Tenerife, el Teide y la salud

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TENERIFE, EL TEIDE Y LA SALUD
Los siglos XIX y XX se vieron azotados por enfermedades propias de la era industrial
en que se vivía. El cólera, la viruela, la peste, etc., fueron poco a poco superándose por
los adelantos médicos y sociales, sin embargo otras como la tuberculosis no respetaban
diferencia de clases, desde reyes (Alfonso XII), hasta poetas (Bequer) y muchos otros
anónimos que buscaban lugares distintos a los que habían originado sus dolencias.
Las vías respiratorias, en países fríos como los centros y norte europeos, eran las más
afectadas desde el punto de vista sanitario. Franceses (en el sur de su País) e ingleses
(en Madeira) conocían del factor clima como determinante en la resolución de estos
males.
En el primer tercio del S. XIX, un médico británico (James Clark) se convierte en
pionero recomendando el clima de Tenerife después de realizar estudios en La Orotava y
Vilaflor. Repitiendo este tipo de trabajos, 1860 es otra referencia primera de la
presencia, de nuestra isla, en los catálogos médicos europeos de aquel entonces.
Ésta secuencia condicionó a los médicos canarios a interesarse en este tipo de
cuestiones de gran arraigo social e incluso económico aunque, como se verá, produjo
cierta alarma social el que las islas se convirtiesen en lugar de peregrinaje de tísicos y
otros enfermos. En la historia se menciona la figura del Dr. Orotavense Tomás Zerolo
Herrera como pionero también en el estudio beneficioso del clima de las Cañadas.
El primer intento de construcción de un Sanatorio, nos remite a finales del XIX (1883).
Quedó en meras intenciones puesto que, tres años más tarde, se inagura en los Llanos
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de Martiánez “The English Grand Hotel”. Sin embargo se funda la Compañía de Hoteles y
Sanatorium del Valle de la Orotava.
La novena Conferencia Internacional sobre la tuberculosis (1910) se celebra en
Bruselas, trasladándose a las Cañadas algunos eminentes doctores que habían estado
con anterioridad, coincidiendo, así mismo, con astrónomos como Jean Mascart y G.Plasse
que en Guajara hacían el seguimiento del Halley (este encuentro transcurre entre Marzo y
mediados de Abril del año mencionado). Al mismo tiempo, Egipto, Marruecos y Sudán
eran motivo de estudio a estos efectos con la conclusión de que Tenerife, concretamente
Las Cañadas, tanto las radiaciones luminosas como la pureza del aire, entre otros
factores, eran determinantes de su unicidad.
Las posibilidades alojativas en las inmediaciones de las Cañadas se centraban en
Vilaflor que, por precios populares, permitían las pernoctaciones, pero se complicaba
cuando se pretendían en las propias Cañadas. Para ello se erigían pequeños refugios
toscamente elaborados con piedra seca y cubiertos de ramajes con lo que quedaban
expuestos a las inclemencias meteorológicas. Asimismo no sólo eran los pacientes sino
también sus familias quienes permanecían por periodos prolongados en estos lugares, lo
que complicaba en definitiva estas estancias que se prolongaban desde la primavera
hasta el otoño.
El hecho de estar en plena guerra mundial, complicó el propósito de construir un
Sanatorio “de interés mundial”, a pesar de haberse remitido oficios por parte del
Subdelegado de Medicina Inspector de Sanidad del Distrito al Ayuntamiento de la
Orotava (8 de marzo de 1916).
Tres años más tarde, se dicta un Bando de la alcaldía de la Orotava para el buen uso
de las aguas por parte de las personas enfermas y al mismo tiempo se trata de
inventariar el número de Chozas de enfermos existentes porque sin la licencia municipal
no podrán construirse nuevos habitáculos o tiendas de campaña que ocupasen espacios
sin los permisos pertinentes.
Estas y otras son las historias vividas en el siglo pasado en el entorno natural más
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significativo de nuestra Isla y que, por su interés, no deben ser pasadas por alto a
cualquier visitante.
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