Campos de fresas

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Luciana,17años,estáencomaporhaberingeridounapastilladeéxtasis.Es
«eldíasiguiente».Mientrassusamigossepreguntanquéhapasado,Eloy,el
chico que la ama, busca desesperado al camello que le vendió la pastilla
paratratardesalvarlelavida.Sóloanalizandoquéconteníaladrogasabrán
losmédicosaquéseenfrentan.Lucianaseconvierteennoticiadelaprensa
depredadorayenunaspocashorasasualrededortodoseconvulsiona:sus
padres,suhermanapequeña,sumejoramigaqueesbulímicaylanecesita
para luchar contra su enfermedad, los médicos, la policía que persigue al
camello y este que se enfrenta a su jefe… Y mientras, Luciana lucha una
partidadeajedrezconlamuerte.
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JordiSierraiFabra
Camposdefresas
ePUBv1.0
Dirdam13.08.12
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Camposdefresas
Autor:JordiSierraiFabra,1997
Editorial:SM,1997
ISBN:84-226-6846-7
Editororiginal:Dirdam(v1.0)
ePubbasev2.0
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AMontserratSendil,
compañeraesencialymágica
detantashistorias
yaventurasliterarias
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«Nadaesreal,
nohaynadaporloquepreocuparse.
Camposdefresasparasiempre.»
JohnLennon,Strawberryfieldsforever
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Capítulo1
Blancas:e4
Abrió los ojos cuando el primer zumbido del teléfono aún no había muerto y lo
primeroqueencontrófueronlosdígitosverdesdesuradio-relojenlaoscuridaddela
noche.
Porellosupoquelallamadanopodíaserbuena.
Ningunallamadatelefónicaloesenlamadrugada.
Alargó el brazo en el preciso momento en que sobrevenía el silencio entre el
primeryelsegundozumbido,ytropezóconelvasodeaguadepositadoenlamesita
denoche.Loderribó.Asulado,sumujertambiénseagitóporelbruscodespertar.
Fueellalaqueencendiólaluzdesupropiamesita.
Lamanodelhombreseaferróalauriculardelteléfono.Lodescolgómientrasse
incorporaba un poco para hablar, y se lo llevó al oído. Su pregunta fue rápida,
alarmada.
—¿Sí?
Escuchóunavozneutra,opaca.Unavozdesconocida.
—¿ElseñorSalas?
—Soyyo.
—Verá,señor—lavoz,demujer,setomóunaespeciederespiro.Omásbienfue
comosisedispusieraatomarcarrerilla—.LellamodesdeelClínico.Metemoqueha
sucedidoalgodelicadoynecesitamos…
—¿Esmihija?—preguntóautomáticamenteél.
Sintiócómosumujerseaferrabaasubrazo.
—Sí,señorSalas—continuólavoz,abiertaydirectamente—.Noslahantraído
en bastante mal estado y… bueno, aún es pronto para decir nada, ¿entiende? Sería
necesarioquesepasaraporaquícuantoantes.
—Pero…¿estábien?—latensiónlehizoatropellarse,lapresióndelamanodesu
esposalehizodaño,sucabezaentróenunaespiraldemiedosyangustias—.Quiero
decir…
—Suhijahatomadoalgúntipodesustanciapeligrosa,señorSalas.Lahantraído
sus amigos y estamos haciendo todo lo posible por ella. Es cuanto puedo decirle.
Confíoenquecuandolleguenaquítengamosmejoresnoticiasquedarle.
—Vamosinmediatamente.
—HospitalClínico.Entrenporurgencias.
—Gracias…sí,claro,gracias…
Sequedóconelteléfonoenlamano,sindarsecuentadequesumujeryaestaba
enpie.Despuéslamiró.
—¿Unaccidentedecoche?—apenassiconsiguióarticularpalabraella.
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—No,dicenqueseha…tomadoalgo—exhalóél.
Laconfusiónseempezabaareflejarensusrostros.
—¿Qué?—fueloúnicoquelogródecirsuesposaentrelasbrumasdesunueva
realidad.
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Capítulo2
Negras:c6
Cinta,SantiyMáximonosemovíandesdehacíayaunosminutos.Eracomosinose
atrevieran. Sólo de vez en cuando los ojos de alguno de ellos se dirigían hacia la
puerta,porlaquehabíadesaparecidoelúltimodelosmédicos,obuscabanelapoyo
delosdemás,apoyoqueerahurtadoalinstante,comosiporalgunaextrañarazónno
quisieranversenireconocerse.
—¿Porquéamínomehapasadonada?
Habíaformuladolapreguntamediadocenadeveces,ycomolasanteriores,Cinta
notuvorespuesta.
—Yotambiénestoybien—dijoMáximo.
—Dejadlo,¿vale?—pidióSanti.
—¿Quévamosa…?
LapreguntadeCintamurióantesdeformularla.Desdequehabíaempezadotodo,
los nervios se mantenían a flor de piel, pero aún adormecidos, o mejor dicho
atontados, a causa del estallido de la situación. Ahora empezaban a aflorar
plenamente.
Fue Santi el primero en reaccionar, y lo hizo para sentarse al lado de ella. La
rodeó con un brazo y la atrajo suavemente hacia sí. Después la besó en la frente.
Cintasedejóarrastraryapoyólacabezaenél.Luegocerrólosojos.
Comenzóallorarsuavemente.
—Hasidounaccidente—suspiróSanticonunhilodevoz.
Máximohundiósucabezaentresusmanos.
Cintasedesahogósólounossegundos.Acabómordiéndoseellabioinferior.Sin
desprendersedelamparoprotectordeSanti,pronuncióelnombrequetodosteníanen
esemismoinstanteenlamente.
—DeberíamosllamaraEloy.
Seprodujounsilencioexpectante.
Nadiesemovió.
—YtambiénaLoreto—terminódiciendoCinta.
Santisuspiró.
PerofueMáximoelqueresumiólasituaciónconunrotundoyexpresivo:
—¡Joder!
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Capítulo3
Blancas:d4
Lo despertó el timbre del teléfono y al levantar la cabeza de la mesa, el cuello le
envióunapunzadadedoloralcerebro.Labrusquedaddeldespertarfueparalelaaese
dolor.
—¡Ay, ay! —se quejó tratando de flexionar el cuello para liberarse del
anquilosamiento.
Casinolologró,asíqueselevantóyfuehaciaelteléfono,moviéndoselomismo
queunmuñecoarticuladoqueiniciasesuandadura.Nosóloeraelcuello,acausade
haberse quedado dormido sobre la mesa, sino los músculos, agarrotados, y la
sensacióndemareoproductodelsúbitodespertar,unidoalalarganochedeestudioa
basedecafésycolas.
EnquienprimeropensófueenLuciana,Cinta,SantiyMáximo.
Sus padres no podían ser. Nunca llamaban, y mucho menos a una hora como
aquella.¿Paraqué?Asíquesólopodíanserellos.Losmuy…
Levantó el auricular, pero antes de poder decir nada escuchó el zumbido de la
líneaalcortarse.
Encima.
Volvióadejarelteléfonosobrelamesaybufóllenodecansancio.Esperóunpar
desegundos,luegosedesperezó.Teníalabocapastosa,losojosespesosylalengua
pegada al paladar. Debía haberse quedado dormido aproximadamente hacía tres
horas.Lasprimeraslucesdelamanecerasomabanyaalotroladodelaventana.Miró
loslibros.
Élestudiandoylosdemásdemarcha.Genial.
ClaroqueaMáximoleimportabanunpitolosestudios,ySantiyahabíadejado
dedarlealcallo.Peroencambio,LucianayCinta…
Elteléfononovolvíaasonar,asíqueseapartódeélyfuealcuartodebaño,para
lavarselacara.Todavíateníatodoelsábadoytodoeldomingopordelanteantesdel
dichosoexamendellunes.Suspadreshabíanhechobienyéndosedefindesemana.Y
élhabíahechobiennegándoseaescucharloscantosdesirenasdelosotrosparaque
almenossalieraelviernesporlanoche.
ApesardelomuchoquedeseabaestarconLuciana.
Lallamadaserepitiócuandoseechabaaguaalacaraporsegundavez.¿Porqué
suspadresnocomprabanunmalditoinalámbrico?Cogiólatoallaysesecómientras
se dirigía hacia el teléfono. En esta ocasión se dejó caer en una butaca antes de
levantarelauricular.Sí,teníanqueserellos.¿Quiénsino?
—SeccióndeVoluntariosEstudiososyFuturosEmpresarios—anunció—.¿Qué
clasedezánganoyparásitonocturnoosa?
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Nadieleriólabromaalotrolado.
—Eloy—escuchólavozdeMáximo.
Unavoznadaalegre.
—¿Quépasa?—fruncióelceñoinstintivamente.
—Oye,antesdequeestopuedacortarsedenuevo…Estamosen…bueno…Es
que…
—¡Díselo!—escuchóclaramentelavozdeCintaporelhilotelefónico.
—Máximo,¿quéhaocurrido?—gritóalarmadoEloy.
—Lucisetomóunapastilla,ylehasentadomal.
—¿Una…?—sedespejódegolpe—.¡Mierda!¿Quéclasedepastilla?
Lapausafuemuybreve.
—Éxtasis.
Fueunmazazo.Unaconmoción.
¿Luciana? ¿Un éxtasis? Aquello no tenía sentido. Estaba en medio de una
pesadilla.
—¿Quélehapasado?¿Dóndeestáis?
—EnelClínico.Lahemostraídoporque…bueno,nosabemosquélehapasado,
perosehapuestomuymaldeprontoy…
—Deberíasvenir,Eloy—escuchódenuevolavozdelamejoramigadeLuciana
porelauricular.
—Los médicos están con ella —continuó Máximo—. Pensamos que deberías
saberloyestaraquí.
Sepusoenpie.
—Salgoahoramismo—fueloúltimoquedijoantesdecolgar.
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Capítulo4
Negras:d5
Apesardequeelsolacababadedespuntarmásalládelaciudad,lamujeryaestaba
en pie, como cada mañana, por costumbre. Estaba cerca del teléfono, en la cocina,
preparándosesuprimercafé.Debidoaellopudocogerelauricularantesdequesu
zumbidodespertaraatodoslosdemás.
Nolegustabanlasllamadasintempestivas.Laúltimahabíasidoparadecirlelode
sumadre.
—¿Sí?—contuvolarespiración.
—¿SeñoraSanz?
—¿Quiénllama?
—SoyCinta,laamigadeLoreto.
—¿Cinta?Perohija,¿sabesquéhoraes?
—EsquehapasadoalgoycreoqueLoretodeberíasaberlo.
—Estádormida.
—Esalgo…importante,señora.
—Serátodoloimportantequetúquieras,peroensuestadonopiensorobarleni
unminutodesueño.Dimeloqueseaycuandosedespierteselodigo.
Hubounapausaalotroladodelhilotelefónico.
—Esque…—vacilóCinta.
—¿Quéhasucedido?
—SetratadeLuciana—suspirófinalmenteCinta—.Estamosenelhospital,enel
Clínico.
—¡Diosmío!¿Unaccidente?
—No,noseñora.Quelehasentadomalalgo.
—¿YquieresqueLoretovayaahítalycomoestáella?
—Yosólohepensadoqueteníaquesaberlo.
—¿Quéesloquehatomado?
—Una…pastilla.
—¿Drogas?
—Noexactamente,bueno…nosabríadecirle—selenotabanerviosayconganas
determinarcuantoantes—.¿Lediráloquehasucedidocuandodespierte?
—Sí,claro—lamujercerrólosojos.
—¿Cómoestáella?
—Llevaunpardedíasmejor.
—¿Come?
—Lointenta.
—Estábien.Gracias,señoraSanz—sedespidióCinta.
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ColgódejandoalamadredeLoretotodavíaconelauricularenlamano.
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Capítulo5
Blancas:Caballoe2
LaprimeraenentrarenlasaladeesperafueNorma,lahermanapequeñadeLuciana.
Despuéslohicieronellos,lospadres.Elpadresujetabaalamadre,queapenassise
sosteníaensusbrazos.Lasmiradasdelosreciénllegadosconvergieronenlasdelos
amigosdesuhijayhermana.Cintasepusoenpie.SantiyMáximono.Losojosdel
hombreteníanunhalodemarcadadureza.Losdesuesposa,encambio,naufragaban
enlaimpotenciayeldesconcierto.LacaradeNormaeraunamáscarainexpresiva.
—¿Cómoestá?—quisosaberCinta.
ElpadredeLucianasedetuvoenmediodelasala,abarcándolostotalmentecon
su mirada llena de aristas. Vieron en ella muchas preguntas, y leyeron aún más
sentimientos,deira,rabia,frustración,dolor.
Cintatuvounestremecimiento.
—¿Quéhapasado?—lavozdeLuisSalassonócomounflagelo.
—Nada,estábamos…
—¿Quéhapasado?—repitiólapreguntaconmayordureza.
SantisepusoenpieparacogeraCinta.
—Tomamospastillasyaellalehansentadomal,esoestodo—tuvoelvalorde
decir.
—¿Quéclasedepastillas?
—Bueno,yaselohemosdichoalmédico…
—¡Mierda!,¿estáislocosoqué?
La madre de Luciana rompió a llorar más desconsoladamente aún por la
explosióndefuriadesumarido.InclusoNormapareciódespertarconella.Seacercó
asumadrebuscandosuprotección.Sindejardellorar,lamujerabandonóelregazo
protectordesumaridoparaabrazarasuhijapequeña.
LuisSalassequedósolofrenteaellostres.
Cintateníalosojosdesorbitados.
—¿Cómo…está?—preguntóporsegundavez.
Larespuestalesalcanzódelleno,hiriéndolosenlomásprofundo.
—Está en coma —dijo el hombre, primero despacio, para agregar después con
mayordesesperación,conlospuñosapretados—:¡Estáencoma!,¿sabéis?¡Luciana
estáencoma!
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Capítulo6
Negras:de4
El exterior del after hour era un hervidero de chicos y chicas no precisamente
dispuestosadisfrutardelosprimerosrayosdelreciénnacidosoldelamañana.Unos
hablaban,excitados,tomándoseunrespiroparaseguirbailando.Otrosdescansaban,
agotadosaunquenorendidos.Algunosseguíanbebiendodesusbotellas,básicamente
agua. Y los menos echaban una cabezada en los coches ubicados en el amplio
aparcamiento.Perolamayoríareíanyplaneabanlacontinuidaddelafiesta,allíoen
cualquierotraparte.Cercadelapuertadellocal,lamúsicaatronabaelespacioconsu
machaconainsistencia,puroritmo,sinmelodíasnisuavidadesquenadiequería.
Elúnicoqueparecíanoparticipardelaesenciadetodoaquelloeraél.
Se movía por entre los chicos y las chicas, la mayoría muy jóvenes, casi
adolescentes.Ylohacíaconmeticulosacautela,igualqueunpescadorentreunbanco
depeces,sóloqueélnoteníaqueextenderlamanoparaatraparaninguno.Eranlos
peceslosquelebuscabansiquerían.
Comoaquellamuñecapelirroja.
—¡Eh!,túeresPoli,¿verdad?
—Podríaser.
—¿Aúntequedaalgo?
—ElalmacéndePolisiempreestálleno.
—¿Cuánto?
—Dosmilquinientas.
—¡Joder!¿Noerandosmil?
—¿Quieresalgobuenoosimplementeunaaspirina?
La pelirroja sacó el dinero del bolsillo de su pantalón verde, chillón. Parecía
imposible que allí dentro cupiera algo más, por lo ajustado que le quedaba. Poli la
contempló.Diecisiete,talvezdieciochoaños,aunqueconloquesemaquillabanylo
bienalimentadasqueestaban,igualpodíatenerdieciséis.Eraatractivayexuberante.
—Con esto te mantienes en pie veinticuatro horas más, ya verás. No hace falta
quetetomesdosotres.
Le tendió una pastilla, blanca, redonda, con una media luna dibujada en su
superficie.Ellalacogióyélrecibiósudinero.Yanohablaronmás.Lavioalejarseen
dirección a ninguna parte, porque pronto la perdió de vista por entre la marea
humana.
Siguiósucamino.
Apenasunadecenademetros.
—¡Poli!
Girólacabezaylereconoció.SellamabaNéstorynoerauncliente,sinounex
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camello.Sehabíaligadoaunacuarentonaconpasta.Suerte.Dejóqueseleacercara,
curioso.
—Néstor,¿cómoteva?
—Bien.Oye,¿elPandora'ssiguesiendozonatuya?
—Sí.
—¿Estuvisteanochevendiendoallí?
—Sí.
—Puesalguientuvounasubidadecalor,yomeandaríaconojo.
—¿Qué?
—Marioviolamovida.Unacría.Selallevaronenunaambulancia.
Polifruncióelceño.
—Vaya—suspiró.
—Yasabescómosonestascosas.Comopasealgo,habráunbuenmarrón.¿Qué
vendías?
—Lodesiempre.
—Ya,pero¿eraéxtasis…?
—Oye,yovendo,nofabrico.Hayloquehayypunto.Pormí,comosisellama
Margarita.
—Bueno—Néstorseencogiódehombros—.Yoteheavisadoyyaestá.Ahora
allátú.
—Teloagradezco,enserio.
—Chao,tío.
Sealejódeéldejándolesolo.
Realmentesoloporprimeravezentodalanoche.
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Capítulo7
Blancas:Caballoxe4
Normaviocómosuspadressalíandelahabitaciónenlaqueacababandeinstalara
Luciana,reclamadosdenuevoporlosmédicosquelaatendían,ysequedósolacon
ella.
Entoncescasilediomiedomirarla.
Teníaagujasclavadasenunbrazo,porlasquerecibíaprobablementeelsuero,un
pequeño artilugio fijado en un hombro y conectado a sondas y aparatos que
desconocía;untuboenorme,deunostrescentímetrosdediámetro,decolorblancoy
amarillo,parecíaserelnuevocordónumbilicaldesuvida.Deélpartíaunderivado
queentrabaensuboca,abierta.Otro,selladoconcintaasunariz,seincrustabaenel
orificiodeladerecha.Porlapartedeabajodelacamaasomabaunabolsadeplástico
alaqueiríanlosorinescuandoseprodujeran.Ydesdeluegonoparecíadormir.Con
labocaabiertaylosojoscerrados,embutidaenaquellaparafernaliadeaparatos,más
bienseleantojóunconejillodeindias,oalguienalaspuertasdelamuerte.
Yeraaterrador.
Tuvounaextrañasensación,ajenaalarealidadprimordial.
Unasensaciónegoísta,propia,mezcladerabiaydesesperación.Loqueteníaante
sus ojos, además de una hermana en coma y, por tanto, moribunda, era el fin de
muchosdesussueños,yespecialmentedesusansiasdelibertad.
Ahora,aella,yanoladejaríansalir,nidenochenitalvezdedía.YsiLuciana
moríatantocomosiseguíaencomamuchotiempo,suspadresseconvertiríanenla
imagendelaansiedad,convertiríansucasaenunacárcel.
Siempre había ido a remolque de Luciana. Total, por tres años de diferencia…
Ellaaúnteníaquevolveracasaaunashorasconcretas,ynopodíasalirdenoche,y
muchomenosregresaralamanecerypasarlanochefueradecasaaunquesetratara
dealgoespecial,comounaverbena.Ellaaúnestabaatadaalamalditaadolescencia.
TambiénLuciana,perosuhermanamayorsehabíaganadofinalmentesusprimerasy
decisivascotasdelibertad.Lucianayaestabadejandoatráslaadolescencia.Erauna
mujer.
¿Porquéhabíatenidoquepasaraquello?
LospadresdeErnesto,uncompañerodelcolegio,habíanperdidoaunhijoenun
accidente,ysevolcarontantoensuotrohijoqueloteníanamargado.Esoeraloque
leesperabaaellasi…
Deprontosintióvergüenza.
Sumentesequedóenblanco.
Bajólacabeza.
¿Quéestabapasando?¿Eraposiblequeconsuhermanaallí,encoma,ellapensara
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tansóloensímismayensusansiasdevivirydeserlibreparaabrirlasalas?
¿EraposiblequeaúnnohubieraderramadounasolalágrimaporLuciana?
Sesintiótanculpablequeentoncessí,algoserompióensuinterior.
Yempezóallorar.
Lucianapodíamorir,ésaeralarealidad.Opermanecerenaquelestadoelrestode
suvida,ytambiéneralamismarealidad.Uncomaeracomolamuerte,aunquecon
unaposibilidaddedespertar,enunashorasounosdías.Unaposibilidad.Nisiquiera
sabíasisuhermanaeraconscientedealgo,desuestado,desusimplepresenciaallí.
Lecogióunamano,instintivamente.
—Luciana…—musitó.
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Capítulo8
Negras:Alfilf5-Blancas:Caballog3
Nollores,Norma.
Nollores,porfavor.
Ayúdame.
Osnecesitofuertes,atodos,asíquenollores.
Puedoverte,¿sabes,Norma?Nosécómo,porqueséquetengolosojoscerrados,
pero puedo verte. Sé que estás ahí, a mi lado, y que llevas tu blusa amarilla y los
vaquerosnuevos,¿verdad?
¿Loves?
Y,sinembargo,aquídentroestátanoscuro…
Esunaextrañasensación,hermana.Escomosiflotaseenningunaparte,mejor
dicho, es como si mi cuerpo estuviese fuera de toda sensación, porque no siento
nada,nifríonicalor,tampocosientodolor.Esunlugaragradable.Bueno,loseríasi
no estuviese tan oscuro. Me gustaría ver, abrir los ojos y mirar. Hay algo que me
recuerda la placenta de mamá. Sí, antes de nacer. Recuerdo la placenta de mamá
porqueeracálidayconfortable.
¿Ycómopuedorecordareso?
No,allínoteníamiedo,habíapaz.Aquíencambiotengomiedo,apesardeque
siento algo de esa misma paz. La siento porque estoy a sus puertas. Puedo dar un
pasoyolvidarmedetodoparasiempre.
Unsimplepaso.
Peronopuedomoverme.
Norma,Norma,¿ylosdemás?
¿Estánbien?
¿YEloy?
Oh,Dios,daríamiúltimoalientoportenerloaquí,amilado,ysentirsumano
comosientolatuya,hermana.
Tumano.
Eloy.
Mesientotansola…
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Capítulo9
Negras:Alfilg6
En el despacho del doctor Pons había dos sillas únicamente, así que mientras
esperaban, él entró en un pequeño cuarto de baño y regresó con un taburete que
colocóenmediodeellas.CintaySantiocuparonlassillas.Máximo,eltaburete.El
médicorodeódenuevosumesaparaocuparlabutacaquelapresidía.Desdeellalos
observó.
Cintaeradeestaturamedia,tirandoabaja,adolescentementeatractivaconlaropa
que llevaba, pero también juvenilmente sexy: cabello largo, ojos grandes, labios
pequeños, cuerpo en plena explosión. Santi y Máximo, en cambio, eran el día y la
noche.Elprimerollevabaelcabellocortoyteníalacarallenadeespinillas,comosi
en lugar de piel tuviera un sembrado. El segundo mostraba una densa cabellera,
rizada,comosidelacabezalenacierandosotresmiltirabuzonesdecolornegroque
luegolecaíanendesordenportodaspartes.
Unió sus dos manos entrelazando los dedos y se acodó en su mesa. Luego
empezó a hablar, despacio, sin que en su voz se notaran reconvenciones o tonos
duros.Eramédico.Sólomédico.
Yhabíaunavidaenjuego.
—Ahora que vuestra amiga, por lo menos, está estabilizada, es hora de que
retomemoslaconversaciónqueantesiniciamos.
—Yaledijimostodo…
—Oídme,¿queréisayudarlaono?
—Sí—contestóCintarápidamente.
Losotrosdosasintieronconlacabeza.
—¿Quiénmástomópastillas?
—Yo—volvióahablarCinta.
MiróaSantiyaMáximo.
—Todostomasteis,¿no?—preguntóeldoctor.
—Sí.
—¿Éxtasis?
—Sí.
—¿Cómosabéisqueeraéxtasis?
—Bueno…—vacilóMáximo—.Sesuponeque…
—¿Soléistomarloamenudo?
—No—dijeronalunísonolosdoschicos.
Probablementedemasiadorápido,aunque…
—¿Quéefectooscausó?—continuóelinterrogatorio.
—Era como… si tuviera un millón de hormigas dentro —dijo de nuevo Cinta,
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dispuesta a hablar—. Mi cuerpo era una máquina, capaz de todo. Un estado de
exaltacióntotal.
—Yo quería a todo el mundo —reconoció Máximo—. Un rollo estupendo. Me
dioporreírmecantidad.
—Sí,eso—convinoSanti—.Eracomoestar…muyarriba,nosésimeentiende.
Arribaymuyfuerte.
—¿Yahora?
Nohizofaltaquerespondieran.Elbajónyaeraevidente.Fueranonohabituales,
podíantenernáuseas,cefaleas,dolorenlasarticulaciones…
—¿QuélepasóexactamenteaLuciana?
—Empezóasubirlelatemperaturadelcuerpo.
—No —Santi detuvo a Cinta—. Primero se mareó, y luego vino lo de los
calambresmusculares.
—Fue todo junto —apuntó Máximo—. Yo me asusté cuando vi que dejaba de
sudar.Entoncescomprendíqueleveníaungolpedecalor.
—¿Asíquesabéisloqueeseso?
—Sí.
—¿Yaunasí,osarriesgáis?
Era una pregunta estúpida, improcedente. Lo comprendió al instante. Miles de
chicos y chicas lo sabían, y sin embargo todas las semanas se jugaban la vida
tomandodrogasdediseño.Despuésdetodo,sóloalguienmoríadevezencuando.
Sólo.
—¿Quépasódespués?—siguióeldoctorPons.
—Lo que le hemos contado —dijo Cinta—. Empezó con las convulsiones, el
corazónseledisparóy…
—¿Tenéisaquíunapastilladeesas?
—No.
Suspiró con fuerza. Hubiera sido demasiada suerte. Con una pastilla al menos
sabríaquéllevabaLucianaenelcuerpo.Unanálisisdesangrenobastaba.Habíaque
analizarelproducto.
Nisiquierasabíancontraloqueluchaban.
—Anosotrosnonoshizonada—manifestóSanti—.¿Porquésíaella?
—Eso no se sabe, por esta razón es tan peligroso. Os venden química pura
adulterada con yeso, ralladura de ladrillos, materiales de construcción como el
«Agua-plast» e incluso venenos como la estricnina. A veces son más benévolos y
simplemente se trata de un comprimido de paracetamol, que no es más que un
analgésico.Perodeloquesetrataesdeque,luego,cadacuerpohumanoreaccionade
unaformadistinta.Dehecho,nohaynada,ningunasustancia,capazdeprovocaruna
reaccióncomoloquelehasucedidoaLuciana,uncomaenmenosdecuatrohoras;
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perosialguiensufredelcorazón,tieneasma,diabetes,tensiónarterialalta,epilepsia
oalgunaenfermedadmentalocardíaca,queavecesinclusoseignoraporserjóvenes
ynoestardetectada,lareacciónesimprevisible.Inclusobeberaguaenexceso,pesea
que se recomienda beber un poco cada hora, puede llevar a esa reacción. En una
palabra:eldetonanteloponelapersona.
Dejódehablar.Lostreslehabíanescuchadoconatención.Peroelresultadoerael
mismo.Cercadeallíunachicadedieciochoañossedebatíaentrelavidaylamuerte,
al filo de ambos mundos, perdida, tal vez eternamente, en una dimensión
desconocida.Quizáporelloesperabalaúltimapregunta.
LaformulóCinta.
—Sepondrábien,¿verdad,doctor?
Ynoteníaningunarespuestaparaella.Nisiquieraunmínimodeoptimismoen
quebasarse.
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Capítulo10
Blancas:h4
AlsalirdeldespachodeldoctorPonssequedaronunossegundossinsaberquéhacer
o adónde ir. Luego, de común acuerdo aunque sin mediar palabra alguna,
encaminaronsuspasosendirecciónalasalitaenlaquehabíanesperadolasnoticias
acercadelestadodeLuciana.
Nosabíanacienciaciertaporquéseguíanallí,perolociertoesquenoselespasó
porlacabezamarcharse.Eracomosiyaformaranpartedelhospital,odeldestinode
suamiga.
Vacilaron al ver que en la sala había otras dos personas, esperando también
noticias de otros enfermos. Entonces fue cuando vieron aparecer a Eloy; venía
corriendo,congestionadoaúnporlaprisaquesehabíadadoenllegardesdesucasaa
aquellahora.
Máximollenósuspulmonesdeaire.Santisequedóquieto.Cintafuelaúnicaen
reaccionaryendo,directamente,alencuentrodelreciénllegadoparaabrazarseaél.
Volvióallorar.
—¿Qué…hapasado?—preguntóEloyalarmado.
Cintanopodíahablar.FueSantiquienlohizo.
—Estáencoma.
—¿Qué?—Eloysepusopálido.
—Hasidounaputada,tío—manifestóMáximo.
—Pero…¿cuántotiempo…?
—Estáencoma—repitióSanti—.¡Jo,tú,yasabes!,¿no?
Laideapenetrómuydespacioensumente.Fuecomosisedieracuentadeque
Cintaestabaallí,entresusbrazos.Laapretóconfuerza,paranosentirsesolo,nitan
impotentecomosesentíaeneseinstante.
—¿Quédicenlosmédicos?—logróromperelnudoalbergadoensugarganta.
—Quehayqueesperar.Lascuarentayochohorassiguientessondecisivas—le
respondióSanti.
Eloyapretólasmandíbulas.
—¿Quémierdashabéistomado?—alzólavozdepronto.
No hubo una respuesta inmediata. Fueron los ojos de Eloy los que actuaron de
sacacorchos.
—Nada,tío,sólounestimulante—pareciódefenderseMáximo.
—¿Paraqué?¡Mierda!¿Paraqué?
—Oye,sihubierasestadoallí,tútambiénlohabríashecho,¿vale?
—¿Yo?¡Sinisiquierafumo!
—¿Quétienequeverestoconeltabaco?Lotomamosparaverquépasabayestar
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enformaynocansarnosy…
—¡Yparaverquépasaba,coño!—acabóSantilafrasedeMáximo.
—Porfavor…noospeleéis…porfavor—suplicóCinta.
—Yonohabríatomadonada—insistiómirándola—.Nilahabríadejadoaella.
¿Lohabéishechoporeso,porquenoestabayo?
—Hasidounacasualidad—Santidejócaerlacabezaabatido.
—¡Yunamierda!—gritóEloy.
