Sobre Enajenación de Bienes Dótales

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—217—
por el Dr. Jaime
Sobre
Bayley Muñoz
Enajenación de Bienes Dótales
■"Consulta: La venta de
un
inmueble dotal, siendo incapaz la mujer,
en subasta pública?"
¿debe efectuarse
Para resolver la cuestión
io esencial
en
el
es
menester
problema planteado
para la validez de la venta de
un
es
puntualizar desde ahora que,
es indispensable
determinar si
bien raíz dotal la observancia de la
formalidad de la subasta pública.
Quiere decir, que hay que atender,
nó a la condición de capacidad o incapacidad de las personas intervi
nientes en el contrato, sino a la naturaleza jurídica del bien materia del
mismo:
un
bien raíz dotal.
Es esto lo
porque la ley ha estatuido para las personas uni
régimen especial que concierne a sus releciones
personales y a sus relaciones patrimoniales; régimen que por su espe
cialidad priva sobre el derecho común aplicable a la generalidad de las
personas, conforme al principio romano: "in toto jure generi per specien
'ierogatur".
No puede haber la menor duda sobre el propósito de nuestro legis
lador de someter a los casados a ese régimen jurídico especial, ya que
ese propósito aparece manifestado de manera bien explícita y conclu
yente, todas las veces que, tratándose de cualquier contrato y de cual
quier instituto, ha previsto que intervinieran en él personas casadas p
que recayeran sobre bienes gananciales o dótales. (Véase artículos 130,
305, 441, 1656, 1794, 1950, 2151, 2294 y 2351 del Código Civil).
Obvio es señalar los fundamentos que justifican la adopción de tal
sistema. No ha hecho en definitiva el legislador otra cosa que recono
cer, como no podía menos de hacerlo, la trascendencia del matrimonio
en la vida de las personas, consagrando en la norma escrita la influen
cia que en la vida real ejerce el hecho del matrimonio sobre las vincula
ciones de afecto y de intereses de los cónyuges.
La situación de la mujer casada, por su condición de casada y pres
cindiendo de toda otra consideración, la tutela la ley especialmente, dic
tando a su respecto disposiciones excepcionales, derogatorias del derecho
común, contenidas en los títulos: "Del Matrimonio", y "De la sociedad
conyugal y de la Dote", de nuestro Código Civil.
Informa todo el régimen legal, el propósito de extremar en benefi
cio de la mujer las garantías y la protección de la ley, respecto del ma
ndo, de los terceros y aún de la propia inexperiencia o imprevisión de la
das
en
esencial,
matrimonio
un
—218—
Con ese fin, se han aumentado las trabas
y requisitos de ob
servancia obligatoria para la circulación de sus
bienes; —todos esos re
quisitos son de realización forzosa ; todos los ha previsto y reglamenTado minuciosamente el legislador; pero, de tal manera que, por cons
mujer.
—
tituir
unas
adelante,
limitaciones
la capacidad de las personas como se verá más
a la libre circulación de la
riqueza,
a
y por ser todos contrarios
;on todos de interpretación estricta; requieren para exigir su
cumpli
miento, la existencia de un texto legal expreso, y por el doble carácter
que reúnen, no pueden inferirse nunca, en el silencio del legislador, ni
yor analogía, ni por razonamientos de ninguna índole.
¿Que esa solución puede llevar a admitir situaciones fundamental
mente contrarias a las normales, cuando el titular del derecho no es
una mujer casada o no están en juego intereses de ésta?
Ello nada sig
nifica, y en lugar de formularse como crítica, hecho el análisis de esas
situaciones especiales, se comprueba el acierto del legislador al estable
cer un derecho de excepción en beneficio de la mujer casada, tendiendo,
en la intención al menos
a protegerla muy eficazmente en su perso
—
na
—
en
y
sus
bienes.
