El Dorado (11/20)

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El Dorado
Una leyenda de Colombia
Contexto Cultural
Cerca de Bogotá, Colombia en las montanas de la tierra fría, existe un lago. Este lago se
llama Guatavita, el cual se conoce hoy día como la empieza de la leyenda de <<El Dorado>>. El
aeropuerto de Bogota tiene el nombre de El Dorado en recuerdo de la leyenda.
Muchos conquistadores españoles vinieron al Nuevo Mundo impulsados con su egoísmo;
en particular, por la sed de oro. Otros, inspirados por los cuentos fantásticos y ellos vinieron en
busca de tierras nuevas y misteriosas. En la leyenda de <<El Dorado>> el oro y la fantasía se
juntaron, creando una atracción poderosa. Desde el momento en que los conquistadores supieron
de la leyenda, empezaron a buscar el misterioso reino de El Dorado. No solamente
conquistadores españoles, sino también ingleses, alemanes, portugueses y holandeses participaron
en expediciones para encontrar El Dorado y muchos hombre murieron en las selvas de la América
de Sur.
No se sabia exactamente donde estaba El Dorado, pero muchos pensaban que lo
encontrarían en una región que correspondía mas o menos a lo que hoy es Colombia y Venezuela.
En una de sus varias expediciones en busca de El Dorado, el conquistador Gonzalo Jiménez de
Queseda, al mando de 900 hombres, siguió el río Magdalena hasta el interior del continente, llegó
una sabana en los Andes, venció allí a los indios chibcha y en 1538 fundó el pueblo Santa Fe de
Bacata, hoy en día, Bogota, la capital de Colombia.
Muchos años después, un autor escribió
que los muiscas, que eran un tribu de los chibchas, tenían una ceremonia para su cacique (jefe) y
era una ceremonia muy parecida a la ceremonia en la leyenda. Esta ceremonia tenia lugar en
Guatavita.
Nunca se encontró el reino misterioso de El Dorado; sin embargo, en 1912, una compañía
inglesa drenó parcialmente el lago Guatavita para buscar el oro de El Dorado. Aunque si
encontraron varias joyas valiosas precolombinas, no encontraron el gran tesoro que buscaban. Tal
vez, el tesoro de El Dorado fuera su poder de inspirar y la atracción irresistible que tuvo para
generaciones.
El Dorado
Escuchen con atención esta pequeña historia. Esta leyenda empieza con un hombre
dorado. ¡Silencio por favor! ¡Empezamos nuestro cuento!
Allá arriba, en los Andes, cerca de 7.500 pies de altura sobre el nivel de mar, vivía una
antigua civilización, la de los chibchas, a la que pertenencia la tribu de los muiscas. Esta tribu
gobernaba la tierra en la que se encuentra el Lago Guatavita, cerca de la actual Bogota.
En una época muy distante, la esposa de uno de aquellos caciques muiscas entró las aguas
del Lago Guatavita, ahogándose: después se transformó en la Diosa del Lago. Esta diosa, como
todos los dioses, necesitaba regalos para ser feliz. Los muiscas le dieron un regalo muy peculiar,
que afectaba al hijo heredero del cacique y que da origen a esta leyenda.
La ceremonia era como sigue: Toda la tribu se acercaba al Lago Guatavita. El heredero al
trono del cacique se desnudaba. Lo recubrían con una sustancia pegajosa (sticky). Entonces,
espolvoreaban oro sobre su cuerpo, hasta que brillaba como el sol, como un reluciente hombre
dorado. La tribu construía una balsa de juncos, adornada majestuosamente. El hijo del cacique,
cubierto en oro, se montaba en la balsa. Tenia una actitud como un rey y remaba hasta el centro
del lago. En medio de ésta, hacia su ofrecimiento, tirando esmeraldas y joyas de oro al lago.
Finalmente, entró el lago para limpiarse. Después de bañarse en el lago, el lago cambió el color del
agua azul al color dorado. Regresó a la tierra con la balsa y todos celebraban con una fiesta en
honor del hijo, el nuevo cacique y señor de los muiscas. Los españoles llamaron este personaje “El
Hombre Dorado”, nombre que antes fue acordado a “El Dorado”, que pasó significar la ciudad de
oro.
Este ritual—desaparecido mucho antes del siglo XVI—se transformó en leyenda y pronto
alcanzó los oídos de los conquistadores españoles. Ellos querían conquistar a los ricos y fabulosos
imperios de aztecas e incas, se imaginaron un reino abundante en tesoros y un lago fantástico cuyo
fondo estaba formando por arena de oro.
En 1530, empezaron a organizarse expediciones para encontrar El Dorado. Violencia,
esfuerzo, traición, heroísmo, ambición, se combinaron en esta búsqueda de la fantasía. Gonzalo
Jiménez de Queseda, Gonzalo Pizarro y otros capitanes españoles lo intentaron. Ninguno de ellos
encontró la ciudad de oro.
En 1617, Sir Walter Raleigh consiguió salir de su prisión en la Torre de Londres, y quería estafar al
rey Jaime I. Le dijo, “Yo puedo dirigir, sin duda alguna, una expedición a El Dorado y traer de
vuelta riquezas para su Majestad.” ¿El resultado?: fracasó. Regresó a Inglaterra con los bolsillos y
barcos vacíos y fue decapitado.
Muchas expediciones terminaron en tragedia: ¡cuántos muertos, perdidos en la jungla,
sufrimientos y privaciones! ¿Fue en vano la busca? No se encontró El Dorado; pero esta
búsqueda tuvo como resultado la exploración de gran parte del norte del continente sudamericano.
El Dorado, además, ha pasado a formar parte de la mitología, de la literatura, de la conciencia de
humanidad. El Dorado, las Siete Ciudades de Cíbola, Shangai-la, Utopía…tal vez sean esos
destinos eternos, que mantienen al ser humano en búsquedas continuas.
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