NIEBLA. MIGUEL DE UNAMUNO RESUMEN Capítulo I

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NIEBLA. MIGUEL DE UNAMUNO
RESUMEN
Capítulo I
Augusto se encontraba en la puerta de su casa, cuando notó que llovía. Sin rumbo y sin saber hacia donde
dirigirse de paseo, comenzó a seguir a una moza.
Esta chica llegó a una casa, donde Augusto interrogó a su portera sobre quién era esa chica. Ésta le informó
con detalle y Augusto le recompensó.
Luego se sentó en un banco a reflexionar sobre Eugenia, la chica.
Capítulo II
Cuando llegó a su casa, se sentó a escribir a su amada. Cuando terminó la carta, en la que le pedía ocasión
para conocerse, marchó a la Alameda para entregar la carta.
Se la dio a la portera, y también le dio un duro de recompensa. Esta le dijo que no era la primera carta que ella
recibía de pretendientes, y le contó que tenía un aspirante a novio.
Augusto marchó contento de tener algo que hacer, alguna meta y de por fin tener un rumbo en sus paseos
diarios.
Capítulo III
Augusto acabó en el casino, donde con Víctor jugó una partida de ajedrez, en la que no se concentraba por
pensar en Eugenia. Cuando le contó a su amigo que estaba enamorado, éste no se impresionó demasiado
porque ya lo había notado. Además de que ya conocía a Eugenia.
Capitulo IV
Llegó a su casa, donde siempre antes de acostarse jugaba con su servidor a un tute. Mientras jugaban
conversaron sobre el matrimonio y cuando nombró a Eugenia la criada le dijo que ella la conocía.
Augusto notaba que todos la conocían menos él. Se había dado cuenta lo aburrida que había sido su vida
desde que murió su madre. Reflexionando, se quedó dormido.
Capítulo V
Soñaba con un águila cuando le despertó una voz y de paso pidió el desayuno antes que de costumbre y
marchó a casa de Eugenia para informarse de las novedades a través de la portera. Ésta le dijo que ella le
había pedido que le comunicara que estaba comprometida, cosa que a Augusto no le importó.
Augusto comenzó a recordar a sus padres difuntos. Su madre le ayudaba con las matemáticas. Mientras
pensaba se encontró un perro abandonado, con hambre, que recogió y llevó a su casa para alimentarlo. Lo
llamó Orfeo y se convirtió en su confidente.
Capítulo VI
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Andaba Augusto por casa de Eugenia, cuando vio que una señora del segundo piso sacaba a su canario al sol,
cuando de repente se le desmontó la jaula y cayó. Augusto consiguió coger la jaula y se la subió a la señora.
Le dijo que estaba tras su sobrina Eugenia, y la tía le contó que esta era caprichosa.
Cuando llegó Eugenia a casa, le informaron de la visita de Augusto.
Capítulo VII
En este capítulo Augusto le habla a su perro Orfeo, reflexionando sobre las cosas de la vida, contándole sus
pensamientos; aunque Orfeo en realidad no le entendía.
Capítulo VIII
Augusto se hallaba en casa de su amada, y sus tíos le dijeron que esperara a su llegada para que pudiera
conocerla. Cuando llegó ella Augusto se puso muy nervioso. Al conocerse, ella se mostró distante, fría, y de
gran carácter. Podía molestar a Augusto, pero todo lo contrario; más le atraía esa independencia. Sus tíos le
mostraron todo su apoyo para conseguir conquistar a la chica.
Capítulo IX
Eugenia hablaba con su novio Mauricio. Le pedía que se decidiera de una vez a casarse, ya que de lo contrario
sus tíos le estarían presionando mucho para casarse con Augusto, aunque a ella no le gustaba. Él debía buscar
trabajo de una vez o todo se acabaría.
Capítulo X
Augusto salió para el Casino, y de repente se percató de que había estado siguiendo a otra moza hasta su casa.
Para sí mismo daba gracias a Dios por crear mujeres tan bellas. Veía y veía muchas mozas guapas, pero
ninguna como su Eugenia.
