enfrentamientos con los diversos grupos

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Año: 32, Abril 1990 No. 700
N. D. Siang Aguado de Seidner es Licenciada en Historia por la
Universidad de San Carlos de Guatemala; profesora de Historia de
la Cultura en el Departamento de Profesorado de la Universidad
Francisco Marroquín; profesora de Historia en la Facultad de
Arquitectura de la misma Universidad, y Académica Numeraria de
la Academia de Geografía e Historia de Guatemala. Este ensayo
aparece como un homenaje en el 4270. Aniversario de la muerte
del Obispo Licenciado Don Francisco Marroquín.
EL OBISPO FRANCISCO
MARROQUIN
Precursor de los Derechos Humanos
Por Siang Aguado de Seidner
Corresponde a Cristóbal Colón la gloria de
haber descubierto América a finales del
siglo XV; y a España, la de abrir nuevas
rutas marítimas y asegurar el amalgamiento
de dos civilizaciones que hasta entonces no
se conocían entre sí.
El descubrimiento y la conquista abarcaron
un espacio de tiempo relativamente corto:
apenas un poco más de cincuenta años; son
el preludio de otro hecho histórico, de gran
relieve: la colonización, que durará,
aproximadamente. un poco más de dos
siglos y medio, según cada país.
Guatemala fue conquistada en 1524, cuando
Pedro de Alvarado, conquistador español,
fue enviado por Hernán Cortés desde
México, con el propósito de dominarla. En
el mes de julio de ese mismo año, y después
de
sostener
violetas
luchas
y
enfrentamientos con los diversos grupos
indígenas de la región, fundó en Iximché, de
acuerdo con las leyes españolas, la ciudad de
Santiago de Guatemala.
En el año 1530, cuando la ciudad tenía tres
años de haber sido trasladada al valle de
Almolonga (hoy conocida con el nombre de
Ciudad Vieja), aparece en Guatemala el
Licenciado Francisco Marroquín, llamado
por don Pedro de Alvarado, quien en esos
momentos ostentaba el cargo de Adelantado
y gobernador. Marroquín había llegado a
tierras americanas en 1528 acompañando
al séquito de los primeros obispos de
Nueva España (México): fray Juan de
Zumáraga (primer Obispo de México y más
tarde su Arzobispo) y Don Vasco de Quiroa
(futuro Obispo de Michoacán). Estos serán
siempre sus amigos y con quienes
compartirá ideales e inquietudes.
Aunque no se sabe con exactitud la fecha de
su nacimiento, se supone que fue hacia
1499; por lo que atañe al lugar, todos los
datos nos llevan a Santander, al norte de
España. Era graduado en teología y
filosofía y tenía, por lo tanto, la cultura
humanística que le dio la formación
universitaria de su tiempo. En el año 1537
es consagrado en México, por Bula papal de
Paulo III, como el primer Prelado de
Guatemala. Fue, también, el primer Obispo
consagrado en América; él mismo solía
decir que era el «más antiguo y de mayor
experiencia».
Nunca regresó a España. Murió en Viernes
Santo,el 9 de abril de 1563 y fue enterrado
en la primera catedral de la ciudad que hoy
se llama Antigua Guatemala. De sus sesenta
y cuatro años de vida, los últimos treinta y
tres los pasa en Guatemala.
Marroquín, religioso español del siglo XVI,
es la representación del hombre de esa época
y le toca vivir entre dos conceptos de vida:
por un lado, el enrraizamiento con la
tradición y con la Edad Media; por otro, el
despertar a los ideales del humanismo y del
renacimiento; y, por último, como muchos
otros, se encuentra en este nuevo mundo»
que acaba de empezar sus primeros
balbuceos
de
existencia
colonial,
experiencia desconocida hasta entonces.
El material histórico que hay para conocerlo
y juzgarlo está en las cartas que escribió,
desde 1534 hasta 1563, al Emperador Carlos
y, a su hijo Felipe II, a la Audiencia de
México y a los Regidores de Guatemala.
Este riquísimo epistolario, de veintinueve
años de correspondencia, nos muestra el
inicio de Guatemala y el punto de vista de
Marroquín acerca de cómo debía manejarse,
para el futuro, este Reino. Al oír su voz,
también, nos acercamos a su intimo
pensamiento.
