Neonatos

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Índice
• Introducción
• El neonato
• Estados y ritmos del bebé
• Inquietud y llanto
• Patrones de sueño
• Patrones en el mamar y bienestar
• Patrones en el mamar
• Bienestar
• Reflejos
• El reflejo de los puntos cardinales
• Prensión y el reflejo de Moro
• Reflejo de marcha automática
• Desarrollo temprano de la percepción
• Gusto
• Olfato
• Oído
• ¿Qué oyen los recién nacidos?
• ¿Qué es lo que escuchan los recién nacidos?
• Vista
• ¿Qué ven los recién nacidos?
• ¿Qué perciben los recién nacidos?
• Personalidad y relaciones sociales
• Temperamento
• Relaciones sociales
• Introducción
El recién nacido pasa bruscamente de un mundo cálido, oscuro y acuoso a un universo frío, gaseoso y lleno de
luz. La transición debe suponer un choque, con lo que se supone, que el mundo debía parecer terriblemente
caótico para el inocente bebé, asaltado a un mismo tiempo por ojos, orejas, nariz, piel y entrañas, sintiéndolo
todo como una tremenda y estrepitosa confusión.
Este nuevo mundo sensorial, no es tan confuso como pensamos, ya que los bebés vienen con una serie de
capacidades y habilidades que les ayudan a reducir el desconcierto y a ordenar su entorno. Puede que los
recién nacidos, sean extranjeros en un mundo extraño, pero están preparados y equipados con las herramientas
que necesitan para comprender su nuevo mundo.
Los órganos vitales del bebé están formados y funcionan, pero el recién nacido es una curiosa mezcla de
competencia e incapacidad. Los bebés pueden ver, oír, oler, degustar y sentir; pueden llorar, comer y mover
sus miembros. Poseen una serie de reflejos que les permite enfrentarse a su nuevo mundo y a copiar sus
características. Están preparados para aprender y rápidamente empiezan a buscar información en sus
alrededores, pero aun así, los bebés están indefensos.
• El neonato
En el momento de nacer tiene lugar una transición en el desarrollo. El feto se convierte en un neonato (recién
nacido), y se le llama así hasta el final de su primer mes de vida fuera de la matriz, que es cuando empieza el
período de la primera infancia. Justo después del nacimiento, se examina al neonato para ver si es necesaria
asistencia médica. La mayoría de los médicos confían en la escala Apgar, un test diseñado para valorar la
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apariencia del recién nacido, mediante características como el color de la piel, el ritmo cardiaco, el reflejo de
la irritabilidad, el tono muscular y la capacidad respiratoria. Cada una de estas cinco características se puntúa
0, 1 o 2 (siendo 2 la mejor), y estas puntuaciones se añaden a la puntuación total de la escala Apgar, que
puede ser del 0 al 10. Al minuto de nacer, la mayoría de los recién nacidos normales alcanzan una puntuación
entre 8 y 10. Aquellos con puntuaciones de 4 o inferiores necesitan tratamiento médico inmediato.
Otro método muy conocido es el sistema de puntuación de Dubowitz, que ofrece una apreciación bastante
precisa de la edad gestacional del bebé. En menos de cinco minutos es posible determinar una valoración del
bebé en diez aspectos neurológicos (como los reflejos de los miembros y la flexión de la mano) y once
características de la apariencia física (textura de la piel, genitales, orejas). La puntuación más alta que se
puede obtener es de 70 e indica que el bebé ha sobrepasado el plazo. Este sistema, se ha hecho muy popular
porque diferencia el bebé prematuro de los bebés nacidos en el plazo previsto pero que son muy pequeños.
También indica qué bebés corren mayor riesgo de tener problemas de desarrollo.
