LOS PROFESORES DE CONSERVATORIO “PONER UNA PICA EN

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 LOS PROFESORES DE CONSERVATORIO
“PONER UNA PICA EN FLANDES”
Juan Miguel Ortega López
Puede que parezca un tanto presuntuoso al encabezar este artículo con este título;
como si fuera nuestra labor poco menos que la de unos héroes modernos que tienen
una misión imposible. Seguramente no es para tanto, pero, me permito echar mano de
esta frase hecha porque nos puede ayudar a entender de lo que voy a hablar.
Digamos que lo que pretendo construir aquí es casi un “artículo autoayuda” porque,
por un lado, me sirve a mí para decir cosas que deseo decir; con lo que tiene de
liberador y, por otro lado, es un mensaje en una botella para el que lo pueda necesitar.
Un manual de supervivencia con conocimiento de causa y con motivos, porque, el
profesor de conservatorio, sobre todo si se trata de un instrumentista, lucha con varios
frentes abiertos.
Después de veinte años de experiencia en la enseñanza musical y de haber
sufrido y disfrutado de todos los tipos de centros (por cierto: algunos parecían más el
cortijo de un grupúsculo de privilegiados que un centro de enseñanza público).
Después de haber conocido todos los tipos de alumnos y algunas leyes de educación,
me tengo, junto con muchos de los compañeros que he conocido en el camino, por un
superviviente. El profesor de conservatorio tiene que representar varios papeles
simultáneamente: el papel de profesor o “profe”, casi amigo, desde el punto de vista
del alumno, con el que hay un trato muy directo. El de músico y concertista infalible;
ese magnífico instrumentista que lo toca todo y que tiene todo el repertorio al día,
además de hacer ver al resto del mundo que no se es un bicho raro por el hecho de
ser músico. Esto supone tener varios frentes abiertos a los que no siempre puedes
acudir, o a los que no todo el profesorado tiene la capacidad o el tiempo necesario
para atender.
NUESTRA LABOR FRENTE A LA SOCIEDAD
Con toda la razón, el profesor de instituto de enseñanzas medias me podría decir
que en su caso también debe mantener unos conocimientos al día, pero, a poco que
nos paremos a pensar, nos daremos cuenta de que no es lo mismo; el músico
instrumentista, además de cultivar unos conocimientos teóricos, debe cuidar la parte
motora que le permite hacer música con su instrumento y enfrentarse a la clase con
dignidad. Eso requiere de un trabajo diario que, no creo que se asemeje al trabajo en
otras disciplinas.
1 Me gustaría que este artículo sirviera para ayudar a poner un poco más en valor
ante la sociedad nuestra labor. Una sociedad que sigue viendo al músico como un
individuo poco disciplinado, no como un trabajador y casi como un parásito social
(puede que tengamos que entonar el “mea culpa” por ese aura elitista que a veces
lucimos los músicos). ¿Cuántas veces se oye en este país todavía decir: niño, sólo
estudias música? Sí señor, sólo estudio música, lo siento, pido mil disculpas, o, lo
que es más grave: ¿no te has buscado todavía un trabajo serio? Esto me trae a la
memoria una anécdota que me contaba hace poco un alumno que estudia fuera con
una beca Erasmus: cuando llegó al aeropuerto de la ciudad europea donde reside
para volver a España por Navidad, se encontró con un grupo de españoles; claro, se
entiende que rápidamente entablaran comunicación, y al decirle a éstos que estudiaba
música la primera reacción de la que disfrutó fue una propuesta para que “se tocara
algo” además de transmitirle sentidamente su compasión por no estudiar otra
disciplina más fructífera. Es triste, pero es así. En España a pesar de las decenas de
orquestas profesionales y de los cientos de conservatorios y escuelas de música que
se han creado en los últimos veinte años todavía sigue ocurriendo esto. Hay una
distancia real entre la mayoría de la población y la música clásica. La sociedad está
muy alejada de la música llamada culta. Les invito a acudir una temporada a los
conciertos de la orquesta de su ciudad, por ejemplo, y verán cuantos amigos hacen en
poco tiempo (el roce hace el cariño). Hay mucho trabajo por hacer.
LA RELACIÓN CON EL ALUMNO.