Así, nadie ha puesto en duda, ni puede discutirse ante la claridad
de las disposiciones legales, que la mujer casada aún menor de edad,
es la curadora legítima y necesaria de su marido; que la misma mujer
casada curadora de su marido puede vender con sólo venia judicial y sin
•lecesidad de subasta, los bienes gananciales, los propios y aún los que in
tegran el capital marital; que la mujer viuda aunque fuere menor de
edad puede ejercer y ejerce la patria potesta, con todos sus atributos,
de los hijos del matrimonio; rigiéndose en todos los casos su capacidad,
nó por los principios generales de incapacidades o de cúratelas, sino por
los contenidos
yugal
"Cuando
"
"
"
uno
yagués Laso,
ción jurídica
"
en
el título del Matrimonio y
en
el de la Sociedad Con
y Dote.
de los esposos se vuelve incapaz, dice el doctor R. Saes el curador legítimo y necesario, pero su situa-
el otro
no
se
por el título de la cúratela
rige
como ocurre con
los
demás curadores, sino por lo dispuesto en los títulos del matrimonio y
de la sociedad conyugal, porque según la ley, aunque el esposo sea curador, es ante todo y sobre todo esposo". (Revista de Derecho y Ju
risprudencia, Tomo XX, Pág. 202).
Ua jurisprudencia ha aceptado en definitiva, en lo que a la venta de
bienes de mujeres casadas menores de edad se refiere, la tesis de que
Pueden verse en la revista citada las senten
convincente
alegato del doctor Ricardo J. Areco,
cias respectivas, y
a su opinión de los doctores Ma
favorables
consultas
con
aún
reforzado,
rín Berinduague, Juan Pedro Castro y Aureliano Rodríguez Larreta.
cues
Es éste un antecedente de gran importancia para resolver la
CS
innecesaria la subasta.
un
tión propuesta, porque el mismo razonamiento que autoriza
que la
mujer
menor
por
su
condición de casada,
no
a
declarar
está sometida
a
las
—219—
disposiciones generales sobre enagenación de bienes de menores, aún
habilitados de edad, para las cuales es forzosa la subasta pública, y que
su capacidad y el régimen de sus bienes no puede ser otro que el esta
blecido en el título del matrimonio y en el de la Sociedad Conyugal y
Dote; el mismo razonamiento, digo, es perfectamente conducente para
sostener que la venta de bienes raíces de la mujer casada incapaz no se
rige por el título de los incapaces en general, sino por el especial relativo
a la organización de la venta de dichos bienes. (Art. 2037 del Código Ci
vil).
con"Cuando la mujer casada se vuelve incapaz absolutamente,
la ley no agrega ninguna otra gacluye el doctor Laso (Rev. cit.)
—
■'
—
"
I antía
"
y sería
ilógico establecerlas cuando la mujer
incapaz
por su minoría de edad".
"
que las que
se
establecen
en
el artículo de la sociedad
es
relativa
o
conyugal,
parcialmente
Admitido que es un derecho de excepción el que rige la enajena
ción de los bienes dótales y que por ello, y por constituir limitaciones al
derecho de dominio de la mujer y al de administrador exclusivo de esos
bienes que inviste el marido,
l'?ctura del artículo 2037 del
es de interpretación estricta, bastaría la
Código Civil, para dar por definitivamente
resuelta toda duda.
En efecto: dicho artículo no impone, para la validez de dichas ena
jenaciones más requisitos que los que expresamente enuncia: consenti
miento del marido, consentimiento de la mujer o supletorio del Juez
cuando ésta estuviera imposibilitada de consentir, y autorización judi
cial con conocimiento de causa y que sólo podrá concederse en los casos
taxativamente enumerados
sa
en
el mismo artículo.
Los dos primeros constituyen, aparte de la reiteración de la forzo
concurrencia a los contratos de las partes (aquí la mujer como propie
taria, asistida del marido en su doble carácter de representante legal
de la mujer y de administrador legal de la dote), la demostración con
cluyente de cual es la verdadera situación de la mujer respecto de su
dote: contratante que "interviene en el acto, nó como parte principal,
"
como
"
"
"
"
"
"
"
"
debería hacerlo desde que
es
la dueña ;
su
consentimiento
es
un
accesorio de la voluntad marital ; quien vende, quien figura en el conEl mismo Código establece que el consentimiento
trato es el marido.
de la mujer puede suplirse por el Juez, cuando aquella se halle imposibilitada de manifestar su voluntad ; pero no se pone el caso de que
la voluntad del marido pueda suplirse por el Juez, de acuerdo con la
regla general establecida por el artículo 137 del Código Civil. Sólo
cuando la administración de la sociedad pase a la esposa en los casos
establecidos en la ley, podrá verificar la venta, pero entonces lo hace,
debido al carácter de propietaria sino al de administradora extra-
no
''ordinaria de la dote".
