Ante la edición canónica de la obra poética de Juan Meléndez Valdés

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Ante la edición canónica de la obra poética
de Juan Meléndez Valdés
GUILLERMO CARNERO
Universidad de Alicante
JUAN MELÉNDEZ VALDÉS
Obras en verso, vol. I
Edición crítica, prólogo y notas
de JOHN H. R. POLT y GEORGES DEMERSON
Oviedo, Cátedra Feijoo, 1981
Entre los proyectos que lleva a cabo él Centro de Estudios del Siglo XVIII de la Universidad de Oviedo .destaca la formación de una biblioteca de autores de la época, en ediciones proyectadas con todo el rigor y requisitos de la más exigente tradición académica. Dentro de esa
serie de publicaciones sale ahora a la luz el primer volumen de obras
poéticas de Meléndez Valdés, al cuidado de dos de los más prestigiosos
hispanistas actuales, que nos habían dado ya un anticipo de su trabajo
preparando unas Poesías selectas de Meléndez que se convirtieron, des531
de su aparición, en instrumento de uso y lectura obligados para los profesores y estudiantes de literatura española del siglo XVIII'.
Como es preceptivo en ediciones de este tipo (dirigidas a un lector
especializado que busca ante todo un instrumento de trabajo y de consulta erudita) el establecimiento y presentación de los textos con un extenso aparato crítico ha sido la primordial preocupación de los editores. El repertorio, análisis e integración de las fuentes documentales,
llevado a cabo con la máxima meticulosidad, arroja un catálogo de casi
un centenar de manuscritos manejados, conservados en la Biblioteca
Nacional y Municipal, del Palacio Real y del Congreso de Madrid, Real
Academia de la Historia, Cátedra Feijoo de Oviedo, Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander, Universidad de Utrecht, British Museum,
Hispanic Society de Nueva York, Museo Lázaro Galdeano de Madrid,
y colecciones de Rodríguez Moñino, Ángel Huarte y Jesús Joaquín Mena. Un cuadro cronológico de dichas fuentes manuscritas hace más fácil el cotejo personal del lector. Las ediciones utilizadas son las de Madrid 1785, 1798, 1820, 1821, 1871; Valladolid 1797; Valencia 1811; París 1821, 1832; Barcelona 1838, 1849; además de las ediciones de obras
sueltas exentas, incluidas en publicaciones colectivas, insertas en obras
ajenas varias, o inéditas modernamente publicadas. Se anotan asimismo las traducciones tempranas al italiano, francés e inglés. Una bibliografía crítico-historiográfica sobre el autor completa el estudio preliminar.
Se recogen textos preliminares de las ediciones de 1785, 1797 y
1
J. Meléndez Valdés. Poesías selectas. La lira de marfil. Mad., Castalia. Entre las
publicaciones de los editores, recordemos, de J. H. Polt: la antología Poesía del siglo XVIII, Mad., Castalia; la edición de Los Gramáticos de Forner, Mad;, Castalia y Univ. de California, 1970; «Jovellanos' El Delincuente Honrado», Romanic
Rev. 1959; Jovellanos and his English sources, Filadelfia, Trans. American Philosophical Soc. 1964; «Jovellanos y la educación», Actas I Simposio sobre EIP. Feijoo y su siglo, Cuad.0 Cátedra Feijoo n.° 18, II, 1966; G. M. de Jovellanos,
N. York, Twayne, 1971; «The ironic narrator in the novel: Isla», Studies in
XVIIIth Ct. Culture, IX, Wisconsin U. P. 1979; «La imitación anacreóntica en
Meléndez Valdés», Hispanic Rev. 1979. De G. Demerson: J. Meléndez Valdés,
Mad., Taurus, 2 vols.; la edición de la Correspondance relative á la reunión des
Hdpitaux d'Avila, de Meléndez, Burdeos, 1964; «Tres cartas de Meléndez Valdés
a D. Ramón Caseda», BRAEa 1965; La Real Sociedad Económica de Valladolid,
Valladolid, Univ., 1969; «Las Memorias Literarias de París de I. de Luzán», en
La época de Fernando VI, Oviedo, Cátedra Feijoo, 1981; «Más sobre Meléndez
en Montpellier y Nimes», en Homenaje a Lapesa, II, 1974; «Sur Jovellanos et
Campomanes», Bol. Centro Estudios del Siglo XVIII, n.° 2,1974; y, en colaboración con Francisco Agüilar Piñal y Paula de Demerson, Las Sociedades Económicas de Amigos del País en el siglo XVIII. Guía del investigador, San Sebastián,