Otro de los frentes del profesor de conservatorio es la, no siempre fácil relación,
con el alumno. Relación que difiere en gran medida con la que pueda tener el profesor
de Instituto de enseñanzas medias o de la Universidad. Debido a las características
especiales de la enseñanza musical que requiere, inevitablemente, clases individuales,
el alumno en el conservatorio recibe un trato personal y directo. Esta relación hace que
en muchos casos el estudiante pierda la perspectiva y llegue a pensar que el profesor
es su amigo antes que su profesor. También aquí se podría objetar que esta
situación puede estar motivada por el profesor; que en su afán por crear un clima
agradable en la clase olvida a su vez el concepto de autoridad. Podría ser, lo cierto es
que esto ocurre con demasiada frecuencia y es entonces cuando se crea una situación
de tensión muy incómoda en la clase al intentar llevar las cosas a su sitio. Mantener el
equilibrio para que el alumno entienda, en todo momento, que el profesor siempre es
su profesor y, ante todo, una autoridad, sin enturbiar el ambiente de la clase, es una
de las tareas más difíciles del profesor de conservatorio.
Se hacen muy cuesta arriba las clases con alumnos poco receptivos o realmente
refractarios a todo lo que se le pretende enseñar, Estoy convencido de que la mayoría
de los profesores en los Conservatorios superiores intentamos que el ambiente
cotidiano de la clase sea lo más agradable posible. A veces es una tarea realmente
difícil. Son muchas horas compartidas con la otra persona a lo largo del curso y no es
plato de buen gusto trabajar con un alumno de estas características. Afortunadamente
la mayoría de los alumnos no son así y el trabajo es fructífero y se desarrolla en un
ambiente agradable. A estas situaciones se llega también, en algunos casos, debido a
agentes externos a la clase; algo muy común en los conservatorios superiores y casi
imposible en un instituto de enseñanzas medias o en la universidad. El profesor del
conservatorio se mueve en un terreno muy delicado: “arenas movedizas”. En este país
todavía flota en el aire el concepto heredado de que lo privado es mejor, de que se
tiene la enseñanza pública, al igual que la sanidad pública, para “lo importante”, pero
2 realmente se valora más una opinión privada y muy bien pagada, mejor, si es muy
cara. El profesor del conservatorio no está continuamente en el “escaparate”, no es
posible, puesto que su actividad principal es la docencia. El profesor de orquesta o de
banda está expuesto continuamente; esto hace que tenga para algunas personas
“mejor prensa” que el compañero del conservatorio (a veces merecida y otras no). El
alumno, que en algunos casos no te ha elegido, y no acaba de ver claro lo que le
intentas transmitir, sobre todo si hay necesidad de cambios desde el punto de vista del
profesor, llega a una situación en la que busca la ayuda o la opinión del profesor que
vive en el “escaparate”, que crea, a veces sin escrúpulos, también en la mayoría de las
ocasiones, un clima enrarecido, en su angustia por demostrar que es el único y el
mejor. Si además, a esto añadimos esa idea que todavía circula respecto a lo pagado,
a lo privado, como decía antes, y el alumno sale de la clase habiendo abonado X €;
miel sobre hojuelas: es la persona más satisfecha del mundo.
Estas situaciones nos llevan, a momentos realmente tensos en la clase que: o
aprendes a relativizarlos y a distanciarte de ellos, o, realmente te pueden afectar. Así
que: recomiendo al profesor que se encuentre en algún momento en esta situación,
que no sufra gratuitamente. Más tarde o más pronto, el alumno que piense por si
mismo, se dará cuenta de lo que ese profesor del conservatorio, que se toma su
trabajo en serio, (habrá de todo) le ha enseñado. Puede ser sorprendente, hasta qué
punto la inmadurez de algunos alumnos, como personas y como músicos, hace que
estén cegados y no sean capaces de ver más allá de sus narices. Que el alumno con
criterio reciba clases fuera, sea en un cursillo o en clases particulares, me parece
loable, lo que no es de recibo es que a partir de ese momento acuda al conservatorio
solo como un trámite, y, ninguneando al profesor y a la institución.
