LA LUZ DEL fJUEBLO - . '"') J,::. <{C.' J . "- " LA LUZ DEL PUEBLO O SEA EL CRITERIO P.HU .JCZl:\H CLI::STIO\ES !'EGUNDA jJOI.1TIt'O-HELIOI0:-5:\S EDlCION CON UN PROLOGO POR Felicísimo López GUAYAQUIL I~PRENTA DE "LA eONCORDI~" 1899 PROL()GO lIlir,'ul, y gunnlnos de la lc¡-[l(lllra de los [<'llriscos. ~all Z\lat.l'o, cap. X Vl, 'o. G. Cuando Jesucristo apareci6 en medio 11cllHH:blohebreo, predicando de la manera miis sencilla y sin apal'ato alguno, la doctrina de alllor y ch: fl"atcrnidad que debía regcnerar al1inajc humano, ya la j"l'ligión (le .Moisés había sufrido eon ci Üanseun;o de los sig'los tal ckgeneración que estaba ineogl1ocible. El Decfdog'o había sido puesto Ú un lado para dar cabida í1l1ie:t1l1elltl'ii leyes disciplinal"ias y ch: \'alor secL1ndario. Las cxteriOl"idades del culto, los sacrificios depalom:ls y dl' cabritos, las ofrendas del altar, el cohro escrupuloso del diezmo ctc., habían n?cmplazado al precepto llIontl y dado lugar Ú un sael-í1cgo tráfico de las cosas J]amaflas sagradas á earnbio de d-inero. Fué entonces que ese predicadar humildísimo y que arrastraba en pos de sí (¡ las muchedumbres seducidas pUl' la sua\'idad y la dulzura de su lcngu:ljc, indignado tc:rriblcmentc contI-a esos hipócritas, quchabían tomadc) la religiÓn como 11npretex- x PROLOGO to para ensanchar sus gTanjerías, los arrojó del templo á latigazos. Ese mismo predicador sublime, nndando un día por las orillas de Ull lag'o, les dijo :í sus discípulos: '"i\li]"fu/, y gl1:1r<!;¡os rie /:1 hT:uhlr;¡ rie los ft/riseos;" esto l'S, rl'chaz~l(l todo lo qut' los IÚrisl'os o~ haet'll Cfl'el-qUl' es la ley dada por Dios en SinaÍ. ¡Y quién 1(, cn:yern!, las pnlabras dl' l'Sl' gTan pro/da, de ese reformador ahnl'gado de esl' Jil()sofo de Calilea, dl'hhn tener aplicaci6n eX:lcta después de tantos siglos, que han vl'nido amontolwlldo somhnls y m:ís somhras sohre su doctrina santa. Aquel, pues, que ha dicho en nuestros días quc si Jesucristo \'o1\·iera de ine<')gnito :'lIa til'lTa,'y ohsen'ara lo q\le los fariseos de hoy predican y practican como dol'trilla suya, la descollocería POI" completo, sentI) una gran \'enlad, que l'sUi al ak:l1ll'l' de cualquiera que haya leido COllaienci(')J\ el EV(\lIgdio. Es por l'SOq\le los doctores y maestt'os de la secta ult¡'al11011tana, l'Sdeci¡",aquellos que, <k'sdci'íando las genuinas ensei'íanzas <k Jesucristo, hall dado preferencia :'l las <kl'isioll<.'s y mandatos de los Papas y Concilios, prohiben nl¡)l1<'hlo <¡ue Ica el Evangelio si no está explicado y anotado <leconfonnidad con l'sas mismas <keisiol1es y leyes l'cksi¿ísticas, que han llamado Cánones. Dc <l11íha resultado quc una inmensa mayoría de la sociedad cristiana se ha sepnnl{lo <1ela Iglesia romana, pam seg'uir metS de ecrca la doctrina dcl Crucificado; y de allí tamhién el feroz eneono, el odio implacable que profesan los ultnllnontanos (t todo hombre que se e111peii.a por instruir alpuehlo el1la doctrina pura de Jesucristo, comhaticndo los errores y ahsorhentes pretensiones de la Curia Homana. A esa clase dl' homhrcs odiados y perseguidos ])Cl'tel1eció el autor de l'ste libro, que, dl'spués de 2G años de ___ n_ ..._. ._. PROLOGO --- - .---- ...-- --- Xl -.-"-. - -.------ haberse publicado cn Chile, sólo ha podido editarse hoy en el Ecuador, bajo los auspicim. de un gobierno liberal, que comprende el inmenso bien que se hace al pueblo con dicha puhlicaci(m. En efecto, de todos los pais(s hispano-nmerieanos, ninguno tal \'ez como el Eeuadot', ha sentido tan profundamente los desasÜosos efectos de ese Últal consorcio entre la 19h:sia y el Estado, Su historia no ha sido otra l'osa que la üiste historia de una suhyugáción ü:oerátiea lIC\'ada {lsus extremos. PO:1tiea. eieneias, artes, industrias, educación populal", todas las encrgías, todas las aspiraciones del país y hasta el sagrado del hogar, todo cay<'.í hajo la letal dominación de un clero inüansigente, cuya fama es proverbial aun en la misma Rom[l. Era, pues, menester que la Pl·ovidcnci.a, en sus miras proteetonls, reservanlalgÚII medio para eontrarrestar esta dominación absoluta y destinó para ello un hombre superior, ;y l'osa adminlble~ salido pn:eisamente de las propias filas del clero ~.pt"ofundo eonoeedor de todas sus am biciones y tÚetieas, de todos sus vieios y fragilidades, que (kbía salirle Ú la mitad del camino, para arrojarle al rostro sus f~dsedades y sus sofismas y sus immltos Ú la vcrdad y Ú la,'irtud. Este hombre superior fué el Dr. Dn. Joaquín Chiriboga, excerado autor ell''' La Luz del Pueblo". Pero sucedió que, euanclo esta obra eminentemente instructiva y moralizadora se puhlieÚ por primera vcz en Chile, pl"otegida pat" la parte ilustl'aday humanitaria de la sociedad de Valparaiso, el Ecuador gemía arrodillado Ú las plantas de una feroz tirat'Ía. que había alzado su negro pend()n en la cima del Pichincha. El jesuitismo ¡;;ccnearg() cntonees de recojcr y quemar los pocos ejcmplares que lograron cscapar de las Aduanas cie la r;:pÚ- blica, yel pucblo ha carecido hasta hoy de esa luz in- XII PROLOGO te1ectual, que debía ¡Jonerle en guardia contra las ell1~ boscadas clericales. Por eso hel110sresuelto hacer la Jln~sente edición, para poner est<: lihro l'Il IlHlIlOSdd l'tH~hl(), ahora que puede Jeer Sill pedir 1)(':1"I11i80 al cura ni al fraile. M ucho hemos scntido no poscer algunos datos biográficos de la adolescencia del doctor Chil-ihoga, ponlue sie111precs sa tisfactorio segu il' r¡ los 110mhl'es que se ha Il hecho célebres por su patriotismo y sus \'irtudes, <ksde sus primeros pasos soht'e la tierra, pero ¡ksgíaciaclamcnte nuestras diligencias al rcspecto no hl\'ieroll éxito. Nos \TmoS, pues, prl'eisados Ú hahlar del patriota y del apÔstol euando ya fué homhre de ]>1"O\'echo. Nada caracteriza tanto al homhre de bien como la sinceridad cn la manifestación de sus i(leas y la lealtad de su conducta que l'sUi ell perfecta consonalleia COll esas mislllas ideas. El hombre en quien se hermanan estas cualidades infullde respetuosa simpatía l'Il la gente salin, como tamhién se con~ita ci odio::: las prl'\Tnciot1es de los hip()lTitas. quiCHes se irritan al form:lr el pa rangón cn su propia coneieneia, pues to que su i lIhmia interiol", barnizada COll una fingida capa de virtlldes que 110poseen, les cstft gTitalldo b sttperioridnd IllOl'al dl' l'se homhre ;l quiell odian y ]>ersig"tlellcil' IIlucrtc. Esto explica IllU::: bien el por qué un eclcsifístico l'Omo ci doctor Chirihoga, que tuvo ci ndor sufieicnte para eotHknar los ados tinlnieos de (;arcÍa Moreno, y para rept-ohalA con sn propia conducta las hip()critas gaztnoi'icrías ell' sus compañeros dc iglcsiéi, earg6 <.:on las persecuciones qnC' se desataron contra él hasta <.kstl'rnulo dd país: Asilado l'n Chill', clleontn> allí las consideraciol!es proteetoras de una sociedad ilustrada, (lUl', hacicndo PROLOGO XIII justicia á sus t1l~l"itos,le facilitó los medios para combatir la tiranía que se había entronizado en su patria. En 186H publicó su luminoso opúsculo titulado: "El Ecuador y García .Moreno," cn cuyas páginas, nutridas dl' la más sana doctrina politica, fla,sda severamcnte al tirano y excita {l la jun:ntud par1. que rompa la vergonzosa coyunda: Hn ese mismo año escribió otra obra im portantc: "Ojcada filusófica sobre lél ci vilizuciól1," que le valió clogios entusiasta~ de la prensa de Chile y de la República Argentina. En esta ~p()ea colahoró actwélmente en los periódicos liberales de estas dos repúblicas, en dondc supo dar lustre á su patria haciendo una brillante defensa de las doctrinas dC1\1ocráticas basadas en el Evangclio, cuyas ideas reunió en tin solo cuer¡:o y formó "La Luz del Pueblo," ohra que tuvorcsoné.lncia continental como lo veremos luego, Verificaclo el cambio político que sohrevino cn el Ecuador cn1 H7G Ú consecuencia de la trágica muertc de García Mon:no, apraximóse fi las playas de su patria y "ino it Piura, en donde residía su hermano Dn. José María, En csta ciudad es~ribió SH patriótico folleto titulado "El Gabinete cie Lima y ci de Quito," encaminado á desbaratar las inAuencias que pusaenjucgo el gobict,no del DI". Bon-ero, á tin de obtener del dl' Lima elementos hélieos con qué combatir la revolución liheral acaudillada por ci Genl.:ral Veintendla. '1"nun f'antI.: c~ta . - G.uayaqm'1 a- o freccl' al go\"Ina a bicnlO que dirigía entonces ci eminente Dn. Pcdro Carbo, el valioso contingentc de SllSluces, y tomó á su cargo la n.'dacci<J11de "El Comercio," formidahle baluarte desde donde apagó los fuegos del cons<;rvatismo garciano en el campo de la prensa, lVIas, vino la Convención de 1878 y como predomi- XIV PROLOGO nase en ella el elemento godo, es decir ultramontano, quedó dueña deI campo la cxcll/sil,tI rdigi{:11 r0111:1l1a,y cstancado por consiguiente el p:1ís pOl' veinte años mits, Ikccpciona(lo el DL Chirihoga, que hasta entonces había mantenido la ilusión de ver surgir triunfantes los principios li1>en1.lesdel seno de esa Constituyente, ahatido su espít'itu y enfermo su cuerpo, dctennit1<) (kstcrrarsc nuevamente en husca de un país lihre, en donde pudiese continuar su propaganda cristiana y democ¡-(ltica, ó dejar sus huesos al abrigo de los furores Ülrisaicos. Fué entonces que dispuso su viaje {¡ Guatemaln, y al despedirse de los lectores de "El Comercio," ell un editorial de f(.cha 1 G de 110viemhre (1c 1 S7S, dceÍél cntt'e otras cosas: "Amigos sinceros de la lihel'tacl yel cristi.:nismo, que armonizan entre sí y se unen con amorosa lazada, hemos proclamado instituciol1es lihel'él.lespara el país y venlades evangélicas para la conciencia; y las hemos proclamado con tanta mas razón, cuanto mayor es ci aceleramiento de nuestras sociedades Jlor llegar al punto de identidad con el antiguo paganismo. Con excepción de algunos pu('blos, la perspectiva del mundo Suramericano no puede ser mfts luctuosa, y de allí nuestra profunda convicción de que dehemos trah.ljar infatigablemente en el campo de las ideas para rehahilitar:í la razón en sus derechos, .Y no penlcrnos en el caos de preocupaciones yen-orcs dominantes, de vicios .Yahsurdos entronizados, y de ese funesto positivismo material que ha invadido hasta ('I santuario. "La proclamación de principios regeneradores que encamincn el país por la senda de un próspero ])on-enit' y revindiqucn su dignidad, nos ha concitado odios cn- PROLOGI) xv carnizacIos, ycnganzas impla,:ables. Pcro ni cstos ni aquellos han podido an-cdral'nos jam{ls, toda vcz que hemos contado con alguna g[.rantía para emitir nucstro pensamiento y trabajar l'nia grande ohra de l'egeneración polít~ea, social y religiosa, que cs á la quc {mica y exclusivamente vol vimos del ostracismo. "l'or brillante que haya si,:lo nuestra posición en el extranjero, durante d destierr:), no podía e.Hinguirse el sentimiento ingénito ele amor al país donde hicimos nuestra aparición en d mundo, donde, con el desarrollo de nuestro sér, se desan-ollaro:l también las beHas ilu- . siones, las dulces esperanzas, ~Iuetan inde1eblemente se graban en ci eoraz<Jn y la atraen, con fucrza magnética, hacia el suelo donde cHas hiciemn el embeleso de la infancia. "Cc.locados en d esplendot,oso scno de sociedades civilizae1as, eontempl,íhamos ::on asombro sus grandes progn~sos; y en esos mismos n,omentos de plácido trasporte, nos asaltaba la idea del país natal, )' con una Íntima emoción de carii10 deseábamos verla trasformado en uno de los más addantados, cuya civilización nos admiraba, deseo poderoso y vehemente, que, llegada la vez, no~ comunicaba la firme resoluci()n de abandonar la generosa hospitalidad que se nos (lispensara, y yol\Tr al Ecuador con el patriótico propósito de cooperar Ú su gloriosa regeneración." Se comprende la amargurL que llcvaría cn su coraz<>neste emincnte ecuatoriano, al abandonar por última vcz las playas dl' su patria, que quedaba todavía agobiada bajo d doble despotismo cie la Iglesia y cid Estado, :;/destinada Ú soporÜx mayores ultl"ajes y V<:'1"giienzas que le preparaban lo!; hcrederos de la pasada tiranía. Esa ha sido siempn~ la historia de todos los bienhechores de la humanidad: marcharse cargados de XVI l'HOLOGO los anatcmas dc los contcl11poní.ncos, quc no supicron ó no quisicron aprcciar la labor dl' sal'1-ificio dc SIlS pn)ccrl'S. :VIas tócanos :í. los <¡Ul' fOrIll<lIIlOS la [lostl'ridad hctHkcit- sus llOmhrcs \' sus hl'dlOS, il fin (Il' <¡Ul'Sl' l'tllllpla la justil'ia dl'rna. Dc intl'nción hclltos rl'sl'rnulo para lo Último el juicio crítico dl' "La Lu% dd J>ul'blo;" mas, para pn.·\'ClIir las acuSaCiOlll'S (k parcialidad y apasiollam iCllto ljUl' pudicntn airihuirllos los 1'Ilctlligos del lilll'ntlistllo l'll ci Ecuador, hCIllOS (ktl'nllillado dar pI'dl-rclltl' cahida l'Il l'ste prÚlog'o fl los hrillantl's juil'ios <jUl', rl'spl'do dl' l'Sta obr:l, puhlil'() la pt-l'IlSa (Il' Sur-AI11~I'ica l'uando dia aparl'Ci(l por pril11l'ra n'%. El tllisl110 aut()J" dl' l'stl' libro sc vió ohligado :í puhlicados para tTl'ha%al' los inÜllllCS ata<¡ul's quc le dit-igíall los ultratllOlltallos, Clltpei1ados cn ]ll'rpetuar la ig'l1oralll'ia y la supl'rstici()n en ci pUl'hh~. El doctor Chiriho.~'a s()!o Sl' propuso tTivindicar la \'enlad dd Evallgl'lio, <jUl'el ultnllllolltallisIllU ha ÍLTgin.'rsado Jlor ddl.'llder los jnll'rl'sl's tCIllporales de su secta. El doctor Chil-ilwga n.·spd() d dog-ilia Ilcblllll'l1te cristiano, lilltitalldo Slt lahol' :í la <jlll' al1ltllci(l Jesucristo hal'íall los trahajadorcs dl' la Última hora, l'sto es, separaI- el grano puro (k la %i%aiw. T\osotros, SCI'vidorl's talllbi~ll fidcs-at1lHjlll' pcqltcIÎos-dc la lllisllt<l causa, CrCl'lllOS hahl'r Clttll pl id o nuest 1'0 dcher, ell trega lido lIlte\':l111cnll' al pucIllo cellatoriallo d plTeioso libro del dodoI' Chiriboga. JUICIOS QUE HEsPI~crro A "LA LrZ DEL P[EBLO" .. SE HAN FORMADO EN PAISES ILUSTRADOS EL QUE SE HA MANIFESTADO EN EL ECUADOR Cuando laH furias del avcrno, representadas por los enemigos del Evangelio.y de todo loque HelIamc LUZ, diccn, en tono triunli¡] ¡fJé/ IIcgndo Ilucstrn fwrn!, (la hora dc las tiniehlas): cuandu los discípulos de la cscuela ultramol1tana, plantcada por Carcía :\'loreuo, se proponen refutar eon dictcrios una obra que les recuerda la pohrcza, la humildad, la abl1cgaciÔn, la mansedumbrc, prescritas por el Divino Macstro: cuando la ignorancia y la mala le intentan combatir un libro quc, apoyÚndose l'Il el sagrado texto, pont: dc manificsto la decadencia religio~a, y pn)(~lama una regerH'ración cristiana-cuando to(lo esto sucedc nn scría digno del autnr hacer la dcfensa de su obra, Cil vol\'iéndose con ella en el fango dc una polémica inmunda. Es por csto quc, con prop(¡sito deliberado, no se ha contestado artículos quesúlo respiran invectivas, mezquindad, miseria. Respondan pOI' el autor dd lihro mencion:u1o los ilustrados pcnsadores de naciones ci \'ilizadas. Si se han equi 'locada al elogiar una obra que consagra doctrinas quc cstán cncarnadas en el cspíritu del siglo, carguen co:1tra ellos los polemistas v¡pcrinos del Ecuador. ~\\'1as en el caso de que el elogio sea un justo homelHlje Ú la \'enlad, guarden eterno silencio los menguados detractores. Para que el p(,hlieo sensato Jalle con imparcialidad, coloca, mas frente Ú frente 10 que con:ra "La Luz del Pucblo" acaban X"Ill de dccir cn el Eeundor, por el (¡rgano de "Los Ancles," y lo que cn filyor de esa ohra han dicho los peri()dicos de naciones l'llltas, cOlllO ell'cr(l, Chile y Buellos Aires, dcplorando que I1\Uchus de l'SOS peritldicos se nos hayan perdido, Y para que no haya duda respecto (I la autcntieidad dl' los dOcllllH:lltos que reproducimos, los cxhibiremos l'nIa imprclI ta de "El COl1llTcio," {¡ todo el que quisicse verlos, Es una ignominia, un vergonzoso descrédito para el país, quc hahiendo el autor de ese ]ihro honrado rI su patria en ci ostraeismo, habiendo /cFRIItal!o lIIll.I' <lito e/nombre de/ Ho'w/(/or Cll ci L'xtrw!icro, como lo ha diçho la prensa, por lo IIJisl1\O haya, en reeomp;:nsa, venido {¡ ser vktim:l de o:lios cllearniz;ulo,;, de calulllnias illrilllleS, dc improperios innuditos, ;\0 importa: r\ADIE ES I'h~()FETAEX se I'ATI-i.L\, dijo d S:''thio por excelcncia; y ren.nimadosporesta \'crdnd inconeusn, pascmos {¡ consignar clesdc luego los artkulos en pro y los que est{lIl en l'ontra delmellcionado libro. En el n(l111ero a,¡1-23 ùc "El i'\aeional la siguicnte, de Lima" se CIlCllentrn. "LA LUZ Dë:L PUEBLO". "Un libro quc lIeya cste título ha hecho su aparici(lII ell ci mundo ùe las ideas. Publieaùo l'II Chile, mereei6 allí llliSlllO, (\ pesar del provcrhia] fanatismo cie l'SC país, ]a atcnci(1I1 dc los peri6dicos y el aprecio de la parte pcnsadora. 1\parcci6 "La Luz del l'uehlo" cn el horizoll te hra silcïlO, y el Emperador l'edro II, la reeibiéJ con entusiasl1\o, é hizo de clla un hl'illante elogio. l'or último, los pr(lceres de la intcligellcia argentina, mélnitèstaron, por 10speriÚdieos, la nccesidad de quI.' esa Luz fuese difund ida en ci pueblo, y el prcsiden te dodor AvelIancda pidi6 un grannúmcro (le ejcmplarcs para repartidos cn las l'rovincias Unidas del Plata, y remuncrÔ con munificencia al autor. Hemos tomado estos datos de los periÚdicos quc tenemos il la \·jsta. "La Luz dd Puebla" ha sido cscrita cn ci ostraeismo dl' Su XIX autor. Enemigo 11c todo despotismo, el dador don Joaquín Chiriboga veía en la Iglesia y en ci Estado, no la instituci(>J1de Jesul:risto, 110la verdadera República, sino la invención de las pasiones humanas, disfrazadas con pomposos nombrcs, para sojuzgnr al pueblo. El eristianc" el cristiano sinceramente demÍlaata, manifestó en su país natal, el Ecuador, sus avanzados conceptos, y fué expatriado ror García ;\forcno y los homhres clccorona. Pero esa cxpatriaeión produjo un ]ihro que grangeú (I su autor ]a cstimaeiÍln dc los pueblos civilizados; y quc tar<l~ Ú tcmprano abrirÚ camino cn d mundo para rcalizar en él una radical reforma. ;\1ncrto el victimario, dejÔ la YÍdima las hospitalarias playtlS del I'lata, con el objeto dl' vo.n~r {¡ sn país. YIasno ha podil10 llegar Ú él, porque, bajo laadll1inistraciÚn de Borrcro, han vuelto ií entronizarse allí las tirár: ieas instituciones morenistas. Este ineidcnte ha permitido que C·, doctor Chiriboga se halle actualmell te cn tre nosotros. lIarí;ll11os un servicio positi,'o al país, si como lo han hecho ell Buenos Aires, reprodujéramos en nuestros periódicos, dodrinns tan cristianal11ente pt:ras, y tan democrÚticall1cnte republicanas, como las de "La LllZ dd Puehlo," ó alménos si reinserUintl1lOS las apreciaciones que de esta ohra ha hCl:ho la prcnsa argentina. Pero no eontanùo l:on los foudos nccesarios para satis(;tCl'r (¡ Iluestras impren:as ]a suma que nos exi,!.6ríall por la tTprollm:ciÚIl deI lihro, ó por la reillserci6n del anÚlisis ~.'xtct1S;l1nen te desarrollado quc <k ~l hicieran los periÔllicos bonacrcnscs, nos limit:lmos (l dccir l'nn éllos, que "La Luz dcll'ucblo" es un libro de fondo, un LIHh~O DB OI~O. Es la sinópsis, el epílogo de las m(ls impot"tantes ideas que agitan al mundo cÍ\'iliz;\do, y qtlc tin día lkgarÚn Ú realizarse, al tr;nb; de los siglos y de las gener:lcioncs, en todes los pueblos de la tierra. La ohrn quc nos ocupa prescn·:a un vasto campo á las meditaeioncs del filÓsofo, á Ins ohsern:eiones del jurisconsulto, y {l las rei ex;ones dei cristiano. Vaciada cn el crisol de la verdad, ofrece tin criterio para jt1zg-arl'tlestiollcS político-religiosas, esas cuestiones que tan íntimamentc :;c relacionan con la vida y el por\'clI ir de las naciones. El advcnimicnto de "La Luz dd Pueblo," presenta una hrilIantc :lp01"tunidad, para que los hombres capaces desplcguen su intelig~nda cn eI {Ilnbito ilimitulo de illeas trasl:elH1cntalcs, xx así como la han hccho los pensadores llegado cllibro que las consigna." de los pueblos El editorial de "El Artesano," periÔdico mero FIl se expeesa en cstos términos. dondc ha de Chile, en Sll nÚ- 1. "Una obra importante ha \'Îsto últimamente la luz pílblien, y que está llamada Ú hacer una rcvoluciÔn ell nuestra sociedad y en nuestras prflcticas político-religiosas. El seÎlOr Chirihoga, cuya capacidad y profundos conocimientos son bien conocidos en el mundo de las letnls, no pudiel1llo avenirse hiencon la:;; prácticas de un gobierno fanÚtico y opresivo como el de su patria, falt:índole el aire de la lihertad para dar vuclo fi su inteligencia y concepciones, pers\.'guido por los sayones del poda, como dando tin iadi(ls~ :'1 Stl patria vino fi nuestro suelo <¡ue, si no es libre del todo, si aílll le opri1l1l'n débilmente los lazos del despotismo, y por sobr\.' su eaheza se meee la tërula del ultramontanisl11o, al menos ~:e rcspira con mÚs lihertad, y la manifèstm:iún dcl pcns:llllicnto no l'sui suje{-a (¡ odiosas trahas () penas se\'eras l'OlllOl'IH:I gohierno teocrÚtieo del infeliz Ecuador. II. -"Dos <:lel1!cntos dc oprcsi(>I1, dicc el S61OI' Chiril)()ga, l'n las primeras líneas de su ohra, han hedlO la des,!..\Tacia de la humanidad: el que enearlena los derechos políticos del hOl11bn:, y el que suhyuga la conciencia." y persuadido d\.' es;ta \"enlad ci seoor Chiloihoga, cntra cn ci an{¡lisis de esos elementos, )' ti comhatidos con tall{)gica y raciocinio quc no puede por mcnos quc declararsc la \'ictoria {¡ su Ùt \·or. El seÎlor Chiriboga es till homhrc llen~ad()r, dl' Ulll'\.'do criterio, de UtI loaciocinio frío y tllla 16gica concluyen te. Sentimos <]ue la falta de tiempo no nos permita analizar la primera entrega de LEI Luz del Pueblo quc tenemos ti la \"Îsta, xxi pero invitamos á todos los honbres de pensamiento, de razón y de conciencia, amantes de la ::amilia y de su patria á que lean la obra del señor Chirihoga, seguros de que su lectura no sÓlo les proporcionará un agradabl,~ solaz, sino que tamhién encontrarÚn en ella muchisímo de pr::>vecho." En e1Ko 417 de "La UniÔn Argentina," se enenentra 10 que sIgue: EL SEÑOR CHIRIBOGA v "LA LUZ DEL PUEBLO." "Este distinguido caballero, que ha toea(lo nuestras playas, precedido por la fama que le conquistaron sus escritos en las del Pacífico-se prepara :'t salir para el interior de la l<epúhliea. "Condenado al ostracismo descle 111UY jO\'en, por sus ideas altamente progresistas y civilzadoras-el señor Chiriboga pal'Ô :Il J'l'dl, donde se ùedieÔ al apostolarlo de la enseñanza, }' con el mejor éxito regentÓ 111{t:, de un establecimiento de educaeiÔn, implantanclo el gérmen :;aludahle de sus ideas fecundas y regeneradoras. "Después ciealgunos ailOs regresÓ {tsu patria, para combatir la continu:leiÚn del despeotismo gareiano; mas la Jlolítiea pérfida y retarclataria del tirano Gabriel García :Vloreno, oponiénclo!e la valla formi(lable de sus arbitrariedades, hizo que el vnlicnte apÓstol de la \'erelml, buseara un refugio en comarcas a pa rtadas. "En la Repúhlica de Chile, animada aún por el uJtramontani8mo m{tsintransigente, eneontrÔ campo \'astísimo para desarrollar y lucir sus teorías salv[Ldoras de la sociedad. "Allí escrihe y entrega ft la estampa, uno de los libros más notnhles, que se hayan publicado en estos países, de algunos años atrás. "En él se propone el doctor Chiriboga reivindicar todo derecho ci\,il .Yreligioso. El pensamiento rarlieal (k esa obra estrt consignado en las siguicntes palabras con que ella empieza; -"Dos elementos <1e opresiÓn han hecho la dcsgraeia de la humanidad: el que encadena los rlerechos políticos del hombre,'y el que subyuga la conciencia. " XXII "Partiendo de esta idea fundnmental, demuestra el autor, que la nlianza de la Iglesia y el Est:tflo rcmaché) fUl'I·tcS cadenas a I ¡>IH·hlo.-:\1 aniflestn en seguidn q lle la sCJla1":lciéllldl' esos dos rtlinrlos, es la eOlH!iei(lll e~eneial pa l'a que las naciones alcancen Sl1S:¡]t.os destinos. "Designa la mdieal difel'cncia que l'xiste ent.re la rdigiÔn il1~tituída por J esunisto y la sociedad que en el Sl'no dl' ella han fundado Ins pnsiones emhra\'l'eidns del ultramontrtnisll1o. "He\"C'ln los ahusos intokmhks de sus ministros aetunIcs ltneicndo palpar la necesidad dc restahlecer elcspíritu sublime de la I'cligiélll cristiana, por mcdio (le un snccnlocio legítimo, quc, dcsprcndiéndose de!:ts COS:1Stt'ITCllalcs, se coloque (lIa altura dc tina misi(Jt1 yenlarleramentc eyangélicn. Pone cn evidencia que d fuero eclesifístico cs ahsunlo, y (lel11ucstra que el "CCtlI·so de fuerza es una instituei(ll1 que garantiza la ~i)henl11ía del Estado y los dcrechos del ciudadano cont.l·a los U\':lllCCS .Y tropelías de la a u toridad el'lcsi:í stica. "I\l'sudve con singular (kst.rez:t el complicado pI'oÎllcma de ¡a lilH'rtnd de ensC'tl:lnza, y prueha }()gical1lent.e qlle el atraso int.clectual, In ahyeccié>11y el fi'tnatisll1o de los puehlos, son una consecucncia ncccsaria dc la intcrn'neÏé>11 de la clcrecía en la (·d ueaciÚn pÍt hl ica. "Estos y otros son los tópicos de alt:1 trasccndencia con quc el distinguido ]Juhlieistajalone:l cleal11ino (tIa re{llnl1a del porvenir, enl1laterias tan delicadas como illlIH)J·t.:lntes:í !:ts sociedades modernas. "lin lihro tan serio y de tanto aliento como Ln I,I/y. del Pm'blo, necesita ser ('studiado con c]etenci(l11 y prrferelwin. ";\0 cs un romnncc-;\o! "Es la soluei(lIl de los gn\l1des prohlemas que tanto nÍ[lIïen al biellestar de las naciones, y :í las mismns gar:\I1tíns ind¡\"i. (luales. ;Jrranc;Jnclo (leI espíritu humano ('¡ertas prcoell)lrteiolles rczagadas que aún lo elwi1ccell, Ú la ,"el que proelallla COll la antolThn fulgurante de la filosofía-In existencia del Sá Sl1ll/"Cmo-y Itl inmortnlidéld del alma-En una palabra es J:¡ reÏ1·illrlieflCÙJll del Hl'él11gcJio y de los derechos del h0111lJrc. "Los cncantos de este lihro, resplan(kl'l'n en cada p:ígina, cllcada línea. Es una verdadera LI'Z que alulllhnL al Jluehlo para que conozca sus derechos; luz sostenida con nutricIo y \'i. "',\fOSO razonami.ento, sin descuic1nr por ello la sencillez)' clari. ,..., XXI1I d[[(l con que pone al alcance de las inteligencias menos dotadas, ideas profundamente filosÔficas, deduciendo con exactitud sus consccuem:ias, en tanto que la opolotunidad de los ejcmplos y de las citas, el prestigio de las autc ridades en quc se basa, como la correcciÔn y elegancia de la frase, hacen que semejantc trahnjo sea el/ibro de oro, para todo hombre pensador y yerdaderamente liberal. "El senor Chiriboga, es autor wJcmás, de otra obra no mellaS brillante que lIe\"a por título qil~f.l(lfl fiinsMictl sobre la cil"iliztlciÔn-(';) en ella yapulea al flieÙwlO y al 111f.lt.erinlismo, dedamndo insubsistentes y ahsurdos dichos sistemas. "Tal es el noble \'i[ljero que ho';pcda Buenos Aires, y el~ cuyo seno ha reeihido una calurosa acogida de los literatos y homhres notables de todos los colores políticos, sin cxceptuar d Prcsidcnte de ln Repúhliea. "L{¡stima grande fuera, quc dotes tan recomendahles 110 se utilizat°an en nuestro país-ofreeiéndole un puesto distinguido en el cuerpo docente de los Colegios 0:acionalcs, al hUo de las faldas ardientes del Chimborazo; perseguido pero no dohlado, por el génio dc1mal, "iene rodando hasta las mrlrgencs ri~l1eilas (lell'lata-y semejante Ú esos cometas de cauda abrillantada, recorre el espacio sud.america.lO, dejando en pos de sí libros preciosos y no pocos admirac1ore~." . El editorial de "Ln I{epúblic;I," periódico de Buenos en su número 2,372, emite el sigtlÎcl1te concepto: UN LIBRO Aires, ,\JOTABLE. Aeabamos de leer Call toda la atención qnc merecen la importancia de Ins cuestiones tratadas y e1talento del autor, el libro del seilor don Joaquín Chiriboga, titulado "La Lt17,del Puehlo" ó sea Et. CllITEHlO PANA JVl(;.\I~ Cl~ESTIONES P()l.íTICO-I~ELIGIOS.\S. (~) No bClnO:i podido. por llcsgradll, dagaci6n que hemos hecho ùe cUt\.. C'()n~cg\lir esta nbr"a fl JH.·~Ólr d\..· la fl{:th·a :-i.om.E. in- XXI\' El señor cion Joaquín Chirihoga, con1Onos 10 revda la ca rta dedicatoria que encabeza su lihro, ha sido personalmente v¡dima de las adelantadas y progresistas opiniones que el estudio .Y la raz{¡n le han da(lo sobre las relaciones que deben ('xistir entrc la Iglesia y el Estado. Desterrado de su patria, el Ecuador, donde djesuítisl11oJmede, como se sabe, desarrollar;l sus anchas StlSconocidas amhieiom's de influencia d,'il y de organi7.aci()J1 teocr:ítica de la soeiedad, vino {t refugirse en Chile, donde le esperaba una acogida distinguid:!, al misl110tiempo que sordns persecuciones. Tuvo algÚn trabajo para poder puhliear en \'nlparaíso el lihro de que nos ocupamos en estos lllol11n1los, y que hae~ honor Ú la literatura surl-amcl-icana, almisl110 tiel11poque al adelanto y Ú la civilizaci(¡n de las sociedades donde sellll:jantes discusiones filosóficas y científicas pueden producirse. Felizmente para el bm'n !"l.'nombrede Chile, l'O\JlOpaís lihre. los que querían poner trabas :í esa puhlicaci(lI¡ no consiguieron su ohjeto, y Ú eso hemos dehido el gusto de poder conocer una ohra cuya lectura recol11endamos {í todos los que se interesan en 1:1cuestión quidl mÚs importante que jlllcdn ofrecerse á la meditaciÚn de los estadistas, lIemos oído (1<~l'ir un día Ú un distinguido pcnsnc10r y homhre de estado, frane~s, :\11'. de I<(-lllusat. qlle la cuestión de las relaciones de la Iglesia y ci Estado era la (mica euesti(1I1 (k la política actual de Europa, y que e]Ja se encontraba, 1lllse,ílHl0la con alguna proligidad, en el fondo de todas lns (lem;ls. En esos tiempos no estÚhamos conformes eOI1ln.opinit'll1del ilustre escritor, y menos la gcneralida(l de los que Ú ln. saz(ll1 se encontraban juntos con nosotros cn el salÚn de :\1r. de R~lllusa t. La gencralidad pensaba que las l'uestioncs sociales cmn de mucha m:ís dificil solueiÚn y mÚs peli.~r()sas pam el jlorn'nir (no hay que oh'idarque esto sucedía en París. hace l1nosl'ÍncoaïJOs). y opinaban que la soluciÚn de la cuestión polítieo-religiosn nos caería sazonada entre las manos, sin esfuerzo alguno, l'lIando hubiese m:lrlurado lo hastante al calo\" de la diseusi(ll1. Sin haber mod ificado considera hlemcn te las ideas qUl'tcnínmas entonces, no hemos podido prescindir de n.'conlarl1os ,í menudo las palabras del anciano estadista. cuando hemos visto la cuestión religiosa Yoln~r á tomar intluencia en los destinos de la vieja Europa, ora Iigándosc estrechamente con la cuesti6n xx\' mon(lrquica y lanzanllo un rdo fi la lihertad, como s\1cccle en Espaiia y hasta ciet"to punto '~n Francia, ora luchando contra Ull emperador y amparfimlose del nombre sagmdo de la lihertad, eomo sucede en Alemania, Ú en el Brasil. Aunque haya disminuido enormemente desde los ticmpos de la reforma, la influencia In1ítica del catolicismo, dcl papacésat", queda considerable cn hl sociedad moderna, mucho miís considerable, tenemos que cc'nfesar!o, como no se 10 hubiesen imaginado los ardientes republicanos que diseutínn ese punto hace cinco años COli :VIr. de I~éllusat, Los medios que emplea el :ato1icismo para eonsen'ar una dominaciÚn temporal, son tnmhién exactamente los mismos que empleaba en los siglos anteriores, y qne el gran soldado y gran escritor 11amenco :\Iarnix de Saint AlclcgoJ1dc caracterizaha ya en los ticmpos del duque de Alha y de Ins guerras de religión con esta ohsen'ación proJÚnda: Cuando los liberales cstftn en el poder, los eatÚlieos les reclaman la libertad, porque la libertad J¡gura entre los principios de sus advcrsarios; y cuando estos han llegado ft él, niegan fL sus ac1\'ersa rios la libertad, porque ésta no figura clltrc sus propios principios, I'et'o, hahicndo reconocido J:¡ influencia política del catolicismo, int1uellcia tan f::Li.alÚ la libertad como fi la legítima inHueneia moral Ú quc el catolieiHl11o podía y delJCría Jlretender, tenel110s que agTegat" que nucst:-as opiniones no han yariac10 mucho en lo que toca Ú la prohrhilidad de una pronta solución de la euestiÚn de las relaciones ('e la Iglesia y del Estado. Teóricamente, y cstudiada á la luz (le la ciencia, tanto hist(lriea como política, esa cuesti(;n no pueclc presentar ni la som. bra (le una c1ifieult:ul. A pesar (le todo, {¡ pesar de I:-l pasiÓn con que tratan de oscurcecrla los fanÚticos de los dos partidos, tanto los del clero como los de la f;t!ange filosÚ{iea, la euestiÚn est:'l sazon:l1ldo, y la verdad, que es la completa y rec'proea ilH1cpendencia de la Iglesia y del Estado, hace su l'amide y brilla en los :ínimos. Los lihros como "La Luz dd Pueblo" cscritos con la tranquila fuerza de la ciencia, del derecho, del libre yeoncÏcnzudo examen, adelantan el momento ('n que no hahrÚ una soIa lnteligencia imparcial, hasta en las filas del clero, que no compren- XX\'I da la hcn~(ica evidencia de la f(>nnul:t de Cantor: "La Iglesia Elm: en el Estado lihIT." y tcnemos la seguridad de que el momento en qm' ~c n'ritiCarrl esa general adhesiÚn Ú un principio e\'¡dente, estÚ 1I1:'tSccr· cnno de Jo que se cree, y Jo hemos de probar en uno de estos dias porque la ellesti(¡n \'ale ln pena que se le dedique, aun en me(1ío de las tareas de la polémica diaria, una preferente atenciÔn. Nos h:lst:m'l por ho)' saludar fi su llegada entre nosotros, al distinguido autor de "La Luz del Puehlo," dese:.índole unn grat:1 pcrmanencia en esta I~cpúhlica, donde ln inllucncia clerical dar:'l ciertamente materia (le estudios á su espíritu ohsen'ador, pero doncIe no ha dc tcmcr los sinsahores quc ha cm'ontr:lllo en otms partes, y donde, si la tolerancia no existe sicmpre cn los (l!limos pimlasos, la manifèstaci(¡n exterior de la intolcr:l11cia es {¡ lo menos sofi'cnaùa por las conquistas de la libertad, "La Trihunn," ¡lreSa así: peri()(1ieo (le Buenos Aires, ;":0 7,2H9, se ex- "LA LUZ DEL PUEBLO." Este solo epígrafe hasta para alumhnu' la histOl'ia (le ln vÍrl-entcis dc los puehlos, susJlcIH1ic1os it la cruz (¡ la hoguel':1 dd despotismo político y religioso; gemelos m(J11stnlOs C'ngendra, dos en la sangrientn orgía del im¡ll'rio l'OIl1:lnO, alinwnt:Hlo cn su agonía sat(lniea con ci espect:'ll'ulo de miles de víctimas humanas, entregadas como pasto fi las fieras para 1'e<:n:ode su emJlerador y su puchlo. El desJlotismo y la degradaciÚn hUl11anaenntcltnen p1Íq1tll'a y cn el idioma c!{tsico de la eiyilizaciÚn y de los legisla(lol'es, ja milS all'anzÚ tan al to grado de confusi(m y depra \':lcitm. Los pueblos hÚrharos deslumhrados por aquelln pompa imJlcrial en su manto, la pic! del Centauro (le :'\csos, COl! su rirlls, quc a 1 tnt\'~s de los siglos agi ta los Jluchlos en sangrien tas cOllntlsjoncs, (le que pudieron sanar los quc Ütvicron el \'alor ùe romper cuanto les ligaba al funcsto \,($ti(lo. Recibieron también en el mecanismo de la ccntralizaciÓn oficial, el molde m{lS XXVII pedecto del despotismo que acumula todo el poder en el gohie¡"no, la servidumbre y la impoteneiH con lihrea de lihertad ell el pueblo. Su redención parccía casi im¡:osible, y esta es la verdad, pues á pesar de los muchos siglos transcurridos, s(llo ha sido ejecutada por algunos pueblos que iniciaron la cruzada radical, arrojando al fue~o las trahas de h centralizaci6n roman:'l, como las ropas de un eo1eriento para e\'Ïtar el contngio; y de\"olviendo al puehlo su organizacióllde cuerpo vidente y funcionante que debe hacer vivir y funcionar fi los cuerpos pÚblicos engend rados por él. Pero otros pucblos demasin(lJ apegados nI vil:jo régimcn en las hases de sus eonstitucioncs; cOl1s~n"an(l() siempre toda la vida y el movimiento en el po:kr oficial, 10 que es el despotismo constitucional, cualquiera que sea el nomhre, la persona y la dunlci(l11 del gobernante; 1l1ielltras quc el pueblo, que es el e1emcnto generador y productor (k aquel y cIe su \"ida, ninguna tiene para sí, ni se mueve, ni fuw:ionn, ni siquiera tiene forma dl' cuerpo, ngiti'll1dose sólo en n1Hsn, cuando es empuja(lo por el gobierno, 6 sus pretendientes. Como sc vé, esta estagnaci6n, (l despotismo org{¡nieo, constituido y constitucional, consiste en la misma organización de lo que se llama sociedad por sarcasmo; pues la única quc existe ó tiene la forma de aquelnombn~, es la socicrlnd oficinl de los gobernantes; pero falta la socicdnc' r!C1J1ocr:ítica delos gohernados, es rlccir, deI pueblo, que sólo \"h"c en masa; estado inorg{lnieo y embrionario, que es la negaci{¡n de toda to1eranein, aunque lIevc cI nombre cIe soherano. Así, pues, el despotismo político y religioso, siempre andan juntos, porque son dos faces deI mismo principio; eonsistc no cn las personas, sino en la organizaei6n monstruosa de tn:. estado, sin pucblo organizado y futwionante. La reapiración constnnte del mismo fenómeno dc despotismo, caudillejos ó malos gobiernos al través (le los siglos, ren-la que cI mal cs radical y permanente; y s{¡lo puede ser cnrado, no eon revoluciones ni cambio de hombres, 6 de actores como en un teatro, sino por una reforn1[1 radical, que eomienze por la raíz del puehlo, devolviéndole su .)rganismo y funciones (le sobenlno. Hacer una revelación popular de la filiación y gencalogía . )(XYIIf de esos dos flngelos de la humanidad, el despotismo político y religioso, cuyo tronco es In ignornneia:-presenta¡· unn sCot-iede sus cuadros histÚrieos, iluminados por la ntZ(111<lel E\'an,~dio y la filosofía, haeiéndo reproducir ante los ojos del puehlo, d gran dram:t del crror y (le la venla(l:-arr:lncar el :mtifaï: dd pnganismo reaccionario, "estido con In t(l11ica dl' Cristo, y )1:1rafi-nseando su pnlahra, en lucha con el cristianislJ1o, yendo:í a hogucra en todos los tiempos hasta .Juan llus.-corn:r d "CIo de los siglos, hacicndo surgir de "udo, la gnt n hntalIa dd Antt:cristo y el E\':lngl.'lio, dd eesarislJ10 y la lihcrtad, ul1cida ésta al carro dl' la ignorancia, que es cI caos dl' la humanidad: -estl'reotipar su síntesis ('Il hajo rc1in'e, para ltnccrIa tangihle y visihle como el cucrpo Ile Cristo, {¡ la l'oneicneia de los Jltll'hlos, ahriénrloles In huelIn de su regenentCi(l\l polítiea y religiosn;-he nquí cI desi(leratulJ1 de las aspirtleÎones del siglo, Es:! obra sin cmhargo, cientíliea y seneilla:í la ve7. por su índole JlOpttlar, no existía en los puc1llos redimidos :í la lihl'rtad. Donde cra necesario su propaganda para extirpar aqud n.'sto (le paganismo políti('o, dohle fnz del mismo mal, no hahía ap(,sl()ks hasl:!ntc ahncgados para afrontar su pcrseeueiÔn, y la odÎosidari (le las preocnpaciones dominantes, AquclIa ohra, vino {I encontrar su \'cnladero int[.rpretc, su háhil artista y ahncgado ap(lstol, en un modesto escritor ecuatorinno, el St·. Chirihoga, I'odemos decir, que cI alma de Amc:riea hahla y se manifiesta end pensamiento expont(lneo de sus eS(Titon:s, que eserihcn no como en otras partes para darse celehri(lacl, :u1'luirir fortu_ na, yeseal:u- puestos púhlicos; sino }lnra atraerse la anill1:111\'ersi(l\1 dl' las PI"l'Ol'up:teiot1l's dominantcs, y "i\'ir ]lo]¡n's, I'diran(Io ft su pnn sus pOl'OS rel'ursos, para l'onsagrar1os ft imprimir y distri]¡uir gratis la doctrina dl' la lihertad, quc ('S el pall elc los puchlos. En Sud-América, dig{11110slopara su honor, esa c10etrinn no es industria, IIi mercadería que se "cllde. Es producto de la tè ('n sus destinos, y del amor rI la causa de Stl J'('(lellcitJn social y política, que se pnlp:lga por la i(ka impresn con todos los s:tcrifil'ios que demanda este apostolado de la repli hliea, aUII 110em:l11cipada elel yie.io y crapuloso paganismo rle! gohierno persollal. La ohra del Sr, Chiriboga es el triple estudio histílrico, jurídico y filosófico de la gerarquía del paganismo político y reli- XXIX gioso, analizado dcs(le su monstru:>so ingerto, hasta nuestros días, marcando la huella de crímenes, degradación y servidumbre que han sido siem pre la estam pa in(lelcb1c y eon tagiosa (le su morada. La estructu ra dl' la cancillería de ambos pagan ismos; sus secretos, misterios, propósitos y mOllOpolios sobre el alma y el cuerpo dd hombre y la sociedad, LO dejando sino un cadáver gal\"<ll1izado, que sólo funciona er. honra y pron~eho de castas privilegiadas; toda esta armazón y maquinaria teatral queda en transparencia, y cada actor representando un papel sohre el proscenio de la obra llel StO.Chirihc>ga. Cada actor, cada cuadro, cada decoración, cada acto, cada instituei(¡n, y sus motivos sociales, políticos y religiosos quedan restituídos Ú su verdad histórica, desnuda dd carmín y el harniz impermeable con que fué fundid ()aquclmosaico hetcrogéneo salido (lei caos de los primeros ti:.'mpos para resistir la acción de los siglos . •,El pueblo puede juzgar por sí mismo toda la gcrarq uía ell' las intitueiones políticas y t'cligio~as, cuya pesada techumbre gravita tanto sohn~ su cerviz y su ~()neicncia. "El inmenso y complic:Hlo ropaje de su teología y liturgia oficial queda reelucido Ú su justo valor, de hastielon:s de gmnde efecto, de somlwas y misterios con que encantar ó imponer Ú la inwginaei6n del pueblo. "La ohra del Sr. Chirihoga, es el lente de la conciencia popular, al través del cual desapancc toda aquella fantasmagoría, que conserva á una gran parte de la humanidad enfangada entre despotismos políticos y religiosos, y tan aturdida.Y desorientada, que en sus convulsiones no hace m{ls que reHllverse sobre aqucllcellO secular y podrido del vi(Jo sistcma, sin m-rancarse de él, ni procurarse otro ali\"io, quc engañarse {l sí misma camhiando dc posturas y de enfermeros. "La Luz dell'ueblo" escrita ¡)Jr el Sr. Chiribog;:I, contiene adcmÚs una gran revelación, y una gran t"e\"olueión intelectual, HO s<'>lopara las RepÚhlieas de Sud Améric:l, sino también para las monarquías de la raza latinél, cnfermas del mismo mal del cesarismo, raíz política hasta donde remonta el largo catÚlogo de SllS calamidades domésticas, qllt forman la tela de toda su historia. "Aquel libro, después de desr:lontar y \"oher {l armar las xxx piezas de la maquinaria ciel despotismo político y religioso, quc ]HI hecho elel puehlo una m{lquina otieia], sin otro 111o\"Ímiento, resorte ni iniciativa que]a impartida por el gohierno, (¡ ]os pretendientes al p()(lcr, viene fi dar Ú los puehlos esta valiosa h.'eciÚIl:- Uue fi pesar de tod:ls ]as maravillas de su civi]izaeitJII, descl1hri mien tos)' p:rt"..'eeiona 111 ¡en to en todas las ciencias, artes,]a navegaci(Jl1,cl C0111('ITio,el \'apor, ]a eleetricidael, y la me~ c:íniea, trazando no s()]o sus leyes que haecn funcionar, sino Jas de] sistema planetario ell' ]OScuer¡lDS cclestes; hay un departamento principal en el cual han quedado los puehlos ùc raza lati11<1, l'staeiona rios, rI rl'taguan1ia de ]a ci \'ilizaciÔn 1I1o(lerna; uncidos {I llnC:ldiívcr !Jue lle\'an sohre su een'iz, postrados un:1S veecs sin otro movimiento quc el artifieia] de ]os gohenHlnÜ's y pretendicntl's que pican el carro cada uno por su lado; () dehatiéndose otras \'eccs l'n convulsiones sangrientas, que devonlll sus en traiias, como ]<1Sde Hércu]es, arrane:índose pedazos de carne que lanzan a] viento. Ese (kpn rtal11en to que eonsti tuye el ()rgano enfermo de la raza latina, esterilizando su glonio, consiste cn ]a elahomei(>I1 del (io/¡icr1J(), ITnladera manZana de la discordia, y ohjeto ele llIotincs, rcvoluciones y guerras civiles, exaetalllctl te eOlllo sucedía en }{oma, que trasmitir) {[ sus puehlos elmislllo mal, con la t1lisma org:lll izac¡(ln, de la l'l'tÜrali;.:aeiÚn gu herna ti va, y la allu];¡l,itlll del puelllo, <¡lICes la ncg:leiÚn dcl derccho, de la raZ()1ly (Il- ]a pcrsonalidad org{lnica y fUllcionantc dcI cuerpo de las localidades, cuya suma l'onstituye la soheranía popular, lO l'or el ,'ot1t.rario, l'ste Último sistclll:t, <Ille CS ('lmccanismo 1J;ltural de la lil>l'rtad, pnHluctocolcctivo de Ins ]ihertades locales, l'S (Il-cir, de su personalidad local, slIprimida l'n l'] régimcn del (kspotisl1lo rOlllauo, y por eousiguicnte la lihl..,rt:u] l'o!cdinl, suma de aquellas, es el <¡lie fUIH:iona en la raza anglo-s:ljon:l, y :",lo l'liaI dellc Sll est.alJilidad, <¡ue le permit.e progrcsar, sill pasar la mitad del tienlpo cn destrllirse y lllutilar su cuerpo ell glll'tTaS civiles (, de ensta; ('nfermedad quI..' paraliza no sÚlo la regi(>t1 guhcrnativ:t, haciendo inaeeesihle:í ella la s{Í\·ia de las intcligcneia~ del puehlo, sino <¡ue lIent la estagnaei6n hasta la rl'giÚn sol'Ía I)'ciell tífie:l, cerrando hermética mcn te la puerta dI..'la vida pÚhliea Ú los que han sido objeto de su exco\t1uni(>I1,que los l..'otHlcna (I una especie de muerte civil, ell' peor ('Ottdición que las fulminadas por la Iglesia. Il XXXI "Este fcn(¡mcno histórico y palpitante, quc se viene repitiendo de gener:ll:i(ln en generaei:>I1, al tra vés de los siglos y de toclas las recetas yeombinneiones de la farmacia política, surge de cuerpo fi la luz dd Lihro dd sl~ñor Chiriboga, mostrÚnt!onos la verdadera cmtsa dd mal, en que toda ot'g:lI1izaci(¡n, hija dd despotismo impcrial de Roma, estÚ caleulada para su prolongaci{¡n, la annnluí~l, Í> el desgobierno, "La teología, el derecho CallÓnieo, la Iglesia, los príncipes, los reyes, emperadores y papas, todos estos factores sociales, políticos y religiosos, batalland,) en el caos de la Edad 1\1 eclia, (il:i:'¡ndonos d mosaico dl' su Iegi:;laci(>ll fundida al calot' de las hogueras y de la lant dd fanatismo, incrustado entre fragmentos del arte, de la ciencia, dd heroismo y la sllperstki{¡n; todo este explendido cuadro de la foruaciôn del géncsis social, político y religioso, se d::5taea iluminado en el Libro qu:?, evo;:an:lo como un espíritu superior el alnn de los siglos, sus ideas y sus pasiones, vuelve por un instante al teatro de la vida, c1t:jÚndo1IOS estereotipado su drama, su palabra y su pensamiento. "Hé ahí la significación sint,~tica clel libro: "Luz del Pueblo," ó criterio parajuzgar las eu;:stionespolítieo-religiosn,s." Si en cada una de sus páginas surge la eondusi(¡n (le que ci germen de calamidades de la raza latina, cstft en su propia formación calculada para ci despo-:islllo ô la anarquía, cn toda la estructura de sus piezas oticiale:;, quc constituycn todo el mecanismo, "in organismo alguno dc vida popular, ni personalidad funcionante de las localidad:?s, eonfundiùas y anuladas cn una masa gcncral; tamhién sur;~e el remedio radical por medio de la edueaciÔn liheral en las ideas modernas dl' la socicdad anglo-sajona tomÚndola por nodriza con su sangTc fresca de la libertad en las autonomías locales y populares, y (k:iando {t la \'ieja ama con su leche elaharadrr en las orgías del despotismo, y todo su menaje contagiado y ('on tagioso. ¿TendrÚ el niño el valor de arrancarse de los brazos y ci pecho cIe la \'icja nodriza que vive de ese oficio, cautidllHlolo con mimos y frases dc caramelo quc le han fabeado el criterio de la verdad? El punto de pat,tida del libre es n:stabkeer ese critel"io, relajado sistemáticamente, para lwcer imposible al pueblo el :t1imento cIc la libertad, que se elabora y pasa Ú la sangre, con la discusión parlamentaria de los entras populares y locales. XXXII La educ[lci(JI1 misma so]¡rc un criterio falseado, y sin comenzar por redifieado, es mucha~ \TccS como ci alimento cn UI1estómago relajado, qUl' s(llo l'lmdlh_'c ti aumentar la rel:tjaciÚn y obstinaciÚn (h'lnwl, h:lcil-ndolo mf¡s difícil de n:nwycr, mil'lItras más crÚnico es. La Fral1t:ia, moddo de ilustraciÚn y progt'eso en Lodo scnSIlS lillcrtadcs, simpll'mentc porque apesar de todos sus puhlicistas y hom]¡res de gl-nio, allí está falseado cI critcrio sohre clmcl'anismo de tin gohierno lihrc; y C0l110la masa del Pl1l'hlo ha sido Y:H:iada desde siglos atrÚs en clmoldl' del {;t!so pri lIcipio, copiado por muchas rcpÚ hlicas, n:sltlta que aquel ;Icaha por triunf:lt· tI la manera de un turrcnte, \'o!\'ielHlo siel11prc :tI !l'l'ho secular dl' sus rcstauracillllcs, COIIIO las qlle 1m tellido siclllpre y se aeaha de conSUIII:tr Cll EspaÙa, :í despn:ho de la I~cpí¡hliea, tan extnl1îa al pueblo, l'omo \:ts costulllhres y la Iengna anglo--sajon:t, dc dOlldc cS orillnda l'lI su ¡(¡rma y yitalidad moderna. (Tila Rep(¡hlic:l, sin niÜTio republicanu, es imposihle, (¡ nHís !Iien dicho, cs lin ahSllnlo. l'n'\'alecerfi siemprc el \'.il:io Pl'incipio del ces:trismo al tra\l-S Ik las fon11:1s repuhlican:ls, llahrft puehlos \'Ï\'iendo para sus hOlllhres y haciéndose matar por sus homllrcs, como los g-bdiadorcs rOI1l:IIlOS para rccreo dd César, quc t:llllhiéll era simple c(llIslIl de b l\epÚhlica de (\OIlW. lIahrtleastas políticas, unas pri\'ill'giadas, y ullil'adas \'i. talicial1Jcntc como los santos y \'íJ".!_!,"l'nes en los altares de la patria, otras dL'shcrclbd:ls dl' b \'id:l ]lÚlllil'a y sin al'l'l'SO alguno (I ella, cualquicra que sea su mérito é intdi!~encia con que p')dínn ser íltilcs {¡ Sit país. La socicd:ld sin clllbarg-o, no se cscandaliza, ni I:ace nada por n'stal)lcl'l'r la igualdad de familia y de rra tcrnidnd. Con tin Úa c1'eyé'lJ(losc repu hlieana. y esto le hast:l; porque l'SUl f:tlseado d criterio n.'pllhlicano, y el amol' sincero Ú la igunldad alite la ley, :Llltc l:I autoridad y ante Dios. \' sino, huscadIa eon la linterna de Di (¡g-cl1l's. La ohra de lTg,'neraciÚII cn cI homhn: y cn el Jlltehlo, l'OllliCIlZa l'or el critcrio dl' la cOl1ciencia, 'I"e cs el ojo del allna. La ohra dcl sl'ÎlOr Chiriho,~-a cs ci eriterio filos(¡{lco dcllHlchln cn d mundo ~ocial, político y religioso. S()lo nos rcsta decir, quc tan cOllcicnzudo y LTudito lihro tido, no ha podido realizar XXXIII preparado C01l10 un lente acromÚtico para el critcrio popular, correspondc dignamente á su título: "LA LUZ DEL PUEBLO" ÓSEA "El criterio para juzgar cuestiones político-religiosas." Para todo ecuatoriano, celo:;o de la honra nacional, es muy vergonzoso que alIado de tan clenldos y eruditos conceptos, emitidos POI" personéls extrañas, se coloquen las raquítÍl:as producciones de indi\'i<luos compatriotas que se exhiben, sin pudor, en su repugnarite desnudez pobres en ideas, ricos en pasiones mezqUinas. El amur al país natal, y el deseu consiguiente de que todos sus hijos manilèstaran sus pe;lsamientos, sino con erudición, siquienl con dignidad, esas afecciones hacia el suelo donde se ha nacido, se rl'sicnten al poncr frente ti frente una expl~mlida manifestación del gran desarrollo intelectual de otras naciones, y un tristísimo tcstimonio del lamentable atraso de este pobre país, que por tanto tiempo ha permanecido entregado :.í. limestas inlluendas. Empero, 110S }lemos \'isto precisados por nuestros ad n?rsaI'ios fl hacer resaltar su barbarie y mezquindad, Ú presencia d~ los destellos de la ci\'ilización y generosidad <le otros pueblos. !\uestros detmctores nos han brindado la oportunidad de entregar á la prensa ecuatoriana unos documentos que de otra suerte no habrían sido reprod'leidos. El autor de "La Luz del Pueblo" había recibido una gloriosa aureola en paíscs cultos, y no se cuidaha de hacerla saber en el oscuro rincón do habitan inveteradas preocupaciones, Ull fanatismo reealcitrantc, la vil cnvidia, y el odio Ú toda idea ·-egeneradora; ni le era permitido prcscntarse con la gala de tan honoríficos elogios, allí donde su persona ha sido tratada de la manera más infame, y donde desearían que su libro fuera reducido á cenizas, como ya 10 han dicho. XXX}y Después ne estas indicacioncs, rcsignémonos {I leer la que sobre la materia se encuentra en "Los Andes," (*) tomando solamente la que sc refiere al lihro en cuestiÓn. En el número 1,4·56 se encuentra esta carta, dirigida:'t los prelados dioccsanos. y REVERERDISIMOS ILUSTRISIMOS SE:XOHES OIllSPOS y VlCAJUOS ilE C.\I'nTLAHES DE LAS DIÓCESIS LA In~p{·LlI.ICA. "Síryunse ustedes ùecirnos, ilustrísil110s y rcn'rendísimos: Si "La Luz del Puehlo," es algún catecismo de la santa doctrina cristiana; Si es algún libro altamcnte religioso y útil para difundit'la fé y las crccncias católicas; Si ha sido aprohado por el jefe rle la Iglesia; y por fin, Si será permitido y bueno contribuir, con nucstro dinero, Ü la reimprcsión de la ohra á quc nos estÚ inyitando su autor, en grandcs caracteres, desde las colul11nasùe HI Comcrcio, periÚ(lieo scmi-oficial." Unos blo." Cll t/jlic()s del pueblo /IUC (JO COIlOCCIl "l.{l Ll/Z del Pl/C- En el número 1,457 del rcferido periódico se registra este artículo. {¡:¡mOSO "LA LUZ DEL PUEBLO," "enos C¡¡uílic()s del pucblo, invitan en "Los Andl's" del ::!9 del corriente (¡ los señores ohispos y ,·icarios capitularcs de las diÚcesis de la república, á que les digan "si La Luz del Pucblo es algún catecismo de la Doctrina cristiana; (,,) "Tr~tp() i~tluht~. bueno para cllmisn de dormir rle! padre I'Rsqurn"-llamtl ~lontah'o ;í {'stt' p::'ri6dico, fundado l.'n (~ua.Yétqlli1 pOI' do~ cOlls('f\'adorcs innH.lnal ]Ol1llJial1o~. N. DHf. E. ci ('u· xxx\' "Si es algún libro altamente~e1igioso y útil para difundir la fé y las creencias catÚlicas; "Si ha sido aprobado por el jcfe de la Iglesia; y por fin, "Si será permitido y hueno, contribuir con nuestro di¡wro, ft la reimpresión de la obra, it la q;.le.nos está invitando Stl autor, en grandes caracteres, desde hs columnas de BI Comercio, periódico semi-oficial." Aunque nosotros no estamos illVestidos de la alta dignidad episcopal, ni somos vicarios capitulares; sin embargo, podemos contestar, por 10 pronto, it los C[lj~6lieos del pueblo, que ln. citada obra 1..[1 Luz del Puehlo, es nn conjunto y mescolanza de herejías é impiedades dl' que su autor se ha1la henehiùo, . ma una una que Habiéndosc él separado de Di~s, se ha apoderado de Stl alci espíritu dcl. error, y SlI constante fatig-a y los delirios de imaginaeiÚn extraviada, la arrastran y empujan ft haccrle guerra cruel al Sumo Pontífi,:e, Ú los obispos y sacerdotes son para él, objeto de su odil' y furor . Este es el autor de Ln Luz del Pueblo y por el hilo se puede sacar ci ovi1lo. Este es el que se ,)Cupa constantemente cn insultar al sacerdocio y Ú la rclig-iÔn católica hnjo clnolllhrc de llltramontanismo y hace mÚs de 1111 ailo que este hucn hombre nos está moliendo con sus impiedndes é insultos, que allin nos ohliga, con muy justa razón, á di¡'igirlc las pala hras de Cicerón: i lInstn cuâl1do nbusnrâs de lIucstrn pnciel1cin, CntiliJJn!: hasta eu(mdo no cesará la negra tarea que te has impuesto de insultar nuestras creencias y romp~r los lazos que unen al pueblo ecuatoriano con su Dios y con :m religión santísima~ . Ln l.•uz del Pueblo no es, como se pregunta, ning(1l1 catecismo de la religión cristiana; es por el contrario una obra ql1e, como hemos dicho (mtes, contiene multitud de errores é illlpicdad es. En e1la se quiere establecer la :1ecesidad de separar la Iglesia del Estado. Sancionar el matrimonio civil, XXXVI Exhibir {llos obispos y sacerdotes como élpústnt;¡s y {¡¡ris('os modernos. Proclamar la libertad de conciencia, es decir que cada uno erea lo que le dé la gana, () en huenas palabras, estahlecer el ateismo. Atrihuir al clero falsamente que los cdesiÚsticos quisieran que el Estaño prescindiera completamente dc]a enselinn:w, y asegurar que en ese caso la educación de lnjU\'entull se pondría necesariamente bajo cl despótico llominio del ultramontanismo, porque, dice, los sacerdotes sun incompetentes para la ensciillllztl pro{;uw y que ésta es incom¡Jtltible con el ministerio eelesÙístico. Atacar bruscamentc la autoridad política de los papas, y lo que es m{lS escandaloso, ncgar el dogma de la infalibilidad del Sumo Pontífice, propagando una herejía condenada por la Iglesia. Atribuir {¡ los Sumos Pontífices errores y contradicciones, y enseñar, cual otro Lutero, que para declarar las yerdades cristianas no se necesita que el Papa sea infalihle. Esta es en sustancia una rcscña de los principales errores que se conticnen en La Luz del Pucblo, aparte de la pedantería y profusión de terminajos, como por ejemplo, el reinnrlo rie In lCOCrtleÙI,el impulso de la cÍl'iliz¡¡ciól1, In rclmlJiliUu:ión del sistemtl tcoer;ítico, In soheranía de la i¡::'/csin ultrnmontana, los IJrincipius y Ins doctrirws luminostls que se rles¡¡rro/lnn en la conciencia del género l1llmtl1lO, hiS tendencÏns de lu sociednd moderna, la ley de perfècti/)ilidad hUml/ml, &c., &c., &c. Nos reservamos para otro artículo habl¡u de la Sl'ccÏón s(':da de la peregrina ohra Ln Luz del Puch/o, que m{¡shien podría llamarse: "Lns tiniehlas del error esparcidas en nuestra repÚhliea por la apostasía y la impostur:l." Lo peor de todo es que el autor de esta ohra infernal, aparece en la exterior muy lleno de satisfacciÔn y cieesperanzas cn'_ yendo que la puhlieaciÔn de J.fI Luz del f)uchlo le va il hacer ganar los elogios de todos los hombres sensatos; que ceñid su frente una aureola que 10 coloque (l la altura de los mfts grandes ingenios; y, por aî¡adillura, la entrada de algunos euatrines que repletcn sus hambrientos holsillos. ¡Qué engañado est{l este pobre hombre! Aun prescindiendo del gusano roedor que en todas partes le persigue, dehía conocer que el escribir ohras de impiedad no es el camino que siguen xxxvii los homb¡"es de bien para obtener los aplausos que le puedan Causar alguna satisfacción: que.os escritos heréticos arrastran siempre una cola de exeomunion'~s y anatemas que, creall Ó no Crean en ellas, les persiguen en todo momento, sea en el calc, sea en la imprenta, sea en los portales, sea en el baile Ô ell las din'rsiones, y finalmente en el horror de la visión nodurna, pues cuando todos los homhres ~ustos duermen tranquilamente, los excomulgados y apbstatas no pueden conciliar el sueño." Un CatÔJieo. y en el mismo número atribuyendonos un artículo ajeno, rl tontas y rl ciegas, nos hacen unl larguísima descarga de insultos, de laqueno tenemoslapaci(nciadecopiar, sino losiguientc: "~e conoce it primera vista que el Sr. padre Ô pedagogo de Ud. pensaría como .Ud. en aCJucl;o rIe que S~ debe leer de todo, y dejÔ Ú Ud. que leyese ùe caho Ú m,hÇ) las obras de los santos padres Voltaire, y Rousseau, y Git,hon,"y Llorente,}' rIe l'rac1t, y Robertson, y l~enan, y Vigil, Y Castelar, y de todos los santísimos y reverendísimos padres de {~sa calaña, hahidos y )lor haber, comprendida se entiende la portentosa elUCllhnLción del g¿, nio ecuatoriano que bien pudiera llamarse "El Enl11gclio de la apostasía" hautizada por su at: tor con el nomhre muy modesto de Lü Luz del Pueblo (¡oscura luz!)" ' En cI níllnero 1,4·5H del citado periúdico se encuentra una disparatada disertaciÔn sobre el celihato; y concluye con el siguiente apóstrofe, digno de su 'luto!". "En conclusi(,n, "La Luz dd Pueblo" es no ~olamente intltil sino altamente perjudicial á las creencias católicas, y contenicndo, como contiene, calumnias y her~jías, léjos de que pueda scr aprobada por ninguna autu¡"idacl eclesiástica, merece prenderlc fuego en media plaza y reducirla (¡ cenizas; mas para que no se pierda tanto papel, se puede también emplear en otros usos .Intc11igcnti pallen? En cuanto á si serÚ permitido y bueno contribuir con nuestro dinero á la reimpresión de la obra, somos de parecer que scría mejor emplear la cuota se:ialada por BI Comercio en grandes caracteres para una suscric iôn en soc,orrer Ú alguna familia XXXVIIl ùesgraciada; pero Y(lque esto no se puede, valdría más el dillero para que se larguc el autor con la música á otra parÜ· .•• Un Católico. Compare todo el que tiene sentido común, 10 que dice la prcnsa Ùl' países civiliz:l<los, y lo que se dice en el Ecuador por el Órgano de "Los An(les," y se convencer:.'Lque la impugnaci{m hecha por los enemigos de "La Luz dell'uehlo", noes másqne una armazÓn de improperios Ydisparates, que dan la medida del atraso inteledual Y depravaciÓn de los impugnadores. Insultar no es discutir! Los insultos no son razones qtle destruyan los principios proclamados en aquel libro. Sus necios detradorcs son de tOllo punto incompetentes para discutir ('50S principios, y no haeen más que ostentar tina fUllesta tecundidad para la invecti,'a y la calumnia, dando :u;í un testimonio en favor de la ohra que detestan. Cinco aiios haec que se publicó "La Luz dell'uebIo", y ario dos meseS que el autor RC cncuentnl en su país, á donde volviÚ, ch:iando una hrillante posieiÓn en la ilustrada h~epúhlica Argent.ina, impdido solamente por el deseo de colaborar en la regeIlcltlciÓn de su patria. En todo este tiempo nadie había n.'spirndo, por temor de que se efectuara la transformaci{m radil';l\. :\·1:lS, tan pronto como han visto que la Con\'enciÔn ha dt'clarado el triunfo del ultral1lontanisl11o, ¡cobardes! entonccs se dcs[ltan como furias contra ese libro y su autor, y maniliestan d deseo ck que esÜ' salga del país, como si él mismo no tuviese la firnll' resoluciÓn de hacerlo, consultando sus venladcros intcreses. ¡Qué contraste! En Buenos Aires, en ese puehlotan ilustrado como hospitalario se dijo: "LASTI:\;fA GRAXDE FeERA UCE DOTES TAX RECO:\IE~DABLES XO SE UTI LIZARA~ EX XCESTRO PAIS, OFREClE:'\DO UK PCESTO DISTI~(~lJmO EX EL CUERPO DOCEXTE DE LOS COLEGIOS XAClO:-\¡\LES, AL HIJO DE LAS FALDAS ARDIE:-\TES DEL CIl ¡;\tBOh~AZO.- y en cI Ecuador, país del autor de "La Luz deI Pueblo," se dice: Quc se largue COll la música ;Í otra partc. ¿Quiénes son los enemigos de "La Luzdel Pucblo" Y del que XXXIX la ha escrito? Los modernos e1;cribas y fariseos-los impostores que csplotan la sencillez é igrorancia de las gentes-los que poniendo al servicio de rastreras venganzas á sus confesadas, .Yabus¿:¡H-}O de su candor y senc.Hez, las obligan á firmar representaciones contra el autor de ese libro-los que calificaron de atco, hereje, impío, enemigo de la religión, al muy católico Caudillo de Setiembre, hoy Presidente de la República-los que, enarbolando el estandarte de la:, imágenes sagradas, fomcntaron la rehelión, hicieron correr torrentes de sangrc y empedraron de cadáveres la ciudad de Ql~tO. ¿ y qué es lo que se proponen? Impedir, como en todo tiempo han impedido, que se difunda la luz en el pueblo, y man tenerlo siempre en I:1s tiniehlas de la ignorancia. Ya ereen que "La Luz del Pueblo vicnc (¡ disipar, como por encanto, esas ti·nieblas, y qu-~ In verdan aparece radiantc para poner cn fuga los errores £IUt' son el patrimonio de que viven los blasfemos que los propagan en nombre de Dios y de la rcligión. Va Cl"ecn que, popularizándose esc libro, se popularizan también las m{¡ximas evangélicas, y quc por consiguiente viene por tierra cl predominio que 1m sacrílcgos esplotadores de la religión han ('je¡'cido sobre el pueblo. Ya creen que aquella obra . viene {¡ operar una rcvolución moral que los arranque de la opulencia y altanería, para rcducir:os {¡ la pohrcza y {¡ la humildad que ¡perjuros! prometieron en las graùas del altar. Ya piensan que si :os pueblos ven la "Luz" desaparece la extraña in/1uencia de los titulaùos ministros de la religión en la política, que la tienen asimilada á sus miras proditorias, Ya creen verse encerrados en el santuario de la oración, lejos del mun\to y SllS vanidades-idea que los entristece, los confunde y desespera. En una palabra, creen que si "La Lu:~ del Pueblo" se genera íiza en el país, ya no trasquila rían nÜs á la mansas y humildes ovejas. De allí ci ahinco por desacr·~ditar un libro fundado cn \'erdades incontrastables, y quI.' ha merecido aplausos poco COIllUnes en las naciones cuitas. Y lo hacen mañosamcnte cn nOI11hre de la religión, siendo así qlle el libro que condenan, defiende y proclama esa misma rcligiór que ellos pisotean. Destituídos de dignidad y de instrucción, 110 hay en ellos más que una lengua viperina que derrama \'eneno, y que por lo misl110 deben esperar el juicio que merecen. l;:epitámosles, en su virtud, 10 que XL JcsCts ks dijo l'or San :\Iateo: "Serpicntes, raza (1. de ,,¡horas ¿dm1tJ hlliréis del juicio (le la (~l'henl1a? Clll1l'luyalllos. La lt1l'ha de los amigos de "La Lm: del Plll'hlo" l'ont.ra Sll~ l'lll'migos, es la lucha de la lllz contra las t.inieLias, dl' I,l n:nlad l'out.ra ci error, de la lihert.all contra la cSel:l"it.ud, dd E":lllglio \;Olltra los 1110lh:rll0l'l faris\;'os, enemigos de .Jesucristo. CARTA DEDICATORIA. Señor Don José TOJnás de Urmeneta. Ilustre amigo y ~~ñor: Dos poderosos sentimientos me obligan â dedicaras csta obm. El de la gratitud y el rJeuna respetuosa adhesión. Lanzado de mi país nata r, el Ecuador, por las inspiracioncs de la política reaccionaria 'lue lo dominn, IJl/squé !lill/silo l'Il las playas de Chile; pero aquí mismo me esperaba otro sacrificio, preparado por los cointeresados en el triunli) de eS;1illlhusta política. Mas, en virtud de una disposición providencial, us encontré, señor, como á mi á agel tutelar. Vuestro corazr)n hcnévolo se decidió en favor de un desvalido, tmtmlo cumO!l1l pâria entre los hombres. i Hé aquí el motÙ'o de mi profi/l1dn gratitud! Por otra parte, ell vuestro esclarecido nombre se persollificr) la CélUsade los grandes principios cuando el partido que /leFa la enseñé!de hl rcforma os eJ¡'gió S!l candidato ti la prcsidcllcia de la república, en la última lucha eleccionarié!. ¡Ifé t/(Iuí el fundé/mento de mi respetuoslI adhesión! Siendo así que, sin vuestl·a amistad generOSé.l,yo 110 Iwbría pcrmanecido en este país, ni /a presente obra se publicaría Cll él, y sicndo l'OS el más éllto rl~presentante en Chilc de los prilll.:ipios que yo profeso, justo es, señor, dedicé/tos este libro, que os pertenece por tantos títulos; este libro que, tomando por lemé! la libertad y el Evangelio, se propone revindicar los derechos del hombre, derechos que SO;'l vuestra convicción y que llélbcis altamente proclamado. En su virtud, dignaos, señor, aceptar este público testimonio del inmenso reconocimieato y cordial adhesión dè V!lestro muy decidido'y sincero amigo JOAQUIN CHlRJBOGA. PREF J.\CIO. Una gran conmoción entre la iglesia y ci estado es ci eS[J<:c· táculo qLe ofrece el mundo {l Im~ (~os del observador. En A:emania, en Italia, en España, en Suiza, en Francia, las cuestiones político-rdig-iosas sc han puesto á la orùen del oía, en una forma m{lSél menos desernbozad;l, más ó menos predsa. Las pn~tensio1H:sde ùominIH:i:m ultramontana se han manifestado yade una manera decisiva, y esp(w esto quc los asuntos eclesiÚsticos ocupan hoy unlrgar pI'dcI'cnte cn la prensa y en la tribuna. Bsa gran agitación dc ideas, esas luchas parlamentarias, tienden á la soluciím del siguiente prohlema:-¿Dehc prevalecer en los pueblos católicos la sobcranía de la iglesia ultramonta¡W, Í> la soheranía del estado? Los principios y las doctrinas luminosas que se desarrollan en ¡'-I conciencia del género humano tratan de resolver csc probler:1a, dejando á los soberanos (Ici mundo lo que es del tiempo, y fi los ministros del santuario lo que pertenece rI la ctemidad. En tan solemnes cit'cllllstaJlcias aparece la pn:scnte Obl':l, cuyo ohjeto cs dilucidar y n:sol\"<Ten detal csas cuestioncs político-relig-iosas que agit:lll Id tllundo, .r resoh'crlas couronnc al espíritu del cvangelio y it las tendcncias de la sociedad moderna, es decir, CilanllonÍa L'01l la nligióll de Jesucristo y la ley de perfectahilidad httm:lI1:l. LA LUZ DEL PUEBLO. SECCION PFtIMERA. CAPITU LO 1. El despotismo político y el despotismo religioso. Dos elementos de opresión haTthecho la desgracia de la humanidad: el que encadena los derechos' políticos del hombre, y el que subyuga la conciencia. Señalemos rápidamente el origen y funesto desarrollo de esos elementos. En el fondo de la naturaleza l.umana existen sentimientos de sociabilidad y de adoración, que producen la atracción reCÍproca entre los individuos, y la predisposición para creer en un supremo poder desconocido. Cediendo {t esa ley de atracciiin moral se reunieron los hombres en sociedad. Necesitaron, por consiguiente, adoptar una forma de gobierno y un culto, instituyendo el poder civil y el religioso. De aquí nació el man¿o y la obediencia, condiciones que, aunque esencialmente neces3.rias á toda sociedad, son al mismo tiempo un poderoso incentivo para la ambición y la tiranía. En efecto, se ambicionó el mando de la sociedad, y los ambiciosos la tiranizaron haciendo que su voluntad fuesela ley soberana que obedeciesen los homhres; y de allí el despotismo político. Así también, los que asumieron el mando espiritual, UamÚnc10seintérpretes de la voluntad divina, hicieron de su voluntarlla suprema ley de las conciencins; que es en lo que consiste el despotismo religioso. L:)s d::spotas d~ lo:; p~I~:)l()s, alll\.:;:ll1:lo de !:Is tcndl'l1l'ias dc sociahilidad, impusieron:í los homhres la esc!a\'itud política. Lm, déspotas cie las almas, ahusando de la I)I'cdisposiciÍln Jlnra creer y adorar, impusieron fI las concicncias la escla"itud religiosa. Los unos sentan>n C0\110principios de asociaci{m m:íximns contrarias i'¡ los den'chos de los asocindos. Los otros estahk', cieron como fundamentos de rcligi{ll1 y de moral In supersticiÓn y ci fnnatis\l1o. {;nos y otros ocultanlll la vcrdad par:¡ fO\11enÜu'intereses de partido Íl de seda, y la impostura "ino rl ser el carácter distintivo de los tiranos, cunlquiera que sen el nomhre ó la máscara que lwynn tomndo. Libertan políticn, lihertad religiosa, son pl'incipios que proclama la razÍln, como condiciones de progreso. Despot.ismo político, despotismo religioso, son la antítesis de la nlz(¡n y cie la lihel'tad, con que los tiwllm: de todos los siglos han producido ci atraso cie los puchlos y la ahyecciÍln de las almas. Si echamos una mirana sohre las anti,£,'1.Hlssociedades, ¿qutes lo que nos pn.'selltnn las p:1g-inas de la humana histo,-ia? Egipcios, l'allieos, sirios, l'enidos, grieg.)!; y ronwt1o~ degradados con el despotislllo d~ los r~ye~ y el de los mistagogos ljUC cmhaucahal1 COll supucstos misterios. Y si l'ollt('l11plamos las sociedades moderlln~, ¿<¡né es lo <¡nc nos {lescuhre la dolorosn l'xJlcri(,lll'ia ne todos los días? llomh"es agobiados hajo cI pl'so de nil nuevo (ksJlotisnlo, disfnlza<lo COll hellísimos nOlllbn's. CAPIT"CLO II. Lucha entre el despotismo pc Iítico y el religioso. 1. H allÚndose reunidos en la persona humana los sentimientos de sociabilidad y de rdigiÚn, cI espíritu de dominación olllníllloda quiso tamhién n~unir cn una sola persona el poder temporal y ci espiritual, y constituir una individualidad político-religiosa. Se ambicionó el poc1er'iosoluto sobre la sociedad y la religi{)}1 juntamente. Los soheranos quisieron el sacerdocio, y los sacerdotes aspiraron {l la !;oberanía. Por eso es que la historia nos presenta rcyes-pontífi::es y papas reyes. El ~aeenlocio y el imperio no quisieron marchar dentro de sus n:speeti vas órbitas. Las pretensiones exc1usi vas y los intereses cncontrndos de ambos poderes h,.n alimentado una eterna lucha,en la que cada uno ha tenido alternativas de prosperidad ti (kcadencia. I Ian sido y serán siempn~ como dos antagonistas que se rcehazan, Ô como dos atIetm que contrabalancean sus fuel·zas. El poder eclesifLstico ha procltmdo subyugar á los soberanos; y estos, á su vez, han puesto ;í la iglesia bajo su tutela. Los papas han derrocado cmperadores: los reyes han desterrado papas; la discordia, en I1n, se ha (alocado en las altas regiones del trono y del altar. Los césares centralizaron en su [ersona la plenitud de toda autoridad política y religiosa; los pontífices quisieron que la unidad catÔlica abraZara las naciones para dominarIas. Los reyes con su pretendido derecho divino, como base de su poder, intenÜtnm sel- los ílllicos jefes del mU:J.dopolítico y del religioso: los papns, por cI hecho de llmnarse vicarios del rey de los reyes, aspiraron {¡ subyugar las concieneiaB y los pueblos. En la eclarl media los emperadol'~s heredaron de los césares la tendencia Ú la dominaei{l11 uni\"en al; y los papas de aquellos !->iglos se vieron tamhién dominado~; de la misma pasión. De aquí SUI"gi(l nccesariamente una cncarnizada lucha entre los emperadores y los papas que aspiraban fi las dos soberanías, aspiraciones que se han trasmitido de siglo en siglo, llevando consigo el gél'mcn de la di\-isión entre los dos poderes. II. En el siglo XI la lucha se encarnizó con motivo de la cuesti(¡n de investiduras entre Enrique IV y Gregorio VII. La dominaci(¡n universal era el oculto pero real oh}é"iode esta lucha. Para rechazar la pretensión de los emperadores, decía Gre- • gorio:-"Los reyes y los príncipes tra~n su origen del demonio. Inspirados por el espíritu maligno se proponen dominar ti sus semejantes. Son arrastrados por una ambición vergonzosa y una intolerable presunción. Los medios por los cuales se proponen realizar su detestable objeto, son la rapiña, el homicidio la perfidia y todos los crímenes imaginables. Estos son los grandes de la tierra que tratan de avasanar á los siervos del Señor. Hombres altaneros, hijos del orgullo, tienen la temeridad de humillar á los hijos de Dios, llamándose príncipes dd mundo. Gna dignidad inventada por los hombres que desprecian á Dios, ¿no debía estar subordinada á la dignidad que la Proviclencia ha instituido para su honor, y que ha colocado en el mundo por su misericordia?" Según esto, si los príncipes traen su origen clel demonio y los papas del Hijo de Dios, desaparece la legitimiclad del estado y queda justificada la soberanía de la iglesia, de tal manera que el "icario (le Jesucristo es la fuente de todo poder, y sólo por una concesión pontificia ejercen los soberanos la autoridad km pora!. Esta doctrina teocrtiticafué rechazada por los emperadores, y se cns:mg-rclltÎ>la lucha político-eclesiástica. Ni el conconlato de \Vorms puso límite {l la discordia, porque los sucesores de (~rcgorio no renunciaron á las miras de su predecesor, pues al contrario sostenían con más ahinco que Jesucristo había fundado una (10minaci6nrégia y sacerdotal, y que á San Peùro se le di6 el imperio de los cielos yel de la tierra. En el siglo X III la lucha de la iKlesiacon el estado fué sosÜ'nida por Fcderico If, emperador de Alemania, é Inocencio IV. Conociendo el primero las tendencias de la iglesia, decía ti los rcyes que el papa quería dominar todos los reinos, y que sin embargo, permanecían tranquilos sobre una falsa seguridad, !'iiendo así que las pretensiones de Roma eran una verdadera amenaza. Re quejaba de que 10 dejasen solo, cuando todos debían defender la causa común, contra el que pretendía llamarse príncipe universal del mundo, establecido por Dios. LA ¡XZ !lEL Pl EULO. Pero ~i F,.'clerico atacaha la <lmhici{¡n elc ,In Santa Sede, Inocencio comhatía la dd emperador, atribuyéndole el gigant.e~co (lesignio de reconstituir la 'Inidac1 romana, uniendo el imp:>rio (lel orien te al del occiden te. H.azÓn tenía el papa de luchar contra este plan, porque una vez vuelto el imperio á su Pl"imitivo ::xp!cnc1or y poderío. que:bhan frustradas las pretensiones de la iglesin. En esta lucha ele J nocencio COli :':-ederieo no hay más que el cneono de clos ambiciones <¡u:: ri,'a' izan. El emp::rador con tenclencias fi establecer la monarquía universal, y el papa con pretension~s dl' extcnd::=r soht"e el l11undo la teocracia pontificia. Fué una de las grandes luclws en que los clos antagonist:!s amhicio:"os se han disputado palmo :'t palmo el elominio de las naeion~s. rvIas, con trabalancl'aclo el uno })()r el otn), fi ninguno de los (los coronÓ el éxito. A fines del siglo XIII y principios del XIV, cl curso de los acont::eimientos laélz() ft la arena {I otros dos combatientes. Felipe IV. rey (le franeia. (lot;ul·) cle tin espíritu imperioso y Bonifacio VlI l, el m{ls altanl'rcl de los pap as. Para suhvenir Ú los gastos de las guerras nacionales, Felipe Icvant{¡ un impuesto ext)"aonlinario sobre toda clasc de l}('rsonas, sin exceptuar {I los clérigos. Entonces Bonifacio (lcelarÔ que los príncipes no tenían derccLo alguno sohre los eclesiÚsticos, ni sobre los bicnes de éstos, y fulminó contra el rey tremenclos anatemas. l'ero Felipe no hizo caso de cse rayo cle la l'Menl pontificia, y lley(¡ (l caho la contl"illllci(¡n ciel ckro, limdftnclase 1.'11 qne los ec\esi:í.stieos SOIl miemhros <le la naciÓn, como los IÚ¡cos, y que sería un ahsun1<, eximir/os <le contl"ilmi¡' para la conservaeiÚn del reino, mientr~ls que en su seno encontraban honores y fortuna. l-:'echaz<>enél'gic<lmente la oposición de Bonifacio, manifest£\l1do!c que la pro:tendida inmunidad estaba en pugna con lo manc!a(lo por J esu{'risto, quicn pag() el tribu to, y onlcnÚ (jar al César lo que es(ld Césal",y que su ,'icario no debe oponerse al cumplimiento de cstt precepto. Felipe hizo aun más. No ateptÍlla 1cgitimi(lad (le la soberanía pontificia, ohsernll1do qllc la sociedad ci"il estaha cn posesi(m del pocler soberano, ('ua'Hlo Jesucristo conliriÔ Ú StlS apÍlsto1cs tln po(ler JlUnlnl('l~tc cspit·jtuaI, y que 108 sucesores lo hahían cxtl'l1ltillo Íl l'osas tcmpontlcs,comcticndo un detestable abuso. 