y la mezquindad burguesa

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y la mezquindad burguesa
Carlos García Gual
H
ACE ahora cien años que murió Gustave Flaubert, de una hemorragia cerebral en S il casa de Croisset, en Normandía, en
aquella casona en la que había pasado la mayor parte de su vida,
retirado y enfermizo, desde su primer ataque de apoplejía a los
catorce alias.
fiiI NTR E
las dos fechas
dcsunacimicntoysu
defunció n , ent re d iciembre
de 1820 y e l 8 de mayo de
1880, su b iografía reg istra
pocos s ucesos notab les. Dos
veces cruzó e l Mediterráneo,
e n s u viaje a Oriente: en
1849 5 1, cuando visi tó Egipto , Cons tan tinop la, Grecia e
I .-.lia, yen su visita a Túnez
para ver las ruinas de Carlago en 1858; va r ios amoríos
~
4
con relac iones interm itentes
y algunas am istades largas y
co rd ia les han dejado h ue ll as
e n s u co rrespondencia; así
como los co n tac tos intelec-
tua les con o tros escr itores y
sus estancias frecue n tes y
breves en París; el p leito pur
escand a lo públ ico a la pu blicac ión de Madame Bovary,y
puco más de lo dicho podría
destacar e n su perfil b iográfico. Rentista sol terón y melancólico, refug iado e n la
mono tonía de su residencia
provinc iana, en tre pape les y
li bros se dedicó a la l i teralUra. J. P. Sa rtre, en t res volúmenes amp l ios, ha que r ido
110
analizar, con ~nfoqut: harto
freudiano, la castradora influencia que sobre él ejerció
la persona l idad de su padre,
activo, dominante. positivista . médico jefe del hospital
muncipal de Roucn. Es te
padre poderoso habría s ido,
según Sartre, e l responsab le
de la pasividad de Gus tavc,
" e l idiota de la fam ilia»; de
su .. feminidad », de s u tendencia enfermiza, de su vocación monástica. Su padre
murió en 1846. e l mismo año
que Caroline, la henna na
querida y compañera de juegos de Gustave, y desde esa
fecha él se re tiró a Croisset,
junto a su madre, mujer inteligente y protectora , al
t iempo que s u hermano
Achille heredaba el puesto
de responsabilidad de su padre en e l Hospital de Rouen.
La vocación de G. Flaubert
por la Ii teratura fue pron ta y
total. Flauber t escribe desde
los quince años, y va esbozando, lentamente, a lgunos
de los temas que más tarde
desa rro ll a rá en su s gra n des
nove las. Pero no pu bli c a
nada ex te nso has ta qu e pre senta Madame Bovary e n
1857, que susc ita un proceso
pur escánda lo y conoce un
éxito de púb li co notabl e.
Ded icado consta nt e me nt e a
escribi r , G. Fla u bert no ha
dej ado u na obra vo luminosa. Ta n só lo se is '!ibros. que
podemos en u me ra r po r la fec h a de pub li cación pa ra m a yor co mod idad, ya q ue var ios de e llos ha bí a n si do bosquejados an tes, com o las
Tentaciones de San Antonio
o La educación sentimental,
y la ve rs ión de fi ni ti va co m pren de retoqu es de lar gos
años sobre u na prim er a vers l on. Madame Bovary
( 1857). Salambó (1862), La
e ducación sentimental
( 1869), La tentación de San
Antonio ( 1874), Tres cuentos
( 1877), Bouvard y Pecuchet
(1880, póst uma), se esca lonan con in terva los d e unos
c inco a ños . Fl a ubert vive
para su ob ra literar ia y es-
CrI . .at (SlbUotacl Municipal de Rouen).
Loul,a CoIat, grlbado da Wlnterhalllr. (Biblioteca Nacional. Parfl).
112
cribe, como dirá él mismo,
para vengarse de la vida. Es
esta una venganza refinada y
laboriosa, porque, aunque la
extensión de ¡aobra flauberliana no es muy amplia, nos
encuntramos cun una verdadera denuncia de la vida social como un entomu degradadu y mezquinu, con un retratu de la sociedad burguesa como el mundo de la
ffit!diocridad, de la brutalidad, de la imbecilidad mostrenca, que condena al fracaso cualquier intento espiritual. Con inteligencia y con
odio, con resentimiento feroz, compone Flaubert esos
cuadros de costumbres burguesas de Madame Bovary.