—Estábamos con Ana y Paco, bailando, y entonces… —Cinta volvió a verse
dominadaporlaemoción.Laslágrimasleimpidieroncontinuarhablando.Seabrazó
denuevoconfuerzaaEloyybalbuceóundesesperado—:Losiento…Losiento…
Losiento…
Yanoencontróningunasimpatíaniconsueloenél.Laapartóbruscamentedesu
lado.
—¡Irosalamierda!—exclamóelmuchacho—.¡Parecéiscríosde…!
Noterminólafrase.Girósobresustalonesylosdejóallí,quietos,inmóviles,tan
perdidoscomoloestabanyaantesdesullegada,peroahoramuchomásvulnerables
porlacondicióndeculpablesantesusojos.
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Capítulo11
Negras:h6
SetropezóconNormainesperadamente,mientrassesentíacomounleónenjaulado
en mitad del laberinto de pasillos y salas, sin saber qué más hacer para conseguir
abrir una brecha en el sistema. Los dos se reconocieron en mitad de la nada,
envueltosensusoledad.
—¡Eloy!
La hermana de Luciana se le echó a los brazos. Por primera vez desde que la
conocía,yprontoharíadosaños,élnolarehuyó,alcontrario:laabrazóyledioun
besoenlacabeza,porentrelaespesamatadesupelo.Normatemblaba.
Yélesperó,cauteloso,aunqueenaquelmomentosabíaquesenecesitaban.
Yanoteníanadaqueverelhechodequeella,comomuchashermanasmenores,
estuvieraenamoradadeél.
—Mehandichoqueestá…encoma—murmurócasiunminutodespués.
Normanoseseparódesuabrazo.
—Tengomiedo—reconoció.
—Nomehandejadoverla—dijoEloy—.Llevolatirapidiendo…
Estavezsí.Lachicaseapartódeélparamirarlealosojos.Luegolocogiódela
mano.
—Ven—selimitóadecir.
Lasiguió.Erauncontactodulcey,enelfondo,unamanoamiga.Laprimeraen
aquel mundo inhóspito. ¡Norma y Luciana se parecían tanto! De hecho, viendo a
Norma,recordabacómoycuándosehabíaenamoradodeLuciana.Enaqueltiempo,
sinembargo,Lucianaseacababadeconvertirenunamujer.
El trayecto apenas duró veinte segundos. Norma se detuvo en una puerta. Sin
soltarle a él de la mano la traspuso, empleando la otra para abrirla. Los dos se
encontrarondentroconlospadresdelasdoshermanas.
PeroEloyapenassireparóenellos.
La imagen de Luciana, inmóvil, con los ojos cerrados, la boca abierta y las
agujas,ylostubosentrandoysaliendodeella,leatravesólamente.
—Hijo…—suspiróconemociónlamujerlevantándose.
—Mequedéaestudiar…Losiento,¡losiento!—apenassilogróarticularpalabra
aunquesinpoderdejardemiraralapersonaquemásamabaenelmundo.
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Capítulo12
Blancas:Caballof3-Negras:Caballod7
¿Eloy?
¡Oh!,Dios…¿Erestú,Eloy?
¿Estoysoñando?No,noesunsueño.Erestú.
Reconozco tu voz, y huelo tu perfume y… sí, también puedo verte, al lado de
Norma.Yahoramamáquetedaunbesomientraspapásigueabatidoahí,juntoala
ventana.
Hasllegado.Sabíaqueloharías,perocomoaquíeltiemponoexiste,nosabía
cuándoseríaposibleverte.¡Ahora,sinembargo,mealegratantotenerteamilado!
Aunquelamentomiaspecto.
Estoyhorrible,¿verdad?
Ypensarqueloúltimoquetedijefue…
Tequiero.Nohablabaenserio,¿sabes?¡Quéestúpidafui!Enrealidad…nosé,
estabajugando,yasabestú.Creoquemeasustabaatarme.Sedicentantastonterías
acercadelprimeramor:quesiseempiezaprontoluegoseestropeaenseguida,que
esmejorvivirprimeroydespués…
Noquieroperderte,Eloy.
Niquieroperdermeyo.
¿Porquénomecogesdelamano?
Porfavor…
¿Hasestudiadomucho?Supongoquesí,todalanoche.Menudoeres.Yterco.Y
ahoraesto,¡menudopalo!Siellunessuspendeselexamen,encimaseráculpamía.
Mesabemal,cariño,perotejuroqueyonoqueríaacabarasí.Loúnicoquedeseaba
erapasarunanocheloca,emborracharmedemúsica,olvidar,volar.Lodeseabamás
quenunca.
Aunqueteechabademenos.
Mecrees,¿verdad?
Claro.Estásaquí.Delocontrarionohabríasvenido.
Cógemedelamano.
Vamos,cógemedelamano.
Así…
Gracias.
Ahorayanomeimportanelsilencionilaoscuridad.
Ahora…
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Capítulo13
Blancas:h5
—¿SoislosqueestabaisconLucianaSalas?
Lo miraron los tres, sorprendidos. Era como si hubiera aparecido allí de
improviso,materializándoseensupresencia.
—Sí—reconocióMáximo.
—InspectorEspinós—sepresentóelhombre—.VicenteEspinós.
—¿Policía?—seextrañóSanti.
—¿Quécreéis?—hizoungestoexplícito—.Setratadeundelito,¿noosparece?
Cintaestabapálida.
—Nosotros no hemos hecho nada —se defendió. El hombre no respondió a su
aseveración.
—¿Quiénosdioesapastilla?—preguntósinambages.
Los tres se miraron, inseguros, acobardados, indecisos. El policía no les dejó
reaccionar.Suvozsehizounpocomásruda.Sólounpoco.Nadamás.Suficiente.
—Oídme: cuanto antes me lo contéis, antes podré hacer algo. Puede que os
vendierancualquiercosaadulterada,¿entendéis?Paraqueestanochenoacabenadie
máscomovuestraamiga,dependedeloqueahorahagamos.Esmás:siconseguimos
unapastillaigualalaquesetomóella,esprobablequelaayudemosarecuperarse.
—Noloconocíamos—dijoCinta.
—¿Quéaspectotenía?
—Pues…nosé—miróaSantiyaMáximoenbuscadeayuda.
—Eraunhombredeunostreintaaños,puedequemenos,notengobuenojopara
eso —se adelantó Máximo—. Me pareció normal, vulgar. Todo fue muy rápido, y
estabaoscuro.
—Eralaprimeravez…—tratódeintercalarSanti.
—¿Algunaseña,colordeojos,decabello,untatuaje?
—Bajo,cabellonegroycorto,vestíatrajeoscuro.Mechocóporquehacíacalor.
—Narizaguileña—recordóSanti.
—¿Algúnnombre?
—No.
—¿Cuántooscostóloquecomprasteis?
—Dosmilcadauno.Pedíadosmilquinientas,peroalcomprarvarias…
—¿Tomasteistodos?
—Oiga…—seincomodóMáximo.
—¿Selopreguntoavuestrospadres?
—Tomamostodos—dijoCinta.
—¿Cómoeranlaspastillas?
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—Blancas,redondas,tipoaspirinaymáspequeñas,¿cómoquiereque…?
—Teníanunamedialunagrabada—manifestóSantisabiendoaquésereferíael
inspector.
Elhombrepusocaradefastidio.
—¿Unamedialuna?
—Sí.
Chasqueólalenguaconmalcontenidafuria.
—¿Quépasa?—quisosaberMáximo.
—Nada que os importe —se apartó de ellos pensativo antes de agregar—:
¿Dóndefue?
—EnelPandora's.
—Muy bien —suspiró—. Dejadme vuestros teléfonos y direcciones, y si
recordáis algo más, llamadme —les tendió una tarjeta a cada uno—. A cualquier
hora,¿deacuerdo?
Noesperósurespuestaysealejódeelloscaminandoconelpasomuyvivo.
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Capítulo14
Negras:Alfilh7
VolvieronatropezarseconEloyfrentealapuertadeaccesoaurgencias.Salíadela
zona de las habitaciones, allá donde ellos no habían conseguido entrar, y pudieron
percibirclaramentelashuellasdelllantoensusojos.Teníalasmandíbulasapretadas.
—¿Lahasvisto?—seinteresóCinta.
—Sí.
Iba a preguntar algo más, pero no lo hizo al ver la cara de su amigo. Por el
contrario,fueélquienformulólasiguientepregunta.
—¿HabéisllamadoaLoreto?
—Sí.
—¿Quéhadicho?
—Hemoshabladoconsumadre.Nohaqueridodespertarla.Sólolefaltabaesto
talycomoestáella.
—¿Tenéisalgunapíldoramásdeesas?—preguntódeprontoEloy.
—No.
—Los médicos no saben qué había en ella, cuál era su composición. Si
pudiéramosconseguiruna,talvez…
—Sí,yalosabemos—asintióSanti.
—¿Deverascreesqueunapastillaayudaríaa…?—apuntóCinta.
—¡Nolosé,perosepodríaintentar!,¿no?
Noocultósuimpotenciallenaderabia.Frentealabatimientoyladesesperanzade
Cinta,SantiyMáximo,todoenélerapuronervio,unaansiedadmalmedidaypeor
controlada.
—¿Adóndeibais?—lespreguntódenuevo.
—Acasa,adormirunpoco—suspiróCinta.
Eloynolamiróaella,sinoaMáximo.
—¿Osvaisadormir?—espetó.
—¿Quéquieresquehagamos?
—¿Ellaestámuriéndoseyvosotrososvaisadormirtantranquilos?—insistióél.
—¡Estamosagotados,tío!—protestóMáximo.
Parecíanopodérselocreer.
—¿Te pasas los fines de semana enteros bailando, de viernes a domingo, sin
parar,yahoramevienesconqueestásagotadounsábadoporlamañana?—levantó
lavozpresodesufuria.
—Yavale,Eloy—tratódecalmarloSanti.
—Todosestamos…
NadiehizocasoahoraaCinta.EloyseguíadirigiéndoseaMáximo.
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—Fuistetúquiencompróesamierda,¿verdad?
—Oye,¿dequévas?
—¡Fuistetú!
—¿Yquésifuiyo,eh?—acabódisparándoseMáximo—.
¿Quépasacontigo,tío?
—¡Malditocabrón!
Seleechóencima,peroSantiestabaalerta,yeramásfuertequeél.Lodetuvoy
loobligóaretroceder,mientrasCintaseponíatambiénenmedio,denuevollorosay
albordedeunataquedenervios.
—¡Porfavor,noospeleéis,porfavor!—gritólamuchacha.
—Vamos,Eloy,cálmate—pidióSanti—.Nohasidoculpadenadie.Ytampoco
hasidoculpasuya.FueRaúlelquetrajoaltipoyelque…
—¿Estabaahíeseimbécil?—abriólosojosEloy.
—Sí—reconocióSanti.
La presión cedió, los músculos de Eloy dejaron de empujar y Santi relajó los
suyos.Máximotambiénrespiróconfuerza,apretandolospuños,dándoleslaespalda
mientras daba unos pasos nerviosos en torno a sí mismo. Cinta quedó en medio,
abrazándosecondesvalidatristeza.
Fueenesemomentocuandolaspuertasdeurgenciasseabrierondeparenpary,
corriendo,entraronvariaspersonasllevandoaunniñollenodesangreenlosbrazos.
Ellugarseconvirtióenuncaosdegritos,vocesycarreras.
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Capítulo15
Blancas:Alfild3
EldoctorPonsletendióelpliegodehojas.
—Desde
luego,
no
es
Metilendioximetaanfetamina,
sino
Metilendioxietanfetamina.
ElinspectorEspinósalzólavistadelanálisisdesangre.
—Noeséxtasis—aclaróelmédico—,sinoeva.
—Bueno, eso ya me lo imaginaba —reconoció el policía—. La gente sigue
llamándoloéxtasispero…
—Lomaloesqueahoraqueteníamoseléxtasisbastanteestudiado…—hizoun
gesto de desesperanza el doctor Pons antes de empezar a hablar, casi como si lo
hicieraparasímismo—.Quizánodebíahaberseprohibido,yavestú.Cuandovamos
descubriendo una cosa, la prohíben, y entonces sale otra más difícil y compleja de
detectar. A comienzos de siglo se empleaban dosis controladas de éxtasis en
psiquiatríaparamejorarlacomunicaciónconlospacientes.Ahora,desdequelaDEA
locatalogóen1985dentrodelgrupodesustanciassinutilidadmédicareconocida,y
conriesgosdeadicción…Enfin,quepreferíavérmelasconeléxtasis,amigo.Está
claro que siendo el eva un veinticinco por ciento menos potente que el éxtasis, su
mayorcantidaddeprincipioactivolohacemáspeligroso,porqueactúamásrápido.
Estodoloquesabemosypocomás,muypocomás.
—¿Yademásdeeva,quéconteníaesapastilla?
—Ahí está todo lo que hemos detectado —señaló el análisis de sangre—, pero
como siempre, es insuficiente. El cuerpo ya ha eliminado algunas sustancias.
Seguimos sin saber contra qué luchamos. De las variedades analizadas por los
laboratorios de toxicología últimamente, el ochenta por ciento era eva, y no había
ningunapastillacuyacomposiciónfueseigualaotra.Siemprehayalgunaporquería
quelasdiferenciaentresí.
—Ésta también es diferente —le informó el inspector Espinós—. Según esos
chicos, tenía una media luna grabada. Es la primera con esta marca, así que debe
haberunanuevapartidareciénllegadaalaciudad,talvezdeprocedenciaremota.
—¿Porquélesponenesossellos?¿Losabes?
—Paradistinguirlas,parajugar…¡quéséyo!Hevistopastillascontantasfiguras
ynombres…:elconejitodePlayBoy,lalenguadelosRollingStones,logotiposde
canalesdetelevisión,dibujosinfantiles…
—Demomento,estalunayatieneunavíctima.
—Luna —rezongó el policía—. Malditos hijos de puta… Un paquete de mil
pastillas pesa algo más de un cuarto de kilo, ¿cómo lo ves, eh, Juan? Alrededor de
doscientos ochenta gramos. ¡Diez mil pastillas pesan menos de tres kilos! ¡Y valen
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veintemillonesdepesetasenelmercado!
—Eselprecioloquelohacefácil—intercalóelmédico—.¿Acómoestáahorala
cocaínaenlacalle?
VicenteEspinóssuspiróagotado.
—Docemilelgramo.
—Creoqueelspeedestáaunastresmil,yeléxtasisoelevaaunpocomenos,
¿me equivoco? Es lo más barato, y por tanto también lo más explosivamente
peligroso. En Inglaterra se consumen a la semana entre un millón y un millón y
mediodepastillas,todasentrechicosychicasdetreceadiecinueveaños.¿Cuántasse
consumenenEspaña?
Nohabíacifras,ylosdoslosabían.Porellolapreguntasehacíamásangustiosa.
—Nosllevanunagranventaja—dijoelpolicía—,losfabricantesylostraficantes
por un lado, y esos chicos por otro. A veces oigo a mi hija hablar de música y me
parece una extraterrestre. Rave, hardcore, trance, house, techno, hip-hop… ¡Hasta
hacepocoaúncreíaqueelbacalaosecomía,yahoraresultaqueloescribenconKy
se baila! —no se rió de su mal chiste—. ¿Qué más quieren si ya salen de noche,
practicanelsexoyhacenloquelesdalagana?¿Porquéademáshandedestruirse?
¿Esesolibertad?
—¿Recuerdascuandofumábamoshierbaenlossesenta?
—¡Venga,nocompares,tú!
—Lo único que sé es que a veces se necesita una muerte para sacudir a la
sociedad —desgranó Juan Pons con deliberada cautela—. En 1992 las drogas de
diseño apenas si alcanzaban un tres por ciento del consumo total en nuestra
Comunidad.En1993saltamosaldiecinueveporciento,en1994llegamosaltreintay
cuatroporcientoyen1995…Desdeentonces,ysobretodoenestosúltimostiempos,
ha seguido aumentando su consumo. Aun así, estamos lejos de los cincuenta y dos
adolescentesmuertosenInglaterraenlaprimeramitaddelosnoventa.Cincuentay
dos, que se dice pronto. Y eso quitando comas, lesiones permanentes y efectos
secundarios. Y espera, que dentro de diez años tendremos una generación de
depresivos, porque eso es lo menos que les va a pasar a estos chicos. Las lesiones
cerebralesyfísicasserándeconsideración.
—Estecasolevantaráampollas—dijoVicenteEspinós.
—Poresotedecíaqueavecessenecesitaalgocomolodeestachicaparasacudir
alaopiniónpública.
—Ya,peroalaúnicaopiniónpúblicaquevaasacudiresalapolicía.
—¿Quéharás,unaredadageneraldecamellosconsellodeurgencia?
—Noseascruel,Juan—protestóelinspector—.Perodesdeluegovaahaberuna
buenamovida.
—¿Tehandadoalgúndatodeinterésesoschicos?
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Elpolicíasepusoenpie.
—Unanarizaguileña.
—¿Y?
—Essuficiente—dijoVicenteEspinós—.Almenosporahora.
Yletendiólamanoasuamigo,dispuestoairse,dandoporterminadasubreve
charla.
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Capítulo16
Negras:Alfilxd3
Marcóelnúmerodeteléfonodememoriayapenaslohubohecho,miróaderechae
izquierda, para asegurarse una vez más de que todo estaba tranquilo y la calle
envuelta en la normalidad prematura de un sábado por la mañana. No tuvo que
esperarmucho.
—¿Sí?—lecontestóunavozfemeninaporelauricular.
—¿ElseñorCastro?
—Duerme—fueuncomentarioescueto—.¿Quiénlellama?
—Poli—dijoél—.PoliGarcía.
—¿Quéquieres?
—Hahabidounamovida.Hedehablarconél.
—¿Quéclasedemovida?
—Oye,despiértalo,¿vale?Puedeserimportanteytienequesaberlo.
—¿Quéclasedemovida?—repitiólavozfemenina.
—Unachicaenelhospital—bufóelcamello—.Estoyenunacabina,ynotengo
muchasmonedas.
—Cómprateunmóvil.¿QuétienequeveresachicaconAlex?
—Levendíunaluna.Delasprimeras.
Ahorasí.Ellapareciócaptarlaintención.
—Espera—suspiró.
Notuvoquehacerlomuchotiempo,peroporsiacasointrodujootramonedade
veintedurosporlaranuradelteléfono.
—¿Poli?—escuchólavozdeAlejandroCastro—.¿Quéclasedemierdaesésa?
—Ya ves. Estuve en el Pandora's, vendí como cincuenta, y nada más irme una
chicasepusoaparir.
—¿Golpedecalor?
—Esoparece.
—¿Cómolosabes?
—Melohansoplado.Yotambiéntengoamigos,¿sabes?
—¿Estábien?
—¡Yyoquésé!Debeestarenalgúnhospital.
—¡Eh,eh,tranquilo!
—¿Tranquilo?Esaclasedemarronesnomegustan.Simuere,habráproblemas;y
aunque no la palme puede que los haya igualmente. ¡Coño, me dijiste que era
materialdeprimera!
—¡Yloes!,¿quétecrees?
—¡Nuncamehabíapasadonadaasí!
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—Oye,Poli,entérate:yonolasfabrico,lasimporto.Ytrabajocongentequelo
hacebien.
—Todoloquetúquieras,peroyotengodoscientaspastillasencimayyaveremos
quépasaestanoche.
—¡Yotengoquincekilos,yhayquevenderlas,nomevengasconchorradas!
—Mira,Castro,siesacríamuere,lapolivaaremovercieloytierra,ycomoden
conmigo…
—¿Comodencontigo,qué?—leatajóelaludidoalotroladodelteléfono.
Polipercibióclaramentesutono.
Llenósuspulmonesdeaire.
—Nada—acabódiciendo—.Supongoqueestoyunpoconervioso.
—Puestómateunatilaycálmate,¿vale?
Nohabíamuchomásquedecir.
—¡Vale!
Elotronisiquierasedespidió.
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Capítulo17
Blancas:Reinaxd3
Loretoaparecióenlapuertadelacocinaconelsueñotodavíapegadoasuspárpados.
Su madre la contempló buscando, como cada mañana en los últimos días, la
naturalidad en sus gestos y la indiferencia en su mirada. Pero también como cada
mañana, le fue difícil hacerlo. Pese al camisón, que le llegaba hasta un poco más
arriba de las rodillas, la delgadez, de su hija era tan manifiesta que seguía
horrorizándola.Losbrazosylaspiernaseransimpleshuesosconapenasunosgramos
decarnetodavíaluchandoconfirmezaporlasupervivencia.Elpechonoexistía.Pero
lopeorseguíasiendoelrostro,enteco,llenodeángulosdebidoaqueenélnohabía
yamásquepiel.
Aveceslecostabareconocerla.
Habíasidotanbonita.
Tan…
—Hola,mamá.Buenosdías.
—Buenosdías,cielo.
—Hedormidodocehoras,¿no?
—Sí,estábien.¿Cómoteencuentras?
—¡Oh!,estupendamente.
Le hizo la pregunta que tanto temía, pero que debía formular para dar visos de
normalidadcotidiana.Lapreguntaquetresvecesaldíalallenabadezozobra.Yno
porqueellafuesearechazarla.
—¿Quieresdesayunar?
Seencontróconlamiradadesuhija.
—Unoscereales,conleche.
—¿Telospongoyo?
—No,yaloharéyomisma,gracias.Voyalavarme.
Laviosaliryseapoyóenlamesa.Afindecuentasloimportanteyanoerasólo
quecomieraalgosinmuestrasdegulaoansiedad,sinoquenolovomitaradespués.
Ésaeralaclave.
De algún lugar de sí misma buscó las fuerzas que le permitieran seguir. Ella
tambiénestabacomosuhija:enloshuesosdesuresistencia.Perolosmédicos,los
psiquiatrassobretodo,nodejabanderepetirleyrecordarlequeteníaqueserfuerte,
muyfuerte.
Siellaflaqueaba,Loretoestaríaperdida.
Deprontorecordólallamadatelefónica.
Pensóennodecirlenada,perodecualquierformaellallamaríaantesodespuésa
susamigos,asíque…
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—¡Loreto!
Fuetrasella.Yaestabaenelbaño.Llamóalapuertayentrócasiacontinuación.
Su hija se cubrió el cuerpo rápidamente con la toalla. Pero bastó una fracción de
segundoparaqueellapudieseverladesnuda.Casituvoqueabortarungritodepánico
ydolor.
Losprisionerosdeloscamposdeexterminionazisnoteníanpeoraspecto.
—¡Mamá!—gritóLoreto.
—Lo… siento, hija —trató de dominarse a duras penas—. Es que algo le ha
pasadoaLucianay…
Loretoseolvidódelainterrupción.
—¿Quépasa?—sealarmó.
—La han llevado al Clínico. Por lo visto se ha tomado algo esta noche, alguna
clasededroga.
—¡Oh,no!—elrostrodelamuchachasetransmutó—.¿Estábien?
—Nolosé.Hanllamadomuydemañana,apenashabíaamanecido.
—¿Porquénomedespertaste?
—Vamos,hija,¿quéqueríasquehiciese?
—Hedeirallí—dijoLoreto.
—¿Entuestado?—Mamá…
Saliódelbaño,envueltaenlatoalla,ycaminóendirecciónalteléfono.Marcóel
númerodelacasadeLucianayesperóunossegundos.
—Nohaynadie—dijofinalmente.
Colgó.
Yeneseinstanteeltimbredelaparatolassacóalasdosdesusilencio.
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Capítulo18
Negras:e6
VicenteEspinóssalióporlapuertadeurgenciasdelHospitalClínicoysedetuvoen
laaceraparatomaraireydecidirquérumboseguir.Lamañanaeraagradable.Una
típica mañana de primavera, a las puertas del verano y en tiempo de verbena, pero
aún sin los calores caniculares. No le gustaban los hospitales. Debía ser
hipocondríaco.Sedecíaqueunbuentantoporcientodepersonasqueentrabanenun
hospital, salían con algún virus pegado al forro. Y lo mismo los pacientes. Los
curabandeunatonteríaysalíanconalgogordo.
Se olvidó de sus malos presagios cuando le vio a él. Aunque de hecho su
presencianohizomásquereavivarleotros.
Elreconocimientofuemutuo.
—¡VayaporDios!—comentóelpolicíasinocultarsudisgusto.
—Caramba,laley—dijoelaparecidodeteniéndoseanteél.
Nopodíasercasual.NoconMarianoZapata.
—¿Quéhaceporaquí?—lepreguntó.
—Creoquelomismoqueusted—sonrióelperiodista—.¿Quéhaydeesachica?
—Lasnoticiasvuelanrápido.¿Quiénlehallamado?
—Contactos—seevadióMarianoZapataconunairedesuficiencia.
—¿Porquénolehaceunfavoraella,yalainvestigación,yseva?
—Vamos, Espinós —el periodista abrió los brazos mostrándole sus manos
desnudas—.¿Melodiceenserio?
—Selodigoenserio,sí.
—Debería saber que es bueno que esas cosas se sepan —justificó Zapata—.
Siempre actúan de freno. Un montón de padres les prohibirán a sus hijos salir el
próximo fin de semana, y tal vez, algunos chicos y chicas no vuelvan a tomar
porquerías recordando lo que le ha sucedido a esta chica. Eso tiene de bueno la
información.
—Dependedecómosedé.
—¿Quieredecirqueyolamanipulo?
No le contestó directamente, aunque le hubiera gustado. Siempre había existido
unacoexistenciamásomenospacíficaentrelaleyylaprensa.PeroMarianoZapata
eraotracosa.Unsensacionalista.
—Si habla de esa chica, los responsables de lo que le ha sucedido tomarán
precauciones.
—Osea,quedebocallarparaayudarlesadesarrollarsuinvestigación.
—Másomenos.
—No puedo creerlo —se burló el periodista antes de que cambiara de tono y
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dijera con énfasis—: ¡La gente tiene derecho a saber lo que pasa! ¡Y cuanto antes
mejor!
Eralamismahistoriadesiempre.Nosabíaporquédiscutíaconél.
Iniciódenuevosucamino,sinsiquieradespedirse.
—Vamos,Espinós—leacompañólavozdeZapata—.Tienetodoeldíadehoy
parainvestigarelcaso,¿quémásquiere?
Queríaromperlelacara,odetenerle,peroesohubierasido…¿anticonstitucional?
¿Quiéndecíaquehastalasratastienenderechos?
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Capítulo19
Blancas:Alfilf4
Alllegaralportaldeledificio,losdosaminoraronelpasodeformaquesedetuvieron
comosiseleshubieseterminadolaenergía.Santi,quellevabaaCintacogidaporlos
hombros,fueelquesecolocódelantedelachicaparabesarla.
Ellasedejóhacer,sincolaborar,sinreaccionar.
—¿Estásbien?—acabópreguntandoél.
—Sí.
—¿Seguro?
—Quesí.
Santilevantólacabeza.Mirólacasa.
—Noesconvenientequetequedessola—comentó.
—Ya—Cintaplególoslabios.
—¿Tuspadresvuelvenmañana?
—Yasabesquesí.
—Déjamequesuba.
—No.
—Pero…
—Ahorano—quisozanjareltemasinconseguirlo.
—¿Porqué?
—Porque acabarás como siempre, y no me apetece. Además, la última vez casi
nospillan,yjuréquenovolveríaasertanimprudente.
—Oye,queessábadoporlamañana.Laotravezeradomingoynosquedamos
dormidos.Yellosnovanavolverelsábadoporlamañana,¿vale?
—Imagínatequemimadreseponemaloquéséyo.
—Escucha—tratódeserconvincente,casitantocomosolíagustarleasunovia
—,sóloquieroecharmeunrato,nadamás.Yasínoshacemoscompañía.Hasidoun
palo,ynoquierodejartesola.
SeencontróconlamiradacargadadedudososreprochesdeCinta,peronadamás.
—Ademásdijeencasaqueestaríafueratodoelfindesemana—continuóél—.Si
aparezco a esta hora del sábado van a creer que ha pasado algo. No esperaba que
ocurrieraunacosaasí.
—Muchacaratienestú.
—Va,noseasasí.
Le dio un beso en la frente y Cinta cerró los ojos. Luego él la atrajo hacia su
pecho,yellasedejóacariciar,muyquieta.
Nohizofaltavolverahablar.
Acabaron entrando en el portal en silencio, todavía abrazados, revestidos de
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ternura,hastaquelaaparicióndeunavecinaenlaescaleraleshizosepararse.
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Capítulo20
Negras:Reinaa5
Abriólapuertaconsigilo,porsiteníasuerteyellosaúndormíanoporlomenosnole
oíanllegar,perocomprendióquenoeraprecisamentesudíadesuerte.
Sumadreaparecióenelpasillo,enbata,consuhabitualcaradepreocupación.
—¡Vayahoras,Máximo!—fueloprimeroqueledijo.
Losiguientefueacercarseaél,paracomprobarsuestado.
—Estoybien,mamá.Nohebebido.
Parecíanocreerle.Seleplantódelante,mirándolodehitoenhito.
Notuvotiempodemostrarseenfadadoporlafaltadefematerna,nideprotestaro
tratar de capear el temporal al que, por otra parte, ya estaba habituado. Su padre
aparecióporlapuertadelbañoamedioafeitar.
—¿Qué,porquénoempalmasya,directamente?—legritó.
—Semehahechotarde,caramba.Novoyaestarmirandolahora…
—¡Ay, hijo, es que primero llegabas a las tres o las cuatro, luego ya fue al
amanecer,yahora…!—sepusoenplandramáticosumadre.
—Oye,tengocasidiecinueveaños,¿vale?
—¡Atumadrenolecontestes!,¿meoyes?¡Miraquetedoyunguantazoquete
pongo las orejas del revés! ¡Casi diecinueve años, casi diecinueve años! ¡Si aún te
quedansietemeses,críodemierda!
—Bueno,nodiscutáis—tratódecontemporizarlamujer.
—Tú has empezado, mamá —la acusó Máximo—. He salido, se me ha hecho
tardeyestoybien,¿ves?¿Quémásquieres?
—¿Ynopiensasquetumadreavecesnopegaojoentodalanoche?—continuó
gritandoelhombre.
—Yonotengolaculpadeeso—sedefendióél.
—Siesquecadasemanasematantantoschicosenaccidentesque…
La discusión ahora ya era entre ellos dos, como habitualmente solía suceder.
Dejarondehacerlecasoaella.
—¡Yahoraadormirhastalahoradecomer,claro!¡Esositelevantas,porquealo
peorempalmasyhastalanoche,yvueltaaempezar!Pues¿sabesloquetedigo,eh?
¿Sabesloquetedigo?¡Quesemeestánempezandoahincharlasnarices!¡Yamí
cuandosemehinchanlasnarices…!