10 J.A I.IlZ lIEL Pl!EIIl.ll. rnn (le las 111:ÎSnotahlesépoeas en la hll'hn de la Igksin y el Estado, cs la de.lulio II. Este papa hixo la guerra il \'ene(~ia,y Sl' puso en pugna con Luis XII, rcy dl' Francia, <¡uien cnvi6 un l:iército contra Julio, y almisl110 ticmpo rcuni6 cn Pisa uu concilio para juzgar al belicoso }lontífil'C. El l:jército fr:lIlcés derrot() al santo padre en Bolonia y cn ¡{(n'cna; y por otra partc el concilio se apresurÓ ít suspendcrlo dl' Jus fuuciollcs pontiflcias. l'ara vengarse <le esta dohle humill:lci(lI), l'! p:lJla Julio n:unit) otro concilio, por Incdio ciel cual :l1lul() todo Jo resuelto cn el de Pisa. Puso al I'ciuo cie Fnlucia cn clltredicho, y l'XillliÓ fi los franccst's del.iu ramen to de fidelidad :í su rey. i Relèvar Ú los pueblos dcljunlmento de fidclidad al sohen¡no !..... ~ada respetan los papas cuando sc dl:jan nrnlstrar de Sil ambici(m y <le su venganza. Lo que ha sucedido en los pasaclos ticmpos se repite l'n la historia cOlltelnporíll1ea, con la clifcrelll:ia de quc ~Ihora el COin· hate se hact~ por medio (k canknales, ohispos y jesuitas quienes diseminan la semilla dl' la n:hl'ii{lIIl'n Ins nacionl's cuyos gobiernos rechnzan los anll1ccs de la iglesia ultramontana. En ('omprohaeiÔn l'opiamos 10 que Antolll'J1i dice ti los obispos de España, en una circubr publicada cn el Ticmpo de Venecia. He aquí las }Jalabras scdiciosas (le ('se cardenal: "En las revoluciones polític:ls (le España, la misiÔn del clero l'stá designada por el derecho y lajusticia Es, pucs, nel'('sario un último esfuerzo para alc:lI1zar e!(-xito Que lo!\ obispos den al clero las Ôrdencs consiguil'ntes para haeerlo trahajar t'n fa vor ne la huena ('ausa. Pocos días rIe lucha hastar{ll1 :í damos la "ictoria. Que el d('ro se suhle\'(" y con él todo el P:ll·t¡rlO l'nU,. lieo" . Dc conformidad l'on l'stn prodn ma 1:lI1x;lIb por el {1I-gano mismo del jclè de la iglesia ullranlOntnnn, se predic:1Il doctrinns subvcrsivas, como cstrl sucediendo cn Alemania yen todo el orhe catÔl¡co. La v¡<la, pues, de la Iglesia'y del Estado no es mi'ts que un flujo y reflujo de pretensiol1l's ('J1l'olltr;lIlas que 11lantiClIl'n enln' ellos eterna lucha. El estado invadiendo el santuario, y la iglesia avanzando <]udorman la trama sabree! trono, son doslu.'Chos permanentes de la historia poIítico-re1igiosa. CAPITCLO 11 r. Aliam:a entre la Iglesia y f~1Estado. I. Estos clos poderes que se hallan en:Jerpétua lucha mantienen, sin el11h:¡r,~o, un:1 constnn te :di:ltJza, Chocan y se rechaZ:llI <:u:lI1d" el uno se opone Ú las pn~tensiones del otro. Se attilCn y s;: ligan para haccrsc fuerh's ~. dominar cI mundo. Desde que la ig-lesia abandonÍ> los prineipios del Evangelio, .Y[l, HO podía suhsistir por la soIn sant.clacl de su misión, sino sostenida por la fuen:a de los gohiernos. Y desde que ~stos, {¡ su n~z, Hl'erigienlll en Úrbitros ahsolutos de la suerte de los pueblos, nccesitat'on, pant sostener su dominaeiÚn, del imperio qne la iglesia cjen:c sohre las conciencias. De aquí es que los clos podercs se tieicron mútuas concesiones, en virtud de las cuales ha quedad) kgalmente autorizada 1:\ intcn-enciÚn del estado cn lo espiritual, y la de la iglesia en lo l'i,'il. Dc cstl' modo se han Údsead,) los principiosfundamentalcs de :l1n bas institlH:iont.'s. y sc ha hecho de la sociedad un ll1Únstruo de dos ca bczas. Así lo cOTllpruehan los eoncorc1atos. esos pactos celebrados entn~ ci suprl'TlIO poner seculnryeledcsiástico; eoncordatosqu(', como lo indica su nombrl', tienen por objeto establecer la cóncordia Î) poner en armonía las con\'c'1icncias del gobierno civil y las del cll'ro, t'on mcngua (k los p"incipios evangélicos y en detrimento de los derechos del hombre. El'hemos t111n riÍpida ojearla sobre l:ls principales bases de la alianza. II. 1" ~e cOlH:elliÔft la igksia la t~lclllta<I(1cinter\'(~nir en la enReiíanza Illic:1. Para subyugar al puehlo conviene it los dos nliados hacer que la educaeiÔn de la jll \'entlld esté bajo el dominio del poder eclesiástico, il fin de que, con su influjo sobre las almas, propag-ue dodrinas absolutistas y amolde la sociedad segÚn las miras de sus dominadorCL . Como la l'ducaeión constituye t: na segunda naturaleza, los pueblos Ú quienes se enseña á ohcdecer ciegamente se acostumbran al despotismo. Por eso es qu~ los gobiernos que prett.'Jlden consolidar un sistema retrógrado, entregan tí lOS ecJesjástj~ 12 LA ¡Xl. DEL l'CEIlLO, l'OS las ~seud:ls y l'okgios, ptl'firiel1<lo á lo~ jl'suitas, <¡ne SOil m{ls ri prop(¡síto p:lra realizar los pl:lI1~s d~ las poksta<k's aliadas, Dl' l'stn suertc d n]¡solutisll1o nnda tiene que t/:tller dI.' las tendcnl'ias instintivas de In juveutud hacia la libcrtad y la justida, pues los j(¡n'nes quI.' se eduean con doctrinas c1cril'all-s, son generalmente partidarios de cllas, y difunden l'n la sOl'i~dnd las idcas:<¡ue han rccibido, Surg~n las nuevns gt.'neraeiol1cs hajo las mismas influel1cias, y así se forman los }¡,íhitos naciOll:lks de o]¡~die11l'in Iwsiva, que perp~tÚ:lI1 la (kSp(ltiI'H elomilla('i(ln (l~ 1m; poderes y el atrnso intelectual Ill- 1'lS llt1ehlos, 2" Como bas/: de 1:\ alinnza SI.'('oncceliÚ (¡ la iglesia ~l den', l'ho d~ erigirse en potestad Ü'mjloral, lwcil'lHIo de los l'o!1l'ilios, ell' las curias y dI.' los Ollispos otros tantos pot!lTes polítil.'os, l'S decir, c1lcgislati"o, cI jUllicial ye] I.:iel'uti\'o. A I:t "l'r<!ad, los concilios leg'is\:tuel1 m,ltcri"s Ü'mporaks; las l'urias sustalll'ían nsuutos l'¡"iles, y los obispos hal'cll qlll.' se cllmpl:lu y ~jl'cutl'll CS:ISmismas leyes y Sl'llt('l1l'ias, qlle, sicl1do III: la exclusiv,l '-'01\1pt'tenda (lc1est:tdo, 1.'!l1:l11:ll1, sinl.'l11lJ<lrgo, de 1:: iglesia, Esta, Sl'gílll In illSt:itwiÚll de Jl.'sm:¡-isto, no recihiÓ m{u; jll, risdiel'ÍÚn que I:t espi¡-ill\nl; Pl'¡-o, segÍtn la alianza ¡weha con 1'\ estado, asumiÓ Ulla potl.'st:ul l'i"il (,ollljlktanll'nte extL1Ù:I'JI ministerio sm:cn \otal. :~" l'or la :t1iaIlz:\ "c adoptn l'on los nsuIltos l1liSlos, que son una l'sp('~'ie dI.' prOdlll'eiÍlI1 híhrida, resultante (](o ln JllCZI'Ltentrl.' lo k'llpor,¡] y lo l'spirilll:l1. ,En d lll:it¡'il111ll¡io l'lll'OIltl':llllOS \111 .:il'llll'lll, '\1ll:t1g:111I:lroll d 1'01ltr:ll", '111\' sÚlol's d,'] dominio l'idl, 4,:01ll'] saIT:lllll'lIlo, <Jlll l'S dI' \:1 .illrisdil'\'iÚn n'l'iritual, Y (,oll\'Îllil'rOl\los dos I)()(k"l'" :diados <Jlll' 1I01.'xiSt:1¡'J I'ríllll'rO sin d scgUlHlo, La fa t:d :lln:¡},~:1rU:lI'itll! dl'l COllt ¡,:!t,) ,1'011"I s,l~'ra lllcll to, l'OlHlujo :11:Ihsunlo dl' qlll' l'l <,"stndo y I:t igksia tl'n,~,¡n quc legislm' pnlll1 iS'I'U:ll11l'll ti' l'Il Ill:Itcrin 111nt ril1loni:d, ~ll'amlo graves conflictos l'!ltn' los dl'rl'l'hos l'iviks y lllS 1](0 la l'oDl'icnl'Î:l. Apesar de quI.' los asuntos l1l¡stos, admitidos por la alianza, int¡-odl1l'l'l\ l'onJilsí(lIl y dl'sordl'l1 l'll I:ts n'l:lciol1l':-;' dl' lois dos po tl'stadl's, h:\Il lIl'g:\( \0 :'1sl.'r l'OlllO un prineipio dl' (1I:rcl.'ho llÚhlil'O, quI.' d 4,'stmIo sostiene l'Il nom hn: de la Ü:lil'id:ld de los Iltl\'hlos, y IInl'ln igll:si:l olicial Iklil'llIlI:, in\'oc:ln<!o 1:. l'll'rl1:t bit'lI;1 \'l'ntlll':lnz:\ dl: la~ :dllJ:\s, pOr:l~l'gur:lr SIl propia hil:I!:l\'l'lltllr:1I1" Za sohn" la til'n-:l. LA LUZ nEL PUEBLO. 13 4·:1 Finalmente, para sosh'cer la alian:m se ha condenado la liberh:d de concicncia, esta ':ond iciÚn csencial lId cristianismo y dd progreso de los puchlos, y se ha impedido la cmisi6n dd pensamiento y la prdpagm'itm de las ideas, llegando en algunos puehlos la tcmeridad hi! sta ci cxtremo de concecler ft la iglesia oficial ci dereeho de een:;ura prcvia en la imprenta y en la introducción de libros. 111. Los que defienden la alia1lí:n discurn:nlk una manera opuesta al genuino sentido dd Evangclio, fundÚndose en qtle San AguS'Jn y San Amhrosio afirman que la fe consiste en i1l'cptar lo que la iglesia manIla; que ci poder temporal dehe sostetler la causa de Dios; que los príncipes son cómplices ùe los crímenes que no castigan, siendo los mÚs gra n:s aqucllos que se cometen por la n:heli6n de la conciencia. Sostienen que con esta doctrina se manifiesta un santo l'cio por la salud de las i1lmas. l' ~ro 10 cierto es que tnn J}Ï;u/oso l'do no t$ cvangélico, puesto <[m." ticnde Ú justificar una tirÚnica Ilominaei6n. Ciertamentc, según 'la opini6n dl' los referidos padres, la religi(J} que Jcsuerist" instituy6 separ(mdola completamente del estado, debe unir:;e Ú él, y con una uni6n tan íntima, que la misión del gobiem,) se concrete Ú. proteger la fé que la iglesia pn)ponga, y castignr Ins demÚs creeneias como gra \'Ísimos crímenes. Dehe ci estndo, POI- consif-,>ï.tiente,declarar que ln libertad de conciencia es lin delito, y perseguir Ú todos los que no presten su asentimiento fi Ins máximas de1ultramontall1smo. COl1scl:uentes con esta d octrína, los estados europcos sc aliaron íntimamente con cl poder espiritual, llegando algunns de eSlls naciones á merecer 11<: la ig-1esia el título de cri~üinltísimas, n(¡ porque hnyan hecho n~inar el espíritu del cristianisll1o, silto porque favorecieron los intereses del clero, en 1>\.'~iuiciode los derechos sociales .. l'ero 10 más sorprcmlente es que cn el continente sud-americano, ({onde las nuevas ins:i tucioncs polítieas, siguie11\lo la lógica ne los principios de el11'll1cipaci(¡n, debieron prescindir <le aquella alianza en que se apoyó el antiguo 11cspothmlO, la han aceptado y estahlecido sólidamente. CAPI1TLU IV. Consecuencias de la alianza entre la Iglesia y el Estado. I. Para conocer el funesto cuadro de esas consccuencias, era preciso penetn'" en la noche de los sig-Ios y l'stll<linr ddcllid:l. mente la yida de los pueblos l'Il sus rel;,:eionl's COll los poderes aliados. Pero Ú 1Iuestro propÓsito hnsta eOllsidLTW" lit situitción actual de la soeicdad, fijii ndOllos <..11 los Jlun tos sigll il'll tl'S: 1a El carácter ultramontano cie las eonstitueioJlcs políticas. 20 La prcsi(m qm'ln ig-1csiit yel l'stado, ('n l;rotnTií;lI de sus respectivos int<:reses, cjercen eOlltra la \'olulltnd dd sutrag-io. :-la Los mútuos hOlllenaj(:s y sen'ieios !jUl' se prestnllllls /)t,. ucres aliados para inf1ul'neiars(':¡ los ojos lit-I pm'l,lo y suhyu- gado, 1/) La inmuralidad hitos que la alianza inucula cn las iJcas y hÚ- de los homhres. II. Una notahle consœueneia de la aliallza cs aquel can'letcr ultramontano que los pueblos dan (i su eonstituei(lIl 1'"IHie:l. consi¡.,rnando en dIa c11:1I110S0n!"tíl'1t1o de que la rdigiílll lkl estado es In cat6lica, lIpost(,liea, romnllit, l'sdcl'ir, la ullnllllCllltana, COll exclusión de cualquicl':l otra, Esto es d colmo dd ahsurdo, I'rimcn), porquc d l'sl:iclo 1111 puede tener relig-i(¡n, puesto que los po(kres políticos qm' III constituyen no son ilHli"iduos sino clltidnrles Illontles, El cstndo no tiene :t1ma que sal":ll', c,ol1\orliel' Lahoulayt', ¿Sc 11:1 ,,¡sto jarn{ls al estado confesarse, cOll1ulg-ar, oil' misa, etc.? Se h:t]¡r{l visto que eiertos 11H1,l ..Ôstt-ados pntetiquel1 esos :!l'tos religiosos; pero la persona de los ll1andatat-jos no es el estado. Segundo, pon/ue sicndo nhsoluta la exc1usi(m de t(J(lo otro culto que no sea el eatÍ>lico () ultnlmontano, se exduy<..' tml1Jli01l el cristjanismo puro, que es hl fl1l'J1tC rh: la yçrdwl rdigins(l, LA L{17.DEL PUEnLO. 15 Tercero, porque tratfll1dose de paises repuhlicanos, el ultra. montanismo, enemig-o de la raz/ill y de la lihertad, 10 es tamhién de la repúhlica. l'or consif.,ruknte, declarar al u1tramontanismo como religiÓn del estad e" es poner un ohstáculo al desarrolio de la ra7.(1Il y al ejerckio rIc la lihertad, que son los fundamcntos de la república. Cuarto, porque con ese artículo constitucional los poderes políticos encadenan su acción coercitiva en todo aquello quc sc rclacione con el clero, el cual, en n<)mbre de la religión adoptmla por el estado, )"t'chm:a t()(la Icy qllC reprima los a \"fll1ees de la iglesia. Chile ofi-ece actualmcnte un ejemplo. El art. 5° de su constitución proclama como religión (lel estado la católica, apost(lliea, romana. Mas en el nuevo c('¡digo penal se han establecido castigos para los eclesiásticos qlle con sermones, edictos Í> pastorales ineitcn il la desohcdi~ncia de las leyes, decretos (, sentencias de la potestad civil. )~ntonccs el dioccsano de Santiago y otros obispos han reclamado contra la adopción del código en esa parte, alcg-alHlo quc las penas establecidas para el clero, envueh"Cn lln ataquc ¿l los dogmas y preceptos de la religión adoptada por el cstado,y por consiguiente una manifiesta violaciÔn de la carta ftllH1amcntnl. l'ara demostrado se vaIen clcI siguiente razonamicnto:-"Es dog-ma de la rclig-iÔn que la jurifllicción espiritual de la iglesia Il' viene por disposición divina, y no es dacio á poder terreno comunicarla ni suprimirla. Y si(~ndo así que los eclesiásticos c:;ercen un acto cie jurisdicciÓn e~piritual ilustrando á los fieles para que no sean alucinados, ni acepten leyes, decretos ó sentencias injustas, se siguc que el e~tado no puedc impedir el <:;el"cicio dl' esa jurisdicciÓn espiritual, ni mucho menos imponcr castigos, sin atacar un dogn1H de aquella misma religión que dedara y adopta como suya, y sin violar la constituciÔn." Ello es exacto, según la lÔg-ica dcl ahsurdo. Efectivamcnte. si los poderes políticos han sancic'nado el predominio dcl ultramontanismo y han lenmtaclo en fa VOl"de éste un baluarte con el mencionado artkulo constituconal, ¿I.'ómo podrán reprimir abusos que han de SCI"defendidos ('omo actos de una jurisdkci6n espiritual, consagrada por la relivión dclestado? Cómo podrán dictar leyes, cxpedi)" deeretos ó pronunciar sentencias, si por la constitución se confiere implícitamente al clero el derecho de 16 LA ¡XZ IIEL I'l'EIlLO. n:ehaZ:lrlas t'omo illjlls1.HS, CWlllllo no t'slélll'll :Irll\tlllía COll los inÜ'I"l:SeS de los ult.rallloll1.nll<lS, qll~ dIos \1:\llIall illtlTl'Sl'S dI..'la rc1igi{¡n eat<)liw? Dcdanlr, pucs, constituciollHlmcllte que la rcligi()\1 dl'l estlldo t'S la cnt61ica, a)lost(¡lica, rOI11¡¡¡W, cs fnlllqut'ar:í la igksiH un \'astoenmpoJlarH !juesl' 01;ollgH:í I:tsresollll'ionlsdelcsl:ldo ennomhre dc l'!'a mi!'llla n'ligiÍln; () lo que cs lo mismo, es l'llcadelHII" la act,i(¡n de los po(krcs políticos l'tl todo lo !jm' ll'llgH por ol~jcto n~pri11lir los ahu!'os dcll'kro. Ikt110s dl1lHlstnldo l'l absurdo que lll\'Ul'lH'1l LIS l'lJlIstitueioncs de lus lit1l'hlos SUd-:llllcricallos al UltljlarH' dl' rl'ligi'-'ll, :\lIas cn hOllor:', la H:nl:ld dinlll(1s !jUl' no SOlllTIlStitllci'JIll'sdl' los puehlos, PUl'sto !jUl' ellos no !'e ];IS dHIl, sillo qUl'!:tS rl'l'jlll'll del ('Stano y de la iglesiH, Estos dos antagollist:ls y ¡¡liados Ins rcdaetan,l'onsult:l11do HIS n's\)(Tti\'os intl'rl'!'cs. Los J:m']ll(ls no SOl1l11r¡S !jUl' instnlllll'1ltos pasi\'os, ùcstiuwlus {¡ rcalizar l:ts miras de :tqn'll('s (JIll' ks d(llllillall, Ill. El sistcllw dcdorn\ n'n:l:! tll1:l dl' las m:'ls 1.rnsClndcnt::1.lcs conSCClll'llci:IS de la :di:Ill¡::1. El gohinno eol':l'a Cil Jas jJohl:tciollcS liI11l'i('lWrios qlll' son tjeelltores (le su \'()h1lltad, y la iglesia l'St:tl,hlT l'tl las parroquias curas que SWl instnl11H Iltos de SIIS dn-l'os, Lkg:l 1:1{r(TH de l'kcci(llll'S, y l'l cst:¡do, ):ollitllll(.s,' I,r{\'i:'lllt'llte de :¡cucrdo ('(lJl la igksí:I, exhi1:l' 1:1 l':lllelielnluJ":t ell'1.il'iI: ùe)a nacitJll, (11:1 (il- im; !jUl' lInll (le 1'(11li!;'r l') \ioder hg:s1:tti,"p. Los :¡gellt"" del l'st :Ido t 1':1L:lj:tll IlL- "(l1IH11\() l'OIl los d" 1:1 igk!'ia. Lo~ Jlr¡1IltJ'l)~ ¡:ollillldl' llljUl',l:Il];¡~ ]ln:lIll'~:I~,1:ts :'11:(.'IW7.:'~, 1:t~ hostilic1:tdl's. de,: lo~ ~l',l:l1Illlo~. h:ll'ill1c1l1 de 1:1l'r, tl-dnl del E~píl'itll ~:Il11.o 1111<1 t rillll1l:t }lolítil':t, y dd l'OIdi..'!,()lInrio una :tgelll'ia ,/(I cnptnJ](lllJJ1 ~I¡/i";¡,!.rj;¡. Aplicando la máxima de que "1::tra l'lJlISl'gUil' el fill UO Sl~ elche parar 1..'11 los mcdios, 'mpk:l11 el (r:well' íl 1:1 \"ioll'twi:l, ~l'g(11l los e;¡sos, seguros ell' qlH' lns iniquidndl's de los ngultl'~ lid gohierllo ~crán ahsue1tns l;or la igk¡;j:¡, Y 1:1~del 1'1no ¡:o1ít:l'O por el estado. ¡Y e~':ts iniqtlid¡u1cs :'t' pn tlli:¡n (01110 f.!TnIH~l'S servidOR prcfi1.arlos Ii ]¡¡ rc1igi{¡n y fI l:t l':ttriil~ II 17 Ell dl:do, el ~stado y In iglesia rCt'omp~nsan ,í sus ¡idcs ser,,¡dores eon dcstinos lucratin)s .Yh¡¡norífieos. r;os m¡n¡st~l'ios, los ohispndos, las go])ernHeiones, las Gll1ongías, las misiolles diplol1lÚticas, las judicaturns, los ,ISt't'IlS0S militares, y cualltus destinos, honores y distinciones hay Cll el orden "iyil'y ell el cl'1csi(¡sti,'o, todo es pant los adeptos del Estado'y de 1<1rglcsin. :\·las rcspecto :í los que no son sus pros~litos. no sÚlo sc les repele como indignos de toda con:,ideraeiém y cmpleo, sino que a(¡n se les il1yenta erímclles, y por medio <le pérfid<ls intlTprdaciones se tuerce la ley para alTeha:arles la yida. la propiednd Cl el houo l'. y todo esto es santo y hueno, c\.:sde'quc viene de los dos grandes pOllcres, d dcl ciclo y ci de l:t tierra. Las \"l~nganz<ls de b 19ksi:l son (¡juicio del Estado ,,1 I.·umplimicnto de Ul1<l ohligncibn que le iIl1IH>lWsu sagrado ll1inisterio. Y redproeam~ntl' las tropelías del Estado son parn la I,tdesia lIledidas saludahl~s, Ella califica los asesina tos polítielJs, los destierros y las Iwrsccueioncs l'(ln1\l inspiraciones de la I'rll\·iden'ein, l'n h,'ndieio d~ la paz él dcl U-iun ti) de la' rd i.t.:'j(¡ll. IV. Aho,-a ell cuanto Ú la tercera consecuencia de la alianza, que consiste l'Il los 1I1Í1tuos !Iome 1;¡jcs.Y sen'ieiosque se prestan los poderes aliados pn!':l :-;ojuzg'ar:11 pucillo, ¿qué di1T1I10~de esas misa:-; dl' gT<Il'ins. (Ic l'SOSpanegíricos con que 1:1iglesia celebra cI triulIl() qUl' Ull c~l\l(lillo ha ohtenido, l'lIhriendo cf e:l1l}po de e:ld:í\'ct"l'S, y de luto d ,'o.-ah<>n de las f:\milias? de ('se te /)Cl/III y dl' ,'se p(t1io qlll', dehiélldose sÚlo al Sobcranu dl' los JIlU1Hlos, sc ,'olleede (I los que aSUlllCIl el podl'r SOlllT 1111pllï\ado dl' til'lTa? de esas eortcsías y re\ crcncÎas, y de todo aquel hUllliliante cerl'll1ollinl que la igle~ia tiene estahlecido p:lra illl'CllSnr ,11E~tado? ¿Qllé diremos de esa anomalía que presenta al mundo la eoneurreneia de la fllerza armada l'II lus w:tos de lIna rcligi{m de paz? Hay pueblos donde l:ts procesiunes, solcmniz:índosc con pompa m:n'cinl, ofrel'en lIll ,:spect(lculn indigno dd cristianismo:r Ùl' la eiyilizacÎón. Eso~ actos de sokmnidad pH,lp\11~l, en que se mC7,c1an los fusiles y las hayonctascon los geroglíficos 18 LA LUZ DEL PL'EHLO. de la rdigiÚIl; esos actos político-rcligiosos l'Il que SI..' confl1ndt'l! dos el CI11 cn tos l'O\1t nll'ios, el q uc pl'rtt'ncel':í la cx pO\1ta ncidatl dl' la cO\1cicncia y cI <jtle corresponde al iml'crio de la fnerz;l, semc:jantes netos son la cxprcsi(m simhô1ica por mcrlio de la cual se manificsta nI ptlchJo qtle ci Estado 10 domina apoY{lnrlose CI1 In Iglesia, y qul' la Iglesia lo sojuzga con el apoyo dd Estado. /\. consecuencia clt- la alianza, el ultrat11o\1tanisl11o ha iuvadido Jos cnadell's pnm militarizar la rcJigiÚn y hnccr que los ejércitos dohlen la rodilla, nÚ ell ;ldoraeiÚn ;Î. Dios, sino cn 110menaje Ú los funcionarios tTksi[¡sticos, cuya \'anichlcl se lis<lIljea tenielleJo (I StlS piCos:'L los mismos <)l1l'difundell el tl'JTO!". Ell la (-pol'a cil- rcdcllci()J), cunlldo .Jesucristo cmalll'ip() Jo l'spiritu,t! del dominio dt'los C(-sares, los soldados, cumpliendo las (mknes del Estnelo, tOl!wron preso al fi.1I1daelo]· ele la 19ksia, y 10 I!cV<lrOl1 al patíllt110 de la Cruz. :\Ias en los tiempos eJe pn~\':lI'icnci(lll, l'IH\lHlo sc Il;¡ l'onsolic1nc1o ];¡ ali:lllza <Il-los clos pocleres, los llIilit;IITS, o!Jl'decjl'Il\!O:tI Estnclo, OfrCl'l'1l ho.' uletwjes {l la iglesia ofil'i;tI, y la lJn'nll ;tI solio cld orgullo, El qllc sep:lrÚ b rdigiÚn dL' In potestad tCIlIPOr:tI, hizo <)Ht' dl' l'sa scpnnlci(lI1 surgiesen l:t liht'rtac1, la paz, la hUlJ1ilc1ac1, la ahnegal'jÚII, el amor, la ig"u:dd:[(l. l'no dl'sck <till' h iglesia se ullir, al Estado, la esdavitucl, 1:1disconlia, l'1 orgullo. la :ttllhie¡ÚtI, <.'1oelio, d p"i\'ilcgio h;1ll jllT\':llel'iclo l'Il l'1111tIlH]O. Se 11:\11 ifl\Tnl.ac!o c;lIll-nas parae! ;dllecl1'Ío, tortur:tspar:l la ClI11L'ienci;l, suplicios para la razÚn y c;llblsos panl toelos los qtll' tellg';\n la digniclnel ck protestar contra los cxn'sus dL' los pCl(krcs coli, gados. l:nieron (-stos Stig intereses y SllS pasiones, y desde cntolll'l'S l'l Estado prest.(¡ SllS \'l'nlll,~os y sttsl'(\n~~'ks :1\ dero, yb 1,:,:ksi:1 puso StlS a lia temas y StlS henel il'ÍOIll'S;tI SlT\'íl'io cie los ~oher;\ nos. Tan infausta eoligaciÚII, qtll' 1m producido la e~e!;¡ \,¡tucl dd llOmbrL'en cucrpo y alma. es atl'ntatol'ia y sacrí1L'g:l. Concuknr losc!ereehos dcl pueblo, ,,;tli('ndosecle la rc1igíÚtI,:d1íl'st;í l'1 :ltentnelo. I'n¡fannr el s;\ntu:\1'io, eOll\'irti(-lIdolo l'II haluarte ciel despotismo, allí l'Stfl el s:llTikgio, CAPfTeLO Necesidad de efectuar la separación V. de la Iglesia y el Estado. 1. La alianza entre esos dos poderes ha sumel-gidn all1\ullt lo en un ahismo de aherraciones. l'c;'o el cspíl'itu tilos{)lico y d del Evang-dio, marchando <le acu('nlo, aunqne por <listintas vías, han prodalll:ll]o las \'l'nl:llks fundal1\entales qlle tklJen reconstituir las sociedades humana" Cna de l'sas g-nllHks . venlades filé <llltll1ciada en el orhe catÚlieo l>é~jola llenominaciÚn de tolcr:llll'ia religiosa: posterio]'mente se la pl'oelamÚ l'on el nomhre lh: lihertad <le l'onciencia; y hoyes preCOni7.:lda con el título de se¡ml":ll'i{JJ1<le la ig-ksi:l y el estado. Estas diversas dl'nominacioncs no son mÚs qne otras tantas fúrtllulas de este principio:--Lihertad Jwra la ~gk'sirl, libcrtad ]Jé/rn el estado; Íl In quc c:s lo mistllo:-El1wl1cipélcÙín de III COl1cicJ1ei;l,secularizaciÔI1 dcl,;'o!JÙ:rl1u, Esta impOl'tante n:n]:If] es ]'l,(h:l%:lda l~or los ultralllont:.nos, f)uienes 1:1 califican de principio ateo, Pero sem<.jante calificatÍ\'o no tiene sentido ni sig-nitie:lci{¡n, puesto que no )lucde aplicarse ni al est:1fl0, ni :í la soeiel' :111. X() al primero, porque las fuerzas sociales, los poderes pÚ )licos, la en tidacl, en fin, lIemada est:Hlo, no eSlln;) individu:llil' ad capaz de creer() no l'l'l'cr, de adorar () no adorar, de negar (¡ ,,'onfesa]' Ú Dios; en una p:i);', hra, el estado no puede ser C1'cyellte () ateo. r\() fi la socied<:d, porque la separaciÍln dl' la iglesia y el estallo no conduce ri extinguir en los homhres la creencia l'Il el Ser Supn'l1\o ni ri sufol'ar en la concicn('Ín humnna los instintos dendornei(1I1 al Soherano Hal·l"lor. El predominio (le la ig-ksia sobre la sociednd, en \'irtu<l de la alianza, ha sido m(¡s hien la en usa del a tcismo, como lo manitiesta la Francia ('n el siglo X VII I. l'or el ('on t.ra rio, la Sl'P;IraciÔn de los clos poderes tiende rI rehabilitar en las naciones el sentimiento relig-ioso. Así lo :\crcdita Estados l;nidos, ese gran puehlo donde lu espiritual estrt COJll(lletéllllente separado de lo temporal; allí no se \"C el imliferelLisl1\o ni la incredulid:ll\ que se nota en los países donde predomina la iglesia oficial. 20 LA LUZ DEL PUEBLO. En los trcÎnta y siete estados que ocupan el vasto territorio de la Unión Americana hél)" una completa libertad de conciencia, y no por eso sc ha extinguido la tendcncia á creer y á adoral". Ningún estado reconoce constitucionalmente una religiÔn; y sin cm bargo todas las constitucioncs de aqucllos cstados principian con un homcnaje á Dios, y declaran quc "el culto público tributado á la Divinidad, la enseñanza de la religión y de la moral prOlllUeven la felicidad de un pucblo y la seguridad de un gobienIO republicano." r\o hay, pues, ateismo, sino expontáneas creencias re1igiosas donde la política está separada de lo espiritual, y dondc esta sepanlciÔn es la 1I1(ISfirme garantía ùe la libertad de conciencia, Si. los ultramontanos t,ctlexionanlll sobre este asunto de la m{IS trascendcntal illlportrll1cia, reconocerían las gnindes ventajas que la Iglesia reportara separándose del estacio, como lo ùemostrarc1Uos(1csput-s (1<: Illanifestarque la alianza prOll\1l:e una situación an(llnala, emharazosa y pet:judicial para los mismos aliados, y que eslél en pugna con los intereses de la sociedad y los del cristianismo, II. La iglesia con su jUl-isdi.eción temporal, con su influencia en la formacií)t\ de los poderes políticos y en la confección de laslcycs; y e1l'stado iufluyendo á su vcz cn la ekcciÔn de los P:lpas, interviniendo en los concilios, nomhrando obispos, can(¡nigas y curas, concediendo (¡ negando el pasc á las bulas y decisiones pontificias, son fen<>lllcnos cxtra\'agantes y absurdos á la luz (k una 1<lz<>nquc no est¿' sul>yugada pOI' las preocupaciolll's dl' \¡(¡hi tos y pr{ll'lica s esta hlecidas. Un funcionario político eclesiástico que con el nombre de ministro del culto se ocupa de los asuntos del estado y de los de la igksia, es un agcnte an(l11l;\lo, etenlallll'lltc empeñado en l'ombinar dos elementos hetcrogéneos que jamás podrán estat' ell annonía, Cn cue'll() legislativo en ci cual la iglesia domina (¡ influye, es una asamblea híbrida, cuyas decisiones no tienen nombre. porque ni son leyes lli son e{¡nones. En fin, un tllHl1!1atario dcvHdo {l la magistratura por las influcndas (lc1clero polílko, es tllla cntidad anómflla, porque 21 ejerce un poder temporal, Ú cuya formaciÚn ha concurrido la Iglesia. Y un obispo que se ha elevad:.>al rango de sucesor de los apóstoles por el influjo y present2ción deI gobierno, es la mayor de las anomalías. De semejan';e obispo se puede decir con S. Juan, que como no ha entrad,) por la puerta, no es el pastor sino el ladrón de las ondas (11 III. La alianza es perjudicial para los .nismos aliados bajo rliferentes puntos de vista. Ella no tiene una base de sinceridad y buena fé. El estado aparenta profè~;ar adhesión (, la iglesia, para convertirla en instrumcnto de sus planes; y la iglesia finge decisión por el estallo, para disponerlo en favor de sus intereses. De tal suerte que si los dos poderes se aliaron con el fin de sostenerse mútuamente, esa mism[] alianza ha llegado Ú ser la ocasión de que la iglesia usurpe las atribuciones del estado, y que éste se introduzca en el sélntuar: o. Además, la alianza estahlece entre los aliados tina recíproca y servil dependencia. Por lo mismo 'lue ambos influyen míttuamente en la elección de los respecjvos funcionarios, cada uno se cree con derecho para ocuparse de los asuntos del otro. En efecto, si el magistrado asume el poder con el prestigio (le la iglesia, necesariamente esU, restringido. por l'lia; y si el funcionario eelesiástico es eonstitnido por la cooperación del gobierno, también está encadenado por éste. Semejante situaci{¡n es humillante para los dos aliados. A la verdad, el apoyo que la iglesia oti"~ccal estac10 es con mengua de la dignidad de éste, tanto porque la libertad de acción del gobierno se halla embarazada por la inten-ención del clero, cuanto porque ese mismo apoyo hace presumir que no teniendo el mandatario bastante popularida<l, necesita, para sostenerse, de extrañas influencias. Ahora respecto <lela iglesia, si ella reporta tcmpç¡m1cs vcntajas, es en cambio de yergonzosas vejaciones. La alianza le proporciona riquezas y prestigio; pem allí mismo está la causa de su dependencia y subyugación. (1) Snn Juun, cup. lU. 22 LA Lt'l. DEL 1'1'EDr.O. Las n.lmas cristia 11:lScon tem pla n I.:on profill1da pena la deg;r:lllaei(¡n de!ek-nl cat(¡lit:o, quicn sacrifica e! dccoro de! sacerdm:io por la ganancia que reporta de! cmpleo, {¡ por la apan'ute posiei(¡n que lisonjea su yanidad, Se prosterna rI los piés del ('starlo para conseguir honorcs y fortuna, y no quiere conocer que cn esos honorcs est:' Sil dl'shollr:l, y qllc esa fortunn es e! pn'cio dl' su scrvidumbr('. Como para foment:!r intl'rescs que IlO son enltlgélicos neccsita la Iglesia contcmporizar con d Estarlo, pro('ura secundnr los plallcs rie l'ste, tl los qlll' 110se OpOIH'sino CIH\lldo vé amt'nnzada la )lre)loll\lt-raneia (ll-I clero, lk aquí ('S que para constituir Ull:t ad minjstraci(¡ll l'a"ont 1>le {I las miras dl' los sacenlotes, hm'l'n l'stm; ahandono de su ministerio, por tomar una pnrte adi ya cn los lllo,'ilnientos y oseilneiones de la política. Si l'n l'sa lucha triunl:'1 la l,~ksia, ,~()za de la omnipotencia que le comunica d gobierllo ell tronizado por l'lia, yen ton a himnos :1 la :dia11í:a, ~Ias si cs \'eneill:l. () hurlada cn sus espcranl.as, entonces gime ]¡;¡jo b pn'si{lIl (It- 1lIl:l política ad \'Cl'sa, En esns é¡¡ocns <Jeaha timien to ('S cuando la Iglesia sicn te toda In. anol1l:día y las gnl \'osas eonseellclH'ias de Sil uni{lIl con (,I estado; y cntonccs tamhién cs cuando reclama su libertad, l)I"otesta I.:ontra tan int::lusta ali:l11z;l, y cn su despecho dcsea hornlr de la eonstituci{¡n el artículo quc la escla\'iza, I'ero por desgraI.:ia no cs un desco sinccro que teng:l por ohjeto la legítima separaci{lIl del Estado, sino un !1lH.'\'Opbn para ohtener n'l1taja~ 'lile afiancen e! vacilante impcrio riel ultrall1ontanisll1o, Las hascs dl' la alianza y las consecuencias quc de allí se derivan, eonstituy('n por sí solas Ulla prucha ilT('cusnhk de que la unit'm po1ítico-ee!csi:'lstica estii en diamctral oposil'it'lIl l'on los lnÜ:reses sociales. l'or tanto, panl hacer resaltar nquí esta ven1:1(1 nos limitaremos :í rÚpidas oJ¡se1'\'aeion(:'s. Es de vital nceesidad para la sol'Íedad la instituei{¡n dd m:ltrimol1io ci\'il, quc, sicndo de derecho l1atunl1, cOl1\'ic'ne {l todos los indi,'iduos, eualesquic1":l que seall sus en'elleias. Pero la iglesia, en petjuil.:io de las eOl1venieneias soeiales, restringe, por la alinnz:1, (,Iuso de ese (krecho,co11lTdicnl!o el matrimonio LA LtZ D111. PUE BLO. 23 solamente á los que reeiban sus bendiciones, y condenando Ú los demÚs Ú la imposihilidad de formar familia. La socied:ul necesitark un cementerio, donde est~n reunidos los restos de los que en vida forman lin solo cuerpo social. ~las la iglesia, prevalida de su uni(¡n con el estado, niega el reposo dc la tumba {¡ los que no son ciegos adeptos de sus pretensio11<:S, y establece la sepantciÔn de los 1"estos humanos, siendo así que en "ida no esttl\·ierol1 separadas las pel'sonas. Por cso es quc un c¿:ldlre puhlicii;ta se expl'esa en estos términos: "Cada ve;!.que una iglesia tiene participaei(¡n en el gobien1o, pretende dominar\o todo. No le hasta imponer sus dogmas y su disciplina; reclama tamhién una autOl'idad absoluta sohl'e las instituciones que interesan más Ô menos directamente la concicncia. ElmaÜimonio, las scpulturas, el estado ci,'ilen su totali(ladlc pertenece, esa "irturl del sacramento . En una palaht'a, como hajo el punto de vista religioso la sociedad entera esdcl dominio de la iglci;i;¡. no hay ningÚn moti"o para que se le escape bajo el punto de "ista político, luego que el est:ulo y la iglesia no forman, por la alianza, sino lin solu cuerpo. " Conviene Ú los intereses de la fociedad gobernarse con leyes comunes Ú todos los asociados, porque si no hay igualrbrl an tel:t ley, no puede hah~r justicia, que es la base de todo huen gohierno. Pero la igl~sja destruye ese principio fundamental, sustrayendo los indi viduos del clero:'t la acciÓn de la ley. y arrogÚnclose jurisdicci(l11 civil para jn:~gar é imponer penas Ú los laicos; y todo esto Ú consecuencia del fuero que le concede la alianza. Es cie intel'és social que el estnc10 garantice los det-eehos de los asociaoos. ;\las Ú causa de la Hlianza con la Iglesia quedan rotas las garantías en orden Ú la rhertad d~ conciencia, que es uno cIe los m:ís esenciales derechos del homhre. Adem{ts los g("lhien1Os que reconocen ulla igle"ia ohci:l1, han erigido por el mismo hecho, en delito sociallns infracciones de los preceptos establecidos porella,y se \"enoblig;tdos á prestar su eooperaeión para castigar fi los infmdorl's; rei;ultando de aquí que las conciencias se haIlan suhyugadas por el Estado, y que éste se con"ierte ('ontra el pueblo en instru11lcnto de opresión, puesto al sen'ieio del clero. En una palaùm, el SU}lI'l'1l10interés de la sociedad exige que 1..\ I.{"% /lEI. 1'I'!.:IlLO, e!'it:1SP dC!'i~1 rrolle cu todas las esterns del progreso, I'l'ro ('(JIlIO d pJ:¡n ()(> la alianzn l'S ilominar al pueblo 1JI:llltPllil-lldolo ('n la idiut('~ y cI f:lJl:lÍ iSlJlo, se nll:jn de los hOlllhres la lu~ dl' la \'cr<lad, y!'ie procura extinguir lns tendencias de inycstigaciÓn y dehilitar lo!'i il11lmlso!'i dell)l'n!'iamiento .\' del gl-nio, y, \'a het1los visto que ln a1i:1I1z:1 cs contrnria rI los inten:sl'sde la sociedad, n'am(Js ('omo lo es t:lJllhjl~n :í los del cristianismo, ,\utt:s de la nl1l'\'a era los CC.sares flll'roll l'lllpl'rnt!ores y poutítiel's, ,\I:ts Jeslleristo Clllllll'iÚ la f()j'llltll:1 dl' la sl'p:lraciÔn de lo temporal y lo espiritu:d, cU:ll1(lo elijo: "Dad:tI CC.snr lo qne ('!'i dl'! Cl-s:lr, y (I Dios lo quI' l'S rh- Dios," 1\'1'0 la igk!'iia l'OU el tr:lseurso de los ticlllpos voh'i(, f, \luir lo 'Ille .Il's11l'rislo sq>:lrar:t. filllflfllH!OSl' l'Il (!Ill' 1:\ :diauz:¡ l'OU d esL:II]o 1':1\'O"l'l'l' al cristia\lismo, Sl'llll:jantl' fUlHlalucnto calTCl' dl' -;olil!t-Z, pueRto que no neccsit:1 ell' :tj)()yos hllJ11:lnOS una religiÍlll dI' oli)~l'n r1i,·ino, una J"('ligi(lI1 quI' no fll'~ plll'St:! hajo 1:1 prot!TeiÚn rie los Cl-sarcs, sino al frente d(' 1'lIos, par:1 triunfnr por la !,l:'I'sL'l'uei(m y l'Illwrtirio: Eti.:cii \' :llIIen te, l'n los prillll'ros siglos dd cl'istianislll o, la Iglesia ]lers"gltirla ()htll\'O gloriosos triunfos, )lO con I:t protec(';(>11de los sobenlnos, sillo :tll'ontr:lrio l'on \:¡ jwrse\'\ll'i(lI1 de {;sLos \' l'I ]¡l'roisl11o dl' los Iwí dires, Ikspul-s de \:¡ \llTSl'l'\\l'i(11\ vino 1:1:¡Ji:IIIZ:I, bajo d n'ill:lflo (le Constalltíno, lJuien se r!ee!:1rÚ protector de In Iglesia, y la hizo entmr ('11ci sistl'm:1 il11pcri:d, r!t-IJilit:l11do :!sí la tiH'r~a !llOra] del cristianis!llo, y nl"r:'.1w:ínrlok Sil helleza intl"Íns\'ea <¡uc eOllsiste en la espiritu:1lirlad y l'01l1plet:l prcscindl'llei:1 de asuntos Reeulan.'s, La persccuei(1I1, piles, no ha sido lin Ill:ll par:l 1:1religitm, porque con ella se n;:dUI d l'ntusi:lSlllll.\' SI' ,!t-":trr,'¡IÚ vi espíritll l'risti:ulO; mielltr:ls qUl' I:t proÜ'c\'i'"11l lo It:( l'w:r\':ldo l'()1llplv!.a IlH'Ilil'. Ln iglesia pcrseguida tendría ji.:l'Il Dios; .\' la iglesin protegida sÚlo en'e en el )lor]"r quc la pr()tl~je, La primera, el1 m('di,) de los dolores rie 1:1pel'spellci(m, )lonín slll'sper:\1l~:l 1'11e] cil'lo; mas la segunda, lisonjeada con J:¡ protceci(lI1, la pOUl' {'11 10-; LA Ll'Z /lEI, 1'1'EBL(). sohernnos de la tÏl'rra. En Jin, la iglesia pcrseguidn se ahrió paso en {'Im undo por Illed io de Sil aCl'n(J¡';:da caridad; y la iglesia protegida ha puesto un ohstÚeulo (\ lo:; progn.'sos d~ la religión cristiann, por'1m', olviclando Ins m(lxinws del EvnngcIio, y contaminfLndosc cle las pasioncs é inb.'reses humanos, emplea un sistema ele persectlci(l11 y de terror. La alianz:l es :lllem(ls perniciosa al cristianismo, hajo otro punto de ,,¡stn muy trnscl'ndcntal. I~manando del estado el nombramiento de los ohispos, no se husca en los candidatos las cuali(lmlcs (le 1111np()stol; sino las que mc:jor eua(lnl11 Ú las miras deI gohicrno, Ik aquí prO\'ienc 'lile SL'an muy raros los dioccsnnos dignos dL' ln mitrn. L:i m:l)'or pnrte sc componL' de h0111hres parn quiencs el h;ículo no cs el cayado cIel pastor, sino el cetro dd monarca, es la ensl'iin ell' linn dominneiôn ejereiela en \'irtlul )' .~.•.aL'ia dL'l Est:l<lo. DL'tal SUL'rte que, seglin la disciplina introducida por la alianza, sc le da Ú la grL'Y sciion~s que la dominan Illas no p:lstorL'S quc la aplcientan, y se pro\'ocan aspiracioncs pnrn lIegn r nI cpiscojlndo Illed iante la jlt"oteceiÓIl é influenci:1 del gohicnlo. La pníctien ciL'que la presentaci(m de los prclacIos emane deI estaclo, en vuchT un p;ermcn de L'orru]>ei(m ¡Cu(lI1tos ohispos simoniacos! ;cu(lIlLos saccrdotcs han (onseguido la investidura episco]lnl fomentando n'\'oluc¡ones (I ¡nt"tidos pnrn eoloenr cn eI mnndo :tlquc les dé ln mitr:l! ¡CU(II1Í'ISla han ohtt'nido parei cOJ\lèsonario ~ i cuÚnLos, en fin, por mcdio cie intrigas y otros manl:Îns! En una pabhra, la alianza es un mal para el cristianismo, porquc con clin sC' hn exitaclo en In Ig]esia un interés político que la hace olyiclnr de su misi(¡n espiritual y fomenta la ambición )' In codicia de los ee!csi(lsticos, quienes no piensan en hacer cristianos sino prosé]itos, é inspira ries el furor de secta y el odio contra los quc se oponcn {¡ sus prdensiones. VI. Hemos ckmostraclo qlle In n li:lnza entre In iglesia y el estado proclucc ulla situaciÓn [ln(nnala, cmhal"azosa y peljuclicial para los mismos aliados: hemos puesto Ú h. \'ista que la unión político-eclesiástica est:! en pugna con los it:tereses de la sociedad y 2G LA ¡XZ DEL P¡'UILO. los dd cristianisnlO; ocupélllonos ahora de !:is \'l'ntajas consiguientes {¡ la sep:II,lei(m de los dos po(krl's, I'ero :Lnil's de hosqLH:jarlas, desen\'oha~llos un:l idca Ill1Hlamcntal. La separacitJn de que se inltn no signitil'a que los l'elesi(lstieos queden segregados de In socieclad, ni «llC los Iaieos se aparten de Sl1S creencias. Los prillleros son Inil'l1lbros de la sociednd ci\'il, :Isí COlllO los scelllares; y los scgT1I1dos lo son de la soeiedad espiritu:d, igunll11cnte qtH' los d{-rigos. Es, pucs, indispens:lblc reconocer la personalidad ciyil personalidad religiosa. Encuanlo el hOlllhrl' es eap:lz cil' chos y ohligacionl's para e1ccltwr 1111lin \.t'nlporal, es una sona ciyil; y cnl·u:L.nto es eapaz de dcrl'dlOs y llbligaeionl's renliza¡' un dcstino illlllort:d, es una persona religiosa. y la dercperpara POJ' mnne¡';¡ l/lIl' los homhres. ('ollloeiud:1l1:1l1os y creyentes, asulllenuna doble pl'rs()(wlidad, y SOli mil'mhros de la sOl'icdad ('i\'il y de la espiritual. l'ara que l'acl:1 t1l1:1cil' cstas sociccl:lcll's l'rl'~'tu:lra su rl'Spl'l'ti\'o fin, 1:1pl'illlCr:l instituy() su POcltT, denl)min:lndolo h\u/(/o; y la segunda estahleei(, el suyo, quc illlpropi:l1l1\'ntv St' Il' 11:1dacio clnomhrc ell' Ig-lc:si;¡, pues con csta cll'nll1l1illal,iÚn SL'l'onruncil' la SOl'ied:ld espiritualeon el poder tTll'S;(lStico, Esos dos podt'n's, que, segÚn la dill'l'l'nte naitll':deza de su institul'i(,n, dehían dcetU:1I' sep:l1':lll:l1lJentl' l'Il respet'ti\'o (les tino, Ikganm il mczdal's~' y constituir una potestad cOIllJl1L:ja p:ll'a dominar:d mundo, resllltando (k est:! am:dg:llll:lciÓnlJue ninguno dL' los dos po(kn~s h:l podido llenar su llIisi(m rL'spl'ctiYa, pues ni el Estado haee la felieicl:lcl cil' los puehlos coula Igksi:l. lIi {-sta di:díla la ti:licid:lll de las :l11ll:IS(,olll'l Est:ldo, Alwra hien: :1 l'SOS clos poderes que sc hall ali:ll!o ell1le1juicio cil' los ptwhlos y (le !:Is al I11:lS; :í l'S:IS clos l'nticl:llks euya UlliÚn l'S cOlltraria (l I:t lIaturakza (h- la sociedad y (I !:I dl'! cristianismo, pn'eisanwnÜ' fi cllas sc cles~'a sepantr, para quc se l'ncarrilen por su kgítin];l scn(l;¡; 111:1S11()sc tr;lta dc :lparl:lrla condieiÍ>nei\'il dl'! homhre en su COIHlil,itlll r('l¡gios:!, lo quc seria ahsurclo, ni nltleho lIll'llllS de rom!ll'r I,)s \'ÍlIculos qUI' l'xistell Ciltre l'l{-J';gos y legos. f'rc\'ias ('st:tS ohsl'J'\':lt'illlles, l'nlll1lerCtllll~, r:íl'id:tl111'nÜ~ las ycnt:!jas que l'csultan de la S~'p:ll':ll"itl11(h- los clos poderes, 1.:11:l\'l'Z realiz:lda, tan to la Iglesia eOll1ll el Estadu \'oh'e- LA LUZ DEL Pl:EIlLO '27 rían á su vcnladero centro, y obraría cada uno en su respectiya esfera de acci6n. Los funcionarios civiles y los eclesiásticos no serían entidades anómalas, porque ni los primeros serían nombrados por la influencia de la Iglesia, ni los segundos l'ur la del Estado. Vnos y otros emanarían de un origen legítime, y tendrían verdadera represcntaei(l11 y autoridad. Las asambleas parlamentarias se hnnarían por el pueblo sin que en ello intervinieran las miras políticas del clero, Legislarían aquellas con plena libertad el, ntro <leln. esfera de sus atribuciones, sin qnc existiesen en su seno intel'eses ultt-amonteLnOSque contengan el vuelo de la ci"ilizaciél11 y ln.s ideas de progreso. En cuanto á los concilios, ellos se lcunirían sin la inten-ención del estado. Dictarían sus cánone!; con perfecta independencia, en la órbita espiritual, sin que los gobiernos impidiesen su cumplimiento, pues ya no tendrían que preocuparse con asuntos de conciencia. La separación de la Iglesia y el Estado hada desaparecer esas mútuas desconfianzas, por las que cada uno cree ilwadidos sus respectivos derechos y facultades. Las leyes de la repllbliea serían respetadas por los eiudadanc,s sacerdotes, quienes no verían en ellos amenazada la autorida(l de la Iglesia, desde que el Estado se hallara separado de la espiritual. Así mismo, toda clase de bulas y despachos pontificios se pro111ulgarínn sin necesidad del pase del gobierno, quien nada tend ría que temer por las preeminencias dei Estado, hallándose la Iglesia separada de 10 telllporal. Roto el yugo de 1:1alianzn, la 19ksia no sería oprimida, ni instl'"Ul11ento político de opresi(lIl. EntÚnn:s el Estado, l(jos de apoyarse en la tiranía (:jereida sohre las conciencias, lmscaría un legítimo apoyo en la venlnder:l volul1t:!d de los puehlos. \' ent(mees tambiC-n los edesi:ístieos pcr:1crían esa orguJ1osa inf:!tuaci6n que les cOJIIllniG.l1:1alianza ("Oil ci Estado, y tratarían COll J1Wnscrlu111hre y c:lrÍ(bd tI los «Ile hoy sc :lpart:m de la Iglesia por ln durcza y terquedad de ·;us ministros. Elèct.u:lIln b s('pal'aciÓn, h:d.Jrí~1 paz y t1lllllUtUO respeto entre la Iglesia.'" el Estado; mientns que con la alinnza, que sólo tiende tI <iuc eadÜ uno saque el mejor partido á espensas 1.A LeZ DEL PUEBLo. dd oj m, ge ha eSlahkeido entrecllos el despredo y la discordia, C01Jl/)lo manifiestan esas gueITas dl' palaeio y saeristÍa. Sí los hombres ilustraùos miran :í la 19lesia l'on antipatía, porqnc la l'l'l'Cil cÚmplice en los atentados políticos de los gohil'rnos, () porque la vcn fuera de su legítimo centro, usurpándose all-ihul'iOlll'S agl'nas (ll- su instituciÚn, con la separaciÓn deI Estwlo se rdw hilitaría <.'nel £lpn'l'in cIel género humano. Todos guanlarí:111 respeto tt los sacerdotes, mirando en ellos no á los homhres que prostituyen su ministel;o nl('zclfindose en la política y lwdelldo (le la relígi{m d instrumento de pretensioIH'S t.l'rrl'l1as, sino los n'nladeros ministros dd Evangelio, ol'up:tdos llnil'allll'nÜ' de los eterHOg intereses de la humanidacI. LI sqwr:1eiÚnd(' 1:\ Iglesia y el Estndo haría realmcntl· que los s:ll'l'nlotes se dl'spret\(hu cIl'l£lseosas cIe J:¡ tierra, y que se e(l1\Sa.!!.T~'1I (I su lllisiÚII espiritual. Como ya no ingresarían al sael'rdol'ill por inlen.-:s, sino por una sincera vocación su total desprelldimicnto y l:t pUl·C7.ade las doctrinas cynngélicas harían '111l'clespíritu dl'leristianisl11o ,'ueh'a Ú \'Ívificar el mundo, "La I.:..:ksia ha oht.cnido l'on la ali:l.nza, dict' un distinguido jll'nsador, riquezas y poder, clos l·:tUSa~ de l'oITupl'Íón; ha sublevado l'Il l'onl ra suya todas las eoneiencias delicadas, todos los espíritus indqwndicntl's, Sc ha creado una ortor1ogia oficial; pero la r~'ligiÚll Sl' ha torllado l'Il lIna \'t111:t formalidad, en una ~'n,'o1tllr;l de l:t cual ha \'obdo In vida." lit' todo lo l'X]l\Il'sto s~' deduCt, qllt' la s<.'paraciÚn de los dos i'0den's t j('nde al hicn dc la sociedad y nI de la rdigión. Sólo :,~í )lodr:' el Estnc1oll('\'nr :í los puehlos por la s('nda que conrlll,'I' :t1 "pogeo de la JlJ'i)sJ>l'ridad; y sÚlo así también podrá la Igksin di:dllar una importante n~genera('iÓn en las crecncias y en lascostumbrcs. :1 CAPITULO VI. Refutación de las objeciones contrél la separación de la Iglesia yel Estado. Los que defienden la alianza sc \':lltn dc aq;tllJ\cntos lI1:ís Ó menos fútiles, más (¡ mcnos sofisticos. Examinemos los principales. "El soberanoestÚ oblig-:Hloá fOlTlcutar la moral, sin la cual no puede habel' orden p(thlieo; ni pms»,:ridad soeinl; y siendo así que la religión moraliza las costumhn:~., sc sigtle que el Estado debe protegerla. l'cI'O como para C~'LO cs indispensahie que mantenga relaciones con la Ig-lcsia, no puede scpararse de ésta sin privar á la sociedad de un elemento dc nlOralizneiÚll." Si por cllanto tina religiÚn moraliza las eostumhres, dehiera ser protegida por el Estado, todas las religiones deberían serlo en ese sentido. Además, el testimonio de la experiencia enseÏla que ci prestigio moralizador de la rdigiÚn cstft cr razón inn:rsa de la protección que e1\a rccibe, porque mientras lJ\(IS sc npoye sohre influencias humanas, menos creen 10'; puehlos cn su e:l¡-(,der di\"Îno. Por consiguientc, para que la religi,'lI1, manteniendo una plena autoridad sobre la l'oneienc:n, l:ierza su acciÚn 11101";1lizadonl, con "icnc Qlll'ci Estado pres.:iIHIn c01l1pkta 11 Il'nll: de toda prote<,·ei6n. Por otra parte, como ci Estado 'lO tiene sino una l11isi()n temporal, no es de Sll resorte emplear medios sobrcnaturales para 1lI0ndizar fi los pueblos. Un buen sisÜ'n1a de educación por medio del cual se inculquen los principios fUl1(lamentalcs de la venladera mond, y se deS:tlTo1\en I.)s sentimientos de :lntor á lü virtud y de odio al vicio, leyes sabias fllndadas en el derecho natural, una buena administntciÚn de Justicia, l\1agistmdos justos é instruidos, empleados idÚl1eo~.,y por t,ltiltlo la llIi~tl\a prohidad del gohierno, taks son los medios políticos qm' l~St(lI1 al alcance del Estado para establecer la moralidad del pueblo. 30 LA !,pz nEI. T'rEBLO. 1\'1'<) si:1I l'ontrario la l'dul'nl'i(lIl llIonll Sl' ]"l'duel' fi !:Is su}Jl'ITherías del t¿l1IatiSlllO, si las k.\'\.'s SOli l1Ia]:ts y p{-silll:l la ad1llillistral'iÚlld<: Justi<:i:I, si los IIwgistrndos <:nlTCCIIde \'irtudl's y dI..'l'iencia, si los cmpkados no SOli l1I:ís «UC o(plotadorcs dd destillo y eshirros del «ue l1IalHla, y si ell fill, d gohi<:nto tolera las injusticias por con \'l'nir (Lsus in telTs<:s, y éllllislllo las COllll'te, sojuzgando la lihertad y sostl'niélldosc por Illl'dio (lL' la fuerza, cIL-la intrig,l Ó del t'~rror, cntonces aunque el Estado proteja la n'ligi(m, se difunde J:¡ illlllonllidad l'IllaS est\.'ras sociales, y la situa<:iÚII IJlíhlil'a SI..'halT l':Lda día l1I(tS deplorahle. Jlny )lueblos l'OIllO d El'uador, donde d .Jdi.: de! Estado pretel1(k )¡:Ll'lTcr<:er quI..' proll'jl' la re!i,l!,"iÚny ¡¡>lllcula la l1loral )lor«ul'f;l\'o l'lTl' intereses ultral1lont:lIIos y po\'(¡ue practica las esterioriclacks religiosas. I\~n)l'SC fnriscislllO (lL' 1':t1acio, :lsoeiac1o al de saaistía, no l1lornliza la sociedad, sillo que la f:matiza y la l'OITrOl1lpe, I'll IlI:l1Idatario quI..' a)Joya su dOl11illal'i(,1l l'Il la inllloralidad del sacrill'gio, y que, ft )lretl'xtu dI..'prolljer la re!igit) n, hal'l' dl' {-sla UII illSlrtlllll'nt o dl' sus IIl:II:ls pasiolll'S, l'se IllalHlnlario I'SCan1l'l'l' la l1Ior;t1 y sUl11crg'c :11)lucblu l'n la currupción y en l:t igllor:lIll'ia. SE(~I':'\I)() .\RGU:\fEXTO "Todos los intercscs de la sociedad deben ser amparados pOI' el )Jude]' qm' l'lia ba instituido; y como la religión es uno ch: los mÚs il11portantes, cl Estado tiene deber de ampnl"arla, Estc no IlllCdc en cons~cueneia s~parars~ de la IgI~sia.·' Sin ocupamos de las diversas teorías, respecto á l:ts rel:::ciones entre la sociedad y el Estado, para determina r el punto hnsta donde debe llegar la intervenl'ÍÍln del poder en lo~ asuntos sociales, limitémonos á examinar cI m-gumento en su aspecto político-religioso. Debiendo el estado nmpnrar la religión, que es uno de los más importantes intereses ne lasociedéld, yeomponiénc!osc ésta de individuos r¡ue tienen diferentes crccncias, se sig-ue que todas deben ser igualmente amparadas. ~Ias ese ;llnl'aro HO consiste en que el Estado proclame los diverso!'! dOglJlfl" (l ritos, sino LA LUZ DEL PUEBLO 31 la libertad de l'Olll'il'ncin, (¡ lo !Juc cs lo mismo, la lihertad de la rcligi{l11. En esta lihcrtad hay !Jue distinguir dos puntos de ,'ist.:I; el cspiritunl y el Ü:l11po\"a1. El primero sc refierc (I la ex.pontanci. dad ch: las crccncias, la cual funda d l11é:ito de la fé para L'oll Dios: el sL',!2,"undo sc dil'igc Ú la el1l:11H.'ip:tci{1I1dl' la concieneia, <.:on1Otill mcdio 1>:11':\promo\'cr cI dcsarrollo dl' las ideas y la prospcridad de los puehlos. El tlllO sc relaciona con los intcreses illfinit.os dd :l1m:\, los quc no puedcn l'star J¡:ljo el :1I11p:lrO de una cntidad linit:leolllo cI Estado: el otro sc refiere ti intereses pereccderus del hombre, los l'lw1cs lluedell SCl' amparados por el poder !Jue la sociedad ei,'illw instituido, En eonsccul'l1l'ia, el :llllpnro del l'st:\llo, cn materia de religiÓn, sC l'cduce:í dcchu'ar la lihcrt:td cie cOIlL'iencia, l'omo lin asullto de inter(-s socinl, prescindicndo '~omp1ct:jmcnte de proÜ:jer estas {l nquL'ilas l'l'L'l'IICi;¡s,y de inten'cnir cn lo !Jue se relaciona COll los dcstinos de ultramunc!o. TEI<CEI< AHGU!lJE:-\'I'O. "La 19lesia no ]luede suhsistir sill fOllclos. Xecesita de cllos, tnllto para los g:lstos deleÙlto, como rara c1estipendio lIL-sus ministros. Y siendo así qlll~ los recursos con que Sc sost.iene, prm'L'dcl1, Ú de J:¡ SU}¡'TIICiÚIldd Estado, (I de los den:L'il<ls que éste lija y delTcta, pn ra <Jue ~c p:lguen por d puehlo, se sigue qUl' d poder espiritu:¡] IlO pm'de sepnr:ll'sc dd tempora!." La 191csi;¡ no Se instituyÚ sohre la llasc dc ser suln'CJl(:ionatI:\ ]lor los CésalTs, ni sol/re ln de <Jue b:tos impongan deredllls al pueblo pant el l1lnntellimiento de él1n, !\:ingunél suln'cnci6n promcti(¡ JesulTisto Ú los apÚsto1cs. Al contrario en la pel"SOna de éstos dijo Ú los sacenloÜ's dl' todos los siglos: No I/en:is ho/sn, ni n/l()/:;f1, ni calzndo. Yen cllnh/uicr ciudad en quc C11lrârd",y os rccil¡iereJ/, e01J1ct! lo qlle 01; IJlIsien:n /J(Jnlc/;llIle (1). Así cs L'ot110suhsistiÚ la Iglesia en los prit11eros ticmpos cle la era c¡"isti;t1l;1, y aun en la nL'tualidad, los paíscs dondc la igle- (J) ~Hn LlH:n:-;, l'ap. X, Y\·, -1-y~-. 32 LA IX7. llE!. PITilLO, sin est;í sU"\'l'llcionada )lur d Estado, (onnan tina insignificante mil101'ía, en l'omparal'i(lll dl';((IUl'lIos doude no n:l'ihl' suhn'nciÚn ,dgulla, Eu In gl'neralidad del orhl', los ministnls dd culto 11U :;on pagados pUl' el Estado, y siuell1 h,lI'gu tienetl todo lo necesariO, Ahora l'Il euanto rt <[LIeel Estado impOlie dereehos al pUl" hlo en 1:1vor cIl' la 19lesia, CIl vez dl' ser un arg'l1ll1ento l'OUtl" \;t sl'\mraei(m, eS m(lS hien una raz(llI f(lrtbim;¡ para e[eetuarla ya porque el Estado, al fijar y decretar csos derl'l'IlOs }Jant ci sen'ieio <lc lu espiritual, l:jl'ree sohn: ci llllehlo un acto que lHl es ùe la eompcte11l'¡a dd poder temporal, ya )lorque de eSe 1l10do se eOlllpcle:í eoutrihuir jlnnl d sostenimil'nto de 1111eulto, ;Í indi \,¡duos qUe !lO lu proll'snn. El argumento cie que Ja Iglcsin 110cll'he I'l')lal'arSl' dd Estado, porqul' éste la sostielll', es idéntieo ,d dI..' que un sien'o no dehe rompe!" In e;u1l'n,\ dl' l'scia \'itud que lo liga al amo, porque éste lo mantiene, Los deberes que 11:leell de l?ls rdal'iotll's l'l\ ire el s;leerdoeio y los liek's, son la ""Sl' dl' l111afuente natllr;¡] cil' ingresos pHra el sostenimiento rle I:t Iglesia. I'l'ro estos IkhlTl'S )lcrll'nl'l'l'n r. un orden puramente I'spiritual, y por euusiguienlc d puder telll]Jo!"aleoll1cte un nkui;ldo contra la pl'opil'dad y\;¡ eOlll:il'u, cia al impol1l'r tkrcehos parn sustl'l1er ci eulto, y exigir\os por la fucnm. Si los hOIl1I¡n's rdJ\1s;\1l Co~;(,l' Ú :I\jIll'1 l'ultn ¿h,tlJr{1 justil'in para ohligarks (I !Jill' III ,tl'l'ptc'lI y l'ostl..'ell? Po r eso l'S q lIl'.rl'slll'ris to, a I prl'\T1I iI'\jlll'los :IprIs toles t 01l1C1I la que ~c les ponga por dc1;tlltl..', dil'\..: prc\·j'IJIIl'llte, ('11 l'lwl, <¡uierll eiw!;/(I dUllrI(' I.'lIlr;ín·is [h'r." liS r('cil,ien'lI dC, ~l l'sto l'S domk l'ul'Sl'll \'o{¡llltari:lIIll'JIk rl'l'il,idos. /)1..' tnl sllcrk qlll' l'JI el espí6tll tie este JlrCl'l'plO l'\';lllgColil.'l) n':-;;t1t:lll dos \'I..'nl;nks muy notahles: 1" que los lllillistros dl'! elllto h;rll dI..'Sl'r rl'l'ihido~ por \'Olllllt.ad y no Jlor l'ul'rl.a: qlle las crogaciolll's para su m:tntl'lll'iím sCalll'X!)(IIlUlllcas. Las ohlacÏones \'oll1l1tnrias S01l, )llles. los ÎI1Iicns fondos k~rlti.11l0S de la 19lcsi;¡, Sl'gí\1I d tel'Jllillnlltc precepto de SlI Fundaùo¡', comct! lu (11Il' os IJl/sicJ'Cll 1)111'tld;/1Iic; que qlliere Ikl'ir "no exijáis nada por la fUl'rzn, lTl'iJ¡id lo que \·oluntariaml..'ntl' os c1 ierell. " ~c alegarÚ que l'Il la act lia lidad liad il' lw d,l I'rogaeiUI1l:S \'0luntarías para sostener d culto y sus minist.ros. Pero seme~i1 LA LUZ DEL 33 PUEflLO, jantc alega to cstfi Cil ~ulltnldi~~iÍ>1l ~Oll lus hc~hus, A la n~nlaJ ~lInl1do Sl' trata dl' leYal1t:lr tcmplos y ~e1l1il1al'io~, Il1lc\'cn las erogaciones dc lo~ ticks cn fa vor de Ir igksi:l. l'or otra P[lJ'Ü', \'l~1Il0Sque los con VClltos adquicrcn:' aën:ecn cxtraonlinariallIcll t~ su~ bicllCS ~on s(¡lo las ohlaciolles dc la piedad, sin necesidad dl' rcntas dd Estado (1), J'o: Ít ltimo, todas las sectas S~ sostil'ncn con las rl0l1:leioncs de SllS pros~litos, ¿.Y c(lmo la prcstigiosn Igksia l'atÍllil'a no había dl' subsistir dllllOdal11l'nle ~on Ins liberalidadcs (le sus hijos? La B~lgica, la Suiza, la Am~rica (Id Nort.e, cLc., ofrcccn una pntcl:·a docucnte de la holg'ura eOIl que !lu~de ,'i,'ir la Iglesia scpar;¡da dd Estado, y sin las rentas que dc ~stc proccden. e l' AWrO A I{(~ t::\1 E;\¡,(,O. "0ío le cOllyiellC al Estadu scpn ln l'SC de la Iglesia, porque micl1trn s lIlÚSIibrc fucra 6, ta, adq 1Iiri :ía lIn]HHler t.all to mÚs fuerte, Si ahora, merccd Ú las rdn~iUl1es qUl' existen por la alianza, pucde d Estndo l'ollll'lIcr los :l\':lncc:' dl' 1:1Iglesia, y sil1l'mbargu la telllc, ¿cu(l11Lu JJl:ís kmible Ill' sería !ln ra ~I, si librc dIa de toda represiClIl dl'spk,~ara su inl-lu:l1cin para dominar la sociedad ?" En este sot1"tna se alep:a como prucba en fayor de la alianza pl'cl·isntnenle nql1ello qut' sinT dc fundamento para sostener la ncccsidad (le la sl'paraei(¡Il, Si pUl'S la alianza cs la t'ausa dd prcdominio político dd clero, Itay eontradiedÓn)' ahsurdo en afirmar quc la scp:lrm'i(lll cUl1ducc Ú ese mismo predominio, Healmel1te, si el fuero eclesiÚstico, lajurisdicei(Jtl temporal de la Iglesi:l, I:t inlcn'l'llciCll1 de ésla en I:t Cl1Sci1:lnza !nic:., en la clllisiÍtIl del pcns:ullicnto y l'Il los :ISlIlltos políticus; la fucrza del Estado pucsta:11 sCl'\'icio de los plaues y propÓsitos dl' la curia; si todo esto emalla de la. aliauza, claro es que con la separneiÍln (ksaparcceríaucsos elemcntos <le prcdominio, y quedaría d podcl'cspi¡'itllal dcntro de Sll legítima esfèra, si{-ndole por supuesto imposible innulir 1m dominios del Estado, ni a v:lsallar la socierlarl. 11) t~:t de fino t'uyo lIa.'" L'11ll\"('tltÍlS S<lJJti;t,J.:I), ll1í:ll'JlIIII; produL"to !jlll' l'j dl" que pO~t.·l'T1 flll"lllnas nl'lll.dull'lIl'- 1:1 i\kn:cd .It' \'llllSll"IlYt..' ('ol(·snJcs.. 1111 ~1;1I""11l1~(l !..!"iICl, tlm:illl nH.. ·tJ~tt<ll St.'l'"k(l)a~l'1I aJJ.;lIllv:-o tit' L'IS como ('1 rft' ln f{('('()letn Y l'I"lstosfsifllO tcmplo nf;llll:1dns lJIik:-:, t'te. hnd<.'tulílS de £)()tl1flli- t.Id n¡(is l'l'cilll.!. 34 LA LUZ DEL PL"EBLO. ¿Se teme que los eclesiásticos provoquen una conspiración por mt'dio del fanatisll1o? l'ero en tal caso serían tratanos como sediciosos, y d gohierno sabría escarmentados, 0m.:n:r inrundir minIo al Estado l'on la ameJ1:IUI de !Jill' si se separa de la Igksia corre tin gril ve peligro, es tratarlo cailla (¡ un niùo :.í quien se asusta con duendes ú fantasmas. "La socicdad neccsita prepanlrse por la acclon lenta de los siglos para reeihir nue\'as instituciones, En la marcha de los puehlos l'on\·il'lH': ohsCt'var las kyes de la natunlkzi1., y esperar que Sl' slIl'l:dan gradualmente los m.:ontceimientos, hasta que las rd<>rJl1as lIegt\l.:n á insinuarsc por sí mismas en la opinión de lodos," I1al,lnndo de este so!ismn dice Jeremíns Bentlw.m que tiene una :Ipnricncia plausihle y seductora, porque finge fundarse en el orden; cs tranquilo, padfieo y conciliador, y por lo mismo es el quc !tn tenido m{¡s inlluelleia panl impedir ci progreso de las sociedades 11t1111:lnas. Examinet1\os l·I pn.·sl'ntc argntl1l'tÜo hajo StlS difcn'nks puntm; dl' \'ista, .. La sociedad nl'eesita preparnrse por la acción lenta de los siglus para recibir nuevas instituciones." lIé aquí Ulla proposici(¡n p];¡usih!c CIl la f<)t'Ina y falsa en el fondo. Lü sofístico de t,lia l'ollsistl' l'n confundir los l11edios t'on ci fin, )lucs se pretende s,¡sÍL'ner <JUl'b prcpanll,j()\\ de la sociedad. esto l'S, ci estado de su dl'sarrollo intelectual, cs cl mcdio )lara rccibir IIUc\'as illstituCiOI1CS,sil'lHlll así que éstas son 11IftS l¡icn un 11Iedio )Janl dcsarrollar en la sociedad los gérml'nes de eiyilizaeiÚn y (le progn'so. \' :dg(I1\Ionos de dos cjel11[Jlos para demostrar que los trascendenta!cs cambios que se han operado en los puchlos, las importantes reformas que en ellos se han cfl,ctuado, no son la consecuencia de pn'¡ml'aciÔn alguna. En dl'do, ¿cstU\'o prl'p;¡¡'ado el tI1undo para recibir el erislÍnllisnw, l'sa gran institueióII que ocupa la más hrillante página en la historia de los siglos? Un mundo entregado (t los errores y {\ las superstkiones_del paganismo rei.nante, acostum· LA LUZ DEL I CEBLO. 35 brado Ú reposar tranquilo sob\"l~ la estera de la esclavitud, y tributar culto il las pasiones; Ull mundo tal no pudo jamás hallarse preparado ell I~l\-or (le una religión que vino á proclamar la adoraci(,n de un Dios ignoto, contnl el eulto tJ'ibutado á divinidades conocidas; á levantar templos al Eterno y derrihar los altares de la idolattia; :i enseii:u' la moral mi'ts pura contra los ex\:Csos de la depranl:ión pagana; á consagrar la libertad, la frntemidad, In igunlda(l eontnl el despotisl{lO y la tiranía de los Césares; Ú revindicar, en fin, los derechos de la virtUll contra los vicios entruniz<.dos. Yen prueha de que el mundo no estaba preparado en favor de tan grandiosa reforma, allí eS1:á sobre la cumbre del Gólg-ota el altar de la Cruz, donde fué ~acrificado el Divino Reformador; allí estÚn los llIftrtires del c-istianismo, esos hombres acosados y perseguidos por ci lllurdo-esos hombres quc fueron arrastrados por las calles, vendidos en los mercados, sumergidos l'Il las catacumbas yen las nJinas de la Numidia, entreg-aclos á los hambrientos leones, á los tigres, á las hogueras-csos hombres cuyas carnes eran desgarradas en el garfio, y su sangre eOllsumida por las llamas; a Ii e~tÚ la ulterior incredulidad de los judíos, quienes a(111no crecn que Jesucristo sea el l\Jesías prollldidü. Y ti pesar de qlle no hubo preparación, sino una declarada ITpulsi{JI1, el eristianisnw se abriÔ paso en el mundo para reformar al géncro humano en la série de los siglos. ¿Estaban preparados los pu ;:blos sud-americanos para recibir la rep(lhliea? Unos pueblo:, sumergidos en la ignorancia yen la sen-idumhre, sojuzgados por ci fanatismo que alimentaùa el clero cn 1;lvor de la Ill(lIIanJllía; UIlOS pueblos que acariciaban la cadena de su csel<n'itud, y qlle se glodaban en llamarse sÚbditos de su amo el rey, ese's pueblos 110 podían estar preparados it sacudir Ull yugo cuYP peso é igllominia no conocían. Los m{lrtil'es dc la indepeulcncia, los torrentes de sangre que ella costó, pues no s610 hul:o que luchar contra las fuerzas del rey, sino también contra la opinión de los realistas; las guerras li-atriddas y las constantes /)seilaciones políticas que agitan Ú los l)\\ehlos emancipados; la ahyeceÎ6n con que éstos se prestan á sel' un instrumenta cie mira5 egoistas, y permiten que los tiranuclos trafiquen COll Sll au bJl10mía y con sus derechos; todo esto demuestra que c1mundu ce Colón no estaba preparado á corollnrse con la aureola de la Lbertad. Sin emhargo la repúhli- 36 LA LUZ DEL PUEBLO, ea se estableci() en él, y su ;¡CClOn civilizadora ya removiendo añejas prcocupaciones, arrancando hflbit.os perniciosos, disipando Ins tinicblas dl' la iglloraucia, il1ljlu1s:lI1do, en lin, la socicdacl h:teia ci progreso. l'or manera que las selTiolll'S cid nucvo mundo no l'sta ban prepa rndas por la ci \'ilízaci(,n pli ra la república, sillo qucl-sta Sl' illlplanttl l'Il ellas para eÏ\·iliz;ll"las, Todas las reformas t.iull'n LIna ky, quc cs ci hien, y tarins dlas cst.Ún ligadas rI ulla idl'a fuudaull'lIlal, qtlc es t.:l derecho; y pant hm'l'r d hien y n·:tlizar el derecho no se m'lx'sit.:t quc la sol'Íl'dad esté prcparada .. \1 l'ont.t'll'io l'uanto menos 10 estl-, tanto 111(\Spronto se debc illl)lI;lnt:lr cn ella las reformas saludables, sobreponiéndosc:'1 las dilieultades, y si fuesc ucccsario, scllando CUtl sangrc toda rl'fonu:! que enl'Íl'rrl' el p01'\"l'nir de los pueblos. :'\0 SI' csc:ludalicl'u dl' l'slo I:ts allll:ls l':mdo!'osas. ReCUL'!" dcn que l'l hel'oisnlo y los l'SI111'!'ZUS SU)lITIl10SSOli UUa l'lmdil'i(.u esencial p:lra alcallzar gloriosas l'OIHluist,¡s. I~eeuerde\l quc los llI:írtires dd eristianislIlo hieiero\l flamcar con su sangre d I'St.andarÜ' de la l'nIZ, y qUl' los l\1(1rlin's dl,la indl'pl'ndl'lIcia sud;¡ ml']'ica na l'll;II'hola l'OUcou s,lIlgn' la ha Ildl'nl dl' 1:1 n'pó hl¡l'a, 11,IY \lua ky Sl'l'rcla que pl'l'sidl' las grnndl's l'eforn1;ts dc la humanidad y ~us r{lpidos (ll'o,!.:-n'~os; esa ky l'S la ~allgrc y el 11I:1'-¡ irill, El lrascurso de los si,:,dos, 1:1march:l I(>ntn dl' l:ts COS:IS,no ~'(\lIstitllyenl1l1;¡ ley l'II ,'irllld dl' l;¡ l'twlsl' prl'(J:lrl'l1l:ts 11:tl'ionl'S Ú lTcilJir 1:Is ideas rl'gellcr:llloras, Si así rlll'ra los l'st.ados 11l;'IS antiguos sl'1'Ínll los 11I:"IS :lIkbnt.:ldus en sus illslit.ul'iol1cs; pero no eS cso lo !JUl' sUl'l'dl'. ) lay pueblos de la lIl{lS I'CfIlOt."antigiil'd:ld, l'Oll]O h Esp:tf1:1 de los ¡¡"rhOl1l'S, la l~o\11a Ill' los 1'011tílicl's, dc" sill qlll' :tI tr:I\'':s de los si,t:'los h:ty:tll podido d:lr 1111 paso Cilel Call1illO del progreso; y si hoy 1:t Esp:tf1a de C:tsklar h:1 adoptndo llue"as illslitlleiom's p:lra l'olocarsl' Ú la altura del siglo, 110ha sido l'11"irllld ddl'llrSOl'X!)()l1lÚIIl'(j dl' las cosas sino dl' IllUYgr:lIldes y sostc11idos l'SrnCI'ZOS,los mis1l1os <¡\Il' ncl'l'sita l~ol11:1,1'''1':1 Il'\,,,"tarsl' dl' S\l pWilt'aci{lIl. Por clcontrario, hay puchlos ele rccicnte sobcrnnía é independencia, qut' ,,:di(-tldosl' de lus l'OllOCil1lientos yexpericncins de Ilaciones l\I{¡S"dl'lantadas. n-forman sus ·ycstut.as lcyt's, po1I¡(-11\lotasl'Il :l rlllol1ía con las lll'l't'sid:IlIeS IIt1C"alllcntc crcadas }lOI' la <:Í\'ilizHci(¡n, tA LUZ DÉL PIJE! Lelo Exn.l11int.'mos nhol'a el argunH.'nt.) respecto (I que "en la mareha de los pueblos eon \"iene ohsen'ar las leyes de la na tumleza." Esta es otra proposieiÓn ent' neiada en U1Wforma tan seductora eOl11osofística. El(.'etiyamcnte, prctcndienrlo que los moyimientos de la sociedad se ar'rcgkn:í la naturaleza, se ha dicho que si se siemhra ;Intes lit- til'm )0, se ohtiene una mala cosecha; y qUl' ]Jot' tanto, si Sl' implant:ll] reformas prematuras producirían ellas malos resultados. Si todo en la naturaleza, dicen los anti-reformistas, marcha p:->1'grndos, en la política dehe ohservarse la mismn gradaei(m. Este rnciocinio es faldz, por 'Ille se funda en el t~dso Il1'i11l'ipi()dl' qUl' todo marcha pOI' grados en la naturaleza. B:ljo esta deJlomin:.lei(lI1 se eOll1pl'elllle la uni\"ersalidad de las cosas, es decil, tanto él uni\'erso físico como el uni\"erso moral; pero éste es regido por leyes muy diferentes (I las de aquel. Así l'l dcsen\"oh'imiento gradual y progresi\"o de los gérml'nes que se dcpositan l'n la tierra, exige condieiones de nn tiempo determid:Hio y fijo; micntr:\s qne el desarrollo de un puehlo es m;Ís Ô mcnos neek-rado según la mayor Ó menor cle\'aei(1l1 de sus enalil- alles morales, y segÚn la faeilillad que teng:1 para sacar \"entajns de los deseuh,'imienLos, de las huenas instituejonl's y de!:ts ri'IUC%:JS de otros puchlos, Por Último, el at'gllmcnto que refutamos contiene el falso nserto de que las relormas IIC) CO!1\'i,:ncn sino cuando hayan llegado ii illsinuan;e por sí mismas en la opiniÚn de todos. ¿Sería posihle que se realizase una rcforn.a, () quc sc estahkcieS{' una instituciÓn c\wlquiera, si fuera Jll'ccisll cspcrar que todos los ciudadanc)s la aeeptasen, Íl al menos la mayoría de ellos? ¡Jamás! Si para establecer la repÚblica solJrclas ruinas de la monarquía; la soberanía de la naciÓn contra la del derecho divino; la doet1'ina del sufragio popular cn eontraposiciÚn (I la (le! ahsolutismo, yel1 Chile la tolcnwcin ,'digiosa, crcada por ley intcrpl'etativa del nrtÍl'ulo G.O de la LonstitUl'i(1I1, etc" l'te.; si para todo esto se huhier:1 eSJlcr;ldo c' nsentimiento de todos, 6 dcll11ayor nÚmero, nunca se huhieran ohtcniflo esas reformas. \' al contrario, si ln l11:\yorí:llleeidiese dc las instituciones que sc han de estahleecr, tendríamos en 1m; cst:\llos sud-americanos restablcciwls la inquisicic'lIl y la soheranía del derecho divino. Luego las reform:!s no se efeeLúan en \'il,tuLl del asentimiento de la multitud. Esperar que una g1"Hnde idea se generalice en 38 la muchedumhre para realizada en la ley, seda eon(knar esa idea {¡ una perp~tua estagnaciÍln. El ct"Ístianismo, l'sa instituci(lI1 cstahlecida ('n el mundo parn operar la reforma del g~nero humano,11('('l'sitÚ ck \ln :\lesins y de un apostolado. Asi tam hj~n hay cn J:¡ s nacioncs cnyin(\os (le la l'n)\'idenc:ia, ap(,stoles (leI progreso,:í ql1il'lH'S se hn eneotlH.'nrlado el l'on'cnir de la soeicdad, y quc por consiguiente dehen plantear en ella las reformas necesarias. Es, pues, una ley de ln humanidad, que los puehlos senn guiados por sus altas intelig('ncias; mas no por esas intdigelldas interesadas en sostener ca(lu('as instituciones, sino por aq\lellos talentos que se han consagrado sinceJ"[llllcntc' {¡ la soluci(lI1 de los grandes prohlemas de 1:1 sociedad, y que no tienen más intl'r~s l{lll' estahlecer cn un l>:lis todo cuanto sea conducente al mayor desarrollo de su ci\·ilización. SECCION SEGONDA. Hemos señalado el origen y funesto desarrollo (leI despotismo político y del despotismo religioso, (UC al tra v~s de los siglos \'iencn haciendo la desgrneia del géncro humano; hcmos manifc~Üulo la lucha que mantienen cntn: sí l.nr ejercer un dominio exclusivo y absoluto sobre la sociedad, y la alianza que, Ü pesar de su antagonismo, han celebrado para remachar cadenas al pueblo; hemos puesto (t la vista las ¡:.erniciosas consecuencias de esa alianza, y la necesidad de terlllnarla; hemos, en fin, rcfutado las objeciones que se hacen c(utra la separación de la Iglesia y el Estado. Ahora conviene manifestar quc (sa Iglesia, ligada con el poder tcmporal, es una entidad espÎlrul, que :llIc1azllIcnte se ha arroga/lo los derechos y la represent:u:iím de la Iglesi:l cristiana. Al efedo, designcmos la diferenci;t radical que existe entre la sociedad instituida por Jesucristo, ;' la que en cI seno dc ésta han fundado las pasiones, cs (1ccir, ,:ntre el cristianismo y el ultr:1montanislllo. En seguida echcl1los un;¡ ojeada sohre la ol-ganizacic'lI1 yelmo\'imicnto de la iglesia ultr:llnontana. sobre las distintas faces del fariseismo que la caracteriza, y por último, sobre la impet'iosa necesi(lad <lcrestahlecer, en e1mundo católico, ci saccl'docio cristiano, ('omo un auxiliar para ci desarrollo de la humanidad. CA Pfl'{1LO 1. El Cristianismo y el ultramontanismo, .IestHTisto tnljo al \lIU1\(lo 111\prinl'ipil) rl'gl'lllT:lllor que l'OIltiene fecundos gl=nllenl's de ci \'iliwcitl11, .-'\lIIar:í Dios y al pró. jimo, tal es el gran principio de regencrncitlll hU111alla. Un nmor filial}H1ra l'OIl el )ladre COlllíl1l de todos los homhres, y l'Titre l=stos Ull IlIlltUO :I1l1or rl':llerll:d, l'S cI supn'llIo grado dl' Iwr/¡..el'itl1l :í qUl' puedl' IIq~':I1' la Illllllalli(l:td. El amOI-, ese destello dI' 1:1helll'\'olclll'ia di \'illa sohre la humana creatura; l'SC vínculo sagr:\do por el IItH'111S homhres sc unell Ú Dios y se eslreeh:l11 entn' sí; l'se Sl'lllillliellto puro y suhlimt', h(- :dlí el fUlldallH'lllo (le 1111:1n'li,l!'itlll eel('sti:t1, (¡tH' SI' lit-nomina Cristianismo; de l'sa rcligi(l11 que !lO ejl'rcc \Tllg,I!lZaS, que no pronuncia ¡lila lellla~~; q Ill' 110 j Iltl( 'IIIk \',,Ill( ui, Ll r COll la espada ni IH'ril' C01\ el r:lyo; de l':;:1 n,li,:.:-i"'1lqUl' 1'lh61:1 el pl'rdt'lI de \as injurias y line p1ïll'1a1ll:1 1,1n'jll:I<I" dl' 1:1 1'1 :,ll'lllid:ll] y dl' la p:.1z. Pero ¡ti I:tdo de esa illSlitllcj('1I 11I:llIilil'~;l:tll](,lIte di,'inil, )lues que con la sob elIt1l1l'i:ll'it'll dl' tall suhlillll' dOl'lI-illa rt'\'('la sU di\'inidad, alIado de l'S:1 n,ligi(l\l qUl' \"l'\'il\(lil':lr:t IllS derechos dl' Dios pa r:t COll su pred ¡Ieda lTe:1 t u r:I, Y los dl' los homhres entre sí; que prol'l:llll:tr:l el S:llTifil'io ¡JI' ('ada UIlO rll' ellos en bien rie los dem{¡-;, y 1,ll'jerl'il'¡o dl' la 1':IZ(l\1Y dl' la lilwrtad; al bdo rie l'sa rdigit"fI dl' luz Y dl' :t1llOl' sc h'\':tlltÚ, l'II ICI~ siglos medio!;, una secta CUYll:-;ll1ifl¡~;lrw; n:igielllll COIllO dillses los homennjes (le la humanidad, quisierol1 qlle (oSt:1 Sl' s:lel'iticase ('11:trns del inü'r(.s dl' :tqw']]os, sl1hYl1g:troll ]:1 l'()lH'iclIci:l, pusielooll ll1ordaz:ts:í l:t l'lIlisi{1I1 del Pl'11S:lllIil'lllo, ln':IIlI:ll'OIl cadn]sos:í los pl'l1sadores, Y n'inst:d:trcll1 l'Il d IlIUlll]O el odill, el antagonismo y la disco\"(li:l. Ln nntigué1 constituci{l\1 dl' ]:1 Iglcsi:l lit(. lTcmp]:¡z:ldn COll un sistemn ¡Je tiranía y ¡Je \'as:lll:ljc ul1in'rs:tl, El reh:tllo sc sometiÚ :d despotismo dl' los sacl'rdlltL,s, los s:l('\'nlotcs Sl' hicieron sien"os de los ohispos, y los ohispos a hd il'lI ron sus derechos en manos del pontífice. SCl"\·idumbre y dominaci{¡n, hé 41 LA LUZ Dl~L PUEBLO. aquí las bases de aquella secta, de aquel que se denomina Ultramontlll1ismo. monstruoso sistema II. Después de haber colocado frente fi frentc al cristianismo y al ultramon tanismo, hagamos un rá pdo estud io analítico del uno y del otro. Estando el cristianismo en armonía con la naturaleza del hombre, tiende Ú dcsarn)lIor las ti'll'ult:lllesde éste y rI impulsaI' eI progreso de la IUl111:lnid:ld pot' l1Iedio de estos trcs principios: libertad, tolerancÎll, ¡¡-fi tt'rnidnrl, eond i('iones esenciales para estrechar los lazos de la gran familia hum:1na, y hacer que los puehlos marchen lHWla senda de su destino, Mas el ultramont:lI1isJ1\o. I(ne, para ohtener el l-xito de miras egoistas, se ha puesto en pugna con las leyes de la humanidad, procura reducir los pueblos á un estado de inmovilidad intelectual, y establecer la senidumhre, h intolerancia yel privilegio, que in troduccn la di visiÚn en trI.' loshom hres, y tienden al retroceso, En la religiÓn cristiana resplandel:C' eI sello de la verdaù, porque está en armonía l'Un la ley dl' :)erfectiIJilidad humana. Yen la religiÔn ultramontana resaltn el signo del error, ponlue estÚ en eontr:tllieciÚn con esa ky. "Toda re1igiÚn quc :lhog'a las ideas y petrifica los Jluehlos es t¡lIsa por cuanto cst::i en oposición con el pensamiento de Dios, manilestado en una ley general de la naturaleza. V una religión (PL' es ta \'orable al desarrollo de la inteligencia y á la moralidad de las naciones, es' verdadera por cuanto estfl en nrmonía con esa ley," ha dicho con admirable precisión y exactitud un ilustre pensador e011temponlneo. El cl'istianisl1lo no rehusa el ex:í 11H'11 (Il- ulla severa crítica. Hallándose fundado sobre la ineontrast:lblc base de la venlml, ésta resplandece mucho mru.; con las indagacioncs filosóficas; la humana con\'Îcción cncuentnl mayor solidez, y de este modo la raZón conduce al homhrc rI la te, Pero ci ultramontanismo, cuyas bas2s son tan fi'(tgiles como el error y la mentira en que se apoya, proscribe la filosofía, exige, no sólo la scn'il sumisión deI pensamiento, sino aÍln la 42 t.A Ixt tIEL :t>lÏEtlLO. c0111pleta ahdiellei(111 del r:1eioL'Ïuio. porque tl'111e que SE' descuhra la falsed:1d de sus doetrin:ls; dl' c'st:! suerte la ignoraueia conduel' al homhre al f:Il1:ltisl11o. 1.:1 J"elig-i(111 cristi:ma exige la ahsoluta pre-scimlenei:1 de la Iglesia c'n asuutos tl'lIlpnr:des. y qui¡'re qUl' los que l'sl:ín Ilam:Ldos (l npllcc'lltar, (len c:ic'IIl]llo (le ]Iohrl'¡w, cie ahnegaeiÚn, cil' humildlld. y (le ohl'dieneia :t1 Snher:tllO, :í imitaeiÚn (ll>los apÓstoles y dl' su 1\1 aestro. e ou tra estos priul'i pios eY:l11gC-1 icos. c'l ul tr:11110ntan iS1110 proclama la soheranía tl'IllJlnr:ddcl P:lP:I; preteudl'justitl('nr la a1l1hieiÚu y la eodieia dl'1ekro; quil're la ]I!'l'pIJlH!erauei:1 polítiea dl' la Ig1esi:1, yexige la suhon1iuaei(1ll de los gohil'ruos al pode-r edesi(lstie-o. Ik tal suerte- que mie-ntras Je-sucristo dijo: "mi reino no es de l'ste m1l1H1o," l'! clero urtrall1ontano dice: "mi n~inn ('st:í l'n este lllllwln." El cristianismo funda 1:t santilic:ICi(111 dd ]¡olllll1'C C'lIl'lclIm. p1imielJto cie los precc:ptos t'\':IugC-licos, y franquea las puertas de la hielHI\·entUl'lln7.:1 pre-(licanclo la J¡onclad y la misl'1'il'orc1in di\'iua. :\-1 as 1:1rl'1igiíl11 ultr:lJuou ln u:! l'stn hkc'c' ):1 justilleaeiíl1l (le las :dmas c'uc,l ]I:lsiYO sOllletimiento :d e!l'ro, y C'Ula l'scrupulosa ohsenancia rle las ri lua liel:1l\cs. j'redic:! l:t ira (k Dios. y promcte aplacarla 111ecliante una l'emtt11e-raeí(l11. El que no se humilla cou sl'ryilismll antI' los sacl'nlotl's; l'I quI' no ohsl'rya hipÚlTit:lmelJtI' frí\'olas l'xtcrillricl:lcll's; d !J1Ié' no da clinero Ú los 1l1inist rlls dl'! :11lar p:! 