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CUENTO BULLYN VIOS
“Los 8 monstruos de los noviazgos destructivos”
Por: Trixia Valle
Sandra estaba feliz con Juan que era el novio perfecto, atento, caballeroso, siempre
dispuesto a pasar tiempo con ella y en apariencia era “un rey”. Sus amigas hasta la
envidiaban cuando lo veían todas las tardes pasar por ella para comprarle un dulce y
acompañarla a su casa. Atenciones y más atenciones, miel y más miel. Todo lo resolvía
Juan, hasta sus tareas escolares…
Llevaban ya un mes de andar y Juan juraba amor eterno y todo lo que podía hacer para
“complacerla” lo hacía… Todo a cambio de algo: de que ella estuviera todo el día, todos
los días atenta a él, que contestara en un lapso no mayor a 5 minutos todos sus mensajes
(promedio de 100 al día), que subiera todas las fotos que él quería a Facebook y por
supuesto no salir ni ver a nadie (hombre o mujer) que no fuera Juan. Sandra decía: “qué
lindo, esta siempre pendiente de mi”, aunque ignoraba que acababa de coquetear con el
primer monstruo de las relaciones destructivas: EL CONTROL FREAK.
Era verdad: Juan se desvivía por Sandra y no había un segundo, desde que despertaba
hasta que se dormía, en que no pensara en ella y tuviera algún un detalle para ella. PERO,
obviamente lo mismo le pedía y no le perdonaba que algo se le pasara, pues “ardería
Troya”. Lo que ambos ignoraban es que cuando dedicas cada uno de tus pensamientos del
día a una persona, se convierte en obsesión y es la manera más sencilla de sufrir en la
vida. Así ambos se encontraron al segundo monstruo: LA OBSESIÓN.
De la nada Juan comenzó a echarle en cara a Sandra, todo lo que hacía por ella y lo poco
que lo valoraba. Le reclamaba y enlistaba por horas cada cosa que él daba a la relación e
histérico decía: “¿y tú qué, tú qué haces Sandraaaa?”, ella se quedaba callada pensando y
entonces Juan respondía por ella: “nada ¿verdad?, eso es lo que te digo princesa, sólo
quiero que esto funcione”. Por supuesto que esto no era verdad, ella hacía hasta lo
imposible por complacerlo: detalles, regalos, se bañaba con el celular al lado por si la
llamaba o escribía y que no se fuera a enojar, pero nada de esto era suficiente. Y ella
terminaba siempre pidiendo perdón y suplicando otra oportunidad (a pesar de no haber
hecho nada). El tercer monstruo: LA MANIPULACIÓN, ya estaba dentro también.
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Largas horas discutían, ya no era divertido estar juntos, siempre había algo que estaba mal
para Juan y sentaba en el banquillo de los acusados a Sandra por horas y horas mientras le
caía “La Santa Inquisición” para reclamar y reclamar: qué ella no daba nada, que no sabía
ser pareja, que todo lo hacía mal, que no valía lo suficiente, que todo era un problema con
ella y el supuesto “amor de su vida” remataba con una oración totalmente sádica y
grosera: “y con todo eso yo sigo aquí, ehhhhhhh…”. Sandra no sabía ni qué decir, estaba
fuera de sí, se angustiaba y aunque era muy inteligente, no sabía que responder. Sólo
lloraba y pedía perdón y sufría todos los días por fijarse en cada detalle para evitar hacer
algo que molestara a su amado y así evitar estar sentada con esta tortura mental por
horas. Al terminar los largos discursos de Juan, Sandra y la poca salud mental que le
quedaba, se confundía pensando: “¿en verdad soy así?, ¿lo lastimo?, ¿no doy suficiente?,
¿me irá a dejar?”. El cuatro monstruo: EL MALTRATO “EN CORTO”, a solas, ya estaba en su
malísima relación (cabe mencionar que los golpes físicos son frecuentes en 2 de cada 10
noviazgos y aparecen con esta etapa).
Pero por si esto no fuera suficiente, Juan seguía y seguía, entre más sometida estaba
Sandra, más presionaba y manejaba todo a su antojo. ¿Por qué lo hacía? Ni idea, sólo sé
que hay hombres y mujeres que son tan inseguros que necesitan aplastar a alguien y
reducirla a su mínima expresión para sentir que valen… Pero como todas sus estrategias
de maltrato ya eran insuficientes, utilizó el arma secreta y llamó al quinto monstruo: EL
MALTRATO PÚBLICO. Cada vez que algo no le gustaba, ni siquiera hacía esfuerzos por
disimular, simplemente le comenzaba a reclamar frente a todos, ella le rogaba tratando
de ser discreta que se calmara, hasta que arrebatadamente le soltaba la mano y se
levantaba diciendo: “mejor piensa las cosas… tú no me valoras… me voy”. Nooooooooo….