C. S. I. C , 1974. No pretendo dar una lista exhaustiva.
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1820. Buen acuerdo de los editores, que nos pone al alcance de la mano
el prólogo de Meléndez en la edición de 1820, especie de testamento
literario donde alternan la amargura, el amor propio y la dignidad, y
sobrevive el espíritu Ilustrado que veía en el cultivo de las Letras un acto de servicio a las glorias de la tradición patria y al proyecto de construcción de un mejor futuro colectivo; o la Advertencia de 1797, interesante documento sobre las fuentes y modelos, ámbito temático asumido e ideas lingüísticas de un poeta tan representativo del XVIII español
como lo es Meléndez.
Se ha tomado como básela edición de 1820¿ lo cual revela en los
profesores Demerson y Polt, sin perjuicio de la sumisión a los criterios
científicos que son del caso, una elogiable sensibilidad hacia los valores
estéticos y literarios, que no empaña el rigor crítico hacia las fuentes
manejadas. Los poemas han sido datados con la máxima precisión posible, y anotadas sus variantes cuando la extensión de las mismas no ha
aconsejado la yuxtaposición de diferentes versiones de un mismo texto,
caso este último de la oda «De un Cupido» (pp. 110-111), la letrilla «A
unos lindos ojos» (pp. 217-219) o el romance «Elisa envidiosa»
(pp. 373-375).
En este volumen se imprimen odas, letrillas, idilios, endechas, romances, sonetos y elegías, señalándose algunos casos de atribución dudosa. El estudioso y el lector que gusten del encanto de la poesía dieciochesca y reconozcan sus valores éticos y reflexivos encontrarán aquí un
repertorio de motivos familiares, que en Meléndez tuvieron amplio cultivo. Los de la llamada poesía Rococó (casuística amorosa pastoril, hedonismo báquico, mitología tierna y doméstica, lugar ameno, descripción decorosa de las gracias físicas de la amada) y su ocasional prolongación erótica (como «El gabinete», pp. 200-202, «Cuando mi blanda
Nise», p. 295, «Oh noche deliciosa», pp. 302-304); las reflexiones sobre
la condición humana, la caducidad de sus aspiraciones y la muerte; la
síntesis de pensamiento fisiocrático y denuncia de las injustas condiciones de vida del campesinado; los propios de un «alma sensible» en el
tratamiento de la problemática amorosa y la contemplación de la Naturaleza. También algún caso de poesía de circunstancias, encomiástica o
política (como las «Alarmas» de 1808).
A nadie se oculta lo necesarias que son obras como ésta en una tradición historiográfica dieciochista como la nuestra, tan carente, en la
inmensa mayoría de sus ámbitos, de instrumentos críticos actualizados
y rigurosos. Es de esperar y desear que la feliz iniciativa de la Cátedra
Feijoo y los profesores Polt y Demerson pueda desarrollarse con la rapidez y continuidad que merece, para bien del estudio y conocimiento
de nuestro siglo XVIII.
