OBTURACIÓN DEL CONDUCTO RADICULAR FUNDAMENTOS BIOLÓGICOS PROF. SERGIO ACOSTA VIGOUROUX La ciencia enfrenta con actitud crítica tanto su campo exterior de acción como su propio interior, examinándose constantemente para determinar si ante nuevos análisis sus postulados mantienen validez o si es necesario replantearlos para formular explicaciones más consistentes de su basamento científico. Así la Endodoncia, ciencia de la salud como disciplina de la Odontología, debe someterse permanentemente a este examen para validar la vigencia de sus postulados. En esta oportunidad haremos un análisis conceptual de la obturación del conducto radicular para examinar sus fundamentos terapéuticos, abordando su examen desde cuatro puntos de vista: - Fundamentos biológicos de la obturación en si misma - Análisis de los materiales para obturación radicular. - Análisis de los procedimientos de obturación - Trazado de nuevos objetivos. 1- Fundamentos biológicos de la obturación En este aspecto se trata de dar respuesta a la pregunta: ¿por qué deben obturarse los conductos radiculares? Rickert y Dixon en 1931 introdujeron en tejido subcutáneo y muscular de animales de experimentación tubos de acero y de platino con un extremo sellado y el otro abierto, informando que en relación con el extremo vacío del tubo se producían lesiones crónicas, concluyendo que los espacios vacíos no eran aceptados por el organismo, porque sus controles fueron raíces estériles obturadas y en relación con ellas no se formó una inflamación equivalente. Ese experimento ha sido repetido por otros investigadores, Langeland y Torneck entre otros, con materiales iguales y con otros diferentes, sin que se produjeran los mismos resultados reportados por Rickert y Dixon. ¿Qué variables escaparon al control del operador en una investigación y no en las otras? ¿Qué tipo de impurezas del elemento cortante pudieron quedar en el extremo vacío? Forzoso es recordar que los resultados de todo experimento científico para ser absolutos deben ser reproducibles. A pesar que esta condición no se ha dado con este experimento, ¿por qué es citado aún hoy como prueba de la necesidad de obturar los conductos radiculares? Porque si bien, desde el punto de vista científico es una investigación metodológicamente dudosa y errónea en sus resultados, ha servido como argumento válido para la obturación radicular porque, conductos con fallas en la obturación también formaron lesiones crónicas del periápice, como lo demostraron Dow e Ingle en 1955, cuando sometieron a filtración de radioisótopos dientes cuyos tratamientos habían fracasado. Hasta entonces se tenía una respuesta al fracaso de algunos tratamientos, pero faltaba responder con razones claras y valederas por qué los conductos debían ser obturados. Maisto resumió sus razones porque los conductos debían obturarse diciendo que se hacía a) para evitar el paso de bacterias desde el conducto al periápice, b) para evitar el paso de toxinas bacterianas desde el conducto al periápice, c) para impedir el paso de bacterias del periápice al conducto, d) para impedir la entrada al conducto del exudado apical y, finalmente, e) para establecer una acción medicamentosa en el conducto. Sin embargo el reexamen de estos criterios lleva a conclusiones diferentes. Partiendo de la base que la preparación instrumental ha cumplido sus objetivos, en el conducto no deben quedar gérmenes que puedan invadir el periápice, ni toxinas que de ellos provengan. Ahora, si esto no puede cumplirse, estamos con López Begazo cuando plantea si la obturación tiene un fin en si misma o está destinada a llenar vacíos creados por el fracaso de otros procedimientos endodónticos. Los gérmenes, por otra parte, no tienen existencia normal en el periápice. Si están allí es porque vienen de un diente infectado y si el diente está infectado no debe obturarse todavía y si hay un absceso debe ser drenado de cualquier manera. Otra posibilidad radica en que las bacterias sean transportadas por la corriente sanguínea y que por obra de la casualidad lleguen a un periápice alterado instalándose en este lugar de menor resistencia, pero no ha sido probado que gérmenes que ingresan al organismo por cualquier vía tengan selectividad por infiltrarse en conductos no obturados carentes de infección. La necesidad de impedir que se forme exudado apical es también cuestionable, porque el exudado es una respuesta defensiva natural y su presencia en el conducto en pequeña cantidad resulta normal durante la terapia, por la irritación tisular inducida por nuestros