La luz del pueblo, o sea : El criterio para juzgar cuestione

Anuncio
LA LUZ DEL fJUEBLO
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LA
LUZ DEL PUEBLO
O SEA EL CRITERIO
P.HU
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CLI::STIO\ES
!'EGUNDA
jJOI.1TIt'O-HELIOI0:-5:\S
EDlCION
CON UN PROLOGO
POR
Felicísimo
López
GUAYAQUIL
I~PRENTA
DE "LA eONCORDI~"
1899
PROL()GO
lIlir,'ul, y gunnlnos de la
lc¡-[l(lllra de los [<'llriscos.
~all
Z\lat.l'o, cap.
X Vl,
'o.
G.
Cuando Jesucristo apareci6 en medio 11cllHH:blohebreo, predicando de la manera miis sencilla y sin apal'ato alguno, la doctrina de alllor y ch: fl"atcrnidad que debía regcnerar al1inajc humano, ya la j"l'ligión (le .Moisés
había sufrido eon ci Üanseun;o de los sig'los tal ckgeneración que estaba ineogl1ocible. El Decfdog'o había sido
puesto Ú un lado para dar cabida í1l1ie:t1l1elltl'ii leyes
disciplinal"ias y ch: \'alor secL1ndario. Las cxteriOl"idades del culto, los sacrificios depalom:ls
y dl' cabritos,
las ofrendas del altar, el cohro escrupuloso del diezmo
ctc., habían n?cmplazado al precepto llIontl y dado lugar Ú un sael-í1cgo tráfico de las cosas J]amaflas sagradas á earnbio de d-inero. Fué entonces que ese predicadar humildísimo y que arrastraba
en pos de sí (¡ las
muchedumbres seducidas pUl' la sua\'idad y la dulzura
de su lcngu:ljc, indignado tc:rriblcmentc contI-a esos hipócritas, quchabían tomadc) la religiÓn como 11npretex-
x
PROLOGO
to para ensanchar sus gTanjerías, los arrojó del templo
á latigazos.
Ese mismo predicador sublime, nndando un día por
las orillas de Ull lag'o, les dijo :í sus discípulos: '"i\li]"fu/,
y gl1:1r<!;¡os rie /:1 hT:uhlr;¡ rie los ft/riseos;"
esto l'S, rl'chaz~l(l todo lo qut' los IÚrisl'os o~ haet'll Cfl'el-qUl' es la
ley dada por Dios en SinaÍ. ¡Y quién 1(, cn:yern!, las pnlabras dl' l'Sl' gTan pro/da, de ese reformador ahnl'gado
de esl' Jil()sofo de Calilea, dl'hhn tener aplicaci6n eX:lcta
después de tantos siglos, que han vl'nido amontolwlldo somhnls y m:ís somhras sohre su doctrina santa. Aquel, pues, que ha dicho en nuestros días quc si
Jesucristo \'o1\·iera de ine<')gnito :'lIa til'lTa,'y ohsen'ara lo
q\le los fariseos de hoy predican y practican como dol'trilla suya, la descollocería POI" completo, sentI) una
gran \'enlad, que l'sUi al ak:l1ll'l' de cualquiera que haya leido COllaienci(')J\ el EV(\lIgdio.
Es por l'SOq\le los doctores y maestt'os de la secta
ult¡'al11011tana, l'Sdeci¡",aquellos que, <k'sdci'íando las genuinas ensei'íanzas <k Jesucristo, hall dado preferencia :'l
las <kl'isioll<.'s y mandatos de los Papas y Concilios,
prohiben nl¡)l1<'hlo <¡ue Ica el Evangelio si no está explicado y anotado <leconfonnidad con l'sas mismas <keisiol1es y leyes l'cksi¿ísticas, que han llamado Cánones.
Dc <l11íha resultado quc una inmensa mayoría de la
sociedad cristiana se ha sepnnl{lo <1ela Iglesia romana,
pam seg'uir metS de ecrca la doctrina dcl Crucificado; y
de allí tamhién el feroz eneono, el odio implacable que
profesan los ultnllnontanos
(t todo hombre que se e111peii.a por instruir alpuehlo el1la doctrina pura de Jesucristo, comhaticndo los errores y ahsorhentes pretensiones de la Curia Homana.
A esa clase dl' homhrcs odiados y perseguidos ])Cl'tel1eció el autor de l'ste libro, que, dl'spués de 2G años de
___
n_ ..._.
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PROLOGO
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Xl
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haberse publicado cn Chile, sólo ha podido editarse hoy
en el Ecuador, bajo los auspicim. de un gobierno liberal,
que comprende el inmenso bien que se hace al pueblo
con dicha puhlicaci(m.
En efecto, de todos los pais(s hispano-nmerieanos,
ninguno tal \'ez como el Eeuadot', ha sentido tan profundamente los desasÜosos efectos de ese Últal consorcio
entre la 19h:sia y el Estado, Su historia no ha sido otra
l'osa que la üiste historia de una suhyugáción ü:oerátiea lIC\'ada {lsus extremos.
PO:1tiea. eieneias, artes, industrias, educación populal", todas las encrgías, todas
las aspiraciones del país y hasta el sagrado del hogar,
todo cay<'.í hajo la letal dominación de un clero inüansigente, cuya fama es proverbial aun en la misma Rom[l.
Era, pues, menester que la Pl·ovidcnci.a, en sus miras proteetonls, reservanlalgÚII medio para eontrarrestar esta dominación absoluta y destinó para ello un
hombre superior, ;y l'osa adminlble~ salido pn:eisamente de las propias filas del clero ~.pt"ofundo eonoeedor de
todas sus am biciones y tÚetieas, de todos sus vieios y
fragilidades, que (kbía salirle Ú la mitad del camino,
para arrojarle al rostro sus f~dsedades y sus sofismas y
sus immltos Ú la vcrdad y Ú la,'irtud.
Este hombre superior fué el Dr. Dn. Joaquín Chiriboga, excerado autor ell''' La Luz del Pueblo".
Pero
sucedió que, euanclo esta obra eminentemente instructiva y moralizadora se puhlieÚ por primera vcz en Chile, pl"otegida pat" la parte ilustl'aday humanitaria de la
sociedad de Valparaiso, el Ecuador gemía arrodillado
Ú las plantas de una feroz tirat'Ía. que había alzado su
negro pend()n en la cima del Pichincha. El jesuitismo
¡;;ccnearg() cntonees de recojcr y quemar los pocos ejcmplares que lograron cscapar de las Aduanas cie la r;:pÚ-
blica, yel pucblo ha carecido hasta hoy de esa luz in-
XII
PROLOGO
te1ectual, que debía ¡Jonerle en guardia contra las ell1~
boscadas clericales. Por eso hel110sresuelto hacer la
Jln~sente edición, para poner est<: lihro l'Il IlHlIlOSdd
l'tH~hl(), ahora que puede Jeer Sill pedir 1)(':1"I11i80
al cura
ni al fraile.
M ucho hemos scntido no poscer algunos datos biográficos de la adolescencia del doctor Chil-ihoga, ponlue
sie111precs sa tisfactorio segu il' r¡ los 110mhl'es que se ha Il
hecho célebres por su patriotismo y sus \'irtudes, <ksde
sus primeros pasos soht'e la tierra, pero ¡ksgíaciaclamcnte nuestras diligencias al rcspecto no hl\'ieroll éxito. Nos \TmoS, pues, prl'eisados Ú hahlar del patriota y del apÔstol euando ya fué homhre de ]>1"O\'echo.
Nada caracteriza tanto al homhre de bien como la
sinceridad cn la manifestación de sus i(leas y la lealtad
de su conducta que l'sUi ell perfecta consonalleia COll
esas mislllas ideas. El hombre en quien se hermanan
estas cualidades infullde respetuosa simpatía l'Il la gente salin, como tamhién se con~ita ci odio::: las prl'\Tnciot1es de los hip()lTitas. quiCHes se irritan al form:lr el
pa rangón cn su propia coneieneia, pues to que su i lIhmia interiol", barnizada COll una fingida capa de virtlldes que 110poseen, les cstft gTitalldo b sttperioridnd IllOl'al dl' l'se homhre ;l quiell odian y ]>ersig"tlellcil' IIlucrtc.
Esto explica IllU::: bien el por qué un eclcsifístico l'Omo ci doctor Chirihoga, que tuvo ci ndor sufieicnte para eotHknar los ados tinlnieos de (;arcÍa Moreno, y para rept-ohalA con sn propia conducta las hip()critas
gaztnoi'icrías ell' sus compañeros dc iglcsiéi, earg6 <.:on
las persecuciones qnC' se desataron
contra él hasta
<.kstl'rnulo dd país:
Asilado l'n Chill', clleontn> allí las consideraciol!es
proteetoras de una sociedad ilustrada,
(lUl', hacicndo
PROLOGO
XIII
justicia á sus t1l~l"itos,le facilitó los medios para combatir la tiranía que se había entronizado en su patria. En
186H publicó su luminoso opúsculo titulado: "El Ecuador y García .Moreno," cn cuyas páginas, nutridas dl' la
más sana doctrina politica, fla,sda severamcnte al tirano y excita {l la jun:ntud par1. que rompa la vergonzosa coyunda:
Hn ese mismo año escribió otra obra
im portantc: "Ojcada filusófica sobre lél ci vilizuciól1,"
que le valió clogios entusiasta~ de la prensa de Chile y
de la República Argentina.
En esta ~p()ea colahoró actwélmente en los periódicos liberales de estas dos repúblicas, en dondc supo dar
lustre á su patria haciendo una brillante defensa de las
doctrinas dC1\1ocráticas basadas en el Evangclio, cuyas
ideas reunió en tin solo cuer¡:o y formó "La Luz del
Pueblo," ohra que tuvorcsoné.lncia
continental
como
lo veremos luego,
Verificaclo el cambio político que sohrevino cn el
Ecuador cn1 H7G Ú consecuencia de la trágica muertc de
García Mon:no, apraximóse fi las playas de su patria y
"ino it Piura, en donde residía su hermano Dn. José María, En csta ciudad es~ribió SH patriótico folleto titulado "El Gabinete cie Lima y ci de Quito," encaminado
á desbaratar las inAuencias que pusaenjucgo el gobict,no del DI". Bon-ero, á tin de obtener del dl' Lima elementos hélieos con qué combatir la revolución liheral acaudillada por ci Genl.:ral Veintendla.
'1"nun f'antI.: c~ta
.
- G.uayaqm'1 a- o freccl' al go\"Ina
a
bicnlO que dirigía entonces ci eminente Dn. Pcdro Carbo, el valioso contingentc de SllSluces, y tomó á su cargo la n.'dacci<J11de "El Comercio," formidahle baluarte
desde donde apagó los fuegos del cons<;rvatismo garciano en el campo de la prensa,
lVIas, vino la Convención de 1878 y como predomi-
XIV
PROLOGO
nase en ella el elemento godo, es decir ultramontano,
quedó dueña deI campo la cxcll/sil,tI rdigi{:11 r0111:1l1a,y
cstancado por consiguiente el p:1ís pOl' veinte años
mits,
Ikccpciona(lo el DL Chirihoga, que hasta entonces
había mantenido la ilusión de ver surgir triunfantes los
principios li1>en1.lesdel seno de esa Constituyente, ahatido su espít'itu y enfermo su cuerpo, dctennit1<) (kstcrrarsc nuevamente en husca de un país lihre, en donde
pudiese continuar su propaganda cristiana y democ¡-(ltica, ó dejar sus huesos al abrigo de los furores Ülrisaicos.
Fué entonces que dispuso su viaje {¡ Guatemaln, y
al despedirse de los lectores de "El Comercio," ell un
editorial de f(.cha 1 G de 110viemhre (1c 1 S7S, dceÍél cntt'e
otras cosas:
"Amigos sinceros de la lihel'tacl yel cristi.:nismo,
que armonizan entre sí y se unen con amorosa lazada,
hemos proclamado instituciol1es lihel'él.lespara el país y
venlades evangélicas para la conciencia; y las hemos
proclamado con tanta mas razón, cuanto mayor es ci
aceleramiento de nuestras sociedades Jlor llegar al punto de identidad con el antiguo paganismo.
Con excepción de algunos pu('blos, la perspectiva del mundo Suramericano no puede ser mfts luctuosa, y de allí nuestra
profunda convicción de que dehemos trah.ljar infatigablemente en el campo de las ideas para rehahilitar:í
la
razón en sus derechos, .Y no penlcrnos en el caos de
preocupaciones yen-orcs
dominantes,
de vicios .Yahsurdos entronizados,
y de ese funesto positivismo material que ha invadido hasta ('I santuario.
"La proclamación de principios regeneradores que
encamincn el país por la senda de un próspero ])on-enit'
y revindiqucn su dignidad, nos ha concitado odios cn-
PROLOGI)
xv
carnizacIos, ycnganzas impla,:ables. Pcro ni cstos ni
aquellos han podido an-cdral'nos jam{ls, toda vcz que
hemos contado con alguna g[.rantía para emitir nucstro pensamiento y trabajar l'nia grande ohra de l'egeneración polít~ea, social y religiosa, que cs á la quc {mica
y exclusivamente vol vimos del ostracismo.
"l'or brillante que haya si,:lo nuestra posición en el
extranjero, durante d destierr:), no podía e.Hinguirse el
sentimiento ingénito ele amor al país donde hicimos
nuestra aparición en d mundo, donde, con el desarrollo
de nuestro sér, se desan-ollaro:l también las beHas ilu- .
siones, las dulces esperanzas, ~Iuetan inde1eblemente se
graban en ci eoraz<Jn y la atraen, con fucrza magnética,
hacia el suelo donde cHas hiciemn el embeleso de la infancia.
"Cc.locados en d esplendot,oso scno de sociedades
civilizae1as, eontempl,íhamos ::on asombro sus grandes
progn~sos; y en esos mismos n,omentos de plácido trasporte, nos asaltaba la idea del país natal, )' con una Íntima emoción de carii10 deseábamos verla trasformado
en uno de los más addantados,
cuya civilización nos
admiraba, deseo poderoso y vehemente, que, llegada la
vez, no~ comunicaba la firme resoluci()n de abandonar
la generosa hospitalidad que se nos (lispensara, y yol\Tr al Ecuador con el patriótico propósito de cooperar
Ú su gloriosa regeneración."
Se comprende la amargurL que llcvaría cn su coraz<>neste emincnte ecuatoriano, al abandonar por última vcz las playas dl' su patria, que quedaba todavía
agobiada bajo d doble despotismo cie la Iglesia y cid
Estado, :;/destinada Ú soporÜx mayores ultl"ajes y V<:'1"giienzas que le preparaban lo!; hcrederos de la pasada
tiranía.
Esa ha sido siempn~ la historia de todos los
bienhechores de la humanidad: marcharse cargados de
XVI
l'HOLOGO
los anatcmas
dc los contcl11poní.ncos, quc no supicron ó
no quisicron
aprcciar la labor dl' sal'1-ificio dc SIlS pn)ccrl'S. :VIas tócanos :í. los <¡Ul' fOrIll<lIIlOS la [lostl'ridad
hctHkcit- sus llOmhrcs \' sus hl'dlOS, il fin (Il' <¡Ul'Sl' l'tllllpla la justil'ia dl'rna.
Dc intl'nción hclltos rl'sl'rnulo
para lo Último el juicio crítico dl' "La Lu% dd J>ul'blo;" mas, para pn.·\'ClIir
las acuSaCiOlll'S (k parcialidad
y apasiollam iCllto ljUl'
pudicntn airihuirllos
los 1'Ilctlligos del lilll'ntlistllo l'll ci
Ecuador,
hCIllOS (ktl'nllillado
dar pI'dl-rclltl'
cahida l'Il
l'ste prÚlog'o fl los hrillantl's
juil'ios <jUl', rl'spl'do dl' l'Sta obr:l, puhlil'() la pt-l'IlSa (Il' Sur-AI11~I'ica l'uando dia
aparl'Ci(l por pril11l'ra n'%. El tllisl110 aut()J" dl' l'stl' libro sc vió ohligado :í puhlicados
para tTl'ha%al' los inÜllllCS ata<¡ul's quc le dit-igíall los ultratllOlltallos,
Clltpei1ados cn ]ll'rpetuar
la ig'l1oralll'ia y la supl'rstici()n
en
ci pUl'hh~.
El doctor Chiriho.~'a s()!o Sl' propuso
tTivindicar la
\'enlad
dd Evallgl'lio,
<jUl'el ultnllllolltallisIllU
ha ÍLTgin.'rsado
Jlor ddl.'llder los jnll'rl'sl's
tCIllporales de su
secta.
El doctor Chil-ilwga n.·spd() d dog-ilia Ilcblllll'l1te cristiano,
lilltitalldo
Slt lahol' :í la <jlll' al1ltllci(l Jesucristo hal'íall los trahajadorcs
dl' la Última hora, l'sto
es, separaI- el grano
puro (k la %i%aiw. T\osotros,
SCI'vidorl's talllbi~ll fidcs-at1lHjlll'
pcqltcIÎos-dc
la lllisllt<l
causa, CrCl'lllOS hahl'r Clttll pl id o nuest 1'0 dcher, ell trega lido lIlte\':l111cnll' al pucIllo cellatoriallo
d plTeioso libro
del dodoI' Chiriboga.
JUICIOS
QUE
HEsPI~crro A "LA LrZ DEL P[EBLO"
..
SE HAN FORMADO
EN PAISES ILUSTRADOS
EL QUE SE HA MANIFESTADO
EN EL ECUADOR
Cuando laH furias del avcrno, representadas
por los enemigos del Evangelio.y de todo loque HelIamc LUZ, diccn, en tono
triunli¡] ¡fJé/ IIcgndo Ilucstrn fwrn!,
(la hora dc las tiniehlas):
cuandu los discípulos de la cscuela ultramol1tana,
plantcada
por Carcía :\'loreuo, se proponen refutar eon dictcrios una obra
que les recuerda la pohrcza,
la humildad,
la abl1cgaciÔn, la
mansedumbrc,
prescritas por el Divino Macstro: cuando la ignorancia y la mala le intentan combatir
un libro quc, apoyÚndose l'Il el sagrado texto, pont: dc manificsto
la decadencia religio~a, y pn)(~lama una regerH'ración cristiana-cuando
to(lo esto sucedc nn scría digno del autnr hacer la dcfensa de su obra,
Cil vol\'iéndose
con ella en el fango dc una polémica inmunda.
Es por csto quc, con prop(¡sito deliberado, no se ha contestado artículos quesúlo respiran invectivas, mezquindad, miseria.
Respondan pOI' el autor dd lihro mencion:u1o los ilustrados
pcnsadores de naciones ci \'ilizadas. Si se han equi 'locada al elogiar una obra que consagra doctrinas quc cstán cncarnadas en
el cspíritu del siglo, carguen co:1tra ellos los polemistas v¡pcrinos
del Ecuador.
~\\'1as en el caso de que el elogio sea un justo
homelHlje Ú la \'enlad, guarden eterno silencio los menguados detractores.
Para que el p(,hlieo sensato Jalle con imparcialidad,
coloca,
mas frente Ú frente 10 que con:ra "La Luz del Pucblo" acaban
X"Ill
de dccir cn el Eeundor,
por el (¡rgano de "Los Ancles," y lo que
cn filyor de esa ohra han dicho los peri()dicos de naciones l'llltas, cOlllO ell'cr(l, Chile y Buellos Aires, dcplorando
que I1\Uchus de l'SOS peritldicos se nos hayan
perdido,
Y para que no
haya duda respecto (I la autcntieidad
dl' los dOcllllH:lltos que
reproducimos,
los cxhibiremos l'nIa imprclI ta de "El COl1llTcio,"
{¡ todo el que quisicse verlos,
Es una ignominia, un vergonzoso
descrédito
para el país,
quc hahiendo el autor de ese ]ihro honrado rI su patria en ci ostraeismo, habiendo /cFRIItal!o lIIll.I' <lito e/nombre de/ Ho'w/(/or
Cll ci L'xtrw!icro,
como lo ha diçho la prensa, por lo IIJisl1\O haya, en reeomp;:nsa, venido {¡ ser vktim:l de o:lios cllearniz;ulo,;,
de calulllnias
illrilllleS, dc improperios
innuditos,
;\0 importa:
r\ADIE ES I'h~()FETAEX se I'ATI-i.L\, dijo d S:''thio por excelcncia; y ren.nimadosporesta
\'crdnd inconeusn, pascmos {¡ consignar clesdc luego los artkulos
en pro y los que est{lIl en l'ontra delmellcionado
libro.
En el n(l111ero a,¡1-23 ùc "El i'\aeional
la siguicnte,
de Lima"
se CIlCllentrn.
"LA LUZ Dë:L PUEBLO".
"Un libro quc lIeya cste título ha hecho su aparici(lII ell ci
mundo ùe las ideas.
Publieaùo l'II Chile, mereei6 allí llliSlllO, (\
pesar del provcrhia] fanatismo cie l'SC país, ]a atcnci(1I1 dc los peri6dicos y el aprecio de la parte pcnsadora.
1\parcci6 "La Luz del l'uehlo"
cn el horizoll te hra silcïlO, y
el Emperador
l'edro II, la reeibiéJ con entusiasl1\o, é hizo de clla
un hl'illante elogio.
l'or último, los pr(lceres de la intcligellcia
argentina,
mélnitèstaron,
por 10speriÚdieos, la nccesidad de quI.'
esa Luz fuese difund ida en ci pueblo, y el prcsiden te dodor AvelIancda pidi6 un grannúmcro
(le ejcmplarcs para repartidos
cn
las l'rovincias
Unidas del Plata, y remuncrÔ con munificencia
al autor.
Hemos tomado estos datos de los periÚdicos quc tenemos il
la \·jsta.
"La Luz dd Puebla" ha sido cscrita cn ci ostraeismo
dl' Su
XIX
autor. Enemigo 11c todo despotismo, el dador don Joaquín
Chiriboga veía en la Iglesia y en ci Estado, no la instituci(>J1de
Jesul:risto, 110la verdadera República, sino la invención de las
pasiones humanas, disfrazadas con pomposos nombrcs, para
sojuzgnr al pueblo. El eristianc" el cristiano sinceramente demÍlaata, manifestó en su país natal, el Ecuador, sus avanzados conceptos, y fué expatriado ror García ;\forcno y los homhres clccorona. Pero esa cxpatriaeión produjo un ]ihro que
grangeú (I su autor ]a cstimaeiÍln dc los pueblos civilizados; y
quc tar<l~ Ú tcmprano abrirÚ camino cn d mundo para rcalizar
en él una radical reforma.
;\1ncrto el victimario, dejÔ la YÍdima las hospitalarias playtlS del I'lata, con el objeto dl' vo.n~r {¡ sn país. YIasno ha podil10 llegar Ú él, porque, bajo laadll1inistraciÚn de Borrcro, han
vuelto ií entronizarse allí las tirár: ieas instituciones morenistas.
Este ineidcnte ha permitido que C·, doctor Chiriboga se halle actualmell te cn tre nosotros.
lIarí;ll11os un servicio positi,'o al país, si como lo han
hecho ell Buenos Aires, reprodujéramos en nuestros periódicos,
dodrinns tan cristianal11ente pt:ras, y tan democrÚticall1cnte
republicanas, como las de "La LllZ dd Puehlo," ó alménos si
reinserUintl1lOS las apreciaciones que de esta ohra ha hCl:ho la
prcnsa argentina.
Pero no eontanùo l:on los foudos nccesarios
para satis(;tCl'r (¡ Iluestras impren:as ]a suma que nos exi,!.6ríall
por la tTprollm:ciÚIl deI lihro, ó por la reillserci6n del anÚlisis
~.'xtct1S;l1nen
te desarrollado quc <k ~l hicieran los periÔllicos bonacrcnscs, nos limit:lmos (l dccir l'nn éllos, que "La Luz dcll'ucblo" es un libro de fondo, un LIHh~O DB OI~O. Es la sinópsis,
el epílogo de las m(ls impot"tantes ideas que agitan al mundo
cÍ\'iliz;\do, y qtlc tin día lkgarÚn Ú realizarse, al tr;nb; de los siglos y de las gener:lcioncs, en todes los pueblos de la tierra.
La ohrn quc nos ocupa prescn·:a un vasto campo á las meditaeioncs del filÓsofo, á Ins ohsern:eiones del jurisconsulto, y {l
las rei ex;ones dei cristiano.
Vaciada cn el crisol de la verdad,
ofrece tin criterio para jt1zg-arl'tlestiollcS político-religiosas, esas
cuestiones que tan íntimamentc :;c relacionan con la vida y el
por\'clI ir de las naciones.
El advcnimicnto de "La Luz dd Pueblo," presenta una hrilIantc :lp01"tunidad, para que los hombres capaces desplcguen
su intelig~nda cn eI {Ilnbito ilimitulo de illeas trasl:elH1cntalcs,
xx
así como la han hccho los pensadores
llegado cllibro que las consigna."
de los pueblos
El editorial de "El Artesano,"
periÔdico
mero FIl se expeesa en cstos términos.
dondc ha
de Chile, en Sll nÚ-
1.
"Una obra importante
ha \'Îsto últimamente
la luz pílblien,
y que está llamada Ú hacer una rcvoluciÔn ell nuestra sociedad
y en nuestras prflcticas político-religiosas.
El seÎlOr Chirihoga,
cuya capacidad y profundos conocimientos son bien conocidos
en el mundo de las letnls, no pudiel1llo avenirse hiencon la:;; prácticas de un gobierno
fanÚtico
y opresivo como el de su patria, falt:índole el aire de la lihertad
para dar vuclo fi su inteligencia y concepciones,
pers\.'guido por
los sayones del poda,
como dando tin iadi(ls~ :'1 Stl patria vino fi nuestro suelo <¡ue, si no es libre del todo, si aílll le opri1l1l'n
débilmente
los lazos del despotismo,
y por sobr\.' su eaheza se
meee la tërula del ultramontanisl11o,
al menos ~:e rcspira con
mÚs lihertad, y la manifèstm:iún
dcl pcns:llllicnto
no l'sui suje{-a (¡ odiosas trahas () penas se\'eras l'OlllOl'IH:I gohierno teocrÚtieo del infeliz Ecuador.
II.
-"Dos
<:lel1!cntos dc oprcsi(>I1, dicc el S61OI' Chiril)()ga,
l'n
las primeras líneas de su ohra, han hedlO la des,!..\Tacia de la humanidad:
el que enearlena los derechos políticos del hOl11bn:, y
el que suhyuga la conciencia."
y persuadido d\.' es;ta \"enlad ci seoor Chiloihoga, cntra cn ci
an{¡lisis de esos elementos, )' ti comhatidos
con tall{)gica y raciocinio quc no puede por mcnos quc declararsc la \'ictoria {¡
su Ùt \·or.
El seÎlor Chiriboga es till homhrc llen~ad()r, dl' Ulll'\.'do criterio, de UtI loaciocinio frío y tllla 16gica concluyen te.
Sentimos <]ue la falta de tiempo no nos permita
analizar la
primera
entrega de LEI Luz del Pueblo quc tenemos ti la \"Îsta,
xxi
pero invitamos á todos los honbres de pensamiento, de razón
y de conciencia, amantes de la ::amilia y de su patria á que lean
la obra del señor Chirihoga, seguros de que su lectura no sÓlo
les proporcionará un agradabl,~ solaz, sino que tamhién encontrarÚn en ella muchisímo de pr::>vecho."
En e1Ko 417 de "La UniÔn Argentina," se enenentra 10 que
sIgue:
EL SEÑOR CHIRIBOGA
v "LA LUZ DEL PUEBLO."
"Este distinguido caballero, que ha toea(lo nuestras playas,
precedido por la fama que le conquistaron sus escritos en las
del Pacífico-se prepara :'t salir para el interior de la l<epúhliea.
"Condenado al ostracismo descle 111UY
jO\'en, por sus ideas
altamente progresistas y civilzadoras-el
señor Chiriboga pal'Ô :Il J'l'dl, donde se ùedieÔ al apostolarlo de la enseñanza, }'
con el mejor éxito regentÓ 111{t:,
de un establecimiento de educaeiÔn, implantanclo el gérmen :;aludahle de sus ideas fecundas y
regeneradoras.
"Después ciealgunos ailOs regresÓ {tsu patria, para combatir la continu:leiÚn del despeotismo gareiano; mas la Jlolítiea
pérfida y retarclataria del tirano Gabriel García :Vloreno, oponiénclo!e la valla formi(lable de sus arbitrariedades, hizo que
el vnlicnte apÓstol de la \'erelml, buseara un refugio en comarcas a pa rtadas.
"En la Repúhlica de Chile, animada aún por el uJtramontani8mo m{tsintransigente, eneontrÔ campo \'astísimo para desarrollar y lucir sus teorías salv[Ldoras de la sociedad.
"Allí escrihe y entrega ft la estampa, uno de los libros más
notnhles, que se hayan publicado en estos países, de algunos
años atrás.
"En él se propone el doctor Chiriboga reivindicar todo derecho ci\,il .Yreligioso.
El pensamiento rarlieal (k esa obra estrt consignado en las
siguicntes palabras con que ella empieza; -"Dos elementos <1e
opresiÓn han hecho la dcsgraeia de la humanidad: el que encadena los rlerechos políticos del hombre,'y el que subyuga la conciencia. "
XXII
"Partiendo
de esta idea fundnmental,
demuestra el autor,
que la nlianza de la Iglesia y el Est:tflo rcmaché) fUl'I·tcS cadenas
a I ¡>IH·hlo.-:\1 aniflestn en seguidn q lle la sCJla1":lciéllldl' esos dos
rtlinrlos, es la eOlH!iei(lll e~eneial pa l'a que las naciones alcancen
Sl1S:¡]t.os destinos.
"Designa la mdieal difel'cncia que l'xiste ent.re la rdigiÔn
il1~tituída por J esunisto y la sociedad que en el Sl'no dl' ella han
fundado Ins pnsiones emhra\'l'eidns
del ultramontrtnisll1o.
"He\"C'ln los ahusos intokmhks
de sus ministros
aetunIcs
ltneicndo palpar la necesidad dc restahlecer elcspíritu
sublime
de la I'cligiélll cristiana,
por mcdio (le un snccnlocio legítimo,
quc, dcsprcndiéndose
de!:ts COS:1Stt'ITCllalcs, se coloque (lIa altura dc tina misi(Jt1 yenlarleramentc
eyangélicn.
Pone cn evidencia que d fuero eclesifístico cs ahsunlo, y (lel11ucstra que el
"CCtlI·so de fuerza es una instituei(ll1 que garantiza
la ~i)henl11ía
del Estado y los dcrechos del ciudadano
cont.l·a los U\':lllCCS .Y
tropelías de la a u toridad el'lcsi:í stica.
"I\l'sudve con singular
(kst.rez:t el complicado pI'oÎllcma de
¡a lilH'rtnd de ensC'tl:lnza, y prueha }()gical1lent.e qlle el atraso
int.clectual, In ahyeccié>11y el fi'tnatisll1o de los puehlos, son una
consecucncia
ncccsaria
dc la intcrn'neÏé>11 de la clcrecía en la
(·d ueaciÚn pÍt hl ica.
"Estos
y otros son los tópicos de alt:1 trasccndencia
con
quc el distinguido
]Juhlieistajalone:l
cleal11ino (tIa re{llnl1a del
porvenir, enl1laterias
tan delicadas como illlIH)J·t.:lntes:í !:ts sociedades modernas.
"lin lihro tan serio y de tanto
aliento como Ln I,I/y. del
Pm'blo, necesita ser ('studiado con c]etenci(l11 y prrferelwin.
";\0 cs un romnncc-;\o!
"Es la soluei(lIl de los gn\l1des prohlemas que tanto nÍ[lIïen
al biellestar de las naciones, y :í las mismns gar:\I1tíns
ind¡\"i.
(luales. ;Jrranc;Jnclo (leI espíritu humano ('¡ertas prcoell)lrteiolles
rczagadas
que aún lo elwi1ccell, Ú la ,"el que proelallla COll la
antolThn fulgurante de la filosofía-In
existencia
del Sá Sl1ll/"Cmo-y Itl inmortnlidéld
del alma-En
una palabra es J:¡ reÏ1·illrlieflCÙJll del Hl'él11gcJio y de los derechos del h0111lJrc.
"Los cncantos de este lihro, resplan(kl'l'n
en cada p:ígina,
cllcada línea.
Es una verdadera
LI'Z que
alulllhnL al Jluehlo
para que conozca sus derechos; luz sostenida
con nutricIo y \'i.
"',\fOSO razonami.ento,
sin descuic1nr por ello la sencillez)' clari.
,...,
XXI1I
d[[(l con que pone al alcance de las inteligencias
menos dotadas,
ideas profundamente
filosÔficas, deduciendo
con exactitud
sus
consccuem:ias,
en tanto que la opolotunidad
de los ejcmplos y
de las citas, el prestigio
de las autc ridades en quc se basa, como la correcciÔn y elegancia
de la frase, hacen que semejantc
trahnjo sea el/ibro de oro, para todo hombre pensador y yerdaderamente
liberal.
"El senor Chiriboga, es autor wJcmás, de otra obra no mellaS brillante
que lIe\"a por título qil~f.l(lfl fiinsMictl sobre la cil"iliztlciÔn-(';)
en ella yapulea al flieÙwlO y al 111f.lt.erinlismo, dedamndo
insubsistentes
y ahsurdos dichos sistemas.
"Tal es el noble \'i[ljero que ho';pcda Buenos Aires, y el~ cuyo seno ha reeihido una calurosa
acogida
de los literatos
y
homhres
notables de todos los colores políticos, sin cxceptuar
d Prcsidcnte de ln Repúhliea.
"L{¡stima grande fuera, quc dotes tan recomendahles
110 se
utilizat°an en nuestro país-ofreeiéndole
un puesto distinguido
en el cuerpo docente de los Colegios 0:acionalcs,
al hUo de las
faldas ardientes del Chimborazo;
perseguido
pero no dohlado,
por el génio dc1mal, "iene rodando
hasta las mrlrgencs ri~l1eilas (lell'lata-y
semejante Ú esos cometas de cauda abrillantada, recorre el espacio sud.america.lO,
dejando en pos de sí libros
preciosos y no pocos admirac1ore~."
.
El editorial de "Ln I{epúblic;I," periódico de Buenos
en su número 2,372, emite el sigtlÎcl1te concepto:
UN LIBRO
Aires,
,\JOTABLE.
Aeabamos de leer Call toda la atención qnc merecen la importancia de Ins cuestiones tratadas
y e1talento
del autor, el libro
del seilor don Joaquín Chiriboga, titulado "La Lt17,del Puehlo"
ó sea Et. CllITEHlO PANA JVl(;.\I~ Cl~ESTIONES P()l.íTICO-I~ELIGIOS.\S.
(~) No bClnO:i podido.
por llcsgradll,
dagaci6n que hemos hecho ùe cUt\..
C'()n~cg\lir
esta nbr"a fl JH.·~Ólr d\..· la fl{:th·a
:-i.om.E.
in-
XXI\'
El señor cion Joaquín Chirihoga, con1Onos 10 revda la ca rta
dedicatoria que encabeza su lihro, ha sido personalmente v¡dima de las adelantadas y progresistas opiniones que el estudio
.Y la raz{¡n le han da(lo sobre las relaciones que deben ('xistir entrc la Iglesia y el Estado.
Desterrado de su patria, el Ecuador, donde djesuítisl11oJmede, como se sabe, desarrollar;l sus anchas StlSconocidas amhieiom's de influencia d,'il y de organi7.aci()J1 teocr:ítica de la soeiedad, vino {t refugirse en Chile, donde le esperaba una acogida
distinguid:!, al misl110tiempo que sordns persecuciones.
Tuvo algÚn trabajo para poder puhliear en \'nlparaíso el
lihro de que nos ocupamos en estos lllol11n1los, y que hae~ honor Ú la literatura surl-amcl-icana, almisl110 tiel11poque al adelanto y Ú la civilizaci(¡n de las sociedades donde sellll:jantes discusiones filosóficas y científicas pueden producirse.
Felizmente para el bm'n !"l.'nombrede Chile, l'O\JlOpaís lihre.
los que querían poner trabas :í esa puhlicaci(lI¡ no consiguieron
su ohjeto, y Ú eso hemos dehido el gusto de poder conocer una
ohra cuya lectura recol11endamos {í todos los que se interesan
en 1:1cuestión quidl mÚs importante que jlllcdn ofrecerse á la
meditaciÚn de los estadistas,
lIemos oído (1<~l'ir
un día Ú un distinguido pcnsnc10r y homhre de estado, frane~s, :\11'. de I<(-lllusat. qlle la cuestión de las
relaciones de la Iglesia y ci Estado era la (mica euesti(1I1 (k la
política actual de Europa, y que e]Ja se encontraba, 1lllse,ílHl0la con alguna proligidad, en el fondo de todas lns (lem;ls.
En esos tiempos no estÚhamos conformes eOI1ln.opinit'll1del
ilustre escritor, y menos la gcneralida(l de los que Ú ln. saz(ll1 se
encontraban juntos con nosotros cn el salÚn de :\1r. de R~lllusa t.
La gencralidad pensaba que las l'uestioncs sociales cmn de mucha m:ís dificil solueiÚn y mÚs peli.~r()sas pam el jlorn'nir (no
hay que oh'idarque esto sucedía en París. hace l1nosl'ÍncoaïJOs).
y opinaban que la soluciÚn de la cuestión polítieo-religiosn nos
caería sazonada entre las manos, sin esfuerzo alguno, l'lIando
hubiese m:lrlurado lo hastante al calo\" de la diseusi(ll1.
Sin haber mod ificado considera hlemcn te las ideas qUl'tcnínmas entonces, no hemos podido prescindir de n.'conlarl1os ,í menudo las palabras del anciano estadista. cuando hemos visto
la cuestión religiosa Yoln~r á tomar intluencia en los destinos
de la vieja Europa, ora Iigándosc estrechamente con la cuesti6n
xx\'
mon(lrquica y lanzanllo
un rdo fi la lihertad,
como s\1cccle en
Espaiia y hasta ciet"to punto '~n Francia,
ora luchando contra
Ull emperador y amparfimlose
del nombre sagmdo de la lihertad, eomo sucede en Alemania, Ú en el Brasil.
Aunque haya disminuido
enormemente
desde los ticmpos
de la reforma, la influencia In1ítica del catolicismo,
dcl papacésat", queda considerable
cn hl sociedad moderna,
mucho miís
considerable,
tenemos que cc'nfesar!o,
como no se 10 hubiesen
imaginado
los ardientes republicanos
que diseutínn
ese punto
hace cinco años COli :VIr. de I~éllusat,
Los medios que emplea el :ato1icismo
para eonsen'ar
una
dominaciÚn
temporal,
son tnmhién exactamente
los mismos
que empleaba en los siglos anteriores,
y qne el gran soldado y
gran escritor 11amenco :\Iarnix de Saint AlclcgoJ1dc caracterizaha ya en los ticmpos del duque de Alha y de Ins guerras de religión con esta ohsen'ación
proJÚnda:
Cuando los liberales cstftn en el poder, los eatÚlieos les reclaman la libertad, porque la libertad J¡gura entre los principios
de sus advcrsarios;
y cuando estos han llegado ft él, niegan fL
sus ac1\'ersa rios la libertad,
porque ésta no figura clltrc sus
propios principios,
I'et'o, hahicndo
reconocido J:¡ influencia política del catolicismo, int1uellcia tan f::Li.alÚ la libertad
como fi la legítima inHueneia moral Ú quc el catolieiHl11o podía y delJCría Jlretender,
tenel110s que agTegat" que nucst:-as
opiniones
no han yariac10
mucho en lo que toca Ú la prohrhilidad
de una pronta solución
de la euestiÚn de las relaciones ('e la Iglesia y del Estado.
Teóricamente,
y cstudiada
á la luz (le la ciencia, tanto hist(lriea como política, esa cuesti(;n no pueclc presentar ni la som.
bra (le una c1ifieult:ul.
A pesar (le todo, {¡ pesar de I:-l pasiÓn con que tratan de oscurcecrla los fanÚticos de los dos partidos,
tanto los del clero
como los de la f;t!ange filosÚ{iea, la euestiÚn est:'l sazon:l1ldo, y la
verdad, que es la completa y rec'proea ilH1cpendencia de la Iglesia y del Estado, hace su l'amide y brilla en los :ínimos.
Los lihros como "La Luz dd Pueblo"
cscritos con la tranquila fuerza de la ciencia, del derecho, del libre yeoncÏcnzudo
examen, adelantan
el momento ('n que no hahrÚ una soIa lnteligencia imparcial, hasta en las filas del clero, que no compren-
XX\'I
da la hcn~(ica evidencia de la f(>nnul:t de Cantor:
"La Iglesia Elm: en el Estado lihIT."
y tcnemos la seguridad de que el momento
en qm' ~c n'ritiCarrl esa general adhesiÚn Ú un principio e\'¡dente, estÚ 1I1:'tSccr·
cnno de Jo que se cree, y Jo hemos de probar en uno de estos dias
porque la ellesti(¡n \'ale ln pena que se le dedique, aun en me(1ío
de las tareas de la polémica diaria, una preferente atenciÔn.
Nos h:lst:m'l por ho)' saludar fi su llegada entre nosotros,
al distinguido
autor de "La Luz del Puehlo,"
dese:.índole unn
grat:1 pcrmanencia
en esta I~cpúhlica, donde ln inllucncia clerical dar:'l ciertamente
materia (le estudios á su espíritu ohsen'ador, pero doncIe no ha dc tcmcr los sinsahores quc ha cm'ontr:lllo en otms partes, y donde, si la tolerancia
no existe sicmpre cn los (l!limos pimlasos, la manifèstaci(¡n
exterior de la intolcr:l11cia es {¡ lo menos sofi'cnaùa por las conquistas
de la libertad,
"La Trihunn,"
¡lreSa así:
peri()(1ieo (le Buenos
Aires, ;":0 7,2H9, se ex-
"LA LUZ DEL PUEBLO."
Este solo epígrafe hasta para alumhnu'
la histOl'ia (le ln
vÍrl-entcis dc los puehlos, susJlcIH1ic1os it la cruz (¡ la hoguel':1 dd
despotismo
político y religioso; gemelos m(J11stnlOs C'ngendra,
dos en la sangrientn
orgía del im¡ll'rio l'OIl1:lnO, alinwnt:Hlo cn
su agonía sat(lniea con ci espect:'ll'ulo de miles de víctimas humanas,
entregadas
como pasto fi las fieras para 1'e<:n:ode su
emJlerador y su puchlo.
El desJlotismo y la degradaciÚn hUl11anaenntcltnen
p1Íq1tll'a y cn el idioma c!{tsico de la eiyilizaciÚn y de los legisla(lol'es,
ja milS all'anzÚ tan al to grado de confusi(m y depra \':lcitm.
Los pueblos hÚrharos deslumhrados
por aquelln pompa imJlcrial en su manto, la pic! del Centauro (le :'\csos, COl! su rirlls,
quc a 1 tnt\'~s de los siglos agi ta los Jluchlos en sangrien tas
cOllntlsjoncs,
(le que pudieron sanar los quc Ütvicron el \'alor
ùe romper cuanto les ligaba al funcsto \,($ti(lo. Recibieron también en el mecanismo de la ccntralizaciÓn
oficial, el molde m{lS
XXVII
pedecto del despotismo
que acumula todo el poder en el gohie¡"no, la servidumbre
y la impoteneiH
con lihrea de lihertad ell el
pueblo.
Su redención parccía casi im¡:osible, y esta es la verdad,
pues á pesar de los muchos siglos transcurridos,
s(llo ha sido
ejecutada por algunos pueblos que iniciaron la cruzada radical,
arrojando
al fue~o las trahas
de h centralizaci6n
roman:'l, como las ropas de un eo1eriento para e\'Ïtar el contngio; y de\"olviendo al puehlo su organizacióllde
cuerpo vidente y funcionante que debe hacer vivir y funcionar fi los cuerpos pÚblicos
engend rados por él.
Pero otros pucblos demasin(lJ
apegados nI vil:jo régimcn
en las hases de sus eonstitucioncs;
cOl1s~n"an(l() siempre toda
la vida y el movimiento
en el po:kr oficial, 10 que es el despotismo constitucional,
cualquiera que sea el nomhre, la persona
y la dunlci(l11 del gobernante;
1l1ielltras quc el pueblo, que es el
e1emcnto generador y productor
(k aquel y cIe su \"ida, ninguna
tiene para sí, ni se mueve, ni fuw:ionn, ni siquiera tiene forma
dl' cuerpo, ngiti'll1dose sólo en n1Hsn, cuando es empuja(lo por
el gobierno, 6 sus pretendientes.
Como sc vé, esta estagnaci6n,
(l despotismo org{¡nieo, constituido
y constitucional,
consiste en la misma organización
de
lo que se llama sociedad por sarcasmo; pues la única quc existe
ó tiene la forma de aquelnombn~,
es la socicrlnd oficinl de los
gobernantes;
pero falta la socicdnc' r!C1J1ocr:ítica delos gohernados, es rlccir, deI pueblo, que sólo \"h"c en masa; estado inorg{lnieo y embrionario,
que es la negaci{¡n de toda to1eranein, aunque lIevc cI nombre cIe soherano.
Así, pues, el despotismo
político y religioso, siempre andan
juntos, porque son dos faces deI mismo principio;
eonsistc no
cn las personas,
sino en la organizaei6n
monstruosa
de tn:. estado, sin pucblo organizado
y futwionante.
La reapiración
constnnte del mismo fenómeno dc despotismo, caudillejos ó malos gobiernos al través (le los siglos, ren-la
que cI mal cs radical y permanente;
y s{¡lo puede ser cnrado, no
eon revoluciones
ni cambio de hombres, 6 de actores como en
un teatro,
sino por una reforn1[1 radical, que eomienze por la
raíz del puehlo, devolviéndole
su .)rganismo y funciones (le sobenlno.
Hacer una revelación
popular
de la filiación y gencalogía .
)(XYIIf
de esos dos flngelos de la humanidad,
el despotismo
político y
religioso, cuyo tronco es In ignornneia:-presenta¡·
unn sCot-iede
sus cuadros histÚrieos, iluminados
por la ntZ(111<lel E\'an,~dio
y la filosofía, haeiéndo reproducir
ante los ojos del puehlo, d
gran dram:t del crror y (le la venla(l:-arr:lncar
el :mtifaï: dd
pnganismo
reaccionario,
"estido con In t(l11ica dl' Cristo, y )1:1rafi-nseando
su pnlahra,
en lucha con el cristianislJ1o, yendo:í
a hogucra en todos los tiempos hasta .Juan llus.-corn:r
d "CIo de los siglos, hacicndo surgir de "udo, la gnt n hntalIa dd
Antt:cristo y el E\':lngl.'lio, dd eesarislJ10 y la lihcrtad, ul1cida
ésta al carro dl' la ignorancia,
que es cI caos dl' la humanidad:
-estl'reotipar
su síntesis ('Il hajo rc1in'e, para ltnccrIa tangihle
y visihle como el cucrpo Ile Cristo,
{¡ la l'oneicneia de los Jltll'hlos, ahriénrloles In huelIn de su regenentCi(l\l polítiea y religiosn;-he
nquí cI desi(leratulJ1 de las aspirtleÎones del siglo,
Es:!
obra sin cmhargo, cientíliea y seneilla:í la ve7. por su índole JlOpttlar, no existía en los puc1llos redimidos :í la lihl'rtad.
Donde
cra necesario su propaganda
para extirpar aqud n.'sto (le paganismo políti('o, dohle fnz del mismo mal, no hahía ap(,sl()ks
hasl:!ntc ahncgados para afrontar
su pcrseeueiÔn, y la odÎosidari (le las preocnpaciones
dominantes,
AquclIa ohra, vino {I encontrar su \'cnladero
int[.rpretc, su
háhil artista
y ahncgado
ap(lstol,
en un modesto
escritor
ecuatorinno,
el St·. Chirihoga,
I'odemos decir, que cI alma de Amc:riea hahla y se manifiesta end pensamiento
expont(lneo de sus eS(Titon:s, que eserihcn
no como en otras partes para darse celehri(lacl, :u1'luirir fortu_
na, yeseal:u- puestos púhlicos; sino }lnra atraerse la anill1:111\'ersi(l\1 dl' las PI"l'Ol'up:teiot1l's dominantcs,
y "i\'ir ]lo]¡n's, I'diran(Io ft su pnn sus pOl'OS rel'ursos, para l'onsagrar1os ft imprimir y distri]¡uir gratis la doctrina dl' la lihertad,
quc ('S el pall
elc los puchlos.
En Sud-América, dig{11110slopara su honor, esa c10etrinn no
es industria, IIi mercadería que se "cllde. Es producto de la tè ('n
sus destinos, y del amor rI la causa de Stl J'('(lellcitJn social y política, que se pnlp:lga por la i(ka impresn con todos los s:tcrifil'ios
que demanda este apostolado
de la repli hliea, aUII 110em:l11cipada elel yie.io y crapuloso paganismo
rle! gohierno persollal.
La ohra del Sr, Chiriboga es el triple estudio histílrico, jurídico y filosófico de la gerarquía del paganismo
político y reli-
XXIX
gioso, analizado dcs(le su monstru:>so ingerto,
hasta
nuestros
días, marcando
la huella de crímenes, degradación
y servidumbre que han sido siem pre la estam pa in(lelcb1c y eon tagiosa (le
su morada.
La estructu ra dl' la cancillería de ambos pagan ismos; sus secretos, misterios,
propósitos
y mOllOpolios sobre el alma y el
cuerpo dd hombre y la sociedad,
LO dejando
sino un cadáver
gal\"<ll1izado, que sólo funciona er. honra y pron~eho de castas
privilegiadas;
toda esta armazón y maquinaria
teatral queda
en transparencia,
y cada actor representando
un papel sohre el
proscenio de la obra llel StO.Chirihc>ga.
Cada actor, cada cuadro, cada decoración, cada acto, cada
instituei(¡n, y sus motivos sociales, políticos y religiosos quedan
restituídos
Ú su verdad histórica,
desnuda dd carmín y el harniz impermeable con que fué fundid ()aquclmosaico
hetcrogéneo
salido (lei caos de los primeros
ti:.'mpos para resistir la acción
de los siglos .
•,El pueblo puede juzgar por sí mismo toda la gcrarq uía ell'
las intitueiones
políticas y t'cligio~as, cuya pesada techumbre
gravita tanto sohn~ su cerviz y su ~()neicncia.
"El inmenso y complic:Hlo ropaje de su teología y liturgia
oficial queda reelucido Ú su justo valor, de hastielon:s de gmnde
efecto, de somlwas y misterios con que encantar ó imponer Ú la
inwginaei6n
del pueblo.
"La ohra del Sr. Chirihoga, es el lente de la conciencia popular, al través del cual desapancc
toda aquella fantasmagoría, que conserva á una gran parte de la humanidad
enfangada
entre despotismos
políticos y religiosos, y tan aturdida.Y desorientada, que en sus convulsiones
no hace m{ls que reHllverse
sobre aqucllcellO secular y podrido del vi(Jo sistcma, sin m-rancarse de él, ni procurarse
otro ali\"io, quc engañarse {l sí misma
camhiando
dc posturas y de enfermeros.
"La Luz dell'ueblo"
escrita ¡)Jr el Sr. Chiribog;:I, contiene
adcmÚs una gran revelación, y una gran t"e\"olueión intelectual,
HO s<'>lopara las RepÚhlieas de Sud Améric:l, sino también
para
las monarquías
de la raza latinél, cnfermas del mismo mal del
cesarismo, raíz política hasta donde remonta el largo catÚlogo
de SllS calamidades
domésticas,
qllt forman la tela de toda su
historia.
"Aquel libro, después de desr:lontar y \"oher {l armar
las
xxx
piezas de la maquinaria
ciel despotismo político y religioso, quc
]HI hecho elel puehlo una m{lquina otieia], sin otro 111o\"Ímiento,
resorte ni iniciativa que]a impartida
por el gohierno, (¡ ]os pretendientes al p()(lcr, viene fi dar Ú los puehlos esta valiosa h.'eciÚIl:- Uue fi pesar de tod:ls ]as maravillas
de su civi]izaeitJII,
descl1hri mien tos)' p:rt"..'eeiona 111
¡en to en todas las ciencias, artes,]a navegaci(Jl1,cl C0111('ITio,el \'apor, ]a eleetricidael, y la me~
c:íniea, trazando
no s()]o sus leyes que haecn funcionar, sino Jas
de] sistema planetario
ell' ]OScuer¡lDS cclestes; hay un departamento principal en el cual han quedado los puehlos ùc raza lati11<1, l'staeiona
rios, rI rl'taguan1ia
de ]a ci \'ilizaciÔn 1I1o(lerna; uncidos {I llnC:ldiívcr
!Jue lle\'an sohre su een'iz, postrados
un:1S
veecs sin otro movimiento
quc el artifieia] de ]os gohenHlnÜ's y
pretendicntl's
que pican el carro cada uno por su lado; () dehatiéndose otras \'eccs l'n convulsiones
sangrientas,
que devonlll
sus en traiias,
como ]<1Sde Hércu]es, arrane:índose
pedazos de
carne que lanzan a] viento.
Ese (kpn rtal11en to que eonsti tuye el ()rgano enfermo de la
raza latina, esterilizando
su glonio, consiste cn ]a elahomei(>I1
del (io/¡icr1J(),
ITnladera
manZana de la discordia, y ohjeto ele
llIotincs, rcvoluciones y guerras
civiles, exaetalllctl te eOlllo sucedía en }{oma, que trasmitir) {[ sus puehlos elmislllo mal, con
la t1lisma org:lll izac¡(ln, de la l'l'tÜrali;.:aeiÚn gu herna ti va, y la
allu];¡l,itlll del puelllo, <¡lICes la ncg:leiÚn dcl derccho, de la raZ()1ly (Il- ]a pcrsonalidad
org{lnica y fUllcionantc
dcI cuerpo de
las localidades, cuya suma l'onstituye la soheranía popular,
lO
l'or el ,'ot1t.rario, l'ste Último sistclll:t, <Ille CS ('lmccanismo
1J;ltural de la lil>l'rtad, pnHluctocolcctivo
de Ins ]ihertades locales, l'S (Il-cir, de su personalidad
local, slIprimida l'n l'] régimcn
del (kspotisl1lo rOlllauo, y por eousiguicnte la lihl..,rt:u] l'o!cdinl,
suma de aquellas, es el <¡lie fUIH:iona en la raza anglo-s:ljon:l,
y
:",lo l'liaI dellc Sll est.alJilidad, <¡ue le permit.e progrcsar,
sill pasar la mitad del tienlpo cn destrllirse y lllutilar su cuerpo ell
glll'tTaS civiles (, de ensta; ('nfermedad
quI..' paraliza no sÚlo la
regi(>t1 guhcrnativ:t,
haciendo
inaeeesihle:í ella la s{Í\·ia de las
intcligcneia~
del puehlo, sino <¡ue lIent la estagnaei6n
hasta
la rl'giÚn sol'Ía I)'ciell tífie:l, cerrando
hermética mcn te la puerta dI..'la vida pÚhliea Ú los que han sido objeto de su exco\t1uni(>I1,que los l..'otHlcna (I una especie de muerte civil, ell' peor ('Ottdición que las fulminadas por la Iglesia.
Il
XXXI
"Este fcn(¡mcno histórico y palpitante,
quc se viene repitiendo de gener:ll:i(ln en generaei:>I1, al tra vés de los siglos y de
toclas las recetas yeombinneiones
de la farmacia política, surge
de cuerpo fi la luz dd Lihro dd sl~ñor Chiriboga,
mostrÚnt!onos
la verdadera cmtsa dd mal, en que toda ot'g:lI1izaci(¡n, hija dd
despotismo
impcrial de Roma, estÚ caleulada
para su prolongaci{¡n, la annnluí~l, Í> el desgobierno,
"La teología, el derecho CallÓnieo, la Iglesia, los príncipes,
los reyes, emperadores
y papas,
todos estos factores sociales,
políticos y religiosos,
batalland,)
en el caos de la Edad 1\1 eclia,
(il:i:'¡ndonos d mosaico dl' su Iegi:;laci(>ll fundida al calot' de las
hogueras y de la lant dd fanatismo,
incrustado
entre fragmentos del arte, de la ciencia, dd heroismo y la sllperstki{¡n;
todo
este explendido cuadro de la foruaciôn
del géncsis social, político y religioso, se d::5taea iluminado en el Libro qu:?, evo;:an:lo
como un espíritu superior el alnn de los siglos, sus ideas y sus
pasiones, vuelve por un instante al teatro de la vida, c1t:jÚndo1IOS estereotipado
su drama, su palabra y su pensamiento.
"Hé ahí la significación
sint,~tica clel libro: "Luz del Pueblo," ó criterio parajuzgar
las eu;:stionespolítieo-religiosn,s."
Si en cada una de sus páginas surge la eondusi(¡n (le que ci
germen de calamidades
de la raza latina,
cstft en su propia formación calculada para ci despo-:islllo ô la anarquía,
cn toda la
estructura
de sus piezas oticiale:;, quc constituycn
todo el mecanismo, "in organismo
alguno dc vida popular, ni personalidad funcionante de las localidad:?s, eonfundiùas
y anuladas
cn
una masa gcncral; tamhién
sur;~e el remedio radical por medio
de la edueaciÔn liheral en las ideas modernas
dl' la socicdad anglo-sajona
tomÚndola
por nodriza con su sangTc fresca de la
libertad en las autonomías
locales y populares, y (k:iando {t la
\'ieja ama con su leche elaharadrr en las orgías del despotismo,
y todo su menaje contagiado
y ('on tagioso.
¿TendrÚ el niño el valor de arrancarse
de los brazos y ci pecho cIe la \'icja nodriza que vive de ese oficio, cautidllHlolo
con
mimos y frases dc caramelo quc le han fabeado el criterio de la
verdad?
El punto de pat,tida del libre es n:stabkeer
ese critel"io, relajado sistemáticamente,
para lwcer imposible al pueblo el :t1imento cIc la libertad,
que se elabora y pasa Ú la sangre, con la
discusión parlamentaria
de los entras
populares y locales.
XXXII
La educ[lci(JI1 misma so]¡rc un criterio falseado, y sin comenzar por redifieado,
es mucha~ \TccS como ci alimento cn UI1estómago relajado, qUl' s(llo l'lmdlh_'c ti aumentar
la rel:tjaciÚn y
obstinaciÚn (h'lnwl, h:lcil-ndolo mf¡s difícil de n:nwycr,
mil'lItras más crÚnico es.
La Fral1t:ia, moddo
de ilustraciÚn y progt'eso en Lodo scnSIlS lillcrtadcs,
simpll'mentc porque
apesar de todos sus puhlicistas y hom]¡res de gl-nio, allí está
falseado cI critcrio sohre clmcl'anismo
de tin gohierno lihrc; y
C0l110la masa del Pl1l'hlo ha sido Y:H:iada desde siglos atrÚs en
clmoldl' del {;t!so pri lIcipio, copiado por muchas rcpÚ hlicas, n:sltlta que aquel ;Icaha por triunf:lt· tI la manera de un turrcnte,
\'o!\'ielHlo siel11prc :tI !l'l'ho secular dl' sus rcstauracillllcs,
COIIIO
las qlle 1m tellido siclllpre y se aeaha de conSUIII:tr Cll EspaÙa,
:í despn:ho de la I~cpí¡hliea, tan extnl1îa al pueblo, l'omo \:ts
costulllhres y la Iengna anglo--sajon:t,
dc dOlldc cS orillnda l'lI
su ¡(¡rma y yitalidad moderna.
(Tila Rep(¡hlic:l, sin niÜTio republicanu, es imposihle, (¡ nHís
!Iien dicho, cs lin ahSllnlo.
l'n'\'alecerfi
siemprc el \'.il:io Pl'incipio del ces:trismo al tra\l-S Ik las fon11:1s repuhlican:ls,
llahrft puehlos \'Ï\'iendo para sus hOlllhres y haciéndose
matar por sus homllrcs,
como los g-bdiadorcs
rOI1l:IIlOS para
rccreo dd César, quc t:llllhiéll era simple c(llIslIl de b l\epÚhlica
de (\OIlW.
lIahrtleastas
políticas,
unas pri\'ill'giadas,
y ullil'adas \'i.
talicial1Jcntc como los santos y \'íJ".!_!,"l'nes
en los altares de la patria, otras dL'shcrclbd:ls dl' b \'id:l ]lÚlllil'a y sin al'l'l'SO alguno
(I ella, cualquicra
que sea su mérito é intdi!~encia
con que p')dínn ser íltilcs {¡ Sit país.
La socicd:ld sin clllbarg-o, no se cscandaliza, ni I:ace nada por n'stal)lcl'l'r la igualdad de familia y
de rra tcrnidnd.
Con tin Úa c1'eyé'lJ(losc repu hlieana. y esto le
hast:l; porque l'SUl f:tlseado d criterio
n.'pllhlicano, y el amol'
sincero Ú la igunldad alite la ley, :Llltc l:I autoridad y ante Dios.
\' sino, huscadIa eon la linterna de Di (¡g-cl1l's.
La ohra de lTg,'neraciÚII cn cI homhn: y cn el Jlltehlo, l'OllliCIlZa l'or el critcrio dl' la cOl1ciencia, 'I"e cs el ojo del allna.
La ohra dcl sl'ÎlOr Chiriho,~-a cs ci eriterio filos(¡{lco dcllHlchln cn d mundo ~ocial, político y religioso.
S()lo nos rcsta decir, quc tan cOllcicnzudo y LTudito lihro
tido, no ha podido realizar
XXXIII
preparado C01l10 un lente acromÚtico para el critcrio popular,
correspondc dignamente á su título:
"LA LUZ DEL PUEBLO"
ÓSEA
"El criterio para juzgar cuestiones político-religiosas."
Para todo ecuatoriano, celo:;o de la honra nacional, es muy
vergonzoso que alIado de tan clenldos y eruditos conceptos,
emitidos POI" personéls extrañas, se coloquen las raquítÍl:as producciones de indi\'i<luos compatriotas
que se exhiben, sin pudor, en su repugnarite desnudez pobres en ideas, ricos en pasiones mezqUinas.
El amur al país natal, y el deseu consiguiente de que todos
sus hijos manilèstaran sus pe;lsamientos, sino con erudición,
siquienl con dignidad, esas afecciones hacia el suelo donde se
ha nacido, se rl'sicnten al poncr frente ti frente una expl~mlida
manifestación del gran desarrollo intelectual de otras naciones,
y un tristísimo tcstimonio del lamentable atraso de este pobre
país, que por tanto tiempo ha permanecido entregado :.í. limestas inlluendas.
Empero, 110S }lemos \'isto precisados por nuestros ad n?rsaI'ios fl hacer resaltar su barbarie y mezquindad, Ú
presencia d~ los destellos de la ci\'ilización y generosidad <le
otros pueblos.
!\uestros detmctores nos han brindado la oportunidad de
entregar á la prensa ecuatoriana unos documentos que de otra
suerte no habrían sido reprod'leidos.
El autor de "La Luz del
Pueblo" había recibido una gloriosa aureola en paíscs cultos, y
no se cuidaha de hacerla saber en el oscuro rincón do habitan
inveteradas preocupaciones, Ull fanatismo reealcitrantc, la vil
cnvidia, y el odio Ú toda idea ·-egeneradora; ni le era permitido
prcscntarse con la gala de tan honoríficos elogios, allí donde su
persona ha sido tratada de la manera más infame, y donde desearían que su libro fuera reducido á cenizas, como ya 10 han
dicho.
XXX}y
Después ne estas indicacioncs, rcsignémonos {I leer la que
sobre la materia se encuentra en "Los Andes," (*) tomando
solamente la que sc refiere al lihro en cuestiÓn.
En el número 1,4·56 se encuentra esta carta, dirigida:'t los
prelados dioccsanos.
y REVERERDISIMOS
ILUSTRISIMOS
SE:XOHES OIllSPOS
y VlCAJUOS
ilE
C.\I'nTLAHES
DE LAS DIÓCESIS
LA In~p{·LlI.ICA.
"Síryunse ustedes ùecirnos, ilustrísil110s y rcn'rendísimos:
Si "La Luz del Puehlo," es algún catecismo de la santa doctrina cristiana;
Si es algún libro altamcnte religioso y útil para difundit'la
fé y las crccncias católicas;
Si ha sido aprohado por el jefe rle la Iglesia; y por fin,
Si será permitido y bueno contribuir, con nucstro dinero, Ü
la reimprcsión de la ohra á quc nos estÚ inyitando su autor, en
grandcs caracteres, desde las colul11nasùe HI Comcrcio, periÚ(lieo scmi-oficial."
Unos
blo."
Cll
t/jlic()s del pueblo
/IUC
(JO COIlOCCIl
"l.{l
Ll/Z
del
Pl/C-
En el número 1,457 del rcferido periódico se registra este
artículo.
{¡:¡mOSO
"LA LUZ DEL PUEBLO,"
"enos C¡¡uílic()s del pucblo, invitan en "Los Andl's" del ::!9
del corriente (¡ los señores ohispos y ,·icarios capitularcs de las
diÚcesis de la república, á que les digan "si La Luz del Pucblo es
algún catecismo de la Doctrina cristiana;
(,,) "Tr~tp() i~tluht~. bueno para cllmisn de dormir rle! padre I'Rsqurn"-llamtl
~lontah'o
;í {'stt' p::'ri6dico, fundado l.'n (~ua.Yétqlli1 pOI' do~ cOlls('f\'adorcs
innH.lnal
]Ol1llJial1o~.
N.
DHf.
E.
ci
('u·
xxx\'
"Si es algún libro altamente~e1igioso
y útil para difundir
la fé y las creencias catÚlicas;
"Si ha sido aprobado
por el jcfe de la Iglesia; y por fin,
"Si será permitido y hueno, contribuir
con nuestro di¡wro,
ft la reimpresión de la obra, it la q;.le.nos está invitando Stl autor, en grandes caracteres,
desde hs columnas de BI Comercio,
periódico semi-oficial."
Aunque nosotros no estamos illVestidos de la alta dignidad
episcopal, ni somos vicarios capitulares;
sin embargo, podemos
contestar,
por 10 pronto, it los C[lj~6lieos del pueblo, que ln. citada obra 1..[1 Luz del Puehlo, es nn conjunto y mescolanza de
herejías é impiedades dl' que su autor se ha1la henehiùo,
.
ma
una
una
que
Habiéndosc él separado
de Di~s, se ha apoderado
de Stl alci espíritu dcl. error, y SlI constante
fatig-a y los delirios de
imaginaeiÚn extraviada,
la arrastran
y empujan ft haccrle
guerra cruel al Sumo Pontífi,:e, Ú los obispos y sacerdotes
son para él, objeto de su odil' y furor
.
Este es el autor de Ln Luz del Pueblo y por el hilo se puede
sacar ci ovi1lo. Este es el que se ,)Cupa constantemente
cn insultar al sacerdocio y Ú la rclig-iÔn católica
hnjo clnolllhrc
de
llltramontanismo
y hace mÚs de 1111 ailo que este hucn hombre
nos está moliendo con sus impiedndes é insultos, que allin nos
ohliga, con muy justa
razón, á di¡'igirlc las pala hras de Cicerón: i lInstn cuâl1do nbusnrâs de lIucstrn pnciel1cin, CntiliJJn!:
hasta eu(mdo no cesará la negra tarea que te has impuesto de
insultar nuestras creencias y romp~r los lazos que unen al pueblo ecuatoriano
con su Dios y con :m religión santísima~
.
Ln l.•uz del Pueblo no es, como se pregunta,
ning(1l1 catecismo de la religión cristiana;
es por el contrario
una obra ql1e,
como hemos dicho (mtes, contiene multitud de errores é illlpicdad es.
En e1la se quiere establecer la :1ecesidad de separar la Iglesia del Estado.
Sancionar el matrimonio
civil,
XXXVI
Exhibir {llos obispos y sacerdotes como élpústnt;¡s y {¡¡ris('os modernos.
Proclamar la libertad de conciencia, es decir que cada uno
erea lo que le dé la gana, () en huenas palabras, estahlecer el
ateismo.
Atrihuir al clero falsamente que los cdesiÚsticos quisieran
que el Estaño prescindiera completamente dc]a enselinn:w, y
asegurar que en ese caso la educación de lnjU\'entull se pondría
necesariamente bajo cl despótico llominio del ultramontanismo, porque, dice, los sacerdotes sun incompetentes para la ensciillllztl pro{;uw y que ésta es incom¡Jtltible con el ministerio
eelesÙístico.
Atacar bruscamentc la autoridad política de los papas, y
lo que es m{lS escandaloso, ncgar el dogma de la infalibilidad
del Sumo Pontífice, propagando una herejía condenada por
la Iglesia. Atribuir {¡ los Sumos Pontífices errores y contradicciones, y enseñar, cual otro Lutero, que para declarar las
yerdades cristianas no se necesita que el Papa sea infalihle.
Esta es en sustancia una rcscña de los principales errores
que se conticnen en La Luz del Pucblo, aparte de la pedantería
y profusión de terminajos, como por ejemplo, el reinnrlo rie In
lCOCrtleÙI,el impulso de la cÍl'iliz¡¡ciól1, In rclmlJiliUu:ión del sistemtl tcoer;ítico, In soheranía de la i¡::'/csin ultrnmontana,
los
IJrincipius y Ins doctrirws
luminostls
que se rles¡¡rro/lnn en la
conciencia del género l1llmtl1lO, hiS tendencÏns de lu sociednd
moderna, la ley de perfècti/)ilidad hUml/ml, &c., &c., &c.
Nos reservamos para otro artículo habl¡u de la Sl'ccÏón
s(':da de la peregrina ohra Ln Luz del Puch/o, que m{¡shien podría llamarse: "Lns tiniehlas del error esparcidas en nuestra
repÚhliea por la apostasía y la impostur:l."
Lo peor de todo es que el autor de esta ohra infernal, aparece en la exterior muy lleno de satisfacciÔn y cieesperanzas cn'_
yendo que la puhlieaciÔn de J.fI Luz del f)uchlo le va il hacer
ganar los elogios de todos los hombres sensatos; que ceñid su
frente una aureola que 10 coloque (l la altura de los mfts grandes ingenios; y, por aî¡adillura, la entrada de algunos euatrines
que repletcn sus hambrientos holsillos.
¡Qué engañado est{l este pobre hombre! Aun prescindiendo
del gusano roedor que en todas partes le persigue, dehía conocer que el escribir ohras de impiedad no es el camino que siguen
xxxvii
los homb¡"es de bien para obtener los aplausos que le puedan
Causar alguna satisfacción:
que.os escritos heréticos arrastran
siempre una cola de exeomunion'~s y anatemas
que, creall Ó no
Crean en ellas, les persiguen en todo momento,
sea en el calc,
sea en la imprenta,
sea en los portales,
sea en el baile Ô ell las
din'rsiones,
y finalmente en el horror de la visión nodurna,
pues cuando todos los homhres ~ustos duermen tranquilamente, los excomulgados
y apbstatas
no pueden conciliar el sueño."
Un CatÔJieo.
y en el mismo número atribuyendonos
un artículo ajeno, rl
tontas y rl ciegas, nos hacen unl larguísima
descarga de insultos, de laqueno tenemoslapaci(nciadecopiar,
sino losiguientc:
"~e conoce it primera vista que el Sr. padre Ô pedagogo de
Ud. pensaría como .Ud. en aCJucl;o rIe que S~ debe leer de todo, y
dejÔ Ú Ud. que leyese ùe caho Ú m,hÇ) las obras de los santos padres Voltaire, y Rousseau, y Git,hon,"y Llorente,}'
rIe l'rac1t, y
Robertson, y l~enan, y Vigil, Y Castelar,
y de todos los santísimos y reverendísimos
padres de {~sa calaña, hahidos
y )lor haber, comprendida
se entiende la portentosa
elUCllhnLción del g¿, nio ecuatoriano
que bien pudiera llamarse
"El Enl11gclio de la
apostasía"
hautizada
por su at: tor con el nomhre muy modesto de Lü Luz del Pueblo (¡oscura luz!)"
'
En cI níllnero 1,4·5H del citado periúdico se encuentra una
disparatada
disertaciÔn
sobre el celihato; y concluye con el siguiente apóstrofe, digno de su 'luto!".
"En conclusi(,n,
"La Luz dd Pueblo" es no ~olamente intltil sino altamente
perjudicial á las creencias católicas, y contenicndo, como contiene, calumnias y her~jías, léjos de que pueda
scr aprobada
por ninguna autu¡"idacl eclesiástica, merece prenderlc fuego en media plaza y reducirla (¡ cenizas; mas para que
no se pierda tanto
papel, se puede también emplear en otros
usos
.Intc11igcnti pallen?
En cuanto á si serÚ permitido y bueno contribuir con nuestro dinero á la reimpresión de la obra, somos de parecer que scría mejor emplear la cuota se:ialada por BI Comercio en grandes caracteres para una suscric iôn en soc,orrer Ú alguna familia
XXXVIIl
ùesgraciada; pero Y(lque esto no se puede, valdría más el dillero para
que se larguc el autor con la música á otra parÜ· .••
Un Católico.
Compare todo el que tiene sentido común, 10 que dice la prcnsa Ùl' países civiliz:l<los, y lo que se dice en el Ecuador por el Órgano de "Los An(les," y se convencer:.'Lque la impugnaci{m hecha
por los enemigos de "La Luz dell'uehlo", noes másqne una armazÓn de improperios Ydisparates, que dan la medida del atraso inteledual Y depravaciÓn de los impugnadores.
Insultar no es discutir! Los insultos no son razones qtle
destruyan los principios proclamados en aquel libro. Sus necios detradorcs son de tOllo punto incompetentes para discutir
('50S principios,
y no haeen más que ostentar tina fUllesta tecundidad para la invecti,'a y la calumnia, dando :u;í un testimonio en favor de la ohra que detestan.
Cinco aiios haec que se publicó "La Luz dell'uebIo", y ario
dos meseS que el autor RC cncuentnl en su país, á donde volviÚ,
ch:iando una hrillante posieiÓn en la ilustrada h~epúhlica Argent.ina, impdido solamente por el deseo de colaborar en la regeIlcltlciÓn de su patria.
En todo este tiempo nadie había n.'spirndo, por temor de que se efectuara la transformaci{m radil';l\.
:\·1:lS, tan pronto como han visto que la Con\'enciÔn ha
dt'clarado el triunfo del ultral1lontanisl11o, ¡cobardes! entonccs
se dcs[ltan como furias contra ese libro y su autor, y maniliestan d deseo ck que esÜ' salga del país, como si él mismo no tuviese la firnll' resoluciÓn de hacerlo, consultando sus venladcros intcreses.
¡Qué contraste!
En Buenos Aires, en ese puehlotan ilustrado como hospitalario se dijo: "LASTI:\;fA GRAXDE FeERA
UCE DOTES TAX RECO:\IE~DABLES XO SE UTI LIZARA~
EX XCESTRO PAIS, OFREClE:'\DO UK PCESTO DISTI~(~lJmO EX EL CUERPO DOCEXTE DE LOS COLEGIOS
XAClO:-\¡\LES, AL HIJO DE LAS FALDAS ARDIE:-\TES DEL
CIl ¡;\tBOh~AZO.- y en cI Ecuador, país del autor de "La Luz
deI Pueblo," se dice: Quc se largue COll la música ;Í otra partc.
¿Quiénes son los enemigos de "La Luzdel Pucblo" Y del que
XXXIX
la ha escrito?
Los modernos
e1;cribas y fariseos-los
impostores que csplotan la sencillez é igrorancia
de las gentes-los
que
poniendo al servicio de rastreras
venganzas á sus confesadas,
.Yabus¿:¡H-}O de su candor y senc.Hez, las obligan á firmar representaciones
contra el autor de ese libro-los
que calificaron de
atco, hereje, impío, enemigo de la religión, al muy católico Caudillo de Setiembre,
hoy Presidente
de la República-los
que,
enarbolando
el estandarte
de la:, imágenes sagradas,
fomcntaron la rehelión, hicieron correr torrentes de sangrc y empedraron de cadáveres la ciudad de Ql~tO.
¿ y qué es lo que se proponen?
Impedir, como en todo tiempo han impedido, que se difunda
la luz en el pueblo, y man tenerlo siempre en I:1s tiniehlas de la ignorancia.
Ya ereen que "La Luz del Pueblo vicnc (¡ disipar, como
por encanto, esas ti·nieblas, y qu-~ In verdan aparece radiantc para poner cn fuga los errores £IUt' son el patrimonio
de que viven
los blasfemos que los propagan
en nombre de Dios y de la rcligión.
Va Cl"ecn que, popularizándose
esc libro, se popularizan
también las m{¡ximas evangélicas, y quc por consiguiente
viene
por tierra cl predominio que 1m sacrílcgos esplotadores
de la religión han ('je¡'cido sobre el pueblo.
Ya creen que aquella obra
. viene {¡ operar una rcvolución moral que los arranque de la opulencia y altanería,
para rcducir:os {¡ la pohrcza y {¡ la humildad
que ¡perjuros! prometieron
en las graùas del altar.
Ya piensan
que si :os pueblos ven la "Luz" desaparece la extraña in/1uencia
de los titulaùos
ministros de la religión en la política, que la tienen asimilada á sus miras proditorias,
Ya creen verse encerrados en el santuario
de la oración, lejos del mun\to y SllS vanidades-idea
que los entristece, los confunde y desespera.
En una
palabra,
creen que si "La Lu:~ del Pueblo"
se genera íiza en
el país, ya no trasquila rían nÜs á la mansas y humildes ovejas.
De allí ci ahinco por desacr·~ditar
un libro fundado cn \'erdades incontrastables,
y quI.' ha merecido aplausos poco COIllUnes en las naciones cuitas.
Y lo hacen mañosamcnte
cn nOI11hre de la religión, siendo así qlle el libro que condenan, defiende
y proclama esa misma rcligiór que ellos pisotean.
Destituídos
de dignidad y de instrucción,
110 hay en ellos más que una lengua viperina que derrama \'eneno, y que por lo misl110 deben esperar el juicio que merecen.
l;:epitámosles, en su virtud, 10 que
XL
JcsCts ks dijo l'or San
:\Iateo: "Serpicntes,
raza (1. de ,,¡horas
¿dm1tJ hlliréis del juicio (le la (~l'henl1a?
Clll1l'luyalllos.
La lt1l'ha de los amigos de "La Lm: del Plll'hlo" l'ont.ra Sll~ l'lll'migos, es la lucha de la lllz contra las t.inieLias, dl' I,l n:nlad l'out.ra ci error, de la lihert.all contra la cSel:l"it.ud, dd E":lllglio \;Olltra los 1110lh:rll0l'l faris\;'os, enemigos de
.Jesucristo.
CARTA DEDICATORIA.
Señor Don José TOJnás de Urmeneta.
Ilustre amigo y ~~ñor:
Dos poderosos sentimientos me obligan â dedicaras csta
obm. El de la gratitud y el rJeuna respetuosa adhesión.
Lanzado de mi país nata r, el Ecuador, por las inspiracioncs
de la política reaccionaria 'lue lo dominn, IJl/squé !lill/silo l'Il
las playas de Chile; pero aquí mismo me esperaba otro sacrificio, preparado por los cointeresados en el triunli) de eS;1illlhusta política. Mas, en virtud de una disposición providencial, us
encontré, señor, como á mi á agel tutelar. Vuestro corazr)n hcnévolo se decidió en favor de un desvalido, tmtmlo cumO!l1l
pâria entre los hombres. i Hé aquí el motÙ'o de mi profi/l1dn
gratitud!
Por otra parte, ell vuestro esclarecido nombre se persollificr)
la CélUsade los grandes principios cuando el partido que /leFa
la enseñé!de hl rcforma os eJ¡'gió S!l candidato ti la prcsidcllcia
de la república, en la última lucha eleccionarié!. ¡Ifé t/(Iuí el
fundé/mento de mi respetuoslI adhesión!
Siendo así que, sin vuestl·a amistad generOSé.l,yo 110 Iwbría
pcrmanecido en este país, ni /a presente obra se publicaría Cll
él, y sicndo l'OS el más éllto rl~presentante en Chilc de los prilll.:ipios que yo profeso, justo es, señor, dedicé/tos este libro, que os
pertenece por tantos títulos; este libro que, tomando por lemé!
la libertad y el Evangelio, se propone revindicar los derechos
del hombre, derechos que SO;'l vuestra convicción y que llélbcis
altamente proclamado.
En su virtud, dignaos, señor, aceptar este público testimonio del inmenso reconocimieato y cordial adhesión dè V!lestro
muy decidido'y sincero amigo
JOAQUIN
CHlRJBOGA.
PREF J.\CIO.
Una gran conmoción entre la iglesia y ci estado es ci eS[J<:c·
táculo qLe ofrece el mundo {l Im~ (~os del observador.
En A:emania, en Italia, en España, en Suiza, en Francia,
las cuestiones político-rdig-iosas sc han puesto á la orùen del
oía, en una forma m{lSél menos desernbozad;l, más ó menos
predsa.
Las pn~tensio1H:sde ùominIH:i:m ultramontana
se han manifestado yade una manera decisiva, y esp(w esto quc los asuntos eclesiÚsticos ocupan hoy unlrgar pI'dcI'cnte cn la prensa y
en la tribuna.
Bsa gran agitación dc ideas, esas luchas parlamentarias,
tienden á la soluciím del siguiente prohlema:-¿Dehc prevalecer
en los pueblos católicos la sobcranía de la iglesia ultramonta¡W, Í> la soheranía del estado?
Los principios y las doctrinas
luminosas que se desarrollan en ¡'-I conciencia del género humano tratan de resolver csc probler:1a, dejando á los soberanos
(Ici mundo lo que es del tiempo, y fi los ministros del santuario
lo que pertenece rI la ctemidad.
En tan solemnes cit'cllllstaJlcias aparece la pn:scnte Obl':l,
cuyo ohjeto cs dilucidar y n:sol\"<Ten detal csas cuestioncs político-relig-iosas que agit:lll Id tllundo, .r resoh'crlas couronnc al
espíritu del cvangelio y it las tendcncias de la sociedad moderna, es decir, CilanllonÍa L'01l la nligióll de Jesucristo y la ley de
perfectahilidad httm:lI1:l.
LA LUZ DEL PUEBLO.
SECCION
PFtIMERA.
CAPITU LO 1.
El despotismo político y el despotismo religioso.
Dos elementos de opresión haTthecho la desgracia de la humanidad: el que encadena los derechos' políticos del hombre, y
el que subyuga la conciencia. Señalemos rápidamente el origen y funesto desarrollo de esos elementos.
En el fondo de la naturaleza l.umana existen sentimientos
de sociabilidad y de adoración, que producen la atracción reCÍproca entre los individuos, y la predisposición para creer en un
supremo poder desconocido.
Cediendo {t esa ley de atracciiin moral se reunieron los hombres en sociedad. Necesitaron, por consiguiente, adoptar una
forma de gobierno y un culto, instituyendo el poder civil y el
religioso. De aquí nació el man¿o y la obediencia, condiciones
que, aunque esencialmente neces3.rias á toda sociedad, son al
mismo tiempo un poderoso incentivo para la ambición y la tiranía.
En efecto, se ambicionó el mando de la sociedad, y los ambiciosos la tiranizaron haciendo que su voluntad fuesela ley soberana que obedeciesen los homhres; y de allí el despotismo político.
Así también, los que asumieron el mando espiritual, UamÚnc10seintérpretes de la voluntad divina, hicieron de su voluntarlla suprema ley de las conciencins; que es en lo que consiste el despotismo religioso.
L:)s d::spotas d~ lo:; p~I~:)l()s, alll\.:;:ll1:lo de !:Is tcndl'l1l'ias dc
sociahilidad, impusieron:í
los homhres la esc!a\'itud política.
Lm, déspotas cie las almas, ahusando de la I)I'cdisposiciÍln Jlnra
creer y adorar,
impusieron fI las concicncias la escla"itud religiosa.
Los unos sentan>n C0\110principios de asociaci{m m:íximns
contrarias
i'¡ los den'chos de los asocindos.
Los otros estahk',
cieron como fundamentos de rcligi{ll1 y de moral In supersticiÓn y ci fnnatis\l1o.
{;nos y otros ocultanlll
la vcrdad par:¡
fO\11enÜu'intereses de partido Íl de seda, y la impostura
"ino rl
ser el carácter
distintivo de los tiranos,
cunlquiera
que sen el
nomhre ó la máscara que lwynn tomndo.
Libertan políticn, lihertad religiosa, son pl'incipios que proclama la razÍln, como condiciones de progreso.
Despot.ismo
político, despotismo religioso, son la antítesis de la nlz(¡n y cie
la lihel'tad, con que los tiwllm: de todos los siglos han producido ci atraso cie los puchlos y la ahyecciÍln de las almas.
Si echamos una mirana sohre las anti,£,'1.Hlssociedades, ¿qutes lo que nos pn.'selltnn las p:1g-inas de la humana
histo,-ia?
Egipcios, l'allieos, sirios, l'enidos, grieg.)!; y ronwt1o~ degradados con el despotislllo d~ los r~ye~ y el de los mistagogos
ljUC
cmhaucahal1 COll supucstos misterios.
Y si l'ollt('l11plamos las
sociedades moderlln~, ¿<¡né es lo <¡nc nos {lescuhre la dolorosn
l'xJlcri(,lll'ia ne todos los días? llomh"es
agobiados
hajo cI pl'so de nil nuevo (ksJlotisnlo, disfnlza<lo COll hellísimos nOlllbn's.
CAPIT"CLO II.
Lucha entre el despotismo pc Iítico y el religioso.
1.
H allÚndose reunidos en la persona humana los sentimientos de sociabilidad
y de rdigiÚn, cI espíritu de dominación
olllníllloda quiso tamhién n~unir cn una sola persona el poder
temporal y ci espiritual, y constituir una individualidad
político-religiosa.
Se ambicionó el poc1er'iosoluto sobre la sociedad
y la religi{)}1 juntamente.
Los soheranos quisieron el sacerdocio, y los sacerdotes aspiraron {l la !;oberanía.
Por eso es que
la historia nos presenta rcyes-pontífi::es y papas reyes.
El ~aeenlocio y el imperio no quisieron marchar dentro de
sus n:speeti vas órbitas. Las pretensiones exc1usi vas y los intereses cncontrndos de ambos poderes h,.n alimentado una eterna
lucha,en la que cada uno ha tenido alternativas
de prosperidad
ti (kcadencia.
I Ian sido y serán siempn~ como dos antagonistas
que se rcehazan, Ô como dos atIetm que contrabalancean
sus
fuel·zas.
El poder eclesifLstico ha procltmdo subyugar á los soberanos; y estos, á su vez, han puesto ;í la iglesia bajo su tutela.
Los papas han derrocado cmperadores: los reyes han desterrado papas; la discordia, en I1n, se ha (alocado en las altas regiones del trono y del altar.
Los césares centralizaron en su [ersona la plenitud de toda
autoridad
política y religiosa; los pontífices quisieron que la
unidad catÔlica abraZara
las naciones para dominarIas.
Los
reyes con su pretendido derecho divino, como base de su poder,
intenÜtnm sel- los ílllicos jefes del mU:J.dopolítico y del religioso:
los papns, por cI hecho de llmnarse vicarios del rey de los reyes,
aspiraron {¡ subyugar las concieneiaB y los pueblos.
En la eclarl media los emperadol'~s heredaron de los césares
la tendencia Ú la dominaei{l11 uni\"en al; y los papas de aquellos
!->iglos se vieron tamhién dominado~; de la misma pasión.
De
aquí SUI"gi(l nccesariamente
una cncarnizada
lucha entre los
emperadores
y los papas que aspiraban fi las dos soberanías,
aspiraciones que se han trasmitido
de siglo en siglo, llevando
consigo el gél'mcn de la di\-isión entre los dos poderes.
II.
En el siglo XI la lucha se encarnizó con motivo de la cuesti(¡n de investiduras entre Enrique IV y Gregorio VII. La dominaci(¡n universal era el oculto pero real oh}é"iode esta lucha.
Para rechazar la pretensión de los emperadores, decía Gre- •
gorio:-"Los reyes y los príncipes tra~n su origen del demonio.
Inspirados por el espíritu maligno se proponen dominar ti sus
semejantes. Son arrastrados por una ambición vergonzosa y
una intolerable presunción. Los medios por los cuales se proponen realizar su detestable objeto, son la rapiña, el homicidio
la perfidia y todos los crímenes imaginables. Estos son los
grandes de la tierra que tratan de avasanar á los siervos del
Señor. Hombres altaneros, hijos del orgullo, tienen la temeridad de humillar á los hijos de Dios, llamándose príncipes dd
mundo. Gna dignidad inventada por los hombres que desprecian á Dios, ¿no debía estar subordinada á la dignidad que la
Proviclencia ha instituido para su honor, y que ha colocado en
el mundo por su misericordia?"
Según esto, si los príncipes traen su origen clel demonio y
los papas del Hijo de Dios, desaparece la legitimiclad del estado
y queda justificada la soberanía de la iglesia, de tal manera que
el "icario (le Jesucristo es la fuente de todo poder, y sólo por
una concesión pontificia ejercen los soberanos la autoridad
km pora!.
Esta doctrina teocrtiticafué rechazada por los emperadores,
y se cns:mg-rclltÎ>la lucha político-eclesiástica. Ni el conconlato
de \Vorms puso límite {l la discordia, porque los sucesores de
(~rcgorio no renunciaron á las miras de su predecesor, pues al
contrario sostenían con más ahinco que Jesucristo había fundado una (10minaci6nrégia y sacerdotal, y que á San Peùro
se le di6 el imperio de los cielos yel de la tierra.
En el siglo X III la lucha de la iKlesiacon el estado fué sosÜ'nida por Fcderico If, emperador de Alemania, é Inocencio IV.
Conociendo el primero las tendencias de la iglesia, decía ti los
rcyes que el papa quería dominar todos los reinos, y que sin
embargo, permanecían tranquilos sobre una falsa seguridad,
!'iiendo así que las pretensiones de Roma eran una verdadera
amenaza. Re quejaba de que 10 dejasen solo, cuando todos debían defender la causa común, contra el que pretendía llamarse
príncipe universal del mundo, establecido por Dios.
LA ¡XZ !lEL Pl EULO.
Pero ~i F,.'clerico atacaha
la <lmhici{¡n elc ,In Santa Sede,
Inocencio comhatía
la dd emperador,
atribuyéndole
el gigant.e~co (lesignio de reconstituir
la 'Inidac1 romana,
uniendo el
imp:>rio (lel orien te al del occiden te. H.azÓn tenía el papa de
luchar contra este plan, porque una vez vuelto el imperio á su
Pl"imitivo ::xp!cnc1or y poderío. que:bhan
frustradas
las pretensiones de la iglesin.
En esta lucha ele J nocencio COli :':-ederieo no hay más que el
cneono de clos ambiciones <¡u:: ri,'a' izan. El emp::rador con tenclencias fi establecer la monarquía
universal, y el papa con pretension~s dl' extcnd::=r soht"e el l11undo la teocracia pontificia.
Fué una de las grandes luclws en que los clos antagonist:!s
amhicio:"os se han disputado
palmo :'t palmo el elominio de las
naeion~s. rvIas, con trabalancl'aclo
el uno })()r el otn), fi ninguno
de los (los coronÓ el éxito.
A fines del siglo XIII y principios
del XIV, cl curso de los
acont::eimientos
laélz() ft la arena {I otros dos combatientes.
Felipe IV. rey (le franeia.
(lot;ul·) cle tin espíritu imperioso y
Bonifacio VlI l, el m{ls altanl'rcl de los pap as.
Para suhvenir Ú los gastos de las guerras nacionales,
Felipe
Icvant{¡ un impuesto ext)"aonlinario
sobre toda clasc de l}('rsonas, sin exceptuar {I los clérigos.
Entonces
Bonifacio (lcelarÔ
que los príncipes no tenían derccLo alguno sohre los eclesiÚsticos, ni sobre los bicnes de éstos, y fulminó contra el rey tremenclos anatemas.
l'ero Felipe no hizo caso de cse rayo cle la l'Menl pontificia, y lley(¡ (l caho la contl"illllci(¡n ciel ckro, limdftnclase 1.'11 qne los ec\esi:í.stieos SOIl miemhros <le la naciÓn, como
los IÚ¡cos, y que sería un ahsun1<, eximir/os <le contl"ilmi¡' para
la conservaeiÚn del reino, mientr~ls que en su seno encontraban
honores y fortuna.
l-:'echaz<>enél'gic<lmente la oposición de Bonifacio, manifest£\l1do!c que la pro:tendida inmunidad estaba en
pugna con lo manc!a(lo por J esu{'risto, quicn pag() el tribu to, y
onlcnÚ (jar al César lo que es(ld Césal",y que su ,'icario no debe
oponerse al cumplimiento
de cstt precepto.
