas, sobre todo las orientadas hacia
la amenaza principal. La amenaza principal, desde que estalla la Revolución francesa, no es otra
que el norte. Y, en el norte, se aprestan plazas más antiguas para la defensa y se crean otras
nuevas. Hay plazas magníficas como son Figueras, Jaca. Jaca, aunque es una fortaleza del siglo
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XVII, está preparada para una guerra moderna porque ha sido fortificada a la moderna. También
Hostalrich, también Rosas y otras muchas. Pero tenemos que tener en cuenta también que
geográficamente España, además de con Francia, linda con Portugal. Y en la guerra, algunas de
estas plazas en la línea con Portugal tendrán importancia y trascendencia. Como estamos
hablando de pinceladas y en términos generales, diremos que en estas plazas, mayoritariamente
son los franceses los que tienen que defenderse frente al esfuerzo, a la amenaza que viene por el
bando de los aliados, por el ejército combinado inglés, portugués y español. Y son plazas que
desde el siglo XII tienen esa condición y que se han ido reacondicionando de forma acorde con
las circunstancias. En un primer momento con motivo de la guerra de la independencia
portuguesa, con la secesión de Portugal en el siglo XVII; posteriormente con la guerra de
Sucesión española, en la que al principio los portugueses son aliados pero rápidamente se ponen
de parte de los enemigos de Felipe V. Y últimamente, aunque en menor medida, en todos los
intentos de conquista del reino de Portugal, mas concretamente en la guerra de las Naranjas. Son
plazas, sin embargo, como quiera que España en ese momento es la potencia invasora, no tienen
tanta necesidad de ser tan fuetes como las plazas del norte. Me estoy refiriendo a Olivenza,
recientemente adquirida en la guerra de las Naranjas, me estoy refiriendo también a Ciudad
Rodrigo, también a Badajoz .
Tenemos que relegar también este tema de las plazas fuertes después de haber señalado
esto, para otro momento o la publicación de las actas y centrarnos en los núcleos de población
preparados para la defensa puesto que nuestro objetivo es, como ya se ha indicado, el señalar,
marcar esa situación entre los dos estamentos, militar y civil y naturalmente esto se da
preferentemente en los núcleos de población. Estas relaciones entre la población civil y el
estamento militar dieron origen a una serie de trabajos muy polifacéticos que analizan
muchísimos aspectos y de los cuales me interesa señalar dos que son especialmente
significativos y de camino recomendárselos. Uno de ellos es el de Miguel Alves Salvador "Los
sitios de Zaragoza como laboratorio social de virtudes heroicas" que a mi entender es un título
perfectamente reversible sin que eso atente al contenido y deje de ser una descripción o un
resumen del contenido. Se podría hablar perfectamente de los sitios de Zaragoza como
laboratorio heroico de virtudes sociales. Y el otro trabajo se refiere al otro gran sitio y asedio y es
obra de Joaquín Plá Cargol "La moral cívica de los gerundenses durante los sitios de 1808 y
1809".
Naturalmente, cuando se habla de sitios y de asedios siempre se está pensando en una plaza
defendida por los españoles en estrecha, o no tan estrecha colaboración entre los dos estamentos
citados y asediada por los franceses. Sin embargo tenemos que tener presente otra hipótesis que
estuvo a punto de hacerse realidad, me estoy refiriendo a una ocasión histórica en que los
franceses se defendían del ejército anglo-portugués y pudieron haber contado con la
colaboración del elemento afrancesado. Me estoy refiriendo al verano de 1813, a lo que Benito
Pérez Galdós denominaría “El equipaje del rey José” y la plaza de San Sebastián. Parte de ese
equipaje humano, parte de esa cola del tren del rey José estaba compuesta por varios millares de
españoles que temían por su pellejo. Pues varios centenares de estos millares se refugiaron en la
ciudad de San Sebastián y su gobernador, francés, el general Enmanuel Rey no quiso contar con
ellos para la defensa de la propia ciudad. O bien porque sospechaba de su lealtad o bien porque
los propios afrancesados no quisieron prestar su colaboración. La consecuencia fue que fueron
expulsados de la plaza a su suerte y también fueron expulsados de la plaza los vecinos de la
ciudad. Y esta fue una situación en la que se pudo haber hablado de una colaboración con los
franceses. Insisto en que no hubo lugar para ello.
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Hubo, sin embargo, aunque en un aspecto mucho más cuantitativamente inferior, algo que es
menos conocido y que se dio en el primer sitio de Zaragoza y que fue la intervención por parte
de “colaboracionistas” franceses considerados traidores por colaborar con los sitiadores. Me
estoy refiriendo a ese grupo dentro del entorno del servicio (cocineros, pinches de cocina) del
general Guillelmi y que se dedicaron hasta que fueron sorprendidos y ejecutados por este motivo
en agosto de 1808 a avisar a los artilleros para que apuntaran su artillería de sitio de tiro tenso
con cohetes de aviso en las zonas más vulnerables de la ciudad.
Como todos ustedes saben en el plan napoleónico estaba ocupar territorialmente España para
hacer de España una colonia política, por lo menos, del Imperio francés. Y para ello se
necesitaba ocupar las plazas militares para, consecuentemente, ocupar también el terreno.
Naturalmente esto no se podía manifestar, y cuanto más tardaran los españoles en darse cuenta,
que tardaron demasiado, pues mejor. De manera que ocurre que bajo la socapa, conocida
también, de contribuir al esfuerzo de guerra para proceder a la tripartición de Portugal en virtud
del tratado se San Ildefonso, las tropas francesas tenían que cruzar España. No era ese el deseo
del gobierno español. Ya lo había sido, sí, el deseo del gobierno francés con motivo de la Guerra
de las Naranjas. Godoy en aquella ocasión había estado hábil y sospechando que los franceses
podrían aprovechar esa circunstancia se negó a recibir apoyo de las tropas francesas y venció a
Portugal en la poca medida que se quiso vencerla exclusivamente con tropas españolas. En esta
ocasión no pudo ser así. Napoleón impuso su criterio y la disculpa para introducir tropas en
territorio español era la de dirigirse a Portugal.
Todo esto es bien sabido, y también es bien sabido que determinadas plazas y todas las
autoridades militares debían proporcionar toda clase de auxilios a estas tropas supuestamente en
ruta y en etapa. Y ocurre que en momento tan temprano como es febrero de 1808, tan temprano y
también alejado del 2 de mayo. El pueblo de Madrid, el 2 de mayo ya había tenido que tragar
todas estas circunstancias, todas estas toma de plaza por parte de los franceses y efectivamente
cuando se sublevó siendo la chispa (a veces las chispas no son por los motivos más importantes)
tenían conocimiento de todas estas circunstancias. Y que a mí me gusta denominar como "los
sitios que pudieron haber sido y nunca fueron" porque los ingleses y los franceses se adelantaron
y tomaron estas plazas fuertes.
La primera oportunidad que tuvieron fue en Pamplona. Me estoy refiriendo a la ciudadela
de Pamplona, porque la ciudad de Pamplona estaba abierta para ser una de las etapas principales
del ejército francés. Como interesaba, el general D´Armagnac tenía instrucciones concretas de
ocupar la ciudadela para hacerse con todo el reino de Navarra. Pues se valieron de uno de los
múltiples y viles sistemas engañosos para ocuparla. El sistema fue el que en un día de gran
nevada un grupo, inicialmente pequeño, de soldados franceses supuestamente de paseo, se
dedicaron a tirarse bolas de nieve delante de la guardia del principal de la fortaleza. Ese grupo se
fue haciendo cada vez mayor mientras que otro grupo que podríamos definir como de
operaciones especiales y debidamente oculto se preparaba para aprovecharse de la situación.
Conforme se fueron acercando los franceses y aumentando el griterío y el jolgorio la guardia del
principal les dio el alto, un alto inaudible porque no se deseaba ser oído. Como eran amigos y
aliados no se quiso recurrir a lo que está obligado el centinela, ayer y hoy, a hacer fuego si se
entra en la distancia y no se respeta el alto. Fueron desarmados y la fuerza francesa preparada
ocupó la ciudadela de Pamplona. Las autoridades y el gobierno español protestaron, se les
contestó muy amablemente pero la fortaleza, naturalmente, no fue devuelta.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Pero el siguiente paso fue todavía más sorprendente y también más osado. Napoleón ya
había hablado de esas fortalezas que dominan la ciudad de Barcelona, ya les había echado el ojo
a la Ciudadela y a Montjuic. De manera que aunque la mayor parte de las tropas francesas habían
cruzado la frontera por Hendaya otras lo hicieron por el Pirineo leridano y concretamente el
general Duhesme se presentó ante Barcelona ante la sorpresa del jefe español conde de Ezpeleta.
Al preguntarle al general francés que demonios hacían allí esas tropas francesas cuando el
camino hacia Portugal es al oeste y no tan al este, se les respondió (y la respuesta fue aceptada
cándidamente) que las tropas francesas habían venido a ayudar a España en todo lo que se les
necesitase y que abajo, al sur, estaba todavía Gibraltar en manos del enemigo común y que el
general pretendía bordear, aunque tardaran un poco más, todo el litoral levantino español,
pasarse por Cádiz y luego atacar Gibraltar. Esta respuesta fue admitida como buena, se tenían
instrucciones naturalmente del gobierno y cayó la ciudadela en circunstancias también, una
ciudadela magníficamente construida, dificilísima de ser atacada y conquistada salvo por el
engaño. Y de nuevo se produce una situación de engaño. Las autoridades francesas invitan al
gobernador de la ciudadela a que pase revista a sus fuerzas. Echan el portalón, bajan los
oficiales españoles y ese coladero es aprovechado una vez más. Montjuic, por lo menos, se
resistió en papeles. Lo mandaba Álvarez de Castro, que luego defenderá Gerona, que se negó
porque no entraba en la lógica que quisieran ocupar también Montjuic, para qué, para ocupar
Gibraltar era absolutamente ilógico. Sin embargo fue desposeído del mando por el conde de
Ezpeleta que tenía órdenes superiores.
Pero es que ocurre que en la fortaleza de Figueras, fortaleza estimada inatacable, sucede
tres cuartos de lo mismo que ha sucedido en Pamplona. Y alegando que las fuerzas francesas
disponen de unos desertores, jovencitos, procedentes de Italia, que temen que se escapen, piden
permiso para que solamente unos pocos pernocten en Figueras. Naturalmente los que se
introducen no son esos jovencitos, bisoños, imberbes, sino que son miembros de la Garde
Imperial bien armados que rápidamente desarman a la guarnición española.
Y ocurre, una vez más, y tengo mis razones para ir contando todos estos desastres, en la
fortaleza de Pancorbo. Pancorbo es la ciudadela mejor preparada y más moderna de la España de
la época. Ha sido construida por Godoy unos años antes con motivo de la guerra de la
Convención cuando ya el empuje inicial de Ricardos y de O´Reilly ha dado paso a la invasión
francesa y se trata de cerrar el paso hacia las dos Castillas. Y Pancorbo, por órdenes superiores,
es entregado a un nuevo gobernador, curiosamente francés y con una nueva tropa de guarnición
también francesa.
Todos estos hechos se dan entre febrero y abril. A principios de mayo se dejará entrar en
Madrid a Murat y dos días después hará su entrada en Madrid Fernando VII entre grandes
expresiones de júbilo.
Cuando analizamos estas conductas por muy benévolos que queramos ser y que
queramos alegar que más lugar se dio a la disciplina que a la razón, sin embargo podemos
comprender el sentir del pueblo madrileño y la enorme suspicacia que la autoridad militar
representaba puesto que no había estado, evidentemente, a la altura de las circunstancias. Por
eso, cuando trasladamos todos estos temas a la opinión, sobre todo a la opinión del extranjero (la
opinión del extranjero siempre es importante porque es el verdadero observador) vemos como
alguien de la categoría del barón Jomini, que fue el jefe de estado mayor del mariscal Ney y que
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fue lo que hoy día denominaríamos un politólogo, en que no entendía nada de la guerra de
España, o no llegó a comprender nada cuando décadas después escribió sus Souvenirs, definió la
guerra de España como algo que escapa a todo cálculo, regla, precepto y doctrina.
A la hora de hablar sobre la integración pueblo ejército en la guerra en general y en la
defensa urbana, tengo que señalar las dos grandes aportaciones del "paisanaje" Uso paisanaje,
palabra más de época que actual, porque engloba no solo al elemento civil sino también, a título
personal, a numerosísimos militares, que en muchas ocasiones encabezan esos movimientos de
reacción, pero no a la institución militar. Uno de los aspectos positivos, determinantes, a favor
del estamento civil. El otro es el fenómeno que a mí no me incumbe tratar, de la "guerrilla".
Guerrilla que es otra de las grandes innovaciones en la táctica, en las batallas y en la guerra de la
G de E. Esa guerrilla que con un término muy genérico incluye unas agrupaciones, en cualquier
caso de civiles militarizados, más o menos militarizados, pero en todo caso armados que hacen la
guerra por su cuenta. La gran aportación de la guerrilla es, desde el punto de vista militar, y hay
que valorarlo, pues efectivamente esa misión de inquietar al enemigo, esa misión de permanecer
en terreno desocupado por las tropas regulares españolas, que a partir de 1812 podemos hablar, y
de hecho se denominan ejércitos nacionales y esa posibilidad que no se ha valorado
suficientemente y comienza a valorarse, de obtener información en el terreno que luego va a ser
útil y a veces desperdiciada por los ejércitos regulares. Dos aspectos importantes. Este último de
la guerrilla, tampoco debemos olvidar, como señaló en su día el general y académico Gómez de
Arteche, que respecto a las mejores hay poco que decir pero también existen esas guerrillas que
se parecen mucho más a un grupo de bandoleros respecto a las cuales el general hablaba del
peligro o lo que llevaban dentro de peligro para la unión cívica, para la unión de todo el pueblo
español y que sería nuestra tragedia durante todo el siglo XIX. El general Gómez de Arteche
llegaría a decir. "cuando no tengan enemigo a quien combatir, reñirán hasta despedazarse unos
a otros". Esto empieza, desde el punto de vista de la G de la I, a no ser tan claro a partir de la
creación Junta Central de Aranjuez en septiembre de 1808, pero no será hasta la creación del
Estado Mayor cuando empiecen a coordinarse los esfuerzos también de la guerrilla. Ese Estado
Mayor que se crea precisamente por eso y que se pone bajo la dirección y órdenes del teniente
general don Joaquín Blake y Joyes. Hay quien habla de que habrá que esperar, no ya al año 10,
sino al año 12, momento en el que se produce la unificación del mando bajo Wellington cuando
efectivamente empiezan a coordinarse los efectos de las tropas regulares y los efectos de las
guerrillas y empiezan a integrarse las guerrillas, conforme las tropas nacionales van avanzando,
en los propios cuerpos de ejército.
Vamos a analizar el aspecto positivo y el aspecto negativo (el aspecto positivo
prácticamente lo hemos dicho) de esa integración en los ejércitos en campaña del elemento civil
para seguir con el tema que más nos importa de dentro de las ciudades atacadas.