La educación sentimental y
Bouvard y Pecuchet. A través del <lestílo», palabra y
lema clave para entender la
ubra de Flaubert, el nuvelista ubserva y cundena implacablemente, con otsadis-
mo» se ha dicho, ese mundo
de la vulgaridad chata y común, que triunfa siempre.
Como triunfan Humais (al
que se dedica la úhima frase
de Madame Bovary, para
decir que ha recibido la Legión de Honor), y el usurero
Lheureux, y el mezquino
León, símbolos todos ellos de
una capa social triunfante en
la Francia de la época.
En vida de Flaubert se vio
conmovida Francia pur tres
decisivas convulsiones revolucionarias, las que estallaron en París en 1830, 1848 Y
1870, saldadas las últ imasdc
forma feroz y en beneficio de
la burguesía. Gustave, que
era aún niñu en 1830, experimentó emocionalmente las
nolicias sobre la insurrección popular de 1848 y los
sangrientos sucesos de la derrota ante los alemanes invasores y los furores de la
Comuna en t 870. En La educación sentimental (parte
lll, c, 1) nos presenta una
descripción muy viva del
asalto a las Tul1erías y la
subsiguiente represión de las
turbas revolucionarias. La
visión de Flaubert es de una
acerba ironía y de un desengaño radical. La imagen de
la prostituta que, sobre un
montón de ropajes y despojos, .inmóvil, con los grandes ojos abiertus, espantusa», se alza disrrazada de cstatua de la Libertad, es uno
de loS trazos más significativos en su descri pción de esas
jornadas. A la mediocridad
egoísta y rapaz de los burgueses duminantes se enfrenta la barbarie de la muchedumbre. Las sanguinarias torpezas de los unos
equivalen a las crudes represalias de los otros. Sin fe
en el progreso mural ni en la~
utopías de ningún tipo, el escritor se siente asqueado de
la suciedad. «¡Ah, qué hartu
eslOy del innoble obreru, del
inepto burgués, del estúpidu
campesino y del odioso eclesiásticu!». «Axioma: el odio
del burgués es el comienzo
de la virtud. Yyoenticndoen
esta palabra "burgués"
tantu a los burgueses de
blusa como a los de levita ...
Apunta Vargas Llosa ~n su
estudio sobre Madame 80vary, La orgía perpet ua (según calificó G. F. la ucupación literaria)- que ",Flaubert era un profundo egoísta
en lo que respecta a la injusticia social, y, a lo largo de su
vida, nu se preocupó sino de
los problemas que atañían a
su persuna ya la literatura.
Con d pretexto dl! odiar al
burgues, odiaba y despreciaba a los demas hombres;
amaba la literatura porque
le parecía una manera de t!Scapar a la \' ida y de vengarse
declla yenloqueserefierea
la historia era terriblemente
pesimista: el futuro siempre
seria peor que el presente,
que era peor que el pasado, y
nada tenía remedio, lo que,
por lo demás, tampoco le parecía in,¡usto, pues los hombres no se merecían otra cusalto
Flaubert, como Baudelaire,
se da cuenta de la ruptura
entre la vida social y la vida
cultural, advierte cómo la
burguesía, ucupada en adquirir ventajas materiales y
el puder económico y político, pretende servirse del arte
como un mero decorado
para encubrir sus motivaciones e inlt:rescs reales bajo
esas máscaras ideales y domesticadas. Y se rebela cuntra ese servilismo. ti El arte
por el arte» y la independencia del artista frente a la sociedad alienante serán It!mas
GUll8'\lO FleubertlFotogre'le de N.cI ...).
113
de los espíritus más audaces
de la época. Pero el mantenimiento de esta postura
exige un ascetismo social.
una marginación de la vida
civil que Flaubert está dispuesto a pagar. Esa desviación del escritor se reneja en
la vuluntad de un estilu prupio que le defina como observadur singular. cumu jue'l.
y crítico objetivu, sin comprometerse ni solidarizarse
con lus valores de una clase
sucial que despn!cia.