Sandra caía en ese momento en un abismo de pánico y de terror porque él la dejaría y
entonces lo perseguía, lo jalaba, lo acorralaba, se subía a su coche para que no se fuera y
la dejara ahí. Ella lo amaba mucho y él nunca lo reconoció. La gente se les quedaba viendo
en donde fuera, cada vez que salían era así.
El sexto monstruo y uno de los más letales entró de pronto: LOS CELOS. Juan celaba a
Sandra sin razón, le revisaba el celular y sus redes sociales (incluido su inbox) y pobre de
ella que tuviera algo que pudiera ser un poquito sospechoso ya que la pondría como
“chancla”, para después de haberla humillado terminara diciendo que “sólo la quería
cuidar y que había muchos gandayas sueltos”. Pero Juan, por su parte, le daba todo el
tiempo motivos a Sandra para estar celosa, coqueteaba con cuanta mujer podía, dejaba
señales como olor a perfume y ropa de mujer que la hacían dudar y para acabar pronto
todo el día se mensajeaba con “quien sabe quien” y si Sandra osaba preguntar algo, le
decía muy molesto que si no iba a confiar en él que mejor terminaban. Siempre la misma
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amenaza. Obviamente Sandra se volvió una celosa empedernida y obsesionada en
descubrir la verdad.
Esto se convirtió con los meses en un círculo vicioso (se crea cuando las conductas
descritas en este cuento se repiten una y otra vez… una y otra vez… y aunque nadie se la
pasa bien, no terminan). Sandra no era “el frijol en el arroz” como ella creía, estaba
cayendo en un patrón que muchos viven, lo raro es que aguanten y duren años y años así
(5 de cada 10 noviazgos y 7 de cada 10 matrimonios en México viven relaciones enfermas
codependientes) y lo hacen por vivir con el séptimo monstruo encantador: LA LUNA DE
MIEL. El círculo para Sandra y Juan era: Juan maltrata – Sandra se harta y lo corta – Juan
suplica sin parar y jura y promete amarla (nunca reconociendo sus errores, sólo jurando
amarla) – Sandra cede y lo perdona = LUNA DE MIEL: periodo de un par de semanas donde
Juan es un rey y todo fluye súper padre y son súper felices. Por estos días felices, es
porque existen estas relaciones horroríficas… la miel de un día, se cree que paga los
golpes de una vida, tú ¿qué piensas?
Y el octavo monstruo apareció cuando Sandra leyó un artículo como este y se dio cuenta
que estaba en una relación enferma y trató por todos los medios de cortarlo, de no verlo,
de no ver sus redes sociales, de no contestarle el teléfono, hasta se fue con sus tías de
Guanajuato a ver a las momias para ver si se olvidaba de Juan… y nada, simplemente no
podía pues este monstruo es: LA ADICCIÓN. Cuando una relación se enferma hay tanta
ilusión de hacerla funcionar por los días de “la luna de miel” que la mente le jugaba miles
de malas pasadas a Sandra cuando en vez de recordar lo malo, sólo le ponía imágenes de
lo súper bueno y por ello se saboteaba al dejarlo una y otra vez. Lo intentó más de 7 veces
y las 7 falló. Juan suplicaba, Juan se alejaba con la sentencia “te vas a arrepentir” y Sandra
lo perseguía y le rogaba para que la perdonara y volvieran. Tal cuál como su droga, su
vicio, su verdugo y su miel Juan fue para ella.
¿Cómo acabó la historia? Mmmmm… depende: a) si ella pidió ayuda y enfrentó los
monstruos, ahora tiene una relación hermosa de respeto y amor con Pedro; b) si ella NO
pidió ayuda y siguió con Juan, hoy es una de las muchas personas golpeadas, humilladas y
maltratadas que hay en México.
*Las relaciones humanas (de noviazgo, matrimonio, amistad, familia) no son planas,
tienen sus altas y bajas lo importante es que exista mucho más positivo que negativo,
puede haber dificultades, disgustos, lo importante es que siempre haya respeto, el
verdadero amor es dar no exigir, pero cuando aparecen estos patrones se trata de una
relación enferma que nunca funcionará.
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