procedimientos y químicos coadyuvantes. Tampoco debe olvidarse que el exudado diluye y neutraliza toxinas e inactiva antígenos. Por esto, en condiciones de salud, sin gérmenes ni elementos necróticos, es más probable que sirva de guía a la reparación y no que la entrabe. Torneck, en conductos vacíos, sin bacterias ni elementos necróticos, en dientes implantados en animales de experimentación, detectó invaginaciones de tejido de hasta 5 mm de longitud. Para concluir recordemos que los tejidos normalmente no necesitan de sustancias ni medicamentos cicatrizantes, los elementos que corrientemente se aplican con estos propósitos más bien dilatan o entraban la reparación, por esto pensamos inconveniente que un conducto favorecido por una buena obturación reciba con el cemento obturador medicamentos potencialmente irritantes. La mayor impedimenta para la reparación lo constituyen las bacterias y los remanentes necróticos; un conducto del que se haya eliminado su contenido séptico, productos bacterianos, sustancias orgánicas alteradas, y medicamentos irritantes, permite que el organismo puede trabajar bien y por su cuenta en su reparación. Por todo lo anterior podemos justificar la obturación de los conductos radiculares por las siguientes razones; 1. Para cumplir con requerimientos de la odontología restauradora, cuando ella necesita del conducto para sus propósitos. 2. Para evitar la reinfección del conducto en caso de quedar al descubierto por caries o fracturas. 3. Para evitar reinfecciones por microfiltración de obturaciones temporales o definitivas. 4. Para prevenir y subsanar deficiencias derivadas de los procedimientos preliminares, en especial de la preparación instrumental del conducto. La última de estas razones es la más débil de todas, porque cada procedimiento debiera tener una justificación por si mismo y no para suplir deficiencias de pasos anteriores; esto quiere decir que si la preparación no ha logrado sus objetivos, sus logros deben mejorarse antes de proceder a la obturación. 2. - Cuestionamiento de los materiales de obturación. En una de sus primeras ediciones Grossman enuncio una larga lista de elementos empleados para obturación de los conductos radiculares, en ellos se ha usado prácticamente todo lo que haya parecido que la química y la metalurgia permitan aplicar como constituyentes de pastas o cementos. La gutapercha fue introducida a la Endodoncia por Bowman en 1867 y Perry, ya en 1883, obturaba conductos con alambres de oro bañados en gutapercha. Otra forma de aplicar la gutapercha fue la de Callahan, quien disolvió gutapercha y resinas en cloroformo para formar una pasta obturatriz. En catálogos de artículos dentales se ofrecen puntas de gutapercha en ediciones de 1917, mientras que los conos de plata los introdujo Jasper en 1930. Robin en 1925 dio a conocer un cemento de obturación radicular a base de oxido de zinc y eugenol, Rickert en 1927 propuso uno con plata precipitada que fue ampliamente utilizado, y el mismo Grossman ya en 1935 inició una larga secuela de fórmulas de cementos para obturación radicular. Se han sucedido en el tiempo pastas, cementos, resinas y metales, como testimonios del afán de encontrar el material ideal para la obturación endodóntica. Algunos cementos tienen componentes altamente tóxicos, como lo denunciaron Rappaport en 1964, Browne y Friend en 1968 y Langeland en 1974. Otros no cumplen con propiedades básicas, como estabilidad dimensional, comprobadas por Isasmendi y también Weiner en 1971. La formulación de pastas y de cementos ha obedecido más a creencias terapéuticas y a ensayo y error que a contrastación experimental de biocompatibilidad. La búsqueda muestra el esfuerzo por encontrar una fórmula ideal basada en el empirismo utilizando óxido de zinc, sales de metales pesados, yoduros orgánicos o resinas, adicionados con elementos fenólicos y otros agentes irritantes, elementos que no existen en nuestro organismo, sin parentesco con los fosfatos de calcio del organismo, fosfatasas, colágeno o inductores de formación tisular. Obviamente con los elementos antes citados no puede esperarse que exista biocompatibilidad y si no provocan mayores daños que una inflamación localizada inicial seguida por una reacción de cuerpo extraño, no debe inferirse por esto que es porque son los más indicados, sólo son muestras palpables de la gran capacidad detoxicadora y adaptativa de los periápices humanos. El control que el operador tiene sobre el nivel al que coloca pastas o de cementos en el conducto radicular, solos o adicionados a núcleos sólidos como conos o puntas de diversos materiales, es solamente relativo. El pretendido ajuste de un cono, percibido tactilmente, puede ser dado porque el cono se aprieta entre dos puntos cualesquiera en la longitud del conducto y no necesariamente proviene de un ajuste apical perimetral. Más aún, durante los años que se trabajó bajo el dogma del ajuste apical del cono se usaban aquellas técnicas de instrumentación que más severamente deforman el conducto apical. 