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Azorín íntegro
SANTIAGO RIOPÉREZ
Azorín íntegro
Madrid, Biblioteca Nueva, 1979
MIGUEL ÁNGEL LOZANO MARCO
Universidad de Alicante
Nos encontramos ante un libro monumental en el campo, ya bastante extenso, de la bibliografía azoriniana. Si lo califico de «monumental» no es sólo por lo voluminoso —que lo es—, sino por su contenido, significación y lograda plenitud. Su autor, Santiago Riopérez y
Milá, ha dado forma literaria a una labor gestada durante muchos años
y levantada sobre los sólidos cimientos del conocimiento minucioso de
toda la obra de Azorín, del conocimiento del contexto histórico y literario en que ésta se produjo y, lo que es más singular, del asiduo trato y
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conversación con el maestro durante los últimos aflos de su vida, en frecuentes visitas a su domicilio madrileño, lo que hace de él un testigo
privilegiado y excepcional.
El título, Azorín íntegro, encierra en su expresivo laconismo un
propósito ambicioso, como es el de dar una visión completa del escritor. Y esto es lo peculiar del libro, lo que le da relevancia, pues funde en
un solo texto lo que hasta su aparición andaba disperso, lo que había
sido fragmentado en multitud y variedad de escritos. Riopérez restituye
la unidad de vida y obra en Azorín: pensamiento, estética, evolución vital, análisis y comentario interpretativo de las realizaciones en los variados géneros literarios cultivados por el autor de Castilla, su originalidad y singularidad, sus profundas innovaciones, las relaciones con
otros escritores, su actitud política... En suma: la trayectoria vital de
Azorín da sentido y unidad a su variada obra; y viceversa: el análisis de
esta obra, en el preciso momento en que se produce, ilumina su trayectoria vital.
A mi juicio, la construcción de una biografía de Azorín plantea
una primera dificultad, plenamente superada por este autor: la falta de
acontecimientos externos, de sucesos susceptibles de ser narrados. Azorín era todo lo contrario de un hombre de acción; la imagen que de él
tenemos es la de un ser taciturno, tímido en exceso, reconcentrado, de
costumbres morigeradas, infatigable lector y escritor... Es, pues, la
biografía de un rico y complejo mundo interior la que había que trazar;
y ésta es tarea solamente posible para un hombre de inteligencia y sensibilidad nada comunes, apto para percibir los matices y los sutiles movimientos de una andadura velada para muchos. El autor del libro nos
dice en la página 193: «Las etapas de su historia personal son, simplemente, meditaciones; y meditaciones son, en síntesis, las grandes aventuras de su vida.» Y dos párrafos más abajo, declara: «Detrás de cada
libro suyo, bajo cada página, está la vida de Azorín, la expresión de la
vida de Azorín, la aventura vital de Azorín.» Por esto precisamente,
para que la imagen del escritor nos aparezca en su integridad, es imprescindible acudir a sus escritos y fundirlos con la reconstrucción biográfica. De ahí la peculiar antología que de ello resulta: una antología
orgánica, que marca el desarrollo vital, y cuyos textos han sido seleccionados con rigor a partir de ese minucioso conocimiento de tan dilatada obra literaria, de la que no queda un rincón sin escudriñar.
Azorín íntegro es, por tanto, un libro del máximo interés para el
estudioso de la vida y obra del escritor monovárense, pero también de
manejo imprescindible para el estudioso e interesado en la generación
del 98 o en la literatura española del siglo XX, puesto que la obra se en536
cuentra sólidamente apoyada en una amplísima bibliografía sobre la literatura e historia del período en el que se desarrolló la vida del longevo
prosista y revela un cabal conocimento de los escritores que con él comparten el grupo generacional, bautizado precisamente por Azorín; todo
ello queda reflejado tanto en el texto como en el extenso aparato crítico
que lo completa y documenta. De enorme importancia es el epistolario
inédito que aquí se recoge, situando cada carta (de Unamuno, Baroja,
Clarín, Valle-Inclán, Maragall, etc.) en su momento y circunstancia,
con lo que se redondea el interés y la riqueza documental del libro (ilustrado con profusión de material gráfico, también inédito en su casi totalidad).