También merodea por estos lares lo que yo llamo el “joven-viejo”. Dícese de esa
persona que físicamente tiene una edad que oscila en esa franja en la que se le
considera joven, pero, que en la praxis diaria exhala un conservadurismo impropio de
dicha edad. Individuos que mentalmente tienen la misma ilusión, curiosidad y
flexibilidad mental que un oso en su guarida de invierno. Seres que no están
dispuestos a probar caminos que no estén muy trillados, que no están dispuestos a
salirse, ni un ápice, de las consignas que han oído durante toda su vida como
estudiantes de música. En cuanto oyen algo nuevo para sus tiernos oídos reculan
mentalmente como si oyeran hablar del Averno. “Cada maestrillo tiene su librillo”,
quizá sea este refrán más verdad que nunca cuando se lleva al terreno de la
enseñanza musical. Pues bien, si este tipo de alumno no oye el librillo que lleva
oyendo diez años se desconcierta, y, aunque ponga cara de circunstancias, y hasta
llegue a parecer interesado, atento, es sólo una máscara; conforme sale por la puerta
se le está olvidando todo porque eso no va con él y además, le importa un pimiento. Si
a esto le añadimos y, siempre según los especialistas, que el cincuenta por ciento del
mensaje del emisor no llega al receptor en el proceso de la comunicación humana
puede que esa clase haya sido predicar en el desierto. Algo a lo que, por otra parte,
debe acostumbrarse el profesor, digamos aceptar, interiorizar, como parte del juego, si
no quiere compartir su vida con la frustración.
Es decir, el profesor de conservatorio tiene que aprender a convivir en esa relación
de cercanía con el alumno y salir indemne; con toda la energía necesaria para luego,
por ejemplo: tener los ánimos suficientes para subirse a un escenario.
Nos queda la “gloria” de esa minoría formada por alumnos jóvenes de verdad, en
toda la extensión de la palabra, que saben que se puede aprender de todo el mundo.
Ese ser inteligente que además está dispuesto a estudiar mucho y bien. Que está
3 dispuesto a darle una oportunidad a todos los ejercicios de técnica que se le proponen
y a probar distintas posibilidades en su interpretación. Que no se asusta jugando con
esas posibilidades, hasta que encuentra la que realmente le satisface. Alumnos, por mi
experiencia, que son los que realmente más tarde consiguen ser unos buenos
profesionales. Esa es nuestra pequeña victoria, la que nadie nos podrá arrebatar, a
pesar de esotros alumnos que ponen las cosas tan difíciles gratuitamente. Esos
alumnos que hacen que ser profesor merezca la pena y no terminemos todos
“quemados” demasiado pronto. Benditos sean.
LA IMPORTANCIA DEL ESFUERZO Y LA CONSTANCIA PARA EL MÚSICO
También me gustaría hablar de la tremenda importancia que tienen o que
deberían tener para un estudiante de música los conceptos esfuerzo y constancia. En
otras disciplinas universitarias puede que sea suficiente con unos días maratonianos
de estudio antes de los exámenes, en la música esto es imposible. Por eso, en el caso
de los músicos, el esfuerzo y la constancia son herramientas de trabajo
imprescindibles; trabajamos en una carrera de fondo. El estudiante que llega al
conservatorio superior no siempre tiene esta mentalidad. Para un músico serio, el
tiempo dedicado al estudio, nunca es suficiente.
Por descargar un poco el peso de la culpa del hombro de nuestros discípulos, creo
que la raíz del problema radica en nuestra “moderna” sociedad o mejor dicho en
algunos aspectos negativos de nuestra “moderna” sociedad. Aspectos por todos
sabidos, analizados, y un tanto manidos, que se han instalado fuertemente. Me refiero
al “tenerlo todo hecho y masticado”, a la cantidad de distracciones tecnológicas, con
su exceso de información y poca formación; en definitiva, creo que se ha perdido el
amor al trabajo por el trabajo y al trabajo bien hecho. Si algo necesita un músico es
paciencia, horas de tranquilidad, espacio para la reflexión, mucho espacio para la
reflexión, (si ese espacio está insonorizado mejor, que luego vienen los vecinos y se
quejan).