Sin embargo. el escritor nu
consigue escapar del todo de
la condición social que lo
predetermina. Lo ha visto
muy bien Sartre al analizar
el destino degidu por Flaubert, «el proyecto por el cual
Flaubel1. para escapar a la
pequeña burguesía, se lanzará a través de los dhersos
campos de los posibles. hacia la objeth'ación alienada
de sí mismu y se constituirá
ineluctable e indisolublemente como el autor de Madame Bovary y como ese p..:queño burgués que se rehusaba a ser». Pel\) la escritura
••
1..: si rve a F. nu sólo para t ratar (en \anu) de «escapar de
la pequeña burguesía». sino
además. )- sobre tudo. para
u-atar de construirse a sí
mismo «como una cierta totalidad objetiva». El estilo
propio. anl'sanal. constituye
así una manera deafirmarse.
una «sulución ubjetiva de
::.us contradicciones,.. La
I.'xistcncia monastica y descndda. estéril e improducti\"3. del
burgués Guslave
Flaubcrt se transmuta en la
laburiosa:\ creativa \ ida del
escritor.
Flaubcrt deseaba ucultar su
pen.una detrás desu obra. Se
impone el precepto de nu
~IH •• qul el pueblo .ob.,.t\o !~ ("El golll110 de P.ri. en le. Tulleri•• _, por aev.ml.
8iblotec:. N.eIoAe'- P.,l.).
/
I
aparecer jamás, en cuanto
autor personal, en la trama
de sus nu\-e1as. No se consideraba interesante. -No me
gusta "interesar" al púb lico
con mi perso nalO. «El escritorno debe dejarde sí mismo
más que sus obras. Su vida
importa puco. , .EI artista
debe estar en su ubra cumo
Dios en la Creación, invisib le
y todopoderoso, q ue se le
sienta
~n
ludas partes, pcro
que no se le vea en ninguna •.
Todo eso enlaza con su pretensión de un arte objetivo.
de la descripción y la narración sin comentarius intercalados, sin mora lejas añadidas.
lII • • ..,cei6n ffn.lde CIl'lIIgo por los
romlnoIIMO'" l . C.). Culdro deSegr. -
'lo.
•
Pero no deja de ser una ironía del destino que poscamos muchísimos ducumenlos y noticias privadas sobre
la vida de Flaubert. sobre su
mudo de pensar y de compo·
ner. Sus cartas y sus apuntes
forman un mon tón de pági·
nas casi tan grande como el
de todas sus obras publica·
das. Su correspondencia ha
sido editada en siete volú·
menes. Tal vez él se habría
sentido horrorizado de sa·
bedo. Por esas cartas, a sus
amigos de juventud, a su
amante Luisa Colet , a otros
escritores. como George
Sand. Turgeniev, Maupas·
santo etc . conocemos sus
preocupaciones, sus angus·
tias como escritor, sus tor·
mentos en torno a la bús·
queda de la palabra justa;
así como sus opiniones sobre
la literatura , la sociedad, la
vida misma . Y para el estu·
dioso de su obra esta correspondencia sincera y vivaz,
espléndida en cuan tu a su
expresión directa y sin subterfugius retóricus, resulta
un compleml.!ntu imprcscin-
"El paico". por Gavarnl (Blblloleea Nadon". Pari.).
l.ll~rtad
116
d.ible para e\ entendimiento
cabal de su personal idad.
Por estas noticias personales
sabemos cómo la literatura
fue para Flaubert la pasi6n
esencial de su vida, la liberación de un contexto vital que
le resultaba odioso, la droga
que le hacia suportable la vida. «En cuanto no tengu entre manos un libro o no
sueño en escribir uno, me
domina un aburrimiento de
gritar. La vida no me parece
tolerable más que si uno la
escamotea».
Todos los comentaristas de
su obra han subrayado el
acierto de la famosa confesión flaubertiana: «Madame
Bovary suy yo». Emma Buvary, atormentada por la
monotonía de su existencia
provinciana, aburrida hasta
el colmo por la rutina familiar junto a su espuso bonachón y tosco, intenta un escape en la aventura romántica que ella se ha imaginado
según la pauta de sus lecturas Fulletinescas. Su fanta-
queguia al puablo .obrala.b."lcad.., 1830.(Cuadro Ó8 oalaerobt. Mu.aodellouvra. Paria).
sia, alimt::ntada por el erotismo de clena Jiteratula
novelesca, la incita a evadirse de la prisión familiar
de su hogar aldeanu, buscando otros horiwntes, imaginando que el adulterio
-con Rodolfo, con León
después-- será una bella excursión hacia esos paraísos
de la voluptuosidad yel gran
mundo que la norma de una
sociedad represiva le ni ega.