La mayoría de los bebés están muy alerta al momento de nacer. Generalmente, reaccionan cuando sus padres
los cogen en la sala de partos y se familiarizan con ellos. Luego, cuando finalmente se quedan dormidos por
primera vez en este mundo con aire, su sueño suele ser muy profundo. Durante el sueño, el cuerpo empieza a
funcionar por sí solo. En el seno materno, la placenta está vinculada con el sistema circulatorio, el aparato
digestivo, la regulación de temperatura y los aparatos excretores del feto. Ahora, el equipo fisiológico del
bebé ha de hacerse cargo de estas funciones necesarias.
Los bebés prematuros son más lentos en asumir estas funciones que los bebés normales. Aun estando sanos, a
los bebés prematuros se les hacen pruebas dos semanas después de su fecha prevista de nacimiento, y todavía
no se han puesto a la altura de los bebés normales de la misma edad gestacional, en regular los estados
autónomos, el desarrollo motor o la atención. Gran parte de este retraso se debe probablemente a las
complicaciones menores, pero inevitables, que acompañan a la mayoría de los nacimientos de prematuros. El
resto puede ser a causa de que los sistemas todavía inmaduros no están preparados para hacerse cargo de la
estimulación sensorimotora. Los lugares en que se encuentran las incubadoras están llenos de ruidos, con una
luz muy alta, donde les realizan pruebas médicas dolorosas y tienen un mínimo de interacción social.
• Estados y ritmos del bebé
La principal tarea del neonato es integrar la acción a los órganos y sistemas del cuerpo. Gran parte de la
conducta del recién nacido está ya organizada, pero hasta que los bebés no aprenden a controlar estos sistemas
de interacción es posible que no puedan dormir bien o atender a las cosas que les rodean. Su actividad motora
no será efectiva y pasarán la mayor parte del tiempo llorando, lo que consume mucha energía.
Muchas de las funciones básicas del bebé tienen ritmos detectables que se repiten en ciclos que oscilan de
segundos a horas. Los ritmos respiratorios y de succión se miden en segundos y son esenciales para conservar
la vida. Los movimientos espontáneos de los miembros tienen lugar aproximadamente a cada minuto, pueden
estar relacionados con el mismo mecanismo horario que aumenta la respiración durante el sueño, haciendo
que el neonato bostece regularmente. Algunos ritmos diarios, como la subida o bajada de la temperatura,
aparecen poco después de nacer; otros, como el balanceo rítmico, el mecerse y dar patadas, aparecen durante
el primer años mientras se va desarrollando el sistema neuromuscular.
Los bebés atraviesan seis estados de consciencia, que reflejan tanto las respuestas a su entorno interno como
al externo, son el sueño profundo, el sueño activo, la soñolencia, la alerta, la agitación y el llanto. A medida
que estos estados van cambiando, los bebés pasan por distintas etapas y con cada cambio están más o menos
atentos y receptivos al entorno. A veces es difícil decir en qué estado se encuentra el bebé.
Los neonatos están bastante alerta sólo durante cortos períodos. A menos que estén comiendo, la mayoría de
los recién nacidos llegan a estar soñolientos o agitados en cinco o diez minutos. La brevedad de este período
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de atención es probable que sea necesaria para desconectar de la cantidad de situaciones potencialmente
estimulantes que hay a su alrededor. A la vez, esta brevedad también afecta en el aprendizaje: puesto que los
recién nacidos sólo pueden recoger información en pequeñas dosis, no es probable que recuerden mucho de lo
que ven u oyen. Al cabo de unos pocos meses la situación cambia extraordinariamente: los bebés de tres
meses permanecen alerta durante casi noventa minutos seguidos.
Durante la primera semana los bebés experimentan todos los estados de consciencia y empiezan a mostrar
patrones estables que reflejan las diferencias individuales. La mayoría de los recién nacidos pasan un 75% de
su tiempo en uno de los estados de sueño y lloran poco. A las dos semanas estos bebés son mucho más
adorables y son más proclives a coordinar los movimientos de las manos en dirección a la boca. Pocos
neonatos muestran un cuadro de estados inestable. Se propone que el perfil de un bebé refleja las capacidades
individuales para organizar sistemas que interactúen con el entorno y se especula que un perfil inestable día a
día puede reflejar una mayor habilidad para el cambio y la adaptación al entorno.