Se entiende que el alumno de grado elemental o profesional no estudie, o no
estudie lo suficiente, porque no es su prioridad, pero, que el alumno del grado superior
no estudie, no es de recibo. (No estoy colaborando a difundir la idea del músico vago,
nada más lejos de mi intención, lo que digo es que: el músico necesita aceptar que la
disciplina que ha elegido, o la vocación que le ha elegido, exige un mayor esfuerzo
que la mayoría de las disciplinas, que debe ser un “esclavo” de su instrumento). Se
supone que ha elegido esta profesión vocacionalmente. Sabe que no se trata de un
“trabajo normal”. El estudiante de música suele tener claro, habitualmente a muy
temprana edad, que quiere ser músico, y, a veces, se enfrenta incluso a la familia o a
la sociedad para conseguirlo. Con la edad en la que los jóvenes tienen que decidir la
carrera que desean estudiar, sin saber, en muchos casos, qué quieren hacer con sus
vidas, el estudiante de música ya sueña con ser músico profesional. Pero nos
encontramos que más tarde aterriza en el conservatorio superior, que debe dedicar
todo su tiempo a esta disciplina y que llega la hora de la verdad. Es entonces cuando
salen a flote los malos hábitos de estudio, y la falta de organización. Es nuestra
obligación enseñar a los alumnos a utilizar correctamente su tiempo organizándose, y
a realizar un estudio de calidad. Las técnicas de estudio para los músicos son un
tema muy extenso y apasionante que merece un artículo aparte (todo se andará). Me
pregunto si eso que llaman la “cultura del esfuerzo” ya no está en el diccionario de
4 nuestros jóvenes. En ocasiones me encuentro con “jóvenes viejos” que se muestran
muy reticentes cuando intentas enseñarles a estudiar, (que es, seguramente, lo mejor
que puede enseñar un profesor). Se niegan a abandonar sus viejos hábitos de estudio,
hábitos de estudio que claramente no son fructíferos y a adoptar una forma más
inteligente de trabajar.
Es curioso comprobar una y otra vez como el alumno no acaba de creer al profesor
cuando éste se sale de lo manido e intenta transmitir ideas novedosas de las que está
seguro que funcionan. En cuestiones relacionadas con la relajación; tema muy
recurrente en las clases de muchos profesores instrumentistas que entienden que sólo
desde la relajación o, como me gusta también decirlo: desde la tensión justa, es
posible que fluya nuestra relación con el instrumento. Me he encontrado muchos
alumnos que se cierran ante esta idea de trabajar con la otra mitad del instrumento a
diario, y esa otra mitad es su cuerpo, y no me refiero sólo a hacer algo de ejercicio
físico, que, por supuesto, también es muy recomendable, sino a trabajar técnicas
sencillas de relajación que están al alcance de todos sin mucho esfuerzo y pueden dar
grandes resultados. Hace ya algunos años que en muchos conservatorios españoles
se está prestando atención a esta asignatura pendiente, pero esto llega, no demasiado
tarde, pero sí cuando el alumno tiene demasiadas tensiones acumuladas a lo largo de
los años, con lo que el trabajo que se pueda hacer en una hora de clase semanal no
es suficiente. Estoy convencido de que el alumno se debe preocupar de trabajar
diariamente en su casa unos minutos sobre la otra mitad. En este tipo de trabajo, si no
hay constancia, no se consigue nunca cambiar hábitos adquiridos en muchas horas
de estudio; de las que muchas han servido más para afianzar errores o tensiones que
para avanzar. Pues bien, es difícil encontrar un alumno que entienda fácilmente que
no estamos hablando de algo baladí. Que entienda que el buen resultado de sus horas
de estudio depende en gran parte de este trabajo, porque, vuelvo a repetir, la mitad del
instrumento es su cuerpo. Una vez más vemos un factor que hace muy diferente el
estudio de la música del de otras disciplinas. La relajación mental y muscular en un
grado óptimo es vital para los músicos.
SALIDAS PROFESIONALES PARA EL ESTUDIANTE DE MÚSICA
El Conservatorio Superior debe ser para el alumno la plataforma que lo catapulte al
mundo profesional; no hay ninguna duda, pero, ¿tiene esto claro el discípulo?
