Documento 58179

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A mediados del siglo XIX surgen un conjunto de pensadores incluidos en las corrientes filosóficas del
vitalismo e historicismo que tienen en común la exaltación de los vital y de lo afectivo. Representan una
reacción al excesivo racionalismo de los idealismos tipo Hegel (la razón es una ideología) y del positivismo
científico de Comte, que defienden lo irracional, la vida como realidad radical y última en el ser humano.
Como representantes del vitalismo destacan Schopenhauer, Nietzsche y Bergson y en el plano del
historicismo y raciovitalismo a Dilthey y Ortega y Gasset. La filosofía de Nietzsche representa una crítica
radical contra la cultura establecida en todas sus modalidades: filosofía, religión, moral, arte, ciencia. Es una
vertiente positiva, por el intento de comprensión y explicación de la vida como el trasfondo profundo de lo
que todo surge. Se trata de un hombre genial, contradictorio, revolucionario, dispuesto a revisar todos: la vida,
la muerte, el bien y el mal, el arte y la filosofía, Dios y el hombre. Lo que importa es la vida, no la razón. Por
ello critica la tradición socrática.
Para comprender su filosofía hay que destacar que vive en una época marcada por la decadencia de la
sociedad cristiano−burguesa, con una moral llena de perjuicios. Destacar los movimientos revolucionarios de
tipo sociopolítico con una esperanza de liberación y de justicia para el hombre. La religión se considera un
obstáculo para la liberación del hombre. Nietzsche es el último filósofo sistemático.
VIDA Y OBRAS DE NIETZSCHE: Nace en Röcken, ciudad alemana en 1844, se educa en un ambiente
muy religioso. Su padre y abuelos eran pastores protestantes luteranos. Recibe una sólida formación
humanística, basada en el estudio de los clásicos, y musical. Lee a Schopenhauer y conoce a Wagner. Contrae
la enfermedad que le llevaría a la locura y la muerte: sífilis. En 1869 es nombrado catedrático extraordinario
de filología clásica de Basilea. Su enfermedad le obliga a renunciar a ella en 1882. Comienza una vida errante,
viajando, esp. al Mediterráneo. 1889 sufre un colapso en Turín y su amigo Overbeck lo interna en una clínica
para enfermos mentales en Basilea. Su madre se lo lleva y muere en brazos de su hermana.
Se distinguen tres períodos:
1. Período romántico o estético: juventud. Influencias de Schopenhauer y Wagner. Búsqueda de un nuevo
ideal de cultura, basado en la tragedia griega. El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. Escrito
en honor a Wagner, realiza una comparación entre filosofía anterior a Sócrates y el mismo Sócrates (Dionisos
vs. Apolo).
2. Período positivista: Ataca directamente la religión y la metafísica. Humano, demasiado humano. Trata de
demostrar que los conocimientos y experiencias humanas pueden ser explicados sin necesidad de acudir a
supuestos metafísicos. Se desprende de la influencia de Wagner y Schoperhauer.
3. Período crítico: Así habló Zaratustra. Poética y profética. La genealogía de la moral: crítica al
cristianismo. El crepúsculo de los ídolos.
CRÍTICA A LA TRADICIÓN SOCRÁTICO−PLATÓNICA Y A LA DIALÉCTICA
Lo apolíneo y lo dionisíaco. Dionisos contra Sócrates.
Todo el pensamiento de Nietzsche está presidido por una profunda actitud crítica y demoledora de los viejos
cimientos de la cultura tradicional europea, cuyo origen se sitúa en el idealismo platónico, retomado por el
cristianismo medieval y finalmente sublimado por el idealismo hegeliano.
Frente a Sócrates, símbolo de la filosofía decadente que renuncia a la oscuridad trágica de la vida, que se
inventa otro mundo ideal que se superpone al real, se alza Dionisos, Dios de la lujuria, de la vitalidad sin
límites.
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Nietzsche considera que la cultura griega había sido conducida por dos fuerzas estéticas que se combaten
mutuamente, pero que no pueden existir la una sin la otra: lo apolíneo, que representa la mesura, y lo
dionisiaco, la exaltación de la vida.