Felipe hizo aun más.
No ateptÍlla
1cgitimi(lad (le la soberanía pontificia, ohsernll1do qllc la sociedad ci"il estaha cn posesi(m del pocler soberano,
('ua'Hlo Jesucristo
conliriÔ Ú StlS
apÍlsto1cs tln po(ler JlUnlnl('l~tc cspit·jtuaI, y que 108 sucesores lo
hahían cxtl'l1ltillo Íl l'osas tcmpontlcs,comcticndo
un detestable
abuso.
10
J.A I.IlZ lIEL Pl!EIIl.ll.
rnn (le las 111:ÎSnotahlesépoeas
en la hll'hn de la Igksin y el
Estado, cs la de.lulio II. Este papa hixo la guerra il \'ene(~ia,y
Sl' puso en pugna
con Luis XII, rcy dl' Francia, <¡uien cnvi6 un
l:iército contra Julio, y almisl110 ticmpo rcuni6 cn Pisa uu concilio para juzgar al belicoso }lontífil'C. El l:jército fr:lIlcés derrot() al santo padre en Bolonia
y cn ¡{(n'cna; y por otra partc el
concilio se apresurÓ ít suspendcrlo
dl' Jus fuuciollcs pontiflcias.
l'ara vengarse <le esta dohle humill:lci(lI), l'! p:lJla Julio n:unit) otro concilio, por Incdio ciel cual :l1lul() todo Jo resuelto cn
el de Pisa.
Puso al I'ciuo cie Fnlucia cn clltredicho, y l'XillliÓ fi
los franccst's del.iu ramen to de fidelidad :í su rey.
i Relèvar Ú los pueblos dcljunlmento
de fidclidad al sohen¡no !..... ~ada respetan los papas cuando sc dl:jan nrnlstrar
de
Sil ambici(m y <le su venganza.
Lo que ha sucedido en los pasaclos ticmpos se repite l'n la
historia cOlltelnporíll1ea, con la clifcrelll:ia de quc ~Ihora el COin·
hate se hact~ por medio (k canknales,
ohispos y jesuitas quienes
diseminan la semilla dl' la n:hl'ii{lIIl'n Ins nacionl's cuyos gobiernos rechnzan los anll1ccs de la iglesia ultramontana.
En ('omprohaeiÔn l'opiamos 10 que Antolll'J1i dice ti los obispos de España, en una circubr
publicada
cn el Ticmpo de Venecia.
He aquí las }Jalabras scdiciosas (le ('se cardenal:
"En las revoluciones polític:ls (le España, la misiÔn del clero
l'stá designada por el derecho y lajusticia
Es, pucs, nel'('sario
un último esfuerzo para alc:lI1zar e!(-xito
Que lo!\ obispos den
al clero las Ôrdencs consiguil'ntes
para haeerlo trahajar
t'n fa vor
ne la huena ('ausa.
Pocos días rIe lucha hastar{ll1 :í damos
la
"ictoria.
Que el d('ro se suhle\'(" y con él todo el P:ll·t¡rlO l'nU,.
lieo"
.
Dc conformidad
l'on l'stn prodn ma 1:lI1x;lIb por el {1I-gano
mismo del jclè de la iglesia ullranlOntnnn,
se predic:1Il doctrinns
subvcrsivas,
como cstrl sucediendo
cn Alemania yen todo el
orhe catÔl¡co.
La v¡<la, pues, de la Iglesia'y
del Estado no es mi'ts que un
flujo y reflujo de pretensiol1l's ('J1l'olltr;lIlas que 11lantiClIl'n enln'
ellos eterna lucha.
El estado
invadiendo
el santuario,
y la iglesia avanzando
<]udorman la trama
sabree! trono, son doslu.'Chos permanentes
de la historia poIítico-re1igiosa.
CAPITCLO
11 r.
Aliam:a entre la Iglesia y f~1Estado.
I.
Estos clos poderes que se hallan en:Jerpétua
lucha mantienen, sin el11h:¡r,~o, un:1 constnn te :di:ltJza, Chocan y se rechaZ:llI
<:u:lI1d" el uno se opone Ú las pn~tensiones del otro.
Se
attilCn y s;: ligan para haccrsc fuerh's ~. dominar cI mundo.
Desde que la ig-lesia abandonÍ> los prineipios del Evangelio,
.Y[l, HO podía suhsistir
por la soIn sant.clacl de su misión, sino
sostenida por la fuen:a de los gohiernos.
Y desde que ~stos, {¡
su n~z, Hl'erigienlll en Úrbitros ahsolutos
de la suerte de los
pueblos, nccesitat'on, pant sostener su dominaeiÚn, del imperio
qne la iglesia cjen:c sohre las conciencias.
De aquí es que los clos podercs se tieicron
mútuas concesiones, en virtud de las cuales ha quedad)
kgalmente
autorizada
1:\ intcn-enciÚn del estado cn lo espiritual, y la de la iglesia en
lo l'i,'il. Dc cstl' modo se han Údsead,) los principiosfundamentalcs de :l1n bas institlH:iont.'s. y sc ha hecho de la sociedad un
ll1Únstruo de dos ca bczas.
Así lo cOTllpruehan los eoncorc1atos. esos pactos celebrados
entn~ ci suprl'TlIO poner seculnryeledcsiástico;
eoncordatosqu(',
como lo indica su nombrl',
tienen por objeto establecer la cóncordia Î) poner en armonía las con\'c'1icncias del gobierno civil
y las del cll'ro, t'on mcngua (k los p"incipios evangélicos
y en
detrimento de los derechos del hombre.
El'hemos t111n riÍpida ojearla sobre l:ls principales bases de
la alianza.
II.
1" ~e cOlH:elliÔft la igksia la t~lclllta<I(1cinter\'(~nir en la enReiíanza Illic:1. Para subyugar
al puehlo conviene it los dos
nliados hacer que la educaeiÔn de la jll \'entlld esté bajo el dominio del poder eclesiástico, il fin de que, con su influjo sobre las
almas, propag-ue dodrinas
absolutistas
y amolde la sociedad
segÚn las miras de sus dominadorCL
. Como la l'ducaeión constituye t: na segunda naturaleza,
los
pueblos Ú quienes se enseña á ohcdecer ciegamente se acostumbran al despotismo.
Por eso es qu~ los gobiernos
que prett.'Jlden consolidar un sistema retrógrado,
entregan tí lOS ecJesjástj~
12
LA ¡Xl. DEL l'CEIlLO,
l'OS las ~seud:ls y l'okgios,
ptl'firiel1<lo á lo~ jl'suitas,
<¡ne SOil
m{ls ri prop(¡síto p:lra realizar los pl:lI1~s d~ las poksta<k's
aliadas,
Dl' l'stn suertc d n]¡solutisll1o nnda tiene que t/:tller dI.' las
tendcnl'ias instintivas
de In juveutud
hacia la libcrtad y la justida, pues los j(¡n'nes
quI.' se eduean con doctrinas
c1cril'all-s,
son generalmente
partidarios
de cllas, y difunden l'n la sOl'i~dnd
las idcas:<¡ue han rccibido,
Surg~n las nuevns gt.'neraeiol1cs hajo las mismas influel1cias, y así se forman los }¡,íhitos naciOll:lks de o]¡~die11l'in Iwsiva, que perp~tÚ:lI1 la (kSp(ltiI'H elomilla('i(ln (l~ 1m; poderes y el atrnso intelectual Ill- 1'lS llt1ehlos,
2" Como bas/: de 1:\ alinnza SI.'('oncceliÚ (¡ la iglesia ~l den',
l'ho d~ erigirse en potestad Ü'mjloral, lwcil'lHIo de los l'o!1l'ilios,
ell' las curias y dI.' los Ollispos otros tantos pot!lTes polítil.'os, l'S
decir, c1lcgislati"o,
cI jUllicial ye] I.:iel'uti\'o.
A I:t "l'r<!ad, los
concilios leg'is\:tuel1 m,ltcri"s Ü'mporaks;
las l'urias sustalll'ían
nsuutos l'¡"iles, y los obispos hal'cll qlll.' se cllmpl:lu y ~jl'cutl'll
CS:ISmismas leyes y Sl'llt('l1l'ias, qlle, sicl1do III: la exclusiv,l '-'01\1pt'tenda (lc1est:tdo, 1.'!l1:l11:ll1,
sinl.'l11lJ<lrgo, de 1:: iglesia,
Esta, Sl'gílll In illSt:itwiÚll de Jl.'sm:¡-isto, no recihiÓ m{u; jll,
risdiel'ÍÚn que I:t espi¡-ill\nl; Pl'¡-o, segÍtn la alianza
¡weha con 1'\
estado, asumiÓ Ulla potl.'st:ul l'i"il (,ollljlktanll'nte
extL1Ù:I'JI
ministerio sm:cn \otal.
:~" l'or la :t1iaIlz:\ "c adoptn l'on los nsuIltos l1liSlos, que son
una l'sp('~'ie dI.' prOdlll'eiÍlI1 híhrida, resultante
(](o ln JllCZI'Ltentrl.'
lo k'llpor,¡] y lo l'spirilll:l1.
,En d lll:it¡'il111ll¡io l'lll'OIltl':llllOS \111
.:il'llll'lll,
'\1ll:t1g:111I:lroll d 1'01ltr:ll", '111\' sÚlol's d,'] dominio
l'idl, 4,:01ll'] saIT:lllll'lIlo,
<Jlll l'S dI' \:1 .illrisdil'\'iÚn n'l'iritual,
Y
(,oll\'Îllil'rOl\los dos I)()(k"l'" :diados <Jlll' 1I01.'xiSt:1¡'J I'ríllll'rO sin
d scgUlHlo,
La fa t:d :lln:¡},~:1rU:lI'itll! dl'l COllt ¡,:!t,) ,1'011"I s,l~'ra lllcll to,
l'OlHlujo :11:Ihsunlo dl' qlll' l'l <,"stndo y I:t igksia
tl'n,~,¡n quc legislm' pnlll1 iS'I'U:ll11l'll
ti' l'Il Ill:Itcrin 111nt ril1loni:d, ~ll'amlo graves conflictos l'!ltn' los dl'rl'l'hos l'iviks y lllS 1](0 la l'oDl'icnl'Î:l.
Apesar de quI.' los asuntos l1l¡stos, admitidos por la alianza,
int¡-odl1l'l'l\ l'onJilsí(lIl y dl'sordl'l1 l'll I:ts n'l:lciol1l':-;' dl' lois dos po
tl'stadl's, h:\Il lIl'g:\( \0 :'1sl.'r l'OlllO un prineipio dl' (1I:rcl.'ho llÚhlil'O, quI.' d 4,'stmIo sostiene l'Il nom hn: de la Ü:lil'id:ld de los Iltl\'hlos, y IInl'ln igll:si:l olicial Iklil'llIlI:, in\'oc:ln<!o 1:. l'll'rl1:t bit'lI;1
\'l'ntlll':lnz:\ dl: la~ :dllJ:\s, pOr:l~l'gur:lr SIl propia hil:I!:l\'l'lltllr:1I1"
Za sohn" la til'n-:l.
LA LUZ nEL
PUEBLO.
13
4·:1 Finalmente, para sosh'cer la alian:m se ha condenado
la liberh:d de concicncia, esta ':ond iciÚn csencial lId cristianismo y dd progreso de los puchlos, y se ha impedido la cmisi6n
dd pensamiento y la prdpagm'itm de las ideas, llegando en algunos puehlos la tcmeridad hi! sta ci cxtremo de concecler ft la
iglesia oficial ci dereeho de een:;ura prcvia en la imprenta y en
la introducción de libros.
111.
Los que defienden la alia1lí:n discurn:nlk
una manera opuesta al genuino sentido dd Evangclio,
fundÚndose en qtle San
AguS'Jn y San Amhrosio afirman que la fe consiste en i1l'cptar
lo que la iglesia manIla; que ci poder temporal dehe sostetler la
causa de Dios; que los príncipes son cómplices ùe los crímenes
que no castigan, siendo los mÚs gra n:s aqucllos que se cometen
por la n:heli6n de la conciencia.
Sostienen que con esta doctrina se manifiesta un santo l'cio
por la salud de las i1lmas. l' ~ro 10 cierto es que tnn J}Ï;u/oso
l'do no t$ cvangélico, puesto <[m." ticnde Ú justificar una tirÚnica
Ilominaei6n. Ciertamentc,
según 'la opini6n dl' los referidos padres, la religi(J} que Jcsuerist"
instituy6
separ(mdola
completamente del estado, debe unir:;e Ú él, y con una uni6n tan íntima, que la misión del gobiem,) se concrete Ú. proteger la fé que
la iglesia pn)ponga, y castignr Ins demÚs creeneias como gra \'Ísimos crímenes.
Dehe ci estndo, POI- consif-,>ï.tiente,declarar que
ln libertad de conciencia es lin delito, y perseguir Ú todos los
que no presten su asentimiento fi Ins máximas de1ultramontall1smo.
COl1scl:uentes con esta d octrína, los estados europcos sc
aliaron íntimamente con cl poder espiritual,
llegando algunns
de eSlls naciones á merecer 11<:
la ig-1esia el título de cri~üinltísimas, n(¡ porque hnyan hecho n~inar el espíritu del cristianisll1o,
silto porque favorecieron los intereses del clero, en 1>\.'~iuiciode
los derechos sociales ..
l'ero 10 más sorprcmlente
es que cn el continente
sud-americano, ({onde las nuevas ins:i tucioncs polítieas,
siguie11\lo la
lógica ne los principios de el11'll1cipaci(¡n, debieron prescindir <le
aquella alianza en que se apoyó el antiguo 11cspothmlO, la han
aceptado y estahlecido sólidamente.
CAPI1TLU
IV.
Consecuencias de la alianza entre la Iglesia y el Estado.
I.
Para conocer el funesto cuadro de esas consccuencias, era
preciso penetn'" en la noche de los sig-Ios y l'stll<linr ddcllid:l.
mente la yida de los pueblos l'Il sus rel;,:eionl's COll los poderes
aliados.
Pero Ú 1Iuestro propÓsito
hnsta eOllsidLTW" lit situitción actual de la soeicdad, fijii ndOllos <..11
los Jlun tos sigll il'll tl'S:
1a El carácter
ultramontano
cie las eonstitueioJlcs
políticas.
20 La prcsi(m qm'ln ig-1csiit yel l'stado,
('n l;rotnTií;lI
de
sus respectivos
int<:reses, cjercen eOlltra la \'olulltnd
dd sutrag-io.
:-la Los mútuos hOlllenaj(:s y sen'ieios !jUl' se prestnllllls
/)t,.
ucres aliados
para inf1ul'neiars(':¡ los ojos lit-I pm'l,lo y suhyu-
gado,
1/) La inmuralidad
hitos
que la alianza
inucula
cn las iJcas y hÚ-
de los homhres.
II.
Una notahle consœueneia
de la aliallza cs aquel can'letcr ultramontano
que los pueblos dan (i su eonstituei(lIl
1'"IHie:l.
consi¡.,rnando en dIa c11:1I110S0n!"tíl'1t1o de que la rdigiílll lkl
estado es In cat6lica, lIpost(,liea, romnllit, l'sdcl'ir, la ullnllllCllltana, COll exclusión de cualquicl':l otra,
Esto es d colmo dd ahsurdo,
I'rimcn), porquc d l'sl:iclo 1111
puede tener relig-i(¡n, puesto que los po(kres
políticos qm' III
constituyen
no son ilHli"iduos sino clltidnrles Illontles,
El cstndo no tiene :t1ma que sal":ll', c,ol1\orliel' Lahoulayt',
¿Sc 11:1 ,,¡sto
jarn{ls al estado confesarse, cOll1ulg-ar, oil' misa, etc.? Se h:t]¡r{l
visto que eiertos 11H1,l
..Ôstt-ados pntetiquel1 esos :!l'tos religiosos;
pero la persona de los ll1andatat-jos no es el estado.
Segundo, pon/ue sicndo nhsoluta la exc1usi(m de t(J(lo otro
culto que no sea el eatÍ>lico () ultnlmontano,
se exduy<..' tml1Jli01l
el cristjanismo
puro, que es hl fl1l'J1tC rh: la yçrdwl rdigins(l,
LA L{17.DEL PUEnLO.
15
Tercero, porque tratfll1dose de paises repuhlicanos,
el ultra.
montanismo,
enemig-o de la raz/ill y de la lihertad, 10 es tamhién de la repúhlica.
l'or consif.,ruknte, declarar al u1tramontanismo como religiÓn del estad e" es poner un ohstáculo
al
desarrolio de la ra7.(1Il y al ejerckio rIc la lihertad, que son los
fundamcntos
de la república.
Cuarto, porque con ese artículo
constitucional
los poderes
políticos encadenan su acción coercitiva en todo aquello quc sc
rclacione con el clero, el cual, en n<)mbre de la religión adoptmla
por el estado, )"t'chm:a t()(la Icy qllC reprima
los a \"fll1ees de la
iglesia.
Chile ofi-ece actualmcnte
un ejemplo.
El art. 5° de su constitución proclama como religión (lel estado la católica, apost(lliea, romana.
Mas en el nuevo c('¡digo penal se han establecido
castigos
para los eclesiásticos
qlle con sermones,
edictos Í>
pastorales
ineitcn il la desohcdi~ncia
de las leyes, decretos (,
sentencias de la potestad
civil. )~ntonccs el dioccsano de Santiago y otros obispos han reclamado contra la adopción del
código en esa parte, alcg-alHlo quc las penas establecidas para el
clero, envueh"Cn lln ataquc ¿l los dogmas y preceptos de la religión adoptada
por el cstado,y
por consiguiente una manifiesta
violaciÔn de la carta ftllH1amcntnl.
l'ara demostrado
se vaIen clcI siguiente razonamicnto:-"Es
dog-ma de la rclig-iÔn que la jurifllicción
espiritual de la iglesia
Il' viene por disposición divina, y no es dacio á poder terreno
comunicarla
ni suprimirla.
Y si(~ndo así que los eclesiásticos
c:;ercen un acto cie jurisdicciÓn
e~piritual ilustrando
á los fieles
para que no sean alucinados,
ni acepten leyes, decretos ó sentencias injustas, se siguc que el e~tado no puedc impedir el <:;el"cicio dl' esa jurisdicciÓn
espiritual,
ni mucho menos imponcr
castigos, sin atacar
un dogn1H de aquella misma religión que
dedara y adopta como suya, y sin violar la constituciÔn."
Ello es exacto, según la lÔg-ica dcl ahsurdo.
Efectivamcnte.
si los poderes políticos han sancic'nado
el predominio dcl ultramontanismo
y han lenmtaclo en fa VOl"de éste un baluarte con
el mencionado
artkulo constituconal,
¿I.'ómo podrán reprimir
abusos que han de SCI"defendidos ('omo actos de una jurisdkci6n
espiritual, consagrada
por la relivión dclestado?
Cómo podrán
dictar leyes, cxpedi)" deeretos ó pronunciar
sentencias, si por la
constitución
se confiere implícitamente
al clero el derecho de
16
LA ¡XZ IIEL I'l'EIlLO.
n:ehaZ:lrlas
t'omo illjlls1.HS, CWlllllo no t'slélll'll :Irll\tlllía COll los
inÜ'I"l:SeS de los ult.rallloll1.nll<lS, qll~ dIos \1:\llIall illtlTl'Sl'S dI..'la
rc1igi{¡n eat<)liw?
Dcdanlr,
pucs, constituciollHlmcllte
que la rcligi()\1 dl'l estlldo t'S la cnt61ica, a)lost(¡lica, rOI11¡¡¡W, cs fnlllqut'ar:í
la igksiH
un \'astoenmpoJlarH
!juesl' 01;ollgH:í I:tsresollll'ionlsdelcsl:ldo
ennomhre
dc l'!'a mi!'llla n'ligiÍln; () lo que cs lo mismo, es l'llcadelHII" la act,i(¡n de los po(krcs políticos l'tl todo lo !jm' ll'llgH por
ol~jcto n~pri11lir los ahu!'os dcll'kro.
Ikt110s dl1lHlstnldo
l'l absurdo
que lll\'Ul'lH'1l LIS l'lJlIstitueioncs de lus lit1l'hlos SUd-:llllcricallos
al UltljlarH' dl' rl'ligi'-'ll,
:\lIas cn hOllor:', la H:nl:ld dinlll(1s !jUl' no SOlllTIlStitllci'JIll'sdl'
los puehlos, PUl'sto !jUl' ellos no !'e ];IS dHIl, sillo qUl'!:tS rl'l'jlll'll
del ('Stano y de la iglesiH, Estos dos antagollist:ls
y ¡¡liados Ins
rcdaetan,l'onsult:l11do
HIS n's\)(Tti\'os
intl'rl'!'cs.
Los J:m']ll(ls
no SOl1l11r¡S !jUl' instnlllll'1ltos
pasi\'os,
ùcstiuwlus
{¡ rcalizar
l:ts miras de :tqn'll('s (JIll' ks d(llllillall,
Ill.
El sistcllw
dcdorn\
n'n:l:! tll1:l dl' las m:'ls 1.rnsClndcnt::1.lcs
conSCClll'llci:IS de la :di:Ill¡::1.
El gohinno
eol':l'a Cil Jas jJohl:tciollcS liI11l'i('lWrios qlll' son
tjeelltores
(le su \'()h1lltad, y la iglesia l'St:tl,hlT l'tl las parroquias curas que SWl instnl11H Iltos de SIIS dn-l'os,
Lkg:l 1:1{r(TH de l'kcci(llll'S, y l'l cst:¡do, ):ollitllll(.s,'
I,r{\'i:'lllt'llte de :¡cucrdo ('(lJl la igksí:I, exhi1:l' 1:1 l':lllelielnluJ":t ell'1.il'iI:
ùe)a nacitJll, (11:1 (il- im; !jUl' lInll (le 1'(11li!;'r l') \ioder hg:s1:tti,"p.
Los :¡gellt"" del l'st :Ido t 1':1L:lj:tll IlL- "(l1IH11\() l'OIl los d" 1:1
igk!'ia.
Lo~ Jlr¡1IltJ'l)~ ¡:ollillldl' llljUl',l:Il];¡~ ]ln:lIll'~:I~,1:ts :'11:(.'IW7.:'~, 1:t~ hostilic1:tdl's.
de,: lo~ ~l',l:l1Illlo~. h:ll'ill1c1l1 de 1:1l'r, tl-dnl del E~píl'itll ~:Il11.o 1111<1
t rillll1l:t }lolítil':t, y dd l'OIdi..'!,()lInrio
una :tgelll'ia ,/(I cnptnJ](lllJJ1
~I¡/i";¡,!.rj;¡.
Aplicando
la máxima de que "1::tra l'lJlISl'gUil' el fill UO Sl~
elche parar 1..'11
los mcdios,
'mpk:l11 el (r:well' íl 1:1 \"ioll'twi:l, ~l'g(11l los e;¡sos, seguros ell' qlH' lns iniquidndl's
de los ngultl'~ lid
gohierllo ~crán ahsue1tns
l;or la igk¡;j:¡, Y 1:1~del 1'1no ¡:o1ít:l'O
por el estado.
¡Y e~':ts iniqtlid¡u1cs :'t' pn tlli:¡n (01110 f.!TnIH~l'S
servidOR prcfi1.arlos Ii ]¡¡ rc1igi{¡n y fI l:t l':ttriil~
II
17
Ell dl:do, el ~stado y In iglesia rCt'omp~nsan ,í sus ¡idcs ser,,¡dores eon dcstinos lucratin)s
.Yh¡¡norífieos.
r;os m¡n¡st~l'ios,
los ohispndos, las go])ernHeiones,
las Gll1ongías, las misiolles
diplol1lÚticas, las judicaturns,
los ,ISt't'IlS0S militares, y cualltus
destinos,
honores y distinciones
hay Cll el orden "iyil'y ell el
cl'1csi(¡sti,'o, todo es pant los adeptos del Estado'y de 1<1rglcsin.
:\·las rcspecto :í los que no son sus pros~litos. no sÚlo sc les
repele como indignos de toda con:,ideraeiém y cmpleo, sino que
a(¡n se les il1yenta erímclles, y por medio <le pérfid<ls intlTprdaciones se tuerce la ley para alTeha:arles
la yida. la propiednd Cl
el houo l'.
y todo esto es santo y hueno, c\.:sde'quc viene de los dos grandes pOllcres, d dcl ciclo y ci de l:t tierra.
Las \"l~nganz<ls de b
19ksi:l son (¡juicio del Estado ,,1 I.·umplimicnto de Ul1<l ohligncibn que le iIl1IH>lWsu sagrado
ll1inisterio.
Y redproeam~ntl'
las tropelías del Estado son parn la I,tdesia lIledidas saludahl~s,
Ella califica los asesina tos polítielJs, los destierros
y las Iwrsccueioncs l'(ln1\l inspiraciones
de la I'rll\·iden'ein, l'n h,'ndieio d~
la paz él dcl U-iun ti) de la' rd i.t.:'j(¡ll.
IV.
Aho,-a ell cuanto Ú la tercera consecuencia
de la alianza,
que consiste l'Il los 1I1Í1tuos !Iome 1;¡jcs.Y sen'ieiosque
se prestan
los poderes aliados pn!':l :-;ojuzg'ar:11 pucillo, ¿qué di1T1I10~de
esas misa:-; dl' gT<Il'ins. (Ic l'SOSpanegíricos
con que 1:1iglesia celebra cI triulIl() qUl' Ull c~l\l(lillo ha ohtenido,
l'lIhriendo cf e:l1l}po de e:ld:í\'ct"l'S, y de luto d ,'o.-ah<>n de las f:\milias? de ('se
te /)Cl/III y dl' ,'se p(t1io qlll', dehiélldose sÚlo al Sobcranu dl' los
JIlU1Hlos, sc ,'olleede (I los que aSUlllCIl el podl'r SOlllT 1111pllï\ado
dl' til'lTa? de esas eortcsías y re\ crcncÎas, y de todo aquel hUllliliante cerl'll1ollinl que la igle~ia tiene estahlecido
p:lra illl'CllSnr
,11E~tado?
¿Qllé diremos de esa anomalía
que presenta al mundo la
eoneurreneia
de la fllerza armada
l'II lus w:tos de lIna rcligi{m
de paz? Hay pueblos donde l:ts procesiunes,
solcmniz:índosc
con pompa m:n'cinl, ofrel'en lIll ,:spect(lculn
indigno dd cristianismo:r Ùl' la eiyilizacÎón.
Eso~ actos de sokmnidad
pH,lp\11~l,
en que se mC7,c1an los fusiles y las hayonctascon
los geroglíficos
18
LA LUZ DEL
PL'EHLO.
de la rdigiÚIl; esos actos político-rcligiosos
l'Il que SI..' confl1ndt'l!
dos el CI11
cn tos l'O\1t nll'ios, el q uc pl'rtt'ncel':í
la cx pO\1ta ncidatl
dl' la cO\1cicncia y cI <jtle corresponde
al iml'crio de la fnerz;l, semc:jantes netos son la cxprcsi(m simhô1ica por mcrlio de la cual
se manificsta
nI ptlchJo qtle ci Estado 10 domina apoY{lnrlose CI1
In Iglesia, y qul' la Iglesia lo sojuzga con el apoyo dd Estado.
/\. consecuencia
clt- la alianza, el ultrat11o\1tanisl11o
ha iuvadido Jos cnadell's
pnm militarizar
la rcJigiÚn y hnccr que los
ejércitos
dohlen la rodilla, nÚ ell ;ldoraeiÚn
;Î. Dios, sino cn 110menaje Ú los funcionarios
tTksi[¡sticos,
cuya \'anichlcl se lis<lIljea tenielleJo (I StlS piCos:'L los mismos <)l1l'difundell el tl'JTO!".
Ell la (-pol'a cil- rcdcllci()J), cunlldo .Jesucristo
cmalll'ip() Jo
l'spiritu,t! del dominio dt'los C(-sares, los soldados,
cumpliendo
las (mknes del Estnelo, tOl!wron preso al fi.1I1daelo]· ele la 19ksia, y 10 I!cV<lrOl1 al patíllt110 de la Cruz.
:\Ias en los tiempos
eJe pn~\':lI'icnci(lll,
l'IH\lHlo sc Il;¡ l'onsolic1nc1o ];¡ ali:lllza <Il-los
clos pocleres, los llIilit;IITS, o!Jl'decjl'Il\!O:tI
Estnclo, OfrCl'l'1l ho.'
uletwjes {l la iglesia ofil'i;tI, y la lJn'nll ;tI solio cld orgullo,
El qllc sep:lrÚ b rdigiÚn dL' In potestad
tCIlIPOr:tI, hizo <)Ht'
dl' l'sa scpnnlci(lI1 surgiesen l:t liht'rtac1, la paz, la hUlJ1ilc1ac1, la
ahnegal'jÚII, el amor, la ig"u:dd:[(l.
l'no
dl'sck <till' h iglesia se
ullir, al Estado, la esdavitucl,
1:1disconlia,
l'1 orgullo. la :ttllhie¡ÚtI, <.'1oelio, d p"i\'ilcgio h;1ll jllT\':llel'iclo l'Il l'1111tIlH]O. Se 11:\11
ifl\Tnl.ac!o c;lIll-nas parae! ;dllecl1'Ío, tortur:tspar:l
la ClI11L'ienci;l,
suplicios para la razÚn y c;llblsos
panl toelos los qtll' tellg';\n
la digniclnel ck protestar
contra los cxn'sus dL' los pCl(krcs coli,
gados.
l:nieron (-stos Stig intereses y SllS pasiones, y desde cntolll'l'S
l'l Estado prest.(¡ SllS \'l'nlll,~os y sttsl'(\n~~'ks :1\ dero, yb 1,:,:ksi:1
puso StlS a lia temas y StlS henel il'ÍOIll'S;tI SlT\'íl'io cie los ~oher;\ nos.
Tan infausta
eoligaciÚII,
qtll' 1m producido
la e~e!;¡ \,¡tucl dd
llOmbrL'en cucrpo y alma. es atl'ntatol'ia
y sacrí1L'g:l. Concuknr
losc!ereehos
dcl pueblo, ,,;tli('ndosecle
la rc1igíÚtI,:d1íl'st;í l'1 :ltentnelo.
I'n¡fannr
el s;\ntu:\1'io, eOll\'irti(-lIdolo
l'II haluarte
ciel
despotismo,
allí l'Stfl el s:llTikgio,
CAPfTeLO
Necesidad
de efectuar
la separación
V.
de la Iglesia y el Estado.
1.
La alianza entre esos dos poderes ha sumel-gidn all1\ullt lo
en un ahismo de aherraciones.
l'c;'o el cspíl'itu tilos{)lico y d
del Evang-dio, marchando
<le acu('nlo,
aunqne por <listintas
vías, han prodalll:ll]o
las \'l'nl:llks
fundal1\entales qlle tklJen
reconstituir
las sociedades humana"
Cna de l'sas g-nllHks . venlades filé <llltll1ciada en el orhe catÚlieo l>é~jola llenominaciÚn de tolcr:llll'ia religiosa: posterio]'mente se la pl'oelamÚ l'on el nomhre lh: lihertad <le l'onciencia; y
hoyes preCOni7.:lda con el título de se¡ml":ll'i{JJ1<le la ig-ksi:l y el
estado.
Estas diversas dl'nominacioncs
no son mÚs qne otras
tantas
fúrtllulas de este principio:--Lihertad
Jwra la ~gk'sirl,
libcrtad
]Jé/rn el estado; Íl In quc c:s lo mistllo:-El1wl1cipélcÙín
de
III
COl1cicJ1ei;l,secularizaciÔI1
dcl,;'o!JÙ:rl1u,
Esta impOl'tante n:n]:If] es ]'l,(h:l%:lda l~or los ultralllont:.nos, f)uienes 1:1 califican de principio ateo,
Pero sem<.jante calificatÍ\'o no tiene sentido ni sig-nitie:lci{¡n, puesto que no )lucde
aplicarse ni al est:1fl0, ni :í la soeiel' :111. X() al primero, porque
las fuerzas sociales, los poderes pÚ )licos, la en tidacl, en fin, lIemada est:Hlo, no eSlln;) individu:llil' ad capaz de creer() no l'l'l'cr,
de adorar () no adorar, de negar (¡ ,,'onfesa]' Ú Dios; en una p:i);',
hra, el estado no puede ser C1'cyellte () ateo.
r\() fi la socied<:d,
porque la separaciÍln dl' la iglesia y el estallo no conduce ri extinguir en los homhres la creencia l'Il el Ser Supn'l1\o ni ri sufol'ar
en la concicn('Ín humnna los instintos dendornei(1I1 al Soherano
Hal·l"lor.
El predominio (le la ig-ksia sobre la sociednd, en \'irtu<l de
la alianza, ha sido m(¡s hien la en usa del a tcismo, como lo manitiesta la Francia ('n el siglo X VII I. l'or el ('on t.ra rio, la Sl'P;IraciÔn de los clos poderes tiende rI rehabilitar
en las naciones el
sentimiento
relig-ioso. Así lo :\crcdita Estados l;nidos, ese gran
puehlo donde lu espiritual
estrt COJll(lletéllllente separado
de lo
temporal; allí no se \"C el imliferelLisl1\o ni la incredulid:ll\ que
se nota en los países donde predomina
la iglesia oficial.
20
LA LUZ DEL
PUEBLO.
En los trcÎnta y siete estados que ocupan el vasto territorio
de la Unión Americana hél)" una completa libertad de conciencia,
y no por eso sc ha extinguido
la tendcncia á creer y á adoral".
Ningún estado reconoce constitucionalmente
una religiÔn; y sin
cm bargo todas las constitucioncs
de aqucllos cstados principian
con un homcnaje á Dios, y declaran
quc "el culto público tributado á la Divinidad, la enseñanza de la religión y de la moral
prOlllUeven la felicidad de un pucblo y la seguridad
de un gobienIO republicano."
r\o hay, pues, ateismo, sino expontáneas
creencias re1igiosas donde la política está separada de lo espiritual, y dondc esta sepanlciÔn es la 1I1(ISfirme garantía
ùe la
libertad de conciencia,
Si. los ultramontanos
t,ctlexionanlll
sobre este asunto de la
m{IS trascendcntal
illlportrll1cia, reconocerían las gnindes ventajas que la Iglesia reportara
separándose
del estacio, como lo
ùemostrarc1Uos(1csput-s
(1<: Illanifestarque
la alianza prOll\1l:e una
situación an(llnala, emharazosa
y pet:judicial para los mismos
aliados, y que eslél en pugna con los intereses de la sociedad y
los del cristianismo,
II.
La iglesia con su jUl-isdi.eción temporal, con su influencia en
la formacií)t\
de los poderes
políticos y en la confección de
laslcycs; y e1l'stado iufluyendo á su vcz cn la ekcciÔn de los P:lpas, interviniendo
en los concilios, nomhrando
obispos, can(¡nigas y curas, concediendo (¡ negando
el pasc á las bulas y decisiones pontificias, son fen<>lllcnos cxtra\'agantes
y absurdos á
la luz (k una 1<lz<>nquc no est¿' sul>yugada
pOI' las preocupaciolll's dl' \¡(¡hi tos y pr{ll'lica s esta hlecidas.
Un funcionario
político eclesiástico
que con el nombre de
ministro del culto se ocupa de los asuntos
del estado y de los
de la igksia, es un agcnte an(l11l;\lo, etenlallll'lltc
empeñado en
l'ombinar dos elementos hetcrogéneos
que jamás
podrán estat'
ell annonía,
Cn cue'll() legislativo
en ci cual la iglesia domina
(¡ influye,
es una asamblea híbrida,
cuyas decisiones no tienen nombre.
porque ni son leyes lli son e{¡nones.
En fin, un tllHl1!1atario dcvHdo {l la magistratura
por las
influcndas
(lc1clero polílko,
es
tllla
cntidad
anómflla,
porque
21
ejerce un poder temporal, Ú cuya formaciÚn ha concurrido la
Iglesia. Y un obispo que se ha elevad:.>al rango de sucesor de
los apóstoles por el influjo y present2ción deI gobierno, es la
mayor de las anomalías. De semejan';e obispo se puede decir
con S. Juan, que como no ha entrad,) por la puerta, no es el
pastor sino el ladrón de las ondas (11
III.
La alianza es perjudicial para los .nismos aliados bajo rliferentes puntos de vista. Ella no tiene una base de sinceridad y
buena fé. El estado aparenta profè~;ar adhesión (, la iglesia,
para convertirla en instrumcnto de sus planes; y la iglesia finge decisión por el estallo, para disponerlo en favor de sus intereses. De tal suerte que si los dos poderes se aliaron con el fin
de sostenerse mútuamente, esa mism[] alianza ha llegado Ú ser
la ocasión de que la iglesia usurpe las atribuciones del estado,
y que éste se introduzca en el sélntuar: o.
Además, la alianza estahlece entre los aliados tina recíproca
y servil dependencia. Por lo mismo 'lue ambos influyen míttuamente en la elección de los respecjvos funcionarios, cada
uno se cree con derecho para ocuparse de los asuntos del otro.
En efecto, si el magistrado asume el poder con el prestigio (le la
iglesia, necesariamente esU, restringido. por l'lia; y si el funcionario eelesiástico es eonstitnido por la cooperación del gobierno, también está encadenado por éste.
Semejante situaci{¡n es humillante para los dos aliados.
A
la verdad, el apoyo que la iglesia oti"~ccal estac10 es con mengua de la dignidad de éste, tanto porque la libertad de acción
del gobierno se halla embarazada por la inten-ención del clero,
cuanto porque ese mismo apoyo hace presumir que no teniendo
el mandatario bastante popularida<l, necesita, para sostenerse,
de extrañas influencias.
Ahora respecto <lela iglesia, si ella reporta tcmpç¡m1cs vcntajas, es en cambio de yergonzosas vejaciones. La alianza le
proporciona riquezas y prestigio; pem allí mismo está la causa de su dependencia y subyugación.
(1)
Snn Juun,
cup. lU.
22
LA Lt'l. DEL 1'1'EDr.O.
Las n.lmas cristia 11:lScon tem pla n I.:on profill1da pena la deg;r:lllaei(¡n de!ek-nl cat(¡lit:o, quicn sacrifica e! dccoro de! sacerdm:io por la ganancia que reporta de! cmpleo, {¡ por la apan'ute posiei(¡n que lisonjea su yanidad,
Se prosterna rI los piés del
('starlo para conseguir honorcs y fortuna, y no quiere conocer
que cn esos honorcs est:' Sil dl'shollr:l, y qllc esa fortunn es e!
pn'cio dl' su scrvidumbr('.
Como para foment:!r intl'rescs que IlO son enltlgélicos neccsita la Iglesia contcmporizar
con d Estarlo,
pro('ura secundnr
los plallcs rie l'ste, tl los qlll' 110se OpOIH'sino CIH\lldo vé amt'nnzada la )lre)loll\lt-raneia (ll-I clero, lk aquí ('S que para constituir Ull:t ad minjstraci(¡ll
l'a"ont 1>le {I las miras dl' los sacenlotes, hm'l'n l'stm; ahandono de su ministerio, por tomar una pnrte adi ya cn los lllo,'ilnientos
y oseilneiones
de la política.
Si
l'n l'sa lucha triunl:'1 la l,~ksia, ,~()za de la omnipotencia
que le
comunica d gobierllo ell tronizado
por l'lia, yen ton a himnos :1
la :dia11í:a, ~Ias si cs \'eneill:l. () hurlada
cn sus espcranl.as,
entonces gime ]¡;¡jo b pn'si{lIl (It- 1lIl:l política ad \'Cl'sa, En esns
é¡¡ocns <Jeaha timien to ('S cuando la Iglesia sicn te toda In. anol1l:día y las gnl \'osas eonseellclH'ias de Sil uni{lIl con (,I estado;
y cntonccs
tamhién cs cuando
reclama su libertad,
l)I"otesta
I.:ontra tan int::lusta ali:l11z;l, y cn su despecho dcsea hornlr de
la eonstituci{¡n el artículo
quc la escla\'iza,
I'ero por desgraI.:ia no cs un desco sinccro que teng:l por ohjeto la legítima separaci{lIl del Estado, sino un !1lH.'\'Opbn para ohtener n'l1taja~
'lile afiancen e! vacilante impcrio riel ultrall1ontanisll1o,
Las hascs dl' la alianza y las consecuencias quc de allí se derivan, eonstituy('n por sí solas Ulla prucha ilT('cusnhk de que la
unit'm po1ítico-ee!csi:'lstica estii en diamctral
oposil'it'lIl l'on los
lnÜ:reses sociales.
l'or tanto,
panl hacer resaltar
nquí esta
ven1:1(1 nos limitaremos
:í rÚpidas oJ¡se1'\'aeion(:'s.
Es de vital nceesidad para la sol'Íedad la instituei{¡n
dd
m:ltrimol1io ci\'il, quc, sicndo de derecho l1atunl1, cOl1\'ic'ne {l
todos los indi,'iduos, eualesquic1":l que seall sus en'elleias.
Pero
la iglesia, en petjuil.:io de las eOl1venieneias soeiales, restringe,
por la alinnz:1, (,Iuso de ese (krecho,co11lTdicnl!o el matrimonio
LA LtZ D111. PUE BLO.
23
solamente á los que reeiban sus bendiciones, y condenando Ú
los demÚs Ú la imposihilidad de formar familia.
La socied:ul necesitark un cementerio, donde est~n reunidos
los restos de los que en vida forman lin solo cuerpo social. ~las
la iglesia, prevalida de su uni(¡n con el estado, niega el reposo
dc la tumba {¡ los que no son ciegos adeptos de sus pretensio11<:S,
y establece la sepantciÔn de los 1"estos humanos, siendo así
que en "ida no esttl\·ierol1 separadas las pel'sonas.
Por cso es quc un c¿:ldlre puhlicii;ta se expl'esa en estos términos: "Cada ve;!.que una iglesia tiene participaei(¡n
en el gobien1o, pretende
dominar\o
todo.
No le hasta imponer sus
dogmas y su disciplina; reclama tamhién una autOl'idad absoluta sohl'e las instituciones que interesan
más Ô menos directamente la concicncia.
ElmaÜimonio,
las scpulturas,
el estado
ci,'ilen su totali(ladlc
pertenece, esa "irturl del sacramento
.
En una palaht'a, como hajo el punto de vista religioso la sociedad entera esdcl dominio de la iglci;i;¡. no hay ningÚn moti"o
para que se le escape bajo el punto de "ista político, luego que
el est:ulo y la iglesia no forman, por la alianza, sino lin solu
cuerpo. "
Conviene Ú los intereses de la fociedad gobernarse
con leyes comunes Ú todos los asociados,
porque si no hay igualrbrl
an tel:t ley, no puede hah~r justicia, que es la base de todo huen
gohierno.
Pero la igl~sja destruye ese principio fundamental,
sustrayendo
los indi viduos del clero:'t la acciÓn de la ley. y arrogÚnclose jurisdicci(l11 civil para jn:~gar é imponer penas Ú los
laicos; y todo esto Ú consecuencia del fuero que le concede la
alianza.
Es cie intel'és social que el estnc10 garantice los det-eehos de
los asociaoos.
;\las Ú causa de la Hlianza con la Iglesia quedan
rotas las garantías
en orden Ú la rhertad d~ conciencia, que es
uno cIe los m:ís esenciales derechos del homhre.
Adem{ts los
g("lhien1Os que reconocen ulla igle"ia ohci:l1, han erigido por el
mismo hecho, en delito sociallns
infracciones de los preceptos
establecidos porella,y se \"enoblig;tdos á prestar su eooperaeión
para castigar fi los infmdorl's;
rei;ultando de aquí que las conciencias se haIlan suhyugadas
por el Estado, y que éste se con"ierte ('ontra el pueblo en instru11lcnto de opresión, puesto al
sen'ieio del clero.
En una palaùm, el SU}lI'l'1l10interés de la sociedad exige que
1..\ I.{"% /lEI.
1'I'!.:IlLO,
e!'it:1SP dC!'i~1
rrolle cu todas las esterns del progreso,
I'l'ro ('(JIlIO d
pJ:¡n ()(> la alianzn l'S ilominar al pueblo 1JI:llltPllil-lldolo ('n la
idiut('~ y cI f:lJl:lÍ iSlJlo, se nll:jn de los hOlllhres la lu~ dl' la \'cr<lad, y!'ie procura
extinguir
lns tendencias
de inycstigaciÓn
y
dehilitar
lo!'i il11lmlso!'i dell)l'n!'iamiento
.\' del gl-nio,
y,
\'a het1los visto que ln a1i:1I1z:1 cs contrnria
rI los inten:sl'sde
la sociedad, n'am(Js ('omo lo es t:lJllhjl~n :í los del cristianismo,
,\utt:s de la nl1l'\'a era los CC.sares flll'roll l'lllpl'rnt!ores
y
poutítiel's,
,\I:ts Jeslleristo
Clllllll'iÚ la f()j'llltll:1 dl' la sl'p:lraciÔn
de lo temporal
y lo espiritu:d,
cU:ll1(lo elijo: "Dad:tI
CC.snr lo
qne ('!'i dl'! Cl-s:lr, y (I Dios lo quI' l'S rh- Dios,"
1\'1'0 la igk!'iia
l'OU el tr:lseurso
de los ticlllpos voh'i(, f, \luir lo 'Ille .Il's11l'rislo
sq>:lrar:t. filllflfllH!OSl' l'Il (!Ill' 1:\ :diauz:¡ l'OU d esL:II]o 1':1\'O"l'l'l' al
cristia\lismo,
Sl'llll:jantl'
fUlHlalucnto calTCl' dl' -;olil!t-Z, pueRto
que no neccsit:1 ell' :tj)()yos hllJ11:lnOS una religiÍlll dI' oli)~l'n r1i,·ino, una J"('ligi(lI1 quI' no fll'~ plll'St:! hajo 1:1 prot!TeiÚn rie los
Cl-sarcs, sino al frente d(' 1'lIos, par:1 triunfnr por la !,l:'I'sL'l'uei(m
y l'Illwrtirio:
Eti.:cii \' :llIIen te, l'n los prillll'ros
siglos dd cl'istianislll o, la
Iglesia ]lers"gltirla ()htll\'O gloriosos
triunfos, )lO con I:t protec(';(>11de los sobenlnos,
sillo :tll'ontr:lrio
l'on \:¡ jwrse\'\ll'i(lI1 de
{;sLos \' l'I ]¡l'roisl11o dl' los Iwí dires,
Ikspul-s de \:¡ \llTSl'l'\\l'i(11\ vino 1:1:¡Ji:IIIZ:I, bajo d n'ill:lflo
(le Constalltíno,
lJuien se r!ee!:1rÚ protector
de In Iglesia, y la
hizo entmr ('11ci sistl'm:1 il11pcri:d, r!t-IJilit:l11do :!sí la tiH'r~a !llOra] del cristianis!llo,
y nl"r:'.1w:ínrlok
Sil helleza intl"Íns\'ea
<¡uc
eOllsiste en la espiritu:1lirlad
y l'01l1plet:l prcscindl'llei:1
de asuntos Reeulan.'s,
La persccuei(1I1, piles, no ha sido lin Ill:ll par:l 1:1religitm,
porque con ella se n;:dUI d l'ntusi:lSlllll.\'
SI' ,!t-":trr,'¡IÚ
vi espíritll l'risti:ulO; mielltr:ls
qUl' I:t proÜ'c\'i'"11l lo It:( l'w:r\':ldo
l'()1llplv!.a IlH'Ilil'.
Ln iglesia pcrseguida
tendría
ji.:l'Il Dios; .\' la iglesin protegida sÚlo en'e en el )lor]"r quc la pr()tl~je, La primera, el1 m('di,)
de los dolores rie 1:1pel'spellci(m, )lonín slll'sper:\1l~:l 1'11e] cil'lo;
mas la segunda, lisonjeada
con J:¡ protceci(lI1, la pOUl' {'11 10-;
LA Ll'Z
/lEI,
1'1'EBL().
sohernnos
de la tÏl'rra.
En Jin, la iglesia pcrseguidn se ahrió
paso en {'Im undo por Illed io de Sil aCl'n(J¡';:da caridad; y la iglesia
protegida
ha puesto un ohstÚeulo (\ lo:; progn.'sos d~ la religión
cristiann,
por'1m', olviclando Ins m(lxinws del EvnngcIio,
y
contaminfLndosc
cle las pasioncs é inb.'reses humanos,
emplea
un sistema ele persectlci(l11 y de terror.
La alianz:l es :lllem(ls perniciosa al cristianismo,
hajo otro
punto de ,,¡stn muy trnscl'ndcntal.
I~manando
del estado el
nombramiento
de los ohispos, no se husca en los candidatos
las cuali(lmlcs (le 1111np()stol; sino las que mc:jor eua(lnl11 Ú las
miras deI gohicrno,
Ik aquí prO\'ienc 'lile SL'an muy raros los
dioccsnnos dignos dL' ln mitrn.
L:i m:l)'or pnrte sc componL' de
h0111hres parn quiencs el h;ículo no cs el cayado cIel pastor, sino
el cetro dd monarca, es la ensl'iin ell' linn dominneiôn
ejereiela
en \'irtlul )' .~.•.aL'ia dL'l Est:l<lo.
DL'tal SUL'rte que, seglin la disciplina introducida
por la alianza, sc le da Ú la grL'Y sciion~s que
la dominan Illas no p:lstorL'S quc la aplcientan,
y se pro\'ocan
aspiracioncs
pnrn lIegn r nI cpiscojlndo Illed iante la jlt"oteceiÓIl é
influenci:1 del gohicnlo.
La pníctien ciL'que la presentaci(m de los prclacIos emane
deI estaclo, en vuchT un p;ermcn de L'orru]>ei(m ¡Cu(lI1tos ohispos
simoniacos!
;cu(lIlLos saccrdotcs han (onseguido la investidura
episco]lnl fomentando
n'\'oluc¡ones
(I ¡nt"tidos pnrn eoloenr cn
eI mnndo :tlquc les dé ln mitr:l! ¡CU(II1Í'ISla han ohtt'nido parei
cOJ\lèsonario ~ i cuÚnLos, en fin, por mcdio cie intrigas y otros
manl:Îns!
En una pabhra,
la alianza
es un mal para el cristianismo,
porquc con clin sC' hn exitaclo en In Ig]esia un interés político
que la hace olyiclnr de su misi(¡n espiritual y fomenta la ambición )' In codicia de los ee!csi(lsticos, quienes no piensan en hacer cristianos sino prosé]itos, é inspira ries el furor de secta y el
odio contra los quc se oponcn {¡ sus prdensiones.
VI.
Hemos ckmostraclo qlle In n li:lnza entre In iglesia y el estado
proclucc ulla situaciÓn [ln(nnala, cmhal"azosa y peljuclicial para
los mismos aliados: hemos puesto Ú h. \'ista que la unión político-eclesiástica
est:! en pugna con los it:tereses de la sociedad y
2G
LA ¡XZ DEL P¡'UILO.
los dd cristianisnlO;
ocupélllonos
ahora de !:is \'l'ntajas
consiguientes {¡ la sep:II,lei(m de los dos po(krl's,
I'ero :Lnil's de hosqLH:jarlas, desen\'oha~llos
un:l idca Ill1Hlamcntal.
La separacitJn de que se inltn
no signitil'a que los l'elesi(lstieos queden segregados
de In socieclad, ni «llC los Iaieos se
aparten
de Sl1S creencias.
Los prillleros
son Inil'l1lbros de la
sociednd ci\'il, :Isí COlllO los scelllares; y los scgT1I1dos lo son de
la soeiedad espiritu:d, igunll11cnte qtH' los d{-rigos.
Es, pucs, indispens:lblc
reconocer la personalidad
ciyil
personalidad
religiosa.
Encuanlo
el hOlllhrl' es eap:lz cil'
chos y ohligacionl's
para e1ccltwr 1111lin \.t'nlporal, es una
sona ciyil; y cnl·u:L.nto es eapaz de dcrl'dlOs y llbligaeionl's
renliza¡' un dcstino illlllort:d, es una persona religiosa.
y la
dercperpara
POJ' mnne¡';¡ l/lIl' los homhres. ('ollloeiud:1l1:1l1os y creyentes,
asulllenuna
doble pl'rs()(wlidad,
y SOli mil'mhros de la sOl'icdad
('i\'il y de la espiritual.
l'ara que l'acl:1 t1l1:1cil' cstas sociccl:lcll's l'rl'~'tu:lra su rl'Spl'l'ti\'o fin, 1:1pl'illlCr:l instituy() su POcltT, denl)min:lndolo
h\u/(/o;
y la segunda estahleei(, el suyo, quc illlpropi:l1l1\'ntv St' Il' 11:1dacio clnomhrc
ell' Ig-lc:si;¡, pues con csta cll'nll1l1illal,iÚn SL'l'onruncil' la SOl'ied:ld espiritualeon
el poder tTll'S;(lStico,
Esos dos podt'n's, que, segÚn la dill'l'l'nte naitll':deza de su
institul'i(,n,
dehían dcetU:1I' sep:l1':lll:l1lJentl' l'Il respet'ti\'o (les tino, Ikganm il mczdal's~' y constituir
una potestad
cOIllJl1L:ja
p:ll'a dominar:d
mundo, resllltando
(k est:! am:dg:llll:lciÓnlJue
ninguno dL' los dos po(kn~s h:l podido llenar su llIisi(m rL'spl'ctiYa, pues ni el Estado
haee la felieicl:lcl cil' los puehlos coula
Igksi:l. lIi {-sta di:díla la ti:licid:lll de las :l11ll:IS(,olll'l Est:ldo,
Alwra hien: :1 l'SOS clos poderes que sc hall ali:ll!o ell1le1juicio cil' los ptwhlos y (le !:Is al I11:lS; :í l'S:IS clos l'nticl:llks
euya
UlliÚn l'S cOlltraria (l I:t lIaturakza
(h- la sociedad y (I !:I dl'! cristianismo, pn'eisanwnÜ'
fi cllas sc cles~'a sepantr,
para quc se l'ncarrilen por su kgítin];l scn(l;¡; 111:1S11()sc tr;lta dc :lparl:lrla
condieiÍ>nei\'il
dl'! homhre en su COIHlil,itlll r('l¡gios:!, lo quc seria ahsurclo, ni nltleho lIll'llllS de rom!ll'r I,)s \'ÍlIculos qUI' l'xistell Ciltre l'l{-J';gos y legos.
f'rc\'ias ('st:tS ohsl'J'\':lt'illlles,
l'nlll1lerCtllll~, r:íl'id:tl111'nÜ~ las
ycnt:!jas que l'csultan de la S~'p:ll':ll"itl11(h- los clos poderes,
1.:11:l\'l'Z realiz:lda,
tan to la Iglesia eOll1ll el Estadu
\'oh'e-
LA LUZ DEL Pl:EIlLO
'27
rían á su vcnladero centro, y obraría
cada uno en su respectiya esfera de acci6n.
Los funcionarios civiles y los eclesiásticos
no serían entidades anómalas, porque ni los primeros serían nombrados por la
influencia de la Iglesia, ni los segundos l'ur la del Estado.
Vnos
y otros emanarían
de un origen legítime, y tendrían verdadera
represcntaei(l11 y autoridad.
Las asambleas parlamentarias
se hnnarían
por el pueblo
sin que en ello intervinieran
las miras políticas del clero, Legislarían aquellas con plena libertad
el, ntro <leln. esfera de sus
atribuciones,
sin qnc existiesen en su seno intel'eses ultt-amonteLnOSque contengan
el vuelo de la ci"ilizaciél11 y ln.s ideas de
progreso.
En cuanto á los concilios, ellos se lcunirían sin la inten-ención del estado.
Dictarían sus cánone!; con perfecta independencia, en la órbita espiritual, sin que los gobiernos impidiesen
su cumplimiento,
pues ya no tendrían
que preocuparse
con
asuntos de conciencia.
La separación de la Iglesia y el Estado hada desaparecer
esas mútuas desconfianzas, por las que cada uno cree ilwadidos
sus respectivos
derechos y facultades.
Las leyes de la repllbliea serían respetadas por los eiudadanc,s
sacerdotes, quienes no
verían en ellos amenazada la autorida(l de la Iglesia, desde que
el Estado se hallara separado de la espiritual.
Así mismo, toda clase de bulas y despachos
pontificios
se pro111ulgarínn sin
necesidad del pase del gobierno, quien nada tend ría que temer
por las preeminencias dei Estado,
hallándose la Iglesia separada de 10 telllporal.
Roto el yugo de 1:1alianzn, la 19ksia no sería oprimida, ni
instl'"Ul11ento político de opresi(lIl.
EntÚnn:s el Estado, l(jos de
apoyarse en la tiranía (:jereida sohre las conciencias, lmscaría
un legítimo apoyo en la venlnder:l volul1t:!d de los puehlos.
\'
ent(mees tambiC-n los edesi:ístieos pcr:1crían esa orguJ1osa inf:!tuaci6n que les cOJIIllniG.l1:1alianza ("Oil ci Estado, y tratarían
COll J1Wnscrlu111hre y c:lrÍ(bd
tI los «Ile hoy sc :lpart:m
de la
Iglesia por ln durcza y terquedad de ·;us ministros.
Elèct.u:lIln b s('pal'aciÓn, h:d.Jrí~1 paz y t1lllllUtUO respeto
entre la Iglesia.'" el Estado;
mientns
que con la alinnza, que
sólo tiende tI <iuc eadÜ uno saque el mejor partido á espensas
1.A LeZ DEL PUEBLo.
dd oj m, ge ha eSlahkeido entrecllos el despredo y la discordia,
C01Jl/)lo manifiestan
esas gueITas dl' palaeio y saeristÍa.
Sí los hombres ilustraùos
miran :í la 19lesia l'on antipatía,
porqnc la l'l'l'Cil cÚmplice en los atentados
políticos
de los gohil'rnos, () porque la vcn fuera de su legítimo centro, usurpándose
all-ihul'iOlll'S agl'nas (ll- su instituciÚn,
con la separaciÓn
deI
Estwlo se rdw hilitaría <.'nel £lpn'l'in cIel género humano.
Todos
guanlarí:111 respeto tt los sacerdotes,
mirando
en ellos no á los
homhres que prostituyen
su ministel;o
nl('zclfindose en la política y lwdelldo
(le la relígi{m d instrumento
de pretensioIH'S t.l'rrl'l1as, sino
los n'nladeros
ministros
dd Evangelio, ol'up:tdos
llnil'allll'nÜ' de los eterHOg intereses de la humanidacI.
LI sqwr:1eiÚnd(' 1:\ Iglesia y el Estndo haría realmcntl· que
los s:ll'l'nlotes se dl'spret\(hu
cIl'l£lseosas cIe J:¡ tierra, y que se
e(l1\Sa.!!.T~'1I
(I su lllisiÚII espiritual.
Como ya no ingresarían
al
sael'rdol'ill
por inlen.-:s, sino por una sincera vocación su total
desprelldimicnto
y l:t pUl·C7.ade las doctrinas
cynngélicas
harían '111l'clespíritu
dl'leristianisl11o
,'ueh'a Ú \'Ívificar el mundo,
"La I.:..:ksia ha oht.cnido l'on la ali:l.nza, dict' un distinguido
jll'nsador, riquezas y poder, clos l·:tUSa~ de l'oITupl'Íón; ha sublevado l'Il l'onl ra suya todas las eoneiencias delicadas, todos los
espíritus
indqwndicntl's,
Sc ha creado una ortor1ogia oficial;
pero la r~'ligiÚll Sl' ha torllado l'Il lIna \'t111:t formalidad,
en una
~'n,'o1tllr;l de l:t cual ha \'obdo In vida."
lit' todo lo l'X]l\Il'sto s~' deduCt, qllt' la s<.'paraciÚn de los dos
i'0den's
t j('nde al hicn dc la sociedad y nI de la rdigión.
Sólo
:,~í )lodr:' el Estnc1oll('\'nr
:í los puehlos por la s('nda que conrlll,'I' :t1 "pogeo
de la JlJ'i)sJ>l'ridad; y sÚlo así también
podrá la
Igksin di:dllar una importante
n~genera('iÓn en las crecncias y
en lascostumbrcs.
:1
CAPITULO
VI.
Refutación de las objeciones contrél la separación de la
Iglesia yel Estado.
Los que defienden la alianza sc \':lltn dc aq;tllJ\cntos lI1:ís Ó
menos fútiles, más (¡ mcnos sofisticos. Examinemos los principales.
"El soberanoestÚ oblig-:Hloá fOlTlcutar la moral, sin la cual
no puede habel' orden p(thlieo; ni pms»,:ridad soeinl; y siendo así
que la religión moraliza las costumhn:~., sc sigtle que el Estado
debe protegerla.
l'cI'O como para C~'LO cs indispensahie que
mantenga relaciones con la Ig-lcsia, no puede scpararse de ésta
sin privar á la sociedad de un elemento dc nlOralizneiÚll."
Si por cllanto tina religiÚn moraliza las eostumhres, dehiera
ser protegida por el Estado, todas las religiones deberían serlo
en ese sentido.
Además, el testimonio de la experiencia enseÏla que ci prestigio moralizador de la rdigiÚn cstft cr razón inn:rsa de la protección que e1\a rccibe, porque mientras lJ\(IS sc npoye sohre
influencias humanas, menos creen 10'; puehlos cn su e:l¡-(,der
di\"Îno. Por consiguientc, para que la religi,'lI1, manteniendo
una plena autoridad sobre la l'oneienc:n, l:ierza su acciÚn 11101";1lizadonl, con "icnc Qlll'ci Estado pres.:iIHIn c01l1pkta 11 Il'nll: de
toda prote<,·ei6n.
Por otra parte, como ci Estado 'lO tiene sino una l11isi()n
temporal, no es de Sll resorte emplear medios sobrcnaturales
para 1lI0ndizar fi los pueblos. Un buen sisÜ'n1a de educación
por medio del cual se inculquen los principios fUl1(lamentalcs de
la venladera mond, y se deS:tlTo1\en I.)s sentimientos de :lntor
á lü virtud y de odio al vicio, leyes sabias fllndadas en el derecho
natural, una buena administntciÚn de Justicia, l\1agistmdos
justos é instruidos, empleados idÚl1eo~.,y por t,ltiltlo la llIi~tl\a
prohidad del gohierno, taks son los medios políticos qm' l~St(lI1
al alcance del Estado para establecer la moralidad del pueblo.
30
LA !,pz nEI.
T'rEBLO.
1\'1'<) si:1I l'ontrario
la l'dul'nl'i(lIl
llIonll Sl' ]"l'duel' fi !:Is su}Jl'ITherías del t¿l1IatiSlllO, si las k.\'\.'s SOli l1Ia]:ts y p{-silll:l la ad1llillistral'iÚlld<: Justi<:i:I, si los IIwgistrndos
<:nlTCCIIde \'irtudl's
y dI..'l'iencia, si los cmpkados
no SOli l1I:ís «UC o(plotadorcs
dd
destillo y eshirros del «ue l1IalHla, y si ell fill, d gohi<:nto
tolera
las injusticias
por con \'l'nir (Lsus in telTs<:s, y éllllislllo las COllll'te,
sojuzgando
la lihertad y sostl'niélldosc
por Illl'dio (lL' la fuerza,
cIL-la intrig,l Ó del t'~rror, cntonces
aunque
el Estado
proteja
la n'ligi(m, se difunde J:¡ illlllonllidad
l'IllaS est\.'ras sociales, y la
situa<:iÚII IJlíhlil'a SI..'halT l':Lda día l1I(tS deplorahle.
Jlny )lueblos l'OIllO d El'uador, donde d .Jdi.: de! Estado pretel1(k )¡:Ll'lTcr<:er quI..' proll'jl' la re!i,l!,"iÚny ¡¡>lllcula la l1loral )lor«ul'f;l\'o l'lTl' intereses ultral1lont:lIIos
y po\'(¡ue practica
las esterioriclacks religiosas.
I\~n)l'SC fnriscislllO (lL' 1':t1acio, :lsoeiac1o
al de saaistía,
no l1lornliza la sociedad,
sillo que la f:matiza
y
la l'OITrOl1lpe,
I'll IlI:l1Idatario
quI..' a)Joya su dOl11illal'i(,1l l'Il la inllloralidad del sacrill'gio,
y que, ft )lretl'xtu
dI..'prolljer
la re!igit) n, hal'l' dl' {-sla UII illSlrtlllll'nt o dl' sus IIl:II:ls pasiolll'S,
l'se IllalHlnlario I'SCan1l'l'l' la l1Ior;t1 y sUl11crg'c :11)lucblu l'n la currupción
y
en l:t igllor:lIll'ia.
SE(~I':'\I)()
.\RGU:\fEXTO
"Todos los intercscs de la sociedad
deben ser amparados
pOI' el )Jude]' qm' l'lia ba instituido;
y como la religión es uno
ch: los mÚs il11portantes,
cl Estado
tiene deber de ampnl"arla,
Estc no IlllCdc en cons~cueneia
s~parars~ de la IgI~sia.·'
Sin ocupamos
de las diversas
teorías,
respecto á l:ts rel:::ciones entre la sociedad y el Estado,
para determina r el punto
hnsta donde debe llegar la intervenl'ÍÍln
del poder en lo~ asuntos sociales, limitémonos
á examinar
cI m-gumento
en su aspecto político-religioso.
Debiendo el estado
nmpnrar
la religión,
que es uno de los
más importantes
intereses ne lasociedéld,
yeomponiénc!osc
ésta
de individuos
r¡ue tienen diferentes crccncias,
se sig-ue que todas
deben ser igualmente
amparadas.
~Ias ese ;llnl'aro
HO consiste en que el Estado proclame
los diverso!'! dOglJlfl" (l ritos, sino
LA LUZ DEL PUEBLO
31
la libertad de l'Olll'il'ncin, (¡ lo !Juc cs lo mismo, la lihertad de la
rcligi{l11.
En esta lihcrtad hay !Jue distinguir
dos puntos de ,'ist.:I; el
cspiritunl y el Ü:l11po\"a1. El primero sc refierc (I la ex.pontanci. dad ch: las crccncias, la cual funda d l11é:ito de la fé para L'oll
Dios: el sL',!2,"undo
sc dil'igc Ú la el1l:11H.'ip:tci{1I1dl' la concieneia,
<.:on1Otill mcdio 1>:11':\promo\'cr
cI dcsarrollo
dl' las ideas y la
prospcridad
de los puehlos.
El tlllO sc relaciona
con los intcreses illfinit.os dd :l1m:\, los quc no puedcn l'star J¡:ljo el :1I11p:lrO
de una cntidad linit:leolllo
cI Estado:
el otro sc refiere ti intereses pereccderus del hombre, los l'lw1cs lluedell SCl' amparados
por el poder !Jue la sociedad ei,'illw instituido,
En eonsccul'l1l'ia, el :llllpnro del l'st:\llo, cn materia de religiÓn, sC l'cduce:í dcchu'ar la lihcrt:td cie cOIlL'iencia, l'omo lin
asullto de inter(-s socinl, prescindicndo
'~omp1ct:jmcnte de proÜ:jer estas {l nquL'ilas l'l'L'l'IICi;¡s,y de inten'cnir
cn lo !Jue se
relaciona COll los dcstinos de ultramunc!o.
TEI<CEI<
AHGU!lJE:-\'I'O.
"La 19lesia no ]luede suhsistir sill fOllclos. Xecesita de cllos,
tnllto para los g:lstos deleÙlto, como rara c1estipendio lIL-sus
ministros.
Y siendo así qlll~ los recursos con que Sc sost.iene,
prm'L'dcl1, Ú de J:¡ SU}¡'TIICiÚIldd Estado,
(I de los den:L'il<ls que
éste lija y delTcta, pn ra <Jue ~c p:lguen por d puehlo, se sigue
qUl' d poder espiritu:¡] IlO pm'de sepnr:ll'sc dd tempora!."
La 191csi;¡ no Se instituyÚ sohre la llasc dc ser suln'CJl(:ionatI:\ ]lor los CésalTs, ni sol/re ln de <Jue b:tos impongan deredllls
al pueblo pant el l1lnntellimiento
de él1n, !\:ingunél suln'cnci6n
promcti(¡ JesulTisto Ú los apÚsto1cs. Al contrario
en la pel"SOna
de éstos dijo Ú los sacenloÜ's
dl' todos los siglos:
No I/en:is
ho/sn, ni n/l()/:;f1, ni calzndo.
Yen cllnh/uicr
ciudad en quc C11lrârd",y
os rccil¡iereJ/, e01J1ct! lo qlle 01; IJlIsien:n /J(Jnlc/;llIle
(1).
Así cs L'ot110suhsistiÚ la Iglesia en los prit11eros ticmpos cle
la era c¡"isti;t1l;1, y aun en la nL'tualidad, los paíscs dondc la igle-
(J)
~Hn LlH:n:-;, l'ap.
X, Y\·, -1-y~-.
32
LA IX7. llE!. PITilLO,
sin est;í sU"\'l'llcionada
)lur d Estado, (onnan tina insignificante mil101'ía, en l'omparal'i(lll dl';((IUl'lIos doude no n:l'ihl' suhn'nciÚn ,dgulla,
Eu In gl'neralidad
del orhl', los ministnls dd culto
11U :;on pagados
pUl' el Estado, y siuell1 h,lI'gu tienetl todo lo
necesariO,
Ahora l'Il euanto
rt <[LIeel Estado
impOlie dereehos al pUl"
hlo en 1:1vor cIl' la 19lesia, CIl vez dl' ser un arg'l1ll1ento l'OUtl" \;t
sl'\mraei(m, eS m(lS hien una raz(llI f(lrtbim;¡
para e[eetuarla
ya porque el Estado, al fijar y decretar
csos derl'l'IlOs }Jant ci
sen'ieio <lc lu espiritual, l:jl'ree sohn: ci llllehlo un acto que lHl es
ùe la eompcte11l'¡a dd poder temporal, ya )lorque de eSe 1l10do
se eOlllpcle:í eoutrihuir
jlnnl d sostenimil'nto
de 1111eulto, ;Í indi \,¡duos qUe !lO lu proll'snn.
El argumento cie que Ja Iglcsin 110cll'he I'l')lal'arSl' dd Estado, porqul' éste la sostielll', es idéntieo ,d dI..' que un sien'o no
dehe rompe!" In e;u1l'n,\ dl' l'scia \'itud que lo liga al amo, porque
éste lo mantiene,
Los deberes que 11:leell de l?ls rdal'iotll's
l'l\ ire el s;leerdoeio
y los liek's, son la ""Sl' dl' l111afuente
natllr;¡] cil' ingresos pHra
el sostenimiento
rle I:t Iglesia.
I'l'ro estos IkhlTl'S )lcrll'nl'l'l'n r.
un orden puramente
I'spiritual,
y por euusiguienlc
d puder
telll]Jo!"aleoll1cte un nkui;ldo
contra la pl'opil'dad y\;¡ eOlll:il'u,
cia al impol1l'r tkrcehos parn sustl'l1er ci eulto, y exigir\os por
la fucnm.
Si los hOIl1I¡n's rdJ\1s;\1l Co~;(,l'
Ú :I\jIll'1 l'ultn
¿h,tlJr{1
justil'in para ohligarks
(I !Jill' III ,tl'l'ptc'lI y l'ostl..'ell?
Po r eso l'S q lIl'.rl'slll'ris to, a I prl'\T1I iI'\jlll'los :IprIs toles t 01l1C1I
la que ~c les ponga por dc1;tlltl..', dil'\..: prc\·j'IJIIl'llte,
('11 l'lwl,
<¡uierll eiw!;/(I
dUllrI(' I.'lIlr;ín·is
[h'r."
liS r('cil,ien'lI
dC, ~l l'sto
l'S
domk l'ul'Sl'll \'o{¡llltari:lIIll'JIk
rl'l'il,idos.
/)1..'
tnl sllcrk qlll' l'JI
el espí6tll
tie este JlrCl'l'plO l'\';lllgColil.'l) n':-;;t1t:lll dos \'I..'nl;nks
muy notahles:
1" que los lllillistros dl'! elllto h;rll dI..'Sl'r rl'l'ihido~ por \'Olllllt.ad y no Jlor l'ul'rl.a:
qlle las crogaciolll's
para
su m:tntl'lll'iím sCalll'X!)(IIlUlllcas.
Las ohlacÏones \'oll1l1tnrias S01l, )llles. los ÎI1Iicns fondos k~rlti.11l0S de la 19lcsi;¡, Sl'gí\1I d tel'Jllillnlltc precepto de SlI Fundaùo¡', comct! lu (11Il' os IJl/sicJ'Cll 1)111'tld;/1Iic; que qlliere Ikl'ir
"no exijáis nada por la fUl'rzn, lTl'iJ¡id lo que \·oluntariaml..'ntl'
os c1 ierell. "
~c alegarÚ que l'Il la act lia lidad liad il' lw d,l I'rogaeiUI1l:S \'0luntarías
para sostener
d culto y sus minist.ros.
Pero seme~i1
LA LUZ DEL
33
PUEflLO,
jantc alega to cstfi Cil ~ulltnldi~~iÍ>1l ~Oll lus hc~hus, A la n~nlaJ
~lInl1do Sl' trata dl' leYal1t:lr tcmplos y ~e1l1il1al'io~, Il1lc\'cn las
erogaciones dc lo~ ticks cn fa vor de Ir igksi:l.
l'or otra P[lJ'Ü',
\'l~1Il0Sque los con VClltos adquicrcn:'
aën:ecn cxtraonlinariallIcll t~ su~ bicllCS ~on s(¡lo las ohlaciolles dc la piedad,
sin necesidad dl' rcntas dd Estado
(1), J'o: Ít ltimo, todas las sectas
S~ sostil'ncn con las rl0l1:leioncs de SllS pros~litos,
¿.Y c(lmo la
prcstigiosn
Igksia l'atÍllil'a no había dl' subsistir dllllOdal11l'nle
~on Ins liberalidadcs
(le sus hijos? La B~lgica, la Suiza, la Am~rica (Id Nort.e, cLc., ofrcccn una pntcl:·a docucnte
de la holg'ura
eOIl que !lu~de ,'i,'ir la Iglesia scpar;¡da
dd Estado, y sin las
rentas que dc ~stc proccden.
e l' AWrO
A I{(~ t::\1 E;\¡,(,O.
"0ío le cOllyiellC al Estadu
scpn ln l'SC de la Iglesia, porque
micl1trn s lIlÚSIibrc fucra 6, ta, adq 1Iiri :ía lIn]HHler t.all to mÚs fuerte, Si ahora, merccd Ú las rdn~iUl1es qUl' existen por la alianza,
pucde d Estndo l'ollll'lIcr los :l\':lncc:' dl' 1:1Iglesia, y sil1l'mbargu la telllc, ¿cu(l11Lu JJl:ís kmible
Ill' sería !ln ra ~I, si librc dIa
de toda represiClIl dl'spk,~ara su inl-lu:l1cin para dominar la sociedad ?"
En este sot1"tna se alep:a como prucba en fayor de la alianza pl'cl·isntnenle nql1ello qut' sinT dc fundamento
para sostener
la ncccsidad (le la sl'paraei(¡Il,
Si pUl'S la alianza cs la t'ausa
dd prcdominio político dd clero, Itay eontradiedÓn)'
ahsurdo
en afirmar quc la scp:lrm'i(lll cUl1ducc Ú ese mismo predominio,
Healmel1te, si el fuero eclesiÚstico, lajurisdicei(Jtl
temporal
de la Iglesi:l, I:t inlcn'l'llciCll1 de ésla en I:t Cl1Sci1:lnza !nic:., en
la clllisiÍtIl del pcns:ullicnto y l'Il los :ISlIlltos políticus; la fucrza
del Estado pucsta:11 sCl'\'icio de los plaues y propÓsitos dl' la
curia; si todo esto emalla de la. aliauza,
claro es que con la separneiÍln (ksaparcceríaucsos
elemcntos
<le prcdominio, y quedaría d podcl'cspi¡'itllal
dcntro de Sll legítima
esfèra, si{-ndole
por supuesto
imposible innulir 1m dominios
del Estado, ni
a v:lsallar la socierlarl.
11)
t~:t
de
fino
t'uyo
lIa.'"
L'11ll\"('tltÍlS
S<lJJti;t,J.:I),
ll1í:ll'JlIIII;
produL"to
!jlll'
l'j
dl"
que
pO~t.·l'T1 flll"lllnas
nl'lll.dull'lIl'-
1:1 i\kn:cd
.It'
\'llllSll"IlYt..'
('ol(·snJcs..
1111 ~1;1I""11l1~(l
!..!"iICl, tlm:illl
nH..
·tJ~tt<ll St.'l'"k(l)a~l'1I
aJJ.;lIllv:-o
tit'
L'IS
como ('1 rft' ln f{('('()letn
Y l'I"lstosfsifllO
tcmplo
nf;llll:1dns
lJIik:-:, t'te.
hnd<.'tulílS
de
£)()tl1flli-
t.Id n¡(is
l'l'cilll.!.
34
LA LUZ DEL PL"EBLO.
¿Se teme que los eclesiásticos provoquen
una conspiración
por mt'dio del fanatisll1o?
l'ero en tal caso serían tratanos
como sediciosos, y d gohierno sabría escarmentados,
0m.:n:r inrundir minIo al Estado
l'on la ameJ1:IUI de !Jill' si
se separa de la Igksia corre tin gril ve peligro, es tratarlo
cailla
(¡ un niùo :.í quien se asusta
con duendes ú fantasmas.
"La socicdad neccsita prepanlrse
por la acclon lenta de
los siglos para reeihir nue\'as instituciones,
En la marcha de
los puehlos l'on\·il'lH': ohsCt'var las kyes de la natunlkzi1., y esperar que Sl' slIl'l:dan gradualmente
los m.:ontceimientos,
hasta
que las rd<>rJl1as lIegt\l.:n á insinuarsc
por sí mismas en la opinión de lodos,"
I1al,lnndo de este so!ismn dice Jeremíns
Bentlw.m que tiene
una :Ipnricncia plausihle y seductora,
porque finge fundarse en
el orden; cs tranquilo,
padfieo y conciliador,
y por lo mismo es
el quc !tn tenido m{¡s inlluelleia panl impedir ci progreso de las
sociedades 11t1111:lnas.
Examinet1\os l·I pn.·sl'ntc argntl1l'tÜo hajo StlS difcn'nks
puntm; dl' \'ista,
.. La sociedad nl'eesita preparnrse
por la acción lenta de los
siglus para recibir nuevas instituciones."
lIé aquí Ulla proposici(¡n p];¡usih!c CIl la f<)t'Ina y falsa en el fondo.
Lü sofístico de
t,lia l'ollsistl' l'n confundir los l11edios t'on ci fin, )lucs se pretende
s,¡sÍL'ner <JUl'b prcpanll,j()\\ de la sociedad. esto l'S, ci estado de
su dl'sarrollo intelectual, cs cl mcdio )lara rccibir IIUc\'as illstituCiOI1CS,sil'lHlll así que éstas son 11IftS l¡icn un 11Iedio )Janl dcsarrollar en la sociedad los gérml'nes de eiyilizaeiÚn y (le progn'so.
\' :dg(I1\Ionos de dos cjel11[Jlos para demostrar
que los trascendenta!cs cambios que se han operado en los puchlos, las importantes
reformas que en ellos se han cfl,ctuado, no son la consecuencia de pn'¡ml'aciÔn alguna.
En dl'do, ¿cstU\'o prl'p;¡¡'ado el tI1undo para recibir el erislÍnllisnw, l'sa gran institueióII que ocupa la más hrillante página en la historia de los siglos?
Un mundo entregado
(t los
errores y {\ las superstkiones_del
paganismo rei.nante, acostum·
LA LUZ DEL I CEBLO.
35
brado Ú reposar
tranquilo
sob\"l~ la estera de la esclavitud, y
tributar
culto il las pasiones; Ull mundo tal no pudo jamás
hallarse preparado
ell I~l\-or (le una religión que vino á proclamar la adoraci(,n de un Dios ignoto, contnl el eulto tJ'ibutado
á divinidades conocidas;
á levantar templos al Eterno y derrihar los altares
de la idolattia;
:i enseii:u' la moral
mi'ts pura
contra los ex\:Csos de la depranl:ión
pagana;
á consagrar
la
libertad, la frntemidad,
In igunlda(l
eontnl el despotisl{lO y la
tiranía de los Césares; Ú revindicar,
en fin, los derechos de la
virtUll contra los vicios entruniz<.dos.
Yen prueha de que el mundo no estaba preparado
en favor
de tan grandiosa
reforma, allí eS1:á sobre la cumbre del Gólg-ota el altar de la Cruz, donde fué ~acrificado el Divino Reformador; allí estÚn los llIftrtires del c-istianismo,
esos hombres acosados y perseguidos
por ci lllurdo-esos
hombres quc fueron
arrastrados
por las calles, vendidos en los mercados,
sumergidos l'Il las catacumbas
yen las nJinas de la Numidia, entreg-aclos á los hambrientos
leones, á los tigres, á las hogueras-csos
hombres cuyas carnes eran desgarradas
en el garfio, y su sangre eOllsumida por las llamas; a Ii e~tÚ la ulterior
incredulidad
de los judíos, quienes a(111no crecn que Jesucristo sea el l\Jesías
prollldidü.
Y ti pesar de qlle no hubo preparación,
sino una
declarada ITpulsi{JI1, el eristianisnw
se abriÔ paso en el mundo
para reformar al géncro humano en la série de los siglos.
¿Estaban
preparados
los pu ;:blos sud-americanos
para recibir la rep(lhliea?
Unos pueblo:, sumergidos en la ignorancia
yen la sen-idumhre,
sojuzgados por ci fanatismo que alimentaùa el clero cn 1;lvor de la Ill(lIIanJllía; UIlOS pueblos que acariciaban la cadena de su csel<n'itud, y qlle se glodaban
en llamarse sÚbditos de su amo el rey, ese's pueblos 110 podían estar preparados it sacudir Ull yugo cuYP peso é igllominia no conocían.
Los m{lrtil'es dc la indepeulcncia,
los torrentes de sangre
que ella costó, pues no s610 hul:o que luchar contra las fuerzas
del rey, sino también contra la opinión de los realistas; las guerras li-atriddas y las constantes /)seilaciones políticas que agitan
Ú los l)\\ehlos emancipados;
la ahyeceÎ6n con que éstos se prestan
á sel' un instrumenta
cie mira5 egoistas,
y permiten que los
tiranuclos
trafiquen COll Sll au bJl10mía y con sus derechos; todo
esto demuestra
que c1mundu ce Colón no estaba preparado
á
corollnrse con la aureola de la Lbertad. Sin emhargo la repúhli-
36
LA LUZ DEL PUEBLO,
ea se estableci() en él, y su ;¡CClOn civilizadora
ya removiendo
añejas prcocupaciones,
arrancando
hflbit.os perniciosos,
disipando Ins tinicblas
dl' la iglloraucia,
il1ljlu1s:lI1do, en lin, la
socicdacl h:teia ci progreso.
l'or manera
que las selTiolll'S cid
nucvo mundo no l'sta ban prepa rndas por la ci \'ilízaci(,n pli ra
la república, sillo qucl-sta Sl' illlplanttl l'Il ellas para eÏ\·iliz;ll"las,
Todas las reformas
t.iull'n LIna ky, quc cs ci hien, y tarins
dlas cst.Ún ligadas rI ulla idl'a fuudaull'lIlal,
qtlc es t.:l derecho; y
pant hm'l'r d hien y n·:tlizar el derecho no se m'lx'sit.:t quc la
sol'Íl'dad esté prcparada .. \1 l'ont.t'll'io l'uanto menos 10 estl-,
tanto 111(\Spronto
se debc illl)lI;lnt:lr cn ella las reformas saludables, sobreponiéndosc:'1
las dilieultades,
y si fuesc ucccsario,
scllando CUtl sangrc toda rl'fonu:! que enl'Íl'rrl' el p01'\"l'nir de
los pueblos.
:'\0 SI' csc:ludalicl'u dl' l'slo I:ts allll:ls l':mdo!'osas.
ReCUL'!"
dcn que l'l hel'oisnlo y los l'SI111'!'ZUS
SU)lITIl10SSOli UUa l'lmdil'i(.u
esencial p:lra alcallzar gloriosas l'OIHluist,¡s.
I~eeuerde\l quc los
llI:írtires dd eristianislIlo
hieiero\l flamcar con su sangre d I'St.andarÜ' de la l'nIZ, y qUl' los l\1(1rlin's dl,la indl'pl'ndl'lIcia sud;¡ ml']'ica na l'll;II'hola l'OUcou s,lIlgn'
la ha Ildl'nl dl' 1:1 n'pó hl¡l'a,
11,IY \lua ky Sl'l'rcla que pl'l'sidl' las grnndl's l'eforn1;ts dc la humanidad
y ~us r{lpidos (ll'o,!.:-n'~os; esa ky l'S la ~allgrc y el
11I:1'-¡ irill,
El lrascurso
de los si,:,dos, 1:1march:l I(>ntn dl' l:ts COS:IS,no
~'(\lIstitllyenl1l1;¡ ley l'II ,'irllld dl' l;¡ l'twlsl' prl'(J:lrl'l1l:ts 11:tl'ionl'S
Ú lTcilJir 1:Is ideas rl'gellcr:llloras,
Si así rlll'ra los l'st.ados 11l;'IS
antiguos sl'1'Ínll los 11I:"IS
:lIkbnt.:ldus
en sus illslit.ul'iol1cs; pero
no eS cso lo !JUl' sUl'l'dl'. ) lay pueblos de la lIl{lS I'CfIlOt."antigiil'd:ld, l'Oll]O h Esp:tf1:1 de los ¡¡"rhOl1l'S, la l~o\11a Ill' los 1'011tílicl's, dc" sill qlll' :tI tr:I\'':s de los si,t:'los h:ty:tll podido d:lr 1111
paso Cilel Call1illO del progreso; y si hoy 1:t Esp:tf1a de C:tsklar
h:1 adoptndo
llue"as illslitlleiom's
p:lra l'olocarsl'
Ú la altura
del siglo, 110ha sido l'11"irllld ddl'llrSOl'X!)()l1lÚIIl'(j dl' las cosas
sino dl' IllUYgr:lIldes y sostc11idos l'SrnCI'ZOS,los mis1l1os <¡\Il' ncl'l'sita l~ol11:1,1'''1':1 Il'\,,,"tarsl' dl' S\l pWilt'aci{lIl.
Por clcontrario,
hay puchlos ele rccicnte sobcrnnía é independencia, qut' ,,:di(-tldosl' de lus l'OllOCil1lientos yexpericncins
de Ilaciones l\I{¡S"dl'lantadas.
n-forman sus ·ycstut.as lcyt's, po1I¡(-11\lotasl'Il :l rlllol1ía con las lll'l't'sid:IlIeS IIt1C"alllcntc crcadas
}lOI'
la <:Í\'ilizHci(¡n,
tA LUZ DÉL PIJE!
Lelo
Exn.l11int.'mos nhol'a el argunH.'nt.) respecto (I que "en la
mareha de los pueblos eon \"iene ohsen'ar las leyes de la na tumleza."
Esta es otra proposieiÓn ent' neiada en U1Wforma tan
seductora eOl11osofística.
El(.'etiyamcnte, prctcndienrlo que los
moyimientos
de la sociedad se ar'rcgkn:í
la naturaleza,
se ha
dicho que si se siemhra ;Intes lit- til'm )0, se ohtiene una mala
cosecha; y qUl' ]Jot' tanto, si Sl' implant:ll] reformas prematuras
producirían
ellas malos resultados.
Si todo en la naturaleza,
dicen los anti-reformistas,
marcha p:->1'grndos, en la política
dehe ohservarse la mismn gradaei(m.
Este rnciocinio es faldz,
por 'Ille se funda en el t~dso Il1'i11l'ipi()dl' qUl' todo marcha pOI'
grados en la naturaleza.
B:ljo esta deJlomin:.lei(lI1 se eOll1pl'elllle
la uni\"ersalidad
de las cosas, es decil, tanto
él uni\'erso físico
como el uni\"erso moral; pero éste es regido por leyes muy diferentes (I las de aquel.
Así l'l dcsen\"oh'imiento
gradual
y progresi\"o de los gérml'nes que se dcpositan
l'n la tierra, exige
condieiones de nn tiempo determid:Hio
y fijo; micntr:\s qne el
desarrollo de un puehlo es m;Ís Ô mcnos neek-rado según la mayor Ó menor cle\'aei(1l1 de sus enalil- alles morales, y segÚn la
faeilillad que teng:1 para sacar \"entajns de los deseuh,'imienLos,
de las huenas instituejonl's
y de!:ts ri'IUC%:JS de otros puchlos,
Por Último, el at'gllmcnto
que refutamos contiene el falso
nserto
de que las relormas
IIC) CO!1\'i,:ncn sino cuando
hayan
llegado ii illsinuan;e por sí mismas en la opiniÚn de todos. ¿Sería posihle que se realizase una rcforn.a, () quc sc estahkcieS{'
una instituciÓn c\wlquiera,
si fuera Jll'ccisll cspcrar que todos
los ciudadanc)s la aeeptasen, Íl al menos la mayoría
de ellos?
¡Jamás!
Si para establecer la repÚblica solJrclas ruinas de la monarquía; la soberanía de la naciÓn contra la del derecho divino;
la doet1'ina del sufragio popular cn eontraposiciÚn
(I la (le! ahsolutismo,
yel1 Chile la tolcnwcin
,'digiosa,
crcada por ley
intcrpl'etativa
del nrtÍl'ulo G.O de la LonstitUl'i(1I1, etc" l'te.; si
para todo esto se huhier:1 eSJlcr;ldo c' nsentimiento de todos, 6
dcll11ayor nÚmero, nunca se huhieran ohtcniflo esas reformas.
\' al contrario, si ln l11:\yorí:llleeidiese dc las instituciones que sc
han de estahleecr, tendríamos
en 1m; cst:\llos sud-americanos
restablcciwls la inquisicic'lIl y la soheranía del derecho divino.
Luego las reform:!s no se efeeLúan en \'il,tuLl del asentimiento de la multitud.
Esperar que una g1"Hnde idea se generalice en
38
la muchedumhre
para realizada
en la ley, seda eon(knar esa
idea {¡ una perp~tua estagnaciÍln.
El ct"Ístianismo, l'sa instituci(lI1 cstahlecida
('n el mundo
parn operar la reforma del g~nero humano,11('('l'sitÚ ck \ln :\lesins y de un apostolado.
Asi tam hj~n hay cn J:¡ s nacioncs cnyin(\os (le la l'n)\'idenc:ia, ap(,stoles (leI progreso,:í
ql1il'lH'S se
hn eneotlH.'nrlado el l'on'cnir
de la soeicdad, y quc por consiguiente dehen plantear en ella las reformas necesarias.
Es, pues, una ley de ln humanidad, que los puehlos senn
guiados por sus altas intelig('ncias; mas no por esas intdigelldas interesadas
en sostener ca(lu('as instituciones,
sino por
aq\lellos talentos
que se han consagrado
sinceJ"[llllcntc' {¡ la
soluci(lI1 de los grandes prohlemas de 1:1 sociedad, y que no tienen más intl'r~s l{lll' estahlecer cn un l>:lis todo cuanto sea conducente al mayor desarrollo de su ci\·ilización.
SECCION SEGONDA.
Hemos señalado el origen y funesto desarrollo (leI despotismo político y del despotismo religioso, (UC al tra v~s de los siglos
\'iencn haciendo la desgrneia del géncro humano; hcmos manifc~Üulo la lucha que mantienen cntn: sí l.nr ejercer un dominio exclusivo y absoluto sobre la sociedad, y la alianza que, Ü pesar
de su antagonismo,
han celebrado
para remachar
cadenas al
pueblo; hemos puesto (t la vista las ¡:.erniciosas consecuencias
de esa alianza, y la necesidad de terlllnarla;
hemos, en fin, rcfutado las objeciones que se hacen c(utra
la separación de la
Iglesia y el Estado.