A Marroquín le tocó actuar, tanto en la
vida religiosa como política, civil y social,
en aquel difícil, pero extraordinario
momento en que daba comienzo la
Guatemala colonial. El penoso tiempo de
las armas ya había tocado a su fin y los
conquistadores se iban convirtiendo en
colonos. Observa que el escenario que tiene
ante sí está lleno de dificultades por causa de
desórdenes,
ambiciones
e
intereses
personales de los hombres que manejaban
este «pequeño mundo», como se solía decir
entonces. Por eso, con un profundo y sincero
espíritu de comprensión y amor para con el
prójimo (ya fuera éste, español, criollo,
indio o mestizo) quiere arreglarlo.
Comprendió, desde el primer momento (y he
ahí uno de los rasgos de su gran talento), que
el futuro de todas estas tierras de América
no era para unos pocos, sino que pertenecía
a todas las clases de hombres.
Como hombre consciente y reflexivo de su
responsabilidad por asegurar el porvenir de
Guatemala, se dio cuenta que si las raíces no
se afincaban, el árbol crecería torcido.
Por ejemplo, en su condición de Protector
de los Indios se asusta cuando ve cómo los
maltratan los encomenderos. En ese
momento (en el año 1535), lanza su primer
grito de alerta y de protesta.
Antes de que el Papa Paulo III emitiera la
Bula Sublimis Deus (1537) en la que se
reconocía,
por
primera
vez,
la
racionalidad de todos los hombres, en
particular de los indios del Nuevo Mundo,
y que España promulgara las Leyes
Nuevas (1542) que abolían la esclavitud y
colocaban a los indios como súbditos de la
corona, Marroquín lo anuncia desde lo
más íntimo de su ser. No debe haber
esclavos, ni de guerra, ni de rescate, y por
eso mismo dice: «el que lo haga va contra la
razón y la ley divina y humana». Afirma,
convencido de ello, que los indios son
hombres «libres» y como tales deben ser
tratados: no se deben vender, ni enajenar y
mucho menos usarlos como medio de carga.
Considera que es urgente ayudarlos para que
trabajen como jornaleros y, así, darles la
remuneración
económica
que
les
corresponda, pero siempre protegidos por las
autoridades civiles y religiosas. Sin
embargo, es curioso observar que si bien
proclama y exige, con todas sus fuerzas, que
se prohiba la esclavitud, no por ello atacará
(como otros sí lo hicieron) despiadadamente
al colonizador. Quiere normas morales y
reglas de conducta justas, y sobre todo, que
se cumplan. Apoya su defensa de los
derechos humanos (avant le mot) del
indio, porque ellos, al igual que todos los
hombres tienen «un alma» (con lo cual
rechaza una de las tesis que las
consideraba como «infrahumanos»):
deben vivir y ser tratados como hombres
libres.
Hasta el final de su vida los defenderá y
protegerá y, como se conduele y sufre de lo
que injustamente ocurre, advierte con
sentimiento paternal: «son como niños,
simples y sencillos en juicio y manera de
vivir: no se les debe agraviar, ni engañar».
Fueron muy pocos los hombres que en esa
época (primera mitad del siglo XVI)
deploraran y lamentaran la manera como
eran tratados los indígenas; por eso mismo,
produce satisfacción encontrarnos a un
hombre, como el Obispo Marroquín, tan
lejos de las cortes españolas y encerrado en
este «pequeño mundo» de Guatemala, que
se interese y luche por los derechos del
hombre cuando faltaban tantos años para
que se hablase de ello.
Por otro lado, preocupado por entender el
mundo indígena y acercarse a ellos propone,
que primero se deben aprender sus lenguas
(para que no desaparezcan) pues sólo así se
comprenderá su «espíritu»; después, se les
podrá enseñar el idioma de los
colonizadores; esto es, el castellano. No
cabe duda que se daba cuenta que al no
existir un entendimiento lingüístico jamás
podrá llegarse a la total comprensión
cultural y espiritual entre indios y españoles.
Esta idea, que tanto le preocupaba, la hace
realidad al convertirse en el primer maestro
que imparte lenguas indígenas a los
religiosos; su nombre también aparece en
el primer catecismo cristiano que se editó
en lengua cakchiquel. Todo en él
demuestra su instinto social y cultural, en el
sentido antropológico que tenía.
Este hecho de bilingüismo representa, de
suyo, una actitud de respeto y de
comprensión para con el indígena y no de
imposición lingüística desde el idioma de los
colonizadores. Marroquín fue el primero en
hacerlo; han tenido que pasar muchos siglos
para que nos acerquemos, nuevamente, a
este proyecto.
