UN DÍA CUALQUIERA

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UN DÍA CUALQUIERA
A las cuatro y media de la
madrugada,
Javier
apaga
el
despertador, se levanta, se ducha,
desayuna, se prepara el bocadillo y
sale a la calle. Una bocanada de aire
frío, le entra directamente a los
pulmones mientras se dirige a la
parada del autobús que le llevará al
trabajo.
Minutos
más
tarde
éste
aparece, primero como una luz lejana
y
luego
como
una
realidad
contundente,
el
autobús
que
le
llevará hasta las cocheras.
Saluda
al
compañero
que
conduce,
y
se
compadece
porque
seguramente se ha levantado antes que
él. Al entrar saluda también a un
puñado
de
compañeros
que
casi
dormitan en silencio, en la penumbra
del vehículo, que se desplaza con
cierta
velocidad,
arañando
unos
minutillos al comienzo de una dura
jornada de trabajo.
donde muchos “iluminatis” sin bajar
desde su Olimpo, rigen el destino de
una inmensa mayoría, que los sufre en
silencio, como si se tratara de
hemorroides.
El autobús llegó a cocheras. La
algarabía
del
centro
de
trabajo
contrastaba
con
el
silencio
que
minutos antes se respiraba en el
autobús.
Todos
tenían
cosas
que
contar. En un trabajo que se realiza
de forma individual, se echa en falta
el diálogo entre compañeros, por eso
los
escasos
momentos
entre
que
confirma su llegada ante el inspector
de turno, y hasta que se sube al
autobús asignado, echa el dinero de
la
recaudación
anterior
en
la
máquina,
y
se
toma
un
café
compartiendo el único escaso tiempo
con
los
otros
conductores,
que
explican sus experiencias. Como hoy
le tocó una de las líneas “malas”
aprovecha para ir al servicio, ya que
el día anterior casi le revienta la
vejiga. Han ajustado el tiempo de
expedición al máximo; por lo que
cuando llega a las cabeceras, tiene
que salir sin un respiro a realizar
la expedición en sentido contrario.
Javier
es
conductor
de
autobuses urbanos en Pamplona y su
comarca.
Las
cariñosamente
denominadas “villavesas”. Hace una
década que comenzó, y sin cambiar de
trabajo cambió cuatro veces de jefes.
Es que el servicio que prestaban
entre una cooperativa y una S.A.L.
pasó a unificarse bajo la propiedad
de la Mancomunidad de la Comarca de
Pamplona, quien a su vez llama a
concurso para su explotación.
A partir de ese entonces entre
“ofertas temerarias” y venta de las
compañías
concesionarias,
los
distintos encargados de pagarle su
nómina a regañadientes, decían que la
concesión
era
inviable
económicamente.
La MCP; órgano político en
lugar de atajar el problema, en
ocasiones miraba para
otro lado y en otras se miraba el
ombligo. El discurso del plan de
movilidad
sostenible
era
políticamente correcto. Y de una cosa
tan sencilla que es llevar a la gente
de Pamplona y su comarca a sus
trabajos, sus centros de estudios,
sus centros médicos, sus sitios de
ocio y esparcimiento, lo complicaron
a través de una telaraña burocrática,
Por fin sube al autobús que le
han asignado. ”Espero que le hayan
arreglado la calefacción” piensa, ya
que el día anterior casi se le
congelan
los
pies.
Cuando
lo
enciende, el panel de control parece
un
árbol
de
navidad.
Testigos
encendidos
de
falta
de
anticongelante, desgaste de pastillas
de freno, ABS, EBS, etc. La pantalla
de SAE está apagada, por lo que
decide llamar por la emisora. Como a
esa hora los casi cien conductores
que comienzan el servicio tienen
problemas similares, la emisora se
encuentra
colapsada,
por
lo
que
decide emprender viaje, y comunicar
más adelante esos fallos, que son
habituales.
Llega a la cabecera con el
tiempo justo, ya que si llega antes
se
vería
obligado
a
apagar
el
autobús, y eso conllevaría correr el
riesgo de que después no arranque.
-Buenos
días-le
dice
al
pasajero, que se encontraba
marquesina esperando.
primer
en la
-Tu compañero me vio que venía
corriendo y no me esperó-contesta el
viajero enfadado.
-Es que hay unos horarios- responde
Javier tratando de justificar a su
compañero.
-¡Serán cuando os conviene!-replicó
el individuo gritando-El otro día
estuve casi media hora esperando el
autobús y no pasaba. Llegué tarde al
trabajo.
Javier recordó que hace un par
de días se averió un autobús y el
tiempo de espera se duplicó. Cada vez
se averiaban los autobuses con más
frecuencia, y las quejas de los
usuarios iban directamente dirigidas
a ellos, los conductores que poco
podían
hacer
para
evitar
tales
averías.