Ahora conviene manifestar
quc (sa Iglesia, ligada con el
poder tcmporal, es una entidad espÎlrul, que :llIc1azllIcnte se ha
arroga/lo los derechos y la represent:u:iím
de la Iglesi:l cristiana. Al efedo, designcmos la diferenci;t radical que existe entre
la sociedad instituida por Jesucristo, ;' la que en cI seno dc ésta
han fundado las pasiones, cs (1ccir, ,:ntre el cristianismo y el
ultr:1montanislllo.
En seguida echcl1los un;¡ ojeada sohre la
ol-ganizacic'lI1 yelmo\'imicnto
de la iglesia ultr:llnontana.
sobre las distintas
faces del fariseismo que la caracteriza, y por
último, sobre la impet'iosa necesi(lad <lcrestahlecer,
en e1mundo católico, ci saccl'docio cristiano,
('omo un auxiliar para ci
desarrollo de la humanidad.
CA Pfl'{1LO
1.
El Cristianismo y el ultramontanismo,
.IestHTisto tnljo al \lIU1\(lo 111\prinl'ipil) rl'gl'lllT:lllor que l'OIltiene fecundos gl=nllenl's de ci \'iliwcitl11,
.-'\lIIar:í
Dios y al pró.
jimo, tal es el gran principio de regencrncitlll
hU111alla.
Un nmor filial}H1ra l'OIl el )ladre COlllíl1l de todos los homhres, y l'Titre l=stos Ull IlIlltUO :I1l1or rl':llerll:d, l'S cI supn'llIo grado dl' Iwr/¡..el'itl1l :í qUl' puedl' IIq~':I1' la Illllllalli(l:td.
El amOI-, ese destello dI' 1:1helll'\'olclll'ia
di \'illa sohre la humana creatura;
l'SC vínculo
sagr:\do por el IItH'111S homhres sc
unell Ú Dios y se eslreeh:l11 entn' sí; l'se Sl'lllillliellto
puro y suhlimt', h(- :dlí el fUlldallH'lllo (le 1111:1n'li,l!'itlll eel('sti:t1, (¡tH' SI' lit-nomina Cristianismo; de l'sa rcligi(l11 que !lO ejl'rcc \Tllg,I!lZaS,
que no pronuncia
¡lila lellla~~; q Ill' 110 j Iltl( 'IIIk \',,Ill( ui, Ll r COll la
espada ni IH'ril' C01\ el r:lyo; de l':;:1 n,li,:.:-i"'1lqUl' 1'lh61:1 el pl'rdt'lI
de \as injurias y line p1ïll'1a1ll:1 1,1n'jll:I<I" dl' 1:1 1'1 :,ll'lllid:ll] y dl'
la p:.1z.
Pero ¡ti I:tdo de esa illSlitllcj('1I
11I:llIilil'~;l:tll](,lIte di,'inil,
)lues que con la sob elIt1l1l'i:ll'it'll dl' tall suhlillll' dOl'lI-illa rt'\'('la sU di\'inidad,
alIado
de l'S:1 n,ligi(l\l qUl' \"l'\'il\(lil':lr:t IllS derechos dl' Dios pa r:t COll su pred ¡Ieda lTe:1 t u r:I, Y los dl' los
homhres entre sí; que prol'l:llll:tr:l
el S:llTifil'io ¡JI' ('ada UIlO rll'
ellos en bien rie los dem{¡-;, y 1,ll'jerl'il'¡o dl' la 1':IZ(l\1Y dl' la lilwrtad; al bdo rie l'sa rdigit"fI dl' luz Y dl' :t1llOl' sc h'\':tlltÚ, l'II ICI~
siglos medio!;, una secta CUYll:-;ll1ifl¡~;lrw; n:igielllll COIllO dillses
los homennjes (le la humanidad,
quisierol1
qlle (oSt:1 Sl' s:lel'iticase ('11:trns del inü'r(.s dl' :tqw']]os,
sl1hYl1g:troll ]:1 l'()lH'iclIci:l,
pusielooll ll1ordaz:ts:í
l:t l'lIlisi{1I1 del Pl'11S:lllIil'lllo, ln':IIlI:ll'OIl
cadn]sos:í
los pl'l1sadores, Y n'inst:d:trcll1
l'Il d IlIUlll]O el odill,
el antagonismo
y la disco\"(li:l.
Ln nntigué1 constituci{l\1 dl' ]:1 Iglcsi:l lit(. lTcmp]:¡z:ldn COll
un sistemn ¡Je tiranía
y ¡Je \'as:lll:ljc
ul1in'rs:tl,
El reh:tllo sc
sometiÚ :d despotismo
dl' los sacl'rdlltL,s,
los s:l('\'nlotcs
Sl' hicieron sien"os de los ohispos, y los ohispos
a hd il'lI ron sus derechos en manos del pontífice.
SCl"\·idumbre
y dominaci{¡n, hé
41
LA LUZ Dl~L PUEBLO.
aquí las bases de aquella secta, de aquel
que se denomina Ultramontlll1ismo.
monstruoso
sistema
II.
Después de haber colocado frente fi frentc al cristianismo y
al ultramon tanismo, hagamos
un rá pdo estud io analítico del
uno y del otro.
Estando el cristianismo
en armonía con la naturaleza
del
hombre, tiende Ú dcsarn)lIor las ti'll'ult:lllesde éste y rI impulsaI'
eI progreso de la IUl111:lnid:ld pot' l1Iedio de estos trcs principios:
libertad, tolerancÎll, ¡¡-fi tt'rnidnrl, eond i('iones esenciales para
estrechar los lazos de la gran familia hum:1na, y hacer que los
puehlos marchen lHWla senda de su destino,
Mas el ultramont:lI1isJ1\o.
I(ne, para ohtener el l-xito de
miras egoistas, se ha puesto en pugna con las leyes de la humanidad, procura reducir los pueblos á un estado de inmovilidad
intelectual, y establecer la senidumhre,
h intolerancia
yel privilegio, que in troduccn la di visiÚn en trI.' loshom hres, y tienden
al retroceso,
En la religiÓn cristiana
resplandel:C' eI sello de la verdaù,
porque está en armonía l'Un la ley dl' :)erfectiIJilidad humana.
Yen la religiÔn ultramontana
resaltn el signo del error, ponlue
estÚ en eontr:tllieciÚn
con esa ky. "Toda re1igiÚn quc :lhog'a
las ideas y petrifica los Jluehlos es t¡lIsa por cuanto cst::i en oposición con el pensamiento de Dios, manilestado
en una ley general de la naturaleza.
V una religión (PL' es ta \'orable al desarrollo de la inteligencia
y á la moralidad
de las naciones, es'
verdadera
por cuanto estfl en nrmonía con esa ley," ha dicho
con admirable
precisión y exactitud
un ilustre pensador e011temponlneo.
El cl'istianisl1lo no rehusa el ex:í 11H'11
(Il- ulla severa crítica.
Hallándose fundado sobre la ineontrast:lblc
base de la venlml,
ésta resplandece mucho mru.; con las indagacioncs
filosóficas; la
humana con\'Îcción cncuentnl mayor solidez, y de este modo la
raZón conduce al homhrc rI la te,
Pero ci ultramontanismo,
cuyas bas2s son tan fi'(tgiles como el error y la mentira en que se apoya, proscribe la filosofía,
exige, no sólo la scn'il sumisión deI pensamiento,
sino aÍln la
42
t.A
Ixt
tIEL
:t>lÏEtlLO.
c0111pleta ahdiellei(111 del r:1eioL'Ïuio. porque tl'111e que SE' descuhra la falsed:1d de sus doetrin:ls;
dl' c'st:! suerte la ignoraueia
conduel' al homhre al f:Il1:ltisl11o.
1.:1 J"elig-i(111
cristi:ma exige la ahsoluta
pre-scimlenei:1 de la
Iglesia c'n asuutos tl'lIlpnr:des. y qui¡'re qUl' los que l'sl:ín Ilam:Ldos (l npllcc'lltar,
(len c:ic'IIl]llo (le ]Iohrl'¡w, cie ahnegaeiÚn, cil'
humildlld. y (le ohl'dieneia :t1 Snher:tllO, :í imitaeiÚn (ll>los apÓstoles y dl' su 1\1 aestro.
e ou tra estos priul'i pios eY:l11gC-1
icos. c'l ul tr:11110ntan iS1110
proclama la soheranía
tl'IllJlnr:ddcl P:lP:I; preteudl'justitl('nr
la
a1l1hieiÚu y la eodieia dl'1ekro;
quil're la ]I!'l'pIJlH!erauei:1 polítiea dl' la Ig1esi:1, yexige
la suhon1iuaei(1ll
de los gohil'ruos al
pode-r edesi(lstie-o.
Ik tal suerte- que mie-ntras Je-sucristo dijo:
"mi reino no es de l'ste m1l1H1o," l'! clero urtrall1ontano
dice:
"mi n~inn ('st:í l'n este lllllwln."
El cristianismo
funda 1:t santilic:ICi(111 dd ]¡olllll1'C C'lIl'lclIm.
p1imielJto cie los precc:ptos t'\':IugC-licos, y franquea las puertas de
la hielHI\·entUl'lln7.:1 pre-(licanclo la J¡onclad y la misl'1'il'orc1in
di\'iua.
:\-1 as 1:1rl'1igiíl11 ultr:lJuou ln u:! l'stn hkc'c' ):1 justilleaeiíl1l (le
las :dmas c'uc,l ]I:lsiYO sOllletimiento
:d e!l'ro, y C'Ula l'scrupulosa ohsenancia
rle las ri lua liel:1l\cs.
j'redic:! l:t ira (k Dios. y
promcte aplacarla
111ecliante una l'emtt11e-raeí(l11. El que no se
humilla cou sl'ryilismll antI' los sacl'nlotl's;
l'I quI' no ohsl'rya
hipÚlTit:lmelJtI' frí\'olas l'xtcrillricl:lcll's;
d !J1Ié' no da clinero Ú
los 1l1inist rlls dl'! :11lar p:! 1':1 quI' Iv a hrau 1:ts pllertas de los cielos, ésc 110 se puccle sah'ar segÚn los ultra1l10Ilt:1l10S.
SietHlo el fl1nrlan1l'llto ciel l'risti:tnis1l1o
l:t all11l'g:teiÔn'y la
l'arid:td. no nel'eSiUl p:!ra I'st:lh11'I'crsl' y suhsistir, (1l' a1ianzm;
con los soberanos,
sino de la sangn'
de los l11:1rtírl's. Con el
martirio
obtu\'o sus primeros triunfos, y el martirio
serti siempre su gloriosa
aureola en 1:1stll'esi(ll1 cie los siglos.
En declo.
mÚrtin:s de la rdigi{¡n de Cristo fileron los que derramaron
su
sangre hajo la l'ul'hill:1 de los ('mperadorcs.
y mál'tires ciel cristianismo son t:t1uhil-u los que sufrell I:!s perscel1ciol1es de los
ultramontanos
por cletènc1er la santa causa del E\'angl:'lioPero el u1tr:l11lOntanisl11o, entregado
:í las cosas temporales, ha necesitado sostenerse con alianzas,
con influencias políticas, con g-uerr:ts sangrientas,
con las hogueras
de la inquisición y COll los anatemas.
LA LOt l)EL
I'lfEBUI
43
El cristianismo,
en 1111,es la síntesis
de ln sahidud:t,
de]a
bondad y de la miscrieordi:t
de Dins; eon:,agrn
el dogm:¡ de la
infalibilidad
de Jesucristo,
y es el rellt:jo d~¡ Espíritu Di\"ino.
El ultr:1mont:1nisl11o
es la :111títesis dl' la religilll1 cristiana;
prodama
el dogma de la inl:t1ihilidad
rie. papa, y es b personitic:1l'iÚn del espíritu y de \:Is yanid:ldes
dl! IIlt1\ldo.
Esta secta enemiga de Dios y de 1:1 h.lIl1anidad.
es la epidemia, la enfei'medad
endémica de los puch.os eristianus.
C\I'ITlíL()
Orgnnizaciun
y movimiento
Il.
de la Iglesia ultramontana.
Sil'lId.) illdispellsahk
qUt' blll:1 instill1l'ic'lIl se org-:l\Iit't' l"lllfOrIlIl':l1 ol'.Îd,o '1ll1' SI' propol1e, la iglesia ultralllont:.l11;1 est£¡
org-:lJIiz:III:1 sq~(¡nl'(l11\'ie1ll';í la n:nli1.:11,ic')ll lit>SUSmiras.
lIn)"
('n dl;1 UIl puehlo, 1111:1aristoer;ll'i:l
y Iln:l nllll1:1rq\lÎa.
El priIlItTO SI' eompolll' dI' II)s lides y d )¡:Ijo ekro.
La SI'g-Ulld:l de
los '1l\t' Il:ll\l:lll digll:lt;lrios,
l'OlllO soli los ohispos de dinTsas
c:;p(,l'il's, los ('an'-,llig-i)S, los litnl:ll1os 1110\lSt'I-\l)I't'S,IllS pn'brlos
domés! ¡l'OS de sU s:llltidad, los nsistl'lltes
:II snero solio pontificio, y otros illdiyiduos
l'olllkeor:1I1os COll tít \llos de cstI' j:ll'Z.
L:t ten:er:\ I'St;', l'epn'sl'lIt:1l1n POI-el Jl:lpa y Sil eOllst:ju de cardl'n:t1t's.
El IHH:hlll t;:leerdot:d, {¡ sea la i\l1l11'I1S:1111\lchedumhre de clfrigos y (It- frailes dis('J\lill:lIlns sohrl' la 1:11.de la tierra, \lO SOil
los discíplllos de .lt'slll-risto, I'llviados
;í predi":l.- t'! E\':Ingl'lio,
sillo los prop;Ig-:1I1ores de dot,trillas u It 1':111]1)11
t :IIHIS.
.\sí mislllo, los gr:llldl'S pl'rSOl1;ljes dI' la :Iristoel"rlcia ('elesi;',t;t ie:1 IIrl SOil los :1p(.stoks dt'! ;'11 I'SÎ:IS, si 110l. IS :nlx ¡linn's del
jlO\ltí lit'l', cnya gr:llldez:I ll'lI1po¡-;¡J sost iClIl'll, porq\1l' la dl' l':lda
UllO de Costos I'S ulla ,'t1I:lIl:lei(l11 di' :lql1l'll:t. Son los s:ltÍ'litt's
del :lstro rl'fulgt'lItl' l'olol':It!O I'll I~OIll:l, cuya luz n'1I1~all ('Il el
gr:,n lil'ltlanll'lIto \':ltÚlit'o.
Fill:l]¡lll'llte, pnr t'llcima dd puehlo y de 1:, aristocracia
se
l'IlClll'ntra la l'\\Il1hrl' d(' lo suhlime, t'! apogeo de la omnipotencia, el pill:ículo de lodo 11) mnguíJico del mundo.
Allí, I'll lo
m:ís :tIlo de \a esfi.'r:l l'l'ksi:ístil':I,
est:'l \111 :lsl,n) I'spll-ncloJ'()so
.q11e se lhm:1 ,~'/':III j)(lI/líJicc,
destcll:tndn
sohrl' I:ts c'lI-hit:l:-;dcl
t¡t'lUPO y di' 1;1l'LlTllid:¡d los rayos (It: S\1 gr:l1l1h-za. :\Ias, no
poseyelldo, como l'edro, \as "irtu(ks l'\,:lllg(-lie:ls, no cst:Î SI'I1tado sobre la piedra místiea qut' es el f\llH!:Imcnto (le la Ig-lesia
de Dios,
l'or l'ollsig'll il'lllc n(l es jdi: dellTistia n iSl11o, sino Ù.: la
~.l'eta \lltr:lnHlI1tan:l.
I It- :t1lí 1:1org:llliz:ll'i('lI dl' 1:1iglesia pe.-!i..l't:IIlII'lIk adaptacJ:I ;1 SI1Sfines. Es 1111t:j':l·l'ito cOl11p:ldo y hiI'll disciplinado
par:l sostener l:t prepoll(1l'rnncia
dI' aquella, í: imprimir
su "olnn-
L\
J
,rz
DEL
T'l'EBLO,
tad en los destinos dd género humanu.
Eay grandes
legiones
de soldados armados Ú la ligera. prontos:í. yolar por los confines dclmundo
ell intl'rés dd proselitisl11o l'atÚlieo.
Hay jelt:s
que eomhinan lo; planes y dan las Úrdel1l's respecti \'!IS, Y {¡ la l'nbcza tic todos se encuentra un soherano, ':uya yoluntad
supn:.
ma es la kyabsJluta.
J'ero esta 11' ¡Silla organ¡;.:ación tan siilJiamente combinada,
ha n'eihido tin :!;olpe mortal, :í l'ollsccuellt'i:l de las COlllplicaeio.
neB franco-aklll<tllaS que, h:!jo l:t aparie'1cia de una lucha internacional, son tI eU1\lplimiento de los altos tksignios
de la l'ro.
yidencia, que prepara
los e:ullillOS dd progreso y tic la eiyili-
zación.
II.
Habiend.} examinado
rÚpid:ullente
la organización
de la
iglesia ultra'llontana,
echemos una o,ieatla sohre el 1lI0yinliento
(le ella.
Los tres elementos que conslitu.'"':n elmceanistlIo
org:ínieo
de la ig'lcsi:!, se n1tll'\Tn sislclll:ldnllleJllL',
La illllll'lIsa dcrel'Îa
trabaja de.ln modo din:do sohn: la Ill:lsa de los pueblos,
Las
categorías
que forman la at'istoeravi:l
ecksiÚslÍca, se dirigl'lI fi
la parte tH,table Ik la sociedad. eOI1ci objeto de han'!" yakr, en
fayor (le ';us planes, la fortulI:l de los ricos yel prcstigio de
los podcn sos,
I'OtOÚltilllo, •...
1 grail lllOIl:lrl'a busca ~'lI las rcl:!cÎOllcS COI' los sohcrallos Ull apoyo :tI predomillio
cdCSÎ:'lStÎCOy
Ú 1:\ con\,f:niclleia de cada UIlO dl' los que le est(llI su!Jonlin,ulos,
El mo\'imiclItu
dcl LTistianis'llo
fu0 dc Ulla n.'nladcra expansiÓn, porque se dilat:¡b:l sobrc los int(.'l'l'SeS ciL-la hUlll<.lllidad.
i\IIS ci dclultr:llllollt:UlislIl.Ics
dl' .cOllCl'lIt.r:il'i,'JIl,porqllc
esos mismos Întcresl's dcl g°l-ncro humallo los atr:H: {¡ un centro
eOI11ÚIl,'luC es la egoista utilidad dl' seda.
El c:istianisl11o, que todo ('S ('al'idad, ck!Jía COllsu ::IlI1oroso
lllo\'Ímicnto condtll'ir al mundo por la sellda de su destino,
Pero el ultralllontanislllo,
que todo ('s :tll1bieit.ll. estorha la acción bi:nhechora
de aquél, é impele al mundo Ú los más deplorables desastres.
Cuando los ministnJs del S,dltunrio l1egnron ft dCH'aninrse,
emprelldieron
Ull nJO\'imicnto desastroso
para los ))Ilchlos,
,P0rqtle, ahusando de Ulla insbtueiÚn
di\'ina, conspiraron
1:011-
46
LA LUZ DEL
PUEBLO.
tra los derl'dlos
dd llOl11hn.. y lo prccipitaron
en el abismo de
las jlITul·upacioncs.
El1l1oYÍllIicnto,
pncs, de la ig-lesia ultramontnna
está en
pcrpdlt:l
pngll:lcoII d dI'! cristianismo
y <:I de la humanidad.
La snhcranÎa Jl0l'lllilr, l'l surrngio
ullin.'rsal, la libertad de illlpn:nta, la de cOllcicncia,."
toda institm'iÚII Ú que lwn podido
H1Tihar las socil'dndcs l'Il su marcha progrcsinl,
ha sido atacada y allilÜ'1Jlat izad;! por la ígksiu.
Ella Sl' ha l'l'i,L:'idonI jucz dl' la ral.tlll lmra condcllada,
y ha
pretendido
l·OlTl·,:..;-jr .Y castigat·
;í la filosofía, COlllO lo ha l'OI11prohrulo íiltilll;l1llcntc:tI
Cn1JdCllilr la pl"oJ!osiciÚn 11 consi¡;nada Cil el Syllahus.
Ahora si ('Ch:1I1l0Snna miradn retrnspecti\'a
sobre los acontecimientos
ljtlC hat'l'lI l'St.rl'lllc('cr ft la historia, preg-Ilntemos:
¿quit:n 11:1 fullllinndo nllatcllIas
y I'Crsel'ul'ÍOI1l'S contnl
los sahios quc hOllrarulI .:¡ la (·iclll·ja COlisnsdcscubrimientos?-¿Vuién
in\,cntÚ lus tortunls,
qtlil:nl'lH.:cndíÚ las hogueras para quemar
á ttllltas'y
t;\11 illl1lllllcrabks
\'Ídilllas dl' la inquisiÚn, que tan
sólo t'n Scvilla Sl' cakulan
'Tinte lllil?-¿Qlli<'11 <ll1torizó los holTon's de la San Bartololllé ydclas \'íspel'ils Sil'ilial\"s?-¿~2uil-11
santit-icÚ la guclT;¡ de exterminiu contra los Yad('lIscs, los Albigcnscs, lm~ Il usi t:tS, l'tl' ?- ..¿ Uui{-IJ ha cOlJs~lgntdo los fllSil:lIlJiclItos y d destierro
por catlsas político-edcsi;Ísticns,
l'se pcnnanentc atentadu
contra t:l derccho, contra
la humanidad
y contra lajllst..ieia?-¿Vuit:n?
¡.\h! h~l'sponda la iglesia.
Luego al pOllct'se {-sta en sal1g-rienta lucha con ci género hum[\lw ha l'lllprl'nrlido
11111ll0\'illlil'lIt..O de rl'pulsir)J\ y de odio, en
'Ti: de l'lJllcilial'iÚn y de alllor, l'OlllO el dl'! cristianismo,
Lu('go
J;¡ ;t(..'l'iÚn<J\tc J:¡ iglesi;¡
ult..r;IJllont..an<l ha ejcrcido al través de
lns ~l·llcracionl's. sc OpOIlC ;¡] prog-rcso de la humanidad.
CA PITULO
J e s u cri s t o
y los
Ill.
far i f. e o s.
Para dar una idea exacta de los fariseos y fundar ulterio.
res obsen'acioncs,
copi:¡l1loS el capítulo .'.\XI IT rle Snn l\lateo:
"Entonces
'/es(ls hahlÚ á la multibld
y Ú sus discípulos,
diciendo:
Sobre
fariseos.
la cátedra
de l\loisés
se sentaron
los escrihas y los
l'las no hngais segtll1 las ohras de :.'lIos: porque dicen y no
hacen.
1\tnn cargas pesadas ê insopnrtahl~s,
y las ponen sohre los
hombros
de los homhres, mas ni Utin con su dedo las quieren
moyer.
\' huecn todas sus obras pOI' ser Vistos de los hombres,
y aman los primerus lugares, y las primeras sillas en las
smagogas
y ser saludados en In plaza, y (¡'H: los homhres los llamen
Hnhbi (l\laestro),
1'1as \'osotros 110querais ser lIn mados Habl)i, porque uno
solo es \'uestro maestro, y vosutros t.odos sois ll\:nlt:lnus.
y ti nadie llaméis p:¡dre VllCSt!'O sohre la tierra: porqne UllO
es \'ucstl'o 1'adl'c q lit' l'SU, l·tI los ci'.'ios,
No os llaméis lllHl'stro: porque UIlOes vuestro l\laestro.
el
Cristo.
El que es mayor entre \'osotros, ser[¡ vuestro sien'o.
Porque el que sc cnsalzarc, s~r(l humillado: yel que se lmmil1;I1T, ser:í l'llsabmdo,
:\las ¡ay¡ de vosotros escribal" y fariseos hipÍlerilas que eelTáis el reino de los cielos dcIante cIe los homhrcs! l'm:s ni \'m;otros cntrtlÎs, ni á los que cntnlrÍ:Ln dej(lÎs entrar!
¡Ay de vosotn)s,
escrihas ..•.t:11'isl'os hipÍlcritas, que de\'odlÍs las casas de las vimlns, haci'.'ndo largas oraciones: pOI' esto
llcvan~is UIljuicío 111(\S1"Îgnroso!
¡Ay de vosotros, escribas y Júriscos hip6eritos, porque rodáis la lI1ar y la 1.ierr~1 por h:lcer un prosélito: y dcspnés de
48
LA LtlZ DEL Pl:'EDLO.
h:l h~rl~ h~l'!lO, l~ hacl'is clos \TeeS mfts dil-,'110deI infi~rno quc
vosotros!
j Ay dl' vosotros,
guías l'il'gos, que dcl'Ís:-Todo
eI flue jura
por d templo, nada es: Illas d qUl' jura por el orn dcl templo,
dcudor es!
i Nn:ios y l'Íegos! ¿Vué es mayor, el oro, Ó el tcmplo que
sanlifil'a :lloro?
\' lodo l'J qtll' jum por cI alt;lr, II:Hl:t es: mas l'lHtlquíl't'a que
jurare por la ofn'lId:l qUl' l'slft sohrl' él, e1l'udor ('S,
i Cil'gO!';! ¿ Cual es mayor: la ofrcnda, Ú el a Ital' que santifica
la ofrl'lIda?
Aqud, pun;, que jura por el altar, jura por él, y por todo
Clt<lllto sohre éll'St:'1.
y todo ci que jura por el templo, jura por él. y por ci que
11101';1 l'n
{o!.
V d que jura Jlor d cielo, jura por el trono de Dios, y por
aquel que estft selltado sobre él.
i Ay de vosotroS,l'SlTihas
y IÚrisl'os hipÍll'rit:ls, que diezm;Î is
ln ycrh:¡] IUl'lla, y d l'lIdelo y d l'omino, y ha héis dejado las cosas
m;Îs imporlallll's
dl' la \toy, 1;1 juslicia y Ja IlIiscrironlia, y la Il-!
¡(~uías ciegos, quc col;íis el Illosquito.r
os trag{lis el camelin!
í Ay de vo~wtros, esnihns y fa riscos hipócritas, que limpiáis
10 de funa del vaso y dd plato, y por dentro l'st{¡is llenos de
rapifla y dl' illllJlIIHlil'ia!
j Fat"Ïseo
l'Ícgo, limpia IlI'imcro lo illterior del vaso y del
plato, IHII':l qUl' sea limpio lo qUl' l'sLí. ;¡fuera!
j .\y d(' yosotrm"
escrill:¡s y f:ll-iseos hiptJeritas, que sois scIIH:j;¡tlll'S:\ los Sl'P1dl'rOS Itlallqlll';¡dos, qllc pnn'Cl'lI de fuera hl:'1'lIlosos;í lo~ hOlllhrcs, y dentro l'sUíll Ikllos tic huesos de tllltl:l'tos y de toda stlcictl<lcl!
Así lambi011 vosotros, cil' fUl'ra os mostr •.íis justos á los
homhres; lilas dl'lltro l'st;lis IIcllos de hipoeresía y de iniquidad.
i ;\y dl' "llsolrlls, l'Sl'rih<ls y fa1'jsl'os hipÚlTital-i, qtH.'l'dilidíis
los sepulcros de los pt'oli:tns, y atlonl:1is los monumentos
de
los justos!
y decís: si hu hi~r:t mos ,'j "ido l'l1 los días de nuestros padres,
nohuhiénl11l0ssidosus
comp"i1C'!'OS en l;:¡sang-reae los profetas,
\' así liáis ll'stilllollio tí \osot ros mismos de que sois hijos
de aquellos que mataron (¡ los proli:tas,
LA LUZ DEI,
PUR3CO.
49
y llenad vosotros In 1l1edidn de Vllcstros padrl's.
Scrpicntes, raza de víhoras, ¿cÓmo huiréis del juicio de la
Gehenna?
Por esto, hé aquí yo envío il vo:;otr08 profetas, sabios }'
doctores, y de cllos mataréis y erueillulréis, y de ellos azotaréis
en vuestras sinagogas y los perseguirc~is de ciudad cn ciudad.
Para que veng-a sohre \"osotros
toda la sangre in()(.'cnte,
que se ha ,"ertido sohre la tierra, desde la sangre [le Ahel, cl
justo, hasta la sangre [le Zacarías, hjo de Baraquías,
al cual
mat{lstcis entl"c el templo y el altar.
En verdad os digo que todas estas l'osas vendrÚn soure
esta gcncraciÚn.
Jerusalén, Jerusalén,
que matas Jos profetas y apcdreas á
aquellos qtlc il tí son en\·iados
.
Ile aquí que os que(larÚ desierta yuestra casa.
l'orque os digo que (lesde ahora no me veréis hasta que
digan:-"Ikndito
el quc viene en elnoll1hrc del Sciio!"."
II.
Al habla 1''1esuc1'isto de los fadseo, de aquella época, designa
e\,iden Íl'1llt'lIÜ' fi los ministt,os dl' la i¡..:lcsia tlltralllOntana.
Compal'llndo
los sacerdotcs del ~ancdrín. Ú quicnes cxeer(,
y eonden(, J~s(¡s, eon los sacerdotcs
ultramontanos
de nucstra
era, se encuentra una perlèdol identidad. Estos, así CO\1\O aquellos, pOllcn en contradicciÚnlo
quedicen con lo quehaccn; echan
sobre cl Jlueblo la )lesada carga dl' nna religiÔn exajeradamente
a listera, que ellos 110ohsen'an; y al practicar alguna obra buena
lo hacen por ser vistos de los hombres, buscando en ellos los
aplausos
y alakl11zas (Id mundo.
Estos, así como aquellos,
estÚn dominados dl' la pueril vanidad de ocupar siempre y cn
todas partes los primeros llUe5Üls, y de querer ser snludados por
pohres -" ricos cnlas calles pílhlicas. ':omatHl0 ojeriza y odio al
que no \cs hace sus rendimientos.
Estos, así como aqudlos,
ticncn un nÎ:nio y exagcrado l'do por las prÚctieas exteriores del
culto, y una afición scnil Ú la letra, ,lcsdeiiando
el cspíritu del
texto; :unan ci proselitismo,
y toman las apariencias dl' homhrcs religiosos, mas no ticnen concicncia de los altos deberes q lie
a religión imponc.
Estos, así como aquellos, se llaman los cle-
50
LA LeZ DEL PVEBLO.
giclas del Scñor, y miran á los demÚs como unos miserables
puh1icanos.
Se detienen cn un pelo respecto del prójimo pero
ellos no yw:ilan en tragarse un camello.
Yes de not.arse que Jes(ls no se indignó contra
los más
grandes pecadores,
antes con palahras
de amol' y de dulzura
penlon6
aun (I los que 10 crucificaron; y sólo manifestó Stl indignación, con cxpn:siollcs
set1tenciosas y fulminantes,
contra
la profunlla malicia de los fariseos.
III.
Si Jesucristo hajam de nue'"o Ú la tierra,
¿que diría yiendo
destigurada
su clodrilHl, proscritas
en su nomhre la raz{J11y la
libcrÜlll, y su Iglesia l'on\Trtida
en un mercado, (londe los saccnlot.cs txalican hast.a con los sacramentos
que í~l instituyó
para l.t Sal\"ilci{lIl ciel género humano?
Se incligllada
contra
los Ilueyos fariseos, como se indignó contra
los de la antigua
Icy. Los arrojada
del templo y les aJ>ostt'ofaría diciendo:
¡Nccios.1' ciegos.' Cuando descendí del trono de mi Padre
á rcdimir al hombre, nu ,oillc Ú suprimir l'Il éste la libertad y la
nlZl1ll que recibil) del Eterno, sillo Ú rehabilitar
el ejercicio de
estas dus ti:H:ultades que, como dos soles, están tijas en el horizonte del IIl11ndo 111Or:1I,derramando
sohre éste la luz y la yidn.
¡.'1.'0 de l°osotro.'i, doctores de 1[1ley, que cargáis tí lus humlJrcs COli C:l1g:IS f/tlC 110 ptlcdcn
lIe'°<Ír, y \'usotros ni afÍn COll
UllO dc rllCstros dedos loc,í is las C:lrg•.
1S (1) ¡XO ,-ine á imponer
á la humanidad una rcligi{¡n quc no pttrliera sobrellenlt",
pues
"mi yugo l'S sua vc y le\"l' mi carga."
i ()/1 /-icTlerm:ióTl iTlfiel.'" pcrn'rstl,
Llue habéis condenado Ú
los eternos torlllCIl t.os {¡ tollos los que adoran
á Dios cn ritos
diferentes!
{\o "ine r¡ proclamar
un ritualisl110
de exdusión é
intolerancia.
Et \ inigénito dd Padre "ino para que todo el que
créc ell í~lno perezca, sino que tenga "ida etenIa (2). Vine rI
enseñar que no son justos
los que tienen la ley en los labios,
sino los que la tienen escrita en su corazÓn, y la cumplen, amando á Dios y á los hombres, aunque éstos sean griegos, judíos ó
romanos, ó tengan distintas creencias.
ll)
S.
(2)
s. J11an.
L\\('[\':'.,
I...."p.
X
0"1'. III.
tt v. ·1·t;'
\'0 15.
LA LCZ DEL P1]EDLO.
51
¡Fariseos hipócritas, quejuzgáis á vuestros prÓjimos y les
cerráis el reino de los cielos con vue,tras egoistas y aterrantes
doctrinas! No vine á juzgar á los tombres, sino á redimidos y
dar á todos, con la redención, derecho {l la bienaventuranza,
"Porque no en\"Í{¡Dios su hijo allwllldo para juzgar al mundo.
sino panl que el mundo se salve pOI (~I"(1).
¡Serpientes, nLZEl de l'íbonLs!
1\0 vine á fundar una religiÓn en ellYo nombl'e arranquéis ay':s Ú la humanidad, arrojando á las hOg"lIeras Ú los que no piensan como vosotros, persiguiendo cruelmcnte Ú los que no aprueban vuestros errOl'es, ó
no soportan \'uestro despotismo, y negando Ú los que os contradicen hasta el reposo de sus mueJ'tos. Vine á inculcar en el
corazÓn dc los homhres la concordia y la fi'aternidad, porque
mi n:ligiÓn es de amor, de paz y de eonsuclo. Por eso "ci que
no ama estÚ en la muerte; y cualquiera que aborrece Ú Sll hermano, eS 110111ieilla,
y ningÍln homicida tiene vida eterna" (2),
i i\y dc I'wwtros, ¡¿¡riscos l¡ipt'>cr,:t;¡s, que, aparentando moti\'l)s de religi(m, alimcntÚis una ambiciÔn sin Hmites. 1'\0vine
Ú estahleeer dogmas que sirvan de base al orgullo y predominio de los sacenlotes, ni Ú instituir para ellos un reino temporal. Vine ií fllndar un reino que no es de este mundo. l\[as,
vosotros, llcsdelIando mi <-:jemploy mi doctrina, os habéis dejado tentar por ci demonio, y postrmhs la hahéis adorado, porq\le os ofreeiÚ el Jloder y la gloria (le los reinos de la tierra.
i /1.1' de I'osotrus, Üll'Íseos hipócritas, que rodáis la mllr y la
ticI'm JJur ¡wecr prosé]itos, porque lleeesitáis de auxiliares que
apoyen vuestros planes cie domina;:ión.
Y después de hacer
prosélitos
los I¡;¡céis diKnos del inficJ'/lO, porquc no buscÚis coraZones purus que, teniendo por gtÚI el Evangelio, vivan haciendo el hien y estén prontos á sacrifiearsc por ci prójimo, ill,1itando mi ejl'mplo; sino qlle buscáis fanáticos y cómplices que
o~ traigan ci sufrag-io de los puehlos, Ú el apoyo cielos gohiernos, y os ayuoen á escalar los reinos de este mundo.
¡Ay de \'osolros, guíus ciegos, qlle ingresáis al saccrdocio,
nÔ por amo)" al templo ni al altar, siuo al oro del templo y á la
ofrenda del altar; y "habéis eOfi\'crtido mi casa cie adoración
en cueva de ladrones"
cxigiendc ofrendas pecuniarias pa-
un
11) S, Juan, l'al', II l, \', 17,
(2) El" 1," rid al'(,stùl S, Juan,
(3) ~,l\latco, cap, X \, y, 1ï,
cap, Ill. v\', H y 1:;.
52
LA U'Z
DEL
Pt'EOLO.
ra S:Ll'ar almas dt'! purgatorio,
para que e1niiio entre, por medio del hautismo,
~íJ:¡ Iglesi:l ele Jesucristo,
para que el homhre
forme, por el ma trimollio,
ulla familia legítima,
y, cn tin, hasta
p:lnl qm' los 11lul1:lllos restos
reposen en la tumha!
No "illL';í
IcY:lnl:lr tl'll1plos y alt;.IITS dOIHk Sl' l'nriquezl'<lll y di\,inicen los
miuistros
lk ln rdigiÚll.
\"i\le rI edinl':lr un templo
en ci cornzÚu hUUJ;11W, pnra que l'II loi ofrc%eall los hO!llbres ri la Di\'jnidad el holocélusto
ele adorrtci(¡n y de [111101".
¡¡'(Iriscos hj/)(ícrjln:,!
Ik "osot.J'os
pnlfdiz()
Tsaís, ('01110
l'stÚ l'sl'rito:-"Estl'
puehlo l'OIl los lahios 111Chonra;
mas su
cOl'az{l11 l'sUi ll':jos de mí."
;\0 ,,¡Ill' rI estahlecer
un ('ulto dl'
f/')rlllltlns I..'stloriles, "po1"l\ue siendo lJios espíritu,
es menester
que aqul'llos
qUl' le adot':llI,
le adoren
t'Il espíritu yen Ycrdad"
(1).
i ,1.1' ¡f£, !'()s()t rus, Û,risc:os IJij)(Jcritus, (jl/L' r!cI'ornis Ins C:/.'';¡¡S
de Ins I·iu,!..,s, /ln'lesL:w,!o
hl/g:ls oraciotles,
y que I..'rnpleais
gralldes el1:did:l\ks de pm'ielleia, de (,OIlÜ'll1lJ(lrizaei(l11, de sagac¡(lwl y L'studio dell'oraz(lIl
humano,
;í till de agnH1al' ft :Lquelias y l':lllli\"nrl:ls,
U{) p:l¡'a illsfJir:Lrks sentimientos
l"':lngloli('os, sillo 1':lra ohtener don:tl'iolles y ohsequios!
;\0 yine et ufrl'ceros ];\s JJ:lyes de los ciclos p:lra que :lhr{lis los conlzones
y
ex t rai,~~:'lis riqtll'Z; IS ll.'l 1\\llll':des,
\"inL' Ú ellsl'iia r el <lesprendillli(,lIto y ];¡ alJ\JI',~al'i(¡lI, ]I:\ra que sir"iéndoos
dl' l'sas virt.udes
en la t.iUT: l, l'()lll[ ti is lC-is l'lI ci ciclo riq Ul'zas it11perccederas.
; j'':¡riscos cicgos, (jllC :I111:íi.~'
los lJrimeros fJucstos y que gust(lis ~lIIdLtr COll rop;¡s t:dares,
para !Jue las gL'ntcs os saluden
rl'spetuosamcnte
concpÍtetos
de dignidad
it hOllor, y os dt-nlos
pri\l1eros HsiclltllS! (:..!) ;\0 "ille ;'lexa!taros
:lntl' e111111ndo l'on
di"is;1 :dgutl:l, ni Clll1 ";\110S títulos
(le S:illtísirllOS.
cmir/clItí:<;iJI/os, il/lst /'Ísilllos, n' l'('rc/IIlísilllos,
11//IIISL'/ÎO[,CS y o t ros pO\l1posos dictados
quc illlJirillll'lll'1l ,'uest.ra
fn:nt.c la aureola del orgullo, ,.....,·L'fJ1tlcr()s /Jl:IIU/LJC¡¡r!us,
que os ellgalan:.'iis eon relueÏentes llr.nallll'nllls,
lIL'Y:lndo \'llest.ra vanidnd
l];lsta d santu:1ri()~
;\0 "inL' :í Ol'up;¡r111e (le los ;ulornos de vuestro cuerpo, ni (le las
distineionl's
y prl'emincneias
con que qucréis deslumbrar
tt los
hOlllhn:s y hacer que os l'l'l'an de una raZa pri dlegiada,
como
los sacerdotes
paganos
del Egipto,
\ïnc Ú inculcar la humilclad, quc l'S 1:1JllÚS brillant.e di"isa de las almas
virt.uosas,
y la
III
~ .
t:!)
~. LtII.:HS,
.IU;tIl.
l,.'np. L \',
t'H]
l.
Yo:..!
X X,
L
Y. I·G.
LA LtJi nEL
PUEBLO.
53
más alta pn.·el11in~neia de los qu~, lI~nos del espíritu
(le Dios,
dcspl'c~ian las \'anidades de la tierra.
l'or eso os dijc:-" El Cjue
sc cxaltnre sertI humillado,)'
clquc sc hunilbr~
sení exaltado,"
i :1.'" rie \"(>solros, /t/riscos hiprJcrilfls, (/"C rie Jiu'nl os mostrâisjustos
Ú los hombres, con genuflexiones,
golpcs de pecho,
ayunos, cjercieios cspirituales
y otras (').teriorida(1cs,
m:iS por
denlro cst:íis l1cnos rlc inÙ/uirlfld, porquc {n1t:íis:í lnjustiein.:í
in miscricordin ,I' :í In cnrÙ!:ul!
i Ile nr¡/Jí (IIIC IllIcdnní dcsicrtn nu:sf.rn ens:/, porque los
principios que proelal11(¡ is son contrarie s fi. los que .Yo he proclamado;
ponJllC os habéis puesto com(· piedra de choqnc cn
medio dcle:1mino por dondc pasa el carr:.> tl'iunfal del progreso
humano;
porque sÚlo vuestra presencia
en lns naciones anuncia una eOllst:lIlte lucha cntrc cI CSpíl'ítll del E\'angclio, quc
quicl'e desarrollarse
por completo en e" sellO de la humanidad
cristiana,
y \'ucstt·o cspí ri tu de cuerpo, CIne sc opone con flle1J~a
de inercia :í cst' desarrollo;
porque los mcdíos !Jill' c111plcais,'y
1:1Sinstitueioncs
quc fUlldtlis para llenll' ([ caho \'ucstra o]¡I'[l,
pugnan con la Icy de mi Padre, impresa '~nla naturaleza
h\lmana, y con la ()o('trina que os he ellscliacl, I; por<¡ne \,llcsÜa :unhici(m os ha eq;ado hasta elextrcmo
(h- procl:llllar,
como medio é instrumento
de dOl11inaci{¡n, la infalihilidad
(le nn ser <¡tIC,
COI11Otodos los (1cm:ís de sn especie, cst{ snjeto (¡ Ins i'alel1l.'ins
.
dl'!:t hlll1l:lni(lnd y al influjo <le !:ts p:u;iol1cs, Todo esto lWl'e
qnc mis o\'<-:ias dcsc()nOZe~ln \'ucstra
\'cz ¡oh ciegos fa riscos! y
que se dispcrsell lXII':1 no \'oh'er al apriseo,
micntras 110oi;.:-all
la voz del \'cnl:lllero pastor,
<¡IlClas :.lITC y dé l:! \'ida por elhs;
y entonees did n:-" Bcndito el que \'icne '~ncI nom bre del Selini'."
CAPITULO
Los fariseos
l\'.
y el pueblo.
Ilahiéndose lig-ftdo la hipocJ'esía del farisl'o con la astucia
del político para dominar (\ los pueblos, convielle n'petir:Î (-stas cl alcrta que les dit) .TeSttS, dieiéndoles:-"(
~uanlaos de los
falsos profl,tas que vienen (\ vosotros
con vestido de on'ja y
por dentro son lobos rapaces.
l'or sus fnttos los conOl'l'r(-is.
¿,\C:lSO se cog-en u,'as de Ins espinns Íl hig-os de las zar7.:ls?
Así,
tOllo (¡rhol buello produce huenos frutos: y d mal :írhllllh'v:!
malos frutos.
No puede el :í.rhol bueno llenlt' malos ¡j·utos, IIi
el firholl11alo llevar huenos frutos." (1)
Ahora bien: si el firbol malo no puedc producir bucnos frutos, claro l'S que aquel en cuya savi:t se cncm'ntr:! odio, amhiCi(1I1,orgullo y otras malas pasionl's, no puede dar frutos eJe
amor, (le abncgaci6n,
(le humildad y dl'mrls vit,tudes, puesto
que no se cosechan uvas (Id espino ni se recogen higos (J¡o la
znrZa.
ElI{cdcntor conociÓ quc hahía de llegar In épm'a l'n que,
comhinando vastos planes (le ¡}ol11inaeiÚn, y conspirando COIItra el espíritu de su doctrina.
saldría una generaciÚn cie solistas 'lue SOIl)renderÍ<ln la pi:Hlosa credulidad cil' los puehlos.
Y
para que podamos librarnosdc
sus asechanzas lJuiso quc los l'Onociér:unos por los hechos, eliciéndonos:-"
l'or sus fru tos los
conoceréis."
Luego no los caracteriza los l)()ml)()sos l1'lI11hn's
que toman de ministros
dc! .\ Jt i.-:ill1(), inlér/wcles
de!:¡ \'(J!twtE/el dj¡'ilJ[l, I11cr!Ù/llcros I'l1lre c/ cic/tI Y !:I lÍerrn, ete., ni mucho
menos el traje que ,'isten, sino ]o~ hechos que pradican.
Estos son la piedra de toque en que se ks ha dl' poner {¡ prucha.
l'or manera que, cuando veamos alguna vcz hom hrcs desprendi(los (ll- las cosas del mundo, mansos, hené"olos, lIl'nos de
caridad hasta COllsus encmigos;
en tllJ:l p:t1alJl"a, cuando vcamas maestros que enseikn con el ejemplo la dodrina
cle] E\":II1gdio, diremos qtle son venl:\I1cros :I})('lstoks <Iell'ristianismo,
cualquiera que sea el puesto que oeupcn ,-,el tt'aie que ]k~,'ell en
la sociedad.
Mas, cuando ,'camas sacenlotesqut'
trabajan por
(1) S. ).Jateo. cap. VII. ,'\'. 15. 16. 17 Y 18.
LA LUZ DEL PUEI LO.
55
afianzar su predominio;
que predican docb'inascontrarias
á la
voluntad de Dios, manifestada en la t1aturalcza del hombre y
en la palabra del Mesías; cuando vcamos, en fin, que aquellos
que ofrecen sobre los altares la vícti:n<t de propjcia,.:j(m y de
amor, ejercen crueled preseeueiones, y lIe\"lltl el furor, la \'cnganza y la diseordia hasta los confines del mundo, aparentando
celo por la causa de Dios, entonces din~mos que semejantes profetas son unos verdaderos fariseos.
II.
Va sabemos, pues, segÚn el Evangelio lJue por los buenos
frutos se ha de conocer á los el1\'iados ,Je Jesucl·jsto, y no por la
corona, la sotana ó cerquillo, ni por la mitra, Ó el oficio de poblar el aire con bendiciones, ni porque ayunen fi vista de los
hombres para llenarse á solas, ni porque se postrcn de rodillas
delante de las gentes en adem{lll de or;tr, ni porque tengan la
costumbre de santiguarse,
ni porque caela día, tomanclo el breviario, digan en latín :-.1bríd, SeIior, mis l:zbios pura bendecir
tu santo nombre.
Hay en los falsos profetas seilalc:; muy marcadas que los
caI·acterizan.
J eneralmente son reservados y sagaces. Ilablan
un lenguaje santurrón.
Su devoción consiste en un conjunto de
prácticas
estériles, y su piedad en la g-azmoikría.
All'dan en
sus ojos una modesta gravedad, en sus labios la sonrisa de la
mansedumbre,
en Sil semblante
el candor de la drtud, yen toda su actitud
personal una respetuosa
compostura.
Estas
apariencias eonstituyen la piel de cOl·d'~ro.
Pero cuando se les examina por c1c~ntrose descuhre en ellos
un alma ntcía de caridad, y llena de m'tIns instintos;
un corazón incapaz de compadecer los ajenos lluti'imientos, y de practicar el bien con 110ble y desinteresada
yoluntad.
Son espíritus
egoístas que se encuentran
felices y contentos
en medio de los
que lloran sus dolores.
Son almas crueles qne sin piedad sacrifican víctimas en aras de su venganza.
El aparente desprendimiento, la afectada modestia, el tingido ascetismo,
todo no es
más que la maña y mónita del lobo para seducir á las sencillas
ovejas y devoradas.
56
LA J.l!Z DEL PUEBLO.
I II.
HU\':llnos de todos aquellos que no son pastores, SillO impostor~s,
IIuynmos de esos blsos prolt>tas que presumen moralizar fi los puehlos, cuando sÍllo pretenden csta h1ccer una doctrina quc autoricc SIlS exijencias, y sancione Sil c1o\1linaciÍln.
Ya es t.il'mpo Ill- que las gl'tÜes rompan d \'('10 de hs preocupaciones para n~r quc no son higos ni l1\'aS los li'lltosque pl'Oducen los espinos y las zarzas,
i Oh puchlos, ahrid los ojos, y deeid la que ,,{-is ell los que
pretenden scr vuestros maestros!
¿ Cu:íles son sus hechos, l'uf¡les los frutos que ellos llrodm'en ?
Vcmos, rcspondell los puehlos, lJlle los ohispos y ckm:ís dC-rigos combinan planes políticos en hicn genentl cI,·1ultral1lontanismo y cn particubr
(lc carla uno cleellos,
Vemos que S(' Jigall
con los fuertes, que adulan á los ricos, y clespn'cinn:í los pohres,
Vemos quc 1:t ayirieia ciel clero ultramontano
ha ('on\'erticlo la
n'li,l.!;i(1Ilcn una plaza de 11ICI'C:ldo,(londe sc \'cndc l:t santilic:ll'i"lIl
delnsalm:1s,y
clonclese cspeellla con l:t superstici()J1 y l'1 f:lI1atismo. \'emo!, que los ohispos a hanclon:1I1 su misi('!1 espiritu:tl cie
ahnegaciÚn y de p:lZ, y Sl' cntn'g:1n :í las l)()rr:lsl';¡S dl' 1:1politien, (l fin ell' soste!1er ln pn'IHl1l11er:lI1cia ciel dero, ont eldl.'ndicn(10 los gohiernos
que con\'icnen rl las miras temporales
de la
iglesia, onl l:tnznnclopastont!l'SSl1hn'l'si\':¡s
y sangTie!1tas p:lnl
dcrroc:u' al soherallo quc 'lllisiere pOller (l raya !:ts pretcllsioncs
clericales.
Vemos quc cn l101l1hn' de l:t fe se ensancha d domi.
nio cil' Ins pn'ocllp:teiol1cs,
y Sl' cstn'clw c1 (le la n'nl:llllTisti:lnn. Vemos que las mauos unji(1:ts1e\'antanca!lalsos
rl la raz{lIl
y fnhricnn cadcnas p:lnl la lihert:1l1.
Vel1los lJue los s:Il'I.Tdoles
afilan StlS arlllas, con la sonrisa ell los labios y la hie1I.'\1 e1eoraz(m y que tienden toda da!'c de ee1ndas y nsccha\1zns contra los
homhres n'ctos í: ilustrados
que rcehazan susdoctrinns.
Vel1los
austeridades
ascéticas, igno1"atwia, 1:I11:1tismo y corrupciÓn.
Vemus á la socil.~dad :Izotnda }lorUll dilu"io de erron~s y sofismas, en que se ahoga la "ida de la conciencia, y nuufi'ugnn
LA LUZ bEL l'tlEllLa.
57
los dercehos del puehlo.
Vemos fille el plan s:¡ [:í nico de una domilwci(m
11nin'rsal
ha hecho q11e el saeen !ocio ultrn Illon tano
snerifiiquc Ú sus miras las liberta<1c~; y principios
COIHluistados
por la ci\'iliZ:Il'iÚn.
Vemos que los l:itulados
ministros
del que
proclamÓ la pCt-fectihiliead
del homhre, la combaten,
y erigen
en nogma la infalibilidad
pontifícin,
para suhyugar
la mZ(lI1, é
impedir el des:lrrollo
nrmÓnico de las facultades
hun1:lnas, quc
es en lo quc cunsiste
toclo progre:,o; todo pcrfi:cciol1:lmicnto.
VCIllOS, Cil fin que la iglesia ha urjido ii los dL'spotns,
consagrando su pretcndida
autoridad
de derecho
di\'ino, y que el
báculo dc los obispos es el apoyo de los tiranos.
j Oh puehlos,
dccid ahorn la que oís en los púlpitos!
Oímos, respondcn
toelos, le\'antar
un:1 YOz de trueno para
:l11utll'i:\I' (I till Dios illlJlhcahk,
y s\l1l1er,~ir L'Il ten-ibcs suplicios
á la raza de Ad:'II1, como si ésta hub cra salido dc las manos del
Omnipotente
para set' cntregada
(n l:1s gnrras del demonio.
Oímos maldicioncs,
eondenaciÍ>n, bl:.udcmias;
y que la c(llera di"ina serpcnten
sohre In eahcza dc lo:' ll1ortales, y los arr:lstra
fi
los infiernos, por clmcro
hecho de no aCL'lltar los :lhusos del
rOIl1Hnismo.
Oímos doctrinas
que ,:stnbkeen
rigurosos
cast1gos.\' una eternn
\'cng:1nza
)lO!" I1wti\'os
]111rnmcnte de scctn,
doctrinns
quc contr:lIlieen
al mislllc Cristo;
doctrinas
quc l'St:ín contrn
ln~ tres ,,¡rtulles
fundn mcn ta lcs del cristianismo,
porque (!L-hilitnn la le, :tlejall la espcra\1z:\ y alloj:1l11()s lnzos de
la cn rid ad, inspirand o 11n ma I cn tend ido tcrror
h(lcia Dios, en
\'cZ de CIlSel1al' Ú amaril' por su bondad,
{¡ creer y esperar
en su
misericordia.
¿ QlJí~ ~lAS?
Oimos lanzar nnntcmns
contra ü,do pcnsndor, y cntregar/e,
con el npoc1o de mns(l11, alludihrio
(le los fan:íticos,
nI odio (le
los ultramontanos,
y aun :í la c11chil!:t de los asesinos.
(1) Oímos fulmin:tn:xeol11uniolleseontl'nclqllc,:lIistado
cn las filas dc
la 1il)L'rtad y desdc la tribuna
parl:llllcntaria,
ha descorrido
el
\"(:10 y puesto (. la espectaci(m
pílblica las miras egoístas,
las
(t)
A la VOl de i tnt/ernll
ln!' l1JtJ8()11t.!S.'
fucron lll'lIL'hil1adns
cn la n:'pÍ1htica Arjentina; y t'Il J\lé.iien :-:;tH't.°f.!i(·,ln mbfl1ú,
con motÎ\'o
de la proJllulgaci611 de la ley sobre ma·
".trinl0nio civil, que hoy se halla vigente.
58
LA LUZ DEL PUEBLO.
dodricnas
antisociaks
del ultramontanismo.
Oímos discursos
llenos de pasi(lll y de 1\11'01',sin una sola idea g-ranc1c y gcnenlsa,
sin ningún s('ntimicnto
humanitario.
Oímos ensalzar las prcrrogatinls
del Papa, su omnipotencia
y soheranía, las inmunidades y priyilcgios cid elero. Oímos, en fin, hacer la apoteÚsis
ciel sac('nlocio, y someter {¡ su fallo inÜdihle la S1lerte de los pueblos, y hasta las k-yes inmuÜtbk's de la natumleza.
Esto es es lo que "cmos y oímos, (liceo los pueblos, pero nada que coo(luzcn fi estn hlecere1 reino del E"angc1io, ni fi reformar
las costumbres,
ni fI conciliar los inh'n'ses cie la sociedad Call
los de la mora I y de la religión.
CAPITULO
V.
Prácticas de los fariseos y sus consecuencias.
Lns exterioridades
religiosas que observnn los fa riscos, tienen por objeto cnptarse la confi~nza y veneraciÓn de las gentes, para dominarlas y hacerlas servir ti sus miras.
Con tal propÔsito asocian al puehlo il esas prftcticas de estéril devociÔn, á fin de esta hlecer entre éste y el clero una mística relaciÓn, que sirva de punto de apoyo ii sus dcsig-nios.
De aquí pro\·iene el penlurahk
affl11oe atraer il los fieles al
ejercicio de un exagerado misticismo,
por el que, aparentando
ponedos en comunicaci(m con Dios, se ponen los ec1esi{¡sticos
en contacto con las conciencias, para sojuzgarlas.
En prueba de que las prácticas de falsa dC\'oción no son un
medio para santificar las almas, sino un arbitrio
para rcalizar
un plan de dominaci6n, ohsérvese que las personas estrictas en
el cumplimiento de aquellas pr{lctil'as, son las que menos dotadas se hallan de virtudes c'·:Ul¡:{éli(~as. Les falta ta humildad,
la tolerancia y la caridad para con el prÓjimo, y les sobra el espíritu de envidia. de odio y de murmuraciÓn.
Ln conducta y tn doctrina
muy perniciosas consecuencias
de los fariseos han
cont'-a ta rc1igi{¡n.
producido
A la verdad, observ6 el puehto quc los quc se titulan
sus
pastores son escl'upulosos respecto il las fórmulas, pero que no
practican la caridad ni la justicia, y dedujo que la religión no
es más que un conjunto de ceremonias,
que no conducen fi la
moralizaciÓn de las costumbres ni á la santificación
de las al-
mns.
Observ6 cI pueblo que el desaI-rolto del pensamiento
}' el
ejercicio de la libertad son combatidos
por los ministros de la
religión, y dedujo que ésta es la. causa de la abyección y de la
ignorancia en que él se encuentra.
Observ6 el pueblo f)ue tos que predican la pobreza esquilman á los fieles con insaciable codicia. y dedujo que la religión
tiende fi la opulencia del clero y al empobrecimiento
de las ma-
sas.
Observ6 el pueblo que los que debt,u ser abnegados,
se dejan
60
anastral"
de ulla :llllhiei(Jt1 sin límitl:s, y <kdujo que la rdigi{m
es ]lnra ('Il:tltCl'I'I' ti lo~ edl'sitlsti~'os y soju7.g:tr:í las IHl<'ÎOIlCS,
()]¡se1'\'() el 1111l'111o
qm' d renl'or ha ('stahlecido
su imperio
l'Il el cor:tl.¡'l11del snccrdott,; que {-ste ha lweho dl' sus lahios un
instrUIlH'llto clilttm:ltorio;
que l:l~ detracl'iolles
\'L'I,tid:tS )lor hol'as s:lgrndas sc s:u1iifil':t1l CI1 nomhrc dl' la religi(¡ll, y dedujo
que' (-SUL es UI1 tl'gido de contra<lil'eiones
y ahsunlos,
puesto
que ~us ministros Il- atrihuyen
J:¡ "irtud
de hal'('I' que CI1dIos
sea huello lo ql\e cs csenei:¡)ml'll tl' m:do en los dem:ís.
()hsc1'\'() el pu!'hlo que, en la lucha de los Jlnrtidos,
en el
comhn te de bs pnsione's Jlolítieas, ('1 ckro tiel1e la t;íctiea de
ponerse al bdo (IP los que trit1lll:1n, y de justiflear
la \'i('toria
('1)11
P:llH'g-íril'os y Te /)('1/111; y Ikdujo que In religiÚn est:lhkl'l'
la justieia ('Il el tt'iuull) y nd:Ullil el (ll'rccho dd lIl;Ís rllertl'.
(>hse1'\'(), cn lill, <tUl'los favorecidos por la fortulla
rel'ihen
<le los l'desi:ístieos hOllon's y ae:ltnllJiento
desde In ellll:l hasta
la tumha; qut' l'Il el hautislllo de UIl pequeÏlo Creso, SI' ilumina
el tl'1l1Jllo, se adorna COll mngnilicelleia la piln hautismal, y cstalla el (¡rgano sus armonÍ:ts; que la iglesia a11l1l1l'Ïa SOIl'IllIl('llH'nk la munte de los :Il'mldalados,
COll el fí1l1ehlT tar,ido de
Ins c:Ullpnnas, d callto 1l1ortuorio de los sacerdotes, los suntuosos eataf:deos y las hllTati\':ls
llliS:1Sde cw,:rpo prl'sl'llk; y de(lujo d puchlo quc In s:dnleiÚll IlO depende tanto de las "¡l'tulll's del homl>rl'. l'O1ll0 de las l'unntiosas
lihernlidndes
quI' {-ste
}l\ll'dc ofrL'l'er:í la igksin, y <¡lIl' por cOllsiguil'nte la etl'rna
biella \'l'n t 1InI 11Z~l Sl' e01l1pra ri peso dl' oro.
y pal'a ci completo desen:dito de la rc1igi{ll1. los ultnltl1011tanos l'nsclr:\ll que db y sus ministros son una misma ('OS:I; y
quI' los que reclwzan las pretensiones
dd clero SI' dcc1mjlll l'nl'111¡,~OS
de :"lucll:i , Lo jlcnlieioso de csta IIlIl'trin:1 eOllsiste en
CJUl',si hny identidad l'litre los s:lcenlotes
y hl n:lígiÚIl, ci puehlo (\ellUl'l' <¡lie ésta IlO es hU(,lla, "iel1elo que nqucllos
son la
ycn la(kr:1 digie (k los fa rise'os (I qujP11l'Sanatctnntil.6
Jesucristo,
61
LA Ll.!Z DEL pnmLO.
II.
Las obseryaeiuncs
dd pucblo son vcnladeras
aunquc sus
deduct:iones scan falsas.
l'cm la l(¡gica del crmr tiene tamhién
sus leyes.
El<.'ctiv[llllcllte, si para dominar nI pucl)lo sc le II" IIclI"do
de preocnpaciones
y elTores, sus (1educ<:Ïolll'S dehen scr ClTÚnens.
IJ)gico es que de las tiniehlas ck la igI10n1ncia, Cll I)Ue los
lluevos fariseos han sumergido al puehlo, no s:tl.~'a la verdael,
y que el crror cn la premisa proclu%ca en"ores en la conelusiÓn.
La conducta f"risaic:l del cIcn) lIa scntndo
csa prcllliHa, y
el puchlo lw sacndo dc l'lIas sus co 1dusioncs;
y de conSCCUI'neia cn consecllencia h:l dcducido, l'n ddiniti\'a,
qtll~ la religi{JIl
no cs m:h; 1\\1\.' un fantasma
alcIT:lclc,r de que sc sin'l'lI los fnriseos para dOlllinnr los espíritus, lIen.índolos
de IJlTocupacioncs
y micdos de ultr:ltuIIIIHl, eonlln fin t.cmpontl Y:I c:lkuludo,
¿ \' (l quién culpar de esas fatales dcducciollcs?
¿Al pucIllo,
que ju%g'a por lo quc vc, (¡ (L los saccrdotes,
qllc no hnccn vcr,
con s(¡lidas \"irtlldl.'s, la vcrdnd, la I)elkz.a y suhlimidad
dc la
relig-ión?
Esta ha reeihido, pllCS, ch: los (ariseos males elc funcsta
trascendencia.
Y pal<l con\'l'n\.'l.'rSl' dcfll1iti\'alllcntc
de esta ycrdad, \'é:lSl' b deplorable situHciÚn \I1oral dd 1l11111C!O.
¿!.!Ul- hay
Cil esa situaeiÚn ercada por ellos? lncrc(lulidad
y l'goismo, l's:ts
dos llagas quc eOITOl.'n las entntiias ell' la socicd:td.
La te y los scntimicntos
tilantrÍlpeus
h:m tks:lJlHrcl'ido dd
mundo, porquc la picdad y ci ]JUcn sl'lltido hall huido de la iglesia. Tanto las alocuciones
dcl pOll1:íl1cc, COIllO las decisiones
del concilio y l:ts pastor:lks
e1clos ulJispos, c!tocalll'oll
la c:lridad y la rl.'eta raílún quc dehen sic11lpn~ aC011lp:IÙar :'l las inspiral'jollcs clc lus que Sl.'denominan
yiearios y lllinislros dc Jcsucristo, rcsult:l1Ido dc allí el caos de errores y de pasjonl.'s egoistas cn quc sc hallali sumcrgielos los pu:hlos l'atÚlicos.
l'ero ahora que el excesn ele los ahusos del ultramont:tllismo ha llllesto cn trasparcncia
lo absurdo dc sus e10ctrinas y la
ilegitimidad
dc sus pretensiones; :thor:; qUl.' por cso lus hombres
mÚs ilustrados
y Jos eelcsi(lstieos 111ií:; probos ["J se apartan
L;:') lill:t
}losl(.'ridad
"..hll'llI'IILc
C1I1Jlil'l.<1
•..
·tll\linll:l\.';I#)Il\h·l·sll·il~tTll)
ls('l<tulllrdc.:n'll'
lil1rll,;Îqllinlla
(l l1an:de justic.:ia.
:", IIEL
E.
62
con desMn de la iglesia u1tramontana, se cumplirá la sentencia de Jesucristo, y scdl humillada la arrogancia de los que han
escalado el santuario.
Sucumbirán como sucumbió Senaquerib, con sus huestes de orgullosos fanáticos; como sucumbió
:\ahucorlonosor por haher aspirado:1 los honores divinos; co·
mo sttctllllhi{¡ Antioco, que quiso disputar al Omnipotente sus
dcrechos.
j PrO\'idenda divina!
¡CuÚnta luz arrojan tus justicias, para descubrir en los sucesos humanos vuestros ocultos desigl1i()s~
¡Coincidencia admirahle, llena de profundas lcceiones~ En los
momentos mismos en que un concilio, organizado y dominado
por l'I pontífice y SlIS l'orh'sanos, lo declara infalihle, l'n esos
mismos mOl1lentos cs arroj;ulo (IcI dominio temporal, sin que,
en tan nulo trancc, potencia alguna de la tierra tienda la mano al infalihle.
Este gran suceso anuncia que la igksia l1ltnlmontann va
llenando ya su misi{¡n transitoria l'n el ])lan general de la l'n)videncia, para dejar el campo á la Iglesia de Cristo, cuya doctrina está en armonía con los altos destinos de la humanidad.
CAPITULO
VI.
E I s a e e rd o e i o (: ris
t jan o.
En medio de la desolaciÓn moral; cuando la duda se lIa
apoderado de los {mimos; cuando las aras del santuario se
han manchado con los abusos y pa:;iones de un saccrdoeio espúreo ;en tan angustiosa situación, cOI1Yienerestablccr en el
mundo el apostolado de la ,-erdad, p.ua que inculque los principios regcneradores de la doctrina de Cristo. en contraposición
Ú las máximas disolventes del ultramontanismo,
y quc ponga Ú
la iglesia en armonía con las kgítim"ls cxijencias del humano
desarrollo.
Así dsmostrarÚ d saccnlocio cl'i:;tiano que la rcligiÔn ùe
luz y de amor pertenece <Í todas las ('dallcs dcl mundo, (l'todos
los gmdos de la ci,·ilizaciÔn, y que sw; principios esUin Ii.mdados cn la naturaleza misma dd hOI111:-re
yen las leyes de su destino.
Deben, pues, los obreros de la re.{eneración colocarse á la
a ltura de la época y rclonnar la. disciplina cdeciÚstica, poniéndola en consonancia con las IlUC\'W,:nstitUl:ioncs qlle los pueblos van realizando en su e1l'sell\'01vimiento progresi va.
COl1\'ieneque los verdaderos sacerdotes favorezeéln d l:jcrcicio de la libertad individual, porque Jesucristo la prodamó en
c111luudo, sentando d principio de que todoiS los hombres son
libres, porque tot/os son }¡ernwnos.1' todos ¡gun/cli. El Redentor fundó la lihertad en la rra ternidad J" en la ig-uald:ul, pucs entre hermanos iguales no puedc hahc)' la orgullosa exaltación
del que oprime, ni el humillante abatil1iento dd oprimido.
Fa\'orecicndo el desarrollo de cse pl"Încipiocristiano, c1legítimo sacenlocio dcrnllllará cn lasocicdul d g-érmende ulla I1UCya
Yida, )' har{1 que se aplancn las altas montañas que la amhición, la fortuna y ci orgullo han levam;ado entre los hombres.
Si ci clero ultramontano se ha ligaf:o á los tiranos para remachar cadenas á la humanidad, el sa::erdocio cristiano debe
romper esas eancnas, efcduando la scp;;ntcÎón de la iglesia y ci
estado, y predicando á los puehlos que la redención se operó, no
sólo contra el pecado, sino contra toda dominación d~spótica,
64
LA I.(:Z DEL PI'EIILO.
como lo :\H'yera el ApÓstol cU:\l1<lo <lin' :-" l<{'(limidos hah(-is
sido rl gr:t Il prl'l'io, tio qucrÚis han:ros
l'sda YOS lk los homures,"
(1)
Si ci ckro ultralllontallO
condena
l)or sistema la libeJ"t:td
<le pens:lr,
P:lr;¡ t!ulllillar los pucblos por mcdio dl' la ignoranei:I, es 1lll'Ilestcr quc los disdpulos
dcCristo
proh:jalll'l
dl'S:Irt'U¡lo ell-I pl'ns:ul1ien to. de l'SC destello dc Dios l'n la l'oncit'nein hum:1na.
El E\'allgc1io l'XUl' un d()l'il aSl'ntímiento
rl la yerd:ut
rl'lig-iosa, pl'ro l10 illlpide que el hombre la ponga l'n mayor eyidenl:ia COll el auxilio dl' la nl%Ún:
El r:l%tlllatlli~'llto l'S la hase del mundo moral:
y lHJr l:SO el
eristi:l1lislllo
Cllscïl:l rI ra/,olwr sus lTccneias}la r:l que tcngan 111'mc%a y solide/..
Los :tp(¡stolL-s dl' b n~nladl'rareligi(>Jl
nil se lilllitanín
(¡ l'tlsl'Ïlar ta l'stéril dol'Írina
dl' un catecislIlo,
l'rocura\"Ílll
instruir
al pm'blo l'Il los sr/lidos fnndn11lcntos dl' la Il', :l{'osilllnlll'rllHltllo
:í estud ia r la d odrina
l'Y:l11g~lÏl'a y la histori,l
dd l'ristianislllo.
lin pucblo !Iuc no l'OnOl'e la p(lgina cristiana,
quc cs ln tIl(IS hcr1l10,.,a ~'n los :Ill:l IL-sdel gtnl'ro hun1<lllo; uu puchlo (l quil'll se le
cn trdielle
COll lihros ascéticos,
y no se l'ol1e l'Il SlIS n\:\I\os el
E\'alll~c1io; lIl1 ]luchIo que juzga dc}¡¡ rc1igi(JIl por Io~ abusos y
\ ,lllidade-:; dt: SIlS 11Iiuistros;
un pueblo selllljante
St: SUllIl'rge cn
d illdikrL'ntisJll<l rdigioso"
Y para sOllll'Ü'r!o:í la lTl'l'lICia nltr:!ll1ont:tna,
Sl' IL-dicl' quc fuenl de esta igksirl no hny salvaciÓn.
II.
/ Fllcrn de /n ¡::.;-Icsia rOI1/(/I1[/
]JO hny
Sfl!I"r¡cÍón,' Hé aquí el
axiom:l con qlll' Sl' 11:1prdendido
pllller al 111t1tulo ¡',ljo d dominio dd :¡}¡solutisJ1lo papal.
Hé aquí cI anatema
COll quc se ha
cOlldcllado al fUl:gll eterno la mÚs hella obra lte Dios.
Ill- aquí
la l)l:l~li:t1lin nl11 qUl' sc ha lIlaltkeido
la lTl'aeiÚn dd homhre, y
Se 11:\ limitado
la misericordia
y la hondad del Creador.
¿ \' cuft lcs l'sa iglesia ltll'ra de la L'ualllo It:!y sahaei(l1l?
La
iglesia ult.ramontana.
De tal suerte que los qUl', sin aceptar
las doctrinas
ùd ultnunÓnianismo,
erecn en jestlL'risto;
los que
no proksa 11 la tdigi(>l1 d\.' los llamados
ill ttrprctcs
dl:! l'il'lo y.
t
1)
Ep.
1?
r,
111'"
LOr-illtios.
'-'ap. \'11, ,', :.!3.
LA LPZ DEL
PUERLO.
65
sin embargo, ohsen'an la moral cristiana,
amando ft Dios y al
prójimo, todos ellos no tienen esperanza de salvarse.
Según el pri!lI..'ipio de que "fuera £It:esa iglesia no hay salvaci{lIl," la gran mayoría de la cristiandad
le pertenece de dcn:l'ho (l SatanÚs.
í Fl/cm dL' ln iglesin 11U lwy sflhadón!
Y o],sçrvcse Clue ni
siquiera se dice que los que estÚn en la iglesia se salvarÚn.
Bien
se puede pertenecer
Ú ella Illuy dev,)tamente,
sin <¡ue por eso
haya seguridad de obtener la bienaventuranza,
pues seg(1I1 el
dogma que proksan los ultnll110ntanos,
no se salvarÚn sino los
elegidos por Dios desde la eternidad.
Los mismos que est{l\1 en el seno (l: la Iglesin, obsen'ando
sus preceptos y una rigurosa penitencia, se condenarfln
irremedia],Iell1en te si 110 han sido inse!'itos cr. c1libro de la preckstinad(¡n; porque nI 1111,un pecado oculto de la vida pasada, Ô aIgUilD que sc cometi{¡ después de au ,teras mortitieaeiones
.v
grandes virtudes, hasta pnra cfeetuar la eot1(1cnaeiÔn que estu\'U escrita
en la fatal hoja del desti:lO.
Y al contrario,
los
que han si(lo predestinados,
aunque p'lsen una .••
·ida consngra·
da al crimen, con una ahsolución
sacerdotal
obtcndrÚn la salnlei(¡n que ya estu vo cternamen te dispuesta.
, De aquí surge una consecuencia qUt?destruyc
por su hnse el
li],re alhedrío, la justicia y la moral, .Y que por 10 mismo prucha la falsedad dc csa doctrina.
A sa)wr:
Que el hombre no se hace acreedor
al premio ó al castigo
Sl'gt1l1sus ohras, y que por eonsiguientc no debe pensar en ohedeccr la ley moml
obrando
libremente
ci bien, sino dejarsc
arrastrar
de una ttlen:a oculta quc lo impele al cumplimiento
(le los irrc\'ocahles
decretos de Dios.
H.eehaecn los maestros <1ela doctrina (le Cristo
ese sistema
c1escspe¡"ante y fatal, y enseñcn ft los pueblos que si Dios, por su
prescneia conoce las aceiones humanas antes quc se produzcan
por ci homhre, esto no implica la pretleterminaci(m
divina Cil
ordcn al futuro dcstino de la humana criaturalnculquen COll San Pedro la doctrina
<1eque "Dios no hace
aecpeión de personas:
mas en cualquieJ'a gente, del que le teme
.Y obra justicia, se agrada."
(1)
Enscikn lo que dijo Da vid:-"Vue
c pode!" cs de Dios; que
6ô
1.,.\ I.l'Z
VEl.
I'I'EHI.\).
en el Seiiur hay miscricordia,
y quc él dar£i Ú cad:; Ull.) "I rdorno scgún ,;us obras"
(1).
:\'Ianitil..'stcn que {-stas /lO cOllsistCII t'II 1'1 1'1l1llplilllil'llto d,'
taks () cuales ritos, sino en el arrepentimicnto
yb pr(ldi":l lid
bien. A los que lo practican
dirÚ el Su prctllo "'.cy:--" \'l'llili,
benditos Ill.:tIli I'adre, poseed el reino de los cicl<l~;: j'orqtlc tIll"..'
hambre y ml.' (lístcis ell' comCI': tu"c seel, y till' lií"ivis (k 1'\,1" r:
era huésped, y me hos!H:r1Ústcis: desnudo, y 111('l'\lhrískis:
l'llfermo, y mc "isit:íst.eis:
estaba
cn la dll'l'd, y :lIl' \'¡lIísteis:í
"cr
En n:nlad os digo, quc en l'U:lllto J" hil'Ísleis :i 11111' ,J\,
cstos lllis hcrmanos peqtleiiitos, (lmÍ lu hi,'j,;tá.;"
(:!L
III.
¿l2ui,:/l cS Dios panl con el hombre,
Sl'gílll los :11111''')11''_\';-;'
tas elelultra1llontanisl110?
1"n ser ir:leundll y \I.'llg:lti\'o !Jill'
descarga sobre la déhil el'iatura todl) "¡I'igor el\' ~ll ,':,kr:1.
1'1\
soberano que con intlexiblc n'neor no )ll'nloll;L h" !:tlt:IS I/l'! If[/l'
se ;¡rre!Jicllte,
si éste 110 trnllsige
COli /;IS !)/"('[e!J';i"Ii""
,/1'1,.,'('1'1},
¿ \' qnién es el hombre para con Dios, scgún hs Ü·IT(l,'j.;j :,s
ultramontanos?
¡'n insecto misl'rahle
yo, sin 1'1111
la 1'':':'0, ~Iq .:1 i' migo capaz elc producir in1l1utaci()1l en la Di"iniil::cl y t'11'1>.l' "I
gloria; un p:íria colocado en este mUlHlo hajo J:¡ i:':, c1l'1Et, '-1i' l,
Y ;'\ quien esperall, ell el ot!'(), suplicios pcnlllr:ILi,'s -.:i Il·) ::"I.:I'I;l
las doetrillas
ultral11ontanas;
un cnte dl',:~rad;,dll, 'Ille l'Il Sil
naturalc7.<l sÚlo l'lleUl'lllra tel1lkncias
al lTilllL'J1,y qnc por do
quiera n,) eseucha sino los ecos del inticnlO,
¿ y qué cosa es la sOl'ied;Ic1, en concepto dl' ¡¡qlle]]l)'; krn ,ristas?
t'Il espantoso
ahismo, en cuyas tinil'l>l::" St,lo Sl' tli\,js;¡
la sinil'stra luz que refleja el nombn: de S:lt:lIl:í..;, eSlTitlJ L'lll! ,':1racterl'S dl.' fuego l'n la frcntc cie los homhres;
Illla sl'nlill;¡ dl'
errores y I'rÍmenes, de (londc es prceiso hui,', ;¡hal'(].m:llldll :', los
pHdres, :í la mujcr. (I los hijos, y rl,tirarsl':í
llls ;Intrus s,ditnrios ti practiear
austeras
penitenl'ias,
!Juru
(f/ll' f)it¡s !J/'('(!t',stinc
~i JlU estul'icre !m ..'clc~iin:/(lo (:n,
'-'l'Il
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1.:\ l.
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!"-~;
l' .:,< , 'l'
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!,,\
1.1"/ nEL
P\']':I:LO,
Gï
A esta doctrina de Hbsurdo~ y contradiccione~,
que admite
en la naturaleza
dd Ser l'crfcctisimo
un odio caprichoso Ú los
quc le ofcn(len; quc estahlece la m{lxima de que d hombre, Útomo im)len:cptihk
de la ereaeiÔn, disminuye
con su pecado la
gloria in trínscl'H del Ct'cador; <J ue¡ m >clamH la tésis de <J uc, por
cuanto Dios es infinito, infinita
cs tamhién la ofcnsa de la criatura finita; que sicnta d principio ,le que d homhre ticne dcsde la cterni(lac1 su reprnhación
ó su predestinación,
y sinemhargo, sc Ie exige rigurosas penitencias para hacerse predestinar.
A
esta doctrina quc haec consistir laju,ticiadivina
l'nIa crucl(lad;
que dcstruye los YÍneulos de amor eLtre el Crcador y su criatura pred ileda; que perturha las mÚs íntimas
relacioncs de familia. y tiende fI tl isol ver la sociedad.
,\ csta doctrinél dcse~peral1te y ahsurda
convicne oponer la dd Evangelio, y anunciar al
Dios de dcmencia, cuya hondad se rd1cja en todo cuanto existe
y cuya miscriconlia
sc ha manilCstado al homhrc parla Col>
cicncia y por d atln:nimicnto
dd Rc(cntor.
VI.
Inculqucn
los vcnladcros
:Ip()s':oles quc las divinas pcrlCeeiollcs y l'llill ra7.oll:lhlc dc1eHstigo inlligido fI unacrcatura
tan
dC-hil como el homhre, fUlldall d con l"eneill1iento dl' quc Dios no
L'S un SC1' ir:~sciJ¡k,
crud;.' \Tng'ativo,
como lo anunl'Íanlos
falsos proli:t:ls.
Los sHlTnlotcs cristianos dchcn .knlOstrar con la Bihlia los
inagotahles
tcsoros lid infinito ;]lJlor, y 110los llOrrO!"l'S del odio
y de la n:nganz:l, quc son inl'o\llIHlti1Jks con la gTandl.'z:l. dl' tin
Scr escncialmcntc
pc¡-/'cto.
I\cfutcnla doctrina dl' los ultrnm· llltanos, seglIn la cual Dios
t:S hucno con clltoll1hre
sÓlo en csta \'ida, pero en l;¡ otra es i'1tll'xihle y sin miscrieonlia
para con (:1. EnscÎ1cn contra tan ahsun!o principio,
que Dios Sl.'l·ÚsielliJlrc hucno y miscrieonlioso
con su crialtlra,
tanto en ci tiempo como en la eternidad, porq uc 110Jlucde ja l11:ís dcspojarse de a:rihu tos que son esenciales á
su na tuntlcza.
l\Ianiticsten quc !ajusticia
de Dios no' consiste en contelllplm ctern:t111cn te y sin compasiÓn
los tormentos
dl' sus criaturas i:\o~ La justicia dl' tin Dios de I))ndad consiste segurame~tc
o
68
LA LVZ DEL PUEDLO.
en Ull castigo compasin),
como el que impone un padre {j su hijo, sin lhjar de ama rIe ('n c1momento
mismo que lo castiga.
¿ curti cs el padre que, por indignado !jue se halle ('ontra Sll
hijo, lo e011(knc Ú ~ufrir el fuego de una hoguern, y COIltl'l1Iple
sus terribles
tormentos
sin movcrse :í compasiÓn?
Y lo !jue no
es compatihIc
con los sentimientos
(Il> la naturaleza
hum:\Iw,
¿ pOllr:t serio con los de la esencia divina quel'stodo
amor y misc)'ieonlia?
Ell'astigo
que impone el Padre celestial no puedc.
pues, ser aquel suplicio espantoso forjado por la crueldad dc los
homhrl's.
j No!
Es un castigo
que cOlll:ilia la justicia cou la
misericordia
y la humana dehilidad
con la divina
c1l:mencia. Dios, hahlando
dcl castigo,
dice PO)' I~aías !jllt' "es
una ohra ajena de El," y }lO)' Exequic1 "¿acaso quien) yo ]a
muerte (lcl impío, y nÓ qUL'se conviertadesus
caminos y "i,'a?"
Si ft pesar (le ser homhre rencoroso y \'engativo es capaz dL'
nohles y generosos ~entil11icntos dc perd(1I1, ¿eurwto mÚs sublimes scrán los de un Dios, en quien no hay rencor ni venganza,
sino bondad y misericordia?
Los legítimos pastores
('nseiian:í los pueblos quc ci refllgio
de los afligidos, que dijo:-:'\'enid
á mí todos los quc est(lis agobiados y os aliviaré;"
(1) no puede scr un vengador
implaca.
hle.
¿C61l1o (It.:jará que se pierda ninguna de sus ov(jas ci huen
Pastor, qlle dl' las ciento dl:ia las nO\TntiulIe\'e y \'a cn busc;L de
aqllella que sc extra\'iÓ?
(2)
El quc dicc:-" I 'cnlona á tu prÓjimo que te d;uï{¡, y ('IltonCl'Srogando
tí) te serán remitidos los pecados,"
(:\) y manda
que los hombn:s
:lmcn tI sus enemigos,
CI-) no puede negar el
penlÓn Ú su amada criatura,
ni abo1"reeerla.
¿I1l1pollcl1'{teastigos a('Crbos y rigUl'osos nqucl de 'Illien dijo
el Sabio:-":.\las
tÍt, Dios nuestro,
sua"e eres y \'cnladerll, p;'ciente, y que ordenas todas Ins cosas con misericonlia.
1'{Il'CJue
si pecÚrenlos tuyos S0l110S, conociendo tu grandcza, y si no pecft rcmo1", sahemos que tÚ tienes cuenta de nosotros."
(G)
~ingÍtI1 110111
brc que crea en J cStlcristo scrá arrojado ií la
(1)
R. :\1••tt.'lI.
(~)
S.
l:t)
El J.illro del
14)
(G)
El Lihro
El LîtJro
\':111.
~I;lt('(l.l':tp.
XI.
\', ~~.
X\'II'.
\". 1:!.
Hl'k~i:í:-;tit·('.l·;tll. XXVIII,
\',
:.!.
dt: 10:-0Pro\"t'l"hios,
Ulp. X X", '-. :!1.
(h' I~t Rahid1trfa,
l'al" X V, '"\', 1 Y 2.
LA LVZ DEL PU:<:HLO.
69
muerte pot" el quc "de tal manera
,:1116 al lllundo, que dit, su
Hijo Unigénito para que todo aquel quc l'l'ca en Úlno pereZca,
sino quc tenga vida eterna,"
(1)
¿Ahandon:url
al pecador contrito cn etenwstinichlns
el quc
dijo:-" Llcvaré los ciegos al camino quc no sahen, y los h:u'é
"ndar por sendas que ignoraron:
haré que delantc de c1los las
tiniehlas sc cambien cn luz, y lo torcido cn derecho: cstas cosas haré ri favor de éllos y no los desampararé,"
(2)
~o desea condenar Ú una eterna penlici6n el que no quiel'c
que ninguno perezca, como lo manifc:,tó Jesucristo,
dieiendo:"y esta es la \'oluntad del Padre quc me envi{¡: quc nada pierda de todo aquello que El me dill, sino quc lo n'sueite ell el ítltitimo (lía; y la \'oluntad (le mi Padre quc ml' el1\'iÚ es l'Stn: quc
to(lo aquel que crce en el Hijo tenga "ida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día," (3)
v.
Comhatan,
pues, los sacerdotes
de la regeneraclOn
ese terrorismo, que no tienc mÚs ttl11damento que los intereses de un
elet'o que especula con los castigos eternos, haciendo quc le VCIlgan pingÜes oh\'cllcÏonesá
título de aplacar la colcm diYina; ese
terrorismo
que derrama la amargum
sohre las almas y las in,
duce á la desesperación,
El sacenlocio
cristiano
(leh\: al1lînciarse al puchlo como el
ángcl de la luz y ele la heneficcncia,
diciénclolc:-"El
espíritu del
SeïlOrme hnu11jido y me ha e11viado (, vosotros para daros huenas 11Ue\'as: pam anunciar
redenci(ll1 rl los eautin)s)'
dar vista
rl los ciegos; para ponel' en lihertad ¿Í los homl>t'es; pant puhlicar el ailO f:n-orahle del ScïlOr y el dh del galanlÚn;
para consolnr (l todos los que lloran y darles una corona de gozo:"
(4)
Es menester
qne los sacerdotes
(:el E\'angelio
esparzan la
benl'Íiel'ncia como un celestial rocío para qne germine l'sa religiÓn insti tuída sohrc la pl"ftctiea del hien. El qne la fundÓ derrama ha copiosos henet-ieios donde '-¡lliera que ponía sus plan-
[1]
[~"J
S . .Iuntl. (':tp. III, \' In.
IsaÍas, ('al'. XLII, \'. tG.
Uq S. Juall, l'ap, VI. v\". a~) y .&-n.
[.~] ¡.a[as, cal', LX¡, V". 1,::)" a,
70
LA LI'Z
DEI. I'I'EIlI.O,
tas, porque la humanidad
no pertelH.'Ce al Ü'IT()J' sino (¡ In 1)(,lle\'okneia y al amor.
Si jesul:risto se huhiera limit.ado Ú prcdil'ar SIl dol't.rin:l sill
comproharla
con los hechos, clwndo m(¡s Sl' hahl'Ía capt:\llll la
admiraei{lll dL:los sa hios, C01l10suecdi{l con S(llTa iL's, l'On 1)1:1t<'111
y otros genios, pcro nunca l1l1hicra alTastl':¡do
(I los pUl'hlos, ni inspirado l'n las .~encracioncs a<¡uel sl'ntimil'nto
de profunda y cordial adl1csi(l11 <¡Ul' sÚlo produce l'lt:iercicio I Jt. I:t henefil:encia,
Dos l'osas hizo el Rcgl'nerador
de la ]llllnanid:ld
p:lr:1 llell:lr
la misiÓn <¡ue trajo al n1l11Hlo, Sl' dirigir) (I l:t intelig'cnci:1 y al
conlz(ln.
1'1'edieÚ el espíritu
de 1:1 ky, eliminando
dl" dla los
en-orcs de los escrihas y farisl'os) y prodig(l hl'lIeficios l1:lst:1 el
punto de ofreeel'sl' sohre la lTUZ en holoc:ll1sto (le amor.
Dos cosas (klwn haccr t:lmhién los ministros
dl' la n'g'l'IlCral:iÚn cristiana,
l'n'dicar 1:1doctrina pura del E\':lngclio, scpar:l11do (11:dIa las in\'(:nl:ion~s (le los dol'torcs
ultran1l1llt:1IlOS
y las Jll':íl't.icas (le los lllo(!ernos fariseos, y ljcrclT la k'neficellcia, nlOstrrl11dos~ capaces dl' S:tlTificar aun la yida misma por
:unor al príljimo.
IIé aquí la misi(l11 del saccnlocio eristiano.
El a1l1or comprobado
con los hedlOS es lo (¡nieo <¡nt' plw(k
just.ificar los títulos
de una religiÚn diyina, instituida
P:lr:t el
hien del homhrc.
\' ('01l10 éste no es UIl PUI'O cspíritu, la acci('ln
hicnhcchllra de a<¡uell:t no se limit.a :'t III eSJli!'itu:t1. La l,:t!'id:\(l
cristiana SL:propone (1crnllll:l r el plTcj oso h:'¡],;:1111
o de la hcneli·
cellcia sohre todas 1:lsncccsida(lesquc:tlli,~'L'1I (11:1 r:lzad\' .\d(L1l;
sohre todas esas indig'cncias para las l'u:¡ks 1:1hum:l11:1 fil:llltt-npía es inÚtil loimpotente, porqu(' ella, ('n SlICCllllliei(l11ari"tocr:'1Lica, 110 \'isita el repugnant.e Iccho del dl'sgraci:\llo,
ni pUl'dc
IIcY:lr el :uno!' al p!'l'>,ji1l1ohasta el hcroismo,
como la religiÚIl)
quc dicc:-·-"\·t'llded
lo qut' tcnloi:, y dad fi los pobres."
Si los sacenlot.es ultramontallos
han ccrrado sus oidos ([
la \'Oz del E\'angeIio y h:111 1l1'Ill'ur:lllo l'nriqul'\'lTSl' fi expensas
del pueblo, y muchas \'Cl'CS causando eI hamhre y la dl'snu(kz
rie las familias, l'o!1\'ielle quc los saL'enlotes nist.ia!1os detesten
la a\':LJ'icia y 80l'O!Tan Ú los menl'SÜ'!'llSOS, 110 de nna manera
mezquina y ostcntosa
como hacc!1 los /:lI'iscos, sino con c\'angélico sigilo y liheralidad.
De esta sucrtc Jlodrfin pt'l'(liL'nr con fruto l·l reino de Dios)
porquc á la elocuencia de los Iwcho8 nadie sc t'l'siste, y l'lmull-
LA
LUZ
IIEL
PUEBLO,
71
do entero ahrazarÚ e! el'istianis111o cuando yea que, así COIllO
{'n un ¡'ayo de! sot ,'icnc e! eatol' y la tuz quc Ú todos ,'iyifiea,
:¡sí t:unhil-t1 J:¡ rdig'i{lIles t111rayo (k Dios quc tr:le sus hcne/ieios:l toda la humani(lad;
CW1IH1os:.' eonn:nza
quc la religi{1I1
es la 1'r<l\'i(kncÎa sohre la tierra, y que sus ministros son el (¡rgallo de la llluniticl'IH:ia divina,
EIlJicn es e! ídoto de1cor:¡:dlll, antc clcual dohlan los h0111bres la rodilta, porquc siendo ohjeto de ta ,'oluntad J:¡ e:lt1ti,'u
yarrchata,
El hienjam:ís se rcehaz'l, sino que al eontntTio se
le n:cihe eonjÚhilo, y mm se le ador:\ l'uando tiene los ear:ldl-res de! Su premo Bien,
l'.:ro ¿c(¡nw pori r:í n pn:diear ta doctrina de Jesucristo ni lweer conquist:lS cspirituales tos que n(. l:jercen la hendicencia ni
illlit:l11 ta :dl11cgaci{JI1y ln caridad
(kl que muri(¡ por amor at
gl-IlCl'(l ht1lnano?