• Inquietud y llanto
La habilidad de los neonatos para regular sus estados revela el control que tienen sobre sus sistemas internos.
Uno de los test que se hace inmediatamente es el que se realiza para comprobar el sistema de control de
temperatura. La temperatura dentro del útero acuoso oscila alrededor de los 37º, pero el aire de la sala de
partos suele tener una temperatura inferior, entre 20º o 30º. El sistema de control de temperatura del bebé
empieza su trabajo con un esfuerzo considerable. La mayor parte de los bebés reaccionan igual. A los quince
minutos contraen los vasos sanguíneos de la superficie y apartan la sangre de la superficie del cuerpo, donde
la temperatura es inferior.
La habilidad de los bebés para controlar la temperatura del cuerpo no estará en funcionamiento óptimo hasta
las 4 o 9 semanas. Entretanto, los neonatos confían en otras para enfrentarse al frío, como es escogerse para no
perder calor y reducir la superficie de su cuerpo.
Los bebés que son pequeños para su edad gestacional tienen menos capacidad para controlar sus sistemas
autónomos, quizá porque su sistema nervioso central y autónomo es hipersensible a los estímulos. No tienen
mucha capacidad para controlarse a sí mismos y no se calman fácilmente con el cuidador. Lloran sin cesar y
su llanto es agudo y ensordecedor. La calidad del llanto de un recién nacido refleja el estado de su sistema
nervioso central y está relacionado con su posterior desarrollo. Los llantos inusualmente altos, por ejemplo,
indican lesiones cerebrales o algún otro daño en el sistema nervioso central.
• Patrones de sueño
Los recién nacidos duermen mucho, alrededor de 16 o 17 horas al día, pero raramente duermen más de cuatro
horas sin despertarse. El recién nacido típico comienza la vida estando despierto y alerta durante un par de
horas y luego duerme durante ciclos de unas 4 horas. En cada ciclo el bebé sólo está despierto durante una
media hora. A partir de la primera semana el bebé duerme un poco más durante la noche y está despierto
durante más rato en el día. A lo largo de las primeras 5 semanas aumenta el tiempo de estar despierto durante
el día. Alrededor de las 16 semanas puede dormir hasta seis horas seguidas y el sueño diurno se convierte en
las siestas. Hacía finales de la primera mitad del primer año el bebé normal duerme durante la noche sin
despertarse. El horario de cada bebé es muy personal. ¿Por qué duermen tanto los neonatos? El sueño
conserva la energía y el bebé que duerme mucho tiene más calorías para emplear en el crecimiento. Además,
durante el sueño el bebé se protege de la posible sobrecarga de multitud de estímulos que le bombardean
durante sus estados de vigilia.
Desde el inicio, el sueño de los recién nacidos está coordinado en ciclos cortos de una hora de
descanso/actividad, en los que la calidad del sueño varía de forma rítmica. Durante el sueño los bebés pasan
del sueño activo al pasivo, en ciclos rítmicos, similares a los largos ciclos de los adultos. Los recién nacidos
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pasan directamente al sueño activo y hasta que no tienen varios meses no empiezan cada ciclo con un período
de sueño tranquilo, como hacen los adultos. Entre los adultos, el sueño activo y el tranquilo se distinguen
básicamente si tiene lugar algún movimiento ocular rápido. Aunque no todo el sueño activo de un recién
nacido se caracteriza por el movimiento rápido de ojos, puede decirse que es así en la mayoría de los casos.
Las personas adultas cuando se despiertan de un sueño activo suelen decir que estaban soñando. Es poco
probable que un bebé en sueño activo experimente algo parecido al sueño de un adulto. La razón es que sus
experiencias son limitadas y que cualquier sueño que puedan tener no sea más que luces y sonidos.