Cuando comprobó que, a pesar de
que la temperatura del motor estaba a
80º, la calefacción no funcionaba,
decidió llamar por la emisora. Adelante- escucha, y le cuenta todo
lo que debió de haberle dicho antes
de salir al servicio.
se baja del autobús y “ayuda” con la
mano, pero la rampa vuelve a meterse.
Le explica al usuario que no funciona
y avisa por la emisora. Le contestan
que le diga al usuario que están
tratando de solucionar el problema, y
que en breve llegará un vehículo para
llevarle. El minusválido se resigna y
dice que ya esperará el siguiente
como suele ocurrir siempre. “¡Pobre!”
piensa Javier, otro cliente que tuvo
un
problema
similar
montó
un
escándalo que le dejó mal temple
durante toda la jornada.
Helado de frío, con retraso
debido al incidente con la silla de
ruedas y un público cabreado por las
consecuencias
de
dicho
retraso,
Javier recordó que el domingo pasado
habían publicado en el Diario de
Navarra, una nota de la gerencia de
la empresa concesionaria, diciendo
que ganaba seis mil euros más que los
que se regían por el convenio del
transporte.
Justificando
que
le
quisieran bajar el sueldo, quitar la
paga extra y aumentarle la jornada de
trabajo.
Además en el mismo ejemplar
hacía
alusión
al
déficit
que
soportaba la MCP con respecto a las
“villavesas”,
dando
lugar
a
interpretar que el déficit sería
porque tanto él como sus compañeros
ganaban “demasiado”.
-¿Y ahora te has dado cuenta?contesta el inspector desde la base.
-Me di cuenta desde hace días, pero a
pesar de las notas de taller, este
autobús continúa igual.
-Deja
otra
nota-le
contesta
un
agobiado inspector, al que se le
multiplican los problemas similares
al de Javier.
En una parada se encuentra un
cliente en silla de ruedas. Javier
arrima el autobús a la acera, lo
mejor posible, debido a que se
encuentra un vehículo mal aparcado,
haciendo
imposible
entrar
a
la
parada. Se dispone a sacar la rampa,
pero cuando comienza a salir, se
vuelve a meter. Prueba dos veces más,
Una cosa era que MCP hubiese
derrochado en gastos a la hora de
comprar equipos sofisticados como el
SAE, que no terminaban de funcionar
bien, y en pagar el doble o el triple
de su salario a “técnicos” que
estudiaban eternamente el cambio de
itinerarios, tiempos de expedición,
frecuencias, recorridos, etc… Y que,
al hacerlo, sin tener en cuenta la
opinión de la gente de la calle, lo
hacían mal. Como consecuencia, el
servicio
cada
vez
perdía
más
clientes, con lo que el déficit
aumentaba.
Pero eso no tenía nada que ver
con su nómina. A él le pagaba la
empresa concesionaria, no la MCP. Y
la empresa concesionaria, cuando se
presentó a concurso, se comprometió a
subrogar
la
plantilla
de
trabajadores, con las condiciones de
ese entonces. Esta empresa, que es un
grupo catalán presentó una oferta
“temeraria” con el fin de obtener la
concesión, frente a sus competidores
que
habían
conseguido
mejores
condiciones por parte de MCP, al
ponerse de acuerdo y no presentarse
la primera convocatoria. Al quedar
desierta MCP mejoró las condiciones,
pero TCC (que así se llama la actual
concesionaria) ofreció una oferta más
baja
que
la
de
la
primer
convocatoria. Cualquier persona con
el mínimo sentido común podría haber
supuesto que no tardarían mucho en
tener problemas económicos.
Fue solo cuestión de tiempo que
TCC solicitara a MCP el equilibrio
económico que todo el mundo esperaba.
MCP le “perdonó” parte de la sanción
correspondiente
al
compromiso
de
viajeros. Se habían perdido casi
cuatro millones de viajeros y eso
suponía muchísimo dinero. Pero TCC no
consideró esta medida suficiente, ya
que como cualquier empresa privada
que gestiona un servicio público, su
objetivo es ganar dinero. Así que
aprovechando
la
reforma
laboral,
intentó aplicar la misma y sacar de
los
trabajadores
la
diferencia
económica que le permitió ganar la
concesión
con
una
oferta
inexplicable.
Javier recordó que cuando él
entró a trabajar un billete costaba
0,78€. Para 2014 habían anunciado que
costaría
1,35€,
casi
el
doble,
mientras que su sueldo escasamente
había subido al ritmo del IPC, lo que
significaba una evidente pérdida de
poder
adquisitivo.
Sin
tener
en
cuenta, que la mujer de Javier hace
dos años quedó sin empleo y no ha
podido
conseguir
otro.