La l~tlta de virttHes e\'angl-licas en e! sacerdote ha sido la causa de que toda peroraci()\\ rlc p(tlpito se cons:rkrc hoy día eomo ulla ded:ullaei()\\ tcatral.
:VIas euundo d orador cristiano
manifieste con sus actos
aquel sentimiento suhlime de acendrado
amor para con ci prÚjimo, aqudla
disposieiÚn
ol11níl11oda para sacriEearse por el
hien de sus hermanos, en tonccs se eOIlveneerÚn los homhres que
no hay contradicei(¡n entre la doctrilla dl' Cristo y la conducta
de sus 1l1inistnls, entre 10 que éstos dieen y lo que haccn; yentom'es tamhil-n rendidl d 1I1U1Hlolas armas de la duda, y se
postr:tr:t eonmo,'ido :l11tc la patahr;\ sagruda, que es el ceo (kl
amo1'.
IV,
Los ohn:ros dl' la \'(:1'(1:1(1
y dcl hi~n, persuadidos
como dehen e;.:tar de que "11:111 I'cnido
impo~;ton:s artificiosos, que n11d:111 sl'g(m
;.:us pnlpias
concupisccn,:ias,"
(1) aken la YOZ COll
IsaÍ:ls y digan at ]>uehlo cristiano:-"Ley{¡ntate,
Si(¡n; re\'Íste1.ccon tu purezn,
Toma tus \'estido~ de gloria, Jerusnlén, ciudad del Santo, para que el inmun(l(, no hahite (]entro de tus
mtlrallas,
;Cu:ln hellos son sohre Ins montcs los pil-s del quc
anuncia y predie:l l:i luz y la ;.:ah·aci:lI1! y dicc :1 Siún: tu Dios
reinad,"
[1]
Ep1stuJa~?
(h.-8. Pedru, cap. Ill.
v. 3.
72
I.A LUZ nEI. PlJEnLO.
Esta profecía que se realizÓ en Jesucdsto,
necesita
continuar realizftnc10se por medio de los ap()!'tole~ dd cristianistllo,
llamados ft operar en c1lllundo la regencmeibn
1l1Onll .'- ¡'('Iigiusa, Debcn cllos Ic\"antar al pucblo (le su postraei(ll1, inspi¡':lI1clok
d espíritu cIe "ida e"angélica
pam que en la Iglesia de Dios,
que es In ciudad santa, no hahite el inmundo ultramont:lI1is1l1o,
Derriben Ú este gigante que se ha disfrazado
L'on la l'stOla de
los justos, para sentarse sobre Si()I1 y ¡'cinar en ella, como ;Írbitro soherano de las eoneieneias y de los dogmas.
Arrojen con fe la honda de Da"id sobre Goliat, que Dios cstÚ eon sus en\"iados.
Trabajen con entusiaslIlo apostÓlico, rt fin de que en la handent (le todos los pueblos se inscrihn este gran lema: LIBEI~TAD, I(~t:ALDAD, FUATEUXIDAD-esos
trc~ Ill:(gllílicos principios, sellados con la sangre dd Di"ino lÚ'staur:l(!or l'Il ci Sllhlime sacrificio dd Cah-ario,
SECCION TERCERA.
Después de haher nwnifestado
la difercnei:l (lue hay entre la
Iglesia <le Cristo y la secta ultrullontana,
la 0l'!~':1I1izaci()l1Y
movimiento
de éstn, su earáeter e:_el1l:inlmente faris~'ii('o .\"la ncccsid:lll eJe restablecer el saecrdocio cristiano, hngamos una hreYC reseña de los principales
sacramentos,
dcmostral1llo
que los
ministros del ultramontanismo
han hecho de ellos la hase de su
fortuna y de su pre(lominio en el mundo.
En seguida nos ocuparemos dd aspecto l'i"il y rcligi(lso (lel matrimonio,
y últimamente de los impedimentos
y dispensas.
CAPITULO
1.
El Bautismo.
El alma pui'ísima (ll-Jesíls no neeesitt) del hautismo,
l!a·
hría quedado instituído
s{)lo con efectuar la místiea ahllll'i(lll
en alguno etc los disl'Ípulos.
Pero el Redcntor quiso instituido
e11sn angusta persona para elar maYOl" dignidad fl un stina·
nwn to elestinado ft ln regcncracié>n hUmana.
\' Ú fin de fa\.'ilitar
sn rccep<:Í(lll lo estahlel'i() de la manera mÚs sencilla, y J11:llHl()[I
sus disdpulos que hautizaran (I todas lasgentes
(1), nÔ ele otro
modo, sino como Úl había enseiiado COllsu ejemplo; entcncli~n'
clos,' que ell la p~'rs();n d~ :qucllo:;, c:ll1~'e:li{)Ú toJos lo;.; cristianos la facultad de hautizar.
Conlra
este dcsignio de Jesucristo l'Stll la disciplina dI' I:t
igksia, por la que, como si d h:1\ltismo no fuese un sa\.TanWIl tn
tan Ol'cesario se ha procurado
hacer dificil su administr:¡ciílll,
introduciendo
solcmnidallcs
y rescr\,[ll1dola Ítnie:lmenÜ' fI ]os
pfIlTOCOS. De este mo(lo no s~' ha hecho mfts que dificultar la
rl'gcnertlciÔIl dd homhre, l'omprometicndo
segí\l1 él10s mismos,
su felicidael l'tcnw, pues, tllUdlOS muercn sin haulismo por no
ser siempre fácil ocurrir oportunamente
al p(lrroco,
Para los casos l'n que no se pueda recibir ci hautismo ofi·
cial, ]a iglesia ha eleclarado quc L'ualquÎl'I'a pucdc hautizar simpk 1l11'
n tl'" :\las la :lU toriclat ledcsi:í stica no ha dchid () 1i\l1ita r {¡
dil'hos CUlOS una facultad
que Jesucristo
conccdi(¡ sin n'strieei(¡n.
Para que un sacramento,
tan e~end;(l como el bautismo,
pueda estar al alcance (kl génenl humano (khl' (ltd:írsek la 1'01'ma simple con que lo instituyÔ Jcstlcristo,
En \'cz ell' rCSCI'\'ar
su administrat'i(¡n
ií los l'tiras, ¿nil sería mul'llo m(¡s t:ristiallo
queéstoscnsl'ñaranií
todos los fcligrl'sc~ clmo(lo (]e bautizar, y
qtH.'s~ les diera facultad pam ;((lministnlr el hauti~mo simple en
todos los C:1sos?
Pero l'sta impo\"tante reforma estaría, l'n gl'neral, contra el
sistema de dominaeiÔn del clero, porque la exclusÍ\'a facultad
[1]
S, ::Ilat~u, t'ap. XX\'Jl1.
,', 1Ll,
LA LUZ DEL
PUERLO.
75
de bautizar le da prestigio para con d pueblo; yen particular
contra los intereses financieros de aqud, pues en muchos ]lUehlos d (logma dd pecado original ha llegado {I ser también
asunto de especulaciÓn.
El hombre yiene a] mundo con la mancha de la cU]]la de
Adttn, y para la varla tiene que pagar un derecho.
El que quiere sc;'" regenerado,
necesita comprar
su regeneraciÔn.
Así, la
deuda para con Dios se cancela por los mismos medios que las
deudas entre los hombres.
¿Y si los padres del bautiz,tlldo
no tienen con qué pagar?
No importa:
que dejen de alimentarse
para satisfacer al cura
sus del-echos hautismales, so pcna de cerrar al hijo la puerta dl'
los cidos.
La lustración que el pag:l11ismo acostumbraba
panl purificar tI los recién nacidos, se adJl1inistrÍl m(ls desintel-esadamente qllc cI hautisl110 entre los catÍllicos.
Prq)arahan
los sacerdotes romanos el agua lw;tral Ú de las puriticaciones,
apagando en un poco dc 11¡;''lHI
salohre un tiz(l\1 sagrado, y con ella
rociahan al recién nacido y le ponían nombre, sin exgir remuneraci(l\1 por esta ceremonia.
Dc lo cxpucsto se deduce 'lue siendo el hautismo lin saeramcnto il1l1ispcnsah1c para en1:rar al reino de los <:iclos, dehe administrarse por cualquier eri:,tiano, simple y sencillamente sin
cobrar (krecho alguno.
CAPITULO
II.
La Eucaristía.
La facultad dl' l'onsagrar
el cuerpo y la !'angrc de Jesucristo e!' una (k la!' hnscs en que se apoyan
d prcdominio y la fortunn <lei ckro.
Como los fides neccsitan recibir d manjar sacramcntal
para nutrir ci alma, y l'omo los sacerdotes
son los quc Únienmente pucdcn confèecionarlo
-" distrihuirlo,
han hcd10 (le ('sa nl'CCsi(bd y ell' l'ste poeler un clemen to ell' dominaci(m.
Cotll'eden rI
sus prosélitos el alimento
espiritunl
y lo niegan :t los que no
nhrazan el sistema anti-e,'angelico
de la igksia
ultramontana.
l'ara fundar su negativa se valen de aquello (Id Evn ngdio:"!\o déis d pan rI los pcnos,
ni arrojéis las pcrlas {Í los puer('os;" sicndo así quI.' los perros y los puercos de que habla el
texto, son aquellos que, apartflI1dose (le la dodrina
de Cristo,
profèsnn m:tximas inventadas
por lo!' hom1>I'es.
II.
I)el sncrificio cucarístil'o SI.' ha Jwcho un odioso trrdico, ponicndo pn'l'io fL la misa (1), lo qUl' ('quivak
{Í IH»)l'r l'n v('nta
eI cucrpo -" sangre deI I~l'<ll'ntor.
Los mismos ohispo!' fomentnn
esa ('speculaci(m.
~Iucho!'
a!'pirantcs al sacenlocio, quc no ticnen la cÚngrua llel'csaria
pnra ,'j,'il', son ordenados ft título de decir misas, esto es, para
que !'uhsi!'tnn de ellas como dl' una profcsi(1ll ÍI oficio l'speeulahIe.
POI' otra pnrt(',
la autoriclml
l'piscopnl concede gracias esrecialcs :1 misns pri "ill'giadas, por las que se pnga mrls estipendio. Esto demuestra una cil' clos cosas: (¡ que los ohispos dispensan los hcnl'ficios c!'piritualcs de la misa en proporci(m :1 su
estipendio, () <¡th' no sicndo hastnntl' eflcaees las gracias
conte11 J
dt· 1;lIIus":I St' 11:1 lJl'nl~\II'i'ld(J
l'tll'uhrir
la odiosa
tarifa d(' dl.'rt:'l:\~ ('(J~:tS l'spiritu:tll's.
Pl'ro
la limosna no t'~ forzosa ni tit'nt' una
('\101:1 pn·l'st:thlt'l'icla.
E~ 1Illa l'rog:IC'Ï{,n vClluIItal"Ía hn'ha ni arhitrio
de-leTo,l.rrlllte, ~in
otra instiJ.{:.1ej¡'·)nqUt-la dl' Jos s('ntimÏl'ntos caritativos,
L'llll
(,1 T1omliJ"l'
('has n~igl1:111ns:í
77
LA LUZ DEL Pt'El,LO.
nidas en el sacrificio cucarístico, en "irtud de los méritos de Jesucristo, pueden los obispos darles eficacia )' añadir otras en
virtud del dinero.
lIa)' países donde los sacerdotes [~cumulan fortunas con las
misas (1). Y por lo general cn todo!' los pucblos católicos se
ha abusado de tal manera de la faeuhad de {'ckbrarlas, que los
eclesiásticos rceibcn estipendio hun antes de ordenarse, y después de ordenados siguen recihiéndolos sin límites. Por manera que cuanto mÚs \"iyen tanto más colectan, y cuanto 11láseolectan tanto mfts deben, dejando burladas las piadosas intenciones (le innumerables erog-antes, lo :lue ademÚs de ser una simonía, es una manifiesta defraudación de interescs agcn08.
Ahol"a, pues, para solventar esta clase de deudas se yalen
dc dos arbitrios.
El primero eonsif;te en haeer celcbrar POI"
otros saecrdotes, ft menor precio, las misas que aquellos deben
(2), yel segundo en eomponerse con Roma, en\"iando á las arcas pontificias una parte del dinero :,imoniaco, De estc modo
obtiene el postulante la que llaman buJa de COJ1lJJOsiciÔtI, por
la cual, seg-(mse crée, los celebrantes adcudados quedan libres
de toda responsabilidad peeul1iat-iay de todo reato de conciencia, cn \"irtud del principio de que Jo (lllC Jmcc cI JWfJél CtI J;¡ tierra cs élprobado
en el cic:lo.
Judas, y('ndicndo una sola \"el et .Jesucristo por treinta monedas, ¿es acaso m(t8 culpable quc los traficantes con una institución didlla que n'nden todos los días almisl110 JesÚs sacraJIlentado?
[1] Las et1trarla~ que l'or es.te rHtllO tiencn los sa(.'cf(loh'~ ('~Uill l.'n rtt1.ún dl' ~llS n'.
tacioncs y (.'1 núnH'ro ell' pcr~otJas qUl' confiesan,
P.'rl) los
l.'stiJll'udios
para misas n11l1.
Y(.'1lprincipalmcnte
por la ~nnturroncrfa
6 artitit'io ..•o misticismo
,'on que llIuchos cd('sifistit.'os
procuran
inspirar
y CJII<" S11S misas .tlc:lnzan
la (.'n'('ncia
de qne están
l'l}
rntima
(.'ol1l11uh:al"ión
('Oil
l)jo~.
T()(lo I'o(kroso l.'Uanl o se k pi<ll',
Los rc\'crl.'tHlo:-l
IHltlrcs
tknen llt1:\ m()nit"
cS}Jl'cÏaI
para
sa(.'ar ,Hnl.Tn ti cuc.:l1ta fil.'
mba8, y hay l.·OI1\'l.'ntO:-l (tonde:-le han csta1Jll.'cido a~l.'l1cias para l.'ok(:tótl" l'stipl.'IHlio:; y
n'partidos
entre los l'cll'hranlt:s dc otros lHI('ùlos, n:lJajéludo
un t.HIto por delito dt'
dl.'1
('OTllisitÍl1,
[:¿] Es 1l1U~'l.'omtin qUl' ll)~ slIcl'nloles
('urope()~
r<.'sidenh':-I ('n ~lt(I·A11téril.'a n.'l.'ihcn
dincro para misas, y las 111andall (tceir cn Europa,
dl)llllc :-IL'
:tl'ostUl1Ihrn IHlgnr 1I1eno:o,
cuyo nt'goC'io les ctejn L'on~idcrables ganancias,
CAPITULO
La Penitencia
ó confesión
Ill.
sacramental.
De esta institud(m ha hecho el elero un poderoso resorte de
su amhiciÔn y de su codicia,
ApoderanK' de la l'ol1ciel1l'ia rué
tomar posesión de la sociedad para dominada
y sacar de l'lIa
tOllo el pro\'echo posihle.
La tremenda Ülcultad de pronunciar
una selltel1l~ia de vitla
dl' mUl'rte (.'terna, es el medio por el cual los sacerdotes han difunoirlo el h'nor en el mundo para subyug-ada,
Esa sentenda, sincmharg-o, no es dictada según la mayor (¡
menOl' enormidad
de las culpas, sino scgún el g-rado de adhesiÓn del penitente h{u:ia la ig-lesia ultramontana
y sus dccjsi(~.
nes.
(l
En realidad, l'lIa no trata
de (.'onducir al pccador pOl'la
senda de la justicia, sino por la de los intl'resl's ecksi:ístil'os.
En el confl'sonario se pasa por alto las m{¡s gnl\"l'S faItas
contra la moral y las creencias cristianas,
pero se reprende con
sevcridad todo lo que no esté en armonía con las con\'enielH.'ias
del clero. Es \'enlad quc allí se in\'oca la causa de Dios y la de
las huenas eostumhres, mas estu sÓlo es panl snh'¿lr las ¿qm·
riencias y autorizat, miras l'g-oístas.
Tal es el criterio con que lus conreson's juzgan y ahsueln'n
all11 {I los tiranos mfts odiosos,
Con tal que (-stos sean :lllidos
al ultramontanismo,
les perdonan toda culpa y hasta los níl1Jenes atroces, los ados nefarios que hacen gemir fi los puehlm;, V
con el mismo criterio juzgan tamhién lal'01wicllcia dl' todas csas
gl'ntes que, aparentando
scn'ir:í Dios, sc pOllCII al sen'icio de
intereses ultramontanos,
disfrazados con el \'elo de la religiÓn.
II.
Por la penitencia no se ('ohra dcrechos l'speciales, como por
otros sacramentos
pero, se utiliza de una mancra más flll1plia
y productiva.
i\'luchas grandes
fortunas
han venido por ln confesiÓn, me,
LA L(ll
Dm.
PllJŒLO.
79
diante la cual se adquieren donac.ones,
legados y valiosas captaciones.
Hay confcs()J"es que se hacen i'lstituir alllal'cas y legatarios
de misas.
Atraen ft las viudas ricasal conlcsona1'io y les mani·
fiestan que la viudedad cs una mis( ricordiosa disposiciÚn del eic]0, y que deben adoptada
renunci<J.IHlo almlllHlo y Ú la J~lIl1ilia y
desprcndiéndose
de los bienes de fortuna en benelicio dl' la iglesia, ft fin de asegUr:l.r la salvación.
:\0 faltan confesores que empkan la misma t{lctica respecto
{I las j()\'cnes que deben here(lar y cn quienes
encuentran
un ca·
rÚcter aparente para trabajar
COliéxito,
Las atraen al conlesonario y las induccn ft la vida monÚstica con d premeditado
plan de quc tan pronto como obt(~nganla
herencia, lIIuenln al
mundo, scpult{l11dose cntre las parceles dl' un monastcrio,
y dcjcn sus bienes al confesor.
En fin, no faltan confesores qlle, para vigilar 1l1ljor los intereses de las eonlesadas y asegurar
cada vel mÚs el cariño dl'
ellas, las visitan constantemente
:' las proporcionan
reereaeio·
nes Ú lo místico
Se constituyen'~omo
miemhros
de la J~ullilia
y procuran lIegar Ú tencr una íntima confianza
para descubrir
los secretos convenientes ft sus codiciosas miras.
III.
iVlanifestemos ahora que la influencia cie la iglcsia en la po·
Htil'a y en la sociedad,
viene pri'lcipalmente
por la confcsiÚn.
En electo, ¿cómo asegura el elero e; éxito de las elecciones y dl'
otr-us aetos de la vida política?
]lor el confesonario.
¿Cu{d cs
la mano oculta que obra sobre laeondueta
de los magistrados,
si éstos Ú sus familias están bajJ el dominio de los jueces del
alma?
La de los confesores.
¿Qllien~n los saccrdotcs
obkncl'
fa vores del soberano, de los mini!'tros ó de otros persona.i(~s influyentes?
El confesonario es ci resol'te.
¿De dónde proceden estos aet8s misteriosos
de hostilidad
contra individuos que son manifi(~stamente opuestos al sistema
ultramontano?
De la confesión auricular.
¿CÚmo lIegan los
sacerdotes {¡ descubrir
los ocultos planes (leI gabinete?
Por
medio del confesonario.
Entn: los l'onfesados y confesadas hay espías que eonstitu-
80
LA LUZ DEL
PUEBLO.
yen la polida selTda de la igksia.
De tal manera que la piscina pro!J{Üiea destinada il curar la lepra cIel alma, se ha conycrtido ('n otil'Îna dl' \'astísinlO espionaje, y en estafeta
donde lIegn n noticias de cunnto pnsa en la sociedad y cn 10 más oculto
dd J¡ogn r dom¿:stieo.
Hay además una circunstancia
muy traseendcntal.
En "irtud de la :llin IlZa entre la iglesia y el estado,
el confesonario
Re
pone al Rer\'icio de los tiranos.
Sin ir muy lejos, en el EeundOl",
donde el gobierno es tÚ íntimamente
ligado con d clero, los sacerdotes sin'cn de instrumento:11
tiranuelo,
deReuhriendo
por
medio de la l'01Jfl.'siÚn de los presuntos reos políticoR, puestos al
efe('to en e:1pilla, sus pbnl's y sus eÚmpliees,
l\',
V puesto que mediante
el eonfesonnrio
se ha lIegado á cIominnr la conciencia pnra hacer de clla tin instrumento
de hastanIas miras, no ptle(kn las confesiones
condUl'ir á la reforma
de Ins costtllllbrcs,
IIi dnr frutos
de moraliz:t(.'iÚI1,
I<egulannente
las gentes qtle freeuentnn
ci eonfesonnrio
no
desalTollan en ~tI alma los nobles sentimientos
e\,ang¿:licos, ~o
tienen rcligi6n sino c1crico!11;l11Í;¡, es decir, una cieg:t y fan£¡ tica
ad hesiÚn al clero,
Si los eonfesorcs no hl\'icnll1 otra minI quc la elll11ienda dd
pecador, lo reprimirían
en sus des\'Íos y k exigirían
la reparaeiÚn de StiR faltas y la moralidad
e\'angéliea
en Stl "ida y l'OSttlmhres,
Pero generalmente
los eonlCsores no hacen más qtle
contemporizar
con los penitentcs.
~luy lejo~ cIe reprimir en éstos StlS malos instintos,
les sugieren f:tlsas máximas
que rl'lnjnnla conciencia y extrn\'í:ll1 d n'do
sl'ntido moral en el indi"iduo.
Le sugiel"en J:¡ ¡den de que todo cuanto
se hace eontJ'n
los que combaten al ultrnl!lOlltallisl11o,
es una santa defensa de
la rdigiÚn.
De aquí es que los que están
imbuidos en aquellas
mÚximas odian l'on l1n s;¡nto odio, persiguen
con una S.7nta
venganza, murmuran
con una S;wtll murmuraciÔn,
y por ÚltilI10, desean, con un Sél11t() deseo todos lORmales imaginables,:í
los que no aCl'ptan las doctrinas y pretensiones
del elen) ultra1110nt:ulO, De esta SUl'rte queda santificada
la ma1c\'oll'l1l'ia,
y la ley de amor (lada por Jesucristo se eO!wierte en una ley de
odio implal.':lhle.
LA LI'Z
DEL
pl'EBLO.
81
Por eso es que las personas que se confiesan ultramontanamente no tienen un co\'az{¡n reeto y puro.
EstÚn posl:Í(las de
un orgullo radical, disfrazado
con \as apariencias
de la hipocresía, y han llegado Ú adquirir
un hÚhito vicioso ]lor d que
piensan que todas las ohras, palahrns y dcseos que esté'n en élrmanía con los interescs temporales (Id clero, son aetas piadosos, por mÚs que sc opongan Ú la ley de Dios. Así es que la conksi{¡n, consi(lerada hajo este punto (le ,.isla, es d arte de la mogigatería, y el conll:sonario ]a escuela donde se aprendc Ú pecar piadosamcnte.
v.
AdemÚs (le las consideraciones
pn:ceclen tes hay otra que
111eret:\:una particular atenci{¡n.
Las rersonas
que se entregan
totalmente
Ú un confesor ultramontano,
pierden el cariïw hÚcia la familia.
Esc conll:sor sienta d p"incipio de que Dios dehe ser amado sohre todas las cosas, y dcùnee de allí que, siendo
ci padre espiritual un representante
dd mismo Dios, sus confe'sa(las deben amar!o con prctèrencia Ú l,)s padrcs carnales.
De
aquí la mÚxi.ma formulada por un pOlLífiee:-"Cnanto
es superior el espíritu al cuerpo tanto dehen Sfr prderidos
cn d amor
los pad res espirituales Ú los corporales"
En apoyo de esta mÚxinm invoca ,ci versículo de San Lucas:-Si alguno ¡'¡cnc â mí y 110 n!Jorrccc â su padre y â Sll nIadre, â su ml{Ïer}';í sus hfios, ;í .'IllS hC1'J:1fl170S .v su propia "ida,
110
puede ser mi discípulo ..
¡Estupendo
descaro~ Así es como lo,; ultramontanos
pura del E\'éU1.;clio, haciendo
int¡:rprctaciones,
skmpre que conviene Ú sus planes.
la moral y la doctrina
Üt!sean
pérfidas
El sentido de este texto no se \'eficre fi que los penitentes
pospongan el amor de los padres y demÚs personas (le la familia al de lOHconfesores.
Lo que genUil1't111ente signi.fica es, que
el hombre dehe hacer una completa ahnegación
para seguir (l
Jesucristo, de tal manera que ningún afeeto terrenal pueda impedírselo.
Si por aborrecimiento
se entendiera literalmente el odio, resultaría que para ser discípulo de Jesús era preciso odiar, es de-
1..\ L{IZ DEL fTEIll.O.
cir, tener avcrsi(JI1, detestar al padre y fI l:t nwdrl', :í la 1l1ujl'r, fI
los hijos Y (I los hermanos, .Y detl'st.arsl' ft sí lIli"I:IO. :\I:ls l'St.O
l'S IllOllStrUOSallll'1lte :¡])sun]o, OpIIl'StU:'1 I:IS leYl'S (le la lI:1tlll,lleza y l'unt.rario (¡ l:ts sagnubs
p(¡ginns <¡Ul'illl'lIk:lllel ilIllO!' y
ren~rl'neia para CUll los padres. (1)
l'l'ro los sacl'nlotl's
ultrnmontnnos
no Sl'l':lrnlll'll
ni>slIrdos y cont.radicciunes,
l'unndo tnl t:1l1 npo(krn rse, JIO s,''¡o dl' la
conciellein, sino :Iun del eoraz(lI1 del pUlitelltl'
¡:nr;l illdul'idu (¡
sus mir:ls.
¡Cu(¡ntos padres de f:lmilia ]¡nll visto qu~'l'll'unlt:sonnrio les arrebata
sus hijas para IIn::lr];¡s :í llll COll\Tllto,
con una vocaei(lI1 fieticia, furmadu
bajo la illl]¡ll'II~'i:l ddl'OIl.
fesor!
\"1.
IIagamos
una indagaciÚn
trascendental.
!JUl' sc rl'l:lciona
ínt.imallll'nte con el asunt.o de este capítulo.
¿ l'or qué [orman las mujeres la inlllcns:l lllilyoría de l:ts personas (Jue frecuentan el ('o11fl'sonm'io?
l'anl <lnr la l'xplil'aeiÚll de l'stc fl'11(11I1l'1l0es illdispl'lls:Illle
manifl'stnr muy sérias y variadas ra%Ol1('s. :\ (¡ el )IJsigï 1¡II'l'1I10S
sino l:ts prinl'ip:lks,
usnlldo de la forma rdil'l'llll: l'n lOS cnsos
necesarios.
IIay una mist.l'riosa atrnccitlll entre los rl'spl'l·tivos illdi\·iduos que forman l':lda una de las dos porcionl's de la 1ll1lllanidad.
Si la mujcr cOlljè.~saril, estaría po]¡l:tdo de ]¡ollll¡rl's clconfesollario;
y siendo varlm ci quc contil'sil, l'SUl ell'onti.:son:lrio
po]¡lado de mlljen~s.
En \'irt.ud <lenqul'lla ley que rige los arC:l1l, ISdclcoraz(¡ll, las
que se confiesan con un mismo individuo,
<[lll' IJil'n [Jlll'dl'll llamarse COIlCol1!è:S()TwrÏ¡¡S,
alimentall
l'11trl' dIm; l'dos de llll lllístic o akcto.
l'arccl' que las ~()nfè.:sadas l'l'khraran
Ulla eSJll'L'i~de matrimonio espiritual con ci eOllfesor. Y como el desl'o de la prc1"l'rcllcia
ejerce un poekl'osoinftujo
en la mujer, caeb Ulla de :l!lucllns quisIera merecer 1:1 l'xelusi\'n estil1lnei(l\1 del esposo dd nlllHl. y
(1)
,', :.!li;~.
XX.
E:\.t)c!II,t.:ap,
:\I:lt\.'o,l..';tp.
Y. 1V: S. LUl'n:-:.
Colu::;CJls(':-;,
\.
·1·
,',
:':0.
1J;.:t11lTOllt'J1l1ill,
Y l::I\'. XI>':.
X \'111, \.
C:l}l.
C¡q'. Ul,
\".1:..!;
:\.\',
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\""11.
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J
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:': •• '
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IllS
L\ LPZ DEL PUElJ:.O.
ese deseo es un estímulo pord
al confesonario.
que todas se eontraen
83
asíduamente
l'or otra parte, la mujer reeibe sin lxamen
las prácticas religiosas, y con piaÜosa seneillez aeepta toelo 10 que, respecto á
freeuen tar el eonfesonario,
dieen los q lie se denominan
intérprctes de la voluntad
divina.
¡Con raz(ll1 l[l llaman éstos el
sexo piadoso!
La mujer, en fuerza ell' su organizacón
y temperamento
moral está predispuesta
it creer todo ]0 l11aravilloso y soht'enatul'al, lIega11l1u esa preÜisposiei(ll1 Ú dcgenerar en una credulidad eiega, y á veces supersticiosa,
que la impele á entregarse omnímodamente Ú un confesor.
fiajo otro punto (le vista las ocupaciones domésticas tienen
un earÚcter monótono
ante la ardiente
fantasía elel sexo femenino que gusta gozar eon los emhelesos de la ilusión.
Disipada
ésta en el teatro
doméstico
procura la mujer buseada en otra
parte.
El mundo con su esplendor y deslumbradores
atractivos, .v la religión con su magnilleencia y místieos embelesos
att-aen la imaginación elcl hello sexo: fi vido éste de emociones,
se da trazas para gozar Ú la vez de las delicias de la tierra y de
las dcl ciclo: comparte su a teneión y sus .:uidados entre ci teatro
delmunr10 y el tcmplo, y la misma soci('dad fcmenina que hermosea los pasl.'us, acude Ú los piés dt'! ('onlcsOl' para lJUrgar
reatos de eoneieneia y prepararse
á nue\ os goces, Ú encantos de
otra espeeie.
La varie(laÜ es una ley de la fantasía, y la imagin:u:i{lI1 de la mujer sabe explotarla,
'y,:ndo eomo la mariposa
de huerto en huerto, de flor cn tior.
Entrando
ahora en' otro ordcn de ideas, eleseubrir la concienela á un confesor, husear en ci confl:sonario algún lenitivo it
las amarguras
de la vida, Ó calmar allí las borrascas cIcI corazón, comunicar detenicIamente con el padre espiritual, dando al
diÚlogo un carÚcter místico que tanto plaee it la mujer, tener
con el director de la conciencia coloquio:; divinos que trasportan el alma del piadoso sexo á plácidas contemplaciones,
tranquilizar el espíritu comunicando
al cO:11<:sorla que pasa en el
seno del hogar doméstico;
en todo esto encuentran las mujeres
tina ftlente inagotahle
de placeres que l<ls distraen cie las penosas atenciones
de familia.
l'or eso h<~'y muchas de ellas que
abandonan
la casa por el templo.
84
LA J.t'z IlEI.
I'I'EIILO,
En fin, si por parte (le la mujer hay 1110ti,"os poderosos <¡ue
la lIe"an al eonii..,sOlwrio, los sacerdotes
pOI' la suya tienen un
gran inten:s en atraed:!, emple:lJldo todos los medios posibles,
La mujer influye (leeisinul1cnte en la familia y l'nIa soeiedad, y
eOI1\·iene á las miras dd dero disponel' cie tan importante
influencia.
Prcstigio, dinero, ohispac!os, eanongías, curatos, ea·
pellanl:1s todo "iene pOI' medio del devoto
sexo, que siempre se
halla dispuesto en f:t\'or de los que, con su ahsohwi(>J1, prol1ll'nten conceder la fi..'lieidad eterna,
CAPITU LO IV.
El Matrimonio,
Manifestemos
que el cien) ha hecl:o también
del matrimonio una base de su fortuna y predominio en el mundo.
El sentimiento
de amor, asociado
{l la tendencia
de repro(luceiÔn, constituye
una ley natural.
Apoderarse
de esa ley fué
tOl1lar un completo dominio sohre la especie humana.
En efecto, si las afecciones que tienden al matrimonio
caen bajo la jurisdicciÔn de la iglesia, ésta tiene en su; manos los destinos de
la humanidad.
Con tan omnímodo poder, los edesiÚsticos
otorgan Ú unos
la tèlicidad conyugal, <Í hacen la desgracia
de otros, con s610
negar el permiso para celebrar las nupcias,
valiéndose al dècio
de los impedimcntos,
que son como una )'ed de ohstÚeulos en
que la iglesia envuelve (t los contrayentes,
y que ella maneja Ú
su a rhitrio.
l'ero felizmen te los cxcesos de ese poder ha n sido
11I0de1':1(10sPO)' los incentivos del interés.
En virtud de los derechos que se cnhran por el matrimonio,
y 'por hacer que dCStl!Wl"CZCflIl los impedimentos,
mediante la
dispensa. Son poco frecuentes los casos en que los contrayentes
(lL:jan (le obtener la be)HliciÔn nupcial.
La negativa
que(la resernl(\:1 para libres pensadores Ô grandes
person:0es
políticos
II.
¿ POI' qué se opone la iglesia con tanta tenacidad {l que el
contrn to (leI matrimonio
se celehre ch'ilmente?
Se alega¡'Ún
motivos de !:tlsa piedad, pero la venladera
caUSa consiste en
que, ademÚs de los pingÜes emolumentos
que adquieren
los
edesiÚstieos por el hecho de celebrar el contrato
juntamente
COll el sacramento,
ejercen tamhién por ese medio un:t gran influencia social y política.
Como la llumani(lad no pue(lesuhsistir
sin )'eno\'arse, imponer una gahela á los que quieran perpetuar
la especie, obser\'ando la ley que garantiza
el sucesÍ\'O desarrollo de las generaciones, fué precisamente
crear una co:)iosa é inagotahle
fuente
de recursos.
HG
LA U'Z
IlEL
I'l"EBLO.
Fflcil es comprender la situaci(¡n violenta en que se eneuentra el hombre cuando ha resuelto integrar Stl personalidad
uniéndose fI la que consiente ser su compañera,
Preocupado con
los em hc1esos de la ilusi(¡n, no piensa sino en llegar {¡ poseer cuan to
antes la deseada mitad, que dehe ser la delicia de su vida y la marlre de sus hijos,
EstÚ, por consiguientc,
disptH:stoÚ toda clase
de sacrificios y á rcmo\'er todo género dl' obstáculos que se opongan á la realizaci(JI1 rle las nupcias,
Allí se imagina
encontrar
su felicidad, y procura
ohteneda Ú toda costa.
Esta cs la situación que ha previsto la curia, y de la quc abusa, imponiendo
fuertes derechos Ú los que pretcncIen la dicha dc Himeneo,
l'ero aquella risucña pcrspccti va quc induce {¡ la unión conyugal pucde ser realizada
tan sMa con el contrato.
De consigtliente, si éste no fuera cclchrado por los sacerdotes,
perderían
ellos un elemento de dominaei(¡n y un rico \'(:nero de fortuna,
l'ara afianzar la posesi(¡n de lo uno y (le lo otro, los ohispos
excomulgan ft los que celebran la uni(JI1 marital ante la autoridad civil, y procuran
difimdir el terror en el (lI1imo de los fanÚticos, prcdicando y haciendo predicar 1:\ doctrina de que todo
enlace realizado fuera de la iglesia es un crimen atroz que Dios
castiga con se\'eridad,
Pero si el contrato
ci\'ilmente
celebra(10 es criminaJ,
¿c(¡mo ha podi(lo ser materia
cIe un sacramento? Si la unión quc prohihen los eclesiftsticos cs mala por naturaleza, ¿cómo se hace buena con la hendici(¡n de éstos?
¿Tiencn ellos, )lOI' \'('ntura, la facultad dl' haccr hueno 10 que es
esencialmente
malo?
CAPITULO
V.
Aspecto civil y religioso (:el matrimonio.
Dcspulos dc ha hcr del11ostrado q uc 1:1 iglesia ha puesto al
scn'icio rie sus miras la ley de la humana prop:1gaciím, y hecho
(1<:un saer:lmCl1to un:l fuente de cntJ'adas y rlc inHucl1cias tcmporah:s, pascmos Ú cxaminar el mab';monio
bajo el punto rie
vista ci \'il y l'e1igioso, para indagar euÚl es el funcionario Ú quicn,
incumbe autorizar el pacto conyugal.
El matrimonio
cs considerado
como contrato
y como sacramcnto.
Como contr:1to, es un convenio le~allJ1entc celehrado entre
hOlllhn' y 11lujcr, por meelio deleual SI: oblig'an ft llenal'los fines
de la uniíll1 marital.
Como sacr:1mcnto, y scgÚn lo ddinen los tClllog-os, clmatrill1onio cS una cntidaclmoml
que produce gracia unitinl y un
vínculo il1di~olu1Jle entre el nlrÚn y lr. mujer que han convcnido cn \,i"ir 11t:ll'italmcnte,
Como se \T, el contrato
cs :1ntc'ior al saeramen to; "éamos ahora si es {¡ la iglesia (¡ al estado> {l quien eompete autorizado.
El contrato eoexistc con la sociedad y estft hajo el amparo
de lost:!, porque de ella emana la aeci(,n coercitiva que lo ganl11·
tiza, gar:!ntb
quc no existe ni pue(k existir en la ig'lesia.
La inÜ:n-el1cilll1 ele ésta no da fuerza ni v:didez {l lo pactado entn: los contI-atantes.
Si un eüntrato
cualquiera,
el ell'
eOll1p:!Î1Í:I, ]lnr c:jcmplo, sc celehrasc
:mte un eelesiÚstico y n(,
nnte el funcionario ei\'il, ¿podría producir efectos kgales?
El matrimonio
e011lOcontrato
pertenece, no síllo al del'ceho
inc1i\'idu:¡] Cil todo lo que se refiere al interés de la lW¡'SOlWCil
sus rc1aci()ne~ con la sociedad. sino también
al derecho procoI11un;¡l, porque cal' h:ljo el dominio de '~o~intereses sociales.
En
eonslTucnci:l. el contr:tto c1elll1at¡'imo:1io es de natUl'alcza esen·
eialll1cnic civil, y dehe celebra¡'se ante la autoridadlaiea.
¡':efiriéndose. pues, el contrato Ú lo~; intereses tempol'a1cs del
imli\'iduo y de la soeic(la(lno pucde e~tar suhon1inaclo {¡ lajurisdieei(l11 ecJesitlstic:t, que e~ puramel11:e espiritual.
LA LlJZ DEL
Pl'EIlLO,
l'or Último, mirando el asunto
hajo su aspecto teolÔgico:
si para administraI'
t()(lo sacramcnto
SI..'mm de una matcl-ia ya
elahonula,
y que, por consiguientc, el ministro
no l'ollfen'jona
por sí mismo, ¿cómo se explica la nnollwJía de que ell el nwtrimonio el sacerdotc confeccione simultÚneamente
la materia y
el sacramento,
esto es, que él mismo celehre el contrato y dé la
hendiciÓn nupcial?
:\i se diga que ln iglesia tiene derecho par:¡ celehrar el contrato matrimonial,
por ctwnto tienc la faeu1tnrl de administrar
el sacramento
que confiere la grncia,
Esta pertenece rI un orden sobrenatural,
mientras
que d contrato
es de un car{lder
puramente natural.
De donde se sigue <¡ue la facultad de administrar el sacramento
no supone J:¡ de autoriznr
el pacto entre los contrayentes;
así como la potestad de consagrar el cuerpo de .J csucristo, no esta h1ccc J:¡ neeesidad de que el mismo cclebrante confeccionc el pan.
Sin emhargo, se hn pretcndido sostener que el contrato del
matrimonio
pertellcce por derecho divillo Ú lajurislliceiÚn
de la
iglesia, (1csde que J eSllcristo dcvÚ ese contra to al rango de sacramento.
I'ero d hecho de haberse elevado Ú sacnlmettto
el contrato
matrimonial,
no implil'!l ci den.'eho de la iglesia pnm celehrado;
Ó 10 qlle es lo mismo, la instituci{¡n
del sacramento
del matrimonio no con!1ere al podel- eclesi{¡stico la facultnd de confeccionar la maieria de esic sacramento.
(1)
En qué partI..' dd EV:lI1gelio consta que habiendo .Jesucristo
e1c\":ldo d eontrnto
dcl matrimonio
al rango de sacrnmento,
cont1riÚ á la iglesia el derechu de autorizar
ese contrato?
:'\0
purliendo eitar texto algullo (I estl' rcspeeto apelan al ,'ago y
trillado argulllento dI..'que hahil'l1Clo d;ldo Cristo;í ~us apóstoles el poder de apaCl:llt:tr. le,; dit) Ullllhiél1 implícitamente
el de
elegir los medios pant 11cn;lr su lllisi(lll, COll este razonamiento ha pretendido siclllpre h iglesia nltr:l1llOlltalla ahareado
todo y estahleeer en el tlllll1l1o el ahsoluiisl1w
Ü'lJl'r:í.tico. La Úl(1)
t.iSl110,
orig-inal.
La
lll<llt'ria
tI S:l<,.'t"allll'nto
d•..
· IlII
l.'SSilllholizndcl
Coll
el
Illtlralmnltl',
tlH.'nto l¡1H
..
' producl'
g-r:tI'Î:l uniti,':!,
es ~imh(l1izado
tos l'ontraYl·ntl'~.
con
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ag'U;I;
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St' Silllholil.:\
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,,:111;1\1-
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Jll'l':ldn
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d pan: y ~·1Illat"¡1l1oni().
clt·..•¡ICIS:Ic!O;'
dl,.'(.'ir, con
) 1:1 m:llll'ha
JlI.lller:!
prUlIl<"':'-:1y
gr:tl'ia
(. s:lC...·ra ..
s,)J¡n'na .•
:ll'l'pUlcil',n
tIc
LA LCZ DEI,
PCEHLO.
cultad de apacentar
y la (le elegir los medios son cI etemo alegato en toda materia, en to(los tiempos y circunstancias
para
rcsolver en favor del e1crolas euestiol1<~s (le competencia, y consolidar el predominio eclesiástico.
Mas la facultad de autorizarcI
pacto conyugal no es un me·
dio para llenar la misión de apacentar.
A la ven1::ul, si por apacentar se entiende en este caso dar el pasto espiritual rl los fieles. ilustrar su enten(limiento
inculcando la (loctrina del SalnldOL',edificar {¡ la grey cristiana
con el ejemplo de abnegación y
demÚs virtudes n'angélicas,
no se necesi ta para esto au torizar
el contrato
matrimonial.
Cuando Jesucristo dijo:-"Apacentad
mis ovcjas,,' no confirió Ú la iglesia la facultad
de confeccionar la materia de los sacmmcntos.
Él mismo al instituidos
no eonfcccionó una materia especial.
Para el bautismo design() el agua natural, tomando la del JonlÚn;
para la eucaristÍ<l el pan usual, hendiciendo
el que le pusieron en la {¡ltima Cena, y al elevar el contrat<nlel
matrimonio
Ú la digllida(l de sacramell to, no recibió ese honor
otro contrato, sino el mismo que ya existía civilmente desde todos los siglos.
Esta verdad llega ii su mayor grado (le evidencia si se obsen'a que .Jesús no mandó fi sus discípulos que autorizaran el contrato
matrimonial,
y <jUl' no desconoció jamÚs en
el poder civil la facultad (le autorizarIo,
facultad que emana de
la naturaleza
misma de la sociedad y de la esencia del contrato,
Luego, ni por raz6n de la instituci,jn sacramental,
ni por la
facultad de apacenta!' tiene la iglesia nqucI ('¡ecantado derecho
(1ivino para adjudicarse
la autorizaciún
del contrato
matri.
monin 1.
Il.
Señalemos los miis notahles
pUlljos de difcl'encia entre el
contrato y cI sacramento
para manilestar
la manera legítima
como debería ccIehrarse el nwtrimonio
en los países eat()lieos.
El contrato
conyugal existe (lesde que hay humanida(l y en
todos los puehlos de la tierra, mientras que el s~\eramento s(¡}o
des(le Jesue\'isto, y tÍnieamente
en 1m puehlos que ahrazan el
catolicismo,
El contrato
tiene por ohjeto pmpagar
la especie
y legitimar la familia; mas el sacramento
se refiere fi santificar
la uniún de los desposados.v
conferirks
gracia espiritual.
El
90
LA IXZ DEI. pr;EnLO.
contrato
pucde scr eelehrado por toda clase de indiyiduos, cualesquiera que sean sus lTeencias; plTO el SalT<lmento esUI reSLT"ado (I los eaU,licos.
El contrato
es t<ln 11lTesario, qlle sin ¿:I
no hahría soeiednd; mientras que el saer:lJ11L'nto no es una eondiei()(1 sin lo cual no pueda suhsistir la especie humann.
El contrato, en fin, se refiere al orden temporal,
yel sacraml'nto
al
espiritual.
Dc tan eontmst:u!:is
diferencias sc colige:
1() Que siendo el contrato
la hase de la soeic(];¡d y cie ln 11l1mnna propagaei()(1, no sc le dehe restringir,
sO!lll'li¿:ndolll (I la
forma sacramental;
2° Que ni eleontnlto
t.iene yirtud
de prodltl:ir c1i.:cios de
santificaei(1I1, ni el sacr:llllcnto
pn)c!lIcc e/<:ctos ('¡\,iles. Así como se1"Ía ahsurdo el a/inn:lr que por llIedio Ill-I l'ontl"nto Sl' :ldquicrc tin derecho espiritual para ohtcnel" g-racias sohrl'lwtl1r:lles, <lsí tamhién lo es el pensar, como genernlll1entc p¡l'l1S:1I1los
clll'ialistas qlle el saentlllcnto
confiere dercehos ('j\'iles y políticos J/JS().l un:,
ac ~lue perteneciendo el eontrnto al orden e¡yil, y el sacramento al rcligioso, el priml'l'o elehe c1ectuarse ante los fl111ciona¡,i[ls de ln socied:lfl pant
:ulql1irir derechos LelllflOnllcs, y el scgundo :lI1te la iglesia, para opUlr los espirituales.
Luego los quc quieran
casarse deherían
ocurril- primeramentc (¡ la autoridad
ci\'il para eelehrar eleontntto
con arreglo Ú las leyes, yen seguir1n dirigirse, si lo quieren (1), Ú la
autorid:ul
l'eleciÚstil'n p:lra n'eihir In hendiL'i('lInupcial.
¡'or no
hahlT trnz:lflo la línen di\,isoria
entre lo que lll'rtcncn' Ú la socied:ul y lo quc es dl' la religic'lIl, la iglesia se hn apodLTado del
contrato
ClI lIomhrc dcl sncrnmcllto,
lTSUlt:ll1rIo de :¡Jlí que la
cl1l"ia asumc podcres incompa tihles.
Es pOllel" eL'lesi(lstieo y podcr cÎ\,il. Es trihunal espccial y trihun:t1 comÚn,
En muchos paíscs cat(,licos l'll<l1lclom{\s Sl' ha 11L:jacloal Iegislaelor la racult:ul cie reglamcntar
Ulln parÜ: ell' los efectos l'i"iles dd nwtrimonio,
y ([ los tribunales
y juzgaelos I:t elc conocer en algunos asuntos
nwtrimoniales,
ITSlT\'Únelose la iglesia
plena y cxcltlsi\'a potestad
para legislar SOhlT las eOlulil'¡OIlCS
dcl contrato y clmoclo ell' electuarIo, y para JUZgo:ll" sohre su
~ 1)
t!illl'a
Lo;.;
at'ttl~
\'ultllllad
l'l...
,kt
li;...:.i(l:-:n:-:HO
l¡o1l1hn'.
ch'1Jl'l1
s('r ('1
r{"~Il1t:\(lf)
dl' ln
('1):II'ci'"1I1,
~inl'
dl..' la
l'S}lOJ1-
91
LA LUZ DEL PUEnLO.
validez ó nulidad,
subonlinando
al lidIo de la curia
mismos procedimientos
de los funcionarios
ch·iks.
a(m
los
Ill.
Echcmos una r:ípida ojeada suhre lus gradsimos
maks que
resultan de haherse usurpado la iglcsiala
facultad deee1cbrar el
contrato
matrimonial.
Con semejante usurpación se impide e! desan-llo de la sociedad, porque la condición de no po(lercdehrar
e! contrato matrimonial sino ante la iglesia, es decir sacnullentnlmente,
es un ('Storbo para la inmigraciÔn.
Los contrayentes
de diferentes
el-ccncias que no quieren renunciar su re!igiÔn se yen obligados fi ,'iyir concubinariamente.
Las mujeres y lus hijos no gozan (le hs llerechos ei yiks, y ademÚs pueden sufrir un ah:lI1dono dl' parte del padre, y quedar expuestos Ú la miseria y Ú los ,'icios.
Haciendo un prolijo examen de 1m causas que m{¡s influyen
en la relajaciÓn de las costumbes, se encuentra que una de ellas
es el habel'se puestu el matrimonio
ha~o e! exdusiyo duminio de
la iglesia. í~sta ha colocado Ú la sociedad cn un grave conflicto,
prohibic11flo el matrimonio
civil, y Si:l pOller impedir las inmorales consecuencias de esa prohibiciÔn.
En nombre dl' las huenas costumhres preguntaríamos,
¿por
cuál de los dos CHSOSse dehe optHr?
Por el del matrimonio
civil, que estnblcce e! orden y la moralidad,
() por el coneubinato
de los extranjcros
con las hijas (leI país? ¿Y la iglesia aceptaní
m(lS bien la for%ada situaci(lIl de! concuhinato,
antes que renunciar al ejercicio de una I"aellltacl usurpada?
JIay otra eircllnst:nH:ia
que pel:Îudica de un modo directo
Ú la religión, y consiste en la hurla que haecn de ella los que fingen aceptada,
con ellin de obtener la mano de una catÓlica.
IV.
Grandes yentnjas se obtendrían
si el contrato
y el sacramento se efectuaran por la respectinl
autoricIad y se declarara
la independencia del uno y cIel otro.
LA IXZ
nEL
PI'ERLO.
Elmatrimonlo
cl,'il es una necesidad soci:d, yel Sal'l"amCnto un asunto
religioso,
por tanto, el estado
dehc prescindir
completamente
de ~ste, y oeupn.rse s(,lo de aquél. inslituYl'llllo
el rl'gistro ell' maÜ'imonios y el funcion:lrio que los autoriee C~),
Si los dercchos ci\'iles no cmanan de la religi(¡n, ¿por qué Se
exige que los contrayentes
recihan el sacnUl1cnto dell1lalril1lonio para que sus derechos y los de los hijos que de ellos naecn
scan reconocidos por ln ley? ¿Se requicrc por \'cntum
qnc el
homhre sea hautiz:ulo, confirmado, etc" para deelarar10 en.paz
de los del'echos sociales que se (kri\'an dc un principio ahsolulo
de jnsticia,
anterior {¡ las leycs humn.nas y fi la instituciÚn dc
los sacramentos?
El del mntrimonio
ticne por ohjcto la santiflcacitll1 de los
ctll1yugcs, mas esto no incumhc alcstado,
cuya misitnl no es la
de santificar ft los n.socÎm1os por mcdio del sncra111cnlo, sino la
dc promovcr el desarrollo de la sociedad,
mcdiantc el contrato
conyugalci"i11l1l'n tc eelehrndo.
Los gohicrnos que en virtud de su alianza con la iglesia, reconoccn cn ésta el dereeho de al!torizar
el contrato
l1Iatrill111niaI y accptan el sacramento
como conclicit>l1 indispensahle
pnra el goce (le los derechos l'Íviles-l'sOS gohil'rnosahdÍl'an
SllS facultades esenciaks, y cjcrccn sohrl' la coneicl1l'ia del pucillo una
odiosa presiÓn,
Y.
De las rcfkxionl's
prcccdentcs Sl' (leduce quc, siendo el contrato malril11oni:tl una funeiÚn de la vida l'ivil y n\1 Ull asunto
religioso, e1eslado dchía dc'sc'onol'l'!' el que la ig-ksin :t 11 toriza,
Pero en "l'Z de que el podcr Ü'mporn1 desconozca d contrato
l'Clchrado anle el cspil'itual,
l'S al ('onÜ':ll'io (ostc quil'n dcdnnt
la nulidad del matrimonio
l't:lehrado l'onforl11l' (I las leYl'S ciyiles.
Esta (leclaración es ahsurda porque como d matril11onio ('iyi1 es un mcro l'ontrato,
{kcir que cse l'n1ace es nulo porqul' no
ha intl'l'\"l'nido la ig"lesi:l, \'ale tanlo l'01110 ;¡fir111a!'!a nulidad
<ld l'ontr:tto
por esa causa,
:\firmacitlll
insostenihle,
puesto
que para la \'a1i(lez de los ('onlratos
no Sl' rt'quil're el l'Onl'UI'l~)
HI Jln~,xi11lo L'()t1g:n.';~{) de 1s!ltl ell-he llt'lIar l'sta inaplazallh'
11('(.·('siclnd
~.
Ill;l.
:-onl'ia).
E.
LA IX?
93
DEL PCEilLO.
de la autoridad
eclesiástica, sino la clcl [l1l1cional-io civil quc los
a utorice con arreglo á la ley,
Los cÚllyuge~ unidos por la iglesia SOli, en concepto dl' dia,
los únicos legítimos.
;v1as, segtl11 los demos
principios del rlen~eho, el ado de hendeeir la unión no e:m[¡ere U11 título para
que los contrayentes
se pertellezcan, sillu el contrato
civil, purlJue cn virlml dl' éste quedan ohligadas Ia~ partes contratantes
y garantidas
sus m1Ítuas ohligaciolles.
Luego los esposos unidos ante el fUllcionnrio competente,
que autorice
ese contrato
seg(111la ley, SUIl los vcnladel';Ullell tc leg'till1US,
i\Ias para píT\Tnir la opiniÓn contra el matrimonio
civil, se
le ha dado el l10mbre de concuhinato,
I 'CI-Osi este c:tlitlcati,'o
cnnlel\'(~ la i<lca <le una relacií>J1 ilegítima, y si, como hemos dell1ostradu, la iglesia no cs competcnte para autorizar
el contrato matrimonial,
¿eu£tlmatrimonio
encierra la tacha de COl1euhil1<lrio, csto es, (le ilegítimo, ci celcbrad o por la autoridad
civil, I) el que celebra l:t iglesia?
V<:ng':Lmus al [onelo rie las l'osas y dt:Îc!TIOSl'sa táetica maliciosa de dcsacrl'dit:u- tI los homhn:s,
las idcas y las instituciones, valiéndose
(le calificativos
denigr:u1tes.
I/ombre !u:n:ic,
sLlccn lotc lll)()st:¡ tll (1), cscueln :/ten, 111/1 trimonio
COJJcllhi1J:I·
rio, son otras tantas invel'livas
prudig:ulas
para paliar odiosas pretensioncs,
y adju(1icarsl: antl: el pÚblico ignorante
la \'ictoria ell ulla mala causa.
Si los matrimonios
que no Sl: élutOl-i:mn por la igl<:'sia fucran
concubina los, entonces todos los contr;lídos
pot-los [¡-anceses,
los bclgns, los suizos, los italianos y los de otros
puehlos l:atÍ>Ecos sl:rían concuhillarios,
puesto que entre dIos el matrimonio
se celehra ci\'ilmente.
Pero l:S contra el senticlocom(\I1 qlll: talltas nacionl:s CUIt:1Shubiesen querido ertrcgnr
tina instituciÓn
tan S:lnta C0l110cllllatt-imoniu
Ú la inmoralidad
cid cOllllJinato.
VI.
Refutemos (los ol~il:cioncs con qUl: se pretcll(k
sostclll:r la
inter\'ención
(Il: la iglesia en el contrato
matrimonial.
la Diccnlos ultramol1tanos
que aem cuando la igll:sia no
~1)
los
Los 1l1lt':\mont<lllos ca!i(¡,:nn
prilll ..
-ipins
tasía
del EY;It1gclio,
sc l'l1liendc
la IH.'gnciúl\
que dl'lh:nd<"1l esa doell'illa
rh-
n:l,,:h:IZal1
:lfH"lstatas
Jas
d<.'la dnctrina
fi
)(l~
ptTtl'llsiollt'S
dl.' .Icsl1cr;~lo.
{) Ins qUl' ln han suplantad<,?
s:tl'l'nIoll'S
dt, íllflu:IJos.
llW.',
('Il
)'('1"0
¿q\1i~lll..:s sun
dl·li..~tls;l de
si por apos_
HJ1(Jtilata~.
lu:-;
94
L\
LCl
nEL Pl'EIlI.O,
tuvicra por dcrecho divinu la Úlcultad de autorizar
dicho contrato, alll1enos la tiene ]>01' eOllcesiÚn de lus soheranos.Y como
dclegacla ciel podc!' temporal.
La importaneia que pretenden ciar Ú este argumento
desaparccc desde luego si se aticnde {¡ que el estado no ticnc derecho
para poner la sociedad hajo la tutela de la iglesia.
l'or otra parte, ni el poder temporal
puede h'H:er dekgaei6n de sus f¿lcultades en una autoridad
puramente
espiritual,
ni la iglesia dehe aceptar funciones que no son de su ministerio,
Un poder civil que trasflen: sus dercchos L'n favor de los directo.
res de las allllas, y un poder espiritual
ljUC los acepta,
son dos
podcres que realizan el cÚos cn el sellO dl' la soeic(1:td.
En ¡in, por]o mismo que la iglesia no tiene sino una facultad delegada, ésta debe cesar y cesa cn efecto tan pront.o como
el estado !'easulTIe sus clereehos.
2" Akgan los euria]istas que siendo ell'ontrato
mat.eria del
s:lcramcnto,
.Ydehicndo el que]o administra
l'ercionlrse al'l'rca
de la va]iclez de l'sa mat.eria, le cs indispensahle autorizar el COIItrato matrimonial
Intra esbll' scguro cie qtlc el saer:lIl1ento es
,,{¡]ido.
A primera "ista ITsa]ta la falsedad de l'stc argunll'nto.
El
ministro de los sacramentos
dehe sin (1ucla teller la seg'uridad
de que la materia qtleelllplcaes
,,{dida; pero no sigue de allí que
deha l'onteel'iollarla.
Así, respccto
{¡ la lIIail:ría
del sW.:rnmento del nwhimonio,
el que ]0 administnl
dehe cerl'iora!'se sohre si los esposos que s(." le presentan,
pidiendo la
hendicitm sacrameutal,
han eelehrado legnlmente Stl contrato.
Sabiendo qtlc lo han efcctuado, ya sahe quc hay matcria "Úlida
para ci sacramento.
CAPITULO
Impedimentos
VI.
del matrimonio.
La iglesia pretende tener dereeho para ilstituir
impedimc ntos nwtrillloniales.
I'ero l'sUt es una prdellsiílll infundad:l, l'Omo Y:l1TIOS
á demostrado.
Los impedimentos
que se han cstableeido
pertenecen al orden temporal Í>al espiritu:t1.
Los dd primer género nu están
h:ljo la jurisdiceiÍ>n de la iglesia, porquc lu temporal
no es del
dOlllinio dl' dl:l, y en cuanto Ú los del segundo, la i.~-Icsia no tiene potest.ad para impedir con ohstÚeulos
,:spiritualcs
UtI acto
tan esencial de la yida ci \·il como elma l1'imonio.
!'odrÚ negal' el sacramento
alegando
motivos de un ear{tch:r espiritual, pern llO le es potcstatiyo
cst<.rhar d cuntrato
del
matrimonio,
qtle es tin asunto e~:;cneialmente social, pues, como
ya hemos manitèstm!o,
d contrato
es dist.intodd
sacramento,
y puede suhsistir sin llccesidad de ~ste,
La facultad de inst.ituir impedimentos
perlcnece al estado
de hecho y de derceho.
De hecho, porqtle la historia nos dil'l' que Teodosio ci Grande rué quien prohibió el matrimonio
entre consanguíneos;
que
el impedimento
de dispari(lad de cultos rué establecido ]lor \'akntiniHllO y V[lknte, quienes prohihieron
::Imatrimonio
de los
romanos con los bÚrharos;
qne después fué confirmado l'se im]ledimcnto por Tendosio y Arcadio, ]lrohib~endo ~stos el enlaee
matrimonial
entre cristianos y judíos; que Justiniano
hizo del
parcntczco
espiritual
un impedimento
dirimente;
que este emperador tIedar() nulo el matrimonio
de qui;:,n sc casara eon tina
cscla va ereyéndola lihre; fi tiC el mismo prohibió el matrimonio
de los adÚlteros;
que antes del eristianism,)
los romanos declararon como impedimcnto
del matrimonio
el ligÚmcn () vínculo
entre los dos cónyuges, considerando
inf'a:nc al homhre que cn
vida (lc su mujer se casase con otra; que I':onstantino
y Justiniano prohibieron
el matrimonio
del raptor
con la persona 1'0hada; que el impedimcnto
de elandcstinidm!
fué cstablecido por
los emperadores,
)' que, con el I1n de evitar los inconvenientes
de la uni(m dandestin:t,
Carlo i\¡agno dispuso que los matri-
96
LA U;Z
DEL I'rETILO.
mOllios se celehmsell :llIte la ig·!t:sia'y ci IltlChlo, y quc recihicsen
la hendicíÔn saccnlot.al.
En tin, scgÍln ci t.cst.illtol1io dc la historí:l. t.odo impcdimcnto
(lirimcnte 1m sido (1<..'(,:lara<lo
por los gOhcr:lllos,
De dereeho tiene el estado la facultml de instituir impedimcntos, porque siendo el paeto eonyugalcscncialment.e
civil, no
punic haber otros ohsUlculos que lo impidan, sino aquel10s que
se ¡-dicn'n fI la naturaleza
del contrato
tI :í los intereses de la
sociedad.
Y como todo eontrato::
t.odo interés social estÚn
hajo la inmediata acciÔn del estado y pert.cllecen á su exelusi\'a
jurisdicciÚn, se signe que sÚlo él puede inst.ituir impedimentus
yenladcran1l'nt.c
t.ales,
Entrcmos en d examen de lascircunstillll'ias
que hoy se consil 1cra n n:eisorim; del ma tri mon io; y dcnlOs t.relllOS:
10 Vue d ear{¡cteranulatin)
de un impedimento s(>!o deriva
de su oposici()n á la escncia del contril t.o, () fi las cun venicniclIeias sociales; y
2° !.1uc todo ot.ro ohstáculo que 110l'nlanC dI.' csas t11cntcs
no tiene raz(lII de Sl'!"impcdimento_
Si en el an{¡lisis que \'amos á haccr conseguimos
demostI-ar lo uno y lo ot.ro, hahrcmos
corrohorado
la prucha dl' quI.'
sÓlo cn el est.ado cxiste d derecho de cst.a hlel'l'l' impedimcntos
para cima trilllonio,
E!{ \{O!{.
Este eonsistc ell cclehrar d mat.rimollio
COli una persona
dist.int.a dI.' la que se ha elegido.
l'or ejemplo, Jm.'oh quiso casarse con I~aqud, y en IU.t:'ar de ésta le pn'sent.aroll
(¡ Lía, haciéndo1c entender qne era su prollleti(la,
El CITror es impedimento
diriment.e, porquc annla el contrato.
En <:fèeto, para quc éstc sea válido, cs 11l'lTsarÎo d consentimiento
de los cont.ratantcs,
el cual nu exist.e en hahiendo
error acerca de la persona,
Por consiguient.e, al estado, y nt) Ú la iglesia, eOlTesponde
instituir este impedimento_
CO:'\DICIO:'\.
Bajo el nombre de l'ondiciÔIl se cnt.iende el estadu
dU1l1hre de tino de los dos eont.raycnt.es,
ignoriíndolo
de Hen-id que es
LA LUZ
nEL l'VEBLO.
97
libre; y también las cláusulas condicionales (lue se oponen :í los
fincs ùc1matrimonio, v. g., si los desposados hubiesen con yenido en la condición de no vi,-ir juntos.
En ambos casos la eondiei(m es un i:llpcdimcnto que dit'imc
el matrimonio. En el primc\'() porquc anula el contrato, puesto
que el cónyuge librc no ha conscntido en casarse con persona
esclava. En el segundo se rdierc al contrato y tamhién Ú los
intcrcses sociales, por oponcrse:í los fines del pado conyugal,
que son los fines y convenicneias dc la socicdad.
l'or consiguicnte, al estado, y nú Ú la iglesia, corresponde
instituir este impedimento.
VOTO.
La iglesia ha establecido como impedimento del matrimonio la promesa quc el hombre hace Ú Dio; de poncrse en pcrpétua lucha con la ley de propagaciôn dada por clmismo Creador
y santificada por Jesucristo.
Pero semejante promesa es sMo de fu~ro interno, y por tanto no pcrtenece Ú lajurisdicción extert1a. Adcl11:ís,de 10 prometido Ú Dios no puede dar cuenta el,hombrc sino en-el tribunal dc Dios. Lucgoeleumplimiento de csa pron1l'sa no está bajo el dominio de la coacciÓn hu ma.na. ¿ l'odrÚ la iglcsia ú el estado llevar su autoridad hasta el santuario de la conciencia, y librar mandamiento ejccutivo soht'c el cumplimiento de
promesas hechas á la Divinidad?
y ali1ical1l10á cste impedimento el crit'~rio con que juzgamos
á los demás, se encuentra que el voto no se opone it la natunLleza del contrato, ni it los intcreses de la :,oeiedad. l\ó Ú la naturaleza del contrato, porque dirigiéndose el "oto it un orden
sobrenatural, no puede anular los pados ;1Umanos, que son mcramentc naturales. Si alguno hiciese voto de no celebrar un contrato de compra- ven ta'y sin embargo lo celebrara, ¿ scría nulo ese
contrato? ¿Ha habido jam{ls legislación dguna que haya comprendido el voto entrc las circunstancias e ue anulan lo pactado
entre los hombres?
Tampoco sc opone el voto fi los intereses de la sociedad,
pues ningún perjuicio experimenta ella porque se ligue en matrimonio una persona que hubiese prometido no casarse. Al
98
LA LUZ DEL
PlJEBLO.
contrario, c1cump1imiento de tal promesa es altamente pernicioso (l las conyenieneias sociales.
Lucgo el yoto no pue(lc ser impediment.o ciel matrimonio,
tanto por las razones que acahamos de aducir, cuanto porque,
como ya hcmos manifestado, la igleia no tiene derecho pam ingeril'se en lo temporal Y poner obstÚculos {lun ado tan legítimo y cscncial dl' la yida ciyil, como lo es el matrimonio.
Se dirá quc el poder eclesiÚstico tiene facultad para imponer
condiciones £tlos que se ordenan. Pero est.a m{lxima es falsa
si se la considera en un sentido ahsoluto, ponl ue no h:lY facultad para imponer condiciones caprichosas (, absurdas.
V hajo Ull punto de yista relati\,o, si la igksia tiene derecho de impo_
ner condiciones razonables, eSe derecho no puede Sl'l"ejercido sino en la esfera espiritual, que es la única que eon'esponde al poder edesiÚstieo; mas al imponer la eondil"Í{¡nde no casaniC, la
iglesia sale de esos límites é inyade los dominios de la sociedad,
porque el matrimonio es un asunto esencialmen eiyil.
Por consiguiente ni el estado ni la iglesia, ni autoridad alguna sohre la tierra puecle estahlecer el \'ot.ol'omoimpe(!imento
del matrimonio.
PAnE~TE~CO.
Se ha estahlccido quc el parentesco l1:lÍlll'al, el legal y espiritual scan otros tantos obst£tculos dclmatrimonio.
En cuanto al IJI'imel'o,si los enlaces cntre consanguíneos ó
afines son peljudieiales ft la sociedad, al estado y no fi la iglesia
corresponde inst.ituir este impedimento.
H.cspceto al parentesco legal, eonyietl(· ohseryar que cs un
vínculo meramente ficticio, procedente de la adopcifll1, mediante la cual se ha fingido, cn algunos países, que un cxtrailo adquicrl'la c()ndiciÍ>nde hijo. Esa' ficci6n y el impedimento que
de clla emana son contrarios al interés social, ora porque la
adquisiciÓn de hijos que la naturaleza no ha dado, es en perjuicio de los legítimos derechos de los consanguíneos Ó afines
del adoptante, ora porque se impide los matrimonios sin más
fundament.o que una conexiÓn imaginaria. Luego no dehe suhsistir sem~jante impedimento.
El parcntesl:o espiritual es un yíneulo que la iglesia ha he.
LA Ll';>; DEL
JTEIlLO.
99
ellO pro"enit- del bautismo y de la c(lnfinnaciún,
fundÚndose en
una insostenihle analogía.
l'or cuanto el que nace en el onkn natural, cs pariente conr.anguíneo l'n primer grado con sus generwlores,
es decir, con
los padres camales, sc ha estahlecido que ci qlle pOt"ci hautis1110 rcnace, en el orden
sohrenatnra
de la gracia, es tamhién
pat'icnte espiritual, en el mismo grado con sus regeneradores,
es decir, con el que lo bautiza y los ~lne la sacan de la sagrada
fuente.
Tal es el origen del parentesco
que el hauti¡mnte
y los padrinos contraen, segÚn la iglesia, COliel bautizado y los padres
de éste. Otro tanto sucede respedo de la confirmación.
Ahora bicn, dcmostremos
que la analogía es insostenible.
El que vicne Ú la "ida natund
j:,or ci nacimiento
no sólo
contrae parentesco con sus gencradcres,
sino con todos los que
son parientes de éstos en el orden dl' la lIatunlkza.
De consiguiellte, el quc viene Ú la "illa sohro:llat.ural por el hautismo,
debería también contraer parentesec, no súlo con sus regeneradores, sino con todos los que fuesen :)arientes
de l-st.os en el 01'dell de la gracia, resultando
de aquí qne cl mat.rimonio en los
países cat.(¡licos Cfa imposible.
¿Se din"t que cl poder ec1esiÚstico ha limitado el parentesco
espiritual, declarando que no la eontmen
sino ci bautizante
ó
confirmanlc y los padrinos?
Pero c~;epoder no tiene facultad
para limitar los di:dos esenciales de los sacnuncntos.
¿DirÚn
entonces qUl' el parl'nteseo no se prolluee por la esencia del sacramcnto, sino por (lisposici(¡n de la iglesia?
En tal caso todo
el edificio ,'iene ahajo, porque si cn Ir. nntura]cza misma del sacramento no existc virtud para prollucir vínculo algullo, mucho mCllos puede existir cn la volun::ad de la iglesia.
¿ I'odr!t
ésta hacCl' que sean parientes los que 110 la SOli?
Examinemos ahora cl parcntescl' espiritual
en sus relaciones con la sociedad, y Vl-amos si un;\ cOllexi(lIl de ese gl-nero
puede impedir un acto esencialmente cidl como el matJ'imollio.
Ya sabemos, según nuestro indefi:ctiblc criterio, que no hay
impedimento
razonable
sino cuando la circunstancia
que la
constituye cstft en oposiei(¡n con la naturaleza
del contrato
()
con los intcl'cses de la socierla(l.
Pero el parentesco
que, por
disposiciólI cclesiÚstica, proviene dd hautismo y conli.rmaci(¡n,
no se oponc á ninguno de esos dos Jrincipios.
En efecto, una
100
re1aciÔn sacramental
no im'ali(la
los contra tos, ni la sociedad
se peljudica por los cnlaces de los quc son cspiritunlllll'ntc
parientes.
Al contrario, est{l en pugna con las ~'on\TnicIll'ins sociales el que un vínculo de earÚcter sobrenatural
se hayn crigi(la en ohsUleulo para el matrimonio,
que es un acto natural dl'
1;( \'ida civiJ, y un obst{lculo que ohra en la miís "asta l'scala,
pues d bautismo por una parte y la conlirmal'Ï(lll
por otm aumentan indefinidamcntc
ci n(lmero de pal'ielltes espiritunks,
impedidos entrc sí para la uniÚn conyugal.
Luego, siendo este parentesco un \"Ínl'uJo ('lIntrnído ante Ja
iglesia, no puede ser un n.~ato ante la suciedad.
CIŒ~'IE;-':.
Los dditos que impiden el matrimonio
son el conyugicidio
y d adulterio, cs decir, Ja muerte dada por tin dl1lyug~' aJ otro,
deseando casarse con alguna persona,
y la \"iola~'i(JI1 dl' la le
eonyugaJ, efectuada en ,'il,tud de promesa
IHtra cOlltraer después llHltrimonio.
Estos delitos son un ataque (l los interescs sociaks, y rI ning(m poder sino al temporal incumbe la ohlig;I~'i(JI1 dl' n'prilllirlos, haeienùo (le ellos otros tantos impe(limentos diri111cllh's del
matrimonio,
como una medida pre\Tnti"a
para e"jtm', cn bien
de los cÓnyuges, las agresiones
contra la \"ida y la honra dl'
éstos.
l'or consiguientc,
al estado, y nÓ Ú Ja igksia, ~'01Tespol1de
instituir l'ste impedimento.
I>ISP.\HIIL\D
DE Cl'LT()~.
Se ha erigido cn obstÚeulo para el nw trilllOllio Ja disparidad (le cultos, esto es, las c1ifèrentes ereem:ias que tellgan los
contrayentes.
Pero este impedimcnto
no emana de la naturaleza del contrato,
ni de las l'onvcnicncias sociales . .:\Ó de la naturaleza del contrato,
porque las creencias religiosas no son d
objeto, ci m(n'iJ, la esencia dd pacto conyugal.
~Ú de las conveniencias sociales, porque c1matrimonio
clltre personas de d:ferentes creencias, k~()s de Sl'r un mal para la socil'dad, l'l'dl' L'Il
beneficio de ella,
Luego no debe subsistir este impedimcnto,
LA LUZ DEL
101
PUEDI.O.
ITEHZA.
A la coacci(¡n injusta, cmpleada para que alh'1.tnOcontraiga
matrimonio, se ha dado el nombre de I.:I('¡-;:a. Esta eonstituy.e
un impedimento dirimente, porque toda violencia injustamente
infcrida sc opone ft la naturaleza de 1m. contratos, para euya
validez se requiere la cspontÚnea voluntad del contratante.
Y
como los gobicrnos deben vigilar ft fin de que los ciudadanos
gocen de la libertad necesaria en sus contratos, partieulannente en elm(ls solemne y trascendental, que es el matrimonio, sc
sigue que al estado, y n<>(¡ la iglesia, cc rrespondc instituir este
impc<limento.
LIGA:\IEl'\.
Esta palabra significa lígazÔl1, ntndum, es clecir, aquel lazo
con que los contrayentes se hallan de tal manera jig;ulos entre sí,
que existiendo los dos, no tiene ningtIn,) de ellos libertad para
casarse con otra persona. Este es un impedimento que se refiere Ú la esencia misma <leIcontrato matrimonial, que consiste en
la mCttua promesa Ô aceptación de los contrayentes.
Habiendo e\1os estipulado perteneeerse recípro~amente, se hallan ligados entre sí, y todo matrimonio posteri,)]' es nulo, por no poder
prometerse Ú nadie una persona que pertencce Ú otra.
Adem[ls, con este impedimcnto se :la procurado poner cn
sal YOlos mi'ts íntimos intcreses de la sociedad, evitando las graves consecuencias que se desarrollarían
en la mÚs funesta eseaIn, si sc dc:jara rl los c{ll1yug-esla libet·tml de separarse y contraer nue\'as nupcias v{tlidamente.
Siendo, pues, clligÚmen un vínculo esencial dc1ma trimonio,
ml:! gnrnntía rie su cstabilidad,
un la:o quc afianza el interés
de las familias, es eYi<1eilteque al estado y n<>(lIa iglesia correspoll(lc instituir l'ste impcdimento.
HOl'\ESTIDAD.
Se ha dado CRtcnombrc (¡ una espcc;c dl' aflnidad que se suponc pnwcnir deI matrimonio rato, es dccir, no consumado, y
ta mhi~n del con trn to esponsalicio. De tal manera, que si alguno
en\'itHla sin consumar su matrimonio, no puede casarse con las
consanguíneas ek la que1ité su esposa; yel que celebra csponsa-
•• ·,~O\
'RUCh
102
LA LUZ DEL PtrEIILO.
les con una mujcr, no puede desposarse con las consanguíncas
de ella.
Ln honestillacl es una mera ficción, desde que sÓlo l'Il vid.ud
rle relaciones carnalmente
consumadas
puerlc habcr alguna l'Onexión entre el yar6n y las consanguíneas
de la mujer, y vil'l'Yersa.
Luego un vínculo ficticio que no se opone (l la n:1.tm'akza
del contrato ni (l los intereses de la sociedad, no puede ~uhsistir
como impedimento dirimcnte del matrimonio.
DIPOTEl'\CIA.
L1Úmase impotencia la incapacidad
físien para el matl'imonia. Esa ineapacil1nd es un impedimento dirimcnte, tanto porque no puede halll'r eontrnto conyugal entre personas illh{lhi1cs
parn llenar los fines de ese contrato, cuanto porque la unitJllcntre individuos que no eoincillcn al afecto prolíf1èO, no esUi. en los
intereses de In sociedad,
Por consiguiente al estado y nt) (l la iglesia eorrespende declnrar este impellimentn.
CLAl'\DESTI/l.:IDAD.
Si los eontratosdebeneclebrarsccon
la soll'tnnir1rullegal pa·
ra que sean "((lidos ante la ley, Y estft en los inÜ'rl'sl's sociales
que el del ma tri1l1onio sc celebre COllla pu hlicidad con ven iell te,
no puede haberdudaque
al estado y nt) ii la iglesia corresponde
establecer el impedimento de elanr1estinidwl.
HAPTO.
Si alguno llevase consigl), por la fuerza ó en virtud de seeluctores at,tificios, {l una mujl'" para casarse con ella. ha incurrido
en rapto.
Esta circunstanl'ia
dit'ime ci mat!'imonio, si antes de
celebrado no fuese puesta la persona rohada fuera rIel dominio
del raptor para nl:lIIifestar su lihre consentimiento.
El impedimento de rapto se fi1l1da en que LorIo eontnlto, y
con mayor raz(m el del matrimonio,
exige, para su validez, la
libre:r espont:íne!l voluntad ùe los contratantes.
I'ero si á la
autoridad
temporal y nó (¡ In espiritual incumhe tomar Ins me-
LA LUZ DEL PUEBLO.
103
didas que garanticen esa libertad, es incuestionable que al estado y nÔ á la iglesia corresponde institUir este impedimento.
Del análisis que acahamos de hacer resulta que los impedimentos propiamente tales emanan de la r,aturaleza del contrato y de los intereses de la sociedad, y que los que no se derivan
de allí no tienen razón de ser impedimentos.
Y siendo así que
los contratos y los intereses sociales son del dominio del estado,
sÔloen él existe el derecho de instituir impei:imentos y el de aholir todos aquellos que no estén en armonía con las conveniencias de la sociedad.
Sinembargo, la iglesia se ha arrogado la facultad de establecer impedimentos, sobreponiéndose al estado, y para fundar
su competencia ha fulminado la siguienteexcol11uni6n:-Si f¡fgU110
dijere que la iglesia 110puede establecer impedimentos que il1lmbiliten tÍ IllS partes ¡.mru c011traer l':ílidamentc clllwtrimol1io,
sea excomulg;ulo.
(1)
A falta. de razones, allá van excol11unione:;.
{l)
'l'riù.
St.·s, XXIV,l':'Ul.
4-.
CAPITULO
VII.
Dispensas de los impedimentos.
Siendo el matrimonio un asunto civil, y existiendo en el estaclo la facultad oecstahlcccrimpeoimentos, en él reside tnmhi{-n
la de ciispensarlos.
Los príncipes usaron del derecho de otorgar dispensas, como consta de la historia y de las leyes (1). Para no ahrumar
á los lectores con citas históricas, consij..,>11emos
solamente una
oe las fórmulas que acostumhraba 1'eodórico, al dispensar el
segundo grado de eonsanguinidad:-'~:\'rovidos, decía, por el tenor de vuestras súplicas y si la mujer sólo es tu prima y no tiene
otro grado más próximo, declaramos que te puedes casar con
ella." (2)
Pero habiéndose apoderado la iglesia de los impedimentos,
se apoderó también de la facultac! de dispensarIos,
lIagamos una bre\'e reseña del uso que la autoridad l'cleo
siástica hace de esa facultad,
II.
La le)' que prescrihe los impedimentos establece la regla general oe no celebrar los matrimonios prohihidos por ella, y los
casas de dispensa <.'onstituyen la cxc('pciíll1. Pero lo¡,; ohispos hacen todo lo contrario. Como casi nunca dejan de
conceder dispensas, el uso de éstas fonna la regla, .Yel cumplimiento de 10 prohihido por la leyes una rara excepciÚn,
¿Y porqué se ha hecho de la excepciÔn una regla, .Yde la regla una excepción? Porque siseohsernlra la ley, no hahda el1tradas pecuniarias por el ramo de dispensas,
Resulta de esta prÚctica que la ley que impide los mab-imonias es de ningún yalor, existiendo tan sÓlo para fomentar un
plan de especulaciÓn.
(Il
t Y 2, tit. "., lib. 3 del Fuero.
(2) Ca.iodoro.
Dc Fide ortodoxa,
tom. 1,I!h. H. cop. 30.
LA LUZ DEL PUEBLO.
105
Parece que los obispos, no contentos con imponer derechos
al matrimonio,
le pusieron obstáculos Ô impedimentos para especular también con la remociÔn de ellos.
La cantidad que se cobra por la dispensa es según la naturalezaynúmero
de los impedimentos.
Para justificar esa tarifa diccnlos obispos que es con elohjete de dificultar los matrimonios
entre personas impedidas,
esto '~S, para que el alto precio difi.
culte la realización de esos matrimonios,
lo que equÍ\'ale iL hacer de la dispensa un privilegio para los rieos.
Los diosesanos,
afectando
escrúpulos de conciencia, dicen
que no relajan la ley sohre impedimentos sino en virtud de muy
justas causas.
Pero C0l110 es tan fácil alegar una de las muchas que al intento se han establecido, toda persona ligada con
algún impedimento obtiene sin dificultad la dispensa, mediante
la respectiva
propina.
La causa m{IS justa, ó por decido de
una vez, la única que justifica la dispensa y disipa escrúpulos (le
eonciencia es la de tencr eonqucabonarcl
valor que se exija por
la remoción de impedimentos.
Elrama de dispensas es uno de los m{IS pingÜes que llenan
las arcas episcopales.
Por la gUleral todos descan casarsc, y
pocos hay que al contraer
matri'llOnio no se encuentren cmharazados con alguno de tantos
impedimcntos, y que no hagan
los mayores sacrificios para ob1:ener {Icualquier precie, In dispensa.
Ki pueden los obispos negada, porquc seda renunciar á un
elemento con que ellos fomentan su gran boato personal y el
fausto de sus palacios.
(1)
III.
Pero si atendida la actual relajación no pueden los obispos
dejar de exigir dinero por lasdispl.'nsas, deherían al menos otor.gadas de una manera legítima y razonahle,
esto es, en virtud
( 1.) ~·ll1chas fami1ia~
de.inrfan cIe :qHtt"ar el amargo
C'tíJiz clel infortunio
si Sl"n'partiera entre dlfl~ <.'1 vnlor d(' aqtl('llo
COll qlH'
ur ohispo :Iclot"n<l
su ]H..'I"SOIl:\ cll:lndo funciolla s()lcllln('m('tlt~:
y Illuchos <lcsgr:H..'ilHlos 1:0"íill1 l:()modid:ul y IhTl:l1l'ia fi sus hogares tan s6lo l'on las dCl.~nruci()l1l'~
sUp(r-t1UilS
de UI1 palacio l'pi~l.'()p:tl,
;tJué cl'Jlt.radieci{tn! Los qnc sc titulan discfpulo~dd
quc 110 ~t1\-Oni 11l1apil'dra f.'1l que n,dinar su ado.
rahle cabezn, dd qnc dijo: ""ended lo que teu:is.r dad limosna,"
dios mismos
,-ivcn
eo nlcdto de la opulencia, tito compadecer las f;ltig-as:r umltrgura.s ùe los pobres.
10G
LA Lt:Z nEI, Pt:EBLO.
de una perfecta eOlwicci()n de que los impedimentos cuya dispensa se solicita, y las causales alegadas para ohtenerla, son ycnladeramente
talcs.
Mas, lejos de ohsen-ar el 'procedimicnto
qllc
rcquiere tan delicado asunto, se c(!ntentan sólo con qllC sc les
n:mita un expediente, las más yeces formulado hajo las influcneias del interés, y por consiguiente plagado de false(lades, {¡eon
un simple pedimento heeho por el p{¡rroco.
Lo que se a \-erigua l'on mucha estridel
y escrupulosidad
l'S
si las preces han ido eon la respedi \'a componcnda (1), en cuyo
caso se despacha pronta y favorahlemcnte,
y si nó, sc dcvuelyen () enearpetan con cualquier
pretexto,
causando de ese modo grayes daños y perjuicios á los contrayentes
y {¡ las familias.
En ohscquio á la ])!'e\'edad omitimos
otras obsen·acionl's
sohre esta matcria, y coneluin'mos manifestando
que la dispensa dc proelanJ:\s l'SUl en contradicci(¡n
con el fin de ]l\1hlieidad
que elIHs se proponen.
Ciel-tamente, si las amoncstal:ioncs
ticncn por objeto que el público se imponga de los enlaces que yan
á l:clcbnlrsc, y quc denuncie los impedimentos
que panlelIo tuviesen los conÜayentes,
¿c(¡mo se dispensa un requisito
tan
escncial, que se refiere {¡ la yalidez (lel matrimonio,
y se celehra
dl:iando l'n él un yicio de nulidad?
Es tan importante
la publicidml ciel matrimonio,
que los
romanos daban una gran solemnidad
fi las nupcias, so/cllll1i:¡
11l1fJtinrum. Justiniano
consideraba
la publicidwl
como una
condici(>I1 indispensahlc para acreditar la existencia delmatrimonio y la legitimidad de los hijos.
En todos los cÚdigos ciyiles del mundo se exige la publicidad deI matrimonio,
y la iglesia misma ha deelarado ser necesaria.
¿Vuerr{¡n los obispos alegar que las amonestaciones
no son
esencialmente indispensahles para que los enlaces se celehren de
una manera púhlica y notoria?
Pero entonces, ¿con qué fin se
han instituido?
Si eS una moda ú una costumhre establecida
el no publicar
sino los nombres de aquellos contrayentes
qUl: no tienen con
(1)
Se da l'l nomhn'
(h- COmpOlll'Tllla
.1 la cantidad 4Ut.' Sl' paga al ohispo pur la dit; ..
~i ~L' rli.il'ra, .. t •..•ner arrc~lo t.'Otl (-I p~~ra t.'ompont.'r
Ja <'·OIH
..·icll,·ia,"
6 cornu
dice el Tartufo ùe ~olièrl!:
tener des ucconlmodements
6 l'CC le Ciel.
pCll~a,
('UlIIO
LA ¡XZ DET. peRilLo.
107
que satisfacer los derechos impuestos it la dispensa de proclamas, no cabe duda que éstas sub;;isten s6lo por cOI1\"eniral interés pecuniario de los obispos.
En eomprobaci6n de esto, rc\'dcmos una circunstancia muy
notable. La causa que comunmcnte se alega para ohtencl' ('sa
dispensa es la de tener el nOl'io WI próximo 6:{jc, lo que se haec cleciral contrayente, aunque nl) haya imagin:ul0 \'iajar. Por
el mismo estilo se haec ci alegato de otras causales.
SECCION CUARTA.
Remont{lOdonos al origen del despotismo político y del despotismo religioso, hemos demostrado que esos dos desJlotismos se aliaron para reinar solidariamente, remachando cadenas Ú la humanidad; que la iglesia ultramontana
se ha atTOgado los derechos y la representaciÓn de la \'erdac1era iglesia;
y que los ministros del ultramontanisl11o han puesto los s:teramentos al ser\'ieio de su ambición y de su codicia,
Pero han hecho aun más. Han pretendido que la raz(ll1 y
la libertad ri\'alicen con la fé, para impedir el ejercicio de esas
dos facultades que constituyen la personalidad humana, Ú fin
de que el hombre no piense ni obre por sí mismo, sino en virtud
de las ideas que ellos le inspiren, y l'on\'ertido así en instrumcnto pnsi\'o de sus miras.
Contra semejante pretensi6n hagamos \'er la profunda armonía que existe entre la raz6n, la liberta!l y la te, considel'{omoslas con relaciÓn Ú la historia dd despotismo; manifestemos
que la libertad de conciencia ha sido reconocida por Jesucristo,
sostenirla por San Pablo, dcfl'ndida por los Santos Padres y
reclamada por los m{\s notahles obispos modernos; demostremos que el estado debe preseindil' completamente en ma teria de
creencias 6 de culto; y por último, pongamos de manifiesto que
aquella libertad es una eondici6n sin la cual no puede el catolicismo prosperar en el mundo, ni efectuarse la regeneraci(m
humana.
CAPITULO 1.
Armonía
entre la razÓn, la libertad
y la fé.
Para cot1\'cnccrnos de que muy lejos (le haher oposiciÔn et~tre la r8z(ll1,la libertad y la te, f:e suponen y sostiencn m(ltu8mente, echemos una ojeada sohl'e las íntimas y esenciales relaciones que existen entre ellas.
HELACIO='IES
EKTI{E
LA HAZO"
y LA FÉ.
I-J agamos resaltar estas relaciones demostrando cI siguiente principio:
"No puelle haher un ser razonante sino por cuanto es capaz
de creer; ni es posible que haya 11nser creyente sino por cuanto
es capaz de raciocinar."
Encontraremos la demostradón de 10 primero si obserntmas quc la capacida(l de pensar supone la de creet', tanto con
relación al ser pcnsante, como respecto {t la cosa pensada. COll
relaciÔn al scr pensante, porquet)ensar ycrcer que se piensa son
dos hechos simultÚneos. Yo p.ienso: Yo creo quc picnso, hé
aquí dos concepciones coexistentes en el espíritu humano. Respecto Úla cosa pensada, porque en el hombre hay una creencia
espontÚnea en aquello que es objeto del pensamicnto. Pcnsamos, v. g., que "el círculo es redondo," y creemos en la redon<lezdel círculo. Pensamos que "dos cosas iguales Ú una tercera son iguales entre sí" y creemos en el principio de i(lcntidad,
Tenemos, pues, fé en la que eonc,ebimos respecto (¡ las verdades
uni versales.
Así tamhién las ideas, voliciones, sentimientos, y todo cuanto pasa en el fondo del espíritu, :~eposasohre la fé de la coneienCta.
De la misma suerte, los sonidos, los colores, el frío, el calor y todo cuanto obra en el organismo, descansa sobre la fé de
los sentidos.
En comprobación de nuestt'o aserto señalamos un hecho
constante y uniforme del géner\) humano. Todo imlividtto se
consident con derecho para creel' 10 que su razón, su sentimiento íntimo y sus sentidos le enseÏ1an. Creo, porque la r[lzdn mc
Jo Eisegura; creo, porque lEiconciencia me la dice; creo, porque
110
L\ LCZ DEL
PCEDLO.
la esto_" "¡Cllrlo, 0yclldo, cte., SOli Im:ucioncs qm.' cstÚn Cil la buca de todos.
Luego HO "puedc habcr un ser razollantc
sino por cuanto
es l'a paz de eITl'¡-."
Ikmostn.'J1WS :dwnl quc "110 cs posihle qUl' 11:\)''' 1In ser lTe.rellte, sillo por euanto cs capaz dc racioein:l1-."
Ciertamente ¿C(1I110crceríamos las verdades absolutas eontenidas l'n los axiomas, .r las quc no "icncn por el ministcrio de
la l'Xpcril'ncia, si no l'StUvi¿:ramos scgu n)s por ci nleiol'inio? r-\o
podríamos crecr, por l:jcmplo, cncl principio de e01¡tr:tdilTiÚn
si no tuvi¿:ralllOs la facultad dl' discurrir
sohrc quc "una ('osa
nu pucde sel- y 110ser;tI mismo ticmpo."
:\i sería posihle creer
cn los hechos quc se dedíwlI cn elcspíritu,
ni en los que sc n.'alizan l'II cI uni,'crso lisko, si pur mcdio del razollamicnto
nl) tu"Î{-ramos la l'l'rtez:t de que la cOllcicncia y los sentidos no nos
engal-Ian.