Ahora bien, por lo que toca al conocido
«experimento pacífico de la Vera paz»
realizado, en Guatemala, por fray Bartolomé
de Las Casas con un grupo de religiosos
dominicos y que representaba una nueva
forma de evangelizar a los indígenas sin la
participación de las autoridades civiles,
Marroquín lo apoyó desde sus comienzos.
No hay que olvidar que este «proyecto», que
se llevó a cabo en una pequeña provincia de
Guatemala, (en Tezulutlán llamada «tierra
de guerra» y que más tarde tomó el nombre
de Verapaz ), fue el centro de todas las
inquietudes religiosas y de las difíciles
incertidumbres políticas de la España del
siglo XVI. Su importancia fue decisiva para
la evolución colonial de América. Por eso,
sin detenernos a explicar el enfrentamiento
personal
que
pudieron
tener
dos
personalidades tan fuertes, como lo eran Las
Casas y Marroquín, es necesario advertir
que ese personaje fascinante que fue Las
Casas («Protector de los Indios») no podrá
ser estudiado, ni comprendido, con seriedad
histórica, sin tomar en cuenta el punto de
vista y la actitud del Obispo Marroquín.
En cuanto a los estudios superiores
universitarios, Marroquín es considerado,
por la posteridad, como su primer
bienhechor y protector. Su visión es tan
aguda, que se da cuenta, desde un principio,
que una nación no podrá consolidarse
plenamente hasta que cuente con un centro
de estudios superiores donde se conjuguen el
saber y la ciencia; es decir, la Universidad.
Pidió al rey, desde 1548, (y sorprende
observar que fue antes que se fundaran
en 1551 las universidades de Lima y de
México) la formación de una universidad.
Veía a Guatemala como una «ciudad que
crecería a borbollones... pues es la de mejor
temple para estudio. Este remedio es fácil y
el provecho no tiene precio.. Este anhelo
vehemente, lo estuvo pidiendo hasta el final
de su vida; sin embargo, no lo vio realizado.
Por eso, en abril de 1563, legó (según
cláusulas de su testamento) parte de su
herencia para que se fundase un colegio
(el de Santo Tomás) donde se enseñaría
«artes, teología y otras ciencias» y, de ese
modo, mantener vivo, el interés por la
enseñanza universitaria. Un siglo después,
en 1676, el monarca Carlos II otorgó la Real
Cédula de fundación de la Universidad de
San Carlos de Guatemala.
Como hombre práctico y realista, a cada
preocupación que se le presenta responde
con una solución inmediata. Siempre que
proponía algo, junto a lo expuesto ya estaba
la obra realizada: no sólo lo decía, sino que
lo hacía. Resultado de ello, queda mostrado
que se impuso, a sí mismo, la ardua y dura
labor de no dejar nada en manos del azar o
de la improvisación. Visitó y protegió todos
los pueblos que pertenecían a su diócesis;
también fundó y favoreció los conventos de
las diversas órdenes religiosas que se
instalaron en la Ciudad. Vigilante por la
educación de los niños y de los
analfabetos organizó una escuela de
primeras letras; aseguró el primer
hospital, no sólo para enfermos, tanto
españoles como indígenas, sino para todos
los transeúntes pobres que pasaran por
Guatemala. Además, tuvo a su cargo la
construcción de la Catedral.
Inquieto por el futuro de las niñas
mestizas y huérfanas estableció, para
ellas, un colegio de recogimiento. Esta
actitud de defensa de la mujer, es un
rasgo eminentemente humanista; se
consideraba que era necesario aumentar
la ilustración de la mujer con el fin de que
pudiera ser admitida en los empleos
públicos y, así, defenderse mejor ante las
dificultades de la vida.
En 1541, desempeñó el cargo de
Gobernador interino de Guatemala,
circunstancia en que le correspondió
trasladar la ciudad (destruida por un
deslizamiento del volcán de Agua) del valle
de Almolonga, al valle de Panchoy. Hoy,
conocida como Antigua Guatemala.
En cuanto a su noción de cómo debía ser un
gobierno, expresó ideas tan concretas y
universales que, aún hoy, podrían ser
vigentes. Se apoyó en razones teóricas y en
su propia experiencia. Sin dogmatismo ni
imposiciones, supo aunar con gran habilidad
la formación humanística, que poseía, con su
juicio personal de los acontecimientos
vividos y que los tenía a su lado.