Emma Bovary acaba abandonada, deshonrada, en el
suicidio. Indudabl emente el
autor siente por esta pobre
heroína romántica, provinciana y sensual una cierta
simpatía. Porque , al menos,
Emma ha pretendido escapar del tedio, de la vida gris y
turbia, de la somnolencia cotidiana que se le ofrecía, y ha
manifestado un cierto valor;
aun siendo lo bastante tonta
como para confiar en tales
ensueños románticos y en no
recelar de personajes como
el donjuanesco Rudolfo o el
mezquino León. Es lacaricatura de la heroina romántica, una víctima de la credulidad novelesca.« Flaubert se
encarniza y se enternece a la
vez sobre Emma porqtle ella
es una imagen de sí mismo,
zarandeado entre la exaltación novelesca, el lirismo
desbordado y la mirad lejana del observador despectivo de la pequeña burguesía
provinciana y de la estupidez humana» (R. Bourm::uf-R. Ouellet). A su propio
riesgo ha captado la distancia infinita que media entre
los ideales de la ficción romántica y la opaca y tosca
realidad, y cómo cualquier
intento de saltar de los unos
a la otra está condenado a un
cruel fracaso. Flaubert conocía muy bien ese tedio de la
vida provinciana, la imb ecilidad de los más, la monotonia de los largos días y, al
mismo tiempo, los placeres
de la imaginación, los espejismos que la fantasía ofrece
a una mente soñadora y
ociosa. Pero él era más co·
barde y mucho más in teli gente y descreído que Emma
Bovary.
Se ha destacado que muchos
ot ros personajes de sus novelas padecen de ese curioso
mal, de «bovarismo», es decir, de ese anhelo de evadirse
de un entorno abrumadoramente, desesperadamente
indigno, incapaz de dar espacio a nuestras fantasías, a
nuestros anhelos de actuar
con un sentido, y al mismo
tiempo de escapar de la íntima soledad encontrando
un objetivo que diera valor a
la vida. Emma Bovary, Salambó, Frederic, San Antonio, Buuvard y Pecuchet están, en sentidos y registros
varios, en busca de un anhelo
imposible, en una búsqueda
sin fin, implacablemente
condenada al fracaso. El autur, en su objetividad aparente, nos los pinta como
más o menos ridículos, con
un aspecto más menos torpón y máso menos atractivo.
°
Detelle óe _El Pereleo rer .. n"_, de JelÚnlmo 8oICh.(S ln LOrl'uo de El ElCorilll).
117
D.,.II. de .. La ten'.clOn de SanAn'onlo", por Bn.leSl"eL (G.I.rl. e.berlrM, Rom.).
a.ucHla¡r. en 1861. (Fologtatl. d. Cartal).
118
En sus t:!ncuCluros con e l
mundo, cun esa realidad
hostil y upresiva, todus los
prolagonistas de Flaubert
están condenados al fracaso,
ante la mediocridad ambiental, ante la discontinuidad entre sus pretensiones
de felicidad y los obs tácu los
de un mundu cosificado, intransigente, burgués, mezquino.
El pesimismo social de
Flaubert es un componente
t:!sencial de su novelar. A través del est i1o, calculado, de
perfecta sonoridad , se percibe esa fría ironía del narrador, que describe sin apas io na rse, que da las notas de
color junto a las de emu tividad, sin alterarse. Este hombre taciturno y enfermizo,
desengañado e inactivo, se
reneja en sus héroes, en lo
imposible de sus evas io ne s,
en la futilidad de sus ensueños. Flaubert es también el
pus iláni me Frederic de La
educación sentimental, que
no cunoce e l amor más que
co mo pasión nostálgica y
Iracasada. Magnítica noveJa
ésta. donde, como st!ñaló G.
Lukacs, el tiempo juega un
papel cumo en ninguna otra,
siendo el instrumento que
derrota a los protagunistas.