Algunos investigadores sugieren que la función del sueño activo en los bebés simplemente indica inmadurez
neural en los niveles superiores del cerebro que están implicados en el sueño profundo. Otros creen que la
actividad neural periódica, ya sea de fuentes externas o internas, es necesaria para el desarrollo del cerebro.
Dado que los neonatos duermen tanto y tiene pocas oportunidades de responder a los acontecimientos del
mundo que les rodea, poseen su propia estimulación neurológica (estimulación en el nivel que pueden
soportar). Los bebés prematuros pasan aún más tiempo en el sueño activo que los bebés normales. Los bebés
nacidos a las 25 semanas pasan casi todo su tiempo en algún tipo de sueño activo. Quizá tal actividad sea
necesaria antes del nacimiento para que el desarrollo neurológico tenga lugar con normalidad.
• Patrones en el mamar y bienestar
El ciclo del neonato de sueño/vigilia está íntimamente relacionado con la nutrición. El neonato típico duerme,
se despierta hambriento, come, permanece en alerta tranquila durante un corto tiempo, se adormece y vuelve a
quedarse dormido. La armonía con la que enlaza estos ciclos con el mundo dependerá de la sociedad en la que
nazca.
• Patrones en el mamar
En el primer acto de mamar el neonato puede succionar rabiosamente, pero al cabo de unos pocos días
chupará, tragará y respirará coordinadamente. El hecho de que un neonato pueda tragar tres veces más
rápidamente que un adulto y que pueda hacerlo al mismo tiempo que toma aire, ayuda a que pueda llevarse a
cabo este acto. Los bebés adaptan con rapidez su succión a la consistencia y fluido del líquido, cambiando la
presión o bajando las mandíbulas para aspirar (succión).
El bebé joven succiona rítmicamente, en tomas separadas por pausas. La media de succiones seguidas es de
24 en una sola toma, chupando a un ritmo de aproximadamente de una a dos succiones, o una vez y media por
segundo, y luego hace un breve descanso. El hambre, la edad, la salud, el nivel de consciencia, todo ello
influye en el patrón de mamar del bebé, pero cada bebé tiene su propia característica.
• Bienestar
Mamar es mucho más que un modo de satisfacer el hambre. También proporciona una agradable estimulación
oral, satisface el gusto del bebé, ejercita la boca y los músculos de la garganta, aporta un contacto social y
supone una poderosa fuente de alivio para calmar a un bebé inquieto. Chupar tiene aparentemente un efecto
apaciguador, porque reduce el ritmo cardíaco del bebé y hace que éste pase a un estado de alerta.
La succión que realizan sin fines alimenticios es considerada como un contacto gratificante, un sistema
tranquilizador que opera en los recién nacidos y que suele mantenerse mientras dura el contacto. Cuando se le
quita el chupete o se deja al bebé, el llanto se incrementa. En este sentido el chupar es similar al abrazo de la
madre. Otro sistema de apaciguamiento, que proporciona un bienestar más duradero, es el que aporta la leche
o las soluciones edulcoradas. Cuando los bebés beben agua azucarada a través de una tetina, el cerebro
responde produciendo endorfina, un opiáceo químico natural que alivia el dolor y la inquietud.
Llorar, dormir y succionar parecen funcionar conjuntamente para mantener y cambiar los estados del bebé,
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regulando los períodos de calma y atención. Un bebé típico se apacigua al chupar y se queda calmado y alerta.
Cesan los movimientos de la cabeza, de modo que los objetos que hay a los lados no le distraen de su succión.
El bebé parece prestar mucha atención a todo lo que le rodea, fijándose intensamente en los objetos que tiene
justo delante y probablemente procesando con mayor eficiencia lo que ve. Parece ser que el neonato aprende
más durante el período en que está alimentándose, cuando es más fácil que esté en interacción con uno de los
padres.
• Reflejos
El posible mundo caótico del bebé es reducido por algunas respuestas que no tiene que aprender. Un neonato
está equipado con más de una docena de reflejos, que son respuestas no aprendidas a estímulos específicos
(respuestas que no están afectadas por la motivación y que son comunes a todos los miembros de la especie).