De repente se encontró con Víctor, que le preguntó a donde se dirigía ya que le había esperado en el casino.
Augusto entonces le contó que desde que estaba enamorado de Eugenia veía hermosas a todas las chicas, cosa
que no entendía, pero Víctor le explicó que lo que pasaba era que había descubierto el amor, que en realidad
no estaba enamorado de corazón, sino de cabeza.
En su casa habló con Liduvina sobre el mismo tema. Quería saber qué era estar enamorado de verdad.
Capítulo XI
Augusto visita de nuevo la casa de Eugenia, que le esperaba sola, sin sus tíos. Ella le dice que está engañado,
que tiene novio del que está enamorada. Su tía no lo puede comprender, pero su tío defiende su libertad de
elección, ya que es anarquista. Augusto por su parte, solo quiere la felicidad de ella, cueste lo que cueste.
Entonces decidió hacer un acto heroico por ella; pagar todas las hipotecas pendientes de su difunto padre.
Capítulo XII
Llegó la planchadora a casa de Augusto como habitualmente, pero esta vez Augusto se fijó de verdad en ella,
cosa que le hizo ponerse colorada. Él le dijo todo lo hermosa que era, y Rosario rompió a llorar. Augusto
también al recordar que su amor no era correspondido, y Rosario se compadeció de él. Entonces le preguntó si
ella le querría, ya que Eugenia no, y Rosario le dijo que sí. Entonces les pilló Liduvina y le dijo que realmente
estaba enamorado por la tontería que acababa de hacer.
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Capítulo XIII
Augusto recibe de repente la visita de Eugenia, cosa que le sorprendió. Ella venía para preguntarle por qué le
había comprado la hipoteca. Había pensado que el lo hacía para comprarla, para conquistarla y se enfadó. Él
intentó hablar, decirle que solo quería su felicidad, pero Eugenia no le escuchó.
Apenado anduvo hasta llegar a una iglesia, en la que entró sin pensar y donde se encontró a don Avito, quien
le dijo que en la vida solo se aprende viviendo. También le contó que usualmente iba a la iglesia aunque ni
siquiera sabía si creía... Le recomendó que se casara cuanto antes para sustituir la pérdida de su madre, aunque
fuera con una chica a la que no quería.
Capítulo XIV
Víctor estaba raro, por lo que Augusto le preguntó. Entonces le contó toda su historia con su mujer; que no
habían podido tener hijos lo que al principio les influyó mal en la relación al principio. Pero una vez superado,
vino de nuevo la desgracia: ¡Elena estaba embarazada! Lo estaban pasando mal de nuevo porque su mujer se
avergonzaba.
Augusto regresó pensando en lo que le habían dicho sus dos amigos, y luego se desaogó con Orfeo.
Capítulo XV
Eugenia llegó a su casa muy enfadada por lo que había hecho Augusto y se quejó a su tía. Ésta se quedó
atónita y le dijo que había hecho mal, porque su novio es un cafre que ni tiene trabajo siquiera. De repente la
criada le avisó de que don Augusto le esperaba para verla pero ella no quería. Cuando entró Augusto se
encontró con Ermelinda. Le contó que había deshipotecado la casa, pero que deseaba que Eugenia conociera
sus verdaderas intenciones: que el no quería comprarla, solo hacerla feliz, y que sería el padrino de su boda si
ella le dejaba además de buscarle un buen puesto de trabajo a Mauricio para que pudieran vivir bien. Cuando
la llamaron, ella se había marchado.
Capítulo XVI
Eugenia insiste a su novio para que se vaya espabilando y busque trabajo, o de lo contrario aceptaría la renta
de Augusto. Sorprendentemente, Mauricio le anima a ello. De repente se sincera, y le confiesa que tiene
mucho miedo al matrimonio; que le quiere mucho pero que no le apetece trabajar y mantener a unos hijos, por
lo que le sugiere que se case con Augusto y ellos mientras serian amantes. Ella se escandalizó de su grosería y
llorando regresó a su casa. Se acostó y pilló una fiebre.