La integración de partidas, de somatenes y de voluntarios en los cuerpos de ejército no
fue del agrado de una parte ni de la otra. Por una parte las guerrillas perdieron lo que más
valoraban, que era esa parte de soberanía que consiste en hacer lo que les venía en gana y actuar
de acuerdo con sus deseos y/o con sus intereses localistas o personales que existieron. Y por otro
lado cuando se lee la documentación de los generales jefes de los cuerpos de ejército se ven con
cuan desagrado y obligación tenían que integrar estas unidades en las suyas propias con todo lo
que significaba de falta de disciplina, falta de organización, escándalo para sus propias tropas
que trataban de adiestrar lo mejor posible. Este fenómeno se da tanto, sobre todo en el ejército de
operaciones de la derecha, que se producen una serie de deserciones entre las tropas regulares
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que tratan de imitar o prefieren o les divierte más integrarse en una guerrilla. Pienso que debía
ser una situación más divertida integrarse en una guerrilla que someterse a la disciplina militar y
eso que es un militar el que les está hablando. Pero, efectivamente, este fenómeno se da, se
producen las deserciones en masa y se recurre a un sistema "buenista" que resulta el peor de
todos que es conceder indulto tras indulto a un delito de deserción ante el enemigo, que entonces,
ayer y hoy, pues merece la pena de muerte. Yo he llegado a constatar indultos particulares
hechos en nombre del rey (el rey no se enteraba de nada por supuesto, estaba en Valençay) hasta
cuatro veces consecutivas a un mismo individuo. Naturalmente, el ejemplo del estamento civil,
en este caso, es francamente negativo. Pero trasladémonos al asunto que nos reúne hoy., a la
relación dentro de las ciudades sitiadas, a la participación de la milicia urbana dentro de la
defensa general. Ocurre, en términos generales, que la defensa se encomienda a un general y a un
estado mayor todos ellos militares. General más del gusto que otros del propio pueblo o de los
propios políticos. Pero ocurre también que estos oficiales se las ven y se las desean para hacerse
obedecer. Y a veces son los propios elementos civiles los que determinan las disposiciones
militares a tomar.
Un caso especialmente sintomático, especialmente escandaloso, se da en el Madrid de
diciembre de 1808. Acaba de tener lugar la batalla y la derrota de Somosierra frente al
emperador y el 5 de diciembre el marqués de Castellar, el general Morla y el general De la Vega
entregarán las llaves de Madrid. Madrid se había pensado en que debía de convertirse, no ya en
un nuevo Zaragoza para ser sitiado, sino incluso en algo más dado el precedente heroico del 2 de
mayo y fue el desorden lo que impidió la defensa de la ciudad. Puede hablarse de un sitio, de un
sitio efímero, de días de duración, que se rindió a la primera "canonnade" como hablan los
franceses, porque me voy a basar en fuentes francesas, por el desorden y porque no fue ya el
pueblo de Madrid, sino el populacho de Madrid el que tomó las riendas de la ciudad y duró bien
poco la defensa. Lo cuenta el Bulletin de l´Armé D´Espagne, que es una especie de relato, de
corresponsal de guerra en el que se dan noticias muy frecuentes y lo cuenta con gran sorpresa por
parte de estos militares franceses herederos de la revolución francesa pero que no comprenden
cómo puede darse un desorden tan enorme en la defensa de la capital de España. Hablan, antes
de que sea entregada la ciudad que mientras están en sus trincheras, no se oyen más que voces de
mando del bando español. Órdenes y contraórdenes proferidas por cientos de gargantas (son
palabras textuales) mientras que no cesan de repicar las campanas. No se sabe si para recibir al
rey José al que acaban de echar o que están tocando a "rebato" y lo que es más significativo es el
relato de un edecán del general Bessières que es el encargado de llevar a cabo los preliminares
para la rendición de la ciudad. Este edecán cuenta concretamente que aparece del lado español
un general rodeado de 30 civiles de aspecto patibulario y que a la hora de establecer las cláusulas
de la rendición, al general simplemente se le apabulla y unos y otros acaban aceptando,
naturalmente porque no se ponen de acuerdo, acaban aceptando las condiciones leoninas, es
decir, rendición sin condiciones, del bando francés. El edecan así lo cuenta. "Un general de corp
d´armèe troup de ligne ..."
Naturalmente, esta situación tan extrema se dio en Madrid, pero si vemos en los sitios más
honorables, como fue el de Zaragoza siempre hay algo de esto. En el sitio de Zaragoza que tuvo
lugar con unas relaciones bastante cordiales en comparación entre los estamentos militar y civil,
ocurrió que la Junta de defensa del primer sitio asignó los puestos más conflictivos, más
estratégicos, al mando de militares beneméritos y de valor probado, que en más de la mitad no
fueron aceptados por el conjunto de paisanos y militares que tenían que defender estos puestos.
Esta situación llegaría a límites inconcebibles por ejemplo en Valencia, en que la Junta de
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defensa no pudo evitar la masacre de residentes franceses que nada tenían, ninguna connotación
tenían, sino todo lo contrario, porque se trataba de emigrados, ni con la revolución francesa ni
con ese imperio que acababa de crear Napoleón y cuyas familias habían aportado y llegarían a
aportar generales de renombre al ejército español y que sin embargo las autoridades militares, ni
tampoco las civiles pudieron evitar.
A nivel general, de la dirección general de las operaciones, resulta todavía más sorprendente que
el general Blake, con ocasión del asedio de Gerona, se viera compelido por las masas populares
y también políticas, no de Gerona, de Cádiz, a colaborar con el grueso de sus tropas en la defensa
de Gerona, circunstancia que él, con razón o sin ella, pero su criterio debería de haber
prevalecido, no debían de empeñarse en ello. Fue obligado a colaborar, lo único que se consintió
fue en tratar de evitar una batalla que hubiera consistido en una derrota. Y el motivo, lo dice el
propio Blake, es que si no obraba así se exponía a que el paisanaje se armase contra la tropa.
Estamos hablando de una guerrilla civil dentro de la guerra de liberación de España.
En Zaragoza, como en Gerona, y eso es bien sabido, las autoridades militares naturales,
diríamos, fueron suplantadas revolucionariamente por otros dos mandos. En Zaragoza, Jorge
Juan Guillelmi, fue sustituido por el general Palafox y en Gerona, en maestre de campo Joaquín
de Mendoza, fue sustituido en un primer momento por Julián de Bolívar y después por Álvarez
de Castro. pero tenemos que tener en cuenta que mucha peor suerte que estos que fueron
simplemente arrestados corrieron los defensores de Badajoz y de Cádiz o los que tenían que
haberse convertido en los defensores de Badajoz y de Cádiz, los capitanes generales Torres del
Fresno y Solano que, bajo el infundio, bajo una sospecha de traición, de querer ver traidores en
todas partes, insisto como ya he señalado, con alguna motivación por la inactividad culpable de
las altas esferas militares fueron vejados, fueron muertos, linchados por la multitud.
En Valencia, de nuevo, ocurrió otro fenómeno, menos cruento afortunadamente, pero no menos
significativo y es que las autoridades encargadas de la defensa, para hacerse obedecer tuvieron
que valerse de un franciscano, el padre Rico, sería célebre, que era al único al que las masas
obedecían o que podían tener cierto respeto. Fue también aquí en Valencia, lo recoge Fraser, en
que un pobre artillero visto por un grupo de ciudadanos, que rellenaba el ánima de su cañón con
estopa, se dio el grito de sabotaje y fue también linchado, cuando el artillero lo único que estaba
haciendo es algo reglamentariamente previsto cuando un arma de este tipo tiene que ser
trasladada de un sitio a otro para que no sufra el ánima del cañón.
Víctor Hugo, que vivió en su niñez en Madrid, no en vano era el hijo del general Leopold Hugo,
que estaba a las órdenes directas de Joseph I porque le había encargado, ni más ni menos,
evidentemente era un iluso, atrapar al Empecinado. Bien sabido es que no lo consiguió. Pues
bien, Víctor Hugo, guardó muchos recuerdos, en la personalidad de Víctor Hugo hay muchos
recuerdos de esa guerra de España que él vivió. Florence Delay, ilustre sillón décimo de la
Acadèmie française analizó una frase famosa de Víctor Hugo dedicada al pueblo español con
ocasión del triunfo de la Gloriosa, estoy hablando de 1868, pero en opinión de la académica
francesa, pensando en la guerra de España, esa terrible frase: " Ô noble peuple espagnol ! Vous
vous êtes délivré du despote, maintenant délivrez-vous de l’esclave". Esta terrible admonición de
Víctor Hugo que no tenemos por qué suscribir, sin embargo se comprende a la vista de algunas
actitudes, incluso por parte de los políticos. No podemos comprender hoy día, a la vista de los
planes de operaciones y de actitudes, como se juzga por traición a los generales Jaime García
Conde y al conde de Alacha, defensores no geniales, para nada geniales, pero sin posibilidades ni
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fortuna, de Lérida en mayo de 1810 y Tortosa en enero de 1811, respectivamente. Esta actitud de
los políticos de Cádiz, llevó al héroe de la guerra de la Independencia por antonomasia, el
general Castaños, a decir lo siguiente: "Traidor es un general que no ataca cuando se le antoja a
un soldado o a un cualquiera que está a doscientas leguas del enemigo (se refiere a los que están
en Cádiz). Traidor, si retira al ejército que va a ser envuelto y sacrificado sin recurso y sin
utilidad para la patria y traidores todos los jefes si por desgracia se pierde una acción".
La verdad es que el gobierno de Cádiz, más atento a la política que a la justicia, muchas veces no
hizo justicia a esos militares, que para valorar ambos puntos de vista y que ustedes saquen sus
conclusiones he querido también subrayar sus defectos. Y para que no se queden con el mal
sabor de boca, insisto en que muy a mi pesar he tenido que subrayar esos aspectos negativos de
las defensas de las ciudades, señalaré que Zaragoza, pese a ese detalle que he tenido que señalar,
fue un ejemplo modélico de colaboración. Tan es así que el general Suchet, una vez más, cita a
Zaragoza, desde el punto de vista de un militar, como sitio memorable sin que exista otro
semejante. Y en Gerona, y en eso también tuvo algo que ver mi familia (otro hermano de José,
en este caso mi cuarto abuelo, Carlos O´Donnell Anethan tuvo el honor y la gloria de organizar
las columnas, de organizar las compañías de milicias que ayudaron a resistir el sitio durante el
tiempo que se resistió y también en Ciudad Rodrigo, por citar el frente portugués. Ciudad
Rodrigo resistió los ataques de Massena y de Ney en el verano de 1810 y fue un observador
extranjero, un capellán del ejército británico, el que hizo la loa de las tropas de milicias: "Buena
tropa, jóvenes atléticos y bien pertrechados, con espadas toledanas y fusiles (naturalmente)
ingleses".
Y como no quiero desaprovechar, y termino, aprovecho esta oportunidad para dar mi opinión
sobre una polémica que dura ya dos siglos sobre si la guerra de la Independencia fue una
auténtica Revolución o no, señalaré que del bando más radical de entre los liberales, y me estoy
refiriendo al conde de Toreno, decididamente se consideró como una revolución en todo el
sentido de la palabra. Él escribió ese magnífico compendio de la guerra como: "Historia del
levantamiento, guerra y revolución de España". Como revolución le llama también el agustino
fray Manuel Salmón, el maestro Salmón, maestro sí, pero de libelistas, en mi opinión. Y también
Álvaro Flórez Estrada. En nuestra opinión, la reacción popular tuvo la forma de la revolución y
en muchos casos tuvo la forma del régimen del terror de 1793, que veía un "ennemi du peuple"
en cualquier ciudadano, iba a decir que llevara corbata. Inevitablemente me vienen otras ideas
históricas, de la historia de España, a la memoria. Efectivamente fue una revolución en la manera
de ser. El general José Almirante Torroella habla de que no fue una guerra, fue una explosión y
rechaza por su propia índole toda idea de plan preconcebido, de ejecución metódica, de resultado
probable. Por lo tanto, no fue una revolución política en absoluto. Esto es lo que pretendieron
entonces y se sigue pretendiendo ahora. Decir que el pueblo español se levantó en armas para
dotarse de una constitución. La constitución no la hicieron los combatientes. La constitución la
hicieron los doceañistas de dentro y de fuera de las Cortes, dentro de la bien protegida ciudad de
Cádiz y que conste que no quiero tomar ninguna posición porque todavía, a la tristísima historia
de España quedaba mucho por llover.
Muchas gracias.
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Epílogo de Mat
He de reconocer que de todas las intervenciones de este ciclo es la que menos me ha gustado. Debido a que la
charla del señor O´Donnell me ha parecido bastante deslavazada y apartada de la presentación, intentaré hacer
un resumen breve, independientemente de la posterior transcripción "literal" de sus palabras. Durante su
discurso, va relegando a una hipotética configuración de unas "actas" del ciclo de conferencias, temas, a mi
modo de ver, interesantes: Ingenieros militares, Plazas fuertes, Guerrilla.
El eje central de su disertación es la colaboración entre los estamentos civil y militar de la sociedad española
de la época, para poder resistir la invasión francesa. Para referirse al elemento civil utiliza el término
"paisanaje", palabra más de época que actual, porque engloba no solo al elemento civil sino también, y a título
personal, a numerosísimos militares, que en numerosas ocasiones encabezaron los movimientos de reacción.
Considera que estos dos estamentos de la sociedad, inicialmente opuestos de manera muy acerba fueron
puliendo sus diferencias con el tiempo, aunque nunca se acabara por conseguir que el elemento civil integrado
en las unidades militares tanto de los ejércitos en campaña como en las unidades defensivas de las plazas se
resignara a perder su parte de soberanía e independencia típica de los grupúsculos paramilitares que "consiste
en hacer los que les viene en gana de acuerdo a intereses y deseos personales o localistas". En su discurso cita
ejemplos de esa falta de subordinación del elemento civil hacia el militar que él considera debía haber estado al
frente de todas las operaciones, así como faltas de disciplina, falta de organización, deserciones, etc.
Destaca como factor fundamental en la Guerra de la Independencia el fenómeno de irreductibilidad nacional.
(El slogan "Guerra a muerte" o "Guerra o muerte" surgirá con la G. de la I, dice). Fenómeno que, comenta,
diferencia a la G. de la I. y quizá la campaña de Rusia de 1812, de las demás guerras Napoleónicas. En éstas,
las tropas napoleónicas o cualquier otra contemporánea, tras una, dos o tres victorias y la conquista de la
capital, rendían la nación. Aquí no ocurre eso y el autor lo achaca a una administración militar y a un esfuerzo
político encaminado al esfuerzo de guerra. Esfuerzo de guerra puesto de manifiesto en la "posibilidad de
alistar, de volver a vestir, de volver a armar y a entrenar, aunque precariamente, ejércitos regulares que eran
derrotados una y otra vez, salvo excepciones, de forma sistemática". Es curioso que el autor alabe esa
irreductibilidad, que causó admiración en los países de la Europa de entonces, atribuyéndola a una logística y
administración militares y que más adelante afirme que se debe a una atomización del poder originada por la
desaparición del gobierno del Antiguo Régimen entregado "en cuerpo y alma" a los franceses y a la suspicacia
hacia las autoridades que habían permitido la entrada de tropas francesas en la Península. A mi modo de ver
¿no está regañada la desidia de las altas esferas políticas y administrativas con ese poder de regeneración del
ejército?
Como el plan napoleónico incluía la ocupación territorial de España, para hacer de ésta una colonia política del
Imperio francés, se necesitaba ocupar las plazas militares. Y como bajo la premisa de contribuir al esfuerzo de
guerra para proceder a la tripartición de Portugal en virtud del Tratado de san Ildefonso, las tropas francesas
tenían que cruzar España, determinadas plazas fueron ocupadas por los franceses de forma "artera" y osada.