1':1 quI' Iv a hrau 1:ts pllertas de los cielos, ésc 110 se puccle sah'ar segÚn los ultra1l10Ilt:1l10S. SietHlo el fl1nrlan1l'llto ciel l'risti:tnis1l1o l:t all11l'g:teiÔn'y la l'arid:td. no nel'eSiUl p:!ra I'st:lh11'I'crsl' y suhsistir, (1l' a1ianzm; con los soberanos, sino de la sangn' de los l11:1rtírl's. Con el martirio obtu\'o sus primeros triunfos, y el martirio serti siempre su gloriosa aureola en 1:1stll'esi(ll1 cie los siglos. En declo. mÚrtin:s de la rdigi{¡n de Cristo fileron los que derramaron su sangre hajo la l'ul'hill:1 de los ('mperadorcs. y mál'tires ciel cristianismo son t:t1uhil-u los que sufrell I:!s perscel1ciol1es de los ultramontanos por cletènc1er la santa causa del E\'angl:'lioPero el u1tr:l11lOntanisl11o, entregado :í las cosas temporales, ha necesitado sostenerse con alianzas, con influencias políticas, con g-uerr:ts sangrientas, con las hogueras de la inquisición y COll los anatemas. LA LOt l)EL I'lfEBUI 43 El cristianismo, en 1111,es la síntesis de ln sahidud:t, de]a bondad y de la miscrieordi:t de Dins; eon:,agrn el dogm:¡ de la infalibilidad de Jesucristo, y es el rellt:jo d~¡ Espíritu Di\"ino. El ultr:1mont:1nisl11o es la :111títesis dl' la religilll1 cristiana; prodama el dogma de la inl:t1ihilidad rie. papa, y es b personitic:1l'iÚn del espíritu y de \:Is yanid:ldes dl! IIlt1\ldo. Esta secta enemiga de Dios y de 1:1 h.lIl1anidad. es la epidemia, la enfei'medad endémica de los puch.os eristianus. C\I'ITlíL() Orgnnizaciun y movimiento Il. de la Iglesia ultramontana. Sil'lId.) illdispellsahk qUt' blll:1 instill1l'ic'lIl se org-:l\Iit't' l"lllfOrIlIl':l1 ol'.Îd,o '1ll1' SI' propol1e, la iglesia ultralllont:.l11;1 est£¡ org-:lJIiz:III:1 sq~(¡nl'(l11\'ie1ll';í la n:nli1.:11,ic')ll lit>SUSmiras. lIn)" ('n dl;1 UIl puehlo, 1111:1aristoer;ll'i:l y Iln:l nllll1:1rq\lÎa. El priIlItTO SI' eompolll' dI' II)s lides y d )¡:Ijo ekro. La SI'g-Ulld:l de los '1l\t' Il:ll\l:lll digll:lt;lrios, l'OlllO soli los ohispos de dinTsas c:;p(,l'il's, los ('an'-,llig-i)S, los litnl:ll1os 1110\lSt'I-\l)I't'S,IllS pn'brlos domés! ¡l'OS de sU s:llltidad, los nsistl'lltes :II snero solio pontificio, y otros illdiyiduos l'olllkeor:1I1os COll tít \llos de cstI' j:ll'Z. L:t ten:er:\ I'St;', l'epn'sl'lIt:1l1n POI-el Jl:lpa y Sil eOllst:ju de cardl'n:t1t's. El IHH:hlll t;:leerdot:d, {¡ sea la i\l1l11'I1S:1111\lchedumhre de clfrigos y (It- frailes dis('J\lill:lIlns sohrl' la 1:11.de la tierra, \lO SOil los discíplllos de .lt'slll-risto, I'llviados ;í predi":l.- t'! E\':Ingl'lio, sillo los prop;Ig-:1I1ores de dot,trillas u It 1':111]1)11 t :IIHIS. .\sí mislllo, los gr:llldl'S pl'rSOl1;ljes dI' la :Iristoel"rlcia ('elesi;',t;t ie:1 IIrl SOil los :1p(.stoks dt'! ;'11 I'SÎ:IS, si 110l. IS :nlx ¡linn's del jlO\ltí lit'l', cnya gr:llldez:I ll'lI1po¡-;¡J sost iClIl'll, porq\1l' la dl' l':lda UllO de Costos I'S ulla ,'t1I:lIl:lei(l11 di' :lql1l'll:t. Son los s:ltÍ'litt's del :lstro rl'fulgt'lItl' l'olol':It!O I'll I~OIll:l, cuya luz n'1I1~all ('Il el gr:,n lil'ltlanll'lIto \':ltÚlit'o. Fill:l]¡lll'llte, pnr t'llcima dd puehlo y de 1:, aristocracia se l'IlClll'ntra la l'\\Il1hrl' d(' lo suhlime, t'! apogeo de la omnipotencia, el pill:ículo de lodo 11) mnguíJico del mundo. Allí, I'll lo m:ís :tIlo de \a esfi.'r:l l'l'ksi:ístil':I, est:'l \111 :lsl,n) I'spll-ncloJ'()so .q11e se lhm:1 ,~'/':III j)(lI/líJicc, destcll:tndn sohrl' I:ts c'lI-hit:l:-;dcl t¡t'lUPO y di' 1;1l'LlTllid:¡d los rayos (It: S\1 gr:l1l1h-za. :\Ias, no poseyelldo, como l'edro, \as "irtu(ks l'\,:lllg(-lie:ls, no cst:Î SI'I1tado sobre la piedra místiea qut' es el f\llH!:Imcnto (le la Ig-lesia de Dios, l'or l'ollsig'll il'lllc n(l es jdi: dellTistia n iSl11o, sino Ù.: la ~.l'eta \lltr:lnHlI1tan:l. I It- :t1lí 1:1org:llliz:ll'i('lI dl' 1:1iglesia pe.-!i..l't:IIlII'lIk adaptacJ:I ;1 SI1Sfines. Es 1111t:j':l·l'ito cOl11p:ldo y hiI'll disciplinado par:l sostener l:t prepoll(1l'rnncia dI' aquella, í: imprimir su "olnn- L\ J ,rz DEL T'l'EBLO, tad en los destinos dd género humanu. Eay grandes legiones de soldados armados Ú la ligera. prontos:í. yolar por los confines dclmundo ell intl'rés dd proselitisl11o l'atÚlieo. Hay jelt:s que eomhinan lo; planes y dan las Úrdel1l's respecti \'!IS, Y {¡ la l'nbcza tic todos se encuentra un soherano, ':uya yoluntad supn:. ma es la kyabsJluta. J'ero esta 11' ¡Silla organ¡;.:ación tan siilJiamente combinada, ha n'eihido tin :!;olpe mortal, :í l'ollsccuellt'i:l de las COlllplicaeio. neB franco-aklll<tllaS que, h:!jo l:t aparie'1cia de una lucha internacional, son tI eU1\lplimiento de los altos tksignios de la l'ro. yidencia, que prepara los e:ullillOS dd progreso y tic la eiyili- zación. II. Habiend.} examinado rÚpid:ullente la organización de la iglesia ultra'llontana, echemos una o,ieatla sohre el 1lI0yinliento (le ella. Los tres elementos que conslitu.'"':n elmceanistlIo org:ínieo de la ig'lcsi:!, se n1tll'\Tn sislclll:ldnllleJllL', La illllll'lIsa dcrel'Îa trabaja de.ln modo din:do sohn: la Ill:lsa de los pueblos, Las categorías que forman la at'istoeravi:l ecksiÚslÍca, se dirigl'lI fi la parte tH,table Ik la sociedad. eOI1ci objeto de han'!" yakr, en fayor (le ';us planes, la fortulI:l de los ricos yel prcstigio de los podcn sos, I'OtOÚltilllo, •... 1 grail lllOIl:lrl'a busca ~'lI las rcl:!cÎOllcS COI' los sohcrallos Ull apoyo :tI predomillio cdCSÎ:'lStÎCOy Ú 1:\ con\,f:niclleia de cada UIlO dl' los que le est(llI su!Jonlin,ulos, El mo\'imiclItu dcl LTistianis'llo fu0 dc Ulla n.'nladcra expansiÓn, porque se dilat:¡b:l sobrc los int(.'l'l'SeS ciL-la hUlll<.lllidad. i\IIS ci dclultr:llllollt:UlislIl.Ics dl' .cOllCl'lIt.r:il'i,'JIl,porqllc esos mismos Întcresl's dcl g°l-ncro humallo los atr:H: {¡ un centro eOI11ÚIl,'luC es la egoista utilidad dl' seda. El c:istianisl11o, que todo ('S ('al'idad, ck!Jía COllsu ::IlI1oroso lllo\'Ímicnto condtll'ir al mundo por la sellda de su destino, Pero el ultralllontanislllo, que todo ('s :tll1bieit.ll. estorha la acción bi:nhechora de aquél, é impele al mundo Ú los más deplorables desastres. Cuando los ministnJs del S,dltunrio l1egnron ft dCH'aninrse, emprelldieron Ull nJO\'imicnto desastroso para los ))Ilchlos, ,P0rqtle, ahusando de Ulla insbtueiÚn di\'ina, conspiraron 1:011- 46 LA LUZ DEL PUEBLO. tra los derl'dlos dd llOl11hn.. y lo prccipitaron en el abismo de las jlITul·upacioncs. El1l1oYÍllIicnto, pncs, de la ig-lesia ultramontnna está en pcrpdlt:l pngll:lcoII d dI'! cristianismo y <:I de la humanidad. La snhcranÎa Jl0l'lllilr, l'l surrngio ullin.'rsal, la libertad de illlpn:nta, la de cOllcicncia,." toda institm'iÚII Ú que lwn podido H1Tihar las socil'dndcs l'Il su marcha progrcsinl, ha sido atacada y allilÜ'1Jlat izad;! por la ígksiu. Ella Sl' ha l'l'i,L:'idonI jucz dl' la ral.tlll lmra condcllada, y ha pretendido l·OlTl·,:..;-jr .Y castigat· ;í la filosofía, COlllO lo ha l'OI11prohrulo íiltilll;l1llcntc:tI Cn1JdCllilr la pl"oJ!osiciÚn 11 consi¡;nada Cil el Syllahus. Ahora si ('Ch:1I1l0Snna miradn retrnspecti\'a sobre los acontecimientos ljtlC hat'l'lI l'St.rl'lllc('cr ft la historia, preg-Ilntemos: ¿quit:n 11:1 fullllinndo nllatcllIas y I'Crsel'ul'ÍOI1l'S contnl los sahios quc hOllrarulI .:¡ la (·iclll·ja COlisnsdcscubrimientos?-¿Vuién in\,cntÚ lus tortunls, qtlil:nl'lH.:cndíÚ las hogueras para quemar á ttllltas'y t;\11 illl1lllllcrabks \'Ídilllas dl' la inquisiÚn, que tan sólo t'n Scvilla Sl' cakulan 'Tinte lllil?-¿Qlli<'11 <ll1torizó los holTon's de la San Bartololllé ydclas \'íspel'ils Sil'ilial\"s?-¿~2uil-11 santit-icÚ la guclT;¡ de exterminiu contra los Yad('lIscs, los Albigcnscs, lm~ Il usi t:tS, l'tl' ?- ..¿ Uui{-IJ ha cOlJs~lgntdo los fllSil:lIlJiclItos y d destierro por catlsas político-edcsi;Ísticns, l'se pcnnanentc atentadu contra t:l derccho, contra la humanidad y contra lajllst..ieia?-¿Vuit:n? ¡.\h! h~l'sponda la iglesia. Luego al pOllct'se {-sta en sal1g-rienta lucha con ci género hum[\lw ha l'lllprl'nrlido 11111ll0\'illlil'lIt..O de rl'pulsir)J\ y de odio, en 'Ti: de l'lJllcilial'iÚn y de alllor, l'OlllO el dl'! cristianismo, Lu('go J;¡ ;t(..'l'iÚn<J\tc J:¡ iglesi;¡ ult..r;IJllont..an<l ha ejcrcido al través de lns ~l·llcracionl's. sc OpOIlC ;¡] prog-rcso de la humanidad. CA PITULO J e s u cri s t o y los Ill. far i f. e o s. Para dar una idea exacta de los fariseos y fundar ulterio. res obsen'acioncs, copi:¡l1loS el capítulo .'.\XI IT rle Snn l\lateo: "Entonces '/es(ls hahlÚ á la multibld y Ú sus discípulos, diciendo: Sobre fariseos. la cátedra de l\loisés se sentaron los escrihas y los l'las no hngais segtll1 las ohras de :.'lIos: porque dicen y no hacen. 1\tnn cargas pesadas ê insopnrtahl~s, y las ponen sohre los hombros de los homhres, mas ni Utin con su dedo las quieren moyer. \' huecn todas sus obras pOI' ser Vistos de los hombres, y aman los primerus lugares, y las primeras sillas en las smagogas y ser saludados en In plaza, y (¡'H: los homhres los llamen Hnhbi (l\laestro), 1'1as \'osotros 110querais ser lIn mados Habl)i, porque uno solo es \'uestro maestro, y vosutros t.odos sois ll\:nlt:lnus. y ti nadie llaméis p:¡dre VllCSt!'O sohre la tierra: porqne UllO es \'ucstl'o 1'adl'c q lit' l'SU, l·tI los ci'.'ios, No os llaméis lllHl'stro: porque UIlOes vuestro l\laestro. el Cristo. El que es mayor entre \'osotros, ser[¡ vuestro sien'o. Porque el que sc cnsalzarc, s~r(l humillado: yel que se lmmil1;I1T, ser:í l'llsabmdo, :\las ¡ay¡ de vosotros escribal" y fariseos hipÍlerilas que eelTáis el reino de los cielos dcIante cIe los homhrcs! l'm:s ni \'m;otros cntrtlÎs, ni á los que cntnlrÍ:Ln dej(lÎs entrar! ¡Ay de vosotn)s, escrihas ..•.t:11'isl'os hipÍlcritas, que de\'odlÍs las casas de las vimlns, haci'.'ndo largas oraciones: pOI' esto llcvan~is UIljuicío 111(\S1"Îgnroso! ¡Ay de vosotros, escribas y Júriscos hip6eritos, porque rodáis la lI1ar y la 1.ierr~1 por h:lcer un prosélito: y dcspnés de 48 LA LtlZ DEL Pl:'EDLO. h:l h~rl~ h~l'!lO, l~ hacl'is clos \TeeS mfts dil-,'110deI infi~rno quc vosotros! j Ay dl' vosotros, guías l'il'gos, que dcl'Ís:-Todo eI flue jura por d templo, nada es: Illas d qUl' jura por el orn dcl templo, dcudor es! i Nn:ios y l'Íegos! ¿Vué es mayor, el oro, Ó el tcmplo que sanlifil'a :lloro? \' lodo l'J qtll' jum por cI alt;lr, II:Hl:t es: mas l'lHtlquíl't'a que jurare por la ofn'lId:l qUl' l'slft sohrl' él, e1l'udor ('S, i Cil'gO!';! ¿ Cual es mayor: la ofrcnda, Ú el a Ital' que santifica la ofrl'lIda? Aqud, pun;, que jura por el altar, jura por él, y por todo Clt<lllto sohre éll'St:'1. y todo ci que jura por el templo, jura por él. y por ci que 11101';1 l'n {o!. V d que jura Jlor d cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que estft selltado sobre él. i Ay de vosotroS,l'SlTihas y IÚrisl'os hipÍll'rit:ls, que diezm;Î is ln ycrh:¡] IUl'lla, y d l'lIdelo y d l'omino, y ha héis dejado las cosas m;Îs imporlallll's dl' la \toy, 1;1 juslicia y Ja IlIiscrironlia, y la Il-! ¡(~uías ciegos, quc col;íis el Illosquito.r os trag{lis el camelin! í Ay de vo~wtros, esnihns y fa riscos hipócritas, que limpiáis 10 de funa del vaso y dd plato, y por dentro l'st{¡is llenos de rapifla y dl' illllJlIIHlil'ia! j Fat"Ïseo l'Ícgo, limpia IlI'imcro lo illterior del vaso y del plato, IHII':l qUl' sea limpio lo qUl' l'sLí. ;¡fuera! j .\y d(' yosotrm" escrill:¡s y f:ll-iseos hiptJeritas, que sois scIIH:j;¡tlll'S:\ los Sl'P1dl'rOS Itlallqlll';¡dos, qllc pnn'Cl'lI de fuera hl:'1'lIlosos;í lo~ hOlllhrcs, y dentro l'sUíll Ikllos tic huesos de tllltl:l'tos y de toda stlcictl<lcl! Así lambi011 vosotros, cil' fUl'ra os mostr •.íis justos á los homhres; lilas dl'lltro l'st;lis IIcllos de hipoeresía y de iniquidad. i ;\y dl' "llsolrlls, l'Sl'rih<ls y fa1'jsl'os hipÚlTital-i, qtH.'l'dilidíis los sepulcros de los pt'oli:tns, y atlonl:1is los monumentos de los justos! y decís: si hu hi~r:t mos ,'j "ido l'l1 los días de nuestros padres, nohuhiénl11l0ssidosus comp"i1C'!'OS en l;:¡sang-reae los profetas, \' así liáis ll'stilllollio tí \osot ros mismos de que sois hijos de aquellos que mataron (¡ los proli:tas, LA LUZ DEI, PUR3CO. 49 y llenad vosotros In 1l1edidn de Vllcstros padrl's. Scrpicntes, raza de víhoras, ¿cÓmo huiréis del juicio de la Gehenna? Por esto, hé aquí yo envío il vo:;otr08 profetas, sabios }' doctores, y de cllos mataréis y erueillulréis, y de ellos azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguirc~is de ciudad cn ciudad. Para que veng-a sohre \"osotros toda la sangre in()(.'cnte, que se ha ,"ertido sohre la tierra, desde la sangre [le Ahel, cl justo, hasta la sangre [le Zacarías, hjo de Baraquías, al cual mat{lstcis entl"c el templo y el altar. En verdad os digo que todas estas l'osas vendrÚn soure esta gcncraciÚn. Jerusalén, Jerusalén, que matas Jos profetas y apcdreas á aquellos qtlc il tí son en\·iados . Ile aquí que os que(larÚ desierta yuestra casa. l'orque os digo que (lesde ahora no me veréis hasta que digan:-"Ikndito el quc viene en elnoll1hrc del Sciio!"." II. Al habla 1''1esuc1'isto de los fadseo, de aquella época, designa e\,iden Íl'1llt'lIÜ' fi los ministt,os dl' la i¡..:lcsia tlltralllOntana. Compal'llndo los sacerdotcs del ~ancdrín. Ú quicnes cxeer(, y eonden(, J~s(¡s, eon los sacerdotcs ultramontanos de nucstra era, se encuentra una perlèdol identidad. Estos, así CO\1\O aquellos, pOllcn en contradicciÚnlo quedicen con lo quehaccn; echan sobre cl Jlueblo la )lesada carga dl' nna religiÔn exajeradamente a listera, que ellos 110ohsen'an; y al practicar alguna obra buena lo hacen por ser vistos de los hombres, buscando en ellos los aplausos y alakl11zas (Id mundo. Estos, así como aquellos, estÚn dominados dl' la pueril vanidad de ocupar siempre y cn todas partes los primeros llUe5Üls, y de querer ser snludados por pohres -" ricos cnlas calles pílhlicas. ':omatHl0 ojeriza y odio al que no \cs hace sus rendimientos. Estos, así como aqudlos, ticncn un nÎ:nio y exagcrado l'do por las prÚctieas exteriores del culto, y una afición scnil Ú la letra, ,lcsdeiiando el cspíritu del texto; :unan ci proselitismo, y toman las apariencias dl' homhrcs religiosos, mas no ticnen concicncia de los altos deberes q lie a religión imponc. Estos, así como aquellos, se llaman los cle- 50 LA LeZ DEL PVEBLO. giclas del Scñor, y miran á los demÚs como unos miserables puh1icanos. Se detienen cn un pelo respecto del prójimo pero ellos no yw:ilan en tragarse un camello. Yes de not.arse que Jes(ls no se indignó contra los más grandes pecadores, antes con palahras de amol' y de dulzura penlon6 aun (I los que 10 crucificaron; y sólo manifestó Stl indignación, con cxpn:siollcs set1tenciosas y fulminantes, contra la profunlla malicia de los fariseos. III. Si Jesucristo hajam de nue'"o Ú la tierra, ¿que diría yiendo destigurada su clodrilHl, proscritas en su nomhre la raz{J11y la libcrÜlll, y su Iglesia l'on\Trtida en un mercado, (londe los saccnlot.cs txalican hast.a con los sacramentos que í~l instituyó para l.t Sal\"ilci{lIl ciel género humano? Se incligllada contra los Ilueyos fariseos, como se indignó contra los de la antigua Icy. Los arrojada del templo y les aJ>ostt'ofaría diciendo: ¡Nccios.1' ciegos.' Cuando descendí del trono de mi Padre á rcdimir al hombre, nu ,oillc Ú suprimir l'Il éste la libertad y la nlZl1ll que recibil) del Eterno, sillo Ú rehabilitar el ejercicio de estas dus ti:H:ultades que, como dos soles, están tijas en el horizonte del IIl11ndo 111Or:1I,derramando sohre éste la luz y la yidn. ¡.'1.'0 de l°osotro.'i, doctores de 1[1ley, que cargáis tí lus humlJrcs COli C:l1g:IS f/tlC 110 ptlcdcn lIe'°<Ír, y \'usotros ni afÍn COll UllO dc rllCstros dedos loc,í is las C:lrg•. 1S (1) ¡XO ,-ine á imponer á la humanidad una rcligi{¡n quc no pttrliera sobrellenlt", pues "mi yugo l'S sua vc y le\"l' mi carga." i ()/1 /-icTlerm:ióTl iTlfiel.'" pcrn'rstl, Llue habéis condenado Ú los eternos torlllCIl t.os {¡ tollos los que adoran á Dios cn ritos diferentes! {\o "ine r¡ proclamar un ritualisl110 de exdusión é intolerancia. Et \ inigénito dd Padre "ino para que todo el que créc ell í~lno perezca, sino que tenga "ida etenIa (2). Vine rI enseñar que no son justos los que tienen la ley en los labios, sino los que la tienen escrita en su corazÓn, y la cumplen, amando á Dios y á los hombres, aunque éstos sean griegos, judíos ó romanos, ó tengan distintas creencias. ll) S. (2) s. J11an. L\\('[\':'., I...."p. X 0"1'. III. tt v. ·1·t;' \'0 15. LA LCZ DEL P1]EDLO. 51 ¡Fariseos hipócritas, quejuzgáis á vuestros prÓjimos y les cerráis el reino de los cielos con vue,tras egoistas y aterrantes doctrinas! No vine á juzgar á los tombres, sino á redimidos y dar á todos, con la redención, derecho {l la bienaventuranza, "Porque no en\"Í{¡Dios su hijo allwllldo para juzgar al mundo. sino panl que el mundo se salve pOI (~I"(1). ¡Serpientes, nLZEl de l'íbonLs! 1\0 vine á fundar una religiÓn en ellYo nombl'e arranquéis ay':s Ú la humanidad, arrojando á las hOg"lIeras Ú los que no piensan como vosotros, persiguiendo cruelmcnte Ú los que no aprueban vuestros errOl'es, ó no soportan \'uestro despotismo, y negando Ú los que os contradicen hasta el reposo de sus mueJ'tos. Vine á inculcar en el corazÓn dc los homhres la concordia y la fi'aternidad, porque mi n:ligiÓn es de amor, de paz y de eonsuclo. Por eso "ci que no ama estÚ en la muerte; y cualquiera que aborrece Ú Sll hermano, eS 110111ieilla, y ningÍln homicida tiene vida eterna" (2), i i\y dc I'wwtros, ¡¿¡riscos l¡ipt'>cr,:t;¡s, que, aparentando moti\'l)s de religi(m, alimcntÚis una ambiciÔn sin Hmites. 1'\0vine Ú estahleeer dogmas que sirvan de base al orgullo y predominio de los sacenlotes, ni Ú instituir para ellos un reino temporal. Vine ií fllndar un reino que no es de este mundo. l\[as, vosotros, llcsdelIando mi <-:jemploy mi doctrina, os habéis dejado tentar por ci demonio, y postrmhs la hahéis adorado, porq\le os ofreeiÚ el Jloder y la gloria (le los reinos de la tierra. i /1.1' de I'osotrus, Üll'Íseos hipócritas, que rodáis la mllr y la ticI'm JJur ¡wecr prosé]itos, porque lleeesitáis de auxiliares que apoyen vuestros planes cie domina;:ión. Y después de hacer prosélitos los I¡;¡céis diKnos del inficJ'/lO, porquc no buscÚis coraZones purus que, teniendo por gtÚI el Evangelio, vivan haciendo el hien y estén prontos á sacrifiearsc por ci prójimo, ill,1itando mi ejl'mplo; sino qlle buscáis fanáticos y cómplices que o~ traigan ci sufrag-io de los puehlos, Ú el apoyo cielos gohiernos, y os ayuoen á escalar los reinos de este mundo. ¡Ay de \'osolros, guíus ciegos, qlle ingresáis al saccrdocio, nÔ por amo)" al templo ni al altar, siuo al oro del templo y á la ofrenda del altar; y "habéis eOfi\'crtido mi casa cie adoración en cueva de ladrones" cxigiendc ofrendas pecuniarias pa- un 11) S, Juan, l'al', II l, \', 17, (2) El" 1," rid al'(,stùl S, Juan, (3) ~,l\latco, cap, X \, y, 1ï, cap, Ill. v\', H y 1:;. 52 LA U'Z DEL Pt'EOLO. ra S:Ll'ar almas dt'! purgatorio, para que e1niiio entre, por medio del hautismo, ~íJ:¡ Iglesi:l ele Jesucristo, para que el homhre forme, por el ma trimollio, ulla familia legítima, y, cn tin, hasta p:lnl qm' los 11lul1:lllos restos reposen en la tumha! No "illL';í IcY:lnl:lr tl'll1plos y alt;.IITS dOIHk Sl' l'nriquezl'<lll y di\,inicen los miuistros lk ln rdigiÚll. \"i\le rI edinl':lr un templo en ci cornzÚu hUUJ;11W, pnra que l'II loi ofrc%eall los hO!llbres ri la Di\'jnidad el holocélusto ele adorrtci(¡n y de [111101". ¡¡'(Iriscos hj/)(ícrjln:,! Ik "osot.J'os pnlfdiz() Tsaís, ('01110 l'stÚ l'sl'rito:-"Estl' puehlo l'OIl los lahios 111Chonra; mas su cOl'az{l11 l'sUi ll':jos de mí." ;\0 ,,¡Ill' rI estahlecer un ('ulto dl' f/')rlllltlns I..'stloriles, "po1"l\ue siendo lJios espíritu, es menester que aqul'llos qUl' le adot':llI, le adoren t'Il espíritu yen Ycrdad" (1). i ,1.1' ¡f£, !'()s()t rus, Û,risc:os IJij)(Jcritus, (jl/L' r!cI'ornis Ins C:/.'';¡¡S de Ins I·iu,!..,s, /ln'lesL:w,!o hl/g:ls oraciotles, y que I..'rnpleais gralldes el1:did:l\ks de pm'ielleia, de (,OIlÜ'll1lJ(lrizaei(l11, de sagac¡(lwl y L'studio dell'oraz(lIl humano, ;í till de agnH1al' ft :Lquelias y l':lllli\"nrl:ls, U{) p:l¡'a illsfJir:Lrks sentimientos l"':lngloli('os, sillo 1':lra ohtener don:tl'iolles y ohsequios! ;\0 yine et ufrl'ceros ];\s JJ:lyes de los ciclos p:lra que :lhr{lis los conlzones y ex t rai,~~:'lis riqtll'Z; IS ll.'l 1\\llll':des, \"inL' Ú ellsl'iia r el <lesprendillli(,lIto y ];¡ alJ\JI',~al'i(¡lI, ]I:\ra que sir"iéndoos dl' l'sas virt.udes en la t.iUT: l, l'()lll[ ti is lC-is l'lI ci ciclo riq Ul'zas it11perccederas. ; j'':¡riscos cicgos, (jllC :I111:íi.~' los lJrimeros fJucstos y que gust(lis ~lIIdLtr COll rop;¡s t:dares, para !Jue las gL'ntcs os saluden rl'spetuosamcnte concpÍtetos de dignidad it hOllor, y os dt-nlos pri\l1eros HsiclltllS! (:..!) ;\0 "ille ;'lexa!taros :lntl' e111111ndo l'on di"is;1 :dgutl:l, ni Clll1 ";\110S títulos (le S:illtísirllOS. cmir/clItí:<;iJI/os, il/lst /'Ísilllos, n' l'('rc/IIlísilllos, 11//IIISL'/ÎO[,CS y o t ros pO\l1posos dictados quc illlJirillll'lll'1l ,'uest.ra fn:nt.c la aureola del orgullo, ,.....,·L'fJ1tlcr()s /Jl:IIU/LJC¡¡r!us, que os ellgalan:.'iis eon relueÏentes llr.nallll'nllls, lIL'Y:lndo \'llest.ra vanidnd l];lsta d santu:1ri()~ ;\0 "inL' :í Ol'up;¡r111e (le los ;ulornos de vuestro cuerpo, ni (le las distineionl's y prl'emincneias con que qucréis deslumbrar tt los hOlllhn:s y hacer que os l'l'l'an de una raZa pri dlegiada, como los sacerdotes paganos del Egipto, \ïnc Ú inculcar la humilclad, quc l'S 1:1JllÚS brillant.e di"isa de las almas virt.uosas, y la III ~ . t:!) ~. LtII.:HS, .IU;tIl. l,.'np. L \', t'H] l. Yo:..! X X, L Y. I·G. LA LtJi nEL PUEBLO. 53 más alta pn.·el11in~neia de los qu~, lI~nos del espíritu (le Dios, dcspl'c~ian las \'anidades de la tierra. l'or eso os dijc:-" El Cjue sc cxaltnre sertI humillado,)' clquc sc hunilbr~ sení exaltado," i :1.'" rie \"(>solros, /t/riscos hiprJcrilfls, (/"C rie Jiu'nl os mostrâisjustos Ú los hombres, con genuflexiones, golpcs de pecho, ayunos, cjercieios cspirituales y otras (').teriorida(1cs, m:iS por denlro cst:íis l1cnos rlc inÙ/uirlfld, porquc {n1t:íis:í lnjustiein.:í in miscricordin ,I' :í In cnrÙ!:ul! i Ile nr¡/Jí (IIIC IllIcdnní dcsicrtn nu:sf.rn ens:/, porque los principios que proelal11(¡ is son contrarie s fi. los que .Yo he proclamado; ponJllC os habéis puesto com(· piedra de choqnc cn medio dcle:1mino por dondc pasa el carr:.> tl'iunfal del progreso humano; porque sÚlo vuestra presencia en lns naciones anuncia una eOllst:lIlte lucha cntrc cI CSpíl'ítll del E\'angclio, quc quicl'e desarrollarse por completo en e" sellO de la humanidad cristiana, y \'ucstt·o cspí ri tu de cuerpo, CIne sc opone con flle1J~a de inercia :í cst' desarrollo; porque los mcdíos !Jill' c111plcais,'y 1:1Sinstitueioncs quc fUlldtlis para llenll' ([ caho \'ucstra o]¡I'[l, pugnan con la Icy de mi Padre, impresa '~nla naturaleza h\lmana, y con la ()o('trina que os he ellscliacl, I; por<¡ne \,llcsÜa :unhici(m os ha eq;ado hasta elextrcmo (h- procl:llllar, como medio é instrumento de dOl11inaci{¡n, la infalihilidad (le nn ser <¡tIC, COI11Otodos los (1cm:ís de sn especie, cst{ snjeto (¡ Ins i'alel1l.'ins . dl'!:t hlll1l:lni(lnd y al influjo <le !:ts p:u;iol1cs, Todo esto lWl'e qnc mis o\'<-:ias dcsc()nOZe~ln \'ucstra \'cz ¡oh ciegos fa riscos! y que se dispcrsell lXII':1 no \'oh'er al apriseo, micntras 110oi;.:-all la voz del \'cnl:lllero pastor, <¡IlClas :.lITC y dé l:! \'ida por elhs; y entonees did n:-" Bcndito el que \'icne '~ncI nom bre del Selini'." CAPITULO Los fariseos l\'. y el pueblo. Ilahiéndose lig-ftdo la hipocJ'esía del farisl'o con la astucia del político para dominar (\ los pueblos, convielle n'petir:Î (-stas cl alcrta que les dit) .TeSttS, dieiéndoles:-"( ~uanlaos de los falsos profl,tas que vienen (\ vosotros con vestido de on'ja y por dentro son lobos rapaces. l'or sus fnttos los conOl'l'r(-is. ¿,\C:lSO se cog-en u,'as de Ins espinns Íl hig-os de las zar7.:ls? Así, tOllo (¡rhol buello produce huenos frutos: y d mal :írhllllh'v:! malos frutos. No puede el :í.rhol bueno llenlt' malos ¡j·utos, IIi el firholl11alo llevar huenos frutos." (1) Ahora bien: si el firbol malo no puedc producir bucnos frutos, claro l'S que aquel en cuya savi:t se cncm'ntr:! odio, amhiCi(1I1,orgullo y otras malas pasionl's, no puede dar frutos eJe amor, (le abncgaci6n, (le humildad y dl'mrls vit,tudes, puesto que no se cosechan uvas (Id espino ni se recogen higos (J¡o la znrZa. ElI{cdcntor conociÓ quc hahía de llegar In épm'a l'n que, comhinando vastos planes (le ¡}ol11inaeiÚn, y conspirando COIItra el espíritu de su doctrina. saldría una generaciÚn cie solistas 'lue SOIl)renderÍ<ln la pi:Hlosa credulidad cil' los puehlos. Y para que podamos librarnosdc sus asechanzas lJuiso quc los l'Onociér:unos por los hechos, eliciéndonos:-" l'or sus fru tos los conoceréis." Luego no los caracteriza los l)()ml)()sos l1'lI11hn's que toman de ministros dc! .\ Jt i.-:ill1(), inlér/wcles de!:¡ \'(J!twtE/el dj¡'ilJ[l, I11cr!Ù/llcros I'l1lre c/ cic/tI Y !:I lÍerrn, ete., ni mucho menos el traje que ,'isten, sino ]o~ hechos que pradican. Estos son la piedra de toque en que se ks ha dl' poner {¡ prucha. l'or manera que, cuando veamos alguna vcz hom hrcs desprendi(los (ll- las cosas del mundo, mansos, hené"olos, lIl'nos de caridad hasta COllsus encmigos; en tllJ:l p:t1alJl"a, cuando vcamas maestros que enseikn con el ejemplo la dodrina cle] E\":II1gdio, diremos qtle son venl:\I1cros :I})('lstoks <Iell'ristianismo, cualquiera que sea el puesto que oeupcn ,-,el tt'aie que ]k~,'ell en la sociedad. Mas, cuando ,'camas sacenlotesqut' trabajan por (1) S. ).Jateo. cap. VII. ,'\'. 15. 16. 17 Y 18. LA LUZ DEL PUEI LO. 55 afianzar su predominio; que predican docb'inascontrarias á la voluntad de Dios, manifestada en la t1aturalcza del hombre y en la palabra del Mesías; cuando vcamos, en fin, que aquellos que ofrecen sobre los altares la vícti:n<t de propjcia,.:j(m y de amor, ejercen crueled preseeueiones, y lIe\"lltl el furor, la \'cnganza y la diseordia hasta los confines del mundo, aparentando celo por la causa de Dios, entonces din~mos que semejantes profetas son unos verdaderos fariseos. II. Va sabemos, pues, segÚn el Evangelio lJue por los buenos frutos se ha de conocer á los el1\'iados ,Je Jesucl·jsto, y no por la corona, la sotana ó cerquillo, ni por la mitra, Ó el oficio de poblar el aire con bendiciones, ni porque ayunen fi vista de los hombres para llenarse á solas, ni porque se postrcn de rodillas delante de las gentes en adem{lll de or;tr, ni porque tengan la costumbre de santiguarse, ni porque caela día, tomanclo el breviario, digan en latín :-.1bríd, SeIior, mis l:zbios pura bendecir tu santo nombre. Hay en los falsos profetas seilalc:; muy marcadas que los caI·acterizan. J eneralmente son reservados y sagaces. Ilablan un lenguaje santurrón. Su devoción consiste en un conjunto de prácticas estériles, y su piedad en la g-azmoikría. All'dan en sus ojos una modesta gravedad, en sus labios la sonrisa de la mansedumbre, en Sil semblante el candor de la drtud, yen toda su actitud personal una respetuosa compostura. Estas apariencias eonstituyen la piel de cOl·d'~ro. Pero cuando se les examina por c1c~ntrose descuhre en ellos un alma ntcía de caridad, y llena de m'tIns instintos; un corazón incapaz de compadecer los ajenos lluti'imientos, y de practicar el bien con 110ble y desinteresada yoluntad. Son espíritus egoístas que se encuentran felices y contentos en medio de los que lloran sus dolores. Son almas crueles qne sin piedad sacrifican víctimas en aras de su venganza. El aparente desprendimiento, la afectada modestia, el tingido ascetismo, todo no es más que la maña y mónita del lobo para seducir á las sencillas ovejas y devoradas. 56 LA J.l!Z DEL PUEBLO. I II. HU\':llnos de todos aquellos que no son pastores, SillO impostor~s, IIuynmos de esos blsos prolt>tas que presumen moralizar fi los puehlos, cuando sÍllo pretenden csta h1ccer una doctrina quc autoricc SIlS exijencias, y sancione Sil c1o\1linaciÍln. Ya es t.il'mpo Ill- que las gl'tÜes rompan d \'('10 de hs preocupaciones para n~r quc no son higos ni l1\'aS los li'lltosque pl'Oducen los espinos y las zarzas, i Oh puchlos, ahrid los ojos, y deeid la que ,,{-is ell los que pretenden scr vuestros maestros! ¿ Cu:íles son sus hechos, l'uf¡les los frutos que ellos llrodm'en ? Vcmos, rcspondell los puehlos, lJlle los ohispos y ckm:ís dC-rigos combinan planes políticos en hicn genentl cI,·1ultral1lontanismo y cn particubr (lc carla uno cleellos, Vemos que S(' Jigall con los fuertes, que adulan á los ricos, y clespn'cinn:í los pohres, Vemos quc 1:t ayirieia ciel clero ultramontano ha ('on\'erticlo la n'li,l.!;i(1Ilcn una plaza de 11ICI'C:ldo,(londe sc \'cndc l:t santilic:ll'i"lIl delnsalm:1s,y clonclese cspeellla con l:t superstici()J1 y l'1 f:lI1atismo. \'emo!, que los ohispos a hanclon:1I1 su misi('!1 espiritu:tl cie ahnegaciÚn y de p:lZ, y Sl' cntn'g:1n :í las l)()rr:lsl';¡S dl' 1:1politien, (l fin ell' soste!1er ln pn'IHl1l11er:lI1cia ciel dero, ont eldl.'ndicn(10 los gohiernos que con\'icnen rl las miras temporales de la iglesia, onl l:tnznnclopastont!l'SSl1hn'l'si\':¡s y sangTie!1tas p:lnl dcrroc:u' al soherallo quc 'lllisiere pOller (l raya !:ts pretcllsioncs clericales. Vemos quc cn l101l1hn' de l:t fe se ensancha d domi. nio cil' Ins pn'ocllp:teiol1cs, y Sl' cstn'clw c1 (le la n'nl:llllTisti:lnn. Vemos que las mauos unji(1:ts1e\'antanca!lalsos rl la raz{lIl y fnhricnn cadcnas p:lnl la lihert:1l1. Vel1los lJue los s:Il'I.Tdoles afilan StlS arlllas, con la sonrisa ell los labios y la hie1I.'\1 e1eoraz(m y que tienden toda da!'c de ee1ndas y nsccha\1zns contra los homhres n'ctos í: ilustrados que rcehazan susdoctrinns. Vel1los austeridades ascéticas, igno1"atwia, 1:I11:1tismo y corrupciÓn. Vemus á la socil.~dad :Izotnda }lorUll dilu"io de erron~s y sofismas, en que se ahoga la "ida de la conciencia, y nuufi'ugnn LA LUZ bEL l'tlEllLa. 57 los dercehos del puehlo. Vemos fille el plan s:¡ [:í nico de una domilwci(m 11nin'rsal ha hecho q11e el saeen !ocio ultrn Illon tano snerifiiquc Ú sus miras las liberta<1c~; y principios COIHluistados por la ci\'iliZ:Il'iÚn. Vemos que los l:itulados ministros del que proclamÓ la pCt-fectihiliead del homhre, la combaten, y erigen en nogma la infalibilidad pontifícin, para suhyugar la mZ(lI1, é impedir el des:lrrollo nrmÓnico de las facultades hun1:lnas, quc es en lo quc cunsiste toclo progre:,o; todo pcrfi:cciol1:lmicnto. VCIllOS, Cil fin que la iglesia ha urjido ii los dL'spotns, consagrando su pretcndida autoridad de derecho di\'ino, y que el báculo dc los obispos es el apoyo de los tiranos. j Oh puehlos, dccid ahorn la que oís en los púlpitos! Oímos, respondcn toelos, le\'antar un:1 YOz de trueno para :l11utll'i:\I' (I till Dios illlJlhcahk, y s\l1l1er,~ir L'Il ten-ibcs suplicios á la raza de Ad:'II1, como si ésta hub cra salido dc las manos del Omnipotente para set' cntregada (n l:1s gnrras del demonio. Oímos maldicioncs, eondenaciÍ>n, bl:.udcmias; y que la c(llera di"ina serpcnten sohre In eahcza dc lo:' ll1ortales, y los arr:lstra fi los infiernos, por clmcro hecho de no aCL'lltar los :lhusos del rOIl1Hnismo. Oímos doctrinas que ,:stnbkeen rigurosos cast1gos.\' una eternn \'cng:1nza )lO!" I1wti\'os ]111rnmcnte de scctn, doctrinns quc contr:lIlieen al mislllc Cristo; doctrinas quc l'St:ín contrn ln~ tres ,,¡rtulles fundn mcn ta lcs del cristianismo, porque (!L-hilitnn la le, :tlejall la espcra\1z:\ y alloj:1l11()s lnzos de la cn rid ad, inspirand o 11n ma I cn tend ido tcrror h(lcia Dios, en \'cZ de CIlSel1al' Ú amaril' por su bondad, {¡ creer y esperar en su misericordia. ¿ QlJí~ ~lAS? Oimos lanzar nnntcmns contra ü,do pcnsndor, y cntregar/e, con el npoc1o de mns(l11, alludihrio (le los fan:íticos, nI odio (le los ultramontanos, y aun :í la c11chil!:t de los asesinos. (1) Oímos fulmin:tn:xeol11uniolleseontl'nclqllc,:lIistado cn las filas dc la 1il)L'rtad y desdc la tribuna parl:llllcntaria, ha descorrido el \"(:10 y puesto (. la espectaci(m pílblica las miras egoístas, las (t) A la VOl de i tnt/ernll ln!' l1JtJ8()11t.!S.' fucron lll'lIL'hil1adns cn la n:'pÍ1htica Arjentina; y t'Il J\lé.iien :-:;tH't.°f.!i(·,ln mbfl1ú, con motÎ\'o de la proJllulgaci611 de la ley sobre ma· ".trinl0nio civil, que hoy se halla vigente. 58 LA LUZ DEL PUEBLO. dodricnas antisociaks del ultramontanismo. Oímos discursos llenos de pasi(lll y de 1\11'01',sin una sola idea g-ranc1c y gcnenlsa, sin ningún s('ntimicnto humanitario. Oímos ensalzar las prcrrogatinls del Papa, su omnipotencia y soheranía, las inmunidades y priyilcgios cid elero. Oímos, en fin, hacer la apoteÚsis ciel sac('nlocio, y someter {¡ su fallo inÜdihle la S1lerte de los pueblos, y hasta las k-yes inmuÜtbk's de la natumleza. Esto es es lo que "cmos y oímos, (liceo los pueblos, pero nada que coo(luzcn fi estn hlecere1 reino del E"angc1io, ni fi reformar las costumbres, ni fI conciliar los inh'n'ses cie la sociedad Call los de la mora I y de la religión. CAPITULO V. Prácticas de los fariseos y sus consecuencias. Lns exterioridades religiosas que observnn los fa riscos, tienen por objeto cnptarse la confi~nza y veneraciÓn de las gentes, para dominarlas y hacerlas servir ti sus miras. Con tal propÔsito asocian al puehlo il esas prftcticas de estéril devociÔn, á fin de esta hlecer entre éste y el clero una mística relaciÓn, que sirva de punto de apoyo ii sus dcsig-nios. De aquí pro\·iene el penlurahk affl11oe atraer il los fieles al ejercicio de un exagerado misticismo, por el que, aparentando ponedos en comunicaci(m con Dios, se ponen los ec1esi{¡sticos en contacto con las conciencias, para sojuzgarlas. En prueba de que las prácticas de falsa dC\'oción no son un medio para santificar las almas, sino un arbitrio para rcalizar un plan de dominaci6n, ohsérvese que las personas estrictas en el cumplimiento de aquellas pr{lctil'as, son las que menos dotadas se hallan de virtudes c'·:Ul¡:{éli(~as. Les falta ta humildad, la tolerancia y la caridad para con el prÓjimo, y les sobra el espíritu de envidia. de odio y de murmuraciÓn. Ln conducta y tn doctrina muy perniciosas consecuencias de los fariseos han cont'-a ta rc1igi{¡n. producido A la verdad, observ6 el puehto quc los quc se titulan sus pastores son escl'upulosos respecto il las fórmulas, pero que no practican la caridad ni la justicia, y dedujo que la religión no es más que un conjunto de ceremonias, que no conducen fi la moralizaciÓn de las costumbres ni á la santificación de las al- mns. Observ6 cI pueblo que el desaI-rolto del pensamiento }' el ejercicio de la libertad son combatidos por los ministros de la religión, y dedujo que ésta es la. causa de la abyección y de la ignorancia en que él se encuentra. Observ6 el pueblo f)ue tos que predican la pobreza esquilman á los fieles con insaciable codicia. y dedujo que la religión tiende fi la opulencia del clero y al empobrecimiento de las ma- sas. Observ6 el pueblo que los que debt,u ser abnegados, se dejan 60 anastral" de ulla :llllhiei(Jt1 sin límitl:s, y <kdujo que la rdigi{m es ]lnra ('Il:tltCl'I'I' ti lo~ edl'sitlsti~'os y soju7.g:tr:í las IHl<'ÎOIlCS, ()]¡se1'\'() el 1111l'111o qm' d renl'or ha ('stahlecido su imperio l'Il el cor:tl.¡'l11del snccrdott,; que {-ste ha lweho dl' sus lahios un instrUIlH'llto clilttm:ltorio; que l:l~ detracl'iolles \'L'I,tid:tS )lor hol'as s:lgrndas sc s:u1iifil':t1l CI1 nomhrc dl' la religi(¡ll, y dedujo que' (-SUL es UI1 tl'gido de contra<lil'eiones y ahsunlos, puesto que ~us ministros Il- atrihuyen J:¡ "irtud de hal'('I' que CI1dIos sea huello lo ql\e cs csenei:¡)ml'll tl' m:do en los dem:ís. ()hsc1'\'() el pu!'hlo que, en la lucha de los Jlnrtidos, en el comhn te de bs pnsione's Jlolítieas, ('1 ckro tiel1e la t;íctiea de ponerse al bdo (IP los que trit1lll:1n, y de justiflear la \'i('toria ('1)11 P:llH'g-íril'os y Te /)('1/111; y Ikdujo que In religiÚn est:lhkl'l' la justieia ('Il el tt'iuull) y nd:Ullil el (ll'rccho dd lIl;Ís rllertl'. (>hse1'\'(), cn lill, <tUl'los favorecidos por la fortulla rel'ihen <le los l'desi:ístieos hOllon's y ae:ltnllJiento desde In ellll:l hasta la tumha; qut' l'Il el hautislllo de UIl pequeÏlo Creso, SI' ilumina el tl'1l1Jllo, se adorna COll mngnilicelleia la piln hautismal, y cstalla el (¡rgano sus armonÍ:ts; que la iglesia a11l1l1l'Ïa SOIl'IllIl('llH'nk la munte de los :Il'mldalados, COll el fí1l1ehlT tar,ido de Ins c:Ullpnnas, d callto 1l1ortuorio de los sacerdotes, los suntuosos eataf:deos y las hllTati\':ls llliS:1Sde cw,:rpo prl'sl'llk; y de(lujo d puchlo quc In s:dnleiÚll IlO depende tanto de las "¡l'tulll's del homl>rl'. l'O1ll0 de las l'unntiosas lihernlidndes quI' {-ste }l\ll'dc ofrL'l'er:í la igksin, y <¡lIl' por cOllsiguil'nte la etl'rna biella \'l'n t 1InI 11Z~l Sl' e01l1pra ri peso dl' oro. y pal'a ci completo desen:dito de la rc1igi{ll1. los ultnltl1011tanos l'nsclr:\ll que db y sus ministros son una misma ('OS:I; y quI' los que reclwzan las pretensiones dd clero SI' dcc1mjlll l'nl'111¡,~OS de :"lucll:i , Lo jlcnlieioso de csta IIlIl'trin:1 eOllsiste en CJUl',si hny identidad l'litre los s:lcenlotes y hl n:lígiÚIl, ci puehlo (\ellUl'l' <¡lie ésta IlO es hU(,lla, "iel1elo que nqucllos son la ycn la(kr:1 digie (k los fa rise'os (I qujP11l'Sanatctnntil.6 Jesucristo, 61 LA Ll.!Z DEL pnmLO. II. Las obseryaeiuncs dd pucblo son vcnladeras aunquc sus deduct:iones scan falsas. l'cm la l(¡gica del crmr tiene tamhién sus leyes. El<.'ctiv[llllcllte, si para dominar nI pucl)lo sc le II" IIclI"do de preocnpaciones y elTores, sus (1educ<:Ïolll'S dehen scr ClTÚnens. IJ)gico es que de las tiniehlas ck la igI10n1ncia, Cll I)Ue los lluevos fariseos han sumergido al puehlo, no s:tl.~'a la verdael, y que el crror cn la premisa proclu%ca en"ores en la conelusiÓn. La conducta f"risaic:l del cIcn) lIa scntndo csa prcllliHa, y el puchlo lw sacndo dc l'lIas sus co 1dusioncs; y de conSCCUI'neia cn consecllencia h:l dcducido, l'n ddiniti\'a, qtll~ la religi{JIl no cs m:h; 1\\1\.' un fantasma alcIT:lclc,r de que sc sin'l'lI los fnriseos para dOlllinnr los espíritus, lIen.índolos de IJlTocupacioncs y micdos de ultr:ltuIIIIHl, eonlln fin t.cmpontl Y:I c:lkuludo, ¿ \' (l quién culpar de esas fatales dcducciollcs? ¿Al pucIllo, que ju%g'a por lo quc vc, (¡ (L los saccrdotes, qllc no hnccn vcr, con s(¡lidas \"irtlldl.'s, la vcrdnd, la I)elkz.a y suhlimidad dc la relig-ión? Esta ha reeihido, pllCS, ch: los (ariseos males elc funcsta trascendencia. Y pal<l con\'l'n\.'l.'rSl' dcfll1iti\'alllcntc de esta ycrdad, \'é:lSl' b deplorable situHciÚn \I1oral dd 1l11111C!O. ¿!.!Ul- hay Cil esa situaeiÚn ercada por ellos? lncrc(lulidad y l'goismo, l's:ts dos llagas quc eOITOl.'n las entntiias ell' la socicd:td. La te y los scntimicntos tilantrÍlpeus h:m tks:lJlHrcl'ido dd mundo, porquc la picdad y ci ]JUcn sl'lltido hall huido de la iglesia. Tanto las alocuciones dcl pOll1:íl1cc, COIllO las decisiones del concilio y l:ts pastor:lks e1clos ulJispos, c!tocalll'oll la c:lridad y la rl.'eta raílún quc dehen sic11lpn~ aC011lp:IÙar :'l las inspiral'jollcs clc lus que Sl.'denominan yiearios y lllinislros dc Jcsucristo, rcsult:l1Ido dc allí el caos de errores y de pasjonl.'s egoistas cn quc sc hallali sumcrgielos los pu:hlos l'atÚlicos. l'ero ahora que el excesn ele los ahusos del ultramont:tllismo ha llllesto cn trasparcncia lo absurdo dc sus e10ctrinas y la ilegitimidad dc sus pretensiones; :thor:; qUl.' por cso lus hombres mÚs ilustrados y Jos eelcsi(lstieos 111ií:; probos ["J se apartan L;:') lill:t }losl(.'ridad "..hll'llI'IILc C1I1Jlil'l.<1 •.. ·tll\linll:l\.';I#)Il\h·l·sll·il~tTll) ls('l<tulllrdc.:n'll' lil1rll,;Îqllinlla (l l1an:de justic.:ia. :", IIEL E. 62 con desMn de la iglesia u1tramontana, se cumplirá la sentencia de Jesucristo, y scdl humillada la arrogancia de los que han escalado el santuario. Sucumbirán como sucumbió Senaquerib, con sus huestes de orgullosos fanáticos; como sucumbió :\ahucorlonosor por haher aspirado:1 los honores divinos; co· mo sttctllllhi{¡ Antioco, que quiso disputar al Omnipotente sus dcrechos. j PrO\'idenda divina! ¡CuÚnta luz arrojan tus justicias, para descubrir en los sucesos humanos vuestros ocultos desigl1i()s~ ¡Coincidencia admirahle, llena de profundas lcceiones~ En los momentos mismos en que un concilio, organizado y dominado por l'I pontífice y SlIS l'orh'sanos, lo declara infalihle, l'n esos mismos mOl1lentos cs arroj;ulo (IcI dominio temporal, sin que, en tan nulo trancc, potencia alguna de la tierra tienda la mano al infalihle. Este gran suceso anuncia que la igksia l1ltnlmontann va llenando ya su misi{¡n transitoria l'n el ])lan general de la l'n)videncia, para dejar el campo á la Iglesia de Cristo, cuya doctrina está en armonía con los altos destinos de la humanidad. CAPITULO VI. E I s a e e rd o e i o (: ris t jan o. En medio de la desolaciÓn moral; cuando la duda se lIa apoderado de los {mimos; cuando las aras del santuario se han manchado con los abusos y pa:;iones de un saccrdoeio espúreo ;en tan angustiosa situación, cOI1Yienerestablccr en el mundo el apostolado de la ,-erdad, p.ua que inculque los principios regcneradores de la doctrina de Cristo. en contraposición Ú las máximas disolventes del ultramontanismo, y quc ponga Ú la iglesia en armonía con las kgítim"ls cxijencias del humano desarrollo. Así dsmostrarÚ d saccnlocio cl'i:;tiano que la rcligiÔn ùe luz y de amor pertenece <Í todas las ('dallcs dcl mundo, (l'todos los gmdos de la ci,·ilizaciÔn, y que sw; principios esUin Ii.mdados cn la naturaleza misma dd hOI111:-re yen las leyes de su destino. Deben, pues, los obreros de la re.{eneración colocarse á la a ltura de la época y rclonnar la. disciplina cdeciÚstica, poniéndola en consonancia con las IlUC\'W,:nstitUl:ioncs qlle los pueblos van realizando en su e1l'sell\'01vimiento progresi va. COl1\'ieneque los verdaderos sacerdotes favorezeéln d l:jcrcicio de la libertad individual, porque Jesucristo la prodamó en c111luudo, sentando d principio de que todoiS los hombres son libres, porque tot/os son }¡ernwnos.1' todos ¡gun/cli. El Redentor fundó la lihertad en la rra ternidad J" en la ig-uald:ul, pucs entre hermanos iguales no puedc hahc)' la orgullosa exaltación del que oprime, ni el humillante abatil1iento dd oprimido. Fa\'orecicndo el desarrollo de cse pl"Încipiocristiano, c1legítimo sacenlocio dcrnllllará cn lasocicdul d g-érmende ulla I1UCya Yida, )' har{1 que se aplancn las altas montañas que la amhición, la fortuna y ci orgullo han levam;ado entre los hombres. Si ci clero ultramontano se ha ligaf:o á los tiranos para remachar cadenas á la humanidad, el sa::erdocio cristiano debe romper esas eancnas, efcduando la scp;;ntcÎón de la iglesia y ci estado, y predicando á los puehlos que la redención se operó, no sólo contra el pecado, sino contra toda dominación d~spótica, 64 LA I.(:Z DEL PI'EIILO. como lo :\H'yera el ApÓstol cU:\l1<lo <lin' :-" l<{'(limidos hah(-is sido rl gr:t Il prl'l'io, tio qucrÚis han:ros l'sda YOS lk los homures," (1) Si ci ckro ultralllontallO condena l)or sistema la libeJ"t:td <le pens:lr, P:lr;¡ t!ulllillar los pucblos por mcdio dl' la ignoranei:I, es 1lll'Ilestcr quc los disdpulos dcCristo proh:jalll'l dl'S:Irt'U¡lo ell-I pl'ns:ul1ien to. de l'SC destello dc Dios l'n la l'oncit'nein hum:1na. El E\'allgc1io l'XUl' un d()l'il aSl'ntímiento rl la yerd:ut rl'lig-iosa, pl'ro l10 illlpide que el hombre la ponga l'n mayor eyidenl:ia COll el auxilio dl' la nl%Ún: El r:l%tlllatlli~'llto l'S la hase del mundo moral: y lHJr l:SO el eristi:l1lislllo Cllscïl:l rI ra/,olwr sus lTccneias}la r:l que tcngan 111'mc%a y solide/.. Los :tp(¡stolL-s dl' b n~nladl'rareligi(>Jl nil se lilllitanín (¡ l'tlsl'Ïlar ta l'stéril dol'Írina dl' un catecislIlo, l'rocura\"Ílll instruir al pm'blo l'Il los sr/lidos fnndn11lcntos dl' la Il', :l{'osilllnlll'rllHltllo :í estud ia r la d odrina l'Y:l11g~lÏl'a y la histori,l dd l'ristianislllo. lin pucblo !Iuc no l'OnOl'e la p(lgina cristiana, quc cs ln tIl(IS hcr1l10,.,a ~'n los :Ill:l IL-sdel gtnl'ro hun1<lllo; uu puchlo (l quil'll se le cn trdielle COll lihros ascéticos, y no se l'ol1e l'Il SlIS n\:\I\os el E\'alll~c1io; lIl1 ]luchIo que juzga dc}¡¡ rc1igi(JIl por Io~ abusos y \ ,lllidade-:; dt: SIlS 11Iiuistros; un pueblo selllljante St: SUllIl'rge cn d illdikrL'ntisJll<l rdigioso" Y para sOllll'Ü'r!o:í la lTl'l'lICia nltr:!ll1ont:tna, Sl' IL-dicl' quc fuenl de esta igksirl no hny salvaciÓn. II. / Fllcrn de /n ¡::.;-Icsia rOI1/(/I1[/ ]JO hny Sfl!I"r¡cÍón,' Hé aquí el axiom:l con qlll' Sl' 11:1prdendido pllller al 111t1tulo ¡',ljo d dominio dd :¡}¡solutisJ1lo papal. Hé aquí cI anatema COll quc se ha cOlldcllado al fUl:gll eterno la mÚs hella obra lte Dios. Ill- aquí la l)l:l~li:t1lin nl11 qUl' sc ha lIlaltkeido la lTl'aeiÚn dd homhre, y Se 11:\ limitado la misericordia y la hondad del Creador. ¿ \' cuft lcs l'sa iglesia ltll'ra de la L'ualllo It:!y sahaei(l1l? La iglesia ult.ramontana. De tal suerte que los qUl', sin aceptar las doctrinas ùd ultnunÓnianismo, erecn en jestlL'risto; los que no proksa 11 la tdigi(>l1 d\.' los llamados ill ttrprctcs dl:! l'il'lo y. t 1) Ep. 1? r, 111'" LOr-illtios. '-'ap. \'11, ,', :.!3. LA LPZ DEL PUERLO. 65 sin embargo, ohsen'an la moral cristiana, amando ft Dios y al prójimo, todos ellos no tienen esperanza de salvarse. Según el pri!lI..'ipio de que "fuera £It:esa iglesia no hay salvaci{lIl," la gran mayoría de la cristiandad le pertenece de dcn:l'ho (l SatanÚs. í Fl/cm dL' ln iglesin 11U lwy sflhadón! Y o],sçrvcse Clue ni siquiera se dice que los que estÚn en la iglesia se salvarÚn. Bien se puede pertenecer Ú ella Illuy dev,)tamente, sin <¡ue por eso haya seguridad de obtener la bienaventuranza, pues seg(1I1 el dogma que proksan los ultnll110ntanos, no se salvarÚn sino los elegidos por Dios desde la eternidad. Los mismos que est{l\1 en el seno (l: la Iglesin, obsen'ando sus preceptos y una rigurosa penitencia, se condenarfln irremedia],Iell1en te si 110 han sido inse!'itos cr. c1libro de la preckstinad(¡n; porque nI 1111,un pecado oculto de la vida pasada, Ô aIgUilD que sc cometi{¡ después de au ,teras mortitieaeiones .v grandes virtudes, hasta pnra cfeetuar la eot1(1cnaeiÔn que estu\'U escrita en la fatal hoja del desti:lO. Y al contrario, los que han si(lo predestinados, aunque p'lsen una .•• ·ida consngra· da al crimen, con una ahsolución sacerdotal obtcndrÚn la salnlei(¡n que ya estu vo cternamen te dispuesta. , De aquí surge una consecuencia qUt?destruyc por su hnse el li],re alhedrío, la justicia y la moral, .Y que por 10 mismo prucha la falsedad dc csa doctrina. A sa)wr: Que el hombre no se hace acreedor al premio ó al castigo Sl'gt1l1sus ohras, y que por eonsiguientc no debe pensar en ohedeccr la ley moml obrando libremente ci bien, sino dejarsc arrastrar de una ttlen:a oculta quc lo impele al cumplimiento (le los irrc\'ocahles decretos de Dios. H.eehaecn los maestros <1ela doctrina (le Cristo ese sistema c1escspe¡"ante y fatal, y enseñcn ft los pueblos que si Dios, por su prescneia conoce las aceiones humanas antes quc se produzcan por ci homhre, esto no implica la pretleterminaci(m divina Cil ordcn al futuro dcstino de la humana criaturalnculquen COll San Pedro la doctrina <1eque "Dios no hace aecpeión de personas: mas en cualquieJ'a gente, del que le teme .Y obra justicia, se agrada." (1) Enscikn lo que dijo Da vid:-"Vue c pode!" cs de Dios; que 6ô 1.,.\ I.l'Z VEl. I'I'EHI.\). en el Seiiur hay miscricordia, y quc él dar£i Ú cad:; Ull.) "I rdorno scgún ,;us obras" (1). :\'Ianitil..'stcn que {-stas /lO cOllsistCII t'II 1'1 1'1l1llplilllil'llto d,' taks () cuales ritos, sino en el arrepentimicnto yb pr(ldi":l lid bien. A los que lo practican dirÚ el Su prctllo "'.cy:--" \'l'llili, benditos Ill.:tIli I'adre, poseed el reino de los cicl<l~;: j'orqtlc tIll"..' hambre y ml.' (lístcis ell' comCI': tu"c seel, y till' lií"ivis (k 1'\,1" r: era huésped, y me hos!H:r1Ústcis: desnudo, y 111('l'\lhrískis: l'llfermo, y mc "isit:íst.eis: estaba cn la dll'l'd, y :lIl' \'¡lIísteis:í "cr En n:nlad os digo, quc en l'U:lllto J" hil'Ísleis :i 11111' ,J\, cstos lllis hcrmanos peqtleiiitos, (lmÍ lu hi,'j,;tá.;" (:!L III. ¿l2ui,:/l cS Dios panl con el hombre, Sl'gílll los :11111''')11''_\';-;' tas elelultra1llontanisl110? 1"n ser ir:leundll y \I.'llg:lti\'o !Jill' descarga sobre la déhil el'iatura todl) "¡I'igor el\' ~ll ,':,kr:1. 1'1\ soberano que con intlexiblc n'neor no )ll'nloll;L h" !:tlt:IS I/l'! If[/l' se ;¡rre!Jicllte, si éste 110 trnllsige COli /;IS !)/"('[e!J';i"Ii"" ,/1'1,.,'('1'1}, ¿ \' qnién es el hombre para con Dios, scgún hs Ü·IT(l,'j.;j :,s ultramontanos? ¡'n insecto misl'rahle yo, sin 1'1111 la 1'':':'0, ~Iq .:1 i' migo capaz elc producir in1l1utaci()1l en la Di"iniil::cl y t'11'1>.l' "I gloria; un p:íria colocado en este mUlHlo hajo J:¡ i:':, c1l'1Et, '-1i' l, Y ;'\ quien esperall, ell el ot!'(), suplicios pcnlllr:ILi,'s -.:i Il·) ::"I.:I'I;l las doetrillas ultral11ontanas; un cnte dl',:~rad;,dll, 'Ille l'Il Sil naturalc7.<l sÚlo l'lleUl'lllra tel1lkncias al lTilllL'J1,y qnc por do quiera n,) eseucha sino los ecos del inticnlO, ¿ y qué cosa es la sOl'ied;Ic1, en concepto dl' ¡¡qlle]]l)'; krn ,ristas? t'Il espantoso ahismo, en cuyas tinil'l>l::" St,lo Sl' tli\,js;¡ la sinil'stra luz que refleja el nombn: de S:lt:lIl:í..;, eSlTitlJ L'lll! ,':1racterl'S dl.' fuego l'n la frcntc cie los homhres; Illla sl'nlill;¡ dl' errores y I'rÍmenes, de (londc es prceiso hui,', ;¡hal'(].m:llldll :', los pHdres, :í la mujcr. (I los hijos, y rl,tirarsl':í llls ;Intrus s,ditnrios ti practiear austeras penitenl'ias, !Juru (f/ll' f)it¡s !J/'('(!t',stinc ~i JlU estul'icre !m ..'clc~iin:/(lo (:n, '-'l'Il q\lt', 1.:\ l. (11 PS·dlllll (:.!I :-;il'l l:q Si:lll11e'''lp'-'L·ll':.¡linntn.¡:.I.Il'ltll'rl\.-k qu\.' ~l' :\l:tl,"l), 11__ prt'dl':-.t.ill(',·· d :-:'l';..::ltlll'Slll. l·Ol\tr:ldit.:c...·itill ~O lH\:tll'slin:lrlll Y'". \.';\", l'II helln.brc.: d~n, 1".: .'" 1 :. ~ X \". ":-, tklll.' ¡r:,dellll" '-l.'.:: I tlllll" ::.-" dl'Slll' 1:\ t't ... TllÍt1.ld. y ¡.'1. .••til1l'rl< hl sl.lln: }lITtll'~li11l' ";--;'illt"·'I":'ll1.:k~',ll\l ('/111(" 11fT ;!f(q"j"'flIII illlJH'l"io '¡lit' :\li 1:1 l'l\ J" ... \'1I1\1lll:1I1 t,' li¡ LI dl' 1111"1,', r",),,;...:"·. 1.¡ l, 11'"". ,< I'I~\" \" ,,, ",'it' !"-~; l' .:,< , 'l' " " !,,\ 1.1"/ nEL P\']':I:LO, Gï A esta doctrina de Hbsurdo~ y contradiccione~, que admite en la naturaleza dd Ser l'crfcctisimo un odio caprichoso Ú los quc le ofcn(len; quc estahlece la m{lxima de que d hombre, Útomo im)len:cptihk de la ereaeiÔn, disminuye con su pecado la gloria in trínscl'H del Ct'cador; <J ue¡ m >clamH la tésis de <J uc, por cuanto Dios es infinito, infinita cs tamhién la ofcnsa de la criatura finita; que sicnta d principio ,le que d homhre ticne dcsde la cterni(lac1 su reprnhación ó su predestinación, y sinemhargo, sc Ie exige rigurosas penitencias para hacerse predestinar. A esta doctrina quc haec consistir laju,ticiadivina l'nIa crucl(lad; que dcstruye los YÍneulos de amor eLtre el Crcador y su criatura pred ileda; que perturha las mÚs íntimas relacioncs de familia. y tiende fI tl isol ver la sociedad. ,\ csta doctrinél dcse~peral1te y ahsurda convicne oponer la dd Evangelio, y anunciar al Dios de dcmencia, cuya hondad se rd1cja en todo cuanto existe y cuya miscriconlia sc ha manilCstado al homhrc parla Col> cicncia y por d atln:nimicnto dd Rc(cntor. VI. Inculqucn los vcnladcros :Ip()s':oles quc las divinas pcrlCeeiollcs y l'llill ra7.oll:lhlc dc1eHstigo inlligido fI unacrcatura tan dC-hil como el homhre, fUlldall d con l"eneill1iento dl' quc Dios no L'S un SC1' ir:~sciJ¡k, crud;.' \Tng'ativo, como lo anunl'Íanlos falsos proli:t:ls. Los sHlTnlotcs cristianos dchcn .knlOstrar con la Bihlia los inagotahles tcsoros lid infinito ;]lJlor, y 110los llOrrO!"l'S del odio y de la n:nganz:l, quc son inl'o\llIHlti1Jks con la gTandl.'z:l. dl' tin Scr escncialmcntc pc¡-/'cto. I\cfutcnla doctrina dl' los ultrnm· llltanos, seglIn la cual Dios t:S hucno con clltoll1hre sÓlo en csta \'ida, pero en l;¡ otra es i'1tll'xihle y sin miscrieonlia para con (:1. EnscÎ1cn contra tan ahsun!o principio, que Dios Sl.'l·ÚsielliJlrc hucno y miscrieonlioso con su crialtlra, tanto en ci tiempo como en la eternidad, porq uc 110Jlucde ja l11:ís dcspojarse de a:rihu tos que son esenciales á su na tuntlcza. l\Ianiticsten quc !ajusticia de Dios no' consiste en contelllplm ctern:t111cn te y sin compasiÓn los tormentos dl' sus criaturas i:\o~ La justicia dl' tin Dios de I))ndad consiste segurame~tc o 68 LA LVZ DEL PUEDLO. en Ull castigo compasin), como el que impone un padre {j su hijo, sin lhjar de ama rIe ('n c1momento mismo que lo castiga. ¿ curti cs el padre que, por indignado !jue se halle ('ontra Sll hijo, lo e011(knc Ú ~ufrir el fuego de una hoguern, y COIltl'l1Iple sus terribles tormentos sin movcrse :í compasiÓn? Y lo !jue no es compatihIc con los sentimientos (Il> la naturaleza hum:\Iw, ¿ pOllr:t serio con los de la esencia divina quel'stodo amor y misc)'ieonlia? Ell'astigo que impone el Padre celestial no puedc. pues, ser aquel suplicio espantoso forjado por la crueldad dc los homhrl's. j No! Es un castigo que cOlll:ilia la justicia cou la misericordia y la humana dehilidad con la divina c1l:mencia. Dios, hahlando dcl castigo, dice PO)' I~aías !jllt' "es una ohra ajena de El," y }lO)' Exequic1 "¿acaso quien) yo ]a muerte (lcl impío, y nÓ qUL'se conviertadesus caminos y "i,'a?" Si ft pesar (le ser homhre rencoroso y \'engativo es capaz dL' nohles y generosos ~entil11icntos dc perd(1I1, ¿eurwto mÚs sublimes scrán los de un Dios, en quien no hay rencor ni venganza, sino bondad y misericordia? Los legítimos pastores ('nseiian:í los pueblos quc ci refllgio de los afligidos, que dijo:-:'\'enid á mí todos los quc est(lis agobiados y os aliviaré;" (1) no puede scr un vengador implaca. hle. ¿C61l1o (It.:jará que se pierda ninguna de sus ov(jas ci huen Pastor, qlle dl' las ciento dl:ia las nO\TntiulIe\'e y \'a cn busc;L de aqllella que sc extra\'iÓ? (2) El quc dicc:-" I 'cnlona á tu prÓjimo que te d;uï{¡, y ('IltonCl'Srogando tí) te serán remitidos los pecados," (:\) y manda que los hombn:s :lmcn tI sus enemigos, CI-) no puede negar el penlÓn Ú su amada criatura, ni abo1"reeerla. ¿I1l1pollcl1'{teastigos a('Crbos y rigUl'osos nqucl de 'Illien dijo el Sabio:-":.\las tÍt, Dios nuestro, sua"e eres y \'cnladerll, p;'ciente, y que ordenas todas Ins cosas con misericonlia. 1'{Il'CJue si pecÚrenlos tuyos S0l110S, conociendo tu grandcza, y si no pecft rcmo1", sahemos que tÚ tienes cuenta de nosotros." (G) ~ingÍtI1 110111 brc que crea en J cStlcristo scrá arrojado ií la (1) R. :\1••tt.'lI. (~) S. l:t) El J.illro del 14) (G) El Lihro El LîtJro \':111. ~I;lt('(l.l':tp. XI. \', ~~. X\'II'. \". 1:!. Hl'k~i:í:-;tit·('.l·;tll. XXVIII, \', :.!. dt: 10:-0Pro\"t'l"hios, Ulp. X X", '-. :!1. (h' I~t Rahid1trfa, l'al" X V, '"\', 1 Y 2. LA LVZ DEL PU:<:HLO. 69 muerte pot" el quc "de tal manera ,:1116 al lllundo, que dit, su Hijo Unigénito para que todo aquel quc l'l'ca en Úlno pereZca, sino quc tenga vida eterna," (1) ¿Ahandon:url al pecador contrito cn etenwstinichlns el quc dijo:-" Llcvaré los ciegos al camino quc no sahen, y los h:u'é "ndar por sendas que ignoraron: haré que delantc de c1los las tiniehlas sc cambien cn luz, y lo torcido cn derecho: cstas cosas haré ri favor de éllos y no los desampararé," (2) ~o desea condenar Ú una eterna penlici6n el que no quiel'c que ninguno perezca, como lo manifc:,tó Jesucristo, dieiendo:"y esta es la \'oluntad del Padre quc me envi{¡: quc nada pierda de todo aquello que El me dill, sino quc lo n'sueite ell el ítltitimo (lía; y la \'oluntad (le mi Padre quc ml' el1\'iÚ es l'Stn: quc to(lo aquel que crce en el Hijo tenga "ida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día," (3) v. Comhatan, pues, los sacerdotes de la regeneraclOn ese terrorismo, que no tienc mÚs ttl11damento que los intereses de un elet'o que especula con los castigos eternos, haciendo quc le VCIlgan pingÜes oh\'cllcÏonesá título de aplacar la colcm diYina; ese terrorismo que derrama la amargum sohre las almas y las in, duce á la desesperación, El sacenlocio cristiano (leh\: al1lînciarse al puchlo como el ángcl de la luz y ele la heneficcncia, diciénclolc:-"El espíritu del SeïlOrme hnu11jido y me ha e11viado (, vosotros para daros huenas 11Ue\'as: pam anunciar redenci(ll1 rl los eautin)s)' dar vista rl los ciegos; para ponel' en lihertad ¿Í los homl>t'es; pant puhlicar el ailO f:n-orahle del ScïlOr y el dh del galanlÚn; para consolnr (l todos los que lloran y darles una corona de gozo:" (4) Es menester qne los sacerdotes (:el E\'angelio esparzan la benl'Íiel'ncia como un celestial rocío para qne germine l'sa religiÓn insti tuída sohrc la pl"ftctiea del hien. El qne la fundÓ derrama ha copiosos henet-ieios donde '-¡lliera que ponía sus plan- [1] [~"J S . .Iuntl. (':tp. III, \' In. IsaÍas, ('al'. XLII, \'. tG. Uq S. Juall, l'ap, VI. v\". a~) y .&-n. [.~] ¡.a[as, cal', LX¡, V". 1,::)" a, 70 LA LI'Z DEI. I'I'EIlI.O, tas, porque la humanidad no pertelH.'Ce al Ü'IT()J' sino (¡ In 1)(,lle\'okneia y al amor. Si jesul:risto se huhiera limit.ado Ú prcdil'ar SIl dol't.rin:l sill comproharla con los hechos, clwndo m(¡s Sl' hahl'Ía capt:\llll la admiraei{lll dL:los sa hios, C01l10suecdi{l con S(llTa iL's, l'On 1)1:1t<'111 y otros genios, pcro nunca l1l1hicra alTastl':¡do (I los pUl'hlos, ni inspirado l'n las .~encracioncs a<¡uel sl'ntimil'nto de profunda y cordial adl1csi(l11 <¡Ul' sÚlo produce l'lt:iercicio I Jt. I:t henefil:encia, Dos l'osas hizo el Rcgl'nerador de la ]llllnanid:ld p:lr:1 llell:lr la misiÓn <¡ue trajo al n1l11Hlo, Sl' dirigir) (I l:t intelig'cnci:1 y al conlz(ln. 1'1'edieÚ el espíritu de 1:1 ky, eliminando dl" dla los en-orcs de los escrihas y farisl'os) y prodig(l hl'lIeficios l1:lst:1 el punto de ofreeel'sl' sohre la lTUZ en holoc:ll1sto (le amor. Dos cosas (klwn haccr t:lmhién los ministros dl' la n'g'l'IlCral:iÚn cristiana, l'n'dicar 1:1doctrina pura del E\':lngclio, scpar:l11do (11:dIa las in\'(:nl:ion~s (le los dol'torcs ultran1l1llt:1IlOS y las Jll':íl't.icas (le los lllo(!ernos fariseos, y ljcrclT la k'neficellcia, nlOstrrl11dos~ capaces dl' S:tlTificar aun la yida misma por :unor al príljimo. IIé aquí la misi(l11 del saccnlocio eristiano. El a1l1or comprobado con los hedlOS es lo (¡nieo <¡nt' plw(k just.ificar los títulos de una religiÚn diyina, instituida P:lr:t el hien del homhrc. \' ('01l10 éste no es UIl PUI'O cspíritu, la acci('ln hicnhcchllra de a<¡uell:t no se limit.a :'t III eSJli!'itu:t1. La l,:t!'id:\(l cristiana SL:propone (1crnllll:l r el plTcj oso h:'¡],;:1111 o de la hcneli· cellcia sohre todas 1:lsncccsida(lesquc:tlli,~'L'1I (11:1 r:lzad\' .\d(L1l; sohre todas esas indig'cncias para las l'u:¡ks 1:1hum:l11:1 fil:llltt-npía es inÚtil loimpotente, porqu(' ella, ('n SlICCllllliei(l11ari"tocr:'1Lica, 110 \'isita el repugnant.e Iccho del dl'sgraci:\llo, ni pUl'dc IIcY:lr el :uno!' al p!'l'>,ji1l1ohasta el hcroismo, como la religiÚIl) quc dicc:-·-"\·t'llded lo qut' tcnloi:, y dad fi los pobres." Si los sacenlot.es ultramontallos han ccrrado sus oidos ([ la \'Oz del E\'angeIio y h:111 1l1'Ill'ur:lllo l'nriqul'\'lTSl' fi expensas del pueblo, y muchas \'Cl'CS causando eI hamhre y la dl'snu(kz rie las familias, l'o!1\'ielle quc los saL'enlotes nist.ia!1os detesten la a\':LJ'icia y 80l'O!Tan Ú los menl'SÜ'!'llSOS, 110 de nna manera mezquina y ostcntosa como hacc!1 los /:lI'iscos, sino con c\'angélico sigilo y liheralidad. De esta sucrtc Jlodrfin pt'l'(liL'nr con fruto l·l reino de Dios) porquc á la elocuencia de los Iwcho8 nadie sc t'l'siste, y l'lmull- LA LUZ IIEL PUEBLO, 71 do entero ahrazarÚ e! el'istianis111o cuando yea que, así COIllO {'n un ¡'ayo de! sot ,'icnc e! eatol' y la tuz quc Ú todos ,'iyifiea, :¡sí t:unhil-t1 J:¡ rdig'i{lIles t111rayo (k Dios quc tr:le sus hcne/ieios:l toda la humani(lad; CW1IH1os:.' eonn:nza quc la religi{1I1 es la 1'r<l\'i(kncÎa sohre la tierra, y que sus ministros son el (¡rgallo de la llluniticl'IH:ia divina, EIlJicn es e! ídoto de1cor:¡:dlll, antc clcual dohlan los h0111bres la rodilta, porquc siendo ohjeto de ta ,'oluntad J:¡ e:lt1ti,'u yarrchata, El hienjam:ís se rcehaz'l, sino que al eontntTio se le n:cihe eonjÚhilo, y mm se le ador:\ l'uando tiene los ear:ldl-res de! Su premo Bien, l'.:ro ¿c(¡nw pori r:í n pn:diear ta doctrina de Jesucristo ni lweer conquist:lS cspirituales tos que n(. l:jercen la hendicencia ni illlit:l11 ta :dl11cgaci{JI1y ln caridad (kl que muri(¡ por amor at gl-IlCl'(l ht1lnano? La l~tlta de virttHes e\'angl-licas en e! sacerdote ha sido la causa de que toda peroraci()\\ rlc p(tlpito se cons:rkrc hoy día eomo ulla ded:ullaei()\\ tcatral. :VIas euundo d orador cristiano manifieste con sus actos aquel sentimiento suhlime de acendrado amor para con ci prÚjimo, aqudla disposieiÚn ol11níl11oda para sacriEearse por el hien de sus hermanos, en tonccs se eOIlveneerÚn los homhres que no hay contradicei(¡n entre la doctrilla dl' Cristo y la conducta de sus 1l1inistnls, entre 10 que éstos dieen y lo que haccn; yentom'es tamhil-n rendidl d 1I1U1Hlolas armas de la duda, y se postr:tr:t eonmo,'ido :l11tc la patahr;\ sagruda, que es el ceo (kl amo1'. IV, Los ohn:ros dl' la \'(:1'(1:1(1 y dcl hi~n, persuadidos como dehen e;.:tar de que "11:111 I'cnido impo~;ton:s artificiosos, que n11d:111 sl'g(m ;.:us pnlpias concupisccn,:ias," (1) aken la YOZ COll IsaÍ:ls y digan at ]>uehlo cristiano:-"Ley{¡ntate, Si(¡n; re\'Íste1.ccon tu purezn, Toma tus \'estido~ de gloria, Jerusnlén, ciudad del Santo, para que el inmun(l(, no hahite (]entro de tus mtlrallas, ;Cu:ln hellos son sohre Ins montcs los pil-s del quc anuncia y predie:l l:i luz y la ;.:ah·aci:lI1! y dicc :1 Siún: tu Dios reinad," [1] Ep1stuJa~? (h.-8. Pedru, cap. Ill. v. 3. 72 I.A LUZ nEI. PlJEnLO. Esta profecía que se realizÓ en Jesucdsto, necesita continuar realizftnc10se por medio de los ap()!'tole~ dd cristianistllo, llamados ft operar en c1lllundo la regencmeibn 1l1Onll .'- ¡'('Iigiusa, Debcn cllos Ic\"antar al pucblo (le su postraei(ll1, inspi¡':lI1clok d espíritu cIe "ida e"angélica pam que en la Iglesia de Dios, que es In ciudad santa, no hahite el inmundo ultramont:lI1is1l1o, Derriben Ú este gigante que se ha disfrazado L'on la l'stOla de los justos, para sentarse sobre Si()I1 y ¡'cinar en ella, como ;Írbitro soherano de las eoneieneias y de los dogmas. Arrojen con fe la honda de Da"id sobre Goliat, que Dios cstÚ eon sus en\"iados. Trabajen con entusiaslIlo apostÓlico, rt fin de que en la handent (le todos los pueblos se inscrihn este gran lema: LIBEI~TAD, I(~t:ALDAD, FUATEUXIDAD-esos trc~ Ill:(gllílicos principios, sellados con la sangre dd Di"ino lÚ'staur:l(!or l'Il ci Sllhlime sacrificio dd Cah-ario, SECCION TERCERA. Después de haher nwnifestado la difercnei:l (lue hay entre la Iglesia <le Cristo y la secta ultrullontana, la 0l'!~':1I1izaci()l1Y movimiento de éstn, su earáeter e:_el1l:inlmente faris~'ii('o .\"la ncccsid:lll eJe restablecer el saecrdocio cristiano, hngamos una hreYC reseña de los principales sacramentos, dcmostral1llo que los ministros del ultramontanismo han hecho de ellos la hase de su fortuna y de su pre(lominio en el mundo. En seguida nos ocuparemos dd aspecto l'i"il y rcligi(lso (lel matrimonio, y últimamente de los impedimentos y dispensas. CAPITULO 1. El Bautismo. El alma pui'ísima (ll-Jesíls no neeesitt) del hautismo, l!a· hría quedado instituído s{)lo con efectuar la místiea ahllll'i(lll en alguno etc los disl'Ípulos. Pero el Redcntor quiso instituido e11sn angusta persona para elar maYOl" dignidad fl un stina· nwn to elestinado ft ln regcncracié>n hUmana. \' Ú fin de fa\.'ilitar sn rccep<:Í(lll lo estahlel'i() de la manera mÚs sencilla, y J11:llHl()[I sus disdpulos que hautizaran (I todas lasgentes (1), nÔ ele otro modo, sino como Úl había enseiiado COllsu ejemplo; entcncli~n' clos,' que ell la p~'rs();n d~ :qucllo:;, c:ll1~'e:li{)Ú toJos lo;.; cristianos la facultad de hautizar. Conlra este dcsignio de Jesucristo l'Stll la disciplina dI' I:t igksia, por la que, como si d h:1\ltismo no fuese un sa\.TanWIl tn tan Ol'cesario se ha procurado hacer dificil su administr:¡ciílll, introduciendo solcmnidallcs y rescr\,[ll1dola Ítnie:lmenÜ' fI ]os pfIlTOCOS. De este mo(lo no s~' ha hecho mfts que dificultar la rl'gcnertlciÔIl dd homhre, l'omprometicndo segí\l1 él10s mismos, su felicidael l'tcnw, pues, tllUdlOS muercn sin haulismo por no ser siempre fácil ocurrir oportunamente al p(lrroco, Para los casos l'n que no se pueda recibir ci hautismo ofi· cial, ]a iglesia ha eleclarado quc L'ualquÎl'I'a pucdc hautizar simpk 1l11' n tl'" :\las la :lU toriclat ledcsi:í stica no ha dchid () 1i\l1ita r {¡ dil'hos CUlOS una facultad que Jesucristo conccdi(¡ sin n'strieei(¡n. Para que un sacramento, tan e~end;(l como el bautismo, pueda estar al alcance (kl génenl humano (khl' (ltd:írsek la 1'01'ma simple con que lo instituyÔ Jcstlcristo, En \'cz ell' rCSCI'\'ar su administrat'i(¡n ií los l'tiras, ¿nil sería mul'llo m(¡s t:ristiallo queéstoscnsl'ñaranií todos los fcligrl'sc~ clmo(lo (]e bautizar, y qtH.'s~ les diera facultad pam ;((lministnlr el hauti~mo simple en todos los C:1sos? Pero l'sta impo\"tante reforma estaría, l'n gl'neral, contra el sistema de dominaeiÔn del clero, porque la exclusÍ\'a facultad [1] S, ::Ilat~u, t'ap. XX\'Jl1. ,', 1Ll, LA LUZ DEL PUERLO. 75 de bautizar le da prestigio para con d pueblo; yen particular contra los intereses financieros de aqud, pues en muchos ]lUehlos d (logma dd pecado original ha llegado {I ser también asunto de especulaciÓn. El hombre yiene a] mundo con la mancha de la cU]]la de Adttn, y para la varla tiene que pagar un derecho. El que quiere sc;'" regenerado, necesita comprar su regeneraciÔn. Así, la deuda para con Dios se cancela por los mismos medios que las deudas entre los hombres. ¿Y si los padres del bautiz,tlldo no tienen con qué pagar? No importa: que dejen de alimentarse para satisfacer al cura sus del-echos hautismales, so pcna de cerrar al hijo la puerta dl' los cidos. La lustración que el pag:l11ismo acostumbraba panl purificar tI los recién nacidos, se adJl1inistrÍl m(ls desintel-esadamente qllc cI hautisl110 entre los catÍllicos. Prq)arahan los sacerdotes romanos el agua lw;tral Ú de las puriticaciones, apagando en un poco dc 11¡;''lHI salohre un tiz(l\1 sagrado, y con ella rociahan al recién nacido y le ponían nombre, sin exgir remuneraci(l\1 por esta ceremonia. Dc lo cxpucsto se deduce 'lue siendo el hautismo lin saeramcnto il1l1ispcnsah1c para en1:rar al reino de los <:iclos, dehe administrarse por cualquier eri:,tiano, simple y sencillamente sin cobrar (krecho alguno. CAPITULO II. La Eucaristía. La facultad dl' l'onsagrar el cuerpo y la !'angrc de Jesucristo e!' una (k la!' hnscs en que se apoyan d prcdominio y la fortunn <lei ckro. Como los fides neccsitan recibir d manjar sacramcntal para nutrir ci alma, y l'omo los sacerdotes son los quc Únienmente pucdcn confèecionarlo -" distrihuirlo, han hcd10 (le ('sa nl'CCsi(bd y ell' l'ste poeler un clemen to ell' dominaci(m. Cotll'eden rI sus prosélitos el alimento espiritunl y lo niegan :t los que no nhrazan el sistema anti-e,'angelico de la igksia ultramontana. l'ara fundar su negativa se valen de aquello (Id Evn ngdio:"!\o déis d pan rI los pcnos, ni arrojéis las pcrlas {Í los puer('os;" sicndo así quI.' los perros y los puercos de que habla el texto, son aquellos que, apartflI1dose (le la dodrina de Cristo, profèsnn m:tximas inventadas por lo!' hom1>I'es. II. I)el sncrificio cucarístil'o SI.' ha Jwcho un odioso trrdico, ponicndo pn'l'io fL la misa (1), lo qUl' ('quivak {Í IH»)l'r l'n v('nta eI cucrpo -" sangre deI I~l'<ll'ntor. Los mismos ohispo!' fomentnn esa ('speculaci(m. ~Iucho!' a!'pirantcs al sacenlocio, quc no ticnen la cÚngrua llel'csaria pnra ,'j,'il', son ordenados ft título de decir misas, esto es, para que !'uhsi!'tnn de ellas como dl' una profcsi(1ll ÍI oficio l'speeulahIe. POI' otra pnrt(', la autoriclml l'piscopnl concede gracias esrecialcs :1 misns pri "ill'giadas, por las que se pnga mrls estipendio. Esto demuestra una cil' clos cosas: (¡ que los ohispos dispensan los hcnl'ficios c!'piritualcs de la misa en proporci(m :1 su estipendio, () <¡th' no sicndo hastnntl' eflcaees las gracias conte11 J dt· 1;lIIus":I St' 11:1 lJl'nl~\II'i'ld(J l'tll'uhrir la odiosa tarifa d(' dl.'rt:'l:\~ ('(J~:tS l'spiritu:tll's. Pl'ro la limosna no t'~ forzosa ni tit'nt' una ('\101:1 pn·l'st:thlt'l'icla. E~ 1Illa l'rog:IC'Ï{,n vClluIItal"Ía hn'ha ni arhitrio de-leTo,l.rrlllte, ~in otra instiJ.{:.1ej¡'·)nqUt-la dl' Jos s('ntimÏl'ntos caritativos, L'llll (,1 T1omliJ"l' ('has n~igl1:111ns:í 77 LA LUZ DEL Pt'El,LO. nidas en el sacrificio cucarístico, en "irtud de los méritos de Jesucristo, pueden los obispos darles eficacia )' añadir otras en virtud del dinero. lIa)' países donde los sacerdotes [~cumulan fortunas con las misas (1). Y por lo general cn todo!' los pucblos católicos se ha abusado de tal manera de la faeuhad de {'ckbrarlas, que los eclesiásticos rceibcn estipendio hun antes de ordenarse, y después de ordenados siguen recihiéndolos sin límites. Por manera que cuanto mÚs \"iyen tanto más colectan, y cuanto 11láseolectan tanto mfts deben, dejando burladas las piadosas intenciones (le innumerables erog-antes, lo :lue ademÚs de ser una simonía, es una manifiesta defraudación de interescs agcn08. Ahol"a, pues, para solventar esta clase de deudas se yalen dc dos arbitrios. El primero eonsif;te en haeer celcbrar POI" otros saecrdotes, ft menor precio, las misas que aquellos deben (2), yel segundo en eomponerse con Roma, en\"iando á las arcas pontificias una parte del dinero :,imoniaco, De estc modo obtiene el postulante la que llaman buJa de COJ1lJJOsiciÔtI, por la cual, seg-(mse crée, los celebrantes adcudados quedan libres de toda responsabilidad peeul1iat-iay de todo reato de conciencia, cn \"irtud del principio de que Jo (lllC Jmcc cI JWfJél CtI J;¡ tierra cs élprobado en el cic:lo. Judas, y('ndicndo una sola \"el et .Jesucristo por treinta monedas, ¿es acaso m(t8 culpable quc los traficantes con una institución didlla que n'nden todos los días almisl110 JesÚs sacraJIlentado? [1] Las et1trarla~ que l'or es.te rHtllO tiencn los sa(.'cf(loh'~ ('~Uill l.'n rtt1.ún dl' ~llS n'. tacioncs y (.'1 núnH'ro ell' pcr~otJas qUl' confiesan, P.'rl) los l.'stiJll'udios para misas n11l1. Y(.'1lprincipalmcnte por la ~nnturroncrfa 6 artitit'io ..•o misticismo ,'on que llIuchos cd('sifistit.'os procuran inspirar y CJII<" S11S misas .tlc:lnzan la (.'n'('ncia de qne están l'l} rntima (.'ol1l11uh:al"ión ('Oil l)jo~. T()(lo I'o(kroso l.'Uanl o se k pi<ll', Los rc\'crl.'tHlo:-l IHltlrcs tknen llt1:\ m()nit" cS}Jl'cÏaI para sa(.'ar ,Hnl.Tn ti cuc.:l1ta fil.' mba8, y hay l.·OI1\'l.'ntO:-l (tonde:-le han csta1Jll.'cido a~l.'l1cias para l.'ok(:tótl" l'stipl.'IHlio:; y n'partidos entre los l'cll'hranlt:s dc otros lHI('ùlos, n:lJajéludo un t.HIto por delito dt' dl.'1 ('OTllisitÍl1, [:¿] Es 1l1U~'l.'omtin qUl' ll)~ slIcl'nloles ('urope()~ r<.'sidenh':-I ('n ~lt(I·A11téril.'a n.'l.'ihcn dincro para misas, y las 111andall (tceir cn Europa, dl)llllc :-IL' :tl'ostUl1Ihrn IHlgnr 1I1eno:o, cuyo nt'goC'io les ctejn L'on~idcrables ganancias, CAPITULO La Penitencia ó confesión Ill. sacramental. De esta institud(m ha hecho el elero un poderoso resorte de su amhiciÔn y de su codicia, ApoderanK' de la l'ol1ciel1l'ia rué tomar posesión de la sociedad para dominada y sacar de l'lIa tOllo el pro\'echo posihle. La tremenda Ülcultad de pronunciar una selltel1l~ia de vitla dl' mUl'rte (.'terna, es el medio por el cual los sacerdotes han difunoirlo el h'nor en el mundo para subyug-ada, Esa sentenda, sincmharg-o, no es dictada según la mayor (¡ menOl' enormidad de las culpas, sino scgún el g-rado de adhesiÓn del penitente h{u:ia la ig-lesia ultramontana y sus dccjsi(~. nes. (l En realidad, l'lIa no trata de (.'onducir al pccador pOl'la senda de la justicia, sino por la de los intl'resl's ecksi:ístil'os. En el confl'sonario se pasa por alto las m{¡s gnl\"l'S faItas contra la moral y las creencias cristianas, pero se reprende con sevcridad todo lo que no esté en armonía con las con\'enielH.'ias del clero. Es \'enlad quc allí se in\'oca la causa de Dios y la de las huenas eostumhres, mas estu sÓlo es panl snh'¿lr las ¿qm· riencias y autorizat, miras l'g-oístas. Tal es el criterio con que lus conreson's juzgan y ahsueln'n all11 {I los tiranos mfts odiosos, Con tal que (-stos sean :lllidos al ultramontanismo, les perdonan toda culpa y hasta los níl1Jenes atroces, los ados nefarios que hacen gemir fi los puehlm;, V con el mismo criterio juzgan tamhién lal'01wicllcia dl' todas csas gl'ntes que, aparentando scn'ir:í Dios, sc pOllCII al sen'icio de intereses ultramontanos, disfrazados con el \'elo de la religiÓn. II. Por la penitencia no se ('ohra dcrechos l'speciales, como por otros sacramentos pero, se utiliza de una mancra más flll1plia y productiva. i\'luchas grandes fortunas han venido por ln confesiÓn, me, LA L(ll Dm. PllJŒLO. 