JOSE VICENTE AGUT MATEU

Anuncio
JOSÉ VICENTE AGUT MATEU
Con este nombre y estos apellidos tan populares en nuestro
pueblo, quizá les sea difícil identificar a nuestro personaje,
pero si decimos el tío Vicent, curandero del Mas de
Montino, sin duda los de más edad enseguida sabrán de
quién se trata. Seguramente, todos guardan un grato
recuerdo suyo; algunos seguro que mucho más que eso,
puesto que gracias a esa sabiduría que poseía y a la manera
de aprovechar el don que se le había otorgado, alivió y curó muchos enfermos, en
algunos casos incluso desahuciados por los médicos.
José Vicente nació en el Mas de Montino, donde vivían sus padres y donde él vivió
siempre con su familia hasta que falleció el 25 de noviembre de 1982. Tuvo dos
hermanas y un hermano, a quien el cólera le arrebató la vida. Sus padres fueron Jaime,
que descendía del Mas de la Covasa, y Társila, del Mas de Montino. Eran agricultores,
como casi todos sus vecinos, y aunque Jaime tenía un conocimiento de las letras
bastante avanzado para los de su época (algo que le permitía incluso enseñar a algunos
niños y mayores a leer y escribir), no parece que esto tuviera nada que ver con el hecho
de que le naciera un hijo en aquellas circunstancias. José Vicente nació el Jueves Santo
del año 1900, envuelto en una especie de membrana fibrosa a la que denominaban tel o
manto.
Jaime y Társila supieron que su hijo había nacido con gracia y que de ellos dependía
guardársela o no. No sabemos desde cuándo se conocía ni de donde salió esta
explicación que, a través de nuestros antepasados, se transmitía de generación en
generación respecto a los requisitos que una persona debía cumplir para ser curandero.
Lo primero era nacer en las condiciones en las que nació nuestro personaje: el día del
Jueves Santo y totalmente cubierto con el mencionado manto; a esto se le llamaba nacer
“con gracia”. Si sus
familiares deseaban que
esta persona disfrutara del
don como curandero tenían
que cumplir con la segunda
parte, debían “guardarle la
gracia”, que consistía en lo
siguiente: debían llevar el
tel que lo envolvía al nacer
a la iglesia, donde era
necesario que permaneciera
durante nueve días, y sin
que el cura lo supiera, colocarlo debajo del cáliz, de tal forma que fuera bendecido sin
conocimiento del párroco. El recién nacido debía estar veinticuatro horas sin tomar el
pecho. Durante este periodo de tiempo no se podía entrar ni sacar nada de la casa donde
había nacido la criatura, ni siquiera tirar el agua sucia a la calle. Otras versiones dicen
que este periodo tenía que ser de tres días, desde el Jueves Santo, cuando según la
Pascua cristiana moría Jesucristo, hasta el sábado, que resucitaba. Si no le “guardaban la
gracia” no servía de nada haber nacido con ella; esto ocurría cuando los padres querían
evitarle a su hijo esa carga para toda su vida, o bien no eran partidarios de tales
creencias. En nuestro caso, se cumplieron todas las condiciones y, por supuesto, dieron
su fruto: José Vicente fue curandero, siendo conocido como el tio Vicent el curandero.
Según cuentan, el tel ó manto que envolvía a la criatura al nacer, una vez bendecido,
tenía también sus virtudes, por eso la familia aún lo guarda con delicadeza. Protegía a
las personas, se decía que una de las propiedades era que si lo llevabas encima y te
disparaban con una escopeta, nunca te acertaban.
Nuestro personaje contrajo matrimonio con Teresa Mateu Vallés, vecina del Mas de
Montino, donde permanecieron toda su vida dedicándose a la agricultura, a parte de
compaginar sus tareas como curandero. Su mujer murió muy joven, a los 50 años,
víctima de lo que entonces se conocía como un insult. Tuvieron un único hijo, Vicent,
que hoy vive en Vall d’Alba y, como es habitual en muchos casos, ha heredado el
sobrenombre o apodo de su padre; al igual que a su progenitor, también se le conoce
como Vicent el curandero.