O´Donnell explica las ocupaciones de las fortalezas de Pamplona, Barcelona, Figueras, Pancorbo, por medio
de engaños.
Un resumen escueto de la idea que quiere transmitir el autor en esta charla, y que estimo es la idea de que el
elemento civil debería haber estado supeditado a las autoridades militares, creo que podrían ser las palabras
que, del general Castaños, cita el propio Hugo O´Donnell: "Traidor es un general que no ataca cuando se le
antoja a un soldado o a un cualquiera que está a doscientas leguas del enemigo (se refiere a los que están en
Cádiz). Traidor, si retira al ejército que va a ser envuelto y sacrificado sin recurso y sin utilidad para la
patria y traidores todos los jefes si por desgracia se pierde la acción"
Para O´Donnell la G. de la I., no fue una revolución política aunque la reacción popular tuvo la forma de la
revolución y en muchos casos la forma del régimen del terror de 1793. Niega la pretensión de la historiografía
liberal de entonces y aún de ahora mismo, de considerar que el pueblo español se levantó en armas para
dotarse de una constitución. La constitución no la hicieron los combatientes. La constitución la hicieron los
doceañistas de dentro y fuera de las Cortes dentro de la bien protegida ciudad de Cádiz.
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El mito de la guerrilla. El Empecinado y el cura Merino
Conferencia a cargo de Antonio Moliner. Por Stone
Profesor titular de la Universidad Autónoma de Barcelona, especialista en
Historia Contemporánea, ha investigado principalmente sobre las guerras
napoleónicas, la Guerra de la Independencia, la Revolución Liberal y la configuración de los
primeros partidos políticos en España. Actualmente está investigando sobre la construcción de la
Unión Europea, ha recibido diversos premios entre los que destaca el premio "Ejército 2003",
además de un gran número de publicaciones en revistas especializadas y colaboración en obras
colectivas, entre sus libros destacan La guerrilla en la guerra de la Independencia publicado en
2004, La guerra del francés en Mallorca, La Cataluña
resistente a la dominación francesa 1808-1812 y su último
libro publicado este mismo año Cataluña contra Napoleón, la
guerra del francés, 1808-1814.
El profesor Moliner ha estudiado y analizado el proceso de
mitificación de la guerrilla y sus protagonistas, sobre todo por
la historiografía del siglo XIX y la literatura romántica. En la
presente conferencia se analizarán las figuras de dos de los
guerrilleros ms importantes, Jerónimo Merino, el cura Merino
y Juan Martín, el Empecinado, sus motivaciones, sus acciones
más relevantes, sus relaciones con el ejército y su
contribución real al resultado final de la guerra.
La ocupación del ejército de Napoleón provocó el fenómeno de resistencia de todo tipo de gente
corriente (mujeres, niños, hombres curtidos en los trabajos del campo, artesanos,
contrabandistas, expresidiarios, desertores de los ejércitos, vagabundos, buhoneros,
comerciantes, hombres de la administración, de la política, profesionales liberales, intelectuales,
jóvenes estudiantes, monjas, curas, frailes …).
¿Quiénes fueron sus líderes? ¿Cuáles fueron sus motivaciones?
Fueron guerrilleros que la literatura romántica los elevó a héroes por sus hazañas contra el
ejército de Napoleón, defendían sus intereses, querían liberar el territorio de la ocupación.
Definición de guerrilla
En el siglo XVI se definió como guerra interna. El diccionario de Covarrubias de 1611 utiliza el
término como enemistad entre particulares. En el siglo XVII en Francia se denominó pequeña
guerra (petite guerre). En el siglo XIX se denominó así a la táctica militar a utilizar contra un
enemigo superior.
En definitiva fue la lucha armada de civiles (guerra irregular) ante un ejército exterior que había
usurpado el poder e impuesto una monarquía ilegal, la de José I. Fue una forma de defensa
nacional, una guerra popular de resistencia frente a la ocupación. Fue un movimiento similar a
la Bandé en la Revolución Francesa (1793-1801), la insurrección calabresa (1799), la guerra de
la Convención (1793-95) llamada Guerra Gran en Cataluña o las campañas de Rusia y el Tirol
(1812-1813)
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¿Por qué surge la guerrilla?
Por las constantes derrotas del ejército por toda la geografía española. La Junta de Fernando VII
daba recomendaciones pacifistas, las audiencias, las capitanías generales, no sabían qué hacer,
fueron pequeñas unidades las que se enfrentaron y en los primeros momentos hubo realmente
grandes fracasos: el ejército español de la izquierda fue barrido en Zornoza (Vizcaya) en octubre
de 1808, las batallas de Espinosa de los Monteros de noviembre, Gamonal, el ejército del centro
en Tudela, la famosa batalla de 23/11/1808, el primer ejército que actuaba en Cataluña es
derrotado en Molins de Rei en diciembre y también fracasó el intento de sitiar Barcelona,
ocupada desde febrero del mismo año por los franceses.
Todos esos fracasos provocan la escisión de algunos militares de oficio, Joan Bonsoms, catalán,
José Fonvella, asturiano, Bartolomé Amor, el aragonés Martín Calvo, Espoz y Mina, Porlier, etc.
Se unieron civiles y religiosos. Lo que les unía era la rebelión contra las Abdicaciones de Bayona
de mayo de 1808. Su situación fue variando a lo largo de los seis años de la guerra y algunos
acabaron entrando en el ejército regular.
Reglamentación
El fenómeno de la guerrilla se intentó encauzar a través de normativas y sujetarlo a la disciplina
militar tras el vacío de poder por la invasión y a través de las Juntas Provinciales y de la Junta
Central de Aranjuez que dio paso en 1810 al Consejo de Regencia y a partir de aquí se
constituyeron las Cortes.
El Reglamento 1º de las partidas, concepto ligado a contrabandismo, actividad ilegal, es el de la
Junta Central de 28/12/1808 inspirado por Alcalá Galiano que cita La España abunda en sujetos
dotados de un valor extraordinario que conocen el país y también odian a los invasores y al
tirano, son capaces de introducir el terror, la consternación en sus ejércitos.
De alguna manera el reglamento da pie a que actúen por el odio contra los franceses.
En la instrucción para el corso terrestre, 2º Reglamento sobre las guerrillas promulgado en
Sevilla en abril de 1809 por la Junta Suprema del Reino también les da cobertura legal a los
paisanos como si fuera la del corso en el mar y cita: Todos los habitantes de las provincias
pueden armarse hasta con armas prohibidas porque el objetivo es asaltar, siempre que haya
coyuntura favorable, a los soldados franceses, apoderarse de sus víveres y efectos, en suma,
hacerles todo el daño y mal que sea posible.
Las Juntas Provinciales de 1809 tienen que contribuir con todos sus medios a la supervivencia de
las guerrillas y de los guerrilleros. Otra orden refrenda un bando de la Junta de Valencia que
incitaba a los paisanos a hacer el mayor daño al enemigo. En el Manifiesto de 20/3/1809 la Junta
Central defiende a los guerrilleros y dice que son los verdaderos soldados, los equipara a
soldados de la patria frente a las agresiones que les infligían los militares cuando caían
prisioneros porque no les aplicaban las leyes militares al considerar que no eran soldados sino
brigantes, malhechores.
En diciembre de 1809 aparece un reglamento para la formación de las partidas de eclesiásticos,
seculares y regulares (partidas de cruzada). Empiezan en Badajoz y Extremadura y se van
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multiplicando. El caso de Pablo Constans en Cataluña establece un plan, que no le van a dar los
obispos del principado pero quería establecer una forma de control y de financiación de las
guerrillas.
El Reglamento para las partidas de julio de 1802 las denomina “cuerpos francos” y reduce el
poder de los cabecillas que no pueden dar órdenes a los oficiales del ejército regular porque están
supeditados. El último reglamento de 28/71814 trata sobre cómo disolverlas y cómo integrar sus
miembros al ejército regular. Las Cortes también trataron el tema de las guerrillas para darles los
honores y pensiones a las viudas.
Motivaciones para hacerse guerrillero
El guerrillero. Los españoles
pintados por sí mismos, 1843
El odio, la venganza contra los franceses que han ocupado
de forma ilegal un territorio con el beneplácito de la iglesia.
Rechazo a la política errática de Godoy.
Desacuerdo de la firma del Tratado de Fontainebleau que
dio paso a la invasión hacia Portugal y hacia España.
Temor a la conscripción. Era la obligatoriedad que imponía
Napoleón en los países dominados a los jóvenes de
enrolarlos en sus ejércitos.
Los franceses no cumplieron el pacto de amistad, había que
levantarse a través del grito “muerte a los franceses”. Las
proclamas y reglamentos resaltan la represión de los ejércitos
napoleónicos contra la población civil y la violencia ejercida con el
rey. Los mismos franceses se dieron cuenta. Comenta el caso de
uno de los capitanes enviados para dar cuenta de los hechos que
sucedían en España: “La represión del 2 de mayo ha sido
exhorbitante, se ha magnificado y la figura del rey Fernando VII,
injustamente hecho prisionero, también se ha mitificado”. Otros
informes reafirman lo mismo.
Napoleón se equivocó pensando que cambiando la familia real iba a pacificar el país, la iglesia
concibe la guerra como una cruzada y justifica los medios, la minoría de afrancesados
comprendió que nunca podrían vencer. El mito de Fernando VII se contrapone al mito de
Napoleón.
Desde que empezaron a pasar franceses camino de Portugal (por la zona de Vitoria – Burgos) ya
comenzaron a realizar actos violentos contra los pueblos que tenían que satisfacer sus
necesidades, es decir, que incidentes entre los soldados y la población ya se pueden encontrar
antes del 2 de mayo. Hay una resistencia popular.
Desde las abdicaciones de Bayona de Carlos IV y Fernando VII no tanto se quería derrotar a los
franceses como hacer imposible que José Bonaparte pudiese disponer de los recursos del país
para hacer frente a los insurgentes. Otro móvil fue el enriquecimiento a través de la apropiación
del botín. Su repartimiento estaba reglamentado, los guerrilleros cobraban una paga o soldada
con la que podían ayudar incluso a la supervivencia de sus familias.
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¿La existencia de botín implica el uso de la palabra “bandoleros”? ¿En qué se diferencian?
La realidad es que los guerrilleros actuaron de forma similar a como actuaban otros grupos que
vivían de la rapiña, la frontera entre lo legal y lo ilegal era muy fina. Los guerrilleros cometieron
excesos, obviamente, pero no se les puede considerar simples bandidos.
La guerra también sirvió como pretexto para atacar la propiedad, no había autoridad. En
Cataluña cuando les van a incautar a los campesinos de Falset, éstos se defienden proclamando
que paguen los ricos porque ellos no tienen ya nada más. Los afrancesados tildan a los
guerrilleros de brigantes, malhechores, el clima de inseguridad provoca rebeldías y ajustes de
cuentas, algunos, extralimitándose.
Estamos ante una de las guerras de sentido moderno, también fueron los civiles los que
padecieron la violencia. Goya refleja esa violencia en sus grabados, condena la guerra como algo
horrible. Ramón Santillán se enroló en la guerrilla del cura Merino, fue uno de los directores del
Banco de España en la década de 1840, asiste a la primera ejecución como guerrillero y le causa
repulsión (la guerra traía males mayores).
Contribución de los guerrilleros a la guerra
1. A la acción de los ejércitos regulares. Globalmente acertaron en cuanto al factor geográfico,
tuvieron una visión estratégica de las comunicaciones, actuaron en beneficio de los ejércitos
regulares y buscaron la legitimidad.
2. Proporcionaron al ejército regular información de los movimientos del enemigo,
inmovilizaron gran parte de las fuerzas en servicios de orden, interceptaron suministros y
comunicaciones. La guerrilla fue un infierno para los franceses, mantuvieron el espíritu de
patriotismo y reunieron a los desertores, sin ellos, las Juntas no hubieran podido ejercer su poder
en los distintos territorios. Su protagonismo fue en la retaguardia.
3. Contribuyeron a extender la insurrección y a que el poder napoleónico no se pudiera
implantar entre la población española y la ocupada.
JUAN MARTÍNEZ “EL EMPECINADO”
Nos topamos con la dificultad de que no hay escritos ni memorias y su
imagen es, por tanto, bastante distorsionada. Se les convirtió en héroes
desde el principio, probablemente Juan Martínez el Empecinado fuera
analfabeto, no sabía leer ni escribir. Su persona se asocia a la idea de
libertad que se entregó a la causa patriótica.
Podemos rehacer su vida a través de las obras de Federico Hartman,
escritas en 1946, a través de otros autores y a través de las hojas de
servicios de él y sus compañeros.
Hijo de una familia de labradores acomodados, nació en Castillo de Duero en 1775, el
sobrenombre no se debe a que fuera testarudo sino que se refiere a que los lodos que pasaban por
su pueblo eran negruzcos o pecinas, el símbolo de empecinado se aplicará a todos los patriotas.
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En la Guerra de la Convención aprendió a ser guerrillero, estuvo de ordenanza del general
Ricardos, aquí adquirió el odio a los franceses, cuando regresó de la guerra volvió a su pueblo, se
casó en 1796 con Catalina de la Fuente y fue recaudador de impuestos del duque de Osuna en
Olmedo, aunque se desconoce con exactitud sus ocupaciones. Parece que un soldado francés se
aprovechó de una muchacha de su pueblo y eso le abrió la luz para dedicarse a ser guerrillero.
También se dice que quiso vengar la muerte del hijo de sus padrinos de boda a manos de un
francés, no obstante no hay constancia real de estas acciones, el motor debió ser sin duda esa
guerra de la Convención.
Sus primeras acciones empiezan en abril-mayo de 1808, junto a su hermano intercepta correos,
convoyes en Honrubia, después va avanzando hacia Aranda de Duero, reclutando doce hombres,
interviene en la batalla de Cabezón que fue un fracaso luego se retira y vuelve después a su
población y empieza a actuar entre Valladolid y Burgos. Llegan a encarcelarle porque cogió a
una dama y la hospedó en su casa, cosa que estaba prohibida.
Cuando salió de la cárcel
continuó con sus correrías con un grupo de treinta hombres entre Salamanca y Segovia. El
general inglés Moore le facilitó ayuda económica -18.000 reales- por entregarle un correo
gubernamental francés. Tiene el proyecto de unir varias guerrillas. Los franceses intentan
atraparlo, no lo consiguieron. Formó una partida ya reconocida por la Junta Central, tiene cien
jinetes, pasa a Ciudad Rodrigo y combate con el general Moore, cada vez se va agrandando su
territorio de acción.
Vuelve a Salamanca, Valladolid, Segovia y Aranda y lo llaman de la Junta de Guadalajara, allí es
donde encuentra a los principales colaboradores: Nicolás de Isidro, Vicente Sardina, Mondedeu,
Jerónimo Luzón y ya tenía trescientos jinetes. Su guerrilla tiene mucho éxito, se le encargan
acciones importantes en diferentes ciudades de Castilla, luego pasa a Aragón y Valencia.
En 1811 se incorpora como 5ª división al ejército mandado por Carlos Gómez, es el momento de
esplendor en que tiene a su disposición más de cinco mil hombres. Entró en Madrid justo
después de Wellington de quien recibe como reconocimiento un sable de lujo y dos pistolas, a
pesar de que no creía mucho en guerrilleros ya que los consideraba más bien un inconveniente
para el ejército regular.
