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Piñera sale derrotado y allana el camino a Bachelet
Por sus acciones de agresión contra Bolivia, el presidente chileno Sebastián Piñera le ha infringido a su partido una
anticipada derrota en las próximas elecciones generales
Hugo Moldiz
05.03.2013
La estrategia política del gobierno del presidente chileno Sebastián hacia Bolivia ha resultado un rotundo fracaso. Su enérgica posición de rechazo a la demanda
boliviana de volver al Pacífico lo ha conducido a cometer una serie de equivocaciones diplomáticas y errores políticos que no solo han dejado mejor posicionada
a Bolivia, sino que a su partido le ha reducido aún más sus posibilidades de ganar las elecciones generales en noviembre próximo.
Lo que pasa es que en la política los tiempos y las formas cuentan mucho. Ninguna de los dos conceptos fueron tomados en cuenta por Piñera para enfrentar
una coyuntura que, hasta para el observador menos acucioso, se iba a abrir entre Bolivia y Chile en el marco de la II Cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
El presidente chileno jugaba de local, pero al frente iba a tener al jefe del recién fundado Estado Plurinacional, Evo Morales, quien bastante lejos de la tradicional
timidez de los bolivianos de occidente no iba a perder la oportunidad para plantear con fuerza, en el corazón de Chile, el derecho de Bolivia a ejercer su
soberanía en las costas del Pacífico.
La iniciativa estaba de parte del líder indígena. Un día antes de partir a Santiago de Chile, el primer presidente del Estado Plurinacional reunió a todo el cuerpo
diplomático en Palacio Quemado y sin la mayor dubitación les pidió respaldar la histórica causa boliviana. “Bolivia nunca se va a quedar callada, vamos a iniciar
una campaña internacional, por eso su comprensión, su participación para resolver una demanda, un problema histórico de tantos años”, afirmó.
Que mejor que empezar la campaña en el epicentro de Chile, donde por esas cosas de la vida se iba a celebrar una cumbre de la CELAC con la Unión Europea.
Mejor oportunidad que esa, difícil de volverla a tener.
La Moneda estaba con preaviso. Piñera —el heredero de Pinochet— sabía por descontado que Evo Morales iba a responder a cada uno de los argumentos que
su gobierno ha formulado todos estos años para descalificar la posición boliviana en el plano internacional.
Hasta aquí, todo se mueve en el campo de la diplomacia. Argumentos van y vienen. Chile se aferra a la tradición de aquellos siglos en los que los Estados
pre-modernos reivindicaban derechos que les daban las guerras de conquista y que incluso les llevaba a forjar tratados de armisticio con los que no dejaban de
golpear a los pueblos ocupados.
Pero el 25 de enero se registró un hecho, inesperado o fabricado, que Piñera utilizó y desarrolló en su intento de opacar o silenciar al presidente Evo Morales, un
político de cepa que durante años resistió, junto a sus hermanos de lucha del Chapare cochabambino, las diversas formas de injerencia y atropello de los
Estados Unidos y los gobiernos del Estado monocultural, y que en su primer mandato derrotó —también con la venia estadounidense—, a la estrategia
antidemocrática de la oposición de ultraderecha asentada en la entonces “Media Luna”.
Un breve repaso a lo que pasó:
A pocas horas de que el presidente Morales se trasladara a Santiago de Cuba, tres soldados bolivianos —integrantes de una patrulla militar que realiza
operativos de lucha contra el contrabando de vehículos indocumentados—, fueron detenidos por Carabineros de Chile en el sector de Challumajahuira, también
conocido como Quebrada La Queka.
Los informes oficiales dan cuenta horas antes, a las 5:40 de la mañana, cinco contrabandistas se acercaron al puesto militar intentando sobornar al sargento
Quino para que se haga de “la vista gorda” para el ingreso de vehículos indocumentados y casi dos horas después de la negativa a los “chuteros”, los soldados
fueron hasta donde se encontraban los vehículos. La patrulla decomisó dos automóviles, mientras otros cinco daban la vuelta para reingresar a territorio chileno.
De los cinco, uno —marca Toyota Noah blanco— fue abandonado algunos metros más adentro. Entonces, el sargento Quino se acercó al vehículo que se
encontraba sin la llave de control.
Posteriormente, Quino ordenó a tres soldados custodiar el Toyota mientras con otros dos miembros de la patrulla trasladaron los dos carros incautados hasta el
puesto de control. Casi dos horas después regresó hasta el lugar donde estaba el vehículo varado, pero ya no solo que el motorizado no estaba sino que
tampoco los tres miembros de su patrulla. ¿Qué pasó? Lo que finalmente fue informado por los medios: Carabineros de Chile llegó con la llave del vehículo y se
lo llevó, además de detener a los tres conscriptos.
¿De dónde los carabineros tenían la llave del vehículo varado? Está claro que se lo dieron los contrabandistas.