79 diante la cual se adquieren donac.ones, legados y valiosas captaciones. Hay confcs()J"es que se hacen i'lstituir alllal'cas y legatarios de misas. Atraen ft las viudas ricasal conlcsona1'io y les mani· fiestan que la viudedad cs una mis( ricordiosa disposiciÚn del eic]0, y que deben adoptada renunci<J.IHlo almlllHlo y Ú la J~lIl1ilia y desprcndiéndose de los bienes de fortuna en benelicio dl' la iglesia, ft fin de asegUr:l.r la salvación. :\0 faltan confesores que empkan la misma t{lctica respecto {I las j()\'cnes que deben here(lar y cn quienes encuentran un ca· rÚcter aparente para trabajar COliéxito, Las atraen al conlesonario y las induccn ft la vida monÚstica con d premeditado plan de quc tan pronto como obt(~nganla herencia, lIIuenln al mundo, scpult{l11dose cntre las parceles dl' un monastcrio, y dcjcn sus bienes al confesor. En fin, no faltan confesores qlle, para vigilar 1l1ljor los intereses de las eonlesadas y asegurar cada vel mÚs el cariño dl' ellas, las visitan constantemente :' las proporcionan reereaeio· nes Ú lo místico Se constituyen'~omo miemhros de la J~ullilia y procuran lIegar Ú tencr una íntima confianza para descubrir los secretos convenientes ft sus codiciosas miras. III. iVlanifestemos ahora que la influencia cie la iglcsia en la po· Htil'a y en la sociedad, viene pri'lcipalmente por la confcsiÚn. En electo, ¿cómo asegura el elero e; éxito de las elecciones y dl' otr-us aetos de la vida política? ]lor el confesonario. ¿Cu{d cs la mano oculta que obra sobre laeondueta de los magistrados, si éstos Ú sus familias están bajJ el dominio de los jueces del alma? La de los confesores. ¿Qllien~n los saccrdotcs obkncl' fa vores del soberano, de los mini!'tros ó de otros persona.i(~s influyentes? El confesonario es ci resol'te. ¿De dónde proceden estos aet8s misteriosos de hostilidad contra individuos que son manifi(~stamente opuestos al sistema ultramontano? De la confesión auricular. ¿CÚmo lIegan los sacerdotes {¡ descubrir los ocultos planes (leI gabinete? Por medio del confesonario. Entn: los l'onfesados y confesadas hay espías que eonstitu- 80 LA LUZ DEL PUEBLO. yen la polida selTda de la igksia. De tal manera que la piscina pro!J{Üiea destinada il curar la lepra cIel alma, se ha conycrtido ('n otil'Îna dl' \'astísinlO espionaje, y en estafeta donde lIegn n noticias de cunnto pnsa en la sociedad y cn 10 más oculto dd J¡ogn r dom¿:stieo. Hay además una circunstancia muy traseendcntal. En "irtud de la :llin IlZa entre la iglesia y el estado, el confesonario Re pone al Rer\'icio de los tiranos. Sin ir muy lejos, en el EeundOl", donde el gobierno es tÚ íntimamente ligado con d clero, los sacerdotes sin'cn de instrumento:11 tiranuelo, deReuhriendo por medio de la l'01Jfl.'siÚn de los presuntos reos políticoR, puestos al efe('to en e:1pilla, sus pbnl's y sus eÚmpliees, l\', V puesto que mediante el eonfesonnrio se ha lIegado á cIominnr la conciencia pnra hacer de clla tin instrumento de hastanIas miras, no ptle(kn las confesiones condUl'ir á la reforma de Ins costtllllbrcs, IIi dnr frutos de moraliz:t(.'iÚI1, I<egulannente las gentes qtle freeuentnn ci eonfesonnrio no desalTollan en ~tI alma los nobles sentimientos e\,ang¿:licos, ~o tienen rcligi6n sino c1crico!11;l11Í;¡, es decir, una cieg:t y fan£¡ tica ad hesiÚn al clero, Si los eonfesorcs no hl\'icnll1 otra minI quc la elll11ienda dd pecador, lo reprimirían en sus des\'Íos y k exigirían la reparaeiÚn de StiR faltas y la moralidad e\'angéliea en Stl "ida y l'OSttlmhres, Pero generalmente los eonlCsores no hacen más qtle contemporizar con los penitentcs. ~luy lejo~ cIe reprimir en éstos StlS malos instintos, les sugieren f:tlsas máximas que rl'lnjnnla conciencia y extrn\'í:ll1 d n'do sl'ntido moral en el indi"iduo. Le sugiel"en J:¡ ¡den de que todo cuanto se hace eontJ'n los que combaten al ultrnl!lOlltallisl11o, es una santa defensa de la rdigiÚn. De aquí es que los que están imbuidos en aquellas mÚximas odian l'on l1n s;¡nto odio, persiguen con una S.7nta venganza, murmuran con una S;wtll murmuraciÔn, y por ÚltilI10, desean, con un Sél11t() deseo todos lORmales imaginables,:í los que no aCl'ptan las doctrinas y pretensiones del elen) ultra1110nt:ulO, De esta SUl'rte queda santificada la ma1c\'oll'l1l'ia, y la ley de amor (lada por Jesucristo se eO!wierte en una ley de odio implal.':lhle. LA LI'Z DEL pl'EBLO. 81 Por eso es que las personas que se confiesan ultramontanamente no tienen un co\'az{¡n reeto y puro. EstÚn posl:Í(las de un orgullo radical, disfrazado con \as apariencias de la hipocresía, y han llegado Ú adquirir un hÚhito vicioso ]lor d que piensan que todas las ohras, palahrns y dcseos que esté'n en élrmanía con los interescs temporales (Id clero, son aetas piadosos, por mÚs que sc opongan Ú la ley de Dios. Así es que la conksi{¡n, consi(lerada hajo este punto (le ,.isla, es d arte de la mogigatería, y el conll:sonario ]a escuela donde se aprendc Ú pecar piadosamcnte. v. AdemÚs (le las consideraciones pn:ceclen tes hay otra que 111eret:\:una particular atenci{¡n. Las rersonas que se entregan totalmente Ú un confesor ultramontano, pierden el cariïw hÚcia la familia. Esc conll:sor sienta d p"incipio de que Dios dehe ser amado sohre todas las cosas, y dcùnee de allí que, siendo ci padre espiritual un representante dd mismo Dios, sus confe'sa(las deben amar!o con prctèrencia Ú l,)s padrcs carnales. De aquí la mÚxi.ma formulada por un pOlLífiee:-"Cnanto es superior el espíritu al cuerpo tanto dehen Sfr prderidos cn d amor los pad res espirituales Ú los corporales" En apoyo de esta mÚxinm invoca ,ci versículo de San Lucas:-Si alguno ¡'¡cnc â mí y 110 n!Jorrccc â su padre y â Sll nIadre, â su ml{Ïer}';í sus hfios, ;í .'IllS hC1'J:1fl170S .v su propia "ida, 110 puede ser mi discípulo .. ¡Estupendo descaro~ Así es como lo,; ultramontanos pura del E\'éU1.;clio, haciendo int¡:rprctaciones, skmpre que conviene Ú sus planes. la moral y la doctrina Üt!sean pérfidas El sentido de este texto no se \'eficre fi que los penitentes pospongan el amor de los padres y demÚs personas (le la familia al de lOHconfesores. Lo que genUil1't111ente signi.fica es, que el hombre dehe hacer una completa ahnegación para seguir (l Jesucristo, de tal manera que ningún afeeto terrenal pueda impedírselo. Si por aborrecimiento se entendiera literalmente el odio, resultaría que para ser discípulo de Jesús era preciso odiar, es de- 1..\ L{IZ DEL fTEIll.O. cir, tener avcrsi(JI1, detestar al padre y fI l:t nwdrl', :í la 1l1ujl'r, fI los hijos Y (I los hermanos, .Y detl'st.arsl' ft sí lIli"I:IO. :\I:ls l'St.O l'S IllOllStrUOSallll'1lte :¡])sun]o, OpIIl'StU:'1 I:IS leYl'S (le la lI:1tlll,lleza y l'unt.rario (¡ l:ts sagnubs p(¡ginns <¡Ul'illl'lIk:lllel ilIllO!' y ren~rl'neia para CUll los padres. (1) l'l'ro los sacl'nlotl's ultrnmontnnos no Sl'l':lrnlll'll ni>slIrdos y cont.radicciunes, l'unndo tnl t:1l1 npo(krn rse, JIO s,''¡o dl' la conciellein, sino :Iun del eoraz(lI1 del pUlitelltl' ¡:nr;l illdul'idu (¡ sus mir:ls. ¡Cu(¡ntos padres de f:lmilia ]¡nll visto qu~'l'll'unlt:sonnrio les arrebata sus hijas para IIn::lr];¡s :í llll COll\Tllto, con una vocaei(lI1 fieticia, furmadu bajo la illl]¡ll'II~'i:l ddl'OIl. fesor! \"1. IIagamos una indagaciÚn trascendental. !JUl' sc rl'l:lciona ínt.imallll'nte con el asunt.o de este capítulo. ¿ l'or qué [orman las mujeres la inlllcns:l lllilyoría de l:ts personas (Jue frecuentan el ('o11fl'sonm'io? l'anl <lnr la l'xplil'aeiÚll de l'stc fl'11(11I1l'1l0es illdispl'lls:Illle manifl'stnr muy sérias y variadas ra%Ol1('s. :\ (¡ el )IJsigï 1¡II'l'1I10S sino l:ts prinl'ip:lks, usnlldo de la forma rdil'l'llll: l'n lOS cnsos necesarios. IIay una mist.l'riosa atrnccitlll entre los rl'spl'l·tivos illdi\·iduos que forman l':lda una de las dos porcionl's de la 1ll1lllanidad. Si la mujcr cOlljè.~saril, estaría po]¡l:tdo de ]¡ollll¡rl's clconfesollario; y siendo varlm ci quc contil'sil, l'SUl ell'onti.:son:lrio po]¡lado de mlljen~s. En \'irt.ud <lenqul'lla ley que rige los arC:l1l, ISdclcoraz(¡ll, las que se confiesan con un mismo individuo, <[lll' IJil'n [Jlll'dl'll llamarse COIlCol1!è:S()TwrÏ¡¡S, alimentall l'11trl' dIm; l'dos de llll lllístic o akcto. l'arccl' que las ~()nfè.:sadas l'l'khraran Ulla eSJll'L'i~de matrimonio espiritual con ci eOllfesor. Y como el desl'o de la prc1"l'rcllcia ejerce un poekl'osoinftujo en la mujer, caeb Ulla de :l!lucllns quisIera merecer 1:1 l'xelusi\'n estil1lnei(l\1 del esposo dd nlllHl. y (1) ,', :.!li;~. XX. E:\.t)c!II,t.:ap, :\I:lt\.'o,l..';tp. Y. 1V: S. LUl'n:-:. Colu::;CJls(':-;, \. ·1· ,', :':0. 1J;.:t11lTOllt'J1l1ill, Y l::I\'. XI>':. X \'111, \. C:l}l. C¡q'. Ul, \".1:..!; :\.\', \, \""11. 1~1::-:'. :':0; ~. ¡'aldu::'L ll):" Y. Y. t(~: :\J:IITII"', EJ',:..•iIP,. l·nl\l·lllill~. \';\11, t'ô \"11, l'. \'1 '\', ":11'. :\I\:. \", 111 Y 1.:;11'. X. J \ :': •• ' :Î IllS L\ LPZ DEL PUElJ:.O. ese deseo es un estímulo pord al confesonario. que todas se eontraen 83 asíduamente l'or otra parte, la mujer reeibe sin lxamen las prácticas religiosas, y con piaÜosa seneillez aeepta toelo 10 que, respecto á freeuen tar el eonfesonario, dieen los q lie se denominan intérprctes de la voluntad divina. ¡Con raz(ll1 l[l llaman éstos el sexo piadoso! La mujer, en fuerza ell' su organizacón y temperamento moral está predispuesta it creer todo ]0 l11aravilloso y soht'enatul'al, lIega11l1u esa preÜisposiei(ll1 Ú dcgenerar en una credulidad eiega, y á veces supersticiosa, que la impele á entregarse omnímodamente Ú un confesor. fiajo otro punto (le vista las ocupaciones domésticas tienen un earÚcter monótono ante la ardiente fantasía elel sexo femenino que gusta gozar eon los emhelesos de la ilusión. Disipada ésta en el teatro doméstico procura la mujer buseada en otra parte. El mundo con su esplendor y deslumbradores atractivos, .v la religión con su magnilleencia y místieos embelesos att-aen la imaginación elcl hello sexo: fi vido éste de emociones, se da trazas para gozar Ú la vez de las delicias de la tierra y de las dcl ciclo: comparte su a teneión y sus .:uidados entre ci teatro delmunr10 y el tcmplo, y la misma soci('dad fcmenina que hermosea los pasl.'us, acude Ú los piés dt'! ('onlcsOl' para lJUrgar reatos de eoneieneia y prepararse á nue\ os goces, Ú encantos de otra espeeie. La varie(laÜ es una ley de la fantasía, y la imagin:u:i{lI1 de la mujer sabe explotarla, 'y,:ndo eomo la mariposa de huerto en huerto, de flor cn tior. Entrando ahora en' otro ordcn de ideas, eleseubrir la concienela á un confesor, husear en ci confl:sonario algún lenitivo it las amarguras de la vida, Ó calmar allí las borrascas cIcI corazón, comunicar detenicIamente con el padre espiritual, dando al diÚlogo un carÚcter místico que tanto plaee it la mujer, tener con el director de la conciencia coloquio:; divinos que trasportan el alma del piadoso sexo á plácidas contemplaciones, tranquilizar el espíritu comunicando al cO:11<:sorla que pasa en el seno del hogar doméstico; en todo esto encuentran las mujeres tina ftlente inagotahle de placeres que l<ls distraen cie las penosas atenciones de familia. l'or eso h<~'y muchas de ellas que abandonan la casa por el templo. 84 LA J.t'z IlEI. I'I'EIILO, En fin, si por parte (le la mujer hay 1110ti,"os poderosos <¡ue la lIe"an al eonii..,sOlwrio, los sacerdotes pOI' la suya tienen un gran inten:s en atraed:!, emple:lJldo todos los medios posibles, La mujer influye (leeisinul1cnte en la familia y l'nIa soeiedad, y eOI1\·iene á las miras dd dero disponel' cie tan importante influencia. Prcstigio, dinero, ohispac!os, eanongías, curatos, ea· pellanl:1s todo "iene pOI' medio del devoto sexo, que siempre se halla dispuesto en f:t\'or de los que, con su ahsohwi(>J1, prol1ll'nten conceder la fi..'lieidad eterna, CAPITU LO IV. El Matrimonio, Manifestemos que el cien) ha hecl:o también del matrimonio una base de su fortuna y predominio en el mundo. El sentimiento de amor, asociado {l la tendencia de repro(luceiÔn, constituye una ley natural. Apoderarse de esa ley fué tOl1lar un completo dominio sohre la especie humana. En efecto, si las afecciones que tienden al matrimonio caen bajo la jurisdicciÔn de la iglesia, ésta tiene en su; manos los destinos de la humanidad. Con tan omnímodo poder, los edesiÚsticos otorgan Ú unos la tèlicidad conyugal, <Í hacen la desgracia de otros, con s610 negar el permiso para celebrar las nupcias, valiéndose al dècio de los impedimcntos, que son como una )'ed de ohstÚeulos en que la iglesia envuelve (t los contrayentes, y que ella maneja Ú su a rhitrio. l'ero felizmen te los cxcesos de ese poder ha n sido 11I0de1':1(10sPO)' los incentivos del interés. En virtud de los derechos que se cnhran por el matrimonio, y 'por hacer que dCStl!Wl"CZCflIl los impedimentos, mediante la dispensa. Son poco frecuentes los casos en que los contrayentes (lL:jan (le obtener la be)HliciÔn nupcial. La negativa que(la resernl(\:1 para libres pensadores Ô grandes person:0es políticos II. ¿ POI' qué se opone la iglesia con tanta tenacidad {l que el contrn to (leI matrimonio se celehre ch'ilmente? Se alega¡'Ún motivos de !:tlsa piedad, pero la venladera caUSa consiste en que, ademÚs de los pingÜes emolumentos que adquieren los edesiÚstieos por el hecho de celebrar el contrato juntamente COll el sacramento, ejercen tamhién por ese medio un:t gran influencia social y política. Como la llumani(lad no pue(lesuhsistir sin )'eno\'arse, imponer una gahela á los que quieran perpetuar la especie, obser\'ando la ley que garantiza el sucesÍ\'O desarrollo de las generaciones, fué precisamente crear una co:)iosa é inagotahle fuente de recursos. HG LA U'Z IlEL I'l"EBLO. Fflcil es comprender la situaci(¡n violenta en que se eneuentra el hombre cuando ha resuelto integrar Stl personalidad uniéndose fI la que consiente ser su compañera, Preocupado con los em hc1esos de la ilusi(¡n, no piensa sino en llegar {¡ poseer cuan to antes la deseada mitad, que dehe ser la delicia de su vida y la marlre de sus hijos, EstÚ, por consiguientc, disptH:stoÚ toda clase de sacrificios y á rcmo\'er todo género dl' obstáculos que se opongan á la realizaci(JI1 rle las nupcias, Allí se imagina encontrar su felicidad, y procura ohteneda Ú toda costa. Esta cs la situación que ha previsto la curia, y de la quc abusa, imponiendo fuertes derechos Ú los que pretcncIen la dicha dc Himeneo, l'ero aquella risucña pcrspccti va quc induce {¡ la unión conyugal pucde ser realizada tan sMa con el contrato. De consigtliente, si éste no fuera cclchrado por los sacerdotes, perderían ellos un elemento de dominaei(¡n y un rico \'(:nero de fortuna, l'ara afianzar la posesi(¡n de lo uno y (le lo otro, los ohispos excomulgan ft los que celebran la uni(JI1 marital ante la autoridad civil, y procuran difimdir el terror en el (lI1imo de los fanÚticos, prcdicando y haciendo predicar 1:\ doctrina de que todo enlace realizado fuera de la iglesia es un crimen atroz que Dios castiga con se\'eridad, Pero si el contrato ci\'ilmente celebra(10 es criminaJ, ¿c(¡mo ha podi(lo ser materia cIe un sacramento? Si la unión quc prohihen los eclesiftsticos cs mala por naturaleza, ¿cómo se hace buena con la hendici(¡n de éstos? ¿Tiencn ellos, )lOI' \'('ntura, la facultad dl' haccr hueno 10 que es esencialmente malo? CAPITULO V. Aspecto civil y religioso (:el matrimonio. Dcspulos dc ha hcr del11ostrado q uc 1:1 iglesia ha puesto al scn'icio rie sus miras la ley de la humana prop:1gaciím, y hecho (1<:un saer:lmCl1to un:l fuente de cntJ'adas y rlc inHucl1cias tcmporah:s, pascmos Ú cxaminar el mab';monio bajo el punto rie vista ci \'il y l'e1igioso, para indagar euÚl es el funcionario Ú quicn, incumbe autorizar el pacto conyugal. El matrimonio cs considerado como contrato y como sacramcnto. Como contr:1to, es un convenio le~allJ1entc celehrado entre hOlllhn' y 11lujcr, por meelio deleual SI: oblig'an ft llenal'los fines de la uniíll1 marital. Como sacr:1mcnto, y scgÚn lo ddinen los tClllog-os, clmatrill1onio cS una cntidaclmoml que produce gracia unitinl y un vínculo il1di~olu1Jle entre el nlrÚn y lr. mujer que han convcnido cn \,i"ir 11t:ll'italmcnte, Como se \T, el contrato cs :1ntc'ior al saeramen to; "éamos ahora si es {¡ la iglesia (¡ al estado> {l quien eompete autorizado. El contrato eoexistc con la sociedad y estft hajo el amparo de lost:!, porque de ella emana la aeci(,n coercitiva que lo ganl11· tiza, gar:!ntb quc no existe ni pue(k existir en la ig'lesia. La inÜ:n-el1cilll1 ele ésta no da fuerza ni v:didez {l lo pactado entn: los contI-atantes. Si un eüntrato cualquiera, el ell' eOll1p:!Î1Í:I, ]lnr c:jcmplo, sc celehrasc :mte un eelesiÚstico y n(, nnte el funcionario ei\'il, ¿podría producir efectos kgales? El matrimonio e011lOcontrato pertenece, no síllo al del'ceho inc1i\'idu:¡] Cil todo lo que se refiere al interés de la lW¡'SOlWCil sus rc1aci()ne~ con la sociedad. sino también al derecho procoI11un;¡l, porque cal' h:ljo el dominio de '~o~intereses sociales. En eonslTucnci:l. el contr:tto c1elll1at¡'imo:1io es de natUl'alcza esen· eialll1cnic civil, y dehe celebra¡'se ante la autoridadlaiea. ¡':efiriéndose. pues, el contrato Ú lo~; intereses tempol'a1cs del imli\'iduo y de la soeic(la(lno pucde e~tar suhon1inaclo {¡ lajurisdieei(l11 ecJesitlstic:t, que e~ puramel11:e espiritual. LA LlJZ DEL Pl'EIlLO, l'or Último, mirando el asunto hajo su aspecto teolÔgico: si para administraI' t()(lo sacramcnto SI..'mm de una matcl-ia ya elahonula, y que, por consiguientc, el ministro no l'ollfen'jona por sí mismo, ¿cómo se explica la nnollwJía de que ell el nwtrimonio el sacerdotc confeccione simultÚneamente la materia y el sacramento, esto es, que él mismo celehre el contrato y dé la hendiciÓn nupcial? :\i se diga que ln iglesia tiene derecho par:¡ celehrar el contrato matrimonial, por ctwnto tienc la faeu1tnrl de administrar el sacramento que confiere la grncia, Esta pertenece rI un orden sobrenatural, mientras que d contrato es de un car{lder puramente natural. De donde se sigue <¡ue la facultad de administrar el sacramento no supone J:¡ de autoriznr el pacto entre los contrayentes; así como la potestad de consagrar el cuerpo de .J csucristo, no esta h1ccc J:¡ neeesidad de que el mismo cclebrante confeccionc el pan. Sin emhargo, se hn pretcndido sostener que el contrato del matrimonio pertellcce por derecho divillo Ú lajurislliceiÚn de la iglesia, (1csde que J eSllcristo dcvÚ ese contra to al rango de sacramento. I'ero d hecho de haberse elevado Ú sacnlmettto el contrato matrimonial, no implil'!l ci den.'eho de la iglesia pnm celehrado; Ó 10 qlle es lo mismo, la instituci{¡n del sacramento del matrimonio no con!1ere al podel- eclesi{¡stico la facultnd de confeccionar la maieria de esic sacramento. (1) En qué partI..' dd EV:lI1gelio consta que habiendo .Jesucristo e1c\":ldo d eontrnto dcl matrimonio al rango de sacrnmento, cont1riÚ á la iglesia el derechu de autorizar ese contrato? :'\0 purliendo eitar texto algullo (I estl' rcspeeto apelan al ,'ago y trillado argulllento dI..'que hahil'l1Clo d;ldo Cristo;í ~us apóstoles el poder de apaCl:llt:tr. le,; dit) Ullllhiél1 implícitamente el de elegir los medios pant 11cn;lr su lllisi(lll, COll este razonamiento ha pretendido siclllpre h iglesia nltr:l1llOlltalla ahareado todo y estahleeer en el tlllll1l1o el ahsoluiisl1w Ü'lJl'r:í.tico. La Úl(1) t.iSl110, orig-inal. La lll<llt'ria tI S:l<,.'t"allll'nto d•.. · IlII l.'SSilllholizndcl Coll el Illtlralmnltl', tlH.'nto l¡1H .. ' producl' g-r:tI'Î:l uniti,':!, es ~imh(l1izado tos l'ontraYl·ntl'~. con l'I J_:TH,'ia ag'U;I; sihati,·n. nlÏllll'ntando tnrn1. cs :-;acr:lll1l'lllll q~1t.'prutlll~T 1:\ J;l l'O.";¡ unicndo:í ('~ IllS l'(ln qlle ln ~jlJlholiza. l:I\'all(', 1'1Il':II-i:HÎ:1. Ú St' Silllholil.:\ (,:Ollll-:ltO. ~:"'l:-jllk n.';..:"t'llt'l":lti\":I, ~:Il'r:lmt'llt(l I/Ilt' 1:\ lIl\itu:l t:{, !lU:! Así ,,:111;1\1- lid Jll'l':ldn pnllIIH'(' d pan: y ~·1Illat"¡1l1oni(). clt·..•¡ICIS:Ic!O;' dl,.'(.'ir, con ) 1:1 m:llll'ha JlI.lller:! prUlIl<"':'-:1y gr:tl'ia (. s:lC...·ra .. s,)J¡n'na .• :ll'l'pUlcil',n tIc LA LCZ DEI, PCEHLO. cultad de apacentar y la (le elegir los medios son cI etemo alegato en toda materia, en to(los tiempos y circunstancias para rcsolver en favor del e1crolas euestiol1<~s (le competencia, y consolidar el predominio eclesiástico. Mas la facultad de autorizarcI pacto conyugal no es un me· dio para llenar la misión de apacentar. A la ven1::ul, si por apacentar se entiende en este caso dar el pasto espiritual rl los fieles. ilustrar su enten(limiento inculcando la (loctrina del SalnldOL',edificar {¡ la grey cristiana con el ejemplo de abnegación y demÚs virtudes n'angélicas, no se necesi ta para esto au torizar el contrato matrimonial. Cuando Jesucristo dijo:-"Apacentad mis ovcjas,,' no confirió Ú la iglesia la facultad de confeccionar la materia de los sacmmcntos. Él mismo al instituidos no eonfcccionó una materia especial. Para el bautismo design() el agua natural, tomando la del JonlÚn; para la eucaristÍ<l el pan usual, hendiciendo el que le pusieron en la {¡ltima Cena, y al elevar el contrat<nlel matrimonio Ú la digllida(l de sacramell to, no recibió ese honor otro contrato, sino el mismo que ya existía civilmente desde todos los siglos. Esta verdad llega ii su mayor grado (le evidencia si se obsen'a que .Jesús no mandó fi sus discípulos que autorizaran el contrato matrimonial, y <jUl' no desconoció jamÚs en el poder civil la facultad (le autorizarIo, facultad que emana de la naturaleza misma de la sociedad y de la esencia del contrato, Luego, ni por raz6n de la instituci,jn sacramental, ni por la facultad de apacenta!' tiene la iglesia nqucI ('¡ecantado derecho (1ivino para adjudicarse la autorizaciún del contrato matri. monin 1. Il. Señalemos los miis notahles pUlljos de difcl'encia entre el contrato y cI sacramento para manilestar la manera legítima como debería ccIehrarse el nwtrimonio en los países eat()lieos. El contrato conyugal existe (lesde que hay humanida(l y en todos los puehlos de la tierra, mientras que el s~\eramento s(¡}o des(le Jesue\'isto, y tÍnieamente en 1m puehlos que ahrazan el catolicismo, El contrato tiene por ohjeto pmpagar la especie y legitimar la familia; mas el sacramento se refiere fi santificar la uniún de los desposados.v conferirks gracia espiritual. El 90 LA IXZ DEI. pr;EnLO. contrato pucde scr eelehrado por toda clase de indiyiduos, cualesquiera que sean sus lTeencias; plTO el SalT<lmento esUI reSLT"ado (I los eaU,licos. El contrato es t<ln 11lTesario, qlle sin ¿:I no hahría soeiednd; mientras que el saer:lJ11L'nto no es una eondiei()(1 sin lo cual no pueda suhsistir la especie humann. El contrato, en fin, se refiere al orden temporal, yel sacraml'nto al espiritual. Dc tan eontmst:u!:is diferencias sc colige: 1() Que siendo el contrato la hase de la soeic(];¡d y cie ln 11l1mnna propagaei()(1, no sc le dehe restringir, sO!lll'li¿:ndolll (I la forma sacramental; 2° Que ni eleontnlto t.iene yirtud de prodltl:ir c1i.:cios de santificaei(1I1, ni el sacr:llllcnto pn)c!lIcc e/<:ctos ('¡\,iles. Así como se1"Ía ahsurdo el a/inn:lr que por llIedio Ill-I l'ontl"nto Sl' :ldquicrc tin derecho espiritual para ohtcnel" g-racias sohrl'lwtl1r:lles, <lsí tamhién lo es el pensar, como genernlll1entc p¡l'l1S:1I1los clll'ialistas qlle el saentlllcnto confiere dercehos ('j\'iles y políticos J/JS().l un:, ac ~lue perteneciendo el eontrnto al orden e¡yil, y el sacramento al rcligioso, el priml'l'o elehe c1ectuarse ante los fl111ciona¡,i[ls de ln socied:lfl pant :ulql1irir derechos LelllflOnllcs, y el scgundo :lI1te la iglesia, para opUlr los espirituales. Luego los quc quieran casarse deherían ocurril- primeramentc (¡ la autoridad ci\'il para eelehrar eleontntto con arreglo Ú las leyes, yen seguir1n dirigirse, si lo quieren (1), Ú la autorid:ul l'eleciÚstil'n p:lra n'eihir In hendiL'i('lInupcial. ¡'or no hahlT trnz:lflo la línen di\,isoria entre lo que lll'rtcncn' Ú la socied:ul y lo quc es dl' la religic'lIl, la iglesia se hn apodLTado del contrato ClI lIomhrc dcl sncrnmcllto, lTSUlt:ll1rIo de :¡Jlí que la cl1l"ia asumc podcres incompa tihles. Es pOllel" eL'lesi(lstieo y podcr cÎ\,il. Es trihunal espccial y trihun:t1 comÚn, En muchos paíscs cat(,licos l'll<l1lclom{\s Sl' ha 11L:jacloal Iegislaelor la racult:ul cie reglamcntar Ulln parÜ: ell' los efectos l'i"iles dd nwtrimonio, y ([ los tribunales y juzgaelos I:t elc conocer en algunos asuntos nwtrimoniales, ITSlT\'Únelose la iglesia plena y cxcltlsi\'a potestad para legislar SOhlT las eOlulil'¡OIlCS dcl contrato y clmoclo ell' electuarIo, y para JUZgo:ll" sohre su ~ 1) t!illl'a Lo;.; at'ttl~ \'ultllllad l'l... ,kt li;...:.i(l:-:n:-:HO l¡o1l1hn'. ch'1Jl'l1 s('r ('1 r{"~Il1t:\(lf) dl' ln ('1):II'ci'"1I1, ~inl' dl..' la l'S}lOJ1- 91 LA LUZ DEL PUEnLO. validez ó nulidad, subonlinando al lidIo de la curia mismos procedimientos de los funcionarios ch·iks. a(m los Ill. Echcmos una r:ípida ojeada suhre lus gradsimos maks que resultan de haherse usurpado la iglcsiala facultad deee1cbrar el contrato matrimonial. Con semejante usurpación se impide e! desan-llo de la sociedad, porque la condición de no po(lercdehrar e! contrato matrimonial sino ante la iglesia, es decir sacnullentnlmente, es un ('Storbo para la inmigraciÔn. Los contrayentes de diferentes el-ccncias que no quieren renunciar su re!igiÔn se yen obligados fi ,'iyir concubinariamente. Las mujeres y lus hijos no gozan (le hs llerechos ei yiks, y ademÚs pueden sufrir un ah:lI1dono dl' parte del padre, y quedar expuestos Ú la miseria y Ú los ,'icios. Haciendo un prolijo examen de 1m causas que m{¡s influyen en la relajaciÓn de las costumbes, se encuentra que una de ellas es el habel'se puestu el matrimonio ha~o e! exdusiyo duminio de la iglesia. í~sta ha colocado Ú la sociedad cn un grave conflicto, prohibic11flo el matrimonio civil, y Si:l pOller impedir las inmorales consecuencias de esa prohibiciÔn. En nombre dl' las huenas costumhres preguntaríamos, ¿por cuál de los dos CHSOSse dehe optHr? Por el del matrimonio civil, que estnblcce e! orden y la moralidad, () por el coneubinato de los extranjcros con las hijas (leI país? ¿Y la iglesia aceptaní m(lS bien la for%ada situaci(lIl de! concuhinato, antes que renunciar al ejercicio de una I"aellltacl usurpada? JIay otra eircllnst:nH:ia que pel:Îudica de un modo directo Ú la religión, y consiste en la hurla que haecn de ella los que fingen aceptada, con ellin de obtener la mano de una catÓlica. IV. Grandes yentnjas se obtendrían si el contrato y el sacramento se efectuaran por la respectinl autoricIad y se declarara la independencia del uno y cIel otro. LA IXZ nEL PI'ERLO. Elmatrimonlo cl,'il es una necesidad soci:d, yel Sal'l"amCnto un asunto religioso, por tanto, el estado dehc prescindir completamente de ~ste, y oeupn.rse s(,lo de aquél. inslituYl'llllo el rl'gistro ell' maÜ'imonios y el funcion:lrio que los autoriee C~), Si los dercchos ci\'iles no cmanan de la religi(¡n, ¿por qué Se exige que los contrayentes recihan el sacnUl1cnto dell1lalril1lonio para que sus derechos y los de los hijos que de ellos naecn scan reconocidos por ln ley? ¿Se requicrc por \'cntum qnc el homhre sea hautiz:ulo, confirmado, etc" para deelarar10 en.paz de los del'echos sociales que se (kri\'an dc un principio ahsolulo de jnsticia, anterior {¡ las leycs humn.nas y fi la instituciÚn dc los sacramentos? El del mntrimonio ticne por ohjcto la santiflcacitll1 de los ctll1yugcs, mas esto no incumhc alcstado, cuya misitnl no es la de santificar ft los n.socÎm1os por mcdio del sncra111cnlo, sino la dc promovcr el desarrollo de la sociedad, mcdiantc el contrato conyugalci"i11l1l'n tc eelehrndo. Los gohicrnos que en virtud de su alianza con la iglesia, reconoccn cn ésta el dereeho de al!torizar el contrato l1Iatrill111niaI y accptan el sacramento como conclicit>l1 indispensahle pnra el goce (le los derechos l'Íviles-l'sOS gohil'rnosahdÍl'an SllS facultades esenciaks, y cjcrccn sohrl' la coneicl1l'ia del pucillo una odiosa presiÓn, Y. De las rcfkxionl's prcccdentcs Sl' (leduce quc, siendo el contrato malril11oni:tl una funeiÚn de la vida l'ivil y n\1 Ull asunto religioso, e1eslado dchía dc'sc'onol'l'!' el que la ig-ksin :t 11 toriza, Pero en "l'Z de que el podcr Ü'mporn1 desconozca d contrato l'Clchrado anle el cspil'itual, l'S al ('onÜ':ll'io (ostc quil'n dcdnnt la nulidad del matrimonio l't:lehrado l'onforl11l' (I las leYl'S ciyiles. Esta (leclaración es ahsurda porque como d matril11onio ('iyi1 es un mcro l'ontrato, {kcir que cse l'n1ace es nulo porqul' no ha intl'l'\"l'nido la ig"lesi:l, \'ale tanlo l'01110 ;¡fir111a!'!a nulidad <ld l'ontr:tto por esa causa, :\firmacitlll insostenihle, puesto que para la \'a1i(lez de los ('onlratos no Sl' rt'quil're el l'Onl'UI'l~) HI Jln~,xi11lo L'()t1g:n.';~{) de 1s!ltl ell-he llt'lIar l'sta inaplazallh' 11('(.·('siclnd ~. Ill;l. :-onl'ia). E. LA IX? 93 DEL PCEilLO. de la autoridad eclesiástica, sino la clcl [l1l1cional-io civil quc los a utorice con arreglo á la ley, Los cÚllyuge~ unidos por la iglesia SOli, en concepto dl' dia, los únicos legítimos. ;v1as, segtl11 los demos principios del rlen~eho, el ado de hendeeir la unión no e:m[¡ere U11 título para que los contrayentes se pertellezcan, sillu el contrato civil, purlJue cn virlml dl' éste quedan ohligadas Ia~ partes contratantes y garantidas sus m1Ítuas ohligaciolles. Luego los esposos unidos ante el fUllcionnrio competente, que autorice ese contrato seg(111la ley, SUIl los vcnladel';Ullell tc leg'till1US, i\Ias para píT\Tnir la opiniÓn contra el matrimonio civil, se le ha dado el l10mbre de concuhinato, I 'CI-Osi este c:tlitlcati,'o cnnlel\'(~ la i<lca <le una relacií>J1 ilegítima, y si, como hemos dell1ostradu, la iglesia no cs competcnte para autorizar el contrato matrimonial, ¿eu£tlmatrimonio encierra la tacha de COl1euhil1<lrio, csto es, (le ilegítimo, ci celcbrad o por la autoridad civil, I) el que celebra l:t iglesia? V<:ng':Lmus al [onelo rie las l'osas y dt:Îc!TIOSl'sa táetica maliciosa de dcsacrl'dit:u- tI los homhn:s, las idcas y las instituciones, valiéndose (le calificativos denigr:u1tes. I/ombre !u:n:ic, sLlccn lotc lll)()st:¡ tll (1), cscueln :/ten, 111/1 trimonio COJJcllhi1J:I· rio, son otras tantas invel'livas prudig:ulas para paliar odiosas pretensioncs, y adju(1icarsl: antl: el pÚblico ignorante la \'ictoria ell ulla mala causa. Si los matrimonios que no Sl: élutOl-i:mn por la igl<:'sia fucran concubina los, entonces todos los contr;lídos pot-los [¡-anceses, los bclgns, los suizos, los italianos y los de otros puehlos l:atÍ>Ecos sl:rían concuhillarios, puesto que entre dIos el matrimonio se celehra ci\'ilmente. Pero l:S contra el senticlocom(\I1 qlll: talltas nacionl:s CUIt:1Shubiesen querido ertrcgnr tina instituciÓn tan S:lnta C0l110cllllatt-imoniu Ú la inmoralidad cid cOllllJinato. VI. Refutemos (los ol~il:cioncs con qUl: se pretcll(k sostclll:r la inter\'ención (Il: la iglesia en el contrato matrimonial. la Diccnlos ultramol1tanos que aem cuando la igll:sia no ~1) los Los 1l1lt':\mont<lllos ca!i(¡,:nn prilll .. -ipins tasía del EY;It1gclio, sc l'l1liendc la IH.'gnciúl\ que dl'lh:nd<"1l esa doell'illa rh- n:l,,:h:IZal1 :lfH"lstatas Jas d<.'la dnctrina fi )(l~ ptTtl'llsiollt'S dl.' .Icsl1cr;~lo. {) Ins qUl' ln han suplantad<,? s:tl'l'nIoll'S dt, íllflu:IJos. llW.', ('Il )'('1"0 ¿q\1i~lll..:s sun dl·li..~tls;l de si por apos_ HJ1(Jtilata~. lu:-; 94 L\ LCl nEL Pl'EIlI.O, tuvicra por dcrecho divinu la Úlcultad de autorizar dicho contrato, alll1enos la tiene ]>01' eOllcesiÚn de lus soheranos.Y como dclegacla ciel podc!' temporal. La importaneia que pretenden ciar Ú este argumento desaparccc desde luego si se aticnde {¡ que el estado no ticnc derecho para poner la sociedad hajo la tutela de la iglesia. l'or otra parte, ni el poder temporal puede h'H:er dekgaei6n de sus f¿lcultades en una autoridad puramente espiritual, ni la iglesia dehe aceptar funciones que no son de su ministerio, Un poder civil que trasflen: sus dercchos L'n favor de los directo. res de las allllas, y un poder espiritual ljUC los acepta, son dos podcres que realizan el cÚos cn el sellO dl' la soeic(1:td. En ¡in, por]o mismo que la iglesia no tiene sino una facultad delegada, ésta debe cesar y cesa cn efecto tan pront.o como el estado !'easulTIe sus clereehos. 2" Akgan los euria]istas que siendo ell'ontrato mat.eria del s:lcramcnto, .Ydehicndo el que]o administra l'ercionlrse al'l'rca de la va]iclez de l'sa mat.eria, le cs indispensahle autorizar el COIItrato matrimonial Intra esbll' scguro cie qtlc el saer:lIl1ento es ,,{¡]ido. A primera "ista ITsa]ta la falsedad de l'stc argunll'nto. El ministro de los sacramentos dehe sin (1ucla teller la seg'uridad de que la materia qtleelllplcaes ,,{dida; pero no sigue de allí que deha l'onteel'iollarla. Así, respccto {¡ la lIIail:ría del sW.:rnmento del nwhimonio, el que ]0 administnl dehe cerl'iora!'se sohre si los esposos que s(." le presentan, pidiendo la hendicitm sacrameutal, han eelehrado legnlmente Stl contrato. Sabiendo qtlc lo han efcctuado, ya sahe quc hay matcria "Úlida para ci sacramento. CAPITULO Impedimentos VI. del matrimonio. La iglesia pretende tener dereeho para ilstituir impedimc ntos nwtrillloniales. I'ero l'sUt es una prdellsiílll infundad:l, l'Omo Y:l1TIOS á demostrado. Los impedimentos que se han cstableeido pertenecen al orden temporal Í>al espiritu:t1. Los dd primer género nu están h:ljo la jurisdiceiÍ>n de la iglesia, porquc lu temporal no es del dOlllinio dl' dl:l, y en cuanto Ú los del segundo, la i.~-Icsia no tiene potest.ad para impedir con ohstÚeulos ,:spiritualcs UtI acto tan esencial de la yida ci \·il como elma l1'imonio. !'odrÚ negal' el sacramento alegando motivos de un ear{tch:r espiritual, pern llO le es potcstatiyo cst<.rhar d cuntrato del matrimonio, qtle es tin asunto e~:;cneialmente social, pues, como ya hemos manitèstm!o, d contrato es dist.intodd sacramento, y puede suhsistir sin llccesidad de ~ste, La facultad de inst.ituir impedimentos perlcnece al estado de hecho y de derceho. De hecho, porqtle la historia nos dil'l' que Teodosio ci Grande rué quien prohibió el matrimonio entre consanguíneos; que el impedimento de dispari(lad de cultos rué establecido ]lor \'akntiniHllO y V[lknte, quienes prohihieron ::Imatrimonio de los romanos con los bÚrharos; qne después fué confirmado l'se im]ledimcnto por Tendosio y Arcadio, ]lrohib~endo ~stos el enlaee matrimonial entre cristianos y judíos; que Justiniano hizo del parcntczco espiritual un impedimento dirimente; que este emperador tIedar() nulo el matrimonio de qui;:,n sc casara eon tina cscla va ereyéndola lihre; fi tiC el mismo prohibió el matrimonio de los adÚlteros; que antes del eristianism,) los romanos declararon como impedimcnto del matrimonio el ligÚmcn () vínculo entre los dos cónyuges, considerando inf'a:nc al homhre que cn vida (lc su mujer se casase con otra; que I':onstantino y Justiniano prohibieron el matrimonio del raptor con la persona 1'0hada; que el impedimcnto de elandcstinidm! fué cstablecido por los emperadores, )' que, con el I1n de evitar los inconvenientes de la uni(m dandestin:t, Carlo i\¡agno dispuso que los matri- 96 LA U;Z DEL I'rETILO. mOllios se celehmsell :llIte la ig·!t:sia'y ci IltlChlo, y quc recihicsen la hendicíÔn saccnlot.al. En tin, scgÍln ci t.cst.illtol1io dc la historí:l. t.odo impcdimcnto (lirimcnte 1m sido (1<..'(,:lara<lo por los gOhcr:lllos, De dereeho tiene el estado la facultml de instituir impedimcntos, porque siendo el paeto eonyugalcscncialment.e civil, no punic haber otros ohsUlculos que lo impidan, sino aquel10s que se ¡-dicn'n fI la naturaleza del contrato tI :í los intereses de la sociedad. Y como todo eontrato:: t.odo interés social estÚn hajo la inmediata acciÔn del estado y pert.cllecen á su exelusi\'a jurisdicciÚn, se signe que sÚlo él puede inst.ituir impedimentus yenladcran1l'nt.c t.ales, Entrcmos en d examen de lascircunstillll'ias que hoy se consil 1cra n n:eisorim; del ma tri mon io; y dcnlOs t.relllOS: 10 Vue d ear{¡cteranulatin) de un impedimento s(>!o deriva de su oposici()n á la escncia del contril t.o, () fi las cun venicniclIeias sociales; y 2° !.1uc todo ot.ro ohstáculo que 110l'nlanC dI.' csas t11cntcs no tiene raz(lII de Sl'!"impcdimento_ Si en el an{¡lisis que \'amos á haccr conseguimos demostI-ar lo uno y lo ot.ro, hahrcmos corrohorado la prucha dl' quI.' sÓlo cn el est.ado cxiste d derecho de cst.a hlel'l'l' impedimcntos para cima trilllonio, E!{ \{O!{. Este eonsistc ell cclehrar d mat.rimollio COli una persona dist.int.a dI.' la que se ha elegido. l'or ejemplo, Jm.'oh quiso casarse con I~aqud, y en IU.t:'ar de ésta le pn'sent.aroll (¡ Lía, haciéndo1c entender qne era su prollleti(la, El CITror es impedimento diriment.e, porquc annla el contrato. En <:fèeto, para quc éstc sea válido, cs 11l'lTsarÎo d consentimiento de los cont.ratantcs, el cual nu exist.e en hahiendo error acerca de la persona, Por consiguient.e, al estado, y nt) Ú la iglesia, eOlTesponde instituir este impedimento_ CO:'\DICIO:'\. Bajo el nombre de l'ondiciÔIl se cnt.iende el estadu dU1l1hre de tino de los dos eont.raycnt.es, ignoriíndolo de Hen-id que es LA LUZ nEL l'VEBLO. 97 libre; y también las cláusulas condicionales (lue se oponen :í los fincs ùc1matrimonio, v. g., si los desposados hubiesen con yenido en la condición de no vi,-ir juntos. En ambos casos la eondiei(m es un i:llpcdimcnto que dit'imc el matrimonio. En el primc\'() porquc anula el contrato, puesto que el cónyuge librc no ha conscntido en casarse con persona esclava. En el segundo se rdierc al contrato y tamhién Ú los intcrcses sociales, por oponcrse:í los fines del pado conyugal, que son los fines y convenicneias dc la socicdad. l'or consiguicnte, al estado, y nú Ú la iglesia, corresponde instituir este impedimento. VOTO. La iglesia ha establecido como impedimento del matrimonio la promesa quc el hombre hace Ú Dio; de poncrse en pcrpétua lucha con la ley de propagaciôn dada por clmismo Creador y santificada por Jesucristo. Pero semejante promesa es sMo de fu~ro interno, y por tanto no pcrtenece Ú lajurisdicción extert1a. Adcl11:ís,de 10 prometido Ú Dios no puede dar cuenta el,hombrc sino en-el tribunal dc Dios. Lucgoeleumplimiento de csa pron1l'sa no está bajo el dominio de la coacciÓn hu ma.na. ¿ l'odrÚ la iglcsia ú el estado llevar su autoridad hasta el santuario de la conciencia, y librar mandamiento ejccutivo soht'c el cumplimiento de promesas hechas á la Divinidad? y ali1ical1l10á cste impedimento el crit'~rio con que juzgamos á los demás, se encuentra que el voto no se opone it la natunLleza del contrato, ni it los intcreses de la :,oeiedad. l\ó Ú la naturaleza del contrato, porque dirigiéndose el "oto it un orden sobrenatural, no puede anular los pados ;1Umanos, que son mcramentc naturales. Si alguno hiciese voto de no celebrar un contrato de compra- ven ta'y sin embargo lo celebrara, ¿ scría nulo ese contrato? ¿Ha habido jam{ls legislación dguna que haya comprendido el voto entrc las circunstancias e ue anulan lo pactado entre los hombres? Tampoco sc opone el voto fi los intereses de la sociedad, pues ningún perjuicio experimenta ella porque se ligue en matrimonio una persona que hubiese prometido no casarse. Al 98 LA LUZ DEL PlJEBLO. contrario, c1cump1imiento de tal promesa es altamente pernicioso (l las conyenieneias sociales. Lucgo el yoto no pue(lc ser impediment.o ciel matrimonio, tanto por las razones que acahamos de aducir, cuanto porque, como ya hcmos manifestado, la igleia no tiene derecho pam ingeril'se en lo temporal Y poner obstÚculos {lun ado tan legítimo y cscncial dl' la yida ciyil, como lo es el matrimonio. Se dirá quc el poder eclesiÚstico tiene facultad para imponer condiciones £tlos que se ordenan. Pero est.a m{lxima es falsa si se la considera en un sentido ahsoluto, ponl ue no h:lY facultad para imponer condiciones caprichosas (, absurdas. V hajo Ull punto de yista relati\,o, si la igksia tiene derecho de impo_ ner condiciones razonables, eSe derecho no puede Sl'l"ejercido sino en la esfera espiritual, que es la única que eon'esponde al poder edesiÚstieo; mas al imponer la eondil"Í{¡nde no casaniC, la iglesia sale de esos límites é inyade los dominios de la sociedad, porque el matrimonio es un asunto esencialmen eiyil. Por consiguiente ni el estado ni la iglesia, ni autoridad alguna sohre la tierra puecle estahlecer el \'ot.ol'omoimpe(!imento del matrimonio. PAnE~TE~CO. Se ha estahlccido quc el parentesco l1:lÍlll'al, el legal y espiritual scan otros tantos obst£tculos dclmatrimonio. En cuanto al IJI'imel'o,si los enlaces cntre consanguíneos ó afines son peljudieiales ft la sociedad, al estado y no fi la iglesia corresponde inst.ituir este impedimento. H.cspceto al parentesco legal, eonyietl(· ohseryar que cs un vínculo meramente ficticio, procedente de la adopcifll1, mediante la cual se ha fingido, cn algunos países, que un cxtrailo adquicrl'la c()ndiciÍ>nde hijo. Esa' ficci6n y el impedimento que de clla emana son contrarios al interés social, ora porque la adquisiciÓn de hijos que la naturaleza no ha dado, es en perjuicio de los legítimos derechos de los consanguíneos Ó afines del adoptante, ora porque se impide los matrimonios sin más fundament.o que una conexiÓn imaginaria. Luego no dehe suhsistir sem~jante impedimento. El parcntesl:o espiritual es un yíneulo que la iglesia ha he. LA Ll';>; DEL JTEIlLO. 99 ellO pro"enit- del bautismo y de la c(lnfinnaciún, fundÚndose en una insostenihle analogía. l'or cuanto el que nace en el onkn natural, cs pariente conr.anguíneo l'n primer grado con sus generwlores, es decir, con los padres camales, sc ha estahlecido que ci qlle pOt"ci hautis1110 rcnace, en el orden sohrenatnra de la gracia, es tamhién pat'icnte espiritual, en el mismo grado con sus regeneradores, es decir, con el que lo bautiza y los ~lne la sacan de la sagrada fuente. Tal es el origen del parentesco que el hauti¡mnte y los padrinos contraen, segÚn la iglesia, COliel bautizado y los padres de éste. Otro tanto sucede respedo de la confirmación. Ahora bicn, dcmostremos que la analogía es insostenible. El que vicne Ú la "ida natund j:,or ci nacimiento no sólo contrae parentesco con sus gencradcres, sino con todos los que son parientes de éstos en el orden dl' la lIatunlkza. De consiguiellte, el quc viene Ú la "illa sohro:llat.ural por el hautismo, debería también contraer parentesec, no súlo con sus regeneradores, sino con todos los que fuesen :)arientes de l-st.os en el 01'dell de la gracia, resultando de aquí qne cl mat.rimonio en los países cat.(¡licos Cfa imposible. ¿Se din"t que cl poder ec1esiÚstico ha limitado el parentesco espiritual, declarando que no la eontmen sino ci bautizante ó confirmanlc y los padrinos? Pero c~;epoder no tiene facultad para limitar los di:dos esenciales de los sacnuncntos. ¿DirÚn entonces qUl' el parl'nteseo no se prolluee por la esencia del sacramcnto, sino por (lisposici(¡n de la iglesia? En tal caso todo el edificio ,'iene ahajo, porque si cn Ir. nntura]cza misma del sacramento no existc virtud para prollucir vínculo algullo, mucho mCllos puede existir cn la volun::ad de la iglesia. ¿ I'odr!t ésta hacCl' que sean parientes los que 110 la SOli? Examinemos ahora cl parcntescl' espiritual en sus relaciones con la sociedad, y Vl-amos si un;\ cOllexi(lIl de ese gl-nero puede impedir un acto esencialmente cidl como el matJ'imollio. Ya sabemos, según nuestro indefi:ctiblc criterio, que no hay impedimento razonable sino cuando la circunstancia que la constituye cstft en oposiei(¡n con la naturaleza del contrato () con los intcl'cses de la socierla(l. Pero el parentesco que, por disposiciólI cclesiÚstica, proviene dd hautismo y conli.rmaci(¡n, no se oponc á ninguno de esos dos Jrincipios. En efecto, una 100 re1aciÔn sacramental no im'ali(la los contra tos, ni la sociedad se peljudica por los cnlaces de los quc son cspiritunlllll'ntc parientes. Al contrario, est{l en pugna con las ~'on\TnicIll'ins sociales el que un vínculo de earÚcter sobrenatural se hayn crigi(la en ohsUleulo para el matrimonio, que es un acto natural dl' 1;( \'ida civiJ, y un obst{lculo que ohra en la miís "asta l'scala, pues d bautismo por una parte y la conlirmal'Ï(lll por otm aumentan indefinidamcntc ci n(lmero de pal'ielltes espiritunks, impedidos entrc sí para la uniÚn conyugal. Luego, siendo este parentesco un \"Ínl'uJo ('lIntrnído ante Ja iglesia, no puede ser un n.~ato ante la suciedad. CIŒ~'IE;-':. Los dditos que impiden el matrimonio son el conyugicidio y d adulterio, cs decir, Ja muerte dada por tin dl1lyug~' aJ otro, deseando casarse con alguna persona, y la \"iola~'i(JI1 dl' la le eonyugaJ, efectuada en ,'il,tud de promesa IHtra cOlltraer después llHltrimonio. Estos delitos son un ataque (l los interescs sociaks, y rI ning(m poder sino al temporal incumbe la ohlig;I~'i(JI1 dl' n'prilllirlos, haeienùo (le ellos otros tantos impe(limentos diri111cllh's del matrimonio, como una medida pre\Tnti"a para e"jtm', cn bien de los cÓnyuges, las agresiones contra la \"ida y la honra dl' éstos. l'or consiguientc, al estado, y nÓ Ú Ja igksia, ~'01Tespol1de instituir l'ste impedimento. I>ISP.\HIIL\D DE Cl'LT()~. Se ha erigido cn obstÚeulo para el nw trilllOllio Ja disparidad (le cultos, esto es, las c1ifèrentes ereem:ias que tellgan los contrayentes. Pero este impedimcnto no emana de la naturaleza del contrato, ni de las l'onvcnicncias sociales . .:\Ó de la naturaleza del contrato, porque las creencias religiosas no son d objeto, ci m(n'iJ, la esencia dd pacto conyugal. ~Ú de las conveniencias sociales, porque c1matrimonio clltre personas de d:ferentes creencias, k~()s de Sl'r un mal para la socil'dad, l'l'dl' L'Il beneficio de ella, Luego no debe subsistir este impedimcnto, LA LUZ DEL 101 PUEDI.O. ITEHZA. A la coacci(¡n injusta, cmpleada para que alh'1.tnOcontraiga matrimonio, se ha dado el nombre de I.:I('¡-;:a. Esta eonstituy.e un impedimento dirimente, porque toda violencia injustamente infcrida sc opone ft la naturaleza de 1m. contratos, para euya validez se requiere la cspontÚnea voluntad del contratante. Y como los gobicrnos deben vigilar ft fin de que los ciudadanos gocen de la libertad necesaria en sus contratos, partieulannente en elm(ls solemne y trascendental, que es el matrimonio, sc sigue que al estado, y n<>(¡ la iglesia, cc rrespondc instituir este impc<limento. LIGA:\IEl'\. Esta palabra significa lígazÔl1, ntndum, es clecir, aquel lazo con que los contrayentes se hallan de tal manera jig;ulos entre sí, que existiendo los dos, no tiene ningtIn,) de ellos libertad para casarse con otra persona. Este es un impedimento que se refiere Ú la esencia misma <leIcontrato matrimonial, que consiste en la mCttua promesa Ô aceptación de los contrayentes. Habiendo e\1os estipulado perteneeerse recípro~amente, se hallan ligados entre sí, y todo matrimonio posteri,)]' es nulo, por no poder prometerse Ú nadie una persona que pertencce Ú otra. Adem[ls, con este impedimcnto se :la procurado poner cn sal YOlos mi'ts íntimos intcreses de la sociedad, evitando las graves consecuencias que se desarrollarían en la mÚs funesta eseaIn, si sc dc:jara rl los c{ll1yug-esla libet·tml de separarse y contraer nue\'as nupcias v{tlidamente. Siendo, pues, clligÚmen un vínculo esencial dc1ma trimonio, ml:! gnrnntía rie su cstabilidad, un la:o quc afianza el interés de las familias, es eYi<1eilteque al estado y n<>(lIa iglesia correspoll(lc instituir l'ste impcdimento. HOl'\ESTIDAD. Se ha dado CRtcnombrc (¡ una espcc;c dl' aflnidad que se suponc pnwcnir deI matrimonio rato, es dccir, no consumado, y ta mhi~n del con trn to esponsalicio. De tal manera, que si alguno en\'itHla sin consumar su matrimonio, no puede casarse con las consanguíneas ek la que1ité su esposa; yel que celebra csponsa- •• ·,~O\ 'RUCh 102 LA LUZ DEL PtrEIILO. les con una mujcr, no puede desposarse con las consanguíncas de ella. Ln honestillacl es una mera ficción, desde que sÓlo l'Il vid.ud rle relaciones carnalmente consumadas puerlc habcr alguna l'Onexión entre el yar6n y las consanguíneas de la mujer, y vil'l'Yersa. Luego un vínculo ficticio que no se opone (l la n:1.tm'akza del contrato ni (l los intereses de la sociedad, no puede ~uhsistir como impedimento dirimcnte del matrimonio. DIPOTEl'\CIA. L1Úmase impotencia la incapacidad físien para el matl'imonia. Esa ineapacil1nd es un impedimento dirimcnte, tanto porque no puede halll'r eontrnto conyugal entre personas illh{lhi1cs parn llenar los fines de ese contrato, cuanto porque la unitJllcntre individuos que no eoincillcn al afecto prolíf1èO, no esUi. en los intereses de In sociedad, Por consiguiente al estado y nt) (l la iglesia eorrespende declnrar este impellimentn. CLAl'\DESTI/l.:IDAD. Si los eontratosdebeneclebrarsccon la soll'tnnir1rullegal pa· ra que sean "((lidos ante la ley, Y estft en los inÜ'rl'sl's sociales que el del ma tri1l1onio sc celebre COllla pu hlicidad con ven iell te, no puede haberdudaque al estado y nt) ii la iglesia corresponde establecer el impedimento de elanr1estinidwl. HAPTO. Si alguno llevase consigl), por la fuerza ó en virtud de seeluctores at,tificios, {l una mujl'" para casarse con ella. ha incurrido en rapto. Esta circunstanl'ia dit'ime ci mat!'imonio, si antes de celebrado no fuese puesta la persona rohada fuera rIel dominio del raptor para nl:lIIifestar su lihre consentimiento. El impedimento de rapto se fi1l1da en que LorIo eontnlto, y con mayor raz(m el del matrimonio, exige, para su validez, la libre:r espont:íne!l voluntad ùe los contratantes. I'ero si á la autoridad temporal y nó (¡ In espiritual incumhe tomar Ins me- LA LUZ DEL PUEBLO. 103 didas que garanticen esa libertad, es incuestionable que al estado y nÔ á la iglesia corresponde institUir este impedimento. Del análisis que acahamos de hacer resulta que los impedimentos propiamente tales emanan de la r,aturaleza del contrato y de los intereses de la sociedad, y que los que no se derivan de allí no tienen razón de ser impedimentos. Y siendo así que los contratos y los intereses sociales son del dominio del estado, sÔloen él existe el derecho de instituir impei:imentos y el de aholir todos aquellos que no estén en armonía con las conveniencias de la sociedad. Sinembargo, la iglesia se ha arrogado la facultad de establecer impedimentos, sobreponiéndose al estado, y para fundar su competencia ha fulminado la siguienteexcol11uni6n:-Si f¡fgU110 dijere que la iglesia 110puede establecer impedimentos que il1lmbiliten tÍ IllS partes ¡.mru c011traer l':ílidamentc clllwtrimol1io, sea excomulg;ulo. (1) A falta. de razones, allá van excol11unione:;. {l) 'l'riù. St.·s, XXIV,l':'Ul. 4-. CAPITULO VII. Dispensas de los impedimentos. Siendo el matrimonio un asunto civil, y existiendo en el estaclo la facultad oecstahlcccrimpeoimentos, en él reside tnmhi{-n la de ciispensarlos. Los príncipes usaron del derecho de otorgar dispensas, como consta de la historia y de las leyes (1). Para no ahrumar á los lectores con citas históricas, consij..,>11emos solamente una oe las fórmulas que acostumhraba 1'eodórico, al dispensar el segundo grado de eonsanguinidad:-'~:\'rovidos, decía, por el tenor de vuestras súplicas y si la mujer sólo es tu prima y no tiene otro grado más próximo, declaramos que te puedes casar con ella." (2) Pero habiéndose apoderado la iglesia de los impedimentos, se apoderó también de la facultac! de dispensarIos, lIagamos una bre\'e reseña del uso que la autoridad l'cleo siástica hace de esa facultad, II. La le)' que prescrihe los impedimentos establece la regla general oe no celebrar los matrimonios prohihidos por ella, y los casas de dispensa <.'onstituyen la cxc('pciíll1. Pero lo¡,; ohispos hacen todo lo contrario. Como casi nunca dejan de conceder dispensas, el uso de éstas fonna la regla, .Yel cumplimiento de 10 prohihido por la leyes una rara excepciÚn, ¿Y porqué se ha hecho de la excepciÔn una regla, .Yde la regla una excepción? Porque siseohsernlra la ley, no hahda el1tradas pecuniarias por el ramo de dispensas, Resulta de esta prÚctica que la ley que impide los mab-imonias es de ningún yalor, existiendo tan sÓlo para fomentar un plan de especulaciÓn. (Il t Y 2, tit. "., lib. 3 del Fuero. (2) Ca.iodoro. Dc Fide ortodoxa, tom. 1,I!h. H. cop. 30. LA LUZ DEL PUEBLO. 105 Parece que los obispos, no contentos con imponer derechos al matrimonio, le pusieron obstáculos Ô impedimentos para especular también con la remociÔn de ellos. La cantidad que se cobra por la dispensa es según la naturalezaynúmero de los impedimentos. Para justificar esa tarifa diccnlos obispos que es con elohjete de dificultar los matrimonios entre personas impedidas, esto '~S, para que el alto precio difi. culte la realización de esos matrimonios, lo que equÍ\'ale iL hacer de la dispensa un privilegio para los rieos. Los diosesanos, afectando escrúpulos de conciencia, dicen que no relajan la ley sohre impedimentos sino en virtud de muy justas causas. Pero C0l110 es tan fácil alegar una de las muchas que al intento se han establecido, toda persona ligada con algún impedimento obtiene sin dificultad la dispensa, mediante la respectiva propina. La causa m{IS justa, ó por decido de una vez, la única que justifica la dispensa y disipa escrúpulos (le eonciencia es la de tencr eonqucabonarcl valor que se exija por la remoción de impedimentos. Elrama de dispensas es uno de los m{IS pingÜes que llenan las arcas episcopales. Por la gUleral todos descan casarsc, y pocos hay que al contraer matri'llOnio no se encuentren cmharazados con alguno de tantos impedimcntos, y que no hagan los mayores sacrificios para ob1:ener {Icualquier precie, In dispensa. Ki pueden los obispos negada, porquc seda renunciar á un elemento con que ellos fomentan su gran boato personal y el fausto de sus palacios. (1) III. Pero si atendida la actual relajación no pueden los obispos dejar de exigir dinero por lasdispl.'nsas, deherían al menos otor.gadas de una manera legítima y razonahle, esto es, en virtud ( 1.) ~·ll1chas fami1ia~ de.inrfan cIe :qHtt"ar el amargo C'tíJiz clel infortunio si Sl"n'partiera entre dlfl~ <.'1 vnlor d(' aqtl('llo COll qlH' ur ohispo :Iclot"n<l su ]H..'I"SOIl:\ cll:lndo funciolla s()lcllln('m('tlt~: y Illuchos <lcsgr:H..'ilHlos 1:0"íill1 l:()modid:ul y IhTl:l1l'ia fi sus hogares tan s6lo l'on las dCl.~nruci()l1l'~ sUp(r-t1UilS de UI1 palacio l'pi~l.'()p:tl, ;tJué cl'Jlt.radieci{tn! Los qnc sc titulan discfpulo~dd quc 110 ~t1\-Oni 11l1apil'dra f.'1l que n,dinar su ado. rahle cabezn, dd qnc dijo: ""ended lo que teu:is.r dad limosna," dios mismos ,-ivcn eo nlcdto de la opulencia, tito compadecer las f;ltig-as:r umltrgura.s ùe los pobres. 10G LA Lt:Z nEI, Pt:EBLO. de una perfecta eOlwicci()n de que los impedimentos cuya dispensa se solicita, y las causales alegadas para ohtenerla, son ycnladeramente talcs. Mas, lejos de ohsen-ar el 'procedimicnto qllc rcquiere tan delicado asunto, se c(!ntentan sólo con qllC sc les n:mita un expediente, las más yeces formulado hajo las influcneias del interés, y por consiguiente plagado de false(lades, {¡eon un simple pedimento heeho por el p{¡rroco. Lo que se a \-erigua l'on mucha estridel y escrupulosidad l'S si las preces han ido eon la respedi \'a componcnda (1), en cuyo caso se despacha pronta y favorahlemcnte, y si nó, sc dcvuelyen () enearpetan con cualquier pretexto, causando de ese modo grayes daños y perjuicios á los contrayentes y {¡ las familias. En ohscquio á la ])!'e\'edad omitimos otras obsen·acionl's sohre esta matcria, y coneluin'mos manifestando que la dispensa dc proelanJ:\s l'SUl en contradicci(¡n con el fin de ]l\1hlieidad que elIHs se proponen. Ciel-tamente, si las amoncstal:ioncs ticncn por objeto que el público se imponga de los enlaces que yan á l:clcbnlrsc, y quc denuncie los impedimentos que panlelIo tuviesen los conÜayentes, ¿c(¡mo se dispensa un requisito tan escncial, que se refiere {¡ la yalidez (lel matrimonio, y se celehra dl:iando l'n él un yicio de nulidad? Es tan importante la publicidml ciel matrimonio, que los romanos daban una gran solemnidad fi las nupcias, so/cllll1i:¡ 11l1fJtinrum. Justiniano consideraba la publicidwl como una condici(>I1 indispensahlc para acreditar la existencia delmatrimonio y la legitimidad de los hijos. En todos los cÚdigos ciyiles del mundo se exige la publicidad deI matrimonio, y la iglesia misma ha deelarado ser necesaria. ¿Vuerr{¡n los obispos alegar que las amonestaciones no son esencialmente indispensahles para que los enlaces se celehren de una manera púhlica y notoria? Pero entonces, ¿con qué fin se han instituido? Si eS una moda ú una costumhre establecida el no publicar sino los nombres de aquellos contrayentes qUl: no tienen con (1) Se da l'l nomhn' (h- COmpOlll'Tllla .1 la cantidad 4Ut.' Sl' paga al ohispo pur la dit; .. ~i ~L' rli.il'ra, .. t •..•ner arrc~lo t.'Otl (-I p~~ra t.'ompont.'r Ja <'·OIH ..·icll,·ia," 6 cornu dice el Tartufo ùe ~olièrl!: tener des ucconlmodements 6 l'CC le Ciel. pCll~a, ('UlIIO LA ¡XZ DET. peRilLo. 107 que satisfacer los derechos impuestos it la dispensa de proclamas, no cabe duda que éstas sub;;isten s6lo por cOI1\"eniral interés pecuniario de los obispos. En eomprobaci6n de esto, rc\'dcmos una circunstancia muy notable. La causa que comunmcnte se alega para ohtencl' ('sa dispensa es la de tener el nOl'io WI próximo 6:{jc, lo que se haec cleciral contrayente, aunque nl) haya imagin:ul0 \'iajar. Por el mismo estilo se haec ci alegato de otras causales. SECCION CUARTA. Remont{lOdonos al origen del despotismo político y del despotismo religioso, hemos demostrado que esos dos desJlotismos se aliaron para reinar solidariamente, remachando cadenas Ú la humanidad; que la iglesia ultramontana se ha atTOgado los derechos y la representaciÓn de la \'erdac1era iglesia; y que los ministros del ultramontanisl11o han puesto los s:teramentos al ser\'ieio de su ambición y de su codicia, Pero han hecho aun más. Han pretendido que la raz(ll1 y la libertad ri\'alicen con la fé, para impedir el ejercicio de esas dos facultades que constituyen la personalidad humana, Ú fin de que el hombre no piense ni obre por sí mismo, sino en virtud de las ideas que ellos le inspiren, y l'on\'ertido así en instrumcnto pnsi\'o de sus miras. Contra semejante pretensi6n hagamos \'er la profunda armonía que existe entre la raz6n, la liberta!l y la te, considel'{omoslas con relaciÓn Ú la historia dd despotismo; manifestemos que la libertad de conciencia ha sido reconocida por Jesucristo, sostenirla por San Pablo, dcfl'ndida por los Santos Padres y reclamada por los m{\s notahles obispos modernos; demostremos que el estado debe preseindil' completamente en ma teria de creencias 6 de culto; y por último, pongamos de manifiesto que aquella libertad es una eondici6n sin la cual no puede el catolicismo prosperar en el mundo, ni efectuarse la regeneraci(m humana. CAPITULO 1. Armonía entre la razÓn, la libertad y la fé. Para cot1\'cnccrnos de que muy lejos (le haher oposiciÔn et~tre la r8z(ll1,la libertad y la te, f:e suponen y sostiencn m(ltu8mente, echemos una ojeada sohl'e las íntimas y esenciales relaciones que existen entre ellas. HELACIO='IES EKTI{E LA HAZO" y LA FÉ. I-J agamos resaltar estas relaciones demostrando cI siguiente principio: "No puelle haher un ser razonante sino por cuanto es capaz de creer; ni es posible que haya 11nser creyente sino por cuanto es capaz de raciocinar." Encontraremos la demostradón de 10 primero si obserntmas quc la capacida(l de pensar supone la de creet', tanto con relación al ser pcnsante, como respecto {t la cosa pensada. COll relaciÔn al scr pensante, porquet)ensar ycrcer que se piensa son dos hechos simultÚneos. Yo p.ienso: Yo creo quc picnso, hé aquí dos concepciones coexistentes en el espíritu humano. Respecto Úla cosa pensada, porque en el hombre hay una creencia espontÚnea en aquello que es objeto del pensamicnto. Pcnsamos, v. g., que "el círculo es redondo," y creemos en la redon<lezdel círculo. Pensamos que "dos cosas iguales Ú una tercera son iguales entre sí" y creemos en el principio de i(lcntidad, Tenemos, pues, fé en la que eonc,ebimos respecto (¡ las verdades uni versales. Así tamhién las ideas, voliciones, sentimientos, y todo cuanto pasa en el fondo del espíritu, :~eposasohre la fé de la coneienCta. De la misma suerte, los sonidos, los colores, el frío, el calor y todo cuanto obra en el organismo, descansa sobre la fé de los sentidos. En comprobación de nuestt'o aserto señalamos un hecho constante y uniforme del géner\) humano. Todo imlividtto se consident con derecho para creel' 10 que su razón, su sentimiento íntimo y sus sentidos le enseÏ1an. Creo, porque la r[lzdn mc Jo Eisegura; creo, porque lEiconciencia me la dice; creo, porque 110 L\ LCZ DEL PCEDLO. la esto_" "¡Cllrlo, 0yclldo, cte., SOli Im:ucioncs qm.' cstÚn Cil la buca de todos. Luego HO "puedc habcr un ser razollantc sino por cuanto es l'a paz de eITl'¡-." Ikmostn.'J1WS :dwnl quc "110 cs posihle qUl' 11:\)''' 1In ser lTe.rellte, sillo por euanto cs capaz dc racioein:l1-." Ciertamente ¿C(1I110crceríamos las verdades absolutas eontenidas l'n los axiomas, .r las quc no "icncn por el ministcrio de la l'Xpcril'ncia, si no l'StUvi¿:ramos scgu n)s por ci nleiol'inio? r-\o podríamos crecr, por l:jcmplo, cncl principio de e01¡tr:tdilTiÚn si no tuvi¿:ralllOs la facultad dl' discurrir sohrc quc "una ('osa nu pucde sel- y 110ser;tI mismo ticmpo." :\i sería posihle creer cn los hechos quc se dedíwlI cn elcspíritu, ni en los que sc n.'alizan l'II cI uni,'crso lisko, si pur mcdio del razollamicnto nl) tu"Î{-ramos la l'l'rtez:t de que la cOllcicncia y los sentidos no nos engal-Ian. Lucgo "JlO l'S posi hie que h;l\'a un ser creyell te S1110 por cuantu cs C;lpaz de raciocinar." II. Existen, pues, dos atributos inherentes al espíritu humano, ci (le la raz(m )' cilie la ¡i:.. \ la luz del P¡'illll'¡'O l'Ollocemos una venlad cwl1quicra, y por el sl'gundo en:l'mos ell ella. Ik tal mallcra que tnllto ci uno como ci otro tienen por objeto la verdad, y hay cutrc ellos una pcrfecta armonía. Ahora hiell, aplkando csta doctrina {¡ lus dogmas de la religi()(1, tellemos, Ú quc en elllls uo hay venlad, (¡ que si la hay, el homhrc la conOl'e y le prcsta su asentimiellto ell \'irtud de aqucllos mismos atrihutos, I'ero sicndo falso lo primcro, forzoso cs admitir lo segulldo. La \'l'nlad es lo quc l's. Ella cs una ¿: id¿:ntiea. No varía por su esellcia, sino IHlI-los difi..'relltes objdos Ú quc se ¡-dierl', (. por las cli\'l~n;as faces lJ:ljo!:ts cuales se la considera, Así, las verclades naturales y 1m; sobrenaturales, toclo es verdad, y tocIo sc suhyedi va Cil el h01l1brc l'Il ,'irtud de las mismas leyes. Sc llalll;\lI venlades sobrcl1aturales, como lo manifiesta In mi~ma palahnL, porquc SLl descuhrimiento está suhre ci alcal1ce natura! de la razón humana. l'ero si Dios sc las ha revelado, LA U:z 111 DEL Pl:EBLO. ese mismo hecho prueba que han llegado' i't sel· objeto de la razón, dentro de los límites de ell,J. Por ejemplo, se le ha revdado al homhre "que Dios es uno en csencia y trino en ¡'ersonas. " Esto lo ignoraha, pot" estar fuera dd akancc natural de su razÔn. Pero tan luego como se le ha manifestado por la revelaeiÔnyasabeque en Dios hay unidad de esencia y trinidad de I)ersonas. No penetrará en el fondo del misterio; sinembargo, ¡)Jr cuanto es capaz de conocer, conoce lo que se le ha revelado; y l'0r cuanto es capa? de creer, cree aquello que conoce. AdcmÚs, esta crccncia se apoya en el nl?OII<l!1liento dc que "siendo D:os inJ:dible.r bueno, es imposihle que pueda engañarse, ni engañarnos." Es, pues, en virtud de la razÔn qlle llegamos fL la e\'idencia del principio de la veracidad divina, de csc principio que tiene la autoridad dc un axioma, y que es la hase fllndamenhl ds la Je, respecto {¡ las venlades revelarlas. Luego la l"evclaci6n suponc ante todo la capacidad de raciocinar y la de creer. Luego hl pretensión de anonadar la raz6n ante la Jè es contradictoria y absurda. HELACIUr-;ES E~T({E LA LIBERTAD Y LA FE. Si la razón supone la fe, ésta Ú su yez supone la libertad. Todo asentimiento de la yo1un tad es una manifestación dellibre a1hedrío; y cn el orden religioso como cn otro cualquiera, no hay creencia posihle sin libertad. En electo, si el no fuera liùre para prestar su asentimiento, absurdo sería que la religión le propusie1"<l las \'en1ades que dla consagra. Consistiendo la escncia dc la 1ib~rta<1 humana en parler elegir el bien Ú elm;L1, puede el hombre aceptar libremente cI bien que la rc1igiÚn le propone, y [J~lede también rehusarlo con la misma libertad. Yen csto con:,iste el fundamento del '111érito (¡ del demérito en materia de creencias. De otra suerh:, las ideas religiosas no serían moralmentC'Ïmputables, y tanto \'aldría ser creyente como incrédulo. Para encadenar la libertad ante la fe sc ha ilwcntaclo la doctrina de que el hombre sÓlo es libre para abrazar el bicn, mas no rara clegil- clmal. Tau absunlo principio tiende i'L negar la csem:ia de la lihertad,;' por consiguiente fi destntir el Dluudo moral. 112 LA LUZ DEL PUEBLO. En electo, si el homhre sello pucdc elegir el hien con cxelusibn dcl mal, no hay lihre ekccibn, la cual supone la I:ll'ltlt:ul de eseoga entre los dos. No /Jl1dicllr]O, pues, e1eg-ir clmal, el acto de aseptar el hien sería lweesario, y por tanto no hahría m~rito en aeeptarlo. De la misma suerte, pudiendo el hombre elegir solamente el bien y no ci mal, éste sería practicado sin lihertad, y no habría responsahilidwl en practicado. l'or manera que la religiÓn con sus promesas y amenazas sería una quimera y la virtud un absurdo. "El poc1erc1e hacer mal es inseparahle del de hacer hien, pues paraqued mérit.o de la virtud pudiese existir, era necesario que el vicio fuese }1osihle," ha dicho un ilustre person,úe eat.(llico. (1) ¿ I'IJEDE el homhre elegir el mal? ¿DEBEI{A e1eg-irlo? Estas son dos cuestiones muy diferentes. La una se refiere á la potencia b capacidad, esdeeir, Ú la nat.unLleza dl' la lihertad considerada en sí misma; y la otra al deher Ô uso que conviene hacer de l'sa potencia, csto es, (¡ la lihel"tad considerada ell sus relaciones con el humano destino. La primera es del dominio de la Psicología, y se resuelve afinnatlYamente. La segunda pertenece Ú la Etiea, y tiene tina solueiÔn negativa. Luego si el homhre debe ahrazar la venladel<1 f~, es porque pucdc elegir la falsa. Y este poder es cl fundamento del m~rito que contrac eligiendo aquella. Lueg-o ninguna instituciÓn rc1ig-iosa que se apoya en la verdad y en ci hien, exige el encadenamiento de la lihertad. Lueg-o entre ésta y la le hay una pel"leda armonía. (1) .\t1SiUl>ll. ~lTIII(;n st)lJn' la Ilccl'sic1atl de la Je)' de Dios, p¡lg. (iS. CAPI'l'ULO rt. La razón, fa libertad y la fé, con rE:lación á las pretensiones del despoti~;mo. Los déspotas de los pueblos y los de las almas invocan la razón, la libertad y la ré en apoyo de sus miras. En nombl'e de la razón autorizan los más funestos e!Tores, las m{lS perniciosas inspiraciones del egoísmo; il1\"ocando la libertad sojuzgan las naeiones (¡ las coneicncias, y COll la autoridad de la fe someten la \'oluntnd clel pueblo (¡ la del creyente al yugo de la tiranía. Los quc elominan cn lo políti('o (¡ en lo espil'itual pretenden estar Cil omní1l1oda poscsiím dc la razón, y S(T exelusivamente libres. En consecuencia exigen <pc los pueblos y Ins almns tengan Je en que la nLz(m y la lihertul de sus <lominaelores son la ley sohentna. De tal suerte que, s('gím la prc1ensiÔn de los tiranos, el ham hre debe abdicnr su personaljjad, y con \"ertirse ell un creyente pasÍ\'o que, cnlugar de pensar Ú ohrarpor ulla impulsi(¡n autónoma, obedczea, como Ull aut(¡mata, á extrañas impulsioncs. Sobre la nbdicaeión de esa lwrsonalidad se inauguraron la teocracia oricntal, la autocracia babilónica, la monan¡uía curopea, y la aristocmcia feuelal [IInericann. Y sobre la misma abdicaci<ín se han inaugurado tamhién elmoderllo absolutismo, elisfi'nzndo eon la m(lscara ck la democmcia, y por Último la demoderinacia (1) <le la aduali(lad. En el sistemn ell'mo-elcricr:ttico se proclama la libertad, pero es con el Jin de subonlinarla al inter¿:sde los poderes aliados. Se <leelam, Y. g., la liberta<l del ~.urragio, pnra hacer de éste el pedestal de la tiranía. Donde reina la <lcmo-c1ericracia no hay libertad política sino en los clos poderes, y ante la nLzé n de la iglesia .Y del estado, desaparece la <leIpueblo. Para éste no hay razÔnlli lihel'tad, (1) nnmns c:-;.te 1101111I1'(':t 1()~ gohh'rnos cll'rientes (PW, fin~i("nc1o emanar (le la yoluntad dt,} pl1l"ldn, ('l11allnll (k 1a dd c]':rL), y £.jllt." por consig'uicllte. se hallan m!Ís {) lllenos suhordinado •.•fi la inHuencia rIe ~stc. 114 LA LI:Z DEL !'lTEBLO. sino fé. El gohierno, por!"u parte, le cxige que lTl':! l'Il su kgi. til11idad, y en que todo euanto de O emana es justo .YhUl'no. La iglesia por ]a suya ]0 eompdc fi crecr quc l'SC gohier1lo l'S el que conviene ri la felicidad dd país y {¡ los interese!" cie la rdigi(lI1. Colocado el puehlo hajo una elohle prc!"i(m, man1 ¡l'Ill' sn raz(m y !"u lihertad l'II un estaelo elc permalll'lI1l' let:ll"gín, y sc convierte en instru111cnto del (kspotis111o. CAPITULO IfL Libertad de conciencia. (1) Entendemos por libertad de cancit'ncia la facultad que t;cne el hombrl> para ahrnzar una cr:.-encia religiosa, sin que ell ello inten-eng:t c:>acciÍln Úlguna. Esta libertad fué reconocida por Jesucristo en d 11('(>hode pmmulgar twa doctrina que dcbía derrocar la rc1igiÚn estahlecida. Efectivamente, habda sido contradictorio que el Restaunldor de la humanidad hubiera propuesto l:lrincipios contmrios ÍL las creencias dominantes, sin reconocer la lihert:ld d~ aceptarlos. Adem(ls, habienel(, el Mesías~redicado y manelaelo prerlicar Stl doctrina, manifest6 que ella debía ser aceptad:! por ci COllvencimiento y nÍl por la fuerza. l'ara que el hombre pueda r(~alizar su destino se le di{¡ la lihcrttl(l; yel I.{edentor 110 vino ií variar la naturaleza humana. OperÔ una re\'()luci(m trasccndclr~al en el seno de la hU11l:l1Iidacl; pero no alterÙ en manera algua cllibre albedrío, que es uno de los atributos que constituyen la esenciadcl homhre. Lue~»o, si Jesucristo, al pmponer su doctrina y efectuar la rcdclIl'ÍÍln, l'ot1¡;agrÍlla liherta<l de conciencia, ¿COll qué derecho pretenden los homhres rcchazaria, y alterar la obra 111(ISperfecta deI Crcr..dor? San Pahlo, l¡el intérprete èe la doctrina de su Maestro, se expresa en estos ténninos:-No despresicis las prof(>CÍns. Hxn· min:uJ!o lodo, y ahr;¡z:ullo Clue es hL/cllo (2). No o.">c!t:j{oisscducir ('l/manera ¿¡¡gun.'! (a). Ordenando el ap(¡::¡tol que se examine todo parn nhrazar 10 que es huena, reconoce desde luego la libertad de conl"Íeneia; y d ,-~:ql(tl1J() \', dl' la sl'('('h~Jtt {lrilllt ra, dijimos lJlH' $t·pnr:u.:ÙjtJ de 1:1i~JcsÎ:l. y ('1 rdig;'.lsn lilJcrttu/ <It: co ldelJ('Î:J no sou sino otras titulas fórmulas (h- 1;11 mismu llrilldpio. Por tanto, al tt'al ur ùe 1:1St'pnnu ..·il'lll Ù~ lus dns; IH)(h-n·~. h:111 f}ucùarlo ('ollsig:naùas la8 ideas (lue nos prol,onct1\os dc~arroll;'lr, eSludinndo la lihertad de CotlcÏt.:t1cia h~jo sus principales puntos de vi!ita, (~) Ep. 1 ? ti los Tcsalollll't.'Ils(·s. eap. \. \'\', 20 J':!1. (:..l) FIJo :.!? ií. los Tcs:ilollh.'ctlccS, l'ap.] 1, \", :~. (1) ('!'lt:II/f1. Ell tc/('r:l1Jd:1. ~,r UG LA U:Z DEL PtTEm,(). aconsejando que nadie se deje sedul'Ír, proclama el derecho de cada cual para investigar los fundmnentos de su fe. y cscrihiendo á los corintios les dicc: ":'\0 pretendemos tener señorío sohre vuestras conciencias" (1). Los Parlres dl' la Iglesia, depositarios inmediatos de la (loctrina que rel'Íhieron de los Ap{¡stoles, sostienen tamhi~n la lihertad de conciencia. Orígenes. célebre ]lor su l'cio cn la propagaci(m (k 1:\ fè cristiana, dice:-"Jesucristo no ha querido gan:u" ft los homhres como un tirano que les impone su \'oluntad, ni como un ladr{¡n que los asalta por la fuerza y empIca la vioknl'Ía, sino que, por su divina sabiduría quiso atraedos suan~mentc con la caridad :I lconocimiento de la \"enladera rcligi{¡n." Tertuliano, una (Il- las m:'ts radiantes antordws cIel cristianismo, se expresa muy cxplícitamente, dirigiéndose :í. los nwgistrados:-"Dejad, les dice, que unos adoren al venladero Dios, y otros á J (tpiter. ¡Cuidado qtlc \"u\.'stm intc1"\'em:i{¡n en las cosas di\,inas autorice la irrcligi(lIl, porquitarlalihcrtacl (k la rcligi(m, Si no me clejáis adorar 10 que yo quiero, me fÓrzáis ft adorar lo qu\.' no quiero. ¿ Y démde cst£¡ ese Dios que gusta de homcnajes forzados?" Yen la famosa CARTA:\ SCAl'l'L\ dcmuestra ci Dodor de la Iglesia que la lihet·tad l'S ulla condici(1Il tan csencial para la religiélll, que sin ella no pucde ésta l·xistir.-":'\osotros, dice, adoramos á un solo Dios, CJtlCse nos manificsta cn la naturaleZa. I'cro la misma naturaleza nos manifiesta también qtle tenemos la libcrtad de adorade. Es COninll"io (l la J'l']igiélll n'stringir la religión. Ella dehe se:" nhrnzada \Oo]untariamcntc, puesto que todo sacrificio cxige la piadosa espontaneidad del coraz(m y c11ibre asentimiento de la voluntad." Si este ilustrc padre de la. Iglesia habl() de UI1modo tlm concluyente defendicndo fL los eristinnos perscguidos,:í quielles se queda imponer }Jor la fuet"za la n'ligiÚn pagatJ:l, eSll misma defcnsa es la re\Oindieaci(m de la lihertad de creer. Esta libertad eOllsagTada por Jesucristo, autOl"izada por :-;an Pahlo, y (1cfl.'ndida por los Santos Padres, ha sido tamhién reclamada 1>01" los m{IS notahles ohispos l11(l(krnos. Fenelón, que, pur su snhe¡" y su espíritu evangélico, goza de [1] Epr~toht 2P ùe S. Pablo ti los ('orintios, cap. 1, v. :.ta. LA LUZ DEL PUEBLO. 