El Empecinado se convierte en el terror de los franceses, no obstante las autoridades
afrancesadas lo aprecian por sus hazañas (el int. De Guadalajara, el de Cuenca …)
Nace el mito
El periódico “el Conciso de Valencia” lo equipara con el símbolo de independencia nacional, lo
compara con Sertorio, Viriato, el Cid, el Gran Capitán, Cortés, el duque de Alba. También fue
encumbrado por el legendario inglés y Benito Pérez Galdós en uno de sus episodios nacionales,
Pío Baroja lo compara con Martín Zurbano.
En 1925 fue liberal, había sido gobernador de Zamora y fue ahorcado en Roa. Las autoridades
municipales le hicieron los honores con flores porque fue una ilustre persona. Su persona tambén
ha servido como referente del movimiento comunero en la transición democrática a partir de
1975 como símbolo de la libertad de Castilla.
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JERÓNIMO MERINO (El cura Merino)
Nació en Burgos, Villoviedo, en una familia de labriegos. Su trayectoria de guerrillero fue
diferente de la del Empecinado aunque protagonizó acciones similares. En 1814 recibió una
canongía en Valencia, participó en las partidas realistas durante el trienio liberal, combatió al
Empecinado y a su oficial Santillana. Le concedieron la regencia de Urgel, el grado de mariscal,
en la 1ª guerra carlista (1833-39) alcanzó el grado de teniente general, murió exiliado en 1844,
sus restos estuvieron depositados en el cementerio francés de Alençon hasta que en 1962 sus
restos fueron exhumados y trasladados a Lerma en la fecha mítica del 2/5/1868.
Lo describen como duro, astuto, sobrio en el comer, parco
en el hablar. Tenía unas cualidades especiales para la
estrategia militar, tenía una astucia campesina natural, gran
habilidad como jinete, realizó muchas correrías por la sierra.
Los hagiógrafos lo definen como un pastor, medio curacazador y guerrillero. Estudió filosofía y teología En
Burgos, otros autores lo consideran un cura rústico de misa
y olla.
Pío Baroja cuando habla de él dice que no sabía leer, ni
escribir, puede que sea una exageración. Por otro lado, la
imagen que de él muestra Ramón Santillán que dice que fue
un mal estudiante, que alcanzó el curato de su pueblo con
ayuda del abad de la Colegiata de Lerma. Probablemente su
idea inicial fuera dedicarse como su hermano, el
Malagueño, al contrabando.
De estatura media, tez oscura, ojos negros, le molestaban las personas educadas, tenía un
carácter brusco y daba miedo hablarle.
A pesar de que tenía un gran conocimiento del terreno no sabía mandar a la infantería, tuvo que
apoyarse en el cura de Astudillo y en otras personas que le aportarían conocimientos militares.
Aunque no era muy partidario de la disciplina, el reclutar estudiantes de León le infundieron la
idea de “el cuerpo de literatos”, al final consiguió introducir la disciplina en sus partidas, tenía
incluso una fábrica para arreglar las armas.
En 1870 un anónimo le atribuye:
Para ser buen guerrillero hay que gozar de buena salud, dormir poco, no desnudarse nunca en
la cama, ser buen jinete, permanecer el tiempo necesario al frente de la partida, que nadie sepa
dónde está el jefe, debe examinar el terreno antes que los demás, no debe tentar a los juegos de
azar y tampoco las borracheras.
Sus motivaciones
Cuenta la historiografía que dando misa en su pueblo pasaron los franceses y le obligaron a
entregar los bagajes y como se negó le pusieron el bombo y los platillos, tuvo que cargarlos y
llevarlos a Lerma a unos 4 Km.
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Se formó entonces la idea de venganza, desarrolló gran ferocidad en sus formas contra los
franceses. Merino empezó en las zonas del Risco, en los carrascales del Sistema Ibérico, sus
primeras acciones fueron entre Madrid y Burgos, reclutó a treinta o más individuos, leñadores,
arrieros, vaqueros, labriegos … Organizó con otros clérigos la insurrección de Burgos,
colaboraron con él el comandante Blanco y el brigadier Angulo, militares profesionales.
En 1809 actúa sobre las comunicaciones entre Burgos y Valladolid, hay acciones muy
importantes, ataca la guarnición francesa de Lerma, tomó Roa ayudado por el Empecinado, entró
siete veces en Burgos, montó una red de espionaje en toda la provincia. Tuvo algunos
enfrentamientos con la Junta porque quería más dinero, siguió atacando las comunicaciones entre
Burgos y Soria y actuó también en la provincia de Segovia.
Hay que destacar en esta época la acción que desarrolló en julio de 1810 en Almazán, cuando su
hermano Antonio el Malagueño acababa de incorporarse a su guerrilla y fue muerto.
En 1811 tiene fuerzas mayores, actúa sobre Segovia con la caballería y reanuda sus ataques
tradicionales. La acción más importante tiene lugar en Hontoria de Valdearados y con él
colaboran once clérigos. En agosto de ese año entra camuflado en Burgos porque necesitaba
provisiones de carne.
Colaboró también en la batalla de los Arapiles, en Castilla (1812). En las últimas acciones con el
Empecinado cuando los franceses se van a marchar de Sepúlveda es él el que acaba esa acción.
Su carrera militar, por tanto, fue meteórica. En 1808 es capitán graduado de infantería, en mayo
de 1809 comandante de guerrilla con un título de cruz roja y en 1810 asciende a teniente coronel,
en 1811 a coronel y en 1812 a brigadier, una hoja de servicios excelente.
Hay un dicho popular que reza:
“Desde que el cura Merino se ha metido a general, los asuntos de la España están marchando
menos mal”.
Conclusiones
Hemos visto dos castellanos con trayectorias políticas e ideológicas diferentes: Merino,
absolutista, servil, tomó de nuevo las armas para echarse al monte cada vez que losl iberales
apuntaban por los horizontes de Castilla. El Empecinado, en cambio, se unió a los
constitucionales durante el trienio liberal (1820-23) y después rechazó el absolutismo, acabó en
la horca.
El cura Merino tendría 40 años cuando formó su guerrilla, no tenía conocimientos militares,
hombre introvertido, probablemente de salud más precaria que el Empecinado, seguramente no
conoció el amor pero al final se obsesionó con la disciplina férrea, se convierte en un verdadero
militar.
El Empecinado era más joven, en 1808 tendría 33 años, hombre aguerrido, cavador de viñas, de
salud envidiable, extrovertido, apasionado del buen vivir, de conducta liberal, agradable en el
trato y con varios enredos amorosos.
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¿Por qué se le ha mitificado?
El fenómeno del guerrillero es un movimiento poliédrico. Mientras en Europa aquellos países
que se enfrentaban a Napoleón, antes de ser derrotados por los militares se entregaban sin haber
ofrecido apenas resistencia, en España, aún en los peores momentos, cuando ya se había perdido
la guerra (Batalla del Ebro, la de Ocaña …) nos dejan constancia de su tenacidad los catalanes de
defender su tierra y su patria, pero también de España, la nación que se estaba construyendo en
aquel momento.
El general Batiste de Margot escribe en sus memorias:
“Tienen los españoles un mérito inmenso, por más que fueran derrotados nunca perdían los
ánimos, huían pero volvían otra vez a volar como las palomas y esto se llama patriotismo”.
Junto a este noble sentimiento obviamente había otros más prosaicos, muchos defendían lo más
cercano, lo personal, la vida, la hacienda, la familia ¿y quién no haría lo mismo por sobrevivir?
La guerrilla fue una forma de soportar las condiciones adversas que provoca la guerra, el hambre
y la desesperación, solamente para una minoría exigua podía significar un tipo de aventura
particular. Como expresión de su rebeldía los guerrilleros demostraron que estaban dispuestos a
resistir hasta el final por la independencia de su territorio y de la nación. Con este fin pusieron
todos los medios para impedir que la ocupación del ejército imperial y el gobierno del rey intruso
fueran efectivos.
Líderes estudiados se convirtieron en un referente de máxima autoridad tanto desde el punto de
vista político como militar, se vieron impulsados a liderar la guerrilla por el ambiente hostil que
había en todo el país contra los franceses provocado por las atrocidades y vejaciones que habían
sufrido sus gentes y la opinión pública se puso enseguida de su parte, la colaboración civil fue
crucial. La religión también tuvo un papel muy influyente para convertir esos actos en cruzada.
Benito Pérez Galdós, en un episodio nacional pone en boca de un personaje la mitificación de
esos guerrilleros y dice:
“Son nuestra esencia nacional, son nuestro apoyo y nuestra alma, son el espíritu, el genio, la
historia de España, ellos son todo: grandeza y miseria, un conjunto informe de cualidades
contrarias, la dignidad dispuesta al heroismo, la crueldad inclinada al pillaje, son las dos
cosas”
Ni todos los guerrilleros fueron santos, ni todos fueron bandidos u oportunistas. El fenómeno
guerrillero de 1808 es muy complejo y sólo se puede comprender si lo enmarcamos dentro de los
movimientos sociales de resistencia que se produjeron en las guerras napoleónicas. Mientras
hubo guerrilla hubo resistencia, es decir, el no sometimiento a José I, el fracaso de Napoleón en
España, como lo reconoció él en el memorial de Santa Elena, a la postre Napoleón había iniciado
una guerra de conquista pero nunca lo consiguió gracias a la actuación de los guerrilleros y de la
reorganización del ejército y a la ayuda del ejército inglés y portugués.
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José I y los afrancesados
Cuarta conferencia del ciclo “La guerra de la independencia. La construcción del
imaginario”. 26, 28 febrero, 4, 6, 11 y 13 marzo 2008. Fundación March. Por
Pinín.
Manuel Moreno Alonso, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla y
miembro de la International Napoleonic Society. Dedicado al estudio de la crisis del Antiguo
Régimen, especialmente a la época napoleónica. Entre otros libros ha escrito:
-
La revolución francesa en la historiografía española del siglo XIX.
La generación española de 1808.
Sevilla napoleónica.
Los españoles durante la ocupación napoleónica. La vida cotidiana en la vorágine.
Ingleses, franceses y prusianos en España.
Napoleón, la aventura de España.
Napoleón: ciudadano emperador.
José Bonaparte, un rey republicano en España (biografía completa de José Bonaparte)
En una guerra patriótica como la guerra de la independencia, los afrancesados serían los
partidarios del enemigo, los enemigos de la patria, los traidores de la nación, los malos hijos, los
hijos mal nacidos. Como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial en los países ocupados por los
nazis, los afrancesados serían los colaboracionistas.
Las circunstancias en las que se produce el afrancesamiento son bien conocidas: nos
encontramos ante una guerra nacional de proporciones sin precedentes. El historiador Jover la
consideró como una guerra europea de liberación, con una doble condición: De guerra y
revolución, donde el pueblo ejerció, por primera vez, un protagonismo extraordinario que fue
idealizado por los reformadores, que vieron en la guerra la afirmación del pueblo como fuerza
nacional histórica en los años que moría el Antiguo Régimen. Los núcleos conservadores
idealizaron el sentido legitimista y sufrido de las clases populares que hicieron la guerra. Para el
pueblo, con manifiesta autocomplacencia, los hechos quedaron como el recuerdo de una gran
acción: los días de cólera del pueblo.
Desde el primer momento fue una guerra entre buenos y malos, por eso fue una guerra de
liberación en la que había que liberarse de los malos: José I (el rey intruso) y sus partidarios (los
afrancesados). Una guerra, además, marcada por la propaganda desde el primer momento. Al
tratarse de una guerra nacional, la propaganda construye desde el principio la idea de que el
enemigo encarna la mentira. La primera necesidad de la guerra es elevar al absoluto la verdad
propia y la falsedad ajena. Este es el fin de la propaganda, la herramienta clave de la
confrontación.
El esfuerzo propagandístico entre 1808-1814 fue de una magnitud extraordinaria. En realidad fue
una guerra de opinión. El “Semanario patriótico”, aparecido en Madrid tras el triunfo de Bailén,
consideró que la batalla de la opinión era más importante que el combate propiamente dicho.
Llegó a generalizarse una guerra de la pluma que se extiende por todo el país con un mensaje
unánime: hay un claro vencedor (el rey Fernando), hay un personaje a batir (José) y hay unos
derrotados sin paliativos (los afrancesados).
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Se construye un discurso patriótico elemental, pero indiscutible, que incluye los siguientes
elementos:
-
La denuncia del enfrentamiento hispano-francés: lleva implícita la demonización de
Napoleón y de José (el rey intruso).
-
El victimismo del rey Fernando: la exaltación de los valores del rey, de la patria y de la
religión y la defensa de los valores patrióticos tradicionales.
A partir de 1810, y especialmente de 1812, se abre un nuevo horizonte político y con él un nuevo
capítulo de la acción propagandística con la idealización de la obra de Cádiz, la exaltación de la
Constitución y de las nuevas instituciones liberales. En todo este tiempo los malos seguirán
siendo José y los afrancesados. La poesía, el teatro y la literatura panfletaria así lo indica.
Moreno Alonso prefiere hablar de los malos: José y los afrancesados, que de los buenos:
Fernando y el partido fernandino, los generales del ejército patriota que no ganaron una sola
batalla, de los frailes (que según Napoleón fueron los que le vencieron finalmente), de los
guerrilleros (que cometieron tantos abusos) o de los señoritos de Cádiz (que hicieron la guerra a
distancia y luego condenaron a los afrancesados).
Al hablar de los malos no hay que olvidar que sobre ellos pesa una losa
tremenda que ha durando tanto tiempo, que se ha mantenido durante
generaciones (casi 200 años). El autor intentará sacar a José I y los
afrancesados de lo que el profesor García Cárcel ha llamado la caricatura en
que han sido enterrados durante largo tiempo.
¿Quién fue José?
El rey más desconocido de la historia de España, el más calumniado (con gran diferencia
respecto a otros). El retrato hecho por la propaganda patriota se ha mantenido inalterable hasta el
punto de que todos los españoles tienen una idea completamente peyorativa del personaje.
Ni es caballo, ni es yegua, ni pollino en el que va montado, que es pepino. Grabado del Museo
Histórico Municipal de Cádiz
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Cada cual tiene su suerte, la tuya es de borracho hasta la muerte. Caricatura anónima.
Un biógrafo americano, Owen Conelly, hace 40 años consideró a José Bonaparte como un rey
liberal. Llegó a decir de él que fue una de las personalidades más relevantes de su era. En su
opinión, si los políticos que hicieron a Napoleón dictador de Francia en 1799 hubieran buscado
un candidato para presidente al estilo americano, si las mujeres hubieran votado, no cabría la
menor duda de que hubieran preferido a José Bonaparte.
Son muchos los testimonios de admiración existentes hacia él (en Francia, Italia, Inglaterra y
Estados Unidos). Es sorprendente la que le manifestó la famosa madame de Staël (de quien
Stendhal dijo que fue el primer talento de su siglo). Era muy diferente el personaje al retrato
zafio de la caricatura en España.
En la actualidad no pueden aceptarse descalificaciones. Hoy es un hecho indiscutible que José
Bonaparte –de poder haber llevado sus planes- podría haber cambiado la suerte de los españoles
en 1808. Lo mismo pensaron en su tiempo los afrancesados (partidarios del rey José), siempre
demonizados por la historia nacional. Son ciertas muchas cosas que hasta ahora no se han dicho
de José Bonaparte:
-
Fue el primer rey constitucional de España.
