Au XVIe siècle, la compétition entre les rois et empereurs d`Europe

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Au XVIe siècle, la compétition entre les rois et empereurs d'Europe, tels François I en France,
Charles Quint en Espagne ou Henri VIII en Angleterre était rude. Chacun d'entre eux voulait posséder
les châteaux les plus prestigieux mais pour cela il fallait s’entourer des meilleurs architectes et
pourquoi pas Léonard de Vinci. Lorsque Charles Quint se rendit au château de Chambord les 18 et 19
décembre 1539 pour rencontrer François 1er, ce dernier fit par exemple poser des feuilles d'or sur
l'édifice afin d'impressionner son hôte. Un autre moyen efficace pour affirmer sa puissance résidait
dans le choix du bon emblème ; pour François 1er, ce fut la salamandre.
Le lieu-même de Chambord et la richesse de son histoire se prêtent donc à de multiples
aventures et rebondissements...
El encuentro:
En el año 1525, la belleza de la hija de Francisco I se difundía por todos los reinos vecinos. El
hijo de Carlos Quinto oyó hablar de aquel asunto y logró corromper a su mensajero para
mandarle una carta. Luego, ambos se mandaron muchos mensajes con los que trataban de
conocerse mejor. Acabaron por darse cita en Chambord.
La unión:
Se reunieron en Chambord como lo habían previsto en uno de sus mensajes. Hablaron durante
mucho tiempo y no vieron pasar las horas. Decidieron luego ir a dar un paseo por los pantanos
que estaban alrededor del castillo para quedarse más tranquilos. Al principio, no sabían
realmente cómo comportarse, pero en el silencio la confianza nació entre ellos. El hijo de
Carlos Quinto, Felipe II intentó entablar la conversación:
_ “Usted es muy hermosa. Tiene el pelo tan brillante como el oro, y los ojos más azules que el
cielo, y la boca tan roja y preciosa como los rubís y la piel blanca como la nieve.
La princesa se puso colorada frente a tantas galanterías y no sabía qué contestarle y acabó por
decir:
_”Gracias, Don Felipe. No sé si merezco tantas alabanzas pero ahora sé que todo lo que oí
durante mi infancia es falso. Viene de probarme que los españoles no son malos, como lo
afirma mi padre el monarca Francisco I. Acabo de darme cuenta de que la vida es algo muy
complicado.
El príncipe se puso a sonreír y le contestó que su padre pensaba la misma cosa de los
franceses, era difícil luchar contra los prejuicios. Luego, se pasaron mucho tiempo hablando
de lo que ellos tenían en común: un destino real, ganas de libertad y la opresión de sus
padres.
La vida en Chambord:
Tras algunos días, decidieron vivir juntos para mostrar a sus padres que los españoles y los
franceses podían vivir en harmonía. Ambos esperaban que sus padres comprendieran su amor
y que lo aceptaran. Estaban solos en el castillo. En efecto, Francisco I ya no estaba en el
castillo porque para él el castillo de Chambord era un castillo maldito porque no lograba
tener otro hijo heredero. Así que abandonó el castillo y se marchó a otra ciudad de su reino. El
príncipe y la princesa pudieron permanecer tranquilos en Chambord y aquel lugar fue para
ellos sinónimo de quietud, de serenidad y de amor. Al cabo de algunos días solos, decidieron
contratar a unos criados extranjeros para que se ocuparan del castillo porque no estaban
acostumbrados a arreglárselas solos. Fueron a la aldea más próxima en busca de criados
dignos de confianza, pero no fue una cosa fácil porque querían conservar el anónimo. Al fin y
al cabo contrataron a dos personas, un muchacho que tenía veinticuatro años y una muchacha
que acababa de cumplir veinte años. Los sometieron a una prueba durante una semana. Luego
el príncipe y la princesa decidieron contratarlos. Los nuevos enamorados permanecieron dos
meses escondidos en el castillo. A Don Felipe le gustaba mucho cazar y era un cazador muy
bueno y se enorgullecía de sus éxitos ante Margarite de Francia. En cuanto a ella, le
encantaban las telas y los vestidos y le gustaba también mucho charlar con su criada que se
llamaba Eugenia y que era la única presencia femenina en el castillo. A Don Felipe no se
afeccionó a los criados porque para él parecían sospechosos y no le inspiraban confianza. El
muchacho tenía una mirada especuladora y prefería no conversar con él.
La traición:
Don Felipe tenía mucha intuición porque el criado contratado dos meses antes mandó un
mensaje a Francisco I y otro a Carlos Quinto. Les aprendió que sus hijos estaban en el castillo
de Chambord y que se habían enamorado y que vivían allí felices. Fijó un plan con los dos
monarcas europeos y quedaron en la fecha del trece de marzo para ir a buscar a sus hijos
aquel día. El día del encuentro entre el rey de Francia y el rey de España llegó, ambos
llegaron al castillo al mismo tiempo. Ellos se miraron a los ojos y se apresuraron a entrar en
el castillo para que sus hijos no se dieran cuenta de nada. Al ver a su padre respectivo, se
pidieron cómo sus padres estaban al tanto de que se escondían en el castillo. Los dos
enamorados tenían mucho miedo de estar separados pero Margarite de Francia reaccionó más
rápido porque sabía dónde había un paso secreto y le dijo a Don Felipe pero el hombre no
quiso ir al paso secreto porque por primera vez en su vida quería tener una explicación y
enfrentarse con su padre. Salieron al encuentro de los dos monarcas que estaban esperándolos
en el patio central del castillo. Llevaron mucho tiempo explicándose.
La Entente Cordial:
Margarite y Felipe tuvieron que encontrar muchos argumentos para convencer a sus padres, al
principio ellos no estaban de acuerdo con sus hijos pero poco a poco el amor que unía a los
dos amantes acabó por convencer a Francisco I y Carlos Quinto. Los dos padres lo aceptaron,
sabían que no podían hacer nada para luchar contra sentimientos tan profundos. Los dos
amantes pudieron así vivir juntos en el castillo de Chambord pero antes había que oficializar
la unión conyugal. Antes de las bodas, los dos enemigos decidieron hacer las paces y
pidieron a la población que respetaran a sus hijos. Los dos enemigos de ayer se habían
convertido en aliados.
La moraleja de la historia que usted acaba de leer es que el amor vence todos los obstáculos.
Jasmine Akram, Victor Lefillastre, Noémie Pierre,
Collège G. Besse, Loches (37)
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