¿Hasta qué punto está éste todavía inmerso en el clima del grado medio?, en el que
el estudiante vive protegido en una burbuja que no le deja ver que, pronto, muy pronto
se verá enfrentándose con la realidad laboral, y que se encontrará, y cada vez más,
con una dura competencia, que ahora procede no sólo de España, sino del resto del
mundo?
Es nuestra obligación enfrentarlo con esta idea, con esta realidad, para que más
adelante no se sienta engañado. Ahora es el momento de hacerle ver que ya no puede
posponer el momento y debe empezar a vender su “producto” en el día a día de la
clase, delante del profesor y de sus compañeros, en los exámenes, en las audiciones,
conciertos y cualesquiera oportunidades que se le presenten. Hacerle ver que no
puede esperar a salir fuera del conservatorio para empezar a pensar de esa manera.
Nuestra labor debe ser enfrentarlo con el hecho de tocar en público y recrear el
5 máximo de veces posibles lo que se va a encontrar en la calle, sea en el mundo
laboral o para continuar sus estudios en otras instituciones españolas o extranjeras.
Tenemos en los Conservatorios muchas ocasiones, afortunadamente cada vez más,
para que sean conscientes de esta realidad,
Y si de salidas profesionales hablamos habrá que hacerle ver que lo primero y
más importante es que nunca él mismo se cierre ninguna puerta. La autoestima no
abunda y es, en muchas ocasiones, el alumno el que se cierra las puertas, porque
piensa que no vale para determinadas opciones, cuando en muchos casos no es así,
sino que él lo ve así. Nada es sencillo pero es todavía más difícil si no creemos que
somos capaces. El profesor debe saber guiar al alumno que realmente tiene la
capacidad, el potencial necesario; hay una labor psicológica en esta tarea.
EL CONSERVATORIO COMO VIVERO CULTURAL PARA LA CIUDAD
Un conservatorio superior no es solamente un centro donde se forman músicos.
Un centro superior de enseñanza musical es también un vivero cultural para la ciudad
en la que se encuentra. Visto así, todos los profesores tenemos la obligación de salir
de nuestras aulas y sacar nuestro trabajo afuera. Todos saldremos beneficiados de la
tarea de mostrar y de demostrar lo que se hace de puertas para adentro. Los
profesores ofreciendo ideas y el equipo directivo del centro encauzándolas, tenemos
un trabajo muy interesante que redunda, como decía, en beneficio de la ciudad y de
los alumnos y profesores del centro. Si el equipo directivo lo entiende así y busca
articular los acuerdos necesarios con las entidades musicales de la ciudad dispuestas
a este ofrecimiento puede ser una ocasión única para el futuro profesional de los
alumnos. Además es una oportunidad más para demostrar a la sociedad el valor de
nuestro trabajo, y una forma de estar conectados periódicamente con las instituciones
que en un futuro pueden ofrecer trabajo a nuestros alumnos.
Cuando trabajas en una ciudad con una vida cultural intensa e interesante, además
de antiquísima, con una universidad dinámica, con una Banda de Música y una
Orquesta; las oportunidades para los profesores y los estudiantes del conservatorio
pueden ser muchas, pero, no siempre es así. No es posible una buena relación si una
de las partes no quiere; si se veta por parte de la orquesta de la ciudad a un gran
número de profesores y estudiantes que constantemente muestran su valía, pero, que
nunca han sido, ni serán tenidos en cuenta para participar como músicos de refuerzo.
No se entiende, por ejemplo, que se contrate a profesionales de otros países europeos
o de otras regiones de España, para un programa de temporada y no se tengan en
cuenta a los músicos del conservatorio de la ciudad. Y no se entiende que esta
relación, que debe ser institucional, dependa mucho de las buenas o malas
relaciones personales de los músicos de la orquesta con los profesores y alumnos del
conservatorio. Quien conoce el tema desde dentro sabe de lo que hablo.
No quiero acabar el artículo dando la sensación de que trabajamos en un campo
desolado, muy al contrario, pienso que a pesar de todo merece la pena seguir
intentando mejorar el mundo de la música en nuestro país y en Andalucía. La mayoría
de los profesores estamos convencidos de que hay un gran potencial por el que
merece la pena trabajar y de que también merece la pena seguir para que en pocos
años la música clásica tenga el lugar que realmente se merece dentro de la sociedad.
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