(Eugenio J. Lagarmilla. "De la sociedad con
edición,
Pág.
52.).
yugal".
El último requisito: la autorización judicial, posible únicamente en
2.«
—220—
los
casos que el artículo señala,
importa una limitación al derecho de do
minio de la esposa, y principalmente, una limitación al derecho de admi
nistrador de la dote que tiene el marido ( artículo 2033 del C.
Civil)
que lo
faculta, si de bienes
de los mismos, sin expresión
d_e la Justicia, salvo el caso
Toca investigar si esa
muebles
de causa,
trata,
y
para la
enajenación libre
ni contralor alguno de la mujer ni
se
de fraude.
intervención judicial impuesta como forzo
la ley, está establecida respondiendo a los mismos fundamentos que
justifican la intervención judicial en iguales o más severos términos
(véase artículo 395 del C. Civil : "... absoluta necesidad o evidente uti
sa en
oyendo antes al Ministerio Público") cuando de venta de bienes
"muebles preciosos" de menores o incapaces se trate.
El propio Codificador dice (Narvajas. "De la Sociedad Conyugal y
de las Dotes") : "La inalienabilidad de los bienes del menor es absoluta
en este sentido : que el menor es débil respecto de todos y
protegido
lidad,
raíces
y
o
"
"
contra todos.
Por el contrario la inalienabilidad de la dote
se funda en
débil sino respecto del marido,
'y no es protegida sino contra su poder e influencia. La ley presume
"que el consentimiento de la mujer es arrancado a su debilidad. En
"
una causa
"
esto
se
relativa,
pues la
mujer
no
es
distingue la inalienabilidad de los bienes dótales de la de los
-bienes del menor".
Basta esta transcripción del codificador, aunque no sean del todo
hoy los fundamentos que indica como justificativos de la inca
pacidad relativa de la mujer casada, para aceptar como evidente la exis
exactos
tencia de
una
lo que
bienes de
a
diferenciación bien marcada entre el
régimen a adoptarse
refiere, según que se trate de la enajenación de
menores o incapaces y la de los bienes de mujeres casadas.
Si a esa manifestación auténtica del criterio del legislador al respecto,
se agregan los argumentos de orden lógico ya hechos y resultantes de
los textos legales citados, a fs. I, no pueden quedar dudas respecto de
ia aplicabilidad forzosa de las disposiciones especiales del título de la
sociedad conyugal y dote a todos los actos y contratos sobre bienes de
mujeres casadas.
La capacidad o incapacidad de los esposos nada tiene que ver con el
régimen a seguirse en la enajenación de bienes dótales, porque, lo dice
el propio doctor Narvajas (op. cit.) "las prohibiciones del artículo 2037,
nada tienen que ver con las personas que otorguen los contratos, poren
garantías
se
'
"'
que
"
—
como
enseña Marcado
—
el estatuto real de la inalienabilidad de
las reglas puramente personales que
fijan la capacidad de los esposos".
Esto es lo que justifica que la ley haya establecido un régimen dis
tinto de garantías para la enajenación de los bienes de la mujer casada
(cualquiera que fuera su capacidad) y el impuesto para la de los bienes
de menores e incapaces en general. Y esa diferenciación se explica, no
sólo por la diversidad de situación de los incapaces ante la ley según que
"
la dote nada tiene de común
con
—221—
o no casados, sino también y principalmente por la diversidad de
funciones y de responsabilidades y de fundamento de la institución de
los tutores y curadores comparada con la del marido, administrador ex
clusivo de la dote, representante legal de la mujer, sujeto a un régimen
-¿ean
específico de garantías y de obligaciones, sea o no curador de su mujer,
y que priva sobre el estatuido en las disposiciones generales, porque, co
mo ya se ha dicho, "aunque el esposo sea curador, es ante todo, y sobre
todo esposo".
La potestad del marido, con sus prerrogativas de único administra
dor de la dote, es una potestad de protección y no de opresión, según
ei decir de Touillier, y por eso es que la ley limita su intervención por
medio de la justicia, a asegurarse de que cuando el marido pide autori
zación para vender o gravar el inmueble dotal, lo hace para satisfacer
una necesidad de la mujer o en utilidad manifiesta de ésta; sin tener,
por qué entrar a obstaculizar las enajenaciones
luego de comprobarlo
í,on imposición de formalidades onerosas y lentas, que nada agregarían
como garantías a las del régimen legal sobre responsabilidad del mari
do en lo que respecta a la administración y restitución de la dote.