117 una grandc autoridad, dicc:-"La fuerzajam(ls puede persuadir sólo hace hipÓcritas. Conceded Ú todos la tolerancia civil; no aproh(lndolo toJo como indiferente, sino soport(lIldolo, así como Dios 10 SOpOI"ta, y procurando atraer il los hombres con una blanda pennrlciÚn. (1) á los hombres: AlIado deI arzobispo ùe Cambra)' citaremos Ú monseñor Frayssillous, obispo de I-Ierm(¡polis, que en la Cámara de Diputaclos se expl'l'S(¡ de esta manera:-" La lihertad que queremos para nosotros, la queremos tamhién para los dcmás Resel"vado estaha al E,·angclio proclamar la libertad tllli,·ersal. (2)" En lH30, el príncipe deMean. arzohispo de :\la\Ïnas, escribiendo al congreso, del'Ía:-" Al ~xponeros \as necesidades y los den~dHls de los catúlicos, no es mi inteneiíJl1 pedir para ellos privilegio alguno. Una perfecta libertad COll todas sus consecuencias, tal es el (¡nico ohjeto de sus votos, talla "elltaja que desean participar con sus conciudadanos." Ivlonseñur de Salinis, arzuhisjlo dl' Auch, se expresa en estas términos, saludando á la repÚblica de lH4·~:-"La Iglesia)' la Francia, ell quien vive y se agita la humanidad, se dicen y se n:sjlondcn las mismas palabras:--Libertad, Igllnld:.ul, Fraternidwl. "Los pri "ilegios que fueron e torgados (¡ la iglesia, y de que la iglesia ptledc prescindir, dirÚ la historia qtlc los cOll1prÚ muy caro, al precio de ulla dep endencia quc trahaba mÚs (¡ menus su di vina acciÚn. "Ln.lihertad en el derecho lomím es lo qtle l:OIwiene Ú la 19lesia. "!'\ada de excepcionaL ..... Li fJertad de eoneiellein! Este grito de la Iglesia naciente cs el gri:o de la humanidad. "Esta lihertad no la reclam:l la Iglesia, sino en los términos fijados por la raztln. Es decir, tna libel'ÜHI igual para todos. '''Las conse~uencias legítima~; de este prin~ipio son: el libre ejercicio de todus lus eultus, la !L.rnw cxterior de la ré, la expansiÔn soeinl del pcnsnmiento religioso, y ci dcsnrrol/o Illztural de la liberttul de eonciel1cin. "El pueblo no se ha engaiía(o ft este respecto. lIa tenido r 1] [2] "Cnfla al )l1"Cll'IHlil'ntl'." Dis<:ur~4) pronulH.:iadn l'n la discusión dd prcsupt¡( ..~to nc.' l'ulto~. U;:!·i-. 118 LA LUZ nRL Pt:RIILO. el instinto de la alianza natural del catolicismo y de la lihcrtad." (1) Finalmente, los obispos de Camhray, de Tours, de Rennes, de :\Ictr., de :'\flntes, cil' Orleans y de Chartr~s, respondiendo Ú la consulta <¡ue se les hizo relativamente fi las elecciones ùe Francia, dijeron cn su carta de 15 de mayo de 1~63: "¡La libertad religiosa! "¿Necesitamos acaso decir cuÚnto importa Ú toda la sociedad? "Libertad de enseñanza, libertad ùe las almas, libertad de asociarse para el hien . "('\0 es un honor pan¡ nuestro siglo que haya proclamado en voz alta todos estos dercchos? "¿Los ha comprendido siempre bien, los ha practicado, los ha defendido. "¿;:o.;osuhsisten trabas inútiles, sC\'eridadcs sin objeto, desconfianzas que rechaza el espíritu de nuestra sociedad? "La libertad religiosa es la primera de todas las libertades. EstÚ en la conciencia y cn las cntnlñas mismas del hombre. Es cI principio (le todas las demÚs, y su último asilo en el día <¡ue se vean Hmet1:l7.adas; y al mismo tiempo t'S prel'iso decirlo también, en nucstra sociedad tan agitada, esa libertad no tiene mcjor apoyo qtlc la 1ihcrtad pÍt bEca." II. Al proclam:\ r la libt~rtad de conciencia no pretendemos sostener el adiaforlsl110 reli¡..,';oso, cs decir, a<¡tlel sistellla segím cI cual se litH'11l :thrazar ilHliferentemente cual4uier confesi{¡ll de fé, (.'n la hiptltC'sis de que todas condm:en al mismo fin, que es la bien:I\Tnturatlza. Si hay tT{'etH'ias contradictorias, la "cnlad 110pue(h- esta r sino en algunas de ellas, sienelo por consiguiente f:'lb:IS Ins demás. ) by, ]lUl'S, una notable diferencia entrc la intolerancia dogmii tic:! y la ill tolerancia ci dl. Ln pt'imcnl cs insc)l<Ira ble de la verdad, y la segunda es un ata<¡ue Ú la libertad. El hombre debe abrazar tina creencia vereladera, porque la (1) Profes.i6n de ré electoral de 5 de abrU de 1 R4.R. LA LUZ DEL PI.°EHLO. 119 verdad es ohjeto de la razón )' de la fé, como 10 hemos demostrado; pero al verificado no ha de ser compelido por la fucrza. ~.acoacciím no sÍ)]o es \"iolatoria de los derechos fundados en la naturaleza misnw del hombre, sino que ademÚs destruye la moralidad int"ínscca de la fé, que consiste en que ésta sea lib¡"enH:nte aceptada. Re\"indicar la lihertad de concicncia contra la inten'ención del poder temporal y de todo elemento eoerciti \'0, hé a«uí el punto fundamental de nuestra doctrina, de acuerdo con el espíritu del cristianismo. Luego el principio de la liberbd de conciencia, sinceramente eompn:ndido, no hiere la \'crdad (le los (logmas religiosos, ni la Úutoridad de la Iglesia para proponel"1os, sino que reconoce y proclama cI derecho «ue tiene la humanidad para no ser dirigida, en sus relaciones con }jins, por apremios humanos. CAPITULO El Estado no tiene derecho creencias IV. para intervenir en materia de ó de culto. Después de haher demostrado quc la lihertad de conciencia es lin principio inhercnte fi la naturaleza humana, ellsayemos la soluci(¡n del siguil:nte prohlema: ¿Tiene derecho cl Estado para intcrn:nir cu asuntos de concia y proclamaI' una n:ligi(¡n oficial? Las en:encias rdigiosas no se dirigl'n tI UIl fin sOl'ial: ellas salen delcstrl'ellO círculo del tielllpo, y se dilatan en la derni· dari: son relaèÏoues entre el homhre y Dios; y por consiguiente no eaeu hajo d dominio del Estado, cuya misi(m s610 se reflerc Ú los intercses temporales de la sociedad. Así lo concihi(¡ cI muy eminente ohispo de :\Iaguncia, cuan· do dijo:-"EIl tesis genenll, la 19lesia cOllsidvra I:t ,ldhesi())1 Ú la fé C0l110pm'te del dominio dl' la lihertad intel'ior, y no IW'O· 110ec l'Il ell)(/(kr civil, ni l'Il la autorid;ul l'desi:ística dereeho para intenenir l'Il esa libertad." (1) Y si cI 110m13resc propone trilmbr por medio del culto, un pÍt hlico IlOmclwje de :Idoraei(1I1 (¡ ren'rencia al o] ~jl'lo dl.' sus ereclH:i:ls,esevidelltequc no estando ellas suhonlinadasal Estado, toda ingerellcia de éste cn materia de elllto es ilegítillJa. Si cada uua de las ditCrentes religiones se considera ell posesi()1I de la \'l'nlad, pant preponderar sohrc lns delll;ís, el Estado no l'sjuezcompctentc elleste asunto. ¿L'tllllo s:ll¡r:'ICU,'t! es 1:1 n'nlallcra religi{¡n? ¿Es por ventura de SlI resortt' hacL'r l'Studios tcol()gieos, a\'el'iguar cl origclI .Yla historia de todos los cultos, ocuparse rle la re\'elaei(¡n sohrenatural, y por (dtimo, interpretar la volulltad di,'illa? Si, plies, la intervenci())l del poder tempond Cil asuntos dl' conciencia es nhsunla cn el terreno de los prilll'ipios, tamhién lo es en el de los hechos. Ciertamente, si el Estado prodama un cuIla determinado l'omo l'cIigi())l oficinl, para ser consccucnte .Y verdadero lk'hcría declarar que Únicnlllentc SOil ciud;\lI:\I1mi [1] Ketteler. "LilJertlld, Autoridad, Iglesia, II'G1, eaJ>. XXIII, LA LUZ DEL PUEBLO. 121 los que profesan la religiÔn pri\'ilcgimla, y que sÔlo ellos constituyen la nación. Y Ú tin dl' que no vengan de fucra crcencias opuestas que desmientan y hagan ipso ¡¡¡cta caducar la declaraciÓn de un culto cxclusi\'o y uniforme entre todos los ciudadanos, lógico sería establecer en todos los puertos aduanas de hombres, donde los inmign:wtes fuesen examin;ulos en sus creencias, y se les diera cI correspondicnte diploma (le ortodoxos, persiguien(lo como artículo de contrabando Ú todo individuo que se i.ntroduzca en el paí~;sin esa formalidad prévia. A tan extra nlgantes conc1usio1l<:~s conducc la proclamación de un culto oficial. II. Véamos ahora si la libcrtad de conciencia puede scr ohjeto de tuici(m. To(la libertad que se refiere Ú l111fin social, }lucde ser protcgida por ci estado; pero la quc tienc por ohjeto Ú Dios, pertencce exclusivamente al santuaJ'Ío de 'la conciencia, y la Jm:ior protecei(l11consiste l'II no protegcrln. Esta es una verdad tan cristiana que Tertuliano, ell su magnífico opÚsculo" A Ins nacioncs," rechaza la intcrn~nciÔn del estado en asuntos religiosos, como violatoria dl' la liherbul de conciencia; y manifiesta su indignaciÓn por la sacrílcga manera con quc cn aquel tiempo sc pretcndí,¡, e01l\O allOnl, conciliar intereses humanos, aparentando defender la honra de la Divinidad. Si en vit'lud dl' una ley (le la naturaleza humana surgc (lcs_ dc el fondo del pensamiento una lreencia, una idea qlle sc l'leva hÚcia Dios, y si el hombre debe t1Ianit~star1e pÚblieamentc su adoración, claro es que ni la libertad de creer, ni la (le manifestar las cr~encias pueden ser objetl> de la tuici(l11dd Estado. Los soberanos que han querido mostrarse protectores de la religión, la han causado irreparahles daños.-"Cuando los reyes, dice el arzobispo de Camhray, se mezclan en ln rcligi{¡n, en lugar de protegcrla la hacen cschl\'a." (1) y Kettcler sc cxpresa dl' csta manera:-"!\ing(lIl pnllCt}ltO [lJ Ft..'neJ6n, "Carta al pn.'tendicntc.'· 122 LA LUZ DEL Pl'EDLO. religioso prohibe creer que nada hay mejor de parte del Estaoo que acordar una entera libertad religiosa . "l'or estar acostumhrados al absolulismo, ~e ha arraigado, aun enlre los l101llhn:s honral!ol'\, el error de CjUl'la sah'aciÍln de los acontecimientos debe esperarse del advenimiento de alglll1 ]¡(Ibil príncipe cat61ico. :'\0 negamos cll11érito de los hUenos p6ncipes LTistiH1lOs; pero l'\UacciÓn serÚ tanto l11Í1sbenética, cuanto l11(lSse encierre dentro de los límites de sus kgítimas amhiciones. El hicn que un príncipe puede obrar, traspasandu lus límites de su poder, no cs SillO aparente é ilusorio. Ese príncipe causar:í, tanto :í la Iglesia como al Estado, los mayores ma les. (1) Entre los que han reHuido sobre el Estado se puede enllHH:rar la complicidad de éste en todas las iniCjllidH<lcs y atentados que se registran cn la historia del fanatismo. Las hogller:ls de la inquisiL'i(lI1, las l1Iordazal'\ L'on que se cerraba los labios de quiencs quisicsen manilèstar sus eOlwiLTiollCS religiosas, todos esos tormentos impuestos por los quc Ü:nían d snI/if) oficio de martiriz:II', todos L'SOSerímcnes de lesa-humanidad que se ocultan en la pa\'orosanochcdel pasado,¿c())110 se pcrpdranl11 sino :'1 la somhra de la prdendida pn)teLTi()1I que los ¡-eyes prestahan {¡ la iglesia? [1 J ·'Libertad .. \lIttJritl:ul. IJ.-:Il'sia." Traduù'itífl dl'! alJdtl' Hoh.'t. CAPITULO V. La libertad de conciencia en sus relaciones con la Iglesia. Hemos puesto en e\'idcl1cia la "erdad de que, no siendo tas creencias religiosas tin asunto quc BI.' rcfiere ft la sociedad sino ft Dios, el cutto debe sustraerse completamcntc ft toda int<.>n·cnción del poder ci"it. Consideremos ahora la liberta<l de conciencia en sus relaciones con la IgL?sia, y manifestemos que con esa libcrhHt pudo el cristianismo propagan,;e y obtcner triunfos en el mundo; que sin cita no ha ex:>erÎt11cntado sino abatimiento y decadencia; que la Iglesia no pucde rehabilitarse sin ser libre, y que para serio necesita reconocer la libertad de todos. II. El apostolado de Cristo reeil:·i{)la misiÔn de predicar y extender en todas tas naciones el E,·angelio. ¿Y cÓmo podría eumplida si los pueblos no fuesen tibres para aceptar la docrina e"ang¿:lica? SMo en "irtud de la libertad de conciencia ha po(lido, pues, ta Iglesia cristiana desplegar su acciÓn e\'angl'lizadora sobre la ¡[IZ de la tierra; y s610 en nombre de eSe gran principio ha (1cscendido {¡ la arena paracomhatirÚ sus wh'crsarios y coronarse con la palma del triunfo. Las grandes \'ietoriasmora1cs que ha ohtenido el cristianismo, no son debidas Ú la ortodogía de los césarcs, ni Ú la intolerancia ultramontana, sino {¡ la berza intrínseca de la ,"erLlad, anunciada en los pueblos bajo los auspicios de la lihertad. Los enemigos de la rc1igiÔn cristiana se han eonjurmlo contra los dogmas fundamentales d(~ella, contra el H\'Ell1gclio,y contra el mismo Jesucristo. Pero no han conseguido derrocar ci eterno monumento de la verdad religiosa. ¿Y en qué ha consistido este prodigio que la histo¡'ia de los siglos trasmite de generación en generación? ¿Consistirá por ventura en el empeño con que el ultramontanismo ha procurado comprimir ci ~iercicio de la razón y esclél\'izar el pensamiento? Nó, porque en las épocas y en los países que prepo'lderara la secta ultramonta- 124 LA LUZ DEL PVEBLO. na, falseando la dodrina (le Jesucristo, allí no hay II1{¡Sque supersticiém é incredulidad. Esc gnll1 prodigio es dcbido únicamente :1 la libertad, porque sólo ele ésta necl'sita la verdad para anunci:tt'sl' almulldo y realizar sus eonquist:ts, Ill. Pero desde que la iglesia em'adenó la libertad de conciencia, pretendiendo r¡ue la fi., sea sostenida por ]a inÜ'\"Ycnci(,1l dd Estado, desdc en tonccs se "ié) l'lIa misma cnc:tdenada, y 110pudo ya cumplit' su misiôn, ni obtencr triunfo alguno, como lo manifiesta el testimonio dc la historia, Aun en los siglos de ¡¡: exclusiva y preponderante, como los dc la edad mcdia, d apn~mi{) en materia de religi()n no produjo sinu deplorahles rcsultados contra la Iglesia. "cro suponiendo por un momellto que hubiesc pnlllucido grandcs hendicios en aquellos silglos, ¿serft posible que los produzca en el prcsente? ¿Sc ncg:lI':t quc la alian7.a político-cdesi:ística ha qlledadu rcducida {¡ una impotencia radical para contener los csfucr7.05 que hacl' la l'lllll'Ïcllcia humana por cO)Hjuistar Sil libcrtad? Allí cstÚn la Francia, la ESl><lita, la Italia, el Pot'tugal y los puehlos hispano-amcricanos. En dIos SI..'ha sostcnido la illtolerancia, mcdiante la uniÚn dd trollO y el altar; yes prccisamen te l'Il ellos donde b iglesia ha recibido los m{ls ru(los ataqucs y las m{¡s profundas heridas. El lihrc cxamcn ell ma tcria dl' re1igiÚn rué tenazmcnte perseguido por lm; gohiernos dc l'sas naciones, y sill emb:u'go, ell'spíritu de re!Úrma, que l'n "allll sc prdcl1l1iú sufucar sc ha (lesarrollado y aún exagerado en l'lIas hasta producir fUllcstos estragos. El ahsolutisl11u clerical de Luis XIV en Francia, de Fertlando VII en Espaiw, ele Fernando I y I len ~Úpoks, de Carlos Alherto en l'ial11onte, engendrÓ deplorables emergencias contra la religi(m. La atrofia del sentimiento moral, el falso liheralisl11o, la incredulidad, el odio fi la Iglesia cristiana, y todo elcmentu flisolvente en el orden )'eligioso fué el resultado lÔgico de la acciÓn coercitiva del Estado puesto al servicio del poder espiritual. 1\', Siempre !jue se ha pretendido sostener la fe por la fuerza, la Iglesia ha l11ardlado dc derrota en derrota, y s()lo ha podido rehabilitarse por medio de la libertad de conciencia, LA LUZ DEL PUEnLO. 12G Cuando Enrique IV proclamó en Francia esa lihertad, por el Edicto de Nantes, se ohtuvo el restablecimiento (le la Iglesia cristiana en el suelo francés, yel si¡.;:1oX VII lleg() ft ser una de las más florecientes épocas del cristianismo. Empero. tan pronto como Luis Xl V revocó aquel Edicto para restablecer la unidad de creencias y extirpar las heregías, la iglesia, después de haher recorrido todos los grarlos Ile su rlecadencia, estuvo en peligro (le ser extirpada en Pranciél por la re\'olución de Hit El exclusi\'ismo ultramontano, sostenido por los gohiemos, no ha (larlo, pues, Ú la Iglesia, ni le dará jamás, sino una prcponderancia efímera. Y ese exclu 5ivismo perjudicial, tanto Ú los derechos de la conciencia, como it los verdaderos intereses de la religión, es rechazado en to(las las naciones ci\,iliw(las. y solamente se le sostiene en algunm; puehlos de la América espaïlOla, en aquellos puehlos reducido~; il la impotencia, porque han ahdicado sus derechos, y sc han Pl,csto senilmente b¡~ioel yugo de amhiciosos que,' apoyándose en el elemento religioso, escalan el poder y se mantienen cn él protegiendo el predominio de una religión oficial. Pero donde quiera que la intolerancia religiosa es sostenida por el Estado, la Iglesia es esclava del que la sostiene; y euanrlo el partido reinante es dc!"!"oca(lo, ella dcsciendc también,y participadc los golpes que ,:aen sobrcaquél. De tal suerte que, ora se encuentrcn los gohierr,os clericales en el apogeo de sus mcntidas glorias, ora (1cscienrlan de alH para hundirse en el polYo, la Iglesia se halla reducida siempre il una deplorahle situaeiÚn. Luego s()lo por medio de la lihertad podrá rehabilitarse, y ocupar en el mundo el ait,) puesto que le pertenece. v. Mas, la 19lesin no pocln'l ser lihre, si su libertad no es solidaria con la de tmlos. La humanidad {n'anza en la reconquista cie sus derechos, y rechaza la prctensiÚn (le quien qu:siere ser exclusivamentc libre, porquc toda libertad cxclusi \'1t eSL1l1 privilejio, y todo pri vilegio es un ataque al (lcrecho com{m. PasÔ ya el tiempo en que los privilegios se acataban como una concesión divi\'ina, y es un absurdo que cuando ellos han 1~~ LA LVZ DEL PUEBLO. dcsaparecido hajo el imperio dd principio de ig-ualclad, pn>clam:l<lo por la filosofía y el Evang-elio, pretenda la 19ksia cat61ica una lihertad privill:iiada en nwdio de Iaservidtttllhl"l~ g-clwm1. Sem(jant<.> pretensilm esti't en pug-na con las ideas mo(lemas, que proeunll1 ahrirse paso (kstruyendo todo ohstiiculo. De consig-uiente, la ig-lcsia, por fomentar sus ilusiones, se coloca ('n un formidable pelig-ro. Dcrechos)' no privilejios; dcrechos qm' no CIl1:lnen de In con('esi6n (le los príncipes sino de la naturak7.:l misma de la lil)('rta(l de conciencia, hé ahí el Y('nladero é in(1cstruetihlc pUllto de apoyo para el catolicismo. I'oner en armonía la lihertad de la Iglesia con la lihertad de todos; conciliar las tradiciones de aquella con las legítimas tell(1cneias de la época, tal es el gran prohlema de cuya solt!CillO sc ocupan las naciunes eatÚlicas que marchan por la scnna dd Pl·og-reso. ABSOLlJT A LlBEH,TAD DE cm\CIE~CIA l'S lo quc el pontífice romano, la Francia y el Austria, esas dos grandes potencias del mundo cat6lico, han cxigido siempre, cn fa vor de la desgraciada Polonia, al autÓcrata (le las Rusias; yeso mismo piden la civilización y el cristianismo ft la Iglesia cat6lica l'Il favor dcl géncro humano. Luego para que ella tenga derecho (le exigir la lihertad (le concielH:ia en los países donde prepondera otro culto, es preciso que lo declare libre en aquellos donde el catolicisll1o es prepollderanÜ'. ¿ I'odrft éste invocar la liht'rtad allí donth: ('S oprimido, si es opresor allí donde ('S lihre? Si, ptW5, la lihert:\(1 no es patrimonio de ésta l' nqt!ella rclig-iÍln, sino ci precioso don tit- la concieneia humana, to(las las conciencias han de set· igualmente lihres. Y desde luego, dehían aplanarse las murallas que se han le\':lI1tado entre los homhl"l~s por la intolerancia rdigiosa; dehían romperse las trahas impuestas Úla lihertar! de creencias, trahas que, en definitiva, !"lllo conducen á establecer mútuas antipatías. En su "it,tud, scría preciso, por ejemplo, quc en los países prote!"tantes se derogasen las restriceiones impuestas al ea tolicismo, y que en la!" llnciones cntÍllicas se aholicsen las que existen eontra el protestantismo. De este modo, catlllicos )' protestantes, hermanos en Jesucristo, aunque separados en cuerpo, estarían unidos por el espíritu de tolerancia y de caridad cristiana. Reinando, por i.A LUi DEL ilJEllLO. 127 fin, en el mundo de la lihertad de conCIenCIa, ella rcalizarín la fratemidad universal. A la Iglesia pertenece tomar la iniciativa en esta grande obra de regeneraciÓn, rompiemlo t,)da solidaridad eon el poder civil, tOllo compromiso de partidc. Dehe hacer ostensible su grandeza, extendiendo una mano maternal y derramando la unción de la caridad sohre to(los los hombres, cualesquiera que sean las opiniones religiosas que profesen, ó el partido Ú que pertcnezcan. Una madre piadosa como la Iglesia no dehe mirar en un hombre al secuaz de una opini(l11política, (¡ al pros(olito de una creencia, sino al hijo en quien el Padrc comíll1 imprimió el sello de su bondad y de su a.nor. VI. :\las por una (1cplorahle aberraci(l11, ln lilwrt:ul de conciencia e!;la menos respetada, la mcnos compren d i<la,y la miís expuesta á los ataques del fanatismo. Los mayores enemigos de ella son los que deberían ser sus mÚs c,~losos defcnsores. Los ultramontanos, por sostener su cspúrco prcdominio, eomprometen los legítimos intereses de la Iglesia cristiana. La intolerancia es el (logma fU11(la111e1ltal de aquellos, y para establecerlo en la opiniÔn del vulgo, Sf: valen de sofístieos razonamientos. Alegan en prinHT lugar qne e:;tanclo el catolicismo en posesi{¡n de la venlad, y siendo ésta inconeiliahle con el error, la Iglesia eatúlica no puede tolerar creen~ias err(¡neas. Pero de que la verdad y ci error sean inconciliahles no se sigue que la Iglesi a delJa ser intolerante. Entrc la n'reInd y el error hay n:pugn anda intrínseca, incompa tihilidad esencial; mas no es repugnante ni incompatible que los ineIidduos que componen la Iglesia amen y toler,:n e\·tll1g(olieamente Ú los que profesan otras creencias. Por otra parte, si el catolicismo pretende sostener la intolerancia cn nombre cie la vcnltul, ¿poùr::"timpcdir que las otras religiones tengan igunl pretcnsi(n, fundándosc en el mismo título? Si los principios fundamentales de una confcsi(¡n de fe no están en contradicción con los de otra, si todos son razonables ~.esencinlmentc morales, la ycrdad \'Íenc ft sel' un patrimonio 12R LA Lrz DEI. PlTEBLO. cOlllíln. Y si l'Il nomhre (le ella se d~hiera autorizar la intolerancia, ést.a llegaría (I erigirse l'n prineipio religioso, resu1t.ando de allí que todas las religiollcs dchían ser l'senciallllent.c intolerantes, lo qUl' es ahsurdo. Los enemigos de 1:1lihl'rtwl de cOlleieneia la comhaten adem(ls lillldiindose, ora en que la Iglesia neeesita cIe protecciÔn y privilegio para n~ch:tz:tr los embates de la incredulidad, ont en Clue el contacto del catolicismo con otras crecneins produce el resultndo de que éstas engrosen sus filas á expensas de aquel. Atmqm'ya hemos manifesta(]o que no es en e1I))"i\"ilegio sino en la lihertad donde la Iglesia encuentra un s61ido punto (le apoyo)' la razÚn fundalllentnl de su desarrollo, opongamos ti esta ol~jeeiÔn el testimonio de dos ilustt'es pcrsonajes: La Iglesia, dice monseÎÏot' de Parisís, ohispo de Arras, În\'oea 1:1lihertad cil' coneiencia, la liherlad para todos, porqllc nnda lielle qlle tel11er, y sí lIlueho que espenlr, (1) "La Iglesia no ha menester de protecci(lll, ni de l'ri \'ilt:iio; sÚlo Ilecesita liherta(l. (2) "Esta socieda(l tiene en sí la vida. Xo nccesita sino lihertad de expansi(ll1, para vi\'ificar, para regenerar el mundo. "La lihet"tad ahsoluta civilmente concedida rI todos los cultos, ofn'l'e más ventajas para la verdadera Iglesia, que una protCl'l·i()n que s(¡lo a parece C0tl10 un odioso privilegio." (~) El l'onde de :Ylaistrc, escrihiendo al atíwhizpo de I~agllsa, COllll:cha 1:¡ de dicicmhre de 1.stG, dice lo siguicnte . "1.:11' scdas no tienen fuerza contngiosa sino cn sus principios y durn 11il' el panlxisl1lo t'evolul'Íonario, pasado el cual ya 110J¡ncellconquistns. Elcatolicisl11o, al contrario, es sicmpre conquistadot', .Yl'ste es uno de sus caraciéres mÚs distinti\'os y m:ís sO!"Jlrendentes. ¿Qué sucedería si todas las religiol1es se franql1l'anlll mt¡tunmL'nte sus fronteras? QIIC por linos pocos cat(¡licos que adoptaran otras ereencins, hahría innumenlhIcs personas Ijue nhrazaran elcatolisl11o." Lucgo :í éste le con\'ienc miís que fl ninguna otra religión la libertad cie conciencia, esa lihertad tan prl'ciosa, Lan sagrada.Y tan ,neccsaria, que es el funtlanwnto (h' las ¡]cmÚs; esa libertad quc, C01l10ha dicho un célel)t'e J>uhlieista, "es la úniea [1] Ill' Ia~ tendencins, 1~ ¡"L plij. l:.:\ lnstr\\~·\.'i{.H pastoral [3] Ihidem, P&j 33. ~ll. ~obrc l'Ilh:n:chù ùi"i¡)u fit'lu Igksia, lH·loG, ptij. :.!O. L\ LUZ DEI. I'I1IWL0. 129 que extiende su imperio desde las profundidades de la conciencia indi\'iduallHlsta las más brillantes manifestaciones de la vida nacional; la Única que iluminn (los vidas y dos mundos, la vida del alma y la vida del cuerpo, el cielo y la tierra; la Única 4.uc tiene igual importancia para todos los· homhres sin excepción, tanto para el pobre como para el rico, para el débil como para el fuerte, para el Último re¡:resentante de la humanidad como para el génio de Newton ó de Leibnitz." Por Último, alegan los ultrarr ontanos que la libertad de conciencia ha sido invocada por los enemigos de la Iglesia, y que el catolicismo no ha prospcra.Jo sino mediante el imperio de una le exclusiva. La primera parte de esta ol~jet~iónes tan Ü¡}Sél como la segun(la. Los padres y doctores de la Iglesia, y tantos eminentes obispos, no son enemigos de ella, y sin embargo, han illvocado ulla amplia lihel'tad de eon:iencia. Por otra parte, los m{\s ellcarniimdos pen;eguidol'es del catolicismo, lejos de prodamar una lihertéul esencialmente necesaria pant el triunfo de la Iglesia, lwn procurado cselaviz;lrla. y respedo ti la pretendida pros¡>l'ridad católica, en las épocas de ti.: l'xc1usiva y PI'CpoiHlcrmÜc,como la de los siglos medios, esa prosperidad, ese apogeo (t que lleg() cl ahsolutismo religioso, rué una lallH.:ntahle decadencia, el perigeo de la Iglesia el'istiana. 1.:1 detestahle alianza de los d )S poderes, ese ideal de todas las tiraní:ls, hé ;¡]lí e11i.mdal11ento de la unidad de creencias en aquellos sigí()~;. ¿Y serÚ honrosn para la Iglesia una pÚginél sangricnta 'Ille consigna el hecho;le haber suhyugall0 á la 11Umanidad por medio (leI terror, y (on el tormento inquisitorial autorizado por los soberanos? l:na muchedumbre de cn'yentes, envueltos en clnegro sendaI de la ignorancia y atados al poste del fanatismo, ¿podrá ser jal11Úsun trofeo digno de los triunfos.Y conquistas (le una religión que lleva por enseña la luz, la lihertad y el amor? Ya hemos hecho \'cr que mientras el catolicismo ha proeunulo sostener la fé, encadenando la conciencia, no ha disfrutado sino de falsas y efimeras glorias, para lamentar en seguida tristísimas derrotas; y (1ue s610 cuando se desarrolle bajo los auspicios de Ir, liherLul, se estabkcerá sólidamente en el mundo. 130 LA U"Z DEL PCEJl!.O. Lalibcrtarl de conl:ienl:ia es la piedra :lI1guIar cid t'dilil:iu .:ristial1o. Sobre ella se il1stituy() la Igk~ia: por l'lIa ~t' ofrt'cicéon en holocrlusto las \'Íctilllas que fccundaronl'on Sil ~;lngtT J:. doctrina ciel ::VIcsías, y con clla, la palahra dl'l Eterno, l'lH.'arn;tda cn el Verbo, efectuará la n:gl:l1eraeiÔI1 dd hOllll>r<,~, SECCION Ç!UINT A. Habiéndonos propuesto ùosquejarel "asto plan de los ultramontanos, echemos una ojeada sobre los fundamentos de su predominio, desde el sig-Io IV en qne Se colocó la piedra £lng-Illar del ultramontanismo, hasta el si~lo XIX, en que se ha puesto la cltspidc con ci dogma de la infalibilidad . . Examinar cnla serie de los siglos las principales bases de la dominaciÔn poíítica de los parlaS; manifestar que el Concilio del Vaticano, bajo el velo de espeeiosos motivos. no ha tenido mÚs Jin que el de afianzar el vacilante imperio de la secta ultramontana, declarando el dogma de la int:llibilidad; rcttttar scmejant.c dogma, como contrario Ú los'lloincipios ttll1damentales dd cristianismu, haciendo "cr quc n,) se apoya en ci H,'angelio, ni en los hechos de los apústoles, ni en las decisiones de los Santos Padres, ni cn la tradición cristia ¡la; poncr de manifiesto que los errores y contnulieciones de los papas arguyen percntOloiamente cont.ra la pretendida infalibilidad pont.ificia; demostrar que para la enseñanza de las verdades l:ristianas no se nceesit.a que ci papa sca infalible; y por último denunciar ante los pueblos que Úl declaral:iún dellluevo dogma no es sino lin arhitrio para n:sistir al impulso (le la l:ivilizaciún y reahabilitar la teocracia en ci mundo-hé aquí ci cuadro de las matcrias que fut·man ci asunto (1<: que vamos Ú oCllparnos en esta sección, eumplicndo con nuestro propósito. CAPITULO Bases de la dominación preponderancia política 1. de los papas y de su sobre la autoridad de los soberanos, .ll'sucristo instit.uyÚ ci apost.olado par:1 que ;lnul1l,iasc el rein\! cil' Dios Ú las naciones; mas los que se clcnolllin:\n SUL'CSOrcs de los apÚstolcs, anuneian almunclo scr los lIamaclos Ú n:inélr sohre la ticITa. SegÚn d Evangelio, el jdè..' cle]a Iglesia y t.odos ]os ministros de dIa clchían consagTarsc tl las eos:\s del l'ido, prescindicnclo completamentc de las cid mundo. I 'l:ro segÍln la dm'trina ultramontana, ¡Hlnt IIcnar una misi(lll cspiril.twl sc neccsita tcncr dominio sl)hrL' las nado!1cs y sus gohicrnos, El catolicismo signifIca tlnÏ\'Crsalidad cie crccncias LTist.ianas, de (loctri na y yi rtudes e\":ulg':¡ieas. :\ 1;\ S ¡os 111 t nllllon tallOS camhiaron csa signifIcaciÚn é hieieroll de la unin:rsalidad catMica d emhlema de la dominaciÚn universal tl que aspiran los pon Wices. Como hm;e cardinal cid predominio pontitil'jo Sl' in\'CnUJ l:t concesi(l11 (le Const.ant.ino, y sc fi.lIldÚ sohre ese dOelllnl'nto ap(Jcrifo la suprcmacÍa ]Iolítica de los ]lapas. Consignc\l1os aquí csa fa \l1osa fieciÚn, quc cs d gran funcla mcn to dd sisÜ'm:L tco· crá tico. "Nosotros con toclos nuestros sÚtrapas, -v todo el sl'nado , como tamhién d ]Iuchlo suhordinado al g'lorioso imperio, hcmosjllzgaclo Íltil conceder al suceso!' del príneipc (IL- los ap('stolcs una soheranía mÚs grande que la qu~' nllcstra set'l'nid:\d tiene sohre la tierra. lIemos resuelto honrar ;Î la S:ll'1'OSanta Iglesia romana m:ís que (l nuestra impel'ial soheranÍ:l, qlle no cs mÚs que t.crrestre. l'or consiguicntc, atrilmimos Ú la sagTada silla del hiena vl'nturado l'l'el ro toela l:t d ignicla ci, tocla la g'loria y tocla la sohentnía imperial.. .... " lIemos concecl iclo mue has gt'andes posesiones en la.J udea, en la nrecia, cn Asia, cn Africa y cn la Ita]ia, Ill'll1os L'l'diclo a] papa Silvcstre y ;í sus sucesores nuestro palacio de LdrÚn, que es Ill:ís hermoso lJuc toclos ]os ]I:t1aeios del munclo. Le ]WlllOS dado nucstra lliaclema, nuestra corOIW, nuestra mitrn y todos los vestidos imperiales, eoneediéndolc nuestra dignidad y el mnnclo de la caballería. "0UCrl'nlOS lJue los ¡"everendísimos prelados de la Santa Iglesia romana g"occn de todos los derechos (lei senado, y que sus eab:dlos sean siel11pre :Hlorn:dos eoneil parazones hlaneos, y que nuestn>s principales oficiales tengan dichos ea hallos por la brida, así como nosotros hemos llcvado personalmente por la brida elcahallo dd sagrado pontífice. "Damos en donaeiÚn al bienLventu1":ulo pontífice la ei:.tclad (le Roma y todas las ciudades ,}ccidentalcs dl' la ltnlia, como tam bién las otras ciudades occiden tales de los otros países. I~e· nunei:1l1l0S al dominio que tenen~os sohre esns provincias, retir(l11clonos de I~oma, y limitanclo nuestro imperio Ú la provineia de Biz:l11eio, por no ser justo que un emperaclor telTestre tenga d menor poder en los lugares (1:.>ndeDios ha estableeido al jde de la n:ligi(l11 cristiana. "()n kn:lmos que esta nuestr°;l (lonaeic'ln permanczca firme hast:! ti fin del mundo, y si alguno osase (lcsohedecer nuestro decreto, queremos que sea cnstigaclo ctel'lHllllente, )' que los apóstoles Pedro y 1':lhlo le sean contrarios en esta vida y 1:1otra, y quc sea sumergido con el diabb en lo más proli1l1do dd infiel'. no. (1) Dado hajo el eonsul:u:o de Constantino y de Calie:l_ no, cte." Este decreto, inn'rosímil rI fLter de exagerado, cs el primer eslabÚn (le la cadena de las falsificaciones en que se ha pretendido basar la dominaeiÚn política de los papas. Es 1l1UYnotahle 'lm', hahierdo reinarlo Constantino en el siglo 1\', la donaciÚn que se le atribuye no ap:lrezca sino Ú mediados del sig"lo \" 111, sin que en tan larga serie de ailOS hubiesen los papas hahlado de ella, ni mucho nWlIos cjet"cido algún dominio sohrc las proyincins donadas. El (loetlmento de la eonecsi(u, no fué compilndo sino poco antes cid año 7fí¿I., para presentarlo Ú Pepino, rey de los fi-ancos, y arranl'nt" Ú este príncipe, los países mcneionados en la donacÎ(ín. r 11 I~I ht·l.: dl' sig-lo~ till (h- qlle ("ntHI"-' prÎlwi)H' tC)SSi.~"l::. IIi y •..• 11\1.'':; 'Ill: el r.'.I:I:'t,¡:' pOl\tilid(ls urhi, el I.·..;,h· dlll'lIlllL'lll(.1 que ll.'lllJlllt";tl pl'/)i, :dlril'~,' rll.~ ('l HO l'OIl lIO t l"p fIod;:l ligal' ~all 1'('(11"0 .r IH·c:-,(."nl{' IpH' l'un su :::;:\11 Pahl0 H.I (~lll1ili:lr (!el p:ql~l. a~:o ..;tlt ;11 :t'U.'T'l1HI1], C'st:¡ha d<'"l't"dO;Î las nlJr:clo h:dl1:1I1do:í tlOllJ- la 11l1l1l:Lllidafl l'or jllIl'rt:ls dc') ¡lIl1en}o. )(1:::' ~c tí rL'daC'l~lrl()~~ eùiClOs LA LVZ DEL PUEBLO. La época l'l'a ftl\'orahle para coronar con el éxito los plane!' ùe la sedc romana. La guclTera corte de l'l'pino esta ha lIluy lt:ios de podcr examinar {¡ la lul. de la historia el docunwnto atrihuido á Constantino. I{einaha cn aquellos ticmpos una ignorancia tal, que entre los francos, guern'ros semi-hárharos, no había un solo homhre que pudiera ni sospcchar, mucho mcnos rIescuhrir, tan grosera impostura, Por otra parte, se halla han las gentes rIominadas rIe una fan;l tica tcndencia pa l'a creer, como la ycnlad (h: un axioma, todo cuanto dijese el santo padre. Con el fin de asegurar el ohjeto que sc tUYO cn mint y sorprcndcr mejor la sCIH:illa lTcdulidad dc \:ts gcntes, se j()I:j() una epístola, atrihuyéndoscla á San l'edro, en la eual sc sostiene el derecho (le los papas Ú la soheranía tcmporal; se aeompaj¡{¡ l'sa carta al apócrifo documcnto rIe la eonccsiÚn impcrial, y se amcnazó con la d)lera del príncipe de los apóstoIcs y con las torturas rIel inficnlO, si no se pusiese {¡ la Ig-lesia en posesi()!l de los dominios cedidos por Constantino. FundÚndosc en tan insigne suplantaciÚn declaró Cregorio IX que el soherano universal del mundo es el papa, quien delega su poder £t los empl'radores y {t los rcyes; é Inocl'neio I Y sentÚ el principio de quc los dos supremos podercs, el cspil-itual y el temporal residen por instituci(1I1 diyina en los papas, quienes son dueños ahsolutos de los imperios. y para que no se arguyese que una soheranía concedida por los príncipes, pocHa scr limitada () completamcnte suprimida por los mismos, Inocencio declara que Constantino, en vez de conferir algún poder á la Iglesia, no hizo m;ts que restituir lo que le tenía usurpado, reconocienùo el sagrado dered10 eonferiùo por Jesueristo, quien al dnr Ins lIan>s del reino celestial, dit, tamhién las del reino t~rrcstre, como conrliei(m in,lispensahle para llenar la misión apostólica. II. La titulada compilación isidoríana, que apareci(, en el siglo IX, fué la segunda hase de la dominaci(l1l política de los papas. Es una obra compuesta ùe muchos decrdos atribuidos Ú los primeros pontífices, de varios escritos espúreos imputados á LA LeZ Il};;r. pctULO. pe1'80\1[0l'8 eclesiÚsticos, y cie supnestas aetas ùe concilios celebrados CH los primitin)s siglos. E! redactor de las falsas Decretales se propuso dar con ellas un ilimitado ensanche Ii la prepo:1dcnlncia de la sede romana, y hacer del mundo una monarquía ahsoluta, regida por la voluntad soberana dd pontífice. Kicollis I, papa audaz y {I vido ùe poder, «Ill' 110 tenía cscrÚpulos para cometer los actos más atcntatorios, cuando se trataba de ensnnehar la esfera de la d011linnci(>\1 pontificin, ealificÚ lsas Decretales de documentos aut~nticos, .YsostU\'O que la 19le:,ia estaba, desde mucho tiempo, en posesi6n de ellos, sie11ílo, por eonsiguiente, monumentos antiguos qtle hahían existiclo en los archivos de la sede romana. A ml'diados del siglo XI, Leó-1 IX hiw de los principios sen· tarlos en l'sas Decretales una ap1i~aciÚn tan ilimitada que con· virti{¡ In Europa toda en 11nimlwrio teocr:Ltieo. Sohre las bases de l'SOSmismos principios se redactó la constitución gregoriana, obra que se considera como el código más avanzado cn orden (I pretensiones de supremacía pontificia. Gregorio VII hizo cie las falsDs Deeretales el incontrastable fundamento de la omnipotencia papal. Ellas consagran el principio de que la Iglesia tiene Ülcu1tad de abrir ó cerrar á su arbitrio las \>uertas de los ciclos; y de allí dedujo Gregario que el quc tiene en su mano la sah-aciÚn ó condenación de los hombres, tiene también derecho de g<,bernar los pueblos. La f.eci()J1 dcl pseudo Isidoro hace de la metáfora atar y destltar la fóm1tlla de una dominaciÓn absoluta. Por eso es que cuando Cregorio \'11 quiso destronar al rey de Alemania, se fundí) en que la faeultad (le 'ltar y desatar que se le había (lado, t:l11to en el ciclo como en la tierra, le confería derecho para <1eponer á los reyes. Cuando el mismo papa relevaba á los súhditos dcljuramento de fidelidad al soherano, se apoyaba en la misma faculta<l <leatar y desatar. Finalmente, cuando queda legitimar ante d mundo su omním()(lo poder sobre las naeiones, il1\'()caha la f(¡rmula acoT1lodaticia de atar y desatar. ApoyÚndosc, en fin, los papa:; en la fied6n isidorian<l, hicieron de la excomuni(Jl1 un pode rOBOinstrumento para destruir {l los príncipes. Gregorio VII decía fiue, no debiendo nadie comunicar con un excomulgado, los reyes á quicnes el papa excomulgase queda Jan inhábiles para gobernar, y que por tanto de. laG LA U:Z DEL l't:EIlLO, bían ser depuestos. De tal manera que la facultad de excomul· gar, llevaba consigo implícitamcnte la de destrOlli'I' ft los soberanos y disponer de los reinos y de los impl'l'ios. POI' consi· guiente, para derrocar (11m; principes no se necesitaha sino excomulgados. III. Otra de las bases en que los papas sentanm su derecho á la dominaciÓn política del mundo, rué el libro de las n~nladeras Decreta1cs, que l'S la colecciÓu deJos acuenlos y decisioncs de los pontífices. En esa obra redactada en pro\"echo de la cortc romana, se plantearon los principios que contenían el gérmen qU(' los papas han desarrollado en la sucesiím de los siglos. La idea fundamental de aquel libro, cn onlcn á la pontificia, consiste en que siendo el papado instituido el pontífice es el supremo Sellor (leI géncro humano, 10 mismo tiene un derecho absoluto para \'igi!:lr, HO relaciones sociales y políticas de los hombres, que !:ts soberanía ]lOI' Dios, y que por mcnos las rdigiosas. Esta idea ean1inal ha sido cxtensamcnte desenvuelta, ha hecho de ella las mÚs \"astas aplicaciOl1l's. Inocencio III inventÓ d principio delihcrativo, de l:1s almas, en él reside en las causas criminales, tencias fle los tt'ibunaks y se la teoría de quc, residicndo en el alma el pontítlce el suprCll10juel originalmcntc el dcn'dlo dc intcnTnir de fallar en ellas, y de anul:u' las sen· ci\·iks. y sicndo De aquí ~mrgiÍ>la práctica de las dCl1Illlci:/ci()llcS t'\':/Ilgéli. ens, que consistía en un derecho concedido al al'nsador para llevar (I su acusado ante el trihunal del papa, en cualquiera cuestión que se suscitarc, declarando incurso cn gran: pecado al quc no quisiera someterse (I un jucz cuya scnteneia sería pro, nUIH;iada en nombre de Dios; á 1m juez suprcmo «ue, siéndolo de las almas, lo era nccesarianll'nte de la persona humana. Gregorio \'Il sostuvo que la sobcranía laica no ticnt' otro origen que la ambiciíll1 (le aqucllos que, nHll'cndos con cl estígmato de los \"icios, é instigados por Satan:ís, hahían procurado sobreponerse y dominar:'t los dem{ls hombres. Paulo IV definiÓ en su bula Cum ¡¡post ()In illS ()ficio, las si- LA LUZ DEL l'UEllLO. 127 guientes proposiciones:-"Que el papa tiene por (lerecho di\"Ïno la facultad de gohernar omnímod.'l.mente Ú los puehlos y Úlos reinos, y de juzgar á tü<los los homhres, sin que él puecla ser juzgado por nadie:-"Que los príncipes quedan depuestos de hecho y sujetos á la pena de muerte, tan luego como incurran en heregía Ô se separen de la Iglesia; mas, que en el caso de arrepentimiento se les encerrará en UI1claustro, y en penitencia se les harÚ ayunar á pan yagua por toda la vida:-"Que cuanclo Ú un príncipe se le declare hereje Ô ci!;1nÚtico,nadie dehe prestarle auxilio alguno, ni ejerccr con él los deheres de humanidad; y si algún monarca contraviniese it e~;ta orden, se le destituirÚ inmediatamente de su reino, el cual será adjudicado {t los príncipes obedientes al papa." LeÓn X en su hula Pastor œtcrnus atribuye al pontificado el derecho de vida y muerte, seg(m el cual todo el que desohcclceiese al papa ;:'íedc ser condenado rJ último suplicio. Inoccncio 1\' cstah1cciÚque la soheranía de los príncipes scculares no es legítima, sino en cuanto la ejcreen con anuencia y aprohaciÚn de la santa sede, que es la tmica fuente de toda .iurisdicciÍlI'. Y Juan XXII declaró que los reyes elegidos por la naciél11,no tienen autoridad algur.a, sino (lespués <¡uehubiesèn ohtenido la aprohaeíÚn del papa. Bonifacio VIII, en su hula Unwl1 sanctnm, enscl1a que el poder temporal y el espiritual son C0l110dos espadas que Dios puso en manos dcI pontífice, quien concede ií. los soheranos el ejercicio de la una, para que, C01110delegados de la santa sede, sostengnn las preeminencias dl' 1:1 ]glcsia, es c'\ecir,las elelpapa, porque la iglesia toda se halla concentrada en él, como jefe soberano y ahsoluto de las on:ias)' de los I:orderos. En consecueneia Bonifacio condena COI11(' 1111 error l'ontt-a la tè cat6lica la crcencia de qlle el poeler temporal tenga un origen independiente del espiritual. Clemente V declar6 que ningún prínl:ipe podía ejercer su autoridad, antes de prestar al papa el juramento de obediencia; y que los reyes no podían celebrar ninguna alianza con los soberanos que no inspirasen al pontílice una entera I:onfianza. Siguiendo la lôgiea de estos principios, los ohispos creen como artículo de fe, que están obligados á cooperar en faYor de la dominaci6n política de la sede r,)mana, y que deben combatir la autoridad ciyit, como atentLtoria Ú las leyes divinas, por 13R cuanto Jef,w:risto <loeio. LA LUZ DEL PUEBLO. no instituy(¡ otra autoridad que la dL'l saeer. l\'. La hula (lL'la Santa Cena vino tamhiC::nl'n apoyo del pn.-dominio políti~'o de los papas, siendo de una duraeiÚn tan prolongada, que hoy mismo se In considera como pa rte d(' I:t vigente legisl:tcitm edesi¿ístil'n. Esa 1lU\:¡ fuC::ohra de ln meditaci(¡n de muchos siglos, y al fin Ileg() t¡ redal'tnrse definitivamente cn ci pontificado dl' ¡'rhano V I I 1. A1mrel'it> por primera HZ t'n tiempo de Cregorio X I; la rdoet> Cregorio XII, y I'ío \' le dit) la última pincelada haciC-ndole algunas adiciones. En aquel documento, elaborado por tantos pnpas, se excomulga y maldice Úlos solJl'ranos que permitall en sus estados 1:1 ITsi(kneia de los hen~jes; y se atm'a la soheranía dl' los príncipes, :ltrihuyendo ¿tI papa el (!l-n.'eho de lTl'al' impuestos l'nias nacio1ll::s, y (1e ~jel-cer justicin castigando los e1'Ímenel'S l'on t r:1 la rcligitlll. Clemcnte XI, fundÚndose en la hula de la Santa Cena, exconlltlg() ÚJ osé I, cmpcrador de Alemania. Y Clcmente X I II, Cll nombn' dl' ('sa misma hula, exeomulg(¡ tamhién al duqm' (1<.I'anna,ypretendi(¡ usurpar el dominio sohre la LOlllh:lnlí:t austriaca. Este do'-'tllllcnto pontificio fué calificado como atcntatorio :í los derechos dc los príneipes, y lo redwzaron SOknll\('I1H'ntc el parlamcnto (le Fr:\1ll'in, el rey de' Espafw yel emperador de Al('mania. La bula de la Santa Cena se leía con toda so!l'l1l11id:ltll'n R011ln el día jueves santo, cuya costumbre duró por espacio <le doscientos a flOS, hasta el pontifiendo de Ckmen to X 1\'; y a unf]ue en tiempo dl' este papa se stlprimit> aquella kdur:l, ya los jesuitas habían insertado la hula en los lihros tcol(¡gieos, para perpetuar In ('xistcneia de un documento que sostl'llí:t la dominaci6n política de los pontífices. En fin, p:trn rIar mayor apoyo rI esa dominaeit.n, los papas, abnndon:lndo el título de Vicarios de PerIro, qne hahían lIl'ynrio hasta el siglo X I I, toma ron el rie \ïearios dc Cristo, ]ln ra que COll l'In()1l1hrc ell' n'presentantes de Dios todopoderoso, n:ldie dudasc Iiue en ellos reside todo poder, toda jurisdicción, to~ da soberanía. LA LUZ DEL PlJEDI.O. 139 v. Las (¡nlenes religiosas son una de las más poderosas palancas del predominio pontificio. Aurque ellas hayan sido instituidas con un fin puramente espiritual, abandonaron elohjdo dc su instituciún y se convirtieron en propagandas dd ultramontanismo. Las comunidades religiosas est.'\I1 org¡u¡izadas como otras tantas huestes que comhaten sistcmadamente pant consolidnr el sistema teocrático. A la verdad, cHas forman un inmenso ejército quc sc cxtiende sobre el orbe católico. Los genendes 6 prelados superiores existen en Roma, formando un cons~jo con el papa; recihen de éste sus mandatos y los trasmiten á los prelados eonvcntllales ó jcfès inmediatos de aquellas g-randes falanges de l'miles (lispersos sohre la faz de la tierra. De esta suerte, los designios del pontífice se dilatan elédricamelltc sohre el mundo catÓlico, é imprimen en él los mo\·imientos I~onvenientcs al interés de la cuna romana. La onlen religiosa que merece una especial menciún á este respecto, es la de los ignaeinos ó I()yoíanos, qne son los qtle forman el ejército de vanguardia, y à =lllienes, por servicios prest:ulos {tIa causa ultramontana, la sede pontificia reeonoci(¡ hajo cI nomhre de Sociedad de.fcsús. Pnra Henar m{lS cumplidamente la misiún de defensorcs del ultramontanismo, abandonaron I(1S jesuitas cI ohjcto primordial de su instituto, que fué la prát.ca de tochs las virtu(les y la predicaeiém del Evangelio, y se dcdicaron al estudio de los conocimientos humanos, para erigirse en maestros de la jU\'entud é imbuir cn eHa las doctrinas del a')solutismo teoel'Ú tico. San Ignacio instituyó su order: sohre la hase cIe tll1n ahsoluta ohediencia, como condición indispensahle para quc los religiosos se sometan por completo á una "ida espiritual; pero éstos camhiarol1 el fin cIe la ohediewia é hicieron de ella el zÓcalo de tin sistema reaccionario. En efecto, el principio de una pasi"a suÙorrlinación era esencialmente necesario para que las legiones de Loyola pusieran al mt.ndo bajo el dominio de la se- de romana. 140 LA LUZ DEL PUEllLO. Educados losjcsuitas según la doctrina que I(ls l'oll\'icrtc en una mcnlm{¡quina, cllos {¡ su \'ez enseñan {¡ los puehlos quc dl'_ hen cOI1\'l'rtirse l'n otras tnntaS m:'tquinns quc sc mUl'\':Ill {¡ "0luntad <leI único soherano, <leI vicario de Dios sohre la til'IT:l. y l'sta pasi\'a suhonlinaci(m la exigen los pa<lres loyolalloS no sÚlo (k las ovejas, sino tamhién de los pastores. Los obispos dchen ohedecer á los jesuitas, porque son los porta.estandartes dcl pontífice, iniciados en sus ín ti !llOS sccretos é inspirmlon:s de sus resoluciones. Por eso es que un simple fraile, )lor cimero hecho (le ser je~uita, ejelTc una decisiva influencia sohre los prelados c1ioccsanos, Estos se poncn sumisalllcntc hajo las sugcstiones del jesuitismo, porque COlTIpn'llden que cI fa \'or (¡ la desgracia, los honores (¡ la persecuci(lIl, ViClll'1lde Roma por ci Órgano de los cons<.:jeros natos dcl pOlltílil'C, Efectinl1nente, ci saeenlote que contemporiza con los jcsuitas, convirtiéndose en instrumento pasinl de la voluntad dc lostos, ticne ahicrtas las puertas de la mUllificcllcia pn )lnl; mas el que se ponga en pugna con cllos, atrac sohrc sí un rayo del olimpo romano, lanza(lo por la cÍllera dcl padre y soherano selior de Ins ovejas y de los curderos. En su \'¡rtuIl, la l'ualidHllm{¡s sohresaliente para nH.'rCl'Crel episcopado, cs la <le prolesar adhesiÚn olllnínlOda :í los jcsuitas, y el gmn mérito de los ohisJlos consistc ell l'stades entcramcnte suhonlin:1I1os, I k cste modo Sl' ha con \'crtido el háculo cn un instnlIlll'Uto dc dominaci(ln, y sc ha hccho del ministl'rjo pastoJ':llun elemento que lueha sill l'Csar contra los (lercl'ho~ na tos dd poder ci\'il, l'ontr:t d desarrollo dc la eivilizaeif>n que por sn naturaleza luminosa rechaza toda instituci(ln jesuítica, y l'ontra todo cuanto se ojlone al t"cin:lllo tic la tcocracia en clnlulldo, Ill'mos pasado una r{¡pida re\"Ísta sohre los fr{¡giles fUlldaIlwntos que han sen'ido de apoyo {¡ la dominaciÚn política de los papas, Hemos demostrado la funesta inHucneia que han ejc:n:irlo en los destino~ de la humanidadl:t amhil'ÍÚn de los pontíficl'S, la (khilidad de los soheranos y la ig-norancia de los llUehlos. Examinemos ahora la nue\'a base de prejlonderancia política quc, l'n el último concilio, han creado los jesuitas declarando el dogma de la infalibilidad. CAPITULO Il. El Concilio del Vaticano. La política reaccionaria de la cc rte romana, poniéndose por la deelaraciÚn del -".l'llnIJ LIS en pug-nn con los principios de la sociedad m()(krna, ohli~Ó Ú los gohiernos Ú annarseen defensa de sus derechos contra las in vasiones (clcurialismo. La enérgica y muy acentuad a :it,titud de casi todos los estados catÚlicos, hizo temet' ft los direct ores de :u/udla política q~le se reprotlujesen las expulsiones de 1?G7cont.ra losjesuit.asJ¡ las sangrien t.as eSl'~nas dl' 179:~ contra la Iglesia. l'ero el ultramontanismo, lejos de l'l'der al impulso de la civilizaeiím, y l'ejar un tanto cn sus pretensiones, se pn¡puso armat" á su .iefe con la plenitud del poder, dcdarando ci dogma de la infalihilidad. En su virt.ud los.icsuitns diseminados ell d orhc cat.Úlico, hajo distin tas denominaciones, se en('arg-aron de prepara r la opiniónen ravordcaqucldogma. Alefee":o, los periÚdicos eurialistas se dcsplcganm con energía, manifest,lI1do Ú la cristiandad cuales eran los deseos del pontífice al con voear el com:ilio; se hizo uso del pÚlpito para sugerir Ú los fieles la i(ka de que el supremo pastor dchía ser infalihle; se fundaron cofradías que propagasen la doctrinadc la infalihilidad; y por Último, cedicndo (l las inspiraciones de la corte t'omana, se reunieron en Alemania y otnls naciones sínodos pnwinciales que pi(lieron la declaración del nuevo dogma. II. !{eunióse por fin el concilio del Vaticano para cumplir las órdenes del pontífice, pues rigiendo en la Iglesia el sistcma de centralizaciÓn, los concilios no sen más que un medio por el cual da el papa una solemne sanciÓn á sus resoluciones aconiadas de antemano. En consl'Cucncia, se deelar{¡ el dogma de la infalibilidad papal con la fôrmula ~/ue acostumbran los concilios en sus decisiones, es deeir, atribuyéndolas á la inspiracitm del Espíritu Santo. 142 LA LUZ DEL PUEBLO. Pero ¿sedl inspirado por el Di\'ino Espírit.u un plan preconcehido por los jesuiias en yiriud de moti\'()s políticos; un plan inculcado en los ticles y en los ohispos por d "'rgallo de los peri6dicos; un plan divulgado pOl' medio del pÍlliiio, gelH:ralizado por socicdadcs pn>pangan(listas, y prodamado en sÍnodos provinciales? l'or oira parle, la importancia)' crecido número de sáhios obispos que \'()iaron contra la infalibilidad, es un argumen to conduycntedeque noexistcla prentendida inspiraei6n divinél, Cil'riamcnic, si Dios hubicse inspirado al concilio, no hahría hahido cn él diYl'rgcm:ia de opiniones respecto á la infalihilidad pontifieia, sino una sola iùea, un solo pensamienio, una pertecta y mara villosa ulli formidad de pareceres, ¡Con l)u~ bILa dc circunspecci61l y aun dc piedad se han tratado Cil cse concilio los grandes intereses de la fé por una maY<L ría dl' ohispos suhordinados {¡ los pInnes <lel jesuitisl1lo~ Ikclarar COll\Odogma inspirado por el Espíritu Santo, lo quc no cstá cn armonía con la naturaleza del cristianismo, sino l'OIl las llrgl'nci:ls de la política uILramontana, l'S tina manificsta impil'dad, es poncr dclinitivamente la suhlimc rcligi"'n del Crucificado al sC1"\'ieio de hastardas miras. Los concili os no sc han I'eunido jamás pant im)loner ntll'\'as crecncias, sino panl (ll-c1arar las que, fillldflndose l'nia re\·elación, han sido iradil'ionalmenic rcconocidas por la Iglesia dc Cristo. ;\Ia-; la doctrina de la infalihilidad del papa no ha pa_ sado dc scr ulla opiniÚIl cscol{¡stica, cnulll'iada pOI' l(ls l11tr:l1Il0ntanos, y refutada por teÓlogos cat61icos, sin que jam{ls sc huhiesc l'Cnsunulo por la Iglesia esa refutélci6n, Luego d l'otlcilio dcl Vaticano ha cometido Ull abuso imponiendo una l'n'CIL cia nueva, quc ni se funda en la rcvclaci{lI1, ni en ci principio rccoIlocido por el catolicismo quod semper, quod ubique, quud;¡1J omnihus, según el cual no se (lche erigir en rlogma, sino aquello qllC ha sido enseiiarlo y creído siempre, por todos _yen todns [wries, Hasta ci siglo prcsentc la cnscÎianza de la Iglesia no se hahía fundado cn la infalihilidad dd papa, sinocn la de .Jesucl'isto, En adelante la autoridad cid lIijo de Dios l'elkdl su lugal' rI la del l'0nUfice. Sicndo legislador illfalible Cil materia dc të, de moral y dc disciplinél, y Sil'lll]o jcfe supremo, soberano absoluto, ejecutor LA LUZ DEL PUEBLO. 143 irresponsable de sus dceisiOlH.'s y sentencias, ci papa ticne una inmensa plenitud de poder, de sober~,nía absoluta sohre la COIlciencia indi"idual, sohre los gohiernos y los pueblos; y todo esto pOI' \'irtud y gracia de los obispos que lo dcelanmm itÙllihle. 1-'ero lo m{IS sorprcndcnte es que esos misl1los obispos abdicaron en mt~t1USdel papa ci derecho que les conceden las inistitucioncs can<>nicas dc reunirse en coucilio, para tratar y decidir en materia de dogma y de disciplina eclesiástica. En efecto, si ci papa puede infaliblcmcntc decl:lrar, por sí y ante sí, sobre puntos dogmáticos y disciplinarios, no hay necesidad que se rcuna jalllÚs concilio alguno. De ta slIerte quc, Call el ùogma de la infalihilidad, los obispos han neonccntrado Cil el papa las atribueiollcs conciliares, han instituido, e01\1O eonsti lució n de la Iglesia, la dictadura del pot1tífiec, y han dcclarado implícitamcnte la abolición de los concilios. CAPITU LO Ill. El Evangelio y el dogma de la infalibilidad, Los dogmas todos del cristianismo se hallan consignados en las sagr:lllas p{lginas de una manenl m{ls {¡ menosl'xplíl'it:l; pero nada se encuentra en ellas respecto fila infalihilidad £Ici papa, Sill emhargo, los que pretenden sostenerla amlan Ú caza de texlo~ para ·]lonl'I'los al scn'icio de sus miras, por medio de ahsurdas int.erpretaciones, Así es l'OIJIOhan intentado sacar partido del eapítulo XYI de San :\Iateo, y de otros pasajes del Evangelio, que examil1<lremos l'on la hrevedad posihle. Lo~ ilJf:dihilistas toman aisladamente las pakdll-as, tlÍ crC8 l'edro, y suhre estn IJiedrn edifietlré mi 19lesin, y dedueelJ de elbs qUl' Jl'~ueristo eomunil'(' la infalihilidad rl San I'l'dn. y sus SUlTSores. "rl'l'iso l'S i1jan;l' en el \Trdadero sentido cil- aquella prOlJll'sa, teniendo en eon~ideraciÚI1 las eireunstancias que b 111Oti\.:¡ ron. "V vino JesÍls, dict' l'1 Evangelista, rl los lugares de CesÚrea, y pregunta1 ta fi sus disdpulos, dicicndo:-"Qui~n dicen los h01llhres qllC es ci Hijo clel homhre?" Y ellos respondieron:-·"lll1os dil'en que es Juan d Baut.ista, otros que Elías, otros que .JerelIIías, (¡ uno de los profetas," \' Jesús ks dice:-" Y vosotros qui~n deds que soy yo?" I~es)londi(¡ Sim{¡n Pedro y dijo:-"Tíl l'n:s el e risto, el II ijo de Dios vi vo." Y respondil'udo .JesÍls le dijo:--"Hiena\'entunlllo l'lTS Sim(l11, hijo ck Jua\l, porque \lO te revel() eanle ni sang-re, sino mi Padre que est£¡ en los cielos. y yo te digo que tú eres Pedro, y sohre esta piedra edifiear~ mi Iglesia" (n'. 1:1, 14, 15, 16, 17 Y 1H). De consiguiente estas últimas palabras muy lejos de referirsc fi la pretendida infalibiliclad, sólo se conl'retan ii la fé l'on qUl' Pedro confesó, por todos los apÓRtoles, la divinidad de JeRucristo, l'or manera que ci genuino sentido cie cHas es ci siguiellte:-"Tíl, Pedro, crees y confiesas con todos mis discípulos que soy ci Hijo de Dios. cl1\'iaclo por mi Padre Ú redimir al g~nero humano, y esta creencia que se trasmitirÚ cle siglo en siglo, es LA LUZ DEL PtT ~m.o. 145 la piedra fundamental, la roca indes'~ruetihlc, sobre la cual edificaré mi Iglesia." Apelan también lo!) pnrtidat-ios del infalihilismo fl la promesa de las lJa\'es, y {[ la facultad dc atar y desatar que se enl'ucntra en el citado capítulo. Pero ullla de eso constituye una prucha de IL infalihilidad, pues tanto lo uno como lo otro se refiere (lI1ieamcnte Ú la jurisr1icci(ln espiritual que eonfiriÔ Jesucristo á sus discípulos. Si, pues, los textos del mencionado capítulo arguyeran (.le alguna nHlllcra cn fa\'()l' de la infalibilidad, todos los ap6stolcs habrían sido infalibles. Efectivamente, Ú tUllos se dirigió Jesús, dicil-ndolcs:-"c" Y \'OSOlTOS quién decís 'fliC soy }'O,'" l'or' todos n~spondi(l Pedro, confesando la divinidad de su Ñlaestro: y fl todos se les di(l lat~leultad de atar y desatar, como consta delmisllIo Evangelio de San Mateo (cap. X VIII, \'. t¿.;. II. Los dclensores de la illf:dibilidad han prdl'lHlido tambi{on apoyarla en el capítulo XXI ~k San Juan, donde se cneuentran estas palabras:-" ¡\ paciell ia mis l'O\,( !eros, :q:acicll ta mis ovejas." ¿V por \'entura es ésta una l)l'uelm de que se le Iwya e011ti:rido il Ped /'0 la inl:t!ihilicl:lll? ¿ Es acaso ne'-'esario ~ste atributo divino para desempeiiar la (ireeei(l11 del rebailO? Si el cargo de apaccntar implicara la inf, lihilidad, todos los ap(¡stoles habrían sido infalibles, porque {.todos se les encomendó la dirección de las almas. IIf. Del ea pítulo X XIl (le San Lucm: se ha pretendido hacer el pedestal de la illt~tlihilidad, suponil11do que Ú ella se refirió Jesucristo cuando dijo Ú l'edro:-".:vrLS :yo he rogado por tí, (lue no falte tu fe; y tÚ una vcZ convertido, confirma Ú tus het'll1anos" (v. 32). Es sorprendente qllc p:ll:a proln.r I:t inf~tlihilidad se invoque un texto que precisamcnte prucha lo contrario. Copiemos tocio el pasaje para que se cOllozealét futilidad de tan peregrin::~ pretensiÚn. ],l6 LA Lez DEL PI'En!.o. HallÚlldose J es tI S con sus ap(¡stoles en la úIt ima l'l'na, dijo á Pedro:--"Sim(¡n, Silll(Jl1, mira que Sat<ln(¡s os ha pedido para 7.arandl'aros como trigo: mas yo he rogwlo por tí, que no [:dte tu fé; y tú una \'C7.l'onYl'rtido, confinnn (\ tus hlT111anOS," I'l'dro le dijo:-"ScÎÏor, aparl'jado cstoy para ir l'ontig'o a(ln (ll'(¡rcd y (\ 11lucrtL'," :\la8 Jesús le dijo:-"Tl' digo, j'l'dro, que no cantar:'l hoy l'l gallo sin qne tres \'cecs hay:!s I!l'gado quc llll' conoces" (n', Bl, 3::!, :3:~y :~.t.). I'l'l'O csto, ll'jos de prohal' la pn:tl'ndida inblihilidad, :!rguye contra l'lIa, pucs importa una solemne declnr;lei{¡n dl' ln fragilid:lll hUllJ:\IJ:\, por la quc \'edro sc 110wlría hnjo 1:1influcIlI:ia de Sa tan:Í s, hasta d ex tre1l1o de nega l' por tres \'l'l'l'S :i su :\I;ll'Stro, ¿ \' podr(\ del'il'sc sin absurdo que l'ste Il:Is:lje l'l'll:rente ri la pcrsona de Pcdro, :'1 su dl'hilidad y l'oh:lnlía, er¡uiv;lk (I dl'clarado int~llihle? ¿Sc didl qUl' la plegaria de .JeStlS pant que su :I]l('lstolno SUl'llJllha por lidta de arrepelltimiento, sillo que COlisu eon\TI'si(lII sc fortalezcan los dcm:Ís ;lp{¡stoks, cuya IlY;leilaría tamhién, fué un:! plegaria para ,tlcalll::\rlc ln inblihi. lidad? I ':1nI csto cs preciso rOlllpl'r :!hiert:llllcn Ll' l'on I:¡ 1';lZ,'JI1 .Y pOllcrse l'Il pugna, no s{¡lo con la intcrprl'im'j{nl de los dodol'CS(le la rgksi;l, sino con cl gcnuino y darísilllo sl'lItido del texto, \' si ci apt)stol qlle, 1I{¡por carne ni sangre sino por rl'\Tlaci{¡n divin;l, supo que Jesús era cI Cristo, l'l lIijo de Dios \,i\,o . .\' sin cmhargo illl'urri(¡ ell cI graYÍsimo error de ll\:gado ¿1l0 lo !1egar:'lll mil yeees y errar:'lI1 dl' mil maneras, y ser{lI1 cOll1pletalHent.e zarandeados por Satan:'Ls los que se Ilam;ln St1l"CSOI'es de Pedro? Hesponda 1:1hist(tria de los pap:ts, 1\'. Tamhil;n se ha prol'umdo huscar un apoyo ,í la inl;tlihilid;¡d l'nl'1eapítulo XI\' de Sanjuan, tomando ;¡isl:ulalllultl'las siguientes palahras:-"\' yo rogaré al Padre, y I)S dar(¡ otro Consolador, para quc mOI'c siempre ('on \'osotros" (v, ICi). Consignemos todo el pasaje, t\ fin de que se eOl\oZea su \'l~rçladcro sentido, "Si nH::tm:'tis, dijo Jesucristo:'t todos sus diseíp\llos,,~'lI;1rd:td mis mandamientos, \' yo !'lIgaré all'adn', y os dar:'t otro CUll- J,A LUZ OEL P"JEFlLO. 1·.J,7 solador, para que more siempre con vosotros. El Espíritu de la verdad, á quien no puede recibi:- el mundo, porque ni la ve, ni la conoce: mas vosotros 10 conoccréis, porque morará con vosotros y estará con vosotros. 1\0 os dejaré huérfanus: \'endré fi vosotros Y el Consolador, el Espíritu Santo, que cnviará el Padre en mi 11umbre, Úl us ensellarÚ todas las cusas, y os recordará todo aquello que yu ():, hubierc dicho" (vv. 15, 16, 17, lR y 2li). Por más que se quiera sacar partido de esto, nada se encuentra en fm'or de la infalibilidad del papa. El objeto quc sc propuso Jesucristo filé consolar fi sus amados discípulos, puesto que se accrcaba la hora de separal'se de éllos y volver á su Padre. Lesprometc interceder con Él para que les envíe el Espíritu de venlnel, que more con éllos y les enseñe todas las cosas, recordando la mismo que ya Ùllcs lucbía enseñado. La asistencia, pues, del EspíritL Santo fué prometida no solamente á Pedro sino á todos los "discípulos que lo amen y cumplan sus mandamientos; mas de t'sa promesa no se si~ue lJue sean infalibles. Si la infalihilidad dei que inspira la verdad hiciera int~dihle al que la recibe, todos los que la recibieron de los Mbias de Jesucristo habrían sido infal ibles. l'or (tltimo, del pasaje que nos ":>cupa se puede mÚs bicn deducir contra la decantada infalibilidad del papa. Ciertamcnte si el Consolador fué prometido il todos los discípulos de Jest1cristo, para que morando con ellos les enseñe todas las COSéiS, no neœsitan dl' un jefe infalible que les enseñc la verdad, porquc tallos la conoccn desde que est{lIl asistidos por ci Espíritu Santo. Luego la infalibilidad no se apoya en el Evangelio; ni cs posible encontrar en él prueba ninguna, porque si alguna existiera, habría contradicción, absurdo manifiesto, entre el Texto santo y la realidad de los hechos. Ciertamente, si los pasajes altHlidos se rdirieran á la inÜtlihilk ad de Pedro y sus sucesores, ¿cómo es que entre éstos ha tenido lu~ar una larga historia de errores y contradicciones, aún en puntos fundamentales de la fe? CAPITULO El dogma de la infalibilidad apostólica, IV. no se apoya en la tradición ni en la de los Santos Padres. Si San Pedro huhiera sido infalihle, hahl"Ía puesto en ejerdcio su inÜtlibilidad des(le el primer ado apostÓlico en que se proeedi(l Ú llenar la \'acante dl' Judas. I'cn> muy ll:jos de que el jefe del:1postolaùo se ereyera dotaùo de infalibilidad pam hacer una e1ecci(lI1 al'crtada, resoh'ió \Trilicarla por la suerte. Al dcdo oraron (1Îciendo:-"Tú, Seiior, quc l'OIlOCl'Slos l'Ora7,ones dl' todos,muéstranos cuál has escoKido" (1). \' lo m{ls notable de estc pasaje consiste en que los apÚsto1es no pidieron Ú Dios una inspiraciÚn para elcgir cn tre ~la tías y .I osé Ba rsah{lS, quc l'mil los calldidatos, sino (1llicamenÜ'qlle ks manifieste su \'oluntad por el rcsultado de la sucrtl', la cuall'ceayÚ en el primero, \' si aql1l'l1os espíritus llenos dl' santa alJtlegm'¡(lIl, aqudlos \'arones totltlmcntl' entregados Ú las cosas cclestiaks, desconfiaroll tic sí mismos y 110se ercyeron inl:dih1es ni pant han'!" la e1ecci(lII del ap6stol que faltaba ¿podl-á haber infalibilidlul en los que sc hallan dominados dl' miras tcrrcnales, y que, l'omo dicc Caracciolo, no son santos á causa de quen'r sel' santísimos? Ahora si atcndclllos Ú la misiÓn del apostolado, los que recibieron el cll'p{lsito de la flo,para trasmitida Il Ull mundo o1wecado Cilla idolatría ÍI obstinado cn el judaismo, hahrían ncccsitado prelllullirse de alguna manera contra los podcres conjurados, l'CI'O los apÚstoles arrostraron prisiol1l.-'s, azotes, cadenas, ccpos y aÍln la muerte misma, sin que cn ninguno de los mayores l'onflidos huhier:lI1 apelado al at'bitrio de llamarse infalihles é imponer silencio {I los enemigos de la fé. l'reguntados por los soberanos con qué autoridad predica. ban al pUl'blo, I1tIllCI\ dijc!"(m los apÚstolcs quc c8tl1hl\n dotados de in!:dibilidad para enseñar la dodrina de Cristo. ~1) Lo~ ]l, ...,,:hu~ùl'lus .\p(l~tu1c~, cup. l, Y. :.!4. LA Ll~Z hEL trEIlLO. 149 San Pablo, el "aso escogido de Dios pant Henu- el nombre de Jesús delante de los reyes y de los hijos de Israel y difundir en el mundo la verdad cristiana, j;lm:ís dijo que ella eshl"iese sujeta al fallo de una autoridad infalible, eonstituída por el Fundador <le la Igksia. Acusado el apóstol ante los tribunales, apedreado, encarcelado, azotado, atado de cadenas, y agotando hasta las heecs el ddiz (le la tribulaci(m por la doctrila que predicaba, num'a se inwginÚ autorizarla de otro modo que no fuera por la fé er. ci Redentor. y aún en las contiendas que tedan loseorintios, San Pablo, para estahleeer enire ellos la armonía ell' la fé, no im'oc() la infalibilidad de l'l'cIro, sino el nombre de Jesucristo, dieiéndoles: -"Os ruego, hermanos, por el non-.bre de nuestro Señal' Jesucristo, que todos digáis una misma cosa y <¡ueno haya di"isi(m entre \'osotros: antes sed perfecto~ en un mismo ánimo y cn un mismo parecer." (1) Por (1Itimo, muy lejos de que el :¡pústol hubiese hablado de la infalibilidad del pontífice, nos ofl'eee contra ella un argumento-conduyente en su epístola:í los Hebreos, declarando que el papa es capaz de ignorancia, de erïOr y de pecado, ~!¿11fllmcJ1tc que los dem{¡s hombres. Hé aquí:as terminantes palahras de San Pahlo: "Todo pontíflèe, tomado de '~ntre los homhres, es puesto para henclieio de éHos, en lo que mira rI Dios :í ¡-inde que ofrezca dones y sacrificios por los pecados. El cual puecla condolerse de aquellos que ignoran y yerran, por cuanto él se hnlla ~£{1l;¡1mente rodeado dc miserias. Y por esta causa debc ofrceel' por los pecados, no menos por los su:¡os que por los del pueblo." (Cap. V, n'. l, 2 Y 3.) Contra esta doctrina del apústol, y para que se creyese firmemente en la infalibilidad, se ha ntrihuido:í los papns la Santidad persnnal, por el mero hecho Je ser papas; de cuya invcnci(m es autor el di(leono Ennodio; ;;eerctario del papa SimHco, que por defender Ú este pontífice de una aeusal'ÍÚncriminal, dijo que todo el que ingresaba al pontif;cadoseinyestín cIe la misma santidnd é inoccncia que San Peclw. Esta idcn cIe Ennodio Ji.1é sancionada por ciertos concilios; y clmismo Gregario VII, po· (1) ¡¡pIstola primera, " A los Corlntios, cal'. l, v. 10. 1 ;'0 LA LUZ DEI. PUEflLO. niéndose en manifiesta contradicciÔn con San Pahlo, por huscar un firme apoyo Ú sus pretensiones de dominación universal, dijo que él se hahía sentido santo, ingresando al pontificado; y que si los reyes y los príncipes se Jlen'ierten desde el momcnto que asumen el poder, aÍtn cuando antes hayan sido hucnos, los papas por d contrario se tranSfOl"man cn santos, cn virtud ùe la gracia qne les trasmite la santa sede apostMica. II. El silencio que los padres y doctores rie la Iglesia han gunrdado respecto á la infalihilidad riel papa, cs uno de los más notables argumentos que contra ella ofrece la historia. Tertuliano, que se ocupó tan profundamente de los intereses é instituciones de la Iglesia, hahría hablado con eSJll'cial preferencia sohre la infalihilidad del papa; pero cn ninguno de sus escritos la menciona. El célebre escritor S. h"ineo pudo habenlicho algo sobre esta materia cuando habla de la doctrina de la Iglesia, de su orígen apostólico y de la tradición; sin cmbargo, guarrla un completo silencio. San Cirilo, San Epifanio y San Atanasio no consignan en sus cscritos declaraei{J11 alguna respecto Ú esa prenoga ti va pontilicia. San Basilio, en vez de creer que el papa sea inÜtlihle, hahla de éste muy desnetiosamente, diciendo, entr\:: otras cosas, "que no aceptaría las cartas del pontífice aun cuando hajasen ùeI cielo." El santo esta ha indignado porque H.om:l fa vorel'Ía la hercjía saheliana. El gnll1 Cl'isósto1l10, que rué la honra y gloria ¡Je la 19lesia, obras (le la más alta reputaciÔn, no menciona la infalibilidad del papa. y que cscribi() muchas La brillante pluma cie San Agustín, que ha enriquecido las hibliotecas dc la Iglesia, no nos ofi:cce una sola p:'ígina que consagre el privilegio por el ctlal el papa Rea infalihle. Entre 108 numerosos escritos de aquel santo, apenas sc CIICl1Cntn.l una cpístola donde dice quc la sede apostólica \"l'side l'II ¡{oma. Con tan oportuna ocasión pudo haber hahlado de la infalihilidao del papa; pero prcscin(1e completamente de ella. ~i aun cuan- 1iil do se dirige Ú los donatistas, y emrlea todo géncro de argumcntos para persnadirlos (l yoln~r al se\1O de la Iglesia, no les dice que el papa l'SUI excnto de erro)". Tnm!>oco dicen 11[ula respecto Ú:a inf:dihililhd S:111Cipriano, San Amhrosio ni San Ililario. 1'1.')"(> ~in dctcnernos en 111:\Scitas de padrc~ y otros escritores, pn.'guntcmos Ú los infa1ihilistas, ¿eíllno cs quI.' aql1ctlas lU111hl"er;¡S dI.' la Iglesi;¡, aquetlos \"aroncs ilustres que encarrilaron las creencias del cristianismo, no se :1[111ocupado dc un asunto tan escnei:d, sohrc el cual dchía dcscansar la conciencia c;¡t(>liea? ¿Estaha rcsen-ado {l las IUl11bn:ms de la 19-Iesia del siglo X I X, (I los 'Ofl ralles ilustres del u1tramontanismo confcri r al papa el aÜ"ihuto de la infnlibilidad, qw: no le confiriÍ> .Jesucristo, que no lo irwginaron los ApÍ>stoles ni los Santos Padres? CA PITULO V. Una máxima católica respecto á la declaración de los dogmas. El catolicismo reconoce como maX1l1la que "para dcelarar dog-mátieamente una doctrina, es indispcm;ahlc que St'a de tradici{m cristiana, es decir, quc, cn la sucesión de los siglos, no se le enC11(:ntn: otro orig-en que el del cristianismo, ni otro autor que .Jesucristo; pero si se puedc seiíalar la ~poea en que aparecir, y los autores que la in\"(~ntanm, )wy raz{m para creer que semejante doctrina es pUnlll1ente humana, y quc por con sig-uicnte no puede scr dcclarada como dog-ma divino." Aplicando este l'riterio ft la (loctrina dc la inf¡tlihili(lad del papa enCOl1tl-:l1llOSque se pucdc pn'cisar con toda ex¡¡etitud la époea en quc clla aparcci!), y los autores que la illynÜaron. Efccti,'anH'ntc, hast:tcl sig-Io IX de la nUt'va cra, nadie pens!) en la infalihilid:ul ponti/ici:!. i\i los mis1llos papas prcsumicron tencr autol-id:\() p:ttit dccidir pUlltos dl' Jt-, pues creían que la dccisi(J11 de (-stos era de la pri,·:tti,·a jurisdil'l'itl11 de los concilios. I'or eso es que eualldo los ohispos trancos presentaron á la aprohaL'Íún de Lc(m I Il las modificaciones hechas en un concilio al crcdo cat()lico, () símholo dc la tl-, les dijo que era innt'eesaria su aprohaciún tt l'sas motlilll':\cioncs, porquc no sc con sideraha ni igual, mucho mCllos ~upcrior ¡d eoncilio. :\Ias por los :tiíos dl' ~l:j se arroj<') el g-l-rmen ('uyo desarrollo hahía dl' producir la infalihilidad del papa, COliel trascurso de los ticmpos. Las falsas decn:tales dcl pseudo Isidon) contcnían ese germen. En cllas sc cOllsignan dos principios: 1" !2uc 1m; dccisiollcs (le los concilios no tienen lilcrza cant)nicn sin la apro!Jaci(m lit-I pontífice; y 2') Uue el ~ncesor dl' Pedro l'S ohisJlo dl' ln Iglt-sia uni "ersal. Cone~tos dos asertos dtjnrol1 los ultnlJJ10l1tnnos estahlcci· da la prcmisa cuyn consccuencia hahín dc ser la dcc\nrad(lI1 de la infnlihilidad. Ciertamentc, una \'el inculcada la creencia que las deci· siones dogm{tticas de los concilios no tienen fuerza obligatoria ne LA Lùz DEL PUEnT.O. sobre las conciencias, sin la aprobaciÓn del papa; una vez arraigada en el ánimo de los creyente!; la idea de que el pontífice es obispo universal, y que los otros obispos no son sino sus satélites, establecidos por la gracia de la sede romana, como ella los titula; en una palahra, una vez establecida la doctrina de que el pontífice tiene Jlor derecho di·..ino un predominio absoluto sobre los concilios y los obispos, la razÓn justificativa, la hase fundamental de ese predominio dehía ser el dogma de la infalibilidad. Luego si esta doctrina no es una creencia primitiva del cristianismo, sino una invenciÓn f0t:jada en el siglo IX por los ultramontanos que redactaron las falsas decretalcs, COll ellin de ensanchar ilimitadamente el poder de los papas y hacer de la Iglesia una monarquía univcrsal. hay razÓn para creer que esa doctrina es puramente humana, y que no ha debido ser declarada como dogma di\"ino. CA PITULO Las contradicciones VI. y errores de los papas arguyen contra el dogma de la infalibilidad, Es u na yen l:lll incon tro,'el't ¡hIe CItie 1a deelil rm,i(>Il dl..'l'se dO~llla no hace que los papas Sl':\l1 inf:dilJks, si (-stos no lo son por instituci()\1 di"inil, Ahora hien: si Pedro)' sus sucesores huhiesen reeihido cil' JestllTisto esa pren'ogati,'a, la habrínn manifestado por una constante y perfecta unifonnid:llh1e pareceres. Cadil p:1Pil, estalHlo en jlosesi()\1 de la ,'enl:lll, clebería Iwher Twns:¡do sielllpre de un mismo nlO(lo; y toclos los pontífiecs habrí:l1I tC1\ido un solo é id¿:ntieo pensilmicnto en milteria cil' clogmils, 1'l'rO si los paprls se hrln puesto en eontradicci(JI1 eonsi~o misl1\os, y tamhién los unos I'espeeto cie los otJ-os; si hrlTl incurriflo l'n grn \'l'S y muy tJi¡SCl':ldentaks l'n'ores sobre la fe, ¿se pocl r:í decir sin ahsunlo que hall reeihido dl' Di(Js el atrihuto cil' la infalihilid:lCl? :'\0 1I0Sdetenclremos en tan extcnsa m:1tcria, porqm' sl'ría fatigrlr la atenci6n cie los lel'tores, y parque {l nUl'stJ-o prop(lsito hasta consignar al~unos ejemplos. En su virtud s<>lohrl rcmos una hren: rl'scÏia de las eontl'rlclil'eiones y l..'