La intuición (especie de adivinación) es el modo de captación de la verdad de la vida, el fondo oscuro. La vida
escapa a toda comprensión conceptual y sólo a través del arte se logra su expresión. La filosofía es para
Nietzsche una mirada que penetra en la lucha originaria de los principios antagónicos de Dionisio y Apolo.
Como vitalista, rechaza todo aquello que reprime la expansión del hombre y sus deseos de disfrutar de la vida
y el mundo.
El socratismo es un fenómeno contrapuesto a lo dionisiaco, lo que supone un predominio de lo lógico.
Nietzsche contrapone al hombre conceptual, el hombre racional que encasilla la realidad, que no conoce las
cosas como son, el hombre intuitivo, aquel que, valiéndose de la intuición y gracias al arte, llega a comprender
la vida mejor que el científico. Afirma que allí donde el hombre intuitivo predomina consigue configurar una
cultura, mientras que el que se guía por conceptos solo consigue conjurar la desgracia. Nietzsche lleva a cabo
una crítica radical a toda la tradición cultural occidental, que constituye un proceso en decadencia en el que se
distinguen tres estados de degeneración: filosófica, religioso−moral, y científica−positiva.
• Crítica de la filosofía:
El nivel de decadencia se inicia con la irrupción de la racionalidad filosófica griega, la ilustración griega que
tiene como representante a Sócrates y Platón. Con el tránsito del mito al logos, se produce una ruptura del
anterior equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisiaco (lo que caracterizaba a la antigua Grecia). Sócrates con su
arrogante confianza en el logos y desprecio del cuerpo, niega el instinto, los impulsos, lo que impide al
hombre expresarse, que surjan en él los valores vitales. Como estos filósofos consideran que lo real es lo
estable, cuando perciben las cosas como no inamovibles, pasan a buscar lo oculto, y consideran que el mundo
de lo sensible es un engaño, es decir, que no captamos la realidad de las cosas por culpa de los sentidos. Esto
es debido a la fe indiscutible que profesan al logos. Además, odian la noción devenir y deshistorizan las cosas.
Sócrates crea la fórmula antigriega:
RAZÓN = VIRTUD = REPRESIÓN DE LOS SENTIDOS = FELICIDAD. Según N. esta ecuación es
extravagante y contraria a la vida. Dice que el hombre debe expresar sus sentimientos, dejarse llevar por la
intuición, y evitar dominar sus impulsos y guiarse por la razón, como afirma la fórmula.
En El crepúsculo de los ídolos, dedica El problema de Sócrates a este filósofo. Lo llama antigriego y enemigo
del instinto y de la vida, exponente del rencor plebeyo del débil contra la vida, la virtud y el valor
aristocráticos. Hace esta crítica a lo intuitivo porque tiene miedo a vivir, y por ello rechaza al hombre que sí
sabe vivir.
Ataca la metafísica, a la que califica de egipticismo, con lo que hace referencia a que Platón fue seducido en
su viaje a Egipto por los sacerdotes haciéndose extraño a la auténtica esencia helénica. Con Platón la
metafísica occidental inicia un proceso de inmovilización ontológica, del ser. Lo acusa de la estratificación de
la realidad, de afirmar que lo perfecto es lo inteligible, lo que aplasta el valor de los sentidos. De esta forma,
N. explica cómo lo que es puro y constante cambio (devenir), se transmuta en ser estático e inmutable (el ser),
debido a que la razón inmoviliza, momifica lo que es devenir incesante, inacabable creación y destrucción.
La metafísica platónica es para N. el mundo al revés, pues habría que partir de intuiciones de lo sensible,
cambiante, y no de conceptos. Rechaza también la contraposición entre mundo verdadero y mundo aparente.
Por no fiarse de los sentidos, los filósofos dicen que tiene que haber una ilusión, un engaño. Pero el único
mundo es nuestro mundo terrenal espacio−temporal.
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Nietzsche rechaza la diferencia entre lo auténtico (mundo inteligible de Platón) y lo inauténtico (mundo
sensible). Para él este es el punto culminante de la humanidad, el mediodía. Con esto critica irónicamente la
idea de sombra, ya que quiere significar el instante de sombra más corta, el final del error más largo, mientras
que Platón se refiere a ella como lo sensible, la sobra de la Idea en el Mito de la Caverna.