Si bien es cierto que Marroquín obra con
profundo sentimiento espiritual como
hombre religioso, también nos damos
cuenta que actúa como hombre civil;
pero, lo fundamental es que siempre supo
separar las dos funciones. Y esto es lo
importante de su conducta humana: sabía
tratar el hecho religioso y el hecho civil,
sin mezclarlos. Por ejemplo, cuando todos
pensaban que junto a la función política
debía existir el aparato eclesiástico,
advirtió el peligro que surgiría en el
futuro no sólo para el mundo civil, sino
para el religioso si estas instituciones no
se mantenían dentro de sus propios
límites.
He ahí por qué Marroquín aconseja que el
hombre religioso no debe entrometerse en el
aparato oficial del Estado, pues juzga que
esa no es su función. Por lo tanto, no debe
confundirse lo religioso con lo político-civil.
Es indudable que el espíritu liberal que
manifiesta el Obispo Marroquín (cosa
extraña para la concepción religiosa y
política de su tiempo) se hace patente en
todos los momentos de su vida, ya sean
éstos religiosos, políticos o humanos.
solamente en sus personales y mezquinos
intereses.
Por «espíritu liberal» entiendo al hombre
que toma en cuenta dos cosas: primero, estar
dispuesto a entenderse con el que piensa, no
admitir, jamás, que el fin justifica los
medios, sino por el contrario, que son los
medios los que justifican el fin. Ser liberal
es, en consecuencia, más que una forma
política, una conducta humana que sólo
quiere ejercerla de un modo natural y
espontáneo. Podremos acaso decir que el
liberalismo, que se dará con gran pujanza en
el siglo XIX, ya estaba incrustado en el
espíritu del Obispo Marroquín? Me atrevo a
decir que sí.
Mises es reconocido como el más grande de
los economistas lógicos de la Escuela
Austríaca. En 1920 inició el debate sobre la
imposibilidad del funcionamiento de la
economía socialista por razones científicas.
En 1932 publicó la primera versión de
«SOCIALISMO», a la que agregó un
epílogo en 1947. publicado separadamente
como «CAOS PLANIFICADO».
Marroquín fue, no cabe duda, un hombre
enérgico, pero, a su vez, conciliador y de
temperamento
prudente;
suave,
con
severidad; y generoso, con desinterés: sus
cartas y su conducta lo ponen de manifiesto.
Poseía una aguda inteligencia y una visión
profunda y realista de todo cuanto palpaba
en este difícil y ambicioso mundo del siglo
XVI. Frente a los destructores, él no quería
destruir nada; quería asegurar y confirmar a
esta Guatemala que empezaba sus primeros
tanteos de vida, con todas las clases de
hombres: españoles, criollos, indios y
mestizos. Por ello, luchó, desde su llegada a
este país y con gran sentido liberal de
comprensión humanística, por imponer la
verdad y la justicia frente a la falsedad y las
ambiciones de quienes no pensaban en el
presente y el futuro de Guatemala, sino
No obstante los acontecimientos del fin de la
década de los ochenta, los peligros que
atentan contra la sociedad de hombres libres
siguen latentes bajo la «economía mixta».
Esa aberración pretende combinar los
supuestos beneficios del socialismo con la
libertad económica, lo que equivale a querer
mezclar el aceite con el agua. Se mezclan
temporalmente sólo en medio de la
agitación.
No puede extrañarnos, por lo tanto, que
sea visto por algunos estudiosos, corno «la
encarnación del espíritu criollo
guatemalteco» y que la posteridad lo
considere como el forjador de la
conciencia nacional guatemalteca y el
bienhechor de la enseñanza superior.
SOCIALISMO Por Ludwig von Mises
Si el muro de Berlín ha caído es,
precisamente, porque la praxis ha
confirmado lo que Mises denunció mucho
antes con la teoría.
LA CRISIS DEL INTERVENSIONISMO
«Nuestra época tiene que enfrentarse con
grandes dificultades económicas, pero ello
no es indicio de una crisis del capitalismo y
de la política que trata de perfeccionar el
capitalismo y de sustituirlo por un sistema
mejor».
Ludwing von Mises, (1881 – 1973),
SOCIALISMO.
El Centro de Estudios Económico-Sociales,
CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad
privada, cultural y académica , cuyos fines
son sin afan de lucro, apoliticos y no
religiosos. Con sus publicaciones contribuye
al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la
filosofia de la libertad.
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