contra soberbia , humildad - Iglesia Sagrada Familia De Nazaret

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LA FAMILIA
CONTRA SOBERBIA, HUMILDAD
Es Cristo que pasa, n. 26
No olvidéis que entre los esposos, en ocasiones, no es posible
evitar las peleas.
No riñáis delante de los hijos jamás: les haréis sufrir y se pondrán de una parte, contribuyendo quizá a aumentar inconscientemente vuestra desunión.
Pero reñir, siempre que no sea
muy frecuente, es también una
manifestación de amor, casi
una necesidad.
La ocasión, no el motivo, suele ser el cansancio del marido,
agotado por el trabajo de su
profesión; la fatiga -ojalá no sea
el aburrimiento- de la esposa,
que ha debido luchar con los
niños, con el servicio o con su
mismo carácter, a veces poco
recio; aunque sois las mujeres
más recias que los hombres, si
os lo proponéis.
Evitad la soberbia, que es el mayor enemigo de vuestro trato
conyugal: en vuestras pequeñas
reyertas, ninguno de los dos tiene razón.
El que está más sereno ha de
decir una palabra, que contenga
el mal humor hasta más tarde.
Y más tarde -a solas- reñid, que
ya haréis en seguida las paces.
Pensad vosotras en que quizá
os abandonáis un poco en el
cuidado personal, recordad con
el proverbio que la mujer compuesta saca al hombre de otra
puerta: es siempre actual el deber de aparecer amables como
cuando erais novias, deber de
justicia, porque pertenecéis a
vuestro marido: y él no ha de
olvidar lo mismo, que es vuestro y que conserva la obligación
de ser durante toda la vida afectuoso como un novio.
.
XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
26 DE OCTUBRE 2014
Para llevar
CONOCER Y AMAR A JESUCRISTO
¿Cómo podemos mostrar a Jesucristo a los demás?
C
on nuestra voluntaria servidumbre a Jesucristo, en
todas nuestras actividades, porque es el Señor de
todas las realidades de nuestra
vida, porque es la única y la
última razón de nuestra existencia.
Después, cuando hayamos
prestado ese testimonio del
ejemplo, seremos capaces de
instruir con la palabra, con la
doctrina. Así obró Cristo: coepit
facere et docere, primero enseñó
con obras, luego con su predicación divina.
Servir a los demás, por Cristo, exige ser muy humanos. Si
nuestra vida es deshumana, Dios
no edificará nada en ella, porque ordinariamente no construye sobre el desorden, sobre el
egoísmo, sobre la prepotencia.
Hemos de disculpar a to-
dos, hemos de perdonar a todos. No diremos que lo injusto
es justo, que la ofensa a Dios
no es ofensa a Dios, que lo malo es bueno.
Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la
doctrina clara y con la acción
buena: ahogando el mal en
abundancia de bien. Así Cristo
reinará en nuestra alma, y en
las almas de los que nos rodean.
(…) Esto es realizable, no es
un sueño inútil. ¡Si los hombres nos decidiésemos a albergar en nuestros corazones el
amor de Dios!
Cristo, Señor Nuestro, fue
crucificado y, desde la altura
de la Cruz, redimió al mundo,
restableciendo la paz entre
Dios y los hombres.
(San Josemaría, Es Cristo que pasa, n . 182)
PRACTICAS DE VIDA CRISTIANA
LA IGLESIA
Dios abrió la salvación a todos
San Josemaría, Homilía El fin sobrenatural de la Iglesia (fragmentos)
En la Iglesia está nuestra
salvación
(…) Aun siendo completamente
gratuita, a nadie debida por ningún título -y menos aún, después
del pecado-, Dios Nuestro Señor
no rehúsa a nadie la felicidad
eterna y sobrenatural: su generosidad es infinita. [*]Es cosa notoria que aquellos que sufren ignorancia invencible acerca de nuestra
santísima religión, que cuidadosamente guardan la ley natural y sus
preceptos, esculpidos por Dios en los
corazones de todos, y están dispuestos a obedecer a Dios y llevan una
vida honesta y recta, pueden conseguir la eterna, por la acción operante
de la luz divina y de la gracia. Sólo
Dios sabe lo que sucede en el corazón de cada hombre, y El no
trata a las almas en masa, sino
una a una. (…).