Narración pobre en escaramuzas esenciales, donde el
paso corrosivo del tiempoes
la línea básica entre varios
sucesos azarosos. Citemos
las excelentes notas de G.
Lukacs: • La educación sentimental reposa sobre la experiencia vivida de líA temporalidad, y es porque ésta
les falta, al contrario, por lo
que las demás novelas de la
desilusión, que no captan el
tiempo sino bajo su aspecto
negativo, son unos fracasos.
Entre las obras importantes
de este tipo , La educación
sentimental es aparentemente la que carece más de
composición; el autor no intenta ningún esfuerzo para
vencer, por un proceso cualquiera, el desmenuzamiento
de la ,'ea lidad exterior en
fragmentos heterogéneos y
carcomidos, ni tampoco
para sup lir la falta de ligazón y de símbolos sensibles
por una pintura lírica de estados de alma: los troros de
lo real quedan sencillamente
yuxtapuestos en su d uración, su incoherencia, su aislamiento. Yel autor no confiere al héroe de la novela
una importancia particular
ni limitando el número de
protagon istas y haciendo
confluir rigurosamente toda
la composición sobre el personaje central, ni realzando
su personalidad a fin de que
se destaque de todos los demás; la vida de Frederic Moreau es tan inconsistente
como el mundo que la rodea;
ni en el orden del lirismo ni
en el plano de la contrastación su inferioridad posee
una potencia patl!tica capaz
de Sen ir de contrapeso a esa.
inanidad. Y, sin embargo,
cste libro, el más típico de su
siglo en lo qut: concierne a la
problemática de la no\'da,es
el único que, con su contenido desolador que nada
\"¡ene a edulcorar, ha alcanzado la verdadera objetividad épica,y, graciasaella,la
positividad y la fuel-¿a afirmadOl'a dc una forma perfectamente realizada».
He querido citar por extenso
esta apreciación de Lukacs
porque La educación sentimental suele ser una de las
obras peor apreciadas y peor
comprendid as de Flaubert,
dcsdesu publicación. Hayen
el fondo de esta nm"da (cuya
primera \crsión redactó en
1843, y que luego reclaboró
durante cinco años, de 1864
a 1869) tina anécdota personal: d enamoramiento del
jo\'en G. F. de la esposa de M,
Sch Jesi ngercn un \"craneo en
Twtlville, cuando Gustavc
teOla diecisCis años, con una
pasión sin esperan;¡..a. Ese
aparente caos de la acción
no\"elesca rcneja la experiencia vital de::! nu\"dista,
esa «experienc ia vi\'ida de la
temporalidad. tiene sus rai-
lIu.trecl6n de J.a primer. edición de .. Medeme BO\l'ery ~. (Le Rewe de Pen .. octubre d.
1858).
11 9
ces en la nostalgia de Flaubert hacia su propio pasadu.
Después de La ed ucación
sentimental publica Flaubert la versión defini ti va de
La tentaci ón de S a n Anton io,
que tamb ién tuvo una primera versión en 1848-49, Y
en la que trabajó de 1869 a
1872, retocandola. A pesar
de la evidente diversidad
temática, hay entre estaobra
de fantasmagoría exuberante y sus novelas burguesas anteriores un claro nexo
de unión. También Flaubert
se siente incorporado en el
eremita asediado por una
desbordada fantasía, presto
a ceder al panteísmo o al
nihilismo, por debajo de un
torrente de imágenes dislo-
120
cadas y fusfurescentes. «Vu
he sido yo mismo en Sa n Antonio el San Antonio», «La
tentació n ha sidu escrita
para mí mismo y no para el
Icctu¡-», cunfiesa. Y también
encontramus ese choque entrt:: la fantasía y la realidad,
entre el deseo multiforme y
la currupción dt:: la vida gris
t::n podt::r del tiempo y de la
falta de finalidad. Cumu señala V. Brombert: «La evasión rumántica está siempre
asociada a una nución trágica del tiempo,yesta interdependencia espaciu-temporal es sentida de una manera especialmente ag uda
por Flaubert. Desde su adolescencia no hace más que
constatar la separación de
lus ins tantes: a ngus ti a que
explica de go lpe su in terés
tan vivu po r la H is turia
-pero una H istoria co ncebida cumo una serie de mom¡['¡caciunes». Tudu pasa,
las furmas se suceden y se di·
~uelven sin fin en ese «onírismo eruditu» que a li men ta
la trabazón de esta parábu la
fáustica y nihilista.
