Fra Luca Pacioli

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Entrevista con Luca Pacioli
* Simulación de un viaje por el tiempo realizado por un periodista económico, a través de un programa de
realidad virtual capaz de reproducir el comportamiento pasado de la economía. Incluido en el libro
Momentos estelares de Econolandia
Una ventaja importante para mi misión de periodista era saber lo que mi
entrevistado iba a hacer en los años siguientes. Cuando le vi en Venecia tenía veintiséis
años y acababa de escribir su primer libro de aritmética. De escribir, no de publicar, ya
que faltaban algunos años para que la imprenta difundiera este tipo de obras en Venecia.
Aunque había nacido en Sansepolcro, un pequeño pueblo del centro de Italia,
cerca de Perugia, desde hacía unos años vivía en Venecia, donde había entrado al
servicio de un rico comerciante, Antonio Rompiansi, con la doble misión de ayudar en
sus negocios y hacer de tutor de sus tres hijos.
Más tarde recorrería Italia. Primero fue a Roma donde estudió teología y entró
en la orden franciscana. Después enseñó en las Universidades de Perugia, Nápoles y
Roma. Retornó en 1489 a su pueblo natal, donde escribió su libro más famoso, la
Summa de aritmética, geometría, proportioni et proportionalita, dedicada al duque de
Urbino y publicada cinco años más tarde por una imprenta en Venecia. Incluía, en sus
600 páginas escritas en italiano de la época, un tratado de aritmética, elementos de
álgebra, una tabla de monedas, pesos y medidas, un resumen de geometría euclidiana y
su conocido método de contabilidad por partida doble.
En 1496 entró al servicio de Ludovico Sforza, duque de Milán, coincidiendo con
Leonardo da Vinci, con el que le unió una gran amistad y frecuentes intercambios de
conocimientos. En aquél período escribió, su segundo libro más conocido, Divina
proportione, que fue ilustrado por Leonardo.
Hombre inquieto, Luca no podía quedar mucho tiempo en un solo sitio. Tuvo
estancias diversas en Mantua, Pisa y Florencia, donde, en 1506, fue elegido superior de
la Orden en Romagna. En 1514, ya con setenta años vuelve a Roma y dos años más
tarde muere en su pueblo natal de Sansepolcro, trabajando en un nuevo libro de
problemas y proverbios en el que también colaboró Leonardo.
Para entender la importancia de su obra, es preciso trasladarse a unos tiempos en
que los comerciantes llevaban sus cuentas mediante apuntes sueltos, con pequeños
recordatorios del ingreso o pago realizado, y en que las operaciones matemáticas más
elementales eran desconocidas por el público en general. Se sabe que en aquella época
diversas ciudades italianas tenían escuelas para la enseñanza de operaciones aritméticas
útiles para los profesionales del comercio (escuelas de ábaco) . En ellas se explicaba con
detalle cómo realizar, por ejemplo, una división con dividendo, divisor, cociente y resto,
superando lentos y complicados procedimientos anteriores.
El módulo de realidad virtual que el WIC me tenía preparado, no sólo me situaba
en la Venecia de 1470, sino que además me colocaba ya junto a Luca Pacioli, que sabía,
antes de iniciar la conversación, que yo era Laureano, ahora un comerciante de tejidos
de lana de Barcelona, conocido de su benefactor en Venecia.
Luca era un hombre de fuerte constitución, cara redonda, nariz pronunciada y
labios finos y apretados que daban a su cara un aire de firmeza en sus convicciones.
Caminábamos, mientras manteníamos una animada conversación, por los
alrededores de la Piazza San Marcos. La plaza estaba casi como se conserva en nuestros
tiempos, con la iglesia, la torre del reloj y el campanile. Una animada muchedumbre
deambulaba por la única zona en que esto era posible con cierta holgura. El resto era un
interminable enjambre de góndolas que se movían por las serpeantes calles acuáticas.
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Como puedes ver, Venecia es una ciudad próspera y pensamos aquí que con
sus más de 100.000 habitantes (hasta 190.000 según algunos) debe ser una
de las mayores del mundo. ¿Cuántos ciudadanos hay en Barcelona en estas
fechas?
Sólo somos unos 25.000, debido a la crisis que estamos viviendo. Hace un
siglo éramos casi el doble de habitantes.
¿De qué crisis me hablas? -preguntó Luca con una curiosidad que debía
proyectar hacia los temas más variados.
Sucesos políticos aparte, la industria textil lanera, que es clave para nuestra
economía y nuestro comercio exterior, va progresivamente perdiendo fuerza.
En particular los paños ingleses nos están haciendo mucha competencia y
también han afectado a la producción sedera y algodonera. Estamos
perdiendo mercados.
Querido Laureano, por la confianza que tienes con mi protector, Antonio
Rompiansi, puedo contarte algunos secretos de nuestro éxito: Un gobierno
fuerte que nos abre mercados en el mundo entero; un crédito fácil y barato
que nos permite disponer de dinero abundante; y una gestión cuidadosa de lo
que debemos y nos deben.
Por favor, Luca, para mí tiene gran interés conocer tu opinión sobre estos
aspectos.
Mira. Nuestro gobierno tiene acuerdos con toda Europa, dominamos las
rutas marítimas del Mediterráneo, pero también mantenemos buenas
relaciones con los turcos u otros lejanos pueblos, para los que servimos de
distribuidores comerciales de sus productos.
¿El Estado os ayuda en algo más?.