• Crítica de la religión:
Su concepción sobre la ética y la religión judeo−cristiana se recoge especialmente en sus obras La genealogía
de la moral, y El Anticristo.
Nietzsche considera que el cristianismo ha realizado una inversión de los valores religiosos (vitales) de Grecia
y Roma, y que se trata de una rebelión de los esclavos contra sus señores, un predominio de los valores
plebeyos. El cristianismo, según N., se apoya sobre dos tradiciones doctrinales y culturales decadentistas,
caracterizadas por su odio a la vida y a los valores ascendentes (valores del ser, pasiones): la metafísica
platónica y el monoteísmo religioso judío. En éste último, N. ve un engendro de la decadencia, convicto de
odio contra el género humano, un pueblo tarado por su resentimiento y deseo de venganza contra los sanos,
fuertes y nobles. Se crea, en fin, el prototipo de los pueblos sacerdotales. Con ese deseo de venganza
comienza la rebelión de los esclavos. Rebelión consistente en una radical transvaloración de los valores
aristocráticos.
En el platonismo percibe el modelo y la raíz de toda moral transmundana, que ha contaminado la metafísica
occidental posterior (división de la realidad, gradación de los seres). De este cruzamiento entre débiles surge
el cristianismo.
Los cristianos inventaron junto con los judíos, las ideas de culpa (si no eres humilde, si tienes cólera...),
remordimiento, redención, gracia (un don que nos da Dios) y perdón (perdonar aunque me hagan daño). Estas
ideas son expresión del instinto de crueldad vuelto sobre sí mismo. Ellos ensalzaron las virtudes de la
humildad, de la mansedumbre y el propio envilecimiento para contagiar a la raza humana de sus propios
defectos, de su actitud anti−instintiva. El cristianismo surge del rechazo a los dominadores (aquellos que se
dejan guiar por su verdadera naturaleza).
Los cristianos invierten los valores: el dominio, el poder (grandes señores, héroes) son ahora la humildad y la
sobriedad. El cristianismo encarna todos los malos instintos de la decadencia, puesto que la compasión está en
contraste con las emociones fuertes, vitales, obstaculizando las propias leyes de la naturaleza: la selección
natural. La compasión: hablan de ella porque en verdad son ellos los que han sido dominado, sometidos. Son
débiles, porque no son capaces de sacar de su interior los impulsos, la fortaleza. Representa la doctrina más
dañina para el hombre fuerte, sano y virtuoso.
• Crítica de la moral:
Nietzsche pretende situarse en su análisis más allá del bien y el mal: analizar las raíces de las que brotan los
conceptos, las fuerzas y los instintos de los que nacen. Por ello utiliza la genealogía (el comienzo de cualquier
cosa. En este caso, el origen de la mala moral). Analiza la moral a partir de Sócrates y Platón. Si entre los
primeros griegos la virtud era equivalente a la fuerza y el bueno era el noble, a partir de Sócrates la virtud se
convierte en renuncia de los placeres, las pasiones.
Se produjo, por tanto, una transvaloración de los valores originarios e inocentes. La moral judeo−cristiana ha
transvalorado los valores de la vida, en la que bueno−malo correspondían a fuerte−débil, trastocando lo malo
(débil) en bueno, y lo bueno (fuerte) en malvado. En ella están el resentimiento, la mala conciencia y el ideal
ascético, que son las formas del nihilismo pasivo, negador de la vida.
Por tanto, la moral cristiana es una moral de resentimiento, una moral de esclavos. Es una exaltación de los
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pusilánimes, de los que sufren, enfermos, humildes, obedientes. La casta sacerdotal transvalorando las ideas,
inventa la religión y la moral de los débiles, y acusa a los fuertes de malvados. Ese resentimiento es el que
genera estos nuevos valores morales. Los griegos no lo habían conocido, surge en el judaísmo y lo hereda el
cristianismo. De esta moral de la compasión enfermiza se deriva una concepción degenerada de Dios. Los
cristianos surgen de los pisoteados. Por ello la moral que surge es inversa, un odio por los poderosos que los
habían sometido por ser más fuertes. El Sermón de las Bienaventuranzas no es sino una exaltación de los
débiles, de los pobres de espíritu, humildes, sencillos, obedientes.