—Vale, oye, no grites —trató de contenerle Máximo al ver que su madre iba a
ponerseallorar.
—¡Túacallar,yogritoloquemedalagana!
Máximosetragósuposiblerespuesta.Lohizotantoporcansanciocomoporsu
madre.Elsilenciolosenvolviósúbitamente,deformaquelostressemiraroncomo
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animalesacorralados.
Fuesuficiente.Latensióncediódemaneraprogresiva,comounaespiral.
Elhombrevolvióameterseenelcuartodebaño,dandounportazo.
YMáximoentróensuhabitación.
Enelmomentodedejarsecaersobrelacama,teníalospuñosapretados,perono
sóloeraporladiscusiónqueacababadetener.
SeguíapensandoenLuciana,yenRaúl,yen…
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Capítulo21
Blancas:Alfild2
Aparecieronlosdos,y,alentrarenlasala,MarianoZapataselevantó.Fueélquien
lestendiólamanoenprimerlugar.
—¿SeñoresSalas?
Primeroselaestrechóaella,haciendounaleveinclinación.Despuésaél.Acto
seguidolesmostrósucredencialdeprensa.
EstherSalaslomirósinacabardecomprender.
—¿CómoestásuhijaLuciana?—seinteresóelperiodista.
—En…coma—articulóLuisSalas.
—Sí,losé.Mereferíaasihabíahabidoalgúncambio—aclaróMarianoZapata.
—No,dicenqueaúnes…pronto.
—Créanmequelosiento.Estascosaslerevuelvenaunoelestómago.
—¿Vaaescribiralgosobrenuestrahija?—vacilóelpadredeLuciana.
—Debohacerlo.
—¿Porqueesnoticia?
—Esalgomásqueeso,señorSalas—tratódemostrarselomássinceroposible,y
enelfondoloera—.Cuandoestascosaspasanladesgraciadeunapersonasueleser
lasalvacióndeotras.
—Noleentiendo—musitólamujer.
—Un caso como el de Luciana alerta a los demás, a posibles víctimas y a sus
padres—leaclarósumarido.
—Asíes—corroboróelperiodista—.Deahíquequierahablarconustedes,saber
algomásdesuhija,pedirlesquemecuentencómoera,quemedenalgunafotografía.
—Señor…
—Zapata,MarianoZapata—lesrecordó.
—Señor Zapata —continuó Luis Salas—. Ahora mismo no estamos para otra
cosaquenoseaparaestarasulado,¿entiende?Talvezmañana,opasado…nosé…
—Esta noche cientos de chicos y chicas tomarán la misma porquería que ha
llevadoaLucianaaeseestado,señorSalas—insistióél.
—Todoestoacabadeocurrir.Todavía…—balbuceóEstherSalas.
—Seloruego,señorZapata—pidióLuisSalas.
—¿PodríahacerleunafotografíaaLuciana?
—¡No!
Fuecasiungrito.Losdoshombreslamiraron.
—Señora,esaimagen…
—¡Noquieroquenadielaveaasí,porDios!
Todo el horror del mundo tintaba sus facciones. El periodista supo ver en ellas
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unanegativacerrada.
—Deacuerdo,señora—seresignó—.Losiento.
Yvolvióatenderleslamanodispuestoamarcharse.
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Capítulo22
Negras:Reinac7
CintasintiólamanodeSantiensumuslodesnudo,yrápidamentemoviólasuyapara
detenersuavance.
—Yavale—dijoconescuetasequedad.
Santinolehizocaso.Siguiórecorriendosupiel,ensentidoascendente,tratando
devencerlaoposicióndelamanodeella.
—¡Estatequieto!,¿quieres?—acabógritandoCintamientrassedabalavueltaen
lacama,furiosa.
—Mujer…—sedefendióél.
—¡Hasdichoquesóloqueríasecharteunrato!
—Esquealverteasí…
—¡Puescierralosojos,odatelavuelta!
—Ya.
Cintaseacodóconunbrazoylemirópresadeunafuerterabia.
—¿Seríascapazdehacerlo,ahora?—lepreguntó.
—¿Porquéno?
—¿ConLucianaenelhospital,encoma?
—Precisamenteporesonecesito…
—Eresuncerdo—leespetósunovia.
—Nosoyuncerdo.
Cinta volvió a darle la espalda. Hizo algo más: se apartó de él, colocándose
prácticamente en el filo de la cama. A través de la penumbra Santi vio sus formas
suaves,subellezajuvenil,todocuantoencerrabaensucuerpo.
Tancerca,y,depronto,tanlejos.
—Vale,perdona—dijo.Nohuborespuesta—.Hedichoquelosiento.
Elmismosilencio.
Rotoapenasunossegundosdespuésporelahogadollantodeella.
Aunquesabíaquenoeraporél.
EracomosiLucianaestuvieseallí,entreellos,ytambiénensusmentes.
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Capítulo23
Blancas:0-0-0
Alprincipio,precisamente,laquelehabíagustadoeraLuciana.Lasconocióalasdos
almismotiempo,inseparables,sinolvidaraLoreto,queibamásasubolayapareció
después. Las llamó las destroyers, porque arrasaban. Tenían toda la marcha del
mundo,eranfansdecasitodoslosgruposdeguaperashabidosyporhaber.Peroen
susrostrosyensuscuerposanidabaunángel,algoespecial.
CuandocomprendióqueLucianaeradiferente,másinaccesible,yqueademásse
inclinabaporEloy,entoncessefijóenCinta,yellaenél.Desdeesemomentotodo
fuemuyrápido.
Enamoradoscomotontos.
Jamáspensóquepudieraliarsetanpronto,peroconCintahabíaencontradoalgo
que no conocía: la paz. Por otra parte, primero todo fue un juego adolescente.
Despuésyano.
AhoraCintanoerafandeningúngrupodeguaperas.Eraunamujer.
Unamujerdedieciochoaños.
¿Porquéhabíatenidoquemeterlapata?
La oyó llorar más y más, hasta que el viento huracanado de ese sentimiento
menguóycesó.Tuvodeseosdecogerla,abrazarla,yasindeseosexual,sóloporque
ellalonecesitaba,peronoseatreviósiquieraatocarla.Cintateníacarácter.
Muchocarácter.
Cerró los ojos, y, entonces, se vio a sí mismo, y a los demás, la pasada noche,
bailando.
Luciana,Máximo,Cinta,Raúl,Ana,Paco,él…Oíasusvoces.
—Vamos,total…averquépasa.
—Oye,estonoserámuyfuerte,¿verdad?
—Amímedaporreírme.
—¡Ya,quetevoyacreer!
—Enserio.
—Miradquecomomañanamedespierteenunacamaajenaynorecuerdenada…
Osmato,¿vale?
—Tododependedecómoseaél.
—¡Perosinoesmásfuertequeunaanfeta,cagada!
—Poresovaledosmilcucas,¿no?
—¡Cómoteenrollas!
—Venga,tía,va.
—Queno,enserio.
—Serás…
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—¿Vasaserlaúnicaquepase?
—Enfin…peronoselodigáisaEloy.
—Aversiesquevasatenerquepedirlepermisoparatodo,tú.
—Venga,venga,quevamosaarrasar.
—¿HabéisoídohablardelSpecialK?
—No,¿quées?
—¡Huy,lomásfuerte!¡Yloúltimo!
—Notoméisalcoholconesto,¿eh?Tedeshidratas.Ybebedaguacadahora,pero
sinpasarse.
—Muyenteradoestástú.
—Hombre,hayquesaberdequévalapelícula.
—¿Quétal?¿Flipaonoflipa?
—Yonosientonada.—¡Venga,vamosabailar!¡Quecircule!
Santivolvióaabrirlosojos.Jadeaba,yelcorazónlelatíaconmuchafuerzaenel
pecho.
NoeraCinta,sinoél,quiennecesitabaqueleabrazaranahora.
—Cinta…—susurró.
Nohuborespuesta.
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Capítulo24
Negras:Caballogf6
Cintamirabalasrendijasdelapersiana,lossegmentoshorizontalesporloscualesse
filtrabalaluzdelsol.Noteníasueño,nipizcadesueño,aunqueagradecíaelhechode
poder estar tumbada, en silencio. Lo único malo del silencio era oír el eco de sus
propiospensamientos.Unecocargadodereverberacionesquelaaturdían.
Y no podía escapar de las mismas. Eran como ondas que se dilataban y se
contraíanenlasuperficiequietadeunlago.
EllayLucianahabíansidolasmásreaciasatomarlapastilla.Unacosaeranlas
anfetas o alguna bebida fuerte, y otra muy distinta una pastilla de éxtasis. Raúl, y
Máximo, y también Santi en el fondo, incluso la misma Ana, fueron los motores.
RaúlyMáximoestabanhabituados.Enrealidad,niAnaniPacoformabanpartedel
grupo,perolosconocían.Ellaparecíaestardevueltadetodo.Demasiado.
Una simple pastilla blanca, redonda, del tamaño de una uña, o tal vez más
pequeña.
¿Cómoeraposibleque…?
—Oye, ¿no dices que quieres probar nuevas experiencias, y que le has dicho a
Eloyquevasatomárteloconcalma?Puesempieza.
—Creoquesoyidiota.
—Bueno,mañanalellamasyledicesqueeresidiota.Peroestanochevamosa
soltarnoselpelo.
—Laverdadesquepagardosmildelalaporesto…
—Amínomeirámaldejardepensarunrato.Tengolosexámenesmetidosenel
tarro.
—Seguroquememareoyvomito.
—¡Jo,quémoral,tía!¡Tómatelayaycalladeunavez!
Ojalá hubiera vomitado. Cuando la vio caer al suelo, y se dio cuenta de lo mal
que estaba… Y todo lo que ocurrió después, cuando la sacaron fuera, y empezaron
losgritos,ylaesperadelaambulancia,ytodolodemás…
Santi tal vez tuviera razón: necesitaba un poco de cariño, amor, ternura, tal vez
sexo.Peronosemovió.
Recordaba cuando se conocieron. Hacían cola para comprar dos entradas del
conciertodesugrupopreferido,ydeprontocerraronlataquillayanunciaronquese
habían agotado. Luciana se echó a llorar, y ella empezó a gritar, dispuesta a saltar
sobre la taquilla y abrirla a golpes. Sin saber cómo, se vieron una junto a la otra,
llorando desconsoladas, y abrazándose. No sabían nada la una de la otra, pero
compartíansuamorinfinitoporellos,loscincochicosmásguaposdelacreación,los
quemejorcantaban,losquemejorbailaban,losquemejorsemovían…
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No pudieron ir a ese concierto, pero desde entonces fueron como hermanas.
Luego, Luciana le presentó a Loreto. Eran íntimas, pero a Loreto la música le
importabamenos,asíqueLucianayellateníanmuchasmáscosasencomún.
Inclusoteníanplanes.Sequeríaniravivirjuntas.Ysolas.
Deprontotodoparecíaincreíble,lejano,ysobretodo,¡tanabsurdo!
Unasimplenoche,unasimplepastillaquesesuponíaibaadisparar…
Sí,disparareralapalabraexacta.
Comotodaslasarmas,eldisparopodíallegarasermortal.
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Capítulo25
Blancas:Reinae2
Máximotampocopodíadormir.
Lapeleaentresuspadresacausadeélhabíacesadohacíarato,yahoralacasa
estabaensilencio,perosumenteeraunhervidero.Creíaqueundescanso,atemperar
losnervios,levendríabien,ydescubríaqueno,quelasoledaderapeor.Elsilenciose
convertíaenuncaos.
CintaySantiestabanjuntos,peroélnoteníaanadie.
Nuncahabíatenidoanadie.EllocodeMáximo.
Locoono,ahoranopodíaeludirsuresponsabilidad.Eloyteníarazón.Laculpa
era suya, no toda, pero sí gran parte. Fue él quien llevó las malditas pastillas a
Luciana,CintaySanti.Ély,porsupuesto,Raúl.
Aúnmáscondenadamenteloco.
—¡Vamos,tío,sicompramosunpuñadonoslasrebaja!
—¿Colocanbien?
—¿Dequévas?Teestoyhablandodeéxtasis,nodeningunamierdadeesasde
coloresparacríosconacné.
—Queyalosé,hombre,¿quétecrees?Peronosésiellas…
—¿LuciyCinta?¿Quéson,bebés?¡Eh,colega!
Entonceshabíaaparecidoél.
Elcamello.
Talycomoselodescribióalinspector.
—Recién llegadas. ¿A que son bonitas? ¿Veis? Una luna. Dos mil cada una si
compráismediadocena.Preciodeamigo.
—Deamigoseríaamil.
—Sí,hombre,siquierestelasregalo.
—¡Andaya!
Seconocían.Raúlyelcamelloseconocían.
Entonces fueron con Cinta, Santi y Luciana. Paco y Ana también estaban allí.
Sietepastillas.Catorcemilpesetas.Raúlyallevabaalgoencima,porquenoparabade
moverse,dereír,degritar,conlosojosiluminados.
Raúl era de los que aguantaban todo el fin de semana, de viernes a lunes
prácticamente.Cuatrodíasdebajadayalsiguienteviernes,vueltaaempezar.Erasu
vida.
Lamúsica,lamákinayelbakalao,ladisco,elmovimientocontinuo.
Yenunmomentodeterminado,todosformandounacadena,elcamello,Raúl,él,
y,finalmente,Luciana.
Unacadenaqueserompíaporeleslabónmáspequeñoymásdébil.
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ApartedeLoreto,laúnicachicaquelehabíaimportado,yqueyanoeramásque
unasombradesímismaporculpadelamalditabulimia.
¿Porquésedestruíanasímismos?
Suspiróconfuerza,parasentirsevivo,perosóloconsiguiórecordarqueLuciana
yanopodíahacerlo.Eldolorselehizoentoncesinsoportable.Ynoteníaniideade
cómoarrancárselo.
SiLucianamoría…
Sipermanecíaencomadurantemeses,oaños…
Máximoselevantódeunsalto.Estabatemblando.
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Capítulo26
Negras:0-0-0
Eloy tuvo suerte. No se vio obligado a llamar desde el interfono. Un hombre,
llevandodelamanoaunniño,salíadelportal,yélsecolódentrosinnecesidadde
llamar. Ni siquiera esperó el ascensor. Total, sólo eran tres pisos. Los subió dando
zancadas que devoraron los peldaños de dos en dos y se detuvo ante la puerta el
tiempojustoparacogeraire.Luegollamó.
LeabrióJulia.Laconocía.Eraunapreciosidaddecatorceaños,quedaríamucho
quehablarcuandoseformaraunpocomás,siesqueyanolohacíaahora.Rubia,de
pecho pequeño y puntiagudo, ojos grises, piernas largas que ella resaltaba con
ajustadasminifaldasdetubo…
—Vaya—lesonrió—.Estodaunasorpresa.¿Cómoestás?
—Bien—mintió—.¿EstáRaúl?
Suhermanapareciósorprenderseporlapregunta.
—¿Esunchiste?—sonrió—.Pasa.
—No,tengoprisa.
Ellanoocultósudisgusto.
—¿NoconocesaRaúl?Elfindesemananoapareceporcasa.¿Porquéibaaestar
aquíunsábadoporlamañanahabiendoafterhours?
—¿Sabesdóndepodríaencontrarlo?
—Noesdelosquedicendóndeva,nitampocodelosquehacenplanesprevios.
Sitúnolosabes,menosloséyo.¿Porquélobuscas?
—Necesitounainformaciónurgente.
—Pueshastaellunes…
Se dio cuenta de que ella aún pensaba que era una excusa, así que se rindió
definitivamente.
—Vale,gracias.
Juliaseencogiódehombros.
—Estoysola—ledijo—.Yaburrida.
—Yyodeexámenes.
Yaestabaenlaescalera.
LahermanadeRaúlcerrólapuertasindarletiempoadespedirse.
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Capítulo27
Blancas:Caballoe5
VicenteEspinósaparcóelcochesobrelaaceradirectamente,ybajódeélsinprisa.
Nocerrólapuertaconllave.Sólounidiotaselorobaría,apesardenollevarningún
distintivoqueindicasequeerauncochepolicial.Luegosalvólabrevedistanciaque
leseparabadelaentradadelapensiónÁgata.
No había nadie dentro, pero no tuvo que esperar demasiado. Un hombre calvo,
bajito, con una camiseta sudada, apareció de detrás de una cortina hecha con clips
unidosunosaotros.Suánimodecrecióalverloyreconocerlo.
—Hola,Benito—lesaludóelpolicía.
—Hola,inspector,¿quéletraeporaquí?
No había alegría ni efusividad en su voz, sólo respeto, y un vano intento de
parecertranquilo,distendido.
—BuscoalMosca.
—Moscastenemosmuchas…
—Benito,quenotengoeldía.
—Perdone,inspector.
Porlacortinaaparecióalguienmás,unamujer,entradaenaños,peroaúncarnosa
ysugestiva.Ibamuyceñida,luciendosuscaducosencantos.Lesacabatodalacabeza
alcalvo.
—¡Inspector!—cantóconaparienciafeliz.
—Hola,Ágata—lasaludóél.
—EstábuscandoalMosca—lainformóBenito.
—ElbuenodePolicarpo—suspirólamujer—.¿Enquélíosehametidoahora,
inspector?
—Sóloquierohablarledeunpardecosas,nadaimportante.
—Puestendráquebuscarenotraparte—dijoÁgata.
—Semarchóhacedosmeses—concluyóBenito.
—¿Adónde?
—¿Quién lo sabe? —fingió indiferencia ella—. Ésta es una pensión familiar, y
barata. Cuando algunos ganan un poco de dinero, siempre intentan buscar algo que
creenqueesmejor.
—Elmundoestállenodedesagradecidos—apostillóelhombre.
—¿TrincópastaelMosca?
—Yonohedichoeso—sedefendióÁgata—,perocomosemarchódeaquí…
—HacedmemoriaollamoaSanidadoaalguienparecido.
—¡Hombre,inspector!
—¡Quetampocoeseso!
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Noloconmovieron,asíquedecidieronlomáspráctico.
—Lo único que sabemos es que se veía con la Loles, ¿la conoce? Una del
Laberinto.
—Séquiénes—asintióVicenteEspinós.
—Bueno,puesmealegro—manifestólamujer.
El policía los miró de hito en hito. Formaban una extraña pareja. Y llevaban
treinta años casados. Otros se divorciaban a la más mínima. Luego se dio media
vuelta.
—Siloveis…
—Lollamamos,inspector,descuide.Nofaltaríamás.
Noloharían,peroesoeralodemenos.
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Capítulo28
Negras:Caballob8
Loretosemiróenelespejodesuhabitación.
Desnuda.
Recorrió las líneas de su cuerpo, una a una. Casi podía contar sus huesos, las
diagonales de sus costillas, el vientre hundido, la pelvis salida y extrañamente
frondosa, las nudosidades de sus rodillas, la piel seca, el cabello débil y sin fuerza
queselecaíacadadíamás.
Yaunasí,sesintiómalporalgodistinto.Peor.
Gorda.
Tuvoquecerrarlosojos,yvolveraabrirlos,paraenfrentarsealarealidad.
Talycomolehabíadichoelpsiquiatra.
Se estaba muriendo. Si no dejaba de comer incontroladamente para vomitar
después al sentirse culpable de ello y temiendo a la obesidad, sería el fin. Había
llegadoalpuntolímite,ytrasél,noexistíaretornoposible.
Luchódesesperadamente,consigomisma,ypensóenLuciana.
Luciana,tanllenadevida,siemprealegre.
Desdequesabíaqueestabaencoma,eracomosialgo,ensuinterior,pugnasepor
estallar, sin saber qué era, ni tampoco por dónde saldría esa explosión. Estaba ahí,
agazapado.
Luciana.Ella.
Apenas veinticuatro horas antes, Luciana había estado allí, a su lado, frente a
aquelespejo,obligándolatambiénamirarse.
—¡PorDios,Loreto!,¿esquenoloves?¡Miratusdedos,tusdientes,tuspies!
Miró sus dedos. De tanto introducírselos en la boca, para vomitar, los tenía sin
uñas, doblados, convertidos en dos garfios, atacados por los ácidos del estómago.
Mirósusdientes,conlasencíasdescarnadas,colgandocomoracimosdeuvasecade
una vid agotada, también destrozados por los ácidos estomacales que subían con la
comidaalvomitar.Mirósuspies,sushermosospies,casitantocomolasmanosunos
añosantes,ahorallenosdecallosidades,puesalperderpeso,aldesaparecerlacarne
desucuerpo,habíantenidoquedesarrollarsupropiabaseparasostenerla.
Eraunmonstruo.
Aunquemuchopeoreraestargorda…
Tenertantahambre,ycomer,yengordar,y…
—¡Yoteayudaré,Loreto!¡Voyaayudarteasuperaresto!¡Teloprometo!¡Estaré
a tu lado! ¡Comeremos juntas, lo necesario, sin gulas ni ansiedades, y no te dejaré
vomitar,seacabó!¡Telojuro!
Nohacíaniveinticuatrohoras.
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Yahoraellaestabaencoma.
Semoría.
Erataninjusto…
YnosóloporLuciana,sinotambiénporellamisma.Porqueladejabasola.
Sola.
Sintió una punzada en el bajo vientre, dolorosa, aguda. No podía ser la
menstruación, porque se le había retirado hacía meses después de tenerla en
ocasionesdiezdíasseguidosodepasartresmesessinella,yelestreñimientonole
producíaaqueltipodedaño.Tampocoeransushabitualesdoloresabdominales.Era
undolordiferente,nuevo.
Talvezunespasmo.
Pero de alguna forma, por extraño que pareciese, gracias a él sintió, de pronto,
queestabaviva.
Luciananosentíanada.
Yano.
Loreto se apoyó en el espejo. Primero la mano. Después la cabeza. Cerró
definitivamentelosojos.
—Notemueras—susurró—.Porfavor,notemueras.
Niellamismasupoacuáldelasdosserefería.
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Capítulo29
Blancas:Torreh4
MarianoZapataestabaenlacafeteríadelhospital,tomandosusegundocafédeldía,
cuandoaparecióNorma,cabizbaja,conlasmuestrasdelapreocupaciónatentandosu
serenabellezaadolescente.Lamuchachaparecíabuscaralgo,talvezunamáquinaen
vezdelabarradelbar.
Paraelperiodista,eralaoportunidadqueesperaba,laquebuscabadesdequeuna
enfermeraselaseñalóalolejos.
Seacercóaella.
—TúeresNormaSalas,¿verdad?
LahermanadeLuciana.
Lomirósinsospecharnada.
—Sí.
—¿Cómoseencuentra?
—Igual.¿Ustedes…?
—¡Oh,perdona!MellamoMariano.SoydelaAsociaciónEspañoladeAyudaa
Drogodependientes.
—Mihermananoesunadrogata—ladefendióespontáneamente.
—Claro,claro—latranquilizóél—,nosetratadeeso.Loquepasaesqueeste
casovaadarmuchoquehablar,¿entiendes?
—¿Porqué?
—Tuhermanaesunachicajovenysana,habíasalidoparapasarlobien,bailar,y,
sinembargo,ahorapuedemorir.Comocomprenderás…Esaporqueríaquesetomó…
éxtasis,¿verdad?
—Elmédicodicequenoeséxtasis,sinoeva.
—Bueno,eselmismoperrocondistintocollar.¿Quéedadtienetuhermana?
—Casidieciocho.
—¿Estudiaotrabaja?
—Aúnestudia,perolosuyoeselajedrez.
—¿Ah,sí?Interesante.¿Esbuena?
—Mucho. Ha ganado varios campeonatos escolares, aunque ella no acaba de
creérselo.Supongoqueparasobresalirenesohayquearrimarmuchoelhombro,y
ellaaúnnolotieneclaro.
—¿Dóndesucediótodo?Quierodecirlodetomarseesacosa.
—EnunadiscotecallamadaPandoras.
—¿Ibasola?
—No,consusamigosyamigas.Ayereraviernesporlanoche.
—Sí,claro,eslógico.¿Tienenovio?
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Porprimeravez,Normasepercatódequesindarsecuentaestabarespondiendoa
las preguntas del desconocido que tenía delante. Aunque no parecía mal tipo. Él
tambiénpercibiósuinstintivareacción.
—¿Tomas algo? —le propuso antes de que ella siguiera hablando o dejara de
hacerlo.
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Capítulo30
Negras:Alfild6
PoliGarcíavolvióadetenersefrenteaunacabinatelefónica,perosólofuecuestión
deunossegundos.Chasqueólalenguaymiróarribayabajodelacalleenbuscade
unbar.Lodivisóenlaesquinaopuesta,amenosdeveintemetros.
EntodaslascallesdetodaslasciudadesdeEspañahabíaporlomenosunbar.
Unbarydosotresbancos.
Cruzó la calzada y entró en el local. Fue directamente a la barra. Apenas había
genteaaquellahora.
—¿Quéserá?—lepreguntóuncamarero.
—Uncortadoyellistíntelefónico,porfavor.
Ellistínllegóinmediatamente.Buscólosteléfonosdeloshospitalesdelaciudad
y empezó a anotarlos en un papel, despacio, para no dejarse ninguno. Mientras lo
hacíalesirvieronelcafé.
—¿Tienecambioparahaceralgunasllamadastelefónicas?—pidió.
Elcamarerotomóelbilletedemilpesetasyledioelcambiodelcaféenmonedas
decienydecincuenta.Elcamellolasrecogió,sebebióelcafédedostragosysefue
haciaelteléfono,queeraverdeyestabaubicadoenelextremoopuestodelabarrade
maneravisible.Marcóelprimerodelosnúmerosquehabíaanotado.
—Urgencias,¿dígame?
—Perdone,¿podríadecirmesitieneningresadaahíaunachicaqueanochetomó
drogasenunadiscoteca?Lallevaronenunaambulancia…
Negativo.
Marcóunsegundonúmero.
Yuntercero.
Larespuestalellegóenelcuartointento.
—¿LucianaSalasMasoliver?—lepreguntóunavozfemenina.
Noteníaniidea.¿Perocuántaschicashabríaningresadodenocheporcausade
lasdrogas?
—Sí, sí es ella —su tono cambió revistiéndose de angustias—. ¿Cómo se
encuentra?
—Disculpe,pero…
—Mire,esquemicuñadamehadejadoelrecadoenelcontestadorcontándome
lo que había pasado, pero sin decirme el hospital ni nada, y como estamos fuera…
¡Dios,quéangustia!,sóloquierosaber…Estáviva,¿verdad?
—¿Essusobrina?—insistiólavozfemenina.
—Sí,porfavor…¡porfavor!
—Bueno—laresistenciacedió—,sehaestabilizadoyporelmomentoestábien,
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aunquenofueradepeligro,pero…sigueencoma.Escuantopuedodecirle.
Coma.
—Gracias,hasidoustedmuyamable.
—Denada,señor.
Colgóysequedómirandoelteléfono.
Tal vez debiera llamar a los otros hospitales, para asegurarse. Tal vez no fuese
ella.TalvezladePandora'syaestuvieseencasa,tantranquila.Talvez.
Coma.
Golpeó el mostrador con el puño cerrado, impulsivamente, preso de una
inconteniblerabia.Alinstanteseencontróconlamiradapreocupadadelcamarero.
Saliódelbardesorientado,sinsaberadóndeiroquéhacer.
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Capítulo31
Blancas:Caballoc4
Eloy se detuvo en seco, inesperadamente, al encontrarse con El Arca de los Noés
cerrada. Se acercó a la puerta y descubrió que estaba precintada por la autoridad
facultativa.Sudesconciertofuepalpable.
EraunadelasposibilidadesdeencontraraRaúlaaquellahora.
Pese a todo, no había muchos locales de baile abiertos en un sábado por la
mañana,legales,ilegales,camufladosoprivados.
Suspiródesalentado.
Yentonces,porprimeravezdesdequehabíasalidodelhospital,sepreguntóqué
demoniosestabahaciendo.
Enpartelosabía:moverse,noparar,haceralgoparanovolverseloco.Nohabría
podido quedarse en casa, solo, o en el hospital, abatido, con Luciana tan cerca
hundida en la sima de su silencio. Pero en parte era algo más. Las palabras
revoloteaban por su mente como moscas inquietas: «Si pudiéramos dar con una
pastillaigualalaquesehatomadoella»,«Sisupiéramosquésustanciascontenía»,
«El éxtasis, el eva, son como bombas inexploradas, y cada remesa es diferente a
otra»…
No,noqueríadarconRaúlpararomperlelacara.Queríadarconélparaintentar
ayudarasalvaraLuciana.
Teníaqueconseguirunadeaquellaspastillas.Asídesimple.
Sesentóenelbordilloyhundiólacabezaentrelasmanos.¿Quéestabahaciendo,
jugarapolicíasyladrones?Y,sinembargo,talvezfueseunaoportunidaddehacerlo,
sí,desalvaraLuciana.
Luciana.
Oyósuvozysurisacontagiosaenalgúnlugardesucerebro.
Yrecordólaprimeravez.Aquellaprimeravez.
EstabaencasadeAlfredo,unounpocopirado,yoyódecirqueibaallegar«la
Karpov».Lallamabanasíporquehabíaganadouncampeonatodeajedrezescolar.Se
imaginó a una chica con gafas, paticorta, fea, con granos, hombruna, sin el menor
sexy,ysumachismoseviosorprendidoconalgototalmentediferente.Peroaunantes
desaberqueeraella,yasehabíaenamorado.Desdeelmomentoenqueentróenla
casa se le paró el corazón en el pecho. Flechazo puro. Como para no creérselo, o
reírse,porqueeralapuraysimplerealidad.
Cincominutosdespuésyaestabanhablando.
Unasemanadespuésledabaelprimerbeso.
Unañodespués…
Noibaapoderamaranadiemáscomolaamabaaella.Esolosabía.Supadrele
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hablóunavezdel«amordesuvida»,suprimeranovia.Nuncalaolvidó,yaunque
había sido feliz con su madre, aún pensaba en ella, porque había sido lo más
importantedesuadolescencia.Supadredecíaquelaadolescenciaeralapartedela
vida más importante, porque es aquella en la que las personas se abren a todo, se
tocan,descubrenqueestánvivas,sesienten,aprenden,sufrenlaprimerarealidadde
laexistencia,amanybuscanseramadas.Elestallidodelasemociones.
Supadreteníarazón.
Por eso se había declarado a Luciana. Ya eran novios, pero él quería el
compromiso definitivo, para empezar a hacer planes. Por eso no entendía el
comportamientodeella.
—Luciana…—gimióenvueltoenunsuspiro.
Sinosehubieraquedadoaestudiar.