Porque es una potestad de protección la del marido, y porque ade
—
—-
más tiene él
en
los bienes dótales interés directo
como
condómino
en
el
situaciór» jurídica ni su
responsabilidad respecto de los bienes de que es exclusivo administra
dor, con las de los tutores o curadores, que por ley están obligados a
usufructo de los
prestar fianza,
mismos,
a
no
puede asimilarse
hacer inventarios
su
periódicos,
a
prestar juramento,
a
subasta pública, etc, restricciones todas a su libertad de ad
ministradores y que se explican perfectamente por la indefensión abso
vender
en
luta de
sus
mundo;
y por
representantes, no sólo respecto de ellos sino de todo el
no ser aquellos
(tutores o curadores) condóminos en el
usufructo de los bienes de sus representados, ni tener el derecho de
aplicar ni de los frutos ni del precio de venta un solo centesimo a la sa
tisfacción de necesidades personales o de sus familias. Precisamente lo
contrario de lo que ocurre con el marido, el cual una vez vendido el bien
dotal raíz, se hace dueño por así decirlo del precio de venta, dispone de
él sin limitación ni restricción alguna, con la sola obligación de quedar
obligado como deudor del precio en el caso de disolución de la sociedad
legal al hacer
la restitución de la dote.
La administración única conferida al marido en el matrimonio y la
amplitud de facultades inherentes a la misma, no se justifican como las
facultades de tutores y curadores, ni por la inexperiencia de los someti■^os
a
la
potestad, ni
por su falta de aptitudes para la vida civil, ni por
falta de discernimiento, ni porque se siga consideran
la mujer indefensa frente a su marido. Como dice
Planiol, la mu
debilidad mental
do
a
de
es incapaz por ser
mujer, sino porque se ha casado y el motivo
incapacidad, más que en ella misma se encuentra en los derechos
el matrimonio ha conferido al marido, fundándose la autoridad ma-
no
jer
su
que
o
—222—
rital
en
el interés general de la familia, de la que el marido es el repre
a la vez, una potestad
sentante natural; y esa autoridad del marido, es,
sobre la persona y sobre los bienes de la mujer.
interés general de la familia, fundamento de la potestad ma
administración amplísima de los bienes dótales, lo que ha
imposible asimilar las obligaciones del marido, sea o nó curador de
Es
ese
rital y de
ce
su
su mujer, a la de los tutores o curadores en general, cuando de enajenar
bjenes dótales se trata. El marido, aunque puedan concurrir en él di
versas calidades, curador, mandatario, condómino, acreedor, etc.), cuan
do enajena un bien dotal lo hace como administrador de los mismos y
esas son las únicas reglas aplicables: las de la administración de los bie
El vínculo del matrimonio, es para la ley un vínculo de
nes dótales.
más trascendencia que cualquier otro resultante de contrato o disposi
ción legal que puediera crearse entre marido y mujer. Nada importa que
ei marido sea o deje de ser curador, mandatario, etc., de la mujer; él es
sobre toda otra
en
ra
cosa
el esposo de la dueña de los bienes ;
es
el condómino
el usufructo del bien vendido ; es el que puede dar el destino que quie
al precio de venta; es el que por el interés general de la familia deci
aún en el silencio de la mujer (si el Juez presta el consentimiento
de,
supletorio) la suerte de los inmuebles dótales
y todas esas prerroga
tivas derivan' únicamente de la potestad marital.
Contra el ejercicio legítimo de esa potestad no tiene por qué poner
se en guardia la ley, y trabar las enajenaciones con el requisito de lá
subasta, impuesto a tutores y curadores, para impedir la confabulación
de éstos con terceros en perjuicio de sus pupilos o curadores simulando
en ventas particulares precios menores que los reales.
La ley ha dado
la potestad al marido para que proteja a su mujer; no puede sospechar
el uso de la potestad legal para la explotación de la mujer, con la cual
ei marido administrador tiene vínculos mucho más importantes para la
ley que los intereses materiales; vínculos aquellos que no tienen con sus
representados los tutores y curadores.