La moral cristiana es una moral compasiva que no es sino expresión de la voluntad de poder de los débiles,
frente a los fuertes para debilitarlos y hundirles en la sumisión. Moral del resentimiento, de la envidia y el
odio de los débiles, que ha corrompido y anulado la antigua moral heroica, de la lucha y el esfuerzo, de las
razas fuertes y amantes de la vida.
Es una moral antinatural porque se opone a la naturaleza ya que establece leyes y mandamientos morales
que reprimen las tendencias naturales y biológicas del hombre. Controla y coarta la exuberancia vital de los
instintos.
Es una moral culpable y nihilista: Culpa significa deuda, y es donde se origina el poder descargar sobre el
culpable el castigo. El hombre vil, impotente, al no poder descargar sus instintos hacia fuera, los vuelve contra
sí y ese es el origen de la mala conciencia, la voluntad de maltratarse a sí mismo, de compadecerse de los
demás. Dios es el acreedor ante nosotros, los deudores: sacrificios, fiestas, homenajes, templos y obediencia.
Y nunca con la conciencia tranquila. Por el contrario el hombre noble, poderoso y activo, no cae bajo esa
presión de culpa, se sabe inocente y actúa sin escrúpulos, respetando a sus iguales. El hombre del
resentimiento, a su venganza le da el nombre de justicia. La culpa original es una pesada carga que le impide
al cristiano decir sí a la vida. Es una moral nihilista porque los valores que proclama (obediencia, anulación
del yo, del egoísmo, odio al cuerpo, etc.) son nada, valores que desvalorizan la vida.
Es una moral transmundana y heterónima, porque el centro de gravedad del hombre y de su conducta no
está en esta vida sino en la otra. Y porque la norma y el criterio de moralidad proceden de fuera, del exterior,
de instancias extrañas a este mundo q impuestas por un ilusorio Dios, única fuente de moralidad.
En consecuencia es una moral decadente y antivital característica de un pueblo esclavo, resentido, cansado
de la vida.
Nietzsche distingue dos tipos de moral: moral de señores y moral de esclavos. Los señores son fuertes, nobles,
dominadores. Su moral es la arrogancia, la fe en sí mismos, la falta de compasión y simpatía, moral
caballeresca, creadora, que implanta valores. La moral de los señores nace de los estados del alma elevados,
es activa, propia del superhombre, que ama la muerte de Dios (muerte de los grandes valores). Los esclavos
son débiles, pobres, enfermos, pusilánimes. Su moral es la compasión, la obediencia y la renuncia. Es una
tendencia a nivelar y pretende la igualdad de todos los hombres, el amor al prójimo. No crea valores, sino que
los encuentra ante sí y es por ello pasiva. Además, se apoya en la filosofía, que apoya esta moral, que la
sostiene (Sócrates, Platón, presocráticos) Además, el judaísmo, cristianismo y democracias tienen la culpa de
que la moral de esclavos llegue a triunfar, ya que hacen de su situación inferior algo positivo, hacen de las
miserias, virtudes.
Transvaloración de la transvaloración moral:
La moral judeo−cristiana ha llevado a cabo una transvaloración de los valores de la moral de los señores por
la moral de los esclavos. La mentalidad judeo−cristiana, vencedora de la grandeza romana y germánica, desde
el resentimiento, ha ido conduciendo a los pueblos a la decadencia nihilista. Con la muerte de Dios ha llegado
el momento de acabar con esos falsos ídolos, y volver esa transvaloración al revés.
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Hay que crear un nuevo mundo de nuevos valores en la afirmación de la vida, preparando los puentes al
Superhombre.
• Crítica de la ciencia moderna:
La ciencia moderna forma parte, junto con la filosofía y la religión de la telaraña de la razón. No se critica la
ciencia, sino su metodología: el mecanicismo (encasillamos la realidad) y el positivismo. Crítica a la
matematización de lo real, en cuanto a que esta no nos ayuda a conocer las cosas, sino a establecer una
relación cuantitativa. Esto anula las diferencias entre las cosas, porque el modelo matemático se basa en la
cantidad, tiende a la igualación.