Algunos de estos reflejos son adaptativos, pueden ayudar al bebé a evitar el peligro, o a que se alimente; otros
reflejos parecen ser vestigios del pasado, heredados, y otros son manifestaciones simples del circuito
neurológico del bebé que se suprimirán o integrarán en patrones de conducta más maduros. Algunos reflejos
son permanentes, como el parpadeo, la respiración, la tos, el estornudo, tragar pero la mayoría desaparecen a
las pocas semanas o meses, a medida que el cerebro va madurando, como pueden ser el reflejo de prensión, el
de Moro, el de los puntos cardinales, la succión Cuando los reflejos inmaduros persisten, es señal de que
existe un desarrollo neurológico anormal.
• El reflejo de los puntos cardinales
Todos los bebés tienen este reflejo, la tendencia de mover la cabeza y la boca en dirección a cualquier objeto
que estimule suavemente la comisura de la boca. Este reflejo tiene un significado porque ayuda a que el bebé
introduzca el pezón en su boca, mientras los reflejos de tragar y succionar también entran en juego. Ambos
reflejos, el de los puntos cardinales y succión, están presentes antes del nacimiento del bebé, y aquél
desaparece a los 3 o 4 meses.
• Prensión y el reflejo de Moro
Los bebés nacen con un fuerte reflejo de prensión. Si coloca a un bebé de una semana boca arriba y pone su
dedo en la mano del bebé, éste lo sujetará con fuerza. Este reflejo es más fuerte durante el primer mes y luego
empieza a decrecer en potencia, desapareciendo por completo cuando el bebé tiene 3 o 4 meses.
El reflejo de Moro aparece cuando el bebé pierde de pronto el apoyo en la cabeza y el cuello. Consiste en
estirar los brazos en un gesto de abrazo y curvar las manos como si quisiera coger algo. Este reflejo es fácil de
ver, sencillamente hay que coger al bebé con una mano debajo de la cabeza y la otra en la parte inferior de la
columna, y entonces se bajan rápidamente las manos, especialmente la que sostiene la cabeza, y se detienen de
golpe. El reflejo de Moro es más fuerte después de la primera semana, y disminuye a medida que el bebé
crece. Es difícil de provocar después de los 3 meses y casi ha desaparecido a los 5 o 6 meses.
Muchos científicos creen que estos reflejos, el de prensión y el de Moro, son respuestas adaptativas que
hemos heredado de nuestra historia prehumana, aunque ya no son útiles para los bebés humanos.
• Reflejo de marcha automática
Un bebé de una o dos semanas puede hacer movimientos que parezcan que va a echar a andar. Si se sostiene
al bebé entre los brazos y se le lleva suavemente a una superficie donde la toquen ambos pies y se le doblen
las rodillas, el bebé responderá con un movimiento reflejo de andar. Si se balancea suavemente al bebé
moviéndole hacia arriba y abajo, éste estirará ambas piernas a la altura de la rodilla y la cadera, como si fuera
a permanecer de pie; luego si se le mueve hacia delante, el bebé intentará movimientos de dar pasos como si
caminara.
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Los recién nacidos también muestran un segundo movimiento de marcha que se denomina reflejo de sortear
el obstáculo. Este reflejo es simplemente la tendencia del bebé a levantar sus pies sobre una superficie. Si se
le sostiene y levanta hasta que la parte superior del pie toque la mesa, es normal que levante el pie y lo
coloque encima. Tanto este reflejo como el de marcha automática desaparecen entre el tercer y cuarto mes.
Ninguno de estos comportamientos tiene demasiada utilidad, porque los bebés de una o dos semanas no tienen
ni la fuerza ni el equilibrio para caminar o dar pasos. Los reflejos parecen indicar cierta organización
neurológica innata, que es la base para caminar y estar de pie. Aunque los movimientos desaparecen, vuelven
a aparecer como actos voluntarios cuando el bebé está preparado para caminar.