Intentó dotar a su reino de una estructura moderna de corte claramente republicana.
Siempre tuvo claro que cualquier gobierno que mirara por el interés público era, en
esencia, republicano.
En el fondo no dejó de ser un hombre de la Revolución Francesa (los testimonios le muestran
adicto a ella desde su llegada a Francia desde Córcega en 1793). Tras el extremismo
revolucionario se inclinó progresivamente por una monarquía templada y limitada. Compartía la
famosa sentencia de su amigo Talleyrand –a quien José hizo príncipe de Benevento- de que la
monarquía debía ser gobernada por demócratas mientras que la república por aristócratas.
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En París José, al igual que su hermano, cambia su idea republicana por una monárquica. En la
agitada y convulsa historia del republicanismo español, al tratarse de sus orígenes, los
historiadores españoles se han olvidado sorprendentemente de que José fue el primer rey de
nuestra vida contemporánea que fue republicano.
Todos los elementos esenciales del nuevo orden que surgió entonces llegaron, por primera vez y
oficialmente a España, con el nuevo rey:
-
La abolición del Antiguo Régimen.
La sustitución de la monarquía de derecho divino.
La carrera abierta a los talentos.
El nacimiento del “homo democraticus” y del régimen representativo.
La liberación del trabajo y de la libre empresa.
En suma, la herencia de la República Francesa.
El artículo 7 de la Constitución de Bayona contemplaba la fórmula de juramento que los pueblos
de las Españas y de las Indias habían de prestarle y era el siguiente: “Juro fidelidad y obediencia
al Rey, a la Constitución y a las Leyes”. Juramento que dotaba de base popular a la monarquía.
La fórmula era, en verdad, republicana. Una idea bien distinta a la tradición española, en la que
el pueblo cuando le confirió poder al rey se privó de su propia soberanía.
Como primer rey constitucional de la historia de España, el ciudadano José Bonaparte
(convertido en rey) proclamó su deseo de poner remedio a los males de la nación, consciente de
que la monarquía de los españoles era vieja. No dudó en luchar, contra viento y marea, por una
causa imposible: rejuvenecer a la nación, mejorar las instituciones y hacer disfrutar a los nuevos
súbditos de los beneficios de una verdadera reforma. Quiso convertirse en el regenerador de
España y de las Indias. Todo aquello fue una utopía, de carácter republicano, que fracasó a las
primeras de cambio, lo mismo que la revolución francesa fracasó como revolución democrática.
No obstante, se comprende que en el clima de guerra patriótica contra el francés –en el que se
fabricó su retrato- se luchará contra él y contra todo lo que representó.
Muchos españoles que lucharon contra él vieron al rey José de otra forma cuando dejó de serlo.
No es el testimonio de los afrancesados, sino del guerrillero Espoz y Mina que con el tiempo se
convirtió en un emigrado en Londres (después de haber luchado tanto por el rey Fernando) y que
durante su exilio se entrevistó con el ex rey José en 1834. En aquella entrevista llegó a decirle
que en 1812 había conquistado la simpatía de casi todos los generales de la insurrección española
y que el duque del Infantado, el duque de Montijo, el general Ballesteros y él hubieran estado de
acuerdo en reconocerlo como rey de España si el emperador hubiera consentido en retirar las
tropas francesas. Asimismo, Mina le dijo que El Empecinado había estado a punto de unirse a él
en 1812. Mina le expuso la gran veneración que él tenía por quienes habían sido sus ministros en
España: Asanza, O’Farrell, Mazarredo, Almenara y Urquijo. Tan sólo le habló con desprecio de
Arribas (el ministro de la policía). También le dijo que su amigo don Agustín de Argüelles
(exiliado en Londres) compartía sus opiniones y tenía por José los mismos buenos sentimientos
que él. Inmediatamente le habló de los crímenes de los años anteriores a la guerra, del desorden
de aquellos años, del rey Fernando VII (que acababa de morir en 1833 y cuya muerte había
desencadenado la guerra carlista).
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
LOS AFRANCESADOS
Años antes, en 1808, un grupo de intelectuales estuvo de acuerdo con José: los afrancesados. La
mayor parte de ellos eran intelectuales. La monarquía de José fue una monarquía de
intelectuales. La república de las letras acogió con esperanza la monarquía josefina. Sus
partidarios no eran muchos, pero constituían la élite: la oligarquía económica, una parte del
aparato burocrático ilustrado, los oficiales del ejército, funcionarios, un sector amplio del alto
clero y la minoría ilustrada. Los hombres más preclaros de la intelectualidad de la época
acogieron con manifiesta ilusión el nuevo reinado de José Bonaparte.
Sus partidarios procedían, en su mayor parte, de la clase media urbana y estaban ilusionados con
su programa de reformas. Pensaron que con el cambio de dinastía (y los aires de reforma
bonapartista exitosa en toda Europa) la modernización de la nación podría llevarse a cabo. A
todos ellos les sería común (diría con el tiempo Mesonero Romanos) los sentimientos de
liberalismo y progreso.
El número de afrancesados era escaso, el propio José lo sabía (se lo dijo nada más llegar el
embajador Laforet). Según el embajador, si España tenía diez millones y medio habitantes podría
decirse que diez millones cuatrocientos mil no sabían lo que querían. El resto era la clase
ilustrada que estaba de acuerdo con José Bonaparte.
Según la tesis de Mesonero, las ideas revolucionarias de José fueron completamente repulsivas a
la inmensa mayoría del pueblo español. La gran equivocación de José, ante este panorama, fue
que siendo un rey salido del pueblo y con una experiencia tan grande del pueblo (en Córcega,
durante la revolución en Francia desde su llegada en 1793. El día que llegó a París se entera del
asesinato de Marat y del comportamiento de la masa) cometió el error de creer que con una
Constitución para el pueblo, pero sin contar con el pueblo, podía ganárselo en un minuto. Fue
manifiesta su incapacidad de atraerse al pueblo ni con comedias ni corridas de toros. El pueblo
estuvo en su contra y buena parte de los intelectuales a su favor.
Los afrancesados
Sobre la valía intelectual de los afrancesados no existe la menor duda, fue reconocida en la
época. Recién terminada la guerra se reconocerá incluso de manera clara. Uno de los primeros
historiadores de la guerra, Muñoz Maldonado, lo dice claramente cuando escribe su primer libro
de la guerra en 1833: “Es preciso confesar una verdad muy importante para la historia: los
hombres de más talento, las personas más ilustradas de España se habían adherido a la
Constitución de Cádiz o al partido de José”. Es sorprendente en 1833 esta equiparación entre los
intelectuales de Cádiz y el partido de José. No puede olvidarse (tesis del autor de la conferencia)
que el naciente liberalismo español surgió precisamente en torno a la entronización del rey José.
En sus textos aparecen, por primera vez, las palabras: libre, libertad y liberal. Un término éste
utilizado reiteradamente desde la entrada del nuevo rey y, particularmente, después de su
reposición en Madrid a partir de diciembre de 1808.
El término liberal, en el sentido moderno de la palabra, es de indiscutible ascendencia francesa y
aparece en el lenguaje oficial español con los Decretos de José y de Napoleón a partir de 1808.
Será un término indistinto en los intelectuales afrancesados o liberales propiamente dichos.
Desde un punto de vista ideológico se da el contrasentido de que los liberales de Cádiz son unos
afrancesados. La cuestión del afrancesamiento, en el sentido de la adhesión juramentada al rey o
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
de la mera simpatía al intruso, fue una cuestión cambiante durante muchos años después.
Aquellos hombres, la flor y nata de la intelectualidad española, serán perseguidos y denigrados
posteriormente con el nombre de afrancesados. Una demonización que adquirió un carácter
extraordinariamente despectivo. Fue un sambenito que siempre arrastraron como una ofensa.
Visto desde hoy, fue uno de los grupos más valiosos que ha producido este país a lo largo de su
historia. El doctor Marañón llegó a escribir (cuando todavía se les atacaba) que no hay un solo
libro documentado sobre este tema del que los afrancesados no salgan absueltos, aún aquellos
que fueron escritos para atacarlos. La historia les dará la razón, además, en su idea de que la
salvación de España era más probable afrancesándose y aceptando al nuevo rey. Se les acusó, sin
embargo, con insidia de haber sido partidarios de Godoy (al que en el fondo no se le perdonaba
que se hubiera rodeado de aquellos hombres para la ilustración del país), pues muchos de ellos
antes de vincularse a José lucharon por reformar el país y aumentar la riqueza de la nación. Su
pecado fue haber querido modernizar el país introduciendo y extendiendo las luces y su condena
resultó eterna. Se les acusó de todo: De hombres del Antiguo Régimen, de déspotas ilustrados,
de revolucionarios, de republicanos, de partidarios de Francia, de traidores de lesa patria. Se les
ha calumniado con la injuria de que se unieron a José para aprovecharse de la situación y sacar
beneficio.
Ante tales acusaciones, los intelectuales declararon su favor al rey pero perdieron su reputación.
Lo mismo que les pasó a los ministros, a los tribunales superiores, al Consejo real o a cualquier
hombre público que tuviera una determinada significación. Todos perdieron la confianza de la
nación y esto resultó trágico para el país. Fue enorme el descrédito de lo público a partir de
entonces. A cualquier persona que quería hacer una reforma en los años siguientes se le tachaba
de afrancesado. Gran parte de ellos fueron víctimas del gran miedo que siguió, al día siguiente,
cuando empezó la noche de los cuchillos largos. Las persecuciones, por ejemplo, contra
Meléndez Valdés (a punto de ser linchado en Oviedo). Por todos sitios había un sistema de
denuncias y delaciones (muchas de ellas debidas a rencillas). El odio africano que se extendió a
cualquier signo de la inteligencia da una idea del drama vivido por aquellos hombres.
Sin embargo, algunos patriotas como Blanco White (destacado miembro de la generación de
1808) estaba convencido –como buen intelectual- que la disidencia es la gran característica de la
libertad. Ésta se rebeló en sus entrañas con la voz del pueblo, que era agitada contra los
afrancesados. Para Blanco White la voz del pueblo no merecía el nombre de opinión pública y
tampoco las unánimes aclamaciones de un acto de fe.
Los intelectuales quisieron dignificar la figura del rey, pero no lo consiguieron. Quisieron
atraerse al pueblo con argumentos tradicionales. Por ejemplo, en Madrid representaron “El mejor
alcalde del rey”, de Lope de Vega, queriendo decir a los madrileños que José Bonaparte podría
ser el mejor alcalde o mediante una comedia más reciente “Federico II, rey de Prusia”, de
Cornella, que presentaba un monarca benéfico al que aquellos intelectuales pretendieron
equiparar con José. Nada de lo que hicieron o escribieron consiguió su objetivo de cambiar la
opinión a favor de José. Esta fue la tragedia de los afrancesados: soñaron con cambiar al pueblo
pero sin el pueblo y fueron tratados duramente por el pueblo. De ahí su obsesión patológica por
justificar después su conducta, que va a conceder un papel completamente nuevo a la
autobiografía. Gran cantidad de afrancesados publicarán sus memorias años después (muchos de
ellos en el exilio), justificando su actitud y defendiéndose del ataque de todo el mundo de que
habían sido malos españoles.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
Su drama, en este sentido, es comparable al de la II República donde hubo implicados tantos
intelectuales. Unamuno tuvo razón en uno de sus discursos al lamentar la existencia en la
Cámara de demasiados profesores e intelectuales. Previno del riesgo de que por rechazo a este
dominio surgiera un partido antipedagogista. Y eso fue lo que ocurrió con la república de los
intelectuales en tiempos de la guerra de la independencia. La tragedia fue que el rey y sus
partidarios tuvieron enfrente a la mayor parte de la nación.
El juicio del pueblo fue tremendo, actuó como un verdadero tribunal popular. En las calles de las
ciudades, al vender los pliegos de cordel, los mismos ciegos eran los que propagaban todo tipo
de calumnias en contra de los afrancesados. En Sevilla, por ejemplo, un ciudadano tuvo la osadía
de encararse con uno de estos ciegos cuando difamaba a un magistrado por ser partidario de José.
El ciego siguió en sus trece con un descaro y osadía -propio de su educación y estupidez (según
quien relató la anécdota)-y el mismo tono de su voz descomunal: “Ahí va, ahí va el magistrado
que es un traidor”. Con lo que el deterioro de las instituciones se hizo patético.
El elenco de afrancesados es de una brillantez indiscutible. Sus biografías dan idea del fenómeno
del afrancesamiento. Algunos nombres, por ejemplo: Meléndez Valdés (el mayor poeta de su
generación a punto de ser linchado en Oviedo), Moratín (el más fino y agudo intelectual de la
España de su época), el historiador Llorente, el utrerano Marchena, Alberto Lista o Goya (cuyo
destino exiliado en Burdeos fue el mismo que el de otros intelectuales afrancesados).
El autor de la conferencia quiere transmitir una experiencia personal. Para estudiar el fenómeno
del afrancesamiento, escogió una ciudad que se afrancesara: Sevilla (capital política de la España
libre, la que obtuvo la batalla de Bailén y la que expulsó a José de Madrid en agosto de 1808).
Sin embargo, en 1810, se entregó a José sin disparar un tiro. La ciudad entera, a partir de ese
momento, se afrancesó y gracias a ello no fue destruida como fue el caso de Zaragoza o Gerona.
Como Viena, que no ofreció resistencia numantina al ataque napoleónico. La gente cambió de
chaqueta de un día para otro, las autoridades y el pueblo. Desde el punto de vista patriótico
aquello fue una vergüenza, pero fue el caso del afrancesamiento de una ciudad. Después los
sevillanos hicieron pagar las culpas a los intelectuales afrancesados. Esto explica que uno de los
hijos de la ciudad, amigo del patriota Blanco y del afrancesado Lista, escribiera un libro sobre la
realidad del afrancesamiento.
Se trata de un libro impresionante, desconocido, maldito pero realmente fabuloso que fue
publicado de forma anónima en Francia tras el término de la guerra. Es un libro extenso, de cerca
de 500 páginas. Su título lo dice todo: “Examen de los delitos de infidelidad a la patria”. Su autor
será el intelectual sevillano Félix José Reinoso.
EXAMEN DE LOS DELITOS DE INFIDELIDAD A LA PATRIA
El libro es un descargo de conciencia colectiva. En una defensa de la toma de partido (voluntaria
o no) de los denostados afrancesados. Pero es mucho más, es una denuncia atroz de los
argumentos contrarios de los patriotas, el enrarecimiento de la situación existente, de la verdad
sobre la vida cotidiana, del fariseísmo de los acusadores, de la permanencia acusadora de los
métodos inquisitoriales, de la locura colectiva que se vivió en este país durante esa gran guerra
patriótica de 1808 a 1814. Habla del cainismo de una guerra que tuvo mucho de guerra civil. El
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
libro no se conoció e hirió la sensibilidad de cualquier lector. No era apto para mayores.
Menéndez Pelayo lo consideró como el Corán de los afrancesados y el libro se silenció. Muy
pocas veces ha sido citado.
El libro da una lección de lo que verdaderamente fue aquella guerra civil en muchos aspectos.
Abordaba cuestiones fundamentales:
-
El desamparo en el que se queda el gobierno.
Los empleados obligados a permanecer en sus cargos.
La situación ante la llegada de los franceses.
¿Qué era peor? ¿Quedarse o salir huyendo? ¿Dar la cara o no darla y después colgarse todas las
medallas?