En Flaubert late la imaginación de un rumánticu desengailadu, que no cree en la ac·
ción, que nu cree en los hé¡-oes, que ve d destinu cumo
una pu ra contingencia in·
significante y azarosa. Madame B0\.' a¡-y es, en e l fondo,
la más pusitiva de sus figuras
~.iuntu cun la Felicité de Un
co razón sencillo, esa si r·
\ iente bobalicuna y ca r itati\'a que acabacunfundiendo
a su pájaro disecado cun e l
Espíritu Santu-, porque se
lanza a una acción, por catastrófica e inmural (según
las pautas sucia les) que és ta
resulte. Los demás persunajes están trabadus por las
turpes consideraciones de su
resignación.
Es muy intt!resante el pendular de la trayec turia novelesca de Flaubert entre pinturas de la socit::dad contempuránea y evocaciones de
utras épocas, lejanas en la
Historia. Madame Bovary
alterna con Salambó, La
e duc a ción sentimental con
La tenta ción de San Antonio,
y los Tres cuentos --donde
«Un curazón sencillo» pertt::necena al prime¡- tipo de
relatusy «La leyenda de San
Julián)) y « Herudías» a l
utru- cun Bouvaro y Pecuc het. Da la impresión de que
la imaginación de su autur
necesitara des intuxicarse de
lu cotidiano recurr iendu a la
t::xcursión e n un a atmós fera
pinturesca y lejana y luego
volver de estos escenarios
exóticus a la pintura realista
y a lus co lures de su pa le ta
gris. Sin embargu, cumu ha
destacadu G. Lukacs en su
espléndidu estudiu de Sa~
Jambó en La novela histórica, «en ambus tipus de novela se expresa cun el mismu
vigur la nausea y el udiu a la
mezquindad, trivialidad y
estrcchezde la moderna vida
burguesa, pt!ro de acuerdo
cun la diversidad dd tema
traladu lus presen ta de
furma distinta. En sus n0ve~
las subre la suciedad unlem~
puránea, Flaubert concentra
su ataque irónicu en la plasmación de la diaria \'ida
burguesa ... Su novela histórica, en cambio. había dI:! ser,
para él, una liberación artística de las cadenas de esa
monótuna banal idad. En
ella debía de flurecer tudo
aquellu a que había tenido
que renunciar pur su cuncienzudu naturalismu cumo
rela tur de la real ¡dad cuntempuránea. Furmal mente:
el culorido, la munumenta~
¡idad decorativa del ambiente exótico; en cuan tu al
contenidu: las pasioncs ex~
céntricas en su singularidad
plenamente desarrullada y
desatada. Y es aquí donde se
revela claramente la limitación sucial, moral y cusmovisual de este magnificu artista». Cumu Lukacs st:ñala.
F1aubert carece de autén licu
sentido históricu; decorados
fastuusos, modernización
psiculógica individual, culuridu exóticu, parecen preludiar en Salambó algunas películas de Cecil B. de Mille.
"La extensividad sirve de
sustitutu de la vc¡-dadera
grandeza, la inhumanidad y
crueldad, la atrocidad y brutalidap se cunvil:!rten en sustit~tos de la auténtica grandeza histórica perdida. Nacen al prupiu tiempo de la
murbusa nustalgta que el
hombre moderno pruyecta
en una sendurnunumentalidad para zafarse de la asfi-
xiante estrechez de lo cotidiano». "En Salambo están
presentes de modu concentradu todas las tendencia!) de
la decadencia de la nuvela
histórica: una munumentalización decurati\'a. la desanimaclol1 y deshumanización de la historia, a la par de
su privatización. La histuria
se revela cumu una grande y
pumposa escenugrafía que
sirve de marco a un asunto
puramente privadu, intimu.
subjetivu».
Ya Saintc-Beu\'e, en una c¡;tica inmediata a la aparición
de la novela. aludió a que cl
persunaje remeni no de Salambü n~curdaba a Emma
Buvar)'. lu quc mokstó prufundamen 1<:.' a FlaLlbcrt.