Mientras, Mauricio hablaba con un amigo suyo y le contaba que había empezado con esa chiquilla sin
ataduras ni compromisos y ahora ella intentaba atarle, cosa que no quería. Decidió que sería libre.
Capítulo XVII
Augusto y Víctor se contaban casos de matrimonios, como aquel de don Eloíno, que se caso con la patrona de
un hotel solo para que le cuidara sus últimos días de vida, ya que se iba a morir. Pero después de casados duró
un tiempo más, y ella acabó echándolo de su casa cruelmente. Toda esta historia Víctor pretendía contarla en
una novela, una novela con mucho diálogo.
Al llegar a casa, Rosario esperaba a Augusto.
Capítulo XVIII
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Augusto le dijo a Rosarito que olvidara lo del otro día, porque había sido una locura. Pero repitió lo de la vez
anterior; la sentó en sus rodillas y le habló. Le preguntó si tenía novio y ella mientras hablaba rompía a llorar
en el hombro de don Augusto. Éste le intimidaba. La volvió a besar, se volvió medio loco, le pidió que le
acompañara a un viaje y le dijo que se marchara.
Cuando se fue reflexionó en la cama y se dio cuenta de que le estaba mintiendo a ella y a sí mismo. Junto a
Orfeo se dio cuenta de lo simple que era el amor, era fruto de los celos, de la sociedad; sin ellos no existiría el
amor.
Capítulo XIX
Hablaron Emelinda y Augusto. Ésta le explicó que su sobrina estaba arrepentida de su actitud con él, y que,
sin compromiso, aceptaba el regalo que anteriormente le propuso. Augusto se ofendió de que ella tratara de
aprovecharse de él ahora que su novio le había dejado; y le dijo que le perdonaba, que aceptaba sus disculpas,
pero tan solo como amigos.
Eugenia, cuando fue informada de esta conversación, seguía pensando que fácilmente lo reconquistaría.
Augusto al ponerse a pensar se negó a que esa mujer intentara jugar con él. Había demasiadas mujeres en el
mundo como para preocuparse.
Salió a la calle y pensó en él, pero alrededor de todos se sentía muy pequeño. Se quedó sentado en una
plazoleta, llena de árboles y niños que jugaban y siguió pensando y pensando
Capítulo XX
Estaba decidiendo si haría el viaje pensado cuando de repente llegó Eugenia a su casa. Tuvo tentación de
rechazar la visita, pero creyó que era mejor ser fuerte.
Empezaron a hablar de su relación, hubo un momento en el que Augusto la besó en la frente y en los ojos
oprimiéndola fuertemente contra su pecho, pero ella se resistía; no se aclaraba. De repente llegó Rosario, y
Augusto se quedó blanco.
Rosario le dijo que esa mujer le estaba engañando. Se lo decía de corazón, porque le tenía mucho cariño y le
sugirió que confiara en ella. Se estaba volviendo loco entre las dos mujeres y mientras jugaba al tote con
Domingo le preguntó qué se debía hacer cuando uno se enamoraba de dos mujeres a la vez. Éste le contestó
que teniendo mucho dinero podría hacer lo que quisiera, incluso casarse con las dos, porque los celos de una
mujer solo vienen cuando hay hijos de ese hombre.
Capítulo XXI
Antonio y Augusto hablaban en un rinconcito del casino. Antonio le contaba que la mujer que tenía no era su
mujer legítima, sino otra. Y que a pesar de que sus hijos eran de ella, ella también estaba casada con otro. Su
anterior mujer le enamoró por ser calladita y reservada hasta que un día le abandonó por otro hombre. Triste y
desolado decidió visitar y ofrecer hospitalidad a la mujer del hombre que se había fugado con su mujer. Al
principio ella rechazó su dinero pero de tanto insistir él acabó aceptando. Más tarde incluso se fueron a vivir
juntos, y Antonio empezó a coger mucho cariño a su hijastra. Un día se enteró de que su mujer había tenido
un hijo de su amante y sintió morir de celos. Como la niña les pidió un hermanito, una noche, por la furia de
los celos, engendraron un niño.