Pero no olvidemos que la conciencia puede culpablemente deformarse, endurecerse en el pecado y resistir a la acción salvadora
de Dios. De ahí la necesidad de
predicar la doctrina de Cristo,
las verdades de fe y las normas
morales; y de ahí también la necesidad de los Sacramentos[*],
instituídos todos por Jesucristo
como causas instrumentales de
su gracia y remedios para las miserias consiguientes a nuestro
estado de naturaleza caída. De
ahí se deduce además que conviene acudir frecuentemente a la
Penitencia y a la Comunión Eucarística (…)
Amor filial a la Iglesia
(…) Amemos al Señor, Nuestro
Dios; amemos a su Iglesia, escribe
San Agustín. A El como a un Padre; a Ella, como a una madre. Que
nadie diga: “sí, voy todavía a los ídolos, consulto a los poseídos y a los
hechiceros, pero no dejo la Iglesia de
Dios, soy católico”. Permanecéis adheridos a la Madre, pero ofendéis al
Padre. Otro dice, poco más o menos:
“Dios no lo permita; yo no consulto a
los hechiceros, no interrogo a los poseídos, no practico adivinaciones sacrílegas, no voy a adorar a los demonios, no sirvo a los dioses de piedra,
pero soy del partido de Donato”. ¿De
qué sirve no ofender al Padre si El
vengará a la Madre, a quien ofendéis?. Y San Cipriano había declarado brevemente: no puede tener a Dios como Padre, quien no tiene a la Iglesia como Madre. (…)
[*] Negrita no es del original.
SAN RAFAEL, ARCÁNGEL Y
LOS APÓSTOLES SIMÓN Y JUDAS TADEO
San Rafael Arcángel
“Dios Padre del Cielo que
con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los Ángeles y de los hombres, te pedimos que, guiados por Arcángel
San Rafael en el camino de la
vida, sepamos buscar siempre
la voluntad de Dios y acertar en
las múltiples decisiones que debemos tomar, de modo que,
con corazón puro y cuerpo casto, aprendamos a servirte y
agradarte hasta el final, cooperando en la salvación de los demás”
(Oración al pie de la imagen de esta Parroquia)
¡Cómo te reías, noblemente,
cuando te aconsejé que pusieras
tus años mozos bajo la protección de San Rafael!: para que te
lleve a un matrimonio santo,
como al joven Tobías, con una
mujer buena y guapa y rica —te
dije, bromista.
Y luego, ¡qué pensativo te quedaste!, cuando seguí aconsejándote que te pusieras también bajo el patrocinio de aquel apóstol
adolescente, Juan: por si el Señor te pedía más. (Camino, n. 360)
Santos Simón y Judas Tadeo,
Apóstoles
En la lista de los apóstoles a
Simón se le llama el Cananeo,
o Zelotes (celoso). Aparece siempre junto a San Judas (cf. Mt X, 34; Mc 3, 16-19, Lc 6, 13, Act 1, 13).
También Judas, llamado Tadeo para distinguirle del traidor
que hace una pregunta a Jesús
en la última cena (Juan 14, 22).
San Simón estuvo en Egipto
y Mesopotamia y después en
Persia junto a San Judas donde
ambos sufrieron el martirio.
San Simón murió aserrado.
San Judas decapitado por un
hacha. Se le presenta con una
imagen de Cristo en el pecho a
causa de su parentesco con el
Señor, de quien la tradición
cuenta que era muy parecido.
Es un santo que goza de mucha popularidad y devoción por
su especial intercesión ante
nuestro Señor en situaciones
difíciles.
San Judas escribió una carta
ubicada en la Biblia antes del
Apocalipsis de San Juan.
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