Vicente se casó con Pilar Mateu
Mas, hija de Tomás del Maset,
con quien ha tenido tres hijos:
Vicente Rafael, Jorge y Raúl.
Vicente Rafael, el mayor de los
hermanos, muy conocido en
aquellos tiempos por trabajar de
camarero en la desaparecida
discoteca “Susan-2” de Vall
d’Alba, perdió desgraciadamente
la vida en un accidente de tráfico,
cuando contaba con tan solo 18
años de edad. Jorge ha contraído
matrimonio recientemente con Elena Esteve, de Vall d’Alba, y Raúl, el más pequeño,
está casado con Marta Agut, natural de Castellón, con quien tiene un hijo llamado
Gerard. Quién sabe si, en caso de estar vivo todavía, el tio Vicent el curandero hubiera
podido curar la enfermedad de su nuera Pilar, que hoy lleva doce años en una silla de
ruedas sin poder andar, paralitica de cintura para abajo, a consecuencia de un herpes
interno que ya estaba demasiado extendido cuando fue diagnosticado por los médicos;
no pudieron hacer nada para evitarle esta situación ni la posterior pérdida de un ojo.
Según confirman testimonios que lo conocieron bien, el tío Vicent empleaba su
sabiduría siempre para curar y hacer el bien a las personas, aplicando técnicas, como él
decía, de acuerdo con la Gracia de Dios.
Como es sabido, han existido curanderos que,
por el contrario, utilizaban tácticas y rituales
poco aceptables, cercanos a la brujería, para
infundir el mal. En aquellos años, era bastante
común en nuestras comarcas la práctica del
curanderismo; no cabe duda de que si
profundizáramos en este tema encontraríamos
algunos casos más, como por ejemplo Joaquín
de Ximarrí, de La Serratella, famoso por curar
la ictericia, vulgarmente llamada l’aliacrá, u
otras personas que, sin ser curanderos, tenían
simplemente gracia para fregar o curar algunas dolencias, generalmente musculares. En
nuestro pueblo, podemos recordar a la tía Virginia, madre de los torreros. Incluso hoy
en día, ya en el siglo XXI, todavía nos podemos sorprender de la gente que acude a los
curanderos, y no solo en pueblos pequeños y zonas rurales como la nuestra, sino
también en ciudades grandes. En algunos casos, se trata de falsos curanderos, que
aprovechan la debilidad de los pacientes
para llevarlos a su terreno, tejiendo una
trama de relaciones y visitas interminables
que les proporcionan importantes ingresos.
Nuestro personaje empezó a curar cuando
tenía 11 años y lo siguió haciendo toda su
vida, hasta apenas unos meses antes de
fallecer. Curaba varios tipos de dolencias,
como dislocaciones, apendicitis, dolores
de estómago, lumbago, l’aliacrá, reuma,
torceduras, fiebres maltas, paludismo, etc.
Hubo unos años que en los terrenos pantanosos de La Ribera de Cabanes se padeció
mucho esta enfermedad del paludismo; el tío Vicent curó a más de trescientas personas,
y es curioso como lo hizo: en cada caso, colgaba un sapo vivo en la rama de un árbol, y
a medida que se iba extinguiendo el sapo, la rama se iba secando y el enfermo se
curaba. A veces se atrevía con las roturas de hueso, fabricándose su propio yeso.
También curaba la tosferina, enfermedad que atacaba mucho a los niños y para la cual
la medicina todavía no contaba con los fármacos adecuados; incluso curó algunos casos
de cáncer. Cuando detectaba que la dolencia requería operación, se lo hacía saber al
paciente, indicándole que debía acudir al médico.
Para realizar las curas, a parte de sus friegas, utilizaba generalmente hierbas en
infusiones, baños o empastres, que muchas veces preparaba él mismo. Además de en
nuestro pueblo y las masías del término, su sabiduría alcanzó gran fama en todos los
pueblos de las comarcas de los alrededores, y
hasta el Mas de Montino llegaban
continuamente vecinos de muchos de ellos,
como Vilafranca del Cid, Vistabella, Benafigos,
Ares del Mestre y Culla, entre otros, en busca de
remedio para sus males. Muchos de ellos eran
creyentes acérrimos del curandero y tenían fe en
lo que les ordenaba; otros no creían en estas
prácticas pero acudían a él porque estaban
hartos de recorrer consultas de médicos sin
resultado positivo alguno, algo que alimentaba
la desconfianza en los facultativos e incitaba a
probar suerte con el curandero. En algunos
casos, cuando el enfermo no podía moverse,
enviaban a un familiar a buscarlo y nuestro
hombre tenía que desplazarse varios kilómetros
a pie hasta la masía o el pueblo en el que se
encontraba el paciente.