Lucgo "JlO l'S posi hie que h;l\'a un ser creyell te S1110 por
cuantu cs C;lpaz de raciocinar."
II.
Existen, pues, dos atributos
inherentes al espíritu humano,
ci (le la raz(m )' cilie la ¡i:.. \ la luz del P¡'illll'¡'O l'Ollocemos una
venlad cwl1quicra, y por el sl'gundo
en:l'mos ell ella. Ik tal
mallcra que tnllto ci uno como ci otro tienen por objeto la verdad, y hay cutrc ellos una pcrfecta armonía.
Ahora hiell, aplkando
csta doctrina {¡ lus dogmas de la religi()(1, tellemos, Ú quc en elllls uo hay venlad, (¡ que si la hay,
el homhrc la conOl'e y le prcsta su asentimiellto
ell \'irtud
de
aqucllos mismos atrihutos,
I'ero sicndo falso lo primcro, forzoso cs admitir lo segulldo.
La \'l'nlad es lo quc l's. Ella cs una ¿: id¿:ntiea.
No varía
por su esellcia, sino IHlI-los difi..'relltes objdos Ú quc se ¡-dierl', (.
por las cli\'l~n;as faces lJ:ljo!:ts cuales se la considera,
Así, las
verclades naturales y 1m; sobrenaturales,
toclo es verdad, y tocIo
sc suhyedi va Cil el h01l1brc l'Il ,'irtud de las mismas leyes.
Sc llalll;\lI venlades sobrcl1aturales,
como lo manifiesta In
mi~ma palahnL, porquc SLl descuhrimiento
está suhre ci alcal1ce
natura! de la razón humana.
l'ero si Dios sc las ha revelado,
LA U:z
111
DEL Pl:EBLO.
ese mismo hecho prueba que han llegado' i't sel· objeto de la razón, dentro de los límites de ell,J.
Por ejemplo, se le ha revdado
al homhre "que Dios es uno
en csencia y trino en ¡'ersonas. " Esto lo ignoraha,
pot" estar
fuera dd akancc natural de su razÔn.
Pero tan luego como se
le ha manifestado
por la revelaeiÔnyasabeque
en Dios hay unidad de esencia y trinidad de I)ersonas.
No penetrará en el fondo del misterio;
sinembargo,
¡)Jr cuanto es capaz de conocer,
conoce lo que se le ha revelado; y l'0r cuanto es capa? de creer,
cree aquello que conoce.
AdcmÚs, esta crccncia se apoya en el
nl?OII<l!1liento dc que "siendo D:os inJ:dible.r bueno, es imposihle que pueda engañarse,
ni engañarnos."
Es, pues, en virtud
de la razÔn qlle llegamos fL la e\'idencia del principio de la veracidad divina, de csc principio que tiene la autoridad
dc un axioma, y que es la hase fllndamenhl
ds la Je, respecto {¡ las venlades revelarlas.
Luego la l"evclaci6n suponc
ante todo la capacidad de raciocinar y la de creer.
Luego hl pretensión
de anonadar
la raz6n ante la Jè es contradictoria
y absurda.
HELACIUr-;ES
E~T({E
LA
LIBERTAD
Y LA FE.
Si la razón supone la fe, ésta Ú su yez supone la libertad.
Todo asentimiento
de la yo1un tad es una manifestación
dellibre a1hedrío; y cn el orden religioso como cn otro cualquiera,
no hay creencia posihle sin libertad.
En electo, si el no fuera liùre para prestar su asentimiento,
absurdo sería que la religión
le propusie1"<l las \'en1ades que dla consagra.
Consistiendo
la escncia dc la 1ib~rta<1 humana en parler elegir el bien Ú elm;L1, puede el hombre aceptar libremente cI bien
que la rc1igiÚn le propone, y [J~lede también
rehusarlo
con la
misma libertad.
Yen csto con:,iste el fundamento
del '111érito (¡
del demérito en materia de creencias.
De otra suerh:, las ideas
religiosas no serían moralmentC'Ïmputables,
y tanto \'aldría ser
creyente como incrédulo.
Para encadenar
la libertad
ante la fe sc ha ilwcntaclo
la
doctrina
de que el hombre sÓlo es libre para abrazar el bicn,
mas no rara clegil- clmal.
Tau absunlo
principio tiende i'L negar la csem:ia de la lihertad,;'
por consiguiente fi destntir
el
Dluudo moral.
112
LA LUZ DEL PUEBLO.
En electo, si el homhre sello pucdc elegir el hien con cxelusibn dcl mal, no hay lihre ekccibn, la cual supone la I:ll'ltlt:ul de
eseoga entre los dos. No /Jl1dicllr]O,
pues, e1eg-ir clmal, el acto de aseptar el hien sería lweesario, y por tanto no hahría m~rito en aeeptarlo.
De la misma suerte, pudiendo el hombre elegir solamente el bien y no ci mal, éste sería practicado
sin lihertad, y no habría
responsahilidwl
en practicado.
l'or manera
que la religiÓn con sus promesas y amenazas sería una quimera
y la virtud un absurdo.
"El poc1erc1e hacer mal es inseparahle
del de hacer hien, pues
paraqued
mérit.o de la virtud pudiese existir, era necesario que
el vicio fuese }1osihle," ha dicho un ilustre person,úe eat.(llico. (1)
¿ I'IJEDE el homhre elegir el mal?
¿DEBEI{A e1eg-irlo?
Estas son dos cuestiones muy diferentes.
La una se refiere
á la potencia b capacidad, esdeeir, Ú la nat.unLleza dl' la lihertad
considerada
en sí misma; y la otra al deher Ô uso que conviene
hacer de l'sa potencia, csto es, (¡ la lihel"tad considerada
ell sus
relaciones con el humano destino.
La primera
es del dominio
de la Psicología, y se resuelve afinnatlYamente.
La segunda
pertenece Ú la Etiea, y tiene tina solueiÔn negativa.
Luego si el homhre debe ahrazar la venladel<1 f~, es porque
pucdc elegir la falsa.
Y este poder es cl fundamento
del m~rito
que contrac eligiendo aquella.
Lueg-o ninguna instituciÓn rc1ig-iosa que se apoya en la verdad y en ci hien, exige el encadenamiento
de la lihertad.
Lueg-o
entre ésta y la le hay una pel"leda armonía.
(1)
.\t1SiUl>ll.
~lTIII(;n
st)lJn'
la Ilccl'sic1atl
de la
Je)'
de Dios,
p¡lg. (iS.
CAPI'l'ULO rt.
La razón, fa libertad y la fé, con rE:lación á las pretensiones del
despoti~;mo.
Los déspotas de los pueblos y los de las almas invocan la
razón, la libertad y la ré en apoyo de sus miras.
En nombl'e de
la razón autorizan los más funestos e!Tores, las m{lS perniciosas inspiraciones del egoísmo; il1\"ocando la libertad sojuzgan
las naeiones (¡ las coneicncias, y COll la autoridad
de la fe someten la \'oluntnd
clel pueblo (¡ la del creyente al yugo de la tiranía.
Los quc elominan cn lo políti('o (¡ en lo espil'itual pretenden
estar Cil omní1l1oda poscsiím dc la razón, y S(T exelusivamente
libres.
En consecuencia exigen <pc los pueblos y Ins almns tengan Je en que la nLz(m y la lihertul de sus <lominaelores son la
ley sohentna.
De tal suerte que, s('gím la prc1ensiÔn de los tiranos,
el
ham hre debe abdicnr su personaljjad,
y con \"ertirse ell un creyente pasÍ\'o que, cnlugar de pensar Ú ohrarpor
ulla impulsi(¡n autónoma, obedczea, como Ull aut(¡mata,
á extrañas impulsioncs.
Sobre la nbdicaeión de esa lwrsonalidad
se inauguraron
la
teocracia oricntal, la autocracia
babilónica, la monan¡uía
curopea, y la aristocmcia
feuelal [IInericann.
Y sobre la misma
abdicaci<ín se han inaugurado
tamhién elmoderllo
absolutismo, elisfi'nzndo eon la m(lscara ck la democmcia,
y por Último
la demoderinacia
(1) <le la aduali(lad.
En el sistemn ell'mo-elcricr:ttico se proclama la libertad, pero es con el Jin de subonlinarla
al inter¿:sde los poderes aliados.
Se <leelam, Y. g., la liberta<l del ~.urragio, pnra hacer de éste el
pedestal de la tiranía.
Donde reina la <lcmo-c1ericracia no hay libertad política sino
en los clos poderes, y ante la nLzé n de la iglesia .Y del estado,
desaparece la <leIpueblo.
Para éste no hay razÔnlli lihel'tad,
(1) nnmns c:-;.te 1101111I1'(':t 1()~ gohh'rnos cll'rientes (PW, fin~i("nc1o emanar (le la yoluntad dt,} pl1l"ldn, ('l11allnll (k 1a dd c]':rL), y £.jllt." por consig'uicllte.
se hallan m!Ís {) lllenos suhordinado
•.•fi la inHuencia rIe ~stc.
114
LA LI:Z DEL
!'lTEBLO.
sino fé. El gohierno, por!"u parte, le cxige que lTl':! l'Il su kgi.
til11idad, y en que todo euanto
de O emana es justo .YhUl'no.
La iglesia por ]a suya ]0 eompdc fi crecr quc l'SC gohier1lo l'S el
que conviene ri la felicidad dd país y {¡ los interese!" cie la rdigi(lI1. Colocado el puehlo hajo una elohle prc!"i(m, man1 ¡l'Ill' sn
raz(m y !"u lihertad l'II un estaelo elc permalll'lI1l' let:ll"gín, y sc
convierte en instru111cnto del (kspotis111o.
CAPITULO IfL
Libertad
de conciencia.
(1)
Entendemos
por libertad de cancit'ncia la facultad que t;cne el hombrl> para ahrnzar una cr:.-encia religiosa, sin que ell ello
inten-eng:t c:>acciÍln Úlguna.
Esta libertad
fué reconocida
por Jesucristo en d 11('(>hode
pmmulgar
twa doctrina que dcbía derrocar la rc1igiÚn estahlecida.
Efectivamente,
habda sido contradictorio
que el Restaunldor de la humanidad
hubiera
propuesto
l:lrincipios contmrios ÍL las creencias dominantes,
sin reconocer la lihert:ld
d~
aceptarlos.
Adem(ls, habienel(, el Mesías~redicado
y manelaelo prerlicar
Stl doctrina,
manifest6 que ella debía ser aceptad:! por ci COllvencimiento y nÍl por la fuerza.
l'ara que el hombre pueda r(~alizar su destino se le di{¡ la lihcrttl(l; yel I.{edentor 110 vino ií variar la naturaleza
humana.
OperÔ una re\'()luci(m trasccndclr~al en el seno de la hU11l:l1Iidacl;
pero no alterÙ en manera
algua cllibre albedrío, que es uno de
los atributos
que constituyen
la esenciadcl homhre.
Lue~»o, si Jesucristo,
al pmponer
su doctrina y efectuar la
rcdclIl'ÍÍln, l'ot1¡;agrÍlla liherta<l de conciencia,
¿COll qué derecho
pretenden los homhres rcchazaria, y alterar la obra 111(ISperfecta deI Crcr..dor?
San Pahlo, l¡el intérprete èe la doctrina de su Maestro, se
expresa en estos ténninos:-No
despresicis las prof(>CÍns. Hxn·
min:uJ!o lodo, y ahr;¡z:ullo
Clue es hL/cllo (2). No o.">c!t:j{oisscducir ('l/manera ¿¡¡gun.'! (a).
Ordenando el ap(¡::¡tol que se examine todo parn nhrazar 10
que es huena, reconoce desde luego la libertad de conl"Íeneia; y
d ,-~:ql(tl1J() \', dl' la sl'('('h~Jtt {lrilllt ra, dijimos lJlH' $t·pnr:u.:ÙjtJ de 1:1i~JcsÎ:l. y ('1
rdig;'.lsn
lilJcrttu/
<It: co ldelJ('Î:J
no sou sino otras titulas fórmulas
(h- 1;11 mismu llrilldpio.
Por tanto, al tt'al ur ùe 1:1St'pnnu ..·il'lll Ù~ lus dns; IH)(h-n·~. h:111
f}ucùarlo ('ollsig:naùas
la8 ideas (lue nos prol,onct1\os
dc~arroll;'lr,
eSludinndo la lihertad
de CotlcÏt.:t1cia h~jo sus principales puntos de vi!ita,
(~)
Ep. 1 ? ti los Tcsalollll't.'Ils(·s.
eap. \. \'\', 20 J':!1.
(:..l) FIJo :.!? ií. los Tcs:ilollh.'ctlccS, l'ap.] 1, \", :~.
(1)
('!'lt:II/f1.
Ell
tc/('r:l1Jd:1.
~,r
UG
LA U:Z DEL PtTEm,().
aconsejando
que nadie se deje sedul'Ír, proclama el derecho de
cada cual para investigar los fundmnentos
de su fe.
y cscrihiendo á los corintios
les dicc: ":'\0 pretendemos
tener señorío sohre vuestras conciencias"
(1).
Los Parlres dl' la Iglesia, depositarios
inmediatos
de la (loctrina que rel'Íhieron de los Ap{¡stoles, sostienen tamhi~n la lihertad de conciencia.
Orígenes. célebre ]lor su l'cio cn la propagaci(m
(k 1:\ fè cristiana, dice:-"Jesucristo
no ha querido gan:u" ft los homhres como un tirano
que les impone su \'oluntad,
ni como un ladr{¡n
que los asalta por la fuerza y empIca la vioknl'Ía,
sino que, por
su divina sabiduría quiso atraedos
suan~mentc
con la caridad
:I lconocimiento
de la \"enladera rcligi{¡n."
Tertuliano,
una (Il- las m:'ts radiantes
antordws
cIel cristianismo, se expresa muy cxplícitamente,
dirigiéndose :í. los nwgistrados:-"Dejad,
les dice, que unos adoren al venladero Dios, y
otros á J (tpiter. ¡Cuidado qtlc \"u\.'stm intc1"\'em:i{¡n en las cosas
di\,inas autorice la irrcligi(lIl, porquitarlalihcrtacl
(k la rcligi(m,
Si no me clejáis adorar 10 que yo quiero, me fÓrzáis ft adorar lo
qu\.' no quiero.
¿ Y démde cst£¡ ese Dios que gusta de homcnajes
forzados?"
Yen la famosa CARTA:\
SCAl'l'L\
dcmuestra ci Dodor
de la Iglesia que la lihet·tad l'S ulla condici(1Il tan csencial para
la religiélll, que sin ella no pucde ésta l·xistir.-":'\osotros,
dice,
adoramos
á un solo Dios, CJtlCse nos manificsta cn la naturaleZa. I'cro la misma naturaleza
nos manifiesta
también qtle tenemos la libcrtad
de adorade.
Es COninll"io (l la J'l']igiélll n'stringir la religión.
Ella dehe se:" nhrnzada
\Oo]untariamcntc,
puesto que todo sacrificio cxige la piadosa espontaneidad
del coraz(m y c11ibre asentimiento
de la voluntad."
Si este ilustrc padre de la. Iglesia habl() de UI1modo tlm concluyente defendicndo fL los eristinnos
perscguidos,:í
quielles se
queda imponer }Jor la fuet"za la n'ligiÚn pagatJ:l, eSll misma defcnsa es la re\Oindieaci(m de la lihertad de creer.
Esta libertad
eOllsagTada
por Jesucristo,
autOl"izada por
:-;an Pahlo, y (1cfl.'ndida por los Santos Padres, ha sido tamhién reclamada 1>01" los m{IS notahles ohispos l11(l(krnos.
Fenelón, que, pur su snhe¡" y su espíritu evangélico, goza de
[1] Epr~toht 2P ùe S. Pablo ti los ('orintios,
cap. 1, v. :.ta.
LA LUZ DEL
PUEBLO.
117
una grandc
autoridad,
dicc:-"La
fuerzajam(ls
puede persuadir
sólo hace hipÓcritas.
Conceded Ú todos la tolerancia civil; no aproh(lndolo
toJo como indiferente,
sino soport(lIldolo,
así como Dios 10 SOpOI"ta, y procurando
atraer il
los hombres con una blanda pennrlciÚn.
(1)
á los hombres:
AlIado deI arzobispo
ùe Cambra)'
citaremos Ú monseñor
Frayssillous,
obispo de I-Ierm(¡polis, que en la Cámara de Diputaclos se expl'l'S(¡ de esta manera:-"
La lihertad
que queremos
para nosotros, la queremos tamhién para los dcmás
Resel"vado estaha al E,·angclio proclamar
la libertad tllli,·ersal. (2)"
En lH30, el príncipe deMean.
arzohispo
de :\la\Ïnas, escribiendo al congreso, del'Ía:-" Al ~xponeros \as necesidades y los
den~dHls de los catúlicos,
no es mi inteneiíJl1 pedir para ellos
privilegio alguno.
Una perfecta libertad
COll todas sus consecuencias, tal es el (¡nico ohjeto de sus votos, talla "elltaja que
desean participar
con sus conciudadanos."
Ivlonseñur de Salinis, arzuhisjlo dl' Auch, se expresa en estas
términos,
saludando
á la repÚblica de lH4·~:-"La
Iglesia)' la
Francia, ell quien vive y se agita la humanidad,
se dicen y se
n:sjlondcn las mismas palabras:--Libertad,
Igllnld:.ul, Fraternidwl.
"Los pri "ilegios que fueron e torgados
(¡ la iglesia, y de que
la iglesia ptledc prescindir, dirÚ la historia qtlc los cOll1prÚ muy
caro, al precio de ulla dep endencia quc trahaba
mÚs (¡ menus su
di vina acciÚn.
"Ln.lihertad
en el derecho lomím es lo qtle l:OIwiene Ú la
19lesia.
"!'\ada de excepcionaL ..... Li fJertad de eoneiellein! Este grito de la Iglesia naciente cs el gri:o de la humanidad.
"Esta lihertad no la reclam:l la Iglesia, sino en los términos
fijados por la raztln. Es decir, tna libel'ÜHI igual para todos.
'''Las conse~uencias legítima~; de este prin~ipio son: el libre
ejercicio de todus lus eultus, la !L.rnw cxterior de la ré, la expansiÔn soeinl del pcnsnmiento religioso, y ci dcsnrrol/o Illztural de
la liberttul de eonciel1cin.
"El pueblo no se ha engaiía(o
ft este respecto.
lIa tenido
r 1]
[2]
"Cnfla al )l1"Cll'IHlil'ntl'."
Dis<:ur~4) pronulH.:iadn l'n la discusión
dd prcsupt¡( ..~to nc.' l'ulto~. U;:!·i-.
118
LA LUZ nRL
Pt:RIILO.
el instinto de la alianza natural
del catolicismo
y de la lihcrtad." (1)
Finalmente, los obispos de Camhray,
de Tours, de Rennes,
de :\Ictr., de :'\flntes, cil' Orleans y de Chartr~s,
respondiendo Ú
la consulta
<¡ue se les hizo relativamente
fi las elecciones ùe
Francia, dijeron cn su carta de 15 de mayo de 1~63:
"¡La libertad religiosa!
"¿Necesitamos
acaso decir cuÚnto importa Ú toda la sociedad?
"Libertad
de enseñanza,
libertad ùe las almas, libertad de
asociarse para el hien
.
"('\0 es un honor pan¡ nuestro siglo que haya proclamado
en voz alta todos estos dercchos?
"¿Los ha comprendido
siempre bien, los ha practicado,
los
ha defendido.
"¿;:o.;osuhsisten trabas inútiles, sC\'eridadcs sin objeto, desconfianzas que rechaza el espíritu de nuestra sociedad?
"La libertad religiosa es la primera de todas las libertades.
EstÚ en la conciencia y cn las cntnlñas mismas del hombre.
Es
cI principio (le todas las demÚs, y su último asilo en el día <¡ue
se vean Hmet1:l7.adas; y al mismo tiempo t'S prel'iso decirlo también, en nucstra
sociedad tan agitada,
esa libertad no tiene
mcjor apoyo qtlc la 1ihcrtad pÍt bEca."
II.
Al proclam:\ r la libt~rtad de conciencia no pretendemos sostener el adiaforlsl110 reli¡..,';oso, cs decir, a<¡tlel sistellla segím cI
cual se litH'11l :thrazar
ilHliferentemente
cual4uier confesi{¡ll de
fé, (.'n la hiptltC'sis de que todas condm:en al mismo fin, que es la
bien:I\Tnturatlza.
Si hay tT{'etH'ias contradictorias,
la "cnlad
110pue(h- esta r sino en algunas de ellas, sienelo por consiguiente f:'lb:IS Ins demás.
) by, ]lUl'S, una notable diferencia entrc la intolerancia
dogmii tic:! y la ill tolerancia ci dl.
Ln pt'imcnl cs insc)l<Ira ble de la
verdad, y la segunda es un ata<¡ue Ú la libertad.
El hombre debe abrazar tina creencia vereladera,
porque la
(1)
Profes.i6n de ré electoral
de 5 de abrU de 1 R4.R.
LA
LUZ
DEL
PI.°EHLO.
119
verdad es ohjeto de la razón )' de la fé, como 10 hemos demostrado; pero al verificado no ha de ser compelido por la
fucrza. ~.acoacciím no sÍ)]o es \"iolatoria de los derechos fundados en la naturaleza misnw del hombre, sino que ademÚs destruye la moralidad int"ínscca de la fé, que consiste
en que ésta sea lib¡"enH:nte aceptada.
Re\"indicar la lihertad de concicncia contra la inten'ención
del poder temporal y de todo elemento eoerciti \'0, hé a«uí el
punto fundamental de nuestra doctrina, de acuerdo con el espíritu del cristianismo.
Luego el principio de la liberbd de conciencia, sinceramente eompn:ndido, no hiere la \'crdad (le los (logmas religiosos,
ni la Úutoridad de la Iglesia para proponel"1os, sino que reconoce y proclama cI derecho «ue tiene la humanidad para no ser
dirigida, en sus relaciones con }jins, por apremios humanos.
CAPITULO
El Estado no tiene
derecho
creencias
IV.
para intervenir
en materia
de
ó de culto.
Después de haher demostrado
quc la lihertad de conciencia
es lin principio inhercnte fi la naturaleza
humana,
ellsayemos
la soluci(¡n del siguil:nte prohlema:
¿Tiene derecho cl Estado para intcrn:nir
cu asuntos de concia y proclamaI' una n:ligi(¡n oficial?
Las en:encias rdigiosas
no se dirigl'n tI UIl fin sOl'ial: ellas
salen delcstrl'ellO círculo del tielllpo, y se dilatan en la derni·
dari: son relaèÏoues entre el homhre y Dios; y por consiguiente
no eaeu hajo d dominio del Estado, cuya misi(m s610 se reflerc
Ú los intercses temporales
de la sociedad.
Así lo concihi(¡ cI muy eminente
ohispo de :\Iaguncia, cuan·
do dijo:-"EIl
tesis genenll, la 19lesia cOllsidvra I:t ,ldhesi())1 Ú
la fé C0l110pm'te del dominio dl' la lihertad
intel'ior, y no IW'O·
110ec l'Il ell)(/(kr
civil, ni l'Il la autorid;ul
l'desi:ística
dereeho
para intenenir
l'Il esa libertad."
(1)
Y si cI 110m13resc propone trilmbr
por medio del culto, un
pÍt hlico IlOmclwje de :Idoraei(1I1 (¡ ren'rencia
al o] ~jl'lo dl.' sus
ereclH:i:ls,esevidelltequc
no estando ellas suhonlinadasal
Estado, toda ingerellcia de éste cn materia de elllto es ilegítillJa.
Si cada uua de las ditCrentes religiones se considera ell posesi()1I de la \'l'nlad, pant preponderar
sohrc lns delll;ís, el Estado no l'sjuezcompctentc
elleste asunto.
¿L'tllllo s:ll¡r:'ICU,'t! es
1:1 n'nlallcra
religi{¡n? ¿Es por ventura de SlI resortt' hacL'r l'Studios tcol()gieos, a\'el'iguar cl origclI .Yla historia de todos los
cultos, ocuparse rle la re\'elaei(¡n sohrenatural,
y por (dtimo,
interpretar
la volulltad
di,'illa?
Si, plies, la intervenci())l del poder tempond
Cil asuntos dl'
conciencia es nhsunla cn el terreno de los prilll'ipios, tamhién lo
es en el de los hechos.
Ciertamente,
si el Estado
prodama
un
cuIla determinado
l'omo l'cIigi())l oficinl, para ser consccucnte .Y
verdadero
lk'hcría declarar
que Únicnlllentc SOil ciud;\lI:\I1mi
[1]
Ketteler.
"LilJertlld,
Autoridad,
Iglesia,
II'G1, eaJ>. XXIII,
LA LUZ DEL
PUEBLO.
121
los que profesan la religiÔn pri\'ilcgimla, y que sÔlo ellos constituyen la nación. Y Ú tin dl' que no vengan de fucra crcencias
opuestas que desmientan y hagan ipso ¡¡¡cta caducar la declaraciÓn de un culto cxclusi\'o y uniforme entre todos los ciudadanos, lógico sería establecer en todos los puertos aduanas de
hombres, donde los inmign:wtes fuesen examin;ulos en sus
creencias, y se les diera cI correspondicnte diploma (le ortodoxos, persiguien(lo como artículo de contrabando Ú todo individuo que se i.ntroduzca en el paí~;sin esa formalidad prévia.
A tan extra nlgantes conc1usio1l<:~s
conducc la proclamación
de un culto oficial.
II.
Véamos ahora si la libcrtad de conciencia puede scr ohjeto
de tuici(m.
To(la libertad que se refiere Ú l111fin social, }lucde ser protcgida por ci estado; pero la quc tienc por ohjeto Ú Dios, pertencce exclusivamente al santuaJ'Ío de 'la conciencia, y la Jm:ior protecei(l11consiste l'II no protegcrln.
Esta es una verdad tan cristiana que Tertuliano, ell su
magnífico opÚsculo" A Ins nacioncs," rechaza la intcrn~nciÔn
del estado en asuntos religiosos, como violatoria dl' la liherbul
de conciencia; y manifiesta su indignaciÓn por la sacrílcga manera con quc cn aquel tiempo sc pretcndí,¡, e01l\O allOnl, conciliar intereses humanos, aparentando
defender la honra de la
Divinidad.
Si en vit'lud dl' una ley (le la naturaleza humana surgc (lcs_
dc el fondo del pensamiento una lreencia, una idea qlle sc l'leva
hÚcia Dios, y si el hombre debe t1Ianit~star1e pÚblieamentc su
adoración, claro es que ni la libertad de creer, ni la (le manifestar las cr~encias pueden ser objetl> de la tuici(l11dd Estado.
Los soberanos que han querido mostrarse protectores de la
religión, la han causado irreparahles daños.-"Cuando
los reyes, dice el arzobispo de Camhray, se mezclan en ln rcligi{¡n, en
lugar de protegcrla la hacen cschl\'a." (1)
y Kettcler sc cxpresa dl' csta manera:-"!\ing(lIl
pnllCt}ltO
[lJ
Ft..'neJ6n,
"Carta
al
pn.'tendicntc.'·
122
LA LUZ DEL Pl'EDLO.
religioso prohibe creer que nada hay mejor de parte del Estaoo
que acordar una entera libertad religiosa
.
"l'or estar acostumhrados
al absolulismo,
~e ha arraigado, aun enlre los l101llhn:s honral!ol'\, el error de CjUl'la sah'aciÍln de los acontecimientos
debe esperarse
del advenimiento
de
alglll1 ]¡(Ibil príncipe cat61ico. :'\0 negamos cll11érito de los hUenos p6ncipes LTistiH1lOs; pero l'\UacciÓn serÚ tanto l11Í1sbenética, cuanto l11(lSse encierre dentro de los límites de sus kgítimas
amhiciones.
El hicn que un príncipe puede obrar, traspasandu
lus límites de su poder, no cs SillO aparente
é ilusorio. Ese príncipe causar:í, tanto :í la Iglesia como al Estado,
los mayores
ma les. (1)
Entre los que han reHuido sobre el Estado
se puede enllHH:rar la complicidad de éste en todas las iniCjllidH<lcs y atentados
que se registran cn la historia del fanatismo.
Las hogller:ls de
la inquisiL'i(lI1, las l1Iordazal'\ L'on que se cerraba los labios de
quiencs quisicsen manilèstar
sus eOlwiLTiollCS religiosas, todos
esos tormentos
impuestos por los quc Ü:nían d snI/if)
oficio de
martiriz:II', todos L'SOSerímcnes de lesa-humanidad
que se ocultan en la pa\'orosanochcdel
pasado,¿c())110 se pcrpdranl11
sino
:'1 la somhra
de la prdendida
pn)teLTi()1I que los ¡-eyes prestahan {¡ la iglesia?
[1
J ·'Libertad
.. \lIttJritl:ul.
IJ.-:Il'sia."
Traduù'itífl
dl'! alJdtl' Hoh.'t.
CAPITULO
V.
La libertad de conciencia en sus relaciones con la Iglesia.
Hemos puesto en e\'idcl1cia la "erdad de que, no siendo tas
creencias religiosas tin asunto quc BI.' rcfiere ft la sociedad sino ft
Dios, el cutto debe sustraerse completamcntc ft toda int<.>n·cnción del poder ci"it. Consideremos ahora la liberta<l de conciencia en sus relaciones con la IgL?sia, y manifestemos que con
esa libcrhHt pudo el cristianismo propagan,;e y obtcner triunfos
en el mundo; que sin cita no ha ex:>erÎt11cntado sino abatimiento y decadencia; que la Iglesia no pucde rehabilitarse sin ser libre, y que para serio necesita reconocer la libertad de todos.
II.
El apostolado de Cristo reeil:·i{)la misiÔn de predicar y extender en todas tas naciones el E,·angelio. ¿Y cÓmo podría
eumplida si los pueblos no fuesen tibres para aceptar la docrina
e"ang¿:lica? SMo en "irtud de la libertad de conciencia ha po(lido, pues, ta Iglesia cristiana desplegar su acciÓn e\'angl'lizadora sobre la ¡[IZ de la tierra; y s610 en nombre de eSe gran
principio ha (1cscendido {¡ la arena paracomhatirÚ sus wh'crsarios y coronarse con la palma del triunfo.
Las grandes \'ietoriasmora1cs que ha ohtenido el cristianismo, no son debidas Ú la ortodogía de los césarcs, ni Ú la intolerancia ultramontana,
sino {¡ la berza intrínseca de la ,"erLlad,
anunciada en los pueblos bajo los auspicios de la lihertad.
Los enemigos de la rc1igiÔn cristiana se han eonjurmlo contra los dogmas fundamentales d(~ella, contra el H\'Ell1gclio,y
contra el mismo Jesucristo. Pero no han conseguido derrocar
ci eterno monumento de la verdad religiosa. ¿Y en qué ha consistido este prodigio que la histo¡'ia de los siglos trasmite de generación en generación? ¿Consistirá por ventura en el empeño
con que el ultramontanismo
ha procurado comprimir ci ~iercicio de la razón y esclél\'izar el pensamiento? Nó, porque en las
épocas y en los países que prepo'lderara la secta ultramonta-
124
LA LUZ DEL PVEBLO.
na, falseando la dodrina
(le Jesucristo,
allí no hay II1{¡Sque supersticiém é incredulidad.
Esc gnll1 prodigio
es dcbido únicamente :1 la libertad, porque sólo ele ésta necl'sita la verdad para
anunci:tt'sl' almulldo
y realizar sus eonquist:ts,
Ill.
Pero desde que la iglesia em'adenó la libertad de conciencia,
pretendiendo
r¡ue la fi., sea sostenida por ]a inÜ'\"Ycnci(,1l dd Estado, desdc en tonccs se "ié) l'lIa misma cnc:tdenada,
y 110pudo
ya cumplit' su misiôn, ni obtencr triunfo alguno, como lo manifiesta el testimonio
dc la historia,
Aun en los siglos de ¡¡: exclusiva y preponderante,
como
los dc la edad mcdia, d apn~mi{) en materia de religi()n no produjo sinu deplorahles
rcsultados
contra la Iglesia.
"cro suponiendo por un momellto que hubiesc pnlllucido grandcs hendicios en aquellos silglos, ¿serft posible que los produzca en el prcsente? ¿Sc ncg:lI':t quc la alian7.a político-cdesi:ística
ha qlledadu rcducida {¡ una impotencia
radical para contener los csfucr7.05 que hacl' la l'lllll'Ïcllcia humana
por cO)Hjuistar Sil libcrtad?
Allí cstÚn la Francia, la ESl><lita, la Italia, el Pot'tugal y los
puehlos hispano-amcricanos.
En dIos SI..'ha sostcnido la illtolerancia,
mcdiante la uniÚn dd trollO y el altar; yes prccisamen te l'Il ellos donde b iglesia ha recibido los m{ls ru(los ataqucs y las m{¡s profundas heridas. El lihrc cxamcn ell ma tcria dl'
re1igiÚn rué tenazmcnte
perseguido
por lm; gohiernos dc l'sas
naciones, y sill emb:u'go, ell'spíritu
de re!Úrma, que l'n "allll sc
prdcl1l1iú sufucar sc ha (lesarrollado
y aún exagerado
en l'lIas
hasta producir fUllcstos estragos.
El ahsolutisl11u clerical de Luis XIV en Francia, de Fertlando VII en Espaiw, ele Fernando
I y I len ~Úpoks, de Carlos Alherto en l'ial11onte, engendrÓ deplorables
emergencias contra la
religi(m.
La atrofia del sentimiento
moral, el falso liheralisl11o,
la incredulidad,
el odio fi la Iglesia cristiana,
y todo elcmentu
flisolvente en el orden )'eligioso fué el resultado
lÔgico de la acciÓn coercitiva del Estado puesto al servicio del poder espiritual.
1\',
Siempre !jue se ha pretendido
sostener la fe por la fuerza, la
Iglesia ha l11ardlado dc derrota en derrota, y s()lo ha podido rehabilitarse
por medio de la libertad de conciencia,
LA LUZ DEL PUEnLO.
12G
Cuando Enrique IV proclamó en Francia esa lihertad, por
el Edicto de Nantes, se ohtuvo el restablecimiento (le la Iglesia
cristiana en el suelo francés, yel si¡.;:1oX VII lleg() ft ser una de
las más florecientes épocas del cristianismo. Empero. tan pronto como Luis Xl V revocó aquel Edicto para restablecer la unidad de creencias y extirpar las heregías, la iglesia, después de
haher recorrido todos los grarlos Ile su rlecadencia, estuvo en
peligro (le ser extirpada en Pranciél por la re\'olución de Hit
El exclusi\'ismo ultramontano, sostenido por los gohiemos,
no ha (larlo, pues, Ú la Iglesia, ni le dará jamás, sino una prcponderancia efímera. Y ese exclu 5ivismo perjudicial, tanto Ú
los derechos de la conciencia, como it los verdaderos intereses
de la religión, es rechazado en to(las las naciones ci\,iliw(las. y
solamente se le sostiene en algunm; puehlos de la América espaïlOla, en aquellos puehlos reducido~; il la impotencia, porque han
ahdicado sus derechos, y sc han Pl,csto senilmente b¡~ioel yugo de amhiciosos que,' apoyándose en el elemento religioso, escalan el poder y se mantienen cn él protegiendo el predominio
de una religión oficial.
Pero donde quiera que la intolerancia religiosa es sostenida por el Estado, la Iglesia es esclava del que la sostiene; y
euanrlo el partido reinante es dc!"!"oca(lo, ella dcsciendc también,y participadc los golpes que ,:aen sobrcaquél. De tal suerte
que, ora se encuentrcn los gohierr,os clericales en el apogeo de
sus mcntidas glorias, ora (1cscienrlan de alH para hundirse en el
polYo, la Iglesia se halla reducida siempre il una deplorahle situaeiÚn. Luego s()lo por medio de la lihertad podrá rehabilitarse, y ocupar en el mundo el ait,) puesto que le pertenece.
v.
Mas, la 19lesin no pocln'l ser lihre, si su libertad no es solidaria con la de tmlos.
La humanidad {n'anza en la reconquista cie sus derechos, y
rechaza la prctensiÚn (le quien qu:siere ser exclusivamentc libre,
porquc toda libertad cxclusi \'1t eSL1l1
privilejio, y todo pri vilegio
es un ataque al (lcrecho com{m.
PasÔ ya el tiempo en que los privilegios se acataban como
una concesión divi\'ina, y es un absurdo que cuando ellos han
1~~
LA LVZ DEL PUEBLO.
dcsaparecido
hajo el imperio dd principio de ig-ualclad, pn>clam:l<lo por la filosofía y el Evang-elio, pretenda la 19ksia cat61ica una lihertad privill:iiada en nwdio de Iaservidtttllhl"l~ g-clwm1.
Sem(jant<.> pretensilm esti't en pug-na con las ideas mo(lemas,
que proeunll1 ahrirse paso (kstruyendo
todo ohstiiculo.
De
consig-uiente, la ig-lcsia, por fomentar sus ilusiones, se coloca ('n
un formidable pelig-ro.
Dcrechos)' no privilejios; dcrechos qm' no CIl1:lnen de In con('esi6n (le los príncipes sino de la naturak7.:l
misma de la lil)('rta(l de conciencia, hé ahí el Y('nladero é in(1cstruetihlc
pUllto de
apoyo para el catolicismo.
I'oner en armonía la lihertad de la Iglesia con la lihertad de
todos; conciliar las tradiciones
de aquella con las legítimas tell(1cneias de la época, tal es el gran prohlema
de cuya
solt!CillO sc ocupan las naciunes eatÚlicas que marchan por la scnna
dd Pl·og-reso.
ABSOLlJT A LlBEH,TAD
DE cm\CIE~CIA
l'S
lo quc el
pontífice romano, la Francia y el Austria, esas dos grandes potencias del mundo cat6lico, han cxigido siempre, cn fa vor de la
desgraciada
Polonia, al autÓcrata
(le las Rusias; yeso mismo
piden la civilización y el cristianismo
ft la Iglesia cat6lica l'Il favor dcl géncro humano.
Luego para que ella tenga derecho (le exigir la lihertad (le
concielH:ia en los países donde prepondera
otro culto, es preciso
que lo declare libre en aquellos donde el catolicisll1o es prepollderanÜ'.
¿ I'odrft éste invocar la liht'rtad
allí donth: ('S oprimido, si es opresor allí donde ('S lihre?
Si, ptW5, la lihert:\(1 no es patrimonio
de ésta l' nqt!ella rclig-iÍln, sino ci precioso don tit- la concieneia
humana,
to(las las
conciencias han de set· igualmente
lihres. Y desde luego, dehían
aplanarse
las murallas que se han le\':lI1tado entre los homhl"l~s
por la intolerancia
rdigiosa;
dehían romperse
las trahas impuestas Úla lihertar! de creencias, trahas
que, en definitiva, !"lllo conducen á establecer mútuas
antipatías.
En su "it,tud, scría preciso, por ejemplo, quc en los países prote!"tantes
se derogasen las restriceiones impuestas al ea tolicismo, y que en la!" llnciones cntÍllicas se aholicsen las que existen eontra el protestantismo.
De este modo, catlllicos
)' protestantes,
hermanos en
Jesucristo,
aunque separados en cuerpo, estarían
unidos por el
espíritu de tolerancia
y de caridad
cristiana.
Reinando,
por
i.A LUi DEL ilJEllLO.
127
fin, en el mundo de la lihertad de conCIenCIa, ella rcalizarín la
fratemidad universal.
A la Iglesia pertenece tomar la iniciativa en esta grande
obra de regeneraciÓn, rompiemlo t,)da solidaridad eon el poder
civil, tOllo compromiso de partidc.
Dehe hacer ostensible su
grandeza, extendiendo una mano maternal y derramando la
unción de la caridad sohre to(los los hombres, cualesquiera que
sean las opiniones religiosas que profesen, ó el partido Ú que
pertcnezcan. Una madre piadosa como la Iglesia no dehe mirar en un hombre al secuaz de una opini(l11política, (¡ al pros(olito de una creencia, sino al hijo en quien el Padrc comíll1 imprimió el sello de su bondad y de su a.nor.
VI.
:\las por una (1cplorahle aberraci(l11, ln lilwrt:ul de conciencia
e!;la menos respetada, la mcnos compren d i<la,y la miís expuesta á los ataques del fanatismo.
Los mayores enemigos de ella
son los que deberían ser sus mÚs c,~losos defcnsores.
Los ultramontanos,
por sostener su cspúrco prcdominio,
eomprometen los legítimos intereses de la Iglesia cristiana. La
intolerancia es el (logma fU11(la111e1ltal
de aquellos, y para establecerlo en la opiniÔn del vulgo, Sf: valen de sofístieos razonamientos.
Alegan en prinHT lugar qne e:;tanclo el catolicismo en posesi{¡n de la venlad, y siendo ésta inconeiliahle con el error, la Iglesia eatúlica no puede tolerar creen~ias err(¡neas.
Pero de que la verdad y ci error sean inconciliahles no se sigue que la Iglesi a delJa ser intolerante.
Entrc la n'reInd y el
error hay n:pugn anda intrínseca, incompa tihilidad esencial;
mas no es repugnante ni incompatible que los ineIidduos que
componen la Iglesia amen y toler,:n e\·tll1g(olieamente Ú los que
profesan otras creencias.
Por otra parte, si el catolicismo pretende sostener la intolerancia cn nombre cie la vcnltul, ¿poùr::"timpcdir que las otras
religiones tengan igunl pretcnsi(n, fundándosc en el mismo título? Si los principios fundamentales de una confcsi(¡n de fe no
están en contradicción con los de otra, si todos son razonables
~.esencinlmentc morales, la ycrdad \'Íenc ft sel' un patrimonio
12R
LA Lrz DEI. PlTEBLO.
cOlllíln. Y si l'Il nomhre (le ella se d~hiera autorizar la intolerancia, ést.a llegaría (I erigirse l'n prineipio religioso, resu1t.ando
de allí que todas las religiollcs dchían ser l'senciallllent.c intolerantes, lo qUl' es ahsurdo.
Los enemigos de 1:1lihl'rtwl de cOlleieneia la comhaten adem(ls lillldiindose, ora en que la Iglesia neeesita cIe protecciÔn y
privilegio para n~ch:tz:tr los embates de la incredulidad,
ont en
Clue el contacto del catolicismo
con otras crecneins produce el
resultndo de que éstas engrosen sus filas á expensas de aquel.
Atmqm'ya hemos manifesta(]o que no es en e1I))"i\"ilegio sino
en la lihertad donde la Iglesia encuentra un s61ido punto (le apoyo)' la razÚn fundalllentnl de su desarrollo,
opongamos
ti esta
ol~jeeiÔn el testimonio de dos ilustt'es pcrsonajes:
La Iglesia, dice monseÎÏot' de Parisís, ohispo de Arras, În\'oea
1:1lihertad cil' coneiencia, la liherlad
para todos, porqllc nnda
lielle qlle tel11er, y sí lIlueho que espenlr,
(1)
"La Iglesia no ha menester de protecci(lll, ni de l'ri \'ilt:iio;
sÚlo Ilecesita liherta(l.
(2)
"Esta socieda(l tiene en sí la vida.
Xo nccesita sino lihertad
de expansi(ll1, para vi\'ificar, para regenerar el mundo.
"La lihet"tad ahsoluta civilmente concedida rI todos los cultos, ofn'l'e más ventajas para la verdadera Iglesia, que una protCl'l·i()n que s(¡lo a parece C0tl10 un odioso privilegio."
(~)
El l'onde de :Ylaistrc, escrihiendo al atíwhizpo de I~agllsa,
COllll:cha 1:¡ de dicicmhre de 1.stG, dice lo siguicnte
.
"1.:11' scdas no tienen fuerza contngiosa
sino cn sus principios y durn 11il' el panlxisl1lo t'evolul'Íonario,
pasado el cual ya
110J¡ncellconquistns.
Elcatolicisl11o,
al contrario,
es sicmpre
conquistadot',
.Yl'ste es uno de sus caraciéres
mÚs distinti\'os
y
m:ís sO!"Jlrendentes.
¿Qué sucedería si todas las religiol1es se
franql1l'anlll
mt¡tunmL'nte sus fronteras?
QIIC por linos pocos
cat(¡licos que adoptaran
otras ereencins,
hahría innumenlhIcs
personas Ijue nhrazaran elcatolisl11o."
Lucgo :í éste le con\'ienc miís que fl ninguna
otra religión
la libertad cie conciencia, esa lihertad
tan prl'ciosa, Lan sagrada.Y tan ,neccsaria,
que es el funtlanwnto
(h' las ¡]cmÚs; esa libertad quc, C01l10ha dicho un célel)t'e J>uhlieista, "es la úniea
[1]
Ill' Ia~ tendencins,
1~ ¡"L plij.
l:.:\ lnstr\\~·\.'i{.H pastoral
[3]
Ihidem,
P&j 33.
~ll.
~obrc l'Ilh:n:chù
ùi"i¡)u fit'lu
Igksia,
lH·loG,
ptij. :.!O.
L\ LUZ DEI. I'I1IWL0.
129
que extiende su imperio desde las profundidades de la conciencia indi\'iduallHlsta las más brillantes manifestaciones de la
vida nacional; la Única que iluminn (los vidas y dos mundos, la
vida del alma y la vida del cuerpo, el cielo y la tierra; la Única
4.uc tiene igual importancia para todos los· homhres sin excepción, tanto para el pobre como para el rico, para el débil como
para el fuerte, para el Último re¡:resentante de la humanidad
como para el génio de Newton ó de Leibnitz."
Por Último, alegan los ultrarr ontanos que la libertad de
conciencia ha sido invocada por los enemigos de la Iglesia, y
que el catolicismo no ha prospcra.Jo sino mediante el imperio
de una le exclusiva.
La primera parte de esta ol~jet~iónes tan Ü¡}Sél
como la segun(la. Los padres y doctores de la Iglesia, y tantos eminentes obispos, no son enemigos de ella, y sin embargo, han illvocado ulla amplia lihel'tad de eon:iencia. Por otra parte, los
m{\s ellcarniimdos pen;eguidol'es del catolicismo, lejos de prodamar una lihertéul esencialmente necesaria pant el triunfo de
la Iglesia, lwn procurado cselaviz;lrla.
y respedo ti la pretendida pros¡>l'ridad católica, en las épocas de ti.: l'xc1usiva y PI'CpoiHlcrmÜc,como la de los siglos medios, esa prosperidad, ese apogeo (t que lleg() cl ahsolutismo religioso, rué una lallH.:ntahle decadencia, el perigeo de la Iglesia
el'istiana.
1.:1 detestahle alianza de los d )S poderes, ese ideal de todas
las tiraní:ls, hé ;¡]lí e11i.mdal11ento de la unidad de creencias en
aquellos sigí()~;. ¿Y serÚ honrosn para la Iglesia una pÚginél
sangricnta 'Ille consigna el hecho;le haber suhyugall0 á la 11Umanidad por medio (leI terror, y (on el tormento inquisitorial
autorizado por los soberanos? l:na muchedumbre de cn'yentes, envueltos en clnegro sendaI de la ignorancia y atados al
poste del fanatismo, ¿podrá ser jal11Úsun trofeo digno de los
triunfos.Y conquistas (le una religión que lleva por enseña la
luz, la lihertad y el amor?
Ya hemos hecho \'cr que mientras el catolicismo ha proeunulo sostener la fé, encadenando la conciencia, no ha disfrutado sino de falsas y efimeras glorias, para lamentar en seguida
tristísimas derrotas; y (1ue s610 cuando se desarrolle bajo los
auspicios de Ir, liherLul, se estabkcerá sólidamente en el mundo.
130
LA U"Z DEL PCEJl!.O.
Lalibcrtarl
de conl:ienl:ia es la piedra :lI1guIar cid t'dilil:iu
.:ristial1o.
Sobre ella se il1stituy() la Igk~ia: por l'lIa ~t' ofrt'cicéon en holocrlusto las \'Íctilllas que fccundaronl'on
Sil ~;lngtT J:.
doctrina ciel ::VIcsías, y con clla, la palahra dl'l Eterno, l'lH.'arn;tda cn el Verbo, efectuará la n:gl:l1eraeiÔI1 dd hOllll>r<,~,
SECCION
Ç!UINT A.
Habiéndonos
propuesto ùosquejarel
"asto plan de los ultramontanos,
echemos una ojeada sobre los fundamentos de su
predominio, desde el sig-Io IV en qne Se colocó la piedra £lng-Illar
del ultramontanismo,
hasta el si~lo XIX, en que se ha puesto
la cltspidc con ci dogma de la infalibilidad .
.
Examinar cnla serie de los siglos las principales bases de la
dominaciÔn poíítica de los parlaS; manifestar que el Concilio del
Vaticano, bajo el velo de espeeiosos motivos. no ha tenido mÚs
Jin que el de afianzar el vacilante
imperio de la secta ultramontana, declarando el dogma de la int:llibilidad;
rcttttar scmejant.c dogma, como contrario Ú los'lloincipios
ttll1damentales
dd
cristianismu,
haciendo "cr quc n,) se apoya en ci H,'angelio, ni
en los hechos de los apústoles, ni en las decisiones de los Santos
Padres, ni cn la tradición
cristia ¡la; poncr de manifiesto
que
los errores y contnulieciones
de los papas arguyen percntOloiamente cont.ra la pretendida
infalibilidad
pont.ificia; demostrar
que para la enseñanza de las verdades l:ristianas no se nceesit.a
que ci papa sca infalible; y por último denunciar
ante los pueblos que Úl declaral:iún dellluevo
dogma no es sino lin arhitrio
para n:sistir al impulso (le la l:ivilizaciún y reahabilitar
la teocracia en ci mundo-hé
aquí ci cuadro de las matcrias
que fut·man ci asunto (1<: que vamos Ú oCllparnos en esta sección, eumplicndo con nuestro propósito.
CAPITULO
Bases de la dominación
preponderancia
política
1.
de los papas y de su
sobre la autoridad
de los soberanos,
.ll'sucristo
instit.uyÚ ci apost.olado
par:1 que ;lnul1l,iasc el
rein\! cil' Dios Ú las naciones; mas los que se clcnolllin:\n SUL'CSOrcs de los apÚstolcs, anuneian almunclo scr los lIamaclos Ú n:inélr sohre la ticITa.
SegÚn d Evangelio, el jdè..' cle]a Iglesia y t.odos ]os ministros de dIa clchían consagTarsc
tl las eos:\s del l'ido, prescindicnclo completamentc
de las cid mundo.
I 'l:ro segÍln la dm'trina ultramontana,
¡Hlnt IIcnar una misi(lll cspiril.twl sc neccsita tcncr dominio sl)hrL' las nado!1cs y sus gohicrnos,
El catolicismo
signifIca tlnÏ\'Crsalidad cie crccncias LTist.ianas, de (loctri na y yi rtudes e\":ulg':¡ieas.
:\ 1;\ S ¡os 111 t nllllon tallOS camhiaron
csa signifIcaciÚn é hieieroll de la unin:rsalidad
catMica d emhlema de la dominaciÚn
universal
tl que aspiran
los pon Wices.
Como hm;e cardinal cid predominio
pontitil'jo Sl' in\'CnUJ l:t
concesi(l11 (le Const.ant.ino, y sc fi.lIldÚ sohre ese dOelllnl'nto ap(Jcrifo la suprcmacÍa
]Iolítica de los ]lapas.
Consignc\l1os aquí
csa fa \l1osa fieciÚn, quc cs d gran funcla mcn to dd sisÜ'm:L tco·
crá tico.
"Nosotros
con toclos nuestros
sÚtrapas, -v todo el sl'nado ,
como tamhién d ]Iuchlo suhordinado
al g'lorioso imperio,
hcmosjllzgaclo
Íltil conceder al suceso!' del príneipc (IL- los ap('stolcs una soheranía mÚs grande que la qu~' nllcstra
set'l'nid:\d tiene sohre la tierra.
lIemos resuelto honrar
;Î la S:ll'1'OSanta
Iglesia romana
m:ís que (l nuestra
impel'ial soheranÍ:l, qlle no
cs mÚs que t.crrestre.
l'or consiguicntc,
atrilmimos
Ú la sagTada silla del hiena vl'nturado
l'l'el ro toela l:t d ignicla ci, tocla la
g'loria y tocla la sohentnía imperial.. ....
" lIemos concecl iclo mue has gt'andes posesiones en la.J udea,
en la nrecia, cn Asia, cn Africa y cn la Ita]ia,
Ill'll1os L'l'diclo a]
papa Silvcstre y ;í sus sucesores nuestro palacio de LdrÚn, que
es Ill:ís hermoso lJuc toclos ]os ]I:t1aeios del munclo.
Le ]WlllOS
dado nucstra lliaclema, nuestra
corOIW, nuestra mitrn y todos
los vestidos
imperiales,
eoneediéndolc
nuestra dignidad
y el
mnnclo de la caballería.
"0UCrl'nlOS lJue los ¡"everendísimos prelados
de la Santa
Iglesia romana g"occn de todos los derechos (lei senado, y que
sus eab:dlos sean siel11pre :Hlorn:dos eoneil parazones hlaneos, y
que nuestn>s principales oficiales tengan dichos ea hallos por la
brida, así como nosotros hemos llcvado personalmente
por la brida elcahallo
dd sagrado pontífice.
"Damos en donaeiÚn al bienLventu1":ulo
pontífice la ei:.tclad
(le Roma y todas las ciudades
,}ccidentalcs dl' la ltnlia, como
tam bién las otras ciudades occiden tales de los otros países.
I~e·
nunei:1l1l0S al dominio que tenen~os sohre esns provincias,
retir(l11clonos de I~oma, y limitanclo nuestro imperio Ú la provineia
de Biz:l11eio, por no ser justo que un emperaclor
telTestre tenga
d menor poder en los lugares (1:.>ndeDios ha estableeido al jde
de la n:ligi(l11 cristiana.
"()n kn:lmos que esta nuestr°;l (lonaeic'ln permanczca
firme
hast:! ti fin del mundo, y si alguno osase (lcsohedecer nuestro decreto, queremos que sea cnstigaclo ctel'lHllllente, )' que los apóstoles Pedro y 1':lhlo le sean contrarios
en esta vida y 1:1otra,
y quc sea sumergido con el diabb en lo más proli1l1do dd infiel'.
no. (1) Dado hajo el eonsul:u:o de Constantino
y de Calie:l_
no, cte."
Este decreto, inn'rosímil
rI fLter de exagerado, cs el primer
eslabÚn (le la cadena de las falsificaciones
en que se ha pretendido basar la dominaeiÚn política de los papas.
Es 1l1UYnotahle 'lm', hahierdo
reinarlo
Constantino
en el
siglo 1\', la donaciÚn que se le atribuye no ap:lrezca
sino Ú mediados del sig"lo \" 111, sin que en tan larga
serie de ailOS hubiesen los papas hahlado de ella, ni mucho nWlIos cjet"cido algún
dominio sohrc las proyincins donadas.
El (loetlmento de la eonecsi(u,
no fué compilndo sino poco
antes cid año 7fí¿I., para presentarlo
Ú Pepino,
rey de los fi-ancos, y arranl'nt" Ú este príncipe, los países mcneionados
en la
donacÎ(ín.
r 11
I~I
ht·l.: dl'
sig-lo~
till
(h-
qlle
("ntHI"-'
prÎlwi)H'
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tí rL'daC'l~lrl()~~ eùiClOs
LA LVZ DEL PUEBLO.
La época l'l'a ftl\'orahle para coronar con el éxito los plane!'
ùe la sedc romana.
La guclTera corte de l'l'pino esta ha lIluy
lt:ios de podcr examinar {¡ la lul. de la historia el docunwnto
atrihuido á Constantino.
I{einaha cn aquellos
ticmpos
una
ignorancia tal, que entre los francos, guern'ros
semi-hárharos,
no había un solo homhre que pudiera ni sospcchar,
mucho mcnos rIescuhrir, tan grosera impostura,
Por otra parte, se halla han las gentes rIominadas rIe una fan;l tica tcndencia pa l'a
creer, como la ycnlad (h: un axioma, todo cuanto
dijese el santo padre.
Con el fin de asegurar el ohjeto que sc tUYO cn mint y sorprcndcr mejor la sCIH:illa lTcdulidad
dc \:ts gcntes, se j()I:j() una
epístola, atrihuyéndoscla
á San l'edro, en la eual sc sostiene el
derecho (le los papas Ú la soheranía tcmporal; se aeompaj¡{¡ l'sa
carta al apócrifo documcnto rIe la eonccsiÚn impcrial, y se amcnazó con la d)lera del príncipe de los apóstoIcs y con las torturas rIel inficnlO, si no se pusiese {¡ la Ig-lesia en posesi()!l de los
dominios cedidos por Constantino.
FundÚndosc en tan insigne suplantaciÚn
declaró Cregorio
IX que el soherano universal del mundo es el papa, quien delega su poder £t los empl'radores y {t los rcyes; é Inocl'neio I Y sentÚ el principio de quc los dos supremos podercs, el cspil-itual y
el temporal residen por instituci(1I1 diyina en los papas, quienes
son dueños ahsolutos de los imperios.
y para que no se arguyese que una soheranía concedida por
los príncipes, pocHa scr limitada () completamcnte
suprimida
por los mismos, Inocencio declara
que Constantino,
en vez de
conferir algún poder á la Iglesia, no hizo m;ts que restituir lo
que le tenía usurpado, reconocienùo el sagrado dered10 eonferiùo por Jesueristo, quien al dnr Ins lIan>s del reino celestial, dit,
tamhién las del reino t~rrcstre,
como conrliei(m in,lispensahle
para llenar la misión apostólica.
II.
La titulada compilación isidoríana, que apareci(, en el siglo
IX, fué la segunda hase de la dominaci(l1l política de los papas.
Es una obra compuesta ùe muchos decrdos atribuidos
Ú los
primeros pontífices, de varios escritos espúreos
imputados
á
LA LeZ Il};;r. pctULO.
pe1'80\1[0l'8 eclesiÚsticos, y cie supnestas
aetas ùe concilios celebrados CH los primitin)s
siglos.
E! redactor de las falsas Decretales se propuso dar con ellas
un ilimitado ensanche Ii la prepo:1dcnlncia de la sede romana, y
hacer del mundo una monarquía ahsoluta, regida por la voluntad soberana dd pontífice.
Kicollis I, papa audaz y {I vido ùe
poder, «Ill' 110 tenía cscrÚpulos para cometer los actos más
atcntatorios,
cuando se trataba
de ensnnehar
la esfera de la
d011linnci(>\1 pontificin,
ealificÚ lsas Decretales de documentos
aut~nticos, .YsostU\'O que la 19le:,ia estaba, desde mucho tiempo, en posesi6n de ellos, sie11ílo, por eonsiguiente,
monumentos antiguos qtle hahían existiclo en los archivos de la sede romana.
A ml'diados del siglo XI, Leó-1 IX hiw de los principios sen·
tarlos en l'sas Decretales una ap1i~aciÚn tan ilimitada que con·
virti{¡ In Europa toda en 11nimlwrio teocr:Ltieo.
Sohre las bases de l'SOSmismos principios se redactó la constitución gregoriana,
obra que se considera como el código más
avanzado cn orden (I pretensiones de supremacía pontificia.
Gregorio VII hizo cie las falsDs Deeretales el incontrastable
fundamento de la omnipotencia
papal. Ellas consagran el principio de que la Iglesia tiene Ülcu1tad de abrir ó cerrar á su arbitrio las \>uertas de los ciclos; y de allí dedujo Gregario que el
quc tiene en su mano la sah-aciÚn ó condenación
de los hombres, tiene también derecho de g<,bernar los pueblos.
La f.eci()J1 dcl pseudo Isidoro hace de la metáfora
atar y
destltar la fóm1tlla de una dominaciÓn absoluta.
Por eso es
que cuando Cregorio \'11 quiso destronar
al rey de Alemania,
se fundí) en que la faeultad (le 'ltar y desatar
que se le había
(lado, t:l11to en el ciclo como en la tierra, le confería derecho para <1eponer á los reyes. Cuando el mismo papa relevaba á los
súhditos dcljuramento
de fidelidad al soherano, se apoyaba en
la misma faculta<l <leatar y desatar.
Finalmente, cuando queda legitimar ante d mundo su omním()(lo poder sobre las naeiones, il1\'()caha la f(¡rmula acoT1lodaticia de atar y desatar.
ApoyÚndosc, en fin, los papa:; en la fied6n isidorian<l, hicieron de la excomuni(Jl1 un pode rOBOinstrumento
para destruir {l
los príncipes.
Gregorio VII decía fiue, no debiendo nadie comunicar con un excomulgado, los reyes á quicnes el papa excomulgase queda Jan inhábiles para gobernar, y que por tanto de.
laG
LA U:Z DEL
l't:EIlLO,
bían ser depuestos.
De tal manera que la facultad de excomul·
gar, llevaba consigo implícitamcnte
la de destrOlli'I' ft los soberanos y disponer de los reinos y de los impl'l'ios.
POI' consi·
guiente, para derrocar (11m; principes no se necesitaha sino excomulgados.
III.
Otra de las bases en que los papas sentanm su derecho á la
dominaciÓn política del mundo, rué el libro de las n~nladeras
Decreta1cs, que l'S la colecciÓu deJos acuenlos y decisioncs de los
pontífices.
En esa obra redactada
en pro\"echo de la cortc romana, se
plantearon los principios que contenían el gérmen qU(' los papas
han desarrollado
en la sucesiím de los siglos.
La idea fundamental de aquel libro, cn onlcn á la
pontificia, consiste en que siendo el papado instituido
el pontífice es el supremo Sellor (leI géncro humano,
10 mismo tiene un derecho absoluto
para \'igi!:lr, HO
relaciones sociales y políticas de los hombres, que !:ts
soberanía
]lOI' Dios,
y que por
mcnos las
rdigiosas.
Esta idea ean1inal ha sido cxtensamcnte
desenvuelta,
ha hecho de ella las mÚs \"astas aplicaciOl1l's.
Inocencio III inventÓ
d principio delihcrativo,
de l:1s almas, en él reside
en las causas criminales,
tencias fle los tt'ibunaks
y
se
la teoría de quc, residicndo en el alma
el pontítlce el suprCll10juel
originalmcntc el dcn'dlo dc intcnTnir
de fallar en ellas, y de anul:u' las sen·
ci\·iks.
y sicndo
De aquí ~mrgiÍ>la práctica
de las dCl1Illlci:/ci()llcS t'\':/Ilgéli.
ens, que consistía en un derecho concedido al al'nsador
para
llevar (I su acusado ante el trihunal del papa, en cualquiera
cuestión que se suscitarc, declarando
incurso cn gran: pecado
al quc no quisiera someterse (I un jucz cuya scnteneia sería pro,
nUIH;iada en nombre de Dios; á 1m juez suprcmo «ue, siéndolo
de las almas, lo era nccesarianll'nte de la persona humana.
Gregorio \'Il sostuvo que la sobcranía
laica no ticnt' otro
origen que la ambiciíll1 (le aqucllos que, nHll'cndos con cl estígmato de los \"icios, é instigados
por Satan:ís, hahían procurado sobreponerse y dominar:'t los dem{ls hombres.
Paulo IV definiÓ en su bula
Cum
¡¡post ()In illS ()ficio, las si-
LA LUZ DEL l'UEllLO.
127
guientes proposiciones:-"Que el papa tiene por (lerecho di\"Ïno
la facultad de gohernar omnímod.'l.mente Ú los puehlos y Úlos
reinos, y de juzgar á tü<los los homhres, sin que él puecla ser
juzgado por nadie:-"Que los príncipes quedan depuestos de hecho y sujetos á la pena de muerte, tan luego como incurran en
heregía Ô se separen de la Iglesia; mas, que en el caso de arrepentimiento se les encerrará en UI1claustro, y en penitencia se
les harÚ ayunar á pan yagua por toda la vida:-"Que cuanclo Ú
un príncipe se le declare hereje Ô ci!;1nÚtico,nadie dehe prestarle
auxilio alguno, ni ejerccr con él los deheres de humanidad; y si
algún monarca contraviniese it e~;ta orden, se le destituirÚ inmediatamente de su reino, el cual será adjudicado {t los príncipes obedientes al papa."
LeÓn X en su hula Pastor œtcrnus atribuye al pontificado
el derecho de vida y muerte, seg(m el cual todo el que desohcclceiese al papa ;:'íedc ser condenado rJ último suplicio.
Inoccncio 1\' cstah1cciÚque la soheranía de los príncipes scculares no es legítima, sino en cuanto la ejcreen con anuencia y
aprohaciÚn de la santa sede, que es la tmica fuente de toda .iurisdicciÍlI'. Y Juan XXII declaró que los reyes elegidos por la
naciél11,no tienen autoridad algur.a, sino (lespués <¡uehubiesèn
ohtenido la aprohaeíÚn del papa.
Bonifacio VIII, en su hula Unwl1 sanctnm, enscl1a que el poder temporal y el espiritual son C0l110dos espadas que Dios
puso en manos dcI pontífice, quien concede ií. los soheranos el
ejercicio de la una, para que, C01110delegados de la santa sede,
sostengnn las preeminencias dl' 1:1 ]glcsia, es c'\ecir,las elelpapa,
porque la iglesia toda se halla concentrada en él, como jefe soberano y ahsoluto de las on:ias)' de los I:orderos. En consecueneia Bonifacio condena COI11('
1111
error l'ontt-a la tè cat6lica
la crcencia de qlle el poeler temporal tenga un origen independiente del espiritual.
Clemente V declar6 que ningún prínl:ipe podía ejercer su autoridad, antes de prestar al papa el juramento de obediencia; y
que los reyes no podían celebrar ninguna alianza con los soberanos que no inspirasen al pontílice una entera I:onfianza.
Siguiendo la lôgiea de estos principios, los ohispos creen como artículo de fe, que están obligados á cooperar en faYor de la
dominaci6n política de la sede r,)mana, y que deben combatir
la autoridad ciyit, como atentLtoria Ú las leyes divinas, por
13R
cuanto Jef,w:risto
<loeio.
LA LUZ DEL PUEBLO.
no instituy(¡
otra
autoridad
que la dL'l saeer.
l\'.
La hula (lL'la Santa Cena vino tamhiC::nl'n apoyo del pn.-dominio políti~'o de los papas, siendo de una duraeiÚn tan prolongada, que hoy mismo se In considera
como pa rte d(' I:t vigente
legisl:tcitm edesi¿ístil'n.
Esa 1lU\:¡ fuC::ohra de ln meditaci(¡n de muchos siglos, y al fin
Ileg() t¡ redal'tnrse definitivamente
cn ci pontificado
dl' ¡'rhano
V I I 1. A1mrel'it> por primera HZ t'n tiempo de Cregorio X I; la
rdoet> Cregorio XII, y I'ío \' le dit) la última pincelada haciC-ndole algunas adiciones.
En aquel documento,
elaborado
por tantos pnpas, se excomulga y maldice Úlos solJl'ranos
que permitall
en sus estados
1:1 ITsi(kneia de los hen~jes; y se atm'a la soheranía
dl' los príncipes, :ltrihuyendo
¿tI papa el (!l-n.'eho de lTl'al' impuestos l'nias
nacio1ll::s, y (1e ~jel-cer justicin castigando los e1'Ímenel'S l'on t r:1 la
rcligitlll.
Clemcnte
XI, fundÚndose en la hula de la Santa Cena, exconlltlg() ÚJ osé I, cmpcrador
de Alemania.
Y Clcmente X I II,
Cll nombn' dl' ('sa misma hula, exeomulg(¡
tamhién al duqm' (1<.I'anna,ypretendi(¡
usurpar el dominio sohre la LOlllh:lnlí:t austriaca.
Este do'-'tllllcnto pontificio fué calificado
como atcntatorio
:í los derechos dc los príneipes, y lo redwzaron
SOknll\('I1H'ntc
el parlamcnto
(le Fr:\1ll'in, el rey de' Espafw yel emperador de
Al('mania.
La bula de la Santa
Cena se leía con toda so!l'l1l11id:ltll'n
R011ln el día jueves santo, cuya costumbre duró por espacio <le
doscientos a flOS, hasta el pontifiendo de Ckmen to X 1\'; y a unf]ue en tiempo dl' este papa se stlprimit> aquella kdur:l, ya los
jesuitas habían insertado la hula en los lihros tcol(¡gieos, para
perpetuar
In ('xistcneia de un documento que sostl'llí:t la dominaci6n política de los pontífices.
En fin, p:trn rIar mayor apoyo rI esa dominaeit.n, los papas,
abnndon:lndo
el título de Vicarios de PerIro, qne hahían lIl'ynrio hasta el siglo X I I, toma ron el rie \ïearios
dc Cristo, ]ln ra
que COll l'In()1l1hrc ell' n'presentantes
de Dios todopoderoso,
n:ldie dudasc Iiue en ellos reside todo poder, toda jurisdicción,
to~
da soberanía.
LA
LUZ DEL
PlJEDI.O.
139
v.
Las (¡nlenes religiosas son una de las más poderosas palancas del predominio pontificio.
Aurque ellas hayan sido instituidas con un fin puramente
espiritual,
abandonaron
elohjdo
dc su instituciún
y se convirtieron
en propagandas
dd ultramontanismo.
Las comunidades
religiosas est.'\I1 org¡u¡izadas
como otras
tantas huestes que comhaten
sistcmadamente
pant consolidnr
el sistema teocrático.
A la verdad, cHas forman un inmenso ejército quc sc cxtiende sobre el orbe católico.
Los genendes 6 prelados
superiores
existen en Roma, formando un cons~jo con el papa; recihen de
éste sus mandatos
y los trasmiten
á los prelados
eonvcntllales ó jcfès inmediatos
de aquellas
g-randes falanges de l'miles
(lispersos sohre la faz de la tierra.
De esta suerte, los designios
del pontífice se dilatan elédricamelltc
sohre el mundo
catÓlico,
é imprimen en él los mo\·imientos
I~onvenientcs al interés de la
cuna romana.
La onlen religiosa que merece una especial menciún á este
respecto, es la de los ignaeinos ó I()yoíanos, qne son los qtle forman el ejército de vanguardia,
y à =lllienes, por servicios prest:ulos {tIa causa ultramontana,
la sede pontificia reeonoci(¡ hajo cI nomhre de Sociedad de.fcsús.
Pnra Henar m{lS cumplidamente
la misiún de defensorcs del
ultramontanismo,
abandonaron
I(1S jesuitas
cI ohjcto primordial de su instituto, que fué la prát.ca de tochs las virtu(les y la
predicaeiém del Evangelio, y se dcdicaron
al estudio de los conocimientos
humanos, para erigirse en maestros de la jU\'entud
é imbuir cn eHa las doctrinas del a')solutismo teoel'Ú tico.
San Ignacio instituyó su order: sohre la hase cIe tll1n ahsoluta ohediencia, como condición indispensahle
para quc los religiosos se sometan por completo
á una "ida espiritual;
pero
éstos camhiarol1 el fin cIe la ohediewia é hicieron de ella el zÓcalo de tin sistema
reaccionario.
En efecto, el principio de una
pasi"a suÙorrlinación era esencialmente
necesario para que las
legiones de Loyola pusieran al mt.ndo bajo el dominio de la se-
de romana.
140
LA LUZ DEL PUEllLO.
Educados losjcsuitas
según la doctrina que I(ls l'oll\'icrtc en
una mcnlm{¡quina,
cllos {¡ su \'ez enseñan {¡ los puehlos quc dl'_
hen cOI1\'l'rtirse l'n otras tnntaS m:'tquinns quc sc mUl'\':Ill {¡ "0luntad <leI único soherano, <leI vicario de Dios sohre la til'IT:l.
y l'sta pasi\'a suhonlinaci(m
la exigen los pa<lres loyolalloS
no sÚlo (k las ovejas, sino tamhién de los pastores.
Los obispos dchen ohedecer á los jesuitas,
porque son los
porta.estandartes
dcl pontífice,
iniciados en sus ín ti !llOS sccretos é inspirmlon:s
de sus resoluciones.
Por eso es que un simple fraile, )lor cimero hecho (le ser je~uita, ejelTc una decisiva
influencia sohre los prelados c1ioccsanos,
Estos se poncn sumisalllcntc hajo las sugcstiones
del jesuitismo,
porque COlTIpn'llden que cI fa \'or (¡ la desgracia,
los honores (¡ la persecuci(lIl,
ViClll'1lde Roma por ci Órgano de los cons<.:jeros natos dcl pOlltílil'C, Efectinl1nente,
ci saeenlote
que contemporiza
con los
jcsuitas, convirtiéndose
en instrumento
pasinl de la voluntad
dc lostos, ticne ahicrtas las puertas
de la mUllificcllcia pn )lnl;
mas el que se ponga en pugna con cllos, atrac sohrc sí un rayo
del olimpo romano, lanza(lo por la cÍllera dcl padre y soherano
selior de Ins ovejas y de los curderos.
En su \'¡rtuIl, la l'ualidHllm{¡s sohresaliente
para nH.'rCl'Crel
episcopado, cs la <le prolesar adhesiÚn olllnínlOda :í los jcsuitas,
y el gmn mérito de los ohisJlos consistc ell l'stades entcramcnte suhonlin:1I1os,
I k cste modo Sl' ha con \'crtido el háculo cn un instnlIlll'Uto dc dominaci(ln, y sc ha hccho del ministl'rjo
pastoJ':llun
elemento que lueha sill l'Csar contra los (lercl'ho~ na tos dd poder
ci\'il, l'ontr:t d desarrollo dc la eivilizaeif>n que por sn naturaleza luminosa rechaza toda instituci(ln
jesuítica, y l'ontra todo
cuanto se ojlone al t"cin:lllo tic la tcocracia en clnlulldo,
Ill'mos pasado una r{¡pida re\"Ísta sohre los fr{¡giles fUlldaIlwntos que han sen'ido de apoyo {¡ la dominaciÚn
política de
los papas,
Hemos demostrado
la funesta inHucneia que han
ejc:n:irlo en los destino~ de la humanidadl:t
amhil'ÍÚn de los pontíficl'S, la (khilidad de los soheranos y la ig-norancia de los llUehlos.
Examinemos
ahora la nue\'a base de prejlonderancia
política quc, l'n el último concilio, han creado los jesuitas declarando el dogma de la infalibilidad.
CAPITULO
Il.
El Concilio del Vaticano.
La política reaccionaria de la cc rte romana, poniéndose por
la deelaraciÚn del -".l'llnIJ LIS en pug-nn con los principios de la sociedad m()(krna, ohli~Ó Ú los gohiernos Ú annarseen
defensa de
sus derechos contra las in vasiones (clcurialismo.
La enérgica y muy acentuad a :it,titud de casi todos los estados catÚlicos, hizo temet' ft los direct ores de :u/udla política q~le
se reprotlujesen las expulsiones de 1?G7cont.ra losjesuit.asJ¡
las
sangrien t.as eSl'~nas dl' 179:~ contra la Iglesia.
l'ero el ultramontanismo,
lejos de l'l'der al impulso de la civilizaeiím, y l'ejar un tanto cn sus pretensiones, se pn¡puso armat" á su .iefe con la plenitud del poder, dcdarando
ci dogma de
la infalihilidad.
En su virt.ud los.icsuitns
diseminados ell d orhc cat.Úlico,
hajo distin tas denominaciones, se en('arg-aron de prepara r la opiniónen ravordcaqucldogma.
Alefee":o, los periÚdicos eurialistas
se dcsplcganm con energía, manifest,lI1do Ú la cristiandad cuales
eran los deseos del pontífice al con voear el com:ilio; se hizo uso del
pÚlpito para sugerir Ú los fieles la i(ka de que el supremo pastor
dchía ser infalihle; se fundaron
cofradías que propagasen la
doctrinadc
la infalihilidad; y por Último, cedicndo (l las inspiraciones de la corte t'omana, se reunieron en Alemania y otnls naciones sínodos pnwinciales que pi(lieron la declaración del nuevo dogma.
II.
!{eunióse por fin el concilio del Vaticano para cumplir
las órdenes del pontífice, pues rigiendo en la Iglesia el sistcma de
centralizaciÓn,
los concilios no sen más que un medio por el
cual da el papa una solemne sanciÓn á sus resoluciones aconiadas de antemano.
En consl'Cucncia, se deelar{¡ el dogma de la
infalibilidad
papal con la fôrmula ~/ue acostumbran
los concilios en sus decisiones, es deeir, atribuyéndolas
á la inspiracitm
del Espíritu Santo.
142
LA LUZ DEL PUEBLO.
Pero ¿sedl inspirado por el Di\'ino Espírit.u un plan preconcehido por los jesuiias en yiriud de moti\'()s políticos;
un plan
inculcado en los ticles y en los ohispos por d "'rgallo de los peri6dicos; un plan divulgado pOl' medio del pÍlliiio, gelH:ralizado
por socicdadcs pn>pangan(listas,
y prodamado
en sÍnodos provinciales?
l'or oira parle, la importancia)'
crecido número de sáhios
obispos que \'()iaron contra la infalibilidad, es un argumen to conduycntedeque
noexistcla
prentendida
inspiraei6n divinél, Cil'riamcnic, si Dios hubicse inspirado al concilio, no hahría hahido
cn él diYl'rgcm:ia de opiniones
respecto á la infalihilidad
pontifieia, sino una sola iùea, un solo pensamienio,
una pertecta y
mara villosa ulli formidad de pareceres,
¡Con l)u~ bILa dc circunspecci61l y aun dc piedad se han tratado Cil cse concilio los grandes intereses de la fé por una maY<L
ría dl' ohispos suhordinados
{¡ los pInnes <lel jesuitisl1lo~
Ikclarar COll\Odogma inspirado
por el Espíritu
Santo, lo quc no cstá cn armonía
con la naturaleza
del cristianismo,
sino l'OIl
las llrgl'nci:ls de la política uILramontana,
l'S tina manificsta
impil'dad, es poncr dclinitivamente
la suhlimc rcligi"'n del Crucificado al sC1"\'ieio de hastardas
miras.
Los concili os no sc han I'eunido jamás pant im)loner ntll'\'as
crecncias, sino panl (ll-c1arar las que, fillldflndose
l'nia re\·elación, han sido iradil'ionalmenic
rcconocidas
por la Iglesia dc
Cristo.
;\Ia-; la doctrina de la infalihilidad
del papa no ha pa_
sado dc scr ulla opiniÚIl cscol{¡stica, cnulll'iada
pOI' l(ls l11tr:l1Il0ntanos, y refutada por teÓlogos cat61icos,
sin que jam{ls sc
huhiesc l'Cnsunulo por la Iglesia esa refutélci6n,
Luego d l'otlcilio dcl Vaticano ha cometido Ull abuso imponiendo
una l'n'CIL
cia nueva, quc ni se funda en la rcvclaci{lI1, ni en ci principio rccoIlocido por el catolicismo
quod semper, quod ubique, quud;¡1J
omnihus, según el cual no se (lche erigir en rlogma, sino aquello
qllC ha sido enseiiarlo y creído siempre, por todos _yen todns
[wries,
Hasta ci siglo prcsentc la cnscÎianza de la Iglesia no se hahía fundado cn la infalihilidad
dd papa, sinocn la de .Jesucl'isto,
En adelante la autoridad
cid lIijo de Dios l'elkdl su lugal' rI la
del l'0nUfice.
Sicndo legislador illfalible Cil materia
dc të, de moral y dc
disciplinél, y Sil'lll]o jcfe supremo,
soberano
absoluto,
ejecutor
LA LUZ DEL PUEBLO.
143
irresponsable
de sus dceisiOlH.'s y sentencias,
ci papa ticne una
inmensa plenitud de poder, de sober~,nía absoluta sohre la COIlciencia indi"idual,
sohre los gohiernos y los pueblos; y todo esto pOI' \'irtud y gracia de los obispos que lo dcelanmm
itÙllihle.
1-'ero lo m{IS sorprcndcnte
es que esos misl1los obispos abdicaron en mt~t1USdel papa ci derecho que les conceden las inistitucioncs can<>nicas dc reunirse en coucilio, para tratar y decidir
en materia de dogma y de disciplina
eclesiástica.
En efecto, si
ci papa puede infaliblcmcntc
decl:lrar,
por sí y ante sí, sobre
puntos dogmáticos
y disciplinarios,
no hay necesidad
que se
rcuna jalllÚs concilio alguno.
De ta slIerte quc, Call el ùogma
de la infalihilidad,
los obispos han neonccntrado
Cil el papa las
atribueiollcs
conciliares, han instituido,
e01\1O eonsti lució n de
la Iglesia, la dictadura
del pot1tífiec, y han dcclarado implícitamcnte la abolición de los concilios.
CAPITU LO Ill.
El Evangelio
y el dogma de la infalibilidad,
Los dogmas
todos del cristianismo
se hallan consignados
en las sagr:lllas p{lginas de una manenl m{ls {¡ menosl'xplíl'it:l;
pero nada se encuentra
en ellas respecto fila infalihilidad £Ici
papa,
Sill emhargo, los que pretenden
sostenerla
amlan Ú caza de texlo~ para ·]lonl'I'los al scn'icio de sus miras, por medio
de ahsurdas int.erpretaciones,
Así es l'OIJIOhan intentado
sacar partido
del eapítulo XYI
de San :\Iateo, y de otros pasajes del Evangelio, que examil1<lremos l'on la hrevedad posihle.
Lo~ ilJf:dihilistas toman aisladamente
las pakdll-as, tlÍ crC8
l'edro, y suhre estn IJiedrn edifietlré mi 19lesin, y dedueelJ de
elbs qUl' Jl'~ueristo eomunil'(' la infalihilidad
rl San I'l'dn. y sus
SUlTSores.
"rl'l'iso l'S i1jan;l' en el \Trdadero
sentido cil- aquella prOlJll'sa, teniendo en eon~ideraciÚI1 las eireunstancias
que b 111Oti\.:¡ ron.
"V vino JesÍls, dict' l'1 Evangelista,
rl los lugares de CesÚrea,
y pregunta1 ta fi sus disdpulos, dicicndo:-"Qui~n
dicen los h01llhres qllC es ci Hijo clel homhre?"
Y ellos respondieron:-·"lll1os
dil'en que es Juan d Baut.ista,
otros que Elías, otros que .JerelIIías, (¡ uno de los profetas,"
\' Jesús ks dice:-" Y vosotros
qui~n deds que soy yo?"
I~es)londi(¡ Sim{¡n Pedro y dijo:-"Tíl
l'n:s el e risto, el II ijo de Dios vi vo."
Y respondil'udo
.JesÍls le
dijo:--"Hiena\'entunlllo
l'lTS Sim(l11, hijo ck Jua\l, porque \lO te
revel() eanle ni sang-re, sino mi Padre que est£¡ en los cielos.
y
yo te digo que tú eres Pedro, y sohre esta piedra
edifiear~ mi
Iglesia" (n'. 1:1, 14, 15, 16, 17 Y 1H).
De consiguiente
estas últimas palabras
muy lejos de referirsc fi la pretendida
infalibiliclad, sólo se conl'retan ii la fé l'on qUl'
Pedro confesó, por todos los apÓRtoles, la divinidad
de JeRucristo,
l'or manera que ci genuino sentido cie cHas es ci siguiellte:-"Tíl,
Pedro, crees y confiesas con todos mis discípulos que
soy ci Hijo de Dios. cl1\'iaclo por mi Padre Ú redimir al g~nero
humano, y esta creencia que se trasmitirÚ
cle siglo en siglo, es
LA LUZ
DEL
PtT
~m.o.
145
la piedra fundamental, la roca indes'~ruetihlc, sobre la cual edificaré mi Iglesia."
Apelan también lo!) pnrtidat-ios del infalihilismo fl la promesa de las lJa\'es, y {[ la facultad dc atar y desatar que se enl'ucntra en el citado capítulo. Pero ullla de eso constituye una
prucha de IL infalihilidad, pues tanto lo uno como lo otro se refiere (lI1ieamcnte Ú la jurisr1icci(ln espiritual que eonfiriÔ Jesucristo á sus discípulos.
Si, pues, los textos del mencionado capítulo arguyeran (.le
alguna nHlllcra cn fa\'()l' de la infalibilidad, todos los ap6stolcs
habrían sido infalibles. Efectivamente, Ú tUllos se dirigió Jesús, dicil-ndolcs:-"c" Y \'OSOlTOS quién decís 'fliC soy }'O,'" l'or'
todos n~spondi(l Pedro, confesando la divinidad de su Ñlaestro:
y fl todos se les di(l lat~leultad de atar y desatar, como consta
delmisllIo Evangelio de San Mateo (cap. X VIII, \'. t¿.;.
II.
Los dclensores de la illf:dibilidad han prdl'lHlido tambi{on
apoyarla en el capítulo XXI ~k San Juan, donde se cneuentran
estas palabras:-" ¡\ paciell ia mis l'O\,( !eros, :q:acicll ta mis ovejas." ¿V por \'entura es ésta una l)l'uelm de que se le Iwya e011ti:rido il Ped /'0 la inl:t!ihilicl:lll? ¿ Es acaso ne'-'esario ~ste atributo divino para desempeiiar la (ireeei(l11 del rebailO? Si el
cargo de apaccntar implicara la inf, lihilidad, todos los ap(¡stoles habrían sido infalibles, porque {.todos se les encomendó la
dirección de las almas.
IIf.
Del ea pítulo X XIl (le San Lucm: se ha pretendido hacer el
pedestal de la illt~tlihilidad, suponil11do que Ú ella se refirió Jesucristo cuando dijo Ú l'edro:-".:vrLS :yo he rogado por tí, (lue
no falte tu fe; y tÚ una vcZ convertido, confirma Ú tus het'll1anos" (v. 32).
Es sorprendente qllc p:ll:a proln.r I:t inf~tlihilidad se invoque
un texto que precisamcnte prucha lo contrario.
Copiemos tocio el pasaje para que se cOllozealét futilidad de tan peregrin::~
pretensiÚn.
],l6
LA Lez DEL PI'En!.o.
HallÚlldose J es tI S con sus ap(¡stoles en la úIt ima l'l'na, dijo
á Pedro:--"Sim(¡n,
Silll(Jl1, mira que Sat<ln(¡s os ha pedido para
7.arandl'aros como trigo: mas yo he rogwlo por tí, que no [:dte
tu fé; y tú una \'C7.l'onYl'rtido, confinnn (\ tus hlT111anOS," I'l'dro le dijo:-"ScÎÏor,
aparl'jado cstoy para ir l'ontig'o a(ln (ll'(¡rcd y (\ 11lucrtL'," :\la8 Jesús le dijo:-"Tl'
digo, j'l'dro, que no
cantar:'l hoy l'l gallo sin qne tres \'cecs hay:!s I!l'gado quc llll' conoces" (n', Bl, 3::!, :3:~y :~.t.).
I'l'l'O csto, ll'jos de prohal' la pn:tl'ndida
inblihilidad,
:!rguye contra l'lIa, pucs importa una solemne declnr;lei{¡n dl' ln fragilid:lll hUllJ:\IJ:\, por la quc \'edro sc 110wlría hnjo 1:1influcIlI:ia
de Sa tan:Í s, hasta d ex tre1l1o de nega l' por tres \'l'l'l'S :i su :\I;ll'Stro, ¿ \' podr(\ del'il'sc sin absurdo
que l'ste Il:Is:lje l'l'll:rente ri
la pcrsona de Pcdro, :'1 su dl'hilidad y l'oh:lnlía,
er¡uiv;lk (I dl'clarado int~llihle? ¿Sc didl qUl' la plegaria de .JeStlS pant que
su :I]l('lstolno SUl'llJllha por lidta de arrepelltimiento,
sillo que
COlisu eon\TI'si(lII sc fortalezcan
los dcm:Ís ;lp{¡stoks, cuya IlY;leilaría tamhién, fué un:! plegaria para ,tlcalll::\rlc ln inblihi.
lidad?
I ':1nI csto cs preciso rOlllpl'r :!hiert:llllcn Ll' l'on I:¡ 1';lZ,'JI1
.Y pOllcrse l'Il pugna, no s{¡lo con la intcrprl'im'j{nl
de los dodol'CS(le la rgksi;l, sino con cl gcnuino y darísilllo
sl'lItido del
texto,
\' si ci apt)stol qlle, 1I{¡por carne ni sangre sino por rl'\Tlaci{¡n divin;l, supo que Jesús era cI Cristo, l'l lIijo de Dios \,i\,o .
.\' sin cmhargo illl'urri(¡ ell cI graYÍsimo error de ll\:gado ¿1l0 lo
!1egar:'lll mil yeees y errar:'lI1 dl' mil maneras, y ser{lI1 cOll1pletalHent.e zarandeados
por Satan:'Ls los que se Ilam;ln St1l"CSOI'es
de
Pedro?
Hesponda 1:1hist(tria de los pap:ts,
1\'.
Tamhil;n se ha prol'umdo
huscar un apoyo ,í la inl;tlihilid;¡d l'nl'1eapítulo
XI\' de Sanjuan,
tomando ;¡isl:ulalllultl'las
siguientes palahras:-"\'
yo rogaré al Padre, y I)S dar(¡ otro
Consolador, para quc mOI'c siempre ('on \'osotros"
(v, ICi).
Consignemos todo el pasaje, t\ fin de que se eOl\oZea su \'l~rçladcro sentido,
"Si nH::tm:'tis, dijo Jesucristo:'t todos sus diseíp\llos,,~'lI;1rd:td
mis mandamientos,
\' yo !'lIgaré all'adn',
y os dar:'t otro CUll-
J,A LUZ OEL
P"JEFlLO.
1·.J,7
solador, para que more siempre con vosotros.
El Espíritu de
la verdad, á quien no puede recibi:- el mundo, porque ni la ve,
ni la conoce: mas vosotros
10 conoccréis,
porque morará con
vosotros y estará con vosotros.
1\0 os dejaré huérfanus:
\'endré fi vosotros
Y el Consolador,
el Espíritu Santo, que cnviará el Padre en mi 11umbre, Úl us ensellarÚ todas las cusas, y
os recordará todo aquello que yu ():, hubierc dicho" (vv. 15, 16,
17, lR y 2li).
Por más que se quiera sacar partido de esto, nada se encuentra en fm'or de la infalibilidad
del papa.
El objeto quc sc
propuso Jesucristo filé consolar fi sus amados discípulos, puesto
que se accrcaba la hora de separal'se de éllos y volver á su Padre. Lesprometc
interceder con Él para que les envíe el Espíritu
de venlnel, que more con éllos y les enseñe todas las cosas, recordando la mismo que ya Ùllcs lucbía enseñado.
La asistencia, pues, del EspíritL Santo fué prometida
no solamente á Pedro sino á todos los "discípulos que lo amen y cumplan sus mandamientos;
mas de t'sa promesa no se si~ue lJue
sean infalibles. Si la infalihilidad dei que inspira la verdad hiciera int~dihle al que la recibe, todos los que la recibieron de los Mbias de Jesucristo habrían sido infal ibles.
l'or (tltimo, del pasaje que nos ":>cupa se puede mÚs bicn deducir contra la decantada
infalibilidad
del papa.
Ciertamcnte
si el Consolador
fué prometido
il todos los discípulos de Jest1cristo, para que morando
con ellos les enseñe todas las COSéiS,
no neœsitan dl' un jefe infalible que les enseñc la verdad, porquc
tallos la conoccn desde que est{lIl asistidos
por ci Espíritu
Santo.
Luego la infalibilidad
no se apoya en el Evangelio;
ni cs
posible encontrar en él prueba ninguna,
porque si alguna existiera, habría contradicción,
absurdo manifiesto, entre el Texto
santo y la realidad de los hechos.
Ciertamente,
si los pasajes
altHlidos se rdirieran á la inÜtlihilk ad de Pedro y sus sucesores,
¿cómo es que entre éstos ha tenido lu~ar una larga historia de
errores y contradicciones,
aún en puntos fundamentales
de la fe?
CAPITULO
El dogma de la infalibilidad
apostólica,
IV.
no se apoya en la tradición
ni en la de los Santos
Padres.
Si San Pedro huhiera sido infalihle, hahl"Ía puesto en ejerdcio su inÜtlibilidad des(le el primer ado apostÓlico en que se proeedi(l Ú llenar la \'acante dl' Judas.
I'cn> muy ll:jos de que el jefe del:1postolaùo
se ereyera dotaùo de infalibilidad pam hacer una e1ecci(lI1 al'crtada,
resoh'ió
\Trilicarla por la suerte.