Ilu.traclón para
~L.a
Habla con su aya, le confía
su vaga nustalgia, sus penas
rerrimidas, su tedio. Busca,
sueña. clama por algu desconocido. Y esta situación se
presenta a más de una hija
de Eva, sea de Cal-tago u de
utra parte; es un puCu la de la
señora Bovary al principio
de la nuvela ... Pues bien, la
pobre Salambó vive a su
manera el mismu sentimientu de ansia indeterminada y asfixiante nostalgia.
Cun muchu arte. el autur no
ha hecho más que mito logizar y transferir esta surda
queja del corazón y de lus
sentidos». El clúicu tenía
¡'aLón; el romanticismo pún icu de la juven sacerdot isa
cs utra metamurfosis del
(1
Flslologla del burgu.... , da H. Monnler
(1856~
121
· bo,"arismoa impenitente
del propio novel ista. La no·
vela his tórica de Flallbert
lUyO buena acogida de pú·
blico precisamente por sus
de talle s decorativos, tan
bien estudiados, pero la ac·
c ión resllltaabrumada porel
exceso de descripciones y el
esta tismo de la trama reneja
bien esa debilidad, funda·
mentalmente debida a la
falta de sentido histórico de
su autor. Recuerda a los
cuadros de Delacruix y otros
pintores, a esas pinturas de
género cun temática oriental
o an t igua en boga entonces.
La tentación de San Antonio
es otra cosa, una para bola y
un capr icho, influido por la
Segunda Parte del Fausto
goethianu. Está mejor l<.r
grada porque hay en ella
muchu de intimu, de la ca·
lenturientl.! fantasía de su
autor. Junto con Bouvard y
Pecuchet , es la obra que me·
jur refleja los an he los metatísicus de Flaubert. baju su
caprichusa fantasmagoria y
erudición.
Bouvard y Pecuchet es la últi 1113 ubra, la Iwve la póstuma. y dca lgún mudoesjusto
que ha\'a sido así. Es la no,da del fracaso en la búsqUl."!da del saber. Esos dus
Emilio 101• • fotogr.li. del
122
H~r .
pobres protagonistas, carica turas del erudito, patéticos en su ingenuidad y su
afán de conseg uir un dominio c ientífico, que ensayan la
jardinel"ia, la agricultura, la
'anatomía, la higiene, la medicina, la arqueología , el sabe r hi stórico, la lite ratura , la
estética, la filosofia , la relig ió n, etc., fracasando sie mpre e n sus intentos enciclopédicos, esos . dos idiotas.,
son un trasunto irónico del
hombre moderno, especializado, limitado, mediocre,
incapaz de une satisfacción
en los dominios de la sabiduría. Al final acaban por r edu cirse a su antigua ocupación
de copistas. Y Flaubert, que
proyectaba su «Diccionario
de lugares comunes. y planeaba un libro en que copiaría frases tópicas y errores
comunes. ¿no resulta irónica mente un renejo, tal vez
algo menos idiota, de estos
dos compadres, contamina·
dos también de un .oovaris mo . intelt!ctual? Como
señala V. Brombert, «e l prestigio del que goza en nuestros días este libro caricatu·
reseo dice mucho acerca de
las inqui etudes de nuestra
época. En muchos respec tos ,
esta extraña aventura no es
nada menos que el inventario enciclopédico del fraca so, y el fra caso en cuestión es
precisamentecl de lacultura
enciclopédica. Desde la primera página del libro , los
ges to s y palabras de ambos
compadres. que se sientan
. sobre el mi s mo ban co en el
mi s mo momento, el automat iSITIo y la s i metlÍa de s us
movimientos, anuncian el
mundu amargamentl."! clowncsco de un Samuel Bccket y
la risa de lo absurdo de un
lonesco •. li La desaparición
del personaje en la novela
corre spo nde históricamente
a la puesta en cuestión de la
tradi ción humani s ta •. Por
esu Bouvard y Pecuchet, cun
su confusión par3lizantc,
son un símbu lo angustioso
del intelectual moderno y
del prupiu Flaubert. Como
lus dus pobres copistas, el
novelista ha acud idu a d~
cumen t arse pacienzudamente d urante años y años
para reconstruir la atmósfera de sus novelas y, como
ellos, carece de una perspectiva final sobre la realidad;
carece, comu el hombre mudemo. de una doctrina de
sah'3ción que le permi ta ignurar la mediocridad de la
vida burguesa, su mezquindad y su eguísmo. Cumu
BoU\'ard v Pccuchet es víctima de la-necedad. la bétise,
tan inrinit3mcnte udiada, la
cosificación sucial, la destrucción )' la esclerosis de
una épuca sin hurizuntes heruicus. Al románticu desilusiunadu que es. irrdentamente, flaubcrt. su eguísmu
y au aislamientu de una burguesía a la que desprecia)
pertenece por su conducta
misma nu le queda utro panorama final que esta desp iadada náusea, este fracaso
consciente, y pur ellu trágico.