Nunca estuvo enamorado de ella, nunca sintió deseo, hasta que en el parto de su cuarto hijo por poco muere y
entonces fue cuando se percató de que la quería de verdad.
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Capítulo XXII
Víctor y Augusto hablan del matrimonio; de cuando uno no se da cuenta que su mujer envejece y se afea.
Víctor le recomienda que no se case, pero Augusto quiere hacerlo, y le cuenta una leyenda portuguesa.
Luego Augusto le da monedas a un pobre con siete hijos.
Capítulo XXIII
Augusto estaba asustado de ser tan enamoradizo. Había pensado escribir unas monografías sobre las mujeres;
sobre Eugenia y Rosario. Para ello pediría consejo a Antolín S. Paparrigópulos, filósofo inteligente. Se
interesaba por la historia de España, los problemas de la literatura y el estudio de mujeres. Cuando acudió a
pedirle consejo, éste le dijo que las mujeres no tienen personalidad, que todas pertenecen a un alma colectiva,
y que con estudiar a una sola mujer tendría de sobra. Pero Augusto deseaba estudiar dos.
Capítulo XXIV
Augusto decidió estudiar a Liduvina, Rosario y Eugenia. Mientras pensaba que para aquella prueba
psicológica pretendería de nuevo a Eugenia, llegó Rosarito. A ella le preguntó si las mujeres debían cumplir la
palabra que daban y ella contestó que mucho mejor era no dar palabra alguna. Hablaban y hablaban cuando de
un arrebato ella se le echó a los brazos y comenzó a besarle bruscamente. Él le acarició las pantorrillas y la
tiró en un sofá, pero rápidamente recuperó la compostura y le pidió perdón. Ella solo pudo pensar que el
hombre estaba loco. Tuvo que salir ya de su casa cuando le invadió un sentimiento extraño al ver a la criada, y
ya en la calle se relajó y pudo volver.
Capítulo XXV
Víctor le comenta a Augusto que lo mejor para conocer la psicología femenina es el matrimonio, pero
Augusto no sabe con qué mujer casarse, y tampoco está demasiado dispuesto. Al final del capítulo hay una
nota del autor.
Capítulo XXVI
Augusto vuelve en busca de Eugenia para pedirle la mano y esta acepta, pero le prohibe que la toque. Pero él
verdaderamente se quería casar con ella para su experimento, y le había salido el tiro por la culata. Se sintió
rana cuando sus tíos le invitaron a comer y le ofrecieron la casa como suya propia.
Capítulo XXVII
Augusto pasaba muchísimo tiempo en casa de Eugenia. Le escribía poemas mientras tocaba el piano. Un día
Eugenia le avisó de que a Orfeo, cuando se casaran, debía decirle adiós porque no quiere perros.
Mauricio, su ex, amenazaba de comprometerla si no le buscaba un buen puesto de trabajo. Eugenia le pidió
ayuda a Augusto para ellos, y éste le buscó un trabajo bien lejos.
Capítulo XXVIII
Mauricio visita a Augusto para agradecerle ese puesto de trabajo. Augusto le pidió que marchara, que no
hablara de la que iba a ser su mujer, pero Mauricio le dijo que él estaba con Rosario y eso significaba que
sabía todo lo que había ocurrido entre ellos dos. Asustado Augusto le cogió del cuello y le amenazó.
Después de lo ocurrido no sabía si había soñado o realmente Mauricio le dijo todo aquello. Tuvo que hablar
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con Orfeo para aclararse.
Capítulo XXIX
Ya estaba cerca la boda. Él quería una modesta y recogida, pero ella todo lo contrario. A veces le daban
ataques de celos por Mauricio y Rosario, y le daba rabia verse con Eugenia encajada mientras ellos se reían de
él.