La incapacidad superviniente de la mujer casada no impide que sub
sista el matrimonio, y es la persistencia de este vincula legal lo que ex
plica la persistencia también de la aplicabilidad de las disposiciones es
peciales que rigen la administración y enajenación de los bienes de la
mujer casada, estatuto real, como ya se ha dicho y en el cual la capaci
dad o incapacidad de las personas contratantes, no puede alterar la nor
ma expresamente impuesta
por el legislador reglamentando 1.a circula
—
—
ción de
esa clase de bienes.
No impone la ley al marido la traba ya demostrada inútil de la su
basta que no impediría la arbitraria disposición inmediata del precio de
venta, porque, como afirma García Goyena al justificar que sea el
marido el curador necesario^ de su mujer, es el marido quien "debe pro"
"
teger y representar a su mujer, y teniendo interés propio en la administración de los bienes de la esposa, nadie los cuidará mejor que él".
—223—
El requisito de la subasta pública no puede exigirse ni como forma
como garantía en el caso del artículo 2037 del Código Civil, "co-
lidad ni
'
formalidad, (sentencia del Juez Letrado Departamental de Cerro
Largo doctor Ernesto Felippone, confirmada por el Tribunal de Apelaciones de 2." Turno, Rev. de Derecho y Jurisprudencia, año 1923),
porque es una limitación a las facultades administradoras del marido,
y debe establecerse expresamente en la ley, y no aplicarse por analogía, porque las limitaciones a la capacidad de las personas son de sentido estricto ; y como garantía porque sería completamente inocua
perfectamente ilusoria, desde que el precio de la venta de los inmuebles dótales vendría a parar a manos del marido, como único administrador de la sociedad legal". "... si la subasta pública es una garan
tía que la ley ha establecido para la mujer casada, separada de bienes;
en el régimen de bienes de la sociedad conyugal, no solamente sería innocua como se ha hecho notar ya anteriormente, sino que no tendría
razón de ser, desde que dentro de ese régimen, es suficiente y eficaz
garantía la responsabilidad del marido en lo que respecta a la restitución de los bienes dótales" (Felippone, id.).
La sentencia confirmatoria, si bien se refiere al caso de venta sin
subasta de un bien raíz de una menor casada, es por su argumentación,
concordante con la tesis sostenida, por cuanto, tanto como no existe el
texto legal que imponga la venta en subasta de dichos bienes a pesar
■'e exigirse cuando se trata de bienes de menores en general aún habili
tados de edad, tampoco existe el texto que imponga la subasta para la ven
ta de bienes dótales de incapaces, aunque se exija para la ./vienta de
los bienes de los incapaces en general. Y ello es, porque, como> reiterada
mente se ha dicho, el hecho del matrimonio somete a los esposos a un
régimen especial, de estricta interpretación y que fija de modo exclusivo
las limitaciones
-excluyendo la aplicabilidad de normas generales
concernientes a la administración y enajenación de los bienes dótales.
Dice, entre otras cosas, la expresada sentencia: "Que en el amparo
y protección que presta el hombre a la mujer en el estado de matrimonio, se halla la razón de la ley para conceder habilitación de edad a las
menores que se casan, confiando no en sus condiciones y aptitudes personales de capacidad para gobernarse a sí mismas y dirigir sus propios
negocios, sino en aquella tutela del marido que a la vez que deber natural es obligación jurídica, por lo que, siendo ese el motivo, de la habilitación en este caso, nada de extraño tiene que la ley, al estatuir gamo
"
"
"
'
■■"
"
"
"
'
"
'■
"
"
"
—
"
"
'
"
"
"
"
"
"
"
"
rantías
en
pro de los intereses de los menores habilitados
no
tema el
requisito de la subasta pública, cuando se
dejar
trata de la menor casada, que cuenta a su favor con la defensa marital,
"... por el hecho del macasi invariablemente efectiva y segura".
de reforzarlas
con
el
"
trimonio contraen los cónyuges sociedad de bienes y toma el marido la
"
administración de los de la mujer, según las reglas expresadas en el
título "De la sociedad conyugal y de la dote", siendo de notar que entre
'
—224—
"
"
"
"
'
"'
"
"
"
"
esas reglas, ninguna exige la subasta pública para la enajenación de
los inmuebles dótales de la mujer menor". "... que tratándose de la
enajenación de bienes dótales, es obvio que para la ,solución de las
cuestiones constitutivas del juicio, debe recurrirse a las reglas espe-
cíales que legislan sobre las relaciones jurídicas creadas por el matrimonio, sobre la capacidad de la mujer casada, sobre los requisitos
especiales a ciertos actos relaciónalos con su dote y no a aquellas dis-
posiciones referentes a la habilitación de edad en general, porque son
las primeras y no estas últimas, las que contemplan la situación de la
mujer dentro del matrimonio, y las que estatuyen especialmente sobre
lasgarantías dirigidas a proteger el patrimonio dotal".