El retrato que hace de los emigrados (emigrados patriotas que lo que realmente hacían era
buscarse la vida de otra forma y que después lanzaron tantos ataques sobre los afrancesados) da
idea de la poca autenticidad patriótica de aquellos emigrados.
Reinoso defiende la tesis de que fueron muchas las ventajas que resultaron de la permanencia de
las autoridades en sus cargos, dando la cara. Los males fueron mucho menores que si hubieran
dejado las ciudades y se hubieran ido a otros sitios. Naturalmente, luego vino la vendetta, el
ajuste de cuentas y todos salieron malparados. La opinión del pueblo acerca de estos empleados,
que dieron la cara ante las autoridades napoleónicas, es realmente impresionante (tal como
cuenta Reinoso). Habla de los intelectuales y de la arbitrariedad de los procedimientos en los que
fueron acusados posteriormente.
Moreno Alonso dice que no quiere insistir en las cuatro categorías de afrancesados (intelectuales
o no), según la gravedad de los delitos, señalados por Fernando VII tras su vuelta a España. Esta
es la clasificación dada por las autoridades a partir de 1814:
1º.- Los que no habían aceptado cargo ni empleo de José: No les pasó nada.
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2º.- Los que habían mantenido su puesto con el rey intruso: Tuvieron problemas.
3º.- Quienes aceptaron dignidades y ascensos por parte del nuevo rey: Tuvieron que pasar
pruebas muy duras tanto de las autoridades como de la opinión pública.
4º.- Los que por su misión o afecto a José persiguieron a personajes españoles: Muchos de ellos
tuvieron graves problemas en España y fuera de España. Al refugiarse en Francia (los ministros),
recibieron en mayor o menor medida juicios muy duros cuando no la violencia popular.
Reinoso fue un miembro discreto de aquella generación tan brillante de la guerra. Amigo íntimo
de dos personajes fundamentales de aquella coyuntura como el propio Blanco o Alberto Lista.
Era un clérigo, un intelectual no tan comprometido como los anteriores en la toma de partido,
pero sorprende que haya escrito un libro de 500 páginas. Lo que demuestra su valentía,
honestidad y capacidades, porque el libro es el mejor resumen del problema del afrancesamiento
desde el punto de vista de la opinión nacional.
En 1808, cuando empieza la guerra, Reinoso tenía 36 años. Era profesor de Universidad y cura
de la parroquia de Santa Cruz (entre 1801-1811). Instituyó durante la guerra una Junta de
Caridad en el terrible año del hambre (1809-1811). Formó dos hospitales de desfallecidos de
ambos sexos. Se comprometió con la causa afrancesada desde la llegada del rey a la ciudad en
1810 y cuando el partido patriota se había marchado a Inglaterra para luchar con la pluma
escribiendo el famoso periódico El Español contra José, contra los franceses y contra Napoleón.
Semanario patriótico El Español.
Publicado en Londres entre 1810-1814
y dirigido por José María Blanco White
Reinoso, en una carta de 1810, le dice a
Blanco: “Todos tus antiguos amigos nos
hemos comprometido con el rey José”.
Estaba convencido de que era imposible
libertarse de su dominación y ante lo
imposible él optó por apoyar la causa
del rey José. Su opinión (hasta que
Wellington no desplegó tantas fuerzas)
era que o se estaba con José o no se
hacía frente a la situación (y había que
emigrar, no se defendía la ciudad, los lugares/oficios/cargos, no se ejercía con responsabilidad
los empleos). De Lista le dice a Blanco, en una carta de 1812, que lo que más le ha dado a
conocer por partidarios suyos ha sido su redacción de La gaceta de Sevilla. Lista era el redactor y
en aquel momento fue obligado por las autoridades a seguir dirigiéndola desde el punto de vista
de José Bonaparte. Le dice: “Sigue siendo el mismo”.
Le habla de otros amigos comunes, todos ellos afrancesados: Sotelo (que se ha pasado al bando
afrancesado desde los primeros momentos), de Arjona (más loco cada día), de Cepero (que se ha
ido al bando patriota), de Juan Soler (hombre sin principios). De Sotelo y Lista es mucho lo que
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
dice. Son dos personajes que, desde otro punto de vista, definen lo que fue el problema
angustioso de un intelectual que tiene que tomar partido en una situación excepcional.
Cuenta que después de 1814 serán innumerables los arrestados entre estos amigos y otros que
cita con nombres y apellidos. Hablará de la cantidad de chismes, de delaciones que corrían por la
ciudad en contra de quienes por unas razones u otras el pueblo consideraba como sospechosos.
El libro es excepcional porque no sólo trata sobre el problema de José o del afrancesamiento sino
también trata de los problemas de España durante el reinado de José. El libro no es pura retórica.
Por desgracia, es un poco enrevesado y no tiene la finura política y analítica de un Blanco o un
Lista en otros escritos.
Cuenta que la gente de la ciudad (él no emigra como sus amigos) huía de él y de los afrancesados
como si se tratara de cuerpos apestados. Tiene que seguir una senda muy dificultosa. No
obstante, en 1815 es rehabilitado y vuelve a pertenecer a la Sociedad Económica de la ciudad. En
realidad, no se distingue el afrancesamiento ni el colaboracionismo.
Reinoso es un testigo excepcional del fenómeno del afrancesamiento (teniendo en cuenta que
había sido partidario de José). Sin embargo, Reinoso fue un partidario discreto (no obtuvo
beneficios), pero no podía callarse ante la maldición de la persecución del afrancesamiento. El
marqués de Malvar (cuando publicó las poesías de Reinoso) hacía referencia a este libro y dijo
que fue un escándalo patriótico. Juan Nicasio Gallego (otro amigo de Reinoso y de los otros
intelectuales) también adoptó una postura intransigente. Alcalá Galiano dijo que fue la defensa
de la traición a la patria. El libro habla de la verdad, de lo que fue el afrancesamiento en carne y
hueso, con nombres y apellidos. Pero la verdad asustaba. El alegato de Reinoso produjo pavor y
doscientos años después, desde una perspectiva histórica, vemos cuantos afrancesados que
sufrieron en sus carnes aquellas persecuciones actuaron de una forma honrosa.
El libro incluye materiales extraordinarios sobre muchos otros aspectos:
-
El lenguaje del sistema político establecido.
La actitud de los periódicos de Cádiz, vomitando todo tipo de calumnias sobre estos
intelectuales.
Da cuenta de la opinión pública con una violencia extraordinaria, donde folletos rabiosos
se publicaban en todas las ciudades. Muchos eran pregonados por los ciegos en esa
literatura
de
cordel
(se
exponían
en
unos
cordeles
los
folletos/proclamas/edictos/manifiestos/poesías) escrita en contra de esos desgraciados
que lo único que quisieron fue o que cambiara el país o prestar su simpatía por el nuevo
rey una vez que los españoles, en la guerra, no fueron capaces de rechazarlo.
Llega a atacar a Jovellanos, a pesar de su mesura. El caso de Jovellanos es especial porque hasta
la batalla de Bailén (cuando Cabarrús por mandato de José le ofreció la cartera de interior) dudó
y tras la derrota de José en dicha batalla vio que la aventura napoleónica había terminado en
España. A partir de Bailén, en julio de 1808, la actitud de Jovellanos será distinta y patriótica
como la de tantos otros personajes. Uno de ellos fue Castaños (general en jefe del ejército de
Bailén) que en los momentos iniciales dudaba en apoyar o no a José. Incluso Murat, antes de la
llegada de José a España, mandó a un capitán con cincuenta mil francos para comprar a Castaños
que, por entonces, era el jefe del ejército de San Roque en Gibraltar.
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El ataque a Jovellanos es sorprendente. Dice lo que es Jovellanos, muy a su pesar. Va a
desaprobar sus expresiones, dice que su elocuente pluma bebía de los libelos cuando Jovellanos,
como miembro de la Junta Central en Sevilla, escribirá en contra de los afrancesados. Denuncia
la flaqueza de personajes como Jovellanos cuando hablaba de estos amigos intelectuales que se
pasaron a la otra parte, porque lo hacía de una manera incompleta, sectaria.
El libro denunciará los errores de las Cortes de Cádiz en el sentido de que sembraron odio en
contra de estos otros españoles, fomentando las discusiones y las persecuciones desde Cádiz y
después desde Madrid. Considera extravagantes y escandalosas las proposiciones que se hicieron
en las Cortes en contra de los afrancesados prohibiendo a cantidad de magistrados y de jueces, de
quienes la voz pública decía que habían tenido relaciones con los ocupantes pero que no se
comprobaba. Aquello favorecía la actitud ofensiva del pueblo hacia ellos, lo que tuvo funestas
consecuencias.
El gran mal, dentro del marco de una guerra patriótica, fue que se fomentara la falta de
tolerancia. Así como en otros países de Europa personajes eminentes escribirán libros sobre la
tolerancia, caso de John Locke en Inglaterra o Brontel en Francia, en España nunca se ha escrito
un libro sobre la tolerancia excepto Blanco que lo llamó “Cartas sobre la intolerancia”. Como
aquí no había tolerancia sólo se podía hablar de la intolerancia.
Palabras de un diputado de Sevilla en Cádiz, Morales Gallego (personaje de conducta turbia que
al principio había sido medio afrancesado) en las Cortes, en septiembre de 1812, una vez que los
franceses levantaron campamento en Andalucía: “Todos los empleados deberían ir al patíbulo,
sin exceptuar siquiera a los barrenderos con José Bonaparte”. Hay una incitación por parte de
los miembros de las Cortes a una especie de vísperas sicilianas o noche de San Bartolomé o de
cuchillos largos que explica la situación de guerra civil que se vive en buena parte de las
ciudades entre la minoría que gobierna, que se ha quedado en sus puestos por razón de
responsabilidad en muchos casos.
Al hablar del pueblo (siempre se adopta un paternalismo al hablar del pueblo que muchas veces
no se corresponde con lo que es el pueblo en acción), de su conducta incívica y cruel, Reinoso se
escuda en el hombre de Jobes (el gran político y teórico inglés). Incide en su proclividad a la
crueldad y a la anarquía y hablará de la actuación alucinada que se produce a consecuencia de la
ignorancia y de la credulidad supersticiosa del pueblo. No podían soportar que los afrancesados
se burlaran de sus esperanzas y creencias.
Cuando se produce la ocupación de la ciudad y el pueblo va a las corridas gratis en La
Maestranza, donde se coloca un retrato de Napoleón y otro de José Bonaparte y todo el pueblo
está allí aplaudiendo, no se acordarán al día siguiente que de alguna forma se habían solidarizado
y aplaudido la presencia de los soldados franceses en la ciudad. Al final nos dice que, en su
ignorancia, ellos terminaron creyéndose que eran patriotas. Un terror/pánico se advertía en todo
español, nuestras autoridades eran como unos miembros yertos sin espíritu de vida.
De esta forma se entiende como la guerra más destructiva que ha sufrido este país (más que la
guerra civil de 1936-1939) produjo un descrédito tan grande en todo lo público, en todo lo
institucional con esas tendencias al desorden en todos los sentidos. Delitos sociales socapados de
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patriotismo. Y dirá para terminar su libro: “Hubo en el mundo cosa más variable, más
equivocable, más reducible que la opinión del pueblo acerca de las personas”.
Abordará también, como otros afrancesados, la cuestión de si fueron patriotas los guerrilleros.
¿Patriotas en aquella época de desorden? Dice que los guerrilleros robaban y maltrataban más
que los franceses, más que el ejército de ocupación. En realidad, el ejército lo que hacía era dar
orden a las ciudades. Cuando el ejército de Valencia y el de Andalucía liberan Madrid en agosto
de 1808, la gente de la capital (más preparada que la de los pueblos) vieron como llegaba el
ejército andaluz sin orden ni disciplina, vestido cada uno de una forma –dice el testimonio de
Alcalá Galiano-, con sombreros de ala ancha, estampitas de santos y con guitarras en los
caballos. Este ejército revolucionario era peor que el ejército de orden que garantizaba el
ocupante.
Hablará de los crímenes que cometieron los guerrilleros, con patentes de corso, cubiertos con el
título sagrado de patriota y, sin embargo, talaban/destruían/aniquilaban/derramaban torrentes de
sangre. Una visión contraria a la idealizada de los grandes guerrilleros patriotas españoles. Por
no hablar de los contraguerrilleros.
Hablará de los periódicos. Sus insultos en todas las ciudades una vez que iban siendo liberadas,
empezando por Cádiz y luego por Sevilla. Llenos de improperios contra los habitantes de las
provincias, la prensa actuaba como provocadora para el enfrentamiento. Los periódicos que más
se jactaban de amor a la Constitución y a las ideas liberales eran los que más atentaban contra
ellas. Tratará a los periodistas de charladores aturdidos. ¿Qué dijeron los papeles públicos de los
desórdenes horrendos que se cometieron?
Todos estos elementos dan una idea de la guerra de la independencia que no tiene nada que ver
con la imagen oficial que nos ha llegado. Hablará de los abusos cometidos por los patriotas (que
Galdós llamaba patriotas de buchaca, es decir, de buche) que eran unos oportunistas, que
despojaban a los hombres de probidad, que estaban llenos de odios personales y Reinoso intenta
desenmascarar a esos patriotas. ¿Qué hicieron en Cádiz? Él conocía a muchos de ellos que eran
acomodaticios que fueron a esa ciudad por otra serie de razones o porque, en algunos casos,
solicitaron prebendas de José y éste no se las dio.
El abuso de los bandidos en nombre del patriotismo. Nombre de patriota ganado en las tertulias
pero que no hicieron absolutamente nada por defender a la patria. Todo era cuestión de palabras.
Y cita una frase de Cicerón: “De todas las injusticias ninguna es tan perniciosa y trascendental
como la de aquellos que cuanto más engañan procuran parecer más sinceros”.
¡Qué de pesquisas, persecuciones, de procesos, de encarcelamientos ha motivado la malhadada
tertulia! El recurso del momento era el argumento de la traición: los afrancesados habían sido
traidores. Se llamará traidores a cuantos no aprobaban sus movimientos, a quienes criticaron o
escribieron en los periódicos o dijeron que el ejército español no ganaba ninguna batalla. Todos
eran traidores, se les metía en el saco de afrancesados y de partidarios de José.
En Jerez, la noche del 14 de diciembre de 1812, se arrestaron a 75 personas echando mano de
sastres, barberos y de otros menestrales a falta de delincuentes políticos porque había que acusar
a los traidores. Es lo mismo que le ocurrió a Blanco cuando iba huyendo de Madrid hacia Sevilla
y al pasar por un pueblo de Extremadura se encontró con un grupo de guerrilleros que se
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acercaron al alcalde (al que en su día estuvieron a punto de pasar por las armas) y le dijeron:
“Señor, han matado a un traidor en Mérida, otro en Badajoz, otro en Trujillo. Nosotros
queremos matar a otro traidor”. En otras palabras, nos encontramos al hablar del reinado de José
Bonaparte y de los afrancesados dentro de una guerra extraordinariamente compleja.
Hasta hoy hemos tenido una visión maniquea de buenos y de malos pero, cuando empezamos a
estudiarlos con fuentes nuevas ¿hasta dónde fueron malos españoles los afrancesados?, ¿hasta
dónde fueron buenos/malos españoles los patriotas? Naturalmente muchos cosas tenemos que
corregirlas y así podremos conocer en sus aspectos más vitales lo que fue aquella guerra
patriótica realizada por/contra José que fue la guerra de la independencia 1808-1814.