Un día, recibió una carta de ella: se marchaba al pueblo donde estaba destinado Mauricio para trabajar; ¡le
había utilizado! Le abandonaba y con él a Rosario. Se quedó anonadado con la noticia y fue a hablar con los
tíos. No podían hacer nada, ellos también quedaron consternados con la noticia y las formas de hacer las cosas
de la sobrina. Lloró mucho al darse cuenta de que, tanto Mauricio como Eugenia e incluso Rosario, se estaban
riendo de él.
Capítulo XXX
Víctor tampoco podía evitar burlarse de él. Augusto tenía que asumir que pretendía coger de rana a la moza y
al final le habían cogido de rana a él. Le sugirió que se utilizara a sí mismo para experimentar, que se
devorara. Necesitaba distraerse y no pensar.
Capítulo XXXI
Augusto decidió suicidarse. Pero antes de hacerlo quería hablar con el autor de la obra, consultarle. Viajó a
Salamanca y entró en su despacho, donde le dijo lo mucho que admiraba sus obras filosóficas y quedó
asombrado por todo lo que aquel hombre conocía de él. Miguel le dijo que no podía suicidarse porque no
existía, era una simple invención de él mismo. Pero más asombrado quedó Miguel cuando su personaje le
dijo: ¿y si eres tú el que no existe? Discutieron sobre esa cuestión, y durante mucho rato. Augusto insistía en
suicidarse, y Miguel notanto discutieron que finalmente Miguel decidió que él mismo lo mataría, a pesar de la
oponiencia de Augusto. Augusto le decía que era capaz de matarlo a él, pero eso en realidad no era posible; un
personaje ficticio no puede matar a su creador. Miguel ya lo había escrito, ya era irrevocable que moriría.
Capítulo XXXII
Cuando volvía en tren, iba con el corazón partido pensando que moriría, pensando que toda su vida era tan
solo un sueño creado por otro. Cuando llegó comió todo lo que pudo y llegó a la conclusión de que era
inmortal, ya que un ente ficticio era una idea, y una idea no moría; sobrevivía. De repente comenzó a sentirse
mal y notó que no pudo mantenerse en pie. Pidió ayuda a Domingo y le rogó que durmiera esa noche con él.
Despertó muy mal y le llevaron al médico. Comió demasiado y murió.
Capítulo XXXIII
El autor, Miguel, pensó en resucitar a Augusto. Cuando se quedó dormido le soñó, y este le decía que no, que
era una imposibilidad resucitarlo. También soñó que él mismo moría y cuando despertó sintió una opresión en
el pecho.
PERSONAJES PRINCIPALES
Augusto: hombre muy reflexivo y filosófico. Se enamoraba con mucha facilidad después de descubrir el
amor. Nunca tuvo un objetivo claro en la vida, y daba paseos diarios sin rumbo.
Eugenia: mujer de la que se enamora Augusto. Huérfana, vive con sus tíos y es pianista. No excesivamente
simpática, y muy exigente con sus prioridades en la vida. Tiene un novio poco inteligente y trabajador pero lo
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ama, y rechaza a Augusto. No le gusta dejarse llevar por sus tios y por eso se rebela con frecuencia.
Víctor y Antonio: amigos de Augusto que le ayudan a reflexionar en los problemas más cotidianos.
Liduvina y Domingo: criados de Augusto que viven con él, y son pareja.
Ermelinda y Fermín: tíos de Eugenia, que se hacen cargo de ella. Fermín es anarquista y continuamente
refleja su ideología a lo largo de la obra. No les agrada demasiado Mauricio, el novio de su sobrina, y apoyan
en todo momento a Augusto, al que consideran buen partido para Eugenia.
Mauricio: novio de Eugenia, vago, perezoso y muy caradura que no trabaja ni se esfuerza por ello.
Rosarito: planchadora de Augusto de la que cree enamorarse y con la que hace lo que quiere, y ella se deja
hacer.
Orfeo: perro mascota de Augusto, al que habla en sus peores momentos y problemas. Lo encontró
abandonado y rápidamente lo adoptó.