Al dcdo oraron (1Îciendo:-"Tú,
Seiior, quc l'OIlOCl'Slos l'Ora7,ones dl' todos,muéstranos
cuál has escoKido" (1). \' lo m{ls
notable de estc pasaje consiste en que los apÚsto1es no pidieron
Ú Dios una inspiraciÚn
para elcgir cn tre ~la tías y .I osé Ba rsah{lS, quc l'mil los calldidatos,
sino (1llicamenÜ'qlle ks manifieste su \'oluntad por el rcsultado de la sucrtl', la cuall'ceayÚ en el
primero,
\' si aql1l'l1os espíritus llenos dl' santa alJtlegm'¡(lIl, aqudlos
\'arones totltlmcntl' entregados
Ú las cosas
cclestiaks,
desconfiaroll tic sí mismos y 110se ercyeron inl:dih1es ni pant han'!" la
e1ecci(lII del ap6stol que faltaba
¿podl-á haber infalibilidlul en
los que sc hallan
dominados dl' miras tcrrcnales, y que, l'omo
dicc Caracciolo, no son santos á causa de quen'r sel' santísimos?
Ahora si atcndclllos Ú la misiÓn del apostolado,
los que recibieron el cll'p{lsito de la flo,para trasmitida
Il Ull mundo o1wecado Cilla idolatría ÍI obstinado cn el judaismo, hahrían ncccsitado prelllullirse de alguna manera contra los podcres conjurados,
l'CI'O los apÚstoles
arrostraron
prisiol1l.-'s, azotes, cadenas, ccpos y aÍln la muerte misma, sin que cn ninguno de los
mayores l'onflidos huhier:lI1 apelado al at'bitrio de llamarse infalihles é imponer silencio {I los enemigos de la fé.
l'reguntados
por los soberanos
con qué autoridad
predica.
ban al pUl'blo, I1tIllCI\ dijc!"(m los apÚstolcs quc c8tl1hl\n dotados de in!:dibilidad para enseñar la dodrina
de Cristo.
~1)
Lo~ ]l, ...,,:hu~ùl'lus
.\p(l~tu1c~, cup.
l,
Y.
:.!4.
LA Ll~Z hEL trEIlLO.
149
San Pablo, el "aso escogido de Dios pant Henu- el nombre
de Jesús delante de los reyes y de los hijos de Israel y difundir
en el mundo la verdad cristiana,
j;lm:ís dijo que ella eshl"iese
sujeta al fallo de una autoridad infalible, eonstituída
por el Fundador <le la Igksia.
Acusado el apóstol ante los tribunales,
apedreado,
encarcelado, azotado, atado de cadenas, y agotando
hasta las heecs el
ddiz (le la tribulaci(m por la doctrila
que predicaba,
num'a se
inwginÚ autorizarla
de otro modo que no fuera por la fé er. ci
Redentor.
y aún en las contiendas
que tedan loseorintios,
San Pablo,
para estahleeer
enire ellos la armonía ell' la fé, no im'oc() la infalibilidad de l'l'cIro, sino el nombre de Jesucristo,
dieiéndoles:
-"Os ruego, hermanos, por el non-.bre de nuestro
Señal' Jesucristo, que todos digáis una misma cosa y <¡ueno haya di"isi(m
entre \'osotros:
antes sed perfecto~ en un mismo ánimo y cn un
mismo parecer."
(1)
Por (1Itimo, muy lejos de que el :¡pústol hubiese hablado de
la infalibilidad del pontífice, nos ofl'eee contra ella un argumento-conduyente
en su epístola:í
los Hebreos, declarando
que el
papa es capaz de ignorancia,
de erïOr y de pecado, ~!¿11fllmcJ1tc
que los dem{¡s hombres.
Hé aquí:as
terminantes
palahras de
San Pahlo:
"Todo pontíflèe,
tomado
de '~ntre los homhres, es puesto
para henclieio de éHos, en lo que mira rI Dios :í ¡-inde que ofrezca
dones y sacrificios por los pecados.
El cual puecla condolerse
de aquellos que ignoran y yerran, por cuanto él se hnlla ~£{1l;¡1mente rodeado dc miserias.
Y por esta causa debc ofrceel' por
los pecados, no menos por los su:¡os que por los del pueblo."
(Cap. V, n'. l, 2 Y 3.)
Contra
esta doctrina del apústol, y para que se creyese firmemente en la infalibilidad,
se ha ntrihuido:í
los papns la Santidad persnnal,
por el mero hecho Je ser papas; de cuya invcnci(m es autor el di(leono Ennodio;
;;eerctario del papa SimHco,
que por defender Ú este pontífice de una aeusal'ÍÚncriminal,
dijo
que todo el que ingresaba al pontif;cadoseinyestín
cIe la misma
santidnd é inoccncia que San Peclw.
Esta idcn cIe Ennodio Ji.1é
sancionada
por ciertos concilios; y clmismo
Gregario VII, po·
(1)
¡¡pIstola
primera,
" A los Corlntios,
cal'. l, v. 10.
1 ;'0
LA LUZ DEI. PUEflLO.
niéndose en manifiesta contradicciÔn
con San Pahlo, por huscar
un firme apoyo Ú sus pretensiones
de dominación
universal, dijo que él se hahía sentido santo,
ingresando
al pontificado;
y
que si los reyes y los príncipes se Jlen'ierten
desde el momcnto
que asumen el poder, aÍtn cuando antes hayan sido hucnos, los
papas por d contrario
se tranSfOl"man cn santos, cn virtud ùe
la gracia qne les trasmite la santa sede apostMica.
II.
El silencio que los padres y doctores rie la Iglesia han gunrdado respecto á la infalihilidad
riel papa, cs uno de los más notables argumentos
que contra ella ofrece la historia.
Tertuliano,
que se ocupó tan profundamente
de los intereses
é instituciones
de la Iglesia, hahría
hablado
con eSJll'cial preferencia sohre la infalihilidad
del papa; pero cn ninguno de sus
escritos la menciona.
El célebre escritor S. h"ineo pudo habenlicho
algo sobre esta
materia cuando habla de la doctrina
de la Iglesia, de su orígen
apostólico y de la tradición;
sin cmbargo,
guarrla un completo silencio.
San Cirilo, San Epifanio y San Atanasio no consignan
en
sus cscritos declaraei{J11 alguna respecto Ú esa prenoga ti va pontilicia.
San Basilio, en vez de creer que el papa sea inÜtlihle, hahla
de éste muy desnetiosamente,
diciendo, entr\:: otras cosas, "que
no aceptaría las cartas del pontífice aun cuando
hajasen
ùeI
cielo."
El santo esta ha indignado
porque H.om:l fa vorel'Ía la
hercjía saheliana.
El gnll1 Cl'isósto1l10, que rué la honra y gloria ¡Je la 19lesia,
obras (le la más alta reputaciÔn, no menciona la infalibilidad
del papa.
y que cscribi() muchas
La brillante pluma cie San Agustín,
que ha enriquecido las
hibliotecas dc la Iglesia, no nos ofi:cce una sola p:'ígina que consagre el privilegio por el ctlal el papa Rea infalihle.
Entre 108
numerosos
escritos de aquel santo,
apenas sc CIICl1Cntn.l una
cpístola donde dice quc la sede apostólica
\"l'side l'II ¡{oma. Con
tan oportuna
ocasión pudo haber hahlado
de la infalihilidao
del papa; pero prcscin(1e completamente
de ella. ~i aun cuan-
1iil
do se dirige Ú los donatistas,
y emrlea todo géncro de argumcntos para persnadirlos
(l yoln~r al se\1O de la Iglesia, no les
dice que el papa l'SUI excnto de erro)".
Tnm!>oco dicen 11[ula respecto Ú:a inf:dihililhd
S:111Cipriano, San Amhrosio ni San Ililario.
1'1.')"(>
~in dctcnernos en 111:\Scitas de padrc~ y otros
escritores, pn.'guntcmos
Ú los infa1ihilistas, ¿eíllno cs quI.' aql1ctlas lU111hl"er;¡S dI.' la Iglesi;¡, aquetlos \"aroncs ilustres que encarrilaron
las creencias del cristianismo,
no se :1[111ocupado dc un asunto
tan escnei:d, sohrc el cual dchía dcscansar
la conciencia c;¡t(>liea? ¿Estaha rcsen-ado {l las IUl11bn:ms de la 19-Iesia del siglo
X I X, (I los 'Ofl ralles ilustres del u1tramontanismo
confcri r al papa el aÜ"ihuto de la infnlibilidad,
qw: no le confiriÍ> .Jesucristo,
que no lo irwginaron
los ApÍ>stoles ni los Santos Padres?
CA PITULO
V.
Una máxima católica respecto á la declaración de los dogmas.
El catolicismo
reconoce como maX1l1la que "para dcelarar
dog-mátieamente
una doctrina, es indispcm;ahlc
que St'a de tradici{m cristiana, es decir, quc, cn la sucesión de los siglos, no se
le enC11(:ntn: otro orig-en que el del cristianismo,
ni otro autor
que .Jesucristo; pero si se puedc seiíalar la ~poea en que aparecir, y los autores que la in\"(~ntanm,
)wy raz{m para creer que
semejante
doctrina
es pUnlll1ente
humana, y quc por con sig-uicnte no puede scr dcclarada como dog-ma divino."
Aplicando este l'riterio ft la (loctrina dc la inf¡tlihili(lad del
papa enCOl1tl-:l1llOSque se pucdc pn'cisar con toda ex¡¡etitud la
époea en quc clla aparcci!), y los autores que la illynÜaron.
Efccti,'anH'ntc,
hast:tcl sig-Io IX de la nUt'va cra, nadie pens!) en la infalihilid:ul
ponti/ici:!.
i\i los mis1llos papas prcsumicron tencr autol-id:\() p:ttit dccidir pUlltos dl' Jt-, pues creían
que la dccisi(J11 de (-stos era de la pri,·:tti,·a
jurisdil'l'itl11 de los
concilios.
I'or eso es que eualldo los ohispos trancos presentaron
á la
aprohaL'Íún de Lc(m I Il las modificaciones
hechas en un concilio al crcdo cat()lico, () símholo dc la tl-, les dijo que era innt'eesaria su aprohaciún
tt l'sas motlilll':\cioncs,
porquc no sc con sideraha ni igual, mucho mCllos ~upcrior ¡d eoncilio.
:\Ias por los :tiíos dl' ~l:j se arroj<') el g-l-rmen ('uyo desarrollo hahía dl' producir la infalihilidad del papa, COliel trascurso
de los ticmpos.
Las falsas decn:tales dcl pseudo Isidon) contcnían
ese germen. En cllas sc cOllsignan dos principios:
1" !2uc 1m; dccisiollcs (le los concilios no tienen lilcrza cant)nicn sin la apro!Jaci(m lit-I pontífice; y
2') Uue el ~ncesor dl' Pedro l'S ohisJlo dl' ln Iglt-sia uni "ersal.
Cone~tos dos asertos dtjnrol1 los ultnlJJ10l1tnnos
estahlcci·
da la prcmisa cuyn consccuencia
hahín dc ser la dcc\nrad(lI1 de
la infnlihilidad.
Ciertamentc,
una \'el inculcada la creencia
que las deci·
siones dogm{tticas de los concilios no tienen fuerza obligatoria
ne
LA Lùz DEL PUEnT.O.
sobre las conciencias, sin la aprobaciÓn del papa; una vez arraigada en el ánimo de los creyente!; la idea de que el pontífice es
obispo universal, y que los otros obispos no son sino sus satélites, establecidos por la gracia de la sede romana, como ella los
titula; en una palahra, una vez establecida la doctrina de que
el pontífice tiene Jlor derecho di·..ino un predominio absoluto
sobre los concilios y los obispos, la razÓn justificativa, la hase
fundamental de ese predominio dehía ser el dogma de la infalibilidad.
Luego si esta doctrina no es una creencia primitiva del cristianismo, sino una invenciÓn f0t:jada en el siglo IX por los ultramontanos que redactaron las falsas decretalcs, COll ellin de
ensanchar ilimitadamente el poder de los papas y hacer de la
Iglesia una monarquía univcrsal. hay razÓn para creer que esa
doctrina es puramente humana, y que no ha debido ser declarada como dogma di\"ino.
CA PITULO
Las contradicciones
VI.
y errores de los papas arguyen
contra el dogma
de la infalibilidad,
Es u na yen l:lll incon tro,'el't ¡hIe CItie 1a deelil rm,i(>Il dl..'l'se
dO~llla no hace que los papas Sl':\l1 inf:dilJks, si (-stos no lo son
por instituci()\1 di"inil,
Ahora hien: si Pedro)'
sus sucesores huhiesen reeihido cil'
JestllTisto esa pren'ogati,'a,
la habrínn
manifestado
por una
constante y perfecta unifonnid:llh1e
pareceres.
Cadil p:1Pil, estalHlo en jlosesi()\1 de la ,'enl:lll, clebería Iwher Twns:¡do sielllpre
de un mismo nlO(lo; y toclos los pontífiecs
habrí:l1I tC1\ido un
solo é id¿:ntieo pensilmicnto en milteria cil' clogmils,
1'l'rO si los
paprls se hrln puesto en eontradicci(JI1 eonsi~o misl1\os, y tamhién los unos I'espeeto cie los otJ-os; si hrlTl incurriflo l'n grn \'l'S
y muy tJi¡SCl':ldentaks
l'n'ores sobre la fe, ¿se pocl r:í decir sin
ahsunlo que hall reeihido dl' Di(Js el atrihuto
cil' la infalihilid:lCl?
:'\0 1I0Sdetenclremos en tan extcnsa m:1tcria, porqm' sl'ría fatigrlr la atenci6n
cie los lel'tores, y parque {l nUl'stJ-o prop(lsito
hasta consignar al~unos ejemplos.
En su virtud s<>lohrl rcmos
una hren: rl'scÏia de las eontl'rlclil'eiones y l..'(TOreSdl' los pilpas
en ordl'1I (L los S:LCtilml'ntos, y lo qm' l'S aílll m-ís s:rio, r,'sp:'do
:1 la TIaturakza
misma del ~lcsías.
II.
El papa ¡'elagio estahlecitJ l'omo doctrina dl..'fe, que l'Il la
:L<lministral'i()\] del hautisl110 se in,'oearan las tres divinas personas; y :\ieol:h; lenseñ6 que bastaba
im'oear el nomhre (le Jl'>
sucristo.
:-\icol:ís rr ahrmÚ l'n ci sínodo de Homa, ililO de lO:>!), la tallgibilidad física del cUl'r[lo cie .Jesucristo,
l'S decir, que Sl' to-ea mil tel'in lmcn te en la l'ul'aristía
el eucrpo ciel l\cdc1\ tor;
y otros
papas han enscñado
que stJIo se tocan
los accidentes de pan y "ino,
Y en cuanto á la recepción de este sa·
LA LUZ DEL Pt:EBLO.
155
cramenta,
Inocencio I y Jelasio I declararon
que no podían salvarse los niños que falleciesen sin recibirlo; )' desde el Concilio
de Trento los pontífices enseñan lo contrario.
La ordenación se ha consi(lerHlopormuchospapascomoun
sacramento
que no puede reiterar:3c; y otros han declarado viilida la reordenaci6n,
cuyo uso prircipió en el siglo VIII, causando graves dudas y conflictos
respecto ii la validez de los sacramentos administrados
pOI' los ohispos y pl'cshíteros, cn virtud
de la primera orùenación.
Estehan II declaró que e1mat"imonio
contraído con una ese1ava es disoluhle;
mientras que hs pontífices anteriorees
lo hahían considerado
indisoluble.
Si alguno de los cónyuges incllrre en herejía, queda disuelto
el vínculo del matrimonio,
seg(111d papa Celestino II; pero Inoceneio III declaró nula esa doctrina,
y Adriano VI la califica de
herética.
Este breve examen
demuestra
que los papas han podido
contradecirse
y errar en materia
de sacramentos.
:\1anileste11108ahora que también han incunido en contradicciones
y errores respecto fi la naturaleza
del N:esías.
III.
Cna elocuente prueba de Úllibilidad nos ofrece cI papa Vigilio, elevado ft la Santit Sede, per la influencia (le Teo(lora, I11Ujer de Justiniano,
para que contr:l lo dccretado en el concilio de
ConstantinoJlla,
apoyara la herejía nestoriana
de Antimo y de
los AcéÜllos. Ese papa se ad hirió £t ella por lo pronto, después
se retractó, y miis tarde vol\' ió á defenderla.
El papa
Vigilio, con esta triple variación de opiniones, envolvió á la Iglesia cn un prolollgac1o
cisma, que introdujo la
discordia, no sólo entre el oceidellte y el oriente, sino aún entre
las mismas iglesias occidentales, qlle rompieron
su comunión con
el papa, acusándolo
de haber sacrificado la fe, la tranquilidaù
}' la armonía de la cristiandad.
Fué Vigilia excomulgado
en ci quinto eoncilio ecuménico,
ft
cuyo falIo se sometió; y escribiendo al patriarca
Eutiquill
de_
clara él mismo que "por desgracia
había llegado á ser instru.
mento de Satanás,"
lGG
LA LUZ DEL PUERLO.
El monotelismo
que en el siglo VII predicó Teodoro, obispo
{Ll':tbe, lIcgando en Jesucristo las dos voluntades,
divina y humana, y conœdiéndole
solamente la primera, fué orígcn de muy
acalora(las
controversias,
en las que el papa Honorio I se manifesté) partidario
de la doctrina
monotelista.
Pero el el11pera(lor Constantino
convo~(, un concilio eeum~nico, ell el qu~ Honorio fué solemnel11~nte anatematizado
y sus escrit(H(logm;Hicos se entregaron
ft las llamas.
SeÏlalemos otro hecho cuya complicaciÚn y alta illl porta neía exigen que se le consigne con sus detalles.
Por los años 321 empezó Arrioft esparcir en Alcjandría la
doctrinn ell' que "el Verho divino era una cr¡atunl que Dios Padre hahía producido de la nada antes de todos los siglos, y ell'
la nwl se hahía servido para crear el niundo y redimir al gÓ1C1'0 humano.
Que por consiguiente el Hijo de Dios es de Ulla naturaleza y dl' una dignidad infcrior al l'mIre."
A pesar ell' que el concilio de Nicca condené) esta doctrina, el
ntTianismo se propag() cIe tal mnnera, por el cspaci,) (le medio
siglo, que San JerÚnimo decía qm' "todo el orhe se hallaha asomhrado al eonsider:u'se aniano."
Sin emhargo, esta herejía fué ardientemente
combatida
por
San Atanasio, el papa Liherio y cI g-ran ()sio, ohispo de C(mloha, que presidiÍl el concilio de Nicea, quienes dd~n(lían la ('onsustancinlirlac1 del Hijo con el Padrc.
I'CI'Olos ()!)iSl)OSarrianos enemigos de Atanasio se reunil'nm
en S¡nniul11, y (I invitación del obispo l'otamio,
declararon
lo
sig-uien le:
"Hahiéndose
considerado
rI prop()sito tratar de la fl.', Y
después de 11:1herk explicado
cuidadosamente,
cn presencia de
nucstross:lntísimos
hermanos \'alente, L'sorio y Gl'nninio (corileos del arrianisl11o),hemoscon\'cnic1o
en que nohay sino un solo Dios Padre tmlopolleroso,
como lo l'ree tOllo el mundo; y l1n
~olo Jesucristo,
su Hijo único, nuestro Seiior, nuestro Salvador,
cngcnrlrn.(lo por Aquel an tes de los siglos. Que no se pue(lc n'conocer dos Dioses, porque el SeñOl- mismo lo dijo:-"SII/)o:í
mi
Padre y rI/cst ro ¡':ldre, á mi Dios y l'l/estro Dios (1). Ell su
,'irtucl, se han puesto de acuerdo los padres del concilio acerca
de tocIo lo demás."
(1)
San Juan, cap.
xx, v. 17.
LA
LUZ DEL PUEBLO.
157
"Y como al~unos de dichos padres han rehusado la palaùra
ousiu, quc ell griego quiere decirsltstéllu:iu, ó hahlando más claramente han rehusado los términos !Jon1OusiÔll Ú IW1l1oiol/sÙjn,
que significa semejnnte CI1 sustancia, ó igulll cn slIslnllcitl, el
concilio ha juzgado á propósito r¡ue no sc haga menciÚn de ninguno de ellos, tanto porque no se encucntran cn la sagrada escritura, cuanto porque la gener,,\eiÔn del Hijo estÚ sobre el conoci Illiento humano
.
"Nadic pucde dudar que el P~I,drcsea mÚs grandc en honor,
ùignidad, gloriay majestad, por ei solo hecho de ser Padre, y que
el mismo Hijo ha dicho:- ¡ro)' nI P:ulre que es mnyun/lIe yo (1).
y todo el Inundo sabe la dodrinL catÚlica, que ha~' dos personas, el Padre y el Hijo, sumiso ell todas las eosas que ci ]'adre
le ha somctido: quc el Padre no tiene principio; que es inmortal
é impasible, en yez que el Hijo cs nacido dcl Padre, Vios de Dios,
Luz de Luz. El ha tomado de la Vírgel1 María un cucrpu, es
deeir, una humanidad, por medio de la cual ha sufrido."
Esta pn>fesiÚn de fe, dedal'ada en Sirmium por los obispos
arrianos, con el fin de condcnar:i Atanasio, rué firmada 1)or el
papa Liberio, quien la aproh!> como católica. V no solamente
la aprobó y firme", poniéndose ell contradicci(m con el concilio
de :'\icea y consigo mismo, pues había defendido d dogma dc la
consustaneialidall, sino que también condenÓ fi San Atanasio,
dcdarándolo excomulgado, como aparece de la circular que pas!>Ú los obispos orientales, enemigos de aquel Santo, en la quc
proeut'él<1isculparse el papa.-"Yo
no había, les dice, excolllulgado antes fi Atanasio, en atcnción tí. que Julio, mi predeeesol' ùe
feliz mcmoria, lo había recihido en su comunión. Si lu excomulgaba, temía yo ser considerado COl1l0prenlricador.
l'cro cuando
Dios ha permitido quc conOZca y::> la justicia con que lo habéis
cOlldcnado, he consentido al punto
.
Así es qlle, rechazándolo de nuestra comunión, protcsto aím no
recibir SllS cartas."
oo
••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••
Después aiiade que "habiéndosde propuesto lél lë ,"crr};u!er:! y
católica, sancionada en Sirmium, la recibía ,"oluntariamente,
sin tener nada quc corregir."
Es verdad que al principio rehusó Liberio adherirse tí. la he(2)
Hlln.Juall,
l·ap.
XIY.
Y. 2H.
158
LA LUZ DEL
peERLO.
reJIf-l arrian:¡, y que rué lkstcrr:ulo
(le Roma por el emperador
Constancio,
.í. Cilusa de no habcr qucrido suscribir la condena
de Atanasio.
l'CI'O
después se arrepintiÍ> de no hahl'rJo hecho
y l'ol1siguiÔ del emperador
que se le alzara d (lestierro condcnando rI Atanasio, y Jinnando el credo del arrianisl1lo.
Lucgo si los succsorcs de Pedro han errado en tin asunto de
tanta tt-aseenJcneia
espiritual
como los sacramentos;
y si aún
respecto {¡ la naturaleza
de Jesucristo,
que es la hase so"re In
cual descansa c1erlifieio cristiano, ha habido pontífices que han
ineUlTido en errores condenados
por la Iglesia, como Vigilio,
que ddeIHli{) el ncslorianisl11o,
Honorio I, que a"razÚ e1ll1onotelislllo, y L¡"('rio que se adhiri{, al arrianismo,
¿qUl- "jene it
scr d dogma de la infalihilill:1I1 ani<: las contra(liceiones
y crrol'CSdl' los papas?
CAPITULO
Para
enseñar ó declarar
VII.
las verdades cristianas
no se necesita
que el papa sea infalible.
Los inf¡¡lihilist:IS ¡¡legan que, dehielldo trasmitirse
{i los fieles las n~n]ades de la religión, el sllpremo maestro que las enseÎla dehe ser infalihle.
l'ero una \'\:nlad cualquier;¡ c.s lu {JIU.: cs, es la derna alirmaeiÚn, es la re:t1idad de una cosa, y para serio no h:t Illl'ncster
de la infnlihilidad del que la enseña.
Cuando el teÚlogo cristiano
nnuneia que el nmur c.s la ley
de LJios, y cuando ellÚgieo y elt1l.:ttemtítieodiccn
que dos cosas
iguales tÍ unél terecrn .sun iguales entre sí, todos enseÎtan una
verdad cvidente, porque est{l11 en posesiÚn de élJ:¡,mas no porque senn infalihles.
Replil'an los ultramontanos
que para lkgar Ú l'sa misma
posesiÓn dehe el papa gozar de infalihilidad.
l'ero de que c/eh;¡
ser infalihle, en <:1concepto de dIos, 110se sigue que ITallllellte lo
sea.
l'or otra parte, semejante
n:pliea es eunLn/JJrorlueenlem,
es decir, arguye contra lo que se pretende
sostener.
EH efedo,
si la infalihilidad l'S eundieiÚn nee·:saria para lj ue el pon tíliee posea la venl:Hl, siendo infalihle estaría
siempre en posesi(lI1 de
élla: pero el papa no la ha poseído siempre, como lo demuestran
sus contracioncs
y errores,
luego no es inÜdihle.
Alegan tamhiénlos
eurialistm; que el suprl'mojcfi: de la Iglesia dehe estar dotado
de infalihilidad,
porque tiene que fallar
definitivamente
en asuntos dogm:Hieos y mondes.
I'ero así como no presupone la inf:dihidacl, en los suprl'mos
tribunales de {t1tima instancia, rI hecho de que estos fallen en
dcflniti\'él sohre los nsuntos
pri\'ati\'os
fi su jurisdieeiÚn,
tampoco la presupone
en el papa el hecho de cmitir!lll fallo ddinitivo en las materias cie su competencia.
CAPITULO
La declaración
VIll.
del dogma de la infalibilidad
impulso de la civilización,
y rehabilitar
tiende á resistir el
el sistema teocrático.
El siglo XI X presenta el espectáculo
de una crisis trascen.kllt:l!.
En (-1 se han pronunciaclo
decisivamente
las dos tendellcias contrarias
que vienen luchando al tra 'lés de los siglos,
La que se csfuerza pOI' reconciliar Ú la Iglesia Ton la socicdad
modenta y :í la l'orte de I~oma con el E\'angdio,
y la que hace
delultral1lOlltanismo
un sistema de oposiciÔn contra el progreso y dc rclajaei{¡n rIe la doctrina evangélica .
.\ la pl'ill1cra corrcsponden
los que procuran (lestruir añl:ias
prcocupacioncs,
los quc descan conducir al mundo por la scnda
dcl pl'rfcceiollamicnto
pn)grcsi\'()
mcdiante el c1csnrrollo de las
facultadcs
human:I!',.r
l'n fin, los quc aspiran
:'t la reforma (Iltodo nqucllo que la nlzÚn.r la experiencia
demucstran
ser un
ohstií.culo para rcalizar los destinos de la humnni(la(l.
.\ la segunda pertclH:een todos los que afiliados en la polît ica dl' rcsistcncin, se oponen it las reformas, y sostienen que, para llegar al pcrli..'l'cionamicnlo,
(khcn los homhres
abdicar su
razÚn, son1l'liéndosc
olllnílllodamente
Ú la autoridad
eclesiÚstica.
lléaqui l<lsclos gran(kspartillos
quc sc disputan d dominio
cle1mundo;
hl- :Il\uí los dos
antagonistas,
d lihcralismo
y
t'1 ultramonLlIIisl1Io,
que se I'cclwzan m(ltuamClltc, l'0ll10 la verdad y d errOL El uno lIe\'a la luI. dcllibrc examen hasta los confines dl' la tierra.
Elutro
pretende poner lIlordazas Ú la razÓn,
.r trabaja sinn:sar
por difundir las tinichlas cn el tahcm{lculo
de In l'onciencia humana,
En vista de la ndi tud resudln.r
anll'nazanlc
de los ul trn1l1ontanos en todo el orhe, para marchar fe. su fin, clliberalisl110
ha redoblado HUS esful'l'zOS, con el ohjeto de contener los avances del enemigo.
l'or su parte el ultnllllontanismo,
para conjurar d peligro
con que la amenazaran
los amigos de la libertad y de la luz, declan') como dogma la infalihilid:ul
ciel papa, lIcvando en mint
dos ohjetos: primero, imponer fi los tímiclos, con el prestigio (le
LA L"l'ZDEL PUEBLO.
161
la infalihilid,ul, todo un sÍt;tema de dodrinas y de crcencias anti-cvangEÍl.·as: segundo, cjcrcer cn los pueblos y suscomicios la
influencia quc exigc la lJoHtica dOl11inadora de la Iglesia.
Ern, pucs, una medida de hÚbil estrategia hacer infalible al
jclè del partido reaccionario, porquc llevando las pretensionc:.; del
papa y las lkI círculo ultmmonÜlllo el sello de la infalibilid,ul,
los enemigos ce(le¡-Íanel campo, para no atraerse la execradón
de las conciencias luchando contra el ori'tculo divino.
Si en la cdad media los pontífices fueron soheranos de los
soberanos, Ú quicnes gobernahan como el alma gobierna al
cuerpo, cn adelante concrctar{lI1l~n sí mismos los elcmentos de
soberanía absolu ta, y, como infalibles vicarios de Dios, serÚn los
autÍlcratas del mundo.
~i esto llegase Ú sucel1cr, la independencia y libertad de las
naciones, el desarrollo de la civili,mción, las tendencias por restablecer el espít;tu del Evangelio, todo desaparecerá, como por
encanto, ante los anatemas del Úrhitro infalible.
II.
A fin de ()cuíüu' el \'élsto p1:'11que cncierra el dogma del
Vaticano, y calmar el alarma que ha producido la dec\araciím
de la inf;¡lihilidad del papa, dicen los ultmmontanns quc dIa
sólo se rcliere ii la le y Ít la morn\.
¿Y por ventura estas dos co',as no estÚn íntimamente relacionadas COli '~n; dcstinos civile:; y políticos del hOlllbl"l';y por
decido de U1<i vez, con la vida e:ltera ùe'la hUi11Hlliùaù?
Desde qlle los papas olvida 'on la santida.! lÍe su misiÓn, y
cambiaron ci hÚculo (lel Pescador con el cetro de los reyes, y
desdc que ~li()~,intcr\"Ïnieron en la política de las naciones, y
lwsta en ios principios que rigen las ciencias y lus gobiernos, la
religiÚn pe;-diÍl su sencillez evangélica, y llegó á ser un asunto
complejo, una amalgama de materias políticas, científicas y rcliglosas.
Allí cstft el Syllahus. El paYl no sô10 censura en él la que
se refiere á los dogmas dcl cristianismo y {l la jurisdicción espiritual rie la Iglesia, sino tamhi{n la que se relaciona con la política y las ciencias.
Por otra parte, recordemo~ que en nombre de la fé católica
162
l.A I.('Z /lHI.
I'l'HfH.I),
se lle\'6 cI exterminio á los Husitas y Yaldense8, y la mortandad á los Pa íses Bajos.
En nombre de esa fé se invcntaron los horrores de la inquisiei6n, y se quemaron millares de personas con plTtexto 1Il- herejía 6 de sortilegio.
En nomhre de esa ré tuvieron lugar las terribles hecatombes de San Bartolomé y de las Vísperas cicilianas,
En nomllre de esa fé se condenó la ciencia astron6mica, fundada en el sistema eopernicano, y desarrollada por Galileo, á
quien persiguió el Santo oficio, hasta obligado á al~jurar sus
grandiosas intuiciones, que entonces llamaron errores, y que
hoy se reconocen como las ,'erdades fundamentales de aquella
ClenCla.
En nombre rie esa fé se han proscrito los más autorizados
sistemas de filosofía, los mejores métodos de las ciencias humanas, y sc han falseado los incontrastables
hechoscle la histona.
En nomhre de esa fé se il1\'ent6 el derccho di"ino cie los reycs, y se erigieron cn delitos las opiniones políticas y las religiosas, y sc las castig6 con la pena de muerte.
En fin, en nombre de la fé cat61ka se legitim() todo atentado contra el verdadero derecho de 108 pueblos, contra la humanidad y la justicia.
Ahora respecto fL la moral, ¿qué cosa hay en la raza humana que no esté bnjo su imperio? El indi"iduo, la soL'Ïcnad, el
estado, todo gnt vita sobre las grandes esferas de la moral.
A su dominio pertenecen los deberes, los derechos y las
ohligaciones (le los hombres, de los pueblos y rielos gobiernos.
\" sien(lo el papa infalible hajo este punto de vista, ,matematizadt como cosa inmoral el deber que tt;d;~ hombre tiene
de desarrollar sus facultades intelectuales, y prodamarft como
un deher eminentemente moral la abdicaciÓn de la razón y la
renuncia dellihrc alhedrío para suhordinarse en todo y llor todo {tIa infalihle voluntad del pontífice.
:\sí mismo condenará los más importantes (h'rechos del
homhrc y de la soeiedad. El matrimonio civil, la lihrc emisión
del pensamiento, el sufragio popular, la lihel-Ütd de conciencia,
la soberanía del pueblo, y toda institución social que se oponga fI los planes de dominaci(lI1 teocnítiea, sed infalihkmente
calificada y proscrita como inmoral.
LA LUZ DEL PGBBtO.
163
Declarará también ci pontífiœ, en nombre de la moral, que
todo ea té>licoti~ne obligaci6n <k rechazar las institucioncs de
los pueblos libres, y de sublevarse contra los que rciegan 10s<10minios temporales del papa; fina: mente, que los gobiernos están obligados á impedir el desarrollo de los principios liberales,
y á obmr en perfecto acuerdo COll los designios de la sede romana.
AdemÚs, siendo la moral la regla de las costumbres, basada
sobre tres nociones fundamentaks, la del bien y el mal, la del
deber y el derecho, y la del mérit::>y demérito, y siendo el papa
infalible en puntos de moral, la infalibilidad scrá un criterio
para conocer la naturaleza de esns mismas nociones.
En su virtud, todo lo que on:ene el papa, será inÜtliblemente buene; y todo 10 que prohiba, :,erá infaliblemcnte malo, puesto que no puede equivocarse cn materia de moral, así como está exento de ti:tleneia en puntm; lIe fé. Por manera que si el
pontífice prescribiera pecados, y prohibiera virtudes, la Iglesia
debe crecr que los vicios son buer ..os, y maIns las virtudes, como
lo ha enselïado llelarmino, el teólogo absolu tista del siglo
XVI.
(1)
Delmis11lo n10110,los infalibles decretos dd pap:'\.serÚn la
clave para calificar el deber y el {\creeho de los hombn:s, d mérito ó d dcmérito Ile sus accione:,.
Hahiendo una autoridad infalible llue reglc y juzgue la con
duda humana, la mon'll individual que se ocupa de los dcbere~
del homhre para consigo mismo, desaparecerá de la concienci::
del individuo, y será reemplazad.:l con las prescripciones del eS
píritu ultrnmol1tal1o.
La moral social, que trata (k los debercs que los hombrc:
ticnen entre sí, será formulada según la doctrina u1tramon
ta na.
La mont! política que prcscrihe los debcres del ciudadatl<
para con In patria, y los dcl estDdo para con la sociedad, y qu,
le traza la senda que ha de segl.:ir para realizar la felicidall d,
los puehlos, ser{l vaciada en el tTolde deI ultramontanismo,
co
mo actualmente sucede en el Ecutelo!".
La moral internneionnl quc :imsngra los (leheres dc las 11<1
ciones entre sí, no se <I}loyaril cn los fundamentos deI dcrcch<
t 1)
0('
H.om. PontiC ·l·,
j.
Ell.
París 1{)-l-:t, pttj. -l.-In.
164
LA LVZ DEL PVERLO.
natural sino en las infalihles decisiones del jefe de los ultramontanos.
l'ur l'SU es que camo un preliminar á la t-cfÓrllla del dereeho de gcntes, se condena en el Syllahus el principio de l1Ô inten'enciÔn que es el principio salvador
de la inoepen(kncia de
las naciones.
Luegu si la fé y la moral ahrazan en su "asta uni versalid:ul
to(las las condiciones de cxistencia y desarrollo
del géncro humano; y si el ejercicio de la infalibilidact recae subre la moral y
la fé, el papa infalible es el {lrbitro soberano del mundo.
III.
Demostrcmos ahora de un modo práctico fIue cuando el papa decide sohre puntus de fé y (le moral, afecta profunda y directamente la vida entera de la humanidad.
Tomemos al efecto algunos ejemplos del Syllabus, es decir, del documento que
revela sin (lisfraz la vasta l'sfera (le acciÓn pulítica y social que
abarca la sede romana en sus decisiones.
Entre las proposiciones
condenadas en el Syllahus, las que
fig-uran b:0o los números 24 y 25 dicen lo siguiente:
"La Ig-lesia no tiene potestad de usar de la fuerza, ni poder
alguno temporal directo ó indirecto."
"Fuera de la potestad inherente al episcopado, se le n trilmye
otra potestad temporal,
eoncedida expresa Ó tácitamcnte
por
el poder civil, la cual por la mismo, es revocable fl yoluntad de
éste. "
Condenando
Pío 1X estas proposiciones ha proclamado
el
ahsurdo principio de que el poder espiritual
tiene dcredlO para
emplear la fuerza, y por consig-uiente que 108 obispos y dcmás
funcionarios ec!csi{¡sticos pueden usar de medios eoet"Citivos para los lines qtle crean convenientes.
Las multas, las prisiones,
el destierro, los a7.otes, y aÍln la hoguera () el cadalso, y cuanto
se ha puesto en t:jercicio por la iglesia ultramontana,
todo queda dogmÚticamente
sancionado en virtud del Syllabus.
l'or otra partc, ha consag-rado el papa la doctrina de que
el pudet' temporal reside orig-inaria y virtualmente
en la ig-Icsia.
Seg(ttl esto, de ella emana toda autorioad,
y los 'soheranos del
111undo dehen estarle subordinados.
Esta doctrina
proclamada
por Pío IX, ha sido sostenida
LA Lei DÉL pUÉni.o.
lü5
par los ultramontanos, desde las Decretales deI pseudo Isidoro,
y se la encuentra consignac1a en d REGIMINE PRI:\CIPU:VI,
que se atribuyc Ú Santo Tomás de Aquino, en cuya obra se leen
estas notables palabras:
"El poder temporal no existe sino por el porler espiritual,
(le la misma manera que el cuerpo no vi\'e sino por el alma.
Desde que la cristiandad Ii.lé con~tituída, un milagro hizo que
Constantino eedicra al papa ci dominio del mundo, que ya lo
poseía por derecho, puesto que Jt'sucris~o li.téá la vez sacerdote
y rey. Desde entonces los dos poderes no son más que uno solo
en manos del soberano pontífice, á quien estÍLn suhordinados
los reyes de la tierra."
De acuerdo con esta teoría teocrá tica, Inocencio III, comparando el papado con el sol, y el impcrio con la luna, (lijo quc
los emperadores recihían de los papas el esplendor (l~ la dignidad imperia1.
En virtud del mismo principi,), Clemente V declaró qlle los
imperios vacantes pertenecen all'omano
pontífice; y Nicolás V
sostuvo que en el papa reside eI (~erecho para autorizar las conquistas é invasiones de los prínciûes.
De conformicl:ul con aquella teoría, Alejan(lro VI dispuso,
como de cosa propia, (Ici domini:) (leI nuevo mundo, y lo adjudicÔ en parte Ú los reyes de Castilla y ùe LeÔn, y serJ:lló los límites entre las posesiones (le España y Portugal, en el territorio (le la América; todo en fuerza de la soberanía de la iglesia
sobre la de los príncipes.
Sigamos examinando las deèisiones del Syllahus.
La proposiciÔn 27 dice:
"Los sagrados ministros de la Iglesia yel romano pontífice
deben ser exe1uídos enteramente de todo cuidwlo y dominio de
las cosas temporales."
Como Ú la Iglesia no le incuT-be sino 10 espiritual. según cI
Evangelio, al condenar esta p'roposiei()\1 ha condenado el papa un principio evangélico, y se ha puesto en pugna, no sÔlo'
con el derecho que tienen los pueblos para gobernarse independientemente (le toda autoridad extraña, sino tamhién con las
prescripciones terminantes de Je~,ueristo.
La proposición 27 pre\'iene que:
"A Ins obispos no les es lícitc, sin licencia del gobierno, pro.
mulgar ni aún las mismas letras apostólicas,"
166
LA LTTZ DEL
Anatematizando
PTJEBI,O.
esta proposiei6n
(lesconoce Pío IX el ('xt~
civil de un Estado
para otorgar el pase Ú las hulas y rescriptos
pontitlcios.
En
consecuencia, L'onsagra el papa la doctrina (le que {I los obispos
les es lícito promulgar todo género de letras apostÓlicas, es decir, las de la sede romana, sin previo permiso del gobierno; y
promulgar1as
aun cuando scan contrarias al interés ùe la socieda(l y rI la soberanía de las naciones.
qutltur, ó sea el derecho que tiene la autoridad
La proposici(¡n
4·2 sient.a el principio de que:
"Cuando
las leyes de amhas potestades
l'ibn, el (h:rccho d vil prc,'aleL'c."
se hallen en oposi-
El anatema lanzado contra l'st.e principio, es
ci(¡n del predominio
de la iglesia sohre la socie(lad
Efectivamente. si cuan(lo hay oposici6n cntre la
eelesiÚstiea, dehe prevalecel' ésta sobre aquella, la
legislar en oposiL'i(¡n Ú las kycs ci vi1es y dominar
y sus gobiernos.
Las proposiciones
la proclamay el estado.
ley ci,'il y la
Iglesia podrá
las naciones
-l-G y 49 dicen:
"Todo el régimen (le las escuelas públicas en las que se instruye la.iu veutud de alguna naeiÚn cat(¡lica, exceptuando t.an s610 en algún mo(lo los seminarios episcopalcs, pue(le y (Jehe atribuirse {lIa autoridad ci,'il, y atrihuirse por cierto de manera que
no se reconOZca en ninguna ot.ra aut.oridad cualquiera el derecho (le mezclarse en la disciplina de las escuelas, en d régimen
de los estud ios, en la colaci{¡n de grad os, en la eleeci{ll1 {¡ :1 probacibn (Il' los profesores."
"La mejor forma de sociednd ci \"il pide que las eseudas populares que estrIn ahiertns rI todos los niños (It> tllllas las clases del pueblo, y en general los institutos
púhlicos que están
destinados:í
enseñar las bellas letras y ciencias superiores, y (I
procurar la edueaci{¡n de lajuventud,
sean libres de toda autoridad, influcncia mo(leradora é ingereneia de la Iglesia."
La com1cnaci{ll1 de es~as proposiciones equivale á declarar
que la Iglesia tiene derecho para ocuparse de la enseñanza laica, é inculcar en la juventud
las máximas <¡ue afiancen, (le generaei{¡n en generacibn, el reinado del ultramontanismo.
La propnsici{¡n GBconsagra la doctrina de que:
., La Iglesia no tiene potestad
de introducir impedimentos
que diriman el matrimonio,
sinó que esta potestad pertenece á
tA LUZ DEL Pl:EBLO.
167
la autoridad
civil, la cual debe quitar los impedimentos
existentes."
Condenando
cI papa esta proposición,
adjudica Ú la Iglesia
el derecho de introducir
impedi:nentos
que diriman el matrimonio, é in"adc las atribuciones
del Estado.
A la y<.'rdad si el
carácter dirimen te de los impedimentos
sólo deri va de su oposición á la csencia del contrato
matrimonial,
ú á las conveniencias de la sociedad,
como lo hemos demostrado
en el capítulo
Vl de la sección :-P; y si todo cOlltrato y todo interés social están bajo la inmediata acción del Estado
y pertenecen á su cxclusivaji1l-isdicciÚn,
cs indudable
que la Iglesia, al arrogal'se el
derecho de i-mponer iml)cdimentos,
le arrebata
al poder temporal una facultad que le es privati'at.
En consecuencia se han condenado también
las proposiciones 78 y 7'~, que"sonlas
siguienÜs:
"En fuerza del contrato
meramentc civil puede existir cntre cristianos
un matrimonio
verdaderamente
tal; y es falso
que el contrato
entre cristianos es siempre sacramento,
ó que es
nulo el contrato
si se excluye el sacramento."
"Las causas matrimoniales~'
las esponsales pertenecen por
naturaleza
al fuero secular."
Anatematizando
estas proposiciones
se anatcmatiza
el matrimonio ci"il, instituido
aí1l1 en los países católicos; se condena la "erelad de que el contrato
puede subsistir sinel sacramento, y se pruscribe el principio
de alto interés social que consagm la validez de un acto civil, c¡}mo el pacto conyugal,
independientemcnte
del sacramento,
que es un asu!1to meramente
espiritual.
Adem{\!, sc le despoja al Estado de sus atribuciones judiciales
condcnando
la doctrina de que ~as causas matrimoninles
pertenecen por su naturaleza
al fltl~ro civil. Segím esto, la Iglesia
dehe entcnder en los juicios de dote, de legitimidad,
de alimentos, y en todns las eausas civiles que surgen de la naturaleza
del matrimonio,
Las proposicioncs
77 y 78 (icen:
"En estos nuestros
tiempm: ya no conviene quc la rdigiÔn
catÓlica sea tcnida como la ítr,ica rcligi(Jl1 del Estado, con exclusión de todos los demás cultos."
"Por csto, cn ciertos paíse;; que Ilevan el nomure de catÔli.
cos, se ha prevenido
laudable:nente
por una ley que 108 horn.
lGH
LA LUZ DEL
l'VEIlLa.
bres que á ellos ingresan pueden ejercer libremente el eulto propio de cada uno."
Al condenar estas proposiciones, se ha anatematizado las
leyes y gobiernos que, mediante la tolerancia religiosa, fomentan la inmigraciÓn, y mucho m{ISlos que por medio (le primas
y concesiones la atraen rI sus estados.
Por último la proposiciÓn HO consigna la idea (le quc:
"El romano pontífice puede y debe conciliarse y arreglarse
con el progreso, con ci liberalislllo y con la ci\"ilización moderna."
Condenando Pío IX esta proposici(¡n, ha declarado que d
papa no puede ni debe ponerse en armonía con el desarrollo
progresivo de las sociedades humanas, y que serÚ siempre un
antagonista de la libertad y una rémora de la ci\"ilizaei(¡n.
Este rápido examen de las proposiciones cOI1f1enadasen el
Syllabus, demuestra de una manera c\"i(lente que las dccisiunes
del papa en puntos de ré y de moral influyen en lo m:ís íntimo
(le la vida civil y ahsorhen la soberanía del Estado.
En efecto, declarar que la Iglesia tiene derecho al ejercicio
de la fuerza coercitiva y de la potestad temporal; que las leyes
eclesiásticas prendecen sobre las civiles; que ci saccnlol'io debe
apoclcrarse ciela enseíianza laica de la ju velltud y clc1matrimonio, de esas dos grandes arterias lld organismo social; que no
debe existir la lihertad de conciencia ni el matrimollio civil,
esos (los medios eficaces para atraer la inmigraci(¡n, y por consiguiente para prOlllO\"erel deset1\"oh'imiento y prospcridad de
las naciones; por último, <¡Ul' d papa no puede ni dehe cOIl(~jliarse con el progreso, con el liberalismo ni con la ci\·ilizaci(lI1
moderna, ¿qué son estas declaraciones sino una manifiesta invasiÓn sobre la sociedad y los derechos del homhre?
IV.
Para con\"encerse definitivamente que las decisiones de I~oma ohran sohn·Ja sociedad y el gohierno, produciendu conflictos y agitaciones, hasta contemplar la "ioh'nta situaci{¡n de la
Alemania y del Brasil, situación demasiado pn'"ista por los
mismos obispos prusianos que hoy protestan contra las reso"
luciones del imperio alemán, relativas á los prelados de Possen
LA LUZ DEL ¡'UEBLO.
169
de Tréveris. A la verdad, aquellos obispos vieron en el porvenir los conflictos que produciría el dogma de la infalibilidad,
y oportunamente dirigieron al papa sus humildes súplicas para
que desistiese del funesto propósito de convocar el concilio del
Vaticano.
Así, pucs, la prisión del arzobispo Lodochowski y la del
obispo Eberhanl en Alemania, la el el obispo de Olinda en el Brasil y demás emergcncias, son el rc~;ultado lógico de la lucha empeñada entre los obispos y el Estado á causa del Syllabus y el
nuc\'o dogma. Ciertamente: si por el primero sc decide el predominio de la Iglesia sobre el Estado; y si en virtud de la infalibilidad la conciencia de los obispos se halla absolutamente sometida á las decisiones del papa, ellos creen ese predominio como un artículo de fé, y se consideran obligados en concicnciél á
resistir contra la autoridad civil .r vulnerar la soberanía de las
naciones, haciéndose por cOl1sigui'~l1teacreedores fl la enérgica
represiíl11de los gobiernos.
De la situaciím político-religiosa en que las últimas deeisiones eclesiásticas han colocado á ILs naciones católicas, se infiere que la Iglesia se cncuentra en la inevitable alternativa de:
y
O I'euni\' lIll lllIeYO eoneilio que l'l~YO(J11e
el Syllabus .y el dog,llla
de la int'alibil idad,
,
O aœptal' la~ gmY(~~ com;ecllelleia~ qlle dcben (le~a\'l'()lIa l'SC Cil la milS ex ten:~a escala.
lIay, pues, quc escoger, ó la paz de la Iglesia sin la infalibilidad ni el Syllabus, ó la guerra perpétua del poder espiritual con
los gobiernos y la sociedad moderna.
SECCION SEXTA.
Siguicndo
el plan
que nos hemos propuesto,
ocupl-monos
que l'S uno (le los l1l(IS pOllerosos puntos
de apoyo del ~ist.enJa ultramontano.
En su "irtud, ~elïaIe111o~el orígen de ese fuero, manifcstcmos
la IH'l'csidad de reformar!o,
y dl'signl'mos
las hascs de su refo rm a .
\' l'omo Ins l'uestiones del fuero se n'lal'ionan
Íntimamente
l'on las del rel'urso de tuerza, d('mostremos
tnll1hil-n en esta Sl'l't'il)]) que la :lut.oridad l'¡"il ticnl' dl'rl'l'ho de intl'r\'l:,nir en los al'tos jud i('iales y gu herna ti "OS de los obispos, pa ra alzar la ftH'rza que éstos hil'il'rl'n, y qut' el Estado debe garantizar
e1ej('rl'il'io de una institul'i(1O tan importante
l'omO el rl'l'urso de
fuerza.
(1<:1 fm'ro l'l'ksiÚslil'o,
CAPITULO 1.
Jurisdicción y fuero de la Iglesia.
Lajurisclicci{¡n eclesiástica es la facultad propia que tiene la
Iglesia pant gohernarse expiritualmente, y juzgar asuntos que
le pertenecen.
El fuero eclesi{lstico es la facultad conced ida {¡arrogada para gohernar en 10 temporal y juzgar asuntos que no le son privativos á la Iglesia. Busquemos d orígen de ambos.
Lajurisdieción eclesiásticasecleriva de la instituciÓn misma
de la Iglesia. El men> hecho de ser ésta una sociedad espiritual
supone en cHa el derecho de emple:lr medios de la misma naturaleza, para realizar el fin con que fué instituida.
l\Ias el fuero eclesiástieo no procede sino de concesiones ó
privilegius. como vamos á demmr:rarlo.
II.
La ctlna del cristianismo se formó en medio de la soeiedad
pagana, enemiga del Nlesías y de sus discípulos, {¡ causa de la
nue\'a <locb-ina que eomhatía las malas costumbres y los eITOrcs dominantes.
Los cristianos eran por consiguicnte el blanco de un odio
encarnizado .r de sangrientas pen;ecucioncs. En tal situación
no convenía que los tieles He\"m:en sus pleitos á los paganos.
AdemÚs era dar ocasiÓn para que éstos se burlasen de aquellos,
viendo que fomcntaban contien(las en losjuzgados esos mismos
que PI"Cdicaran el amor fraterna. y el penl(ltl de las injurias, la
que debía producir el descrédito dl' las máximas cristianas y el
desprestigio de la predicación apo)stóliea.
En su virtud, San Pablo exhortó á los Corintios que no lle.
vasen sus cuestiones it los juzgados de los gentiles, sino que las
arreglasen huscando entre ellos mismos un hermano sitbio.
Creyendo. los cristianos que el obispo era el hermano más
aparente por su dignidad y prud'~ncia. la eligieron de juez árbi.
tro, para que ajuste y transija las controversias, mantenga la
172
LA LUZ DEL I'UEIIl.O.
l>a%Y la concordia, y reanude,
cada "cz que sea necesario, lo~
sentimientos
de amor fraternal.
Después de las grandes
conquistas
que hizo cI erist.iani~mo
y cuando loscmperadores
se convirtieron
:í él s:lncionaron
éstos
la costumhre
de que juzgasen
los ohispos, y adcm:',s hicieron
ÚllIplias conct'siones Ú la Iglesia,
Constantino,
Cado l'lagtlo,
:YIarciano, Valentiniano,
Justiniano
y otros ensancharon
suel'·
si \"<lInente el fuero eclcsiÚstico, prod igando pri vikgios é inlllll·
nidades, y sentaron la hase de un predominio
quc hahía dl' Ill'g'a r ser funcsto con cI trascurso
de los siglos.
r,
Las fal~as decretales,
divulgadas
en las tinieblas del siglo
1X por el su puesto Isidoro, influyeron
poderosatlH'1l te: ('11 fa "or'
del fuero () jurisdieei(JI1 temporal de la IglesIa,
En l'lias se esUIh1cee cI principio de que siendo cI sacerdocÎo cie instituci(¡n di,'i.
na, no dehen los sélcerdotcs someterse á la autoridadci,'il.
(~r:II:iano cIcv() el fuero eclesiástico ft lin grado
111(tS:tlto,
Éllill- quiell por primera
vez enl1l1eiÚ, (It- una 1Il:t1ll'r:t explícita,
la peregrina
i(ka (le que cI papa es igual all1ijo de Dios, y que
por consiguiente
existe en él la pIcnitud de todo poder, de toda
.iuri~dieciÓn,
y él fué también quien dió Ú las falsas deercta1es
lin alcance l1l:ís extenso que cI qne imagin() su autor.
Por l'sn ('s qne la ('orte romana procur() popularizar
el lihro
del1l1onje dl' Bolonia, y en su "irtud
lIeg() Ú ser en d occidente
d c{¡digo y d texto jur1(lico.
La IcgislaeiÓn ele la Iglesia desde
11"U hasta 1:120, estft hasada
sohre la ohra de Gmeiano,
En
los t.rihuna1cs civiles se juzgaha
según Craciano,
En los
('olegios sc cllsciwha
por (~nlciano.
De tal sut'rtc que la
ilim itada
ju dsd icci(l11 ede~i{¡stica
se esta hlceiÚ como una
dodrina
incolltro\'cr'tihle,
St' hizo crec,-:í los jÚ,'istas,
:í los
puehlos y {l los gobiernos quc era un derecho propio (le la Igk.
sia,lo que en la realidad no fué sinó una mera cOl1cesi(lIl, UI1privilegio, y se autorizaron
las méÍs escandalosas
usurpaeÎoncs
de
lajurisdicciÔn
laica,
Ill.
Estudiando
la historia del fuer'o eelesiástico,
encontramÙs
que la jurisdicción
temporal {¡ fuero de la Iglesia no fut- en su
oligen mÚs que una facultad
arbitradora
que los fieles l'once-
LA LUZ DEL
fl'EBLO.
173
dieron {t los obispos, para que ~stos arn,'glasen amistosamente
las diferencias litigiosas de aquello:;, siguiendo cl consejo de San
Pablo; que después los emperador::'s aprobaron
ese arbitnJje, y
ensancharon
las atribuciones
de 11J, Iglesia; y finalmente que las
deerctalcs isidorianas' y el código de Graciano dieron al fuero
un orígcn divino.
Pero en nada de esto se div:sa un1.ítulo quejustilique la
pretensión
de que tal fuero l'ma ne de una facultad inherente á
los obispos.
A la verùad:
Habiendo cambiado la situación de la Iglesia, dcsapareció
cI moti,'o que tll\'O el Apóstol pl~ra prohibir Ú los cristianos
que llevasen sus pleitos Ú los trihu\lales. Desde que la sociedad
se hizo cristiana, ya los jueces no (~ran paganos, como en tiempo de San I'ahlo.
Los juzgados
fueron desempeii:lllos por
cristianos, eS decir, por hermanos en la misma fe, y hermanos
sabios, instruidos en la ciencia de administrar justicia.
Por otra parte, todo cuanto (:ice el Ap6stol Ú los Corintios
sobre este asunto,
\lO incluye una protesta
contra la jurisdieei(¡n civil. No es mÚs que una piadosa exhortación
para que
los san tus, que eran los eristianm: por la santidad de la doetl'inn c"a;lg~liea, 110llevascn sus querellas ante los iniclIos, que
eran los paganos perseguidores (k la te.
Ni era posible que San Pablo ~e hubiese propuesto
sustmer
las personas eclesiásticas
de la autoridad
de los príncipes,
siendo así que él mismo se sometiÓ al juzgado del gohernador
Optimo Félix, en la m:usaci{¡n qu~ entahlaronlos
judíos contra el ApÚstol, tratÚndole
dc sedicioso por las grandes conquistas que hizo con su Pl-edicación.
Dcspués 1.'0lllpm'eci6 ante
l'oreio Festo, sucesor de Félix. Apeló deljuzgaclo <le aquel ante el César; por último, se defcnliÚ delante del rcy Agripa, teniéndose POI- dichoso <lehacer su defcnsa en ese tribunal,
como
lo m:LnilestÚ por estas palabras:
Dehiendo yo /wcer ho." mi rlefènsa cn tu presencia,
oh rey A¡:{ripa, de todo ClUinto 111eaeusan los judíos, me tengo por dichoso
(1).
Ú
l~especto {¡ las concesiones de los sobenlnos, ellas no confiercn un derecho perpétuo,
desde que pueden ser reyoeadas por
(1)
Hccl:1os de Ills apóstoles,
cap, XX"!,
", 2,
174·
LA LCZ nEL
PUEBLO.
Ins mislllos, CIJ/J\O y cuando les parezca con\'enient.e allI1l~or rt-gillll'n dd Estado y {I los intereses de la sociedad.
Las J¿t1sas deerctales no son m{ls que la invenci(1II de uu itllpostor, yel argumento
que cn ellas se hace no tiene valor algu110, porque
aunque el saeerdoeio sea de institueiÔn
di\'ina HO se
sigue de allí que los sacerdotes,
como indh'iduos ùe la sociedad
ci vi], estén exen tos de la jurisdicciÓn laica,
Finalment.e, el libro de Graciano es una compilaciÔn plagada de falsificaciones y errores, entre los cuales descuella ci que
se da POI"fundamcnto
al fuero eclesiástico.
Efecti\'amcnte,
es
ttn error dl' tamailas
dimensiones
afinnar
que ci papa cs igual
al Hijo de Dios, para sacar la consecuencia
de que cxisle cn
aquella
plellitud dl' ludo )loder, dl' t.udajurisdicci(,IL
1\'.
Pao la Iglesia ult.ramoutana
ha hecho supremos
esflll'rzus
para sostencr quc la jurisdiceiÔn tcmporal que l:icn:e no es el rL'sultado de concesiones y privit<:gios, sino ci lc.~ítimo l:jcrcil'iu
de un dercdlO que le es pri\<llivo,
Al inlenlo
se han dado c;ínones, y se han expedido decretus pontificius.
Se han formulacio eonstit.uciones
que, COli clnolllbre
de [//)()sl(J/ic:ls,
ddiellden
inmunidades
y fueros que HO imaginaron
los apóstoles, cO\\Ik'nan toda ley quc rcstrinja
las prerrogativas
dl' la Igksj¿¡, y
anat.ematizan
Ú los que las rchusaren,
Se hall eslahleeido reglas que forman parte dd derecho
eclcsi¿ístico,
por las qUl' se
prescrihe que los clérigos, sus familias y todas SlIS cosas est.Ún
completamcnte
independientes
de los juzgados,
leyes y l'Sta tutos oe la sociedad ci vil.
Se ha hecho aún más,
Para sm;tene\' «uc el fuero eclcsi{ISt.ico es de derecho divino, han violentado
los curialistas
d Sl'lllido de la escritura.
El salmo 10"', que dice
l/O (()(/lIéis;í
mis
ungidos; el capítulo 11 de Zacarías,
donde se leen estas palabras
el qllc us tocarc toca/u. l1irîu de mis ojos; el capítulo
VI de la epístola 1" de San I'ahlo á los Corintim~, son los lugares sagrados que se han tomado,
pretendiendo
poncr!os al servicio deI fuero cdesi{lstieo, á pesar de que ninguno
de cllos se
¡'diere Ú él.
l<eahnentc, cl salmo l(H se contrac
fI dar gradas
por los
LA LUZ DEL ('(;1'111.0.
17,)
beneficios que hizo Dios Ú los Israelitas,
desde Ahraham hasta
l\1ois~s, y por la protección especial que les dispensó ell su yiaje Ú la tierra prometida,
sin permitir
que nadie les hiciese mal,
sino mLis hien castigando
Lilos reyes que intentaran
molestarlos, á quienes dijo el Señor: 110tO(f'léis ;Í mis ungidos, ni /lélgtíis
mé// éí mis profètns. ¿Hay en esto ,lIgo sobre fuero eclesiástico?
El cap. II <le la profecía de Zacarías
tiene PO!' ohjeto anunciar la gloria de Jerusalén, y que Dios serft un muro de fuego
contra los enemigos de Israel, Ú quienes castigará con severidad
si osarcn tocar Ú su puehlo, porque las ofensas hechas Ú éste
hieren tan vivamente al Seilor, C011\Osi tocaran la niîw <le sus
ojos. ¿Scdl esto declarar el privikgio del fuel'l)?
Por lo que respecta
Ú la epí:,tola
de San Pablo, ya hemos manilestado
que al exhortar ¿. los Corintios
quc transijan
sus cucstiones ante un hermano sabio, no declaré> que los sao:erdotes fuesen inmunes, (¡ que estu yj,:sen exentos de la autoridad
civil. Si la cxhortaci(¡n
apostólica
signifleara
inmunidad
ó
exención, como quieren los curialistas,
ningún e!'istiano estaría
sujeto ii lajurisdieci(¡n
laica, puesto que el Apústol se dirigir, {l
los cristianos en general.
v.
Por (dLimo, en favor del pret.euditlo
fuero alegan los eurialistas, que las ovejas no pueden juz;~ar Ú los pastores, ni los hijos
mandar :1 los padres, ni los discípulos
enseñar Ú sus maestros.
¡SoJlstico alegato, como tlHlos los que se hacen para sostcner
una injusta pretensión~ l'ues qué? La eondicitm ,le pastores, pac11'esy maestros en el orden espiri~ual, les d:t clerecho pam juzgar, regir y gobernar
la sociedad?
Entit-ndase CJuela cuestiÚn
dcl fucro no se refiere Ú los intereses espirituall's
del homhre sino (I los derechos civiles ciel eiudaclano,
Y:I la soheranía del Estado.
Entiéndase
que d ear:ll'ter cie ministros
de la
religión nu los arranca de la faz de la tierra ni suprimc en ellos
la eonclieiÔn de hombres.
Precisa cs, pues, que lleguemos fI la solueiÚn ele estc probletUa:
Los ECLECIASTICOS
SO;\; CItJlJADA;\;OS?
DEI'E;\;DE;\;
ilE LA
Al.'TOHIIJAI>
TEi\II'OHAL? Hay que considerar en ~lIos la misión
sohrcnatural
y la condición civil. En cuanto Ú lo primero, son
176
LA JXZ nEL
PlTEJH.O,
independientes,
porque nada tiene que hal'er ci Estado con el
inl11oJ't:tI destino (]cI hombre; y ojal£¡ se sepanlr:!l!" completamcnte 1m; dos potestades,
rompiendo
esa alianza qlle hall flll'n1:ldo para oprimir á la humanidad,
y que les impide cUlllplir
su respecti,'a misiÔn. Respecto ft 10 segundo, si los eclesiásticos son seres humanos, y si todo ser humano
que vive en d seno de la sociedad civil, fÓnnando
parte de ella, l'S eiudwlano,
claro es que los eclesiásticos
lo son tamhién, y qUl~por con sig-uiente dependen de los poderes sociales 6 Estado.
De tal manera que un obispo, como encarg-ado dd g-obierllo
espiritual, es un pastor ell' las almas, es un p:!(lre, es un IIl:lestro y todo eu:!nto quiera.
Pero un ohispo, l'OIllO ciudadano,
es simplelllente un s(lhdito dd Estaclo,
Individuos que viven hajo d amparo de las leyes, ciudadanos en <zjereieio de sus dereehos, miembros, en fin, (]C la soeied:lI\
ci"il, y sin embargo independientes
de la autoridad
que de ella
emana, es una contradicciÓn, es un absurdo.
¿Se quierc un dato mrlS, en ornen {¡ la cÍud:ul:!llía de los sa('enlotes?
Recuén1tsl' que San Pablo invocÍ> el eanider dl' ciudadano romano, para librarse de la prisiÓn, del tonnento y dl'
los azotes. (1)
¿Se quiere, en fin, una prueba concluyente de lJuc los cclesi:ísticos deben subordinación
y obediencia rl la autoridad
civil?
Téngase presente que Jesunisto
se sometiÍ> :i élln, cuyo cjcl11plo
sig-uieron los apóstoks,
como también los papas y delll{lS ohispos en los primeros sig-los. Por eso es que San Pedro dicc:
S0111CtCOS,
¡JUCS, ;Í tocl:l fmm:llw
crintur:l,
y esto flllr I>ins;
ya SCft al rc)', cumo sobera11o (lue cs; -,"él ;Í los go!¡crtJ:lfllJrc,'i,
como Cl1\"ÏwJus por él/wrlt
{ornar I"Ctl!(éll17.tl rit' los 11lnlJ¡ccl/()r('~
}' ¡¡/;¡/mtlZ[l rie Jos hUCllos. (:!)
(1) Hechos de 1o~ Ap(i~tnl<'~.
(:!l Eplstola I? Ùl' ~an l'l'ùru,
XXII, YS. 2,'), :!f), 27. 2:"':~·:lB.
cap. II, YS. l:i )' l,k
('<lp.
CAPITULO
II.
Necesidad de reformar el fuero eclesiástico.
No pudiendo los curialistas
so:,tener su pretendido
derecho
di\'ino ~!1 fn,'or ùeI fuero, apclan Ú la frívola razón de que si los
emperadores
aprobaron
con sus leyes la intervención
dc los
ohispos cn la administraciún
de justicia, y ensancharon
la ju.
risdicción d~ la IgI~sia con Úmplias conce~iones, fué cn vista dc
la utilidad pública y de la conveni~ncia deI Estado.
1\1as (Il' que en los tiempos medios haya convenido la intervención de los obispos en matcrin
de just.ieia, no se sigue que
convcnga sIempre.
Sin duda que es útil Ú la sockdad la institución
de juzga(los de paz, que arr~glen las cucstiones
por conciliación ú transacción, cvit.alHlo así los pleitos ()-lC produccn la disc'onlia y la
ruina rie Jas familias.
Y ~n las ci\'c~1l1stancias dl' la cdad mcdia
pudo hahcI' cOl1\'cnido que los obi,pos ejerzan una magistratura de cOI'ciliaci()11 y dc paz.
Pudo tam hién con venir al in terés de los emperadurcs
quc
éstos eI1S~II)cl1asc'nla jurisdicción
accidcntal de la Igksia,
lI<tra
quc ~ic¡-cic1l(1()clla tlll gran prcstigio en la s:¡ciedwl sost.uviera
la autoridad
imperial,
frecuentcmentc
combatida
en la époea
del fcudalism~).
Pero con ci trascurso
de los tiempos las l'usas cambiaron
pur cOlllpletO.
Los obispos, ahm;undo de la jurisdicción
que se
les había conccdido, il1\'adieron ILs atribuciones
del poder cÍ\'il;
y olvidando sumisión
pacífica y conciliadora,
adoptaron
un
procedimicnto
~strcpitoso,
destituido,
no sólo del espíritu de
conciliación cristiana,
sino atm (It: las formas e(luitativas
dl' lus
t.rihunales comunes.
Desde entonccs la intcn'ención
de aqucllos en la administración
de justic in, lejos dc estahlecer la armonía cn la sociedad, fomentó la discordia.
Así mismo, habiendo desaparecido
el régimen
feudal, el Estado fundú su auto¡"idad
sohre :egítimas y sólidas hascs, sin
neccsitar el auxilio dc tin elcment:) cxt.raño.
Ahora, pues, si las circunstancias
han camhiado
completamcnte; si la Iglesia 110 tiene dcrecho pant retener Ull privilegio
1ï8
LA Lt:Z DEL peRfiLO.
que se le otorg(¡ en la edad media, s(¡lo por moti\'os
peeuliares
á esa época; y si e! ejercicio de la jurisdiel'Î(lIl
pri\'ilegiada
ha
IIcgado {l ser pernicioso en c1mÚs alto grado,
las mismas razoncs de utilidad píthliea y c01l\'eniencia del Estado
quc cnlos siglos medios pudieron haecr nceesario e! fucro edesiÚstieo, fundan hoy la nccesi<lad de su aholición.
Ciertametltl',
la utilidad ptthlica y la eonyeniencia del Estndo moderno exigen que éste reasuma la plenitud de su ju1"ÎsdicciÚn, suprimiendo
ese fuero que restrinje la lihertad del podcr
ei\'il y sus ntrihuciones
privntivas;
qUl' está en pugna con los
principios de onlcn.Y<lc justicia, segtÍn loscuaks
torJo individuo
de la sociedad dehe someterse::i las ll''yl'S y autoridades
quc ne
ella emanan;
l'se fuero <ltlc es un mcdio con quc el ultramontanismo [¡lYOITee fL sus procélitos, y persigm' fí los Iflle no lo son;
que es el gérmen de l'ternas y peligrosas
contiendas
cntre los
ohispos y los magistrados,
y un semillero de conflictos para la
sol'Îedad.
La utilidad pílhlica y la misiún de! Estado rcel:llnan la aholiciÚn del fuero, porquc con él se hacen ilusorias las ohligaciones
<le Ins clérigos para con los seculares, A la ycrdad aunque el Estado garantice
el cumplimicnto
de las obligaciones,
tal garantía es quimérica
respecto Ú los eclesiásticos, porque no estando sujetos {l la autoridu<l
ei\'il, pueden titltar impuncmente
{¡
los compromisos
con traídos con los la icos; y por consigu icn te los
derechos de (-stos quedan yioIados antee! priyi1egio de aquellos.
El fuero cclesiástico haCl' adcmás inclicaces las garantías
de
scguridad púhlica.
Efecti\'amente,
si los clét'igos son inmunes,
y l:01110talcs tienen el pri \'ilq~io de no ser sometidos it la jurisdil:ción ordinaria,
toda \'ez que éllos perturben la tranquilidad
social, cI Estado deherá desentenderse
y dejar á la ~ociedad entregada á las agresioncs
de los que gozan (le inmuni<lad.
Por
tanto, la utilidad
p(¡hlica y los debct"cs del Estado
pidcn la re\,ocaciÔn del fucro.
Dirfll1 los cut'ialistas
que los <lclitos (le los clérigos son castigados por la autoridad
eclesiástica,.r
que dl' ese modo queda
satisfecha la \'indicta
pt¡hlica, y asegunula
la tranquilidad
social. ¿ I'l'ro acaso tiel1l' esa HU toridad la misi(JI1 de castigar delitos ci yîles y mantencr el orden ptt blico? l'or otra parte, cljuzgnmi('llto dl' la curia no ofrcce garantías,
porque es una mfíxima
ultrnmontana
<lue "la Iglesia dehe tendcr su manto sobrc las
LA LVZ DEL PUEnT-O.
179
faltas de sus ung-idos, para que no se pierda ante el mundo el
prestigio del clero.
Pero no salamente la utilidad pública y la conveniencia del
Estado exigen la aholieiÔn del fuero eclesi{lstico,sino tambi':n el
interés del cristianismo.
La facultad de juzg-ar y castigar que, en virtud dd fuero,
tienen los obispos, es la causa d.cla senil dependencia de los clérigos y de la despótica dominación que sobre éstos ejercen aquellos; es la varilla mágiea, y uno d(~los más poderosos resortes
del ultramontanismo.
En efecto, si los sacerdotes predican la
doctrina pura del Evangelio, se ponen en pugna con las conveniencias t;e la secta ultramontana, y, por consiguicnte, se concitan la animosidad de los prelados diocesanos, jcfcs de csa secta, quienes procuran vcngarse sometiéndolos Újuicio y castig{111llo1os
se,"eramente, so pretexto de alg-ún delito que al efècto
inventan.
y al contrario, los eclesiftstieo3 que propagan doctrinas ultramontnnas, tienen con el fuero asegurada la impunidad de
sus desvíos. Y si la autoridad civil quisiese reprimir1os, el obispo diocesano exclama: j lJO toquéis â mis ungidos! y los cubre
con su manto.
De tal suerte que, bajo este .Junto de vista, el fuero no es
más que un instrumento de impunidad para los adeptos del ultramol1tanismo, y de opresión para los eelesiÚsticos que desean
el rcstablecimiento del espíritu ev:mgélico y la regeneración de
la Iglesia. Y siendo muy raros 103ministros del santuario quc
tengan bastantc valor para arrostrar las persecuciones de la
curia, casi tod(,?slos sacerdotes cRtólicos se ven forzados fl ser
otros tantos propagandistas de IL secta ultramontana, enemiga del cristianismo y de su santa doctrina.
JI.
La Iglesia no se ha limitado, er) el ejercicio de la jurisdicción
prh'ilegiada ó fuero, á las concesiones hechas por los emperadores. Ha ido alm lll,ís lejos. En nombre fie ese fuero ha innldido completamentc las atrihuciones del Estado, arrogftndose
el conocimiento de HStl11tosquejamás sometieron los príncipes
Ú lajurisdicciÔn eclc3iflstica.
lS0
LA LUZ DEL PUEBLO.
La lebris)aciÔn espailOla se propuso contener esos ayances.
Con tal objeto dispuso que los jueces eclesiásticos no usurpen las atrihuciones
dcl poder temporal,
como consta del Lib.
1(),
Tít. 10, Ley 1a de Indias, cuyo tenor es el siguiente:
"Por cuanto algunos jueces eclesiÚsticos de las Indias han
intentado usurpar nuestra Real jurisdicción,
y con viniendo que
por ninguna causa sean osados á introducirse
en ella, ni impedir, ni ocupar: mandamos fI nuestras l.{eales Audienl'Ïas que inviolablcmente la hagan gunnlar en sus Distritos, y por ninguna manera l'onsientan la contrario, haciendo cumplir y ljeeutar
las leyes de estos Rcinos, dadas sohre esta razón, librando y
de~pachanclo las earta~ y provi~iones necesarias
para que los
prelados y jueces ec1csi{lsticos no contravengan
{¡ su ohservancia, que así conviene il nuestro servicio y Real Señorío."
y si en aquella época los reyes defendieron la jurisdicci{¡n
temporal, y procuraron
impedir las usurpaciones de los funciomu;os eclesiásticos ¿con cuÚnta mayor razón deberÚn ahora
los rcpresentantes
de una rep(thliea defender las atrihueiones
del Estado, y rcf{¡nnar las leyes que mantiencn el fuero clerical?
El sistema rcpublicano se funda sohrc cl principio de igualdad ante la ley, y no pueden conciliarse con él las inmunidades
y privilegios que introducen
diferencias y destruyen
la esencia
de aquel sistema, destruyendo
también la base fundamental
de
la justicia.
Es una monstruosa
anomalía llue en los estados republicanos, y en el siglo de los grandes progresos,
ejerzan los clérigos
jurisdicción civil y gocen de inmunidades,
como en los tiempos
sem i-bii ¡-l)(l ros.
Esos tribunales dl' primera,
segunda y tercenl
instancia
JomIe se ventilan asuntos temporales
ante los pro\-isorcs y vicarios de los obispos, y ante la nunciatura
apostÓlica, ó el trihunal11amado
de la Not[l ¿qUl- son sino un SatTaSmo ri la ch'ilización dl' nuestras sociedades?
Dcben, pues, las naciones católicas dcl siglo XIX proceder á
la reforma de sus leyes, por medio de legisladores gahios y amigos del progreso.
La legislaciÓn de un pueblo es el termómetro
que illllica d grado de cultura
inteledual
y el cariÏder de las
ideas dominantes.
Leyes que consagran
privilegios, y que ponen los derechos
del ciudadano {¡ merced de un poder exótico; que limitan las
LA
U:Z
DÈL
1 CEDLO.
1Hl
atribucioncs del Estado, y autorizan el predominio del ultramontanismo-leyes semejantes hacen entender que el país donde ellas rigen no ha salido atm de la edad media.
y legisladores l}uese oponen il la reforma de esas leyes, y
procuran mantener est.atutos que consagran afH:'josen"ores y
preocupaciones; leg-isladores l}ueimpiden el desarrollo de la eivilizaciÔn, oponiéndose Ú que se (kclare la libertad de conciencia, el matrimonio ci,"il, la aboliciÓn del fuero, cte., legisladores
semejantes no representan los int'~reses de la sociedad moderna, sino los del ultramontanismo, '~nemigodel progreso intelectual de los pueblos.
CAPITCLO III.
Bases de la reforma en materia de jurisdicción ó fuero.
La complcta separaci6n de la Iglesia y ci Estado, es la condici6n esencial para realizar una radical reforma en todo asunto
político-religioso, Pero mientras esto no sueedn, y mientrn~ la
Iglesia rehuse poner sus cánones en consonancia con el Evangelio,
e! E~tado dehe reformar sus leyes, poniéndolas en armonía call
las exigencias sociales. Los poderes políticos están, de consiguiente, ohligados rl operar una reforma en materia de jurisdicci(m eclesi{lstica.
Vamos cn consecuencia, fl proponer cuatro puntos cardinales, que pueden sen'ir de hase fl esa reforma,
1° El deslindamiento de los asuntos que respectivamente
pertenecen it la Iglesia y al Estado.
2° La dehida observancia de las formalidades jurídicas que
dehen guardar las autoridades clesiásticas en los m.'gocios qU('
sean de su competencia.
3° La designaci6n del género de castigos que la Iglesia llUede imponer, los delitos sohre que puedcn recaer esos castigos, y
el modo de imponerlos.
4° La institución de•.un tribunal especial, destinwlo á juzgar
las ('xtralimitaeionesl- injustieiasde los diueesllllos y jueccs t'clesiiístkos.
II.
El ohjeto con que se instituyeron la Iglesia y el Estallo ser{Í
el criterio funclamentad para cleslindar los asuntos que son Ile
la privativa incumbencia de cada uno cieesos clos poderes.
La Iglesia fué instituída para anunciar un reino cspiritual
y dirigir las almas hácialaderna
bienavcnturanza. l'or tanto,
corresponden {¡ la jurisdicci6n edesiá tica los asuntos que s('an
de un carácter exclusivamente espiritual, como los dogmas revelados por Jesucristo y su doctrina, los sacramentos, los oficios divinos, el saeriticio eucaristico, y todo lo que conduce al
orden sobrenatural dd alma.
LA U:Z DEL l'VEnLO.
183
El Estado fué instituíc10 para velar por los intereses sodales, .Yprocurar
el hienestar y seguridad
de los individuos
que
componen la sociedad.
Pertenecen,
por tanto á la jurisdicción
d,-illos actos, derechos y obligacioncs
que se relacionan con la
vida presente.
En una palabra, el alma en sus relaciones
con el mundo de
la eternidad, h~ aquí lo que corre!;ponde il la Iglesia.
El hombre en sus relaciones con el mundo de la sociedad civil, hé aquí
lÓ que pertenece al Estado.
,
Una vez demarcada
la esfera de acción de cada uno de los
dos poderes, cot1\-iene que el Estado procure separar de la Iglesia los negocios que no sean deun e::trácterespiritual,
y reasumir
así ci inalienable derecho que tiene sohre los asuntos que le son
privativos,
y que indehidamenteesUín
sOl11etidosÚ los juzgados
eclesi{tstieos.
En su virtud, ci poder legislat¡,-o
debe derogar los privilegios concedidos fi la Iglesia por los emperadores
romanos, que
no pue(len atar indisoluhlemente
;í las generaciones y ti. los gohiernos, entrahando
el progreso de las sociedades;
y dehe tamhién atraer hácia los tribunales y juzgados
comunes los pleitos
civiles y criminaJcs entre individuo:,
tanto (lei clero s('cular como del regll1:tr. losjuieios que contra
los unos () los otros pro.
111ue,-an los laicos, y todo la que se renet-e {t la vida ci,-il del sa·
eerdote y Ú las tempomlidades
de la Iglesia.
III.
Deslindados los asuntos que son peculiares al poder espiritual y al temporal, pasemos al segundo punto cardinal de nllestro plan, esto es, Ú la obsen-ancia
de las formalidades jurídicas
en la sustanciaci(ll1 de los juicios edcsiéÍsticos.
Pero an tes (kjemos sentado que la Iglesia, según ~l objeto con que fué instituída, no tienc jurisdicci6n
contçncio;;a
ni aún en los negocios espirituales, puesto que no reeibi6 de su Fundador
facultad alguna para juzgar con estr~pito judicial.
La Iglesia pod r(l llamar al ex tra vial10 con ma terna! so!icitlld; PO(It-Ú ilustmr su intcligencia con la exposici6n de la doctrina enlllgélica;
pero no debe sus":anciarjuicios,
ni aplicar penas aflicti\':ls (, infamantes por errot,"es sobre la fe ít otro delito
espiritual.
lRl·
LA LUZ DEL PUEBLO,
¿Cómo se calificaría Ú una madre que juzgara dt: un modo
contencioso y castigara
corporalmentc
Ú lo~ hijos que no asin·
tie~cn ft las doctrinas que ella enseña?
La prÚetica de la Iglesia, tolerada por los g-ohiernos, de juzgar é imponer penas corporales por delitos espirituales, produjo el establecimiento
del odioso trihunal de la inquisición, que,
juzgando de sortilegios,
hechicería~, pacto con el diablo, herejías, cte., no sÚlo aplicÚ el tormento,
para martirizar á los acusados, sino también el fueg-o de la hog-uem para reducirIos {¡ el'.
nizas.
,\ fin de lleg-ar Ú un conocimien to defini ti \'0 de que la Iglesia
no tiencl~leu1tad de juzg-ar contencios:ullen tc (- impOl1l'r castigos
corporales, en materia de tè, recordemos que Jesucristo com hatiÚ
los errores (Id paganismo
con la eficacia de la verdad, enunciada por medio ùe la palabra,mas
no con juicios y sentencias, ni
con tormentos y hog-ueras.
Yes digno de l10tarse que Jesús no
mal\(lô juzgar y castigar judicialmente,
ni aÚn la ohstinuci(JI1
en el pecado, Jlues hahlando de ella dice:-"Si
tu hermano pcc:!·
re, ré y eorríjc/c entre ttí y él solo. Si te oye, gnwulo habrás á
tu hernuuJo, y si no te oyere, tOlJl.'1;llí11contigo /11106 dos para
q/le por !Joen de dos () de tres testigos e011ste todn p;t1nhra. Y si
no los oyen', diJo;í In 19lesin.
Y si no oyere;Í ];1 Iglesia, tenlo
eOlJlO 1111
gentil y IJII!Jlieano (1). nônde est{l, pues, otorgada
la Úlcultad de juzg-ar contendosllmente?
¿ I>(ll1deel derccho para imponer castigos corpora les?
Dehemos ademÚs ohsernu' que cuando .Jesucristo eJ1\"iô á
sus :lpÚstoles, no les dijo: "id y juzgad {¡ los hOl1lhn's, casti·
gadlos, y gohernad mi Iglesia con estr(-pito judicial."
Úl dijo:
-Id y predic/ul, diciendo (I/lCse neeren el reillo de los cielos.
Sa11ad enf('rJnos, resucitad
1l1l1crtos, limpi;ul leprosos, l;¡lluu!
demonios (2) lié aquí designada toda la jurisdicdÚn
que recio
bieron los apÍ>stoles.
~las si los ohispos, contnlYÍniendo al tjel1lplo y {¡ la doctrina ell'.Jesíls se han erigido enjm'ees
forenses, por 10 menos es
necesario que ohsern:n las formalidades jurídicas.
Asumir funciones judiciales, ag-ellas ell' la lenidad saccnlotal,
y proceder
arbitrariamente,
es añadir la injusticia al extra\'Ío.
\" esto es precisamente
10 que hacen las autoridades
ecle(1) San l\Jaleo, eap. XVIII, v. 15, 16 Y ]7.
(:.I) San l\lateo, eap. X, \' ..• Y !:l.
LA LUZ DEL J'rEllI.O.
185
siÚsticas, cuando adoptan, siemp)'e que conviene il sus miras,
una especie de procedimiento inquisitorial, guardando un misterioso si~ilo respecto al nombre del acusador, al de los testi.
gos y otras circunstancias.
Omiten los requisitos que dcbcn
ohscn'arse en los juicios, y concJ.:nan al acusado, negÚndole
los medios ùe defensa.
¿Y quién sino el Estado ùebe reprimir semejantes abusos,
con los que se irroga males trascendentales Ú personas que, no
por ser miembros de la Iglesia, dejan de serlo tamhién de la sociedad civil?
Los gobiernos dehen, pues, velar, en ,-irtud de las atribuciones que les incumbe sobre todos los trihunales y juzgados de
la naciÚn, á fin de que las curias no omitan ninguna de las formalidades que dan al acusado las garantías de defensa é imparcialidad (~nlos juicios.
IV.
Especificados los asuntos que pertenecen Ú la jurisdicción de
la Iglesia, y expuesta la neccsidwl de que ella observe los trÚmites legales, en la sustanciación de los juicios, ocupémonos del
tercero de los puntos cardinales de la reforma en materia de jurisdieciÚn (¡ fuero, {l saber, del ~ér.ero ciecastigos que puede imponer la autoridarl ec1esiÚstica,d,: los (lelitos sobre que pueden
recaer esos castigos, y del modo dc imponerlos.
Va hemos visto que el Estacl,) tiene por objeto la fcJicidaci
social, y la I~lesia la eterna hien:. venturanza de las almas. Pero el homhrc puede infringir 1m leyes de la sociedad ó los preceptos de la religiél11,y eontrarillr así los fines que se proponen
esos dos poderes. En el primer caso hay delito civil, que por
consiguiente cae bajo la jurisdicción del Esta(lo. En el segundo hay delito espiritual él pecrdo, que pertenece á la jurisdicción de la Iglesia.
l'vIas,así como el Estado no puede castigar sino civilmente, á la Iglesia no le es dado corregir sino de un modo espiritual, de tal manera que el casLgo no salga del dominio de la
conClenc:a.
Por tanto, la facultad de castigar que tiene la Iglesia, s~
lH6
LA LUZ DEL
PUEBLO.
halla circunscrita
dentro de la esfera trazada por estos tres
principios.
Ir. Sicndo la Iglesia ulla sociedad purnnll'ntc espiritual, y
teniendo por único'y cxclusi,'o ohjeto la derna felicid:ld de Ins
aln1:ls, la autoridad
eclesiástica no puede imponer otros c~sti·
gos que los cspirituales.
:2(' ;\0 cstmulo
hajo la jurisdiccitlll
dl' la Iglesia las viola·
cioncs dl' la ley ci "il, sino las trnsgresiones
dl' los preecptos de
la religiÓn, los castigos cspil'itualcs qllC se impongan 110 pueden
recaer sino sohre delitos tamhién espirituales.
ir' :'\0 dehielHlo la Iglesia castigar sino en el orllell espiritual, los castigos <jue ella imponga no han de tener trascendencia tcmporalni
producir etèetos cÏ\,ilcs.
En reSUlllen, la Iglesia no tiene derceho para il1lponer sino
Pl'¡HIS espirituales,
por moti\'C)s espil'itualcs, y de UIJmodo Illt'ranH'ntc espiritual.
Pero la a 11 toridad l'c1esiâ stica no se con forllla, en la im po·
sici()n dl' Ins penas, con ninguno cIe los principios precedentcs.
Contra "iene al primero
de ellos, infligicndo prisiOlll's, destil'lTOS, multas.r
otros castigos
ci"iles, cuya funcsta prrldica ha
lIcgado !I ser una partc (leI (1e¡'ecl1O pÍlhlico l'Il algullos países,
l'on mengua de la rcligiÓn y del Estado.
Contr;l\'ienen
los ohispos al se!:,'Undo principio imponicndo
castigos espirituales por motivos temporales,
(¡ en desahogo
dl'
hun1:lnas pasioncs.
Tales son, por ejemplo, las eXl'oll1uniOlll'S
que se han fulminado por causas políticas, .r lasqul' St' hall illlpucsto para sostcner la soheranía
temporal del papa, la supremacía dl' la Iglesia sohre cI Estado, y finalmente pHI'a hHt'l'ldedi \'0 el cobro cie los ciie7.mos y cIe otras o!n·encio!1Cs.
Por último, contra "ienen los ohispos al tcn'el' principio,
cIesignHnclo p(1 hl icamen te los nom hres cIe las personas ft quienes
castigan con excomuniones,
y mancIanclo hajo muy se,-er:lS penas qtlc nadie comunique con ellas.
Los castigos en estc caso,
aun cnanclo sean espirituales y por motiyc)s del mis1llo gt:nero,
tient'll trascendt'nl'Îa
temporal y perjucIicall civillllente,
ponllle
atacan la hOllra y la fortuna.
En efccto, separar Ú un hombre
no sÔlo dl' la conllll1iÔncspiritual,
sino de todo trato social, cIe
tocla relaci{>l1 ci \'il, cs cn hrido dl' infamia)' causal' incalculables perjuicios en sus intereses pecuniarios.
LA LUZ DEL j'UERLO.
187
v.
Diluci<ladosya los tn:spuntos cardinales, hahlemos rápidamente dd cuarto, manifestando que ~l complemento (le la importantc reforma en matcria de fucro, es la instituciôn de un
tribunal cspecial, destinado exclusivamente ft conocer de las
causas que se promuevan contra los ahusos de la autoridad
eclesiástica.
¿Qué se adelantaría con deslindar los asuntos que respectivamente pertenecen al Estado y il la Iglesia-con prescribir las
formalidades jurídicas que deben guardar los jueces eclesiiistieos en los negocios de su compct~ncia-con designar, en fin, el
género de castigos que lesincumhe, los delitos sobre que pueden
recaer esos castigos, y el modo de imponerlos, si no se ha de
juzgar y reprimir á los contrm'entores?
.
Las extralimitaeiones é injusticias de los prelados quedan
generalmente impunes. En los países dOt1(lese ha establecido
el recurso de fuerza, muy rara vez se hace uso de esa benéfica
instituciôn, por causas que expondremos después. Además, ese
recurso no tiene por objeto la a\·eriguaeión sumariade los actos
punibles en que pueda incurrir la autoridad eclesiástica, sino
meramente la remoción de la fuena que ella hiciese. Por otra
parte, la Corte Suprema no siempre se halla espedita para ocuparse de los recursos de fuerza.
De la expuesto rcsulta que allí donde los ciudadanos están
bajo el amparo tutelar dd Estado, hay sin embargo, inlèJices
p{lrias destituidos de toda protección; y que allí donde las autoridades son responsables de SUf actos, hay funcionarios que,
erigiéndose en furibundos IlHAc;\IAS, como sucede en las pago,las índicas, oprimcn impunement~ á sus víctimas.
Para evitar odiosas anomalías, efectuando la rcforma dd
fucro eclesiástico, c01wiene instit uir el tribunal de que hahlamas, el cual debcría componerse de jueces independientes, versados en cl ,1crcchocnnónico y En la historia de la Iglesia.
Cna vez instituido ese tribum;.J, scría indispcnsable crear un
ministerio fiscal, quc de oficio denuneie las arhitrariedades,
atropellamientos y todo género de avances de los jueces eclesiásticos, que los someta (¡ juicio ~' obtenga el condigno castigo.
La lwcesiùad de reformar el fuero se hace sentir cada vez
tA
toi
nP.L PutH1tO.
más, á medida que el clero ultramontano lleva sus ahusos á un
extremo insoportahle.