Es cierto que se ha sostenido alguna vez, a propósito de la discu-
.'sión
acerca
de la validez de la venta de dótales de menores, que
no
se
rige por la legislación especial sobre administración y enajenación de
bienes dótales, sino por los principios generales sobre incapaces y me
nores habilitados; pero para ello ha sido meneste presentar como razo
namiento, la peregrina ocurrencia de que, "no habiendo ley que autorice
"
,
la venta privada, ni ley que prohiba la venta en subasta" (Gomensoro.
Revista de D. y J., año 1920, Pág. 70), debe hacerse riecesariamente la
venta de dótales raíces de menores en subasta pública; cuando lo que
debe decirse
es
precisamente todo lo contrario, esto
es:
que
no
habien
do prohibición de vender particularmente y no exigiendo ningún texto
la venta en subasta, puede prescindirse die ésta, ya que esa forma de
venta es una limitación a las facultades del administrador y es contra
ria
en
general
a
la libertad de circulación de los bienes.
Si el legislador
ha prohibido vender en subasta, ocurrencia que no tenía por qué te
ner, lo único que puede deducirse es que el marido administrador que
no
quiera acudir a esa forma de
está obligado a ello.
venta
podrá hacerlo,
pero
es
evidente que
no
Para resolver
con
acierto la cuestión,
es
preciso,
como
indicaba el
Dr. Berinduague en la consulta a que se ha hecho referencia, "prescin
dir de la argumentación silogística, e ir a la verdadera fuente, la ley
de los bienes dótales, al estatuto real, que, especial y exclusivamente,
rige la enajenación o gravamen de los dótales raíces, en los casos y re
quisitos que taxativamente determina el artículo 2011 del C. Civil,
como ley de, excepción".
"En ese artículo, que por la forma imper
sonal de su comienzo: "NO SE PODRA enajenar ni hipotecar", etc., con
sagra un principio, el de la inolienabilidad de la dote, bien que limitada a
los bienes raíces dótales, no se exijen otros requisitos que estos: VO
LUNTAD de la mujer, expresada por ella misma o SUPLIDA por el
Juez, cuando, estuviera imposibilitada de manifestar su voluntad; DE
CRETO DEL JUEZ, previo conocimiento de causa ; y como causas úni
cas, fuera de la facultad acordada en las capitulaciones matrimoniales,
la necesidad o utilidad MANIFIESTA de la mujer. Como se ve no hay
ahí distinción alguna referente a edades" (ni a incapacidades, podría
—225—
agregarse) "ni se establece tampoco FORMA especial para la venta en
acto público o privado".
En virtud de lo expuesto, relativo al carácter de especial de la legis
lación sobre bienes dótales; al carácter de excepcional y por lo tanto de
interpretación restrictiva del artículo 2037 del C. Civil; a lo indicado
respecto del fundamento distinto de la incapacidad de la mujer casada
y las incapacidades generales, lo que justifica la aplicación de sistemas
legales distintos; y a la reiteración de la voluntad del legislador de apli
car siempre en cuanto a la capacidad de los cónyuges y a sus relaciones
patrimoniales (citas legales hechas al comienzo de esta consulta) de que
se aplique siempre el derecho especial del título "de la sociedad conyu
gal y de la dote" con exclusión de toda otra norma legal; creo que es
perfectamente válida la venta del inmueble dotal de la mujer incapaz
si se han cumplido todos los requisitos del artículo 2037 del Código Civil.
El marido ha procedido a la venta del bien, no como curador de su
mujer incapaz, sino como administrador de la dote, en ejercicio de la
potestad marital, que no tiene más limitaciones cuando se trata de ena
jenar inmuebles dótales que las del expresada artículo 2037.
Pero hay más aún: el Juez Gomensoro habla en su sentencia de la
lalta de
un
texto que autorice la venta sin subasta; se ha contestado
no es necesario y con él o sin él la solución
ya diciendo que dicho texto
es
la misma, ya que las personas pueden celebrar todos los actos cuya
no les esté vedada por disposición de la ley.