Sino…
¿A quién quería engañar? Máximo tenía razón: Luciana era tozuda. Se habría
tomadoaquellacosaigualmente.Yprobablementeéltambiénlohubierahecho,para
nopareceridiota,paraacompañarlaentodo.
Ahorayanoteníaremedio.
Noteníaremedioelpasado,aunquesíelfuturo.
Sepusoenpie,degolpe,apartólassombrasdesumenteycontinuósubúsqueda.
Cadaminutocontaba.
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Capítulo32
Negras:Torred7
Acabó de marcar el número telefónico y esperó con la frente apoyada en el puño
cerradodesumanolibre.Erasábado,asíquelarespuestalellegódeinmediato.
—Marisa—ledijoalatelefonista—,ponmeconGaspar.
Otroscincosegundos.
—¿Mariano?—escuchólavozdesucompañeroyjefedesección.
—Oye, hazme un favor: que me busquen todo lo que haya en documentación
acercadeléxtasis,eleva,loscasosenInglaterradecomasymuertesdeadolescentes,
estadísticasespañolasytodolorelacionadoconeltema.
—¿Dóndeestás?
—EnelClínico,conalgomuybueno.
—¿Quées?
—Unaadolescenteencomaporungolpedecalordebidoaleva.
—¿Creesquevalelapena?
—¿Unabuenaniña,campeonadeajedrez,limpia,sana?¿Túquécrees?Estoes
deportada,¿vale?
—¿Estando el Campeonato de Europa de fútbol, la reunión de la ONU, lo del
Gobiernoy…?
—¿Quétepasa?Sacamosenportadacuatroocincotemas.Yteaseguroqueéste
será uno de mañana. Vamos a remover las conciencias justamente el día en que la
genteolvidalassuyasencasaparaecharsealascarreterasahacerelhortera.
—Vale,vale.Túereselexperto—concedióelotro.
—Puedes apostar a que sí —confirmó Mariano Zapata—. Un caso así, a las
puertasdelverano,serádinamitapura.Vamosaponeralapolicíaeneldisparadero,y
a todas las discotecas makineras, que son la tapadera de ese comercio, y a esos
niñatos que se pasan el fin de semana bailando con la muerte… —se detuvo un
instanteycambióeltonoparadecir—:¡Eh,buentitular:«Bailandoconlamuerte»!
¡Megusta!
—Eresuncaso—seburlóGaspar—.Disfrutascontutrabajo,¿eh?
—¿Meheequivocadoalgunavezcuandohedichoqueteníaalgobueno?
—No—reconociósucompañero.
—Pues este tema va a dar para toda la semana. Y mucho más con esa chica en
coma.Sólomefaltasufotografía.
—¿Lapuedesconseguir?
—Creoquesí.
—Sihayfotodesdeluegoesportada—convinoGaspar.
—Cuentaconella.
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—Buenamovida.
—Hastaluego.Tetendréinformado—sedespidióelperiodista.
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Capítulo33
Blancas:Caballoe4
VicenteEspinóstuvoqueesperarmásdeunminuto,yllamartresveces,antesdeque
alotroladodelapuertasonaraunruidoolomásparecidoaunarespuesta.Después,
unavozgutural,espesa,sehizopatenteconescasasmuestrasdecordialidad.
—¿Quiénes?
—Abre,Loles.
—¿Quiénes?—repitiólavozprácticamenteenelmismotono.
—¿Quieresquetemuestrelapatitapordebajodelapuerta?Abreoecholapuerta
abajo.
Transcurrieron unos segundos. Tras ellos, la puerta se abrió sólo unos
centímetros. Los necesarios para que por ellos asomara un ojo enrojecido que se
esforzóalmáximoparacentrarloensuretina.
Elpolicíanodijonada.Esperó.
—¿Quéquiere?—farfullólamujerunavezlohuboreconocido.
VicenteEspinóspusolamanoenlapuerta.Nolaempujó,porqueselahubiera
llevadoaellapordelante.Sólohizounpocodepresión,lajusta.Lolessetuvoque
apartar.
Pudoolerladesdeallí,apesardelmetroescasodedistancia.Olíaavinopeleóny
asudor.Peroesonoeralopeor.Lopeorerasuimagen,conelcabelloalborotado,la
bata que apenas le cubría nada, aunque lo que ocultaba tampoco era como para
recrearse, los ojos cargados de rimel corrido, el maquillaje tan seco como los
pantanos en España después de una sequía canicular, las uñas de las manos con el
esmalteroto,todasuedaddobladaenlosplieguesdeunavidacastigada.
Ellatambiénhabíavividoelviernesnoche.
—Estoy buscando al Mosca —la informó tras echar también una ojeada por
detrásdeLoles,porlosconfinescaóticosdelahabitación,quemásseasemejabaa
unasucursaldelinfiernoqueaotracosa.
—Yoencambioyahedejadodebuscarle—rezongólamujer.
—Segúnparece,estabaisjuntos.
—¿Quién es su informante, Humphrey Bogart? Porque muy al día no está, que
digamos.
—¿Cuántohacequenoloves?
—Selargóhaceunpardemeses.
—¿Ospeleasteis?
—Diferencias irreconciliables —manifestó Loles, siempre en el mismo tono y
conlamismaexpresión.
—¿Nomeengañas?
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—¿Por qué tendría que hacerlo? Es un idiota malnacido. ¿Qué ha hecho,
inspector?
—Hametidoaunachicaenunproblema.
—¿Poli?—sellenódedudassinpoderlocreer.
—Noesunproblemadeesos.Ellaestáencomaporsuculpa,ypuedemorir.Le
vendióalgo,¿entiendes?
Pareció acusarlo. O tal vez no. Su cara seguía siendo una máscara. Vicente
EspinósrecordóqueLolesteníaunahija.Adolescente.
—¿Tuhijasesaliódelaheroína?—preguntódepronto.
Loleslomirófijamente.Lamáscaraseresquebrajóunpoco.Letemblóellabio
inferior.
—Mihijamurióhacedosaños—dijo.
—Losiento.
Siguieronmirándose,aunqueahoraeltiempodejódetenervalidezparaambos.
Más bien fue un pulso. La ingravidez del policía frente al desmoronamiento de la
mujer.Algomuyimpresionantelaestabaaplastandodeformalentaperoimplacable.
Porestarazónnoesperabaaquello.
—PensiónCostaRoja—musitóLolesconunhilodevoz.
Nopudonidarlelasgracias.Ellacerrólapuertasindespedirse.
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Capítulo34
Negras:Caballoxe4
Máximointentóabrirlosojos.Nopudo.
Intentómoverse,primerounamano,despuésunapierna.
Nopudo.
Estabadormido,losabía,peromaniatado,comosialgofallaraentreelcerebroy
sus terminaciones nerviosas. Y también estaba despierto, lo sabía, porque de lo
contrarionohubierapodidopensarydarsecuentadesuimposibilidaddereacciones.
Lehabíasucedidounpardeveces,ysiemprehabíasidoangustioso.
Quererynopoder.Desearinclusogritar,llamaraalguien,pedirayuda,ysentirse
muertoenvida.
Escuchósupropiogemidodeimpotencia.
¿EraesoloquesentíaLuciana?
Selecolóporlapuertadelarazón.Luciana.Yesoleasustóaúnmás.
Todo su ser se agitó, no física, sino mentalmente. Un miedo atroz, silencioso,
abrumador, le asaltó de arriba abajo. Sabía que tenía que guardar la calma, que era
una pesadilla, que lo mejor era tranquilizarse y esperar. En unos segundos todo
volveríaalanormalidadypodríaabrirlosojos,moverse.
Perounossegundospodíansereternosaveces.
Se debatió en esa zozobra, aumentada mil, cien mil veces, por el fantasma de
Lucianayporsupropiarealidad.
Elmiedosehizoatroz,nuncahabíasentidotanto.
Dejódeluchar,vencido,arrastradohacialasima,yentoncesdespertó.
Quedótendidoenlacama,conlosojosabiertos,empapadoporelsudor,antesde
ponerse en pie, de un salto. Su corazón estaba desbocado, a mil pulsaciones por
minuto.Mirólahoraypensóquesufamiliaestaríasentándosealamesa.
¿Ysisalía,sesentabaconellosylocontabatodo?
No,no,mejorno,¡quéestupidez!Asupadresólolefaltabaeso.
Se acercó a la ventana y miró a través de ella. La imagen de lo cotidiano, las
casas,lasventanas,lascalles,porprimeravez,leparecióespantosa.
Yentoncessupoqueaquellosóloeraelcomienzo.
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Capítulo35
Blancas:Torrexe4
Santisehabíaquedadodormidofinalmente,ysussuspiros,aveces,seconvertíanen
ronquidoscargadosdeunapazqueaellaleenturbiabaaúnmáslossentidos,porque
elsueñodesunovioladejabasolaconsuspropiasideasypesadillas.
Asíqueselevantó.
Seacercóalaventanaymiróatravésdeunadelasrendijashorizontalesdela
persiana. Por la calle casi no circulaban coches, y al otro lado, en las ventanas del
edificiodeenfrente,noseveíamovimientoalguno.
Laciudadvivíaencerradaensímisma.
Elmundoenterovivíacerradoensímismo.
Aunque, detrás de cada ventana, podría haber una tragedia, una lucha tal vez
perdidadeantemano,talvez…
Cintacerrólosojos.Nuncahabíapensadoasí,porquenuncahastaahorasehabía
tenidoqueenfrentaranadasemejante.Nisiquieracuandomuriósuabuela.Afinde
cuentaseramayor,yyaestabamuertacuandollegaronellos.Ahoratodoeradistinto,
eracomomadurardegolpe.Unlatigazoenmitaddelaconciencia.
Volvió a abrir los ojos, para no abandonarse a su depresión. Cada vez que los
cerraba veía a Luciana cayendo al suelo en mitad de la pista de la discoteca. Los
demás, dado lo abigarrado del espacio, casi la habían pisoteado. Tenía cada uno de
aquellosespasmosgrabadoenlamemoria.
—¡Luciana!¡Luciana!¿Quétepasa?¡Luciana!
—¡Va,tía,nohagastonterías!
—¡Estáardiendo!
—¡Luciana!
—¡Quealguienllameaunmédico!¡Socorro!
La música seguía sonando, y sonando, y sonando, y los que les rodeaban lo
miraban todo entre curiosos y sorprendidos, sonriendo, como si aquello fuese un
juego.
—Menudopedo.
—Siesquenoaguantan.
—Sacadlafuera,tendráunmalembarazo.
Másrisas,másindiferencia.
No iba con ellos. Bailaban juntos pero nadie conocía a nadie. Eran
compartimientosestancosdeunmismobarco.Nisiquieraeranconscientesdequeen
esebarconavegabantodosjuntos.
Cintaabandonólaventana,aunquesuabatimientolaacompañó,nosequedóallí
mirandoatravésdeella.Saliódelahabitaciónysedejócaer,agotadaporesesimple
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esfuerzo,enunadelasbutacasdelasala-comedor.Elteléfonoestabaasulado.
Noteníamásquelevantarelauricularymarcarunnúmero.
Lucianatalvezyaestuviesebien,fueradelcoma.
Findelapesadilla.
Tendiósumanoendirecciónalaparato,peronollegóaponerlasobreél.
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Capítulo36
Negras:Reinaxd8
—¿Ysiyaestuviesemuerta?
—Vamos, Loreto —dijo su padre—. Un coma es algo que puede durar días, o
meses,perodeahíaqueenunashorasseproduzcaundesenlacefatal…
—Seacomoseahedeir,entendedlo.
El hombre y la mujer se miraron entre sí, pero no llegaron a proferir palabra
alguna.
—Nomepasaránada—insistióella.
—Puedeserunesfuerzoconsiderable—searriesgósumadre.
—Cogeréuntaxi.Nomecansaré,deverdad.
—Hablaremos luego, ¿de acuerdo? Llamas por teléfono y si sigue igual… —
concedió su padre—. Ahora lo que debes hacer es comer de manera tranquila y no
pensarennada.
Suesposalemiródirectamente,aunqueyaerademasiadotarde.Lospsiquiatras
les habían insistido en que no la forzaran, que no hablaran de obligaciones ni nada
parecido, aunque tampoco se mostraran permisivos o falsamente indiferentes. Sin
embargo,lanaturalidaderadifícildeguardarcuantoloqueveíanantesínoeramás
queelpálidoreflejodeloqueundíahabíasidosuhija.
Loreto miró la sopera, la fuente de carne, el pan, la ensalada. La necesidad de
comer se le disparó en la mente. La avidez de su estómago le acentuó su habitual
dolordecabeza.
—¿Das tú las gracias hoy? —le preguntó la mujer a su marido cambiando
rápidamentedeconversación.
—¿Hija?—trasladóélelofrecimientoaLoreto.
Ellavacilósólouninstante.
Después,lostresbajaronlacabezayunieronsusmanos.
—Tedamoslasgracias,Señor,porlosalimentosquerecibimosdetubondad,yte
pedimosportodostushijos,enespecialaquellosquesufren—hizounapausamuy
breve, antes de continuar diciendo—: Y te pido que ayudes a Luciana, Dios mío.
Ayúdala a luchar, y a ser firme en esta hora oscura, porque sin Ti estará perdida.
Ayúdalaaencontrarelcaminoderegresodelassombras.Telopedimos,Señor.
Sobrevino un largo segundo de silencio, mientras la emoción se apoderaba de
ellos.
Pero incluso esa emoción quedó en un segundo plano cuando Loreto levantó la
cabeza, suspiró, apretó las mandíbulas y, con determinación, se sirvió tres cazos de
sopa. Luego introdujo la cuchara en el plato para empezar a tomarla con la mayor
naturalidad.
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Suspadresintentaronmantenerlanormalidad.
Despuésdetodolaclaveerasiempreeldespués.Loquehicieraellaconloque
hubieseingerido.
—Estábuena—dijoLoreto.
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Capítulo37
Blancas:Torreg4
EstherSalasnoconseguíaapartarlosojosdesuhijaydelcomplejosistemadetubos
yaparatosquelaenvolvía.
En aquellas pocas horas, había aprendido todo lo que tenía que aprender de la
situación, y de todo aquello que ahora la mantenía con vida de forma artificial. El
tubo de la nariz era una sonda nasogástrica; el de la boca, un respirador para la
ventilación asistida, y que la unía a la bomba que le suministraba a ella el aire.
Tambiénsabíaqueuncomaeralarupturadelasfuncionescerebralesespecíficas,la
abolición del movimiento, la sensibilidad y la movilidad. El doctor Pons y las
enfermeraslehabíandichoque,sobretodo,trataseasuhijacomosiellarealmente
pudieraoírla,yquelehablase.
Lohabríahechoigualmente.
Noestabamuerta,ysinoestabamuertaesqueestabaviva.Porlotantopodíaoír.
Estabaseguradeello.
Fueacogerladelamano…
YentoncestodoenLucianasedisparó.
Fue tan fulminante que por un momento creyó que iba a volver a la vida. Pero
inmediatamentesediocuentadelaanormalidadenlasiguientefraccióndesegundo.
Luciana se estiró y arqueó por completo, de una forma absolutamente antinatural y
casi inverosímil, apoyándose tan sólo en la nuca y los talones, con la espalda tan
curvadahaciaarribaqueparecíaqueseleibaaromper.Todosucuerpofuepresode
unatensiónbrutal.
—¡Luis!—gritó.
Su marido ya se había dado cuenta, lo mismo que Norma, aunque la chica se
quedóinmóvil,atenazada.Elhombresalióporlapuertagritando:
—¡Enfermera!¡Enfermera!
Laprimeraentróinmediatamente.Otrasdoscorríanyahacialahabitación.Una
cuartallamabaalmédico.
Elpequeñoespaciosellenódevocesprofesionales.
—¡Estáenopistótonos!
—¡Rápido!
—¡Sujetadla!
EldoctorPonstardóenllegarloqueparaLuisyEstherSalaseraunaeternidad.
Tambiénreaccionódemanerafulminante,sinnecesidaddeconsultaralasenfermeras
queyaatendíanaLucianayprocurabanquenosedesconectaradelasmáquinas.
—¡Sulfatodemagnesiointravenoso,ya!
Luciana continuaba arqueada, arrastrada por sus convulsiones espásticas. Sus
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padrescontemplaronhorrorizadoslaescenasinsaberquéhacerodecir,lomismoque
Norma,querompióallorar.
Laagujahipodérmicasehundióenlacarnedelapaciente.
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Capítulo38
Negras:Torreg8-Blancas:Caballoxd6
Estoyalfinaldeuncaminoyalcomienzodeotro.Puedoescoger.
Retroceder,paraempezardenuevo,porelprimercamino,oseguir,paraverque
hayenéste.
Sientoqueunapartedemímeempujahaciadelante,perohayotraquemeobliga
aesperar,yluchar.
Comoluchanellos.
Todosestánahíabajo,juntoamicuerpo,tratandodesalvarme,deconseguirque
eseyoqueahoraflotavuelvaamíotroyofísico.Losveodesesperarse,meinyectan
cosas,segritanunosaotrosdándoseórdenes,manipulanlosaparatos.Nosabenque
ladecisiónesmía.Tengolapaztancerca…
Sin embargo, no quiero que sufran, y sé que están sufriendo. Papá, mamá,
Norma,Eloy…
Sufren por mí, porque me quieren, y si me voy… Si me dejo atrapar por esta
paz…
Talvezdebieraluchar.
Siemprehabráunapaz,peronotengomásqueunavida.
Estavida.
Recuerdo la partida del último campeonato. ¡Oh, sí, sí, fue genial! ¡Qué
maravilla!Nosólofuelavictoria,sinocómolaconseguí.Mesentíorgullosademí
misma.Acorralada,sinmireina,sintorres,sinelalfilblancoysinelcaballonegro,
conunalfilyuncaballo,ytrespeones.Mirivalteníatodaslasdeganar,peroresistí,
paciente.Ellacometióunerror,provocadopormí,ytrasél…
Puedequeésasealaclave:luchar.
Sí, la paz estará siempre ahí, al final del camino, pero antes he de pasar por
muchasbatallas.
Éseeselsentidodelavida,delapartida.Norendirse.
Norendirsejamás.
Esperad…¡esperad!¿Quiénhadichoquemeestáisperdiendo?
Quierovolver.
Aúnnoeselmomento.
Quiero seguir con vosotros, mientras decido cuál ha de ser mi próximo
movimiento.
Esperad…
Hevuelto,estoyaquí,¿notáismipulso?
Esperad…
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Capítulo39
Negras:Torrexd6
Al entrar por la puerta, todo cambió. Ella, la mujer que estaba detrás del pequeño
mostrador, se puso en pie de un salto. Su camiseta ajustada, a pesar de que le
sobraban bastantes kilos, era tan roja como el cuadro de una imaginaria costa que
presidíalarudimentariarecepción.Polisesintióporunmomentocomosiestuviese
delantedeungransemáforoenmovimiento.
—¡Poli!¡Poli!¡Ay,menosmalquehasllegado!—ledisparóabocajarrolamujer
—.¡Acabadellamaruna,llorando,histérica,gritandoqueellanoquería,peroque…!
—Espera,espera—intentócontenerla—.¿Quiénhallamado?
—¿Quémásda?—casilegritósaliendodedetrásdelmostradorderecepciónde
la pensión—. ¡El caso es que debes largarte cuanto antes! ¡Pueden llegar de un
momentoaotro!
—¿Quién?
—¡La policía!, ¿quién va a ser, maldita sea? —le empujó hacia la puerta—.
¡Estánencamino!¡UntalEspina,oEspinosa,norecuerdobien!¡Yoteguardarétus
cosas,tranquilo!
Poli García ya no luchó contra la desaforada masa de nervios que le sacaba a
empujonesdellugar.Porpuroinstintodesupervivenciamiróhacialacalle,comosi
esperaseveraparecerelcochedelapolicíadeunmomentoaotro.Luegomiróhacia
arriba, donde también de forma real, pero imaginaria para él, debía hallarse el
descansodiscretoqueformabanlascuatroparedesdesuhabitación.
Ellateníarazón.Sisubíaaporalgosearriesgabaaverseatrapado.
Noquedabatiempo.
—¡Mierda,Eulalia,mierda!—gritóamododeexclamación.
—¡Lárgateya!—leapremióenlacalle—.¡Telefonéameantesdevolver!¡Sidigo
tu nombre, es que no hay moros en la costa, pero si no lo digo, es que hay
problemas!,¿vale?
—¡Tedebouna!—legritóélantesdeecharacorrer.
—¡Ay,Dios,Dios!—ledespidiólavozyelgestodramáticodelaEulaliaantesde
que desapareciera y exclamase más bien para sí misma, igual que una madre
preocupada—:¡Asaberenquélíostehabrásmetidoahora,hombre!
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Capítulo40
Blancas:Reinaf3
Loretoentróenelcuartodebañoycerrólapuerta.Inmediatamentedespuésdeello,
pególaorejaalamadera.
Notuvoqueesperardemasiado.
Nolesoíahablarconclaridad,aunquesísupoqueloestabanhaciendoporeltono
desusvoces,ahogadasporloscuchicheosyladistancia.Tambiénreconocíaeltono
de su previsible discusión. Ahora su madre solía entrar en el baño sin llamar a la
puerta, para tratar de sorprenderla si vomitaba. Las últimas peleas, y las últimas
lágrimas maternas, habían sido por esa causa. Al menos antes del ultimátum del
psiquiatra.
Tantotiempovomitando,vomitando,vomitando…
Elpsiquiatraledijoquetododependíadesímisma.Sicontinuaba,muypronto
dejaríadevomitar.Yanopodría.
Estaríamuerta.
Noqueríamorir,perosuhambreincontrolada,elmiedoaengordar,lasensación
deimpotenciayfrustración,aúneransuperioresaella.
Nadie se acercó a la puerta. El cuchicheo subió de tono, alcanzó un clímax y
después cesó. Creyó escuchar palabras como «confianza» y fragmentos de frases
sueltascomo«nopresionarla»o«vamosaesperar,nosprometió…».
Promesas, promesas. Todas desaparecían al acabar de comer. Entonces quedaba
ella,ysóloellafrenteasímisma.
Casi instintivamente, como el drogadicto que busca la aguja de forma
inconscienteparahundírselaenlavena,sellevólosdedosalaboca.
Losintrodujohastalagarganta.
Ysintiólaprimeraarcada.
Habíacomidoenexceso:sopa,carne,ensalada,pan,postre.Seríafácildevolverlo
todo.Bastaríanunossegundos.Comosiempre.
Sinruido.
Laarcadaaumentó.
Seacercóalatazadelinodoro.Searrodillódelantedeella.Inclinólacabeza.
Perodeprontosevioasímisma,reflejadaenelpequeñolagoquietoformadopor
elaguaclaraytransparentedelfondodelWC,alotroladodelacualdesaparecíael
conducto,rumboalascloacas.
Ella.
No…deprontodejódeverseasímisma.
SeconvirtióenLuciana.
Tuvounespasmo,unestremecimiento,peronodebidoalapresióndelosdedoso
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acausadeotranuevaarcada.Fuecomosiungritosilenciosoacabasedeestallaren
suinterior.
Luciana.
Loretonuncahubiesegritado;Lucianasí.
Cerró los ojos y volvió a abrirlos, un par de veces. Esperó, pero la imagen no
desapareció,novolvióaserladesímisma.
Despacio, muy despacio, apartó los dedos del fondo de su boca, hasta acabar
sacándoselosdeella.
Entonces,laimagenvolvióaserlasuya.
Sedejócaertemblandohaciaatrás,hastaacabarsentadaenelsuelodelcuartode
baño, aturdida. Luego se llevó las manos a la cabeza. No era una guerra, era algo
muchopeor.Dospersonaspeleándoseensuinterior.
Corazóndividido,cerebrodividido,vidadividida.
—¡Vomita!
—¡Nolohagas!
Ella…yLuciana.
De algún lugar sacó las fuerzas, no supo de dónde. Lo único que fue capaz de
recordarenlosdosotresminutossiguientesfueque,traspermanecerenelsueloun
tiempoindefinido,acabólevantándoseparasalircomounrayodelbaño,alejándose
delinflujohechizantedesureclamo.
Ylohabíaconseguidosola.
Porprimeravez.
Sola o con el espectro de Luciana reflejado allí abajo, aunque la decisión final
seguíasiendosuya,yesoeralomásimportante.
Seencontróconsuspadres,llenosdeansiedad,peronohizofaltaquelesdijera
nada. El ruido de la cisterna del inodoro no había sonado. Así que se metió en su
habitación temblando, asustada por su éxito, más asustada de lo que nunca había
estadoenlavida.
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Capítulo41
Negras:Torred7
Juan Pons entró en la sala tratando de que su rostro reflejara una esperanza que
difícilmente podía transmitirles. Al verle aparecer, los padres de Luciana se
levantaronyfuerontambiénhaciaél.Antesdequelamujerpudierahablar,lohizoel
médico.
—Lahemosestabilizado—informó.
—¡Oh,Diosmío!—EstherSalassellevóunamanoaloslabios.
—Entonces…—vacilóLuisSalas.
—Todohavueltoalanormalidad,siesquepodemoshablardenormalidadensu
estado—explicóelmédico—.Sigueelcoma,ysusconstantesvitalessemantienen,
perolacrisishapasado.
—¿Sonnormalesestetipodecomplicaciones?—quisosaberelpadredeLuciana.
—Nohayunarespuestaexactaparaesto,señorSalas—dijoelmédicomidiendo
laspalabras—.Hacemosloquepodemos,peroaveces,aunquelescuestecreerlo,no
sabemoscontraquéluchamos.Yaledijequesuhijapuededespertarencuarentay
ochohoras,seguirasío…
—Ellaesfuerte—asegurósumadre.
—Ignoramos lo que pueda haber en su mente ahora mismo. Tal vez sea
conscientedealgo,yluche,otalvezno.Uncomanoesmásqueunlargosueño,y
tambiénundelgadocordónumbilicaldoblequeunealpacienteconlavidayconla
muerte,uncordónmuyfrágilenambossentidos.Loquesíestáclaroesquetalvez
noresistaotracrisiscomolaqueacabadetener.
—¡Oh,no!—temblóella.
—Miren, he de ser sincero con ustedes —el doctor Pons buscó los ojos del
hombre para apoyarse en su aparente mayor dominio, aunque sabía que Luis Salas
estabatandestrozadocomosuesposa—.Laspróximashorasserándecisivas,quiero
quelosepan.Megustaríaqueloentendieranyqueseprepararanparaloquepueda
suceder.
—Díganoslaverdad—pidióelpadredeLuciana.
—Selaestoydiciendo.Poresarazónleshabloahoraynodespués,cuandoyano
haya nada que hacer. Hay un riesgo de que muera, y en tal caso es mi deber
preguntarlessiestaríandispuestosadonarsusórganos.
—¡No!
Lareacciónfueinstantánea,fulminante,porpartedeEstherSalas.
—Señora…
—¡No quiero que la troceen y…! ¡No, no, no! —se negó a escuchar más y se
llevólasmanosalosoídos.
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LuisSalasbajólosojos.Suvozsonócomosihablaradesdeelsuelo.
—¿Tenemosquecontestarleahora?—preguntó.
—¡Luis!—gimiósuesposa.
—No,claroqueno—suspiróJuanPons—.Laurgenciaessiempreparalosque
esperanvivirconlosórganosdelosquesevan.Lamentohaberparecido…
Erasutrabajo,ylaconversaciónteníaparaélmuchosecoshabituales.Peroaun
así,noseacostumbrabaaellos.Nuncaloharía.Todoslospadres,igualqueloshijos,
teníanunrostropropio,inolvidable.Todos,tantolosqueveíamoriryllorarcomolos
queveíaviviryreír.
—¿Seencuentrabien,señoraSalas?
Eraunapreguntasinsentido,poresoellanolerespondió.
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Capítulo42
Blancas:Reinag3
MarianoZapatahabíaestadoesperandoelmomentooportuno,ydeprontoloteníaa
sualcance,fácil,rápido.
Despuésdelsustoylacrisis,conlachicasóloestabasuhermana.Laenfermera
acababa de irse tras dejarlo todo en orden. Las demás bastante tenían con tener
controladosatodoslospacientesqueestabanasucargo.
Aunquesabíaquelospadresvolveríanenseguida,ylomásprobablefueraqueya
noseapartarandelladodesuhija.
Noesperómás.Elsecretodeléxitoperiodísticoeralanzarsesiempre,arriesgarse.
Después de todo, Norma ya lo conocía, habían estado hablando, se la había
ganado,confiabaenél.
MetiólacabezaporlapuertadelahabitacióndeLuciana.
—¿Norma?
—¿Sí?
Pareció asustarse. Estaba muy concentrada mirando a su hermana mayor. Casi
hechizadaporaquellaimagentantristeydramática,conlosojoscerradosylaboca
abierta, conectada a todos los aparatos que la mantenían con vida. Respiró con
ansiedadtraslarupturadesusilencio.
—Tuspadrestellaman,creoquehandeconsultartealgo—ledijo.
Normaselevantó.
—¿Dóndeestán?
—Enlasaladeespera,alfinaldelpasillo,yasabes.Creoqueelmédicoestácon
ellos.
—¡Oh,no!—gimióasustadaNorma.
—Nocreoqueseanadagrave,notemas.Comoves,yaestáfueradepeligro.
—Gracias.
Pasóporsulado,saliódelahabitaciónyechóacorrerporelpasillo.
Apenashabíadadodospasos,deespaldasaél,cuandoMarianoZapatayahabía
sacadolapequeñacámaradealtasensibilidaddelbolsillodesucazadora.Altercer
pasodeNorma,elperiodistaentróenlahabitación.
Hizouna,dos,tresfotografíasrápidas.Laprimeraalospiesdelacama,lasotras
dosdecerca,muydecerca.PorelojodesuobjetivopudoveraLuciana,llenandola
cámara,impregnándoledesurealidad.
Comoimpregnaríalaportadadelperiódico,ylasconcienciasdesuslectores.
Unasfotografíasqueprobablementetambiénsepublicaríanenotrospaísesconla
mismaproblemática.
Salió justo a tiempo. La enfermera volvió a entrar en la habitación, cruzándose
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conélunpocomásalládelapuerta.
—¡Eh,oiga!—lellamólamujer,extrañada.
PeroMarianoZapatayanosedetuvo.
Teníatodoloquenecesitaba.
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Capítulo43
Negras:Reinaf6
Eloysesintiócansadoyabatido,enprimerlugarporlaspocaseincómodashorasque
había logrado dormir durante la noche, y en segundo lugar por el fracaso de sus
pesquisas.
Raúlpodíaestarencualquierparte.