Si se estudia detenidamente la importancia deesta reforma,
se encontrará que tiende á un fin lle"utilidad social y rclig-iosa.
Le conviene (l la sociedad, porque dejaría de sufrir los males
anexos it la inmunidad cclesiástica, )' il la intervcnei()\1 de un
poder extraño en la administraciÍln de justicia. Le conviene á
la rcligiÔn, porque los obispos, (lejando de emplear el tiempo
en asuntos que no les in('umhe, se ocuparían s610 de su ministerio, quc consiste en ('omlucir al almas hácia el reino de Dios,
por la caridad.
CAPITULO
IV.
Recu rso d e Fu erza.
La autoridad eclesiástica puede abusar de su poder, haciendo tùerza 6 yiolencia á una persona. Para reprimir ese abuso, el Estado que es el guardián c;e los derechos <letodos y ne
cada uno de los in<lividos que con ponen la sociedad, estft obligado Ú conceder un arbitrio fi rCC.'lrso, por et que se pueda ocurrir al tribunal secular, á fin <leql:e éste alee la fuerza impuesta
por la autoridad eclesii¡stiea. A este arhitrio, en virtud del
cual una persona injustamente agraviada pide amparo fL la potestad civil, para lihrarse del (kilo que le irroga el poder eclesiiístico, se llama recurso de li,erz.1. (1)
Este recurso es una de las in!;tituciones lll{¡Simportantes.
Sin él ¿qué sería de las personas qLlehan llegado á ser el ohjeto
del odio y venganza de los obispos? Sin él ¿dHll0 se podría reprimir los ahusos comctinos pQr los jueces cclesi{¡sticos,quc somcten {¡ sus tribunales personas y causas que no son de su jurisdicción, )' que proceden injustamente contra los reos sometidos
Ú el\a?
II.
Mas los jefes del ultramonÜ,nismo levan tan ci grito á los
cielos, contra ci recurso de fuerza. Dicen que cI Espítitu Santo
no puso á Pilatos, ni á Herodes, ni á Tiberio para que rijan y
gobiernen la Iglesia de Dios, sino á los apóstoles, de quienes son
sucesores los obispos. Por consiguiente, que estos no pueden
someterse, en el ejercicio de sus funciones, á los jueces legos, y
que la intervención del Estado et; las resoluciones de los prelados diocesanos, es perturbadora ::ld orden.
Este razonamiento es manifi{'stamente sofistieo. En realidad, cuando el Estado interviene en las providencias de los obispos y manda alzar la fuerza que dIos haet'n, no trata de disputaries la jurisdicción espiritual (;ue tengan para gohernar la
(1)
En las mOf1anJuras
Ó
imperios
se
dc..·t10tninn rccllrsu
de III corolla.
190
LA Ll.:Z DEL PUEBLO.
Iglesia, como slIc(.'sorC's de los ap()stolcs,
sino de impcdir qlle,
como hom brC's sujetos a I error y ti las pasiollcs,pl'r.iudil(uell
COll
providC'ncias injustas, () arbitrarios
proccdimielltos,
{leiud:ldanos !Jue, C0l110 tales, tienen (h'recho fi la protceei(/n del poder
temporal.
Luego la intervenci(lI1
dd Estado
en los ados
judiciales ó gubernativos
de los obispos,
muy lejos de perturhar
ci m'den, tiende Ú restabIccerIo.
Si esos ados son justos, será n aeatados; y si no lo son, se hará cesar el vcjÚmen Ô los perjuicios
delquerelIantc.
El orden no está ell que se haga la volUllt:Lfl del s\1)1criOl',
sino en que (ostl' se alTegle fi las leyes que garantizan
los derechos del homhre.
I'ero segÚn los ultnLnlOntanos,
ci onkn consiste en r¡ue la autoridad
eelcsiástica
sea la tínica so}¡t'ralla cn
la sociedad, y que la volunta(l
de los ohispos SC:l la Stlprt'lJl:l
Icy, l'or consiguiente,
quieren que de las resoluciones de (-stos
no ocurra el desvalido al amparo
de la potestad
dvil, sino Ú
las <lutoridndcs
designadas
]lor los c:Înones,
¿ Y qui(-ncs son
estas nutoridndes
sino los mismos obispos, ligados todos l'on
un vínculo solidario de interés ultnullontano?
l'or otra parte,
si el dioccsano ne~ase la apelaciÚn para ante el juez edcsiÚstieo
designado por los cánones ¿qué arhitrio le queda al agm"iado?
- III.
Los euria]istas
han pretendido
sostener
que}¿¡ institllcÎÙn
del recurso de fuerza es contra el derecho rli"ino, 'pOnll1e Jesucristo dijo á los apÔstoles:-".4sÍ
como mi Padre me cn\'Ù'j, nsí
os envío â l/osotrus."
Y en otra pat'te:-"
'l'orin pOlcstud mc
ha sido dadu en el ciclo y en 1:1 ticrrn,"
I'ero estos textos no
condenan el derecho de ocurrir á la autoridad
laica contra ];¡s
·"'¡o]eneias de los jueces edesi{¡stieos,
Sin emhargo, la so{istería
ultramontana
ha procurado
comhinados
favorahlemente
discurriendo de esta manera:
"Cristo recihiÚ toda potestad
\..'\1 d
ciclo y l'nIa tierra; y como los apóstoles
fueron enviados
por
Cristo del mismo modo (lue ]0 fué Él, se sigue que rccihiero n esa
misma
potestad
íntegra y completa.
l'or tanto
siendo los
obispos sucesores ele los apóstoles, tienen un poder ahsoluto en
el cielo yen ]a tierra; y todo lo que tienda fi restringir
ese P()-
LA LUZ DEL
der, como d recurso
yoluntad di vina."
de fuerza,
191
PUEBLO.
está en contradicción
con la
Seg(\I1 este modo dI..'discurrir,
1chía implantarse
en el mundo la teocracia universal y dcclat'arsc
infalibles los l¿lllos de los
obispos.
Mas contra el sofistico discur!'o de los uItramontanos
está
el \'enladero sentido del E\·angelio.
I<ealmente los textos aludidos se refieren al poder que Jesucristo
recibiÚ en el orden sobre
natural, y á la misiÔn de anunciar el reino de Dios. Si esta misiÚn y este )loder se tmsmitieron
á los ApÔstolcs, no se sigue
ùe allí quc los ahusos de los obispos no dehan reprimirse mediante el recurso de fucrza, ni llIucho menos que éste restrinja la
legítima autoridad
apostólica,
IV.
Los obispos tomando
por eg:cla la independencia
y plenitud de la autoridad
espiritual,
pretenden
que ci cst~l(lo ni siquiera elebe inten-enir reprimiendo las excursiones que dIos hagan en el campo de la política eon un fin de dominaciÓn.
Si lm; diot'Csanos
sc concretaran
á la misiÚn cvangélica, si
pensaran
s(¡lo en gohernar la Iglesia de Cristo, prescindicndo
de todo asunto temporal,
es indmlahlc
que la ingerencia del
cstado en los actos cIe la jurisdicci(¡n eclesiástica,
sería extrai1a
y atentatoria.
Pero si los obispos, á título cIe facultacI espiritual, afligen ú los pueblos con entredichos
y cesación rI di \'iI1is,
por sostener la prepondcrancia
de la autoridad
eclesiástica sobre la civil; si lanzan pastorales
sulwersivas,
y prO\'ocan insurrecciones
(1); si mandan que cl;meblo
desobedezca
las leyes
y dccretos cId gohierno, que no estén en armonía
con los intereses uItramontanos
(2); si, en fin, turhasen
de cualquiera
mélnera el orden pú blico, todo debe acatar el Estélllo con profundo n:speto, por cuanto
sail ados de tina autoridad
espiritual independiente.
~a puede hab:?r una doctrina mÚs dcsorgani7,adora y antisocial.
(1)
Asf
(:!)
AC'ttl~.tlt11l·ntc StH..
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l'Il
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A !t'mania:o
nr:tn:ul:I.-ls7:-L
l'Il
('I nrasil.
CAPITULO
Los castigos
que gubernativamente
bajo la jurisdicción
V.
impongan
civil mediante
los obispos, caen
el recurso de fuerza,
Como los obispos están sujeto~ al error y á las pasioncs,
los castigos
que elIos imponen, en cjercicio cie su fm'lIltad gubenwtinl,
pucdcn scr injustos.
Si cuando la autoridad
eclesiástica procede judicialmente,
siguiendo la senda trazada por cl derecho, pucde cornett'r injusticias, )' para reprimirlas
SI.' ha considerado conveniente el remedio legal del reeurso de fuerza, ¿cuánto milS necesario no scrá estc rem(~dio cuando los obispos obnm guhernati\·éllllcnte.
esto es, sin mÚs reg-Ia que su voluntad discrecional?
Con cI ohjeto cie e\·itar las perniciosas consl'cuelll"Ïas quI.'
producc cl ahuso de lajurisdicciÚn
voluntaria
en la illlposicitlll
de castigos
espirituales,
las leyes ordenan que las censuras y
pro\'Ídeneia8
eelesiÚ8ticas se sometan Ú la autoridad
civil, 1l\l'diante el recurso (ll- fUl'rza.
La ley!}", lih. l", HL la, l{cc. de lml. dicc tl'rtllill:lntclllcnte: "Rogamos á los arzohispos y ohispos lit- I1Ul'stnls Indias, y
á los cabildos sede vacantes de las iglesias lit- ellas, y ;í clWleSquicr jueces eclesiÚsticos que cumplan los autos y pnl\'isionl's
que nuestras Audiencias Realt-s dieren y pro\'t~yercn, l'n que s~
mande alzar las fucrzas y ahsoh-cr Ile las ccnsuras quI.' los pn:lados, cabildos (l jueces hicieren y pusicrcn, sin réplÎ\:a algulI:I,
y sin dar lugar il que se use cie rigor."
y para que cI entredicho y ccsación;Í
dh·jnis plll'dall y dcban alzarsc por orden de la autoridad
ci vil, clice cllllislIlO Ct).
digo: "En muchas ocasiones la justicia
eclesiástica de nucstr:ls
Indias pone entredicho y cesación tí di\'inis, con que el pu~'hl()
se escandaliza y padece, siendo muy de ordinario
privado de
los divinos oficios; y aunque nuestras Audiencias dan prO\'isiones para que alzen las ccnsuras, no las cumplen, ni en csta parte las Audiencias defienden como scría justo nuestra jurisdicción. y porque conviene proceder en estos casos con todo cuidado, mandamos á las Audiencias que, cuando sel1l~jantes cau-
LA LUZ DEL plJEnLO.
sas acaecieren, procedan con los prdados
y jueces
conforme fi derecho." (Lib. 2° tít. ~l5, ley 14H).
193
ec1csiásticos
Lucgo. aun cuando los curialis1.as consideren las censuras
con10 penas pnramente
espirituale:~, ellas caen hajo lajurisdicciÚn civil, mediante el reL:lUSOde fc.lerza. El carÚter espiritual
de la pella 110illlpidc <¡IIC la potestul
civil, juzgue ùe su justicia
Ü injnsticia,
ni excluye, pur consiguiente, ci recurso de fuerza.
JI.
ElItr\? Ins castigos
que los ol,ispos imponcn guhernativamente, eslo es, dc llll lI1odo arhitr,u-io,
se cncl1entntla
sl1spensi (¡ n.
Los prelados t.ratan Ú los sÚhditos con sultÚnieo despotismo, Si algltn saccnlot.c no pertenœe (tIa seda ultramontan:l
ni ah(lica :';\1 r;l%c',ny liIJ.:r'L;ul para somderse oil1nímodamente
rI la \'o!ulIl.;lfi ,',,1 dj()l'l'Sad(), ésle pre\'(~nido en contra de aquel,
espía sus paslls, ,- J¡;lciendo dc1ilm de ados inocentes, lo declara SUSlllll:;() l'l! ,,;. ,··d de la raculla;\ guhernativa.
Es~, ;1<'; () de hostilida(l es el primer anillo de una caden,', de
pL'rs"clll'i()';,,~ oficiales, cn (lctril1lcntode la honra y de los recursos pccuni::r:os del desntli(lo saeer:!ote,ya
sea parla publicidad
que maliciosamentc
dan los ohisp')s il la suspensión, ó ya tamhién porque con ella se le pri\'a de :OS medios rIe subsistencia.
Si
los imli,'idl1os dcl alto clero no tiellcn necesidad de las entradas
<lei ministerio, pon¡ue son dueños le grandes
fortunas,
los clem(\s eeksi{¡stieos necesitan de esw¡ entradas
para subsistir, y
quitÚrselr,s por la snspensiÍlll es ull1denarlos
ft las ang-ustias
del hamhre.
y aqucllas vÍL'limas del espíritu de partido, de los rencores
de secta () (1ela animosidacl del prelado ¿no han de tener derecho para implorar el amparo del poder civil, ft quien ci cielo ha
con liado la misi{¡n de "cIar POI" todos los individuos de la sociedad?
l'or el mero hecho de tene¡- l:o¡-ona y vestir sotana, ¿ha
penli(lo el ciudadano las garantías
individuales que la Constitución otorga, y el deredlO de re,'indiear su inocencia mediante
as f(¡¡-mulas sahadoras
de un juilio?
l!H
LA Ll'Z
DEL
Pl'EJlLO,
\. si t.:tnto la honra ~01l10 la tortun:l t,~t(m h;lju d amparo
ttltdar
dc J:¡ :luLurid:ld ~i\'il, y si los obispos
Jluull'n )Jcl:judil,:tr
al s:tcerdotc :ltcntando
~ontra ~sos preciosos
IlienL'S de la "id"
¿no dehl'dl el Estado r~prilllir
tales ateutados,
l'ollt'l'diendo
el
rl'l'urso de filerza?
Ltlq.!:o t,s Ill'Il:\S dl' suspl'nsiÚn, de que tanto
Sl' alJ1lsa l'ontra los dCorigos, dellen p:trti~tllarllll'nLl'
l'st.ar, pur la injusticia
que en\'tll'ln'n
)' los IWI:iuil'ios que eausau, snjl'Las:í la n'presi<>n
del Estado, cu \'irtud de aquel recurso,
111.
11:1)' ob'o g(.ul'ro de abusos que eotlll'Ll'U Ius ohispos I'espl'eto al OtiL'jO dc lus s:leenlot.es . .\ los extradio~esauos
que no
sean de sus silllpatías
ks prohihl'n
L'I L:jereil'io del minist.erio,
tÚl1d:'lIldose p:lra dlol"n la ahstlnla
1ll(lxinla dL' qnc"un pn'lado
L'Slil)re para uo :ldlllitir L'n su di()l'l'sis fi l'L'1esi(lstil'os que 110
seau dl' Stl a,!.!,"nulo."
I'ero si los ohispos uo sou lihres para negar la unleuaL'i{lIl
L'U\'irturl dd priul'ipio dc autipatí:t,
¿c(l1l10 podr:'lu
Sl'rIu para
prohihir:tl
ordcnadu
las fuuciunl's anL'xas :tlnlinistLTio?
L:l Ig'lcsia l'unstitll-,"C lllinistl'oS de la r,'li:~'i(lll, -'" UWl ",'I. l'OIlSt.ituídl)s, d tllinisteriu
eL'1esi(lstil'O, IW es l'OlllO los nlinisLL'rios
dc Estado,
till L'tIIpleO () ~nl':lrgo de lihre r~nlO~i(¡n: es una proIt'si(lll (¡ oliei() qnl' ci saccrdotc
Pllcde l:jl'l'l'l'l' l'n cwdr¡llil,!, país
~:t t() 1 il'l),
~in l'JIl!J;lrg'o, hay prdados
qlle, ;lhus:llldo de Sil 1:IL'ull:td
guhernati":l,ITL'lta%:ltl
tI s:lccnloLl's qUL' l'xhihl'n las l'OnJpl'Ll'nt.es letras ~OJ:ll,tll1:tt.iei;ls, si por ot.ra parte itlspirasL'n sospe~]¡as
de tlo SL'!'ndidos
:dultnlluoutauist1lo.
Los lan;(:ln dd territorio, "¡olando
d c\,;Ingé1i(~() jl1TC'-'pt.O de Iwspita1idad
y las garuntí;ls
l'()IISLittll'iollale;;,
() los ohligulI :'l dljar la ill\'~stidtlra
saL:cnlotnl pant
(J~U[lnrs~ de los llL:go~ios de la "ida ~i,'il, ~<.:dicndo (¡ la illlPL:rios:l ley dL: L'Ol1SL:l'\':lI;itJII.
\' csta cOlldtlda
(le los obispos,
estos ndos
quc o~l1ltan
1l1istl'l'ios dl' illiquidnd y dL' l'ialll(Jrosa
ill.iusti~i:J. ¿1I0 set':íll ;;usccptiIJles del rl'l'::rS(J dL' í'm'r.·,a? ~i ~l1:tllJl1il'r L'xtr:lll.il'l"l1 tiL'IIL'
LA LUZ DEL
FUEJlLO.
195
derccho para qucrclIarsc
contra h¡s ycjámcncs que le irrogan
las autoridades
del país donde se cncllentra ¿no lo tendrÚ el saœnlote ultrajado
por la autoridad
eelesiÚstica?
¿Es acaso ésta algún pOllct- soberano,
cuyos ae-tos dehc acatar
el Estado
con profunda sumisi()t1, por injustes y pCl:juc1icialcs quc sean á
la sociedad Ô Ú los inÙi\·illuus tran~;euntes que forman parte de
ella?
CAPITULO
VI.
Del recurso de fuerza respecto á la visita de los prelados
diocesanos y á la corrección de las costumbres.
Los ohi~pos l:icrccn un despotismo
sin límite~ en los casos
de visita.r corrccción de costumhres,
y Im:tenden
SllSÜ'IIl'\" ljue
sus actos esUm exentos del recursodcfucn~a,
fun(!;Índose ellljUe
el Concilio de Trento dice: "Para que los ohispos puedan oportunamente
contener en su deher y suhonlinacitlll
al pucillo qne
gohiernan,
tengan derecho y pot.est.ad aÍtn l'OlllO dl'kgados dI'
In Sede apost.(lliea, de ordellar, moderar, castig:lr y ~il'l'llt:lI', segtÍn los estatutos
can (micos, ellanto ks ll:1reeil're nl'lTs:lrio, segÚn su prudencia en orden á la enmienda de los sÚbditos y rl la
utilidad (]e sus Di()eesis, en todas las cosas pertelIeciclItes tl ln
visita y tt la cO!Tecci{¡n de las costlll11hlTS. :\i l'n las ma ltTias
en que se tr::lrl de la "isita {¡ de dicha conecci{¡n,
impida Ú suspenda de modo alguno la t:jeeuci(m de todo Clwnto mandarel1,
ùeerctaren (¡ jnzgaren los obispos, exenei(ll1ningun:l,
inhihil'itl\l,
apclaci(lll rI querdla,
annque se interponga
p:lra ant.e J:¡ Sede
apost()lim.
(t)
Pero esta disposiei(m tri(lcntina no prohihe qUl' Sl' ill tl"'pllnga ci \"lTUrSOde fuerza por las viokncias
quc coml'l:ln los lIhispos en los e:lsoS de visita y eOlTelTi(lll de l'ost.u1l1hres,
I)or dia
dispone ci Concilio Ítnicamcnte lo que l'SVI de1ltro dl' \as atrihul'Îol1es del poder edcciÚstieo,
:\i pudo salir de esa esli:ra
malHlan(lo que no tenga lugar el recurso de fuerza, PUl'sto <¡Ul'
sinHto éste de il1~tituci(¡11 civil, 110es dc la cOlllpctclIl'ia (IL: los
ohisj)(lS legislar sohrc él, sill im'uni." e\1 una manifil,,,ta :I,~Tcsitl\1
cOl1tnlla soheranía del Hst:l(!o.
Dc tal manna qlll' cll:lndo d
Tri(kntino
P\"l,,·il.'ne que los ados
dcl ,'isitador
no seiln impedidos por ninguna exeneión, inhibiei(m,
ap\.'!al·¡Ún (l qUl:reUa, se retielT (l los recursos ordinarios
en el orden ec\esirlstico,
y por eso dice terminantemcnte,
fllun/!/(:
se illter/)(}lIg(1
!)(Ir(/
(/11te In Sede n!JustÔ/ica.
Lm'go el Concilio de Trento no ha exc\nído ni ha podido excluir el recurso de fuerza en los casos <1evisita y l'olTel'l'iÚn de
costumbres,
(1)
SC". XXI\·
elc Ref .• cal'. X.
tA
Luz nin. 1'11.Eilto.
H)7
Manifestemos ahora que aquel recurso es tanto más necesario en esos casos, por la mismo que en ellos pretenden los visi.
ta<lorcs dioccsanos ejercer un ilimi~ael() absolutismo, interpreta11l10ahsunlamente el citado capítulo del Trirlcntino.
En cfcdo, los obispos cuando se hallan en visita se consideran <lutorizaclos para ser ftbitros soberanos de los pueblos.
Creen <¡ueÚ título (le correcei(m de costumbres pueden eastig,lr
criminalmente il los que ellos prest1l1lendclineucntes; y por Mtimo están persuarlidos de que tienen facultad pant penctntr en
la íntimo de las familias, residenciar la eonduda privada de ea.
ela uno de sus 1~1Ïembrosé imponer!es castigos, sin forma de juicio, pOI' delitos contra las lmenas costumbres, arrogÍlmlose así
Üleultades pri vatints de los jueces civiles, y esto sin que 10 impida ningÚn recurso.
En consecuencia, los prelados diocesanos, Ú sus delcgados
abren la visita pnmunciando generalmentc t111discurso Cil el
pítlpito de la patToquia visitada, con el objdo dl' pn>\'ocar el
espíritu de (klaeiÚn: Jl[jos míos, l'cnid Û mí, dice el \'isitac\or
dioeesano Ú los feligreses y r!cl1uncindme Ins ¡¿Iltas qlle ]¡ubicse
en el pueblo ]Jara c;¡stigarlas en concicncia. De este modo excita
la venganza dc los unos contra los otros, y enciemle la tea de la
diseonlia, el qlte r1chient predicar ci penlÚn de las injurias y rcstahlecer la armonía entre los fieles.
Ahora bien: si los (liocesanos ;:reen tener facultades omnímodas en la visita y se proponen satisfacer innobles pasiones,
que disfrazan con cI nombre de dchcres dcconcierIcÍ;¡; si llevando un plan prcconcebido para destituir (¡algún prlrmCO quc detestan, pro\'ocan acusaciones contra él, y llevan fuerza armada
rI la visita (1); si, ell fill, excomulpmá los fcligreses,{l título de
corregir las costumbres, ó les imponen castigos corporales ú infamantes, ¿sería posihle qne las vktimasrle tanta opresión.r (]e
tan arhitrarios procedimientos no tu\·ieran recurso alguno que
n lI:l)'.'lquiJ,
ú ser \'Ïcario c:tl'ilular
El pn..·hc..'IHlado e:-:tn1Jn l'Il
("arc:arniz:ulnrlll'nte pn'\'l'llido ('outta l'l CUfa de una parroquia
denominada
C'h~lndl1Y.
ti <"'Uttsa (jill' hahil'lulo
sido (-stl' IlllO (It: los (,;lTH1idatos
á In vÏt'al"Ía capitular,
h,' l·n.·~
)'6 Tola su ('otllpl"lidor.
[;:") Hoa v(>z quc nSllt11i; (a pn'Ial'(a, 1'ruc1Ir,' Yl'ngarsl' y al cfi..,(."to in\'l'nt() una \"Ïsita; y l'OIH)(~iL't)(lo l'l canlctcf
enérgico dl' Sil YÎeti1ll:l. J1ev(' cOllsig'o
algunos soldados latH'l't"O!'>, t'Ulll'uyn :lnxilio irrog{) al párroco todus los ag-ra"ius quc
quiso. y por lin lo destituyó del curato.
[.] RI mismo autor ùe este libro fué el "Iuùiùo párroco de Chandn)".
(1)
()lo
l'SC
Hn pr(.'I1c..'udadl)
o1Ji~pacl().
de
pOl·infhu.'rll'Îlls
JJam:HJu
de la política
Luis
'roja,
lIegÔ
ultríl11lontana.
N. nEL
E.
19H
l,A L\JZ DEL
I'lJEIH,O.
la¡.; amparasc,
ni quc haya poder que reprima 108 ado¡.; arhitrarios (¡ violentos de un "isitador?
Para contener In fuerza ell' In
arhitrariedad
{, viok,twia dl' los prelados
clioeesanos,
no hay
otm rccurso que ln li¡erza dl' la jutieia ci vil.
¡\'.
A fin de poner un dique it esos a ":l11l'CS,las leycs de España
conceden Ile una manera amplia y nbsolnta la apelaeiÚn y el recurso de fuerza cn todos los casos sin distineión alguna; someten al juicio del Estado
los negocios ee!esi(lsticos que versan
sohre la visita y eOr!"eeci(l11aún de los mismos religiosos; declaran, finalmcnte, que tanto los asuntos rt'latin)s
(I la t:jeeuciôn
de los decretos tridentinos,
como los de la ordinaria jurisclicei(l11eclesi:ística, cst{¡n sujetos, por vía de fuerza, tí la :mtoridad
civil.
En efecto, la :\ov. 1<1.ee.(Lih. 2° tít. 2'"), ley 2") estn hlcce de
un modo gcneralla
apelacit'll1 y el rœurso
de fuerza, en estos
términos: "Por cuanto así por derecho como por eostum bre nos
pertcnece alZa!' las fucrzas que los jueces celesitístieos y otras
personas ¡wecn cn las causas
que conocen, no otorgando
las
npelaciones
que de ellos son legítimamcntc
inteqmestas;
por
cnde mandamos
{¡ nuestro
¡'residente
.Y Oidon.'s de nuestras
Audieneim; de \'alladolid
.YCranada,
que cuando alguno vinieI'C antc dIos qlll:i:índose
de quc IlO sc le otorga la fLpelaciÚn que
justamente
interpone
lie algún juez eelesiÚstieo, clen nuestras
cartas en la lorma aeostumhrada
en nUêstro consejo, para que
se le otorgue la apclaci(l1l; y Ri cljuez eL'1esi{¡stÍL'ono la otorgare, manden traer {I las dichas Jluestrns Audiencias
el proceso
edcsiÚstieo originalmente;
el cual traído
~in dilnciÔn la \'can;
y si por ~l k's cOllstarc que la apelaciÓn estÚ legítimamente
interpuesta,
alzando la lucl-za, pn)\,can que el tnl juez la otorgue
para que las partes puelIan asegural- su justÍL'ia ante quien y
eOlllo deban, y reponga lo que después de ella hubierc hecho."
De la misma manera
la Rec. de Incl. (Lib. 1() tlt. 10, ley
13()} manda que los jueces
eelesiÚsticos otorguen las apcIaciones, y repongan.v
ahsueh'an
llanamcnte.
Heac¡uí las palabras
dl' esa ley: "Los I'residentes y Oidores ell\"Íen Ú las I'nl\·illl'ias
y Ciul1l1l1es (le sus Distritos
la provici(111 onlin:ll-ia, panl que
tA Lt;z DEL l'ui~ilLo.
los ohispos (¡ sus victll'ios, en los n:gocios eclesiásticos quellnte
ellos se tmtaren,
(le quc se apelarc d H.cal auxilio de la fm'l'za,
otorguen las apelaciones, y repongan y absuelnln
llanamente."
y conerc'dl11(losc la Nov. l<ce, á los actos de lajurisdicciÚn
dioccsana cn l:ts "¡sitas y cOlTeeeiÚn de religiosos
y rcligiosas,·
dice que de esos asuntos conozea ror vía cIe fuerza el l<eal Consejo (Lih. 2" Ht. 2° ley na ).
T<espedo Ú las causas tocantes Ú la ejecucilll1 de las disposiciones tï'identiwls,
somete su conocimiento,
por vía dl' fucrza,
al misl110 Conc~jo (lb. ley. 10). DebieIH10 tcnerse pn:sente que
csta ley fu0 formulada
por Felipe Il, quien otorgÓ la cédula en
que manda la ohscn'aneia
dc1osdecretos
del Concilio de Trento.
Por último hablando
el mencionado
CÚdigo dl' los nep;ocios tocantes al TricIentino y Ú los Jueces ordinarios
eelesitlsticos, se expresa en estos t0nninos;
"Los negocios «ue se ofrccieren enmatel"Ía (lel n'medio de la fuerza, así los que toearcn :í cosas depcndientes
dd Concilio, COlllOlos ell' jucces cl'lesitlsticos
ordinarios
que residen en la corte, irán Ú la Sala de Guhierno"
( Lih. 2" tít. 2C' Il')' 11).
v,
Los ohispos IlO se fijan sino en aqueIlo que, Ú (w:rza de torcid:ls interpretaciones
puc(le favorecer su ahsolutismo.
Por
eso es «ue, respecto fi las disposi('iones del Concilio de Tn'nto,
sMa tienen presente el cap. X de la S~s. XXIV de Ref., y han
o1\'idado lo que el mismo Concilio les Pl'evicne en el cap, I de la
Ses. X I I l, por estas p:tlabras:
"~uc sc acuenlcn «ue son pnstol'es y no "cnlugos:
!dllc p)"()cedon con StlS sílhrIitos, nt) com" seitore8, sino que los amen como tI hijos y hermallos, trahaj:mdo
con StlS exhortneiones
y a ,'isos, antes dc ,'erse en la prccisiÚn
de castigar1os:
~2ue si por la humana
fragilidad cayescll los
sÚbditos cn nlgun:l culpa, debe'l los ohisp!)s ohsernu' aquel
prl'cept!) del Ap()stol <il' redn-1:~ïï:r'!cs, rlc rop:nr!cs ellenrecirlnmente .1' de rC!lrelU!er!os CO/1toda h011l!:u!y !lnCiclIein: !2ue m:ís
eficaz es la bellcvoleneia
que la ~L1torida(l, la exhortaciÚn que
la amenaza, la earidael que el po(ler: Que si por la gra \'edtld del
delito fuere nel'cs:lI'io echar man~ del castigo, entonces se elebe
200
LA T.l'Z IlET. pl'EBLO.
usar de ]a justicia, pero con misericordia, para que procedienrlo
sin aspereza sc conscn'c In disciplina sn]w]ahle y nccl's:lria :í los
puchlos, "
¿Y es así como proeeclen los ohisJlos? iAh~~ POl1gan ];\ mano soLre el conlz(m y \'C:l11 si sOl1pastores <'> \'cnlugos,
CAPITULO
VII.
El ejercicio del recurso de fuerza debe ser garantido por el
Estado.
Dijimos en el capítulo 1II (le ($':a seeeiÍln, qne mu)" rara "ez
se hace uso del recurso de fuerza, p:)r motivos que ofrecimos exponcr. Hé aquí las causas que haeŒ casi imposihle el <.:jercicio
de esa benéfica institución.
Siendo el recurso de fucrza un medio para contcner el ahsolutismo cielos ohispos, éstos 10 combaten, valiéndose de toda clase de arbitrios para impediJ' que se acuda á la potestad
civil contra las injusticias ó violen(:ias del poder eclesiástico.
Por eso es que se han expcdido hulas, fulminado excomuniones y otros severos castigos á fin de hacer ilusorio el recurso
de fuerza.
Desde la más remota antigÜedad el poder eelesiÚstico ha
. puesto en juego esos arhitrios.
Ya en el año 159a, Felipe I r en
las Cortes de Madrid, dirigiéndosc Ú su Cons<.:jo,Chancillerías y
Audiencias, dccía la siguicnte:
"Por cuanto por los procuradJres dl' Cortes de estos nuestros Reinos nos fué hecha relación, que perteneeicndo á Nos, como Rey y señor natural por (lcrec:hoy costumhrc inmemOl'ial,
quitar y alzar las fuerzas que hac~n los jucees cclcsiÚsticos cn
las causas de que conocen, y hahicndo usado sicmpre dl' estc
remcdio por los que han pn<1cci(lo las dichas fuerzas, (1cspaehando para estc efecto en el Com;e.joy Chancillerías las provisiones necesarias, (le poco tiempo Ít esta parte los Nuncios (le
su Santidad haccn (liligcncias edraonlinarias
con el estado
eclesiástico pam que no se use de ,:ste remedio, hacicndo publicar cn los píllpitos y otras partes que los que usnn de él incurren en la censura ciel capítulo 16 de la hula ln elena lJomini;
y Ú pcdimcnto del Fiscal de la C:íl11ara Apost(¡lica, se tn.len de
Roma monitorias para quc parezcan allí personalmentc los que
usan del dicho remedio: y quc 10 susodicho eS cn mucho perjuicio de la uutoridad y precmineneia de la COI'ona de estos Reynos; y quc el remedio de la fuerza es el m{ls importante y nece~ario quc puede haber para el bi.?n y quietud é buen gobierno
ele c1los, sin el cual toda la RepÚhlica se turharía,
y se scguirían
grandes
c~cfindalos l- inconn:nicntes:
mandamos
al nuestro
COIlSl:iO, CI1:\I1cilkrí;ls y Audicncias
tengan gran cuidado de
guardar justicia {¡ las partcs que acudiercn
ante cllos por \"Ía
de lillTZa, l'ollforllll' :í Dcrecho y costumhrc
inmemorial,
Leyes y I 'nlCli1;1ticas de estos Reinos, y confonlle {¡ ellas eastigm'n
{I los qllC c()l1tnl\'iniclTI1."
P';:O\·. I~ec. Lih. 2, tít. 2, ley ,"-'),
Los til'1l1pm\ han camhiado,
pero ci clero :;" sus pretcnsiolles
no l';UIl}li:u- con ellos, Tres siglos ckspués de la Icy formulada
por Fclipc II. en ci [(pogco de la ci\'ilizaci(m,
los indi\,jduos del
clero ultrall10n tano han f(¡n1wdo sociedadcs
Imra comprometlTSl' solemncmcntc
(I 110ekvar jamás
fl'l'Un;o
de (¡ll'l'za contr{l
sus ~upcri\ln's. (1)
Pcro, por fortun:l, el pado que liga á los individuos de scnllj:l11tcs socieda(lcs no ticllcn ntlor alguno, aun l'lIalldo sc haya solelllniz;t<lo cOlljnnl111cllto.
,\ la \'Cnl:tc1:
Toclo conn'llio cstipulado
cn contra\'cnci(m
(¡ la Icy, cs radicalnll'nte nulo, sil-ndolo, por consiguicntc,
ci juramcnto,
cil'cunstallcia
Hl'l'esoria del pacto, según d jJl'incipio cil' que "lo·
:u'\'l'sorio Siglll' la natumleza
(le lo principal."
Si IÏleran ,,{didos los pados
junl111ent:tclos hechos par:-\ duclirlos cfectos kgales,
110 hahria
una sob ley qm' no pudiera
haccnw ilusoria, cn "irtud dcl juramento;
y cn tal C:l.SOla ¡n\'oe:teiÚn c1e1n')1l1hn: ell' Dios vendría it ser cI eseuelode prctcnsio. nes Snh\'lTSi";IS, y el medio m{IS fácil ]l:I1':\ destruir la oh.'a de
los lq!¡S]:lC!OITSy trnstorn:l.r el nnlen social.
l'or cso (,'5 qlle J:¡ Lc}' 2:-;, Tít. 11. l'art. fi", t'st:lhlcee pOI' regia gelleral qlle lodll
(,lIl1lr;¡lll
(fliC ('s ¡¿-('hll ('olllr:t
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Ellt'i'llll'
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sOl'il't1:lfl
1:1it.·11lJ¡~·()S
IJllCS[1I Cll
qtH' til'TH' pn"
1"1predo-
"'()stt'l1l."·
t.·idl.
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,) jllrull1clItll
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$ino l'O l:l <.'tecto
(k\'<>h,ti\'o,
Lus agra·
l'cksLh:tit'O
LA LUZ DEL
TUEIl/.O.
il. Y por eso también la Ley 56, Tít. 5, l'art. il", disponc que
cuando ci contrato que es la pri/1c.jwlnon
l'¡de, nO/1rIeI)e l'iller
t:111lpOCO
lo nccesorio que es cljuramcllto. &".
Pero se dirá que cada uno pue:le renunciar los (lereehos que
le confieren las leyes, ft la que contestamos,
en llrimet' lugar,
con cl siguiente principio, establee,do por notahles jurisconsultos: ":'\io es válido ni obligatorio
el pacto juramentado
que se
hace renunciando á un derecho qu~ no es puramente
personal,
sino com(lIl á todos los individuos de un cuerpo, clase ó estado,
porque tal renuncia se considera nula."
y en segundo lugar
respondemos
con]aun~ que: "El pacto prevalece sobre la ley
cuando la ley no disponc sino en fa var (leI estipulante;
pero al
contrario, la ley prevalece sohre e: pacto cuando sus disposiciones se refieren al interés del Estac:.o," cuya doctrina está en armonía enn este axioma de derecl1o: jlls lJl1hlicu11lprÏ1'atorum
¡metis mutnri 110npotest; "el dcrecho público nopuede ser altenlllo por pactos (le los partieula\'l~s."
Ahora hien: ¿quién no verÚ que la instituciÔn dcl recurso
de fuerza no concede un derecho puramente personal, sino común á todos los individuos dcl e!'hlllo eclesiÚstieo y otras personas? Y así mismo; ¿quién no reconocerá que esa instituciÔn
no sólo se refiere al interés particLllar de los ciudadanos, sino
también al supremo interés del Estado, y que por consiguiente
es una de las bases del derecho púhlico que no puede alteran1L'
en virtud de pactos privados?
Siendo, pues, la instituciÔn dd recurso de fuerza \.1I1a(le las
manifestaciones
de la soberanía
del Estado, toda socie(lad Ó
pacto que tenga por ohjeto eludirese recurso, inCUlTe en un delito'de lesa soberanía,
porque es una protesta
('ontnL un atributo esencial del poder público, y un hecho que ¿¡l'usa la invi:ulos intcrpusil'l"OIl n'curso de fuerza l~n vÎl°t 111dl'll..'ttal dcl'l:u',#¡ In Corte SU1l1Tll1:l q1lc
la autoridad
c:d(·sjftstÍt ..'a hnCÎn fucrza!->j IlO ntl)J'~ah:l
la apdaeit>ll l'Il lllUhos l,fl'l'l.)s; pero d arzobispo St' n.'sistió tí. l'OI1<..'c(h.'da. El S lprt't1l0 Trihl1tl:d lo (,'()1I1pt'!i(1:1 l'lIo, inti1l1:huloh: el t..'xtraÚamiento y ocupación (k tl'l1:pOI"H1idndcs.
:'\1 as esta
l'(ltlJl1il1:H:~("l
110
hizo
n:lrol'(.'lh.'¡'
al
diol..'l.'SOlIlCl:
lllt1y
It:ios de
t':-¡
l.
s;.'
1·.,:tl~·ltl
th:
IIIl
lllt.do
1\\(1:-'
S()h'llUll'
S
arro~allle contra la :lllto1"Ï(l:ul civil. y f(':lgrn ~'(J (,1 e;¡sti~o dt' los c.::lll(,ui.l.!:os. dl·•...
lan¡l1~
<lolos sllspensos
Ji (/il·;ois,':
lneurso~ l'Il lodns l:IS ]lL'Uas l..'st'lhh:ddns CollLrn l()s qut' l'tlll'lt'nu l'1 n~l.'ursu de fut..'rzn.
Los l'an6nig-os, suhyugados pOt' el u:rror. <ksistkroll
de SllS gl'slinlH's, y proll'starOll s111l1isi6nal pn:lado.
Y la Corte
SUPfl..'tl1:ldit. por
tl..,!·tl1În:uloel nst1lllo, qlH'd:llHl0
asf (ll'Sl.'OllOddn In autoridad
cIe eSe 'Trihunat,
hurtados
tos
anulado
:r
vil'toria
(le.'la
l'J t'ceurSl)
ùn~el Estado.
(1l' fltt,t'z:l,
proclamada
b
flH.'rus dd
g"ol,k>J'uo
l'idl,
Iglc.'sia 1IItru1l11.1ntanu.80-
20-J.
LA Lut 1l1~L I't:j.;hLO.
tenciÔn de hacer que prevalezca la autoridad
eclcsiástica sohre
cl poder ci vil.
De los principios::: de los hcehos consignados
('11 ('ste ('apitulo se deduce que el Estado debe garantizar
el ejercicio del recurso de fuerza, removiendo todo lo que {l él se oponga,
El )l0der pÚblico se halla cn el imprescindible deher rIe haccr1o, tanto
cn rC\'indieaci(¡n dc las altas prerrogatinls
de la soberanía, como cn amparo del derecho quc esc rccurso conccde:í los eiwbdanos,
¿De qué sin-e al Estado ser sobemno y tcner el derceho de
tllieiÔn, sino lo ejerce en favor rle sus sÚbditos? ¿Y qué valdrb
;', e~tos quc ci E~tado instituya
medios dc rcpresiÚn cOl1tr:l lo,:
;l\'anees dc la autoridad
cclesi£tstiea, si no se han dc reprimir
también las maquinaciones
con que ella procure :mular esos
mismos medios?
En tal ea~o 1;1 sobcranía y la pnlteeei(m
dd
Estado son Hna quimcra, y los derechos del ciudadano
ulla
completa ilusi(>I1.
CAPITULO
VIII.
Suprimido el fuero, ó separada la Iglesia del Estado, ¿debería
abolirse el recurS(1de fuerza?
Examinemos
esta cuestión bajo sus dos puntos de vista.
La aholiciún del fuero no es otra cosa que el sometimiento
de todos los indi viduos dc la sociedad, sin cxccpciÚn alguna, Ú
1,\ jurisdicción ordinaria ú com(lI1. V el rccurso dc fl1l'lï~a "cs la
rcc1:l1uaciôn con quc la persona que se siente injustamente
agra"iada POI" algún juez eeksi:ístico,
acude aljuez sel'ular implorando su protccciÚn para que disp::mga que aquel alzc la fuerza
Ó viukm:ia
quc se hace al ngraviaco."
(Nu\". I{ce., ley la, tít.
2°, lib. 2°).
Luego si por la abolición del fllerose supt"ime lajurisdiceiôn
exeeJll:ional, incompatible
son la mrturéllcza y fines de la soeie<lall, y se normalizn
la administn.eíôn
de justicia
poniéndola
cn armonía con ci principio de igualdad
antc la ley; y si por la
instituci(lll del recurso de luerza ~;e establece
uil mcdio por ci
cual pucda el ciudadano
élemlir Ú la protección del Estado para
hacer ccsar el daiio que le irrogue la autoridad
ec1esi<'tstica en el
cjen:ieio de sus funciones, es e\·i(]cntc que la abolieiôn
del fuero
no supone la del recurso (h: fuerza.
¿Qué tienc que hacer la derognciôn (le un pri vilegio pernicioso con cse recurso, quc es una
instituciôn
legítima, funda(la en la soberanía
del Estado y el1
el derecho del ciudadano
Ú la prot'xl:Ïón
de la autol"idad ci\'il?
¿l'or \'l'nÜtra el absurdo rceonocimiento
del fucro l'SUl Íntimamente unido al razonable recurso de fuerza, de tal manera que
suprimido
aquel deba también
:mprimirsc
éste? De ningÚn
1nodo.
Pero se di¡-(t que abolido el fuero desaparec~ría
la autori(lad
dc la Iglesia CIl asuntos l:Ïviles, y (ille no tenicndo clla oeasión
de haeer fuerza, es inl1eccsarill aquel recurso.
Refutcmos este sofisma.
Nlicntras subsistan las relacio.lcs de alianza cntre la Iglesia
y el Estado,
la abolición del fuero, que con voz imponen-te reclama la opinión ilustrada
de los pueblos católicos,
no la ha-
206
LA LUZ DEL PUERLO.
r(lI1 los gohi,,:rnos sino aparentemente,
poniéndose de aeuerdo
con la Hl'dl' )Iont.ilil'ia (1).
Siend o es Lo así, IJ ueda r{lI1 ¡;iem pre sometidos:í
la.iu rise! icei(¡n cl'lesifi stiea los negocios ei viles que se rclacionan con la religiÚn, particularmente
los asuntos mat.rimoniales,
que, ft pesar
dl' su caráeter
esencialmente civil, los ultramontanos
han identifieado con la naturaleza
del sacramento,
Ú fin de tener la sociedad hnjo su dominio.
Por consiguiente,
los funcionarios
eclesiásticos
pueden, como antes, in'ogar
trasl'cndl'nt.ales
perjuicios,
cstorhando,
por
motivo de opiniones religiosas, la realizaciÔn de matrimonios
quc acaso hagan la fèlicidad de las familias; declarando
la nulidw\ del enlal'e conyugal, (l el dinlreio;
negando In dispensa de
nlgíll1 impedimcnto,
y por ítltimo, procediendo
con injusticia,
siempre que convenga {¡ los inh'reses
del ultramontanismo
(2)
sin que cl per.iudicndo pueda implorar
la protccei(m {¡ la autoridml civil, ti cnusa de la aholil'i(ll1 del recurso de fucrza.
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n·tro<.'(·dklldo:í
\'an~uardia
g-ohie.,t'I111
=,ll~,
l'llf-l::kn
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1l1t1lI"Ï11lCl.
:thdil':11Hlo
l'omhíltkndn
lin,
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'\(.'~<I~":\\·'I'IT'
(kn'dItlS
n,:¡ll'¡hlicas,t·tl
e..""l<l'!l) .'" (Il' lQS
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n'ptllllit'allO~
I,¡s:tnal<.'lllíl:';
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ICI:'" illlJll'rios
Sf~¡JI) 11alll:tn'll1os
jI"uJllIlle.·i,'1
(1Ie.'t'/';I; pl'rll
y In
hIs
(le...'
•• (·l1l'1.itlil
tIt-I Estado.
Jlnra n.'forlll:lr
stlS Cl~ldi;.!()s y h:lch-ndll
111~ illlIH'r"¡n •.• ,Ïuzg'alldo
y castigando:i
J...:t~
." llntllrjo:.;;
dl'
I'tlhllt':tl.'i(·111
de
snpn':-;iÚn
(¡1H'dc.:n t':\al't;l:lH'l1t~'
c..'lt', (Ihl' ..·u,,\cnt(l~
re\"indic:lvic'111
:llS iT11p~·t'if)s cnl()t'tíndl)~(.'
J11ido l'1lIll'1J)I'l'l'l'ptll
q:1'l"1
y
)lnpél:
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s~'a
ci
l'anIIL'\'ar
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"il'ados:
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l·OtTl'SPOlld
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('~t~"lllnlinilrjlls,
dt' tli\'tll'\'itl
th-
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sIlIH:riCln's
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l't:l:si:istil'tl,
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l'orrespt)lHk
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('<1:1(1m('dia:
~;í1do
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dd
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cil'
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ch':"'11 ~;¡T1ti.t:lfl
11;11-:1
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hal't'),"!
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lIlillisll'f)
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dill
t.'1 ;¡'~l':\\'i:Jllq
IU.l.u.l':i
1t:t1I!"Ía
LA LL'Z DEL
207
PCEflLO.
AdemÍls, si abolido ese recurso 'Iuedan los funcionarios
eclcsiásticos COli una amplia libel"tad para prol'l'der irrl'spollsal)kmente en materi,l"111atril1lonial,
punlen eon esa irrl'spollsalJilidad dar un funesto pábulo il su co("ieia. 1'01" tjemJllo, ~i un tCI"cero promueve juicio (le nulidad de un matrimonio,
por no haherse dispensado alg(tll impedimenta
dirimelltc, la curia podrÚ
nega l' Ú los cÓnyugcs la revalidaei6n
que soliei len, si llO a hOllan
una enntidad
exorbitante
pOI' la .-1ispensa. De e~ta suerte se
les coloca en la angustiosa
alternativa
de ó satisfacer la suma
quese ks cxige, quedando tahez hundidos Cil la miseria, (¡ resoln'rse Ú una dolorosa scparaeiÚn,
~;neritil'ando sus InÚs íntillJ:ls
atCl'eiones, sus intereses y cI porn'nir
de sus hijos (1).
Y \as
víetinws de talcs injusticias
¿no (\eberÚn tener ren¡rso alguno
para evitar trasLCndentales
peljui,~ios, implorando
cI amlmro
de la autoridad
civil?
I'ar otra parte, los obispos obrarÚn diserecionalmen te con
sus vicarios (¡ pftrrocos, im)Joniéndolcs,
\'. g., contribucioncs
para enviar dinero Ú Roma, y destituyénclolos
de sus h~nelicios si
no cOllsignasell la cantidad sei'1alal':a, porque así lo dicte la l'OIlciellcia cie los prelados, ex formé/tu cOIlcicllcin,
sin que los ag-ra"iados
tellgan la facultad
de ocurrir al Estado, ni ésle la de
n ..integrarlos
en el goce de sus den~chos, una vez abolid,) el recurso de ftlerza.
Ell drlud de.esa aboliciÓn y cx f(Jrm¡¡iu
COl1cicIlcin,
plldr{ln
también los dioeesanos,
extnl\'ialhs
por 1;1~ illspiraciones
de
un falso ccIo, (¡ excitados por J1H:zcuinas pa~iones,
nlllllnr!:ts
ganlntías
constitucionales,
persigll iendo las sociedades secretas
que son de insti tllciÔn' ci Yil. Al efecto harfln reyi vil' las antiguas hulas por las que se excluye de los actos externos dl' la religi(¡J1 fI los miemhros de esas socicdades.
l)e tal suert.e que cx
JurJlJflln
concicncia
pollrÚn los funeionarios
lie la iglesia ultramontana
ilTogar vejftmenes é inj'Jstieias
tI los que sospcchan
ser masones; podrán negades cImatrimonio,
lanzar\os dd templo, prohihir1es el ministerio de padrinos,
scpararlcs de las hermanllades y de todo aquello quc, t('niendo un ohjeto oslellsil¡lemente religiuso, se refiere fI las I-clw:ioncs lie la \'illa s()eial.
¿Y
de estos atentados
nu tendr:¡ ci ciudadano
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(1)
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I'l'EflLO.
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la liheri,HI de
conciencia y la de :lsol'iaciÚn?
(1)
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el fuero,
la Igksia
mantend rÚ sicmpre
sus curias Ú tribunales,
fI título
de .ill risd iccitlll
cspirtiual,
l'OIllO ÜI1l1hién la facu1t:uI guhcrna ti,'a ell' los ohispos, y :'11poder olllnÍllH)(lo en los casos dc visita.
\' COlllO L'n d
cjercicio de L'sa Illisllla .iurisdicciÚn
plletIc ahusar
]a atÜllt-itL1d
ccksi(ltica,
aÜ'nt:lI1do
conti-a
lo~ derechos
eiviks
del ciudadano, COlllO lo hcmos demostrado
ell los l'apÍtulos
:lllICrion':-.,
l'S indispcnsalllc
que el Est:ldo,
en eUlllplilllicllto
dl' su tlt-I,,'r,
tellga un 1l1cdio panl t'Cprilllir l'SOS ahuso~, l11alltcniclldo :tll'li:l'to el n'l'llt'SO de fuerZa.
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LA LUz DEI, l't:IWLO.
Consignemos
en fin, una refiexi<in fundada
en la ley.
Segíl11 la No\'. Ree., tít. 2°, ley 17, el juez eelesiÚstieo
hacer fuerza de tres modos:
1° Cuando connec en causa m('ramente
eonsi~ruiente no estÚ sujeta á su jur:sclieeiÓn.
profana,
puede
que por
:¿o Ct1;I11c!Oconociendo en causa de su atrihuei{lll, no obscr\'a en sus t dImites el !11~todo y forma que prescrihcn las leyes y
los eftnones.
:~o Cuando no otorga Ins apelaciones que son admisibles
de derecho.
Ahora hien, ¿acaso con la aholici{lll del fuero se al~ja el peligro lIe que la autoridad
eelesi{lstÍt:a haga fuerza de alguna de
estas tres maneras?
En efecto, Ú pesar c1eesa aboliciÓn, pucde
la cUt'ia conocer de nsuni..os meraml~nte profanos, confun(liéndolos con aq'-lellos dc su competcncia;
puede faltar en las causns
de su atrihuci{m al llIl-todo y forma que preseriheu l:t;.;kyes y
los c:ínoncs; puede flnalmente negar Ins allclaeioncs quc el derecho concede en las sentencias pronunciadas
pon:ljuez ee1e;.;i{lstieo.
Luego si aÚn abolido el fuero ~ubsistiría
siempre el peligro
de que los funcionarios
de la iglesia hagan
violencia Ô fucrza,
debe subsistir Ülmhién el recurso por medio ddcual se l'\'ilen los
mnles que clla PïO(lt¡l'l',
De las razolles pn:l'("(lentes se cc,ligp, que muy lejos de suprimin~l recu rso de fuerza porIa supïe~;iÚn ciel fuero, se le dcbc mantencr en lodo su vigor. {'na \'ez ahllido ese recurso, aquello que
perdiera l'~ ullramontanismo
ell nH'leria de fuero, la reeuperaría
superahundanlemente
l'nIa falta de t'evisi{lIl cie sus fallos yen
la in-csponsahilidad
cil' sus actos.
¿Qué II: importaría
{¡ la Iglesia ultramol1tana
que con la supresiÚn (lel l'llCI'O no sc le permit'ese juzgar sohre materias de
pequeoa importancia,
cuando se dejan sometidos Ú su jurisdicdÔn los asuntos matrimoniales,
q'.te son de la m{ls alta trasendencia social?
¿~2ué lc importaría
la abolición del fuero, si con
la suptOesiÔn del recurso 'de fuerza pueden los ohispos ohrar
irresponsnhkmcnte
contra
el ciujadano
en nombre de la lé y
de las costumhres?
¿Qué le importaría,
en fln, esa :tholiciÔn
parcial,
calculada
para contemporizar
con los intereses ultramontanos,
si en "irtud de la supresión
del rccurso de fucrza
nsegura el poder eclesiástico su omnipotencia
y la impunidad
210
I_A Ll:Z /lEI,
PUEIlLO.
de sus fallos, desde <[uc el Estado no podría ya rcprimir sus
<L>:unces?
Si estando yigente ci remedio contra los abusos de los funcionarios
ec1t'siÚsticos, irrog-an estos frecuentes y cscflndnlosas
injusticias,
¿qué no suee(krÍn si sc le aholicse? ¿Vu(> sería dcl infeliz sacerdote,
entregado
sin ampan> ni pn>t.eeei(lIl fI los apasionados caprichos del diocesano~
Aholir, pues, el recurso de tuerza, dljan(lo suhsist.cnil~ el peligro de que la autoridad
l'\.:1csittst.ic a iHogne injnstici:¡s dl'tmscendental consecuencia,
es aholi¡" d remedio sin <[uehaya (Iesaparecido ellllal; es faltalo al impreseriptihle
deher dl' tuiei{¡n del
Estado para con los ciudadanos,
y alterar de ese modo el sist.ema de organizm:i(m social, con gra n~ detl'ill1l'¡ü, >de aquellos;
es romper ci haluarte
<[ue los defiellde contra las tropelías de
los ohispos, y deja¡' al den> inb"ior, que J(lIïl1:LUlla IHlI"te de la
sociedad, expuesto, sin recunm ni esperanza, (I las arbitmriedades y humillantes
n-:jm:iones (kl despotismo
episcopal; en una
pa1a.hra es sacrificar
la sohenlllÎ:l dd Estado'y l:\s garantías
del eitHladano, <[ue son cll'al:[(li()]1 de las lihert:uks
p(lhlicas.
:\0 cs, pues, ex t raÜo lJue la sagacidad
dl' la l'Uda romana,
fI cuyos consl:jos no asiste ell'spíritu
de Cristo sillo el espíritu
de Loyola,
consil'lIl:1 Cil la sllprcsi()\] dd lilcro, fi cOlldici(m de
que se suprima
simu1t(lnl'amcnte
el reeun;o ell' rllCtI~:1. El gohierno <[uc propone esa eOlll1iei(JI1() sc SOll1dl' ti e1la, CI)mete un
atent.ado
de lcsa autono1\lía llal'io11a1, ahdil·:t las aüihul'im1es
pri\'ati\"as
<¡uc ticnc d Estado p:l1"a did:lr StlS leyes con indepcndcncia de todo poder n;:tr:ll-!O, y se }¡;¡ce rl'spoJ1s:thlc de l:ts
cmcrgcl1ei:u; qtlc l'sa ahdie:lci{¡ncntr:IÜa,
y (k los males qtle sc
11esarrolkn contra el ciudadano ('11la m:'ls fi.11lcst:l escab.
Il.
Partiendo
del P¡-inc1J)lO de <[tiCl'1 Est:Hlo dcbc ampnr:lr al
eitHladano
toda ,"ez que los (kreehos ei\'iks de 0ste se hallel1
amenazados,
\"ca1l1OSsi dehería snprimirsc
el recltrso dl' fi.lerza
por el hecho de la scpnraci()\1 de la Iglesia y ci Estado.
Esta separ:u:i(l\1 signific:1, en Rtl radica] selltido, la complet.a
independencia de esos dos podcres, 11:1
ll1:ldos tl realiza\" los r('specth'os fines con que han sido il1stituídos.
De tall11anera que
teniendo el Estado por objeto la felicidad temporal ne los indi-
LA LUZ DEI,
PL'EIlLO.
211
viduos que constituyen la sociedad civil, debe prescindir en la
absoluto de la que se refiere á los destinos de ultratumba.
Asímismo siendo el ohjeto de la Iglesia la felicidad eterna de los
indi,"iduos que constituyen la sociedad espiritual, debe prescindi,"completamente (le to(lo lo caduco y perecedero, para no elllharnzarse con atenciones agenas il su misión sobrenatural.
De aquí se infiere que la separaci(lI1 de la potestad tempond
y la espirituaI no sÍ>loconsiste en la derogaei(lI1de la al ianza celebrada cntre las dos, sino ademÚ~;en que la Iglesia renuncie Ú
todas las ambiciones y vanidade:Hle este mundo, Ú fin (le rehabilitarsc cn su prístina santidad.
1'1.'1'0 si aun rota la alianza del Estado y de la Iglesia, no se
rompería la que ésta ha hecho con el cspíritu de vanidad, de
arrogancia y de soberbia, que es lo que le dÚ el carÚeter de ultramontana; si pOt"consiguiente abusaría siemprc (le sn potestad espiritual para acariciar las tentaciones de la ambici()n, ó
para hostilizar á los qne no se sometan á sus miras, en tal caso
la separación de la Iglesia no sería sino aparente.
Habiendo el ultramontanismo
echado profundas raíces en
el campo de la política, el mero hecho de la separación de la
Iglesia y el Estado, aun cuando sea un paso gigantesco y de
trascendental importancia, no produciría sin embargo una inme(liata y radical reforma en la Iglesia; quedaría ésta siempre
con sus habituales tcndencias Ú ht (lominaci(lI1y al despotismo,
tendencias que idan debilitÚndose muy lentamente COll el tiempo y la constante represión (lel EBtado. Mas al principio de la
separaciÓn, por la mismo que ya no pocHa dominar al gohierno,
procunuía (1cspotizar con m{IS ahineo al ciudadano, hacicndo
valeren favor de su autoridad de~;pótica toda la inHueneia del
fanatismo.
La separaciÓn, pues, de la Iglesia y el Estado no curaría
instantÚnea sino paulatinament~ la llaga corro~iva que el ultramontanismo ha abierto en las entrañas de la sociedad.
Si terminada la alianza entre la Iglesia y el Estado, debería
éste prescindir completamente de los negocios espirituales, no
se sigue de allí que pierda el derecho de tuici(m, ni que deba entregar Ú los ciudadanos al peligre de ser injusta é impunemente
ultrajados y pe~judieados por la autoridad edesi{lstiea, pennitiendo que ésta ejerza Ú mansalva una acción extralimitada, en
nombre de la jurisdiccIón espiritual.
21:!
LA IXZ
DEL l'1:EIII.O.
I":esidiendo, pues, L'nel po(h:r temporal, esencial é in manentemcnte, 1:1.fneultad de "igilar todas las ebses dl' la socie(la(l, y
el imprescriptible
debcr de amp:lr:lr los dcreehos ei"iles del ciudadano,
quienes quienl qUl~ Sl'an sus agn:sores, el Estado no
puede abolil" jnmÚs el reellrso dc fllerza sin renllnciar rt su propia
soberanía)'
sin faltar :í ese deber.
¿Se alegarÚ que en "irtud de la sqmraci(JIl del Estado y la
Igksia, ésta no t.endda ea la so~'icdad otro puesto que el que
tiene cualqu:era profcsiÔn dl' Ii: Y qlle así como no ha habido Ill'·
<.:csidad de establecer el reellrso de fuerza contra 1:1.sextI-:t1imitaciones de los ministros protestantes,
por cjemplo, no la hahría
para que su bsistiese tal recurso respecto {¡ los obispos ca trJlicos?
Pero est.e razonamiento
es manificstamente
sof1stico.
En
los países ent(¡lieos ci protl'st:l11tismo,
(¡ cualquiera
otra profè.
si(m (le fé se reduce fl lIna parte mínima, que forma tina pequeña
colonia en el orden religioso, de la misma manera qne ele:Jt.olieismo cn los pucblos dondl' prepOl1(ler:ln otrns en'cncías.
l'or
consiguiente la fr:¡cci(JI1 protl'st:ll1tc
que l'esidL' en nJ('dio de lIna
gran mayoría
cat(¡lica, lL:ios dl' extralimitarse
ni provocar las
medidas represi ntS del Estado, SL'porta como un huésped cn casa ajena, con la mayor llloder:¡ciÚn y I-eSpeto hrlcia los jefes de
ella, así como lo hace la fraeciÚn cat(llic:l resiclenL' en medio de
mayorías protestantes,
islamistas,
L:te.
Todos los países, a un aq uellos mismos donde se ha esta bIccido la lihertad de cultos, tienen una religi(¡n preponderante,
(le
lo qlle s(llo está exenta In confeckr:lei(¡n de los Est:lClos I :nidos,
por la ranlcircunst:ll1eia()e
que desde su primiti\"!l fundaci(lI1se
compusieron
L'SOScstados
de coloni;¡s cie dif(:n'ntl's en.'t'lleias.
sin <[ucjamÚs haya prcpon(lerado
ninguna (le l'lias.
¡\~íe~ que al eslahk('ct"sC la libertad (le cullos en los países
eatÚlicos, mediante la separacÍ{lIl de la Iglesi;¡ y el Estado, ellos
que(lerían con sus mismas creencias y con su mismo fanatismo,
porqne ni esa lihertadni
l'sa separaci()I1 producirían
tTvoluei(m
alguna en la conciencia.
Y como el ultramontanismo
se ha encarnado
en la mayoría de las soeieda(les cat(¡licas, desde que
estas se han educado y nutrido con sus mrlxilllas, la separaci(m cie la potestad espiritual y la civil no lihraría al Estado cie
la presi{¡n ultramontana.
El po(ler temporal estaría siempre
expuesto á la dominadora
influencia que los ohispos eat(¡lieos
ejercen sobre la sociedad, los cuales abusando del prestigio de
LA LUZ DEL l'UEnLO.
213
su mini~terio,
inculcarían
m(lximrls teoer{¡ tieas y a \'asallacloras; conn:rtiríall,
como sicmpre, :a iglesia de Jcsucristo en un
palenque político, creando en el se:1O de la sociedad falanges ultramontanas
con e! calificatiyo
ch- partidos catÓlicos.
De esta
suerte, aún separado
e! Estado
de la Iglesia, ésta procuraría
c1eyar {¡ sus adeptos Ú los primeros puestos de la I{epública.
Luego, en "irtud de esa separación no asumiría la Iglesia el
mismo puesto que los protestante~:,
quienes, sienrlo extraños en
el scno de una socieda<l catÍ>lica, n,)~jercen como los obispos ultramontanos
una influencia política en nombre de la re!igiÍ>n,
ni ticncn Üilltlnales para juzgar con estrépito judicial é imponer
castigos
de trascendencia
ciyil, .li yisitall los pucblos IlI'oponiénelosc castigar por causa ele malas costumbres.
Cna sociellael religiosa que se ~neielTa en e! santuario
de lo
espiritual,
hace sin duda innecesaria
toda medida de parte de!
Estado.
Pero una Iglesia que tiende Ú centralizar
en sí todo
poder y Ú ejen:er una acciÍ>n hostil contra los que reehazan sus
miras, una Iglesia seml:innte haec indispensables
los medios de
represión ciyil. En esto no il1\'ack el Estado
los dominios de
la espiritual,
pues no se propone 'intervenir en las creencias ni
en la disciplina, sino Únicamente ir'lpedir todo aqucllo quc pucdc pcr:iudicar {l la sociedad fi al CiUdadano.
SECCION SEPTIMA.
Después de haher dilucidado algunas
cUl'st.iol1l's político-religiosas, ensayemos la solueiÔn del m{ls import.ante y tra~Cl'ndental prohlema-LA
LIBERTAD
DE E:\~EÑ¡\:\%¡\--csa
lihcrtad quc l'S la sín tesis ele t.odas las lihertades,
Elcnicntns de di\'crsa naturaleza
impidcn ellihre desarrollo
intelectual.
T' nos emanan de la Iglesia .r ot.ros del Estado.
~i
la enscÎwnza l'SUI hajo el absoluto dominio del gobierno, ya no
cs lihre; y si ci poder. pÚhlico prescinde completamente
dl' l'lia,
cal' cn manos del elen) para sel" atada
con las cadenas del ultra mon t.an ismo.
Estas dos faces de la euesti(l11 se hallan tan ínt.imamcnte
relacionadas,
quc no sc puelle hahIar de la una prcscindiendo
de la otra.
l'or consiguientc encsta
sccciÚn nos ocupare1l1os
de ambas, con la rapidez que exigen los límites de la Jln'sente
ohnl.
I'ero ante todo sentemos la hase ltmdaml'l1tal del prohlema, consignando
algunas
ideas preliminares cn onlcn (I la
eicncia y al legítimo podcr que dehe represcntada
y dirigir Ia
cnsl'l'ianza,
CAPITULO
I.
Soberanía é independencia de la ciencia.
Reseña histórica de
la enseñanza.
La ciencia ~jerce un ilimitado
imperio en todas las esleras
del ser. El unÍ\'erso físico le perten('ce, como tamhién elmuudo
moral. Las n:laciones de los hombre:s entre sí, las bases de asoeiaciÔn política, las importantes
cllestiones sociales que se han
~mseitado y qllc se suseitarÚn
en el curso de los siglos, todo cst;l subonlinado
Ú la ciencia.
Ella se encarga de investigar y
desenvolver
los grandes
principios, y deseuhrir nuevas senùas
al espíritu humano; y por (¡}timo elevándose
{lIa causa primera, determina los debercs del hombre para con Dios, para consigo mismo y para con sus sem~jantes, y estahleee los fundamentos de la n:ligi()!1 y los de la 111(,ral.
La cicncia cs, pues, un p()(ler soberano y absoluto
que fund;lndose en los eternos principios dl:' la filosofía, sc propone resO\\'er el \'asto é indeterminado
llroblcma de las cOSas. Tan
gmndioso
ohjeto justifica los derce:lOS de la eicncia Ú una completa lihertad 0 independencia.
Ella no puede someterse sino Ú
la verdad, que cs la Icy de atracción
en el mundo intelectual.
Por eonsiguicnte
la autori(lad
eclesiástica
ó la civil le son
eompletamcnte
extrañas.
Cicrtamente,
si por la cicncia llega el hombre á descubrir cn
lo moral las leyes de su destino y la maravillosa
armonía <]ue
existe ¡.:n medio de las vicisitLHlcs y aparentes
contradicciones;
si la cicncia desarrolla
cn el ordcn político los principios universales y propone {I la aeti vidad del pensamiento
los prohlemas de cuya solución dependc la [':licidad de los pueblos; si en
el orden religioso la ciencia comunica
luz y solidez á las crccncias; en una palahra, si la ciencia e!; la condiciÓn esencial pnra
que el astro de la venlad ilumine con sus resplandores
las esfcmS de la vida política,
moral y religiosa de los pueblos, es e\·idente que ni la 19lesia ni el Estado pueden restringir,
con su intervenciÓn en la enseñanza, el desalTollo de la ciencia sin violar
una ley fUl1oal11entnl del génem humano.
21G
LA LUZ DEL l'VEnLO.
II.
La lihertad de enseñanza
es un princII)lo rcconocido desde
la 111:18remota antigiie(lad.
Los griegos la prodamaron,
y la
suhlime cultura inteledual
del oriente fUl-{Iehida Ú esa lihert:H1.
Empero, diferentes causas influyeron
en la (leeadencia dl'
las ciencias, y (lieron lugar:í. que en la eelad media la enseiianza se redujl'se {l la cscoJ(¡stica,
() sistema
teolÓgico que tu vo su
origen en las cscudas eelcsiÚstieas fund:ulas por C:¡rlo-:\Iagno.
:\Ias l'Il el siglo XII Ahelanlo y sus discípulos tntll<'jaron
vigorosamente
contra ci eseolasticisll1o, {I fin de libertar la enseiianza del dominio
de la autoridad
edl'si:ística.
El grito de
emancipaci(m
literaria resonÓ en la Italin, y se fundaron las universidades de Bolonia, Padua y Salcn1O, con indepcndencia
ciel
podel' eclesiÚstico; y progresi nt111ente fueron forl1l{lIldose gran(k's centros de instnllTiÓn independiente.
De tal m:l11cra qllc d
primer germen de la liberta(l
dl' enscÙanza,
depositado
por el
gl'nio y el ,':l!or, y fan)recido
por circunstancias
lI..'lices, llegÓ tí.
desarrollarse
eOlllo un {(rhol qtle, rompiendo las ligaduras que
impidcn su erceimiento, extiende prodigiosHllll'nte
StlS fro1Hlosas ramas.
Los prÓceres ell' la indepcndencia
literaria quchran taron ci
yugo que pesaha sobre cI entendimiento,
y procuraron
iniciar á
la juventud en los verdaderos
fundamentos
de la ciencia, derrocando las dodrinas
tradicionales
de la Iglesia.
l'ero contra
este movimiento
(le emancipaciÓn se dcsplegaron
las hostilidades del podcr edesi{lstico.
l'ara frustrar las tent:1.ii\·as reaceion:lrias de ese poeler y defenderse de StlS ataques, los gnll1<lcs focos de instrtlcei())1 se pusiemn bajo el amparo del Estado, qtlien
procur(l aliarse íntimamente
con Ins uniyersidades
para n'Chaznr nI enemigo común.
La enseñanza
afianz6 desde luego su lihertad mediante la
protección del Estado,
.Y éste consoli(l(¡ su poder con el apoyo
de las univcrsidadcs.
~Ias tan pronto como, en virtud de esa
misma libertac1, se ilustraron
los espíritus y reclamaron
las rcformas con venien tcs en las instituciones
ci "ill'S y políticas, el
gohierno se propuso
p~rscguir á los qu~ trasmitían
dodrin:ls
contrarias
{( su modo de pensar .Y :í. StlS cO;1Yenicncias.
LA IXZ
DEL
Pl'EULO.
217
Desde entonees el Estado siguiÓ el mismo camino quc había
emprendido In Igksia, y de protector
de ]a libertad de ensetianza se eonvirtiÓ en timno de la intdigeneia.
I'ero e] desarrollo que se ]wbín efectundo lwjo los auspieios
de]a libertad, ya no permitía
qu~ la razÓn se sometiese ft ning(m poder tinínieo.
Por consiguiente
se estahlcci() una ]ueha
permancnte
entre la autoridnd
que subordina
la cnsCÎwn7.a y
los dctcnsorcs de ]a independenei[l
intelectual,
]ueha que se sostiene coil ardor en los países donde la inteligencia no ha ahdicado StlS dercchos.
De td manera qlle la enseÏinn7.a se elH:ucntra hoy con relaciún rd Estado, en 1:t misma situ:eiún
qlll" respecto rI la Iglesia,
se encontrÚ en In t:poen del renacimiento
de Ins 111l:es. Entonces
luch(l para indepc1Hlizarse del poder cclcsi{lstico, y se puso hnjo
la tutela del Estado.
En la m:tc1:t1idad lucha contra la opresi6n de] tutor, y reclama su completa
indcpendencia,
para impulsar el desarrollo de]a civili%nl'ión.
Ef'ecti\'amente, los puehlos no 11:ln nY:I117.:\(locn 1:t scnda del
yenlndero progrcso sino por mcdio de la libertnd de l'nseñnn%a.
La suma de conocimientos
cn on.cn ií los derechos cIcl ciudadano, la propagación
de las ideas rci..?:eneradoras Y las hucnas instituciones
sociales, cstft 11cn 1"[\%ÚI1
(Il- l'sa IiI)ertnd.
Ello cs l()gico, porque cuanto m{IS libre se ellCttentre la inteligencia,
tanto
más remontar:í
su vuelo sohn- la:, regioncs dc la ,·cnlad.
E] estudio del humano destie o y la ohservaeiÚn de In vida
soeÎalmanifiestan
cada ve7. más ':Iue, no perteneeien(lo la ciencia al dominio de la Iglesia ni al dd Estado,
la cnscÏinn%a delle
estar independicnte
de toelo pode'.
Esa independencia
cs c!'encialll1cnte necesaria para qllC los pucb]os realicen importantes
eamhios, en virtuel de ]a lihre prCl]JngaciCJn de las ide:ts.
:\las
donde no hay ¡¡bert mI de U1SCllél11%a,rcitwn principios estal"Îcnarios quc n'sish:n con fucr7.a de inercia {¡ toda il11~ovnl"Î6n import[lnt<:; y }¿\S rcfornl:ls que se }IHlpOncn ]Jor el pequcÏlo círculo ele espíritus ilustrados,
son rCCha%:lclns por la opini6n ele una
l11a'yorí[~ educnda cn el exe1usivisJllo dl' doctrinas
reaccion:uia!'.
La libertad ele ensuianza
es el fundamen to de todas las libertades.
En los l;:lí~cs domlc dJa no {xiste, los derechos del
hombre son quil11t:rieos, y el pueblo no es sino un instrumento
de los que la dominan.
El marasnw
en los espíritus,
la decadencia intelectual, la ahyeeeión y c:1 fanatismo
son la consccuen-
LA LeZ DEL I'l'EIlLO.
cia del dominio qlle la Iglesia ó el Estado
ñanza, como la manifiestan el testimonio
la expcricncia contem]>ortí nca (1).
(1)
t!CI:-:.
II
I';lra
tI
mois
<.'tJ~:("fl¡tI1Z:I.
IJril':1
<:OI1\Ttll'I.:1"Sl'
Ilu'nos
('sui tut
hnl"ta
:1I111('11t('
hlo lin lh-.~:lllC) ti.
lin
doctrillilS
nlnf:J,l:ts
Ilrt'lkn'
l'l'lIar
111;,',,11:1
sllhyugad:,
ll'li1l'Olllph:l<t
(:ll11l!Uílt"tt'
cid
tróll1ql1ilo su", (:"llen:ls,
r~'dlll'Ídil
:í.
Ulla
l..'ol'l{llna
JlOT
l'1
l'ClinT
.'
dn:'poli~llI()
;Ta1
SlT\'idIlIlJlll't<
Elll'~l'
ECIl,lt!llr.
('S la
y
1:1
tTihuIW
rt.'li,.:;i()fl
sÎtlliu.'i(JlI
l'Il
st'r\"itlll111hl'l'
scrdlislllo.
:dl:-:.ohtti ..•
t:l~.I:1
~()n 111:1s('.
pUl'hlos
la polît i•...
a lilt r:11ll0111
Illlstl':ll'j('1I1
S
los
1:1 1I1ólY(l1" (j I11l'nOl'
Sl'gt"lll
ulla
f:ln:lti7.:lCllll':IS
leyt·s
11(:'lllt'
pn'i.ctÍ<'ttllH·l1l('
ó111.\Tl'los,
ejercen sobre la ensede la historia y el de
:111:(
pais
S
dl'
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tltl
11I('dio
}lilfs
!,ólról
donde
pÚ-
el
Pth,'-
110Sl' prop:q.::11l
Píll"1ólllH'ntHri:llsl'1
de..' till
S(' ('I1t'tlt'l1tn'
ill~trth.Tic·)1I
nlllsigllÏt'f1t{'
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C0ll10
11Il'1111:; :ltrólZ<I_
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n:q
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el
dl'!:I
Jlllt'1Jll1
t'lht'1Ï:IIlZíl
:-:.iti.
S4I-
l'st:i
CAPITULO Il.
La sociedad científica.
Su organización.
La ciencia se desarrolla
por la inteligelleia de los indiyiduos
q 11~la cu Iti van. E3tOS s~ Inllanlig-ados
Ciltre sí con \"Íllenlos de un
fin eom(lI1, y constituyen
una soei(~dad, en la que por la mutua
pan~ipaci(¡n de ideas se dilata el horizonte de la inteligencia.
La
atnH:ciÔn qne sohre ésta ejerœ la verdad, debe tetwr un centro
social l'Il el fi tiC se coord inClI los met lios COll\'ell ien tes al desarrollo cien tífico; v mien tras mas vasto sea ese l'entro, y mayor la
eohesíón intcl~ctual de los que lo ferman, 111::"tS rÚpidos serÚn los
pn)gresos del humano entendim iento.
Todo movimiento
expansivo ,k la intelig-eneia, todo siste
ma trascendental
ha salido de una sociedad,
formada
aunque
no sea metS que entre ci maestro y los discípulos.
La manifestación de las idcas por el Ílrgano e"e la palahra
ponc en agitación las corricntes magnéticas
(kl pensamiento
y rcaliza gloriosas conquistas.
Aristótclcs no hahría
brillado en ci firmamento intelectual,
ni sus doctrinas
hahrían tenido tantos secuaces,
sino ]lorque l'II sociedad de enseÎlanza trasmitir) {l sns discípulos
aqnellas
dcvadas
concepciones qlie, tomando su orígen en las
ideas de Platón, fueron desen\'tleltas
en ci estudio de la natura-
leza.
JI.
Los que se dedican al cultivo de la inteligencia
son otros
tantos
ciudadanos
en la repCtbliea Iiteraria, y constituyen
un
Estado" un podet- que comunica 1" luz de la ciencia Ú los dem{is
po(leres.
Por tanto, es preciso que se organice independicntemente para regularizar
sus trabajos y llenar su elevada misiÚn,
dando un yigoroso
impulso al cksrrollo
de los conocimicntos
humanos.
De la misma manera que la socie(lad civil y la espiritual han
eOllstituído su respecti \'() pocler q l1e las represente y dirija, la
sociedad científica debe también constituir
el suyo.
Al poder
civil se le llama Estado, y al espirtllal
~~'lesja ¿y qué nom hr
220
L.\
U'7. DEL I'I'EBI.O.
dehería dán;l'k
al poder científico?
Xinguno le ('on\"Ïene con
m;Ís exaditud
l{¡g'i('a !jue d de {'lIin:rsÙ/;II!, pues siglliJil'a la di.
n:rsid:lI! de l'onul'ÍmieIÜos,
de opiniones, de dol'tl'inas, (k sist(:mas en la lIllidad de aeciÔn y de ohjeto,
Si en b vastacilTunfc.
reneia de las ideas los espíritus in\'estigaclores
toman (listintos
rumhos,
todos ellos tiendcn, sin emhargo, fI un centro comílll,
que es la \'crdad,
Estos tres poderes son l'seneialmente
in(kpendientes,::
de·
hen ohrar dentro de la esfera tra:wda pOI'la especialidad de su
fin. Así ci poder ei\'il () estado funeionará
in(kpe\l(liente1l1ente
eond ueiendo los pue! ¡los al lJil'nL'star tempur;( 1, sin ingerirsl' l'Il
la rcl¡giÔIl ni l'Il la L'llseïIaIl1.a, El poder l'spil'i lu:t1 () igksia
uhrnr{¡ de tin modo in(kpl'l1dil'nLc l'lleamill:lIldo!:ls
allllas ri la
hi('lla\'l'l1tunlll%a, sin illte1"\'l'nil'l'll lo tcmIJOI'alni l'Il la illstru('eióll profan::.
\' el poder eil'l1Lífico () uni \'ersidnd procecJerá COll
i1Jdl'pendcm~ia 11irigicl1(10 bs inteligencias hnl'ia 1a \'erd:\(I, sin
ml'zdarsl' l'Il la administración
polítil'a ni l'Il la el'ksi(lstil':l.
La l'iene:a no tiende {¡ rl'stringil'las
pri\'ati\'as
atl'illt1eiolleS
dclcstado
{¡ de la ig'ksia sino rI pOllerlas cn l'laro :: cstahkeerlas sohre una hnse fundamental.
Xo teniendo pOI' llhjeto domi.
nar, sino in\Tstigar
la \'l'nlacJ, la ciencia garantiz;lla
legítima
1¡h.'I'tad lo indl'lh'nrlL'I1L'i:Lde los de11l:is poderes,:: ks SL"'I:I1:1
su rl'Specti\'aesfenldenel'jt'¡11.
~()Ialllente la cielleia puede e~tallkeer la
armonía ('nire la l.L:k~i:t Y d Estado: s(¡)o ell:l plled(' ('(¡)Ol'arse L'n
la halallza (k los intel'L'ses soeialcs, para sl'r\'ir (IL- eontrapl'so
Ú
pretcnsionl's exdusi \'as, {¡ tcndcneias rdr(¡gnlllas,
111.
La organizanon
del poder eientífieo debe efloduarsc L'on
al'fL'glo (I los prinL'ipios COlllunes, Todos los !JU(' cOllstituyclI
la sol'Ïedad dl' las Idras, esto es, los ci ud ada nos dl' la l'L'pliIJliL'a
literaria,
tiellen dereeho de sufragar,
eligiendo á los que dehen
eonstituir
el L'Ul'rpOuninTsitario,
{'na \Tl. efectuada la elceei(¡n de los miemhros de la uni\'l~rsidad,
¿:stos Ikber(ll1 dar la
eonsti tUL'i(¡n (1e1est:lllo eien tífieo, elegi r, eOIl a rrL'g)o {¡ db, al
presidente de ese estado, é instituir un senado y una academia.
l'ara que launi\'ersidHll
pucda ohrarexpal1si\,:tI11L'nte sohre
la esfera de la república literaria, rleher{¡ instituir, ('n las pobla,
LA Lt:Z DEL I'l'EBLO.
221
eiones notables,
centros universit.trios
y estos ft su vez constituirftn funcionarios
subalternos
en los pequeños pueblos.
Organizado
así el cuerpo universitario,
circularía la viel•• de
la inteligencia
desde las grandes ciudades hasta las Últimas aldcas.
Esto es la que reclaman
los ir,tereses bicn entendidos
del
]lueblo.
El dcstino cIel hombre
tiene di\Oersos puntos (le vista,
y cada uno exige instituciones
apropiadas
ft la naturaleza
de
ellos.
, ;VIas por desgracia no se ha so~pechaelo que haya un poder
cientHico independicnte,
{¡ pesar cll~que es la fuente de todo poder y de toda independencia,
ni se ha pensado ol-ganizar el cuerpo docente bajo un sistema de Iibertad.
El egoísmo del Estado,
las pretensiones
ultramontanas
y el atraso en ma teria ele instituciones sociales, no han permitido n:conoc('r las verdaderas
relaciones que existcn entre ci estado
político,
el eclcsiÚstico y ci
científico, ni la línea divisoria que separa los dominios de estos
tres estados,
siendo la mÚs deplorable
que la uni\'ersidad
s{¡Jo
ha si(lo consielerada como un instrumento
ell' la iglesia (¡ del po_
der civil. Cuando dependió de la p¡-imera los estudios liten:lrios
se reelujeron (t la cscol(tstica
teolÔgica; y cuanelo depende del
Esta(lo, esos estudios se reducen fi tina especie de escolfistica política.
El poder universitario
tiene el ~,acenlocio de la enseñanza, y
no conviene que suboreline su acción Ú ninguna \'oluntad extratia. El Estado, l'0l110 guanliÚn de los intereses sociales, podr:l
exigil' todas las pruehas que la sugiere su amor Ú las luces; podr{t desplegar la vigilancia
que requiere la necesidad de mantencr- ci ordcn y prOIl1O\'cr ci pn>greSl)j pero dehe recunocer la indepcndencia de la uni\'ersidad
y garantizar
sus derechos.
IV.
La eonstituciÍln
(olelestado científIco dcherÚ estar en perfecta armonía con la lihertad de enseiianza.
La misi(lI1 de la univel-si(lad no es la de propagar
estas Í> :Hluellas doell-inas,
sino
la (le promO\'er ci dcsenvolvimiento
de todas, Ú J-lnde que ln juventud que aspira Ú la instrucción ~uperiol-, se inicie en todos los
sistcmas.
Xunea adquiere la ventHl mÚs soli(lez en el espíritu,
222
LA lXZ
IlEL
P{'EIlLo.
ni se establecc en él una profunda con \'iceión, sino cuando se examinan los crrores de una doctrina.
De tal ~uertc que s(¡}o por
e11ibre estudio de tOllo cuanto han pro(lucillo e1corazÚn y la illteligencia podr{l11 los jt)\'elleselevan;us
sentimientlls y sus ideas
{I un orde11 superior,
La unin~rsidad no se ha de convertir
en una oligarquía literaria, porquc, como lo manifiesta su 110mhn', ella es ln {"l'pres~ntm'iÚn de la universalidad
de conocimientos,
(h: dodrin:Ls y
opiniones.
Si ci po(kr uni\'c"sitario
limitara la lihertad <le estuclios, se Jlondría en eontradieci(l11 consigo mis1l1o, y cOllvirtiéndose en un resortc de ealamidm1cs,
arrastraría
los puehlos
{I Stl decadencia.
En la plena libertad
intelectual
tiene la uni"ersi(bd su razón de ser, y restringir
esa lihertad
sería ohrar
contra la existencia misma de la instit.uei()n universitaria.
CAPITULO
III.
La libertad de e'nseñanza en sus relaciones con el Estado.
Ya hemos visto que la ciencia, por su :I1tn..dignidad'yln.
grandcza de su ohjeto, no puedc cstn.r suhordinada (I ninguna
autoridad.
Ella constituye un poder moral en el que se cifra
ci pon·enir de los pueblos, y tiel1t~por consiguiente derecho para exigir del Estado los medios n'~cesarios á su desarrollo.
La acción interior del poder científico está fuera de la esfcl'a política; pero los elementos e~teriores pertenecen al orden
eÎvil, y el Estado tiene ci deher de sulwenir á las necesidades
materiales (le la enseñanza por medio de dotaciones ó de un
PI'csupuesto. Lejos de subordinada, dehe ci Estndo pn'starle
sus sen'icios, fomentando la instnteeiÔn, (t fin de que se ensanche la esfera de los conocimientos y se dilaten los dominios de
la ciencia
La educación es un elemento que obra eonstimtemente sohre la existencia política y moral de los puehlos; es el supremo
interés de la sociedad, al cual e!;tán sul>onlinados los ùemás.
No sÔlo constituye un derecho individual, sino tamhién una imperiosa necesidad social. Y si bajo la proteeciÔn <lelos poderes políticos <¡ueda garantido el ej~reieio de ese derecho y asegurada la sn.tisfaceicl11de esta necee:darl, es evil1cnte que la enSeJlélnza dehe ser pmiegida por el Estado.
Si Ins miras de éste deben con verger á un punto céntrieo, que
es ci hien de la sociedad, y si la educación es el soherano bien
de los puchlos. el Estado faltaría al mÚs sngrado dehcr si prescindiera de la ensei'lanza, alejando rIe ella ¡.;;ubenéfica inten'encicm.
Luego la eùucaciÔn p(tblica (lehe estar hajo la constante
protección del Estado. Pero ha tic ser una proteceiÔn desinteresada, sin otra mira quc la <k llenar un richer, prol'unlt1do
por medio <k la ilustraeiÔn el engrn.ndecimiento <leipaís.
La inten'eneiÍln del Estado se ha lIe hacer sentir cn los beneficios que (lispense, )' nÔ cn las tn:tl>as que imponga. Si
interviene subyugando la enseñanza, entonces la protección degenera en tiranía.
:.!2·j·
LA
L1:Z ))El,
I'[:EBLO.
Dehe, pues, el Estado
interYl~nir, lTeanllo planll:ks (lL-ec!u·
caeitlll; pero no prcsLTibiélldoks
dol'trin;!s ni métodos.
Dcbe
proÜ:j{'I'la l'llSCll:l1n;! fOll1l'nt.;índol:t; !lI;!S no dche l'lIsl'llal', porque no tiene una Illisit'll dOl'l'nll-. Dch~ prOl'unll'l'1 prO,L:TCsO(le
los estahkeil11ielltos
literarios,
beilitÚlldoks
los IIlL'dios IIt'Cl'S;!rios, ]JCI'Ono I:neargÚnc!ose de dirigir su mareha.
Toeh ingerencia dl'1 Est:tclo que no esté ell anlHlllí:1 COll sn
\'cnl:ukra
111isi(l!1l'S {'¡1ler:lll1el1tl'l'xtrai1a, y lIe,!.!·a:'1 ~·"T tll!:1 tX:Iha que impide el lihre (lesarrollo cid ]ll'l1sa1llil'llt.l.
I'reseindl'lleia
{'o1l1]l1cta del Estado l'Il los siSll'IlI:IS, d'ldrinas y lllanl's de enseÏ1anza, y l'Il todo lo qtlcescnl'iall111'nte ]JLTll'oo
l1l'ec Ú las lltlll'iolles dl'! porkr ulli\'el'"itario;
asidua \'igilalll:ia y
proteeeitl11, planteando
pOI' <lo quieraesetlelas
y eolcgills, euidando dl' que bs pt'rS(lIl:ls eOllsagradas
fi h l'llst'iiall7.a Sealll'Oll1l'etl:ntes Újuicio (le la ul1i\'(~rsidad,exl'itHndlJ]lorllJ(los
los 1I1ediw:
posihlcs la e!llubeitlll litcraria, eientífil'a y :¡rtistil':l, :Il'or/ht\do
eondel'oraeiolll'S
hOt\o,-ílil'as:í los que instituyellcst:lh!t-cilllit'll'
tos partieul:m.'s (le l'l1Sl'IJall/.H, yayudÚndo!cs
con :¡]gllna suh.
Yl'lleitl11; he aquí lo qUl' illetllllhe tI la alta misitlll del Estado.
En m'moní:\ con L'St.OSprint:ipios
esiiÏ la doct.rina de un
llotnhk
pul.lieista.
"El Estado,
dice Ahrel1:O:, dl'he, l'onsa·
gr:lndo
t:lln1plctalllcntc
el principio
dl' lih~>rt:lll, mantener
eOI1las rcnt.as pÚhlicits la t:llst'ÏJaI17.a, huycnelo siel1lll1'e dd pdignl de hacerse juez de las doctrinas que se proli.·sl·Il ..... El Est:lllo
es el rcntista Ú :lllmillistnldor
gel1enll de In sociedad, y dehl' suministt-ar:í
torlas l:ts t'sll:ras de la adi \'idad soei:tl los medios
necesarios para su cxist.enl:Ía y rlesarrollo."
II.
Ilay sineml1argo,
qnlel1t's sostcngan
que la l'l1scilanZn ddlL'
}1crInall('ccr hnjo la tutela dd Estado, fUlld:'tllClose cn qUl' si (ostc
la eostea, tiene derecho de dirigida, y aleganelo el pdigro ell' que
la ig'ksia u1tramontal1:l
sc nporlcraría
dt']¡¡ instnll'l'Îlín
Plí.
hliea si l'sta Sl' e11laneipara
del podel' ci \·i1. Dicl'll :lllclll:ís
que el Estado
[nltaríit nl pl"imL'I-O de sus <ldK'rt·s, si llt'rmitient qUt: CUl J:¡ lihcrt:ul (le cllseÏ1anza Sl' prop;lg;¡sen
principios er¡-(meos,
¡'or Últ.imo, alegan que esa lihcrt:uj cOllduL'l' ;'¡
la anarquía Cil las i(kits litcrarias .r en hs opiniones Jlo1ítie:ls, y
LA LUZ DEL PCEBI.O.
que es cont.raria Ú la tranquilidad
pÚblica y Ú la estahilidall de
los gobiernos.
Pongamos
de manifie~to la falsedad de estas objeciones.
El hce1w de costear]a
enseñacza no confiere el derecho de
dirigirla.
Lo primero es un debe, dcl Estado, porque como
administr[:dor
dl' los fondos nacionales tiene oh]igaeiÓn de emplearlos en bcndicio de la sociedad, y nada hay mÚs benéfico
para ella que el desarrollo
de lo~. conocimientos.