Napoleón trabajando para la regeneración de España, la cual representada en un patriota le
paga agradecida el beneficio. El que en el norte triunfó con la mentira y patraña, al intentarlo
en España ésta en su plan se cagó. Madrid. Biblioteca Nacional.
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Los Mitos de la Guerra de la Independencia
Ricardo García Cárcel
Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia. La construcción del imaginario. 26,
28 febrero, 4, 6, 11 y 13 marzo 2008. Fundación Juan March. Por Eme
Hoy la conferencia final del ciclo reza “El Sueño de la Nación Indomable”, un título que no es
otro que el del último libro de García Cárcel en Temas de Hoy.
1. INTRODUCCIÓN
¿Porque “el sueño”? Hablar de los mitos es hablar de los sueños pues que son los mitos sino
sublimaciones oníricas, artefactos del imaginario emocional con el que construimos nuestros
sueños. La generación de 1808 es enormemente pródiga en sueño y
soñadores. Los patriotas, los españoles que se levantaron contra
Napoleón aquel mítico Dos de Mayo
soñaron con aquella épica victoriosa con
respecto a los franceses, soñaron con
derrotarlos, soñaron con un concepto de
Nación el de la nación Indomable,
soñaron con una Revolución necesaria en
la España de entonces. Pero no fueron los
únicos que soñaron también soñaron los
Afrancesados, pero fueron sueños
distintos. Esos sueños se dirigieron hacia
el cambio sin traumas, hacia- según la terminología empleada en
referencia a D. Antonio Maura, con “La Revolución desde Arriba” y
soñaron en 1814 con ser perdonados por Fernando VII. Soñó Fernando VII. Los sueños
fernandistas desde 1814 se condensan en la imagen goyesca del Sueño de la Razón; aquí no
había pasado nada, el sueño del inmovilismo., Esta conferencia cabalga a caballo de muchos
sueños. Lo que pretende v García Cárcel son dos cuestiones prioritarias:
-
En primer lugar el método, la manera, cómo se construyeron, imaginaron, fabricaron
esos mitos de la Guerra de la Independencia.
Luego entrará en el apartado quizá más interesante, el de la contrastación entre la
realidad histórica y los mitos, lo sueños, el imaginario….
2. LA GÉNESIS Y LOS USOS DE LOS MITOS Y SUEÑOS DE LA GUERA DE LA
INDEPENDENCIA
Primera cuestión, la génesis y los usos de los mitos y los sueños de la Guerra de la
Independencia.
2.1. La génesis de los mitos
A) Como dijo García Cárcel la generación de 1808 es una generación de soñadores, de sueños, y
aún más, la construcción de los mitos de la Guerra de la Independencia comienza por sus
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
propios protagonistas. Fueron los propios actores de la Guerra los primeros constructores de los
Mitos, acaballo de sus Diarios y memorias personales. Pocas generaciones se han sido tan dadas
a escribir su autobiografía o memorias personales como la de 1808. ¿Narcisismo? ¿Necesitaban
reflejar su propia vida en términos de autocomplacencia? Si, lo hubo, pero también hubo un
trascendentalismo también no exclusivo d esta generación. Un célebre español, Carlos García, a
principios del XVII estableció a principios del siglo una muy conocida contrastación entre los
españoles y los franceses; para los franceses “La memoria de los franceses es de cosas
presentes, olvida todos los agravios pasados y nace en cuenta del futuro. La memoria de los
españoles es de cosas pasadas y futuras; pesan todas sus acciones con las balanzas del pasado
y del porvenir”.
El porvenir se escribe desde las memorias personales, intentando construir el futuro, quedar bien
ante la Historia. Esto es una constante que se constatan mucho si se analizan los Diarios
Personales, especialmente de esta generación. Las Memorias Personales son memorias, más allá
de las puramente personales y e informativas y que son las que más interesan a Ronald Fraser en
su clásico libro sobre la “Maldita Guerra”, la Guerra de la Independencia, son las Memorias
justificativas, marcadas por el sello del trascendentalismo, de intentar no sólo quedar bien ante el
rey juez, sino antes la Historia. Muchas de ellas escritas en calientes y también en frío,. Aunque
son las menos. Escritas en caliente, con la voluntad clara y formulada de construir el mito de
quedar para el futuro una secuela. Las más conocidas de las escritas en frío son Memorias de
Godoy, memorias escritas en 1836 y que las escribe en este caso no para construir su propio
mito, sino para corregir su papel de malo, traidor histórico de la película, que se le asignó en
1808.
B) Respecto a la construcción de los Mitos de la Guerra de la Independencia, otra segunda
cuestión, casi un tópico. Los mitos se fundamentan desde la precocidad de la muerte, morirse
pronto. Pero esto no es válida para lo que nos se nos ocupa. Salvo casos puntuales (Daoiz y
Velarde, en el mismo día que les da su relevancia, Álvarez de Castro en 1810), los protagonistas
suelen morir mucho más tarde la finalización de la Guerra de la Independencia; Palafox en
1847, Agustina de Aragón en 1854, Castaños en 1852, Espoz y Mina en 1836, El Empecinado en
1825, José I, el contramito, el antihéroe, 1844. Por lo tanto no es la precocidad de la muerte la
fuente de los mitos, los protagonistas “murieron de viejos”.
C) Sin embargo, los mitos se construyen precozmente. Varios ejemplos;
el Dos de Mayo suscito inmediatamente después, oraciones fúnebres, infinidad de
textos, glosas poéticas, valores literarios del más diverso tipo, grabados pictóricos y
proyectos monumentalistas, muchos, que dicho sea de paso se construyeron, eso sí
con muchísimo retraso (en no pocos casos habrá que esperar al la Restauración para
ver su finalización). Hablamos de una fecha tan precoz como 1808, no ya después de
las Cortes de Cádiz, que efectivamente sirvieron para relanzar los Mitos, pero en
1808-1809, los mitos estaban ya en plena efervescencia. Por supuesto, las pinturas de
Goya en 1814 servirían para institucionalizar no sólo el Dos de Mayo en su dualidad;
tanto el Dos de Mayo como el Día del Levantamiento, y también el Tres de Mayo, el
de la represión, los fusilamientos. Hay un Dos de Mayo heroico y un Dos de mayo
victimista.
Los mitos son muy precoces salvo en determinadas manifestaciones, como en el
teatro, cuyas primeras empiezan a escribirse en la década de 1840.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
También son tardías las evocaciones de las mujeres en la Guerra de la Independencia,
en particular las mujeres del Levantamiento madrileño, la construcción de cuyos
mitos un fenómeno tardío. Para la construcción del fenómeno Malasaña hay que
esperar a la Restauración. El fenómeno pictórico tampoco es inmediato (Sorolla,
Palmarolli, Álvarez Dumont), son de la segunda mitad del XIX.
Otros episodios de mitificación temprana se refieren a los tamborileros del Bruch
(¿uno o varios?). La prensa catalana de la época se hizo eco abundante con la
competencia entre las dos ciudades que querían capitalizar el hecho, Igualada y
Manresa. El aura, la glosa, del hecho como protección, fenómeno imputable a la
protección de la abadía de Monserrat es posterior, data de la Restauración, promovida
por el catalanismo conservador de Torras y Vallés. Bailén, lo mismo, la primera
victoria sobre Napoleón le da a Bailén inmediatamente después de su celebración
esas connotaciones gloriosas, con Castaños a la cabeza.
¿Y los Sitios? Ya en el primer Sitio de Zaragoza, cuando los franceses levantaron el
cerco en agosto de 1808 con la victoria del pueblo zaragozano pero era evidente que
volverían a intentar tomar la ciudad, ya desde ese agosto, ese genio mediático que fue
el general Palafox construyó una aureola mítica a los protagonistas del asedio
zaragozano e invitó a pintar a Goya al propio Palafox, Castaños, Agustina de Aragón
y a visitar la localidad a numerosas autoridades y personajes. Otra cosa son las
mujeres (Casta Sánchez, Manuela Álvarez, la condesa de Bureta…). Sus glosas son
muy posteriores, hay que situarlas en el marco de la Restauración. Respecto al Sitio
de Gerona, en contraste con Zaragoza, Álvarez de Castro muere muy pronto, ya
después de su muerte, un militar de su confianza, Francisco Satué en 1814 es el
primero que establece la primera glosa de su sitio. Las primera gran historia glosas
del Sitio de Zaragoza la escribe un franciscano en 1818, seguida de otra en 1820.
Otra cosa es el monumentalismo, o la estatuaria, mucho más posterior. El
monumento a Álvarez de Castro se levanta en 1875 y el de Agustina de Aragón en
1908.
Esto mismo se puede decir respecto a los guerrilleros, también la construcción de su
mito es muy rápida. Y Espoz y Mina tiene su primera biografía en 1811, la obra de
Pardo Andrade sobre los guerrilleros gallegos surge en plena guerra, 1810.
2.2. Los usos de los Mitos
La cercanía cronológica de la construcción de los sitios queda clara. Pero ¿Y los usos públicos de
esos mitos? García Cárcel quiere subrayar que no fueron nunca patrimonios privativos de la
derecha o la izquierda, La Memoria Histórica de la Guerra de la Independencia ha sido utilizada
por ambos bandos, la ideología conservadora y la ideología liberal. Hay dos tópicos que de tanto
repetirse nos lo hemos creído creyendo.
-
El término de independencia no es un concepto que surja, como se ha dicho en los
años 30 del siglo XI. Está presente desde el mismo inicio de la guerra. La primera cita de
la Guerra de la Independencia no es, como se ha dicho innumerables veces, la obra de
Cecilio López en los años 30. Ya en 1809 un militar catalán de Solsona, ironías de la
vida, `por nombre Francisco Javier Cabanes, que en 1809, en plena guerra, escribe
“Historia de las operaciones del ejército en Cataluña militares en la Guerra de la
Usurpación, o sea la Guerra de la Independencia”. Según García Cárcel, se huye del
término Guerra de la Independencia, buscando terminologías más cómodas, asépticas o
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
-
asexuadas, como es “Historia de la Guerra del Francés (ni siquiera de la “Guerra contra
Napoleón”). El término Independencia tiene unas connotaciones de las que se quiere
tener el monopolio en otros escenarios. El término Guerra de la Independencia es muy
precoz.
La idea que de la evocación de la Nación en la Guerra de la Independencia se lleva a
cabo desde el bando conservador, mientras que desde el mundo de la izquierda se usa
el término “revolución”. Así, el término “Nación” sería privativo de la derecha mientras
que el término “Revolución” sería privativo de la izquierda. García Cárcel afirma
rotundamente que eso no es así; el término Nación es utilizado efectivamente por la
derecha, con unas connotaciones y usado por la izquierda con otras connotaciones
diferentes. El término Revolución también es usado indistintamente por liberales y
conservadores, derecha e izquierda. Algunos ejemplos:
o Los textos de los grandes conservadores ideológicos de la Guerra, como Colón o
Carnicero. El texto de Colón se denomina “Historia de la Revolución de España
(1812)”; el de Carnicero “Historia razonada de los principales hechos de la
revolución de España (1814)”. Pero no crean que esos términos se emplean
únicamente en los títulos, se desarrollan y usas en los textos.
o El término Revolución no sólo lo usan los liberales como Flórez Estrada
(“Historia de la Revolución de España 1810)”. Hasta los afrancesados, como
Juan Antonio Llorente, autor de la “Historia crítica de la Inquisición”, con sus
Momorias para servir a la Revolución de España (1814). Todos escribían de la
Revolución, otra cosa era el significado que le daban.
o
Igualmente el término “Nación” tiene diferentes significados según el bando que
lo emplee. En el ámbito conservador, Nación era igual a Monarquía, con
connotaciones religiosas. No en vano Cánovas del Castillo estima que el germen
de las Guerras Carlistas se da en la Guerra de la Independencia y de las corrientes
que irán hacia el Carlismo, con la bandera de “Dios, Patria, Rey”. Pero en el
término Nación, según los liberales, está el fermento de Nación como reserva de u
derechos cívicos, no como una Nación de súbditos, sino como una Nación de
ciudadanos, que naturalmente encontrará su vehículo promocional en las Cortes
de Cádiz y que tendrá en la Constitución de 1812 su momento eufórico y triunfal.
o Y para los conservadores, el término “Revolución” tendrá connotaciones de
Restauración, de revolución contra el godoyismo, contra el presente momento
político y la restauración de Fernando VII. Sin embargo, en el bando liberal
“Revolución” quiere decir justamente el proyecto hacia adelante, de cambios, de
alternativas de un nuevo modelo referencial ideológico.
En definitiva, los usos públicos de la Memoria, de los Mitos de la Guerra, son enormemente
fluctuantes. García Cárcel ha asistido a polémicas entre historiadores, como por ejemplo el de un
excelente contemporaneísta de la Universidad de Zaragoza, Ignacio Peiró, que defiende la idea
de que la Memoria Histórica de la Guerra de la Independencia ha sido ante todo usada e
instrumentalizada por las fuerzas ideológicas conservadoras y polariza su atención en los modos
de conmemoración de los Sitios de Zaragoza en 1908. Frente a esta imagen Moreno Luzón
prioriza la versión contraria de que la memoria del Primer Centenario fue instrumentalizada por
La Guerra de la Independencia. La Construcción del Imaginario
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
el mundo ideológico liberal (Basilio Paraíso o el liberal Segismundo Moret, ex primer ministro y
que impulsó las celebraciones). ¿Quién tiene razón?
La opinión de García Cárcel es que la memoria es fluctuante y enormemente mixtificadora de
referencias de uno y de otro lado ideológico.
Si hacemos memoria y nos vamos a los años 30 del siglo XIX, la de los abuelitos que
habían hecho la guerra o que habían visto hacer la guerra, p.e. el conde de Toreno, con su
clásica Historia de Levantamiento, Guerra y Revolución, elaboraron una “épica liberal
“de la Guerra de la Independencia, creyendo ver casi una predestinación entre el
levantamiento y la guerra de 1808 y la revolución de 1812. Así elaboraron una memoria
histórica que como Toreno buscaba hacer de su propia nostalgia épica, tentación en la
que por otro lado es muy fácil caer. “Hicimos lo que pudimos, no se pudo llegar a más”
Y de esto, de que no se llegue a más, siempre tienen la culpa los reaccionarios.
La generación de los nietos de la guerra, la de 1868, es muy distinta. La Memoria de
los nietos, según García Cárcel, es mucho más beligerante (parafraseando a Santos Juliá
cuando se refiere a la Guerra Civil), que la memoria de los hijos. La memoria de los
nietos evoca la Guerra de la Independencia no como un modelo a repetir, sino como
justamente lo contrario, como buscando alternativas a ese modelo. La generación de 1868
primero fue republicana. Elaboraban una alternativa política diferente a la de 1808, en la
que el rey estaba entonces cautivo, sino otra alternativa política que ya no postulaba la
presencia del rey, sino un modelo republicano. Y los mismo desde el punto de vista de la
construcción del estado del que se parte desde un punto de vista federalista (otra cosa son
las consecuencias de ese punto de vista o de su plasmación). Nada que ver con el modelo
pretendidamente jacobino de la mayoría de los hombres de las Cortes de Cádiz. Por lo
tanto la generación de los nietos es una generación que busca modelos alternativos
totalmente distintos.
