EXPRESO SEGURIDAD Martes 28 de Febrero de 2012 Jorge Flores / EXPRESO 4F En el crucero de José Carmelo y Leovigildo Gómez, pocos recuerdan el hecho que costó la vida de cinco vecinos, pero los afectados no lo olvidan tan fácilmente. HAN PASADO 19 AÑOS LOS RECUERDOS AÚN ‘DUELEN’ Fue el día en que la colonia Pimentel quedó marcada por un hecho violento sin sentido aparente LOS ASESINADOS: Por Diego Pinto Los hechos En las calles José Carmelo y Leovigildo Gómez, en la colonia Pimentel, la camioneta se quedó sin gasolina. Ahí, en el estado en que se encontraba, pidió el teléfono a los propietarios de una taquería que se encontraba en el lugar. Como no tenían, lo mandaron a una casa del callejón Tepupa, una Inolvidable para los vecinos que aún viven en el lugar es aquel domingo. calle hacia el oriente. Una mujer le prestó el teléfono. “Parecía que venía drogado, llegó así, risa y risa desde que llegó, ‘ay qué rico huele, ¿qué están haciendo?’, preguntó, se sentó en el sillón y el solo se mecía”. Narra eso Esther Coronado, quien ese día lo dejó entrar a su casa, localizada casi en la esquina de ese callejón y la José Carmelo, para que hiciera la llamada. “Al que le habló le dijo que si podía venir por él, nos preguntó la dirección, luego salió y nos dijo ‘muchas gracias, ya me voy’. Ahí fue cuando sacó la ‘cuerno de chivo’ y mató a los muchachos”, recuerda, a 19 años de lo sucedido. El multihomicida llamó a sus compañeros de la Policía Judicial Federal, para que pasaran a recogerlo. Lo que sucedió, fue que después de hacer la llamada regresó a su carro -que estaba sin gasolina sobre la José Carmelo- y no encontró las llaves. Y ante esa frustración, accionó el fusil que traía contra las mismas personas que lo habían orientado, en la taquería, pues pensó que ellos se lo habían robado. Ahí, murió Honorio Zazueta Trinidad, un joven que estaba haciendo tiempo junto con otras personas para ir a jugar beisbol a un estadio. Samuel Jiménez Flores, otro joven vecino del sector, y que estaba en los tacos. Él intentó detener al “Teniente” y forcejearon. El agresor lo encañonó y lo obligó a que lo llevara a una casa de la calle Adalberto Truqui, dos calles al oriente, donde según el mismo asesino, estaba quien le había robado las llaves. En esa casa, la número 106, estaba dormido Santos Reyes Zazueta Trinidad, un joven de entonces 22 años, -hermano de Honorio, a quien “El Teniente” acababa de matar-; el homicida se metió a la casa, le disparó a quemarropa y luego asesinó a Samuel. Los dos quedaron tendidos en el cuarto. Luego salió de la casa y regresó a donde estaba su camioneta. En eso, una familia que viajaba en un Ford, Mustang, por la calle José Carmelo, intentó virar por la calle que la Pathfinder de Riojas Vázquez estaba bloqueando, por lo que accionaron el claxon para que se moviera. Eso no le pareció y disparó en contra de ellos. Ahí, resultó lesionado Antonio García Valenzuela, de 17 años, quien conducía ese vehículo. Sus familiares lo llevaron al hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero no llegó con vida. En eso, un vecino salió a intentar calmar al alterado sujeto. Era Francisco Javier Ruibal Carrillo, apodado “El Chicharronero”. Por el mismo estado de la “madrina”, al verse ofendido accionó la metralleta en su contra. También murió. Una vez perpetrado el multihomicidio, el originario de la Ciudad de México tranquilamente huyó caminando hacia el Periférico Poniente -el hoy llamado bulevar Solidaridad-, donde lo recogieron otros sujetos, también identificados como “madrinas”. Ellos, Jesús González Arroyo y Leobardo López Caro, lo llevaron hasta la casa en que vivían los tres, el comandante Gutiérrez Véjar y la mujer de éste, en la colonia Casablanca -cerca de la base de la PJF- y se durmió. Cuando despertó, fue arrestado por sus mismos compañeros, luego de que su jefe, el comandante, les diera la orden. Jesús Riojas Vázquez, en ese entonces de 30 años, fue juzgado en Sonora y por los delitos cometidos se