• Crítica a Hegel y a los hegelianos:
Hegel era el maestro del pensamiento de la época. Los hegelianos eran los educadores verdaderos de los
alemanes de la contradicción que atribuye un valor más rico al devenir y a la evolución que a lo que es. Por
ello N. se enfrenta al pensamiento hegeliano tachándolo de insidioso y lo acusa de arruinar su gran iniciativa
de incluir lo negativo en el carácter de todo ser, convirtiéndose con ello en un obstáculo para poder liberar a
Europa del cristianismo y de su moral decadente. El historicismo filosófico de Hegel fue destructor sobre la
cultura alemana, porque conducía a un culto idolátrico de lo afectivo. Hegel había convertido el conocimiento
histórico en fe. (Va a venir un espíritu absoluto al final, por ello dice N. que es una teología camuflada de
filosofía.
LA VOLUNTAD DE PODER:
Así habló Zaratustra es el aspecto positivo del pensamiento de N. Tras el anuncio de la muerte de Dios, se
inicia un mensaje salvador con la predicación de la voluntad de poder, única fuerza que puede superar la
voluntad de nada. Es la idea básica de la segunda parte de su obra. Esta expresión representa el fundamento de
la vida, del mundo y del ser, el fondo último de la realidad y de la naturaleza, y tiene en la voluntad de vivir
de Schopenhauer su antecedente (coge de él su idea, pero no copia, sino que desarrolla su propia visión). La
voluntad de poder se expresa en todos los órdenes y niveles de la realidad y de la vida, es algo que brota del
interior de la vida misma, que no puede ser juzgada sino que juzga, valora todo lo demás, algo que es voluntad
de superación más allá de sí misma.
La buena noticia de N. es la voluntad de poder, que es un enfrentamiento con la voluntad de nada (niega la
vida, es un engaño). La v. de poder es lo que lleva a un hombre a afirmarse, es la voluntad que todos los seres
humanos tenemos, aunque, en ocasiones, esté aplastada cuando surgen esas tradiciones (cristianismo...). Es un
ímpetu que no se detiene nunca, tiene siempre una referencia a lo vital, lo biológico. La v. De poder produce
la cualidad activa de cada fuerza relacionada con las otras, a la vez que las diferencia en dominantes o
dominados (la voluntad de poder está en todos, pero en muchos ha sido aplastada por la voluntad de nada).
Frente a toda filosofía idealizante, a toda religión adoradora de ídolos fatuos, a toda moral castrante, hay que
afirmar la vida. Actuar y reaccionar son expresión de fuerza. La afirmación es el poder devenir activo, la
negación es el devenir reactivo. Cuando las fuerzas reactivas triunfan sobre las activas, salimos de lo
originario y entramos en la perversión, el nihilismo.
En su época romántica, N. Consideraba la vida como fuerza titánica del universo, inabarcable, desbordando la
razón, que no es sino una de sus manifestaciones. En su segunda etapa, aparece la vida en su dimensión
biológica. La voluntad de poder es energía creadora de valores positivos, es la lucha de la vida que tiene que
superarse a sí misma continuamente, y que determina todo lo existente.
La voluntad de verdad que anima a los pensadores, se contrapone a la voluntad de poder. Sólo allí donde hay
vida hay voluntad, pero no simple voluntad de vivir, sino voluntad de dominio. Es esta voluntad de poder lo
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que valora a la vida de una forma nueva, como amor a la eternidad, que es lo que proporciona al hombre
(mediante la idea del eterno retorno) el medio para irse superando hasta alcanzar el Superhombre..
EL ETERNO RETORNO:
Se trata del problema de la relación de la voluntad de poder con el tiempo presente, pasado y futuro. Una de
las características de esta voluntad es la tendencia a la eternidad, a querer ser eternamente.
Es afirmar que todos los acontecimientos se repiten, ya que la voluntad de poder tiene el deseo de realizarse.
Zaratustra no es sólo el profeta del superhombre sino también el maestro de la doctrina del eterno retorno.
Para N. el eterno retorno es la más alta fórmula de la actitud afirmativa hacia la vida que se ha logrado jamás.
La doctrina del eterno retorno se remonta a civilizaciones griegas y orientales, e incluso culturas arcaicas.
