Una conversación sobre el pudor

Anuncio
Una conversación sobre el pudor


Esta conversación se ha construido siguiendo el modelo, tan habitual en los
primeros siglos del cristianismo, de un diálogo entre un cristiano y un pagano.
El punto de partida de la conversación es el impudor de la sociedad
contemporánea. He tomado muchos argumentos de diversos autores de
teología.
Adán, Eva y la vergüenza
-
No sé a qué viene tanto escándalo. ¿No decís los cristianos que Adán y Eva
estaban desnudos en el Paraíso?
-
Ése un buen punto de partida. Es cierto: el Génesis dice que “estaban los
dos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban de ello”.
-
Pues es lo mismo que sucede ahora. Ya no nos avergonzamos, que es un
sentimiento antiguo.
-
Me temo que no... por varias razones: porque Adán y Eva estaban en el
Paraíso, y nuestro mundo no es precisamente el Paraíso; y porque ese “no
se avergonzaban” no tiene nada que ver con los parámetros de vergüenza
de algunos pueblos primitivos, que son distintos de los nuestros. Además,
en esos pueblos, con distintos parámetros, sigue latente el pudor. Adán y
Eva no se avergonzaban cuando estaban en el Paraíso porque no habían
pecado; reinaba en ellos una armonía total entre el alma y el cuerpo, y
tenían un pleno autodominio de sí mismos.
-
¿Y eso qué significa?
-
Significa que Adán miraba a Eva, tal como Dios la había querido, “por sí
misma”, en un estado de inocencia original. Y en ese estado,
perfectamente ordenado, la vergüenza no tenía sentido.
-
¿Por qué?
-
Porque la vergüenza nació tras el pecado, tras la desobediencia,
tras la trangresión del mandamiento de Dios. A partir del pecado, el
hombre y la mujer perdieron su sencillez, su pureza y su inocencia
originaria. Dice el Génesis, que tras pecar “se les abrieron a ambos los ojos,
y se dieron cuenta de que estaban desnudos, y entretejiendo hojas de
higuera se hicieron unos ceñidores”.
-
¿Pero es que antes no se daban cuenta?
-
No consistió en un paso entre un “no darse cuenta” y un darse cuenta”.
Fue un cambio mucho más profundo y trascendental. Tras el pecado
original cambió radicalmente el sentido de la desnudez humana. Por eso
Dios le preguntó a Adán: “¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo?
¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?”
-
No entiendo qué me quieres decir.
-
Intentaré explicarme mejor. Tras el primer pecado, Adán y Eva
descubrieron una dimensión sexual en su cuerpo que ya no procedía del
proyecto de Dios, sino del “mal” que acababan de conocer mediante el
pecado. Y esa nueva dimensión, fruto del pecado y del desorden, es la que
hizo surgir en ellos la vergüenza y el pudor. Es decir: cuando perdieron en
su alma el sentido de la imagen de Dios, les nació el sentido de la
vergüenza de su cuerpo.
-
Pero, según tu fe, antes de pecar, Adán y Eva ya eran un hombre y una
mujer.
-
Sí; un hombre y una mujer que vivían su sexualidad conforme al plan de
Dios, con dos cuerpos en plena comunión con el querer divino. El pecado
original rompió todo eso, y lo redujo a la situación actual.
-
Y empezaron a sentir vergüenza…
-
El Génesis lo explica de este modo: “El Señor Dios hizo para el hombre y su
mujer túnicas de piel y los vistió”.
-
¿Y eso qué significa para ti, como cristiano?
-
Que Dios les ayudó para poder presentarse ante Él, sin sentir
vergüenza, para que estuviesen de un modo parecido a la
inocencia originaria. Es una forma hermosa de decir que el hombre, por
la dignidad de su propio cuerpo, no debe ir desnudo como los animales. Te
lo resumiría así: el pudor nace tras el pecado; y es el medio que le da Dios
al hombre para que conserve su dignidad de hombre. Porque no es un
simple animal sexuado más: es una persona humana.
-
Pero Dios, según tu visión, creó al hombre y a la mujer sexuados desde el
principio.
-
Sí; sexuados, y con una plena aceptación de su cuerpo y de su verdad.