(TOreSdl' los pilpas en ordl'1I (L los S:LCtilml'ntos, y lo qm' l'S aílll m-ís s:rio, r,'sp:'do :1 la TIaturakza misma del ~lcsías. II. El papa ¡'elagio estahlecitJ l'omo doctrina dl..'fe, que l'Il la :L<lministral'i()\] del hautisl110 se in,'oearan las tres divinas personas; y :\ieol:h; lenseñ6 que bastaba im'oear el nomhre (le Jl'> sucristo. :-\icol:ís rr ahrmÚ l'n ci sínodo de Homa, ililO de lO:>!), la tallgibilidad física del cUl'r[lo cie .Jesucristo, l'S decir, que Sl' to-ea mil tel'in lmcn te en la l'ul'aristía el eucrpo ciel l\cdc1\ tor; y otros papas han enscñado que stJIo se tocan los accidentes de pan y "ino, Y en cuanto á la recepción de este sa· LA LUZ DEL Pt:EBLO. 155 cramenta, Inocencio I y Jelasio I declararon que no podían salvarse los niños que falleciesen sin recibirlo; )' desde el Concilio de Trento los pontífices enseñan lo contrario. La ordenación se ha consi(lerHlopormuchospapascomoun sacramento que no puede reiterar:3c; y otros han declarado viilida la reordenaci6n, cuyo uso prircipió en el siglo VIII, causando graves dudas y conflictos respecto ii la validez de los sacramentos administrados pOI' los ohispos y pl'cshíteros, cn virtud de la primera orùenación. Estehan II declaró que e1mat"imonio contraído con una ese1ava es disoluhle; mientras que hs pontífices anteriorees lo hahían considerado indisoluble. Si alguno de los cónyuges incllrre en herejía, queda disuelto el vínculo del matrimonio, seg(111d papa Celestino II; pero Inoceneio III declaró nula esa doctrina, y Adriano VI la califica de herética. Este breve examen demuestra que los papas han podido contradecirse y errar en materia de sacramentos. :\1anileste11108ahora que también han incunido en contradicciones y errores respecto fi la naturaleza del N:esías. III. Cna elocuente prueba de Úllibilidad nos ofrece cI papa Vigilio, elevado ft la Santit Sede, per la influencia (le Teo(lora, I11Ujer de Justiniano, para que contr:l lo dccretado en el concilio de ConstantinoJlla, apoyara la herejía nestoriana de Antimo y de los AcéÜllos. Ese papa se ad hirió £t ella por lo pronto, después se retractó, y miis tarde vol\' ió á defenderla. El papa Vigilio, con esta triple variación de opiniones, envolvió á la Iglesia cn un prolollgac1o cisma, que introdujo la discordia, no sólo entre el oceidellte y el oriente, sino aún entre las mismas iglesias occidentales, qlle rompieron su comunión con el papa, acusándolo de haber sacrificado la fe, la tranquilidaù }' la armonía de la cristiandad. Fué Vigilia excomulgado en ci quinto eoncilio ecuménico, ft cuyo falIo se sometió; y escribiendo al patriarca Eutiquill de_ clara él mismo que "por desgracia había llegado á ser instru. mento de Satanás," lGG LA LUZ DEL PUERLO. El monotelismo que en el siglo VII predicó Teodoro, obispo {Ll':tbe, lIcgando en Jesucristo las dos voluntades, divina y humana, y conœdiéndole solamente la primera, fué orígcn de muy acalora(las controversias, en las que el papa Honorio I se manifesté) partidario de la doctrina monotelista. Pero el el11pera(lor Constantino convo~(, un concilio eeum~nico, ell el qu~ Honorio fué solemnel11~nte anatematizado y sus escrit(H(logm;Hicos se entregaron ft las llamas. SeÏlalemos otro hecho cuya complicaciÚn y alta illl porta neía exigen que se le consigne con sus detalles. Por los años 321 empezó Arrioft esparcir en Alcjandría la doctrinn ell' que "el Verho divino era una cr¡atunl que Dios Padre hahía producido de la nada antes de todos los siglos, y ell' la nwl se hahía servido para crear el niundo y redimir al gÓ1C1'0 humano. Que por consiguiente el Hijo de Dios es de Ulla naturaleza y dl' una dignidad infcrior al l'mIre." A pesar ell' que el concilio de Nicca condené) esta doctrina, el ntTianismo se propag() cIe tal mnnera, por el cspaci,) (le medio siglo, que San JerÚnimo decía qm' "todo el orhe se hallaha asomhrado al eonsider:u'se aniano." Sin emhargo, esta herejía fué ardientemente combatida por San Atanasio, el papa Liherio y cI g-ran ()sio, ohispo de C(mloha, que presidiÍl el concilio de Nicea, quienes dd~n(lían la ('onsustancinlirlac1 del Hijo con el Padrc. I'CI'Olos ()!)iSl)OSarrianos enemigos de Atanasio se reunil'nm en S¡nniul11, y (I invitación del obispo l'otamio, declararon lo sig-uien le: "Hahiéndose considerado rI prop()sito tratar de la fl.', Y después de 11:1herk explicado cuidadosamente, cn presencia de nucstross:lntísimos hermanos \'alente, L'sorio y Gl'nninio (corileos del arrianisl11o),hemoscon\'cnic1o en que nohay sino un solo Dios Padre tmlopolleroso, como lo l'ree tOllo el mundo; y l1n ~olo Jesucristo, su Hijo único, nuestro Seiior, nuestro Salvador, cngcnrlrn.(lo por Aquel an tes de los siglos. Que no se pue(lc n'conocer dos Dioses, porque el SeñOl- mismo lo dijo:-"SII/)o:í mi Padre y rI/cst ro ¡':ldre, á mi Dios y l'l/estro Dios (1). Ell su ,'irtucl, se han puesto de acuerdo los padres del concilio acerca de tocIo lo demás." (1) San Juan, cap. xx, v. 17. LA LUZ DEL PUEBLO. 157 "Y como al~unos de dichos padres han rehusado la palaùra ousiu, quc ell griego quiere decirsltstéllu:iu, ó hahlando más claramente han rehusado los términos !Jon1OusiÔll Ú IW1l1oiol/sÙjn, que significa semejnnte CI1 sustancia, ó igulll cn slIslnllcitl, el concilio ha juzgado á propósito r¡ue no sc haga menciÚn de ninguno de ellos, tanto porque no se encucntran cn la sagrada escritura, cuanto porque la gener,,\eiÔn del Hijo estÚ sobre el conoci Illiento humano . "Nadic pucde dudar que el P~I,drcsea mÚs grandc en honor, ùignidad, gloriay majestad, por ei solo hecho de ser Padre, y que el mismo Hijo ha dicho:- ¡ro)' nI P:ulre que es mnyun/lIe yo (1). y todo el Inundo sabe la dodrinL catÚlica, que ha~' dos personas, el Padre y el Hijo, sumiso ell todas las eosas que ci ]'adre le ha somctido: quc el Padre no tiene principio; que es inmortal é impasible, en yez que el Hijo cs nacido dcl Padre, Vios de Dios, Luz de Luz. El ha tomado de la Vírgel1 María un cucrpu, es deeir, una humanidad, por medio de la cual ha sufrido." Esta pn>fesiÚn de fe, dedal'ada en Sirmium por los obispos arrianos, con el fin de condcnar:i Atanasio, rué firmada 1)or el papa Liberio, quien la aproh!> como católica. V no solamente la aprobó y firme", poniéndose ell contradicci(m con el concilio de :'\icea y consigo mismo, pues había defendido d dogma dc la consustaneialidall, sino que también condenÓ fi San Atanasio, dcdarándolo excomulgado, como aparece de la circular que pas!>Ú los obispos orientales, enemigos de aquel Santo, en la quc proeut'él<1isculparse el papa.-"Yo no había, les dice, excolllulgado antes fi Atanasio, en atcnción tí. que Julio, mi predeeesol' ùe feliz mcmoria, lo había recihido en su comunión. Si lu excomulgaba, temía yo ser considerado COl1l0prenlricador. l'cro cuando Dios ha permitido quc conOZca y::> la justicia con que lo habéis cOlldcnado, he consentido al punto . Así es qlle, rechazándolo de nuestra comunión, protcsto aím no recibir SllS cartas." oo •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• Después aiiade que "habiéndosde propuesto lél lë ,"crr};u!er:! y católica, sancionada en Sirmium, la recibía ,"oluntariamente, sin tener nada quc corregir." Es verdad que al principio rehusó Liberio adherirse tí. la he(2) Hlln.Juall, l·ap. XIY. Y. 2H. 158 LA LUZ DEL peERLO. reJIf-l arrian:¡, y que rué lkstcrr:ulo (le Roma por el emperador Constancio, .í. Cilusa de no habcr qucrido suscribir la condena de Atanasio. l'CI'O después se arrepintiÍ> de no hahl'rJo hecho y l'ol1siguiÔ del emperador que se le alzara d (lestierro condcnando rI Atanasio, y Jinnando el credo del arrianisl1lo. Lucgo si los succsorcs de Pedro han errado en tin asunto de tanta tt-aseenJcneia espiritual como los sacramentos; y si aún respecto {¡ la naturaleza de Jesucristo, que es la hase so"re In cual descansa c1erlifieio cristiano, ha habido pontífices que han ineUlTido en errores condenados por la Iglesia, como Vigilio, que ddeIHli{) el ncslorianisl11o, Honorio I, que a"razÚ e1ll1onotelislllo, y L¡"('rio que se adhiri{, al arrianismo, ¿qUl- "jene it scr d dogma de la infalihilill:1I1 ani<: las contra(liceiones y crrol'CSdl' los papas? CAPITULO Para enseñar ó declarar VII. las verdades cristianas no se necesita que el papa sea infalible. Los inf¡¡lihilist:IS ¡¡legan que, dehielldo trasmitirse {i los fieles las n~n]ades de la religión, el sllpremo maestro que las enseÎla dehe ser infalihle. l'ero una \'\:nlad cualquier;¡ c.s lu {JIU.: cs, es la derna alirmaeiÚn, es la re:t1idad de una cosa, y para serio no h:t Illl'ncster de la infnlihilidad del que la enseña. Cuando el teÚlogo cristiano nnuneia que el nmur c.s la ley de LJios, y cuando ellÚgieo y elt1l.:ttemtítieodiccn que dos cosas iguales tÍ unél terecrn .sun iguales entre sí, todos enseÎtan una verdad cvidente, porque est{l11 en posesiÚn de élJ:¡,mas no porque senn infalihles. Replil'an los ultramontanos que para lkgar Ú l'sa misma posesiÓn dehe el papa gozar de infalihilidad. l'ero de que c/eh;¡ ser infalihle, en <:1concepto de dIos, 110se sigue que ITallllellte lo sea. l'or otra parte, semejante n:pliea es eunLn/JJrorlueenlem, es decir, arguye contra lo que se pretende sostener. EH efedo, si la infalihilidad l'S eundieiÚn nee·:saria para lj ue el pon tíliee posea la venl:Hl, siendo infalihle estaría siempre en posesi(lI1 de élla: pero el papa no la ha poseído siempre, como lo demuestran sus contracioncs y errores, luego no es inÜdihle. Alegan tamhiénlos eurialistm; que el suprl'mojcfi: de la Iglesia dehe estar dotado de infalihilidad, porque tiene que fallar definitivamente en asuntos dogm:Hieos y mondes. I'ero así como no presupone la inf:dihidacl, en los suprl'mos tribunales de {t1tima instancia, rI hecho de que estos fallen en dcflniti\'él sohre los nsuntos pri\'ati\'os fi su jurisdieeiÚn, tampoco la presupone en el papa el hecho de cmitir!lll fallo ddinitivo en las materias cie su competencia. CAPITULO La declaración VIll. del dogma de la infalibilidad impulso de la civilización, y rehabilitar tiende á resistir el el sistema teocrático. El siglo XI X presenta el espectáculo de una crisis trascen.kllt:l!. En (-1 se han pronunciaclo decisivamente las dos tendellcias contrarias que vienen luchando al tra 'lés de los siglos, La que se csfuerza pOI' reconciliar Ú la Iglesia Ton la socicdad modenta y :í la l'orte de I~oma con el E\'angdio, y la que hace delultral1lOlltanismo un sistema de oposiciÔn contra el progreso y dc rclajaei{¡n rIe la doctrina evangélica . .\ la pl'ill1cra corrcsponden los que procuran (lestruir añl:ias prcocupacioncs, los quc descan conducir al mundo por la scnda dcl pl'rfcceiollamicnto pn)grcsi\'() mcdiante el c1csnrrollo de las facultadcs human:I!',.r l'n fin, los quc aspiran :'t la reforma (Iltodo nqucllo que la nlzÚn.r la experiencia demucstran ser un ohstií.culo para rcalizar los destinos de la humnni(la(l. .\ la segunda pertclH:een todos los que afiliados en la polît ica dl' rcsistcncin, se oponen it las reformas, y sostienen que, para llegar al pcrli..'l'cionamicnlo, (khcn los homhres abdicar su razÚn, son1l'liéndosc olllnílllodamente Ú la autoridad eclesiÚstica. lléaqui l<lsclos gran(kspartillos quc sc disputan d dominio cle1mundo; hl- :Il\uí los dos antagonistas, d lihcralismo y t'1 ultramonLlIIisl1Io, que se I'cclwzan m(ltuamClltc, l'0ll10 la verdad y d errOL El uno lIe\'a la luI. dcllibrc examen hasta los confines dl' la tierra. Elutro pretende poner lIlordazas Ú la razÓn, .r trabaja sinn:sar por difundir las tinichlas cn el tahcm{lculo de In l'onciencia humana, En vista de la ndi tud resudln.r anll'nazanlc de los ul trn1l1ontanos en todo el orhe, para marchar fe. su fin, clliberalisl110 ha redoblado HUS esful'l'zOS, con el ohjeto de contener los avances del enemigo. l'or su parte el ultnllllontanismo, para conjurar d peligro con que la amenazaran los amigos de la libertad y de la luz, declan') como dogma la infalihilid:ul ciel papa, lIcvando en mint dos ohjetos: primero, imponer fi los tímiclos, con el prestigio (le LA L"l'ZDEL PUEBLO. 161 la infalihilid,ul, todo un sÍt;tema de dodrinas y de crcencias anti-cvangEÍl.·as: segundo, cjcrcer cn los pueblos y suscomicios la influencia quc exigc la lJoHtica dOl11inadora de la Iglesia. Ern, pucs, una medida de hÚbil estrategia hacer infalible al jclè del partido reaccionario, porquc llevando las pretensionc:.; del papa y las lkI círculo ultmmonÜlllo el sello de la infalibilid,ul, los enemigos ce(le¡-Íanel campo, para no atraerse la execradón de las conciencias luchando contra el ori'tculo divino. Si en la cdad media los pontífices fueron soheranos de los soberanos, Ú quicnes gobernahan como el alma gobierna al cuerpo, cn adelante concrctar{lI1l~n sí mismos los elcmentos de soberanía absolu ta, y, como infalibles vicarios de Dios, serÚn los autÍlcratas del mundo. ~i esto llegase Ú sucel1cr, la independencia y libertad de las naciones, el desarrollo de la civili,mción, las tendencias por restablecer el espít;tu del Evangelio, todo desaparecerá, como por encanto, ante los anatemas del Úrhitro infalible. II. A fin de ()cuíüu' el \'élsto p1:'11que cncierra el dogma del Vaticano, y calmar el alarma que ha producido la dec\araciím de la inf;¡lihilidad del papa, dicen los ultmmontanns quc dIa sólo se rcliere ii la le y Ít la morn\. ¿Y por ventura estas dos co',as no estÚn íntimamente relacionadas COli '~n; dcstinos civile:; y políticos del hOlllbl"l';y por decido de U1<i vez, con la vida e:ltera ùe'la hUi11Hlliùaù? Desde qlle los papas olvida 'on la santida.! lÍe su misiÓn, y cambiaron ci hÚculo (lel Pescador con el cetro de los reyes, y desdc que ~li()~,intcr\"Ïnieron en la política de las naciones, y lwsta en ios principios que rigen las ciencias y lus gobiernos, la religiÚn pe;-diÍl su sencillez evangélica, y llegó á ser un asunto complejo, una amalgama de materias políticas, científicas y rcliglosas. Allí cstft el Syllahus. El paYl no sô10 censura en él la que se refiere á los dogmas dcl cristianismo y {l la jurisdicción espiritual rie la Iglesia, sino tamhi{n la que se relaciona con la política y las ciencias. Por otra parte, recordemo~ que en nombre de la fé católica 162 l.A I.('Z /lHI. I'l'HfH.I), se lle\'6 cI exterminio á los Husitas y Yaldense8, y la mortandad á los Pa íses Bajos. En nombre de esa fé se invcntaron los horrores de la inquisiei6n, y se quemaron millares de personas con plTtexto 1Il- herejía 6 de sortilegio. En nomhre de esa ré tuvieron lugar las terribles hecatombes de San Bartolomé y de las Vísperas cicilianas, En nomllre de esa fé se condenó la ciencia astron6mica, fundada en el sistema eopernicano, y desarrollada por Galileo, á quien persiguió el Santo oficio, hasta obligado á al~jurar sus grandiosas intuiciones, que entonces llamaron errores, y que hoy se reconocen como las ,'erdades fundamentales de aquella ClenCla. En nombre rie esa fé se han proscrito los más autorizados sistemas de filosofía, los mejores métodos de las ciencias humanas, y sc han falseado los incontrastables hechoscle la histona. En nomhre de esa fé se il1\'ent6 el derccho di"ino cie los reycs, y se erigieron cn delitos las opiniones políticas y las religiosas, y sc las castig6 con la pena de muerte. En fin, en nombre de la fé cat61ka se legitim() todo atentado contra el verdadero derecho de 108 pueblos, contra la humanidad y la justicia. Ahora respecto fL la moral, ¿qué cosa hay en la raza humana que no esté bnjo su imperio? El indi"iduo, la soL'Ïcnad, el estado, todo gnt vita sobre las grandes esferas de la moral. A su dominio pertenecen los deberes, los derechos y las ohligaciones (le los hombres, de los pueblos y rielos gobiernos. \" sien(lo el papa infalible hajo este punto de vista, ,matematizadt como cosa inmoral el deber que tt;d;~ hombre tiene de desarrollar sus facultades intelectuales, y prodamarft como un deher eminentemente moral la abdicaciÓn de la razón y la renuncia dellihrc alhedrío para suhordinarse en todo y llor todo {tIa infalihle voluntad del pontífice. :\sí mismo condenará los más importantes (h'rechos del homhrc y de la soeiedad. El matrimonio civil, la lihrc emisión del pensamiento, el sufragio popular, la lihel-Ütd de conciencia, la soberanía del pueblo, y toda institución social que se oponga fI los planes de dominaci(lI1 teocnítiea, sed infalihkmente calificada y proscrita como inmoral. LA LUZ DEL PGBBtO. 163 Declarará también ci pontífiœ, en nombre de la moral, que todo ea té>licoti~ne obligaci6n <k rechazar las institucioncs de los pueblos libres, y de sublevarse contra los que rciegan 10s<10minios temporales del papa; fina: mente, que los gobiernos están obligados á impedir el desarrollo de los principios liberales, y á obmr en perfecto acuerdo COll los designios de la sede romana. AdemÚs, siendo la moral la regla de las costumbres, basada sobre tres nociones fundamentaks, la del bien y el mal, la del deber y el derecho, y la del mérit::>y demérito, y siendo el papa infalible en puntos de moral, la infalibilidad scrá un criterio para conocer la naturaleza de esns mismas nociones. En su virtud, todo lo que on:ene el papa, será inÜtliblemente buene; y todo 10 que prohiba, :,erá infaliblemcnte malo, puesto que no puede equivocarse cn materia de moral, así como está exento de ti:tleneia en puntm; lIe fé. Por manera que si el pontífice prescribiera pecados, y prohibiera virtudes, la Iglesia debe crecr que los vicios son buer ..os, y maIns las virtudes, como lo ha enselïado llelarmino, el teólogo absolu tista del siglo XVI. (1) Delmis11lo n10110,los infalibles decretos dd pap:'\.serÚn la clave para calificar el deber y el {\creeho de los hombn:s, d mérito ó d dcmérito Ile sus accione:,. Hahiendo una autoridad infalible llue reglc y juzgue la con duda humana, la mon'll individual que se ocupa de los dcbere~ del homhre para consigo mismo, desaparecerá de la concienci:: del individuo, y será reemplazad.:l con las prescripciones del eS píritu ultrnmol1tal1o. La moral social, que trata (k los debercs que los hombrc: ticnen entre sí, será formulada según la doctrina u1tramon ta na. La mont! política que prcscrihe los debcres del ciudadatl< para con In patria, y los dcl estDdo para con la sociedad, y qu, le traza la senda que ha de segl.:ir para realizar la felicidall d, los puehlos, ser{l vaciada en el tTolde deI ultramontanismo, co mo actualmente sucede en el Ecutelo!". La moral internneionnl quc :imsngra los (leheres dc las 11<1 ciones entre sí, no se <I}loyaril cn los fundamentos deI dcrcch< t 1) 0(' H.om. PontiC ·l·, j. Ell. París 1{)-l-:t, pttj. -l.-In. 164 LA LVZ DEL PVERLO. natural sino en las infalihles decisiones del jefe de los ultramontanos. l'ur l'SU es que camo un preliminar á la t-cfÓrllla del dereeho de gcntes, se condena en el Syllahus el principio de l1Ô inten'enciÔn que es el principio salvador de la inoepen(kncia de las naciones. Luegu si la fé y la moral ahrazan en su "asta uni versalid:ul to(las las condiciones de cxistencia y desarrollo del géncro humano; y si el ejercicio de la infalibilidact recae subre la moral y la fé, el papa infalible es el {lrbitro soberano del mundo. III. Demostrcmos ahora de un modo práctico fIue cuando el papa decide sohre puntus de fé y (le moral, afecta profunda y directamente la vida entera de la humanidad. Tomemos al efecto algunos ejemplos del Syllabus, es decir, del documento que revela sin (lisfraz la vasta l'sfera (le acciÓn pulítica y social que abarca la sede romana en sus decisiones. Entre las proposiciones condenadas en el Syllahus, las que fig-uran b:0o los números 24 y 25 dicen lo siguiente: "La Ig-lesia no tiene potestad de usar de la fuerza, ni poder alguno temporal directo ó indirecto." "Fuera de la potestad inherente al episcopado, se le n trilmye otra potestad temporal, eoncedida expresa Ó tácitamcnte por el poder civil, la cual por la mismo, es revocable fl yoluntad de éste. " Condenando Pío 1X estas proposiciones ha proclamado el ahsurdo principio de que el poder espiritual tiene dcredlO para emplear la fuerza, y por consig-uiente que 108 obispos y dcmás funcionarios ec!csi{¡sticos pueden usar de medios eoet"Citivos para los lines qtle crean convenientes. Las multas, las prisiones, el destierro, los a7.otes, y aÍln la hoguera () el cadalso, y cuanto se ha puesto en t:jercicio por la iglesia ultramontana, todo queda dogmÚticamente sancionado en virtud del Syllabus. l'or otra partc, ha consag-rado el papa la doctrina de que el pudet' temporal reside orig-inaria y virtualmente en la ig-Icsia. Seg(ttl esto, de ella emana toda autorioad, y los 'soheranos del 111undo dehen estarle subordinados. Esta doctrina proclamada por Pío IX, ha sido sostenida LA Lei DÉL pUÉni.o. lü5 par los ultramontanos, desde las Decretales deI pseudo Isidoro, y se la encuentra consignac1a en d REGIMINE PRI:\CIPU:VI, que se atribuyc Ú Santo Tomás de Aquino, en cuya obra se leen estas notables palabras: "El poder temporal no existe sino por el porler espiritual, (le la misma manera que el cuerpo no vi\'e sino por el alma. Desde que la cristiandad Ii.lé con~tituída, un milagro hizo que Constantino eedicra al papa ci dominio del mundo, que ya lo poseía por derecho, puesto que Jt'sucris~o li.téá la vez sacerdote y rey. Desde entonces los dos poderes no son más que uno solo en manos del soberano pontífice, á quien estÍLn suhordinados los reyes de la tierra." De acuerdo con esta teoría teocrá tica, Inocencio III, comparando el papado con el sol, y el impcrio con la luna, (lijo quc los emperadores recihían de los papas el esplendor (l~ la dignidad imperia1. En virtud del mismo principi,), Clemente V declaró qlle los imperios vacantes pertenecen all'omano pontífice; y Nicolás V sostuvo que en el papa reside eI (~erecho para autorizar las conquistas é invasiones de los prínciûes. De conformicl:ul con aquella teoría, Alejan(lro VI dispuso, como de cosa propia, (Ici domini:) (leI nuevo mundo, y lo adjudicÔ en parte Ú los reyes de Castilla y ùe LeÔn, y serJ:lló los límites entre las posesiones (le España y Portugal, en el territorio (le la América; todo en fuerza de la soberanía de la iglesia sobre la de los príncipes. Sigamos examinando las deèisiones del Syllahus. La proposiciÔn 27 dice: "Los sagrados ministros de la Iglesia yel romano pontífice deben ser exe1uídos enteramente de todo cuidwlo y dominio de las cosas temporales." Como Ú la Iglesia no le incuT-be sino 10 espiritual. según cI Evangelio, al condenar esta p'roposiei()\1 ha condenado el papa un principio evangélico, y se ha puesto en pugna, no sÔlo' con el derecho que tienen los pueblos para gobernarse independientemente (le toda autoridad extraña, sino tamhién con las prescripciones terminantes de Je~,ueristo. La proposición 27 pre\'iene que: "A Ins obispos no les es lícitc, sin licencia del gobierno, pro. mulgar ni aún las mismas letras apostólicas," 166 LA LTTZ DEL Anatematizando PTJEBI,O. esta proposiei6n (lesconoce Pío IX el ('xt~ civil de un Estado para otorgar el pase Ú las hulas y rescriptos pontitlcios. En consecuencia, L'onsagra el papa la doctrina (le que {I los obispos les es lícito promulgar todo género de letras apostÓlicas, es decir, las de la sede romana, sin previo permiso del gobierno; y promulgar1as aun cuando scan contrarias al interés ùe la socieda(l y rI la soberanía de las naciones. qutltur, ó sea el derecho que tiene la autoridad La proposici(¡n 4·2 sient.a el principio de que: "Cuando las leyes de amhas potestades l'ibn, el (h:rccho d vil prc,'aleL'c." se hallen en oposi- El anatema lanzado contra l'st.e principio, es ci(¡n del predominio de la iglesia sohre la socie(lad Efectivamente. si cuan(lo hay oposici6n cntre la eelesiÚstiea, dehe prevalecel' ésta sobre aquella, la legislar en oposiL'i(¡n Ú las kycs ci vi1es y dominar y sus gobiernos. Las proposiciones la proclamay el estado. ley ci,'il y la Iglesia podrá las naciones -l-G y 49 dicen: "Todo el régimen (le las escuelas públicas en las que se instruye la.iu veutud de alguna naeiÚn cat(¡lica, exceptuando t.an s610 en algún mo(lo los seminarios episcopalcs, pue(le y (Jehe atribuirse {lIa autoridad ci,'il, y atrihuirse por cierto de manera que no se reconOZca en ninguna ot.ra aut.oridad cualquiera el derecho (le mezclarse en la disciplina de las escuelas, en d régimen de los estud ios, en la colaci{¡n de grad os, en la eleeci{ll1 {¡ :1 probacibn (Il' los profesores." "La mejor forma de sociednd ci \"il pide que las eseudas populares que estrIn ahiertns rI todos los niños (It> tllllas las clases del pueblo, y en general los institutos púhlicos que están destinados:í enseñar las bellas letras y ciencias superiores, y (I procurar la edueaci{¡n de lajuventud, sean libres de toda autoridad, influcncia mo(leradora é ingereneia de la Iglesia." La com1cnaci{ll1 de es~as proposiciones equivale á declarar que la Iglesia tiene derecho para ocuparse de la enseñanza laica, é inculcar en la juventud las máximas <¡ue afiancen, (le generaei{¡n en generacibn, el reinado del ultramontanismo. La propnsici{¡n GBconsagra la doctrina de que: ., La Iglesia no tiene potestad de introducir impedimentos que diriman el matrimonio, sinó que esta potestad pertenece á tA LUZ DEL Pl:EBLO. 167 la autoridad civil, la cual debe quitar los impedimentos existentes." Condenando cI papa esta proposición, adjudica Ú la Iglesia el derecho de introducir impedi:nentos que diriman el matrimonio, é in"adc las atribuciones del Estado. A la y<.'rdad si el carácter dirimen te de los impedimentos sólo deri va de su oposición á la csencia del contrato matrimonial, ú á las conveniencias de la sociedad, como lo hemos demostrado en el capítulo Vl de la sección :-P; y si todo cOlltrato y todo interés social están bajo la inmediata acción del Estado y pertenecen á su cxclusivaji1l-isdicciÚn, cs indudable que la Iglesia, al arrogal'se el derecho de i-mponer iml)cdimentos, le arrebata al poder temporal una facultad que le es privati'at. En consecuencia se han condenado también las proposiciones 78 y 7'~, que"sonlas siguienÜs: "En fuerza del contrato meramentc civil puede existir cntre cristianos un matrimonio verdaderamente tal; y es falso que el contrato entre cristianos es siempre sacramento, ó que es nulo el contrato si se excluye el sacramento." "Las causas matrimoniales~' las esponsales pertenecen por naturaleza al fuero secular." Anatematizando estas proposiciones se anatcmatiza el matrimonio ci"il, instituido aí1l1 en los países católicos; se condena la "erelad de que el contrato puede subsistir sinel sacramento, y se pruscribe el principio de alto interés social que consagm la validez de un acto civil, c¡}mo el pacto conyugal, independientemcnte del sacramento, que es un asu!1to meramente espiritual. Adem{\!, sc le despoja al Estado de sus atribuciones judiciales condcnando la doctrina de que ~as causas matrimoninles pertenecen por su naturaleza al fltl~ro civil. Segím esto, la Iglesia dehe entcnder en los juicios de dote, de legitimidad, de alimentos, y en todns las eausas civiles que surgen de la naturaleza del matrimonio, Las proposicioncs 77 y 78 (icen: "En estos nuestros tiempm: ya no conviene quc la rdigiÔn catÓlica sea tcnida como la ítr,ica rcligi(Jl1 del Estado, con exclusión de todos los demás cultos." "Por csto, cn ciertos paíse;; que Ilevan el nomure de catÔli. cos, se ha prevenido laudable:nente por una ley que 108 horn. lGH LA LUZ DEL l'VEIlLa. bres que á ellos ingresan pueden ejercer libremente el eulto propio de cada uno." Al condenar estas proposiciones, se ha anatematizado las leyes y gobiernos que, mediante la tolerancia religiosa, fomentan la inmigraciÓn, y mucho m{ISlos que por medio (le primas y concesiones la atraen rI sus estados. Por último la proposiciÓn HO consigna la idea (le quc: "El romano pontífice puede y debe conciliarse y arreglarse con el progreso, con ci liberalislllo y con la ci\"ilización moderna." Condenando Pío IX esta proposici(¡n, ha declarado que d papa no puede ni debe ponerse en armonía con el desarrollo progresivo de las sociedades humanas, y que serÚ siempre un antagonista de la libertad y una rémora de la ci\"ilizaei(¡n. Este rápido examen de las proposiciones cOI1f1enadasen el Syllabus, demuestra de una manera c\"i(lente que las dccisiunes del papa en puntos de ré y de moral influyen en lo m:ís íntimo (le la vida civil y ahsorhen la soberanía del Estado. En efecto, declarar que la Iglesia tiene derecho al ejercicio de la fuerza coercitiva y de la potestad temporal; que las leyes eclesiásticas prendecen sobre las civiles; que ci saccnlol'io debe apoclcrarse ciela enseíianza laica de la ju velltud y clc1matrimonio, de esas dos grandes arterias lld organismo social; que no debe existir la lihertad de conciencia ni el matrimollio civil, esos (los medios eficaces para atraer la inmigraci(¡n, y por consiguiente para prOlllO\"erel deset1\"oh'imiento y prospcridad de las naciones; por último, <¡Ul' d papa no puede ni dehe cOIl(~jliarse con el progreso, con el liberalismo ni con la ci\·ilizaci(lI1 moderna, ¿qué son estas declaraciones sino una manifiesta invasiÓn sobre la sociedad y los derechos del homhre? IV. Para con\"encerse definitivamente que las decisiones de I~oma ohran sohn·Ja sociedad y el gohierno, produciendu conflictos y agitaciones, hasta contemplar la "ioh'nta situaci{¡n de la Alemania y del Brasil, situación demasiado pn'"ista por los mismos obispos prusianos que hoy protestan contra las reso" luciones del imperio alemán, relativas á los prelados de Possen LA LUZ DEL ¡'UEBLO. 169 de Tréveris. A la verdad, aquellos obispos vieron en el porvenir los conflictos que produciría el dogma de la infalibilidad, y oportunamente dirigieron al papa sus humildes súplicas para que desistiese del funesto propósito de convocar el concilio del Vaticano. Así, pucs, la prisión del arzobispo Lodochowski y la del obispo Eberhanl en Alemania, la el el obispo de Olinda en el Brasil y demás emergcncias, son el rc~;ultado lógico de la lucha empeñada entre los obispos y el Estado á causa del Syllabus y el nuc\'o dogma. Ciertamente: si por el primero sc decide el predominio de la Iglesia sobre el Estado; y si en virtud de la infalibilidad la conciencia de los obispos se halla absolutamente sometida á las decisiones del papa, ellos creen ese predominio como un artículo de fé, y se consideran obligados en concicnciél á resistir contra la autoridad civil .r vulnerar la soberanía de las naciones, haciéndose por cOl1sigui'~l1teacreedores fl la enérgica represiíl11de los gobiernos. De la situaciím político-religiosa en que las últimas deeisiones eclesiásticas han colocado á ILs naciones católicas, se infiere que la Iglesia se cncuentra en la inevitable alternativa de: y O I'euni\' lIll lllIeYO eoneilio que l'l~YO(J11e el Syllabus .y el dog,llla de la int'alibil idad, , O aœptal' la~ gmY(~~ com;ecllelleia~ qlle dcben (le~a\'l'()lIa l'SC Cil la milS ex ten:~a escala. lIay, pues, quc escoger, ó la paz de la Iglesia sin la infalibilidad ni el Syllabus, ó la guerra perpétua del poder espiritual con los gobiernos y la sociedad moderna. SECCION SEXTA. Siguicndo el plan que nos hemos propuesto, ocupl-monos que l'S uno (le los l1l(IS pOllerosos puntos de apoyo del ~ist.enJa ultramontano. En su "irtud, ~elïaIe111o~el orígen de ese fuero, manifcstcmos la IH'l'csidad de reformar!o, y dl'signl'mos las hascs de su refo rm a . \' l'omo Ins l'uestiones del fuero se n'lal'ionan Íntimamente l'on las del rel'urso de tuerza, d('mostremos tnll1hil-n en esta Sl'l't'il)]) que la :lut.oridad l'¡"il ticnl' dl'rl'l'ho de intl'r\'l:,nir en los al'tos jud i('iales y gu herna ti "OS de los obispos, pa ra alzar la ftH'rza que éstos hil'il'rl'n, y qut' el Estado debe garantizar e1ej('rl'il'io de una institul'i(1O tan importante l'omO el rl'l'urso de fuerza. (1<:1 fm'ro l'l'ksiÚslil'o, CAPITULO 1. Jurisdicción y fuero de la Iglesia. Lajurisclicci{¡n eclesiástica es la facultad propia que tiene la Iglesia pant gohernarse expiritualmente, y juzgar asuntos que le pertenecen. El fuero eclesi{lstico es la facultad conced ida {¡arrogada para gohernar en 10 temporal y juzgar asuntos que no le son privativos á la Iglesia. Busquemos d orígen de ambos. Lajurisdieción eclesiásticasecleriva de la instituciÓn misma de la Iglesia. El men> hecho de ser ésta una sociedad espiritual supone en cHa el derecho de emple:lr medios de la misma naturaleza, para realizar el fin con que fué instituida. l\Ias el fuero eclesiástieo no procede sino de concesiones ó privilegius. como vamos á demmr:rarlo. II. La ctlna del cristianismo se formó en medio de la soeiedad pagana, enemiga del Nlesías y de sus discípulos, {¡ causa de la nue\'a <locb-ina que eomhatía las malas costumbres y los eITOrcs dominantes. Los cristianos eran por consiguicnte el blanco de un odio encarnizado .r de sangrientas pen;ecucioncs. En tal situación no convenía que los tieles He\"m:en sus pleitos á los paganos. AdemÚs era dar ocasiÓn para que éstos se burlasen de aquellos, viendo que fomcntaban contien(las en losjuzgados esos mismos que PI"Cdicaran el amor fraterna. y el penl(ltl de las injurias, la que debía producir el descrédito dl' las máximas cristianas y el desprestigio de la predicación apo)stóliea. En su virtud, San Pablo exhortó á los Corintios que no lle. vasen sus cuestiones it los juzgados de los gentiles, sino que las arreglasen huscando entre ellos mismos un hermano sitbio. Creyendo. los cristianos que el obispo era el hermano más aparente por su dignidad y prud'~ncia. la eligieron de juez árbi. tro, para que ajuste y transija las controversias, mantenga la 172 LA LUZ DEL I'UEIIl.O. l>a%Y la concordia, y reanude, cada "cz que sea necesario, lo~ sentimientos de amor fraternal. Después de las grandes conquistas que hizo cI erist.iani~mo y cuando loscmperadores se convirtieron :í él s:lncionaron éstos la costumhre de que juzgasen los ohispos, y adcm:',s hicieron ÚllIplias conct'siones Ú la Iglesia, Constantino, Cado l'lagtlo, :YIarciano, Valentiniano, Justiniano y otros ensancharon suel'· si \"<lInente el fuero eclcsiÚstico, prod igando pri vikgios é inlllll· nidades, y sentaron la hase de un predominio quc hahía dl' Ill'g'a r ser funcsto con cI trascurso de los siglos. r, Las fal~as decretales, divulgadas en las tinieblas del siglo 1X por el su puesto Isidoro, influyeron poderosatlH'1l te: ('11 fa "or' del fuero () jurisdieei(JI1 temporal de la IglesIa, En l'lias se esUIh1cee cI principio de que siendo cI sacerdocÎo cie instituci(¡n di,'i. na, no dehen los sélcerdotcs someterse á la autoridadci,'il. (~r:II:iano cIcv() el fuero eclesiástico ft lin grado 111(tS:tlto, Éllill- quiell por primera vez enl1l1eiÚ, (It- una 1Il:t1ll'r:t explícita, la peregrina i(ka (le que cI papa es igual all1ijo de Dios, y que por consiguiente existe en él la pIcnitud de todo poder, de toda .iuri~dieciÓn, y él fué también quien dió Ú las falsas deercta1es lin alcance l1l:ís extenso que cI qne imagin() su autor. Por l'sn ('s qne la ('orte romana procur() popularizar el lihro del1l1onje dl' Bolonia, y en su "irtud lIeg() Ú ser en d occidente d c{¡digo y d texto jur1(lico. La IcgislaeiÓn ele la Iglesia desde 11"U hasta 1:120, estft hasada sohre la ohra de Gmeiano, En los t.rihuna1cs civiles se juzgaha según Craciano, En los ('olegios sc cllsciwha por (~nlciano. De tal sut'rtc que la ilim itada ju dsd icci(l11 ede~i{¡stica se esta hlceiÚ como una dodrina incolltro\'cr'tihle, St' hizo crec,-:í los jÚ,'istas, :í los puehlos y {l los gobiernos quc era un derecho propio (le la Igk. sia,lo que en la realidad no fué sinó una mera cOl1cesi(lIl, UI1privilegio, y se autorizaron las méÍs escandalosas usurpaeÎoncs de lajurisdicciÔn laica, Ill. Estudiando la historia del fuer'o eelesiástico, encontramÙs que la jurisdicción temporal {¡ fuero de la Iglesia no fut- en su oligen mÚs que una facultad arbitradora que los fieles l'once- LA LUZ DEL fl'EBLO. 173 dieron {t los obispos, para que ~stos arn,'glasen amistosamente las diferencias litigiosas de aquello:;, siguiendo cl consejo de San Pablo; que después los emperador::'s aprobaron ese arbitnJje, y ensancharon las atribuciones de 11J, Iglesia; y finalmente que las deerctalcs isidorianas' y el código de Graciano dieron al fuero un orígcn divino. Pero en nada de esto se div:sa un1.ítulo quejustilique la pretensión de que tal fuero l'ma ne de una facultad inherente á los obispos. A la verùad: Habiendo cambiado la situación de la Iglesia, dcsapareció cI moti,'o que tll\'O el Apóstol pl~ra prohibir Ú los cristianos que llevasen sus pleitos Ú los trihu\lales. Desde que la sociedad se hizo cristiana, ya los jueces no (~ran paganos, como en tiempo de San I'ahlo. Los juzgados fueron desempeii:lllos por cristianos, eS decir, por hermanos en la misma fe, y hermanos sabios, instruidos en la ciencia de administrar justicia. Por otra parte, todo cuanto (:ice el Ap6stol Ú los Corintios sobre este asunto, \lO incluye una protesta contra la jurisdieei(¡n civil. No es mÚs que una piadosa exhortación para que los san tus, que eran los eristianm: por la santidad de la doetl'inn c"a;lg~liea, 110llevascn sus querellas ante los iniclIos, que eran los paganos perseguidores (k la te. Ni era posible que San Pablo ~e hubiese propuesto sustmer las personas eclesiásticas de la autoridad de los príncipes, siendo así que él mismo se sometiÓ al juzgado del gohernador Optimo Félix, en la m:usaci{¡n qu~ entahlaronlos judíos contra el ApÚstol, tratÚndole dc sedicioso por las grandes conquistas que hizo con su Pl-edicación. Dcspués 1.'0lllpm'eci6 ante l'oreio Festo, sucesor de Félix. Apeló deljuzgaclo <le aquel ante el César; por último, se defcnliÚ delante del rcy Agripa, teniéndose POI- dichoso <lehacer su defcnsa en ese tribunal, como lo m:LnilestÚ por estas palabras: Dehiendo yo /wcer ho." mi rlefènsa cn tu presencia, oh rey A¡:{ripa, de todo ClUinto 111eaeusan los judíos, me tengo por dichoso (1). Ú l~especto {¡ las concesiones de los sobenlnos, ellas no confiercn un derecho perpétuo, desde que pueden ser reyoeadas por (1) Hccl:1os de Ills apóstoles, cap, XX"!, ", 2, 174· LA LCZ nEL PUEBLO. Ins mislllos, CIJ/J\O y cuando les parezca con\'enient.e allI1l~or rt-gillll'n dd Estado y {I los intereses de la sociedad. Las J¿t1sas deerctales no son m{ls que la invenci(1II de uu itllpostor, yel argumento que cn ellas se hace no tiene valor algu110, porque aunque el saeerdoeio sea de institueiÔn di\'ina HO se sigue de allí que los sacerdotes, como indh'iduos ùe la sociedad ci vi], estén exen tos de la jurisdicciÓn laica, Finalment.e, el libro de Graciano es una compilaciÔn plagada de falsificaciones y errores, entre los cuales descuella ci que se da POI"fundamcnto al fuero eclesiástico. Efecti\'amcnte, es ttn error dl' tamailas dimensiones afinnar que ci papa cs igual al Hijo de Dios, para sacar la consecuencia de que cxisle cn aquella plellitud dl' ludo )loder, dl' t.udajurisdicci(,IL 1\'. Pao la Iglesia ult.ramoutana ha hecho supremos esflll'rzus para sostencr quc la jurisdiceiÔn tcmporal que l:icn:e no es el rL'sultado de concesiones y privit<:gios, sino ci lc.~ítimo l:jcrcil'iu de un dercdlO que le es pri\<llivo, Al inlenlo se han dado c;ínones, y se han expedido decretus pontificius. Se han formulacio eonstit.uciones que, COli clnolllbre de [//)()sl(J/ic:ls, ddiellden inmunidades y fueros que HO imaginaron los apóstoles, cO\\Ik'nan toda ley quc rcstrinja las prerrogativas dl' la Igksj¿¡, y anat.ematizan Ú los que las rchusaren, Se hall eslahleeido reglas que forman parte dd derecho eclcsi¿ístico, por las qUl' se prescrihe que los clérigos, sus familias y todas SlIS cosas est.Ún completamcnte independientes de los juzgados, leyes y l'Sta tutos oe la sociedad ci vil. Se ha hecho aún más, Para sm;tene\' «uc el fuero eclcsi{ISt.ico es de derecho divino, han violentado los curialistas d Sl'lllido de la escritura. El salmo 10"', que dice l/O (()(/lIéis;í mis ungidos; el capítulo 11 de Zacarías, donde se leen estas palabras el qllc us tocarc toca/u. l1irîu de mis ojos; el capítulo VI de la epístola 1" de San I'ahlo á los Corintim~, son los lugares sagrados que se han tomado, pretendiendo poncr!os al servicio deI fuero cdesi{lstieo, á pesar de que ninguno de cllos se ¡'diere Ú él. l<eahnentc, cl salmo l(H se contrac fI dar gradas por los LA LUZ DEL ('(;1'111.0. 17,) beneficios que hizo Dios Ú los Israelitas, desde Ahraham hasta l\1ois~s, y por la protección especial que les dispensó ell su yiaje Ú la tierra prometida, sin permitir que nadie les hiciese mal, sino mLis hien castigando Lilos reyes que intentaran molestarlos, á quienes dijo el Señor: 110tO(f'léis ;Í mis ungidos, ni /lélgtíis mé// éí mis profètns. ¿Hay en esto ,lIgo sobre fuero eclesiástico? El cap. II <le la profecía de Zacarías tiene PO!' ohjeto anunciar la gloria de Jerusalén, y que Dios serft un muro de fuego contra los enemigos de Israel, Ú quienes castigará con severidad si osarcn tocar Ú su puehlo, porque las ofensas hechas Ú éste hieren tan vivamente al Seilor, C011\Osi tocaran la niîw <le sus ojos. ¿Scdl esto declarar el privikgio del fuel'l)? Por lo que respecta Ú la epí:,tola de San Pablo, ya hemos manilestado que al exhortar ¿. los Corintios quc transijan sus cucstiones ante un hermano sabio, no declaré> que los sao:erdotes fuesen inmunes, (¡ que estu yj,:sen exentos de la autoridad civil. Si la cxhortaci(¡n apostólica signifleara inmunidad ó exención, como quieren los curialistas, ningún e!'istiano estaría sujeto ii lajurisdieci(¡n laica, puesto que el Apústol se dirigir, {l los cristianos en general. v. Por (dLimo, en favor del pret.euditlo fuero alegan los eurialistas, que las ovejas no pueden juz;~ar Ú los pastores, ni los hijos mandar :1 los padres, ni los discípulos enseñar Ú sus maestros. ¡SoJlstico alegato, como tlHlos los que se hacen para sostcner una injusta pretensión~ l'ues qué? La eondicitm ,le pastores, pac11'esy maestros en el orden espiri~ual, les d:t clerecho pam juzgar, regir y gobernar la sociedad? Entit-ndase CJuela cuestiÚn dcl fucro no se refiere Ú los intereses espirituall's del homhre sino (I los derechos civiles ciel eiudaclano, Y:I la soheranía del Estado. Entiéndase que d ear:ll'ter cie ministros de la religión nu los arranca de la faz de la tierra ni suprimc en ellos la eonclieiÔn de hombres. Precisa cs, pues, que lleguemos fI la solueiÚn ele estc probletUa: Los ECLECIASTICOS SO;\; CItJlJADA;\;OS? DEI'E;\;DE;\; ilE LA Al.'TOHIIJAI> TEi\II'OHAL? Hay que considerar en ~lIos la misión sohrcnatural y la condición civil. En cuanto Ú lo primero, son 176 LA JXZ nEL PlTEJH.O, independientes, porque nada tiene que hal'er ci Estado con el inl11oJ't:tI destino (]cI hombre; y ojal£¡ se sepanlr:!l!" completamcnte 1m; dos potestades, rompiendo esa alianza qlle hall flll'n1:ldo para oprimir á la humanidad, y que les impide cUlllplir su respecti,'a misiÔn. Respecto ft 10 segundo, si los eclesiásticos son seres humanos, y si todo ser humano que vive en d seno de la sociedad civil, fÓnnando parte de ella, l'S eiudwlano, claro es que los eclesiásticos lo son tamhién, y qUl~por con sig-uiente dependen de los poderes sociales 6 Estado. De tal manera que un obispo, como encarg-ado dd g-obierllo espiritual, es un pastor ell' las almas, es un p:!(lre, es un IIl:lestro y todo eu:!nto quiera. Pero un ohispo, l'OIllO ciudadano, es simplelllente un s(lhdito dd Estaclo, Individuos que viven hajo d amparo de las leyes, ciudadanos en <zjereieio de sus dereehos, miembros, en fin, (]C la soeied:lI\ ci"il, y sin embargo independientes de la autoridad que de ella emana, es una contradicciÓn, es un absurdo. ¿Se quierc un dato mrlS, en ornen {¡ la cÍud:ul:!llía de los sa('enlotes? Recuén1tsl' que San Pablo invocÍ> el eanider dl' ciudadano romano, para librarse de la prisiÓn, del tonnento y dl' los azotes. (1) ¿Se quiere, en fin, una prueba concluyente de lJuc los cclesi:ísticos deben subordinación y obediencia rl la autoridad civil? Téngase presente que Jesunisto se sometiÍ> :i élln, cuyo cjcl11plo sig-uieron los apóstoks, como también los papas y delll{lS ohispos en los primeros sig-los. Por eso es que San Pedro dicc: S0111CtCOS, ¡JUCS, ;Í tocl:l fmm:llw crintur:l, y esto flllr I>ins; ya SCft al rc)', cumo sobera11o (lue cs; -,"él ;Í los go!¡crtJ:lfllJrc,'i, como Cl1\"ÏwJus por él/wrlt {ornar I"Ctl!(éll17.tl rit' los 11lnlJ¡ccl/()r('~ }' ¡¡/;¡/mtlZ[l rie Jos hUCllos. (:!) (1) Hechos de 1o~ Ap(i~tnl<'~. (:!l Eplstola I? Ùl' ~an l'l'ùru, XXII, YS. 2,'), :!f), 27. 2:"':~·:lB. cap. II, YS. l:i )' l,k ('<lp. CAPITULO II. Necesidad de reformar el fuero eclesiástico. No pudiendo los curialistas so:,tener su pretendido derecho di\'ino ~!1 fn,'or ùeI fuero, apclan Ú la frívola razón de que si los emperadores aprobaron con sus leyes la intervención dc los ohispos cn la administraciún de justicia, y ensancharon la ju. risdicción d~ la IgI~sia con Úmplias conce~iones, fué cn vista dc la utilidad pública y de la conveni~ncia deI Estado. 1\1as (Il' que en los tiempos medios haya convenido la intervención de los obispos en matcrin de just.ieia, no se sigue que convcnga sIempre. Sin duda que es útil Ú la sockdad la institución de juzga(los de paz, que arr~glen las cucstiones por conciliación ú transacción, cvit.alHlo así los pleitos ()-lC produccn la disc'onlia y la ruina rie Jas familias. Y ~n las ci\'c~1l1stancias dl' la cdad mcdia pudo hahcI' cOl1\'cnido que los obi,pos ejerzan una magistratura de cOI'ciliaci()11 y dc paz. Pudo tam hién con venir al in terés de los emperadurcs quc éstos eI1S~II)cl1asc'nla jurisdicción accidcntal de la Igksia, lI<tra quc ~ic¡-cic1l(1()clla tlll gran prcstigio en la s:¡ciedwl sost.uviera la autoridad imperial, frecuentcmentc combatida en la époea del fcudalism~). Pero con ci trascurso de los tiempos las l'usas cambiaron pur cOlllpletO. Los obispos, ahm;undo de la jurisdicción que se les había conccdido, il1\'adieron ILs atribuciones del poder cÍ\'il; y olvidando sumisión pacífica y conciliadora, adoptaron un procedimicnto ~strcpitoso, destituido, no sólo del espíritu de conciliación cristiana, sino atm (It: las formas e(luitativas dl' lus t.rihunales comunes. Desde entonccs la intcn'ención de aqucllos en la administración de justic in, lejos dc estahlecer la armonía cn la sociedad, fomentó la discordia. Así mismo, habiendo desaparecido el régimen feudal, el Estado fundú su auto¡"idad sohre :egítimas y sólidas hascs, sin neccsitar el auxilio dc tin elcment:) cxt.raño. Ahora, pues, si las circunstancias han camhiado completamcnte; si la Iglesia 110 tiene dcrecho pant retener Ull privilegio 1ï8 LA Lt:Z DEL peRfiLO. que se le otorg(¡ en la edad media, s(¡lo por moti\'os peeuliares á esa época; y si e! ejercicio de la jurisdiel'Î(lIl pri\'ilegiada ha IIcgado {l ser pernicioso en c1mÚs alto grado, las mismas razoncs de utilidad píthliea y c01l\'eniencia del Estado quc cnlos siglos medios pudieron haecr nceesario e! fucro edesiÚstieo, fundan hoy la nccesi<lad de su aholición. Ciertametltl', la utilidad ptthlica y la eonyeniencia del Estndo moderno exigen que éste reasuma la plenitud de su ju1"ÎsdicciÚn, suprimiendo ese fuero que restrinje la lihertad del podcr ei\'il y sus ntrihuciones privntivas; qUl' está en pugna con los principios de onlcn.Y<lc justicia, segtÍn loscuaks torJo individuo de la sociedad dehe someterse::i las ll''yl'S y autoridades quc ne ella emanan; l'se fuero <ltlc es un mcdio con quc el ultramontanismo [¡lYOITee fL sus procélitos, y persigm' fí los Iflle no lo son; que es el gérmen de l'ternas y peligrosas contiendas cntre los ohispos y los magistrados, y un semillero de conflictos para la sol'Îedad. La utilidad pílhlica y la misiún de! Estado rcel:llnan la aholiciÚn del fuero, porquc con él se hacen ilusorias las ohligaciones <le Ins clérigos para con los seculares, A la ycrdad aunque el Estado garantice el cumplimicnto de las obligaciones, tal garantía es quimérica respecto Ú los eclesiásticos, porque no estando sujetos {l la autoridu<l ei\'il, pueden titltar impuncmente {¡ los compromisos con traídos con los la icos; y por consigu icn te los derechos de (-stos quedan yioIados antee! priyi1egio de aquellos. El fuero cclesiástico haCl' adcmás inclicaces las garantías de scguridad púhlica. Efecti\'amente, si los clét'igos son inmunes, y l:01110talcs tienen el pri \'ilq~io de no ser sometidos it la jurisdil:ción ordinaria, toda \'ez que éllos perturben la tranquilidad social, cI Estado deherá desentenderse y dejar á la ~ociedad entregada á las agresioncs de los que gozan (le inmuni<lad. Por tanto, la utilidad p(¡hlica y los debct"cs del Estado pidcn la re\,ocaciÔn del fucro. Dirfll1 los cut'ialistas que los <lclitos (le los clérigos son castigados por la autoridad eclesiástica,.r que dl' ese modo queda satisfecha la \'indicta pt¡hlica, y asegunula la tranquilidad social. ¿ I'l'ro acaso tiel1l' esa HU toridad la misi(JI1 de castigar delitos ci yîles y mantencr el orden ptt blico? l'or otra parte, cljuzgnmi('llto dl' la curia no ofrcce garantías, porque es una mfíxima ultrnmontana <lue "la Iglesia dehe tendcr su manto sobrc las LA LVZ DEL PUEnT-O. 179 faltas de sus ung-idos, para que no se pierda ante el mundo el prestigio del clero. Pero no salamente la utilidad pública y la conveniencia del Estado exigen la aholieiÔn del fuero eclesi{lstico,sino tambi':n el interés del cristianismo. La facultad de juzg-ar y castigar que, en virtud dd fuero, tienen los obispos, es la causa d.cla senil dependencia de los clérigos y de la despótica dominación que sobre éstos ejercen aquellos; es la varilla mágiea, y uno d(~los más poderosos resortes del ultramontanismo. En efecto, si los sacerdotes predican la doctrina pura del Evangelio, se ponen en pugna con las conveniencias t;e la secta ultramontana, y, por consiguicnte, se concitan la animosidad de los prelados diocesanos, jcfcs de csa secta, quienes procuran vcngarse sometiéndolos Újuicio y castig{111llo1os se,"eramente, so pretexto de alg-ún delito que al efècto inventan. y al contrario, los eclesiftstieo3 que propagan doctrinas ultramontnnas, tienen con el fuero asegurada la impunidad de sus desvíos. Y si la autoridad civil quisiese reprimir1os, el obispo diocesano exclama: j lJO toquéis â mis ungidos! y los cubre con su manto. De tal suerte que, bajo este .Junto de vista, el fuero no es más que un instrumento de impunidad para los adeptos del ultramol1tanismo, y de opresión para los eelesiÚsticos que desean el rcstablecimiento del espíritu ev:mgélico y la regeneración de la Iglesia. Y siendo muy raros 103ministros del santuario quc tengan bastantc valor para arrostrar las persecuciones de la curia, casi tod(,?slos sacerdotes cRtólicos se ven forzados fl ser otros tantos propagandistas de IL secta ultramontana, enemiga del cristianismo y de su santa doctrina. JI. La Iglesia no se ha limitado, er) el ejercicio de la jurisdicción prh'ilegiada ó fuero, á las concesiones hechas por los emperadores. Ha ido alm lll,ís lejos. En nombre fie ese fuero ha innldido completamentc las atrihuciones del Estado, arrogftndose el conocimiento de HStl11tosquejamás sometieron los príncipes Ú lajurisdicciÔn eclc3iflstica. lS0 LA LUZ DEL PUEBLO. La lebris)aciÔn espailOla se propuso contener esos ayances. Con tal objeto dispuso que los jueces eclesiásticos no usurpen las atrihuciones dcl poder temporal, como consta del Lib. 1(), Tít. 10, Ley 1a de Indias, cuyo tenor es el siguiente: "Por cuanto algunos jueces eclesiÚsticos de las Indias han intentado usurpar nuestra Real jurisdicción, y con viniendo que por ninguna causa sean osados á introducirse en ella, ni impedir, ni ocupar: mandamos fI nuestras l.{eales Audienl'Ïas que inviolablcmente la hagan gunnlar en sus Distritos, y por ninguna manera l'onsientan la contrario, haciendo cumplir y ljeeutar las leyes de estos Rcinos, dadas sohre esta razón, librando y de~pachanclo las earta~ y provi~iones necesarias para que los prelados y jueces ec1csi{lsticos no contravengan {¡ su ohservancia, que así conviene il nuestro servicio y Real Señorío." y si en aquella época los reyes defendieron la jurisdicci{¡n temporal, y procuraron impedir las usurpaciones de los funciomu;os eclesiásticos ¿con cuÚnta mayor razón deberÚn ahora los rcpresentantes de una rep(thliea defender las atrihueiones del Estado, y rcf{¡nnar las leyes que mantiencn el fuero clerical? El sistema rcpublicano se funda sohrc cl principio de igualdad ante la ley, y no pueden conciliarse con él las inmunidades y privilegios que introducen diferencias y destruyen la esencia de aquel sistema, destruyendo también la base fundamental de la justicia. Es una monstruosa anomalía llue en los estados republicanos, y en el siglo de los grandes progresos, ejerzan los clérigos jurisdicción civil y gocen de inmunidades, como en los tiempos sem i-bii ¡-l)(l ros. Esos tribunales dl' primera, segunda y tercenl instancia JomIe se ventilan asuntos temporales ante los pro\-isorcs y vicarios de los obispos, y ante la nunciatura apostÓlica, ó el trihunal11amado de la Not[l ¿qUl- son sino un SatTaSmo ri la ch'ilización dl' nuestras sociedades? Dcben, pues, las naciones católicas dcl siglo XIX proceder á la reforma de sus leyes, por medio de legisladores gahios y amigos del progreso. La legislaciÓn de un pueblo es el termómetro que illllica d grado de cultura inteledual y el cariÏder de las ideas dominantes. Leyes que consagran privilegios, y que ponen los derechos del ciudadano {¡ merced de un poder exótico; que limitan las LA U:Z DÈL 1 CEDLO. 1Hl atribucioncs del Estado, y autorizan el predominio del ultramontanismo-leyes semejantes hacen entender que el país donde ellas rigen no ha salido atm de la edad media. y legisladores l}uese oponen il la reforma de esas leyes, y procuran mantener est.atutos que consagran afH:'josen"ores y preocupaciones; leg-isladores l}ueimpiden el desarrollo de la eivilizaciÔn, oponiéndose Ú que se (kclare la libertad de conciencia, el matrimonio ci,"il, la aboliciÓn del fuero, cte., legisladores semejantes no representan los int'~reses de la sociedad moderna, sino los del ultramontanismo, '~nemigodel progreso intelectual de los pueblos. CAPITCLO III. Bases de la reforma en materia de jurisdicción ó fuero. La complcta separaci6n de la Iglesia y ci Estado, es la condici6n esencial para realizar una radical reforma en todo asunto político-religioso, Pero mientras esto no sueedn, y mientrn~ la Iglesia rehuse poner sus cánones en consonancia con el Evangelio, e! E~tado dehe reformar sus leyes, poniéndolas en armonía call las exigencias sociales. Los poderes políticos están, de consiguiente, ohligados rl operar una reforma en materia de jurisdicci(m eclesi{lstica. Vamos cn consecuencia, fl proponer cuatro puntos cardinales, que pueden sen'ir de hase fl esa reforma, 1° El deslindamiento de los asuntos que respectivamente pertenecen it la Iglesia y al Estado. 2° La dehida observancia de las formalidades jurídicas que dehen guardar las autoridades clesiásticas en los m.'gocios qU(' sean de su competencia. 3° La designaci6n del género de castigos que la Iglesia llUede imponer, los delitos sohre que puedcn recaer esos castigos, y el modo de imponerlos. 4° La institución de•.un tribunal especial, destinwlo á juzgar las ('xtralimitaeionesl- injustieiasde los diueesllllos y jueccs t'clesiiístkos. II. El ohjeto con que se instituyeron la Iglesia y el Estallo ser{Í el criterio funclamentad para cleslindar los asuntos que son Ile la privativa incumbencia de cada uno cieesos clos poderes. La Iglesia fué instituída para anunciar un reino cspiritual y dirigir las almas hácialaderna bienavcnturanza. l'or tanto, corresponden {¡ la jurisdicci6n edesiá tica los asuntos que s('an de un carácter exclusivamente espiritual, como los dogmas revelados por Jesucristo y su doctrina, los sacramentos, los oficios divinos, el saeriticio eucaristico, y todo lo que conduce al orden sobrenatural dd alma. LA U:Z DEL l'VEnLO. 183 El Estado fué instituíc10 para velar por los intereses sodales, .Yprocurar el hienestar y seguridad de los individuos que componen la sociedad. Pertenecen, por tanto á la jurisdicción d,-illos actos, derechos y obligacioncs que se relacionan con la vida presente. En una palabra, el alma en sus relaciones con el mundo de la eternidad, h~ aquí lo que corre!;ponde il la Iglesia. El hombre en sus relaciones con el mundo de la sociedad civil, hé aquí lÓ que pertenece al Estado. , Una vez demarcada la esfera de acción de cada uno de los dos poderes, cot1\-iene que el Estado procure separar de la Iglesia los negocios que no sean deun e::trácterespiritual, y reasumir así ci inalienable derecho que tiene sohre los asuntos que le son privativos, y que indehidamenteesUín sOl11etidosÚ los juzgados eclesi{tstieos. En su virtud, ci poder legislat¡,-o debe derogar los privilegios concedidos fi la Iglesia por los emperadores romanos, que no pue(len atar indisoluhlemente ;í las generaciones y ti. los gohiernos, entrahando el progreso de las sociedades; y dehe tamhién atraer hácia los tribunales y juzgados comunes los pleitos civiles y criminaJcs entre individuo:, tanto (lei clero s('cular como del regll1:tr. losjuieios que contra los unos () los otros pro. 111ue,-an los laicos, y todo la que se renet-e {t la vida ci,-il del sa· eerdote y Ú las tempomlidades de la Iglesia. III. Deslindados los asuntos que son peculiares al poder espiritual y al temporal, pasemos al segundo punto cardinal de nllestro plan, esto es, Ú la obsen-ancia de las formalidades jurídicas en la sustanciaci(ll1 de los juicios edcsiéÍsticos. Pero an tes (kjemos sentado que la Iglesia, según ~l objeto con que fué instituída, no tienc jurisdicci6n contçncio;;a ni aún en los negocios espirituales, puesto que no reeibi6 de su Fundador facultad alguna para juzgar con estr~pito judicial. La Iglesia pod r(l llamar al ex tra vial10 con ma terna! so!icitlld; PO(It-Ú ilustmr su intcligencia con la exposici6n de la doctrina enlllgélica; pero no debe sus":anciarjuicios, ni aplicar penas aflicti\':ls (, infamantes por errot,"es sobre la fe ít otro delito espiritual. lRl· LA LUZ DEL PUEBLO, ¿Cómo se calificaría Ú una madre que juzgara dt: un modo contencioso y castigara corporalmentc Ú lo~ hijos que no asin· tie~cn ft las doctrinas que ella enseña? La prÚetica de la Iglesia, tolerada por los g-ohiernos, de juzgar é imponer penas corporales por delitos espirituales, produjo el establecimiento del odioso trihunal de la inquisición, que, juzgando de sortilegios, hechicería~, pacto con el diablo, herejías, cte., no sÚlo aplicÚ el tormento, para martirizar á los acusados, sino también el fueg-o de la hog-uem para reducirIos {¡ el'. nizas. ,\ fin de lleg-ar Ú un conocimien to defini ti \'0 de que la Iglesia no tiencl~leu1tad de juzg-ar contencios:ullen tc (- impOl1l'r castigos corporales, en materia de tè, recordemos que Jesucristo com hatiÚ los errores (Id paganismo con la eficacia de la verdad, enunciada por medio ùe la palabra,mas no con juicios y sentencias, ni con tormentos y hog-ueras. Yes digno de l10tarse que Jesús no mal\(lô juzgar y castigar judicialmente, ni aÚn la ohstinuci(JI1 en el pecado, Jlues hahlando de ella dice:-"Si tu hermano pcc:!· re, ré y eorríjc/c entre ttí y él solo. Si te oye, gnwulo habrás á tu hernuuJo, y si no te oyere, tOlJl.'1;llí11contigo /11106 dos para q/le por !Joen de dos () de tres testigos e011ste todn p;t1nhra. Y si no los oyen', diJo;í In 19lesin. Y si no oyere;Í ];1 Iglesia, tenlo eOlJlO 1111 gentil y IJII!Jlieano (1). nônde est{l, pues, otorgada la Úlcultad de juzg-ar contendosllmente? ¿ I>(ll1deel derccho para imponer castigos corpora les? Dehemos ademÚs ohsernu' que cuando .Jesucristo eJ1\"iô á sus :lpÚstoles, no les dijo: "id y juzgad {¡ los hOl1lhn's, casti· gadlos, y gohernad mi Iglesia con estr(-pito judicial." Úl dijo: -Id y predic/ul, diciendo (I/lCse neeren el reillo de los cielos. Sa11ad enf('rJnos, resucitad 1l1l1crtos, limpi;ul leprosos, l;¡lluu! demonios (2) lié aquí designada toda la jurisdicdÚn que recio bieron los apÍ>stoles. ~las si los ohispos, contnlYÍniendo al tjel1lplo y {¡ la doctrina ell'.Jesíls se han erigido enjm'ees forenses, por 10 menos es necesario que ohsern:n las formalidades jurídicas. Asumir funciones judiciales, ag-ellas ell' la lenidad saccnlotal, y proceder arbitrariamente, es añadir la injusticia al extra\'Ío. \" esto es precisamente 10 que hacen las autoridades ecle(1) San l\Jaleo, eap. XVIII, v. 15, 16 Y ]7. (:.I) San l\lateo, eap. X, \' ..• Y !:l. LA LUZ DEL J'rEllI.O. 185 siÚsticas, cuando adoptan, siemp)'e que conviene il sus miras, una especie de procedimiento inquisitorial, guardando un misterioso si~ilo respecto al nombre del acusador, al de los testi. gos y otras circunstancias. Omiten los requisitos que dcbcn ohscn'arse en los juicios, y concJ.:nan al acusado, negÚndole los medios ùe defensa. ¿Y quién sino el Estado ùebe reprimir semejantes abusos, con los que se irroga males trascendentales Ú personas que, no por ser miembros de la Iglesia, dejan de serlo tamhién de la sociedad civil? Los gobiernos dehen, pues, velar, en ,-irtud de las atribuciones que les incumbe sobre todos los trihunales y juzgados de la naciÚn, á fin de que las curias no omitan ninguna de las formalidades que dan al acusado las garantías de defensa é imparcialidad (~nlos juicios. IV. Especificados los asuntos que pertenecen Ú la jurisdicción de la Iglesia, y expuesta la neccsidwl de que ella observe los trÚmites legales, en la sustanciación de los juicios, ocupémonos del tercero de los puntos cardinales de la reforma en materia de jurisdieciÚn (¡ fuero, {l saber, del ~ér.ero ciecastigos que puede imponer la autoridarl ec1esiÚstica,d,: los (lelitos sobre que pueden recaer esos castigos, y del modo dc imponerlos. Va hemos visto que el Estacl,) tiene por objeto la fcJicidaci social, y la I~lesia la eterna hien:. venturanza de las almas. Pero el homhrc puede infringir 1m leyes de la sociedad ó los preceptos de la religiél11,y eontrarillr así los fines que se proponen esos dos poderes. En el primer caso hay delito civil, que por consiguiente cae bajo la jurisdicción del Esta(lo. En el segundo hay delito espiritual él pecrdo, que pertenece á la jurisdicción de la Iglesia. l'vIas,así como el Estado no puede castigar sino civilmente, á la Iglesia no le es dado corregir sino de un modo espiritual, de tal manera que el casLgo no salga del dominio de la conClenc:a. Por tanto, la facultad de castigar que tiene la Iglesia, s~ lH6 LA LUZ DEL PUEBLO. halla circunscrita dentro de la esfera trazada por estos tres principios. Ir. Sicndo la Iglesia ulla sociedad purnnll'ntc espiritual, y teniendo por único'y cxclusi,'o ohjeto la derna felicid:ld de Ins aln1:ls, la autoridad eclesiástica no puede imponer otros c~sti· gos que los cspirituales. :2(' ;\0 cstmulo hajo la jurisdiccitlll dl' la Iglesia las viola· cioncs dl' la ley ci "il, sino las trnsgresiones dl' los preecptos de la religiÓn, los castigos cspil'itualcs qllC se impongan 110 pueden recaer sino sohre delitos tamhién espirituales. ir' :'\0 dehielHlo la Iglesia castigar sino en el orllell espiritual, los castigos <jue ella imponga no han de tener trascendencia tcmporalni producir etèetos cÏ\,ilcs. En reSUlllen, la Iglesia no tiene derceho para il1lponer sino Pl'¡HIS espirituales, por moti\'C)s espil'itualcs, y de UIJmodo Illt'ranH'ntc espiritual. Pero la a 11 toridad l'c1esiâ stica no se con forllla, en la im po· sici()n dl' Ins penas, con ninguno cIe los principios precedentcs. Contra "iene al primero de ellos, infligicndo prisiOlll's, destil'lTOS, multas.r otros castigos ci"iles, cuya funcsta prrldica ha lIcgado !I ser una partc (leI (1e¡'ecl1O pÍlhlico l'Il algullos países, l'on mengua de la rcligiÓn y del Estado. Contr;l\'ienen los ohispos al se!:,'Undo principio imponicndo castigos espirituales por motivos temporales, (¡ en desahogo dl' hun1:lnas pasioncs. Tales son, por ejemplo, las eXl'oll1uniOlll'S que se han fulminado por causas políticas, .r lasqul' St' hall illlpucsto para sostcner la soheranía temporal del papa, la supremacía dl' la Iglesia sohre cI Estado, y finalmente pHI'a hHt'l'ldedi \'0 el cobro cie los ciie7.mos y cIe otras o!n·encio!1Cs. Por último, contra "ienen los ohispos al tcn'el' principio, cIesignHnclo p(1 hl icamen te los nom hres cIe las personas ft quienes castigan con excomuniones, y mancIanclo hajo muy se,-er:lS penas qtlc nadie comunique con ellas. Los castigos en estc caso, aun cnanclo sean espirituales y por motiyc)s del mis1llo gt:nero, tient'll trascendt'nl'Îa temporal y perjucIicall civillllente, ponllle atacan la hOllra y la fortuna. En efccto, separar Ú un hombre no sÔlo dl' la conllll1iÔncspiritual, sino de todo trato social, cIe tocla relaci{>l1 ci \'il, cs cn hrido dl' infamia)' causal' incalculables perjuicios en sus intereses pecuniarios. LA LUZ DEL j'UERLO. 187 v. Diluci<ladosya los tn:spuntos cardinales, hahlemos rápidamente dd cuarto, manifestando que ~l complemento (le la importantc reforma en matcria de fucro, es la instituciôn de un tribunal cspecial, destinado exclusivamente ft conocer de las causas que se promuevan contra los ahusos de la autoridad eclesiástica. ¿Qué se adelantaría con deslindar los asuntos que respectivamente pertenecen al Estado y il la Iglesia-con prescribir las formalidades jurídicas que deben guardar los jueces eclesiiistieos en los negocios de su compct~ncia-con designar, en fin, el género de castigos que lesincumhe, los delitos sobre que pueden recaer esos castigos, y el modo de imponerlos, si no se ha de juzgar y reprimir á los contrm'entores? . Las extralimitaeiones é injusticias de los prelados quedan generalmente impunes. En los países dOt1(lese ha establecido el recurso de fuerza, muy rara vez se hace uso de esa benéfica instituciôn, por causas que expondremos después. Además, ese recurso no tiene por objeto la a\·eriguaeión sumariade los actos punibles en que pueda incurrir la autoridad eclesiástica, sino meramente la remoción de la fuena que ella hiciese. Por otra parte, la Corte Suprema no siempre se halla espedita para ocuparse de los recursos de fuerza. De la expuesto rcsulta que allí donde los ciudadanos están bajo el amparo tutelar dd Estado, hay sin embargo, inlèJices p{lrias destituidos de toda protección; y que allí donde las autoridades son responsables de SUf actos, hay funcionarios que, erigiéndose en furibundos IlHAc;\IAS, como sucede en las pago,las índicas, oprimcn impunement~ á sus víctimas. Para evitar odiosas anomalías, efectuando la rcforma dd fucro eclesiástico, c01wiene instit uir el tribunal de que hahlamas, el cual debcría componerse de jueces independientes, versados en cl ,1crcchocnnónico y En la historia de la Iglesia. Cna vez instituido ese tribum;.J, scría indispcnsable crear un ministerio fiscal, quc de oficio denuneie las arhitrariedades, atropellamientos y todo género de avances de los jueces eclesiásticos, que los someta (¡ juicio ~' obtenga el condigno castigo. La lwcesiùad de reformar el fuero se hace sentir cada vez tA toi nP.L PutH1tO. más, á medida que el clero ultramontano lleva sus ahusos á un extremo insoportahle. Si se estudia detenidamente la importancia deesta reforma, se encontrará que tiende á un fin lle"utilidad social y rclig-iosa. Le conviene (l la sociedad, porque dejaría de sufrir los males anexos it la inmunidad cclesiástica, )' il la intervcnei()\1 de un poder extraño en la administraciÍln de justicia. Le conviene á la rcligiÔn, porque los obispos, (lejando de emplear el tiempo en asuntos que no les in('umhe, se ocuparían s610 de su ministerio, quc consiste en ('omlucir al almas hácia el reino de Dios, por la caridad. CAPITULO IV. Recu rso d e Fu erza. La autoridad eclesiástica puede abusar de su poder, haciendo tùerza 6 yiolencia á una persona. Para reprimir ese abuso, el Estado que es el guardián c;e los derechos <letodos y ne cada uno de los in<lividos que con ponen la sociedad, estft obligado Ú conceder un arbitrio fi rCC.'lrso, por et que se pueda ocurrir al tribunal secular, á fin <leql:e éste alee la fuerza impuesta por la autoridad eclesii¡stiea. A este arhitrio, en virtud del cual una persona injustamente agraviada pide amparo fL la potestad civil, para lihrarse del (kilo que le irroga el poder eclesiiístico, se llama recurso de li,erz.1. (1) Este recurso es una de las in!;tituciones lll{¡Simportantes. Sin él ¿qué sería de las personas qLlehan llegado á ser el ohjeto del odio y venganza de los obispos? Sin él ¿dHll0 se podría reprimir los ahusos comctinos pQr los jueces cclesi{¡sticos,quc somcten {¡ sus tribunales personas y causas que no son de su jurisdicción, )' que proceden injustamente contra los reos sometidos Ú el\a? II. Mas los jefes del ultramonÜ,nismo levan tan ci grito á los cielos, contra ci recurso de fuerza. Dicen que cI Espítitu Santo no puso á Pilatos, ni á Herodes, ni á Tiberio para que rijan y gobiernen la Iglesia de Dios, sino á los apóstoles, de quienes son sucesores los obispos. Por consiguiente, que estos no pueden someterse, en el ejercicio de sus funciones, á los jueces legos, y que la intervención del Estado et; las resoluciones de los prelados diocesanos, es perturbadora ::ld orden. Este razonamiento es manifi{'stamente sofistieo. En realidad, cuando el Estado interviene en las providencias de los obispos y manda alzar la fuerza que dIos haet'n, no trata de disputaries la jurisdicción espiritual (;ue tengan para gohernar la (1) En las mOf1anJuras Ó imperios se dc..·t10tninn rccllrsu de III corolla. 190 LA Ll.:Z DEL PUEBLO. Iglesia, como slIc(.'sorC's de los ap()stolcs, sino de impcdir qlle, como hom brC's sujetos a I error y ti las pasiollcs,pl'r.iudil(uell COll providC'ncias injustas, () arbitrarios proccdimielltos, {leiud:ldanos !Jue, C0l110 tales, tienen (h'recho fi la protceei(/n del poder temporal. Luego la intervenci(lI1 dd Estado en los ados judiciales ó gubernativos de los obispos, muy lejos de perturhar ci m'den, tiende Ú restabIccerIo. Si esos ados son justos, será n aeatados; y si no lo son, se hará cesar el vcjÚmen Ô los perjuicios delquerelIantc. El orden no está ell que se haga la volUllt:Lfl del s\1)1criOl', sino en que (ostl' se alTegle fi las leyes que garantizan los derechos del homhre. I'ero segÚn los ultnLnlOntanos, ci onkn consiste en r¡ue la autoridad eelcsiástica sea la tínica so}¡t'ralla cn la sociedad, y que la volunta(l de los ohispos SC:l la Stlprt'lJl:l Icy, l'or consiguiente, quieren que de las resoluciones de (-stos no ocurra el desvalido al amparo de la potestad dvil, sino Ú las <lutoridndcs designadas ]lor los c:Înones, ¿ Y qui(-ncs son estas nutoridndes sino los mismos obispos, ligados todos l'on un vínculo solidario de interés ultnullontano? l'or otra parte, si el dioccsano ne~ase la apelaciÚn para ante el juez edcsiÚstieo designado por los cánones ¿qué arhitrio le queda al agm"iado? - III. Los euria]istas han pretendido sostener que}¿¡ institllcÎÙn del recurso de fuerza es contra el derecho rli"ino, 'pOnll1e Jesucristo dijo á los apÔstoles:-".4sÍ como mi Padre me cn\'Ù'j, nsí os envío â l/osotrus." Y en otra pat'te:-" 'l'orin pOlcstud mc ha sido dadu en el ciclo y en 1:1 ticrrn," I'ero estos textos no condenan el derecho de ocurrir á la autoridad laica contra ];¡s ·"'¡o]eneias de los jueces edesi{¡stieos, Sin emhargo, la so{istería ultramontana ha procurado comhinados favorahlemente discurriendo de esta manera: "Cristo recihiÚ toda potestad \..'\1 d ciclo y l'nIa tierra; y como los apóstoles fueron enviados por Cristo del mismo modo (lue ]0 fué Él, se sigue que rccihiero n esa misma potestad íntegra y completa. l'or tanto siendo los obispos sucesores ele los apóstoles, tienen un poder ahsoluto en el cielo yen ]a tierra; y todo lo que tienda fi restringir ese P()- LA LUZ DEL der, como d recurso yoluntad di vina." de fuerza, 191 PUEBLO. está en contradicción con la Seg(\I1 este modo dI..'discurrir, 1chía implantarse en el mundo la teocracia universal y dcclat'arsc infalibles los l¿lllos de los obispos. Mas contra el sofistico discur!'o de los uItramontanos está el \'enladero sentido del E\·angelio. I<ealmente los textos aludidos se refieren al poder que Jesucristo recibiÚ en el orden sobre natural, y á la misiÔn de anunciar el reino de Dios. Si esta misiÚn y este )loder se tmsmitieron á los ApÔstolcs, no se sigue ùe allí quc los ahusos de los obispos no dehan reprimirse mediante el recurso de fucrza, ni llIucho menos que éste restrinja la legítima autoridad apostólica, IV. Los obispos tomando por eg:cla la independencia y plenitud de la autoridad espiritual, pretenden que ci cst~l(lo ni siquiera elebe inten-enir reprimiendo las excursiones que dIos hagan en el campo de la política eon un fin de dominaciÓn. Si lm; diot'Csanos sc concretaran á la misiÚn cvangélica, si pensaran s(¡lo en gohernar la Iglesia de Cristo, prescindicndo de todo asunto temporal, es indmlahlc que la ingerencia del cstado en los actos cIe la jurisdicci(¡n eclesiástica, sería extrai1a y atentatoria. Pero si los obispos, á título cIe facultacI espiritual, afligen ú los pueblos con entredichos y cesación rI di \'iI1is, por sostener la prepondcrancia de la autoridad eclesiástica sobre la civil; si lanzan pastorales sulwersivas, y prO\'ocan insurrecciones (1); si mandan que cl;meblo desobedezca las leyes y dccretos cId gohierno, que no estén en armonía con los intereses uItramontanos (2); si, en fin, turhasen de cualquiera mélnera el orden pú blico, todo debe acatar el Estélllo con profundo n:speto, por cuanto sail ados de tina autoridad espiritual independiente. ~a puede hab:?r una doctrina mÚs dcsorgani7,adora y antisocial. (1) Asf (:!) AC'ttl~.tlt11l·ntc StH.. ~Cdl· l'sto Il) hizo I":csln:po, ohi~tH) de Pasto, ell Suizél. ('I) l'Il la r\UC\·:t A !t'mania:o nr:tn:ul:I.-ls7:-L l'Il ('I nrasil. CAPITULO Los castigos que gubernativamente bajo la jurisdicción V. impongan civil mediante los obispos, caen el recurso de fuerza, Como los obispos están sujeto~ al error y á las pasioncs, los castigos que elIos imponen, en cjercicio cie su fm'lIltad gubenwtinl, pucdcn scr injustos. Si cuando la autoridad eclesiástica procede judicialmente, siguiendo la senda trazada por cl derecho, pucde cornett'r injusticias, )' para reprimirlas SI.' ha considerado conveniente el remedio legal del reeurso de fuerza, ¿cuánto milS necesario no scrá estc rem(~dio cuando los obispos obnm guhernati\·éllllcnte. esto es, sin mÚs reg-Ia que su voluntad discrecional? Con cI ohjeto cie e\·itar las perniciosas consl'cuelll"Ïas quI.' producc cl ahuso de lajurisdicciÚn voluntaria en la illlposicitlll de castigos espirituales, las leyes ordenan que las censuras y pro\'Ídeneia8 eelesiÚ8ticas se sometan Ú la autoridad civil, 1l\l'diante el recurso (ll- fUl'rza. La ley!