Pero no es menor el interés que tiene para el lector alejado de actividades académicas o pretensiones eruditas. Azorín íntegro es una obra
interesante, sugestiva, que debe leerse también por su propio valor literario. Y esto me parece definitivo: el buen estudio debe ser, al mismo
tiempo, una obra notable por su valor estético. El libro que aquí nos
ocupa comparte el rigor intelectual con la belleza en la expresión. Posee
Riopérez y Milá un estilo equilibrado, elegante, limpio, claro, preciso
y, al mismo tiempo, rico en matices; cualidades ya apreciadas por quienes hemos leído trabajos suyos publicados, a lo largo de no pocos años,
en las páginas de los mejores periódicos y revistas del país: una obra dilatada —de alguien que no es un «escritor profesional»— que alcanza
su punto culminante en el logrado volumen que aquí reseñamos.
No puedo dejar sin mencionar el epílogo en el que D. Santiago
Riopérez destaca la importancia de la Casa Museo de Azorín, en Mono var, y las riquezas documentales, bibliográficas y sentimentales que
allí se contienen, de tanto interés para todo estudioso o interesado en la
figura y la obra de José Martínez Ruiz, Azorín.
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Un ilustrado de base: Manuel Rubín de Celis
INMACULADA URZAINQUI
ALVARO RUIZ DE LA PEÑA
Periodismo e Ilustración en Manuel Rubín de Celis
Oviedo, Cátedra Feijoo, 1983
JUAN
A. Ríos
CARRATALÁ
Universidad de Alicante
La Cátedra Feijoo nos ha deparado este año una grata sorpresa
con la publicación de una monografía sobre el ilustrado y periodista asturiano Manuel Rubín de Celis. De sorpresa se puede hablar cuando la
personalidad y la obra de dicho autor eran desconocidas —más allá de
alguna referencia bibliográfica— para la mayoría de nosotros, y de grata porque el trabajo realizado se adecúa perfectamente a un objetivo
necesario e interesante: el examen del siglo XVIII español desde una
perspectiva que no sólo tenga en cuenta a sus protagonistas estelares.
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Es indudable que la avalancha de publicaciones sobre las figuras
más destacadas del denominado Siglo de las Luces ha supuesto una valoración más documentada y justa de dicho período. Nunca se podrá
afirmar que autores como Jovellanos, Feijoo, Mayans, Leandro Fernández de Moratín y otros han sido exhaustivamente analizados. Pero
creemos que, con la seguridad que nos pueda aportar la bibliografía ya
aparecida, se debe ampliar el campo de investigación de los dieciochistas. Esta necesidad es brillantemente puesta de manifiesto por el profesor Caso González en el prólogo del libro que comentamos. Coincidimos con él en la especial atención que se debe prestar a autores como
Rubín de Celis, secundarios desde el punto de vista de la calidad de sus
obras, pero esenciales a la hora de configurar la realidad de los movimientos literarios e ideológicos de su época.
Acostumbrados a estudiar la historia de nuestra literatura teniendo en cuenta sólo sus hitos más destacados, solemos olvidar que los trechos intermedios poseen una multitud de protagonistas, tal vez sin un
relieve personal, pero que tampoco se limitan siempre a ser un mero reflejo de las grandes figuras. Es cierto que Rubín de Celis no aporta demasiadas notas originales al pensamiento ilustrado, pero al poner éste
en un contexto concreto, en la expresión de un activo e inquieto periodista, ensayista y traductor, no cabe duda que podemos matizar nuestra visión de dicho pensamiento y de su época en general. Los llamados
autores secundarios, ajenos por lo general a los altos vuelos intelectuales o estéticos, suelen estar por el contrario en mejor disposición de ser
permeables a la realidad de su contexto. Ese contexto limitado y concreto que cada vez nos resulta más necesario para descubrir la verdadera radiografía de nuestro siglo XVIII. Los dos tomos ya aparecidos de
la monumental bibliografía del doctor Aguilar Pifial nos revelan la insignificancia de lo estudiado en relación con lo existente y conservado.