En la sel-ie de los grandes no\'e1istas franceses dd XIX,
Flaubcrt se encucn tra sit uado entre Balzac (17991850) Y la generación de los
naturalistas. con E. Zula
(1840-1901) a la cabeza.
Tanto éste cumu Maupassant, Daudet. Huysmanns se
123
consideraban discípulos de
Flaubert, mientras que él de·
testaba que se le incluyera en
la escuela realista y aburrecía sus teorías. Para nosotros
el espíritu más cercano a
Flaubert nu es ningún nuvelista -nu desde luego los
Goncourt, sus contemporáneos-, sino su casi coetáneo
Baudelaire (1821·67). Ambos
se comprendieron y se admiraron. El desprecio por las
normas sociales burguesas,
el refugio en el quehacer literario, su pasión porel estilo. por hallar siempre la pa·
labra justa, en la poesía y en
la prosa, los unen. Por todo
ello Flaubert nos resulta más
moderno que Balzac --<le
quien no tiene la grandeza
124
eplca , la fueíLa demoniaca,
el vigor creativo y prolifico,
como destacó E. Cunius,
pero a quien supera en cali·
dad de la prosa y en hondura
crítica-, y desde luego mu·
cho más moderno que Zola y
ruda la prole de novelistas
naturalistas y sociales, tan
limitados.Si lo comparamos
con otros novelistas de su
tiempo, con Dickens 'ISI2·
70) o con Thackeray (1812lS63) por ejemplo, adverti·
mos cómo los sa tí ricos y rea·
listas ingleses resultan mu·
cho más optimistas que
Flaubert, en cuanto que los
protagonistas de sus ficcio·
nes novelescas acaban por
integrarse en su entorno so·
cial y sus nove las adm i ten
así el «happy end", tradicional, imposible en Flaubert.
El arma decisiva de la modernidad de Flaubert es su
estilo, que tantos esfuerzos y
torturas le cuesta. Por ese estilo, por esas expresiones
aceradas, por su «estilo indirecto libre», por su _objeti_
vidad» aparente, introduce
la novela moderna y realza
todo el género a la ca legaría
de otros más prestigiados
por su rigor fonna!. Como
señaló Proust, Balzac toda·
vía no tenía _estilo», en ese
sentido en que lo funda
Flaubert. En esa línea precede a Preust, a James, a
Joyce, a V. Woolf, al _nouveau reman"" como en otros
respectos precede a la orientación realista.
Para concluir, quiero ci tar
unas lineas de M. Zérafla (en
Roman et soclété, París,
1971, p_ 135-6): .Con su "estilo" Flaubert mata varios
pájaros de un tiro. Nos
muestra desde un comienzo
que existe, inserta en un conjunto de relaciones. sociales
aparentes, una ca tegoría secreta de individuos cuyo valor reside en su impotente y
dolorosa subjetividad; a
continuación, cómo el bovarismo (del que la sociedad es
en algún modo responsable,
pues suscita sueños irrealizables cuando se los toma en
serio) aísla a estos individuos de la vida social real, y
los reduce a una cond ición
de parias; en fin y sobre todo,
que la expresión de esta distancia entre individualidad
subjetiva y vida social es el
único medio de revelar la naturaleza de esta vida: la de
un aparato de convenciones,
de ri tos, de mezq uinos prejuicios, reducción caricaturesca de un grandioso apa·
rato balzaquiano que no
existe ya o que, en todo caso,
escapa a la observación del
escri lor ». • C. G. G.
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