Enunafiestaprivada,obailandoenunanavereciénestrenadaoencualquierade
losmuchosafterhoursilegalesqueproliferabanparalosquequeríanbailarsetentay
doshorasseguidas.Eracomobuscarunaagujaenunpajar.
Entró en una cafetería. Necesitaba un café para no desfallecer, víctima de los
nervios o del cansancio, aunque sabía que si se detenía un segundo, y pensaba en
Luciana,seríapeor.
Bastante duro era llevar esa imagen en su mente. Pero más duro sería llevarla
duranteelrestodesuvida.
La imagen de la persona que más quería en estado de coma, convertida en una
muerta viviente. Precisamente él, que quería ser médico. Qué extraña paradoja del
destino.
—Uncafé,porfavor.
—¡Marchando!
Elcamareroempezóamanipularlacafetera.Uncliente,asulado,enlabarra,le
dirigióunamiradaocasional.Sesentíamuyraro.Teníapercepcionesynocionesdela
realidadmuydistintas,nuevas.Lecostabacreerqueelmundosiguieracomosinada.
PodíaentenderqueLoreto,porejemplo,estuvieseenferma.PerolodeLucianano.
Esono.
Laconfusiónyelaturdimientoseacentuaron.
Hastaqueelcaféaterrizódelantedesusmanos.
Sin embargo, no fue por él. La reacción se la produjo el cliente de la barra,
cuandodeprontolevantólavozyllamólaatencióndelcamarerodiciendo:
—Paco,ponmeotra.
Eloy tuvo el flash. Ana y Paco. Ellos también estaban allí. Verdaderamente, no
eranmásquedoszumbadosqueyalohabíanprobadotodoenlavida,peseasucorta
edad,yendosiempreacontracorriente.Peroloimportanteesquesabíadóndevivían,
yeranamigosdeRaúl.
Eransuúltimaoportunidad.
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Capítulo44
Blancas:Alfilf4
LapensiónCostaRojaeratantoomásdestartaladaquelapensiónÁgata.Obienel
Moscaprotegíasuidentidadsaltandodeunladoaotro,sindarmuestrasdeestarvivo
y menos de tener algún dinero, o bien lo de vender como camello no le daba para
más.
Lo primero que vio Vicente Espinós al entrar fue el cuadro sobre el pequeño
mostradorderecepción,siesquepodíallamarseasí.Losegundo,lainmensidaddela
queestabatrasél,embutidaenunacamisetarojaapuntodereventar.
La dueña de la camiseta lo miró con precaución. Evidentemente no parecía un
posiblehuésped.
—InspectorEspinós—lemostrólacredencial—.¿EstáPolicarpoGarcía?
—¿ElseñorGarcía?—repitiólamujerinsegura.
—ElseñorGarcía—insistióél.
—No,noestá.
—¿Cómosellamausted?
—EulaliaRodríguezEspartero,paraservirle.
—Mebastabaconelnombre,Eulalia,peropuestoqueestádispuestaaservirme,
hágalo.¿Dóndehaido?
—Nolosé.Ahíestásullave,¿ve?Lanúmero9.
Colgabadeunclavoenlapared,asuderecha.
—¿Volverá?
—Tampocolosé.Avecesestáunpardenochesfuera.
—¿Cuándolovioporúltimavez?
—Ayeramediodía,oaprimerahoradelatarde.Nohapasadolanocheaquí.
VicenteEspinósalargólamano.Cogiólallave.
—Noleimportaráquesubaasuhabitación,¿verdad?Ynomepreguntesitraigo
una orden de registro, porque esa chorrada sólo pasa en las películas americanas.
Todoelmundovedemasiadaspelículasamericanas,hastalosdelincuentes.
—¡Oh, no, claro…! —asintió Eulalia—. Encantada de colaborar. Puede subir,
aunqueleagradeceríaque…
—Descuide.Notocarénada.
—EsquenoquisieraqueelseñorGarcíaseenfadara,¿sabeusted?Esunabuena
persona.Noséquépuede…
Ladejóhablandoysubióladestartaladaescalerasinprisas,porsiacaso.Losque
corrían se encontraban antes con las balas, y no había ninguna necesidad de tener
prisaparaalgoasí.Llegóaunpasillomaliluminadoyencontrólahabitaciónnúmero
9alosdospasos.Introdujolallaveenelhuecodelacerradurayabriólapuerta.
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ElMoscanonadabaenlaabundanciaprecisamente.
Había un par de pantalones, una poca ropa interior, un par de camisas y una
chaqueta.Esoeratodo.Nohabíanadamás,salvoundespertador,unarevistaerótica
yunaviejafotografíadeunamujermayor.
—Hastalosdelincuentestienenmadre—dijoelpolicíaenvozalta.
Nirastrodepastillas.ElMoscalasllevabaencima.
Abrió los cajones del armario empotrado y de la mesita de noche. Fue en esta
últimadondeencontróunlistadoescritoamáquina.
Discotecas,pubs,afterhours,clubesprivados,confechas,anotacionesyalgunas
marcas.
Le echó una rápida ojeada. Junto a la mayoría de los nombres escritos había
números. No hacía falta ser muy listo para saber que era el número de pastillas
vendidas en cada local. Una extraña forma de llevar la contabilidad. Las otras
anotaciones correspondían a días de la semana. Se detuvo en cinco locales en
concreto:CalígulaCiego,Popes,LaMirinda,ElPeñóndeGabriltaryMarchaAtrás.
Escritoamanojuntoatodosellospudoleerlapalabra:«sábado».Sábado.
Podíaserestesábado,otalvezotro.
DenoserporquejuntoalnombredePandora'slapalabraescritaera:«viernes».
Losleyótodos.«Viernes»aparecíaescritojuntoaotrostreslocales.
Talvezfueraalgúnindicio.Talvezyanolofuera.DependíadelMosca.Aunasí
sacóunaplumadelachaquetayunblocdenotasdelbolsillo,ycopiólosnombresde
los locales junto a los que se leía viernes y sábado. Hubiera sido mejor hacer una
fotocopia de todos, pero entonces habría tenido que salir y volver a entrar, y eso
habría alertado a la tal Eulalia. Dejó el listado en el mismo cajón y en la misma
posiciónysaliódelahabitación.
Eulalia seguía en el mismo sitio, como si no se hubiera movido y estuviese
pegadaalsuelo.
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Capítulo45
Negras:Caballoa6
Máximosaliódesuhabitacióntrashaberseduchadoycambiadoderopa.Laduchale
había despejado y serenado las ideas. Se sentía mejor, más fresco, pero no quería
seguir en casa. En su habitación todo eran fantasmas azuzándole, y fuera de ella
estabansuspadres,sobretodosupadre.
—Vaya,¿yavuelvesairte?
¿Loespiaban?¿Teníanojosenlanuca?Creíaqueestabanviendolatele,yhabía
tratadodenohacerningúnruidoalsalir.
—Voyadarunavuelta—dijo—,perovolverétemprano.
—¿Aquéllamastútemprano?
Apareció su madre. Salía de la cocina. Era una mujer de la vieja escuela. Se
pasabaeldíaenlacocina.
—Temprano—repitióél—.Estanochenovoyasalir.
—¡Oh,québien,gracias!—seburlóelpadre.
—¿Perovendrásacenar?—preguntósumadre.
—Nolosé—tratódenoperderlapaciencia—.Puedequesíypuedequeno,pero
novoyasalir.Lomismollegoalasdiezquealasdoce.
—Olasdosolastres.Esotambiénestempranoparavosotros.
Volvió el agobio, sólo que no tenía fuerzas para discutir. Más aun, cuando se
enterarandelodeLuciana,yprobablementeseenteraríanaunqueellosnoconocíana
lospadresdesusamigos,tendríanunbuendisgusto.Seríaunpalo.
—VoyaveraLoreto—mintió.
—¿Labulímica?—seinteresósumadre.
—Sí.
Undía,unpardesemanasantes,selodijoasumadre,porhablardealgo.Ellase
pusoinmediatamenteenplandemadresufridora,identificándoseconeldolordela
madredeLoreto.Algomuypropio.
—Estáistodoslocos—rezongósupadredándolelaespaldaparavolveralasala,
juntoaltelevisor.
Ibaadecirlequenomásqueélyendocadadomingoalfútbolygritandocomoun
poseso a un tipo vestido de negro y a veintidós mendas en pantalón corto que se
matabanporunabolamientrasganabanunapastaporello.Peronolohizo.Novalía
lapena.
Sumadreleacompañóalapuerta.
—Dalerecuerdosaesachica,yanímalaparaquecoma.
Nosemolestóenvolverleaexplicarquebulimiayanorexiaerancosasdistintas.
Bajólaescalerasintiéndoselibreyalllegaralacallesupoqueseguíasinsaberqué
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hacerniadóndeir.
EntoncespensóenCinta.
Suspadresestabansiemprefueraelfindesemana.Teníanotracasa.Ellaestaría
allí,talvezdurmiendo,peroalmenoseraunlugarseguroytranquilo.
Ynoselopensódosveces.
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Capítulo46
Blancas:Alfile5
Santiabriólosojos.
De alguna forma, supo que le había despertado el silencio, más estruendoso en
ocasionesquemilsonidosdistintosoinclusoqueunaexplosión.Yelsilencioencasa
deCintaeramuyintenso,estabacargadodesensacionesypresagios.
Miró a su alrededor: las paredes estaban llenas de pósters y fotografías, la ropa
tiradaporelsueloformandomontones;eldesordennaturaldecualquierhabitación.
Luegomiróelvacíoenlacama,asulado,dondeanteshabíaestadoelcuerpodesu
novia.
Se desperezó, y quedó boca arriba unos segundos, no demasiados. El mismo
silencioaterradorconimagendeLucianaensuspensamientosleobligóalevantarse.
Iba en calzoncillos, pero no se molestó en ponerse los pantalones. Salió de la
habitaciónysemetióenelbaño,paralavarselacarayrefrescarselanuca.Sesintió
unpocomejortrasello,yentoncesbuscóaCinta.
Notuvoquebuscarmucho,tampocoeradifícilapesardequeelpisoerabastante
grande. La encontró en la sala, acurrucada, sentada en cuclillas en una butaca,
abrazadaasuspropiaspiernasdesnudas,conlacabezaapoyadaenlasrodillasyla
miradaperdida.
Lepareciósugestivamentesexy,unsueño,hermosaysugestiva.
Noteníamásquealargarunamanoytocarla.Peronolohizo.
Unabarrerainvisiblelosseparabadeformamásimplacablequesihubierasidode
piedrasycemento.Cintasabíaqueélestabaallí,depie,ysinembargonosemovió,
niunápice.Nada.Siguióenlamismaposición,conlamiradaperdida.
Santisintióelpesodeunaculpamuygrande,aplastándolo.
Elmismopesoylamismaculpaquelaestabanaplastandoaella.
Nohabló,nodijonada.Sesentóenlaotrabutaca,omásbiensetendióenella,
con los pies colgando por uno de los lados y la cabeza apoyada en el otro. Y dejó
perdidasumiradaeneltecho.
Losminutoscomenzaronadevorarloscomotermitas.
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Capítulo47
Negras:Reinaf5
Luis Salas apartó la mirada de su hija y la fijó en su mujer, que seguía como
hipnotizada por ella. Norma acababa de salir una vez más, incapaz de quedarse
quieta, asustada y al mismo tiempo nerviosa por aquel caos de emociones y
sensaciones.Lecogióunamanoasumujer,yselapresionósuavemente.
Fueunallamada.
PeroEstherSalasnolaatendió.
—Esther—musitóélfinalmente.
Nohuborespuesta.
—Esther—repitió—.Tenemosquehablar.
—¿Dequé?
—Detodoesto.
—No.
—Creoquesí.Tenemosquedecidiralgo.
—No—repitióellaconmayordeterminación.
—Debemos confiar, esperar, y estaremos con ella aunque pase así días, o
semanas,omeses—senegóadecirlapalabra«años»—.Peroeldoctortienerazón.
Siseproduceloirremediable…
—Noquieroqueladestrocen.Esmihija.
—Querida…
—¡Estáviva!—gritósinlevantarlavoz,ensumismocuchicheo—.Noquierooír
hablardeeso.
—Vamos,porfavor,cálmate—lapresióndelamanoseacentuó.
Hastaqueellalaapartódelassuyas.
—Túestásdeacuerdo,¿verdad?
Seenfrentóalosojosdesuesposa.
—Sí—manifestóagotado,perodecidido.
—¿Porqué?
—Porqueesmihija,ytieneuncorazón,unhígado,dosriñones,doscórneas…Y
porquesiellamuere,megustaríapensarquesiguevivaenotrascincopersonas,tal
vezcincochicascomoellamisma.
EstherSalasyanolloraba.Desdelacrisisyanolloraba.
—Aveces…
—¿Qué?—laalentóparaquesiguieraalverquesedetenía.
—No,nada—bajólosojosunmomentoantesdevolverafijarlosenelcuerpode
Luciana.
LuisSalasrespetósusilencio.
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Lorompiódenuevosuesposaunossegundosdespués.
—¿Ysinosestáoyendo?—susurró.
—Sabequeestamosaquí.
—Sí,pero¿ysinosestáoyendo?
—Luciana siempre ha sido una gran chica, tiene un corazón de oro. Todo el
mundolosabe.
EstherSalassuspiró.
Sumaridosupoqueeratantounaderrotacomounimplícitoreconocimientodela
realidaddecuantohabíanestadohablando.
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Capítulo48
Blancas:Torrexg7-Negras:Torrexg7
Osoigo.
Claroqueosoigo.
Nisiquierahacefaltaquehabléis.Puedoescucharvuestrospensamientos.Yno
meduelen.Tampocomellenandealegría.Aquílasemociones,lassensaciones,son
distintas.Puedorazonarsinpresiones,comonuncalohabíahecho.Encambio,síme
importavuestrodolor,perodeberíaissaberqueestoybien.
Y si abandono mi cuerpo al final del camino… por supuesto, ¿para qué
necesitaréyamicorazónomisriñones?
Loúnicoquequerríaerateneruninstantefinaldelucidez,sóloeso,paradeciros
queosquiero,aunquevosotrosyalosabéis,yparadecírseloaEloy,quetalvezcrea
queyanoesasí.Sóloquierouninstante.Uninstantefinal.
Aunque temo que baste ese simple segundo para sentir el dolor que no siento
ahora. No me gusta el dolor. Tal vez por ello no quiero volver. Ése es mi último
miedo.
Metocamover.Pasaeltiempoylapartidaestáentablas.Perometocamover.
Mirivalacabadelanzarunataquesobrelasposicionesdemireyymireina.Esuna
situación comprometida. Debo hacerlo. Puedo sacrificar una torre para escapar, o
meditardetenidamentemipropioataque,lanzandoelcaballosobresualfil.¿Yese
peón?Cuidado.Mirivalesbueno.Eselmejorquehetenidonunca.
Porqueahorasécómoes.
Séquiénes.
Lehevistolacara.
Mirivaleslamuerte,yjuegaaganar.
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Capítulo49
Blancas:Reinaxg7
Tuvoquellamaraltimbremediadocenadeveces,yaporrearlapuertaconlospuños,
hastaconseguirdespertarlos.Cuandoyacreíanopoderhacerlo,escuchóunruidoal
otroladodelamadera.Yunavoz.
—¡Yava!¡Yava!
LeabrióAna.Nosehabíapreocupadomuchodetaparse.Llevabaunabatacorta
malanudadaporencimadesudesnudez.Despuésdetodo,loraroerainclusoquese
hubierapuestolabata,porqueAnaeradelasquepasabadeconvencionalismos.En
esoleganabaaPaco.Lamodernidadpormontera.Elestímulodelacontracorriente.
Larebeldíadelosquenotienenningunarebeldía,salvovivir.
Vivirparapasarlobien.
—¿Eloy?—loreconocióaduraspenasporentrelasbrumasdesusopor—.¿Qué
hacesaquí?
—Tengoquehablarconvosotros.
—¡Jo!¿Estásloco?¿Quéhoraes?
Eranavesnocturnas,asíqueeldíalesproducíasarpullidos,ymásaúnlosfinesde
semana.Talvezsevolvierandepiedraysedeshicieran,convirtiéndoseenunmontón
decenizas,comoDrácula.
Eloyentródecidido,sinesperarunainvitación.Anacerrólapuerta,indecisa,yle
siguió como si flotara, sin entender qué pasaba. El pequeño apartamento era un
museobarrocomalarreglado,convelitas,símbolosdetodasclases,desdeelyinyel
yang y pósters hindúes hasta objetos de diseño, luces por el suelo o un mueble del
máspuroestiloartdecó. No faltaba ropa tirada por el suelo. Al fin y al cabo Ana
teníadieciochoañosvPaconohabíallegadoaúnalosveinte.
—¡Paco!—llamóEloy.
—¡Nogrites!—Anasellevólasmanosalosoídos.
—¿Tehastomadounvaliumoespuraysimpleresaca?
—¡Eh,quépasacontigo!—protestóella.
Entróenlaúnicapuertaqueestabamediocerrada,yseencontróconelcolchón,
enelsuelo,yconPacotendidosobreél,bocaabajo.Sesintióirritadoporlaescena
sinsaberporqué.
—Vamos,Paco,despierta.
Larespuestafueunbufido.
Asíqueleapartólasábanay,trasarrodillarseasulado,lozarandeó.
—¿Quéhaces?—protestóAnadespejándosemásrápidamentealcomprenderque
pasabaalgo.
Pacoacabóabriendolosojos.Lomiróaélyfruncióelceño.Luegolamiróaella.
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AnatambiénsehabíaarrodilladojuntoaEloy,paraimpedirleseguir.Elsilenciofue
muybreve.
—¡Lucianaestáencoma!,¿vale?—lessoltóabocajarro—.Ahoraquieroqueme
digáissitenéisalgunapastillacomolaqueellasetomóanoche.
Tardaron en reaccionar. Las palabras tenían que atravesar una espesa masa de
algodónhastallegarasucerebro.
—¿Qué?—balbuceóPaco.
—¡Lucianaestáencoma!—gritóaúnmásfuerteEloy—.¡Setomóunamierday
le sentó mal! ¡La misma mierda que os tomasteis vosotros, y que se tomaron los
demás!¿Locogéisahora?
Locogían,peroacámaralenta.
—Perosi…
—Nosfuimosyella…
—¿Tenéisunapastilladeesas?
—No—dijoAna.
—¿Para qué vamos a tener una…? No hay ningún problema en comprarla
después,dondevayamos.Ningúnproblema.
—¿DóndepuedoencontraraRaúl?
—¿Paraqué…?
—Porqueélfueelquelasconsiguió.MelodijoMáximo.Venga,¿dóndepuede
estaraestahoraunsábadoporlatarde?
—Raúl…—siguióespesoPaco.
—¡Vamos,vamos,joder!—lezarandeóEloy.
—¡Déjaleenpaz!,¿quieres?—ledefendióAna—.¡Ibaaunaprivada!¡Nosdijo
siqueríamosir,peropasamos,porqueyonomeencontrababienypreferíasaliresta
noche!
—¿Dóndeestáesaprivada?
—¡Enunanaveabandonada,cercadelasviejasfábricas,alladodelaestación!
¡Ynogritesmás,coño!
—¿Cómolareconozco?¡Ahíhayvariasfábricas,lasestánechandoabajo!
—¡Tiene el techo plano, y un rótulo en rojo en la puerta, Hilos de No-sé-qué o
algoparecido!—Pacosellevóunamanoalacabeza,comosiéstafueseaestallarle.
—Al lado hay una con una chimenea muy alta, ¡no tiene pérdida! —tomó el
relevoAna.
Erasuficiente.Sepusoenpie,jadeando,ysedirigióalapuertaparanoperderni
un minuto más. Iba a traspasarla cuando escuchó de nuevo la voz de Ana a su
espalda.
Yanogritaba.
—Eloy—ledetuvo.
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Éllamiró.
—¿Es…grave?—preguntólamuchacha.
—Yaoslohedicho:estáencoma.Tuvoungolpedecalor.
Anacerrólosojos.
YEloysemarchósinesperarmás.
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Capítulo50
Negras:Reinaxh5
Alsalirdelascensoryasomarsealportal,seencontróconlaportera,quenoocultósu
alegríaalverla.
—¡Loreto,hija!
—Hola,señoraCarmen.
—¿Cómoestás?¡Tienesmuchomejoraspecto!
Mentía,peronoeraunamujerchismosa.Alosumo,comocualquiervecinadelas
quelaconocíandetodalavida.Pasóporsuladodispuestaanodarlepalique.
—Sí,estoymuybien—afirmóella.
—¿Depaseo?
—Hacemuybuenatarde,¿verdad?
—Muybuena,ytodavíanohacenadadecalor.Seestámuybien.
—Bueno,adiós.
Salióalacalle,sindetenerse.Sabíaquesuspadresestaríanasomadosalbalcón,
mirándola,asíquenoseleocurriólevantarlacabeza.Loúnicoquehizofuellegara
lacalzadaymiraraderechaeizquierda,porsiveíauntaxi.
Luegocaminóhacialaizquierda,endirecciónalaavenida.
Amitaddecaminolasvio.
Una era una mujer de mediana edad, obesa, mejor dicho, gorda, absoluta y
rematadamentegorda,sinmediastintas,delasquemedíaeldobledeanchoquede
alto, con unos brazos rollizos, unas piernas enormes, un vientre abultado y dos
gigantescossenosquesemejabanglobosdecarneaposentadosenél.Laotrapodíaser
suhija,ounaamiga,porqueeramásjoven,muchomásjoven,peroestabaigualmente
gordaparasusaños,conladiferenciadeque,acausadeellos,lucíaunespléndido
escote,sincomplejos.
Lomáscuriosoeraqueibanporlacallecomiéndoseunfantásticohelado.
Yriendo.
Reían sin parar, abriendo la boca, ofreciendo toda su abundante felicidad a los
que,comoella,lasmirabanporlacalle.
Loretolasviopasar,alejarse,darlelametonesalhelado,reírse.
Comositalcosa.
Felices.
Ella,consólounpardekilosdemás,habíaempezadosusregímenesalostrece
años,yésefueelcomienzo,eldetonante.Después,lasfrustraciones,laculpabilidad,
el progresivo hundimiento de su ánimo, el hallazgo de los vómitos como remedio
para su hambre, las ganas de morirse, el delicado equilibrio de todo un mundo que
acabóconvergiendoexclusivamenteensímismayensusdosúnicasacciones,comer
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ydevolver,yasí,elinexorabledeclinarhaciaelabismo.
Apartóesosrecuerdosdesumente.Ylediolaespaldaalasdosmujeresobesas.
AhorasólocontabaLuciana.
Teníaqueverla.
Saber.
Eracomosielfuturoseconcentraradeprontoenesepuntoinmediato,yennada
más.
Levantóunamanoalverelprimertaxiconlaluzverdeiluminadaenlacapota.
—¡Taxi!
Ycuandosemetióenél,casisindarsecuenta,símiróuninstanteasucasa,al
balcóndesupiso.Lojustoparaverasupadreyasumadreallí,quietos,observando
sus movimientos con atención, como hacían a cada momento fingiendo no hacerlo
desde que la crisis había sido ya tan irremediable que el desenlace parecía
aterradoramentepróximo.
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Capítulo51
Blancas:g4
Máximo llamó al portero automático y no tuvo tiempo de preguntarse si había
cometidounaestupidezyendohastaallí.LavozdeCintasonóporelinterfono.
—¿Sí?
—Soyyo,abre.
—¡Jo, tío, menudo susto nos has dado! —exclamó la voz antes de oírse el
zumbidodelapuertaalserabiertadesdearriba.
«¿Nos?» Bien. Eso quería decir que Santi estaba allí también. Mejor. Los tres
juntospodríanpensarenhaceralgo.Porlomenospodríancompartirlainquietud,y
apoyarsemutuamente.
Subióalpisoyalsalirdelascensorseencontróconlapuertaabierta.Entró.Santi
aparecióenelpasillo,encalzoncillos.Cintanoestaba.
—Oye,noestaríais…—lamentódepronto.
—Sí,hombre—suspiróSanti—.Paraesoestamos.
—¿YCinta?
—Vistiéndose.
—¿Creíaisqueeransuspadres?
—Ellos tienen llave, pero como no esperaba a nadie y menos a esta hora…
¿Sabesalgo?
—No,nada.Heestadoencasa.¿Yvosotros?
—Tampocosabemosnada.
Cinta salió de su habitación acabando de abrocharse los vaqueros. Llevaba una
camisasueltaporencima.
—¿Sabesalgo?—repitiólapreguntadesunoviosindarsecuenta.
—No, ya le he dicho a Santi que he estado en casa, y no he querido llamar al
hospitalparanotenerqueexplicarlesnadaamispadres.Sólohubierafaltadoeso.
—Ya.
—¿Habéisdormido?
—Éste, un poco, aunque no sé cómo ha podido —dijo Cinta señalando a Santi
coneldedo.
—Yoesqueestoycomo…—noencontrólapalabraadecuadaparareferirseasu
estado.
—Comonosotros—terminóSanti.
—¿Quéhacemos?
Estabanenlasala.Máximoesperóunarespuesta,peroéstanollegó.Cintavolvió
adejarsecaersobrelabutaca.YSantisecruzódebrazos.
—Oye,vístete,¿no?—lereprochóCinta—.Aversiaúnvasatenerquesalirpor
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laventana.
—Vale,vale.
Pero no se movió, y los tres se miraron de nuevo el uno al otro, hasta que
Máximorepitiólapregunta.
—¿Quéhacemos?
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Capítulo52
Negras:Reinag6
Vicente Espinós levantó el auricular del teléfono y marcó él mismo el número del
hospital.Elsonidodeldiscoalgirarenelviejoaparato,extrañamenteaudible,lehizo
recordarqueerasábadoporlatarde,yquenohabíamuchagenteencomisaría,como
silossábadosellos,losprotectoresdelaley,tuviesenvacaciones.
—¿HospitalClínico?—dijounavoz.
—InspectorEspinós.ConeldoctorPons,porfavor.
—EldoctorPonshasalidoya,señor.
—PuesconalguienqueatiendaaLucianaSalas.
—¿LucianaSalas?Unmomento,noseretire.
Notuvoqueesperardemasiado.Unavozfemeninatomóelrelevodelaanterior.
Nisiquierapreguntóquiénera.Desdeluegonosetratabadelamadredelachica.
—SoyelinspectorEspinós.LlamabaparasaberelestadodeLucianaSalas.
—Sigueigual,señorinspector,aunquehemosestadoapuntodeperderlahaceun
rato.Ahoraestáestabilizada.
—Gracias—suspiró.
Colgóelaparatoymirólosnombresanotadosensulibreta,losquehabíacopiado
dellistadohalladoenlahabitacióndelMosca.Selossabíayadememoria,perolos
repitióunavezmás.
—¡Roca!—llamódepronto.
Lorenzo Roca apareció ante él. Era alto y delgado, de nariz prominente y ojos
saltones,delanuevaescuela,unbuenpolicía.Casado,conhijos,peroteníafuturo,
esosí.Llegaríalejos.
—Míramedóndeestánesoscincolocales,hazmeelfavor—lepidió.
—Enseguida,jefe.
Lovioalejarseendirecciónasumesaycogerunlistíntelefónicoyunaguíade
calles. Se echó hacia atrás y recapituló por el breve recorrido del día en busca de
Policarpo García, alias el Mosca. La tarde enfilaba su última hora y pronto
anochecería.Eralahorademoverse.
LorenzoRocareapareciófrenteaélenuntiempoinusitadamentecorto,otalvez
fuera que él se había quedado pensativo sin darse cuenta mucho más allá de lo
calculado.
—Vea,jefe—dijosusubordinadodandolavueltaalamesaparasituarsefrenteal
mapadelaciudadquepresidíalapared—:ElCalígulaCiegoestáaquí;LaMirinda,
aquí;elPopes,aquí;elMarchaAtrás,aquí,yelPeñóndeGabriltar…aquí—ydio
por concluida la señalización enfatizando las dos sílabas del último «aquí». Luego
agregó—:Vayanombres,¿no?Loshayque…
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Noestabanlejosunosdeotros.Sepodíanrecorrerenunanoche.
TododependíadelMosca.
—¿Puedesaveriguarmealgomásacercadeellos?Horariosytodoeso,clasede
público,etcétera.
—Sí,claro—Rocahizoademándealejarse.
—Espera.
—Esperó.
—Antes da aviso de búsqueda de Policarpo García, alias el Mosca, y envía un
coche para que vigilen discretamente la pensión Costa Roja, por si aparece por su
habitación.
—¿Algomás?
—No.Tráemeesosdatoscuantoantes.
LorenzoRocavolvióadejarlesolo.
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Capítulo53
Blancas:f3
La música mákina, el bakalao puro, atronaba el lugar con una amplitud decibélica
ensordecedorainclusoparaélensuscircunstancias,conlapresióndelosucedido,el
recuerdoconstantedeLucianaenelhospitalyunanochecasienvela.
Perosesintiócercadesuobjetivo.Teníaunpresentimiento.
Lohabíatenidodesdeelmismomomentodeasomarseallugaryverlacantidad
degentequesemovíaenélyescucharsumúsica,dispuestaamachacartodaenergía.
Allíhabíadetodo.Cuerposqueerancomomodelosindividualesdelagranfotografía
clónicadelaespecie.Cuerposembutidosenjerséisdelycraypantalonesdenailon
cortos o largos, ajustados y andróginos, con muchas cremalleras, colores vistosos,
aplicaciones holográficas, fluorescentes, metalizadas, irisadas o plásticas; cazadoras
bombers, bolsas en bandolera, mochilas de charol a la espalda, gafas de plexiglás,
cabellos«divertidos»,enpuntaodejandoespacioalaimaginación,desordenadosy
locos, tanto como cabezas peladas o con una leve capa de pelo, algún tatuaje ya
visible, zapatillas deportivas a la última, con sus cámaras de aire que permitieran
variarlapresiónysituarlaeneltonoidealparabailartechno,rave,house.Lasuma
expresióndelosintético.
EraelmarcoidealparaellocodeRaúl.
Eloy trató de seguir un plan, peinar la enorme nave abandonada de forma
rigurosa,paraqueRaúlnoseleescaparaporunladomientrasélestabaporelotro,o
secruzaransindarsecuenta.Laventajaeraqueaquellonoeraunadiscotecaaluso,
con poca luz. La desventaja era que podía tener una docena de rincones ocultos,
porqueportodasparteshabíacolumnas,viejasmáquinas,barrasdebarimprovisadas,
restosdesuantiguafuncióndefábrica.Lamodadelospartysprivadosyanodejaba
rincónvirgenpordescubrir.