A partir de esos hechos, la pregunta es ¿fue un caso fortuito o más bien un hecho producido por los servicios de inteligencia chilenos para provocar un conflicto
diplomático con Bolivia, horas antes de que el presidente Morales arribara a Santiago para reclamarle a Piñera el derecho boliviano al mar en plena cumbre de la
CELAC-UE?
No se puede descartar ninguno de los dos.
Pero aún hubiese sido un hecho fortuito, es evidente que Piñera optó por el camino equivocado: autorizó la detención de los tres soldados bolivianos, cuando la
situación aconsejaba todo lo contrario, es decir conducir a los militares hasta la frontera y quizá incluso presentar una nota formal de queja por la vía diplomática
a su similar de Bolivia.
Entonces, el presidente chileno cometió una de sus “piñericosas” más absurdas de todo su gobierno. Puso en marcha una estrategia para sacar a Evo del libreto
que había llevado a Santiago y para exaltar, con el paso de los días, el nacionalismo de derecha Pinochet incentivó para cometer los crímenes más horrendos
contra los “comunistas” y para consolidar una posición contraria a la demanda boliviana a pesar del “abrazo de Charaña” de 1976 con su socio en la “Operación
Cóndor”, el dictador boliviano Hugo Banzer Suarez.
Una pequeña aclaración: las “piñericosas” es una palabra que se utiliza en Chile para hacer referencia pública a las incongruencias y “metidas de pata” de su
presidente.
De ahí para adelante los hechos son altamente conocidos. Lejos de desplazar el centro de la discusión, más bien facilitó la contraofensiva boliviana en torno a la
causa del mar y la libertad de los tres soldados bolivianos.
Durante treinta y dos días, la prensa internacional concentró su esfuerzo en el conflicto boliviano-chileno. El saldo final, altamente favorable a la estrategia
boliviana. Si hay alguien que ha universalizado la causa boliviana, es el presidente Piñera.
Pero no solo eso. La segunda “Piñericosas” referido al mismo tema se registró el 26 de febrero.
El titular de La Moneda denunció que “'Un grupo de personas con uniformes camuflados de naturaleza militar ingresaron a territorio chileno desde Bolivia,
encañonaron a una persona, le robaron su camioneta y posteriormente se fueron hacia la frontera boliviana provocando a los Carabineros chilenos que los
estaban siguiendo. Pero (los) Carabineros chilenos no cruzaron la frontera”.
Pero no solo que no presentó prueba alguna, sino que además lanzó una advertencia: “probablemente vamos a conocer muchas provocaciones más en el
futuro. Y este Presidente va a actuar siempre con un criterio de defender la soberanía, nuestro territorio, tierra, nuestro mar, nuestros cielos, dentro del estado de
derecho interno y el respeto al derecho y a los tratados internacionales. Ojalá el Presidente Morales hiciera lo mismo”.
Más claro, ni el agua. Piñera quería construir un escenario de guerra.
Lo que Piñera no se daba por enterado es que cuanto más apretaba contra Bolivia, más Bolivia reproducía por millones en el mundo su derecho soberano al mar
y el pedido de libertad, sin condiciones, de los tres soldados que el viernes 1 de marzo finalmente regresaron a su patria luego de que la fiscalía dispusiera, en
un giro radical a su posición inicial, su “suspensión condicional”.
Pero Piñera perdía “su guerra contra Bolivia” —que en la voz de Evo Morales se apegaba más bien a reivindicar la cultura de la paz—, sino que también
incrementaba su derrota dentro de sus fronteras. Intelectuales, sindicatos, autoridades locales, artistas y escritores cuestionaban las decisiones de La Moneda.
De los más importantes está la voluntad expresada por la escritora Isabel Allende de interceder para que Bolivia tenga un retorno soberano al Pacífico y el
llamado del cantante Jorge Gonzales, en medio de la 54 versión del Festival de Viña del Mar, a que el presidente Piñera cese los aprestos belicistas contra
Bolivia.
“No voy a la guerra contra el argentino, no voy a insultar al peruano. No a la guerra contra Bolivia, no a la guerra señor Presidente”, proclamó el ex vocalista de
Los Prisioneros haciendo uso de los micrófonos que retumbaron en sus potentes parlantes por La Quinta Vergara.
El resultado de esta estrategia equivocada es dentro y fuera de Chile. Las improvisaciones de Piñera fortalecen el seguro camino de retorno de la socialista
Michelle Bachelet. Y en el plano internacional colocan al titular de La Moneda en una posición de desventaja para hablar con Bolivia.
En síntesis, el presidente chileno Sebastián Piñera le ha provocado a su país una derrota diplomática, política y moral. Su apuesta por la confrontación con el
presidente indígena Evo Morales ha elevado a niveles nunca antes vistos la causa boliviana de ejercer su derecho al mar, pero también le ha infringido una
anticipada derrota a su partido en las próximas elecciones generales. La UDI tiene un camino seguro hasta el fondo del mar.
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