BIOGRAFÍA:
Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao en 1864, hijo de un comerciante indiano. Después de cursar el
bachillerato en su ciudad natal, se trasladó a Madrid en 1880 para estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras,
donde obtuvo el doctorado con una tesis sobre el pueblo vasco. De regreso a Bilbao, se dedica a dar clases
particulares, hasta que, en 1891, obtiene la cátedra de Griego en Salamanca, ciudad en la que vivirá el resto de
su vida, salvo los períodos de exilio y deportación que tuvo que sufrir por sus ideas políticas. Ese mismo año
contrae matrimonio con Concepción Lizárraga. En un principio, Unamuno se muestra partidario de las ideas
positivistas, pero después se inclina hacia el socialismo, y se afilia al Partido Socialista el año 1894. Hacia
1897 experimenta una honda crisis personal que agudiza sus preocupaciones de carácter religioso, como
queda reflejado en su Diario íntimo. El año 1900 es nombrado Rector de la Universidad de Salamanca, cargo
del que es desposeído en 1914, por declararse partidario de los aliados. Seis años más tarde, Unamuno es
procesado por escribir un artículo injurioso contra el rey Alfonso XIII. Deportado a la isla de Fuerteventura en
1924, posteriormente se exilia en Hendaya y luego en París. En 1931 regresa a Salamanca y vuelve a ser
nombrado Rector de la Universidad, pero nuevamente es desposeído del mismo, esta vez por el Gobierno de
la República, por haberse adherido al levantamiento del General Franco. Muy poco después tendría un grave
enfrentamiento con el General Millán Astray. Ese mismo año muere en Salamanca, el día 31 de diciembre.
Unamuno fue un hombre de una personalidad original y desbordante, muy polémica y, a veces, contradictoria,
tanto en su pensamiento como en su actividad política. No es un pensador sistemático: sus ideas están
esparcidas en ensayos, poemas, novelas y dramas. Entre los ensayos merecen destacarse los siguientes: - Vida
de Don Quijote y Sancho (1905). - Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913).
- La agonía del Cristianismo (1926−1931). Además, escribió novelas interesantes, como Niebla (1914), Abel
Sánchez (1917) o San Manuel Bueno, Mártir (1933), y poemas de gran calidad y hondo sentimiento, como El
Cristo de Velázquez (1920).
ÉPOCA, CONTEXTO HISTÓRICO:
A pesar de los numerosos desequilibrios políticos y de las vicisitudes sociales que afectaron la escena
española durante el primer tercio del siglo XX, la creatividad cultural fue testigo de un renovado esplendor, lo
que llevó a ciertos observadores a hablar de una Edad de Plata que comenzaba en 1898 y finalizaba con el
estallido de la Guerra Civil en 1936.
La primera de estas fechas marca la pérdida de las últimas colonias españolas y, en términos generales, el final
del largo periodo de declive iniciado en el siglo XVII. Un amplio grupo de escritores reaccionaron ante este
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hecho, indagando en sus causas e intentando buscar remedios para la regeneración de España. Fueron
conocidos como la Generación del 98 e incluyen entre ellos algunas figuras literarias de importancia. Sus
actividades, sin embargo, no estaban limitadas a la literatura, sino que se extendían a los campos de la ciencia,
la medicina, la historia y el ensayo.
Al mismo tiempo, surgieron el Modernismo, un movimiento afín al simbolismo francés, el impresionismo
pictórico y musical, el estilo decorativo moderno y el pre−Rafaelismo, entre otras tendencias. Cataluña,
siempre más abierta a los vientos de cambio que frecuentemente llegaban a España, vivió este fenómeno con
especial intensidad. El brillante arquitecto Antonio Gaudí fue su figura principal, ligado como estaba a la
Renaixença (Renacimiento) de la cultura catalana que había surgido de la prosperidad de una burguesía
industrial cultivada con una creciente inclinación a apoyar ideas regionalistas. El arte extremadamente
personal de Gaudí, lleno de sugerencias botánicas y animales, con trabajos tan revolucionarios como la
inconclusa Sagrada Familia y el fantástico jardín del Parque Guell, se puede admirar principalmente en
Barcelona. En este ambiente modernista catalán aparecerían también dos grandes pintores: Picasso y Nonell.