Buscóalgúnsitioalto,yloencontrósinproblemas.Dosescalerasconpeldaños
de hierro subían hasta un primer piso del cual salía una plataforma metálica,
enrejillada,quecorríaparalelaaunadelasparedeslongitudinales.Unperfectopunto
deavistamiento.
Tuvoquedaralgunoscodazos,sonreíraunpardemonadasquelesonrieronaél
yluegosepusieronacuchichearenvozaltasindisimulos,yesquivaraunoqueya
llevabalatajadaencima,yaotroquesemovíaconlosojoscerrados,agolpes,brazos
enformadeaspasdemolino,bailandoigualquesiestuvieseenmediodeldesierto
delSáhara.Cuandollegóalaescalerasubióiniciandoyaelreconocimientodeloque
quedabaabajo.Lagranpistadebaile.
No,Raúlnoeradelosquesedeteníanmásalládecincominutos,lojustopara
beberalgo,orinar,otomarsealgunaporqueríaquelepermitieraseguiryseguir.Era
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un loco del baile, un loco de la mákina, un perfecto modelo de genuina estirpe.
Siempreleshabíahechogracia.Inclusoaél.Vivíaporyparaelfindesemana.Esoy
laspastillas.Elrestodelosdíasnoexistía.Eraunaislaentredosfinesdesemana.
HastaMáximoeraunchiconormalcomparadoconél.
Le pareció que los cuerpos, desde arriba, se retorcían en un infierno sin fuego.
Todoseleantojabaartificial.Sinembargo,denohabersidoporelestadodeLuciana,
élmismotalvezhabríaestadoallíabajo,bailando,conellaycontodoslosdemás.
Nopodíasentirsejuezdenada.
Perodesdeluegoahoraloveíadeotraforma.
Conotrosentimiento.
Buscó a Raúl. También eso debía resultar fácil. Siempre iba a la última de su
rollo,colores,sensaciones.ClaroqueallíhabríacienodoscientosRaúlesyRaúlas.El
espectáculo resultaba enorme. La masa humana se movía al mismo compás, con el
mismo ritmo, bajo el mismo influjo hechizante, magnético, y muy especialmente
hipnótico.Locuriosoesqueantesnoledabaimportancia.Cadacualteníasurollo.
¿Porqué,depronto,eracomosisesintieseviejo,muymayor,inclusocarca?Había
leído que el bakalao gustaba a los adolescentes por esa razón: los hipnotizaba, los
sumergía en un mundo en el cual no había ideas propias, los globalizaba y los
unificaba. No había necesidad de pensar, ni cambiar, sólo dejarse llevar, y llevar, y
llevar.
Ycuandoelcansanciopodíacontodo,paraesoestabanlaspastillas,eléxtasis,el
eva, los speeds, los ácidos, las anfetas, los popperazos, una larga lista de
posibilidades para mantener el cuerpo en forma y aguantarlo todo, absolutamente
tododuranteveinticuatro,cuarentayochoosetentaydoshorassindormir.
Llegóalaplataforma,ypasólossiguientestresminutosmirandoabajodeforma
sistemática,calculada,hastaqueempezaronadolerlelosojos.Sólohastaentonces.
Porquedeprontolovio.
Raúl.
Estabaallí,casienelcentrodelapista,bailandocomounloco,comosiacabara
deempezarenlugardellevaryacasiundíaenello.
Eloybuscóunpardepuntosdereferenciaparasituarleyfuehaciaél.
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Capítulo54
Negras:Caballoc7
Enelsilenciodelasala,lavozdeCintasonócomoundisparo.
—Nosotroslohicimos.
SantiyMáximofueronalcanzadosporél.
Semiraronelunoalotro.
—Simuere,lahabremosmatadonosotros—continuóCinta.
—Noescierto—articulóMáximo.
—Síloes—Cintaleatravesóconunamiradadehierro.
—Tepodíahaberpasadoati—ledijoSanti—,oamímismo,oaMáximo.Le
tocóaellaporungolpedemalasuerte.Esascosaspasan.
—¿Quéexcusaesésa?
Ningunodelosdoslecontestó.
—¿Queréisresponderme?—exhalóellarevestidadeunafalsapaz.
—¿Qué quieres, que no salgamos de casa por si nos atropella un coche? —
manifestóMáximo.
—Uno hace cosas, y ya está. Se arriesga —dijo Santi—. Siempre nos
arriesgamos,contodo.Alrespirar,puedescogeralgoconlaporqueríaquehayenel
aire,¿ono?
—Aversitevaadarahoralaneura—continuóMáximodirigiéndoseasuamiga.
—Asíquetenemosqueolvidarloyyaestá.Comosifueraunaccidente.
—Hasidounaccidente—puntualizóSanti.
—Ytodosnossentimosmalporél—leapoyóMáximo—,peronosirvedenada
castigarnosenplanmasoca.
—Todostomamosuna,¿vale?
Cintafulminóasunovio.
—Ellanoqueríatomarla.
—Perolatomó,ynolaobligamos—insistióSanti.
—¡Prácticamenteselapusimosenlaboca!,¿lohasolvidado?—elevólavozla
chica.
—Sehizounpocolaestrecha,nadamás.
—YasabescómoesLuciana.
—Legustahacersederogar.
—Eso.
—Además,elqueloliótodofueRaúl.
—No,Máximo—volvióahablarCintadespuésdelpuñadodefrasessueltasde
ellosdos—.Fuistetú.
—¡Sí,hombre,encima!
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—Tú fuiste en busca de Raúl, para que te pasara algo, y luego Raúl trajo a ese
tipo, al camello, y después me decidí yo, lo reconozco, ¡yo!, no voy a escurrir el
bulto, pero no vengáis ahora con excusas. Todos estábamos allí, y todos somos
responsablesaunqueningunajusticianosacuse.
—Vamos,cálmate—lepidióSantiyendohaciaella.
Cintalorehuyó.Pusolasdosmanosconlaspalmasabiertaspordelante,amodo
depantalla,perosinmirarlealacara.Losojoslosteníafijosenelsuelo,enelabismo
abiertoentreellos.Todalatensiónquesentíaseexpandióconesegesto,abarcando
unenormeradioentornoasímisma.
—Estoymuycalmada—dijo—.Muycalmada.
Perolosdossabíanquenoeraasí,quelasemocionesvolvíanaflotar,asalirpor
losresquiciosylasgrietasdesuánimo.Ytantoomásquelaverdaddelaspalabras
de Cinta, temieron la inminente explosión que iba a llevarles de nuevo a la
crispación.
Lacuentaatrásfuemuyrápida.
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Capítulo55
Blancas:Torreh1
LepusounamanoenelhombroaRaúl,ylepareciótocarunarcovoltaicorebosante
deelectricidad.
Elmuchachosevolvió,quedófrenteaél,perosindejardemoverse,siguiendoel
ritmo.
Loreconoció.
—¡Eloy!
Yseleechóencima,abrazándolo.Eloynopudohacernadaparaevitarlo,nipara
apartarlo.Raúlteníalosojosmuyabiertos,elrostrocongestionado,lahuelladelas
hormigasmordiéndoleeltrasero,laenergíadecuantollevaraenelcuerpodisparando
todassusreservas.
Loaprovechóparaintentarsacarlodeallí.
—¡Eh, eh! ¡Qué sorpresa! ¿Qué haces aquí? ¿Están todos? ¡Puta madre!, ¿no?
¡Putamadre,tío!
Estabamuypasado,muchísimo.Probablementehabríaempezadoconalcoholel
viernes por la noche, para darle a las pastillas de éxtasis de madrugada, tal vez un
poco de coca aquella misma mañana y ahora, quizás, acabara de pegarse un
popperazo, por lo de reírse y no parar de moverse, que eran sus efectos. Aquella
nochepodíaseguirconspeed,yvueltaalaspastillasdenuevodemadrugada,sólo
que entonces comidas, inhaladas en polvo o disueltas en alcohol, para aguantar
definitivamentelasubidafinaldeldomingo.
Raúlsegastabadeveinticincoatreintamilpesetascadafindesemanaentodaesa
porquería.
Nosabíadedóndelassacaba,porque,desdeluego,notrabajaba.
Continuóllevándoselodeallí,hastaqueélsediocuentadeello.
—¿Quéhaces?¿Adónde…?
Nopudoevitarlo.Semovíasinparar,perosusfuerzasestabanencaminadasaesa
acción,noaintentardeteneraEloy,ymenosaresistirseasufuria.
—¡Eloy,tío!
—Vamosfuera.
—Pero…
—¡Fuera!
Continuóriéndoseybailando,aunqueahora,sujetoporEloy,másbienparecíaun
muñecoarticulado,unamarioneta.Surostroseconvirtióenunamueca,peroyanose
resistió.Atravesaronlamareadecuerpossudorososbajolacortinasónicayllegaron
a la puerta. Alguien les puso un sello invisible, para poder volver a entrar. Luego
salieronfuera.
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Eloynosedetuvohastahaberandadounosveintemetros,aladerechadelanave,
enunazonaenlaquenohabíanadiecerca.EntoncesempujóaRaúlcontralapared.
—¡Eh,mehashechodaño!—protestóelchicoaúnriendo.
—¿Tienesunapastillacomolasquetomasteisanoche?
—¿Paraesomesacasfuera?Jo,quémorro!
—¿Latienes?—gritóEloy.
—¡No! —por primera vez Raúl dejó de reír, aunque los ojos siguieron
desorbitadosyselequedóunticenellabioinferior—.¿Quépasacontigo,eh?
—Lucianaestáenunhospital,encoma.
—¿Qué?
Lohabíaoído,peroensuestadolascosasdifícilmenteleentrabanalaprimera.
—¡Lucianaestáencomaenunhospital,porlamierdaqueostomasteisanoche!
—Jo…joder,tío—parpadeó.
No,yanoreía.
—Raúl,estoesserio—dijoEloy—,necesitounadeesaspastillas.Talvezayude
aLuciana.
—¿Ayudarla?¿Cómo?
—¡No lo sé! —se sintió desfallecido—. ¡Los médicos no saben de qué estaba
hecha!Alomejor…
Comprendió que estaba dando palos de ciego, empeñado en una búsqueda
extraña,probablementeinútil,aunqueenpartehabíaseguidohaciendoaquelloporla
mismarazóndelcomienzo:noquedarsequieto,moverse,haceralgo,escapar.
¿LomismoqueRaúl?
No,eradistinto.
—¡Diosmío,Luciana…!—gimióRaúlresbalandohaciaelsuelodeespaldasala
pared.
Eloy apartó sus ojos de él. Había deseado pegarle, descargar su ira, toda su
frustración.
Ahorayanosentíaganasdehacerlo.
Nosentíanada.
Lamismavozdelcaídoseleantojómuylejanacuandodijo:
—Oye,sé…dóndeparaesetío,elcamello.Élsítienepastillasdeesas.Todaslas
quequieras.
Eloyvolvióamirarle.
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Capítulo56
Negras:Reinaxg7
No era una pelea, era más bien la liberación de todas las tensiones, de todas las
frustraciones, de toda la impotencia. Máximo ya no hablaba, tenía miedo de que a
Cintaledieraunataquedehisteriaimparable.Santieraelqueintentabacalmarla,sin
muchoéxito.
—¡Porfavor,Cinta,vasahacerquetodoslosvecinosseenterenytecaeráuna
buena!
—¡Yonoquieroquesepaseelrestodelavidaasí,enunacama!¡Noloresistiré!
—¡Cinta!
—¡HoyteníamosqueiraverlaúltimadeBradPitt!¡Yestáallí!¡Yalopeorya
sehamuerto!¡Yyonoquieroquesemuera!¡Noquiero!
—Dalealgo,tú—pidióMáximo.
—¡Sí, hombre! —protestó Santi—. ¿Qué te crees, que yo vivo aquí y sé dónde
estátodo?
—¡Simetocáis,grito!—anuncióCinta.
Máximoseapartóaúnmás.
—Silosénovengo—rezongó.
—¡Cobarde! —le insultó Cinta—. ¿Vas a pasarte el resto de la vida ignorando
esto,fingiendoquenohapasadonada?¡Pueshapasado!
—¡Yonodigoquenohayapasado,sólodigoqueasínoresolvemosnada!
—¡Cállate!—ordenóella.
—Deberíamos llamar al hospital —propuso Santi, asustado por el estado de su
novia—.Seguroqueyaestábienynosotrosaquí…
—¡Mierda!—llegóallímiteCinta—.¿Porquélohicimos?¿Porqué?¿Porqué?
¿Porqué…?
Iba a volver a llorar, dejándose arrastrar por los nervios, abandonándose por
completo,yenesemomentosonóelteléfono.
Elzumbidolosalarmóalostres.
Lesparalizóelcorazón,ylamente.
Se miraron entre sí, asustados, y tras la primera señal, llegó la segunda, y la
tercera.
—Serán tus padres… —el primero en hablar fue Santi, indicando así que no
podíacogerloél.
—Déjalo —dijo Máximo—. Como si no hubiera nadie. Tal vez sea un vecino,
comohadichoantesSanti.
—Esdelhospital—balbuceóCinta.
Suspalabraslosatenazaronaúnmás.
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Eltimbresonóporcuartavez.
Yporquinta.
Cintasemovióhaciaelaparato.Vacilóduranteelsextozumbido.
—No—susurróMáximo.
—Sontuspadres,seguro—insistióSanti.
Ellaatrapóelauricularconlaséptimaseñal.
—¿Sí?—musitódébilmente.
—¿Cinta?¡Malditasea,creíquenoestabais!
—¿Eloy?
Losotrosseleacercaron.
—Oye,¿estáncontigoSantiyMáximo?
—Sí.
—¡Bien! —los tres le oyeron gritar por el pequeño auricular telefónico—.
Escucha, os necesito y rápido. ¡Sé dónde encontrar al tío que os vendió anoche las
pastillas! ¡Necesitamos una!, ¿vale? Hay que intentarlo, por Luciana. Por pequeña
quesealaesperanzadequeesolapuedaayudar…Peroyonopuedoirsolo,tenemos
queirtodos.
Cintamiróalosotrosdos.Lahisteriadesaparecía.Ahoratodosteníanalgoque
hacer.
Porfin.
—¿Dóndeestás?—quisosaber.
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Capítulo57
Blancas:Alfilxg7
Al entrar en la habitación de Luciana, Loreto apenas si pudo dar unos pasos. El
choque, al ver la imagen de su amiga postrada en la cama, fue brutal. Norma, a su
lado,hizounademáncomodeirasostenerla,extendiendounamanoypensandoque
en su estado de debilidad el impacto tal vez fuese excesivo. Pero Loreto logró
sobreponerse.
—¡Oh,hija!—exclamóEstherSalasalverla.
Se levantó y fue hacia ella. Luis Salas también se puso en pie. Loreto, sin
embargo, no tenía ojos más que para Luciana. El mazazo aún expandía ondas
paralizantesatodosucuerpo,apesardequeNormayalahabíaadvertidodeloque
ibaaencontrarse.
Lamadredesuamigalaabrazó,peronosintiónada.Elpadrelediounbesoenla
mejilla,perotampocosintiónada.Atravésdelosojoslellegabalacrudezadeuna
realidadsuperiorasusfuerzas.Eraelúnicopuenteconunexteriorquedeprontola
bloqueó.
Elefectoapenasduróunossegundos,mientrashablaba,casisindarsecuenta,con
lospadresdeella.
—Yaves,hija.
—¿Túcómoestás?
—Siesqueestascosas…
Después, Norma logró arrastrar a su padre y a su madre fuera de la habitación,
comprendiendoquesiseguíanallí,hablándole,aturdiéndola,acabaríantodosllorando
denuevo.
Loretosequedósolaconelcuerpodesuamiga.
Elcuerpo.
Tardóensentarseenlasilla,juntoalacama.Ylohizopordebilidad,másquepor
elhechoconscientedeestarmáscercadeella,porquesintiócómolaspiernassele
doblaban.Finalmente,buscósumanolibre,aquellaencuyobrazonohabíaninguna
agujaclavadaenlacarne,yselacogiócontodalaternuradelmundo,igualquesi
temieradespertarla.
—Luciana…—susurró.
Esperó unos segundos. La inmovilidad de la enferma le pareció aterradora. En
otras circunstancias hubiera sido un juego, ella se habría hecho la dormida y, de
pronto, le habría saltado encima haciéndole cosquillas. Ahora no era un juego.
Lucianaflotabaenunadimensióndesconocida.
—Por favor, no te vayas —suplicó muy débilmente—. No me dejes sola ahora.
Porfavor…
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Leacariciólosdedos,unoauno.Lucianateníalasmanosmásbonitasquejamás
había visto. Cuando jugaba al ajedrez, más que mover las piezas del tablero, las
acariciaba.Ylosabía.Siempreselashabíacuidadomucho.Lasuñasperfectamente
cortadaseranlamejorpruebadeello.
La mano de Luciana, entre las suyas, con los dedos deformes por los ácidos
estomacales,destacabacomounaobradearteenmediodeunhorror.
—Sintinoloconseguiré,¿sabes?—Loretocerrólosojosysedejóarrastrarpor
el dolor—. Quiero que sepas que hoy no he vomitado. ¿Qué te parece? No he
vomitado,ylohehechoporti,créeme.Porti.Peroahoranovoyapoderseguirsitú
te vas, si me dejas. Luciana, ¡Luciana!, por favor… Hagamos un pacto, ¿vale? Un
pacto. Yo comeré, aunque estalle, aunque me convierta en la mujer más gorda del
mundo, y no volveré a vomitar, pero tú tienes que seguir viviendo para estar a mi
lado…Luciana,¿meoyes?Vuelve.Notemueras,vuelve,¡vuelve!Lohehechopor
ti,Luciana,porti,porti…
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Capítulo58
Negras:Caballoe8-Blancas:Alfilh8
Tesientatanbienesteconjunto,Loreto.Mealegrodequetelohayaspuesto.Y
con unos kilos de más, estarás arrebatadora, preciosa. Javier caerá rendido a tus
pies. ¿Recuerdas el día que lo compramos? ¡Qué locura! Fue verlo, entrar,
probártelo y ¡zas! El dinero de la escapada de fin de semana convertido en arte
sobreti.
Lástimaqueesofuesepocoantesdequeempezasesacaerenpicado.
Loreto.
¿Quéestáshaciendoaquí?
Claroqueteescucho,peroaunquemegustaría,nopuedomoverme,niabrazarte,
nidarteunbeso,nidecirtelocontentaqueestoy.Entiéndelo,Loreto:simemuevo,
sentiréeldolor,ynosésiestoypreparadaparaeso.¡Dios…!,mealegrodequeme
hablesdevivir,perotalvezsiconocierasestodieseselpaso.Nosé.
Todoestanextraño,tanrelativoaquí.
Os oigo a todos, os veo a todos, pero es como si hubiese una distancia de
millonesdekilómetros.Encambio,lossentimientosestáncerca.Soncomounaola
de calor constante. Cada voz, cada caricia, cada mirada, cae sobre mí como un
mantodeternura.Ycreoqueesesaternuralaquemeretiene,¿noescurioso?No
quierohacerdañoanadie,ymenosaquienmequiere.Asíquelaternurameataa
esteladodelcaminomientraslapazmellamaalotro.
Bien,puedequemequedeaquíparasiempre,enestatierradenadie.
Unapartidadeajedrezsinfin,singanadorniperdedor.Tablaseternas.
Háblame,Loreto,háblame.
Nohasvomitado.¡Bien!Esunamagníficanoticia.Unprimerpasoimportante.
Ahora el siguiente te costará menos, seguro. Esta noche tampoco vas a vomitar,
¿vale?Estanochedaráselsegundo.Pormí,deacuerdo.Perotambiénporti.Ánimo,
Loreto,¡ánimo!Nohasvomitado,ydaigualelmotivo:esoesquequieressalirdel
pozo,yvivir.
Loreto,nodejesmimano.
¿Meescuchas?Sí,séquelohaces,hemosabiertounapuerta.
¿YEloy?¿SabesdóndeestáEloy?
Loreto,Loreto…
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Capítulo59
Negras:f6
Poli García entró en el bar, se detuvo en la misma puerta, y miró en dirección a la
barra.ElúnicocamareroeraVictorino,ynolehizoningúngesto,asíqueacabóde
traspasarelumbralycaminóunospasos,noendirecciónalabarra,sinohaciaunade
lasmesasubicadasenlaparteposterior.Sesentóenunadelassillasdeplástico,yse
apoyóconcansanciosobreelmármoldelamesa,circularycastigadopormilesde
partidasdedominó.Tenermesasconlasuperficiedemármolysillasdeplásticoera
unantagonismomuypropiodeAlejandroCastro.Elmuy…
Esperó casi cinco minutos. Se le hicieron eternos. Acabó llamando a Victorino
para que le trajera una cerveza. El camarero no dijo nada, ni antes, ni durante ni
despuésdeservírsela.Nohacíafalta.Seladejósobrelamesa,conelpequeñoticket
delaconsumiciónallado.Perosídesaparecióunossegundosporlapuertadeatrás,
para regresar al instante, tal cual, manteniendo su mutismo. Poli cogió el ticket
maquinalmente. En la parte superior estaba escrito el nombre del local: Bar
RestauranteLaPerla.Muyadecuado,pensó.
Jugóconél,enrollándolo,matandoeltiempodeespera.
AlejandroCastroacabóasomandolacabezaporlamismapuerta,miróhaciaély
lehizounlevegesto.Noteníacaradebuenosamigos,másbiendetodolocontrario.
Poliselevantóconlaintencióndeirtrasél.LedetuvolavozdeVictorino.
—¡Eh,tú,paga!
Polilelanzóunamiradadeira.Eraundesgraciado.Noteníaagallasmásquepara
sercamarero.
—¿Quépasa?Tengoquevolverasalir,¿no?
—Mira,estonoesgratis,ytúerescapazdeirteporlapuertadeatrás,asíque…
Todavíallevabaelticketenlamano,peronomiróelimporte.Sacódosmonedas
decienpesetasyunadeveinticincoylasdejóenelplato.Elticketseloguardóenel
bolsillo de la chaqueta. Fue otro gesto maquinal. Lo único que quería era pasar de
Victorino,hablarconCastroylargarsedeallícuantoantes.
Se metió por la puerta del fondo del local y fue tras los pasos del dueño del
tinglado. Allí había un pasillo que daba al almacén, a la cocina, a los retretes y,
finalmente,enlaparteposterior,aunpardedespachos.Unoteníalapuertaabierta.
Entró.AlejandroCastroyaloesperaba,sentadodetrásdelamesadesudespacho.La
cerró y cubrió la breve distancia que lo separaba de la única silla libre frente a la
mesa.
—¿Quéestáshaciendoaquí?—leespetósincontemplacioneselhombre.
APoliGarcíanolegustósutono.
—Esacríaestáencoma—ledijo.
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Elotrovaloródebidamentelainformación,perosinpestañear.
—¿Yqué?—acabódiciendo.
—¿Sabesloqueesosignifica?—semovióinquietoenlasillaelcamello—.¡Van
aremovercieloytierraporsuculpa!
—Oye, tú, tranquilo —Alejandro Castro le apuntó con un dedo—. Cada día
muerendrogatas,yunadocenadechicosychicassufrencomasetílicosogolpesde
caloroloquesea.Ynopasanada.Nuncapasanada.
—¡Estoesdiferente!
—Nogrites,Poli.
—Estoesdiferente—repitiócambiandolavozaunquenoelnerviosismo—.Sé
dequéva.Eraunacría,yasabes,quince,dieciséisodiecisieteaños.Losperiódicos
vanameterbulla,ylapolicíamontaráunadelassuyas.¡Yameestánbuscando!
—¿Cómoqueteestánbuscando?
—He ido a mi pensión y la dueña me ha dicho que uno que conozco, Vicente
Espinós,andabatrasdemí.
—Seráunacasualidad.
—¡Yunaleche,casualidad!
—Tehandetenidootrasvecesporcamello,asíque…
—Mira,Castro,yomeabro.Hevenidoadevolvertelaspastillasyaliquidar.
Sacó un montón de billetes de mil, dos mil y cinco mil de un bolsillo, y un
paquetitodelotro.Lopusotodosobrelamesa.AlejandroCastrocogióeldinero.No
tocóelpaquetito.
—Recógelo—ordenó.
—¿Qué?
—Recógeloysalavender.Nomejodas,Poli.
—¡Nopuedo!
—Acabaeso—señalóelpaquetito—,yluego,siquieres,desaparecesunosdías.
—Castro…
Altraficanteseleacabarondeendurecerlasfacciones.
—Poli,meestoyhartandodeti.AnochePepevendióeldoblequetú.Eldoble,y
sin chorradas. ¿Cuánto me debes? ¿Lo tienes? Yo también tengo mis problemas, y
misobligaciones.Yhedecumplirconotros,porqueestoesunacadena,¿teenteras?
Nopuedopararelnegocionicerrarsóloporqueunacríatengaunmalviaje.
Si tienes miedo, véndelo todo esta noche, que para eso es sábado, y mañana
desaparecesunosdías.Peroprecisamenteporqueessábado,novasadejarlohoy,nia
dejarmecolgadoamí.¿Lohasentendido?
Lohabíaentendido,peroseguíasingustarle.
—Estoesunmalrollo—rezongó.
—Lasdospiernasrotasotucadáverenunacunetasonunmalrollo—leaclaró
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AlejandroCastro.
Polirecogióelpaqueteyseloguardódenuevoenbolsillo.Apretólasmandíbulas
alhacerlo.
—Simecogen…—suspiró.
—Sitecogen,sabesquetemandamosunabogado.Perosalvoquelohagancon
unapastillaigualalaquetomóesacríaencima,novanapodertocarteunpelo.Por
esotienesqueacabarhoyconloquetequedayenpaz.Yotengoquincekilosaquí,
cincuentamilpastillas,yatelohedichoantes.Ynovoyatirarlasporelretrete.Así
quetranquilo,¿eh?
Polisepusoenpie.
Estabadetodomenostranquilo.
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Capítulo60
Blancas:Torrexh6
MarianoZapataentróeneldespachoconunaampliasonrisaensurostro,sinllamar.
GasparVallslevantólacabezaylelanzóunamiradafugaz,conlosojosarqueados,
antesdevolveraexaminarlaspruebasqueteníadelante.
—Muycontentovienestú—ledijo.
Elperiodistanocontestó.Pusosobrelamesa,frenteasusojos,lafotografíade
Luciana.
Inclusoalguientanexperimentadoycontantosañosdeprofesiónasusespaldas
comoGasparfruncióelceño.
—¡Coño!—exclamó.
Le fue imposible apartar los ojos de aquella imagen en los segundos que
siguieron.Aunensuestado,ojoscerrados,bocaabierta,llenadetubosyagujas,se
advertíandetallesimportantesenella,sujuventud,subelleza,suextrañaindefensión.
—¿Esdeportadaono?—leretóMarianoZapata.
GasparVallslevantólacabeza.
—¿Tieneselpermisodelospadres?
—No.
—Entonces,¿noslajugamos?
—Sí.
—Así,condosparesde…
—Conloquehagafalta—elperiodistaapuntólafotografíaconeldedoíndicede
su mano derecha—. Esto es dinamita. Nos la van a quitar de las manos. Saldrá en
todaEspaña,yenelextranjero,¿quéteapuestas?
—¿Yeltexto?
—Me pongo a ello enseguida. Ya casi está. Antes quería ver cómo salían las
fotos.
—¿Ellasigueencoma?
—Sí.
—¿Seguro?
—Bueno—noentendiósuprevención—,loestabacuandolehicelasfotografías.
—Antesdellevarloamáquinas,asegúrate.
—¿Porqué?¿Quétienequeverquepuedasalirdelcoma?
—Vamos, Mariano, ¿y tú me lo preguntas? Es una cuestión de ética, nada más.
Aquíaúntenemosunpocodeeso.Siesachicamañanaestábienysalimosconesa
fotoenportadadiciendoqueestáasí…noscubrimosdegloria.Sisepusierabien,lo
publicamosigual,perodentro.Lanoticiaseríadistinta.
—Noveoladiferencia—arguyóelperiodista.
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—Noseasbestia,hombre—lereprochósucompañero,perotambiénsusuperior
—.Sabesperfectamenteloquevendeyloqueno,yloquepuedeirenportadaylo
queno.
—¿Ysimuere?
—Entonces es una gran exclusiva —reconoció Gaspar Valls—. Sólo que no
querrásqueesainfelizlapalmeúnicamenteparateneresaexclusivayunaportada,
¿verdad?
—No,hombre,claro.Eraunapregunta,nadamás.
Loobservódehitoenhito,comosidudaradesuafirmación.
—Túllamaalhospitalantes,enelúltimominuto,yasínoscuramosensalud.
—Deacuerdo.
Hizoademándeirse.Gasparlodetuvo.
—¡Eh!,llévateeso—letendiólafotografíaaunsabiendoqueteníavariascopias
—.Quierodormirestanoche.
—Impacta,¿verdad?
—Yalocreoqueimpacta—asintióGaspar—.Yatiteimpactaríamássituvieras
hijos.
—Tenerhijos,¿paraesto?—soltóunbufidodesarcasmo—.Hastaluego.
Salióporlapuertaabuenpaso.
CasiunminutodespuésGasparVallsseguíamirandoesapuertasinpodervolver
aconcentrarseeneltrabajo.
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Capítulo61
Negras:Torrexd4
Eloy repitió una y otra vez el número de teléfono que acababan de darle en
información, e introdujo una moneda de cien pesetas por la ranura superior del
aparatoantesdemarcarlo.Mientraslohacía,noapartólosojosdelcrucedondehabía
quedado con Cinta, Santi y Máximo. Aún era pronto para que apareciesen, pero se
manteníaalertaporsiacaso.
—HospitalClínico,¿dígame?
—LafamiliadeLucianaSalas,porfavor.NosésisigueenlaUCIoestáyaen
unahabitación…
—Espere,noseretire.
Esperó,unoslargossegundos.Elcorazónseleaceleróenelpechoamedidaque
seaproximabaelmomentodelaverdad.Tuvoquepasarotrofiltromás.Depronto
escuchólavozdeNorma.
—¿Sí?
—SoyEloy—cerrólosojosymantuvotodosuserenvilo.
Notuvoquepreguntarnada.
—Sigueigual.
—¡Ah!
—¿Dóndeestás?
—Notelocreerías—suspiró.
—¿Porqué?
—Andodetrásdeltíoquelesvendióesasmierdas.
—¿Qué?
—Es igual, déjalo. Supongo que no es más que una forma de hacer algo,
aunque…
—Eresincreíble.
—Dilequelaquiero.
—Vale.
—Perodíselo,¿eh?Yocreoque…
—Loharé,tranquilo.AhoraestáLoretoconella.