Que
la
prestación por desempleo se le acabó
y no le corresponde prórroga debido a
que el servicio nacional de empleo,
considera que Javier gana suficiente
para mantener su hogar. Que sus hijos
han crecido y ya tienen que pagar
transporte para ir a sus centros de
enseñanza. Que el mayor va a empezar
la
universidad
y
las
tasas
se
dispararon. Que el IVA de todo, ha
subido, repercutiendo en su economía.
Que aún así sigue pagando su
hipoteca, aunque ya hace años que no
sale de vacaciones. Que a diferencia
de
los
trabajadores
“normales”
incluidos
los
del
sector
del
transporte, de los que dicen ganan
seis mil euros (brutos, o sea antes
de que le descuenten todo lo que les
descuentan) menos él, que tiene que
trabajar dos fines de semana por mes.
Dos
fines
de
semana
que
los
directivos de su empresa, los de MCP
y todos los que consideran que gana
demasiado,
los
aprovechan
para
compartir con su familia, amigos o lo
que se les da la gana. Javier sabe
que la vida tiene sentido de ida nada
más. Que esos fines de semana que su
familia no podía disfrutar con él del
tiempo libre son irrecuperables. Por
eso le molesta que le comparen con
otros trabajadores que, además de
poder compartir su tiempo libre con
los que quieran, no sufren las
consecuencias del deterioro de un
servicio público, por el que tiene
que
dar
la
cara,
porque
los
verdaderos responsables se esconden
bajo sus acomodados puestos.
Es hora valle. Como ha podido,
fue ganándole tiempo al tiempo y ya
no va con retraso; es más, ahora le
sobran un par de minutos en una
cabecera que se dedica a zamparse el
bocadillo. Antes iba a un bar y se
comía un pincho, pero ahora aunque le
toque una línea “menos mala” su
economía no le permite comer ese
pincho. Escasamente pide un café
cuando tiene que ir al servicio de un
bar,
ya
que
MCP
todavía
está
considerando la posibilidad de poner
urinarios en las cabeceras. Una cosa
tan simple, que se usa en fiestas de
pueblos, en San Fermín y que no
tardarían más que horas en colocarlos
se lo siguen pensando.
Mientras, haber estado tres
años saliendo y llegando el servicio
a unas segundas cocheras en Orikain,
con el gasto inútil que supusieron.
Añadiendo las dificultades técnicas y
la
molestia
originada
al
descentralizar un centro de trabajo,
les pareció de lo más normal.
Mientras se le pasan estas
cosas por la cabeza recibe un whats
up
con
el
calendario
de
movilizaciones. Cuando lo lee no
puede evitar pensar en los tiempos
que se avecinan. Cada día que trabaja
la empresa le paga menos de lo que le
descuentan por cada día de paro. La
presión económica es fuerte. Pero
sabe que el deterioro constante de
sus
derechos,
de
su
poder
adquisitivo, de lo que hace que cada
vez que suena el despertador saque
fuerzas para enfrentarse al día a
día…
depende
en
definitiva,
de
plantarles cara y que sepan que esta
empresa,
este
servicio,
se
hace
gracias a que gente como él está ahí.
Ya casi no siente los pies
entumecidos por el frío, pero un
calorcito le recorre el cuerpo. Será
su cabreo, será su espíritu de lucha.
Será
que
nunca
le
gustó
la
prepotencia de los poderosos. Lo que
ahora tiene claro es que su lucha
será la de su familia, la de sus
compañeros de ahora y de los que
vendrán detrás de él. Será la de
millones de trabajadores que ven como
cada vez somos más pobres, mientras
que
los
responsables
de
esta
injusticia salen en los medios, con
sus medias verdades, con su fraude
eterno,
con
su
jeta
de
poker,
manipulando
la
opinión
pública,
haciéndonos creer que, no solo que
vivimos
por
encima
de
nuestras
posibilidades, sino que además no nos
merecemos lo que nos pagan.
Ya es mediodía y le llega el
relevo. Javier le cuenta como todos
los días los fallos del autobús, y
decide irse andando a ver si calienta
los pies. En el horizonte se ven unos
negros
nubarrones.
Va
a
llover.
Javier piensa “siempre que llovió,
paró”.
Y
contesta
el
whats
up
diciéndole que cuenten con él.
LOS TRABAJADORES DE LAS VILLAVESAS PEDIMOS VUESTRO APOYO Y
COMPRENSIÓN. LA EMPRESA BUSCA GANAR MAS DINERO A COSTA DE
NUESTROS SALARIOS Y DE VUESTROS BILLETES.
POR UN TRANSPORTE PÚBLICO Y DE CALIDAD
SI TE HE GUSTADO NO ME
TIRES.
DEJAME
EN
LA
VILLAVESA PARA QUE OTROS
ME LEAN.
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