A principios de siglo, también llegaron a España los ecos de nacionalismo musical que resonaban por todo el
continente. Dos compositores ganaron reconocimiento internacional dentro de esta corriente: fueron Isaac
Albéniz y Enrique Granados. La Suites Iberia para piano, una creación de Albéniz, sintetiza la levedad
impresionista, virtuosa y romántica con el barroco pintoresco y el color de la música popular española. En Las
danzas españolas y Goyescas, una de las composiciones de Granados, se hace evidente un romanticismo
intimista con acentos de todas las regiones de España.
En el campo de la pintura, Ignacio Zuloaga representó, con sus trazos robustos y sus figuras típicamente
españolas, un mundo íntimamente ligado a la literatura de la Generación del 98. En una diferente línea
estética, podemos catalogar al valenciano Joaquín Sorolla como un post−impresionista que hace uso de un
brillante colorido. Más allá de la anécdota retratada en cada lienzo, la luz levantina es la gran protagonista de
sus escenas de costa, que pueden ser admiradas en el Museo Sorolla de Madrid. Otro impresionista catalán,
Mariano Benlliure, destacó como brillante escultor de monumentos, bustos y escenas de toreo.
La Generación del 98 estaba casi obsesivamente preocupada por lo que se llamó el "problema español", y de
esta manera redescubrieron la belleza del sobrio paisaje castellano y desarrollaron una considerable
renovación estilística evitando la característica retórica del siglo XIX.
Algunos miembros de esta generación alcanzaron un renombre auténticamente universal, como es el caso del
vasco Miguel de Unamuno, el cual, en su Sentimiento trágico de la vida, anticipa las reflexiones y los temas
básicos del existencialismo. Otro vasco, Pío Baroja, el gran novelista del realismo, narra con tal simplicidad,
naturalidad y dinamismo que no es sorprendente que Hemingway lo proclamara su maestro. El valenciano
Azorín canto con sensibilidad impresionista a la serena Castilla y a sus gentes, a la "belleza de lo cotidiano".
El gallego Ramón María del Valle Inclán dio musicalidad a la prosa española, primero desde una estética
modernista y, más tarde, en un expresionismo español conocido como "esperpento". El andaluz Antonio
Machado fue inició la poesía española contemporánea mezclando la seriedad reflexiva, la profunda
meditación temporal y motivos cívicos con el simbolismo. En esta misma línea sentimental surgió la poesía
del premio Nobel Juan Ramón Jiménez, que evolucionó con el tiempo, llevado por el perfeccionismo, hacia
un lirismo más profundo, abstracto y complejo.
Los intelectuales españoles de este período sintieron con especial intensidad la influencia de la cultura
europea y realizaron un esfuerzo notable para incorporar los avances más recientes. El filósofo Ortega y
Gasset estudió en Alemania y trajo consigo a España muchas novedades del vitalismo contemporáneo. Fue el
fundador de la "Revista de Occidente", una de las primeras publicaciones intelectuales de la Europa de
entonces. Ramón Pérez de Ayala fue atraído por el espíritu liberal inglés y lo expresó en sus ensayos y
novelas intelectuales que le permitieron gozar de un considerable prestigio en Europa. El ensayista y crítico de
arte Eugenio d´Ors escribió en tres idiomas, catalán, español y francés, y fue uno de los renovadores de la
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crítica del arte barroco en Europa. Casi todos estos autores escribían habitualmente para periódicos, dando
información y promoviendo la educación cultural. Ellos fueron los responsables de la renovación de la
sensibilidad nacional, exponiéndola a la modernidad europea.
Conclusión general:
Niebla es un libro con unos sucesos que pueden ocurrir a cualquiera, pero vistos de una forma mucho más
reflexiva. Muchas frases que incluye este libro hacen pensar, y te pueden hacer ver cosas que antes no habías
conocido, y aprenderlas.
La historia no es demasiado original ni ocurrente, pero sí gusta la forma en la que la relata Unamuno.
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