• Desarrollo temprano de la percepción
Hace algunos años, muchas personas creían que los sentidos de los recién nacidos no eran funcionales.
Pensaban que los bebés no podían ver, oler o degustar y que sólo podían sentir dolor, frío y hambre. Desde
entonces las investigaciones han establecido que los sentidos de los neonatos, aunque no con tanta precisión
como en los adultos, sí les informan acerca de lo que les rodea.
Algunos de los sistemas sensoriales de los neonatos están más desarrollados que otros. Los sentidos del tacto,
gusto y olfato, por ejemplo, son más agudos que el del oído. La vista del bebé, aunque activa, probablemente
es la menos desarrollada. Este desarrollo escalonado de los sistemas posiblemente reduce el enjambre caótico
de sensaciones a las que de otro modo tendría que enfrentarse el recién nacido. Si el bebé se concentra en un
solo sentido a la vez, no tiene que resolver problemas de ajustamiento de todas las variedades de estímulos
sensoriales que se producen de golpe. Si sabemos que los recién nacidos pueden ver, oír, oler, degustar y
sentir, podemos descubrir qué acontecimientos externos les influyen. Si podemos establecer niveles
sensoriales normales, podremos detectar y ayudar a aquellos bebés cuyos sistemas sensoriales no se estén
desarrollando con normalidad.
5.1. Gusto
La sensibilidad de los bebés al gusto está mucho más desarrollada de lo que se pensaba hace algunos años.
Cuando se les pone gotas de alguna solución en la lengua, los recién nacidos responden con gestos faciales
similares a los de los adultos. Los recién nacidos también parecen ser sensibles a la intensidad del gusto. Si se
les da soluciones fuertes, sus expresiones se intensificaban (señal de que pueden distinguir la diferencia entre
el dulce y el muy dulce, entre el amargo y el muy amargo). La succión también varía cuando la solución es
más dulce: succionan más despacio, para saborear el dulce, y su ritmo cardíaco se acelera por la excitación
placentera que experimentan.
5.2. Olfato
Los recién nacidos reaccionan a los olores fuertes. Los bebés de menos de 12 horas reaccionaban claramente a
los olores sintéticos de varios alimentos.
La agudeza del sentido del olfato del recién nacido ha sido demostrada por la habilidad de los bebés que eran
amamantados para reconocer el olor de su madre. Los investigadores creen que los bebés que maman pueden
reconocer el olor de su madre porque establecen un contacto más íntimo con ella que los otros bebés. Cuando
los bebés se alimentan del pecho de la madre, su nariz está en contacto con la piel desnuda de ésta. Un bebé
que toma biberón generalmente es sostenido por una persona vestida (y no necesariamente la madre), por lo
que el bebé no tiene la misma adaptación al olor de la madre que un niño que mama.
5.3. Oído
El averiguar lo que puede oír o parece que oye un recién nacido puede ayudarnos a comprender el mundo
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sensorial del bebé. Descubrir lo que oyen los bebés es complicado por la razón de que no existe una única
respuesta fisiológica para lo que escuchan. Los investigadores han utilizado varias técnicas para descubrir qué
sonidos pueden oír los bebés y si pueden distinguir entre ellos. Cuando los investigadores utilizan los patrones
de succión, dan a los bebés una tetina conectada a un equipo electrónico de grabación que controla el ritmo y
la intensidad de la succión. Los bebés no sacan nada de la tetina, pero succionando con vigor logran sacar un
sonido grabado o hacer que éste no cese. Cuando el sonido y ano les interesa, el ritmo de succión disminuye.
Si los bebés que han estado escuchando un sonido responden a uno nuevo succionando otra vez con fuerza,
los investigadores suponen que los bebés han notado la diferencia entre los dos sonidos.
5.3.1. ¿Qué oyen los recién nacidos?