—¿Loreto?
—Havenido,sí.
Llenólospulmonesdeaire.Elteléfonosepusodeprontoadarseñalesdequeel
dineroseestabaacabando.Yyanoteníamásquedecir.
—Estosecorta,adiós.
—Adiós,Eloy.
Se quedó con el auricular en la mano y la señal de la línea cortada zumbando
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entrelosdos.
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Capítulo62
Blancas:Alfilxf6
FuealdetenerseeltaxienunsemáforocuandoCintarompióelsilencio.
—Eloyesalucinante.
—¿Porqué?—preguntóSanti.
—¿Túquécrees?—lodijocomosiparecieraevidente—.Saledelhospitalesta
mañana hecho una furia, con Luciana medio muerta, y se mete a buscar al tío que
anoche…—miróaltaxistaynosiguióhablando.
—Perotienerazón—intervinoMáximo—.Siconseguimosunapastilladeesas…
—Losmédicosestánbastantedespistados,¿no?—manifestóSanti.
—Amímedaunpocodemiedo,pornodecirmucho—plególoslabiosCinta.
—¿Miedo?
—Yoestoyencoma,ytúteencuentrascaraacaraconeltíoquemehadadoeso.
¿Quéhaces,ledicesquenecesitasotrapastillaparaversiasímesalvasoledasde
hostias?
Santiparpadeó.
—Oye,¿noirásapensarqueEloy…?—dudóMáximo.
—Sólodigoloquehay—repusoCinta.
—Peroloimportanteesconseguiresapastilla—convinoSanti.
—Ya,nosacercamosylepedimosuna.¿Creesqueeltíovaaestartannormalito?
—De entrada, el tío no sabe que tú estás en coma —dijo Santi—, así que
normalitosívaaestar.
—Otra cosa es que tras conseguir la pastilla, si es que Eloy tiene la suficiente
sangrefríacomoparaesperar,después…—aventuróMáximo.
—¡Eh!,nosomoshéroesdecómic—dijoCinta.
—¿HasvistocómosehapuestoEloyestamañanaconnosotros?—pusoeldedo
enlallagaMáximo—.¿Teimaginasconesecamello?
Cinta volvió a mirar al taxista. Parecía muy ocupado controlando el tráfico de
últimahoradelatarde.
—Esaspersonassonpeligrosas—advirtióSanti.
—¿Ése?Noeramásqueunmierda—dijoMáximocondesprecio.
—¿Ysillevaunarma?
—Oye—MáximomiróaCinta—,¿quétecrees,queestoesNuevaYorkoqué?
—Bueno,seacomoseanosotrossomoscuatro—tercióSanti.
—MesiguedandomiedoEloy.EstálocoporLuciana.
Ese pensamiento los mantuvo en silencio en los instantes siguientes. El taxi se
paróenunnuevosemáforo.Eltaxistaleslanzóunamiradadistraídaporelretrovisor
interior. La detuvo sobre ella, bastante rato, casi todo el que duró la espera ante el
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semáforo.Cintaselaacabódevolviendo,yelhombreretirósusojos.
—¡Vamosya,queestáenverde!—protestólevantandounamanoendirecciónal
vehículoqueleprecedía.
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Capítulo63
Negras:Torref4
Porprimeravezentodoeldía,estabaquieto.
Podíapensar.
Deseó no hacerlo, y que los otros tres llegaran de una vez para ponerse en
marcha. Por eso les había citado cerca de su destino tras llamarles por teléfono,
aunque había llegado antes. Probablemente ellos aún tardarían unos minutos.
Demasiados.
¿Ysihubieraidosolo?
No,quéestupidez.Selohabíarepetidoyaunadocenadeveces.Losnecesitaba.
Deentradaporqueélnoconocíaalcamello,yMáximosí.Ytambiénporquecuando
lotuviesedelante…
¿Quéharíacuandolotuviesedelante?
Lo más importante era Luciana, conseguir una pastilla. Pero aquel cerdo era el
causantedequeellaestuviesecomoestaba.Eracomosilahubiesematado,aunque…
No,noeracierto.Elcamellonoeramásqueuneslabóndelacadena.Yelúltimo,
eldecisivo,eranellos.
Ellosdecidíancomprar,ytomársela.Ellosynadiemásqueellos.
Unjuegodivertido.
Paraesoseesjoven,paraprobarcosas,paraexperimentar.
Paraesoyparadesafiarlotodo.
¿Ono?
Anduvo inquieto por la esquina. Parecía idiota. Un idiota de diecinueve años.
¿Por qué todas las reflexiones surgían después de que las cosas hubieran pasado?
¿Porquélosataquesdemadurez,ylossentimientos,ylasprevenciones,yelsentirse
carca,y…?
Laconfusiónloinvadíacomounamareanegra.
Impregnándolotodo.
Deacuerdo,daríanconesecabrón,compraríaunapastilla,apretaríalospuñosy
lasmandíbulas,setragaríasuodio,susdeseosdevenganza,yluegoiríanalhospitaly
llamaríanalapolicía.Poreseorden.Existíalaley.
Aunquenada,nisiquieraesaley,podríaayudaraLucianaavolveralavida.
Siguió caminando arriba y abajo, inquieto, mientras los coches pasaban por su
lado llenándole de humos y ruidos. Ningún taxi se detuvo en la calzada. Volvía a
moverseparanopensar,paraseguiractivo.
Lopeorllegaríamástarde,cuandotuvieraqueparar.
EntoncesestaríaprobablementetanmuertoenvidacomoLuciana.
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Capítulo64
Blancas:Alfile5
—Esodebequedarporaquí,¿no?—dijoSantimirandoporlaventanilla.
—Supongo,nosé—hizolomismoMáximo.
—Ahídelante—lesindicóeltaxista—.Pasadoelpróximosemáforo.
—Bueno—suspiróCinta.
Los dos chicos la miraron a ella, como si fuera la jefa o tuviera algo más que
decir.
—¿Quéhacemos?—quisosaberSantialverquesunovianoseguíahablando.
—¿Quéquieresquehagamos?
—Nosé.UnavezquenosreunamosconEloy…
—Todos estamos fastidiados —reconoció la muchacha—, pero esto es de Eloy,
asíqueloúnico…tratardequenohaganada…Enfin,yameentendéis.
—Vaasermuycomplicado.
—¿Túestásbien?—Santilecogióunamano.
Nosehabíantocadodesdequeestuvieronenlacamajuntos.
—Sí.
—¿Deverdad?
—Sí,deverdad.
No lo estaba, pero ahora al menos no se sentía como en su casa, con aquella
presiónyaquelmiedo,pensandoenLuciana.
InclusoagradecióelcontactollenodecalordeSanti.
Eltaxirecorrióelúltimotramodecalle.
—¡AhíestáEloy!—Máximofueelprimeroenverlo.
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Capítulo65
Negras:Torrexf3
Eloy ya había visto el taxi, primero porque su velocidad decrecía, después por el
intermitente indicando que se detenía, y, finalmente, porque sentados detrás contó
trescuerpos.Cuandoelvehículosedetuvo,abriólapuerta.Máximofueelprimeroen
bajar,seguidodeCintaqueibaenmedio.Santiestabapagandolacarrera.
—¡Jo, tío! —expresó su liberación de tensión Máximo—. ¿Cómo te lo has
montado?
—PorRaúl.
—¿HaslocalizadoaRaúl?—abriólosojosCinta.
—Primero he estado en casa de Paco y Ana, y después lo he pillado a él. Le
hubieratraídoconmigodenohaberestadocompletamenteido.
—Losuyoesdemasiado—reconocióMáximo.
Santiyaestabafuera.Eltaxistalesdirigióunaúltimamirada,sobretodoaella,y
luegoarrancóalejándosedeallí.
Sequedaronsolos.
—¿Dóndeestá?—quisosaberMáximo.
—EnunadiscotecallamadaPopes,aquícerca.
—Nolaconozco—plególoslabiosSanti.
—Esdebarrio,quinceañerosygenteasí—leinformóEloy.
—¿Seguro?
—Raúlmehadichoquesí,queaestahorayensábadosueleestarsiempreahí.
—¿Ydeverascreesquesaberloquehayenunapastilladeesaspuedeayudara
Luciana?—repitióCintalamismadudaqueaquellamañana.
—Elmédicolodijo,¿no?¿Seosocurrealgomejorparaayudarla?
Ningunoteníaunarespuestaválida.Esozanjóeltema.
Quedaba,tansólo,darelprimerpaso.
—¿Quéhacemos?
Se miraron los cuatro. Las diferencias de la mañana habían desaparecido. Eran
cuatroamigosunidosporlascircunstancias,perotambiénporalgosurgidomásallá
deellas.Algoquesóloconocíanellosmismos,igualqueloconocíantodoslosque
compartíanunmismosentimientocomúnenlaadolescencia.
Porlogeneral,esesentimientosedesvanecíadespués.
Aunqueesoaúnnolosabían,lointuíanporlavidadesuspadres.
—Vamosya,¿no?
—Espera—ledetuvoCinta.
Eloysintiólapresióndelamanodesuamigaenelbrazo.Sedetuvoylamiróa
losojos.Losteníaenrojecidos,ynoeranecesariopreguntarporqué.
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—Tranquila —musitó comprendiendo el tono de su inquietud—. Lo primero es
Luciana.
EntoncesCintaloabrazó.
Un abrazo cálido, de corazón, preñado de emociones sin medida. Y él le
correspondióconlamismaintensidad.
Fueloúltimoantesdequeloscuatroecharanaandarcallearriba.
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Capítulo66
Blancas:Torreh8
—Inspector.
Vicente Espinós centró la mirada en Lorenzo Roca saliendo de su larga
abstracción, una más en los últimos minutos. El policía llevaba unas anotaciones
hechasamano.
—¿Lotienes?
—ElCalígulaCiegoyelMarchaAtrássondiscotecasnocturnasdegenteguapa
—comenzóadecirRoca—.Seanimanapartirdelasdosdelamadrugada.Antes…
—pusocaradeasco—.ElPeñóndeGabriltaresunbarmusicalconalgodeambiente
putero,hayreservadosytodoeso,aunquealparecerlaclientelaesselectaporquelas
chicasestánbien.ElPopesesunadiscotecadetardeynoche,osea,queaestahora
hayniñosyniñasbien,ymástardevansushermanosyhermanas,osuspadres.Por
último, La Miranda, es un bar de esos fríos, pero que también se llena pasadas las
tantas.
VicenteEspinósevaluólainformaciónfacilitadaporsusubordinado.
Despacio.
—Oseaque,deloscinco,sóloenunohayanimaciónahoramismo—expresósus
pensamientosenvozalta.
—EnelPopes,sí—lerespondióRocacomosihablaraconél.
—¿Aquéhoracierraeselocal?
—A las diez. Justo para que los nenes y las nenas vuelvan a casita. Reabren
después,aesodelasonce.Decinco,uno.
Nosetratadeinstintoointuición,sinodeunhecho.
—ElMoscapuedeiraunodeellosestanoche,asíquehabráquevigilarlostodos,
peroahora…—miróaRoca,decidido—,noperdemosnadaprobando.
—¿Nosvamos,jefe?
Sepusoenpie.Agradecíasalirdeallí.Loscasosseresolvíanenlacalle,aunque
no había nada como «la oficina» para pensar en ellos y reunir los datos y la
informaciónnecesarios.LorenzoRocafueaporsuchaqueta.Losdosseencontraron
enlapuertadeldepartamento.
—¿Quiéncreequeganarámañana?—seencontróconlainesperadapreguntade
Roca.
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Capítulo67
Negras:Reyd8
La diferencia entre el Popes y la nave en la que había encontrado a Raúl era
manifiesta,ynosóloporelespacio,apesardequeladiscotecatambiénerabastante
grande y tenía dos niveles. Allí los chicos y las chicas transpiraban todavía leche
materna,oalmenosasíseloparecía.Nohacíamásdecuatroañosqueéleratambién
así,peroseleantojabaunagranlejaníaeneltiempo.Avecesinclusosepreguntaba
cómohabíapodidocomportarseasí,tanabsurdamenteloco.
¿Oeraquesesentía«mayor»?
¿Absurdamentemayor?
Contempló la fauna de bollycaos, ellas abriéndose a la vida en plan peleón,
dispuestasacomerseelmundo,luciendolaesbeltezdesuscuerpos,lalongituddesus
piernasemergiendodesusbrevesfaldasopantaloncitosmuyceñidos,labellezade
suscabellerastípicadespotpublicitario,loúltimoenmoda,laaudaciaparacombinar
coloresysensaciones,ysinlosprotectoresdelosdientesqueguardabanenlosbolsos
o las chaquetas para volver a ponérselos al llegar a casa, fumando, convertidas en
depredadorascuandoibanengrupoyaquelafuerzalashacíaestallar,oentregadasal
amorenelcasodequecompartierantempranamentesuespaciovitalconunchico;y
ellos ocultando sus inseguridades o luciendo su buena planta y, por tanto, sus
argumentos de dominio, mirándolas y dejándose mirar, ofreciendo lo sano de sus
vidasaúnsinmalear,conelvasodealgúnbrebajeenlamano,igualquesienlugar
desostenerlofueseélquienlossostuvieraaellos.Yensuma,todasytodos,bailando,
bailandosinparar,porqueparaesosesuponíaqueestabanallí.
Bailandoparadivertirseyrompercontodo.
—¡Quémovida!,¿no?
Eloy miró a Máximo. Parecía haberse olvidado también de que ellos eran igual
cuatroañosatrás,inclusomenos,tres…otalvezdos.
—Primerizos—comentóSanti.
—¡Menudaguardería!—continuóMáximo.
—¿Pordóndeempezamos?
Eloyestabaalmando.Nadieselodiscutía.
—Vamosarriba,aversilovemos—empleólamismatácticaqueenlanave—.Si
estávendiendo,loquenovaahaceresestarenlapista,yfueranolohemosvisto.
—Deacuerdo—gritóCintaparahacerseoírporencimadelamúsica.
Eloyabrióelcaminohaciaarriba.
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Capítulo68
Blancas:g5
Mariano Zapata puso el punto final y se apartó de la pantalla del ordenador
echándose para atrás. Suspiró feliz, orgulloso de su obra, pero no perdió el tiempo
refocilándose en ese orgullo. Miró la hora, y luego manipuló el teclado para ver el
artículodesdeelprincipio.Empezóaleerloparasímismo,peroenvozalta.Primero
eltitular,directo,contundente:
«BAILANDOCONLAMUERTE».
Despuéslosantetítulos:
«Unajovendedieciochoañosencomaporeleva»,«Lasdrogasdediseñose
disparanentrelajuventud»y«Desconciertomédicoantelospocosdatosde
lasnuevasdrogasjuveniles».
Finalmente,elartículo:
«Tienenentre13y19años,ysonnuestroshijos,lossuyosylosdesuvecino.
Losvemoscadadía,sanos,alegres,estudiandootrabajandooluchandoporsalir
adelante,consusproblemasysusfrustraciones,perollenosdevidayenergía,
capaces de superar lo que se les ponga por delante. Es difícil imaginarles
haciendoalgoinsólito,algomalo.Ysinembargo,muchosdeellos,alllegarel
fin de semana, cambian, se transforman, se abocan al lado oscuro de la
existencia. Mientras sus padres están en casa, durmiendo, o fuera, dejándoles
solosporque"yasonmayores"omuchomásindependientesquenosotrosasu
edad,ellos,chicosychicas,soncapacesdeestarbailandotresdíasseguidos,sin
parar, utilizando todos los medios a su alcance para forzar la máquina, para
conseguirqueelcuerpoaguante.Nohayotraley.Asíeslarealidad.Yconsu
música,mákina,bakalao,elfindesemanaseconvierteenunlargocaminoque
traspasatodoslosmárgenesprohibidos,porqueloimportanteesllegarallunesy
no haber parado, haber vivido la locura total, la evasión máxima, con los ojos
desorbitados,lamandíbulatemblandoylarisafácildelnopoderparar.
»L.S.M.esunadeesaschicas.Salióelviernesdesucasaparagozardela
vida,yenunaspocashoraslavidalediolaespalda.Unapastilla,uneva,loque
muchosaúnllamanéxtasis,lesególaesperanza.Ella,comomilesdechicosy
chicasenEspañayenotrospaíses,pagótansólodosmilpesetaspor"algo"que
lepermitieraverlasestrellas.Ahora,encoma,esprobablequelasvea,yqueno
legusten.Suimagen,enelhospital,esestremecedora.
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»Elcóctelformadoporlamúsicadiscotequeraactualylasdrogasdediseño
tieneatrapadosamilesdenuestrosjóvenes.Elviejoporroparecehaberpasadoa
mejor vida, con los últimos heavys, grunges o pasotas. La coca sigue siendo
privativa de la gente guapa que puede pagarla. Por el contrario, las drogas de
diseñosehanapoderadodeesagranmasaformadaporlosadolescentesávidos
desensaciones.Sonbaratas,contundentes,efectivas.Médicamente,sediceque
no crean adicción, así que, para sí mismos, no son drogadictos, sólo adictos
psíquicos del fin de semana, porque no entienden lo de salir de casa sin
"colocarse".Peroahoraqueeléxtasis(mdma)comenzabaaserconocido,loque
triunfaeseleva(mdea),delquenosesabeabsolutamentenada.Casielcuarenta
por ciento de las sustancias requisadas en nuestra comunidad recientemente
contenían mdea, mientras que sólo en el diez por ciento aparecía mdma. El
éxtasis y sus derivados, antes llamados "la droga del amor", son ahora ya "la
drogadelamuerte",comotodas,porqueaunsuponiendoqueseaverdadqueno
creenadicción,suusoymássuabuso,soncomounbilleteaNingunaParte.
»El manual de drogas de diseño, e incluso el de bebidas utilizadas por
nuestrosjóvenes,dejaríaboquiabiertosamuchosdesuspadresoprofesores.La
RealAcademiadelaLenguanotieneningunodeesostérminosensusvetustas
páginas. ¿Habían oído hablar del popperazo? Inhalación de nitritos. Provoca
risasespasmódicaseimpidedejardebailar,todoenunossegundos.¿Sabenlo
que es un speed? Un combinado de cafeína y anfetamina que se vende en
papelinas. ¿Les suena el término SpecialK? Es una sustancia farmacéutica de
uso hospitalario, la ketamina, para anestesias humanas o animales, y sólo se
vende con receta. Un botecito cuesta en cualquier farmacia 900 pesetas. Es
suficientecondejarloevaporarenunasartén,cortarelresiduoparaquesequede
en polvo, y con ello se fabrican las suficientes dosis como para ganar veinte
veceslainversión.Dicenqueda«viajes»muyfuertesydejaatontado,peroaun
así,eslamoda,ymuypeligrosaahoramismo.EnEstadosUnidossemezclacon
cocaínaysellamaSpecialKalvinKlein. ¿Quieren que siga? Podría hablar del
éxtasislíquidoydeléxtasisnatural,conocidocomoPazdeIndio(unabotellita
cuesta 3.000 pesetas y dos o tres personas pueden colocarse con ella), y del
cristal,delxtc,delAdam,deláguiladoradaydemuchosotros.Lasdrogasyano
son cocaína o heroína. El sida ha cambiado muchos de nuestros hábitos. La
química nos ha invadido. Lo peor de todo es que los fabricantes las adulteran
también continuamente, por lo que los jóvenes a los que van destinadas casi
siempre ingieren auténticas bombas de relojería. Ninguna mata de facto. El
componente fatal lo pone siempre el receptor, pero basta cualquier anomalía o
cualquiercasuísticadesafortunadaparadesencadenarunareacciónquímicaque
precipite el fin. Tampoco matan las bebidas, pero ¿pueden imaginarse las
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reacciones de algunas con nombres tan llamativos como Pepdrink, Flying
Horse, Red Bull, Semtex, Take Off, Love Bomb, Explosive, si se mezclan con
productosquímicos?Unsimpledato:laPepdrinkproduceunefectoparecidoa
tomarseunporroconuncafépuroymuycargado.
»L.S.M. cayó por un golpe de calor la madrugada del viernes. Esta pasada
madrugada,milesdepastillashabránsidoingeridasporunejércitodeacólitos
delanoche.Elpróximofindesemanasucederálomismo.Lapolicíadecomisa
algunaspartidas,peroyanosetratadedrogasdurasquellegandeColombiao
Tailandia, ni de hachís procedente de Marruecos. Se trata de laboratorios
clandestinosqueaparecenentodaspartesyquelasfabricansincesar,llenando
elmercadoysobretodofacilitándolasapreciosmuyasequibles.Nuestroshijos
"bailanconlamuerte";yanoessólocuestióndedivertirse,sinodeexplorarel
lado oscuro de la realidad. La secuela que deje en sus mentes no lo sabremos
hasta dentro de unos años, cuando esas bombas de relojería estallen y pasen
factura.Entonces,comoesnatural,serádemasiadotardeparaactuar.Puedeser
una generación sin letra, ni X, ni Z, ni P, o A. Puede ser la generación
esquizofrénica.Puedeserlaúltima.Ylahabremoscreadonosotros,pornoabrir
losojosatiempo.
»L.S.M. tiene 18 años, era campeona de ajedrez, una chica normal,
modélica, buena estudiante, con unos padres felices y una hermana pequeña.
Teníanovio.Todoesosehaidoenunossegundos,sóloporqueunapastillase
cruzó en su camino. El coma puede ser eterno, llevarla a un rápido y fatal
desenlace, o cesar inesperadamente. Pero eso no ocultará la cruda realidad.
ComodecíanlosBeatles,loscamposdefresaspuedenllegarasereternos.
»L.S.M.bailóelviernesporlanocheconlamuerte,ysiguebailando.»
MarianoZapatasoltóaireyasintióconlacabeza.Perfecto.Directoalasconciencias.
Periodismo y azote. Le gustaba. ¿Oportunista? ¿Demagogo? ¿Sospechoso?
¿Panfletario?Aldiablocontodo.Eraunanoticia,ysabíacómotratarla.Fueracual
fueraesanoticia,loimportanteeraelmododepresentarla,eltono,elenvoltorio.
PensóenelinspectorEspinós.
Ibaatenertrabajo,muchotrabajo,peroéseerasuproblema.
—¡Enmarcha!—dijoponiéndoseenpie.
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Capítulo69
Negras:Torref1
—¿Quéedadtienensushijos,jefe?
No le gustaba que le llamasen «jefe». Le sonaba a película de gángsters
americana.Peroseolvidódeelloporlasorpresadelapregunta.
—Veintitrés,diecinueveyquince.
—Lamíatienesiete,yelgolferastres,quemenudotoroestáhecho.
—Cuando son pequeños sufrimos porque son pequeños y parecen indefensos, y
cuandosonmayoressufrimosporquesonmayoresysecreenquelosabentodo—
contestóVicenteEspinós.
Quizálomejorerahablar,aunquefueradeaquello.Llevabandemasiadoratoen
silencio,envueltosenelruidodeltráficodelanochecer.
—Lodeesachicaesunpalo,¿verdad?
—¿Lodicesporsuspadres?
—Ypornosotros.Laprensavaahincarleeldientealtema.Unacosaesquela
palmeundrogata,yotraunachicanormalycorrientequehabíasalidoadivertirse.
—Cada fin de semana mueren una docena de chicos y chicas jóvenes por
accidentesdecirculación.
—Ya, pero son una docena, como dice. Ésta está sola, y además está en coma,
porque si te mueres, a los pocos días ya no es noticia, pero como siga así mucho
tiempo…¿Pongolasirena,jefe?Estonosemueve.
—No,nolasoporto.
—¿Sushijossalendenoche?
Eraunabuenapregunta.
—Sí—convinocondesgana.
—Yllegandemadrugada,claro.Comotodos.
NohacíaunmesquelehabíaencontradoaFernando,eldediecinueveaños,una
pastilladehierbaenuncajón.
—Roca,nometoquesloshuevos,¿quieres?
—Jefe,siyosólo…
—Ynomellamesjefe.
—Vaya—suspiróelpolicía—,parecequeéstevaaseruncasomovido.
Teníasugracia,porelacentoylaformadedecirlo,asíquehastaforzóunamedia
sonrisaensuslabios.
—Tú estate alerta con el toro ese que dices que tienes, que ya verás dentro de
quinceaños.
—No,siahorayapuedeconmigo.
—Pueseso.
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—Perounabuenalecheatiempo…
—Ya.
—Laculpaesnuestra,quecomoselodamostodohecho…
—Roca.
—¿Qué,jef…inspector?
—Nomefilosofees,¿vale?Yponlasirenaparasalirdeesteatasco,peroluegola
apagas.
Notuvoquedecírselodosveces.
Enunminutoyaestabapisandoelaceleradorcasiafondo.
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Capítulo70
Blancas:Reyd2
Nohabíanirastrodelcamello,asíqueelprimeratisbodefrustraciónasomabayaen
susrostroscansadosdemiraratodaspartes,luchandocontralosflashesdelasluces
estroboscópicasyelmovimientocontinuodeladiscoteca,lamúsicaylosgritosde
losqueintentabanhablarentresí.
Comoellosahora.
—¡Yo creo que no está! ¡Lo veríamos! ¡Un tío de más de veinte aquí canta
mucho!
—¡Puedequeestéfuera,apostadoenalgunaparte,yquenolehayamosvisto,o
quehayallegadomientrastanto!
—¿Ysipreguntáramosaunodeéstosdóndepodercompraralgo?
—¿Estásloco?¿Creesquetodoshacenlomismooqué?
Máximolosmirócomosiasífuera.
—¿Salimos?—propusoCinta.
—¡Sí!—accedióEloy.
Regresaron a la puerta del Popes. Tardaron cerca de tres o cuatro minutos en
abrirsepasoporentreloscuerposjuvenilesquepululabanporelespaciolúdico.Un
portero con aires de gorila les puso el habitual sello invisible en la muñeca,
mirándolos impertérrito. Una vez fuera empezaron a moverse de nuevo por el
aparcamientoylasproximidadesdeladiscoteca,queocupabaunlugarpropioenla
calle, abierta a los cuatro vientos. No tardaron en regresar a las inmediaciones del
recinto,másymásdesconcertados.DenohabersidoporladeterminacióndeEloy,
Santi y Máximo ya habrían arrojado la toalla, convencidos de que el camello no
estabaporallíniteníaintencióndeir.
Perolesbastóconverlacaradesuamigo.
—Volvamosdentro—ordenóél—.Yestaveznossepararemos.Yoiréallavabo,
túteponesentrelapeceradeldiscjockeyylabarradelbar,yCintaySantiquese
quedenenlapuerta,viendoatodoelqueentraysale.
—Bien—asintióella.
MáximoySantinodijeronnada.
VolvieronameterseenelPopes.
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Capítulo71
Negras:Torreg1
Loretosentíaelpesodeunaenormeconmociónsacudiéndoladearribaabajo.
Nisiquieraloentendía.
Creía que ver a Luciana allí, en aquel estado, sería tanto como renunciar a la
salvaciónfinal,porquesiLuciana,tanfuerte,tandistinta,sucumbía,¿quéesperanzas
teníaella?Ysinembargo…
La mano de Luciana entre las suyas, aún caliente. La vida que fluía de ese
contactoapesardetodo.Elalientodeunaluchasoterrada,silenciosa,comosipeseal
comasuamigalehubiesehablado.
Habíacreídooíraquellavoz,suvoz.
Muydentrodesímisma.
Unextrañoefecto.
Yunaconsecuenciasorprendente,porsufuerzademoledora.
Queríavivir,vivir,vivir…
ComoLuciana.
—¿Echoporelpaseoodoylavuelta?
Eltaxistanolaarrancódesuabstracción.
—Dalomismo—dijo.
Elhombreseencogiódehombros.Lebastóconvolveramirarlaparaqueevitara
hablarledeloqueibaahaceryporqué.Supasajeraparecíaobnubilada.
Loestaba.
Loreto pensó en su pequeña victoria de hacía un rato, cuando se venció a sí
misma para no vomitar. Ése había sido realmente el primer paso. Y lo hizo por
Luciana.
Aunqueesofueseyalodemenos.
Loimportanteesquelohabíahecho.
—Luciana…—musitó.
—¿Decíaustedalgo,señorita?
—No,no,nada.
Sesentíatandistinta…
Algotansimplecomonovomitar.
Tanytandistinta.
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Capítulo72
Blancas:Alfilf6+
EstherSalasselevantócomoimpelidaporunresorte.Sumaridolavioacercarseala
camadeLuciana,mirarla,moverunamanotemblorosahastasufrente,depositarlaen
ella.
—¿Quésucede?—preguntó.
—Creíaque…sehabíamovido—desgranólamujer.
Noeracierto.Éltambiénlaestabamirandoenesosmomentos,bajolaperpetua
sombradeaquellaincredulidadquesinembargoeramásymáscertezaamedidaque
pasabanlashoras.Peronoselodijoasumujer.
Esther Salas acarició la frente de su hija. En su gesto flotó una desesperanzada
esperanza.
—Mañanahabráquellamaralafamilia—volvióahablarenvozmuybaja.
Lafamilia.
Abuelosyabuelasquecompletaríanelcuadrodelatragedia.
—Tumadresemorirá—dijoél.
Habían preferido no hacerlo a lo largo del día, esperar, confiar, pero ahora, al
acercarselanoche,todoseconvertíaenamargurayrealidad.Inclusoellostendrían
que descansar, después de una primera noche en vela. Tendrían que descansar, por
extrañoquepareciera.
Nohubieranqueridodormir,sinoestardespiertos,constantemente,paravelarel
sueñodeLuciana.
Normaselevantó,sehabíamovidotodoeldíadeaquíparaallá,comounazombi,
respondiendo al teléfono o haciendo cualquier cosa, incapaz de permanecer quieta
másalládeunminuto.Cadavezqueunaemociónleasaltaba,teníaquehacerlo,para
nocaerenelabismoabiertoasualrededor.
—Norma,¿adóndevas?—ladetuvosumadre.
—Albaño—dijopordeciralgo.
—Ah.
Sequedaronmirándoselasdos,fijamente,conLuisSalasdemudotestigo.Luego
lachicaseencaminóallavabo.
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Capítulo73
Negras:Reyd7
Norma cerró la puerta del baño y se apoyó en el lavabo. El espejo le devolvió su
imagen, a mitad de camino de ninguna parte. Al menos así es como se sentía.
Demasiadojovenparasermujer,demasiadomujerparaserjoven.
Todaslassensacionesvolvieronaella.
Enbloque,sepultándolabajosupeso.
Cuando se dejó caer sobre la taza del inodoro, para sentarse, al flaquear sus
piernas,comenzóallorarensilencio,conlacabezaechadahaciaatrásyapoyadaen
lapared,conlosojoscerrados.