::VIasla segundo, esto es, el derecho de dirigir la instrncciíll1, pertenece
pri\'ativamentc
al poder unive¡'silario,
porque tiene]a misión
de ndtivar la inteligencia.
El deber y ci derecho sail corre':ativos,
es decir, se suponen
entre sí, pero en un orden lógico.
Así, el deber qne tiene ci Estado de costear ]a ellseilanza y sull\;enir it todas las necesidades sociales, supone lógicamente el derecho de administrar
los
eauc1nles pílblicos. V el deber qne -:iene la Uni versidad
de contraerse al desarrollo de la instrncci6n, snpone de un modo lógico el derecho de di¡'igirln.
AhsulT' o y contn1<lictorio scría exigir que el Estado costee la enseïnnza,
negándole la faeu]tad
de mlministrar
el erario nacional; y también es absurdo y contra<lictorio exigir que la universidad
se eonsagrc al cultivo del
entendimiento
y (le la ciencia, ne¡..:{Ímlole la facultad de dirigir
la marcha literaria ..
Si el cstado tu viera derecho de :lirigir la ense1Ï.anza porque'
la costea, tall1bi~n ]0 tendría
para
oeupar una cátedra con el
bonete de doctor en la caheza, y dictar alg(ll1 curso ó explicar
una doctrina;
la tendría,
en fin, para poner la ciencia bajo cI
ill!Pl'rio dl' sus opiniones, y erigirse en juez árbitro de la \'erdaù.
Ahora respecta it <¡ue la Iglesia se apoderaría
de la enseiianz;¡, si ésta se independizara
del Eshdo,
semejante peligro sería
cfecli \'I) si el poder político, falÜ.ndo it su debel', prescindiera
completamcnte
de la instrucción p(¡b]iea y le retirara la sull\'cncií>n necesaria.
I 'ero mientras
mantenga
una legítima intervención, fomental1l1o la cnseñanZil en todos sus grados, aquel
Jlcligro es iluso1"Îo. A la verclad, si el Estado plan tea en toda
la nacié>n cstablecimientos
literarios,
y los tiene en un pié hriliante por la alta instrucción
de los directores y profesores, por
la comoclidml de los locales y por el buen tratamiento
quc se
clé fi los alumnos;
cn una palabm,
si se generaliza
y costea
una bucl:a eclul'al'itll\ gratuita,
10'5 eclesi{¡sticos se limitarían
á
226
LA Ll'Z DEL Pl'F.RLO.
sus scminarios,
sién<lolcs i1llJlosihlc c01l1Jld.ir con 11)ScolqÔos
suh\'('neionados
por el Estado.
:\i hal)J"ía esa multitud
dl' S,ll'cnlotes
'l\Tutun.TOS quc andan espl'l"ulnlldo l'lm 1<1l'IlSL'ÎI;l11za
en los paÍsl's donde ci Estado
no la !l)menLI h;¡Si<llIiellH'lItl',
Ademñs,
ci hecho de que la instrnl'l'ié,nl'stt!l,Jio la tutela
Ilel Estado, muy I(~os dcscr tina garantía
]lara q\lC l'l \dtraI1l011t.aniSll1o no se apodcre
de ella, es más hien un pdigro inminente. En cf(>do, euanllo
los podcres po]ítieos SUr,~L'1lriel partido
clerical y sc sostiene11 l'on ci e!l'mcnto ultr,lnlOllt;luO,
el g'ohierno pone la enseJl<lnZlt en manos de la Iglesia,
(1),
y cneuanto
Ú la ohjeeiÚn dl' que con ];¡ lihertad
dl' eIlSL'Îl<l1lza sc propagat"Ían
principios
err(meos, f:íl'il es OlJSlT\'ar !Jl1t' lo
sofístico de estc argumcnto
e01\siste e1\ cllltli.llldir h eselll'ia rhesa lihertad con el ahuso que de ella se h<lg'l.
La libertall de enscñanza
no es sino la lihertad
de la inteligencia; YCOl1l0 csta facultad del alma t.iene JlOI"ohj¡,t() la \Tnbd
y nÔ el error, es c\'idente
!Jue la lihre ensl'ÎJ<lnza IlO tiellde tI la
propagaei(¡n
ell' principios err(mcos,
ni al predominio
de Wl\leIlos extravagantes
sistemasql1l'
sehan iIl\TnUu!o para hUlllillaci(m y oprohio del cspíritu humano.
:.\Iuy l<:jos de que con la lihertad de enselÏanza pudieran prop:lg:ar~e los e!Tores, por medio de dIa se les rec1l<lza y l'o1l!bate.
Efedivamente
en "irtud de esa lihertad se eX<llllin:lll y disl'ttten
todos los sistcmas,
todas
las dodl"inas,
todas 1<IsL'OIlL'CpL'iones
del entendimiento,
y dd examen
y discllsiélll lWL'e la luz <¡Ul'
alumhra
el horizonte
dl' la inteligencia,
para que ¡¡rille la \Tl'dad con todo su rcsplandor.
:\las donde la cnseiianzn !lO L'Slihre, pueden entronizarse
falsas doctrinas
hajo los auspicios (leI
exdusi vism o ofieial.
l'or ílltimo, toda libertad est,í n'glac1a por los prinL'ipios (!Lorden quc prescl"ihe la raz(J1J; y si para n'itar
alJllSllS SL'propllsiera el Estado
impedir el ejereieio de las libertadcs
pÍ1hlil':ts,
¿qué sería rle la socicdad?
Vinienllo, en fin, Ú la ohjeei(JIl Ile <¡ue la libertad (1e l'I1sCÎl:lnza conduce Ú la anarquía
en las ideas lítenlri;¡s
yen las opio
niones políticas, y que es contraria
(l la tmnquilidac1
pt'¡hlica y
Ú la estabilidad
Ile los gohiernos,
m:l11itl.'stenws 'lUl' con este <Lrgutnento se proclama
el dcspotismo
intck-dual
y el polítieo,
(1) El Ecuado,- nos ofn..
'lT Ulla
I'nlt'lIn ch." e:"tn n.:nJad. Ell lS(' 1,:.í" Iii ill~l
C$t.í bajo d :tb:-:olut'1 d()~\JÍll:11 dl..:l g'qJ¡;V:':!II. ,l' ( ...:t~. 1.'111:1('lll:"l':..:a:o:í
Il "'>"'~Il·t;l~.
rlled.·1I1
LA LUZ DEL PlERLO.
227
En efedo, si p<1ra estahlecer
li1erariamente
la unidad de
ideas se requiere que la ensciianza
no sea libre, la inteligeneia
queda desde luego sometida al despi,t.ico imperio de las doctrinas que se le impongan.
Y si para constituir
políticamente
la
unidad de opiniones se proscribe IL libertad
de ensefIanza, el
pueblo se eoloea bajo el yugo de la (;piniÓn que le impongan Sns
tiranos.
Contra bIn funesta doctrina demostremos
que la unidad de
ideas en lo literario y de opiniones en la político, no se ha de establecer en fuerza de la eselavitud,
sino mediante
la libertad·
!{calmente, siendo tl1W In verdnd, d::bería haher unidad en las
id.:ns y opiniones.
Mas para Ilcg-nr ft ese resultado
es indispensable que el humano entendimiento
examine libremente los
di \'crsos sistemas y 110dri~las. Si ,.le ese libre examen resulta
la anarquía, ésta es pasnjer<1, pues dia no constituye ci estado
1101"malde la humanidad.
Yo entre 1\11despotismo
permanente
y una anarquía transitoria;
entre un despotismo
que estabJcce
la inercia intelectual y política, y Ulla anarquía que conduce á
1m; grandes evoluciones clel pensanÚ~l1to y de la sociedad, ¿por
cu:il de las dos COSéiSse debe optar?
El hombre debe estudiar en la naturaleza
humana yen la
historia el llestino Ú que estÚn llamldos
los pueblos.
Si de allí
¡'esult:1 In din:rgeneia
de opinioncs, y se estah1cœ una lucha
entre los que se proponen
realizar '~se destino y los partidarios
de la política de resistencia, estos y no aquellos son la causa de
la intranquilidad
pÚblica, porCjue~·esisten
al progreso, que es
una ley deí género humano.
Por medio de la libertad de enseñanza
pueden los entendimi'~ntos hacer profundos estudios y efectuar el sineretismo de
ideas y doctrinas opuestas; por nwdio de esa libertad
llegan
las mayorías
it ilnstrarse y unificar sus opiniones; por medio
de esa libertad, en fin, se constituyeé1 los poderes políticos sobre
una base indestructible,
y se cstabl<:ccn las instituciones
socialeB que redaman los derechos deI hl)mbre y el desenvolvimiento
pl'Ogresiyo de las naciones.
Pero si por falta de esa libertad
no se difunden las luces, ni se establece la armonía en las ideas
y opinioncs, los gobiernos
serán mfis ó menos el resultado de
aberraciones
sociales, y deberán ~;er constantemente
comhatidos por las tendencias
innatas
tle progreso que se desarrollan
Cll el fondo de la naturaleza
humana.
LA LVZ
DEL l'VEIlLO.
Luego la unidad cn la~ ideas literarias
y en las opiniones
políticas, la tranquilidad
púhlica, la seguridad
y pcrmanencia
de los gobiernos, no se estahlecen con la opresiÚn y la ignllrancia, sino con la libntml que se propone ditilllclir la luz de los
eonocÎ mientos,
III.
Iksignndos
los límites dentro de los cnales (k'he intervenir
el Estado en el importantc
asunto de la illstnll'l'i('))] pÚblica, y
después de lwher rcfutadol:ts
ohjeeioncs qUl' se hacl'n contra la
libertad de enseÙanz<l, pasemos
it manifestar
lus incon\'l'nientes que ofrl'ce la adopcitJn de planes o/ieiales.
Si el Estmlo se convierte
en jefc de escuelas .Ycolegios, y
prescribe los reglamentos,
las dodrinas
y los sistemas de enseñanza,
se estahlece cn los estudios una marcha rutinaria,
llUesto que todos los planteles de instrucciÚn tienen qne obscrvar el 111is1110
l1l¿:todo y enseñar por unos mismos textos, pal'a
llenar lo Pl'evenido en el plan uficial.
Los pro!esores y los alumnos,
vién(lose encadenados
por la
rutina,
pierden el entusiasmo.
Los primeros
no cnseñanun
curso, sino un examen: no se consagran
it profundizar las Illaterias, sino ¡'l ordcllar
métodos mnemÚllil'os.
(1)
Los sl'gundos admitcn maquinalmcntc
las dodrinas
quc sc ks CllSL'ÏJa,y
sus tarcas
escolares
se reducen Ú aprender
(le memoria los
cuadernos {¡ ca tccismos que ks dan sus maestros, {¡ tal:vcz todo
un lihro sL'Ïwlado l'omo texto.
Semejante
sistema no puede
menos que produeir el desalient.o y una \,-,ompkt.a elll'ry<u:i()n '-'11
la illt.eligTllL'ia de los alumnos.
Bnjo el yugo (le un plan ofi.cialllo se L'studian las cil'llL'i:ls,
sino las cUl'stiolles hnnalcs, tratadas
siemprL' dl' una llllSll\:t
mallcra L'omo lo L'ompruL'ban los programas
dl' ex:í IlleIlL'S,qUl'
}Jrll1eipian y :IL'ahall todos los :¡ÙOS con las tnisl1las Jl;¡):lbr:l~;;,
sin yariar mÚs que la leeha.
De L'ste l~lOdo no puedc hahL'r sino \'ulgariclad literarin,
por
falta (le 110ycdad en las formas, de eontrnste
en las ldeas, de
origil1uliJad l'II los conceptos, de personalidad
en las dodrinas
y opiniones,
(1)
~JtH'
fayt)"l'CCII
la
lllt'llltlri:l.
:'\.
Tn:J.
E.
LA LUZ DEL
PUEBLO.
::?29
La libertad en la adopción de métodos y de autores produce la competencia,
que inspira una noble emulación, tanto en
los profesorcs l'omo en los alumnos
de los diversos estahlecimientos, emulación que pone en juego todos los resortes del alma, toda la ncti\Oidad de la inteligencia,
produciendo esos debates científicos; esos certÚmene~. literarios
que son como un
gimnacio moral en que el entendimiento
adquiere vigor, agudez, fuerza y encrgía.
iVIas rlonr:e no hay aquella libertad, no
hay com petcncia; dondc no hay competencia no hay emn lac:(l11;
y donde no hay clIlulaci(l11, no hay movimiento
sino parÚlisis
inteletual.
Pcro la interYenci(m (leI Estado en Ins doctrinas)" planes de
enseiïanza no sMo es perniciosa
hajo el punto de vista que acabamos (le examinar,
sino también
respecto Ú que estando la
edncaci(¡n sistemac1a por el gobierno,
éste puedc imprimir en
l'lia el car:tcte¡· que le conn'nga,
y prcparar la opini(l11 en fan)r
rie sus miras.
La c(lucn~i{)!1 es cl111edio mÚs f(¡cil para inclinar los puchlos
al despotismo.
En realidad, si s(' les educa de una manera que
estén dispuestos
Ú obe(lecer ciegamente,
picnsan como le conviene al gohierno, y se mueven según la yoh1l1tad de éste. La
expcriencia
10 confirma:
cn los países donde no rigen sino
planes de enseñanza oficial se ha l~onnaturaliza.do la indolencia
públiea, y se han establecido
hÚbitos de servilismo.
CAPITULO
Continuación
IV.
del anterior.
Ilabiéndonos propuesto
\?onsiderar la enseñanza en sus rl'laciones con el Estado, halJlemos de los directores y profesores,
como también de la libertad de aprendizajc, y por Último de les
exÚmenes y de los diplomas.
En "irtud de la protccciÚn que ci Estado debe dispensar Ú
la enseiwnza, está obligado no sÍ>!o :'l costeada, sino también
{¡ yigilar que los directores y profesores sean id(¡neos. :\las la
idoneidad de estos funcionarios
no se ha de califica¡' en ,'irtucl
(le apasionadas
apreciaciones,
sino por las pruebas que ellos
den ante la academia unin:rsitaria,
mediante un examen.
El hecho de conferir la direcci(ll1 (¡ las e{¡tedras de los colegios nacionales,
debe estar en armonía con el derecho que á
ellas tengan los m{¡s capaces.
Pcro ci grado de capacidad
no
puede apreciarse por el estado.
l' n ministro cie instrueciÚn no
es un funcionario cicntífieo sino político, y como tal no tiene en
vista los intereses de la ciencia sino los del gobierno; de tal suet',
te que el nomhramiento
de diredores
Ú profesores hecho por el
ministerio,
no recae en los m{ls capaces, pero sí en los más
adictos al partido reinante.
\' la causa de la instrucei(ll1 púhli.
ca ¿deherÚ l'star á mercc(l (le semejantcs funcionarios?
¿] >odrá
ser bien cksempciïado, por homhres sujetos Ú las yisicitudes políticas y al calor (le los partidos, un magisterio
que requiere
una eomplda
independcncia
para consagrarse tí. tranquilas y
asi(luas meditacioncs?
El gobierno, pues, eumplir{¡ con su deher haeienclo que la
direcciÚn y las ciÍtedras de los colegios nacionales sc pro,'ean
por oposiciÓn; pero sin inten'enir
en la calificaciÓn de los mÚs
capaces, porque esto pertenecc dc clcrecho al podcr uniyersitario.
y en ellanto Ú los cstn blecimicntos particulat'es,
el Estado
dcbe cerciorarse de si los que en cllos funcionan tienen la n'specti,'a aprobaci(ll1 de la unin:rsidac1.
La libertad (le ensciIanza no es la libertad de enseÏlar lo que no se sabe; y el gobierno
faltaría Ú uno de sus miÍs l'seneiales deberes permitiendo que la
LA LUZ DEL !'UEllLO.
231
sociedad sea presa de la ignorancia
y del charlatanismo
alucinador.
lIna vez averiguada
la capacidad deI jefe de un establecimiento literario, es indispensable
'-lue tenga la independencia
necesaria p:tra dirigirlo,
El senado universitario
podrá dictar
las leyes ('()J1\'enientes en materia
de instrucciÔn, y prescribir el
sistcma general de ensclianza; pero sin destruir el principio fundamental de la lihertad,
segím el ('ual los directores
deben tener una amplia bcultad de adopté1 r en sus respectivos
planteles el reglamento y los métodos qU~ les parezcan
más adecuados, y (le funcionar in(lcpenùientel11cnte
en toclo aquello que se
refiere alcaq.~o dil'edivo.
Sel' diredOl"l's de colegios porque son
capaces (le dirigirlos, y al mismo t:empo
hallarse limitados en
el ejercicio de sus funciones prinltivas,
es una manifiesta
contnulicciÔn.
1)e la 1IJisma 111:1
nera, habiendo sido académicamente
a veriguad:l la idoneidad <le los profesores,
lichen (-stas ser independientes en lo <[lie concierne al prof(-sorac1o.
Ellos han hecho estudios especiales en la materia de su respectiva profesión, y tienen por consiguiente el derecho 6e elegir los mejores textos.
Aclcl1l;'Í,
s, si clmaestro
no es lihre para enseilar las doctrinas
que, seglÍ n StlS ilustradas con vÍcciones, le parezcan lIJÚSexactas,
y para establecer cn las aulas de su cargo el conveniente régimen (lid:Íl'tieo, no puede ser reSl)():1sable de lo que ensei'ia, responsabilidad
que debe ser mu)' seycra, pues se trata deun asunto tan serio como el <lc inculcar en lajuventUlI
las doctrinas y
principios <¡ue influycn <le un modo dccisivo en el pon'enir del
individuo y l'I1 el de la sociedad.
Un profesor cu)'as opiniones no se asimilen con las del texto
que se le designa, cnscñará neeesa:iamente
muy mal.
Colocado en el conHicto de no poder tra5mitir
sus convicciones, ni de
adoptar ideas que le parezcan Úd5as, no podrá impulsar el movimiento intelectual, y los alumnos
quedarán
sometidos á la
scnil condiciÓn de aprender de memoria el tcxto scñalado.
l'or Último, el hecho de prescribir textos no sólo es una traba para ia cnseilanza, sino tamhi¡:n un odioso monopolio que
se haec <lc la inteligencia en provecho
de los que espcculan
con
auto¡"CS privilegiados.
Finalmente,
es un acto de la protcctora
intervención
del
Estado aconlm' juhilaeiones en fm'or de los profesores que ha·
232
LA ¡XZ
nEL
J>I'EHLO.
yan sen'ido cierto tiem po. Lus que se consagran Ú la penosa
tarea de la enseiianza, desempciIan uno de los cargos 111{tS
difkiles, y se hacen acreedores fi la gratitud
pÚblica.
Los culti,'adores de la inteligcncia, los obrcros de la cducaci(>I1 que h:111
formado tantos h01l1hres íttiles {¡ la patria,
tiencn un perfecto
derccho fi que se remuneren sus inestimables
senicios eon una
suln'ención permancnte.
El Estado, al otorgada,
l:jerce un flCto de justicia, }' al mismo tiempo garantiza
ci profesorado, porquc con la seguriùacl (le una pensi(¡n ,'italicia los profcsOITS se
cont1"aerÚn s(¡lo {I su ministerio, haciC-nclosc cada '"l'Z m:ís capaccs é ilustrados, }' por consiguiente m{IS í¡tiles {I laju\"l~ntud.
JI,
En cuanto {I la lihel'tad de aprendizaje,
es preciso quc ella
no sea coartada
ni pOI' el pr~)ft'sOl' 11i por ci Estado,
Si el primero es libre para proponer Ú sus alumnos las c1odrin:ls que le
parezcan
m{ls exact.as, no por eso delle ljçrcer sobre cllos un
despotismo
pedag6gico.
Los que aprenden tiencn derecho Ú
exigir aclaracioncs, y cs menester !Jue clmaestro
escuche las du(las de sus discípulos,
que conteste
luminosamcnte
sus argu111entos, y que establezca UI1:llihre discusi(lIl, tanto para quc
brille la solidez de las doctrinas que cnseiia, C01110para que sc
desarrollcn las facultades inteleduales
y ellcnguajc de los alu111nos. La prontitud
en la eoncepci(lI1, la facilidad de hahlar el
lcnguaje (le ln ciencia, ln Hcxihilidad del talento P:lnt tomar C(Jmo lin atleta todas las actitudes
con\'cnicntes
cn las lllchas litcrarias, son por lo general consecucncias
feliccs de una constante discusic'm escolar.
Considerando
ahora la lihcrtad de aprendiz:~je en sus n'laciones con el Estado,
encontramos
que aún cuando éste (lche
tomar las medidas mÚs eficaces {I fin deque los niïlOS concurran
Ú las I'especti\'<ls escuelas () colegios, no por eso se ha de exigir
que tollos los que aspiran á la carrera literaria hag-ml sus estudios según las f(¡rl11u1as escolares.
Losj(¡,"enes que ingresan {I lin colegio (lL-hl'nsin duda someterse :í las disposiciones
generales.
Pero en ci easo de que ha.
ya inteligencias autodidúcticas,
es decir, que pue(kn hacer sus
estudios sin necesidad ell' maestro, Ó si los padres de familia
LA LVZ DEL I \JEnLD.
283
tienen á bien llevar profesores á ~;u casa para que los hijos se
eduquen bajo la inmediata
inspec:ión de aquellos seres más solícitos que todos los directores del mundo; por qué exigir en ta"
les casos que los que pretenden grmlos universitarios
se presenten con los credenciales de haber }Iennanecido cierto número de
ailos en un colegio y cursado cn é~ estas ó aquellas materias?
Basta cerciorarse, por medio de un examen, de las aptitudes y
conocimientos
del doctorado,
sin :l vcriguar d(¡nde aprendió, ni
en cuán to tiem po.
La (lenegaci(¡n de valor aca<J.~mico Ú los cursos que no se
hubiesen hecho en colegios nacionales,
es una (le las mÚs odiosas trabas
que se han impuesto
re la lihertad de enseilanza.
¿Dejará la instrucción de ser verch,dera por no haherla obteni.
do en esos establecimientos?
¿SerÚn las ciencias un patrimonio
exclusivo dl' ellos?
Resumamos.
Para que la enseilanza
sea libre se requiere
que el Estado,
l'omo representante
de los intereses del pueblo,
la proteja
omnímodamente.
sin invadir las atribuciones
de la
universidad;
que ésta, en repres('ntaciÓn de la soberanía de la
ciencia, sc ocupe de la marcha lit.~raria, sin limitar las facultades peculiares á los encargados de:a dirección y de las cátedras;
que los directores se ciilan (¡ la qu,: les pertenece, sin restringir
la libertad del profesorado;
y, en tin, que los profesores nescmpeilcn SllS funciones, sin subyugar
la inteligencia
de los alum.
nos.
III
Por lo que mira á los exÚmenes, la univcrsida(l
designará,
cn su plan general de instrucción,la
forma como deben evacuarse. l'ero no existiendo en la corporaci(m uni\'ersitaria
el poller
coaetivo, ci Esta(lo, en virtud de h omnímoda
protecciÔn que
dchc (lispensar Ú la enseilanza, h:U-{lque se cumpla lo dispuesto
por esa corporación,
á fin de que en el tiempo seilalado se rindan con la seriedad eorrespondicnte,
los exÚmcnes de las escuelas y colegios, tanto nacionales como particulares.
Este es 11nasunto en que el Estado
dehe intervenir muy efIcazmente.
La perspectiva de un examen serio es un poderoso
estímulo para mantener una conSi:Hnte aplicaciÓn en los alumnos. Adem{¡s, los eX{lmenes parc;ales
de instrucción prepara-
LA IXZ
!JEI, I'l'I-:llLll,
toria son otros tantos a\'isosque se d:í (t los padres de familia,
para que sqlan que sus hijos tienen Ú nÚ las disposiciotlcs l'()J]\'enicntcs (I la profcsitlll que desean ahrazar.
Comocl npro\'cehamicllto
dc l:tjU\TnttHI intcrcsa Ii tClda la
sociedad, cO]lYicne que los exttmenes scan públicos, y quc (¡ nadie se niegue el dereellO de :txamin:tL
Si el examcn cs l1n:t fLIllciÚn de la i~lLeli,~encia, ¿pOt' qu~ no pcrmitir que l'Xamítlc loch)
inteligcnte?
Se delll', por tatlto, abolir el plTllil'ioso régimcn dl'
lWCl'1'que s(¡lo examincn
los que estÚn nomhrndos nI d\.'do.
Esa prttdica
tiene graycs inconYl'nientcs, siclldo UllO dl' ellos
el que los examinadorcs
oficiales sc pongan dL' acucrdo con los
alttll1ll0S Cll lo quc sc les ha de prcguntar y lo qnl' han de n'spondcr, Úquc nI menos scan demasi:ulo indulgenh:s con los l'xnminanclos, causando así un gran~ pe~jllicio, tan lo {i cstos C0tt10
tt la sociedad,
Conyicnt' tamhi{-n dcstetT:tt· de los l'stahlel'imil'ntos
liter;¡rios la pr:ícliea dl' (111l'los profl'son's cxami11l'n :í StlS diseípl¡]os.
Atln cuando cn dIo no huhicsl' fi'awk, sinl'mJ¡a]'go se da lug:¡r
tt que el p{¡])lico sospcehe qnetoda la enseÙanza se n'duce tt las
pn'guntas
que haccn los maestros, sospccha que, sicncIo inc\'itahIe, c0111promdc sohrc mancnl el crédito dcl111isl11ocstnhlecimienlo.
Si los alul11nos l'Olloccn rt fondo una lllatcri:L, ¿por
qué no someted os :1 la prul'ha dc un librecxamcn,
para quc oJ¡tengan un lucimiento exento de tocIa duda? ¿Sc dir{¡ quc no todos sahe1110s cxaminar?
Pcro cstc alegato cs (Ien,asiado frí\'olo. Si alguno cxamina mal, suya es la \Trgiil'nza y suyo el dl'scréùito, Sill queen clio tengan Ius cxamin:tnclos
pat,ticipncic'lI1
solid:! rin.
1\'.
Respecto {i los diplomas,
s(¡Jo diret110s que ellos SOli un:1
mcdida de garantía
socinl, (¡ cie HIta polida prc\'t'nti\'a,
y que
por eonsiguicnte el Estado (lehe indagar si los que c:icrccn alguna ciencia 6 profcsiÚtt han ohteni(lo de la uni versiclad ci reSpl'l'tivo título mediantc
un riguroso exÚt11cn. ¿Se ;u-guirÚ contra
este n'quisito
alegando
que ('S un:! tr:!ha? Sin duda quc lo es
para la prctcl1siosa
ignorancia,
quc es la pcor plaga de la sociedad; pero nunca pucde serlo para la inteligcncia.
El homh re
LA LVZ DEL
PUrWLO.
23£i
inteligente en la materia de su prolesión, considera el ex{¡mcll
como una plausible oportunidan de acreditarsc y merecer la
confian~a pÚblica.
¡Cutintas desgracias, cuántas ~ala111idadesse cvitarían si el
Estado, en cumplimiento de su deber, desplegara todo el celo
neccsario, ti l1n de que la socicdad esté servida por homhres
competentes!
CAPITULO
V.
La libertad de enseñanza en sus relaciones
con la Iglesia.
Elekro ultramollt:t1\O proclama
insi(lios[lIIlClltl' la lilH:rtad
de cnselïaIÜ~a. l'rd.cnde que esta libertad
cOllsista l'Il la nbsoluta pn:scindcllcia dd Estado, de tal mi\1wra qUl' r;o illtn\'l'ng:¡
subv('lH:ionalHlo la illstrucci())1 pÚhlica, p:lnl qUl' dl' l'S(' modo
desapan.·xcan !:ts escuelas y colegios ¡wl'ion:¡)cs, y Sl' ponga la
enseiianza hajo el exdusi\'o dominio de la Igksin.
1\ la vcrdad, ni los auxilios de nlgunos gcnl'roSI)S nfortull:ldos, ni ci contingente con que contrihuyeran
\as s(ll'iedadcs fibntrr)pica~,
nnda de eso se6a l>astnllte panl costeal'los
IIUI1lCrosos plalltcles que exigell las Ilcccsidndcs de Ül11tos pucblos.
y aÚn cU:1nclo to¡los los lihcrnIes ilustrados
se (h:dil'arall ;'l
Ii'\. enseiianza
para vi\'ir de ese trabajo,
quericlldo :tsÍ librar \a
ju\'entUll de la inf1uellein dd ('\en), 110 podrían
¡'csistir:'1 UU adyersario que ocupa d ('ornz())1 de las mndrl's, y qu..: eucnta con
las preocupaciones
del PUClllo.
Esc cariño femenil y ese fanatismu populnr S(I]O p\1('dl'll Sl'r
contrarrest<.u10s por lo gratuito
de la cducaci(lIl quc costca el
gobierno,
Pero cn igu;¡\(1a(l de condicioncs,
csto es, dI.' tcnl'r
quc pagar UIW pcnsi(lI1 por la enseñanxa
en establecimientos
particulares,
scrían preferidos los de los ee1csiftstic'ls, quiencs,
poniendo :í Stl sen-ieio la influellcia del confl'SO¡Wrio y la dcl
pÚlpito, sc ap()(kmrían
totalmcl1le de lajl1\'ent11(l par;¡ illlhuirle doctrinas ultramolltanas
y cstablecer ('Il la ~ocil'dad ('I rcinado (le la teoer:1cia.
H,egisit'ando Ins edades de11llumlo y 1ahisloria (le ¡;ada puch10, se descuhre que d p¡-ec1ominio del elno ha l'st;l(lo siempn.en razón directa de la influencia que (stc ha llegado Ú t:iercer en
la instrueci(lI1 púhlicn,::
que esa illf1uelleia ha aumentado
tí
rlismin11ido segÚn la lllenor () mn::or proteecÏÚn que el gohierno
haya dispensndo á la enselïnnza.
Sin ir Ú huscar pruehas cn los pasados
siglos. los sucesos
eontem)lodll1cos
<¡tiChan tenido lugar l'Il Bélgica son I1lla comprobaciÚn eloctlente de que tan pronlo como el Est[lflo alL:ia de
la enseñanza su pro lectora inten'cnciÓn, los ohispos toman posesiÓn (le el1a. Des(le el momento en que el pnrti(lo rnrlicnl sedu-
LA LlrZ
DEL
l'l:EIlLO.
237
cido por la fascinadora
frase de Iihcrtnd
de Cl1SeiÏ;lI17.fI,ea.YÚen
diazo Ü~n(lido por ci bn n(lo u ltramontano
~'sc asoció {t (-ste para
ùeel'cLaI', en h c(l111ara belga, la completa prescindencia del Estado, y por consiguiente la aboliciÓn dI..'los cstnblecimientos
literarios costeados por la naciÚn, desde esc momento los ohispos se ap()(lerarol1 tic los ctliflcios misl110s en quI..'cxistían las
universi(lades
nacionalcs,
é insta'aron
en ellos, Ú nombre del
palm .Y cn ,'irtm1 de una huh nr! hoc, las univcrsidades
cat<)licas.
TIc aquí las consecuencias
de la separaei(m del Estado en
materia de instrucei(m, de esa scparación que pretende el clero,
cn nomhre de la lihertad de cnseΡanza.
1las esa libertad es un
problema cuya solueiÚn no se enCU'2ntrn en la completa prescindencia dd Estndo,
sino ell SlI legítim:! i·ntcr\'l.~llei<Jn, Es menester que la ensl'Îwnza no est(- sometida al podcr ei,-il, sino protegida por él. Proteger la instrueci()l1 sin somcterla,
es dar un
vigoroso .impulso fi su m{ts amplio (1esarrollo, y ponerla Ú cubierto (il: las tcntati\':ls
del poder eclesi{tsLÏco.
II.
En los países dl' origcn la tino prcp0l\(1cra la fucrza oscurantista, ti causa de la cducaci(m clerical que han n~cihido. Se ha
dl:iado sul¡sistir ell dios los l11(-tod~)stic las cseuelas jesuítieas,
y en esto eOllsiste la lI:lga profunda que corroI..' las cn traÏlas de
la soeicdad.
En eSos países el Estado SI..'
halh en la vergonzosa necesidad
de otorgar Ú los eclcsiÚsticos el derecho de intcn'enir
en los consejos slIprclllOsde la enseÎ1allza. E:\altados
los gohierllos por la
influeneia (ll>la igolesia ultramontnna,
no esUt en los intercses de
ellos ci im inar de los asun tos lem }>orales la in te1'\'enciÚn dc su al iada. El tado político de los goher:1antcs consiste cn cnsanchar
la influencia del clero sobre la socilllad, {l fin de saborear
tranquilamente
las satisfacciones
de la ambiei(lll fI la somhra de la
Iglesia, COllln que contenl]lorizan
)lara aJ1anzar la tiranía, desquieian(lo de ese morIo ci orden ci\',] y el religioso, y convirtiendo la sociedad en un caos.
Senll:jantcs gohiernos
autorizan y aplauden la inlen'enl'Ï<Jn
dd clero cn la ell ueaciÚn laica de la ju \'l'll tull, proponiéndose
impedir el desarrollo
de los principios
civilizadores.
Efectivamente, si la edad rid entusiasmo,
(L:l heroísmo y de los grandes
238
L~ L(1Z IlEL PUEBLO.
esfi.1l'rzos, en q Ile ci hOllhre se ere(' capaz de acometer la solueiÓn
de los m;Ís complicados lo importantes
prohlemas sociales; la
edadcnquese
siente rl'hOSilr la viday palpitaren
c1alma los nobles y e1e\';ulos sl'nti m il'll tos; si esa edad que se dila ta en horizontes infinitos se pone hajo la influeneia del e1ero, entonees el despotismo y la i,~'noranl'ia reillanín en ci mundo, yel !l0n'enir de
la humanidad l'sU, perdi(lo.
El espíritu de las nue\'as generaeiones se forma eon el desarrollo de las inteligl'ncias
infantiles.
Pl'ro si l'ae sohre ellas el
aliento del ultramontanismo,
dieho desarrollo se haec imposihie.
Ese alil'nto que marehita la hermosa flor de la inteligcncia, -" que eSleriliza el campo dcl pensamiento,
no pemite que
germinen las gntndes idl'as quc dehen realizar el destino del género humano,
Esc ;¡Iicnto mclitico que se extiel1l1e sohre los
puehlos con'o una cpidemia, los reduce Ú un estado de pennanente letal'gi"a, porquc amortigua
todos los resortes de la vida
intelectual.
Ese alicnto, en fin, que tiende Ú seear la savia dd
flrhol de la lihntad,
110 puede impregnar en la juventud otnts
idcas (lue las del ahsolutismo
teocrÚtico, ni arraigar en elcoraZ(lI1 de los jÚ\'l'nes
otros instintos que los de un servil procelitismo.
Las almas infantiles son como una tahla rasa en que las
primcras
nociones se l'seulpcn endelehkmcntl'.
~i estas son
exactas, la inteligenl'ia de la juventtHI se ahre paso rI la \"enlad;
pen) si son falsas, cst<Í irremisiblemente
eondeni¡¡la al enor.
¿ y qué nOl'iones exactas podrÚn trasmitir á la juventud aquellos que, ignorando el sistema planetario,
han persegui<lo co_
mo hercjes f\ los que dcscuhrieron las \'erclades fundamentales
de la astronomía?
Aquellos que, ignorando las p1'Opiedades de
la matel'ia, han eondl'nado como hechiceros al tormento
de la
inquisieiÓn ft los quc poseían algún seereto de la naturaleza?
Aquellos que, ignorando los principios trascendentales
del mundo filos()f!en, han anatematizado
como impíos Ú los que proclamaran las inspiracioncs (le la razÓn? Aquellos que, ignorando () aparentando
ignorar e! genuino sentido de! E\'angl'lio,
han pretendido
entronizar
las pasioncs sohre las ruinas de la
mont! cristiana?
III.
POI"
En una (-poca cn 'lile los eclcsiflsticos redohlan sus esfuerzos
apodera rse l'om pldamen te de la enseiia nza, l'on vicne que
L.A Lt'Z
"EL
Pl 'EllLO.
239
los homhres políticos recuerden que el saccnlocio del siglo XIX
ha sido hostil al 11csarrollo de 1m, grandes i(leas, y que se ha
manifestado
extraïlO (lla elc\'ada cultura intelectual.
Que ha sido Iwstil al desarro1J,) de las grandes ideas lo demuestran los ;:l11aternas quc se han:i11minado
contnl las instit.uciones lillerales, y el odio con que se ha perseguido los principios lilosÚlieos que se propusieran
regenerar la humanidad.
Y
si huscamos llna prucha perentoria
fundada cn 11n hecho palpitank, lo Clleontraremos
en el Syllabus, donde se condena la siguiente proposiei(Jl1: "El romano pontífice puede y dcbe conciliarse y arregbrse
con el progreso,
con c1liheralislllo
y COli b.
ci \,il ¡weiÚ!, moderna".
CO!Hknalldo
Pio IX este prine:pio, ha manilestado
('\'identcmen te que las tendencias
del pa pa }' del clero u Itramontano,
quc cs elqw: actualmcnte
le domin" son anti-progTcsistas,
anti-liherales
y antngonistas
de la e:\'ilizaci(m.
Con esta dedaraei(m solemne, hcehn por el caudillo de los u1tramontnnos,
ya
no tend1"£l1léstos lugar Ú qUl:iarse cuando la opiniÚn de11l1undo
los c~¡Jifi.que de oseur~l11tistas y los rechacen eOl1lo Ú ellemigos
ele las ideas ci \'ilizac1onls.
Uue gcneralmente
los sacenlotn
de la época son extraiios Ú
la cle\'ada cultura intelectual, se c1elllucstnl con hcehos incontestalJles.
El pn:scnte siglo ha sido uno III lo~ lwís fecundos en la historia,
Las cicncias han hecho en él r(¡pidos progresos, y los
que las hall cultivado 110son eclesiÚstieos.
IIay emincntes pactas que llegarán ;lla inlllOrtalidad,
por
la grandeza y sublimidad
de sus concepciones,
sin que entre
cllos apareZC:L uno solo que haya salido de las filas del clero.
lIay profundos historiadores,
lJue no 5610 han rceorrido la
serie de los sucesos humanos, sino que han seiiabllo las leyes
que los producen, para qlle sirvan de guía:í las flltunls gcneraeiunes; y entre esas inteligencias dc primer orden no aparcce d
nombre de ningÚn ohispo, cardenal, monseiiur (¡ otro clérigo.
En las cicneias físicas y matemfttieas
stlecde lo mismo.
¿CurtI es ,-'n el siglo XIX el sacerdote qtle ptleda compararse,
no con los hOI1l1)1'('scminentcs cn cicncins exactas, pero ni con
las medianas intelignncias
dd onlen sccular?
La fi.losutb ha desplegado en el presente sig-lo su genio inyestiga(lOl', y, pL'nctrando
en latu"a1cza dd hOl11hre, ha eneon-
2-1.-0
LA LUL tiEL
Pl'EHLO.
hado
las leycs de su" destino, y ha rei\'indicado
sus derechos.
:\las entre Ins ilustres pensatlores que se presentan como jefcs
de una escuela, Í> como in\'entores de un importante
SiStl'I1Ul
filosÍ>fico, 110se eneuentra ningÚn ec1esi:ístieo.
El dcn), lejos de marchar segÚn el impulso th: la IlIodcrna
ei\'ilizaei(lIl, se ha quedado
estacionario,
CII\'uelt.O l'II sus antiguas preOl:upaeioncs,
¿ V pretende tlirigir la ellseÙanza l'Il Ull
siglo euyaju\'entuclexige
directores illstrníc10s seglín elespíritl1
fi]os()IICO que tiendc :¡\ progreso, y no maestros
edue;¡¡]os IH)!'
d estilo ultramontano?
V aspiran
los eelesi:ísticos
rI m:upar
las dlt.edras
destin:lllas
Íl trasmit.it' eOlloeimielltos humal1os,
siendo así que la fi..'culHlidad ei('ntífiea en los laicos, y la esterilidad int.cIcdual cnd clero, SOli dos circunst:l11ei:ls qlll' earactcrizan al presente siglo?
La actua1idad
manifiesta Cil totlas sus faces muy notahles
a(klantamient.os,
Los pucblos se agit.an ell las YÍas dl'l PI'\)greso; y en mct1io (le ese gran mo\'imient.o qne ill1]l1-ill1cen el
gÚlcrn humano la ley de su per1'edibili(lad, s()lo d ekro ptTl1IanelT en su radical est:lgnaei(ll],
sin reformar
su disciplin:t, ni
modificar sus ai1ejos c(lIlOneS, hart.o incompatihles
con la Índole dd siglo,
Y he aquí la eausa del ehoquc entrl' la sOl'icdad
laica y la ccksitlRt.ica. clltre el n]()"imiento.Y l:t illl'rl·ia,
lIe1JJos "ist.o, que del sello de la iglesia 110 11:1s:¡\ido, l'Il el
prescnte siglo, ninguna inteligencia ell'\"ada que ¡wnre!:ts eÍl'Ilcias y las letras; y si ohsernunos
las tri\'iales
producciones del
clero, en moral, en filosofía, en historia,
etc., "en'l1lOs :UICIII(IS
que lo qne ha salido de plumas cclesirlstieas no rcfk:ja un sil1L'l'ro amor ri la \'cnlad, sino los delirios de un son:111J]¡111isl1lO
usel-tico, {¡las interesadas
pretensiones
de la scda ultratllOnt.atla,
Después de haber demostrado
la nulidad de los eL'il'sÎ(lstil'OS
l'Ot1l0 cseritlltTs, 1iteratoR y hombrcs
cÍl'1ltí fll'OS, h:lga¡lIos IIlla
lig('ra n~scΡ;¡ etl OI-dCIlrI su ineompatihilidad
l'on d lIIi1gislc¡-io,
Ell'Iero ellcarnado en l:t sociedad por su" nlisi'-lI! cspírit.u;! 1
imprime en el mundo la aeci{¡n <lel ultra1l1ontanisH1o,
Los sacerdotes son los prineipales actores
del drama
quc se desarrolla cn la serie de las humanas generaciones,
y no puedcn CIlSCiJar imparcial y eool'Íellzudamen te la historia
h01\1hn's que l'SUl11illteresados en :ululterarla
para justifiear SURerrores () sus
faltas,
En cfedo, las tendencias dl' los cc1esirlst.icos seltl despÚtieas
LA LUZ DEL I'UERLO.
241
oscurantistas, y todos los acontecimientos infaustos que se
registran en los anales deI género humano, relativamente il la
represión de la libertad, á la deca(~cncia intelectual, it la humL
llación de la justicia y del derecho, son un terrible cargo que los
siglos haeen contra cl clero. ¿Y podrÚn enseñar historia aquell~s sobre fluiénes cae el fallo de la historia?
La filosofía, por su alta impor'~ancia y elevado objeto, está
encargada de dirigir los procedimientos del espíritu humano, por
la senda de 10 verdadero, de lo bueno y de 10 justo, Pues bien,
la filosofía se ha unido al Evangelio, que conduce la conciencia
por esa misma senda, y los dos, de común acuerdo, condenan cl
egoista criterio del elero, esecriterio apasionado con el cual examina el mund () moral, y falla sobre las nociones de la verdad,
de la bondad y de la justicia. ¿Ypodnín
enseñar filosofía los
que estÚn condenados por la filos·,)fía?-los que proscriben el
ejercicio de la razón y de la l¡bertae ?-los que pretenden impedir
el oesarrollo de la inteligencia en nombre de la revelación?
A este propósito se ha condenado en el Syllabus, la siguiente
proposición: "La,filosofía debe tratarse sin tcner cn cuenta la
revelaciÔn sobrenatural."
Sin duda que al condenar este aserto no se tuvo presente que la verdadera filosofía no in"ade los
dominios de la revelación, porque consagrándose á investigar
la verdad con la razón natural, nada tiene que hacer con las cosas sobrenaturales flue se fundan Cilla fé.
Demos en fin, la última pnlelKl dc la incompetencia del clcro ultramontano para la cnsciIanz:t. La moral se propone trazar la rcgla de las acciones humanas; y si los eclesiásticos pretenden poner esas accioncs cn armonía con sus plancs; si santifican sus odios, sus "cng-élnzas, su amhiciÔn y su codicia; si falsean las nocioncs del bien y del mal, y enscñan que cs un ado
met-itorio ahorreccr, perseg-uir y a(1I1dar la muerte Ú los que no
contcmporizan con el ultramontunis1l10 ¿podrán en~cñar morallos que están estigmatizados por la moral?
De toùo 10 expucsto sc deduce, que siendo el clero un elemento de retroceso, y tenienùo un vivo interés en estorbar el dcsarrollo de k.s facultades del hombrc y el prog-reso de la sociedad,
es absurda su pretensión de intervenir en la enseñanza, ó dirigida.
Terminemos el presente capÍttlo mélnifestando lo que dice
Ahrens sohre esta materia: "Los ministros del culto no deben
ejercer las fil11doncsde macstros, porquc la instrucción y la
y
242
LA LUZ DEL
PUERLO.
educaciÓn exigen utras capacidades que las que se necesitan para cumplir C011 los deberes que les prescribe el fin de 1<-1
edificación religiosa.
1\1ientras que la instrucciún y la e¡]ucaci6n suponen un cspíritu metódico, un carácter dulee y firme á la vcz,
y una libertad dc movimientointc1ectual,
que no cncucntre ohst(\(:ulo en las preocupaciones
de los dogmas y de las reformas
rdigim;as, la religión por el contrnrio exije en sus funcionarios,
más que otra cosa, inspiración, sentimiento, fé y piedad.
A{lcm:ís, la cnseoanza científica dd>e eneomcndarse {{una dase especial, para que la religi(1ll encuentrc en la ciencia llll cOlllrnpcso y una condición de progreso.
Si los ministros
de la religi(m
dirigiesen almislllo ticmpo la conciencia y la inteligencia serían
los dueoos absolutos de la sociedad, manteniendo en cstado ele
ignorancia á la gran mayoría
nacional,
si así les convenía; y
atm en ci caso de que abrigaran mejores intenciones, sus doctrinas más ó menos tradicionales,
sus convicciones mucho tiempo
ha formadas
con arreglo á sus dogmas, sobre las cuestiones
l11ÚSimportantes
(le la humani(lad, no les dejarían ]¡llihel-tad
de espíritu llet'esaria
para lanzarse en nuevas especulaciones y
cOl11J>I'enc1er
cumplidamente
la ,'enlad.
La unión de la rc1igi(lI1
con la ciencia y la enseÏ1anza, inevitahle ql1iz;'t en la infancia {le
los pucblos, sería una calamidad para las naciones más aelclant;\(las, en cuyo seno se han descnVltclto y ereaelo ()rgal1os principales para las diferentes funciones sociales.
La I-digii)n, la
cicncia y la enseñanza constituycn
funcioncs diferentes, y cicrtamentc se paralizaría
el cuerpo social, si se viciaban los órganos donde reside su inteligencia,
por dar á uno de ellos una
fuerza ex:ccsi,'a, que cmplearía
inevitahlemcnte
en oprimir la
adiddad
dc los dem:ís.
l'or otra parte, se prucha por la historia qnc las nacioncs t'n que la en$eÙanza y la l"Ïcl1l'ia han estado Ú cargo dc los ec1csiÚsticos, han que{lado las mÚs atraza(las en todas
las ciencias. Es, pues, indispensable que la más
poderosa palanca de la cultura social, esté encomendada. á los
que se encuentran
en la posición intelectual y moral m{is conveniente para servirse dcella, y que la cicncia, para que por medio de la enscñanza influya en las generaciones
nacientes, mÚs
capaces de ordinario de conocer las doctrinas nuevas más exactas, las ideas fle m~jora y de reforma, sea independiente (le las
doch-inas que por su naturaleza
$on I11ÚSÓ menos estaciona-
rias,"
SECCION OCTAVA.
Hemos echado una dpida ojeada sobre la funesta influencia que el ultramontanismo
viene ejerciendo ii través de los siglos. Hemos recorrido \·elozment.~ la mayor parte de todo
aquellu que esa secta ha instituido, contra el espíritu del Evangelio y los intereses de la humanidad. Hablemos por fin del cclibato forzoso, de esa institución que está en pugna con la \'0luntad divina, con los derechos fU":1damentalesde la sociedad,
con la doctrina de San Pablo, con e: testimonio de la historia y
con la antigua disciplina,
CAPITULO
1.
La ley del celibato eclesiástico es atentatoria contra todo
derecho.
Contemplando al humano linaje en las diferentes épocas de
su duración, se descubre la triste identidad de sus delirios. 1I0y
se mira con orgulloso desdén las miserias de los pasados tiempos; y sin embargo, en el siglo de los grandes progresos, cuando ft la luz Ile la civilización se llidan leyes contra toda clase
de atentados, en ese mismo siglo se permite quI.'Ull poder exótico que domina la sociedad, haga de un atentado uua ley.
Verdaderamente la ley del œlibato eclesiástico es atcntatoria contra todo derecho. Vamos á demostrarlo.
Cuando e1Omnipotente fecundó la nada, é hizo aparecer
la hermosa bÓveda del firmamento, danrlo luz {¡ los astros con
el rayo de su mirada: cuando con el soplo de su fh'unclidad pohló el vacío, derramando por do quiera los primeros gérmenes
de la vida, entonces fué formada la corona de la creaci(m,-cl
homhre.
:\1as para completar esta obra macstra fué preciso que el
Creador realizara la más bella de las formas contenidas en el
ideal de su eterno pensamicnto-Ia mujcr.
No es bucllo que ci hombre esté solo, dijo el ScÙor: hagámosle nyudn semc.jante él él (1); Y habiendo formado la compañera del hombre, se la prescntó (t Adán, quien exclamó dicienllo: i Estu es ahora hucsu de mis hucsos y Cé/rnc dc mi Cé/rncf (2) Palabras misteriosas que fueron como el recollocimiento explícito del derecho conferido por el Eterno Legislador á todos los descendientes de la primera pareja humana.
Ahora 1>it:n.si el mismo Dios dijo: No es bueno lJuc el homhre esté solo, y le dió una compañera semejante á él en naturaleza, ¿cÔmoes quI.'la Iglesia le quita al hombre esa compañera
concediùa por el Creado:. y lo condena con la ley del celibato á
una perpetua soledad? (3) A esto con testan los partidarios
(1)
(~étll·sis. CH!', 11,
(2)
lhi<l,
un
volS.
\', 2:l.
La palabra
KOILO~, {ptt' significa
sc deriva dd nombn.' latino
sn/cdart.
r,1cíù.
('éIUu.·
,·;t"t'lJS,."
e~l(" dt..' In
\'07.
~rit:~a
LA LUZ DEL PUEDLO.
245
del celibato con la absurda evasiva de que aquellas palabras
del Génesis se refieren á la humanidad en generat, mas no á tos
individuos, en particutar.
Pero como la humanidad se compone de individuos, el derecho c()ne~dido á ella es común á cada
uno de los que la constituyen.
Luego si en ta persona de AdÚn confirió Dios á todo indi viduo de ta especie humana el derecho de tener una compañera
y si por el hecho de consagrarse d hombre at ministerio eclesiástico, no dcja de ser individuo de esa espesie, ta tey dc cclibato es manifiestamente atentatoriD contra ci derecho divino.
Demcstremos ahora quetamhién to es contra el dcrecho natural.
El hombre tiene necesidades que satisfacer, y para ello está
dotado de las respectivas facultades. La rcIaeión entre estas
facultades y esas necesidades com;tituye una Icy. Y ta opción
ciÔn que tiene el hombre al ejercicio de sus facultadcs y á la satisfacción de sus necesidades, en yjrtud de esa Icy, toma cI nombre de derecho natural.
De taí manera que cuando se dice que el hombre tiene derecho de subvenir iL sus necesidade~, no se ha querido decir sino
que at efccto pueete ejercer sus facultades. Y yiceversa, cuando
se afirma que tiene derecho para desarrollar sus facultades, no
se ha afirmado sino que puede sat~sfélcersus necesidades.
Aplicando cstos principios al asunto que nos ocupa, encontramos que todo ser humano tiene facultad y necesidad de reproducirse. La relaciÔn cntre lo. una y la otra constituyc la
ley de reproducción. Y ta opción que tiene et hombre para (jercer aquella facultad destinada á satisfacer esa necesidad, en virtud de dichatey, fundacIderechonaturatdereproducirla
especie.
y como el precepto deI celibato tiene por ohjcto anular en
et individuo ta opción at ejercicio ::le la facultad reproducth'a
que se refiere Ú satisfacer una necesidad de ta naturale7.a humana, es evidente que ese precepto tS atentatorio contra el derccha natural.
Por otra parte, las observaciones de la cicncia médica han
demostrado que el celihato perpetuo es contrario á la salud y Ú
la longevidad, porque concentrándose en la economía una superabundancia de fuerzas reproductivas y de vigor animal, se
exalta et sistema nerdoso, y la comptexión del indi\'iduo se ha-
246
LA LUZ DEL PUEBLO,
ce eada vez más intlamatoria.
l'or consiguiente la ley del celibato obra contra el natural derecho de eonservaci(m.
Demostremos por último que semejante leyes atclltatoria
contra el derecho ei\'il.
Entre los individuos que componen la sociedad hay relaciones dcrivadas de la naturaleza humana y el fin que se propone
la asociaci(m, Esas relaciones son otras tantas leyes fundamentales que estahlecen los derechos civiles. El primero entre
todos ellos es el que se refiere á la rel1o\'aeión de la sociedad para perpetuarla, es (leeir, el derecho al contrato matrimonial; y
siendo así que la ley del celibato prohibe el matrimonio, ella es,
evidentemente violatoria del derecho civil.
CAPITULO II.
El celibato forzoso bajo el punto de vista social.
~o es extraño que la iglesia ultramontana,
en vista clelos
intereses de secta, haya instituido el celibato, violanrlo el derecho divino, el natural y el civil; pero es sorprendente que el Estado dejara invaùir sus domi:lios, permitiendo una disciplina
que ohra direeta y pernÍ<:ios:1l:1entesobre la sociedad. En efccto, siendo la ley del celibato una prohibieiÓn ùel contrato matrimonial, y siendo este contrato una institución civil, por medio de la cual se perpctíta y aumenta la socieda<l, la iglcsia, al
dar esa ley, ha invadido los dl)minios del Estado, en detrimento de los intereses sociales.
El Estado no ha debido, pues, reconocer el ministerio sacer·
dotal (leIciudadano como impedimento del matrimonio. ¿Qué
tiene que hacer la ordenación, que es un asunto meramente eclesiástico, con el contrato mat::-imonial que es un acto de la vida
civil? La marcha de la soci('dad y cl ~jercicio de los derechos
civiles ¿deberán por ventUnl suhordinarse ft las prescripciones
del ritual romano?
Además, el poder temporal no tiene facultad para obligar
al ciudadano ft la observancia de las leyes eclesiiísticas, mucho
menos á la del celibato, que es es una fuente inagotahle de inmoralidad y de escándalos. El Estado, prestando su apoyo ft
semejante instituci(m, en vez de declarar la lihertad ci\·il del
matrimonio para todos los s;~cerdotes que no puedan obsen'ar
aquella Icy, 110 hace más que atados á la picota. del concubinato.
Si la iglesia es independiellte y libre para establecer su (lisciplina cn lo espiritual, no pOI'eso deùe permitir el Estado leyes
disciplinarias que afectan los derechos civiles del hombre. La
autoridad eclesi{lstica podrá imponer condiciones á los que se
ordenan; pero condiciones que no sean contrarias á las leyes de
la naturalcza humana, y Ú ks derechos que de ella procedcn.
:VIasla condición del celibate es una manificsta violación ùe
aquellas leyes y de esos derechos, y una "iolaciÍln quc tiene por
objeto emancipar fi. los sacerdotes de la dependencia ci"il que
248
LA Lt:Z DEL Pt:EllLO.
establece el matrimonio, y someterlos al exclusivo dominio de
la iglesia. Realmente, convino á los planes de dominación ultramontana que la raza sacerdotal formase un ejército compacto, pronto ii practicar los movimientos que se lc ordenen. Para esto fué preciso hacer que los sacerdotes no estén ligados {t
la sociedad ni Ú la patria con vínculos de familia, y que su corazón no pertenezca sino al papa y demás jefes del ultramontanismo.
II.
Mas hoy que el espíritu del siglo tiende á operar una dichosa regeneraci{1I1social, cs llegada la época ell'quc el Estado desconazca la ley cIelcclilmto, y consigne en sus cÚdigos el siguiente principio:
Lo:-; dCl'ceho:-; eiyile:-; no :-;elimitan
Ol'llCII:H'Î<Í1I
ó cxtinp:ncn
pOI'
la
:-;:wcl'dota l.
Declarando la amplia libertacl civil para el contrato matrimonial, los sacerdotes no senan una rémora del progreso, como la son ahora. Con el celibato se les ha colocado en cierta
especie de exentricidad social: son plantas exóticas; no tienen
más patria ni más centro que Roma, y por eso rechazan y combaten toda idea regencracIora que ponga en riesgo las C011\"enieneias ultramontanas.
Sicndo los eclesiásticos padres de familia, darían (:icmplo
de patriotismo y serían hucnos ciudadanos. "Las afecciones
entre el padre y los hijos, constituyen la míts iuerte y dulce cadena con que naturaleza nos tiene ligados á la patria," ha
dicho Bernardín de Saint-Pierre.
Por último, si sc quiere un ejemplo práctico en eonoboraciÚn de nuestra doctrina, eompftrese el matrimonio de los ministros protestantes con el celihato de los saccnlotes catÚlicos.
Como á los primeros no se ha impedido el uso de un derecho
consagrado por la naturaleza, eS decir, el derecho cIctener una
compañera, cllos procuran elegir1a entre las que se hallen adornadas con las cualidadcs nccesarias. Por consiguicnte se forman familias honorahles, quc son otros tantos modelos de vir.
LA LUZ DEL PUEBLO.
240
tudes domésticEls. Los hijos recih~n una educación esmerada,
gozan de la estimaci,'¡n social, y Stl legitimidad cs reconocida
por la Icy- Empero, habiéndose ¡::rohibillo el ejcrcicio dc ac:uel
derecho á los saccrdotes católicos, los que no se conforman con
cI celibato sc vcn obligados á formar clandestinamcnte
familias desgraciadas.
Los hijos crece·l por 10 general en un completo abandono, y la execración (k la sociedad y el anatema
de la ley caen sobre esos infelices p.lrias que no tienen más culpa que habcr nacido.
V si el celibato forzoso es cI origen cie tanta desventura y
la fatal premisa cie muchas cons,:cuencÏas inmorales, que no
consignamos por respeto al pudor ¿será posible que el Estado
deje subsistir, bajo el punto de vista social, esa bárbara institución? Si la Iglesia no quiere re:ormar sus leyes ¿por qué no
reforma el Estado las suyas, poriéndolas en armonía con las
cie la naturaleza humana y con hs intereses de la soeiedacl?
¿Hasta cuftndo se propone favorecer miras ultramontanas, y
no instituyc clmatrimonio civil, d,~clarÚndolo extensivo á toda
clase de imlivirluos? Que permanezcan eélihes cn horabucna
aquellos que quieran y por el tiempo que puedan, scan (¡ no eclesiásticos; pero que el Estado recor ozca en éstos el celibato como una condición forzosa, no sólo .:s injusto siclo extravagante.
¿ Se dirá que el hombre renunci (¡ al ordenarse el derecho de
contraer matrimonio, aceptando con entera libcl"tad el celibato? Pero por una parte, esa lihertad no existe en los que se
educan b[ljo la dominadora influe:lcia dc un seminario ú de un
claustro, de esa influencia ultramontana
quc obra constantcmcnte cn el iinimo de los seminaristas {¡ novicios, para inducirlos ii recibir una caelena de esclavitud imponiéndolcs el celibato; y por otra, el voto de no casarse jamás es radicalmente nulo, tanto porque un joven inexperto no sabe lo que hace, cuanto porque el compromiso Ú quc sc :iga es pcrnicioso {¡ la socicdad y al mismo indidduo, cuyo derecho, cstando fundado en
las imprescriptibles leyes de la naturaleza, nunca puecle caducar ó extinguirse cn virtucI cIclas institucioncs arbitrarias cIela
tiranía.
CAPITULO
III.
Artificios del ultramontanismo.
Los ultramontanos emplean diferentes :\rtificios con el ohjeto dI.'estorhar toda rd(lrma respedo al celihato. lIan nhusaIlo Ile la senciBez Ile las gentes para imhuides tina hnja y n'rgOllzosa idea Ilel matrimonio: les hall hecho crccr quc la purcza
del sacerdote consiste en 110 ser casado, y COllcsta falsa ¡\odrina han pen'ertido las ll\cm; morales del puehlo. De a1\ícs que
la. sociedad tolera en los eclesiásticos la c{)(licia,el orgu1\o, la
amhil'i(l11,el lujo, la venganza, el rencor y demás pasiones, que
son la \'1~nla<1ent
lepra llel alma; pero detesta en ellos d matri.
monio, que es el estado natural del homhrc, y que el eristianis1110ha cle\'ado :tI rango de ~acr:unento, tan santo y puro C011l0
los demás. Y la pervcrsión de ideas en esta materia ha lkgado rI
tal extremo, que hay países elandI.'las fieles ovt.:jasse esca1lllalizan cuando oyen llecir que los sacerdotes dehen ser eas:ulos, y
no miran con escftndalo el concuhinato de sus pastores.
Por otra parte, los ultramontanos hnn propagado la insensata creencia de que el sacerdote no puede contraer matrimonio, porque est{t casado con la Iglesia.
Los quI.' forman tina sociedad política ó nación, están unidos á dia Call dh'ersos vínculos. Estos son mÚs estrechos n:speeto it los funcionarios púhlicos, por razón dd ministerio qnc
ejercen. ¿Y se dirá por eso que e1\osestán casados con la sociclIad civil? Pues hien, ésto mismo y sólo ésto es lo que en definitiva se (licecuando se afirma que los funcionarios eclesi:í.sticos
están casados con la sociedad espiritual {¡Iglesia.
La pretendiùa pureza y la ficción del matrimonio eon la
congregaciÔn de los fieles, esos dos ahsurdos que han llegmlo {I
ser una especie de creencia religiosa, son, pues, los elementos
primlti\'os de la preocupación popular que, con el nombre de
opiniÓn {nílJliclI, sin'e de apoyo tÍ la instituci{¡n del cclihato, Y
lo m{lsdeplorable es, que de tan perniciosa preocupaciÔn no están exentos muchos de aquellos mismos que St' titulan amigos
de la regcneración social. ¡Triste influencia de los errores tradicionales, que subyuga aún á los espíritus despejados que tie-
LA LUZ DEI.
PVEIlLO.
nen la misiÚn de promover el adelantamiento
com hatiendo sus malas instituciones!
?,51
de la sociedad
:':I.
A fin de que ln titulada
op:'nir'j11IJ/íhlicn se pronuncic contra
clmat.rimonio
dl' los saeerdotcs,
el ultramontanismo
se ha valido adem(ls de otro artificio.
Ha prctcndido
sostener, ura que
los apÚstoles no fueron casaeLls, ora que si lo fueron se separaron de sus mujeres para ejercer el apostolado.
Contra cl primer asert.o nos oli'eee San Matco una prueba
concluyente,
manifestando
que aún el mismo ap6stol San Pedro
tuvo su esposa.
Y Iwbic11do lIcgndo .les/,ís, dice el cvangclista,
;Í In ct/sn de Pedro,
ri6 tÍ In Stl'~grfl de éste (jllC yneíll en C[l111:1,
y
con fiehre; y Je tocó III mnT/O y la (h:jú ln fiehre; y sc le·,'¡¡ntâ ,l'
los serd¡¡ (1) ¿Y se podrfl negar que huya esposa donde hay
suegra?
San I,1,'l1acio, discípulo dd ap6stol San Pedro y primer padre de la Iglesia, Tertuliano,
San Clemente, San Basilio y San
Ambrosio,
aseguran que los 'lpóstolcs
tuvieron
sus esposas.
Orige':1es, uno de los mÚs versados en materias
ec1esiiisticas, lo
dice también
cuando escribe:'t los Romanos, yaún afirma que
aquellas palabras deI ApÚstol, que se encuentran
en la Epístola
á los Felipenses, cap. IV, v. 3, fueron dirigidas ii su esposa, tÍ
SlI fiel compllñera.
Luego es falso que los apóstoles no hayan sido casados.
Ahora respecto á que se h.1hiesen separado de sus mujct'es
cuando fueron llamados al apostolado,
scnH_:jante ascvcración
estft en pugna con el E,·angelit).
Ctutn(lo los fariseos prcguntaron á ]es(ts si era lícito al hombre separarse de su mujer por alguna causa, rcspondió: é'No IJ<lhéis leído r¡llC el (jllC hizo nI 1/0111bre desde ci principio mélelw y hemhra los hizo, _y dijo: ¡)(JI' esto
dçj¡¡r¡Î el hombre pndre y 11wdre, J' se lInir:Î ¡í Sil mt!jc:r, y ser:1n
dos en UlUl cnr11e?
Por tnnto lo (lue JJiosjuniâ,
el h0111bre J/O lo -"el)(lre. (2)
El Autor (le la doctrina
e\'angélica no podía contradecirse,
prohibiendo
de una manet'a nhsoluta la separaci(m de los que
(1S:1" :\Int'·o, cnp. VIIl. Y. 1·1·Y lf>.
(2) Snn :\llltcO. cnp. XIX. Y\'. 3"h f. Y 6.
252
LA LUZ DEL lJUJ~BLO.
en virtud del matrimonio fuesen dos en una carne, y p~rmitien.
do al mismo tiempo que los que ingresaran al apostolado se separasen de sus compañeras.
Además, la supuesta separación está desmentiùa con el testimonio de San I'ahlo, quien afirma que los apóstoles lIevahan
sus mujeres por todas partes. (1)
Lueg-o si Jesucristo prescribe la indisoluhle uniÔn de los cÔn~
yuges, en nombre de la ley (2); y si el apóstol asevera que sus
compañeros en el apostolado llevaban consigo sus esposas, es
falso que ellos se hubiesen separado de éstas, contraviniendo á
la terminante declaraciÔn de su :\1aestro.
(1)
(2)
Ep':-:toln 1 ~ á los Corintios.
(;'~nt.·sis.cap. Il. Y. 24.
cap. IX.
Y.
5.
CAPITULJ
IV.
La institución del celibato está en pugna con la doctrina de
San Pablo.
Para demostrar esta verdad ('optemos literalmente la que
dice el Apóstol:
b's necesario que el obispo sea irreprensible, esposo r/e una
sola mujer
Que sepa gohernar bien su casa: quc tenga sus
hfios en sl~jcción,con toda honestJ'dad. Porque el que no sabe
gobernar su casa ¿cómo cuidad. d.~la Iglesia de Dios? ..... Los
r/iáeollos sean esposos de una sola mqjer: que gobiernen bien
sus hijos y sus casas
Que las mujeres así mismo sean honestas, no maldicientes, sobrias, fides en todo. (1)
Y escrihiendo á Tito dice San Pablo:yo te dejé en Creta para que arreglases la que fElItay establecieses presbíteros en hiS
ciudades, como yo te la había ardent/do. Los quc fucsen sin
tacha, mélridos de UI1éI mujer, que lengun hijos fieles, y que no
puer/an ser aeusadr¡s de disolución ci que sean desobedientes. (2)
Apesar de que estos pasajes refkjan una luz tan clara como
la de la evidencia, los ultramontanos que tienen la costumbre
de terg-i\'t~rsarel genuino sentiùo del sagrado texto y oscurecer
las verdades bíblicas eon desatinadas interpretaciones, dicen
que la mujer de quien habla San Pahlo es la Iglesia, y que los
hijos son los fieles.
Es preciso declararse en abierta lucha con las leyes de la inte1igem:ia y con el sentido común,;>ara hacer una interpretación tan absurda. ¿Se podrá sostener sin locura que al hahlar
el Apóstol de la mujer del obispo, se huhiese referido á la Iglesia, siendo así que también se contrae á ésta separadamente en
la misma frase? Decir, pues, que el que no sabe g-obernar su
casa no puede cuidar de la Iglesia dc~Dios, es enunciar con toda
claridad dos ideas muy distintas, la casa ó familia del obispo,
compuesta de su mujer é hijos, y la Ig-lesia que se compone de
los fieles. Y son dos ideas enunciulas' de tal manera, que la
una esUl ligada á la otra por una íntima relación lógica, pues
(1) Ellr~tola 1? t1 Titl1ot<>o.cnp. III.
(2) ¡";p(8tnla ti Tito, cnp. I. \'\", G yO.
VY.
2, 4 5,11
Y 1:':.
LA Ll'Z
DEL Pl'EIILO.
San Pablo quiso que los obispos
aprendan:í
goll(TI1:lI'la sociedad cristiana
l'n la esetll'la de la sociedad
dOI11l-stiea, y que la.
l1lcdida de la capacidad
dl' un obispo p:ll'a gobenlar
la Iglesia
fuese l:I l':1paeidad qU(' tellga para goberlla r su casa,
Si el Ap()stol SL' huhiesl' rel\:rido ft la Iglesia y ;1 lCls {ieks, al
ltablar de la 111ujer é hijos del obispo, no hahría
puesto 1:1t¡ulIilin eOlllo térlllino
(k l'omparaei(J\l
respc('t<> al buen gohierllo
edesifistico,
Exigir, pues, l'Il 1m; versíeulos ~') y ·1.0 <¡ue el obispo sea esposu (lL-Ill1a sol:I 1l1l1jer, y que sepa gobernar
sucas;l,y
l'Il se,~\Iida
aÜadir cn ('I vl'r~ÍL'ulo :ï' If/le si 110,.wllL' go!lcrll:tr
,"/l C:I,"'" ¿l''-IIJlO
cuida r;', (k la Iglesia de Dios? ('s nwnill'st:u'
ex pl ¡l,il:1 y ('v idelltellll'lltl' que ('st;l cs diversa (le :!<¡uella, y quc la IlIllj'.'I' dl' quiell
se h:tll!a es un:l Ill'rsona humana,
('sposa del obispo,
Altom, enctlanto
{i los preshíteros
y Ú los di:'tl:onos, la illterprdm'i(lI1
(jue rcfut;¡mos lIena la mcdida del desatino,
Eln'tivamente,
si l'lllod!)r
de las gentes
quiere quc tanto los obis.
pos, e01110 los presbíÜ'ros
y los diÚconos
sean maridos
(k un:l
Illujer, que gohiLTnen hien sus easas y <¡ue tellgall ::iUS hijos l'II
toda su.il'ei(l11 y hOllestidad
¿e(¡mo llUC(le elltenderse
<¡ue estos
hijos y esa IlIUjl'!' seall los lidcs y la Iglesia,
siendo así <¡ue los
presbíteros
y los di:Íl'ollos no tienen
iglesia IIi lid('s que gober.
Ilar~
I 'or Últil1\o, la abslIrdidad
de la illterprdaei()\1
qm' 1l0S <>l'U·
pa s(' m:lnifil'sta
l'Il toda su milgnituc1
respecto
al versÍl'ulo 11,
.Jonde hahlando
San Pahlo de las mujeres de los ohispos, pIT~l¡íkros
y l]j{¡conos, dic~' (fliC scnll honcstns, ]]0 l11:tldicicntcs. s{)/J/-ins, h'elc:s Cil to¡Jo,
¿ Yes Jlosihle que cI Ap()sto\ huhiese onle.
lIadu 'Ille tellga cstns ('nalidadl's
la sm:iedacl l'spirit nal, la S;\I1ta Iglesia (le [)io~? ,\Illonestar
lIne las esposas de llls s;lcl'nlo.
tes Sl'all hO\1estas, lides, soln-ias y 110 Illahlil'il'lltes,
('S JllTl'isamellte prl'scrihir
las yirtudl's que elehe teller 1I1la 1llujcr dI' l'arnl'
y huesos, sujeta {I bs pasiol1es humanas,
n.
En las m~lleiol1adas
l'pís'Lolas dirigidas
tt los ohispos Timoteo y Tito, se propone Sali I 'ahln prevcllir {l los ~aeenlotes
COlltra ln. poligamin,
aml1l1est:íllrloks
quI' 110 tengan m{ls quC' tltlH
LA LUZ DEL
25ii
PUEBI.O.
sola mujer. Y la miixima apostólica ùc qtle "aprendan los obis·
pos á gobernar su casa, para 5aber dirigir la Iglesia," contiene
el sabio pensamiento ùe que sÓlo cJ~tivando los dulces sentimientos de esposo y {ladre, se puede gohernar fi los fieles con
dulzura, caridad y prudencia. Este es tan cierto, que desde
la institución del celibato adquirieron los obispos un car{leter
hravío, perdiendo la mansedumbre èe amorosos padres.
En eomprobaciÚn señalemos un hecho muy notable de la actual disciplina. Los obispos que an'~es de on1cnan;e fuen>n ea··
sados, Ó quI.'dI.'alguna manera sU;l\"izaron su coraz(¡n forman··
do familia, son tolerantes, bcnignos, prudenh>s y asequilJlcs, sin
('sa condiciÔn {¡spera, terca, YÍolcnta y repulsiva de aquellos mi¡;{lntropos que miran con horror las relacioneseons:lgrndas por
ël11aley del género humano.
Por consiguiente, al contemplar esos procedimientos estl";:pitosos, esas imprudencias que pro(bccn funcstos resulta(los ('n
una extensa escala, esa falta de tino. de eircunspecciÚn .Y aún de
caridad en el desempeño de las funciones episcopalcs, repetircmus con San Pablo: "El quI.'no siendo esposo, no tienc familia,
ni sahe gobernar su casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?"
Con un espíritu de profecía, cuy;, exactitud asomhra, ~;ccxprcsa el A{l()stol exclTato\"iamcnte ,::ontra los qtle cn los fuLI'os tiempos hahían dI.'prohihir el matrimonio, y cxhortÚ Ú Ti'llOteo de csta manera: Pcro cf Hsp:ritll S;IJlLo dicc c/ar:/111cnte
'1l1Cen los ¡"cnideros ticmpos
11éllJ dc apostntw'
algllnos dc la
le, délndo o.ídos él espíritus rnlaces y él doctrinns
dinvúlic::ls, cnseiindns por impostores,
l/enos de hipocresía,
que tendr<Ín lél
concÏenciél ca lIterj¡wdé.l, quielles prohibiréÍ n cf mn trimonio .l0 el
liSO de los mal!inres qlle Dios creÓ pura qlle los {omnscll los
h011lhres COll hncimicnto
de gnlcÙ's; pan/lie torln crintl/r:! rie
/}ios es bllcnn, y nadn se dehe desechar de lo que se t01l1n COll
hacimicnto
de gracias
Propomcndo
esto á los hermanos,
serÛs buen ministro de Jesucristo.
c ...hulo con las pnlahras de In
ré, y de hl buena rloctrÍ1w que alc[wzaste.
Y desecha las [(tlmlas impcrtinentes de vicjas; y ejercítate en piedad. (1)
Y si muy lejos de prohibir el matrimonio á los edcsiástícos
quiere el Doctor de los cristianos que los obispos, presbíteros y
~liáconos sean easarlos;
(1)
Epfstola
1?
ti Tinloteo,
.r si en nombre del Espíritu Santo calicap. IV, YY. 1,2,3,
'J-,:i,
fi
Y 7.
25G
LA U:Z
DEL
Pl!EIILO.
fica de impostores, hip{¡critas, de cauterizada conciencia, á los
que llwhihan cI matrimonio, ¿por qué ha instituído la Igle8iacl
cclilmto forzo!'o, y ha hecho materia de voto aquello mismo (lue
est{l en pugna con la doctrina de San Pablo, con los inte.reses
de la sociedad y con Jas leyes de ]a naturaleza humana? l'or
qué? Por convenir así á sus planes de dominaciÓn, pues de ese
modo ha eclwdo ¡¡¡ZO, segtÍn la expresiÓn deI Ap()stol (1), ha
tendido una red (¡ millones de personas, para ponerlas al servicio
del u1tramontanismo.
El celihato es unainstituei(mdealta
política cc1esi{lstica; es el gran secreto, cI poderoso resorte que afi.
anza cIpredominio que la secta ultramontana ejerce en el mundo.
(1)
Epístola
1~
ti los CorinthH"
l'nI'. V11, v. 3ri.
CAPITULO
La historia
y la antigua
la institución
V.
disciplina
arguyen
contra
de I celibato
El historiador
Eusebio refiet'c que los obispos egipcios Chcrem(>I1 y Phileas sufrieron elmartiri.o tí. presencia dl' sns mujeres
~ hijos,
Lo mismo sueedi() l'n Traeia con el obispo de I Ie¡-{ldea, en Cicilia con Félix, obispo de Tibiccra, y en Africa con el
presbítero Saturnino,
Tamhién se ]¡aœ me1H:iÚn en la historia dcI matrimonio
de
EspiridiÍln,
ohispo de Chipre, del sacerdote
I1ilario, que tenía
una hija llamada Abra, de. etc.
¿Alcganí.n los ultramontanos
qne la historia no pl'esl'nta
pruebas directas respecto al ma trin :onio de los sacerdotes en los
primeros
siglos del cristianismo,
y que sohre esto ella no haœ
meneiÚn alguna de los santos padr"s y de otros personajes eelcsiÚsticos?
I'cro hasta n las pruebas indiredas
para dcmostrar
históricamente
que los sacerdotes
fueron casados
cn los primitivos
tiempos dl' la era c¡'istiana.
En nalidad,
consignar clnom1¡re
del hijo dl' till ohispo, ó ci de su mU.ier, es revcIar, indirecta pero
e,·identemcnte,
que no regía en aquel tiempo la ley del celibato;
debiendo tenerse presente que la historia 110 poùía hablar por
ùecoro sino ùe una familia Icgítinw.
Ni se6a razonahle
exigir que tos historiadores
se hubiesen
ocupado
fonnai y directamente
de un asunto pri"ado
como ci
matrimonio,
tan común}' de nill,t!ltn:t importancia
histÚrica,
desde que todos los individuos d~ la socieda(l se hallaban
en
<.;.jerciciodel del'Ccho al enlace conyugal.
Por eso es que sólo de una maneraineidental
é indirecta habla la historia del matrimonio
de los sacerdotes,
refiriéndose
ocacionalmcnte
Ú la mujer () Ú los l' ¡jos de élIos, cuando
vienen
asuciados Ú alguna circunstancia
notable dd individuo cuya vida se escri:)c
Así, al ocuparse, por ejemplo, dc un obispo mártir, la histOt-;a rc,-ela por incidencia que ese sacerdote fué ca~ado, diciendo quc arrostrÓ cI marti,-io Ú presencia de su mujer y
de sus hijos.
25R
LA LUZ DEL PI:EIILO.
y para tener un plello eonn'ncimiento
de qm'la historia no
se oetlpa intcneionallllente
ddlllatl'imonio,
hasta ohsen'ar 'Ille
sohre este asunto no hace lIIl'neiÍln ni :tí1l1ctlando hahla dc los
altos persOlHljes seglares.
¿ ~e ha ocupado ja m:í s la historia
dd l1l:¡trilllollio eJc l'latÚn, de I'lntan'o, de \ïrgilio y de otros
ilustres \'aro1\es ellY:l "ida se ha eSlTito? ~i de alg'lllloS sabemos qtle ttH'ron casados, no es sino de tin lllo(lo indirecto; y si
nada sahemos de los delll:ís, no cstamos
:l11torizados ]lOI' eso :í
decir qlle Itleron eC-¡¡hl'S. Otro tanto
sucerlc respecto (l los salltos padres.
~i 11l'l11osllegado fi sahcr qlll' Tertnlia\1o, \'. g., fUlcasado, es ]Hll"d incidente de l[ne este padre eseriIJi() UIl Ehro,
con el ohjeto de persuadir:í
su l11ujer qlll' l1l1H'rto":l no "uch'a
dia :í <:asars('. ~las por el hecho eJe que n:\(1a sq)alllos eJc los
otros p:¡¡] res, no podcJl1oS nfirmar, en hlll'na 1().!.!;Ïca,qUl' 1:1I0S
hayall !"t'II11IlCi:ll]oal Jl1atrilllol1io.
Il.
Pero no Jl('Ccsitamos qlle la historia nos lwga un:! rn'elaei(m inteneion:\l eJe qm: los sHeenlotes fueron casados ell los primeros tielllpos c1c1eristianismo, puesto que la mis1l1:l IegislHl:iClll
eJe 1:1 primiti"a
Iglesi:l manifiesta e\'ieJente1l1entc que ésta COIlsagrHha c1lwltrimonio
desus ministros.
Los C{ll1ones apost{)_
lieos, que son el fiel reflejo de la disciplina eclesi:ístiea, L'nlos
tres primeros siglos, nos ofreeen \1na pnlcl);[ eonc1uyente(lccllo.
l'or el canon GO sc on1ewl, hajo (le excoll1uniÚn () deposi('i(l1l, que los ol)ispo~, preshíteros
y di:'Ll'ono~ no Sl' separen de
sus mujeres, ni ]Hl1'pretexto de n·ligi(lll.
Ill' aquí el referido eilnon: Ü/li,,,;c()/111S.n1fl fl/'cshytcr,
nul r/i;íCIJll1fS lL'd)]'/.'l/
8U:l1/1
rcligiunis
l/Ol/ L:ii('inl .. si {/lItcm
cjccit,
scgrcgL'i1fr,
si I)Cr8(TC01£, dCfJ(l!I:llllr:
EL OBISl'O, I'RE~BITEI,O
() DL\C():,\():,\O ~E AI';\WrE DE ~l" :'Il]ER
co;..: l'l,ETEXTO DE RELICIO;":; :\I.\~ ~I SE ;\ l'ART;\I,E SE.\ EXCO:\1l'LCADO, \' SI I'E],~ISTlEI,E
SE.\ DEl'l'EST().
!lrflL'lcxto
(f/lod
l'or el l':lnOn ,1-0 sc m"dena que sc procure distinguir etlidndos:lmente los hienes propios (leI ohispo de los que pertenC'cl'n rl
Stl Iglesin, rI un de que la mujer é hijos no sean rlefraud:u!os en
la herenei:l.
El canon ~1, ell armonía
con la (loctrina rid J\p{)stol. dice
la siguiente:
"Si algún ohispo, preshítero él rli:Îco!1o n'husase el
259
LA LUZ IlEL?UEBI.O.
matrimonio
y los manjares, como desdeñando
estas cosas, y olvidando que son huenas, y que Di,)s las ha creado para bien deI
homhn~, debe ser separado de la c')/1lunión aistiana."
Las mismas Constituciones
que llcvan c1nomhre de tl[JOSl6licns, reconocen también
el matrimonio
de los sacerdotes,
adoptando
literalmente
la doctril'a ùeSan Pablo.
ElIas disponen "que no sean promovidos
al episcopado los polígamos, es
decir, los que no sean esposos d,~ una sola mujer; que ésta no
haya sido tampoco casada con otro; que sea honesta, prudente
y fiel; quc los hijos estén piadosélr:1ente educados; .Ypor ídtimo,
lJue el sacerdote exaltado il la dignidad episcopal tenga las cualidades de un hucn padre de familia, porque no podrá gohernar
la Iglesia ci que no sabe dirigir sn.casa."
Los Concilios de los primeros siglos acreditan igualmente
que :1 los sacerdotes de esa época no se les prohibía el matrimoniO. Bn el de Ancira, que se eelehr{¡ Ú principios del siglo IV, se
establece que no se impida el tjercicio del ministerio al sacerdote que se casase, si al tiempo de recihir las (¡nlenes huhiese manifestado la intenciÚn de contraer matrimonio
después cIe ordenado.
Posterionl1ente
en d Concilio de ;..;icca se trató de variar ]a
disciplina Ú este respecto,
pretenc:iendo que los ohispos, presbíteros y (tirlconos casados se separ:lsen de sus mujercs.
Pero no
tuvo lugar ta] proyecto
por la "¡gorosa y elocuente oposición
lId venerahle obispo I'afi1ucio, quien rei"indicó ]a pureza dd tálamo nupcial, ncmostnmoo
que e] matrimonio
es ]a garantía
de la continencia}"
de la honcstidad
de costumhres:
hizo "er
con profunda sahiduría, que no se debía obligar ft ningún eclesiástico Ú sepnrarse de sn mujer, porqne sería atentar
contra cI derecho di "ino, separando
]0 que Dios ha unido;
y fina]mcnte manifestÚ qlle la se\'er-idad dd celibato traería funestas consecuencias. (1)
La iglesia orienta] qne se h~lIa exenta de las miras de la
iglesia romana, ha sc:.~uido ]a doctrina de San Pah]o y cI espíritu de los cÚnones apostólieos.
Los coneilios generales celeorados en Constantinop]a,
en Efeso y en Ca]eedonia,
legislaron
(1)
culas
do el
Ln hislori:!
itl:-4tilul.'iolH.'S
JlIUIHt() t:tltt·t·o
~·st~íplagada
11I0t1ti~tiea~
pur el hurri1)le
c10cente etc Lila (Pratl('in).
ti ('~tc n.·~l){.·{'to se han cometido
estos dias acaba ùe ser sorprcndi ..
per petrado
por UIl ('{-Jihe en una inst:~.lci611
dt' Jos t'st':írJlJ:lln~
de
alllbt.)~
t.'r(men
~C:XCs; y
{flit·
t:1l
:-i.
J)gl.
E.
260
LA LUZ DEL pl'EDLO.
muyexÜ:nsalllent.e
para lijar las hases de la disciplina edesi(lstiea, mas nin.~·llno de ellos ni siquiera hizo mClwi(l11dd celiha t.o
de los cl0rigos, de esa malTa de l'sel;l\·itud que el ult.ramontanismo ha grahado SO])I-(' los \'asallos de ¡{ollla.
),Iu.\' k:ios de que la igksia oriental huhiese est.ahln:idoc1 celihato del clero, en la Annenia no sc admitía al sacenlocio sino
Ú los que fuesen descendientes
cle sacerdotes.
l'or cso es qm:
Eusehio, en su historia
eclesi{\stic<l, lih. GO, cap. 2-1.,afirma quc
el ohispo 1'01yerates se gloriaha
de ser el oda YO descendiente
en 1:\ serie cIe IllS progenitores
que hahían gohernado la iglesia
de Ekso.
l'or Últ.imo, cs digno dl' notarse qm: :'t los sacerdot.es del LíIJano y de otras cOl1lunill1ll's orient.ales, sometidas
(l la Iglesia
rOl11ana sc les permit.e aÚn hoy mismo el matrimonio.
Con pruehas tan ineontestahles
nadie poddl dudar que la
ley dl:! edihat.o no es una instituci{¡n crist.iana, sino esellcialmente ult.ramontana.
Las templadas yirtudcs de1lTistianismo
y sus I11Úxinws fundadns en In caridad, no exigcn salTiticios sohrehumanos,
ni sant.ifican los exaltados scntimil'lIto~ ell' UIIpretendido hcroísmo, que 110 es compatihle
con los dcstillos cil' la
humanidad,
ni COllel espírit.u ell' una n:ligi(l11 de amo!-.
INDICE
DE LAS MATERIAS
CONTENIDAS EN ESTA OBRA
PAGlf':A~
Prólogo
IX
Juicios respecto
Carta
Ú
"La Luz del Puchlo"
XVlI
1
dedicatoria
a
I'rc!;leio
SECCIO:\
Capítulo
Id.
le;.
Id.
Id.
Id.
PRllIIEHA
I.-Eldespotismo
PI)lítieo y c1despotismo rcligioso
1I.-Lueha
entre el despotismo
político y el
religioso
HI.-;\lianza
entre la Iglesia y el Estado
IV.-ConseclIencias
LI.' la alianza
entre la Iglesia.YcI Estado
V.-:\ecesidad
de cL:duar la separaei()\l de la
Iglesia y el EstMlo
\'I.-I~cfutaci{¡n
(le las ohjecioneseontra
la separaci()\1 de la Igksia y el Estado
Capítulo l.-El Cristianismc y el ultramontanismo
Id.
1I.-Organización
y movimiento
dc la Iglesia
11 ltramon
tana
Id.
Il I.-Jcsucristo
y los fariscos
Id.
1\'.-Los fa riscos y el pucblo
5
7
11
U·
Hl
29
40
44
4·7
G4·
262
IImlCE
I'dgl" fi"
Capítulo V.-Prácticas
de los fariscos y sus ~onsecuen59
l'las
Id.
Vl.-El saccnlociocristiano
SECCIO;\; TEHCEIU
6:~
7:1
Capítulo l.-El bautismo
74
Id.
H.-La eucaristía
76
Id. IlL-La Penitencia Í> confcsiÔn sacramental. .. 7H
Id. IV.-El matrimonio
85
Id.
V.-Aspecto civil y relig-iosodel matrimonio .. R7
Id. Vl.-Impedimentos deI matrimonio
95
Id. VIl.-Dispensas de los impedimentos
104
SECCIO:>l Cl~AHT.\
lOR
Capítulo l.-Armonía entre la razÔn, la lihertad y la te ..
Id.
n.-La razÚn, la lihel'Üul y la fé, con rclaci()Jl
á las pretensiones del despotismo
Id. II l.-Libertad de conciencia
Id. IV.-El Estado no tiene derecho para inten'cnil' en materia de creencias ó de culto
Id.
V.- La lihertad (le conciencia en sus relaciones con la Ig-lcsia
109
SECCIO;'¡ !2n:-;T.\
113
115
120
123
131
Capítulo l.-Bases dc la dominación política de los papas y de sn preponderancia sobrcla autoridad de los soberanos
132
Id.
H.-El Concilio del Vaticano
141
Id. II l.-El Evangelio y el dog-ma de la infalihilidad
Id.
Id.
Id.
144.
IV.-El dog-ma clela illfalihili(l:lll 110 se apoya
en la trndiciÍln apostíllica, ni en la de los
Santos Paclres
1.48
V.-Cna m:íxima catÚlica respcL'Ío:í la declaraciÓn de los clogmas
152
VI.-Las contradicciones y errores de los papas arguyen contra d dogma de lu inl~\libilidad
154
263
INIHCE
PtiginH:~
Capítulo VIL-Para enseiiar (¡ declarar las verdades
cristianas no se n~cesita que el Papa sea
infalible
,
159
Id. VIlI.-La declaración del dogma de la infalihilidad tiende Ú resistir el impulso (le la civilización, y rehabilitar ci sistema teocrÚtico
160
~ECPO:-;
SEXTA
170
Capítulo l.-Jurisdicción y fue-o de la 19ksia
171
hl:
II.-~eccsidad de reformar elfuero eclesi{u.tico.177
Id. Ill.-Bases de la reforma en materia de jurisdicción 6 fuero
1S2
Id. I V.-I~ccurso de Fucrztl..
] ~9
Id.
V,-Los castigos qU(~ gubernativamente impongan los obispos, caen bajo la jurisdieei6n civil mediante ci recun;o de fuerza ..... ] B2
Id. Vl.-DeI recurso de fuerza respecto á la visita
de los prelados diocesanos y tÍ ln corn~e~
ción de las costumbres
1 B6
Id. VI I.- El ejercicio del re~urso de fuerza debe ser
garantido por el Estado
201
Id. VIIJ.-Suprimido el fucm, 6 separada'la Iglesia
del Estado, ¿dcbel'í:i abolirse el recurso de
fuerza?
205
SECCIO:-; SEPTDIA
Capítulo J.-Soberanía é independencia de la ciencia.
!-{eseiiahist6rica de la enseiîanza
Id. H.-La sociedad eicntifica. Su organizaci6n ..
Id. II I.-La libertad de ens:?Î1anzaen sus relaciones
con el Estado
Id. IV.-Continuación del anterior
Id.
V.-La libertad de ensciianza en sus relaciones con la Iglesia
SECCION
Capítulo l.-La
OCTAVA
ley del celibato eclesiástico es atenta-
215
219
223
280
236
243
264
I:-;fJICE
Id.
Tel.
Id.
id.
toría l'ontra todockredlO
.
1I.-Ell'elihato
forzoso bajo el PUllto de "isla
:!.¡.¡
so\:ia l.
.
I II .-A rli ¡¡('ius del ul lralllon l:! nislIlIl
. :.!;)()
I\'.-La
illslitu('i(În dd ('di1Jalo \:St{ll'1I pllg'lIa
l'l)1\ h dm'trilla
ell- Sail l';thlo
.
\·.---La historia y la antigua disl'iplill;1 :lrgllYClll'onlra la institul'ÏÚnelcl celihato
.
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