}", lih. l", HL la, l{cc. de lml. dicc tl'rtllill:lntclllcnte: "Rogamos á los arzohispos y ohispos lit- I1Ul'stnls Indias, y á los cabildos sede vacantes de las iglesias lit- ellas, y ;í clWleSquicr jueces eclesiÚsticos que cumplan los autos y pnl\'isionl's que nuestras Audiencias Realt-s dieren y pro\'t~yercn, l'n que s~ mande alzar las fucrzas y ahsoh-cr Ile las ccnsuras quI.' los pn:lados, cabildos (l jueces hicieren y pusicrcn, sin réplÎ\:a algulI:I, y sin dar lugar il que se use cie rigor." y para que cI entredicho y ccsación;Í dh·jnis plll'dall y dcban alzarsc por orden de la autoridad ci vil, clice cllllislIlO Ct). digo: "En muchas ocasiones la justicia eclesiástica de nucstr:ls Indias pone entredicho y cesación tí di\'inis, con que el pu~'hl() se escandaliza y padece, siendo muy de ordinario privado de los divinos oficios; y aunque nuestras Audiencias dan prO\'isiones para que alzen las ccnsuras, no las cumplen, ni en csta parte las Audiencias defienden como scría justo nuestra jurisdicción. y porque conviene proceder en estos casos con todo cuidado, mandamos á las Audiencias que, cuando sel1l~jantes cau- LA LUZ DEL plJEnLO. sas acaecieren, procedan con los prdados y jueces conforme fi derecho." (Lib. 2° tít. ~l5, ley 14H). 193 ec1csiásticos Lucgo. aun cuando los curialis1.as consideren las censuras con10 penas pnramente espirituale:~, ellas caen hajo lajurisdicciÚn civil, mediante el reL:lUSOde fc.lerza. El carÚter espiritual de la pella 110illlpidc <¡IIC la potestul civil, juzgue ùe su justicia Ü injnsticia, ni excluye, pur consiguiente, ci recurso de fuerza. JI. ElItr\? Ins castigos que los ol,ispos imponcn guhernativamente, eslo es, dc llll lI1odo arhitr,u-io, se cncl1entntla sl1spensi (¡ n. Los prelados t.ratan Ú los sÚhditos con sultÚnieo despotismo, Si algltn saccnlot.c no pertenœe (tIa seda ultramontan:l ni ah(lica :';\1 r;l%c',ny liIJ.:r'L;ul para somderse oil1nímodamente rI la \'o!ulIl.;lfi ,',,1 dj()l'l'Sad(), ésle pre\'(~nido en contra de aquel, espía sus paslls, ,- J¡;lciendo dc1ilm de ados inocentes, lo declara SUSlllll:;() l'l! ,,;. ,··d de la raculla;\ guhernativa. Es~, ;1<'; () de hostilida(l es el primer anillo de una caden,', de pL'rs"clll'i()';,,~ oficiales, cn (lctril1lcntode la honra y de los recursos pccuni::r:os del desntli(lo saeer:!ote,ya sea parla publicidad que maliciosamentc dan los ohisp')s il la suspensión, ó ya tamhién porque con ella se le pri\'a de :OS medios rIe subsistencia. Si los imli,'idl1os dcl alto clero no tiellcn necesidad de las entradas <lei ministerio, pon¡ue son dueños le grandes fortunas, los clem(\s eeksi{¡stieos necesitan de esw¡ entradas para subsistir, y quitÚrselr,s por la snspensiÍlll es ull1denarlos ft las ang-ustias del hamhre. y aqucllas vÍL'limas del espíritu de partido, de los rencores de secta () (1ela animosidacl del prelado ¿no han de tener derecho para implorar el amparo del poder civil, ft quien ci cielo ha con liado la misi{¡n de "cIar POI" todos los individuos de la sociedad? l'or el mero hecho de tene¡- l:o¡-ona y vestir sotana, ¿ha penli(lo el ciudadano las garantías individuales que la Constitución otorga, y el deredlO de re,'indiear su inocencia mediante as f(¡¡-mulas sahadoras de un juilio? l!H LA Ll'Z DEL Pl'EJlLO, \. si t.:tnto la honra ~01l10 la tortun:l t,~t(m h;lju d amparo ttltdar dc J:¡ :luLurid:ld ~i\'il, y si los obispos Jluull'n )Jcl:judil,:tr al s:tcerdotc :ltcntando ~ontra ~sos preciosos IlienL'S de la "id" ¿no dehl'dl el Estado r~prilllir tales ateutados, l'ollt'l'diendo el rl'l'urso de filerza? Ltlq.!:o t,s Ill'Il:\S dl' suspl'nsiÚn, de que tanto Sl' alJ1lsa l'ontra los dCorigos, dellen p:trti~tllarllll'nLl' l'st.ar, pur la injusticia que en\'tll'ln'n )' los IWI:iuil'ios que eausau, snjl'Las:í la n'presi<>n del Estado, cu \'irtud de aquel recurso, 111. 11:1)' ob'o g(.ul'ro de abusos que eotlll'Ll'U Ius ohispos I'espl'eto al OtiL'jO dc lus s:leenlot.es . .\ los extradio~esauos que no sean de sus silllpatías ks prohihl'n L'I L:jereil'io del minist.erio, tÚl1d:'lIldose p:lra dlol"n la ahstlnla 1ll(lxinla dL' qnc"un pn'lado L'Slil)re para uo :ldlllitir L'n su di()l'l'sis fi l'L'1esi(lstil'os que 110 seau dl' Stl a,!.!,"nulo." I'ero si los ohispos uo sou lihres para negar la unleuaL'i{lIl L'U\'irturl dd priul'ipio dc autipatí:t, ¿c(l1l10 podr:'lu Sl'rIu para prohihir:tl ordcnadu las fuuciunl's anL'xas :tlnlinistLTio? L:l Ig'lcsia l'unstitll-,"C lllinistl'oS de la r,'li:~'i(lll, -'" UWl ",'I. l'OIlSt.ituídl)s, d tllinisteriu eL'1esi(lstil'O, IW es l'OlllO los nlinisLL'rios dc Estado, till L'tIIpleO () ~nl':lrgo de lihre r~nlO~i(¡n: es una proIt'si(lll (¡ oliei() qnl' ci saccrdotc Pllcde l:jl'l'l'l'l' l'n cwdr¡llil,!, país ~:t t() 1 il'l), ~in l'JIl!J;lrg'o, hay prdados qlle, ;lhus:llldo de Sil 1:IL'ull:td guhernati":l,ITL'lta%:ltl tI s:lccnloLl's qUL' l'xhihl'n las l'OnJpl'Ll'nt.es letras ~OJ:ll,tll1:tt.iei;ls, si por ot.ra parte itlspirasL'n sospe~]¡as de tlo SL'!'ndidos :dultnlluoutauist1lo. Los lan;(:ln dd territorio, "¡olando d c\,;Ingé1i(~() jl1TC'-'pt.O de Iwspita1idad y las garuntí;ls l'()IISLittll'iollale;;, () los ohligulI :'l dljar la ill\'~stidtlra saL:cnlotnl pant (J~U[lnrs~ de los llL:go~ios de la "ida ~i,'il, ~<.:dicndo (¡ la illlPL:rios:l ley dL: L'Ol1SL:l'\':lI;itJII. \' csta cOlldtlda (le los obispos, estos ndos quc o~l1ltan 1l1istl'l'ios dl' illiquidnd y dL' l'ialll(Jrosa ill.iusti~i:J. ¿1I0 set':íll ;;usccptiIJles del rl'l'::rS(J dL' í'm'r.·,a? ~i ~l1:tllJl1il'r L'xtr:lll.il'l"l1 tiL'IIL' LA LUZ DEL FUEJlLO. 195 derccho para qucrclIarsc contra h¡s ycjámcncs que le irrogan las autoridades del país donde se cncllentra ¿no lo tendrÚ el saœnlote ultrajado por la autoridad eelesiÚstica? ¿Es acaso ésta algún pOllct- soberano, cuyos ae-tos dehc acatar el Estado con profunda sumisi()t1, por injustes y pCl:juc1icialcs quc sean á la sociedad Ô Ú los inÙi\·illuus tran~;euntes que forman parte de ella? CAPITULO VI. Del recurso de fuerza respecto á la visita de los prelados diocesanos y á la corrección de las costumbres. Los ohi~pos l:icrccn un despotismo sin límite~ en los casos de visita.r corrccción de costumhres, y Im:tenden SllSÜ'IIl'\" ljue sus actos esUm exentos del recursodcfucn~a, fun(!;Índose ellljUe el Concilio de Trento dice: "Para que los ohispos puedan oportunamente contener en su deher y suhonlinacitlll al pucillo qne gohiernan, tengan derecho y pot.est.ad aÍtn l'OlllO dl'kgados dI' In Sede apost.(lliea, de ordellar, moderar, castig:lr y ~il'l'llt:lI', segtÍn los estatutos can (micos, ellanto ks ll:1reeil're nl'lTs:lrio, segÚn su prudencia en orden á la enmienda de los sÚbditos y rl la utilidad (]e sus Di()eesis, en todas las cosas pertelIeciclItes tl ln visita y tt la cO!Tecci{¡n de las costlll11hlTS. :\i l'n las ma ltTias en que se tr::lrl de la "isita {¡ de dicha conecci{¡n, impida Ú suspenda de modo alguno la t:jeeuci(m de todo Clwnto mandarel1, ùeerctaren (¡ jnzgaren los obispos, exenei(ll1ningun:l, inhihil'itl\l, apclaci(lll rI querdla, annque se interponga p:lra ant.e J:¡ Sede apost()lim. (t) Pero esta disposiei(m tri(lcntina no prohihe qUl' Sl' ill tl"'pllnga ci \"lTUrSOde fuerza por las viokncias quc coml'l:ln los lIhispos en los e:lsoS de visita y eOlTelTi(lll de l'ost.u1l1hres, I)or dia dispone ci Concilio Ítnicamcnte lo que l'SVI de1ltro dl' \as atrihul'Îol1es del poder edcciÚstieo, :\i pudo salir de esa esli:ra malHlan(lo que no tenga lugar el recurso de fuerza, PUl'sto <¡Ul' sinHto éste de il1~tituci(¡11 civil, 110es dc la cOlllpctclIl'ia (IL: los ohisj)(lS legislar sohrc él, sill im'uni." e\1 una manifil,,,ta :I,~Tcsitl\1 cOl1tnlla soheranía del Hst:l(!o. Dc tal manna qlll' cll:lndo d Tri(kntino P\"l,,·il.'ne que los ados dcl ,'isitador no seiln impedidos por ninguna exeneión, inhibiei(m, ap\.'!al·¡Ún (l qUl:reUa, se retielT (l los recursos ordinarios en el orden ec\esirlstico, y por eso dice terminantemcnte, fllun/!/(: se illter/)(}lIg(1 !)(Ir(/ (/11te In Sede n!JustÔ/ica. Lm'go el Concilio de Trento no ha exc\nído ni ha podido excluir el recurso de fuerza en los casos <1evisita y l'olTel'l'iÚn de costumbres, (1) SC". XXI\· elc Ref .• cal'. X. tA Luz nin. 1'11.Eilto. H)7 Manifestemos ahora que aquel recurso es tanto más necesario en esos casos, por la mismo que en ellos pretenden los visi. ta<lorcs dioccsanos ejercer un ilimi~ael() absolutismo, interpreta11l10ahsunlamente el citado capítulo del Trirlcntino. En cfcdo, los obispos cuando se hallan en visita se consideran <lutorizaclos para ser ftbitros soberanos de los pueblos. Creen <¡ueÚ título (le correcei(m de costumbres pueden eastig,lr criminalmente il los que ellos prest1l1lendclineucntes; y por Mtimo están persuarlidos de que tienen facultad pant penctntr en la íntimo de las familias, residenciar la eonduda privada de ea. ela uno de sus 1~1Ïembrosé imponer!es castigos, sin forma de juicio, pOI' delitos contra las lmenas costumbres, arrogÍlmlose así Üleultades pri vatints de los jueces civiles, y esto sin que 10 impida ningÚn recurso. En consecuencia, los prelados diocesanos, Ú sus delcgados abren la visita pnmunciando generalmentc t111discurso Cil el pítlpito de la patToquia visitada, con el objdo dl' pn>\'ocar el espíritu de (klaeiÚn: Jl[jos míos, l'cnid Û mí, dice el \'isitac\or dioeesano Ú los feligreses y r!cl1uncindme Ins ¡¿Iltas qlle ]¡ubicse en el pueblo ]Jara c;¡stigarlas en concicncia. De este modo excita la venganza dc los unos contra los otros, y enciemle la tea de la diseonlia, el qlte r1chient predicar ci penlÚn de las injurias y rcstahlecer la armonía entre los fieles. Ahora bien: si los (liocesanos ;:reen tener facultades omnímodas en la visita y se proponen satisfacer innobles pasiones, que disfrazan con cI nombre de dchcres dcconcierIcÍ;¡; si llevando un plan prcconcebido para destituir (¡algún prlrmCO quc detestan, pro\'ocan acusaciones contra él, y llevan fuerza armada rI la visita (1); si, ell fill, excomulpmá los fcligreses,{l título de corregir las costumbres, ó les imponen castigos corporales ú infamantes, ¿sería posihle qne las vktimasrle tanta opresión.r (]e tan arhitrarios procedimientos no tu\·ieran recurso alguno que n lI:l)'.'lquiJ, ú ser \'Ïcario c:tl'ilular El pn..·hc..'IHlado e:-:tn1Jn l'Il ("arc:arniz:ulnrlll'nte pn'\'l'llido ('outta l'l CUfa de una parroquia denominada C'h~lndl1Y. ti <"'Uttsa (jill' hahil'lulo sido (-stl' IlllO (It: los (,;lTH1idatos á In vÏt'al"Ía capitular, h,' l·n.·~ )'6 Tola su ('otllpl"lidor. [;:") Hoa v(>z quc nSllt11i; (a pn'Ial'(a, 1'ruc1Ir,' Yl'ngarsl' y al cfi..,(."to in\'l'nt() una \"Ïsita; y l'OIH)(~iL't)(lo l'l canlctcf enérgico dl' Sil YÎeti1ll:l. J1ev(' cOllsig'o algunos soldados latH'l't"O!'>, t'Ulll'uyn :lnxilio irrog{) al párroco todus los ag-ra"ius quc quiso. y por lin lo destituyó del curato. [.] RI mismo autor ùe este libro fué el "Iuùiùo párroco de Chandn)". (1) ()lo l'SC Hn pr(.'I1c..'udadl) o1Ji~pacl(). de pOl·infhu.'rll'Îlls JJam:HJu de la política Luis 'roja, lIegÔ ultríl11lontana. N. nEL E. 19H l,A L\JZ DEL I'lJEIH,O. la¡.; amparasc, ni quc haya poder que reprima 108 ado¡.; arhitrarios (¡ violentos de un "isitador? Para contener In fuerza ell' In arhitrariedad {, viok,twia dl' los prelados clioeesanos, no hay otm rccurso que ln li¡erza dl' la jutieia ci vil. ¡\'. A fin de poner un dique it esos a ":l11l'CS,las leycs de España conceden Ile una manera amplia y nbsolnta la apelaeiÚn y el recurso de fuerza cn todos los casos sin distineión alguna; someten al juicio del Estado los negocios ee!esi(lsticos que versan sohre la visita y eOr!"eeci(l11aún de los mismos religiosos; declaran, finalmcnte, que tanto los asuntos rt'latin)s (I la t:jeeuciôn de los decretos tridentinos, como los de la ordinaria jurisclicei(l11eclesi:ística, cst{¡n sujetos, por vía de fuerza, tí la :mtoridad civil. En efecto, la :\ov. 1<1.ee.(Lih. 2° tít. 2'"), ley 2") estn hlcce de un modo gcneralla apelacit'll1 y el rœurso de fuerza, en estos términos: "Por cuanto así por derecho como por eostum bre nos pertcnece alZa!' las fucrzas que los jueces celesitístieos y otras personas ¡wecn cn las causas que conocen, no otorgando las npelaciones que de ellos son legítimamcntc inteqmestas; por cnde mandamos {¡ nuestro ¡'residente .Y Oidon.'s de nuestras Audieneim; de \'alladolid .YCranada, que cuando alguno vinieI'C antc dIos qlll:i:índose de quc IlO sc le otorga la fLpelaciÚn que justamente interpone lie algún juez eelesiÚstieo, clen nuestras cartas en la lorma aeostumhrada en nUêstro consejo, para que se le otorgue la apclaci(l1l; y Ri cljuez eL'1esi{¡stÍL'ono la otorgare, manden traer {I las dichas Jluestrns Audiencias el proceso edcsiÚstieo originalmente; el cual traído ~in dilnciÔn la \'can; y si por ~l k's cOllstarc que la apelaciÓn estÚ legítimamente interpuesta, alzando la lucl-za, pn)\,can que el tnl juez la otorgue para que las partes puelIan asegural- su justÍL'ia ante quien y eOlllo deban, y reponga lo que después de ella hubierc hecho." De la misma manera la Rec. de Incl. (Lib. 1() tlt. 10, ley 13()} manda que los jueces eelesiÚsticos otorguen las apcIaciones, y repongan.v ahsueh'an llanamcnte. Heac¡uí las palabras dl' esa ley: "Los I'residentes y Oidores ell\"Íen Ú las I'nl\·illl'ias y Ciul1l1l1es (le sus Distritos la provici(111 onlin:ll-ia, panl que tA Lt;z DEL l'ui~ilLo. los ohispos (¡ sus victll'ios, en los n:gocios eclesiásticos quellnte ellos se tmtaren, (le quc se apelarc d H.cal auxilio de la fm'l'za, otorguen las apelaciones, y repongan y absuelnln llanamente." y conerc'dl11(losc la Nov. l<ce, á los actos de lajurisdicciÚn dioccsana cn l:ts "¡sitas y cOlTeeeiÚn de religiosos y rcligiosas,· dice que de esos asuntos conozea ror vía cIe fuerza el l<eal Consejo (Lih. 2" Ht. 2° ley na ). T<espedo Ú las causas tocantes Ú la ejecucilll1 de las disposiciones tï'identiwls, somete su conocimiento, por vía dl' fucrza, al misl110 Conc~jo (lb. ley. 10). DebieIH10 tcnerse pn:sente que csta ley fu0 formulada por Felipe Il, quien otorgÓ la cédula en que manda la ohscn'aneia dc1osdecretos del Concilio de Trento. Por último hablando el mencionado CÚdigo dl' los nep;ocios tocantes al TricIentino y Ú los Jueces ordinarios eelesitlsticos, se expresa en estos t0nninos; "Los negocios «ue se ofrccieren enmatel"Ía (lel n'medio de la fuerza, así los que toearcn :í cosas depcndientes dd Concilio, COlllOlos ell' jucces cl'lesitlsticos ordinarios que residen en la corte, irán Ú la Sala de Guhierno" ( Lih. 2" tít. 2C' Il')' 11). v, Los ohispos IlO se fijan sino en aqueIlo que, Ú (w:rza de torcid:ls interpretaciones puc(le favorecer su ahsolutismo. Por eso es «ue, respecto fi las disposi('iones del Concilio de Tn'nto, sMa tienen presente el cap. X de la S~s. XXIV de Ref., y han o1\'idado lo que el mismo Concilio les Pl'evicne en el cap, I de la Ses. X I I l, por estas p:tlabras: "~uc sc acuenlcn «ue son pnstol'es y no "cnlugos: !dllc p)"()cedon con StlS sílhrIitos, nt) com" seitore8, sino que los amen como tI hijos y hermallos, trahaj:mdo con StlS exhortneiones y a ,'isos, antes dc ,'erse en la prccisiÚn de castigar1os: ~2ue si por la humana fragilidad cayescll los sÚbditos cn nlgun:l culpa, debe'l los ohisp!)s ohsernu' aquel prl'cept!) del Ap()stol <il' redn-1:~ïï:r'!cs, rlc rop:nr!cs ellenrecirlnmente .1' de rC!lrelU!er!os CO/1toda h011l!:u!y !lnCiclIein: !2ue m:ís eficaz es la bellcvoleneia que la ~L1torida(l, la exhortaciÚn que la amenaza, la earidael que el po(ler: Que si por la gra \'edtld del delito fuere nel'cs:lI'io echar man~ del castigo, entonces se elebe 200 LA T.l'Z IlET. pl'EBLO. usar de ]a justicia, pero con misericordia, para que procedienrlo sin aspereza sc conscn'c In disciplina sn]w]ahle y nccl's:lria :í los puchlos, " ¿Y es así como proeeclen los ohisJlos? iAh~~ POl1gan ];\ mano soLre el conlz(m y \'C:l11 si sOl1pastores <'> \'cnlugos, CAPITULO VII. El ejercicio del recurso de fuerza debe ser garantido por el Estado. Dijimos en el capítulo 1II (le ($':a seeeiÍln, qne mu)" rara "ez se hace uso del recurso de fuerza, p:)r motivos que ofrecimos exponcr. Hé aquí las causas que haeŒ casi imposihle el <.:jercicio de esa benéfica institución. Siendo el recurso de fucrza un medio para contcner el ahsolutismo cielos ohispos, éstos 10 combaten, valiéndose de toda clase de arbitrios para impediJ' que se acuda á la potestad civil contra las injusticias ó violen(:ias del poder eclesiástico. Por eso es que se han expcdido hulas, fulminado excomuniones y otros severos castigos á fin de hacer ilusorio el recurso de fuerza. Desde la más remota antigÜedad el poder eelesiÚstico ha . puesto en juego esos arhitrios. Ya en el año 159a, Felipe I r en las Cortes de Madrid, dirigiéndosc Ú su Cons<.:jo,Chancillerías y Audiencias, dccía la siguicnte: "Por cuanto por los procuradJres dl' Cortes de estos nuestros Reinos nos fué hecha relación, que perteneeicndo á Nos, como Rey y señor natural por (lcrec:hoy costumhrc inmemOl'ial, quitar y alzar las fuerzas que hac~n los jucees cclcsiÚsticos cn las causas de que conocen, y hahicndo usado sicmpre dl' estc remcdio por los que han pn<1cci(lo las dichas fuerzas, (1cspaehando para estc efecto en el Com;e.joy Chancillerías las provisiones necesarias, (le poco tiempo Ít esta parte los Nuncios (le su Santidad haccn (liligcncias edraonlinarias con el estado eclesiástico pam que no se use de ,:ste remedio, hacicndo publicar cn los píllpitos y otras partes que los que usnn de él incurren en la censura ciel capítulo 16 de la hula ln elena lJomini; y Ú pcdimcnto del Fiscal de la C:íl11ara Apost(¡lica, se tn.len de Roma monitorias para quc parezcan allí personalmentc los que usan del dicho remedio: y quc 10 susodicho eS cn mucho perjuicio de la uutoridad y precmineneia de la COI'ona de estos Reynos; y quc el remedio de la fuerza es el m{ls importante y nece~ario quc puede haber para el bi.?n y quietud é buen gobierno ele c1los, sin el cual toda la RepÚhlica se turharía, y se scguirían grandes c~cfindalos l- inconn:nicntes: mandamos al nuestro COIlSl:iO, CI1:\I1cilkrí;ls y Audicncias tengan gran cuidado de guardar justicia {¡ las partcs que acudiercn ante cllos por \"Ía de lillTZa, l'ollforllll' :í Dcrecho y costumhrc inmemorial, Leyes y I 'nlCli1;1ticas de estos Reinos, y confonlle {¡ ellas eastigm'n {I los qllC c()l1tnl\'iniclTI1." P';:O\·. I~ec. Lih. 2, tít. 2, ley ,"-'), Los til'1l1pm\ han camhiado, pero ci clero :;" sus pretcnsiolles no l';UIl}li:u- con ellos, Tres siglos ckspués de la Icy formulada por Fclipc II. en ci [(pogco de la ci\'ilizaci(m, los indi\,jduos del clero ultrall10n tano han f(¡n1wdo sociedadcs Imra comprometlTSl' solemncmcntc (I 110ekvar jamás fl'l'Un;o de (¡ll'l'za contr{l sus ~upcri\ln's. (1) Pcro, por fortun:l, el pado que liga á los individuos de scnllj:l11tcs socieda(lcs no ticllcn ntlor alguno, aun l'lIalldo sc haya solelllniz;t<lo cOlljnnl111cllto. ,\ la \'Cnl:tc1: Toclo conn'llio cstipulado cn contra\'cnci(m (¡ la Icy, cs radicalnll'nte nulo, sil-ndolo, por consiguicntc, ci juramcnto, cil'cunstallcia Hl'l'esoria del pacto, según d jJl'incipio cil' que "lo· :u'\'l'sorio Siglll' la natumleza (le lo principal." Si IÏleran ,,{didos los pados junl111ent:tclos hechos par:-\ duclirlos cfectos kgales, 110 hahria una sob ley qm' no pudiera haccnw ilusoria, cn "irtud dcl juramento; y cn tal C:l.SOla ¡n\'oe:teiÚn c1e1n')1l1hn: ell' Dios vendría it ser cI eseuelode prctcnsio. nes Snh\'lTSi";IS, y el medio m{IS fácil ]l:I1':\ destruir la oh.'a de los lq!¡S]:lC!OITSy trnstorn:l.r el nnlen social. l'or cso (,'5 qlle J:¡ Lc}' 2:-;, Tít. 11. l'art. fi", t'st:lhlcee pOI' regia gelleral qlle lodll (,lIl1lr;¡lll (fliC ('s ¡¿-('hll ('olllr:t 1:/ 1(1' 11011 dclJ~' S('1' 1':11 L'11¡¡'''. (1) nll,:¡'ltl 1I1inio LI i-;'I/:In!:II!1I \,1 p:i ...i\'lI \'knl dlih :11 JI')l,l'r d liP (·h·il. y ck !JCI/n th- ni C:llltnrlll'ri:tn:t. Otl de diol'l""':tl1l1.:i pl'ni.'t:t:lllh:Iltl..' 1lldroptllitana 1:1 \I¡'cpolldl't":llH'Î;\ 1·l"J11I~:II-.í Ellt'i'llll' 1:1"-]ln'~'lllilll'IH"j:l'" ~.l(,:it'II:I.ll':11Iltlf·I,\.·ri:tl1:1 sOl'il't1:lfl 1:1it.·11lJ¡~·()S IJllCS[1I Cll qtH' til'TH' pn" 1"1predo- "'()stt'l1l."· t.·idl. :IIL\Oritlilcl i;.:.ln;i;, fin'sc ,) jllrull1clItll (('1"111:,,1,11:1 :-on", l·H¡-:H.'~lTi;":;1l1() fI:t dl'l~'Tl""II- l"ln'11111 11:\ (ll- ;-'11111'('1:1 l':1111I1rl'l'1'Y, 11I;'l"'; ;t:'I~ITilll'l 7.~1h: •..• t:l I,:t 11111-t'.•t'1l1plfl,:-;c '';llllll'lÎl1lÏnllll t'l'ksi:l:'lic(l 111l111hn" Ik l11:/giícr qtle :-;(' Il:d,ínil il1!'>.titllytl:í plnn, n'y dando;1 J'('l'()J1oddlllllS .•ia lf1~ d Ikl'1\I't, el 'pa' l!crl'dHI:-- :llltt"rillr~'" th- slh:Ït'd:lll '("f)II1:ís ,,1 (·:..:..t:'.d". S01H"\' ¡Je Jllgl:th·IT<t. ('CIt1Sl'l'Ul'IH (,':-;.1 flic.: :lr1.()ld~IHI t:l 19ksia dl' Il, su donde 11T1lu'l'llIl '::'Ôl'ayan· {'''''t'lh'i:d('~ .lrzllhi:-;pn ...•. tll1t'Il:IIT:ll"l'III()~ 111T ••..••.• I\lI.:l1ll'. ":11 (,.'1 niltl l':l1';lI, l:o-.,-,4Ï, slIsIH'lHlklldll proYidl'l1l'i:t, d lid d~' ~al1li:q,'::11 <trzohi")lo ht'lldicitl n(1 cprH·nliL:lldn ..•dt'~ l'xpidl(. 1111 <luto, 11l)!·l·lc·Il".L:":1l11l tic..' Sll Yi. .1 clos ,':111f"ll1i;':-lIs.qtlit-II<"~ <tpl'1:1I"tI11 ti" (':4:1 1:1 :lpl'l:lCi¡'}:l $ino l'O l:l <.'tecto (k\'<>h,ti\'o, Lus agra· l'cksLh:tit'O LA LUZ DEL TUEIl/.O. il. Y por eso también la Ley 56, Tít. 5, l'art. il", disponc que cuando ci contrato que es la pri/1c.jwlnon l'¡de, nO/1rIeI)e l'iller t:111lpOCO lo nccesorio que es cljuramcllto. &". Pero se dirá que cada uno pue:le renunciar los (lereehos que le confieren las leyes, ft la que contestamos, en llrimet' lugar, con cl siguiente principio, establee,do por notahles jurisconsultos: ":'\io es válido ni obligatorio el pacto juramentado que se hace renunciando á un derecho qu~ no es puramente personal, sino com(lIl á todos los individuos de un cuerpo, clase ó estado, porque tal renuncia se considera nula." y en segundo lugar respondemos con]aun~ que: "El pacto prevalece sobre la ley cuando la ley no disponc sino en fa var (leI estipulante; pero al contrario, la ley prevalece sohre e: pacto cuando sus disposiciones se refieren al interés del Estac:.o," cuya doctrina está en armonía enn este axioma de derecl1o: jlls lJl1hlicu11lprÏ1'atorum ¡metis mutnri 110npotest; "el dcrecho público nopuede ser altenlllo por pactos (le los partieula\'l~s." Ahora hien: ¿quién no verÚ que la instituciÔn dcl recurso de fuerza no concede un derecho puramente personal, sino común á todos los individuos dcl e!'hlllo eclesiÚstieo y otras personas? Y así mismo; ¿quién no reconocerá que esa instituciÔn no sólo se refiere al interés particLllar de los ciudadanos, sino también al supremo interés del Estado, y que por consiguiente es una de las bases del derecho púhlico que no puede alteran1L' en virtud de pactos privados? Siendo, pues, la instituciÔn dd recurso de fuerza \.1I1a(le las manifestaciones de la soberanía del Estado, toda socie(lad Ó pacto que tenga por ohjeto eludirese recurso, inCUlTe en un delito'de lesa soberanía, porque es una protesta ('ontnL un atributo esencial del poder público, y un hecho que ¿¡l'usa la invi:ulos intcrpusil'l"OIl n'curso de fuerza l~n vÎl°t 111dl'll..'ttal dcl'l:u',#¡ In Corte SU1l1Tll1:l q1lc la autoridad c:d(·sjftstÍt ..'a hnCÎn fucrza!->j IlO ntl)J'~ah:l la apdaeit>ll l'Il lllUhos l,fl'l'l.)s; pero d arzobispo St' n.'sistió tí. l'OI1<..'c(h.'da. El S lprt't1l0 Trihl1tl:d lo (,'()1I1pt'!i(1:1 l'lIo, inti1l1:huloh: el t..'xtraÚamiento y ocupación (k tl'l1:pOI"H1idndcs. :'\1 as esta l'(ltlJl1il1:H:~("l 110 hizo n:lrol'(.'lh.'¡' al diol..'l.'SOlIlCl: lllt1y It:ios de t':-¡ l. s;.' 1·.,:tl~·ltl th: IIIl lllt.do 1\\(1:-' S()h'llUll' S arro~allle contra la :lllto1"Ï(l:ul civil. y f(':lgrn ~'(J (,1 e;¡sti~o dt' los c.::lll(,ui.l.!:os. dl·•... lan¡l1~ <lolos sllspensos Ji (/il·;ois,': lneurso~ l'Il lodns l:IS ]lL'Uas l..'st'lhh:ddns CollLrn l()s qut' l'tlll'lt'nu l'1 n~l.'ursu de fut..'rzn. Los l'an6nig-os, suhyugados pOt' el u:rror. <ksistkroll de SllS gl'slinlH's, y proll'starOll s111l1isi6nal pn:lado. Y la Corte SUPfl..'tl1:ldit. por tl..,!·tl1În:uloel nst1lllo, qlH'd:llHl0 asf (ll'Sl.'OllOddn In autoridad cIe eSe 'Trihunat, hurtados tos anulado :r vil'toria (le.'la l'J t'ceurSl) ùn~el Estado. (1l' fltt,t'z:l, proclamada b flH.'rus dd g"ol,k>J'uo l'idl, Iglc.'sia 1IItru1l11.1ntanu.80- 20-J. LA Lut 1l1~L I't:j.;hLO. tenciÔn de hacer que prevalezca la autoridad eclcsiástica sohre cl poder ci vil. De los principios::: de los hcehos consignados ('11 ('ste ('apitulo se deduce que el Estado debe garantizar el ejercicio del recurso de fuerza, removiendo todo lo que {l él se oponga, El )l0der pÚblico se halla cn el imprescindible deher rIe haccr1o, tanto cn rC\'indieaci(¡n dc las altas prerrogatinls de la soberanía, como cn amparo del derecho quc esc rccurso conccde:í los eiwbdanos, ¿De qué sin-e al Estado ser sobemno y tcner el derceho de tllieiÔn, sino lo ejerce en favor rle sus sÚbditos? ¿Y qué valdrb ;', e~tos quc ci E~tado instituya medios dc rcpresiÚn cOl1tr:l lo,: ;l\'anees dc la autoridad cclesi£tstiea, si no se han dc reprimir también las maquinaciones con que ella procure :mular esos mismos medios? En tal ea~o 1;1 sobcranía y la pnlteeei(m dd Estado son Hna quimcra, y los derechos del ciudadano ulla completa ilusi(>I1. CAPITULO VIII. Suprimido el fuero, ó separada la Iglesia del Estado, ¿debería abolirse el recurS(1de fuerza? Examinemos esta cuestión bajo sus dos puntos de vista. La aholiciún del fuero no es otra cosa que el sometimiento de todos los indi viduos dc la sociedad, sin cxccpciÚn alguna, Ú 1,\ jurisdicción ordinaria ú com(lI1. V el rccurso dc fl1l'lï~a "cs la rcc1:l1uaciôn con quc la persona que se siente injustamente agra"iada POI" algún juez eeksi:ístico, acude aljuez sel'ular implorando su protccciÚn para que disp::mga que aquel alzc la fuerza Ó viukm:ia quc se hace al ngraviaco." (Nu\". I{ce., ley la, tít. 2°, lib. 2°). Luego si por la abolición del fllerose supt"ime lajurisdiceiôn exeeJll:ional, incompatible son la mrturéllcza y fines de la soeie<lall, y se normalizn la administn.eíôn de justicia poniéndola cn armonía con ci principio de igualdad antc la ley; y si por la instituci(lll del recurso de luerza ~;e establece uil mcdio por ci cual pucda el ciudadano élemlir Ú la protección del Estado para hacer ccsar el daiio que le irrogue la autoridad ec1esi<'tstica en el cjen:ieio de sus funciones, es e\·i(]cntc que la abolieiôn del fuero no supone la del recurso (h: fuerza. ¿Qué tienc que hacer la derognciôn (le un pri vilegio pernicioso con cse recurso, quc es una instituciôn legítima, funda(la en la soberanía del Estado y el1 el derecho del ciudadano Ú la prot'xl:Ïón de la autol"idad ci\'il? ¿l'or \'l'nÜtra el absurdo rceonocimiento del fucro l'SUl Íntimamente unido al razonable recurso de fuerza, de tal manera que suprimido aquel deba también :mprimirsc éste? De ningÚn 1nodo. Pero se di¡-(t que abolido el fuero desaparec~ría la autori(lad dc la Iglesia CIl asuntos l:Ïviles, y (ille no tenicndo clla oeasión de haeer fuerza, es inl1eccsarill aquel recurso. Refutcmos este sofisma. Nlicntras subsistan las relacio.lcs de alianza cntre la Iglesia y el Estado, la abolición del fuero, que con voz imponen-te reclama la opinión ilustrada de los pueblos católicos, no la ha- 206 LA LUZ DEL PUERLO. r(lI1 los gohi,,:rnos sino aparentemente, poniéndose de aeuerdo con la Hl'dl' )Iont.ilil'ia (1). Siend o es Lo así, IJ ueda r{lI1 ¡;iem pre sometidos:í la.iu rise! icei(¡n cl'lesifi stiea los negocios ei viles que se rclacionan con la religiÚn, particularmente los asuntos mat.rimoniales, que, ft pesar dl' su caráeter esencialmente civil, los ultramontanos han identifieado con la naturaleza del sacramento, Ú fin de tener la sociedad hnjo su dominio. Por consiguiente, los funcionarios eclesiásticos pueden, como antes, in'ogar trasl'cndl'nt.ales perjuicios, cstorhando, por motivo de opiniones religiosas, la realizaciÔn de matrimonios quc acaso hagan la fèlicidad de las familias; declarando la nulidw\ del enlal'e conyugal, (l el dinlreio; negando In dispensa de nlgíll1 impedimcnto, y por ítltimo, procediendo con injusticia, siempre que convenga {¡ los inh'reses del ultramontanismo (2) sin que cl per.iudicndo pueda implorar la protccei(m {¡ la autoridml civil, ti cnusa de la aholil'i(ll1 del recurso de fucrza. (1 J yn nll.iell) y A~r hall ¡..:nhierno r. dl' !lel'll ha 01lt(,l1el" t'! dl'l l'l't'tll-sll j'ls l':IIIS:IS de S ,,:¡dll's de l'Il la :ínitl1o l':¡hildo:", l'sta ;l1is1ll:1 l'und l'i,'lll Fin:¡}uH'nll' lli:dl's. de.' los Hom:! p:tr:t qlle In ..•.ClIrll'S vl'l..'iulI (!t-nl'i:l enlt'<']n dd ltnpe.'I"io y SOh("':II1Î:1 piC-s tet1sÎll11(.'S \lltr:t111ol1t:ltl:l~ slllidtêlt1dll 1:1 \'l'lIin :",iOl1(.'~ :Ii ch-' :';\1:'"e.'ll\"i:ldIIS tnlL'i:l dll sill " •.•('i';lt-l',ÍClll\II(IS qll\' y dl' t'ol\t't.':,:tr :1l1l11:11'1Illi minislrCls :t1líl Cone Ii.' por ~lll'n' :í ta y l'",ll' la y t:llria (h' (.'olllulgé\1', gl'nl.:rrl la tit' la ni ]Hll' n'Jlt'thlk:ls l'1111('011(.'('. llltÎSPll p"l']as los. la ..•.l'OIl )lt'Oh'st:!'.; tit'll1prlS l1íllll'r :thlllido, lllle..' Sfltl l'xtr:t\'ngHtlL(' dl' dl'IIl:I~ S('l1- \1111..'(1I1,\·I1/.:l' 1'1111l- '1':111ill:"'I.·lls:tlqpnll'l'clÏ1I1:t.'ntll l'~l;td() e.'1\ 1lIe.·1I le.' prl..'- p:tra Iltl('~tl) hál'Ïét no ~lll'e.'lk StI ind{'JlCll_ Lns Ins ,-I¡S,I·, t'Îdl~t;.7.:\t'il)n, de.' :tllllSIIS, atl'ndtHl Hal1tia.~o, hl...·.•..1\a \'n III qllC n·tro<.'(·dklldo:í \'an~uardia g-ohie.,t'I111 =,ll~, l'llf-l::kn cie }{o11la ~/III) 1l1t1lI"Ï11lCl. :thdil':11Hlo l'omhíltkndn lin, de.'qll': '\(.'~<I~":\\·'I'IT' (kn'dItlS n,:¡ll'¡hlicas,t·tl e..""l<l'!l) .'" (Il' lQS :l~l1nto'; n'ptllllit'allO~ I,¡s:tnal<.'lllíl:'; p<lni (.'Olll'.'ól'lo, dl...'!"Fcn'tlt..·:\ITi]", I..:IS n'IHíhlil'f\S () l1:Jttl_ ..'io, pnH1H'te.'l') (h' 1:\ mkl11- ch- Ju ..•. tida. ~\I}lrl'l1la SI'::\(li(.I·.' cil' los l'\1antÎ:t lH'l't'T"og:¡ti\':t cOl1l1l..'ie.'lltln Ill' pní .•:.'s si ~''''''l' :I1'J¡:tl'i11 IIIt1dl':--:" ckf(,ll':t, ]0'; ICI:'" illlJll'rios Sf~¡JI) 11alll:tn'll1os jI"uJllIlle.·i,'1 (1Ie.'t'/';I; pl'rll y In hIs (le...' •• (·l1l'1.itlil tIt-I Estado. Jlnra n.'forlll:lr stlS Cl~ldi;.!()s y h:lch-ndll 111~ illlIH'r"¡n •.• ,Ïuzg'alldo y castigando:i J...:t~ ." llntllrjo:.;; dl' I'tlhllt':tl.'i(·111 de snpn':-;iÚn (¡1H'dc.:n t':\al't;l:lH'l1t~' c..'lt', (Ihl' ..·u,,\cnt(l~ re\"indic:lvic'111 :llS iT11p~·t'if)s cnl()t'tíndl)~(.' J11ido l'1lIll'1J)I'l'l'l'ptll q:1'l"1 y )lnpél: la s~'a ci l'anIIL'\'ar tota\ "il'ados: qUl' :kl~1·I'I<E~.I0 :I!'.,:'tlTlOS •.. ,tltll d.iuzgéltl1kl1to l·OtTl'SPOlld hO,"líl Al:.:l11nt1ia~ ('~t~"lllnlinilrjlls, dt' tli\'tll'\'itl th- de :,rreclt·:lrs·.· y fn,(,·tl(·l1tl's UIl I'n'lIrSl1 .Id y ('ll- l·njltki:lllli(·nt()~. la sIlIH:riCln's l:s (.'()l1tinuétl'(¡,n l't:l:si:istil'tl, sin E\;l·lls"d(ll· (~l l'orrespt)lHk pn ..•. :l t'Il ]loutilicl' l,.',\'l'~ l'idks, ('<1:1(1m('dia: ~;í1do l'n dd tI,," 1:1 r~'p(lhlil'<l, de..':'p~'l:Ie.'i()nl·s ~·tl l·1 ultt':l11111l1l:lllisll111; ;11ï',.';.:lo fI las ,:1 y qut' dl' l':\mhio Chi1.·, de ('S)H..',.:ia1.,,:on {'ons'.=ntÎmi JlrodslIn's (,l'>:silÍstil'oS ~·apl'llatti~~s. qllc Brasil :í los papd 1:1 :\fltlil'~t·e.'l1cin t'uero ('(,)<.ligo su t,-ihun.d'"'s cle...' sus S~':l l'I l'l'ksi:ístil..'c,,, dl'l del IDS pfi.rr:)Cos.l'ualql1icrél t'l1:tl!.'s ,'I·'-Se.'1\ solin' ~,). sn. S7 y ss. ;Uuc: ellntr~lsll' d (le...- d:'1 pr,'..;:de..,tltt' a)¡tlEdl')lI lH"l'sle ol,ispos, qtH' todos ti. qUl' :1los 10:-;flll1L'Íol1:lrios tí n·forma m;sii"n ('Il chilc...'noh'prOt1H,·tC.·l'l\ ntril111,n' Ins la para g:llllic.:rr:o cil' t,-ilJlIlIílks la pl<,'nipotl'lH'iario ch':"'11 ~;¡T1ti.t:lfl 11;11-:1 ohtL'tlt.'r' '1ul'los £tilT n.:púhlkn hal't'),"! "~'ll¡:tlllH'lItl'l() lIlillisll'f) P'lllt l'l'lt·sitítico:",.\' e..'OtlOL·e.T;índe SIlS :tI\\:":I'" Chile dd .'" l'IlnICjllit'o. ••.~c..'lIll's dipllltll:'i.til·flS, de till y:¡ch'11lfÍ'; 111<tIIl':ïl todlls y Tlll\'ilJlll':-O. ROllI:, l'I'imÎtwks r:II':%:1 dl"llll'g'OL'jl qut' fi I'r'l)"l'l'tada.c.:l cil' flH'l"%:l: los '-:trin:-o !H'!'ll1i:,o il•.. · illl.:l:nét1" t'! lill :1l, •• 1I01:1 n'fonll:1 hl-OS •• l:l1YÎ:llln dill t.'1 ;¡'~l':\\'i:Jllq IU.l.u.l':i 1t:t1I!"Ía LA LL'Z DEL 207 PCEflLO. AdemÍls, si abolido ese recurso 'Iuedan los funcionarios eclcsiásticos COli una amplia libel"tad para prol'l'der irrl'spollsal)kmente en materi,l"111atril1lonial, punlen eon esa irrl'spollsalJilidad dar un funesto pábulo il su co("ieia. 1'01" tjemJllo, ~i un tCI"cero promueve juicio (le nulidad de un matrimonio, por no haherse dispensado alg(tll impedimenta dirimelltc, la curia podrÚ nega l' Ú los cÓnyugcs la revalidaei6n que soliei len, si llO a hOllan una enntidad exorbitante pOI' la .-1ispensa. De e~ta suerte se les coloca en la angustiosa alternativa de ó satisfacer la suma quese ks cxige, quedando tahez hundidos Cil la miseria, (¡ resoln'rse Ú una dolorosa scparaeiÚn, ~;neritil'ando sus InÚs íntillJ:ls atCl'eiones, sus intereses y cI porn'nir de sus hijos (1). Y \as víetinws de talcs injusticias ¿no (\eberÚn tener ren¡rso alguno para evitar trasLCndentales peljui,~ios, implorando cI amlmro de la autoridad civil? I'ar otra parte, los obispos obrarÚn diserecionalmen te con sus vicarios (¡ pftrrocos, im)Joniéndolcs, \'. g., contribucioncs para enviar dinero Ú Roma, y destituyénclolos de sus h~nelicios si no cOllsignasell la cantidad sei'1alal':a, porque así lo dicte la l'OIlciellcia cie los prelados, ex formé/tu cOIlcicllcin, sin que los ag-ra"iados tellgan la facultad de ocurrir al Estado, ni ésle la de n ..integrarlos en el goce de sus den~chos, una vez abolid,) el recurso de ftlerza. Ell drlud de.esa aboliciÓn y cx f(Jrm¡¡iu COl1cicIlcin, plldr{ln también los dioeesanos, extnl\'ialhs por 1;1~ illspiraciones de un falso ccIo, (¡ excitados por J1H:zcuinas pa~iones, nlllllnr!:ts ganlntías constitucionales, persigll iendo las sociedades secretas que son de insti tllciÔn' ci Yil. Al efecto harfln reyi vil' las antiguas hulas por las que se excluye de los actos externos dl' la religi(¡J1 fI los miemhros de esas socicdades. l)e tal suert.e que cx JurJlJflln concicncia pollrÚn los funeionarios lie la iglesia ultramontana ilTogar vejftmenes é inj'Jstieias tI los que sospcchan ser masones; podrán negades cImatrimonio, lanzar\os dd templo, prohihir1es el ministerio de padrinos, scpararlcs de las hermanllades y de todo aquello quc, t('niendo un ohjeto oslellsil¡lemente religiuso, se refiere fI las I-clw:ioncs lie la \'illa s()eial. ¿Y de estos atentados nu tendr:¡ ci ciudadano derceho para ()cu:Tir (1) tIlt.'t'nhh·s LlI:-:'"Ilides ejcmplos sOS ;il111g0S fIt-Ins dl' estl' TlH.'dianlc ptH.'1I1()~ l:attJIÏl'os. g(:1H:I'O: )ltTO L'Il (.'1n..·l·l1r:~o fi la Cu!"una. parlicularlllcllU..' ('Sl' ill pt'¡-iu 1()~·"il'1 J~nlsil. sc h<l11 lT}lrilllitlo 1I(1'l'l'l..'li l:lU ÎllIIU- <'::-'l':llld:dll_ J.A LUZ nEL I'l'EflLO. al Estano, ('n quien existe el deher de garantiwr la liheri,HI de conciencia y la de :lsol'iaciÚn? (1) l'or Últil11o, a(111 aholido el fuero, la Igksia mantend rÚ sicmpre sus curias Ú tribunales, fI título de .ill risd iccitlll cspirtiual, l'OIllO ÜI1l1hién la facu1t:uI guhcrna ti,'a ell' los ohispos, y :'11poder olllnÍllH)(lo en los casos dc visita. \' COlllO L'n d cjercicio de L'sa Illisllla .iurisdicciÚn plletIc ahusar ]a atÜllt-itL1d ccksi(ltica, aÜ'nt:lI1do conti-a lo~ derechos eiviks del ciudadano, COlllO lo hcmos demostrado ell los l'apÍtulos :lllICrion':-., l'S indispcnsalllc que el Est:ldo, en eUlllplilllicllto dl' su tlt-I,,'r, tellga un 1l1cdio panl t'Cprilllir l'SOS ahuso~, l11alltcniclldo :tll'li:l'to el n'l'llt'SO de fuerZa. 1·:I,dli",pll ti I dt' I~n·¡lt· Il.' \"1",' qlll' Illl IllTll~'lldI\H'I'. •.ll,llisJlIl ("'11011':1.I" :'1':1 ("I ITtlll''';t1 1.:1 :tlltndd:r·1 dvl de .\livlltr:l'" l:l,: .. ;Ji.!..:il:-OVII ck trill¡'l llÎZll sllhrl' In :tl'l'q ..J:ll" flïISlr;llll'('''' dlld;Hl la dt. 1,.:-, l':ÎII"1l '·'I"¡.!;:lll" vi', •.••t·"lIh 111,'1";' ..•• l;I~·II:1 1:1:-;' till .•.•:1...;"d:H·illlH·~. illll.TPll l"1H'sti'-1l1 Ill- ...ivI"II11 d ":Il" :i h I·.·~·""·;ll ¡IIH'I;1 III di"'Cll'í:111 1:1 111:1tt'1"i:l.st,ll) 1111:1111:111"':1'·'Illt·¡I¡;ltlll·i.l: fh· .•.l'Cl..•tit'! Ill'" qlH' ci ,';'Vt1t'Stl il1:t'1'Jllll"~t" P:l1'l:l'IH'llt:ll"i;¡S l'J"lll1lllll"Ï:Il"l'11 .•• ; IH'I'lt'II~''''I'I':í de 111:1..;,,)11'''' d l'"l l'Ilfr:'llí:, dl'l:l~ y I,,~ng":I\'iados :--~. c·:.:I111il1:1h:1ci :1..•lInt(1 1-1."; t.·;ÎIII:II·:¡"; I" ..• 'flIt' dt" I'lll'l·:'::l. c)hisPll l-:H'tT lll'ollihi,", illlilll;ílld.¡(I..- ;11.'':'111111 P:l!":l illtl'rtlil'ln; Îlll}lITiíll 1'1 tvrlllll'f;;ul LI l1'.·Q-,id:l'l sv ,", illl"IIll\'\'lli"l1tl· hiS dl'l'l:lI'(" d nr:lsil. ('Il I: •..• IllTlll.llld:ldt"s, dl' •.•. ·111:1 l11;l~{)Ill'¡-i;1 :li':1l1·;¡ "llt'llllll":dl:11! tlllllTS pl'lll I:l' 1'111· •.• 1..·11 lllÍvll:hnls :-:i.t::llk",,,·llls rt· ...• !I ..•.• li\·:1 t;llllllit~;1. I'h s ,·if'. lOll ..• 01"1·:1\;II·i'I"' . cid "<Tl'il'1l1 Ih' l""l:,i;"::I;t1't'llIIlS ~..:qL¡t'l"ll••, qll'("l\ tl·Îlll:h' L'r'll,~.:ill d¡ E·dl.!". l·llt·I1··1I1t· ... d;..;.t·I\I" .•.• II .. '[11:' :lIl11i 1:ls si.~l1it·llt •• 1':1':r11··.1'"dl' '1'1 illl·.;!l .•..... t·Il:IC!III": "'"illlnl'l'l d LI"; •...• ill Illl ("'1l1111l"i1l11isfl ¡J{, :I\"lu'n!1I 1111;1 ill\';lSil#lll ,it·ill dt'1l'lI(h'l" "'11hIS dCllllill;I)S ...•JI(·rstlll:d:~,., Ct'!'l" ptll"lPll' t;r:lllf:1 (·f'Il qllt' llil:.~_íll di",clllf" l·lt se ll:ill:lh.\ t'slIíritll En qllt' se l,;tllí:. l':\I':¡ da h::l.:q ;d (":II11(:n. (." hacer d<.' l'ot) ..... ]h'~'Ï1' :111:1l'ÍII'I:rd:tll" d(' I Pis:t1r y E:l1p.·r:rdnr'. L"i\"il. del •• l Il- 1t:1- \"Ï;;oe'lll,h- .It' 1...• ; rill": ;tI St' diri.~if'l • .\' 1l1'.:.· ••• lll Est:!·I,¡ l,Ill l, l'ILlll, llt'\'!:I""1 E . :t .." dicl:l:ll,'l1 Pe.:na!. de d apt·oh:tflo. lilliSI'll. )¡:II'it":ll(\lIh' 1'l'l"Il:l1l111lIt'f' qu:.: till Ill\{' ..• ~. JlI'V..;.·lll(1 t'Tllt'llllt-l' :IÇ()111}l:lil1.11l111J~· 1:1 \'Ïsln :\1:1:-01'1 }ln'L¡1l1) autoridad qll~' 110 Jllll' dl.' 111:(.-"0d~' ¡It' C'OI1t't}/, C(l(li.~¡) :-:tls :llri:HIl·illt1CS :-'tll'lllldIH·l:t. la t'1I1l(1 "·:llf',I;(·II. ",l':-' 1#' Sil S "'l'l, Tro1lo.) dd illl!H:rÎfl !jIH' t'.I:l se 11:1111:1 111:I-';Q:l1·.-(:I.l· ... '111:( \TI':I:r'h'r;( 1:\ st'~·t.'¡('ll1.Id lid tld t'l'íll";Il, 1*111\('1' c'l'l.· ..• i:í:·-tit·p. l'1l1:1 s(·..• it,1t dt·:.!7 del at'lit'ld,)s 1l1illi-.;~nl C:-'llitli11litado «Ul' Ins dd :lrldtrÎIl p()d,·;i. 'lJll·()Il:lr." 11It'lls.l.ir 1:1]ll'l",id('l1l'in d ¡PH' '·l'SpOll·lh-sl..' tenía illlp:trdnl cl('lt'l1idfl t'flllSlTlll·Tlt·i<t. \l11:1I1t' S\l"; illl\lII"l:llll"s l'tir ci\"ilqlll' COllS('.ifl de.:t'tÎnist,·os, incurso l'h-nc) Consl·.k. de.:l l·::-:tndtl? 1111:\ :"H'Îecl:1I1 1:ll'Olll('sl:ldtll1 lk:-';llllt~S ell.' lilt ohi:,po :dtn':ll' (lIlÎt':lllh':I:V ...• 1I 1IIt'I\111:1C¡Il;I'r~' efllltl'illllir:d /t lH'I':t'll('el' 1:I'o"IIH·(I.P1TSidt'T'l •. lid d,¡ .... t· 1Il1:! h",t"lll:ll1;l.tll. l·;,·i1. l'CHlll··q:l otn'.ieL n:t'otlod:t dl'! FL';'l':l1 '11ll' TI:I fllh' t'\ dl'l:1 i¡...:L-:-oi:t. ~1'lllt~¡:ll1tl' tI':' d t:11 cId d •.· jl1 :1l'1'f1~::llIl'i:l obispo. p:lI':1 'llll' imp:.:rio, ...l~ci:l. d .•... prt':-;o l'Il l"t1:d k dill". d quicl1 LI l"l'dl1jo J"(·li.-....:iIISO I'risit#lll ar:-;l'nal •• lk ti ;!llhi:"!"I111 lihr:I";:' H.f;1 J:ltlt'inl. £It' l11<lr'll:t. t'lllll'clI':nid:lc1 t'll11 tr:lh,l.in, sf#,ln:í. pr;~itlt1, \'hla] fray d s::l1ll·lll·j{ Ùfl .• í ,,'I1:1ll"ll :,it(l:-l dl' d di,#. 11l~:Lr:i. !JIll' r\H'Sl' condtl"'ic1n I,:~tn quiuÎ.ndull' (>1Î\"lT:I. ()llh.:po dt· flit': t'lIll 1\11/ln'n'lcl I.L_~¡'¡ .;117.,:.:-,,10 l'1 :Il·t. Sl'l1lt'Il"'i:l l'l tl'nJ¡;I.:o. l'l':'I1:11111I1It'1) po,' ~In dd filé d :í l;t t':lpi- HtlJ)1·..• tllO l..'f#lc1i.~:rl Pt'n:d att'Il11:ld:\ l'ondena t'n la 1.1·¡ ..• i/'1 ('C111· dl' t·f¡Tti\",lllll'l1lt· fI\l' r,q·l.¡!l-za pllr d T"illllll:d 'lI':lsik1':lllptT:I- eSl:í t"llllll'li{'lldll dl' ).!Ul'ITa lit' ~;.;l .Jtléltl. l'ol' idél1tÍl'lh Jl\"Il:~ qlll' I.:. l'l de \'.1.~tl:lrdia Plflli,'n!" d rlhi .•.• l'tI ch- J':lrói Il:. sidll .iIlZ¡..:;plcl y t':lst:,:...::ld/1 :Î 1:1tttis:na l'~'r,l:llllhIH'n, l1:IIT:\l-Îc',-l de t·;.;!liS SlIt'l·Sll ..•pOI.e 11<:1 dud;lrl:IT\O l'I"Hr"ll)'" de ¡¡yalllT" l1l:llli¡i('slll IklllS f:l1' lillisI'd 1-' l' ·~·'_lr.:" dl' .... rI ·'·.~;t ('~. 1:1"';1_· LA LUz DEI, l't:IWLO. Consignemos en fin, una refiexi<in fundada en la ley. Segíl11 la No\'. Ree., tít. 2°, ley 17, el juez eelesiÚstieo hacer fuerza de tres modos: 1° Cuando connec en causa m('ramente eonsi~ruiente no estÚ sujeta á su jur:sclieeiÓn. profana, puede que por :¿o Ct1;I11c!Oconociendo en causa de su atrihuei{lll, no obscr\'a en sus t dImites el !11~todo y forma que prescrihcn las leyes y los eftnones. :~o Cuando no otorga Ins apelaciones que son admisibles de derecho. Ahora hien, ¿acaso con la aholici{lll del fuero se al~ja el peligro lIe que la autoridad eelesi{lstÍt:a haga fuerza de alguna de estas tres maneras? En efecto, Ú pesar c1eesa aboliciÓn, pucde la cUt'ia conocer de nsuni..os meraml~nte profanos, confun(liéndolos con aq'-lellos dc su competcncia; puede faltar en las causns de su atrihuci{m al llIl-todo y forma que preseriheu l:t;.;kyes y los c:ínoncs; puede flnalmente negar Ins allclaeioncs quc el derecho concede en las sentencias pronunciadas pon:ljuez ee1e;.;i{lstieo. Luego si aÚn abolido el fuero ~ubsistiría siempre el peligro de que los funcionarios de la iglesia hagan violencia Ô fucrza, debe subsistir Ülmhién el recurso por medio ddcual se l'\'ilen los mnles que clla PïO(lt¡l'l', De las razolles pn:l'("(lentes se cc,ligp, que muy lejos de suprimin~l recu rso de fuerza porIa supïe~;iÚn ciel fuero, se le dcbc mantencr en lodo su vigor. {'na \'ez ahllido ese recurso, aquello que perdiera l'~ ullramontanismo ell nH'leria de fuero, la reeuperaría superahundanlemente l'nIa falta de t'evisi{lIl cie sus fallos yen la in-csponsahilidad cil' sus actos. ¿Qué II: importaría {¡ la Iglesia ultramol1tana que con la supresiÚn (lel l'llCI'O no sc le permit'ese juzgar sohre materias de pequeoa importancia, cuando se dejan sometidos Ú su jurisdicdÔn los asuntos matrimoniales, q'.te son de la m{ls alta trasendencia social? ¿~2ué lc importaría la abolición del fuero, si con la suptOesiÔn del recurso 'de fuerza pueden los ohispos ohrar irresponsnhkmcnte contra el ciujadano en nombre de la lé y de las costumhres? ¿Qué le importaría, en fln, esa :tholiciÔn parcial, calculada para contemporizar con los intereses ultramontanos, si en "irtud de la supresión del rccurso de fucrza nsegura el poder eclesiástico su omnipotencia y la impunidad 210 I_A Ll:Z /lEI, PUEIlLO. de sus fallos, desde <[uc el Estado no podría ya rcprimir sus <L>:unces? Si estando yigente ci remedio contra los abusos de los funcionarios ec1t'siÚsticos, irrog-an estos frecuentes y cscflndnlosas injusticias, ¿qué no suee(krÍn si sc le aholicse? ¿Vu(> sería dcl infeliz sacerdote, entregado sin ampan> ni pn>t.eeei(lIl fI los apasionados caprichos del diocesano~ Aholir, pues, el recurso de tuerza, dljan(lo suhsist.cnil~ el peligro de que la autoridad l'\.:1csittst.ic a iHogne injnstici:¡s dl'tmscendental consecuencia, es aholi¡" d remedio sin <[uehaya (Iesaparecido ellllal; es faltalo al impreseriptihle deher dl' tuiei{¡n del Estado para con los ciudadanos, y alterar de ese modo el sist.ema de organizm:i(m social, con gra n~ detl'ill1l'¡ü, >de aquellos; es romper ci haluarte <[ue los defiellde contra las tropelías de los ohispos, y deja¡' al den> inb"ior, que J(lIïl1:LUlla IHlI"te de la sociedad, expuesto, sin recunm ni esperanza, (I las arbitmriedades y humillantes n-:jm:iones (kl despotismo episcopal; en una pa1a.hra es sacrificar la sohenlllÎ:l dd Estado'y l:\s garantías del eitHladano, <[ue son cll'al:[(li()]1 de las lihert:uks p(lhlicas. :\0 cs, pues, ex t raÜo lJue la sagacidad dl' la l'Uda romana, fI cuyos consl:jos no asiste ell'spíritu de Cristo sillo el espíritu de Loyola, consil'lIl:1 Cil la sllprcsi()\] dd lilcro, fi cOlldici(m de que se suprima simu1t(lnl'amcnte el reeun;o ell' rllCtI~:1. El gohierno <[uc propone esa eOlll1iei(JI1() sc SOll1dl' ti e1la, CI)mete un atent.ado de lcsa autono1\lía llal'io11a1, ahdil·:t las aüihul'im1es pri\'ati\"as <¡uc ticnc d Estado p:l1"a did:lr StlS leyes con indepcndcncia de todo poder n;:tr:ll-!O, y se }¡;¡ce rl'spoJ1s:thlc de l:ts cmcrgcl1ei:u; qtlc l'sa ahdie:lci{¡ncntr:IÜa, y (k los males qtle sc 11esarrolkn contra el ciudadano ('11la m:'ls fi.11lcst:l escab. Il. Partiendo del P¡-inc1J)lO de <[tiCl'1 Est:Hlo dcbc ampnr:lr al eitHladano toda ,"ez que los (kreehos ei\'iks de 0ste se hallel1 amenazados, \"ca1l1OSsi dehería snprimirsc el recltrso dl' fi.lerza por el hecho de la scpnraci()\1 de la Iglesia y ci Estado. Esta separ:u:i(l\1 signific:1, en Rtl radica] selltido, la complet.a independencia de esos dos podcres, 11:1 ll1:ldos tl realiza\" los r('specth'os fines con que han sido il1stituídos. De tall11anera que teniendo el Estado por objeto la felicidad temporal ne los indi- LA LUZ DEI, PL'EIlLO. 211 viduos que constituyen la sociedad civil, debe prescindir en la absoluto de la que se refiere á los destinos de ultratumba. Asímismo siendo el ohjeto de la Iglesia la felicidad eterna de los indi,"iduos que constituyen la sociedad espiritual, debe prescindi,"completamente (le to(lo lo caduco y perecedero, para no elllharnzarse con atenciones agenas il su misión sobrenatural. De aquí se infiere que la separaci(lI1 de la potestad tempond y la espirituaI no sÍ>loconsiste en la derogaei(lI1de la al ianza celebrada cntre las dos, sino ademÚ~;en que la Iglesia renuncie Ú todas las ambiciones y vanidade:Hle este mundo, Ú fin (le rehabilitarsc cn su prístina santidad. 1'1.'1'0 si aun rota la alianza del Estado y de la Iglesia, no se rompería la que ésta ha hecho con el cspíritu de vanidad, de arrogancia y de soberbia, que es lo que le dÚ el carÚeter de ultramontana; si pOt"consiguiente abusaría siemprc (le sn potestad espiritual para acariciar las tentaciones de la ambici()n, ó para hostilizar á los qne no se sometan á sus miras, en tal caso la separación de la Iglesia no sería sino aparente. Habiendo el ultramontanismo echado profundas raíces en el campo de la política, el mero hecho de la separación de la Iglesia y el Estado, aun cuando sea un paso gigantesco y de trascendental importancia, no produciría sin embargo una inme(liata y radical reforma en la Iglesia; quedaría ésta siempre con sus habituales tcndencias Ú ht (lominaci(lI1y al despotismo, tendencias que idan debilitÚndose muy lentamente COll el tiempo y la constante represión (lel EBtado. Mas al principio de la separaciÓn, por la mismo que ya no pocHa dominar al gohierno, procunuía (1cspotizar con m{IS ahineo al ciudadano, hacicndo valeren favor de su autoridad de~;pótica toda la inHueneia del fanatismo. La separaciÓn, pues, de la Iglesia y el Estado no curaría instantÚnea sino paulatinament~ la llaga corro~iva que el ultramontanismo ha abierto en las entrañas de la sociedad. Si terminada la alianza entre la Iglesia y el Estado, debería éste prescindir completamente de los negocios espirituales, no se sigue de allí que pierda el derecho de tuici(m, ni que deba entregar Ú los ciudadanos al peligre de ser injusta é impunemente ultrajados y pe~judieados por la autoridad edesi{lstiea, pennitiendo que ésta ejerza Ú mansalva una acción extralimitada, en nombre de la jurisdiccIón espiritual. 21:! LA IXZ DEL l'1:EIII.O. I":esidiendo, pues, L'nel po(h:r temporal, esencial é in manentemcnte, 1:1.fneultad de "igilar todas las ebses dl' la socie(la(l, y el imprescriptible debcr de amp:lr:lr los dcreehos ei"iles del ciudadano, quienes quienl qUl~ Sl'an sus agn:sores, el Estado no puede abolil" jnmÚs el reellrso dc fllerza sin renllnciar rt su propia soberanía)' sin faltar :í ese deber. ¿Se alegarÚ que en "irtud de la sqmraci(JIl del Estado y la Igksia, ésta no t.endda ea la so~'icdad otro puesto que el que tiene cualqu:era profcsiÔn dl' Ii: Y qlle así como no ha habido Ill'· <.:csidad de establecer el reellrso de fuerza contra 1:1.sextI-:t1imitaciones de los ministros protestantes, por cjemplo, no la hahría para que su bsistiese tal recurso respecto {¡ los obispos ca trJlicos? Pero est.e razonamiento es manificstamente sof1stico. En los países ent(¡lieos ci protl'st:l11tismo, (¡ cualquiera otra profè. si(m (le fé se reduce fl lIna parte mínima, que forma tina pequeña colonia en el orden religioso, de la misma manera qne ele:Jt.olieismo cn los pucblos dondl' prepOl1(ler:ln otrns en'cncías. l'or consiguiente la fr:¡cci(JI1 protl'st:ll1tc que l'esidL' en nJ('dio de lIna gran mayoría cat(¡lica, lL:ios dl' extralimitarse ni provocar las medidas represi ntS del Estado, SL'porta como un huésped cn casa ajena, con la mayor llloder:¡ciÚn y I-eSpeto hrlcia los jefes de ella, así como lo hace la fraeciÚn cat(llic:l resiclenL' en medio de mayorías protestantes, islamistas, L:te. Todos los países, a un aq uellos mismos donde se ha esta bIccido la lihertad de cultos, tienen una religi(¡n preponderante, (le lo qlle s(llo está exenta In confeckr:lei(¡n de los Est:lClos I :nidos, por la ranlcircunst:ll1eia()e que desde su primiti\"!l fundaci(lI1se compusieron L'SOScstados de coloni;¡s cie dif(:n'ntl's en.'t'lleias. sin <[ucjamÚs haya prcpon(lerado ninguna (le l'lias. ¡\~íe~ que al eslahk('ct"sC la libertad (le cullos en los países eatÚlicos, mediante la separacÍ{lIl de la Iglesi;¡ y el Estado, ellos que(lerían con sus mismas creencias y con su mismo fanatismo, porqne ni esa lihertadni l'sa separaci()I1 producirían tTvoluei(m alguna en la conciencia. Y como el ultramontanismo se ha encarnado en la mayoría de las soeieda(les cat(¡licas, desde que estas se han educado y nutrido con sus mrlxilllas, la separaci(m cie la potestad espiritual y la civil no lihraría al Estado cie la presi{¡n ultramontana. El po(ler temporal estaría siempre expuesto á la dominadora influencia que los ohispos eat(¡lieos ejercen sobre la sociedad, los cuales abusando del prestigio de LA LUZ DEL l'UEnLO. 213 su mini~terio, inculcarían m(lximrls teoer{¡ tieas y a \'asallacloras; conn:rtiríall, como sicmpre, :a iglesia de Jcsucristo en un palenque político, creando en el se:1O de la sociedad falanges ultramontanas con e! calificatiyo ch- partidos catÓlicos. De esta suerte, aún separado e! Estado de la Iglesia, ésta procuraría c1eyar {¡ sus adeptos Ú los primeros puestos de la I{epública. Luego, en "irtud de esa separación no asumiría la Iglesia el mismo puesto que los protestante~:, quienes, sienrlo extraños en el scno de una socieda<l catÍ>lica, n,)~jercen como los obispos ultramontanos una influencia política en nombre de la re!igiÍ>n, ni ticncn Üilltlnales para juzgar con estrépito judicial é imponer castigos de trascendencia ciyil, .li yisitall los pucblos IlI'oponiénelosc castigar por causa ele malas costumbres. Cna sociellael religiosa que se ~neielTa en e! santuario de lo espiritual, hace sin duda innecesaria toda medida de parte de! Estado. Pero una Iglesia que tiende Ú centralizar en sí todo poder y Ú ejen:er una acciÍ>n hostil contra los que reehazan sus miras, una Iglesia seml:innte haec indispensables los medios de represión ciyil. En esto no il1\'ack el Estado los dominios de la espiritual, pues no se propone 'intervenir en las creencias ni en la disciplina, sino Únicamente ir'lpedir todo aqucllo quc pucdc pcr:iudicar {l la sociedad fi al CiUdadano. SECCION SEPTIMA. Después de haher dilucidado algunas cUl'st.iol1l's político-religiosas, ensayemos la solueiÔn del m{ls import.ante y tra~Cl'ndental prohlema-LA LIBERTAD DE E:\~EÑ¡\:\%¡\--csa lihcrtad quc l'S la sín tesis ele t.odas las lihertades, Elcnicntns de di\'crsa naturaleza impidcn ellihre desarrollo intelectual. T' nos emanan de la Iglesia .r ot.ros del Estado. ~i la enscÎwnza l'SUI hajo el absoluto dominio del gobierno, ya no cs lihre; y si ci poder. pÚhlico prescinde completamente dl' l'lia, cal' cn manos del elen) para sel" atada con las cadenas del ultra mon t.an ismo. Estas dos faces de la euesti(l11 se hallan tan ínt.imamcnte relacionadas, quc no sc puelle hahIar de la una prcscindiendo de la otra. l'or consiguientc encsta sccciÚn nos ocupare1l1os de ambas, con la rapidez que exigen los límites de la Jln'sente ohnl. I'ero ante todo sentemos la hase ltmdaml'l1tal del prohlema, consignando algunas ideas preliminares cn onlcn (I la eicncia y al legítimo podcr que dehe represcntada y dirigir Ia cnsl'l'ianza, CAPITULO I. Soberanía é independencia de la ciencia. Reseña histórica de la enseñanza. La ciencia ~jerce un ilimitado imperio en todas las esleras del ser. El unÍ\'erso físico le perten('ce, como tamhién elmuudo moral. Las n:laciones de los hombre:s entre sí, las bases de asoeiaciÔn política, las importantes cllestiones sociales que se han ~mseitado y qllc se suseitarÚn en el curso de los siglos, todo cst;l subonlinado Ú la ciencia. Ella se encarga de investigar y desenvolver los grandes principios, y deseuhrir nuevas senùas al espíritu humano; y por (¡}timo elevándose {lIa causa primera, determina los debercs del hombre para con Dios, para consigo mismo y para con sus sem~jantes, y estahleee los fundamentos de la n:ligi()!1 y los de la 111(,ral. La cicncia cs, pues, un p()(ler soberano y absoluto que fund;lndose en los eternos principios dl:' la filosofía, sc propone resO\\'er el \'asto é indeterminado llroblcma de las cOSas. Tan gmndioso ohjeto justifica los derce:lOS de la eicncia Ú una completa lihertad 0 independencia. Ella no puede someterse sino Ú la verdad, que cs la Icy de atracción en el mundo intelectual. Por eonsiguicnte la autori(lad eclesiástica ó la civil le son eompletamcnte extrañas. Cicrtamente, si por la cicncia llega el hombre á descubrir cn lo moral las leyes de su destino y la maravillosa armonía <]ue existe ¡.:n medio de las vicisitLHlcs y aparentes contradicciones; si la cicncia desarrolla cn el ordcn político los principios universales y propone {I la aeti vidad del pensamiento los prohlemas de cuya solución dependc la [':licidad de los pueblos; si en el orden religioso la ciencia comunica luz y solidez á las crccncias; en una palahra, si la ciencia e!; la condiciÓn esencial pnra que el astro de la venlad ilumine con sus resplandores las esfcmS de la vida política, moral y religiosa de los pueblos, es e\·idente que ni la 19lesia ni el Estado pueden restringir, con su intervenciÓn en la enseñanza, el desalTollo de la ciencia sin violar una ley fUl1oal11entnl del génem humano. 21G LA LUZ DEL l'VEnLO. II. La lihertad de enseñanza es un princII)lo rcconocido desde la 111:18remota antigiie(lad. Los griegos la prodamaron, y la suhlime cultura inteledual del oriente fUl-{Iehida Ú esa lihert:H1. Empero, diferentes causas influyeron en la (leeadencia dl' las ciencias, y (lieron lugar:í. que en la eelad media la enseiianza se redujl'se {l la cscoJ(¡stica, () sistema teolÓgico que tu vo su origen en las cscudas eelcsiÚstieas fund:ulas por C:¡rlo-:\Iagno. :\Ias l'Il el siglo XII Ahelanlo y sus discípulos tntll<'jaron vigorosamente contra ci eseolasticisll1o, {I fin de libertar la enseiianza del dominio de la autoridad edl'si:ística. El grito de emancipaci(m literaria resonÓ en la Italin, y se fundaron las universidades de Bolonia, Padua y Salcn1O, con indepcndencia ciel podel' eclesiÚstico; y progresi nt111ente fueron forl1l{lIldose gran(k's centros de instnllTiÓn independiente. De tal m:l11cra qllc d primer germen de la liberta(l dl' enscÙanza, depositado por el gl'nio y el ,':l!or, y fan)recido por circunstancias lI..'lices, llegÓ tí. desarrollarse eOlllo un {(rhol qtle, rompiendo las ligaduras que impidcn su erceimiento, extiende prodigiosHllll'nte StlS fro1Hlosas ramas. Los prÓceres ell' la indepcndencia literaria quchran taron ci yugo que pesaha sobre cI entendimiento, y procuraron iniciar á la juventud en los verdaderos fundamentos de la ciencia, derrocando las dodrinas tradicionales de la Iglesia. l'ero contra este movimiento (le emancipaciÓn se dcsplegaron las hostilidades del podcr edesi{lstico. l'ara frustrar las tent:1.ii\·as reaceion:lrias de ese poeler y defenderse de StlS ataques, los gnll1<lcs focos de instrtlcei())1 se pusiemn bajo el amparo del Estado, qtlien procur(l aliarse íntimamente con Ins uniyersidades para n'Chaznr nI enemigo común. La enseñanza afianz6 desde luego su lihertad mediante la protección del Estado, .Y éste consoli(l(¡ su poder con el apoyo de las univcrsidadcs. ~Ias tan pronto como, en virtud de esa misma libertac1, se ilustraron los espíritus y reclamaron las rcformas con venien tcs en las instituciones ci "ill'S y políticas, el gohierno se propuso p~rscguir á los qu~ trasmitían dodrin:ls contrarias {( su modo de pensar .Y :í. StlS cO;1Yenicncias. LA IXZ DEL Pl'EULO. 217 Desde entonees el Estado siguiÓ el mismo camino quc había emprendido In Igksia, y de protector de ]a libertad de ensetianza se eonvirtiÓ en timno de la intdigeneia. I'ero e] desarrollo que se ]wbín efectundo lwjo los auspieios de]a libertad, ya no permitía qu~ la razÓn se sometiese ft ning(m poder tinínieo. Por consiguiente se estahlcci() una ]ueha permancnte entre la autoridnd que subordina la cnsCÎwn7.a y los dctcnsorcs de ]a independenei[l intelectual, ]ueha que se sostiene coil ardor en los países donde la inteligencia no ha ahdicado StlS dercchos. De td manera qlle la enseÏinn7.a se elH:ucntra hoy con relaciún rd Estado, en 1:t misma situ:eiún qlll" respecto rI la Iglesia, se encontrÚ en In t:poen del renacimiento de Ins 111l:es. Entonces luch(l para indepc1Hlizarse del poder cclcsi{lstico, y se puso hnjo la tutela del Estado. En la m:tc1:t1idad lucha contra la opresi6n de] tutor, y reclama su completa indcpendencia, para impulsar el desarrollo de]a civili%nl'ión. Ef'ecti\'amente, los puehlos no 11:ln nY:I117.:\(locn 1:t scnda del yenlndero progrcso sino por mcdio de la libertnd de l'nseñnn%a. La suma de conocimientos cn on.cn ií los derechos cIcl ciudadano, la propagación de las ideas rci..?:eneradoras Y las hucnas instituciones sociales, cstft 11cn 1"[\%ÚI1 (Il- l'sa IiI)ertnd. Ello cs l()gico, porque cuanto m{IS libre se ellCttentre la inteligencia, tanto más remontar:í su vuelo sohn- la:, regioncs dc la ,·cnlad. E] estudio del humano destie o y la ohservaeiÚn de In vida soeÎalmanifiestan cada ve7. más ':Iue, no perteneeien(lo la ciencia al dominio de la Iglesia ni al dd Estado, la cnscÏinn%a delle estar independicnte de toelo pode'. Esa independencia cs c!'encialll1cnte necesaria para qllC los pucb]os realicen importantes eamhios, en virtuel de ]a lihre prCl]JngaciCJn de las ide:ts. :\las donde no hay ¡¡bert mI de U1SCllél11%a,rcitwn principios estal"Îcnarios quc n'sish:n con fucr7.a de inercia {¡ toda il11~ovnl"Î6n import[lnt<:; y }¿\S rcfornl:ls que se }IHlpOncn ]Jor el pequcÏlo círculo ele espíritus ilustrados, son rCCha%:lclns por la opini6n ele una l11a'yorí[~ educnda cn el exe1usivisJllo dl' doctrinas reaccion:uia!'. La libertad ele ensuianza es el fundamen to de todas las libertades. En los l;:lí~cs domlc dJa no {xiste, los derechos del hombre son quil11t:rieos, y el pueblo no es sino un instrumento de los que la dominan. El marasnw en los espíritus, la decadencia intelectual, la ahyeeeión y c:1 fanatismo son la consccuen- LA LeZ DEL I'l'EIlLO. cia del dominio qlle la Iglesia ó el Estado ñanza, como la manifiestan el testimonio la expcricncia contem]>ortí nca (1). (1) t!CI:-:. II I';lra tI mois <.'tJ~:("fl¡tI1Z:I. IJril':1 <:OI1\Ttll'I.:1"Sl' Ilu'nos ('sui tut hnl"ta :1I111('11t(' hlo lin lh-.~:lllC) ti. lin doctrillilS nlnf:J,l:ts Ilrt'lkn' l'l'lIar 111;,',,11:1 sllhyugad:, ll'li1l'Olllph:l<t (:ll11l!Uílt"tt' cid tróll1ql1ilo su", (:"llen:ls, r~'dlll'Ídil :í. Ulla l..'ol'l{llna JlOT l'1 l'ClinT .' dn:'poli~llI() ;Ta1 SlT\'idIlIlJlll't< Elll'~l' ECIl,lt!llr. ('S la y 1:1 tTihuIW rt.'li,.:;i()fl sÎtlliu.'i(JlI l'Il st'r\"itlll111hl'l' scrdlislllo. :dl:-:.ohtti ..• t:l~.I:1 ~()n 111:1s('. pUl'hlos la polît i•... a lilt r:11ll0111 Illlstl':ll'j('1I1 S los 1:1 1I1ólY(l1" (j I11l'nOl' Sl'gt"lll ulla f:ln:lti7.:lCllll':IS leyt·s 11(:'lllt' pn'i.ctÍ<'ttllH·l1l(' ó111.\Tl'los, ejercen sobre la ensede la historia y el de :111:( pais S dl' Ja tltl 11I('dio }lilfs !,ólról donde pÚ- el Pth,'- 110Sl' prop:q.::11l Píll"1ólllH'ntHri:llsl'1 de..' till S(' ('I1t'tlt'l1tn' ill~trth.Tic·)1I nlllsigllÏt'f1t{' :tllí C0ll10 11Il'1111:; :ltrólZ<I_ quc n:q lJIH.' ti, el dl'!:I Jlllt'1Jll1 t'lht'1Ï:IIlZíl :-:.iti. S4I- l'st:i CAPITULO Il. La sociedad científica. Su organización. La ciencia se desarrolla por la inteligelleia de los indiyiduos q 11~la cu Iti van. E3tOS s~ Inllanlig-ados Ciltre sí con \"Íllenlos de un fin eom(lI1, y constituyen una soei(~dad, en la que por la mutua pan~ipaci(¡n de ideas se dilata el horizonte de la inteligencia. La atnH:ciÔn qne sohre ésta ejerœ la verdad, debe tetwr un centro social l'Il el fi tiC se coord inClI los met lios COll\'ell ien tes al desarrollo cien tífico; v mien tras mas vasto sea ese l'entro, y mayor la eohesíón intcl~ctual de los que lo ferman, 111::"tS rÚpidos serÚn los pn)gresos del humano entendim iento. Todo movimiento expansivo ,k la intelig-eneia, todo siste ma trascendental ha salido de una sociedad, formada aunque no sea metS que entre ci maestro y los discípulos. La manifestación de las idcas por el Ílrgano e"e la palahra ponc en agitación las corricntes magnéticas (kl pensamiento y rcaliza gloriosas conquistas. Aristótclcs no hahría brillado en ci firmamento intelectual, ni sus doctrinas hahrían tenido tantos secuaces, sino ]lorque l'II sociedad de enseÎlanza trasmitir) {l sns discípulos aqnellas dcvadas concepciones qlie, tomando su orígen en las ideas de Platón, fueron desen\'tleltas en ci estudio de la natura- leza. JI. Los que se dedican al cultivo de la inteligencia son otros tantos ciudadanos en la repCtbliea Iiteraria, y constituyen un Estado" un podet- que comunica 1" luz de la ciencia Ú los dem{is po(leres. Por tanto, es preciso que se organice independicntemente para regularizar sus trabajos y llenar su elevada misiÚn, dando un yigoroso impulso al cksrrollo de los conocimicntos humanos. De la misma manera que la socie(lad civil y la espiritual han eOllstituído su respecti \'() pocler q l1e las represente y dirija, la sociedad científica debe también constituir el suyo. Al poder civil se le llama Estado, y al espirtllal ~~'lesja ¿y qué nom hr 220 L.\ U'7. DEL I'I'EBI.O. dehería dán;l'k al poder científico? Xinguno le ('on\"Ïene con m;Ís exaditud l{¡g'i('a !jue d de {'lIin:rsÙ/;II!, pues siglliJil'a la di. n:rsid:lI! de l'onul'ÍmieIÜos, de opiniones, de dol'tl'inas, (k sist(:mas en la lIllidad de aeciÔn y de ohjeto, Si en b vastacilTunfc. reneia de las ideas los espíritus in\'estigaclores toman (listintos rumhos, todos ellos tiendcn, sin emhargo, fI un centro comílll, que es la \'crdad, Estos tres poderes son l'seneialmente in(kpendientes,:: de· hen ohrar dentro de la esfera tra:wda pOI'la especialidad de su fin. Así ci poder ei\'il () estado funeionará in(kpe\l(liente1l1ente eond ueiendo los pue! ¡los al lJil'nL'star tempur;( 1, sin ingerirsl' l'Il la rcl¡giÔIl ni l'Il la L'llseïIaIl1.a, El poder l'spil'i lu:t1 () igksia uhrnr{¡ de tin modo in(kpl'l1dil'nLc l'lleamill:lIldo!:ls allllas ri la hi('lla\'l'l1tunlll%a, sin illte1"\'l'nil'l'll lo tcmIJOI'alni l'Il la illstru('eióll profan::. \' el poder eil'l1Lífico () uni \'ersidnd procecJerá COll i1Jdl'pendcm~ia 11irigicl1(10 bs inteligencias hnl'ia 1a \'erd:\(I, sin ml'zdarsl' l'Il la administración polítil'a ni l'Il la el'ksi(lstil':l. La l'iene:a no tiende {¡ rl'stringil'las pri\'ati\'as atl'illt1eiolleS dclcstado {¡ de la ig'ksia sino rI pOllerlas cn l'laro :: cstahkeerlas sohre una hnse fundamental. Xo teniendo pOI' llhjeto domi. nar, sino in\Tstigar la \'l'nlacJ, la ciencia garantiz;lla legítima 1¡h.'I'tad lo indl'lh'nrlL'I1L'i:Lde los de11l:is poderes,:: ks SL"'I:I1:1 su rl'Specti\'aesfenldenel'jt'¡11. ~()Ialllente la cielleia puede e~tallkeer la armonía ('nire la l.L:k~i:t Y d Estado: s(¡)o ell:l plled(' ('(¡)Ol'arse L'n la halallza (k los intel'L'ses soeialcs, para sl'r\'ir (IL- eontrapl'so Ú pretcnsionl's exdusi \'as, {¡ tcndcneias rdr(¡gnlllas, 111. La organizanon del poder eientífieo debe efloduarsc L'on al'fL'glo (I los prinL'ipios COlllunes, Todos los !JU(' cOllstituyclI la sol'Ïedad dl' las Idras, esto es, los ci ud ada nos dl' la l'L'pliIJliL'a literaria, tiellen dereeho de sufragar, eligiendo á los que dehen eonstituir el L'Ul'rpOuninTsitario, {'na \Tl. efectuada la elceei(¡n de los miemhros de la uni\'l~rsidad, ¿:stos Ikber(ll1 dar la eonsti tUL'i(¡n (1e1est:lllo eien tífieo, elegi r, eOIl a rrL'g)o {¡ db, al presidente de ese estado, é instituir un senado y una academia. l'ara que launi\'ersidHll pucda ohrarexpal1si\,:tI11L'nte sohre la esfera de la república literaria, rleher{¡ instituir, ('n las pobla, LA Lt:Z DEL I'l'EBLO. 221 eiones notables, centros universit.trios y estos ft su vez constituirftn funcionarios subalternos en los pequeños pueblos. Organizado así el cuerpo universitario, circularía la viel•• de la inteligencia desde las grandes ciudades hasta las Últimas aldcas. Esto es la que reclaman los ir,tereses bicn entendidos del ]lueblo. El dcstino cIel hombre tiene di\Oersos puntos (le vista, y cada uno exige instituciones apropiadas ft la naturaleza de ellos. , ;VIas por desgracia no se ha so~pechaelo que haya un poder cientHico independicnte, {¡ pesar cll~que es la fuente de todo poder y de toda independencia, ni se ha pensado ol-ganizar el cuerpo docente bajo un sistema de Iibertad. El egoísmo del Estado, las pretensiones ultramontanas y el atraso en ma teria ele instituciones sociales, no han permitido n:conoc('r las verdaderas relaciones que existcn entre ci estado político, el eclcsiÚstico y ci científico, ni la línea divisoria que separa los dominios de estos tres estados, siendo la mÚs deplorable que la uni\'ersidad s{¡Jo ha si(lo consielerada como un instrumento ell' la iglesia (¡ del po_ der civil. Cuando dependió de la p¡-imera los estudios liten:lrios se reelujeron (t la cscol(tstica teolÔgica; y cuanelo depende del Esta(lo, esos estudios se reducen fi tina especie de escolfistica política. El poder universitario tiene el ~,acenlocio de la enseñanza, y no conviene que suboreline su acción Ú ninguna \'oluntad extratia. El Estado, l'0l110 guanliÚn de los intereses sociales, podr:l exigil' todas las pruehas que la sugiere su amor Ú las luces; podr{t desplegar la vigilancia que requiere la necesidad de mantencr- ci ordcn y prOIl1O\'cr ci pn>greSl)j pero dehe recunocer la indepcndencia de la uni\'ersidad y garantizar sus derechos. IV. La eonstituciÍln (olelestado científIco dcherÚ estar en perfecta armonía con la lihertad de enseiianza. La misi(lI1 de la univel-si(lad no es la de propagar estas Í> :Hluellas doell-inas, sino la (le promO\'er ci dcsenvolvimiento de todas, Ú J-lnde que ln juventud que aspira Ú la instrucción ~uperiol-, se inicie en todos los sistcmas. Xunea adquiere la ventHl mÚs soli(lez en el espíritu, 222 LA lXZ IlEL P{'EIlLo. ni se establecc en él una profunda con \'iceión, sino cuando se examinan los crrores de una doctrina. De tal ~uertc que s(¡}o por e11ibre estudio de tOllo cuanto han pro(lucillo e1corazÚn y la illteligencia podr{l11 los jt)\'elleselevan;us sentimientlls y sus ideas {I un orde11 superior, La unin~rsidad no se ha de convertir en una oligarquía literaria, porquc, como lo manifiesta su 110mhn', ella es ln {"l'pres~ntm'iÚn de la universalidad de conocimientos, (h: dodrin:Ls y opiniones. Si ci po(kr uni\'c"sitario limitara la lihertad <le estuclios, se Jlondría en eontradieci(l11 consigo mis1l1o, y cOllvirtiéndose en un resortc de ealamidm1cs, arrastraría los puehlos {I Stl decadencia. En la plena libertad intelectual tiene la uni"ersi(bd su razón de ser, y restringir esa lihertad sería ohrar contra la existencia misma de la instit.uei()n universitaria. CAPITULO III. La libertad de e'nseñanza en sus relaciones con el Estado. Ya hemos visto que la ciencia, por su :I1tn..dignidad'yln. grandcza de su ohjeto, no puedc cstn.r suhordinada (I ninguna autoridad. Ella constituye un poder moral en el que se cifra ci pon·enir de los pueblos, y tiel1t~por consiguiente derecho para exigir del Estado los medios n'~cesarios á su desarrollo. La acción interior del poder científico está fuera de la esfcl'a política; pero los elementos e~teriores pertenecen al orden eÎvil, y el Estado tiene ci deher de sulwenir á las necesidades materiales (le la enseñanza por medio de dotaciones ó de un PI'csupuesto. Lejos de subordinada, dehe ci Estndo pn'starle sus sen'icios, fomentando la instnteeiÔn, (t fin de que se ensanche la esfera de los conocimientos y se dilaten los dominios de la ciencia La educación es un elemento que obra eonstimtemente sohre la existencia política y moral de los puehlos; es el supremo interés de la sociedad, al cual e!;tán sul>onlinados los ùemás. No sÔlo constituye un derecho individual, sino tamhién una imperiosa necesidad social. Y si bajo la proteeciÔn <lelos poderes políticos <¡ueda garantido el ej~reieio de ese derecho y asegurada la sn.tisfaceicl11de esta necee:darl, es evil1cnte que la enSeJlélnza dehe ser pmiegida por el Estado. Si Ins miras de éste deben con verger á un punto céntrieo, que es ci hien de la sociedad, y si la educación es el soherano bien de los puchlos. el Estado faltaría al mÚs sngrado dehcr si prescindiera de la ensei'lanza, alejando rIe ella ¡.;;ubenéfica inten'encicm. Luego la eùucaciÔn p(tblica (lehe estar hajo la constante protección del Estado. Pero ha tic ser una proteceiÔn desinteresada, sin otra mira quc la <k llenar un richer, prol'unlt1do por medio <k la ilustraeiÔn el engrn.ndecimiento <leipaís. La inten'eneiÍln del Estado se ha lIe hacer sentir cn los beneficios que (lispense, )' nÔ cn las tn:tl>as que imponga. Si interviene subyugando la enseñanza, entonces la protección degenera en tiranía. :.!2·j· LA L1:Z ))El, I'[:EBLO. Dehe, pues, el Estado interYl~nir, lTeanllo planll:ks (lL-ec!u· caeitlll; pero no prcsLTibiélldoks dol'trin;!s ni métodos. Dcbe proÜ:j{'I'la l'llSCll:l1n;! fOll1l'nt.;índol:t; !lI;!S no dche l'lIsl'llal', porque no tiene una Illisit'll dOl'l'nll-. Dch~ prOl'unll'l'1 prO,L:TCsO(le los estahkeil11ielltos literarios, beilitÚlldoks los IIlL'dios IIt'Cl'S;!rios, ]JCI'Ono I:neargÚnc!ose de dirigir su mareha. Toeh ingerencia dl'1 Est:tclo que no esté ell anlHlllí:1 COll sn \'cnl:ukra 111isi(l!1l'S {'¡1ler:lll1el1tl'l'xtrai1a, y lIe,!.!·a:'1 ~·"T tll!:1 tX:Iha que impide el lihre (lesarrollo cid ]ll'l1sa1llil'llt.l. I'reseindl'lleia {'o1l1]l1cta del Estado l'Il los siSll'IlI:IS, d'ldrinas y lllanl's de enseÏ1anza, y l'Il todo lo qtlcescnl'iall111'nte ]JLTll'oo l1l'ec Ú las lltlll'iolles dl'! porkr ulli\'el'"itario; asidua \'igilalll:ia y proteeeitl11, planteando pOI' <lo quieraesetlelas y eolcgills, euidando dl' que bs pt'rS(lIl:ls eOllsagradas fi h l'llst'iiall7.a Sealll'Oll1l'etl:ntes Újuicio (le la ul1i\'(~rsidad,exl'itHndlJ]lorllJ(los los 1I1ediw: posihlcs la e!llubeitlll litcraria, eientífil'a y :¡rtistil':l, :Il'or/ht\do eondel'oraeiolll'S hOt\o,-ílil'as:í los que instituyellcst:lh!t-cilllit'll' tos partieul:m.'s (le l'l1Sl'IJall/.H, yayudÚndo!cs con :¡]gllna suh. Yl'lleitl11; he aquí lo qUl' illetllllhe tI la alta misitlll del Estado. En m'moní:\ con L'St.OSprint:ipios esiiÏ la doct.rina de un llotnhk pul.lieista. "El Estado, dice Ahrel1:O:, dl'he, l'onsa· gr:lndo t:lln1plctalllcntc el principio dl' lih~>rt:lll, mantener eOI1las rcnt.as pÚhlicits la t:llst'ÏJaI17.a, huycnelo siel1lll1'e dd pdignl de hacerse juez de las doctrinas que se proli.·sl·Il ..... El Est:lllo es el rcntista Ú :lllmillistnldor gel1enll de In sociedad, y dehl' suministt-ar:í torlas l:ts t'sll:ras de la adi \'idad soei:tl los medios necesarios para su cxist.enl:Ía y rlesarrollo." II. Ilay sineml1argo, qnlel1t's sostcngan que la l'l1scilanZn ddlL' }1crInall('ccr hnjo la tutela dd Estado, fUlld:'tllClose cn qUl' si (ostc la eostea, tiene derecho de dirigida, y aleganelo el pdigro ell' que la ig'ksia u1tramontal1:l sc nporlcraría dt']¡¡ instnll'l'Îlín Plí. hliea si l'sta Sl' e11laneipara del podel' ci \·i1. Dicl'll :lllclll:ís que el Estado [nltaríit nl pl"imL'I-O de sus <ldK'rt·s, si llt'rmitient qUt: CUl J:¡ lihcrt:ul (le cllseÏ1anza Sl' prop;lg;¡sen principios er¡-(meos, ¡'or Últ.imo, alegan que esa lihcrt:uj cOllduL'l' ;'¡ la anarquía Cil las i(kits litcrarias .r en hs opiniones Jlo1ítie:ls, y LA LUZ DEL PCEBI.O. que es cont.raria Ú la tranquilidad pÚblica y Ú la estahilidall de los gobiernos. Pongamos de manifie~to la falsedad de estas objeciones. El hce1w de costear]a enseñacza no confiere el derecho de dirigirla. Lo primero es un debe, dcl Estado, porque como administr[:dor dl' los fondos nacionales tiene oh]igaeiÓn de emplearlos en bcndicio de la sociedad, y nada hay mÚs benéfico para ella que el desarrollo de lo~. conocimientos. ::VIasla segundo, esto es, el derecho de dirigir la instrncciíll1, pertenece pri\'ativamentc al poder unive¡'silario, porque tiene]a misión de ndtivar la inteligencia. El deber y ci derecho sail corre':ativos, es decir, se suponen entre sí, pero en un orden lógico. Así, el deber qne tiene ci Estado de costear ]a ellseilanza y sull\;enir it todas las necesidades sociales, supone lógicamente el derecho de administrar los eauc1nles pílblicos. V el deber qne -:iene la Uni versidad de contraerse al desarrollo de la instrncci6n, snpone de un modo lógico el derecho de di¡'igirln. AhsulT' o y contn1<lictorio scría exigir que el Estado costee la enseïnnza, negándole la faeu]tad de mlministrar el erario nacional; y también es absurdo y contra<lictorio exigir que la universidad se eonsagrc al cultivo del entendimiento y (le la ciencia, ne¡..:{Ímlole la facultad de dirigir la marcha literaria .. Si el cstado tu viera derecho de :lirigir la ense1Ï.anza porque' la costea, tall1bi~n ]0 tendría para oeupar una cátedra con el bonete de doctor en la caheza, y dictar alg(ll1 curso ó explicar una doctrina; la tendría, en fin, para poner la ciencia bajo cI ill!Pl'rio dl' sus opiniones, y erigirse en juez árbitro de la \'erdaù. Ahora respecta it <¡ue la Iglesia se apoderaría de la enseiianz;¡, si ésta se independizara del Eshdo, semejante peligro sería cfecli \'I) si el poder político, falÜ.ndo it su debel', prescindiera completamcnte de la instrucción p(¡b]iea y le retirara la sull\'cncií>n necesaria. I 'ero mientras mantenga una legítima intervención, fomental1l1o la cnseñanZil en todos sus grados, aquel Jlcligro es iluso1"Îo. A la verclad, si el Estado plan tea en toda la nacié>n cstablecimientos literarios, y los tiene en un pié hriliante por la alta instrucción de los directores y profesores, por la comoclidml de los locales y por el buen tratamiento quc se clé fi los alumnos; cn una palabm, si se generaliza y costea una bucl:a eclul'al'itll\ gratuita, 10'5 eclesi{¡sticos se limitarían á 226 LA Ll'Z DEL Pl'F.RLO. sus scminarios, sién<lolcs i1llJlosihlc c01l1Jld.ir con 11)ScolqÔos suh\'('neionados por el Estado. :\i hal)J"ía esa multitud dl' S,ll'cnlotes 'l\Tutun.TOS quc andan espl'l"ulnlldo l'lm 1<1l'IlSL'ÎI;l11za en los paÍsl's donde ci Estado no la !l)menLI h;¡Si<llIiellH'lItl', Ademñs, ci hecho de que la instrnl'l'ié,nl'stt!l,Jio la tutela Ilel Estado, muy I(~os dcscr tina garantía ]lara q\lC l'l \dtraI1l011t.aniSll1o no se apodcre de ella, es más hien un pdigro inminente. En cf(>do, euanllo los podcres po]ítieos SUr,~L'1lriel partido clerical y sc sostiene11 l'on ci e!l'mcnto ultr,lnlOllt;luO, el g'ohierno pone la enseJl<lnZlt en manos de la Iglesia, (1), y cneuanto Ú la ohjeeiÚn dl' que con ];¡ lihertad dl' eIlSL'Îl<l1lza sc propagat"Ían principios err(meos, f:íl'il es OlJSlT\'ar !Jl1t' lo sofístico de estc argumcnto e01\siste e1\ cllltli.llldir h eselll'ia rhesa lihertad con el ahuso que de ella se h<lg'l. La libertall de enscñanza no es sino la lihertad de la inteligencia; YCOl1l0 csta facultad del alma t.iene JlOI"ohj¡,t() la \Tnbd y nÔ el error, es c\'idente !Jue la lihre ensl'ÎJ<lnza IlO tiellde tI la propagaei(¡n ell' principios err(mcos, ni al predominio de Wl\leIlos extravagantes sistemasql1l' sehan iIl\TnUu!o para hUlllillaci(m y oprohio del cspíritu humano. :.