Entre los antecedentes de esta concepción cíclica del tiempo se encuentran los pitagóricos, Heráclito, Platón,
Empédocles...
El eterno retorno es para N. el retorno a una concepción cíclica del tiempo y de la historia, y la negación más
radical de la concepción del mundo cristiano−occidental.
N. afirma que debemos vivir el día a día, el presente, porque el momento pasado ya no vuelve. Debemos ser
conscientes de nuestro destino y ser cada vez mejores. Por ello rechaza que el fin sea dado por otro ser, Dios:
N. convierte la idea de eterno retorno en el leitmotiv (motivo principal) de su pensamiento y la expresa
siempre en forma indirecta, simbólica, a través de metáforas como el anillo perfecto, el círculo, la serpiente o
la luna.
EL NIHILISMO Y SUS FORMAS:
El término nihilismo se emplea para descalificar cualquier doctrina que niegue o no reconozca realidades o
valores que se consideran importantes.
Para N. el nihilismo es el movimiento histórico de la cultura occidental, es el destino de los pueblos
occidentales, de la tradición platónico−cristiana, alejadas de todo lo que podemos sentir como vida. El
nihilismo es la fuerza del espíritu de occidente, cansada por valores inadecuados que se ha vuelto nihilista.
Pero el nihilismo es algo provisional, aunque necesario para alcanzar los valores nuevos de los que un día
necesitará el superhombre.N. distingue dos acepciones:
a) Nihilismo negativo, pasivo: decadencia y retroceso del poder del espíritu, la esencia de la tradición
platónica−cristiana que se sustenta sobre la nada del mundo, aniquila, es voluntad de nada.
La cultura occidental moderna, heredera del idealismo platónico y de la religión y moral judeo−cristiana, ha
perdido la voluntad de poder. Esto ha culminado en la enfermedad crónica del hombre: el nihilismo, el
hundimiento en la no−vida, la falta de valor.
Así, el nihilismo es cultura de negación, depreciación de la vida. La vida se nadifica, se convierte en mera
apariencia. A la vida se le opone la idea de otro mundo, es una moral de esclavos que surge frente a la
auténtica moral.
Dios ha muerto: es la frase de N. que nos revela que al mundo le hemos restado la función ordenadora de
nuestra existencia, nos hemos quedado sin brújula.
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b) Nihilismo positivo, activo: signo del creciente poder del espíritu, activo, ascendente, afirmativo. Es el
punto de partida de toda liberación humana.
El nihilismo, a partir de la muerte de Dios, significa la destrucción de este mundo irreal de valores superiores.
Es la creación de nuevos valores que afirman la vida de forma creciente. Es una negación del cristianismo y la
moral judeo−cristiana, es decir, negación de la negación.
El nihilismo es, en función de la voluntad de poder, cuando esa voluntad esencia de nuestra vida disminuye y
da lugar al nihilismo pasivo. Cuando la voluntad de poder reacciona da lugar al activo, que es potencia
destructora de los valores vigentes, y fuerza de crear valores nuevos.
LA MUERTE DE DIOS:
Significa una crítica radical de la religión, la moral y la metafísica. La liberación de un gran peso que abruma
al hombre.
La muerte de Dios aparece en La Gaya ciencia.
En N. Tiene un sentido religioso y metafísico a la vez:
• Desaparición y alejamiento de la noción de Dios monoteísta judeocristiano (y en consecuencia la
emancipación del hombre, que se libera de esta tutela).
• La quiebra, el derrumbamiento de los valores, ideales ético−religiosos y metafísicos ligados a esa
concepción de Dios. La muerte de Dios marca el fin del Idealismo Metafísico Occidental: Dios deja
su puesto en tierra. Esto podría llevarnos a asumir nuestro destino, pero los hombres tendemos a
sustituir los huecos con nuevos valores. Es decir, no ha provocado un cataclismo, como esperaba N.,
sino que los hombres −al mismo tiempo que asesinos de Dios son seres creadores de dioses− han
rellenado el vacío con una nueva entidad divina: la RAZÓN CIENTÍFICA. En esta entidad la
sombra de Dios sobrevive.