Durante los primeros días, los conductos del oído medio están llenos de fluido amniótico, por lo que los
sonidos que llegan al neonato pueden ser algo flojos. No obstante, todos los recién nacidos normales pueden
oír. La mayoría giran sus cabezas en dirección al ruido, pero tardan entre un segundo y medio o dos en
hacerlo. Los bebés prematuros son más perezosos en sus respuestas, esperan unos doce segundos. Los oídos
de los recién nacidos no son tan sensibles como los de los adultos normales. Pero la capacidad auditiva de los
neonatos es más que suficiente para sus necesidades. Los bebés reaccionan a los sonidos de múltiples formas
y algunas son relativamente inescrutables, mostrando una reacción muy leve incluso a los sonidos que pueden
oír.
• ¿Qué es lo que escuchan los recién nacidos?
Los bebés parecen preferir unos sonidos a otros, pero sus preferencias probablemente cambian dependiendo
de su estado. Los adultos parecen darse cuenta de esto porque el modo en el que hablan a un bebé cuando está
alerta o tratan de despertarlo es totalmente distinto de cómo lo hacen cuando está llorando. Los padres
cambian la entonación, el tiempo y el ritmo de su habla cuando se dirigen al recién nacido; automáticamente
caen en un patrón conocido como maternal. Porque cuando la madre intenta calmar al bebé cuando está
llorando, su tono baja más de lo normal y su entonación es bastante estable.
Los recién nacidos parecen preferir los tonos exagerados que el habla normal. También prefieren la voz de su
madre a la de otra mujer y su idioma al extranjero. La preferencia por el habla humana puede ser una
predisposición innata, pero la experiencia prenatal también afecta a sus primeras experiencias. La atracción
que el habla exagerada posee sobre los recién nacidos indica que los adultos pueden influir en la atención del
bebé según el modo en que les hablen.
• Vista
Según parece, los neonatos pueden ver mucho, pero lo ven borroso. La visión mejora rápidamente, en cuanto
la corteza visual y los ojos maduran. Al final del período neonatal la visión del bebé se ha aclarado y está
mejor organizada, aunque aún habrán de pasar varios meses hasta que pueda ver como un adulto.
5.4.1. ¿Qué ven los recién nacidos?
La claridad de la visión se basa en la habilidad de cambiar el enfoque y en la agudeza con la que pueden
percibir los objetos una vez están enfocados. La habilidad de enfocar se conoce como acomodación visual y
puede comprobarse poniendo un dedo cerca de la nariz y otro más lejos e ir alternando rápidamente el enfoque
del uno al otro. El recién nacido puede acomodar pero no muy bien, tendiendo a acomodar en exceso cuando
el objeto está lejos y a acomodar mínimamente cuando está cerca. El enfoque natural de un bebé, y por tanto
su visión más clara, se establece en unos 22 cm., que es la distancia típica entre el rostro de la madre y el bebé
cuando tiene a éste en sus brazos. Cuando se traduce la agudeza del recién nacido, que es la habilidad de ver
los detalles, a términos de la visión estándar, un bebé de una semana ve los objetos que están a unos 6 m con
casi la misma claridad que un adulto normal ve a unos 18 m. Tanto la acomodación como la agudeza mejoran
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con rapidez gracias a la experiencia y la maduración del sistema visual.
Cada ojo ve la imagen ligeramente distinta; este mecanismo visual se llama convergencia, las dos imágenes
se unen hasta que sólo se ve un objeto. El recién nacido probablemente ve imágenes desenfocadas. Esta
convergencia deficiente nos demuestra que los neonatos no pueden utilizar los impulsos de ambos ojos para
ver en el exterior con profundidad. Los mecanismos que permiten detectar en profundidad empiezan a
aparecer a los 2 meses, pero las investigaciones indican que habrán de pasar varios meses antes de que puedan
usar los dos ojos correctamente para percibir un mundo tridimensional. La experiencia juega un papel muy
importante en el florecimiento de la percepción profunda, y los bebés probablemente perciben los impulsos de
profundidad antes de que puedan traducirlos a la experiencia de profundidad.