Después vendría la Restauración. Piensen que Cánovas es un hombre muy poco
entusiasta de la Guerra de la Independencia, nunca le fascinó ni le atrajo, creyó
siempre que era la madre de la Guerra Carlista. Nunca le fascinó ni tuvo nostalgia la
épica de la Guerra de la Independencia, en la que vio la clave del sufrimiento de las
Guerras Carlistas. Pero la Restauración encontró en la memoria una nueva vía
apasionante, la “vía o memoria galdosiana”, la memoria literaria de los Episodios
Nacionales. Galdós introduce algo inédito hasta entonces, que podemos llamar el
“nacionalismo de la calle”, el nacionalismo no institucional o cargado de retórica
institucional, sino absolutamente a pie de calle, la épica del hombre común y corriente.
Por esa vñia la Restauración encuentra una memoria sentimental nueva, hasta entonces,
de la Guerra de la Independencia.
Respecto al primer centenario de la Guerra de la Independencia; se ha comentado
mucho de D. Antonio Maura boicoteó las celebraciones, y no fue exactamente así. Tenía
un evidente escrúpulo a que las celebraciones pudieran ser una fuente de distorsión de las
relaciones entre España y Francia. Y le preocupó mucho el dinero, los costes, diciendo
que no a infinidad de iniciativas que proponían apoyo estatal para estos monumentos
aunque al final llegó a ofrecer el bronce gratuito el bronce para los monumentos que
quisieran hacer los ayuntamientos e iniciativas ciudadanas. García Cárcel cree que se es
La Guerra de la Independencia. La Construcción del Imaginario
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
demasiado crítico con Antonio maura al atribuirle una voluntad de cercenar las
celebraciones de la Guerra de la Independencia.
Los republicanos del 31. La república construye una épica resistencia l durante la
Guerra. Los discursos de Azaña hacen continua referencia a la Guerra de la
Independencia. Pero sobre todo hay que fijarse en el “No pasarán” del sitio de Madrid,
con el sueño resistencial de Numancia, de Zaragoza, de Gerona, constantemente evocado
por los republicanos.
Y luego el franquismo, en el que la Guerra de la Independencia, es el sueño de la
evasión, la mitología de cartón-piedra, de Juan de Orduña y su película sobre Agustina de
Aragón, mitología que sobre todo busca evadirse del marco de la época, del aislamiento.
Luego viene la generación educada en la cultura del franquismo. El padre de García
Cárcel extraordinario maestro de escuela, inculcó en sus alumnos el imaginario de Daoiz
y Velarde, de Agustina de Aragón, un Parnaso necesario de héroes en los que creer y con
los ilusionarse. Y luego curiosamente esa gene ración educada en esos mitos ha sido la
que más ha contribuido a deconstruir, a laminar buena parte de esa mitología, con un
argumento falso y que García Cárcel le irrita particularmente, el atribuir presuntamente a
Franco la génesis de esos Mitos de la Guerra de la Independencia. García Cárcel cree que
es de una ingenuidad increíble atribuirle a Franco esa capacidad de crear esa época. No la
creó, solo recreo una épica histórica de largo recorrido.
3. EL CONTRASTE ENTRE LOS MITOS Y LA REALIDAD
Entramos en el contraste histórico entre los mitos y la realidad. Es el contraste más doloroso,
averiguar, discernir, donde está la verdad y donde está el imaginario.
Empecemos por el Sueño de la Nación Indomable, cuyo adjetivo García Cárcel desvela su
origen como una sugerencia de su amigo Antonio Morales Moya, al que le estará siempre
agradecido. ¿Qué hubo de indomable en esa nación española levantada durante la Guerra de la
Independencia.
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Ciclos de conferencias la Guerra de la Independencia
El Dos de Mayo, ¿Qué hay de verdad y qué hay de imaginario? ¿Fue realmente un
levantamiento nacional, una explosión popular, o fue un simple motín? ¿Qué hubo de
espontáneo u qué hubo de planificado, de larvado? ¿Qué hubo de totalidad, de
exhaustividad social, que hubo de sectorialización concreta? Y sobre todo una cuestión
que planteaba antes ¿Cuál de esos dos días debe ser nuestro referente? Porque la
mitología se ha construido sobre esos dos días, aunque sea del Dos de Mayo el que haya
arraigado en nuestra memoria? La memoria liberal primó siempre el levantamiento
heroico del Dos de Mayo. En la historiografía liberal de la Guerra de la Independencia,
en algo tan simple como cuantificar muertos, los liberales siempre primaron, exageraron,
más las bajas francesas que las bajas españolas, como si el heroísmo estuviera en la
capacidad española del levantarse contra el francés y causarle muchas bajas. En cambio,
la memoria conservadora se ha polarizado mucho más en la imagen victimista del pueblo
machacado, reprimido y fusilado por los franceses, y el dramatismo en este caso se pone
en el número de muertos españoles. La ideología es la indica el grado de importancia de
las bajas.
El tema nacional nos lleva a la cuestión del Patriotismo y del Afrancesamiento. ¿Donde
están las fronteras? ¿Hoy es creíble el mito de la anti-España de los Afrancesados?
Evidentemente no. Las fronteras cada día se ven más borrosas entre patriotismo y
afrancesamiento. La biografía reciente de José I que ha escrito Manuel Moreno Alonso
viene a ratificar la misma idea. Hubo mucho de aleatorio, de circunstancial en el
alineamiento en el bando patriota y en el alineamiento en el bando afrancesado. Es más,
hubo unos movimientos increíbles en la frontera entre ambos conceptos. Piensen que hay
afrancesados como Romanillos o Martínez Marina, que van a tener un protagonismo
extraordinario en la cocina ideológica de en la Constitución de 1812, obviamente desde el
lado patriota. Y también ¿Cuántos empezaron como ilustres patriotas y se deslizaron, en
función de circunstancias múltiples en el lado afrancesado? Todo el grupo patriota
sevillano, encabezado por Alberto Lista, con los Miñano, Reinoso, etc… fueron
inicialmente patriotas. Pero sobre todo¿ cuánto hubo de tercera España digamos
“ambigua”, entendido este concepto no de manera peyorativa, sino como indefinida,
perpleja, contemplativa ante una situación que vivieron muy dura, con más de medio
millón de muertos. Cuantos empezando desde el pintor Goya, que pintó todo, desde lo
pintable hasta lo no pintable desde los escenarios ideológicos más contrastados, y que
acabó sufriendo el exilio.
Pero es que les diré más sobre el Sueño de la Nación Indomable. ¿Cuántas veces hemos
glosado los tres primeros artículos de la Constitución de 1812, yo el primero, que
sentencian por primera vez el concepto de soberanía nacional? Lo cual nos hace pensar,
lo que a juicio de García Cárcel requiere matizaciones, a la Constitución de 1812 como
un triunfo de lo que podríamos llamar “la España jacobina”. Habría muchos matices que
hacer. Pero simplemente no hay que olvidar el contexto histórico en el que fabrica la
Constitución de 1812, un marco excepcional, con una enorme presión militar y con la
absoluta evidencia de que se está jugando con un concepto de Nación que no tiene rey,
con una situación de absoluta provisionalidad política. No se acaba la Constitución de
1818 no acaba con el régimen monárquico. En lo que toca al papel de los diputados, sólo
nos acordamos del “Divino Argüelles” y del Conde de Toreno, pero no olvidados un
papel que generó bastante contrapeso en la propia constitución de 1812, en los que la
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sombra del legado foral está muy presente. Y no hay que olvidar que los Fueros no
fueron suprimidos hasta la época de Cánovas del Castillo, en 1876, con motivo de la II
Guerra Carlista, uno de cuyos legados fue la supresión de dichos fueros vascos. Y
piensen que la Constitución de 1812 ni siquiera dejó cerrada el largo problema de la
territorialidad del estado. Piensen que el que hizo la división en provincias de España no
fue un liberal proveniente de las Cortes de Cádiz, sino Javier de Burgos, un afrancesado.
Subrayo todo esto para hacer constar que lo mismo que los autores de la Constitución de
1812 se movieron en el Sueño de la Nación Indomable a veces los historiadores nos
dejamos llevar por esas visiones oníricas. Y qué decir respecto a esa revolución liberal
cuando se contrasta los logros revolucionarios de la Constitución de 1812 con el
Estatuto de Bayona, o con los Decretos de Chamartín que dicta Napoleón, según
García Cárcel uno no se entusiasma precisamente por las conquistas revolucionarias de la
Constitución.
Y acabo rápidamente para exponerles un balance de lo que podríamos llamar los héroes y los
villanos de la Guerra de la Independencia el contraste de los mitos y las realidades de estos
personajes.
Y empezaremos por los villanos, los clásicos, los siempre referidos villanos históricos.
¿Merece la figura de villano el “hermanísimo”, José I? García Cárcel cree que no, que
más bien suscita ternura, después de tanta sátira y denuesto recibido. Ternura por el
hecho de que desesperara a su propio hermano al creerse de verdad su papel de rey de
España. El era un elemento instrumental en manos de la política imperial de Napoleón y
a su hermano le contrariaba que su hermano se creyera el rol que le había asignado.
Además sólo como nadie con ser el mejor rey que había tenido España, ser querido por
el pueblo, y hace todo lo que puede con identificarse, por congraciarse con una sociedad
que le ve como un intruso, un rey impuestos asistiendo a corridas de toros o presidiendo
las procesiones de la Semana Santa de Sevilla, él un agnóstico convencido, genera una
gran ternura.
Napoleón, el gran malo de la película, el condottiero vocacional, violento. La pregunta
que todavía nos se ha respondido es qué hubo de verdad en los textos y escritos de
Napoleón en esa voluntad regeneracionista con las que entra Napoleón en España.¿Realmente creía tener una voluntad de regenerar a la sociedad española? ¿El caldo de
cultivo de sus lecturas lo había llevado a tener una imagen hasta piadosa de una sociedad
mal gobernada y él creía que era el hombre que podría regenerar a esa sociedad? ¿O era
simplemente un cínico y disfrazaba su cinismo con el paternalismo regeneracionista? En
cualquier caso fue consciente, y sus Memorial de Santa Elena lo demuestran, que cavó su
tumba en España, un hermoso abismo lleno de flores de España, fuente de sus
desgracias. Confundió la indignidad expresa de sus reyes en España con las cualidades
morales de la sociedad española.
Godoy, el seductor. La clave del éxito de Godoy respecto a los reyes, su grado de
confianza, ha quedado hoy bastante claro que no debe, al menos únicamente, a sus
capacidades amatorias en el mundo de las alcobas reales. El atractivo de Godoy, lo que
él vende a la sociedad española o al menos a las minorías ilustradas, es algo
fundamental, el que él puede ser el hombre del cambio necesario y posible, en la España
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de la transición de siglos, del siglo XVIII al siglo XIX. Y desde luego le vende a la
Monarquía su propia audacia, el ser un hombre sin miedo en un mundo de miedosos. Y
desde luego lo que atrae del personaje es que pocos han tenido la oportunidad que tuvo
Godoy para escribir sus memorias con un montón de años de distancia respecto a los
hechos que narra, con la frialdad y distancia respecto a los mismos y con el íntimo y
envidiable placer de sobrevivir a todos sus enemigos.
En cuanto a los héroes
Daoiz y Velarde, dos personajes heroicos, dos representantes de esa España plural que
serán siempre el testimonio del levantamiento contra el invasor, y cuyos perfiles no están
aún lo suficientemente definidos. Y la pregunta que se hacía antes García Cárcel y la
vuelve a plantear ¿Estaban insertos ambo en una trama conspiratoria contar Godoy? ¿Fue
el Dos de mayo de entrada un remake del Motín de Aranjuez?.
Castaños, el general que sólo ganó una batalla, e incluso su autoría o intervención en la
misma es discutido últimamente por los historiadores militares , que le atrubuyen un
papel relevante a Reding (apostilla de EME, parece ser que el verdadero protagonismo
en el campo de batalla corrió a cargo del General Reding, mientras que Castaños estaba
en retaguardia. Reding murió en 1809). Fue el militar adaptativo, sobre el que pende la
Memoria Histórica de que fue el militar que firmó la pena de muerte de otro militar
liberal, el general Lacy.
Palafox, es el militar mediático, con un olfato mediático absolutamente avanzado para su
época, que cultivó el ego de manera extraordinaria, hasta en sus propios retratos, y que
supo subirse en el carro de la guerra en el momento oportuno y supo sacar el máximo
partido a su participación.
Agustina, una heroína de un día, el 3 de julio de 1808, promocionada por todo una serie
de circunstancias coyunturales, que asumió y se creyó su papel toda su vida, arrastró y
enarboló siempre sus galones de condición militar, otorgada después del primer sitio de
Zaragoza por Palafox y de algún modo una mujer promocionada a caballo de su propia
condición de su mujer. En el contexto de la época se requería, era políticamente correcto
asumir, invocar la idea que durante la guerra también la mujer asumió un papel no
periférico, o al menos de manera coyuntural con los condicionantes y las limitaciones que
se quiera, diera un paso al frente en ese momento histórico. Eso ciertamente lo hizo
Agustina, mujer desgarrada, de vida personal tormentosa, y al final protagonista de una
novela escrita por su propia hija, carlota Cobo, en 1858, que bien podría reeditarse.
Álvarez de Castro, un militar totalmente distinto a Palafox, un militar atormentado, que
quería a toda costa que se olvidara el estigma de haber sido él el defensor de Montjuich
cuando entraron fácilmente los franceses en Barcelona y su papel histórico en Gerona
estuvo muy condicionado para que la gente olvidara su papel previo.
Wellington, un genio militar indiscutible, que había estado en España como antes había
estado en Indias, sin esforzarse por conocer a la sociedad española a la que siempre
despreció y con la que nunca se identificó.
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Y Fernando VII, qué decirles de Fernando VII, el villano-héroe o el héroe-villano, el
motivo por el que se hizo la guerra, o al menos por el que muchos españoles hicieron la
guerra, y que constituyó una profunda decepción en 1814, cuando vuelve y muestra su
perfil.
4. CONCLUSIÓN. QUÉ HACER CON LOS MITOS
¿Qué hacer con los mitos? Hay
historiadores que consideran los mitos son
sólo un atractivo turístico, que a los mitos
hay que encerrarlos en los muesos, que hay
que fijar una hora de visita y “momificar el
pasado”. Hay otros historiadores que lejos
de momificar los mitos los convierte en
permanente
banderín
de
enganche
ideológico e incluso piensan que incluso
piensan que hasta pueden los mitos
contribuir a ganar elecciones.
Mitos funcionales, mitos políticos. El
historiador ha de ser simplemente el “Historiador Turista”, como dice Manuel Cruz, o el
“Historiador Político”. García Cárcel piensa que ni lo uno ni lo otro. La postura del historiador
ante los mitos no ha de ser del ignorarlos ni laminarlos, los mitos merecen memorias, porque los
mitos son artefactos emocionales por los que mucha gente ha muerto, y nada más por esto último
merecen memoria, pero de una memoria que ha de ser a su vez crítica, que desvele las falsas
realidades en las que se fundamenten los mitos, las verdaderas y las falsas, porque a la postre,
como dice Gabriel Herrán Chato, lo importante no es recordar u olvidar y lo digo por el tema
Memoria Histórica, que tanto nos ha atormentado, lo importante es saber o ignorar. Lo
importante es saber, y el definitiva el objetivo de saber es con el que los historiadores que hemos
participado en este ciclo y con toda la ilusión del mundo hemos expuestos estas conferencias.
Nada más, muchas gracias.
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