Es indudable que en los inicios de la guerra civil se produjo en el

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El Consejo de Aragón
HERMINIO LAFOZ RABAZA
Es indudable que en los inicios de la guerra civil se produjo en el bando republicano un proceso de atomización del poder que afectó a las instituciones del Estado,
surgiendo multitud de comités obreros en la zona que permaneció leal a la República, que llegaron a convertirse en poderes paralelos a los oficialmente constituidos. El informe de Francisco Muñoz, secretario de la región aragonesa de la CNT al
Pleno de los sindicatos en Caspe en septiembre de 1937, explicaba que en los meses de agosto y septiembre de 1936, la situación sociopolítica de la región era de
una desorganización total puesto que los partidos del Frente Popular estaban deshechos por el golpe. En su opinión, solamente la CNT había quedado como fuerza
organizada, capaz de conservar un conjunto mínimo de sus cuadros. Para llenar este vacío organizativo, según la opinión de los anarquistas, se acordó constituir lo
que en principio se denominó Consejo Regional de Defensa.
Así, el 6 de octubre de 1936 se celebró en Bujaraloz, a iniciativa del Comité Regional
de la CNT, un Pleno extraordinario de sindicatos de Aragón. Asistieron muchos representantes de pueblos y también de las columnas (Durruti, Roja y Negra, Aguiluchos, Carod-Ferrer y otras; en general, militantes de la CNT de Cataluña). Se trataba
de debatir la posición a adoptar en torno a una colaboración con los órganos de gobierno republicano. Todos admitieron la necesidad de crear un Consejo Regional de
Defensa. Las diferencias se manifestaron en torno a su carácter y la amplitud de sus
competencias. Mientras que los sindicatos de los pueblos veían necesario que el
nuevo órgano tuviera competencias absolutas en economía, cultura y guerra, los representantes de las columnas se mostraron disconformes con que se le diera poder
decisión al Consejo en asuntos de la guerra. Esta posición, pese a ser minoritaria, se
impuso y el nuevo órgano nació sin un departamento dedicado a la guerra, dependiendo en esta materia, como hasta ahora, del departamento de guerra de la Generalitat de Cataluña. Como complemento, se tomaron otras dos decisiones: en el mencionado departamento de guerra de la Generalitat debería haber dos representantes
del Consejo de Aragón. Y se creó también un Comité de Guerra de las fuerzas militares en el frente de Aragón, que asumía la responsabilidad del movimiento de las
columnas. El dictamen de la ponencia, aprobado por unanimidad, concluía: «Acatando los acontecimientos revolucionarios desencadenados en el país como consecuencia de la lucha provocada por el fascismo y cumpliendo los últimos acuerdos
tomados en el Pleno de Regionales de la CNT se toma el acuerdo de formar el CONSEJO REGIONAL DE DEFENSA el cual se hará cargo de todo el desenvolvimiento
político económico y social de Aragón».
La composición y funcionamiento del Consejo se decidieron en una reunión del
Comité Regional de la CNT en Alcañiz. Se fijó provisionalmente su residencia en
Fraga y se acordó la creación de siete departamentos, que asignaron en su totalidad
a militantes de la CNT, a la espera, según se decía, de que se incorporaran los dos
representantes de la UGT y el representante de los partidos republicanos, que se
había acordado en el Pleno de Bujaraloz y para cuya presidencia se nombró a Joaquín Ascaso Budria.
La primera declaración pública del Consejo de Aragón, con claras connotaciones
unitarias, apareció en Fraga el 18 de octubre de 1936: «La actuación de este Conse-
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jo no tendrá matiz partidista. Defenderá por igual a republicanos, socialistas,
comunistas y anarquistas». Diez días
más tarde, también en Fraga, se editaba el número uno del Boletín del Consejo Regional de Defensa de Aragón.
Entre las primeras disposiciones que
el Consejo adoptó, podemos señalar la
de eliminar las requisas arbitrarias por
parte de las milicias asentadas en los
pueblos liberados de Aragón (B. del
CRDA, nº 3, con fecha 3 de noviembre
de 1936), y también el establecimiento
de la extensión y clasificación de las
tierras incautadas. También lanzó la
Consejería de Trabajo una encuesta
para organizar un régimen de seguridad social («nuevos derechos») en los
pueblos de la zona leal.