\Iuy l<:jos de que con la lihertad de enselÏanza pudieran prop:lg:ar~e los e!Tores, por medio de dIa se les rec1l<lza y l'o1l!bate. Efedivamente en "irtud de esa lihertad se eX<llllin:lll y disl'ttten todos los sistcmas, todas las dodl"inas, todas 1<IsL'OIlL'CpL'iones del entendimiento, y dd examen y discllsiélll lWL'e la luz <¡Ul' alumhra el horizonte dl' la inteligencia, para que ¡¡rille la \Tl'dad con todo su rcsplandor. :\las donde la cnseiianzn !lO L'Slihre, pueden entronizarse falsas doctrinas hajo los auspicios (leI exdusi vism o ofieial. l'or ílltimo, toda libertad est,í n'glac1a por los prinL'ipios (!Lorden quc prescl"ihe la raz(J1J; y si para n'itar alJllSllS SL'propllsiera el Estado impedir el ejereieio de las libertadcs pÍ1hlil':ts, ¿qué sería rle la socicdad? Vinienllo, en fin, Ú la ohjeei(JIl Ile <¡ue la libertad (1e l'I1sCÎl:lnza conduce Ú la anarquía en las ideas lítenlri;¡s yen las opio niones políticas, y que es contraria (l la tmnquilidac1 pt'¡hlica y Ú la estabilidad Ile los gohiernos, m:l11itl.'stenws 'lUl' con este <Lrgutnento se proclama el dcspotismo intck-dual y el polítieo, (1) El Ecuado,- nos ofn.. 'lT Ulla I'nlt'lIn ch." e:"tn n.:nJad. Ell lS(' 1,:.í" Iii ill~l C$t.í bajo d :tb:-:olut'1 d()~\JÍll:11 dl..:l g'qJ¡;V:':!II. ,l' ( ...:t~. 1.'111:1('lll:"l':..:a:o:í Il "'>"'~Il·t;l~. rlled.·1I1 LA LUZ DEL PlERLO. 227 En efedo, si p<1ra estahlecer li1erariamente la unidad de ideas se requiere que la ensciianza no sea libre, la inteligeneia queda desde luego sometida al despi,t.ico imperio de las doctrinas que se le impongan. Y si para constituir políticamente la unidad de opiniones se proscribe IL libertad de ensefIanza, el pueblo se eoloea bajo el yugo de la (;piniÓn que le impongan Sns tiranos. Contra bIn funesta doctrina demostremos que la unidad de ideas en lo literario y de opiniones en la político, no se ha de establecer en fuerza de la eselavitud, sino mediante la libertad· !{calmente, siendo tl1W In verdnd, d::bería haher unidad en las id.:ns y opiniones. Mas para Ilcg-nr ft ese resultado es indispensable que el humano entendimiento examine libremente los di \'crsos sistemas y 110dri~las. Si ,.le ese libre examen resulta la anarquía, ésta es pasnjer<1, pues dia no constituye ci estado 1101"malde la humanidad. Yo entre 1\11despotismo permanente y una anarquía transitoria; entre un despotismo que estabJcce la inercia intelectual y política, y Ulla anarquía que conduce á 1m; grandes evoluciones clel pensanÚ~l1to y de la sociedad, ¿por cu:il de las dos COSéiSse debe optar? El hombre debe estudiar en la naturaleza humana yen la historia el llestino Ú que estÚn llamldos los pueblos. Si de allí ¡'esult:1 In din:rgeneia de opinioncs, y se estah1cœ una lucha entre los que se proponen realizar '~se destino y los partidarios de la política de resistencia, estos y no aquellos son la causa de la intranquilidad pÚblica, porCjue~·esisten al progreso, que es una ley deí género humano. Por medio de la libertad de enseñanza pueden los entendimi'~ntos hacer profundos estudios y efectuar el sineretismo de ideas y doctrinas opuestas; por nwdio de esa libertad llegan las mayorías it ilnstrarse y unificar sus opiniones; por medio de esa libertad, en fin, se constituyeé1 los poderes políticos sobre una base indestructible, y se cstabl<:ccn las instituciones socialeB que redaman los derechos deI hl)mbre y el desenvolvimiento pl'Ogresiyo de las naciones. Pero si por falta de esa libertad no se difunden las luces, ni se establece la armonía en las ideas y opinioncs, los gobiernos serán mfis ó menos el resultado de aberraciones sociales, y deberán ~;er constantemente comhatidos por las tendencias innatas tle progreso que se desarrollan Cll el fondo de la naturaleza humana. LA LVZ DEL l'VEIlLO. Luego la unidad cn la~ ideas literarias y en las opiniones políticas, la tranquilidad púhlica, la seguridad y pcrmanencia de los gobiernos, no se estahlecen con la opresiÚn y la ignllrancia, sino con la libntml que se propone ditilllclir la luz de los eonocÎ mientos, III. Iksignndos los límites dentro de los cnales (k'he intervenir el Estado en el importantc asunto de la illstnll'l'i('))] pÚblica, y después de lwher rcfutadol:ts ohjeeioncs qUl' se hacl'n contra la libertad de enseÙanz<l, pasemos it manifestar lus incon\'l'nientes que ofrl'ce la adopcitJn de planes o/ieiales. Si el Estmlo se convierte en jefc de escuelas .Ycolegios, y prescribe los reglamentos, las dodrinas y los sistemas de enseñanza, se estahlece cn los estudios una marcha rutinaria, llUesto que todos los planteles de instrucciÚn tienen qne obscrvar el 111is1110 l1l¿:todo y enseñar por unos mismos textos, pal'a llenar lo Pl'evenido en el plan uficial. Los pro!esores y los alumnos, vién(lose encadenados por la rutina, pierden el entusiasmo. Los primeros no cnseñanun curso, sino un examen: no se consagran it profundizar las Illaterias, sino ¡'l ordcllar métodos mnemÚllil'os. (1) Los sl'gundos admitcn maquinalmcntc las dodrinas quc sc ks CllSL'ÏJa,y sus tarcas escolares se reducen Ú aprender (le memoria los cuadernos {¡ ca tccismos que ks dan sus maestros, {¡ tal:vcz todo un lihro sL'Ïwlado l'omo texto. Semejante sistema no puede menos que produeir el desalient.o y una \,-,ompkt.a elll'ry<u:i()n '-'11 la illt.eligTllL'ia de los alumnos. Bnjo el yugo (le un plan ofi.cialllo se L'studian las cil'llL'i:ls, sino las cUl'stiolles hnnalcs, tratadas siemprL' dl' una llllSll\:t mallcra L'omo lo L'ompruL'ban los programas dl' ex:í IlleIlL'S,qUl' }Jrll1eipian y :IL'ahall todos los :¡ÙOS con las tnisl1las Jl;¡):lbr:l~;;, sin yariar mÚs que la leeha. De L'ste l~lOdo no puedc hahL'r sino \'ulgariclad literarin, por falta (le 110ycdad en las formas, de eontrnste en las ldeas, de origil1uliJad l'II los conceptos, de personalidad en las dodrinas y opiniones, (1) ~JtH' fayt)"l'CCII la lllt'llltlri:l. :'\. Tn:J. E. LA LUZ DEL PUEBLO. ::?29 La libertad en la adopción de métodos y de autores produce la competencia, que inspira una noble emulación, tanto en los profesorcs l'omo en los alumnos de los diversos estahlecimientos, emulación que pone en juego todos los resortes del alma, toda la ncti\Oidad de la inteligencia, produciendo esos debates científicos; esos certÚmene~. literarios que son como un gimnacio moral en que el entendimiento adquiere vigor, agudez, fuerza y encrgía. iVIas rlonr:e no hay aquella libertad, no hay com petcncia; dondc no hay competencia no hay emn lac:(l11; y donde no hay clIlulaci(l11, no hay movimiento sino parÚlisis inteletual. Pcro la interYenci(m (leI Estado en Ins doctrinas)" planes de enseiïanza no sMo es perniciosa hajo el punto de vista que acabamos (le examinar, sino también respecto Ú que estando la edncaci(¡n sistemac1a por el gobierno, éste puedc imprimir en l'lia el car:tcte¡· que le conn'nga, y prcparar la opini(l11 en fan)r rie sus miras. La c(lucn~i{)!1 es cl111edio mÚs f(¡cil para inclinar los puchlos al despotismo. En realidad, si s(' les educa de una manera que estén dispuestos Ú obe(lecer ciegamente, picnsan como le conviene al gohierno, y se mueven según la yoh1l1tad de éste. La expcriencia 10 confirma: cn los países donde no rigen sino planes de enseñanza oficial se ha l~onnaturaliza.do la indolencia públiea, y se han establecido hÚbitos de servilismo. CAPITULO Continuación IV. del anterior. Ilabiéndonos propuesto \?onsiderar la enseñanza en sus rl'laciones con el Estado, halJlemos de los directores y profesores, como también de la libertad de aprendizajc, y por Último de les exÚmenes y de los diplomas. En "irtud de la protccciÚn que ci Estado debe dispensar Ú la enseiwnza, está obligado no sÍ>!o :'l costeada, sino también {¡ yigilar que los directores y profesores sean id(¡neos. :\las la idoneidad de estos funcionarios no se ha de califica¡' en ,'irtucl (le apasionadas apreciaciones, sino por las pruebas que ellos den ante la academia unin:rsitaria, mediante un examen. El hecho de conferir la direcci(ll1 (¡ las e{¡tedras de los colegios nacionales, debe estar en armonía con el derecho que á ellas tengan los m{¡s capaces. Pcro ci grado de capacidad no puede apreciarse por el estado. l' n ministro cie instrueciÚn no es un funcionario cicntífieo sino político, y como tal no tiene en vista los intereses de la ciencia sino los del gobierno; de tal suet', te que el nomhramiento de diredores Ú profesores hecho por el ministerio, no recae en los m{ls capaces, pero sí en los más adictos al partido reinante. \' la causa de la instrucei(ll1 púhli. ca ¿deherÚ l'star á mercc(l (le semejantcs funcionarios? ¿] >odrá ser bien cksempciïado, por homhres sujetos Ú las yisicitudes políticas y al calor (le los partidos, un magisterio que requiere una eomplda independcncia para consagrarse tí. tranquilas y asi(luas meditacioncs? El gobierno, pues, eumplir{¡ con su deher haeienclo que la direcciÚn y las ciÍtedras de los colegios nacionales sc pro,'ean por oposiciÓn; pero sin inten'enir en la calificaciÓn de los mÚs capaces, porque esto pertenecc dc clcrecho al podcr uniyersitario. y en ellanto Ú los cstn blecimicntos particulat'es, el Estado dcbe cerciorarse de si los que en cllos funcionan tienen la n'specti,'a aprobaci(ll1 de la unin:rsidac1. La libertad (le ensciIanza no es la libertad de enseÏlar lo que no se sabe; y el gobierno faltaría Ú uno de sus miÍs l'seneiales deberes permitiendo que la LA LUZ DEL !'UEllLO. 231 sociedad sea presa de la ignorancia y del charlatanismo alucinador. lIna vez averiguada la capacidad deI jefe de un establecimiento literario, es indispensable '-lue tenga la independencia necesaria p:tra dirigirlo, El senado universitario podrá dictar las leyes ('()J1\'enientes en materia de instrucciÔn, y prescribir el sistcma general de ensclianza; pero sin destruir el principio fundamental de la lihertad, segím el ('ual los directores deben tener una amplia bcultad de adopté1 r en sus respectivos planteles el reglamento y los métodos qU~ les parezcan más adecuados, y (le funcionar in(lcpenùientel11cnte en toclo aquello que se refiere alcaq.~o dil'edivo. Sel' diredOl"l's de colegios porque son capaces (le dirigirlos, y al mismo t:empo hallarse limitados en el ejercicio de sus funciones prinltivas, es una manifiesta contnulicciÔn. 1)e la 1IJisma 111:1 nera, habiendo sido académicamente a veriguad:l la idoneidad <le los profesores, lichen (-stas ser independientes en lo <[lie concierne al prof(-sorac1o. Ellos han hecho estudios especiales en la materia de su respectiva profesión, y tienen por consiguiente el derecho 6e elegir los mejores textos. Aclcl1l;'Í, s, si clmaestro no es lihre para enseilar las doctrinas que, seglÍ n StlS ilustradas con vÍcciones, le parezcan lIJÚSexactas, y para establecer cn las aulas de su cargo el conveniente régimen (lid:Íl'tieo, no puede ser reSl)():1sable de lo que ensei'ia, responsabilidad que debe ser mu)' seycra, pues se trata deun asunto tan serio como el <lc inculcar en lajuventUlI las doctrinas y principios <¡ue influycn <le un modo dccisivo en el pon'enir del individuo y l'I1 el de la sociedad. Un profesor cu)'as opiniones no se asimilen con las del texto que se le designa, cnscñará neeesa:iamente muy mal. Colocado en el conHicto de no poder tra5mitir sus convicciones, ni de adoptar ideas que le parezcan Úd5as, no podrá impulsar el movimiento intelectual, y los alumnos quedarán sometidos á la scnil condiciÓn de aprender de memoria el tcxto scñalado. l'or Último, el hecho de prescribir textos no sólo es una traba para ia cnseilanza, sino tamhi¡:n un odioso monopolio que se haec <lc la inteligencia en provecho de los que espcculan con auto¡"CS privilegiados. Finalmente, es un acto de la protcctora intervención del Estado aconlm' juhilaeiones en fm'or de los profesores que ha· 232 LA ¡XZ nEL J>I'EHLO. yan sen'ido cierto tiem po. Lus que se consagran Ú la penosa tarea de la enseiianza, desempciIan uno de los cargos 111{tS difkiles, y se hacen acreedores fi la gratitud pÚblica. Los culti,'adores de la inteligcncia, los obrcros de la cducaci(>I1 que h:111 formado tantos h01l1hres íttiles {¡ la patria, tiencn un perfecto derccho fi que se remuneren sus inestimables senicios eon una suln'ención permancnte. El Estado, al otorgada, l:jerce un flCto de justicia, }' al mismo tiempo garantiza ci profesorado, porquc con la seguriùacl (le una pensi(¡n ,'italicia los profcsOITS se cont1"aerÚn s(¡lo {I su ministerio, haciC-nclosc cada '"l'Z m:ís capaccs é ilustrados, }' por consiguiente m{IS í¡tiles {I laju\"l~ntud. JI, En cuanto {I la lihel'tad de aprendizaje, es preciso quc ella no sea coartada ni pOI' el pr~)ft'sOl' 11i por ci Estado, Si el primero es libre para proponer Ú sus alumnos las c1odrin:ls que le parezcan m{ls exact.as, no por eso delle ljçrcer sobre cllos un despotismo pedag6gico. Los que aprenden tiencn derecho Ú exigir aclaracioncs, y cs menester !Jue clmaestro escuche las du(las de sus discípulos, que conteste luminosamcnte sus argu111entos, y que establezca UI1:llihre discusi(lIl, tanto para quc brille la solidez de las doctrinas que cnseiia, C01110para que sc desarrollcn las facultades inteleduales y ellcnguajc de los alu111nos. La prontitud en la eoncepci(lI1, la facilidad de hahlar el lcnguaje (le ln ciencia, ln Hcxihilidad del talento P:lnt tomar C(Jmo lin atleta todas las actitudes con\'cnicntes cn las lllchas litcrarias, son por lo general consecucncias feliccs de una constante discusic'm escolar. Considerando ahora la lihcrtad de aprendiz:~je en sus n'laciones con el Estado, encontramos que aún cuando éste (lche tomar las medidas mÚs eficaces {I fin deque los niïlOS concurran Ú las I'especti\'<ls escuelas () colegios, no por eso se ha de exigir que tollos los que aspiran á la carrera literaria hag-ml sus estudios según las f(¡rl11u1as escolares. Losj(¡,"enes que ingresan {I lin colegio (lL-hl'nsin duda someterse :í las disposiciones generales. Pero en ci easo de que ha. ya inteligencias autodidúcticas, es decir, que pue(kn hacer sus estudios sin necesidad ell' maestro, Ó si los padres de familia LA LVZ DEL I \JEnLD. 283 tienen á bien llevar profesores á ~;u casa para que los hijos se eduquen bajo la inmediata inspec:ión de aquellos seres más solícitos que todos los directores del mundo; por qué exigir en ta" les casos que los que pretenden grmlos universitarios se presenten con los credenciales de haber }Iennanecido cierto número de ailos en un colegio y cursado cn é~ estas ó aquellas materias? Basta cerciorarse, por medio de un examen, de las aptitudes y conocimientos del doctorado, sin :l vcriguar d(¡nde aprendió, ni en cuán to tiem po. La (lenegaci(¡n de valor aca<J.~mico Ú los cursos que no se hubiesen hecho en colegios nacionales, es una (le las mÚs odiosas trabas que se han impuesto re la lihertad de enseilanza. ¿Dejará la instrucción de ser verch,dera por no haherla obteni. do en esos establecimientos? ¿SerÚn las ciencias un patrimonio exclusivo dl' ellos? Resumamos. Para que la enseilanza sea libre se requiere que el Estado, l'omo representante de los intereses del pueblo, la proteja omnímodamente. sin invadir las atribuciones de la universidad; que ésta, en repres('ntaciÓn de la soberanía de la ciencia, sc ocupe de la marcha lit.~raria, sin limitar las facultades peculiares á los encargados de:a dirección y de las cátedras; que los directores se ciilan (¡ la qu,: les pertenece, sin restringir la libertad del profesorado; y, en tin, que los profesores nescmpeilcn SllS funciones, sin subyugar la inteligencia de los alum. nos. III Por lo que mira á los exÚmenes, la univcrsida(l designará, cn su plan general de instrucción,la forma como deben evacuarse. l'ero no existiendo en la corporaci(m uni\'ersitaria el poller coaetivo, ci Esta(lo, en virtud de h omnímoda protecciÔn que dchc (lispensar Ú la enseilanza, h:U-{lque se cumpla lo dispuesto por esa corporación, á fin de que en el tiempo seilalado se rindan con la seriedad eorrespondicnte, los exÚmcnes de las escuelas y colegios, tanto nacionales como particulares. Este es 11nasunto en que el Estado dehe intervenir muy efIcazmente. La perspectiva de un examen serio es un poderoso estímulo para mantener una conSi:Hnte aplicaciÓn en los alumnos. Adem{¡s, los eX{lmenes parc;ales de instrucción prepara- LA IXZ !JEI, I'l'I-:llLll, toria son otros tantos a\'isosque se d:í (t los padres de familia, para que sqlan que sus hijos tienen Ú nÚ las disposiciotlcs l'()J]\'enicntcs (I la profcsitlll que desean ahrazar. Comocl npro\'cehamicllto dc l:tjU\TnttHI intcrcsa Ii tClda la sociedad, cO]lYicne que los exttmenes scan públicos, y quc (¡ nadie se niegue el dereellO de :txamin:tL Si el examcn cs l1n:t fLIllciÚn de la i~lLeli,~encia, ¿pOt' qu~ no pcrmitir que l'Xamítlc loch) inteligcnte? Se delll', por tatlto, abolir el plTllil'ioso régimcn dl' lWCl'1'que s(¡lo examincn los que estÚn nomhrndos nI d\.'do. Esa prttdica tiene graycs inconYl'nientcs, siclldo UllO dl' ellos el que los examinadorcs oficiales sc pongan dL' acucrdo con los alttll1ll0S Cll lo quc sc les ha de prcguntar y lo qnl' han de n'spondcr, Úquc nI menos scan demasi:ulo indulgenh:s con los l'xnminanclos, causando así un gran~ pe~jllicio, tan lo {i cstos C0tt10 tt la sociedad, Conyicnt' tamhi{-n dcstetT:tt· de los l'stahlel'imil'ntos liter;¡rios la pr:ícliea dl' (111l'los profl'son's cxami11l'n :í StlS diseípl¡]os. Atln cuando cn dIo no huhicsl' fi'awk, sinl'mJ¡a]'go se da lug:¡r tt que el p{¡])lico sospcehe qnetoda la enseÙanza se n'duce tt las pn'guntas que haccn los maestros, sospccha que, sicncIo inc\'itahIe, c0111promdc sohrc mancnl el crédito dcl111isl11ocstnhlecimienlo. Si los alul11nos l'Olloccn rt fondo una lllatcri:L, ¿por qué no someted os :1 la prul'ha dc un librecxamcn, para quc oJ¡tengan un lucimiento exento de tocIa duda? ¿Sc dir{¡ quc no todos sahe1110s cxaminar? Pcro cstc alegato cs (Ien,asiado frí\'olo. Si alguno cxamina mal, suya es la \Trgiil'nza y suyo el dl'scréùito, Sill queen clio tengan Ius cxamin:tnclos pat,ticipncic'lI1 solid:! rin. 1\'. Respecto {i los diplomas, s(¡Jo diret110s que ellos SOli un:1 mcdida de garantía socinl, (¡ cie HIta polida prc\'t'nti\'a, y que por eonsiguicnte el Estado (lehe indagar si los que c:icrccn alguna ciencia 6 profcsiÚtt han ohteni(lo de la uni versiclad ci reSpl'l'tivo título mediantc un riguroso exÚt11cn. ¿Se ;u-guirÚ contra este n'quisito alegando que ('S un:! tr:!ha? Sin duda quc lo es para la prctcl1siosa ignorancia, quc es la pcor plaga de la sociedad; pero nunca pucde serlo para la inteligcncia. El homh re LA LVZ DEL PUrWLO. 23£i inteligente en la materia de su prolesión, considera el ex{¡mcll como una plausible oportunidan de acreditarsc y merecer la confian~a pÚblica. ¡Cutintas desgracias, cuántas ~ala111idadesse cvitarían si el Estado, en cumplimiento de su deber, desplegara todo el celo neccsario, ti l1n de que la socicdad esté servida por homhres competentes! CAPITULO V. La libertad de enseñanza en sus relaciones con la Iglesia. Elekro ultramollt:t1\O proclama insi(lios[lIIlClltl' la lilH:rtad de cnselïaIÜ~a. l'rd.cnde que esta libertad cOllsista l'Il la nbsoluta pn:scindcllcia dd Estado, de tal mi\1wra qUl' r;o illtn\'l'ng:¡ subv('lH:ionalHlo la illstrucci())1 pÚhlica, p:lnl qUl' dl' l'S(' modo desapan.·xcan !:ts escuelas y colegios ¡wl'ion:¡)cs, y Sl' ponga la enseiianza hajo el exdusi\'o dominio de la Igksin. 1\ la vcrdad, ni los auxilios de nlgunos gcnl'roSI)S nfortull:ldos, ni ci contingente con que contrihuyeran \as s(ll'iedadcs fibntrr)pica~, nnda de eso se6a l>astnllte panl costeal'los IIUI1lCrosos plalltcles que exigell las Ilcccsidndcs de Ül11tos pucblos. y aÚn cU:1nclo to¡los los lihcrnIes ilustrados se (h:dil'arall ;'l Ii'\. enseiianza para vi\'ir de ese trabajo, quericlldo :tsÍ librar \a ju\'entUll de la inf1uellein dd ('\en), 110 podrían ¡'csistir:'1 UU adyersario que ocupa d ('ornz())1 de las mndrl's, y qu..: eucnta con las preocupaciones del PUClllo. Esc cariño femenil y ese fanatismu populnr S(I]O p\1('dl'll Sl'r contrarrest<.u10s por lo gratuito de la cducaci(lIl quc costca el gobierno, Pero cn igu;¡\(1a(l de condicioncs, csto es, dI.' tcnl'r quc pagar UIW pcnsi(lI1 por la enseñanxa en establecimientos particulares, scrían preferidos los de los ee1csiftstic'ls, quiencs, poniendo :í Stl sen-ieio la influellcia del confl'SO¡Wrio y la dcl pÚlpito, sc ap()(kmrían totalmcl1le de lajl1\'ent11(l par;¡ illlhuirle doctrinas ultramolltanas y cstablecer ('Il la ~ocil'dad ('I rcinado (le la teoer:1cia. H,egisit'ando Ins edades de11llumlo y 1ahisloria (le ¡;ada puch10, se descuhre que d p¡-ec1ominio del elno ha l'st;l(lo siempn.en razón directa de la influencia que (stc ha llegado Ú t:iercer en la instrueci(lI1 púhlicn,:: que esa illf1uelleia ha aumentado tí rlismin11ido segÚn la lllenor () mn::or proteecÏÚn que el gohierno haya dispensndo á la enselïnnza. Sin ir Ú huscar pruehas cn los pasados siglos. los sucesos eontem)lodll1cos <¡tiChan tenido lugar l'Il Bélgica son I1lla comprobaciÚn eloctlente de que tan pronlo como el Est[lflo alL:ia de la enseñanza su pro lectora inten'cnciÓn, los ohispos toman posesiÓn (le el1a. Des(le el momento en que el pnrti(lo rnrlicnl sedu- LA LlrZ DEL l'l:EIlLO. 237 cido por la fascinadora frase de Iihcrtnd de Cl1SeiÏ;lI17.fI,ea.YÚen diazo Ü~n(lido por ci bn n(lo u ltramontano ~'sc asoció {t (-ste para ùeel'cLaI', en h c(l111ara belga, la completa prescindencia del Estado, y por consiguiente la aboliciÓn dI..'los cstnblecimientos literarios costeados por la naciÚn, desde esc momento los ohispos se ap()(lerarol1 tic los ctliflcios misl110s en quI..'cxistían las universi(lades nacionalcs, é insta'aron en ellos, Ú nombre del palm .Y cn ,'irtm1 de una huh nr! hoc, las univcrsidades cat<)licas. TIc aquí las consecuencias de la separaei(m del Estado en materia de instrucei(m, de esa scparación que pretende el clero, cn nomhre de la lihertad de cnseΡanza. 1las esa libertad es un problema cuya solueiÚn no se enCU'2ntrn en la completa prescindencia dd Estndo, sino ell SlI legítim:! i·ntcr\'l.~llei<Jn, Es menester que la ensl'Îwnza no est(- sometida al podcr ei,-il, sino protegida por él. Proteger la instrueci()l1 sin somcterla, es dar un vigoroso .impulso fi su m{ts amplio (1esarrollo, y ponerla Ú cubierto (il: las tcntati\':ls del poder eclesi{tsLÏco. II. En los países dl' origcn la tino prcp0l\(1cra la fucrza oscurantista, ti causa de la cducaci(m clerical que han n~cihido. Se ha dl:iado sul¡sistir ell dios los l11(-tod~)stic las cseuelas jesuítieas, y en esto eOllsiste la lI:lga profunda que corroI..' las cn traÏlas de la soeicdad. En eSos países el Estado SI..' halh en la vergonzosa necesidad de otorgar Ú los eclcsiÚsticos el derecho de intcn'enir en los consejos slIprclllOsde la enseÎ1allza. E:\altados los gohierllos por la influeneia (ll>la igolesia ultramontnna, no esUt en los intercses de ellos ci im inar de los asun tos lem }>orales la in te1'\'enciÚn dc su al iada. El tado político de los goher:1antcs consiste cn cnsanchar la influencia del clero sobre la socilllad, {l fin de saborear tranquilamente las satisfacciones de la ambiei(lll fI la somhra de la Iglesia, COllln que contenl]lorizan )lara aJ1anzar la tiranía, desquieian(lo de ese morIo ci orden ci\',] y el religioso, y convirtiendo la sociedad en un caos. Senll:jantcs gohiernos autorizan y aplauden la inlen'enl'Ï<Jn dd clero cn la ell ueaciÚn laica de la ju \'l'll tull, proponiéndose impedir el desarrollo de los principios civilizadores. Efectivamente, si la edad rid entusiasmo, (L:l heroísmo y de los grandes 238 L~ L(1Z IlEL PUEBLO. esfi.1l'rzos, en q Ile ci hOllhre se ere(' capaz de acometer la solueiÓn de los m;Ís complicados lo importantes prohlemas sociales; la edadcnquese siente rl'hOSilr la viday palpitaren c1alma los nobles y e1e\';ulos sl'nti m il'll tos; si esa edad que se dila ta en horizontes infinitos se pone hajo la influeneia del e1ero, entonees el despotismo y la i,~'noranl'ia reillanín en ci mundo, yel !l0n'enir de la humanidad l'sU, perdi(lo. El espíritu de las nue\'as generaeiones se forma eon el desarrollo de las inteligl'ncias infantiles. Pl'ro si l'ae sohre ellas el aliento del ultramontanismo, dieho desarrollo se haec imposihie. Ese alil'nto que marehita la hermosa flor de la inteligcncia, -" que eSleriliza el campo dcl pensamiento, no pemite que germinen las gntndes idl'as quc dehen realizar el destino del género humano, Esc ;¡Iicnto mclitico que se extiel1l1e sohre los puehlos con'o una cpidemia, los reduce Ú un estado de pennanente letal'gi"a, porquc amortigua todos los resortes de la vida intelectual. Ese alicnto, en fin, que tiende Ú seear la savia dd flrhol de la lihntad, 110 puede impregnar en la juventud otnts idcas (lue las del ahsolutismo teocrÚtico, ni arraigar en elcoraZ(lI1 de los jÚ\'l'nes otros instintos que los de un servil procelitismo. Las almas infantiles son como una tahla rasa en que las primcras nociones se l'seulpcn endelehkmcntl'. ~i estas son exactas, la inteligenl'ia de la juventtHI se ahre paso rI la \"enlad; pen) si son falsas, cst<Í irremisiblemente eondeni¡¡la al enor. ¿ y qué nOl'iones exactas podrÚn trasmitir á la juventud aquellos que, ignorando el sistema planetario, han persegui<lo co_ mo hercjes f\ los que dcscuhrieron las \'erclades fundamentales de la astronomía? Aquellos que, ignorando las p1'Opiedades de la matel'ia, han eondl'nado como hechiceros al tormento de la inquisieiÓn ft los quc poseían algún seereto de la naturaleza? Aquellos que, ignorando los principios trascendentales del mundo filos()f!en, han anatematizado como impíos Ú los que proclamaran las inspiracioncs (le la razÓn? Aquellos que, ignorando () aparentando ignorar e! genuino sentido de! E\'angl'lio, han pretendido entronizar las pasioncs sohre las ruinas de la mont! cristiana? III. POI" En una (-poca cn 'lile los eclcsiflsticos redohlan sus esfuerzos apodera rse l'om pldamen te de la enseiia nza, l'on vicne que L.A Lt'Z "EL Pl 'EllLO. 239 los homhres políticos recuerden que el saccnlocio del siglo XIX ha sido hostil al 11csarrollo de 1m, grandes i(leas, y que se ha manifestado extraïlO (lla elc\'ada cultura intelectual. Que ha sido Iwstil al desarro1J,) de las grandes ideas lo demuestran los ;:l11aternas quc se han:i11minado contnl las instit.uciones lillerales, y el odio con que se ha perseguido los principios lilosÚlieos que se propusieran regenerar la humanidad. Y si huscamos llna prucha perentoria fundada cn 11n hecho palpitank, lo Clleontraremos en el Syllabus, donde se condena la siguiente proposiei(Jl1: "El romano pontífice puede y dcbe conciliarse y arregbrse con el progreso, con c1liheralislllo y COli b. ci \,il ¡weiÚ!, moderna". CO!Hknalldo Pio IX este prine:pio, ha manilestado ('\'identcmen te que las tendencias del pa pa }' del clero u Itramontano, quc cs elqw: actualmcnte le domin" son anti-progTcsistas, anti-liherales y antngonistas de la e:\'ilizaci(m. Con esta dedaraei(m solemne, hcehn por el caudillo de los u1tramontnnos, ya no tend1"£l1léstos lugar Ú qUl:iarse cuando la opiniÚn de11l1undo los c~¡Jifi.que de oseur~l11tistas y los rechacen eOl1lo Ú ellemigos ele las ideas ci \'ilizac1onls. Uue gcneralmente los sacenlotn de la época son extraiios Ú la cle\'ada cultura intelectual, se c1elllucstnl con hcehos incontestalJles. El pn:scnte siglo ha sido uno III lo~ lwís fecundos en la historia, Las cicncias han hecho en él r(¡pidos progresos, y los que las hall cultivado 110son eclesiÚstieos. IIay emincntes pactas que llegarán ;lla inlllOrtalidad, por la grandeza y sublimidad de sus concepciones, sin que entre cllos apareZC:L uno solo que haya salido de las filas del clero. lIay profundos historiadores, lJue no 5610 han rceorrido la serie de los sucesos humanos, sino que han seiiabllo las leyes que los producen, para qlle sirvan de guía:í las flltunls gcneraeiunes; y entre esas inteligencias dc primer orden no aparcce d nombre de ningÚn ohispo, cardenal, monseiiur (¡ otro clérigo. En las cicneias físicas y matemfttieas stlecde lo mismo. ¿CurtI es ,-'n el siglo XIX el sacerdote qtle ptleda compararse, no con los hOI1l1)1'('scminentcs cn cicncins exactas, pero ni con las medianas intelignncias dd onlen sccular? La fi.losutb ha desplegado en el presente sig-lo su genio inyestiga(lOl', y, pL'nctrando en latu"a1cza dd hOl11hre, ha eneon- 2-1.-0 LA LUL tiEL Pl'EHLO. hado las leycs de su" destino, y ha rei\'indicado sus derechos. :\las entre Ins ilustres pensatlores que se presentan como jefcs de una escuela, Í> como in\'entores de un importante SiStl'I1Ul filosÍ>fico, 110se eneuentra ningÚn ec1esi:ístieo. El dcn), lejos de marchar segÚn el impulso th: la IlIodcrna ei\'ilizaei(lIl, se ha quedado estacionario, CII\'uelt.O l'II sus antiguas preOl:upaeioncs, ¿ V pretende tlirigir la ellseÙanza l'Il Ull siglo euyaju\'entuclexige directores illstrníc10s seglín elespíritl1 fi]os()IICO que tiendc :¡\ progreso, y no maestros edue;¡¡]os IH)!' d estilo ultramontano? V aspiran los eelesi:ísticos rI m:upar las dlt.edras destin:lllas Íl trasmit.it' eOlloeimielltos humal1os, siendo así que la fi..'culHlidad ei('ntífiea en los laicos, y la esterilidad int.cIcdual cnd clero, SOli dos circunst:l11ei:ls qlll' earactcrizan al presente siglo? La actua1idad manifiesta Cil totlas sus faces muy notahles a(klantamient.os, Los pucblos se agit.an ell las YÍas dl'l PI'\)greso; y en mct1io (le ese gran mo\'imient.o qne ill1]l1-ill1cen el gÚlcrn humano la ley de su per1'edibili(lad, s()lo d ekro ptTl1IanelT en su radical est:lgnaei(ll], sin reformar su disciplin:t, ni modificar sus ai1ejos c(lIlOneS, hart.o incompatihles con la Índole dd siglo, Y he aquí la eausa del ehoquc entrl' la sOl'icdad laica y la ccksitlRt.ica. clltre el n]()"imiento.Y l:t illl'rl·ia, lIe1JJos "ist.o, que del sello de la iglesia 110 11:1s:¡\ido, l'Il el prescnte siglo, ninguna inteligencia ell'\"ada que ¡wnre!:ts eÍl'Ilcias y las letras; y si ohsernunos las tri\'iales producciones del clero, en moral, en filosofía, en historia, etc., "en'l1lOs :UICIII(IS que lo qne ha salido de plumas cclesirlstieas no rcfk:ja un sil1L'l'ro amor ri la \'cnlad, sino los delirios de un son:111J]¡111isl1lO usel-tico, {¡las interesadas pretensiones de la scda ultratllOnt.atla, Después de haber demostrado la nulidad de los eL'il'sÎ(lstil'OS l'Ot1l0 cseritlltTs, 1iteratoR y hombrcs cÍl'1ltí fll'OS, h:lga¡lIos IIlla lig('ra n~scΡ;¡ etl OI-dCIlrI su ineompatihilidad l'on d lIIi1gislc¡-io, Ell'Iero ellcarnado en l:t sociedad por su" nlisi'-lI! cspírit.u;! 1 imprime en el mundo la aeci{¡n <lel ultra1l1ontanisH1o, Los sacerdotes son los prineipales actores del drama quc se desarrolla cn la serie de las humanas generaciones, y no puedcn CIlSCiJar imparcial y eool'Íellzudamen te la historia h01\1hn's que l'SUl11illteresados en :ululterarla para justifiear SURerrores () sus faltas, En cfedo, las tendencias dl' los cc1esirlst.icos seltl despÚtieas LA LUZ DEL I'UERLO. 241 oscurantistas, y todos los acontecimientos infaustos que se registran en los anales deI género humano, relativamente il la represión de la libertad, á la deca(~cncia intelectual, it la humL llación de la justicia y del derecho, son un terrible cargo que los siglos haeen contra cl clero. ¿Y podrÚn enseñar historia aquell~s sobre fluiénes cae el fallo de la historia? La filosofía, por su alta impor'~ancia y elevado objeto, está encargada de dirigir los procedimientos del espíritu humano, por la senda de 10 verdadero, de lo bueno y de 10 justo, Pues bien, la filosofía se ha unido al Evangelio, que conduce la conciencia por esa misma senda, y los dos, de común acuerdo, condenan cl egoista criterio del elero, esecriterio apasionado con el cual examina el mund () moral, y falla sobre las nociones de la verdad, de la bondad y de la justicia. ¿Ypodnín enseñar filosofía los que estÚn condenados por la filos·,)fía?-los que proscriben el ejercicio de la razón y de la l¡bertae ?-los que pretenden impedir el oesarrollo de la inteligencia en nombre de la revelación? A este propósito se ha condenado en el Syllabus, la siguiente proposición: "La,filosofía debe tratarse sin tcner cn cuenta la revelaciÔn sobrenatural." Sin duda que al condenar este aserto no se tuvo presente que la verdadera filosofía no in"ade los dominios de la revelación, porque consagrándose á investigar la verdad con la razón natural, nada tiene que hacer con las cosas sobrenaturales flue se fundan Cilla fé. Demos en fin, la última pnlelKl dc la incompetencia del clcro ultramontano para la cnsciIanz:t. La moral se propone trazar la rcgla de las acciones humanas; y si los eclesiásticos pretenden poner esas accioncs cn armonía con sus plancs; si santifican sus odios, sus "cng-élnzas, su amhiciÔn y su codicia; si falsean las nocioncs del bien y del mal, y enscñan que cs un ado met-itorio ahorreccr, perseg-uir y a(1I1dar la muerte Ú los que no contcmporizan con el ultramontunis1l10 ¿podrán en~cñar morallos que están estigmatizados por la moral? De toùo 10 expucsto sc deduce, que siendo el clero un elemento de retroceso, y tenienùo un vivo interés en estorbar el dcsarrollo de k.s facultades del hombrc y el prog-reso de la sociedad, es absurda su pretensión de intervenir en la enseñanza, ó dirigida. Terminemos el presente capÍttlo mélnifestando lo que dice Ahrens sohre esta materia: "Los ministros del culto no deben ejercer las fil11doncsde macstros, porquc la instrucción y la y 242 LA LUZ DEL PUERLO. educaciÓn exigen utras capacidades que las que se necesitan para cumplir C011 los deberes que les prescribe el fin de 1<-1 edificación religiosa. 1\1ientras que la instrucciún y la e¡]ucaci6n suponen un cspíritu metódico, un carácter dulee y firme á la vcz, y una libertad dc movimientointc1ectual, que no cncucntre ohst(\(:ulo en las preocupaciones de los dogmas y de las reformas rdigim;as, la religión por el contrnrio exije en sus funcionarios, más que otra cosa, inspiración, sentimiento, fé y piedad. A{lcm:ís, la cnseoanza científica dd>e eneomcndarse {{una dase especial, para que la religi(1ll encuentrc en la ciencia llll cOlllrnpcso y una condición de progreso. Si los ministros de la religi(m dirigiesen almislllo ticmpo la conciencia y la inteligencia serían los dueoos absolutos de la sociedad, manteniendo en cstado ele ignorancia á la gran mayoría nacional, si así les convenía; y atm en ci caso de que abrigaran mejores intenciones, sus doctrinas más ó menos tradicionales, sus convicciones mucho tiempo ha formadas con arreglo á sus dogmas, sobre las cuestiones l11ÚSimportantes (le la humani(lad, no les dejarían ]¡llihel-tad de espíritu llet'esaria para lanzarse en nuevas especulaciones y cOl11J>I'enc1er cumplidamente la ,'enlad. La unión de la rc1igi(lI1 con la ciencia y la enseÏ1anza, inevitahle ql1iz;'t en la infancia {le los pucblos, sería una calamidad para las naciones más aelclant;\(las, en cuyo seno se han descnVltclto y ereaelo ()rgal1os principales para las diferentes funciones sociales. La I-digii)n, la cicncia y la enseñanza constituycn funcioncs diferentes, y cicrtamentc se paralizaría el cuerpo social, si se viciaban los órganos donde reside su inteligencia, por dar á uno de ellos una fuerza ex:ccsi,'a, que cmplearía inevitahlemcnte en oprimir la adiddad dc los dem:ís. l'or otra parte, se prucha por la historia qnc las nacioncs t'n que la en$eÙanza y la l"Ïcl1l'ia han estado Ú cargo dc los ec1csiÚsticos, han que{lado las mÚs atraza(las en todas las ciencias. Es, pues, indispensable que la más poderosa palanca de la cultura social, esté encomendada. á los que se encuentran en la posición intelectual y moral m{is conveniente para servirse dcella, y que la cicncia, para que por medio de la enscñanza influya en las generaciones nacientes, mÚs capaces de ordinario de conocer las doctrinas nuevas más exactas, las ideas fle m~jora y de reforma, sea independiente (le las doch-inas que por su naturaleza $on I11ÚSÓ menos estaciona- rias," SECCION OCTAVA. Hemos echado una dpida ojeada sobre la funesta influencia que el ultramontanismo viene ejerciendo ii través de los siglos. Hemos recorrido \·elozment.~ la mayor parte de todo aquellu que esa secta ha instituido, contra el espíritu del Evangelio y los intereses de la humanidad. Hablemos por fin del cclibato forzoso, de esa institución que está en pugna con la \'0luntad divina, con los derechos fU":1damentalesde la sociedad, con la doctrina de San Pablo, con e: testimonio de la historia y con la antigua disciplina, CAPITULO 1. La ley del celibato eclesiástico es atentatoria contra todo derecho. Contemplando al humano linaje en las diferentes épocas de su duración, se descubre la triste identidad de sus delirios. 1I0y se mira con orgulloso desdén las miserias de los pasados tiempos; y sin embargo, en el siglo de los grandes progresos, cuando ft la luz Ile la civilización se llidan leyes contra toda clase de atentados, en ese mismo siglo se permite quI.'Ull poder exótico que domina la sociedad, haga de un atentado uua ley. Verdaderamente la ley del œlibato eclesiástico es atcntatoria contra todo derecho. Vamos á demostrarlo. Cuando e1Omnipotente fecundó la nada, é hizo aparecer la hermosa bÓveda del firmamento, danrlo luz {¡ los astros con el rayo de su mirada: cuando con el soplo de su fh'unclidad pohló el vacío, derramando por do quiera los primeros gérmenes de la vida, entonces fué formada la corona de la creaci(m,-cl homhre. :\1as para completar esta obra macstra fué preciso que el Creador realizara la más bella de las formas contenidas en el ideal de su eterno pensamicnto-Ia mujcr. No es bucllo que ci hombre esté solo, dijo el ScÙor: hagámosle nyudn semc.jante él él (1); Y habiendo formado la compañera del hombre, se la prescntó (t Adán, quien exclamó dicienllo: i Estu es ahora hucsu de mis hucsos y Cé/rnc dc mi Cé/rncf (2) Palabras misteriosas que fueron como el recollocimiento explícito del derecho conferido por el Eterno Legislador á todos los descendientes de la primera pareja humana. Ahora 1>it:n.si el mismo Dios dijo: No es bueno lJuc el homhre esté solo, y le dió una compañera semejante á él en naturaleza, ¿cÔmoes quI.'la Iglesia le quita al hombre esa compañera concediùa por el Creado:. y lo condena con la ley del celibato á una perpetua soledad? (3) A esto con testan los partidarios (1) (~étll·sis. CH!', 11, (2) lhi<l, un volS. \', 2:l. La palabra KOILO~, {ptt' significa sc deriva dd nombn.' latino sn/cdart. r,1cíù. ('éIUu.· ,·;t"t'lJS,." e~l(" dt..' In \'07. ~rit:~a LA LUZ DEL PUEDLO. 245 del celibato con la absurda evasiva de que aquellas palabras del Génesis se refieren á la humanidad en generat, mas no á tos individuos, en particutar. Pero como la humanidad se compone de individuos, el derecho c()ne~dido á ella es común á cada uno de los que la constituyen. Luego si en ta persona de AdÚn confirió Dios á todo indi viduo de ta especie humana el derecho de tener una compañera y si por el hecho de consagrarse d hombre at ministerio eclesiástico, no dcja de ser individuo de esa espesie, ta tey dc cclibato es manifiestamente atentatoriD contra ci derecho divino. Demcstremos ahora quetamhién to es contra el dcrecho natural. El hombre tiene necesidades que satisfacer, y para ello está dotado de las respectivas facultades. La rcIaeión entre estas facultades y esas necesidades com;tituye una Icy. Y ta opción ciÔn que tiene el hombre al ejercicio de sus facultadcs y á la satisfacción de sus necesidades, en yjrtud de esa Icy, toma cI nombre de derecho natural. De taí manera que cuando se dice que el hombre tiene derecho de subvenir iL sus necesidade~, no se ha querido decir sino que at efccto pueete ejercer sus facultades. Y yiceversa, cuando se afirma que tiene derecho para desarrollar sus facultades, no se ha afirmado sino que puede sat~sfélcersus necesidades. Aplicando cstos principios al asunto que nos ocupa, encontramos que todo ser humano tiene facultad y necesidad de reproducirse. La relaciÔn cntre lo. una y la otra constituyc la ley de reproducción. Y ta opción que tiene et hombre para (jercer aquella facultad destinada á satisfacer esa necesidad, en virtud de dichatey, fundacIderechonaturatdereproducirla especie. y como el precepto deI celibato tiene por ohjcto anular en et individuo ta opción at ejercicio ::le la facultad reproducth'a que se refiere Ú satisfacer una necesidad de ta naturale7.a humana, es evidente que ese precepto tS atentatorio contra el derccha natural. Por otra parte, las observaciones de la cicncia médica han demostrado que el celihato perpetuo es contrario á la salud y Ú la longevidad, porque concentrándose en la economía una superabundancia de fuerzas reproductivas y de vigor animal, se exalta et sistema nerdoso, y la comptexión del indi\'iduo se ha- 246 LA LUZ DEL PUEBLO, ce eada vez más intlamatoria. l'or consiguiente la ley del celibato obra contra el natural derecho de eonservaci(m. Demostremos por último que semejante leyes atclltatoria contra el derecho ei\'il. Entre los individuos que componen la sociedad hay relaciones dcrivadas de la naturaleza humana y el fin que se propone la asociaci(m, Esas relaciones son otras tantas leyes fundamentales que estahlecen los derechos civiles. El primero entre todos ellos es el que se refiere á la rel1o\'aeión de la sociedad para perpetuarla, es (leeir, el derecho al contrato matrimonial; y siendo así que la ley del celibato prohibe el matrimonio, ella es, evidentemente violatoria del derecho civil. CAPITULO II. El celibato forzoso bajo el punto de vista social. ~o es extraño que la iglesia ultramontana, en vista clelos intereses de secta, haya instituido el celibato, violanrlo el derecho divino, el natural y el civil; pero es sorprendente que el Estado dejara invaùir sus domi:lios, permitiendo una disciplina que ohra direeta y pernÍ<:ios:1l:1entesobre la sociedad. En efccto, siendo la ley del celibato una prohibieiÓn ùel contrato matrimonial, y siendo este contrato una institución civil, por medio de la cual se perpctíta y aumenta la socieda<l, la iglcsia, al dar esa ley, ha invadido los dl)minios del Estado, en detrimento de los intereses sociales. El Estado no ha debido, pues, reconocer el ministerio sacer· dotal (leIciudadano como impedimento del matrimonio. ¿Qué tiene que hacer la ordenación, que es un asunto meramente eclesiástico, con el contrato mat::-imonial que es un acto de la vida civil? La marcha de la soci('dad y cl ~jercicio de los derechos civiles ¿deberán por ventUnl suhordinarse ft las prescripciones del ritual romano? Además, el poder temporal no tiene facultad para obligar al ciudadano ft la observancia de las leyes eclesiiísticas, mucho menos á la del celibato, que es es una fuente inagotahle de inmoralidad y de escándalos. El Estado, prestando su apoyo ft semejante instituci(m, en vez de declarar la lihertad ci\·il del matrimonio para todos los s;~cerdotes que no puedan obsen'ar aquella Icy, 110 hace más que atados á la picota. del concubinato. Si la iglesia es independiellte y libre para establecer su (lisciplina cn lo espiritual, no pOI'eso deùe permitir el Estado leyes disciplinarias que afectan los derechos civiles del hombre. La autoridad eclesi{lstica podrá imponer condiciones á los que se ordenan; pero condiciones que no sean contrarias á las leyes de la naturalcza humana, y Ú ks derechos que de ella procedcn. :VIasla condición del celibate es una manificsta violación ùe aquellas leyes y de esos derechos, y una "iolaciÍln quc tiene por objeto emancipar fi. los sacerdotes de la dependencia ci"il que 248 LA Lt:Z DEL Pt:EllLO. establece el matrimonio, y someterlos al exclusivo dominio de la iglesia. Realmente, convino á los planes de dominación ultramontana que la raza sacerdotal formase un ejército compacto, pronto ii practicar los movimientos que se lc ordenen. Para esto fué preciso hacer que los sacerdotes no estén ligados {t la sociedad ni Ú la patria con vínculos de familia, y que su corazón no pertenezca sino al papa y demás jefes del ultramontanismo. II. Mas hoy que el espíritu del siglo tiende á operar una dichosa regeneraci{1I1social, cs llegada la época ell'quc el Estado desconazca la ley cIelcclilmto, y consigne en sus cÚdigos el siguiente principio: Lo:-; dCl'ceho:-; eiyile:-; no :-;elimitan Ol'llCII:H'Î<Í1I ó cxtinp:ncn pOI' la :-;:wcl'dota l. Declarando la amplia libertacl civil para el contrato matrimonial, los sacerdotes no senan una rémora del progreso, como la son ahora. Con el celibato se les ha colocado en cierta especie de exentricidad social: son plantas exóticas; no tienen más patria ni más centro que Roma, y por eso rechazan y combaten toda idea regencracIora que ponga en riesgo las C011\"enieneias ultramontanas. Sicndo los eclesiásticos padres de familia, darían (:icmplo de patriotismo y serían hucnos ciudadanos. "Las afecciones entre el padre y los hijos, constituyen la míts iuerte y dulce cadena con que naturaleza nos tiene ligados á la patria," ha dicho Bernardín de Saint-Pierre. Por último, si sc quiere un ejemplo práctico en eonoboraciÚn de nuestra doctrina, eompftrese el matrimonio de los ministros protestantes con el celihato de los saccnlotes catÚlicos. Como á los primeros no se ha impedido el uso de un derecho consagrado por la naturaleza, eS decir, el derecho cIctener una compañera, cllos procuran elegir1a entre las que se hallen adornadas con las cualidadcs nccesarias. Por consiguicnte se forman familias honorahles, quc son otros tantos modelos de vir. LA LUZ DEL PUEBLO. 240 tudes domésticEls. Los hijos recih~n una educación esmerada, gozan de la estimaci,'¡n social, y Stl legitimidad cs reconocida por la Icy- Empero, habiéndose ¡::rohibillo el ejcrcicio dc ac:uel derecho á los saccrdotes católicos, los que no se conforman con cI celibato sc vcn obligados á formar clandestinamcnte familias desgraciadas. Los hijos crece·l por 10 general en un completo abandono, y la execración (k la sociedad y el anatema de la ley caen sobre esos infelices p.lrias que no tienen más culpa que habcr nacido. V si el celibato forzoso es cI origen cie tanta desventura y la fatal premisa cie muchas cons,:cuencÏas inmorales, que no consignamos por respeto al pudor ¿será posible que el Estado deje subsistir, bajo el punto de vista social, esa bárbara institución? Si la Iglesia no quiere re:ormar sus leyes ¿por qué no reforma el Estado las suyas, poriéndolas en armonía con las cie la naturaleza humana y con hs intereses de la soeiedacl? ¿Hasta cuftndo se propone favorecer miras ultramontanas, y no instituyc clmatrimonio civil, d,~clarÚndolo extensivo á toda clase de imlivirluos? Que permanezcan eélihes cn horabucna aquellos que quieran y por el tiempo que puedan, scan (¡ no eclesiásticos; pero que el Estado recor ozca en éstos el celibato como una condición forzosa, no sólo .:s injusto siclo extravagante. ¿ Se dirá que el hombre renunci (¡ al ordenarse el derecho de contraer matrimonio, aceptando con entera libcl"tad el celibato? Pero por una parte, esa lihertad no existe en los que se educan b[ljo la dominadora influe:lcia dc un seminario ú de un claustro, de esa influencia ultramontana quc obra constantcmcnte cn el iinimo de los seminaristas {¡ novicios, para inducirlos ii recibir una caelena de esclavitud imponiéndolcs el celibato; y por otra, el voto de no casarse jamás es radicalmente nulo, tanto porque un joven inexperto no sabe lo que hace, cuanto porque el compromiso Ú quc sc :iga es pcrnicioso {¡ la socicdad y al mismo indidduo, cuyo derecho, cstando fundado en las imprescriptibles leyes de la naturaleza, nunca puecle caducar ó extinguirse cn virtucI cIclas institucioncs arbitrarias cIela tiranía. CAPITULO III. Artificios del ultramontanismo. Los ultramontanos emplean diferentes :\rtificios con el ohjeto dI.'estorhar toda rd(lrma respedo al celihato. lIan nhusaIlo Ile la senciBez Ile las gentes para imhuides tina hnja y n'rgOllzosa idea Ilel matrimonio: les hall hecho crccr quc la purcza del sacerdote consiste en 110 ser casado, y COllcsta falsa ¡\odrina han pen'ertido las ll\cm; morales del puehlo. De a1\ícs que la. sociedad tolera en los eclesiásticos la c{)(licia,el orgu1\o, la amhil'i(l11,el lujo, la venganza, el rencor y demás pasiones, que son la \'1~nla<1ent lepra llel alma; pero detesta en ellos d matri. monio, que es el estado natural del homhrc, y que el eristianis1110ha cle\'ado :tI rango de ~acr:unento, tan santo y puro C011l0 los demás. Y la pervcrsión de ideas en esta materia ha lkgado rI tal extremo, que hay países elandI.'las fieles ovt.:jasse esca1lllalizan cuando oyen llecir que los sacerdotes dehen ser eas:ulos, y no miran con escftndalo el concuhinato de sus pastores. Por otra parte, los ultramontanos hnn propagado la insensata creencia de que el sacerdote no puede contraer matrimonio, porque est{t casado con la Iglesia. Los quI.' forman tina sociedad política ó nación, están unidos á dia Call dh'ersos vínculos. Estos son mÚs estrechos n:speeto it los funcionarios púhlicos, por razón dd ministerio qnc ejercen. ¿Y se dirá por eso que e1\osestán casados con la sociclIad civil? Pues hien, ésto mismo y sólo ésto es lo que en definitiva se (licecuando se afirma que los funcionarios eclesi:í.sticos están casados con la sociedad espiritual {¡Iglesia. La pretendiùa pureza y la ficción del matrimonio eon la congregaciÔn de los fieles, esos dos ahsurdos que han llegmlo {I ser una especie de creencia religiosa, son, pues, los elementos primlti\'os de la preocupación popular que, con el nombre de opiniÓn {nílJliclI, sin'e de apoyo tÍ la instituci{¡n del cclihato, Y lo m{lsdeplorable es, que de tan perniciosa preocupaciÔn no están exentos muchos de aquellos mismos que St' titulan amigos de la regcneración social. ¡Triste influencia de los errores tradicionales, que subyuga aún á los espíritus despejados que tie- LA LUZ DEI. PVEIlLO. nen la misiÚn de promover el adelantamiento com hatiendo sus malas instituciones! ?,51 de la sociedad :':I. A fin de que ln titulada op:'nir'j11IJ/íhlicn se pronuncic contra clmat.rimonio dl' los saeerdotcs, el ultramontanismo se ha valido adem(ls de otro artificio. Ha prctcndido sostener, ura que los apÚstoles no fueron casaeLls, ora que si lo fueron se separaron de sus mujeres para ejercer el apostolado. Contra cl primer asert.o nos oli'eee San Matco una prueba concluyente, manifestando que aún el mismo ap6stol San Pedro tuvo su esposa. Y Iwbic11do lIcgndo .les/,ís, dice el cvangclista, ;Í In ct/sn de Pedro, ri6 tÍ In Stl'~grfl de éste (jllC yneíll en C[l111:1, y con fiehre; y Je tocó III mnT/O y la (h:jú ln fiehre; y sc le·,'¡¡ntâ ,l' los serd¡¡ (1) ¿Y se podrfl negar que huya esposa donde hay suegra? San I,1,'l1acio, discípulo dd ap6stol San Pedro y primer padre de la Iglesia, Tertuliano, San Clemente, San Basilio y San Ambrosio, aseguran que los 'lpóstolcs tuvieron sus esposas. Orige':1es, uno de los mÚs versados en materias ec1esiiisticas, lo dice también cuando escribe:'t los Romanos, yaún afirma que aquellas palabras deI ApÚstol, que se encuentran en la Epístola á los Felipenses, cap. IV, v. 3, fueron dirigidas ii su esposa, tÍ SlI fiel compllñera. Luego es falso que los apóstoles no hayan sido casados. Ahora respecto á que se h.1hiesen separado de sus mujct'es cuando fueron llamados al apostolado, scnH_:jante ascvcración estft en pugna con el E,·angelit). Ctutn(lo los fariseos prcguntaron á ]es(ts si era lícito al hombre separarse de su mujer por alguna causa, rcspondió: é'No IJ<lhéis leído r¡llC el (jllC hizo nI 1/0111bre desde ci principio mélelw y hemhra los hizo, _y dijo: ¡)(JI' esto dçj¡¡r¡Î el hombre pndre y 11wdre, J' se lInir:Î ¡í Sil mt!jc:r, y ser:1n dos en UlUl cnr11e? Por tnnto lo (lue JJiosjuniâ, el h0111bre J/O lo -"el)(lre. (2) El Autor (le la doctrina e\'angélica no podía contradecirse, prohibiendo de una manet'a nhsoluta la separaci(m de los que (1S:1" :\Int'·o, cnp. VIIl. Y. 1·1·Y lf>. (2) Snn :\llltcO. cnp. XIX. Y\'. 3"h f. Y 6. 252 LA LUZ DEL lJUJ~BLO. en virtud del matrimonio fuesen dos en una carne, y p~rmitien. do al mismo tiempo que los que ingresaran al apostolado se separasen de sus compañeras. Además, la supuesta separación está desmentiùa con el testimonio de San I'ahlo, quien afirma que los apóstoles lIevahan sus mujeres por todas partes. (1) Lueg-o si Jesucristo prescribe la indisoluhle uniÔn de los cÔn~ yuges, en nombre de la ley (2); y si el apóstol asevera que sus compañeros en el apostolado llevaban consigo sus esposas, es falso que ellos se hubiesen separado de éstas, contraviniendo á la terminante declaraciÔn de su :\1aestro. (1) (2) Ep':-:toln 1 ~ á los Corintios. (;'~nt.·sis.cap. Il. Y. 24. cap. IX. Y. 5. CAPITULJ IV. La institución del celibato está en pugna con la doctrina de San Pablo. Para demostrar esta verdad ('optemos literalmente la que dice el Apóstol: b's necesario que el obispo sea irreprensible, esposo r/e una sola mujer Que sepa gohernar bien su casa: quc tenga sus hfios en sl~jcción,con toda honestJ'dad. Porque el que no sabe gobernar su casa ¿cómo cuidad. d.~la Iglesia de Dios? ..... Los r/iáeollos sean esposos de una sola mqjer: que gobiernen bien sus hijos y sus casas Que las mujeres así mismo sean honestas, no maldicientes, sobrias, fides en todo. (1) Y escrihiendo á Tito dice San Pablo:yo te dejé en Creta para que arreglases la que fElItay establecieses presbíteros en hiS ciudades, como yo te la había ardent/do. Los quc fucsen sin tacha, mélridos de UI1éI mujer, que lengun hijos fieles, y que no puer/an ser aeusadr¡s de disolución ci que sean desobedientes. (2) Apesar de que estos pasajes refkjan una luz tan clara como la de la evidencia, los ultramontanos que tienen la costumbre de terg-i\'t~rsarel genuino sentiùo del sagrado texto y oscurecer las verdades bíblicas eon desatinadas interpretaciones, dicen que la mujer de quien habla San Pahlo es la Iglesia, y que los hijos son los fieles. Es preciso declararse en abierta lucha con las leyes de la inte1igem:ia y con el sentido común,;>ara hacer una interpretación tan absurda. ¿Se podrá sostener sin locura que al hahlar el Apóstol de la mujer del obispo, se huhiese referido á la Iglesia, siendo así que también se contrae á ésta separadamente en la misma frase? Decir, pues, que el que no sabe g-obernar su casa no puede cuidar de la Iglesia dc~Dios, es enunciar con toda claridad dos ideas muy distintas, la casa ó familia del obispo, compuesta de su mujer é hijos, y la Ig-lesia que se compone de los fieles. Y son dos ideas enunciulas' de tal manera, que la una esUl ligada á la otra por una íntima relación lógica, pues (1) Ellr~tola 1? t1 Titl1ot<>o.cnp. III. (2) ¡";p(8tnla ti Tito, cnp. I. \'\", G yO. VY. 2, 4 5,11 Y 1:':. LA Ll'Z DEL Pl'EIILO. San Pablo quiso que los obispos aprendan:í goll(TI1:lI'la sociedad cristiana l'n la esetll'la de la sociedad dOI11l-stiea, y que la. l1lcdida de la capacidad dl' un obispo p:ll'a gobenlar la Iglesia fuese l:I l':1paeidad qU(' tellga para goberlla r su casa, Si el Ap()stol SL' huhiesl' rel\:rido ft la Iglesia y ;1 lCls {ieks, al ltablar de la 111ujer é hijos del obispo, no hahría puesto 1:1t¡ulIilin eOlllo térlllino (k l'omparaei(J\l respc('t<> al buen gohierllo edesifistico, Exigir, pues, l'Il 1m; versíeulos ~') y ·1.0 <¡ue el obispo sea esposu (lL-Ill1a sol:I 1l1l1jer, y que sepa gobernar sucas;l,y l'Il se,~\Iida aÜadir cn ('I vl'r~ÍL'ulo :ï' If/le si 110,.wllL' go!lcrll:tr ,"/l C:I,"'" ¿l''-IIJlO cuida r;', (k la Iglesia de Dios? ('s nwnill'st:u' ex pl ¡l,il:1 y ('v idelltellll'lltl' que ('st;l cs diversa (le :!<¡uella, y quc la IlIllj'.'I' dl' quiell se h:tll!a es un:l Ill'rsona humana, ('sposa del obispo, Altom, enctlanto {i los preshíteros y Ú los di:'tl:onos, la illterprdm'i(lI1 (jue rcfut;¡mos lIena la mcdida del desatino, Eln'tivamente, si l'lllod!)r de las gentes quiere quc tanto los obis. pos, e01110 los presbíÜ'ros y los diÚconos sean maridos (k un:l Illujer, que gohiLTnen hien sus easas y <¡ue tellgall ::iUS hijos l'II toda su.il'ei(l11 y hOllestidad ¿e(¡mo llUC(le elltenderse <¡ue estos hijos y esa IlIUjl'!' seall los lidcs y la Iglesia, siendo así <¡ue los presbíteros y los di:Íl'ollos no tienen iglesia IIi lid('s que gober. Ilar~ I 'or Últil1\o, la abslIrdidad de la illterprdaei()\1 qm' 1l0S <>l'U· pa s(' m:lnifil'sta l'Il toda su milgnituc1 respecto al versÍl'ulo 11, .Jonde hahlando San Pahlo de las mujeres de los ohispos, pIT~l¡íkros y l]j{¡conos, dic~' (fliC scnll honcstns, ]]0 l11:tldicicntcs. s{)/J/-ins, h'elc:s Cil to¡Jo, ¿ Yes Jlosihle que cI Ap()sto\ huhiese onle. lIadu 'Ille tellga cstns ('nalidadl's la sm:iedacl l'spirit nal, la S;\I1ta Iglesia (le [)io~? ,\Illonestar lIne las esposas de llls s;lcl'nlo. tes Sl'all hO\1estas, lides, soln-ias y 110 Illahlil'il'lltes, ('S JllTl'isamellte prl'scrihir las yirtudl's que elehe teller 1I1la 1llujcr dI' l'arnl' y huesos, sujeta {I bs pasiol1es humanas, n. En las m~lleiol1adas l'pís'Lolas dirigidas tt los ohispos Timoteo y Tito, se propone Sali I 'ahln prevcllir {l los ~aeenlotes COlltra ln. poligamin, aml1l1est:íllrloks quI' 110 tengan m{ls quC' tltlH LA LUZ DEL 25ii PUEBI.O. sola mujer. Y la miixima apostólica ùc qtle "aprendan los obis· pos á gobernar su casa, para 5aber dirigir la Iglesia," contiene el sabio pensamiento ùe que sÓlo cJ~tivando los dulces sentimientos de esposo y {ladre, se puede gohernar fi los fieles con dulzura, caridad y prudencia. Este es tan cierto, que desde la institución del celibato adquirieron los obispos un car{leter hravío, perdiendo la mansedumbre èe amorosos padres. En eomprobaciÚn señalemos un hecho muy notable de la actual disciplina. Los obispos que an'~es de on1cnan;e fuen>n ea·· sados, Ó quI.'dI.'alguna manera sU;l\"izaron su coraz(¡n forman·· do familia, son tolerantes, bcnignos, prudenh>s y asequilJlcs, sin ('sa condiciÔn {¡spera, terca, YÍolcnta y repulsiva de aquellos mi¡;{lntropos que miran con horror las relacioneseons:lgrndas por ël11aley del género humano. Por consiguiente, al contemplar esos procedimientos estl";:pitosos, esas imprudencias que pro(bccn funcstos resulta(los ('n una extensa escala, esa falta de tino. de eircunspecciÚn .Y aún de caridad en el desempeño de las funciones episcopalcs, repetircmus con San Pablo: "El quI.'no siendo esposo, no tienc familia, ni sahe gobernar su casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?" Con un espíritu de profecía, cuy;, exactitud asomhra, ~;ccxprcsa el A{l()stol exclTato\"iamcnte ,::ontra los qtle cn los fuLI'os tiempos hahían dI.'prohihir el matrimonio, y cxhortÚ Ú Ti'llOteo de csta manera: Pcro cf Hsp:ritll S;IJlLo dicc c/ar:/111cnte '1l1Cen los ¡"cnideros ticmpos 11éllJ dc apostntw' algllnos dc la le, délndo o.ídos él espíritus rnlaces y él doctrinns dinvúlic::ls, cnseiindns por impostores, l/enos de hipocresía, que tendr<Ín lél concÏenciél ca lIterj¡wdé.l, quielles prohibiréÍ n cf mn trimonio .l0 el liSO de los mal!inres qlle Dios creÓ pura qlle los {omnscll los h011lhres COll hncimicnto de gnlcÙ's; pan/lie torln crintl/r:! rie /}ios es bllcnn, y nadn se dehe desechar de lo que se t01l1n COll hacimicnto de gracias Propomcndo esto á los hermanos, serÛs buen ministro de Jesucristo. c ...hulo con las pnlahras de In ré, y de hl buena rloctrÍ1w que alc[wzaste. Y desecha las [(tlmlas impcrtinentes de vicjas; y ejercítate en piedad. (1) Y si muy lejos de prohibir el matrimonio á los edcsiástícos quiere el Doctor de los cristianos que los obispos, presbíteros y ~liáconos sean easarlos; (1) Epfstola 1? ti Tinloteo, .r si en nombre del Espíritu Santo calicap. IV, YY. 1,2,3, 'J-,:i, fi Y 7. 25G LA U:Z DEL Pl!EIILO. fica de impostores, hip{¡critas, de cauterizada conciencia, á los que llwhihan cI matrimonio, ¿por qué ha instituído la Igle8iacl cclilmto forzo!'o, y ha hecho materia de voto aquello mismo (lue est{l en pugna con la doctrina de San Pablo, con los inte.reses de la sociedad y con Jas leyes de ]a naturaleza humana? l'or qué? Por convenir así á sus planes de dominaciÓn, pues de ese modo ha eclwdo ¡¡¡ZO, segtÍn la expresiÓn deI Ap()stol (1), ha tendido una red (¡ millones de personas, para ponerlas al servicio del u1tramontanismo. El celihato es unainstituei(mdealta política cc1esi{lstica; es el gran secreto, cI poderoso resorte que afi. anza cIpredominio que la secta ultramontana ejerce en el mundo. (1) Epístola 1~ ti los CorinthH" l'nI'. V11, v. 3ri. CAPITULO La historia y la antigua la institución V. disciplina arguyen contra de I celibato El historiador Eusebio refiet'c que los obispos egipcios Chcrem(>I1 y Phileas sufrieron elmartiri.o tí. presencia dl' sns mujeres ~ hijos, Lo mismo sueedi() l'n Traeia con el obispo de I Ie¡-{ldea, en Cicilia con Félix, obispo de Tibiccra, y en Africa con el presbítero Saturnino, Tamhién se ]¡aœ me1H:iÚn en la historia dcI matrimonio de EspiridiÍln, ohispo de Chipre, del sacerdote I1ilario, que tenía una hija llamada Abra, de. etc. ¿Alcganí.n los ultramontanos qne la historia no pl'esl'nta pruebas directas respecto al ma trin :onio de los sacerdotes en los primeros siglos del cristianismo, y que sohre esto ella no haœ meneiÚn alguna de los santos padr"s y de otros personajes eelcsiÚsticos? I'cro hasta n las pruebas indiredas para dcmostrar históricamente que los sacerdotes fueron casados cn los primitivos tiempos dl' la era c¡'istiana. En nalidad, consignar clnom1¡re del hijo dl' till ohispo, ó ci de su mU.ier, es revcIar, indirecta pero e,·identemcnte, que no regía en aquel tiempo la ley del celibato; debiendo tenerse presente que la historia 110 poùía hablar por ùecoro sino ùe una familia Icgítinw. Ni se6a razonahle exigir que tos historiadores se hubiesen ocupado fonnai y directamente de un asunto pri"ado como ci matrimonio, tan común}' de nill,t!ltn:t importancia histÚrica, desde que todos los individuos d~ la socieda(l se hallaban en <.;.jerciciodel del'Ccho al enlace conyugal. Por eso es que sólo de una maneraineidental é indirecta habla la historia del matrimonio de los sacerdotes, refiriéndose ocacionalmcnte Ú la mujer () Ú los l' ¡jos de élIos, cuando vienen asuciados Ú alguna circunstancia notable dd individuo cuya vida se escri:)c Así, al ocuparse, por ejemplo, dc un obispo mártir, la histOt-;a rc,-ela por incidencia que ese sacerdote fué ca~ado, diciendo quc arrostrÓ cI marti,-io Ú presencia de su mujer y de sus hijos. 25R LA LUZ DEL PI:EIILO. y para tener un plello eonn'ncimiento de qm'la historia no se oetlpa intcneionallllente ddlllatl'imonio, hasta ohsen'ar 'Ille sohre este asunto no hace lIIl'neiÍln ni :tí1l1ctlando hahla dc los altos persOlHljes seglares. ¿ ~e ha ocupado ja m:í s la historia dd l1l:¡trilllollio eJc l'latÚn, de I'lntan'o, de \ïrgilio y de otros ilustres \'aro1\es ellY:l "ida se ha eSlTito? ~i de alg'lllloS sabemos qtle ttH'ron casados, no es sino de tin lllo(lo indirecto; y si nada sahemos de los delll:ís, no cstamos :l11torizados ]lOI' eso :í decir qlle Itleron eC-¡¡hl'S. Otro tanto sucerlc respecto (l los salltos padres. ~i 11l'l11osllegado fi sahcr qlll' Tertnlia\1o, \'. g., fUlcasado, es ]Hll"d incidente de l[ne este padre eseriIJi() UIl Ehro, con el ohjeto de persuadir:í su l11ujer qlll' l1l1H'rto":l no "uch'a dia :í <:asars('. ~las por el hecho eJe que n:\(1a sq)alllos eJc los otros p:¡¡] res, no podcJl1oS nfirmar, en hlll'na 1().!.!;Ïca,qUl' 1:1I0S hayall !"t'II11IlCi:ll]oal Jl1atrilllol1io. Il. Pero no Jl('Ccsitamos qlle la historia nos lwga un:! rn'elaei(m inteneion:\l eJe qm: los sHeenlotes fueron casados ell los primeros tielllpos c1c1eristianismo, puesto que la mis1l1:l IegislHl:iClll eJe 1:1 primiti"a Iglesi:l manifiesta e\'ieJente1l1entc que ésta COIlsagrHha c1lwltrimonio desus ministros. Los C{ll1ones apost{)_ lieos, que son el fiel reflejo de la disciplina eclesi:ístiea, L'nlos tres primeros siglos, nos ofreeen \1na pnlcl);[ eonc1uyente(lccllo. l'or el canon GO sc on1ewl, hajo (le excoll1uniÚn () deposi('i(l1l, que los ol)ispo~, preshíteros y di:'Ll'ono~ no Sl' separen de sus mujeres, ni ]Hl1'pretexto de n·ligi(lll. Ill' aquí el referido eilnon: Ü/li,,,;c()/111S.n1fl fl/'cshytcr, nul r/i;íCIJll1fS lL'd)]'/.'l/ 8U:l1/1 rcligiunis l/Ol/ L:ii('inl .. si {/lItcm cjccit, scgrcgL'i1fr, si I)Cr8(TC01£, dCfJ(l!I:llllr: EL OBISl'O, I'RE~BITEI,O () DL\C():,\():,\O ~E AI';\WrE DE ~l" :'Il]ER co;..: l'l,ETEXTO DE RELICIO;":; :\I.\~ ~I SE ;\ l'ART;\I,E SE.\ EXCO:\1l'LCADO, \' SI I'E],~ISTlEI,E SE.\ DEl'l'EST(). !lrflL'lcxto (f/lod l'or el l':lnOn ,1-0 sc m"dena que sc procure distinguir etlidndos:lmente los hienes propios (leI ohispo de los que pertenC'cl'n rl Stl Iglesin, rI un de que la mujer é hijos no sean rlefraud:u!os en la herenei:l. El canon ~1, ell armonía con la (loctrina rid J\p{)stol. dice la siguiente: "Si algún ohispo, preshítero él rli:Îco!1o n'husase el 259 LA LUZ IlEL?UEBI.O. matrimonio y los manjares, como desdeñando estas cosas, y olvidando que son huenas, y que Di,)s las ha creado para bien deI homhn~, debe ser separado de la c')/1lunión aistiana." Las mismas Constituciones que llcvan c1nomhre de tl[JOSl6licns, reconocen también el matrimonio de los sacerdotes, adoptando literalmente la doctril'a ùeSan Pablo. ElIas disponen "que no sean promovidos al episcopado los polígamos, es decir, los que no sean esposos d,~ una sola mujer; que ésta no haya sido tampoco casada con otro; que sea honesta, prudente y fiel; quc los hijos estén piadosélr:1ente educados; .Ypor ídtimo, lJue el sacerdote exaltado il la dignidad episcopal tenga las cualidades de un hucn padre de familia, porque no podrá gohernar la Iglesia ci que no sabe dirigir sn.casa." Los Concilios de los primeros siglos acreditan igualmente que :1 los sacerdotes de esa época no se les prohibía el matrimoniO. Bn el de Ancira, que se eelehr{¡ Ú principios del siglo IV, se establece que no se impida el tjercicio del ministerio al sacerdote que se casase, si al tiempo de recihir las (¡nlenes huhiese manifestado la intenciÚn de contraer matrimonio después cIe ordenado. Posterionl1ente en d Concilio de ;..;icca se trató de variar ]a disciplina Ú este respecto, pretenc:iendo que los ohispos, presbíteros y (tirlconos casados se separ:lsen de sus mujercs. Pero no tuvo lugar ta] proyecto por la "¡gorosa y elocuente oposición lId venerahle obispo I'afi1ucio, quien rei"indicó ]a pureza dd tálamo nupcial, ncmostnmoo que e] matrimonio es ]a garantía de la continencia}" de la honcstidad de costumhres: hizo "er con profunda sahiduría, que no se debía obligar ft ningún eclesiástico Ú sepnrarse de sn mujer, porqne sería atentar contra cI derecho di "ino, separando ]0 que Dios ha unido; y fina]mcnte manifestÚ qlle la se\'er-idad dd celibato traería funestas consecuencias. (1) La iglesia orienta] qne se h~lIa exenta de las miras de la iglesia romana, ha sc:.~uido ]a doctrina de San Pah]o y cI espíritu de los cÚnones apostólieos. Los coneilios generales celeorados en Constantinop]a, en Efeso y en Ca]eedonia, legislaron (1) culas do el Ln hislori:! itl:-4tilul.'iolH.'S JlIUIHt() t:tltt·t·o ~·st~íplagada 11I0t1ti~tiea~ pur el hurri1)le c10cente etc Lila (Pratl('in). ti ('~tc n.·~l){.·{'to se han cometido estos dias acaba ùe ser sorprcndi .. per petrado por UIl ('{-Jihe en una inst:~.lci611 dt' Jos t'st':írJlJ:lln~ de alllbt.)~ t.'r(men ~C:XCs; y {flit· t:1l :-i. J)gl. E. 260 LA LUZ DEL pl'EDLO. muyexÜ:nsalllent.e para lijar las hases de la disciplina edesi(lstiea, mas nin.~·llno de ellos ni siquiera hizo mClwi(l11dd celiha t.o de los cl0rigos, de esa malTa de l'sel;l\·itud que el ult.ramontanismo ha grahado SO])I-(' los \'asallos de ¡{ollla. ),Iu.\' k:ios de que la igksia oriental huhiese est.ahln:idoc1 celihato del clero, en la Annenia no sc admitía al sacenlocio sino Ú los que fuesen descendientes cle sacerdotes. l'or cso es qm: Eusehio, en su historia eclesi{\stic<l, lih. GO, cap. 2-1.,afirma quc el ohispo 1'01yerates se gloriaha de ser el oda YO descendiente en 1:\ serie cIe IllS progenitores que hahían gohernado la iglesia de Ekso. l'or Últ.imo, cs digno dl' notarse qm: :'t los sacerdot.es del LíIJano y de otras cOl1lunill1ll's orient.ales, sometidas (l la Iglesia rOl11ana sc les permit.e aÚn hoy mismo el matrimonio. Con pruehas tan ineontestahles nadie poddl dudar que la ley dl:! edihat.o no es una instituci{¡n crist.iana, sino esellcialmente ult.ramontana. Las templadas yirtudcs de1lTistianismo y sus I11Úxinws fundadns en In caridad, no exigcn salTiticios sohrehumanos, ni sant.ifican los exaltados scntimil'lIto~ ell' UIIpretendido hcroísmo, que 110 es compatihle con los dcstillos cil' la humanidad, ni COllel espírit.u ell' una n:ligi(l11 de amo!-. INDICE DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTA OBRA PAGlf':A~ Prólogo IX Juicios respecto Carta Ú "La Luz del Puchlo" XVlI 1 dedicatoria a I'rc!;leio SECCIO:\ Capítulo Id. le;. Id. Id. Id. PRllIIEHA I.-Eldespotismo PI)lítieo y c1despotismo rcligioso 1I.-Lueha entre el despotismo político y el religioso HI.-;\lianza entre la Iglesia y el Estado IV.-ConseclIencias LI.' la alianza entre la Iglesia.YcI Estado V.-:\ecesidad de cL:duar la separaei()\l de la Iglesia y el EstMlo \'I.-I~cfutaci{¡n (le las ohjecioneseontra la separaci()\1 de la Igksia y el Estado Capítulo l.-El Cristianismc y el ultramontanismo Id. 1I.-Organización y movimiento dc la Iglesia 11 ltramon tana Id. Il I.-Jcsucristo y los fariscos Id. 1\'.-Los fa riscos y el pucblo 5 7 11 U· Hl 29 40 44 4·7 G4· 262 IImlCE I'dgl" fi" Capítulo V.-Prácticas de los fariscos y sus ~onsecuen59 l'las Id. Vl.-El saccnlociocristiano SECCIO;\; TEHCEIU 6:~ 7:1 Capítulo l.-El bautismo 74 Id. H.-La eucaristía 76 Id. IlL-La Penitencia Í> confcsiÔn sacramental. .. 7H Id. IV.-El matrimonio 85 Id. V.-Aspecto civil y relig-iosodel matrimonio .. R7 Id. Vl.-Impedimentos deI matrimonio 95 Id. VIl.-Dispensas de los impedimentos 104 SECCIO:>l Cl~AHT.\ lOR Capítulo l.-Armonía entre la razÔn, la lihertad y la te .. Id. n.-La razÚn, la lihel'Üul y la fé, con rclaci()Jl á las pretensiones del despotismo Id. II l.-Libertad de conciencia Id. IV.-El Estado no tiene derecho para inten'cnil' en materia de creencias ó de culto Id. V.- La lihertad (le conciencia en sus relaciones con la Ig-lcsia 109 SECCIO;'¡ !2n:-;T.\ 113 115 120 123 131 Capítulo l.-Bases dc la dominación política de los papas y de sn preponderancia sobrcla autoridad de los soberanos 132 Id. H.-El Concilio del Vaticano 141 Id. II l.-El Evangelio y el dog-ma de la infalihilidad Id. Id. Id. 144. IV.-El dog-ma clela illfalihili(l:lll 110 se apoya en la trndiciÍln apostíllica, ni en la de los Santos Paclres 1.48 V.-Cna m:íxima catÚlica respcL'Ío:í la declaraciÓn de los clogmas 152 VI.-Las contradicciones y errores de los papas arguyen contra d dogma de lu inl~\libilidad 154 263 INIHCE PtiginH:~ Capítulo VIL-Para enseiiar (¡ declarar las verdades cristianas no se n~cesita que el Papa sea infalible , 159 Id. VIlI.-La declaración del dogma de la infalihilidad tiende Ú resistir el impulso (le la civilización, y rehabilitar ci sistema teocrÚtico 160 ~ECPO:-; SEXTA 170 Capítulo l.-Jurisdicción y fue-o de la 19ksia 171 hl: II.-~eccsidad de reformar elfuero eclesi{u.tico.177 Id. Ill.-Bases de la reforma en materia de jurisdicción 6 fuero 1S2 Id. I V.-I~ccurso de Fucrztl.. ] ~9 Id. V,-Los castigos qU(~ gubernativamente impongan los obispos, caen bajo la jurisdieei6n civil mediante ci recun;o de fuerza ..... ] B2 Id. Vl.-DeI recurso de fuerza respecto á la visita de los prelados diocesanos y tÍ ln corn~e~ ción de las costumbres 1 B6 Id. VI I.- El ejercicio del re~urso de fuerza debe ser garantido por el Estado 201 Id. VIIJ.-Suprimido el fucm, 6 separada'la Iglesia del Estado, ¿dcbel'í:i abolirse el recurso de fuerza? 205 SECCIO:-; SEPTDIA Capítulo J.-Soberanía é independencia de la ciencia. !-{eseiiahist6rica de la enseiîanza Id. H.-La sociedad eicntifica. Su organizaci6n .. Id. II I.-La libertad de ens:?Î1anzaen sus relaciones con el Estado Id. IV.-Continuación del anterior Id. V.-La libertad de ensciianza en sus relaciones con la Iglesia SECCION Capítulo l.-La OCTAVA ley del celibato eclesiástico es atenta- 215 219 223 280 236 243 264 I:-;fJICE Id. Tel. Id. id. toría l'ontra todockredlO . 1I.-Ell'elihato forzoso bajo el PUllto de "isla :!.¡.¡ so\:ia l. . I II .-A rli ¡¡('ius del ul lralllon l:! nislIlIl . :.!;)() I\'.-La illslitu('i(În dd ('di1Jalo \:St{ll'1I pllg'lIa l'l)1\ h dm'trilla ell- Sail l';thlo . \·.---La historia y la antigua disl'iplill;1 :lrgllYClll'onlra la institul'ÏÚnelcl celihato .