Los miles de títulos rescatados, por simples razones cuantitativas, ya
nos denuncian la obligatoriedad de matizar afirmaciones demasiado tajantes y casi nunca contrastadas. De la misma forma, la aparición de
esta monografía sobre Rubín de Celis nos induce a pensar en la multitud de personajes que como él configuraron —desde la vanguardia o
desde otras posiciones— no sólo la Ilustración, sino la dialéctica cotidiana y omnipresente de una historia de las ideas en continuo proceso
de formación.
En cuanto a la investigación llevada a cabo por Inmaculada Urzainqui y Alvaro Ruiz de la Peña, creemos que está presidida por la corrección, seriedad y honestidad. Lejos de la tentación de convertir la
monografía en una de tantas hagiografías, los autores nos han revelado
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las verdaderas dimensiones de Rubín de Celis. El mérito es indudable
teniendo en cuenta la falta de datos que nos recalcan los investigadores,
carencia solventada en buena medida gracias al presente libro. No estamos ante una investigación cerrada, pero consideramos que aquellos
que en algún momento nos hemos topado con la figura de Rubín de Celis disponemos ahora de un instrumento suficiente para conocerla. En
el estudio de una época donde proliferan las polémicas y la actividad
periodística cobra cada vez un protagonismo mayor, cualquier monografía tropieza con una multitud de personajes que, como Rubín de Celis, nos son casi desconocidos, lo cual obstaculiza gravemente el proceso y consiguiente resultado de la investigación. Creo que este problema
y en el caso concreto del ilustrado asturiano ha quedado solventado.
Por último, quisiéramos recordar un hallazgo que por sí justificaría el trabajo llevado a cabo por Urzainqui y Ruiz de la Peña: la participación intelectual de Rubín de Celis en un texto tan fundamental como
el Discurso sobre el fomento de la industria popular, atribuido hasta
ahora en exclusiva a Pedro Rodríguez Campomanes. Suponemos que
la documentación aportada por los autores suscitará la sana discusión
entre los especialistas. Pero el relativamente sorprendente dato está ahí,
como indicador de las posibilidades contenidas en investigaciones de
este tipo. Ni el prestigio de Campomanes ni la trascendencia de «su»
obra quedan en entredicho, pero el caso ejemplifica la necesidad de conocer la trayectoria nada desdeñable de muchos autores, ilustrados o
no, de segunda línea.
No sabemos hasta qué punto la publicación de una monografía
como la aquí comentada puede ser un caso aislado o, por el contrario,
es capaz de auspiciar un nuevo y complementario enfoque en la bibliografía dieciochista. Esperemos que sea lo segundo, porque de ello deduciremos una muestra de madurez científica siempre necesaria.
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Larra y España
JOSÉ LUIS VÁRELA
Larra y España
Madrid Espasa-Calpe, 1983
ENRIQUE RUBIO
Universidad de Alicante
La vigencia y actualidad de Larra es hoy en día un hecho evidente
si nos atenemos a los repertorios bibliográficos actuales. No sólo se han
hecho ediciones de la labor periodística, sino que también se ha estudiado la atractiva y peculiar figura de «Fígaro» desde múltiples perspectivas. En ocasiones, desde una afectividad un tanto subjetiva que arranca del singular comportamiento de Larra y, por ende, actuando como
mentor ideológico de generaciones posteriores que ven en él un modelo
a imitar; en otras, el estudio crítico desgajado y convertido en parcelas
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de índole costumbrista, política, crítica literaria, etc., que desfiguran la
auténtica proyección de «Fígaro». El profesor Várela, catedrático de
la Universidad Complutense de Madrid, ha sabido conjugar perfecta y
armoniosamente el rigor científico con la dosis afectiva que todo admirador siente por la vida y obra de Larra, aunándose ambos conceptos
en la búsqueda incansable de datos y material inédito como los realizados por el profesor Várela.