Nuestra flota mercante es de unas 3.000 embarcaciones y 300 barcos de
guerra. Anualmente se construyen unas 50 nuevas galeras, todo ello con los
recursos del Estado. Los comerciantes sólo tienen que pagar un alquiler.
Además es fácil obtener créditos con sólo la garantía de tu propio nombre y
negocio. Y se paga un interés muy bajo, ya que nuestra moneda es muy
fuerte y se utiliza en el mundo entero.
Pero un Estado tan comprometido ¿tendrá que acudir a fuertes impuestos?.
Por supuesto que aquí se paga por todo y casi todo está regulado. En
comercio, el Estado señala las rutas, las fechas, los precios de los fletes y
autoriza los precios de venta, todo ello dentro de un plan global de comercio.
Cada año se acuña del orden de un millón de ducados de oro y el comercio
de exportación se eleva a unos diez millones de ducados, reportando a la
ciudad un beneficio de más del 20 por ciento.
¿Y respecto a esa cuidadosa gestión de los negocios?.
Yo digo siempre que un comerciante con éxito necesita tres cosas: dinero o
crédito suficiente, unos buenos y honrados administradores y un sistema de
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cuentas que le permitan conocer, en cada momento, el estado de sus
finanzas. Además, antes de comenzar un negocio, debería siempre hacerse
un listado de todos los activos y deudas tanto personales como de la
empresa.
¿Esto tiene que ver con un procedimiento de partida doble en el que creo que
eres un experto?.
Hace ya años que estudié la propuesta de Benedetto Cotrugli, que dedica un
capítulo de su libro Delia Mercatura et del Mercante Perfetto al tema de la
contabilidad por partida doble.
¿Entonces no es un invento tuyo?.
No. Yo sólo me propongo divulgarlo, porque creo que es un factor de éxito
en los negocios. Proporciona la seguridad de que toda operación tiene un
doble apunte que sirve de control. Si yo compro una partida de seda, tendré
que haberla pagado. Si posteriormente la vendo, deberé apuntar un ingreso
en mi caja o un intercambio por otras partidas.
Me acordé de los muchos escándalos financieros que se han producido a lo largo
de los tiempos a pesar de la partida doble, pero no era tema para discutir con un Luca
Pacioli que creía con la firmeza de un converso. Así que cambié de tema.
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¿Qué opinas de la importancia de la letra de cambio?. Hace días tuve en mis
manos una letra emitida en Florencia sobre Barcelona y que se transferirá a
Valencia .
De nuevo se le iluminó la cara. Era evidente que había dado en otro de sus
centros de interés.
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Mira, Laureano, la letra de cambio ha sido el mayor descubrimiento en toda
la historia del comercio. Supone superar, de golpe, las restricciones al
préstamo con usura y la desconfianza a toda operación de cambio entre
monedas, evitando además el desplazamiento físico del dinero entre plazas
muchas veces lejanas. Yo puedo comprar especies en la India, lana en
España, tapices en Flandes y pieles en Rusia con sólo firmar una carta o letra
de cambio que compromete a cambiador o banquero a pagarla en alguna
plaza de garantía y a una fecha fija, elegidas de común acuerdo. El
comerciante indio, español o ruso puede cobrar al instante, pagando un
pequeño interés por los riesgos y trámites pendientes, dársela a un tercero
(“endosársela”) como pago de otra compra o esperar a cobrar a su
vencimiento.
Me quedé callado por un momento, pensando en el paso que, para el mundo de
los negocios, supondrán siglo tras siglo las innovaciones financieras:
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Luca, he oído que aquí en Venecia se ha extendido el «contratto di
commenda», en que cualquier ciudadano con recursos puede participar en
una operación de comercio internacional, compartiendo riesgos con el
comerciante y con otros partícipes.
Así ha sido durante mucho tiempo: la tradición viene ya de finales del siglo
XIII. El sistema consiste en una participación en el negocio, en que los
partícipes asumen los posibles riesgos de pérdidas y, a cambio, reciben las
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tres cuartas partes de los beneficios. De hecho muchos patrimonios
importantes se componían de cientos de cartas de «commenda».
Entonces, Luca, formaban una especie de sociedad de intereses a término
fijo, con riesgo limitado a la cantidad de dinero entregada.
De hecho ahora ya lo habitual es constituir una «compagnia», inicialmente
entre familiares, pero en que no es extraño admitir la aportación de dinero de
todo tipo de personas, para participar así en los resultados de los negocios
que se vayan realizando.
Creo que es una idea con futuro -comenté, mientras pensaba en lo admirado
que quedaría mi interlocutor si pudiera conocer lo mucho que darían de sí las
sociedades por acciones.
Llevábamos un par de horas dando vueltas a la Plaza de San Marcos y a sus
alrededores. Luca me llevó a la zona más cercana al Gran Canal para que viese un
espectáculo típico conocido en el mundo entero: el Dux salía al mar en un navío
especial, el Bucentauro, un barco en forma de tabernáculo, pintado, recubierto de oro,
orlado con colgaduras de seda y movido por trescientos remos, a la vez que tronaban los
cañones y sonaban las trompetas, anunciando tan magno acontecimiento. Sólo quise
hacerle una pregunta más, aunque ya imaginaba la respuesta.
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Luca, ¿te sientes orgulloso de ser veneciano?.
Me siento complacido con ser súbdito de la República de Venecia, pero me
considero un ciudadano del Mundo. Como también estoy orgulloso de saber
aritmética y poder aplicarla al comercio, sin renunciar por ello a placeres
mayores como el arte y la literatura.
Antonio Pulido, Momentos estelares de Econolandia
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