4º l`arresto - LA PROCESSIONE DEI MISTERI

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4º GRUPO: L’ARRESTO
María Encarnación Cabello Díaz
Estamos ante el 4º Grupo denominado L’Arresto, de autor
anónimo.
Lo más llamativo de este Misterio es la escena del Arresto o
Prendimiento, en sí misma. La originalidad está en la ausencia del Beso
de Judas y en la posición que adopta la figura de Jesús.
La escena del Beso en España es muy común, Judas está presente
en toda la iconografía pasionista: primero en la Última Cena, con las
monedas de plata en la mano, o en una bolsa, y después, en el pasaje
evangélico del Prendimiento o del Arresto. Sin embargo, en Trapani no
está representado, lo que resulta sorprendente.
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Para arrestar a Jesús, el escultor solamente ha utilizado las
maravillosas cadenas de plata, pero todavía no tiene las manos atadas,
sino que el paso representa el momento del apresamiento por los
soldados. Creo que las manos y el rostro de Jesús manifiestan la
injusticia de la escena y la sorpresa de Jesús.
Sin embargo, es una confusión solo aparente, puesto que no
existe ningún fragmento en este episodio -ni en ningún otro- que el
Maestro no conozca de antemano.
El grupo escultórico se inicia con San Pedro y Malco, a un
tamaño un poco menor que el conjunto posterior, que es el presidido
por Jesús, quien se sitúa en el centro de los dos soldados romanos que
le detienen.
Creo que es el movimiento la característica más sobresaliente de
este paso. No hay ninguna figura en reposo y en calma. En los rostros,
se observa expresión de actividad emotiva. Y es que la escena es
intensa y acelerada.
Terminada la Oración en el Huerto, y mientras Jesús hablaba
con los Apostoles, llegó Judas, uno de los doce, y con él un gran gentío
con espadas y bastones, enviados por los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo. El traidor les había dado la contraseña: “Es aquél
a quien yo daré un beso”. Prendedlo.” (Mt. 26, 48; Mc. 14, 44; Lc. 22,
47).
“Entonces abalanzáronse y pusieron las manos sobre Jesús. Y le
apresaron” (Mt. 26, 50; Mc. 14, 46). En ese momento, tuvo lugar el
episodio de Malco, representación que está situada en lugar destacado
del Misterio.
Un sirviente del sumo sacerdote es agredido por Simón Pedro
durante el episodio del Arresto de Jesús. El Apóstol, que iba armado
con una espada, le cortó la oreja, produciéndose entonces el milagro de
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la curación de la herida por parte del Maestro quien le sanó de manera
inmediata.
Este relato es narrado por los cuatro evangelistas, sin embargo,
es San Juan el único que expresa el nombre de Malco: “Entonces
Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó e hirió al siervo del
sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El siervo tenía por nombre
Malco” (Jn. 18, 10).
Y solamente San Lucas el que señala el milagro de la curación:
“Y tocando la oreja, le curó” (Lc. 22, 51).
Sobre el personaje de Malco se cierne una historia sorprendente,
a pesar de ser un nombre secundario en los textos de la Pasión. Él
formaba parte del grupo de hombres que, en la noche del Jueves
Santo, va a prender a Jesús. Es un soldado más de los que cruzan el
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torrente Cedrón y se adentran en el huerto de los Olivos. Lleva armas,
palos, antorchas... pertenece al populacho, a la turba, a los
malhechores, mezcla de soldados y esbirros servidores de los escribas,
fariseos y ancianos. Debía ser un individuo sobresaliente y conocido
por su maldad, puede que su aspecto fiero y altanero lo hiciese
destacar entre los demás.
Así se inicia la parte violenta de la Pasión y empieza el
derramamiento de sangre. Pero, como dato curioso, la primera sangre
vertida y sanada es la de Malco. Sin embargo, no es una víctima, sino
todo lo contrario. Él va a realizar una agresión amparándose en la
oscuridad de la noche. Pero, damnificado o no, es sobre este personaje
en el que Jesús realiza su último milagro, en un ambiente de tensión y
rudeza. En el episodio del Prendimiento, el marco de terror y de
confusión es enorme. La violencia irá aumentando a partir de esta
escena hasta culminar en la Crucifixión y Muerte de Jesús.
No hay violencia por parte del Maestro, al contrario, su
respuesta es de no agresión y de consentimiento: “Envaina tu espada,
pues cuantos empuñan la espada, a espada perecerán” (Mt. 26, 52). Ante
el asalto, se muestra sereno y compasivo, por eso cura a Malco.
Es probable que quisiera que sus amigos, sus seguidores,
tuviesen alguna espada en aquel momento, para poder demostrar con
claridad, que, incluso sabiendo que podían conducir una resistencia
armada, sin embargo, su intención no era recurrir a ella, sino
entregarse sin forcejeo para que se cumpliera de ese modo la voluntad
de Dios:
“¿Crees que no puedo rogar a mi Padre, y al instante
pondría a mi disposición doce legiones de ángeles.
Mas entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras
que dicen que así debe suceder?” (Mt. 26, 53-54).
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Hasta el último momento de su vida, Jesús confía en el Padre, en
su poder, sin hacer gala ni uso del suyo. Se gloría en el poder de su
Padre, sin dar cuenta a los demás que es la misma facultad que la que
Él tiene.
Volviendo de nuevo a las espadas, también podría haberse
referido -aunque en último término- a que de poco hubieran servido
dos espadas para enfrentarse a un grupo de hombres tan grande:
“Mientras hablaba Jesús llega Judas, uno de los doce, y con él un gran
gentío con espadas y bastones...” (Mt. 26, 47). Por lo que, si se hubieran
levantado las espadas, hubieran perecido a causa de ellas “a espada
perecerán”.
Es más, cualquier intento de liberar a Jesús hubiera llevado al
fracaso, porque así no se hubiese cumplido la voluntad de Dios. De ahí,
que luego, Jesús le expresara a Pilato:
“Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo
fuera mi reino, mis adictos lucharían para que no
fuera entregado a los judíos. Ahora, empero, mi reino
no es de aquí” (Jn. 18, 36).
Esta representación figurativa del Misterio de Trapani destaca
por los detalles de platería que son magníficos, fundamentalmente la
preciosa cadena de Jesús y el penacho del soldado, que me parece muy
original.
Me gusta mucho la vestimenta de Malco por el colorido y me
sigue maravillando que Pedro siempre aparezca con un rostro muy
parecido en toda la representación sacra.
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Según he leído, en el Misterio original del Arresto, la escena de
Malco no existía, sino que fue añadida posteriormente por Vito
Lombardo.
Ante esta noticia, se me ocurre una reflexión: comparar el paso
de Trapani (en lo que se refiere a San Pedro y Malco) con El
Prendimiento de Francisco Salzillo, de Murcia (1763).
La disposición de estas dos últimas figuras -San Pedro y Malco-,
en el paso trapanés, es la misma que en el español. Es decir, el Arresto
de Jesús está en segundo plano -aunque en Trapani no existe el Beso de
Judas-, mientras que en el primero, se hallan Pedro y Malco.
Igualmente, creo que la influencia de Salzillo es notable en la posición
de los personajes, las vestimentas e incluso en el parecido de los
rostros.
El Prendimiento, Francisco Salzillo, Murcia
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El Prendimiento, Francisco Salzillo, Murcia
María Encarnación Cabello Díaz
Marzo, 2010
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