Larra y España es un libro de plena madurez, juicio fácilmente
comprensible si nos atenemos a las sucesivas publicaciones ofrecidas
por el autor en su faceta de investigador. Prescindiendo de libros y artículos que no tienen como protagonista a Larra, el material bibliográfico en torno a «Fígaro» desvela una insistente preocupación por la dimensión de Larra como hombre y como escritor. Sus publicaciones
Larra y nuestro tiempo; Sobre el estilo de Larra; Larra ante el poder;
La palabra y la llama; Dolores Armijo, 1837: Documentos nuevos en
torno a la muerte de Larra; Larra ante España; Larra, voluntario realista (sobre un documento inédito y su circunstancia); Larra, diputado
por Avila; Lamennais en la evolución ideológica de Larra, etc., aparecidas en revistas nacionales y extranjeras de reconocido prestigio o ediciones críticas como la protagonizada por El doncel de don Enrique el
Doliente o su Prólogo al costumbrismo romántico —en el que Larra
ocupa un lugar privilegiado—, son las mejores señas de identidad para
avalar el libro aquí reseñado. El entusiasmo literario sentido por el profesor Várela afluye en todas sus publicaciones, pero nunca de forma
tan expresa y sincera como en sus palabras vertidas en la Nota Preliminar de Larra y España al confesarnos que «jamás podré olvidar ni expresar la emoción de pasar mis dedos por la fina, plisada pechera de la
camisa de nipis que "Fígaro" vestía la tarde de su última entrevista con
Dolores», o la sensación que le produce el contacto con los papeles de
Larra y objetos personales que denota una perceptibilidad poco
común. Sensibilidad para desmenuzar, comprender y analizar al ser humano que representa Larra y rigor científico para situarlo en el contexto político y social con inteligencia y profundidad.
Larra y España parte del suicidio de Larra y sus consecuencias en
el contexto actual. El título que protagoniza el primer bloque del estudio lo denomina el autor El hombre, título escueto y lacónico que irá
agrandándose con el abrumador material de noticias y datos ofrecidos
por el profesor Várela. Escudriña con singular paciencia revistas y periódicos de la época, publicaciones y archivos del XIX y XX para asentar la biografía de Larra con documentos bien explícitos. Todo el material utilizado para la elaboración de los capítulos Escolapios y jesuítas,
Genio y figura, Circunstancias e ilusiones, El liberal «De nueva cría»
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hasta el titulado La soledad nos produce esa sensación. La documentación empleada a lo largo del libro es fruto de una larga, laboriosa y paciente entrega del autor por la vida y obra de Larra.
La valoración e interpretación de la figura de Larra ocupa un lugar
privilegiado en el capítulo titulado El símbolo, agrandándose la personalidad de «Fígaro» con la nueva savia de los hombres que vivieron el
desastre colonial del 98. El resto del corpus de Larra y España lo protagonizan los apartados El estilo, El artículo y La tradición, páginas imprescindibles para conocer la verdadera dimensión de los escritos de
Larra, analizando el autor las fuentes literarias, la conflictiva polarización romanticismo-eclecticismo y el estilo, valorando la auténtica proyección de la palabra con nuevas y sugestivas interpretaciones.
En Larra y España se insertan documentos inéditos que enriquecen la bibliografía de Larra. El lector y el investigador en general esperan siempre con avidez la publicación de este tipo de documentos. El
profesor Várela nos ofrece en el índice tres amplios bloques de documentación inédita. Todo acompañado de una cumplida relación alfabética de autores citados en el texto. La finalización de un libro con el
penoso trabajo de un índice alfabético es algo que hoy en día, desgraciadamente, se ha olvidado. Creemos, por último, que Larra y España
será una obra imprescindible para el estudioso e investigador de la obra
de Larra. Cuando un libro se ha escrito tan fervorosa y pacientemente,
sin escatimar horas de trabajo, el fin no puede ser otro que el del éxito y
sobre todo, creemos, que el de la satisfacción personal de su autor.
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