—¿Porqué?—gimió—.¿Porqué?
Fueloúnicoquepudodecir,unayotravez,mientraspensabaensuhermana.
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Capítulo74
Blancas:Torreh7+
Eloy entró en la zona de lavabos del Popes. Primero vio un pasillo que conducía a
unaespeciededistribuidor.Enél,lapuertadeladerechamostrabaelaccesoparalos
chicosyladelaizquierdaparalaschicas.Nohabíanadieeneldistribuidor,asíque
semetióenellavabomasculino.Salvounpardemeonesnoencontrónada,perose
aseguró.Abriótodaslaspuertasdelosinodoros;cincoentotal.
Saliófuerayentonces,porlapuertafrontal,ladelaschicas,vioaparecerados
morenitas muy pintadas, clónicas, piernas desnudas, ombligo desnudo, brazos
desnudos.
—¡Dosmilquinientas!¡Cómosepasa!,¿no?
—Tía,seránbuenas.
—Ya,pero…
Las vio alejarse por el pasillo. Y volvió a mirar hacia la puerta del lavabo
femenino.
Zonaprohibida,anoserque…
Esperóunossegundos,sóloparasentirsemástranquilo.Luegoempujólapuerta
unoscentímetros,dispuestoahacerseeldespistadooelborrachosiaparecíaalguna
chica.Dentronovioanadie,porextrañoquelepareciera.Siemprehabíacreídoque
los lavabos femeninos estaban llenos a rebosar, con una abigarrada fila de cuerpos
delante de los espejos. Además, ellas iban de dos en dos, algo que tampoco había
entendidojamás.Talvez,pensó,todoaquellofueseunmitoalimentadoporelciney
latele.Elcasoesque,porlahoraoporloquefuese,nohabíanadiealavista.
Salvoenunodelosretículosprivadosparahacernecesidadesmayores.
Primerofueronsusvoces,quedas.
Despuéssurealidad.
—Vamos,decídete.
—¡Estodoloquetengo,yhedevolveracasa!
—Puesyomelargoya.Mebuscasmañana.
—¡Jo!
Eloycerrólapuertadellavabosinentrar.Oyóvocesasuespalda,porelpasillo.
Se apoyó en la pared fingiendo descansar después de la movida y esperó.
Aparecierondoschicosyunachica.Cadacualsemetióensulugar.
Ni siquiera sabía si aquel camello era el que buscaba, y, por lo tanto, si lo que
vendíaeraloquenecesitaba.
Sesintiónervioso.Siseibaabuscaralosotros,elcamellopodríaescapársele.Si
sequedaba,talveztardaraenirseoencambiarsedelugar.
Eltiempoempezóatranscurrirmuydespacio.
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Laclientadelcamellosalióalcabodeunminuto.Teníaalrededordequinceaños,
era sexy y atrevida. La nueva chica que había entrado salió a los tres minutos, aún
retocándoseelpelo.Losdoschicosaparecieroncasiinmediatamente.
Yentonces,depronto,lapuertadellavabofemeninoseabrióyporellaasomóun
hombre,treintaaños,narizaguileña.
SusojosseencontraronconlosdeEloy.
Apenasunsegundo.
El aparecido salió del lavabo y echó a andar por el pasillo, en dirección a la
discoteca.
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Capítulo75
Negras:Reyd6
Lasirenayahacíaunosminutosquehabíaenmudecido.Elautomóvilrodabaahoraa
velocidad moderada, porque el Popes se hallaba a la vista. Lorenzo Roca se
preocupabamásdebuscarunlugardondeaparcarquedeotracosa.
—Estoestálleno—rezongó.
—Pues me gustaría aparcar cerca de la entrada, para poder vigilar la puerta sin
tenerquebajardelcoche—repusoVicenteEspinós.
—Ya.
Sólolefaltóagregar:«¿yquémás?».
Rodeó una parada de autobús en la que ya hacían cola un puñado de chicos y
chicas,muyvistosos.Lesecharonunaojeadadistraídayelinspectorvolvióapensar
ensupadre,enloqueledecíacuandoélibadehippy,olopretendía,conelcabello
largoylasropaspsicodélicas.Fueunpensamientofugaz.
—Claro,ahínovamosapoderentrar—manifestóRocamirandoladiscoteca—.
Cantaríamoscomounaalmeja.
—Ya sabes que el noventa por ciento del trabajo policial consiste en perder el
tiempo,peroeldiezporcientorestantedependecasisiempredelnoventaporciento
primero.
—Todosesoscochesnopuedenserdelosqueestánahídentro,¿verdad?
—No, porque son menores, pero las motocicletas sí —le señaló un pequeño
bosquellenodevehículosdedosruedas.
—Bueno,¿quéhago?
—Roca,¿quierequepienseyoentodo?
—Paraalgoeseljefe,¿no?
Aveceslehacíasonreír,aunquenotuvieraganas,comoenesemomento.
—¿Ysillamamosporradioalagrúaparaqueselleveunodeestoscoches?—
propusoLorenzoRoca.
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Capítulo76
Blancas:Torrexb7
Poli García salió de los lavabos y se encaminó al bar de la discoteca para tomarse
algoantesdelargarse.Nolegustabavenderdentro.Demasiadoarriesgado.Ymenos
hacerloenloslavabos.Ymenosaúneneldelasmujeres.Perohabíasidonecesario,
y discreto. Dadas las circunstancias, no se fiaba ya de nada ni de nadie. También
había una diferencia: aquellos críos preferían no comprar fuera, por si alguien los
veía.Teníantantomiedoquemásdeunoseloharíaencimaenunasituaciónextrema.
Poresoloslavaboseranelmejorsitio.Secorríalavoz,yacudíancomomoscas.
Todavía le quedaban demasiadas pastillas, y allí ya había vendido todo lo que
teníaquevender.Loquepodíavender.
Girólacabeza.
Elmuchachoqueestabaeneldistribuidorhabíasalidotrasél.
Parecíaobservarle.
Suspiró.Yaempezabaconlasmaníaspersecutorias.
—¡Mierda!—dejóescaparenvozbaja.
Cuando antes acabase la mercancía, antes podría largarse. No le gustaba todo
aquello, sentirse así, acorralado, asustado. Castro no era más que un cerdo. Incluso
sabía que si a él le trincaban, nunca se atrevería a decir nada, porque sería hombre
muerto.Castropodíadormirtranquilo.
Élno.
Se abrió paso sin muchos miramientos. Las inmediaciones del bar estaban más
densamentepobladasdeadolescentes,aunqueaesahoralahuida,elregresoacasa,
yasehabíainiciado.Teníased.
Hastaquesedetuvoenseco.
Delantedeél,aunoscincometros,viounacara.Unacaravagamentefamiliar.
Unacaraexpectante,yademásgesticulante.Sudueñomovíalosbrazos,dabala
impresión de estar diciéndole algo a alguien situado a sus espaldas, mientras lo
señalabaaél.
Poligirólacabezaporsegundavez.
Elmuchachodeloslavabosestabaahí,máscerca,comosipugnaseporavanzar
ensudirección.Yteníalasmandíbulasapretadas.
Elcamellovolvióamiraraldelosgestos.
Fueunflash,rápido,fugaz,perocontundente.
La noche pasada, un amigo de uno que se llamaba Raúl, buen cliente, siete
pastillasdegolpe,unpardechicas…
Quizáfueraunacasualidad,quizáno,peroteníalosnerviosaflordepielynose
detuvoapreguntar.
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Poli enfiló la salida de la discoteca, abriéndose paso a codazos y empujones. Y
redobló sus esfuerzos al ver que los otros dos, el de los gestos y el de los lavabos,
echabanacorrertrasélconlamismanerviosaceleridad.
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Capítulo77
Negras:Caballoxf6
EloynoesperabaaquellareaccióndeMáximo.
—¡Yalosé,yalosé!¿Peronovesqueleestoysiguiendo?—gruñóparasímismo
—.¡Vasahacerque…!
Claroque,consusgestos,Máximoleacababadedarlacertezafinal.Eraél.
ElcamelloquelehabíavendidoaLucianaaquelcaballoblancoymortal.
El resto estalló allí mismo, entre sus manos, en su mente, en cuestión de un
segundo.
Elhombregirandolacabeza,reaccionandoconmiedo,echandoacorrerhaciala
salida.
Siseescapaba,perderíansuúltimaoportunidad.
—¡Cinta, Santi! —gritó aun sabiendo que era inútil—. ¡Va hacia vosotros!
¡Detenedle!
Empujóacuantosencontrópordelante,sinmiramientos,derribóaunachica,hizo
caer algunos vasos y manchó a otros muchos al salpicarles con el vaivén de sus
propios vasos. Un murmullo de ira arropó sus movimientos junto a la música que
seguíamachacandosussentidos.Peroparaélloúnicoquecontabaeracogerlo.
Cogerlo.
Sóloqueelcamelloparecíahabertomadoyaunasustancialventajaensuhuida.
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Capítulo78
Blancas:gf6
Estáanocheciendo.
¿Porquémeparecetodounsímbolo?
Notengoporquétomarningunadecisión.Puedoestaraquítodoeltiempoque
meapetezca.Estoybien.Sinembargo…
Todaslaspartidashandeterminar,antesodespués.Ycomobuenajugadora,sé
queesmejornoprolongarlasindefinidamente.
¿Cuáleslasituación?
Ella,lamuerte,atacaconsureinanegraseguraydominante.Yosólotengomi
caballo blanco, mi resistencia. Si hacemos tablas, me quedaré en este lugar
armónico y apacible para siempre. Pero no quiero las tablas. Nunca ha sido mi
estilo.Prefiero…
Jaquemate.
Ganaroperder.
Anocheceyeselmomento,sí.Ymañanaseráotrodía.
Tengo dos opciones, y el valor de enfrentarme a ellas. Una es ir hacia la
oscuridad, la paz eterna. El adiós. Otra es regresar por donde he venido, volver,
asumireldoloryrecuperarmicuerpo,missensaciones.Oscuridadyluz.
Yenamboscasos,elcaminoesdifícil.
Debodecidirme.
Muevomicaballoblanco.Lareinanegraespera.
Miturno,miturno.
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Capítulo79
Negras:a5
Cinta y Santi se apoyaban en la pared, cerca de la puerta. Hacía rato que habían
dejadodemirarendirecciónalinteriordeladiscoteca.Suatenciónsecentrabamás
en quienes entraban o salían, incluso en su aspecto, si llevaban algo en las manos,
comosiesperasenverunapastillareciéncomprada.NohabíanirastrodeMáximoni
deEloy.
—Esetíonoviene—dijoél.
—Oyasehaido—arguyóella.
Cintagirólacabezahaciaelotrolado.
Yseencontróconeltumulto.
Tanpróximoaellaqueyaloteníaencima.
Unhombrecorriendohacialapuerta,vagamentefamiliar,aunquelanochepasada
apenas si le había lanzado una ojeada. Y detrás, a unos metros que eran como una
enormedistancia,Eloyprimero,yMáximodespués.
Reaccionódemasiadotarde,barridaporelvientodelasorpresa.
—¡Santi!
Cuando su novio se movió, ya no pudo impedir que el camello lo atropellara,
empujándolesinmiramientos.Cayóhaciaatrás,y,alintentarsujetarse,arrastróala
desguarnecidaCintaconél.
—¡Seescapa!¡Seescapa!—chillólamuchacha.
Elcamellosalíaporlapuertacuandoellostodavíaestabanenelsueloylosotros
dosademasiadadistanciacomoparaimpedirlo.
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Capítulo80
Blancas:f7
PoliGarcíaseguíasinsaberacienciaciertaporquécorría.
Perocorría.
Contodasualma.
Elloserandos,yaunquefuesendosniñatos,talveznisiquieraconmediatorta,
ensucasolomejoreranopreguntar.Aquellachicaencomalohabíacambiadotodo.
Esoylapolicíabuscándole.
Tendríagraciaquefueraporotracosa.
Yqueaquellosdosimbéciles…
Sóloquenocreíaencasualidades,ymuchomenosentantas.¿Porquétendríaque
perseguirleunchicoalquelanochepasadahabíavendidosietepastillas?Silaque
estabaencomaeraunadeaquellasdosniñas…
Elmiedopusonuevasalasasuspies.
Hastadejódepensar,aunquesumenteerauncaosdeideasenebullición,cuando,
depronto,chocócontraalguienqueselepusopordelante,cercadelapuerta.Otro
idiota. Tuvo que derribarle. Era el último obstáculo para ganar la libertad, la calle.
Allídesapareceríaenunabrirycerrardeojos.
Salióalexterior,porfin,ylabocanadadeairefrescoypurolehizosentirmejor,
próximoaconseguirlo.Yanoteníaningunafrontera.Dependíadesímismoydesus
piernas.
Poliechóacorrerenlínearecta,haciaelaparcamiento.
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Capítulo81
Negras:Torreg1
LorenzoRocadetuvoelronroneodelmotordelcochealcerrarelcontacto.Sugesto
inmediato,estirandolosbrazos,comosihubieraconducidounmillardekilómetros,
provocólacuriosaatencióndesusuperior.
—¡Bueno!—suspiróRocaalargandola«e»conresignadapaciencia.
—¿Notegustaconducir?
—Sí,claro.
—¿Entonces?
—Mepreparoparalopeor:pasaraquíunbuenrato—miróladiscoteca—.Nos
vanatomarpordosguarrosmirandoaesascríasycríos…—dejódehablarenseco.
Susojossedilataronporlasorpresamientrasrecuperabadenuevoelhablaparagritar
—:¡Jefe!
VicenteEspinósyalohabíavisto.
PoliGarcía,elMosca,corriendoendirecciónalaparcamientoenelqueestaban
ellos, aunque no en línea recta. Acababa de sacarse algo del bolsillo sin dejar de
correrycorrer.
Y detrás, un grupo de chicos, tres muchachos y una muchacha, también
distanciadosentresíaunquenotantocomoloestabandeél.
Lefuefácilreconocerlos.
—¡Vamos!—ordenósaliendodelcoche.
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Capítulo82
Blancas:a4
Hedeintentarlo.
Pero¿porquémecuestatanto?
Deberíadeserfácil,¿no?Essólovolveratrás,aunqueduela.Bajarymeterme
denuevoenmicuerpo.
Intentarlo,intentarlo.
¿Nopuedo?
Lapazeslamuerte.Lareinanegrameabate.Elreynegroacecha.Eldoloresla
vida.Micaballoblanco,misalfiles,mistorres,mispeonesmellevanaljaquemate.
Oscuridadyluz.Peromesientoatrapada,paralizada.¿Eseso?¿Mialmaestátan
quietacomomicuerpoenesacama?
Estesilencio…
Simedejollevar,volandohacialaoscuridad,todohabráacabado.Todo.
Pero no quiero rendirme, ¡no quiero! Papá, mamá, Norma, Loreto, Eloy…
Vamos,¡vamos!Loestoyintentando.¿Alguienpuedeoírme?¡Loestoyintentando!
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Capítulo83
Negras:c5
Loretoabriólapuertadesucasa.Notuvoquellamar.Sumadreaparecióalmomento,
saliendodelasala.
—¿CómoestáLuciana?
—Quierevivir—dijosuavementeella.
—Pero…—lamujerpareciónoentenderelsignificadodesuspalabras.
—Mamá.
La abrazó, con fuerza, a pesar de su debilidad. Detrás de las dos apareció su
padre.Tampocoélparecióentenderquésucedía.
—Loreto,¿quétepasa?—quisosabersumadre.
—Estoyenferma,mamá,peroquierocurarme.
Era la primera vez que lo decía en voz alta. Los psiquiatras se lo habían dicho
decenas de veces: todo terminaba con la aceptación de la enfermedad por su parte.
Éseeraelprimerpaso.
—Loreto…
—Yotambiénquierovivir—suspirósuhija—.Ayudadme,porfavor.
Continuaban abrazadas, así que la mujer no pudo ver su cara, inundada de
dolorosaperofirmepaz.Supadreencambiosílavio.Éllasabrazóalasdos.
EntoncesLoretocerrólosojos,ysumentevolviójuntoaLuciana.
Libre.
Suvozseguíaallí.
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Capítulo84
Blancas:Reyd3
Eloyeraelquemáscercaestabadeél,peropeseatodo,ladistancianodisminuía,y
cuantomásansiabacogerle,mássentíaelpesodetodassusemocioneslastrándole.
Eraunbuencorredor,ysinembargo…
Elcamelloalcanzólazonadelaparcamiento.Empezóaponerobstáculosentreél
yellos.
—¡Vamos,Eloy,vamos!—oyólavozdeMáximoasulado.
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Capítulo85
Negras:Reyd5
Máximoveíacorreralcamellodelantedeél,perotambiénleoía.
Suvoz,lapasadanoche.
—Toma,chico:conesto,Disneylandia.
—Prefieroalgounpocomásemocionante.
—Loquetúquieras,hombre.Todoestáentumente.Disfruta.
—¿Pordosmilpelas?
—LallavedelParaísonosiempretieneporquécostardemasiado.
LallavedelParaíso.
CuandoEloyhubieraconseguidoaquellapastilla,¡conquégustoleromperíael
almaaaquelhijodemalamadre!
Silocogían.
Elcamellodabalaimpresióndevolarporentreloscoches.
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Capítulo86
Blancas:Torred7+
ASantiledolíaelbrazo,contusionadoporlacaída,perotratabadenoperderlaestela
delapersecución.Habíasidounidiota.Dejarsesorprenderdeaquellaforma…
Miróhaciaatrás.Cintaeralaúltima,peronopodíaesperarla.
—¡Corre!¡Corre!—ledijoella.
Corrió.
Estabansolosenelmundo.
Muysolos.
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Capítulo87
Negras:Reyc6
Cinta sabía que no tenía la menor posibilidad. Nunca había sido buena en eso de
moverserápido.Peroconfiabaenellos,enlostres,sobretodoenlarabiadeEloy.
Alosveintemetrossehabríarendido,denoserporLuciana.
Eraporella.
Laúltimaoportunidad.
Porellayparaliberarseasímismos.
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Capítulo88
Blancas:Torrea7
MarianoZapatacolgóelteléfonoysequedóunossegundosensuspenso.
Pensóenaquellapobrechica.
¿Habríapreferidoqueledijeranqueestababien,quehabíasalidodelcoma?
¿Corazóndeoro?
Bien,yanoimportaba.Teníasugranexclusiva,ysuportada.
Silascosaseranasí,asíescomoeran.
Ypunto.—¡Adelante!—ordenó—.¡Todosigueigual!
Después concluyó su trabajo echándose para atrás en su silla, con los brazos
debajodelanuca,ycerrólosojosmuchomástranquilo.
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Capítulo89
Negras:Reyd5
Losojos.
Quieroabrirlos.
Ynopuedo.
Siento una voz, en alguna parte, pero no la distingo, ni sé lo que me está
diciendo.Escomolasumademuchasvoces,demuchossentimientos.Mellaman,me
llaman.
Sigointentándolo.
Aunpasodelarendición,dedeciradiós,perosigo,sigointentándolo.
Necesitotansólohacerelúltimomovimiento.
Parecetanfácil…
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Capítulo90
Blancas:c4+
Eloy se sorprendió al ver cómo el camello, de pronto, parecía detenerse en una
fraccióndesegundo,justoparacambiarelrumbo,casideformafulminante,saliendo
deestampidahacialaizquierda.
Asuderechavioadoshombres,tambiéncorriendohaciaelfugitivo.
—¡Alto,Mosca!—gritóunodeellos.
—¡Quieto!—ordenóelotro.
No tenía ni idea de quiénes eran, pero desde luego iban tras su perseguido
igualmente.Noperdiótiempoendudasovacilaciones.Laventajasedecantabadesu
lado.
—¡Eslapolicía!—oyógritaraMáximo—.¡Yaesnuestro!
Corrían codo con codo, a la par. Máximo se desvió un poco, para sortear un
automóvil. Eloy no. De un salto se subió a su capó, y de él pasó a otro vehículo,
comosiacabasedeencontrarunatajoaéreo.
—¡Mosca,malditasea!—volvióaoírselavozdeunodelospolicías.
Eloysaltóauntercercoche.
Elcamelloyanoestabaamásdediezmetros.
Aunqueibaasalirdeentrelosvehículosaparcados,paravolveracorrerenlínea
recta.
Hizounúltimoesfuerzo.Ahoraélibaencabeza.UnúltimoesfuerzoporLuciana,
porsuvida.
Elamor,tantocomoelodio,pusieronlasdefinitivasalasasuspies.
Superseguidogirólacabeza,comosipercibierasualiento.
Yentonces…
El camello resbaló, pisó algo, o fue su propia velocidad. Fuere como fuere sus
piernassalierondisparadashaciaarriba,mientraselrestodesucuerposelequedaba
atrás.Manoteóenelaire,sorprendido,unbreveinstante.
Despuéscayóalsuelo,denuca.
ElgritodevictoriadeEloyseconfundióconelsordoruidodelcráneohumano
astillándose, lo mismo que una cáscara de huevo vacía. Fue audible desde la
distancia.
Elcamellorebotójuntoaunaacera.
Llevabaalgoenlamano.
Unpaquetepequeñoqueaduraspenas,ymásporinstinto,consiguióecharporel
agujero de la alcantarilla que quedaba allí, a su alcance, antes de quedarse
definitivamentequieto.
—¡No!—aullóEloycomprendiendodequésetrataba.
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Capítulo91
Negras:Reye5
Fueelprimeroenllegar,peronoseocupódelcaído,nidelamanchadesangreque
ibaformándosebajosucabeza.Seabalanzósobreelagujerodelaalcantarilla,como
siquisierameterseporél.
El ruido del agua corriendo por abajo le golpeó los sentidos como si fuera un
puñetazoenlaconciencia.
—No…—volvióadecirenvolviendosuexpresiónenungemidodedesaliento.
Máximosearrodillóalladodelcamello.
Santillegabaya,lomismoquelosdoshombresporelotrolado.Cintaaúnestaba
lejos.
—Está…muerto—dijoMáximo.
Eloyseincorporó,perosóloparaquedarsentadoenelbordillo.
Desdeallímiróelcadáverconsuodiofinal.Noteníaqueregistrarleparasaber
queyanollevabaningunapastillaencima.
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Capítulo92
Blancas:Reye3
Mispeonesacosan.Elfinestácerca.Jaque.
Unajugadamásy…
Jaquemate.
Quierovivir.
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Capítulo93
Negras:Reyd6
Vicente Espinós y Lorenzo Roca llegaron junto al cuerpo de Poli García jadeando,
máselprimeroqueelsegundo.Fueesteúltimoelqueseinclinósobreelcadáverpara
ponerlelosdedosíndiceymediodesumanoderechaenelcuello.
—Muerto—dijorotundo.
El inspector miró directamente a los tres muchachos. Cinta se acercaba ya más
despacio,muylentamente,conlosojosmuyabiertosantelaescena.
TambiénMáximomiróalpolicía.
—Nosotros…—intentódecir.
—Yanoimporta—ledetuvoEspinós—.Tranquilos.
LorenzoRocaregistrabaalcamello.Deunodelosbolsillosdelachaquetasacó
un montón de dinero. Del otro un simple papel, el ticket de una consumición
cualquieraenunbarcualquiera.
—Nollevapastillas,jefe—dijoRoca—.Estálimpio.
—Lasarrojóalaalcantarilla—dijoEloyenunhilodevoz—.Fueloúltimoque
hizoantesdemorir.
Lasangre,buscandocaucesenelsueloporlosquefluir,tambiénsedirigíayacon
espesapacienciahacialamismaalcantarilla.
CintallegóalladodeSanti.Selecolgódelbrazotanagotadacomoasustada.
VicenteEspinóscogióeldineroquellevabaencimaelMosca.LorenzoRocase
quedóconelpequeñoticketblancoenlamano.
—BarRestauranteLaPerla—leyóenvozalta.
Susuperiorlemiróinquisitivamente.
—¿Decuándoeseseticket?—preguntó.
—Llevafechadehoy.
Espinósarqueólascejas.
—HacetiempoquesabemosqueeslatapaderadeAlexCastroysugente,pero
nuncalehemospilladonada—comentó—.Hastahoy.
—¿Creequehabrásuerte?—preguntóRoca.
Elinspectordepolicíaasintióconlacabezaunpardeveces,pensativo.Empezóa
sonreír.
—Sí,creoquesí—dijo.
Las«lunas»erannuevas,teníanqueestarenalgunaparte.Talvez…
Searremolinabagenteentornoaellos.Inclusoseescuchóunasirenapolicial.
—Llamaaldepartamento,Roca—sepusoenmarchaVicenteEspinós—.Vamos
aporCastro.
—Sí,jefe.
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—Yvosotrosirosacasa,¿deacuerdo?—lesordenóaellos.
Eloy,Máximo,CintaySantileobedecieron.
—Señor…—tratódehablarEloy.
—Séloquebuscabaisyporqué,chicos.Noospreocupéis.Ahoramarchaos.
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Capítulo94
Blancas:Reye4,JaqueMate
Nodieronmásalládeunadocenadepasos.Lossuficientesparasalirdelcírculode
loscuriosos,quemirabanhechizadoselcuerporotodelcamello.
Sentíansuderrota,aunquenoloscuatro.
LosojosdeCintabrillaban.
Peroyanopormiedooacausadelimpactoporlosucedido.
—¿Quéhacemos?—rompióelsilencioMáximo.
—Yovoyalhospital—dijoEloy.
Yanonecesitabacorrer,nihuirdenada,niperseguirningunautopía.Sólovolver.
—Vamostodos—dijoCinta.
Notaronsutono,y,almirarla,sedieroncuentadesusonrisadeesperanza.Nola
entendieron,hastaqueellaextendiósumanoderecha,abierta,mostrándolesalgo.
—Debiódecaérselealcorrer—fuesuúnicocomentario.
Enlapalmadelamanohabíaunapastillablanca,conunamedialunaenrelieve
impresaensusuperficie.
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Capítulo95
Epílogo:Blancasgananpartida,
Negraspierdenpartida
Alsalirdeltúnel,amedidaquesereencontrabaconeldolor,perotambiénconlaluz,
Lucianaabriólosojos.
Unavez.
Parpadeó.
Dosveces.
SeencontróconsuhermanaNorma,quelamirabadecerca,boquiabierta.
Lucianaesbozóunatímidasonrisa.
YlaacentuóantelareacciónimpulsivayexcitadadeNorma.
—¡Papá!¡Mamá!
Cerró los ojos por última vez, sólo para ver cómo la reina negra se alejaba
vencidaporunrecododelcaminollevándoseasuderrotadorey,yconvencerseasí
misma de que había vuelto. Y de que había ganado. Después los abrió, dispuesta a
mantenerlosasí.
Vioasuspadresyasuhermana,rodeándola.
Estabaviva.
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«Todaesagentesolitaria,
¿dedóndehasalido?
Todaesagentesolitaria,
¿adóndepertenece?»
PaulMcCartney,EleanorRigby
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Agradecimientos
Ennoviembrede1995unamuchachabritánicadedieciochoaños,LeahBetts,murió
después de cinco días de permanecer en coma por haber tomado una pastilla de
éxtasiseldíadesucumpleaños.Suspadresautorizaronaqueladramáticafotografía
desuhijaencomafuerapublicadaporlaprensa,ysirvieradeavisoatodosaquellos
quecadafindesemanatomabanpastillas.LaimagendeLeahdiolavueltaalmundo.
Suspadresdonaronposteriormentelosórganosdesuhijamuerta;elhígadodeLeah
fuetrasplantadoaunamuchachaespañola.
Cada año mueren en el mundo decenas de adolescentes por el consumo de las
llamadas«drogasdediseño»,aparenteyfalsamenteinofensivas.Muchosmássufren
comas, alteraciones de personalidad, locuras, esquizofrenias, depresiones y un
sinnúmerodeenfermedadespsíquicasyfísicas.Yessóloelcomienzo.Nadiesabea
cienciaciertaquépasarádentrodeunosaños,cuandolosadictosdehoylleguenasus
puntos críticos y los del mañana sigan alimentando sus cuerpos con las nuevas
químicas.
Quiero agradecer la ayuda prestada para la elaboración de este libro a Jaume
Comas,EnriqueyLaiaEsteva,laGeneralitatdeCatalunyaatravésdelaConselleria
deSanitat,losarchivosdeElPeriódicoyLaVanguardia,asícomoatodoslosque,
de una forma u otra, han aportado sus testimonios al respecto, algunos de ellos
actuales«pastilleros»sinremedio,yotrosenfasederecuperacióndesusadicciones.
Otra muchacha, Helen Cousins, que logró despertar después de dos meses en
coma,dijounafrasequeresumetodaestahistoria:«Nobailéisconlamuerte».
EstelibrofueescritoenIslaMargarita(Venezuela)yVallirana(Barcelona),entre
losmesesdemayoyjuniode1996.
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JordiSierraiFabranacióel26dejuliode1947enBarcelona,aunqueélprefiere
decirsiemprequenacióenLaTierraporquenocreeenfronterasnibanderas.Alos8
años decidió que sería novelista y no ha parado de escribir desde entonces. Hijo
único,defamiliahumilde,seencontróconpocasposibilidadesdealcanzarsusueño
entreotrascosasporlaoposiciónpaternaaquefueraescritor.Suvinculaciónconla
música rock (ha sido director y en muchos casos fundador de algunas de las
principales revistas españolas entre las décadas de los años 60 y 70) le sirvió para
hacerse popular sin perder nunca de vista su auténtico anhelo: escribir las historias
quesuvolcánicacabezainventaba.Suprimerlibroloeditóen1972.Hoyhaescrito
cuatrocientas obras, muchas de ellas best-sellers, y ha ganado casi 30 premios
literarios además de recibir un centenar de menciones honoríficas y figurar en
múltiples listas de honor. En 2005 fue candidato por España al Nobel Juvenil, el
premio Hans Christian Andersen 2006, en 2007 recibió el Premio Nacional de
Literatura del Ministerio de Cultura español y en 2009 vuelve a ser candidato al
Andersende2010.Suscifrasdeventassuperanlos10millonesdeejemplares.
En2004creólaFundacióJordiSierraiFabraenBarcelona,queen2010recibió
el Premio Ibby-Asahi de Promoción de la Cultura, y la Fundación Taller de Letras
JordiSierraiFabraenMedellín,Colombia,comoculminaciónatodaunacarreraya
sucompromisoéticoysocial.
En2011ingresócomopatronodelInstitutoCervantes,siendoelprimerautorde
literaturainfantilyjuvenilenconseguirlo.
Másinformaciónenlaweboficialdelautor:www.sierraifabra.com
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