Lo que hay que
realización
encontrar
en
la ley, para sostener la falta de validez de la venta realiza
da particularmente, es una disposición que prohiba al marido adminis
trador de la dote vender los inmuebles sin llenar la formalidad de la su
basta.
Y
lejos de encontrarse
ese
texto
legal,
en
realidad el artículo
2037 autoriza expresamente esa venta particular.
En efecto: en él el
legislador ha previsto la posibilidad de que la mujer "estuviere imposi
bilitada de manifestar su voluntad", y organiza para ese caso la regla
mentación de la venta del bien dotal,
con^letando la voluntad de ven
der del marido
con
el consentimiento del
Juez, supletorio del de la
mu
jer imposibilitada de otorgarlo.
Ese consentimiento supletorio del Juez, es la única formalidad es
que exige la ley cuando la mujer no puede consentir; y la fórmu-
pecial
mula empleada por nuestro legislador', cuando estuviere imposibilitada
de manifestar su voluntad', es perfectamente clara, comprende todos los
de imposibilidad y no autoriza al intérprete a hacer caprichosos
distingos, ni a investigar, para someterla a reglas distintas, si la impusibiiidad es accidental o permanente, si es por ausencia, enfermedad u
otras causas; si es una imposibilidad puramente material o la imposi
bilidad jurídica de manifestar la voluntad resultante de un estado de in
capacidad judicialmente declarada.
casos
Podría, pues, con más acierto que decirse que falta el texto legal
la venta sin subasta del inmueble dotal de la mujer incapaz.
autorice
que
—226—
decirse que la autorización está dada expresamente en el artículo 2037,
en el cual el legislador previo expresamente la posible incapacidad de la
mujer,
y no obstante
ello,
no
encontró necesario aumentar
con
la subas
ta las formalidades esenciales para la venta válida del dotal inmueble,
seguramente porque ha tenido en cuenta que la mujer "cuenta a su fa
vor
con
la defensa marital casi invariablemente efectiva y segura".
Vera, comentando el artículo 1754 del Código Civil
Robustiano
chileno, casi idéntico al 2037 nuestro, dice que para que aquella disposición no autorizara a hacer distingos, sería menester que estuviera re
dactaba así: "cuando la mujer "estuviera imposibilitada de manifestar
voluntad que es precisamente la redacción empleada por nuestro co
dificador, el cual si bien en sus Notas no indica referencia del artícu
lo 2037, es evidente que lo tomó del Código
Chileno, transcribiéndolo
£su
textualmente
con
la sola modificación indicada
en
la redacción del in
ciso que comentamos; modificación consciente y que debe interpretarfe en el sentido ya expresado: de que comprende toda clase de imposi
bilidad
mujer
(incluso incapacidad judicialmente declarada) de manifestar la
su
voluntad.
Aguéguese a todo lo expuesto, que, prevista por la ley expresa
mente la incapacidad del marido, no ha impuesto a la mujer curadora
la obligación de la subasta para vender bienes raíces del marido, ni los
suyos propios y que agrega que tales ventas se reputarán válidas y co
mo hechas por el marido (artículos 1981 y 1982 del C. Civil)
se
y no
encontrará ningún motivo para exigir al marido en el caso propuesto
más formalidades o restricciones que las impuestas a la mujer. Y es
bien clara la razón que hay para explicar por qué en ninguno de los
dos casos se impone la subasta como condición esencial para la validez
de las ventas, a pesar de exigirse en la venta de bienes inmuebles de
incapaces en general; y ella es, la de que ni el marido ni la mujer en los
casos del 2037 y 1981 del Código Civil venden
como curadores
de su
cónyuge, sino como administradores, ordinario el uno, extraordinaria la
otra, de la sociedad legal, dentro de la cual, no hay más limitaciones a
Ja libertad de contratación sobre bienes dótales, que las expresamente
impuestas en el título "de la sociedad conyugal y de la dote".
,
Montevideo,
19 de
Mayo
de 1925.
JAIME BAYLEY MUÑOZ.
La institución d|e "Escribanos
que mantiene el Banco
la ley de 1878.
Hipotecario,
Autqfrizantes"
es
A
SUELDO
contraria al espíritu de
»
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