A 80 años de la quema de libros en la Alemania Nazi

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De bibliotecas y Bibliotecarios…
Boletín electrónico ABGRA – Año 5, nro. 4, diciembre 2014
A 80 años de la quema de libros en la Alemania Nazi
Por Lic. Claudio Rodríguez
En Berlín se encuentra una avenida, su principal arteria para ser mas específico, muy
conocida por su historia y su actual faceta turística, la Unter den Linden. En su lado sur está
situada la Plaza Babel (Babelplatz), que se encuentra rodeada de edificios imponentes como la
Ópera de Berlín, la Catedral de Santa Eduvigis y la Universidad Humboldt. El 10 de mayo de
1933, esa plaza tenía otro nombre, Opernplatz, y en ella tuvo lugar la quema de libros más
publicitada por el Tercer Reich.
El 30 de enero de 1933 Adolfo Hitler toma el poder en Alemania dando inició al Tercer
Reich, un imperio que los nazis consideraban que iba a durar 1.000 años. Joseph Goebbels,
Ministro de Propaganda, empezó a esforzarse por alinear el arte y la cultura alemana con los
objetivos nazis, tenía un fuerte aliado en la Nationalsozialistoischer Deutscher Studentenbund
(Asociación de Estudiantes Alemanes Nacionalsocialistas). Muchos estudiantes alemanes
formaban parte de la vanguardia del temprano movimiento nazi y, con el tiempo, muchos
comenzaron a ocupar rangos de varias organizaciones nazis. En marzo dio comienzo una
campaña denominada “Aktion wider den undeutschen Geist” (Acción contra el espíritu anti
alemán) liderada por la Asociación Estudiantil Nacionalsocialista en contra de los escritores
judíos, marxistas y pacifistas cuyas obras se considerasen de espíritu anti germano. En abril las
sedes locales de la organización proporcionaron a la prensa comunicados y artículos por
encargo, ofrecieron listas negras de autores no alemanes, promovieron la presentación de
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figuras reconocidas del nazismo para que hablaran en reuniones públicas y transmisiones
radiales. El 8 de abril, la asociación de estudiantes redactó sus doce tesis (una evocación
deliberada de las 95 tesis de Martín Lutero), declaraciones que describían los fundamentos de
un idioma y una cultura nacional puros. Publicitaban las tesis mediante carteles que atacaban el
intelectualismo judío, sostenían la necesidad de purificar el idioma y la literatura alemana y
exigían que las universidades fueran centros del nacionalismo alemán. Los estudiantes nazis
justificaban su acción como una respuesta a la campaña de difamación mundial de los judíos
contra Alemania y una afirmación de los tradicionales valores arios. Este llamamiento tuvo
recepción entre aquellos estudiantes que, desde hacía unos años, se habían habituado a ver el
mundo en términos de aliados y enemigos.
La presión sobre las bibliotecas comenzó a ser enorme, el 6 de mayo los nazis
comenzaron a saquear librerías y bibliotecas y secuestraron miles de libros. El clima estaba listo
para dar un gran espectáculo, para llevar adelante un acto simbólico de ominosa trascendencia.
El 10 de mayo los estudiantes se reunieron en el centro de la ciudad a la luz de las antorchas y
marcharon a la universidad, allí los esperaban camiones cargados con cerca de 25 mil libros,
desde ahí la caravana se trasladó a la Opernplatz, entre profesores vestidos con toga, SA, SS,
y juventudes hitlerianas que se alineaban en la ruta para ver el macabro espectáculo. Se
recitaron las 12 tesis durante la quema, referidas a que tipos de libros incinerar. Contra la lucha
de clases y el materialismo, por la comunidad nacional y de la vida idealista fueron las palabras
con que se echaron a las piras los escritos de los autores prohibidos, y se realizaron los
llamados juramentos de fuego. No solo se quemaron libros en Berlín, en más de 20 ciudades de
Alemania los nazis se lanzaron en una orgía contra la cultura de los escritores más conocidos y
odiados por el nacionalsocialismo. Los rituales programados convocaron a altos funcionarios
nazis, en la Opernplatz fue precisamente Goebbels quien pronunció un acalorado discurso: “No
a la decadencia y corrupción moral, si a la decencia y la moralidad en la familia y el Estado”.
Mientras tanto ardían obras de Heinrich Mann, Ernst Gläser, Bertolt Brecht, Karl Marx, Ernest
Hemingway, Jack London, Erich Maria Remarque y Stefan Zweig entre otros. Se incluyeron
libros de temáticas tan variadas como bellas artes, historia, artes, política, literatura, religión,
filosofía y pedagogía. Fue un espectáculo organizado en todos sus detalles, fue transmitido en
cadena por radio a todo el país e inmortalizado en los noticieros de la época. A pesar de que las
llamas iluminaban fue una noche oscura para la humanidad.
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Erich Kästner, uno de los escritores que afectados por la quema
libros, fue testigo del acto y recordaba más tarde: ”En el año 1933 en
Berlín en una gran plaza al lado de la Staatsoper, un tal señor Goebbels
quemó mis libros en una festividad con pompa sombría. A veinticuatro
escritores alemanes, que simbólicamente deberían ser exterminados
para siempre de esta manera, los llamó por su nombre con tono triunfal.