• ¿Qué perciben los recién nacidos?
Los bebés organizan la información recogida a través de sus ojos. Cuando están despiertos, no dejan de mover
los ojos incluso en la oscuridad. Según Marshall Haith, el bebé nace preparado para buscar estimulación
visual, y esta búsqueda tiene un propósito principal: mantener las células de la corteza visual muy avivadas.
Esta actividad es necesaria para mantener estables los conductos neurales y desarrollar otros nuevos. La
búsqueda tiene otro beneficio adicional: pone al bebé en contacto con cualquier información útil que esté a su
alcance.
Una vez los recién nacidos localizan algo potencialmente interesante, se concentran en un lado o esquina,
donde hay mayor contraste de blanco y negro, y por tanto la información es mayor. El resultado es que
probablemente el neonato no perciba formas enteras, sólo algunas de sus características. La búsqueda
concentrada del neonato implica que posiblemente éste pierda la parte más interesante e informativa del
estímulo. Cuando el bebé de 3 semanas le mira a la cara, es probable que esté mirando un borde. Al cabo de
unos pocos meses, los bebés perciben la profundidad y la forma y encuentran las caras fascinantes. Su interés
cambia del borde a los rasgos internos del rostro, especialmente los ojos. Los bebés nacen con sistemas
sensoriales en funcionamiento y generalmente están predispuestos a responder con movimientos que les
ayudan a sobrevivir, y a aprender con facilidad acerca de ciertos acontecimientos. Esta anticipación les
permite establecer conexiones rudimentarias entre los acontecimientos, y estas conexiones simples suponen la
base de toda la conducta posterior, incluyendo las relaciones sociales del bebé.
• Personalidad y relaciones sociales
La relación ente padres e hijo comienza en la sala de partos. Una vez asegurado que el bebé está bien
formado, los padres empiezan a observar los primeros rasgos de la personalidad. Es difícil hablar de la
personalidad de un recién nacido porque cuando pensamos en la personalidad, tenemos en mente la forma en
que se demuestra socialmente la conducta verbal, cognitiva y emocional. Un neonato no puede expresar la
personalidad de ese modo, pero la personalidad puede percibirse en el temperamento del bebé, que consiste
en las diferencias observables en la intensidad y duración de la activación y emocionalidad en una fase
temprana. Se cree que la emotividad y la respuesta del bebé a estímulos (reacción), ofrece el marco más
productivo para comprender el temperamento y la interacción social en una fase temprana.
6.1. Temperamento
Los bebés son diferentes desde el primer día de vida. Los investigadores creían que el temperamento estaba
determinado básicamente por el genotipo, pero se sugieren raíces en los entornos prenatales y la experiencia
del nacimiento. También se ha comprobado que las expectativas de los padres sobre el temperamento de su
bebé recogidas antes del nacimiento están en correlación con sus evaluaciones posnatales, aunque después
estas evaluaciones cambian.
La personalidad del niño es el desarrollo y evolución de una serie de tendencias a comportarse de cierto modo.
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La forma en que evolucionan estas tendencias está influenciada por la interacción padres−hijos. Se podría
decir que el temperamento es una forma de comunicación social. El temperamento del bebé puede conducir a
que los padres respondan y reorganicen el entorno en formas que afecten directamente la personalidad y
exhorten al desarrollo de unas características específicas.
6.2. Relaciones sociales
Las relaciones sociales del recién nacido son primitivas aunque los bebés y los padres mantienen complicadas
formas de comunicación no verbal. Cuando una madre alimenta a su hijo, la situación de dar de mamar puede
contener la semilla de lo que es saber esperar turno, habilidad esencial para el lenguaje y el desarrollo social.
El método más evidente por el que el neonato se comunica con los demás es a través del llanto. En general, el
neonato llora como muestra de desconsuelo. Incluso los recién nacidos lloran de modos distintos según su
nivel de aflicción.
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