le condenó a que purgara una pena de 40 años de prisión, y fue trasladado al penal de Puente Grande, en Guadalajara, Jalisco. En 2006, regresó a Sonora y se le recluyó en el Cereso 1 de Hermosillo, donde pasa sus días en espera de cumplir su sentencia. Indicaciones Dos amigas que no se habían visto desde la secundaria se encontraron en la calle. Una de ellas se da cuenta que la otra tiene un bebe en sus brazos y le dice: ¡Que bebe más bonito! ¿Cómo se llama? Se llama Talco. ¿Talco? ¡Que nombre tan raro! Es que mi mamá, antes de que se fuera de viaje me dijo que le pusiera “talco” al bebe. Diego Pinto / EXPRESO En la Hemeroteca de la Unison, las imágenes de los periodistas en aquel día aún llaman la atención. Jorge Flores / EXPRESO Febrero 28 de 1993, hoy hace 19 años que Hermosillo vivió una de las jornadas más crueles que ha vivido: El “Domingo Rojo, como se le conoce al día en que Jesús Riojas Vázquez, alias “El Teniente”, acabó con la vida de seis personas, cinco de ellas a balazos. Riojas Vázquez era un ayudante informal de un mando medio de la hoy extinta Policía Judicial Federal (PFJ), como se le conoce popularmente una “madrina”, persona que se dedica a hacer el trabajo sucio de los agentes policiales. Originario de Iztapalapa, una de las delegaciones más populares de la Ciudad de México, “El Teniente”, como se le conocía en la corporación, había llegado hacía tres semanas a Hermosillo, para servir al comandante Manuel Gutiérrez Véjar. El sábado 27 de febrero, un día antes del tristemente célebre domingo, Riojas Vázquez había estado bebiendo y consumiendo drogas toda la noche. La mañana le llegó, en evidente estado etílico. A bordo de una camioneta Nissan, Pathfinder, de su propiedad -que después confesó era robada- atropelló a un hombre de la tercera edad en las calles Juárez entre San Luis Potosí y Zacatecas, en la colonia Centro. Era Eulogio Escalante Rivera, de 65 años, un hombre que sin deberla ni temerla provocó -según palabras del mismo multihomicida- una masacre que terminó con cinco personas acribilladas con un arma de las conocidas como “cuerno de chivo”. Y según José Larrinaga Talamantes, en ese entonces reportero que cubrió ese hecho -curiosamente, hoy portavoz de la Procuraduría General de Justicia del Estado- “El Teniente” no se inmutó y continuó su camino. Pero de acuerdo a lo que una vez el detenido declaró, ese hecho sí lo afecto y lo puso nervioso. Tanto, que lo orilló a cometer la barbarie por la que convertiría ese domingo 28 de febrero en el “Domingo Rojo”. Especial / EXPRESO [email protected] ◗ Eulogio Escalante Rivera, atropellado en la colonia Centro ◗ Honorio Zazueta Trinidad, acribillado en taquería de José Carmelo y Leovigildo Gómez ◗ Antonio García Valenzuela, asesinado a bordo de su carro, en José Carmelo y Leovigildo Gómez ◗ Francisco Javier Ruibal Carrillo, vecino a quien mató por fuera de su casa, en Leovigildo Gómez y José Carmelo ◗ Santos Reyes Zazueta Trinidad, asesinado mientras dormía en su casa, en la calle Adalberto Truqui casi con José Carmelo ◗ Samuel Jiménez Flores, ejecutado en esa misma casa Santos Reyes Trinidad. “SIN NADA QUÉ VER” N inguna de las víctimas de Jesús Riojas Vázquez, “El Teniente”, tenía relación con él o la situación en la que se encontraba. Y si hubiera grados, el que menos “tenía vela en el entierro”, el que ni siquiera sabía qué pasaba, era el joven Santos Reyes Trinidad. “¿Cómo no me voy a acordar?”, se cuestiona la señora Rosario Trinidad Castro, madre de Santos, quien a 19 años de lo sucedido, todavía tiene los recuerdos a flor de piel. Santos era un joven deportista -practicaba futbolque se dedicaba a laborar en un taller mecánico del sector, hasta que la vida le fue sesgada por nueve certeras balas de un rifle AK-47. “¿Cómo no me voy a acordar? Si ese día (el 28 de febrero) es mi cumpleaños, cada que cumplo años me acuerdo de mi hijo”, rememora sin aguantar las lágrimas, lágrimas que a 19 años de la tragedia siguen brotando como el primer día.