Yo fui el único de los veinticuatro que estaba presente para presenciar
su arrogancia teatral. Ahí estaba yo, delante de la universidad aplastado entre los estudiantes
con uniformes del SA, el orgullo de la nación, viendo como nuestros libros iban a parar a las
flameantes llamas y oía el patético discurso del pequeño y pérfido mentiroso. Una atmosfera de
funeral reinaba sobre la ciudad”.
No fue la primera quema de libros, ya que en abril habían sucedido hechos similares,
tampoco sería la última, pero lo característico de esta fue el montaje propagandístico que se le
dio y la dimensión que tomo ya que ese mismo día hubo quemas en las principales ciudades
alemanas. Goebbels escribió en su diario: “Entonces, por la tarde noche discurso en la
Opernplatz. Delante de la hoguera en la que los estudiantes queman la sucia y pecaminosa
literatura”.
En Berlín la representación causó más bien indiferencia pero en ningún caso
entusiasmo. No obstante, la reacción internacional no se hizo esperar, en New York un grupo
de intelectuales manifestaron por las calles, algunas revistas como Newsweek en la edición del
20 de mayo y Times, en su edición del 22 de mayo, calificaron el hecho de holocausto de libros
y bibliocausto respectivamente. Stefan Zweig le escribió a un amigo en Leipzig: “Aquella fiesta
que organizaron con mis libros no me alegró ya que ahora en el extranjero me consideran un
héroe o un mártir, lo que no soy. Pero no hubiera pensado que este pequeño asunto pudiera
despertar tanta atención en el extranjero”. Al enterarse de lo ocurrido y que libros de su autoría
fueron quemados Sigmund Freud dijo “¡Cuánto ha avanzado el mundo: en la edad media me
habrían quemado a mí!”, lamentablemente el tiempo dirá que se equivocó, ya que este acto
presagiaba los hornos crematorios del Tercer Reich.
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Las quemas masivas no se repitieron, pero continuaron un tiempo más en algunas
universidades en forma aislada. A partir del verano de 1933 dejaron de formar parte de las
acciones habituales de los estudiantes nazis. Si bien la quema de libros dejo una mala imagen
internacional del régimen nazi por un lado, por otro lado si fue efectiva en su objetivo de
someter a la comunidad universitaria a los dictados del “nuevo orden nazi”. Pero tuvo un costo
para la ciencia alemana, para fines de año la quinta parte del personal docente de las
universidades optó por emigrar, y en el tiempo venidero también partieron 24 premios Nobel de
Alemania y Austria.
Este año, al cumplirse el 80 aniversario, el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, calificó a la
quema de libros realizada por los nazis como un acto de barbarie y persecución
antidemocrática, señalando que es particularmente importante que esa experiencia histórica se
transmita a los jóvenes. Agregó además que junto con los libros también se quemaron la
tolerancia, el liberalismo y el pluralismo, la libertad y la democracia nunca más pueden volver a
estar en juego. Por su parte el presidente del Bundestag alemán, Norbert Lammert ofreció un
discurso en la Universidad Humbodlt donde dijo que la “persecución de cientos de autores y la
destrucción publica de sus obras fueron parte de un derrumbamiento de la civilización que tuvo
grandes efectos en la cultura y la ciencia…la hoguera fue un símbolo de la destrucción sin
sentido y del sacrificio de la democracia”.
En
la
actualidad
en
el
centro de la Babelplatz, en el
mismo lugar donde se realizó la
quema de libros, hay una loza de
cristal transparente que permite ver
una serie de estanterías vacías,
que coincide aproximadamente con
el tamaño que deberían ocupar los
libros quemados aquella noche.
Este monumento fue inaugurado en 1995 y diseñado por el artista Micha Ullmann titulado
“Biblioteca Prohibida”.
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También existe una placa conmemorativa con una cita del autor Heinrich Heine de 1817
que dice: "Das war ein Vorspiel nur, dort wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende
auch Menschen." (Eso sólo fue un preludio, ahí en donde se queman libros, se terminan
quemando también personas.). Además, cada año para recordar este triste acontecimiento, los
estudiantes de la Universidad Humboldt realizan una venta de libros en la plaza.
La historia siempre nos deja enseñanzas, así como nadie puede ser dueño de nuestros
pensamientos, tampoco puede serlo de nuestras lecturas.
Para ver imágenes de este suceso vea el siguiente video:
http://www.youtube.com/watch?v=xThYRbsQ888
Claudio Rodríguez
Licenciado en Bibliotecología y Ciencia de la Información, Facultad de Filosofía y
Letras (UBA).
Bibliotecario, Facultad de Filosofía y Letras (UBA), Profesor de Enseñanza Media
y Superior en Historia, Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Actualmente a cargo
de la Biblioteca del Hospital Alemán. Dicta cursos de capacitación en
organización y presentación de la información y de gestión de imagen y
desarrollo profesional.
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