La muerte de Dios no ha traído la muerte de la razón. Así, lejos de la exaltación vital que podría haberse
logrado, N. sólo ve el triunfo de:
• una moral gregraria, igualitaria (moral socialista, de rebaño).
• de los valores, ideales pragmatistas.
• del progresismo sin finalidad ni sentido.
• del nihilismo descendente, secuela de la moral cristiana.
Esta situación hunde al hombre en la nada, en el nihilismo que todo invade. Desilusionados, inseguros por la
pérdida de un Dios que garantizaba el destino humano y valores que dotaban de sentido a la vida, los hombres
ven aumentar progresivamente el desierto moral y existencial.
En resumen, el hombre debería haber asumido su destino, pero en vez de eso ha creado valores nuevos. N.
Dice que hay que crear valores, pero los de la moral de los señores. Por ello hay que diferenciar entre
superhombre y último hombre.
El hombre moderno no encuentra asidero, pero en esa medianoche de la humanidad que es el nihilismo, se le
abre la posibilidad de superación definitiva del desierto moral a través de una nueva valoración del hombre y
la vida. Para ello debe:
• Renunciar a todo más allá, transmundo celestial, etc., y a las normas morales derivadas, sustituyendo la
voluntad de nada que desprecia este mundo por una voluntad de poder que afirma esta vida y este mundo
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como si fueran eternos.
• Rechazo de todo absoluto sustitutivo, como la ciencia.
• Establecimiento de una nueva tabla de valores, realización de una transvaloración moral que sustituya la
moral de esclavos.
• La aceptación de las consecuencias de la muerte de Dios, lo que implica la aceptación de múltiples dioses
finitos
Se trata, en definitiva, de aceptar su condición terrena, siendo fiel al espíritu de la tierra. Sólo así es posible la
emergencia del superhombre. El lugar de Dios lo ocupa ahora la vida y el superhombre creador de nuevos
valores.
Hay tres transformaciones en Así habló Zaratustra:
• El espíritu se convierte en camello, animal que transporta grandes cargas, animal cristiano que acarrea
el peso de los valores superiores a la vida y simboliza que el hombre se inclina ante Dios y la ley
moral. Se convierte en
• León, que simboliza la destrucción de los valores establecidos. Crea las condiciones para la
producción del superhombre. Esta lucha contra los valores crea la libertad del hombre. Se convierte
en
• Niño, que significa el hombre capaz de crear, de proyectar nuevos valores que es la esencia originaria
de la libertad.
Por eso la muerte de Dios abre dos posibilidades al ser humano: un empobrecimiento en un ateísmo
superficial y un desenfreno moral (último hombre) o una proyección de nuevos ideales creados por el
hombre (el superhombre). Éste es capaz de perfeccionarse, renuncia a los sueños y vuelve a imponer la
moral de los señores.
EL IDEAL DEL SUPERHOMBRE:
Toda la inmensa tarea del nihilismo activo, se anuncia en el advenimiento del hombre superior.
El tema del hombre es lo más importante en la filosofía de Nietzsche. En la crítica a la moral establece una
diferencia entre el esclavo y el señor. Con el tema del superhombre apunta al héroe futuro, que será el filósofo
venidero, el que comprenderá las grandes verdades de la muerte de Dios y de la esencia de la vida (voluntad
de poder). A través de él se manifestará la vida. El superhombre es la meta, el objetivo de su doctrina: la única
posible salvación del hombre.
Muerto Dios sólo le queda al hombre como posibilidad el superhombre, el estado del hombre cuando,
ayudado por la voluntad de poder y después de admitir la muerte de Dios, renuncie a la actual tabla de valores
e instaure una nueva moral: la moral de señores.
El superhombre es la aspiración, la esperanza del hombre, que no es más que un puente tendido entre el
animal y el superhombre. El hombre, para N., es un animal defectuoso, inacabado, un híbrido. Pero porque es
inacabado está vuelto al futuro, es proyecto, puede superarse a sí mismo. En la transformación en niño, será
supremo legislador de sí mismo, autónomo, libre.
El superhombre es símbolo de los valores: es el que es capaz de aceptar la vida con todas sus consecuencias
positivas y negativas, que tiene voluntad de poder y es fiel al sentido de la tierra, y que está más allá del bien y
el mal.
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