Su hijo aún recuerda algunos de los casos más destacados. En una ocasión, curó al hijo
de un teniente coronel, a quien habían traído desde Valencia. Otro caso fue el del
practicante de Oropesa, a quien trajeron enfermo de l’aliacrá, amarillo como el azafrán;
estaba muy grave, ya desahuciado por los médicos, y lo llevaron engañado sin saber a
donde iba. Hizo lo que nuestro protagonista le ordenó y en tres visitas se curó. También
aconsejó a un juez de primera instancia que tenía un chalet en Vall d’Alba; lo iban a
operar de una mejilla, y el tio Vicent lo visitó y le dijo que no se operara porque perdería
un ojo. Lo acabó tratando él y al poco tiempo se curó.
Los médicos nunca se metieron con él salvo en una ocasión en Oropesa, donde había
una chica con 40 grados de fiebre. El médico no conseguía bajársela y él, con una
infusión de hierbas, se la hizo desparecer; el médico, al enterarse, lo quería denunciar;
pero gracias al cura, que salió en su defensa, no ocurrió nada.
Las hierbas que utilizaba nuestro curandero eran variadas. Podemos citar algunas como:
espliego, cascollina, yedra, zarzaparrilla, azafrán del terreno, saborija, ruda, tomillo,
hojas de nogal, romero, estopera, cardo panical, tàrrec, hojas
de malva y crespinell. Para algunas dolencias, también las
mezclaba con pedra grega, leche, cal viva, capsanetes,
altramuces o piñas.
Al tío Vicent lo podíamos definir como un hombre sencillo
que se dedicaba a la agricultura para ganarse la vida y que
como única afición tenía la caza, tanto de conejo como de
parany. Estaba siempre dispuesto para reconocer a los
enfermos, muchas veces se tenía que dejar el trabajo que
estaba realizando en el campo para atender a algún paciente
que lo necesitaba. No pedía nunca nada por sus servicios de
curandero, solo aceptaba lo que la gente buenamente le quería
o podía dar; no tenía ese afán excesivo de ganar dinero y tampoco quería que nadie lo
hiciera aprovechándose de la sabiduría que se le había concedido. Ya en su avanzada
edad, un joven hasta cuyos oídos había llegado la fama del tio Vicent como curandero,
quiso que le contara todos los remedios con los que curaba las enfermedades para
escribir un libro y ponerlo a la venta; nuestro hombre se negó rotundamente, alegando
que no quería que nadie ganara un céntimo a su costa.
Cuando el doctor Joan Mateu Bellés, natural de la vecina localidad de Vall d’Alba, hoy
catedrático de geografía de la Universidad de Valencia, estaba cursando sus estudios,
concretamente en el año 1972,
presentó un trabajo de medicina
popular en el que expresaba las
prácticas del curanderismo,
centrándose en la experiencia del
tio Vicent del Mas de Montino,
documento que contiene
interesantes datos de nuestro
personaje y del que se extrae el
siguiente remedio que cualquiera
podemos aplicarnos, sin necesidad
de padecer ninguna enfermedad:
PARA TODOS
Esta receta refuerza al débil, limpia el nervio, aclara el corazón y los bronquios:
3 yemas de huevo
1 cuarto de coñac
1 cuarta de azúcar
El zumo de 5 limones
Todo crudo, removido y bebido.
“Con dos dedos del brebaje, hasta medio día no tendrás hambre”
No cabe duda de que José Vicente Agut Mateu, a quien se recuerda como el curandero
del Mas de Montino, ha sido un personaje muy popular no solamente en Sierra
Engarcerán, sino, como habrán podido comprobar, en gran parte de los pueblos de los
alrededores.
J.A. Agut Agut
Descargar