Eran dos personas con dos cuerpos que llevaban patente el signo de la
“imagen de Dios”, y que gozaban de la visión divina del mundo. Eso es –
siempre dentro del misterio, que no pretendo “explicar”- lo que se
derrumbó en ellos tras el pecado.
-
¿Cómo?
-
Con una fuerte conciencia de estar inermes: “Temeroso porque estaba
desnudo, me escondí” se lee en el Génesis.
-
¿Inermes?
-
Sí: inermes ante las pasiones desordenadas, que experimentaban por vez
primera. Sometidos a la concupiscencia. Con una naturaleza caida. Y con
una visión distinta de su cuerpo de la originaria, porque ahora su cuerpo ya
no gozaba de la libertad primera, sino que como fruto de su decisión de
pecar, estaba sometido al pecado.
“Estoy ante una persona”
-
Muy bien. Respeto tus creencias. Pero no soy cristiano y no creo en esto
que me cuentas. Mi sentido del pudor es distinto.
-
Yo no te hablaba desde un punto de vista estrictamente cristiano. Quería
mostrarte sólo que el pudor, la vergüenza, es algo natural en el
hombre. Es una reserva espontánea frente a posibles intromisiones en la
esfera de la intimidad, de lo personal.
-
Pero ¿qué importa romper esa intimidad?
-
Importa mucho, porque cuando una persona rompe su intimidad, queda
violentada, como si le hubiesen arrebatado algo precioso de sí. Ha
perdido el señorío sobre sí misma.
-
¿Quieres decir que los que no viven el pudor han perdido ese señorío?
-
Exactamente. Y me parece un fenómeno negativo de nuestra sociedad, por
varias razones: una de ellas es que supone una pérdida de personalidad:
porque cuanto más rica es la personalidad de una persona, más valora su
intimidad.
-
Pues ahora muchas personas se muestran sin pudor, y publican su vida a
los cuatro vientos. ¿Qué piensas de ellas?
-
Pienso, con todo respeto, que esas personas, como valoran poco su
intimidad, y no tienen conciencia de lo que vale su dignidad personal, no
temen perderla. Si lo supieran, obrarían de otro modo.
-
Pero, vamos a ver: ¿qué más da cubrirse con un trozo de tela o no?
-
“Da” mucho. Una persona con pudor se posee a sí misma. Eso
significa que no está dispuesta a compartir su intimidad con todo
el mundo, y que sólo entregará su intimidad a la persona que ama.
-
¿Qué quieres que te diga? Me sigue pareciendo una tontería, una cuestión
insignificante.
-
Sin embargo, es cuestión de mucha importancia, porque del pudor depende
el control de los instintos sexuales, que si se desbocan acaban convirtiendo
al hombre en un salvaje.
-
Pero, ¿qué de malo hay en cubrir o descubrir unas partes del cuerpo?
-
Lo esencial es descubrir en todo momento los valores de la persona.
Se trata de que al ver a un hombre, a una mujer, se piense: “estoy ante
una persona”. Porque cuando el cuerpo no se cubre adecuadamente, este
sentido se pierde, y se tiende a pensar: “estoy ante un objeto de placer”.
Por eso el pudor sólo tiene sentido entre personas.
-
Mira; en este punto sí que coincido contigo: los animales no tienen pudor.
-
Ni verdadero amor tampoco. Por eso, se puede decir que el pudor
prepara el camino del verdadero amor.
-
Para mí el cuerpo humano no tiene nada de impúdico.
-
Yo pienso igual.
¿Cómo?
-
Quizá no me haya expresado bien. El cuerpo humano en sí mismo, no tiene
nada de impúdico. Ni tampoco son impúdicos en si mismos los movimientos
de la sensualidad.
-
Ahora si que no te entiendo.
-
Intentaré explicarme mejor: el pudor o el impudor nacen de la voluntad.
Soy yo, el que, al no vivir el pudor, hago mío ese movimiento sensual y
reduzco mi persona a puro cuerpo; aún menos, en simple sexo,
como objeto de placer. Soy yo, el que, al vivir el pudor, me
muestro a los demás como persona.
JMC
Descargar