La composición exclusivamente libertaria del Consejo y las primeras declaraciones provocaron un rechazo en las
demás fuerzas políticas, republicanos,
socialistas y comunistas. Para salir del
impasse que suponía este enfrentamiento era preciso buscar el reconocimiento oficial, para lo cual el Consejo
decidió iniciar conversaciones con las
Casa Palacio Piazuelo Barberán de Caspe,
autoridades más representativas de la
sede del Consejo de Aragón
España republicana. Una delegación
se desplazó a Barcelona para entrevistarse con Companys y con Azaña. Otra delegación viajó a Madrid donde el 1 de noviembre se entrevistaba con Largo Caballero, que acababa de acceder en septiembre a la presidencia del Consejo de Ministros, exponiéndoles las razones que ya conocemos por el Pleno de Bujaraloz.
La posición que mantenía el socialista Galarza, ministro de Gobernación, que se
manifestó en un informe, era la de que frente al vacío de poder creado por la sublevación sólo había opción a crear Consejos provinciales, salvo en las regiones
que se regían por Estatutos concedidos por las Cortes. Así es que en Aragón se deberían crear tres de estos Consejos provinciales. Peiró, recién nombrado ministro,
propuso que el Consejo abarcara todo Aragón con iguales atribuciones que los consejos provinciales. El Pleno Nacional de Regionales de la CNT, reunido en Valencia
el 12 de diciembre de 1936 mostró su conformidad con esta propuesta. Días después el Consejo de Aragón era reconocido por el Gobierno de la República (se
anunció en la Gaceta de la República del 25 de diciembre de 1936): «En Aragón se
creará el Consejo de Aragón que abarcará con iguales atribuciones que las que se
indican en este Decreto para los Consejos provinciales a todo el territorio aragonés
reconquistado y aquel que reconquiste el Ejército Popular». En el Boletín de 21 de
diciembre, que se editaba ya en Caspe, residencia definitiva del Consejo, se publi-
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Comarca del Bajo Aragón-Caspe
caba su nueva composición, de nuevo con la presidencia del representante de la
CNT Joaquín Ascaso Budria.
La primera sesión del nuevo Consejo se celebró el 12 de enero de 1937; se nombró
vicepresidentes a Ruiz Borao y a Chueca y se hizo un documento conjunto dirigido
al pueblo aragonés. El 14 de enero se nombraba a Joaquín Ascaso delegado y representante legítimo del Gobierno de la República en Aragón.
A través de sus departamentos, el Consejo de Aragón intentó llevar a cabo una serie de actuaciones que supusieron transformaciones radicales en el territorio republicano, algunas de las cuales señalamos: en el terreno de la política municipal, refrendo del Decreto del Gobierno de la República para sustituir los comités
revolucionarios creados al comienzo de la guerra por consejos municipales. En el
terreno de la Justicia, aunque con algún retraso debido a los imponderables del momento, el 15 de enero de 1937 se ordenaba la constitución de un Tribunal Popular
con residencia en Caspe. Se nombraron también tres Jurados especiales, uno por
cada provincia, con residencia en Barbastro, Caspe y Alcañiz. Unos días más tarde
se creaba el Tribunal de Urgencias, para entender de hechos que, sin ser delito,
constituyen desafección al Régimen. A instancias del departamento de Orden Público, en enero de 1937 se constituía en Caspe el Consejo o Junta de Seguridad de
Aragón, cuya comisión permanente presidía Ascaso. Se organizaba por comarcas e
incluía un Gabinete Central de Investigación, una Comisaría General, tres delegaciones provinciales y 37 comisarías de policía. El Consejo promulgó también el escudo del Nuevo Aragón.
Tras los sucesos de mayo de 1937, los reproches y acusaciones mutuas entre la CNT
y las organizaciones del Frente Popular fueron constantes. A propuesta del PC el 1
de agosto de 1937 se celebró un Pleno del Frente Popular en el que se vino a explicitar la petición de disolución del Consejo de Aragón. Pocos días después, el día
11 de agosto, aparecía publicado en la Gaceta de la República el decreto de disolución del Consejo de Aragón. Se cesaba al presidente y demás consejeros y se nombraba a José Ignacio Mantecón, gobernador general de Aragón. Las reacciones ante
la desaparición del Consejo de Aragón fueron enormes. Mientras la prensa no anarquista acogía bien la medida, los sectores libertarios denunciaban persecución de
sus militantes, cierre de sindicatos e incluso prisión y desaparición de colectivistas,
a cargo de la XI División, mandada por Líster, que había sido desplazada por el Gobierno al frente de Aragón.
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