3.- Análisis de los procedimientos de obturación. En un estudio sobre cincuenta dientes uniradiculares extraídos que fueron tratados por alumnos, obturados por condensación lateral y radiografiados por contacto directo en películas reticuladas, encontramos que dos endodoncistas no tuvieron acuerdo de paridad significativa sobre la profundidad alcanzada por el cono y por el cemento. Los desgastes que se practicaron posteriormente a la evaluación, mostraron errores de apreciación radiográfica de 0,5 hasta 2mm, en circunstancias que en estos dientes extraídos no hubo hueso interpuesto ni alteraciones proyeccionales; las observaciones se hicieron de dos maneras, con lupa de filatelia en negatoscopio y en proyecciones a 100 aumentos. Los sujetos que obturaron probaron previamente el ajuste del cono y creyeron haber obturado a la longitud total de trabajo. Este estudio nos mostró la dificultad de llegar con el cono a la longitud de trabajo una vez que se introduce el cemento y que radiograficamente es prácticamente imposible discriminar entre el cono y un cemento de radiopacidad similar. Los informes sobre lo poco homogéneo de la obturación por condensación lateral son abundantes, pero la mayoría de los endodoncistas tiene esta técnica como la de su elección. Esto nos permite presumir dos cosas, una, que la homogeneidad de los elementos de obturación no es imperativa. Otra, que obturaciones deficientes en relación a los paradigmas clínicos son bien aceptadas por el organismo en ausencia de infección y tejidos necróticos. En 1983 informamos (Acosta.S., Anales de la Sociedad de Endodoncia de Chile. 1983-1984) que el compactador de MacSpadden tenía alta tendencia a la fractura en el conducto,, que producía un limado considerable de las paredes dentinarias y que, al aplicar un calorímetro elemental con un termómetro clínico, detectamos aumentos de la temperatura exterior radicular de hasta 6 grados Celsius. Inferimos que si las mediciones se hubieran realizado con termocuplas se habría detectado magnitudes mayores. El examen microscópico de obturaciones con esta técnica mediante aumentos entre 10 y 30 X muestra mezclas nada homogéneas de cemento, gutapercha y limallas dentinarias. Si dicha técnica sólo ofrece seguridad en conductos rectos y amplios, conviene recordar que otras técnicas pueden obtener en estos casos iguales o mejores resultados . Por otra parte, para la técnica de condensación vertical, Schilder ha argumentado, justificando sus sobreobturaciones, que éstas no son deletéreas, sino que sólo lo son las sobre-extensiones, es decir que el botón de cemento que sobrepasa el foramen no es dañino sino que solamente el cono que lo excede; personalmente creemos que todo elemento extraño inyectado al periápice es irritante, así tenga forma de botón, de cubo o de conos. Lo que sucede en realidad es que al proyectar un excedente de obturación al periápice se proyecta por delante de este un tapón apical remanente, producto de la instrumentación. Con este razonamiento se puede pensar que los resultados son mejores cuando el extremo apical del conducto queda ocupado con material de obturación que con un tapón apical potencialmente cargado de gérmenes. Ninguna de las investigaciones consultadas ha podido demostrar absolutamente que cuando se aplica condensación vertical con gutapercha calentada es la gutapercha y no el cemento la que llena los conductos laterales y, cuando así sucede, esto puede ocurrir más por casualidad que por causalidad. La inyección de elementos de obturación en el conducto mediante jeringas, sea con pastas medicamentosas, alcalinas o gutapercha derretida ofrece poco o ningún control sobre el nivel de obturación alcanzado o la existencia de vacíos en la mezcla. La aguja más fina que existe para la inyección de pastas tiene un diámetro de 25 gauges, equivalente a las 40 centésimas de milímetros. En tales condiciones toda curvatura apical desviada más de 10º de su eje ya ha sido objeto de escalón apical o de perforación radicular, aún si se mantiene como longitud de trabajo instrumental la distancia de un milímetro del ápice. Cuando se aplica condensación vertical o lateral, la compactación en un sentido o en otro ejerce presión sobre todas las paredes del conducto, porque el cemento que éste contiene se comporta como un líquido viscoso y responde a todas las condiciones de la hidráulica, por esta razón tanto una como otra forma de aplicación de presión logra obturación de conductos laterales. Acontece frecuentemente que buscando la obturación de conductos laterales se aplique fuerza excesiva de condensación, con lo que se puede inducir desde un agrietamiento radicular la hasta fractura franca según la intensidad y la forma de la presión ejercida. Un error típico cuando se emplea condensación lateral consiste en tratar de hacer la plétora del conducto con conos finos. Esta técnica, como lo hemos visto in vitro, es la que produce mayor cantidad de vacíos en el tercio medio, defecto que es citado como típico de ella. Otra creencia carente de fundamento es que los conductos laterales tienen más probabilidad de obturarse, cualquiera sea la condensación aplicada, cuando se emplea un cemento más fluido que uno con la consistencia más espesa, recomendada por el fabricante. La experiencia muestra que el relleno de los conductos laterales se produce más frecuentemente con un cemento más espeso, que impide su rápido reflujo en sentido coronario por cualquier resquicio entre conos. Esta mayor viscosidad reparte mejor la presión y logra mejores rellenos que con cementos más líquidos que, por añadidura ven disminuida su capacidad cementante y son a menudo más irritantes. 4.- Trazado de nuevos objetivos. ¿Qué hacemos entonces, puede pensarse ahora? Y más de alguno querrá saber la receta personal de autor de esta critica. La verdad es que me veo obligado a obturar con los mismos elementos con que todos lo hacen. La condensación lateral la practico con un sistema personal de doble espaciado que consiste en introducir un espaciador fino y, según la resistencia encontrada, no colocando inmediatamente el cono fino correspondiente en el espacio creado, sino que tratando de introducir un espaciador de mayor grosor, lo que permite colocar entonces un cono más adecuado. Recomiendo, por ejemplo, a quienes emplean la condensación vertical, aplicar atacadores proporcionales a cada nivel de preparación del conducto, para que así el atacador presione verticalmente la masa de gutapercha y no sea una cuña que separe lateralmente las paredes del conducto. El sellado del conducto no debe inducir más problemas que los que está llamado a solucionar. Quien haya leído detenidamente a Grossman habrá advertido que su técnica de obturación más usada es la de cono único... pero yo tuve la oportunidad de ver a Grossman gastar más tiempo en la selección de su cono único y en un largo espatulado del cemento con la correcta proporción de polvo y líquido que el que podemos emplear muchos endodoncistas en una técnica compleja de compresión. La otra inquietud que me fijo como objetivo de esta comunicación es recomendarles que procedan a exigir de los fabricantes más y mejores elementos de obturación no sólo por su manejo clínico fácil, no sólo elementos biotolerables, sino que expresamente biocompatibles, esto es que no despierten respuestas inmunes a tóxicas ni promuevan otro tipo de alteraciones al paciente. No está lejano el día que puedan emplearse también inductores de formación tisular en el extremo apical, para estimular la formación de cemento o periodonto. Y que si, por último las condiciones de biocompatibilidad no son absolutamente satisfactorias para labores clínicas como preparaciones de espigas intraconductos, hasta lograr el material ideal, hagamos una obturación en dos niveles, una para la biología del organismo, que apliquemos en la interfase con éste y una obturación externa, adecuada a los procedimientos restauradores actuales. No ha sido nuestro propósito proponer nuevas formas o mágicas técnicas personales, sino a finalizar después de lo expuesto anteriormente invitando al lector a examinar críticamente las técnicas en boga y razonar sobre ellas para superar u optimizar las técnicas de que ahora disponemos para la obturación de conductos. La presión moral del descontento de cada odontólogo con los elementos y técnicas que hoy nos ofrece la industria odontológica moverá conciencias e intereses que nos acerquen aún más a dar mejores tratamientos a nuestros pacientes, a nosotros nos dará confianza en que la reparación se va a producir gracias a nuestros materiales y a nuestras maniobras, no a pesar de ellas.