CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL Arrendamientos de

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Cuadernos y Estudios de Derecho Judicial.
Cuadernos de Derecho Judicial / 17 / 1994 / Páginas 9-38
Arrendamientos de obra y servicios. Arrendamientos rústicos
CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL
Arrendamientos de obra y servicios. Arrendamientos rústicos
Gil-Robles y Gil-Delgado, José María
Abogado
EL PROFESIONAL DE LA AGRICULTURA Y EL CULTIVADOR PERSONAL EN LA L.A.R.
Ponencia
Serie: Civil
VOCES: ARRENDAMIENTOS. ARRENDAMIENTO RUSTICO. AGRICULTURA.
ÍNDICE
I. Un nuevo requisito para ser arrendatario: ser profesional de la agricultura
II. ¿Quiénes son profesionales de la agricultura?
III. Individuos con dedicación preferente a actividades de carácter agrario ocupándose directa y efecti vamente de la explotación
1. Persona natural en la plenitud de sus derechos civiles o emancipados o habilitado de edad
2. Que se dedique o vaya a dedicarse de manera preferente a actividades de carácter agrario
3. Ocupación de manera efectiva y directa de la explotación
IV. Asociaciones de agricultores
V. IRYDA y organismos similares de las Comunidades Autónomas
VI. Otro organismos oficiales facultados al efecto
VII. Sociedades con objeto agrario
VIII. Cultivadores personales
1. Explotación sin ayuda permanente de asalariado
2. Cultivo personal o familiar
3. Por "familiares" hay que entender parientes
4. El requisito de la convivencia
5. El problema de la incapacidad sobrevenida
IX. Vigilancia del requisito de la profesionalidad
X. La situación de los ciudadanos de otros países de la Unión Europea
XI. Conclusión
TEXTO
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I. UN NUEVO REQUISITO PARA SER ARRENDATARIO: SER PROFESIONAL DE LA AGRICULTURA
La Ley de Arrendamientos Rústicos de 31 de diciembre de 1980 (1) introdujo por primera vez en nues tro derecho la exigencia de que el arrendatario -y en su caso el subarrendatario- de fincas rústicas sea
profesional de la agricultura. Así lo establece el artículo 14, apartado 1:
«Sólo pueden ser arrendatarios y, en su caso, subarrendatarios de fincas rústicas los profesionales de
la agricultura.»
Varias fueron las razones que inspiraron al legislador, según dice la exposición de motivos:
- Conseguir la máxima eficacia en el cultivo,
- La orientación de otras legislaciones europeas.
- Facilitar la creación de explotaciones dirigidas por empresarios sin medios para adquirir la tierra pero
dispuestos a consagrarse a su cultivo.
- Hacer posible el incremento de las explotaciones que ya posean los agricultores modestos hasta
alcanzar el grado de rentabilidad que las haga verdaderamente viables.
Demos por buenas esas razones, aunque alguna de ellas sería muy discutible. Pero lo que no se
explica, si de verdad se cree en ellas, es que el requisito de la profesionalidad no se exija con un mínimo de
rigor. Me explico: se puede alcanzar la condición de profesional en determinada materia, bien por vía de
experiencia, bien mediante la adquisición de conocimientos técnicos y prácticos en centros que impartan
esas enseñanzas. La primera vía, la de la experiencia, puede considerarse reconocida en el apartado a)
del artículo 15: «La persona... que se dedique... de manera preferente a actividades de carácter agrario ...
». Pero la segunda no aparece por parte alguna. Es más, se reconoce como profesional a quien vaya a
dedicarse de manera preferente a esas actividades (art. 15 a), sin exigirle preparación técnica alguna,
teórica o práctica; es decir, a quien no es profesional de la agricultura se le atribuye esa cualidad por el
mero hecho de que se proponga dedicarse al campo.
¿Para qué introducir entonces de manera tan poco congruente ese requisito nuevo? La verdad es que
resulta difícil de comprender. En efecto, con esa innovación:
- Se añade un factor de incertidumbre jurídica, pues la apreciación de si concurre o no esa condición se
prestará siempre a dudas y, consiguientemente, a litigios.
- Esa incertidumbre se agrava por el hecho de que los contratos suscritos con quien no es profesional
de la agricultura no son nulos, ni siquiera anulables, tan sólo son susceptibles de resolución por parte del
arrendador, no del mismo arrendatario, que queda en desventaja.
- De hecho ocurre que hay arrendadores que prefieren contratar con arrendatarios no profesionales de
la agricultura, esgrimiendo esa espada de Damocles de la posible resolución para huir de las restricciones y
cortapisas de la ley o, pura y simplemente, para eludir las prórrogas forzosas; cabría posiblemente que el
arrendatario acudiese a la figura del fraude de ley, pero ¿cuál sería la consecuencia? Mantener un arren damiento sin la profesionalidad (dedicación preferente a actividades de carácter agrario) que la ley exige;
es decir, un resultado no querido por el legislador.
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- Ha de acudirse a un remedio poco frecuente: la introducción del IRYDA como organismo que ha de
vigilar que se cumpla la exigencia de profesionalidad, con facultad de obligar a la resolución del contrato so
pena de que el arrendamiento pase a dicho organismo. Lo cual plantea dificultades que examinaré al
analizar el artículo 17 de la LAR y que ha conducido, en la práctica, a su inoperancia.
- Por último, se introduce otro factor más de incertidumbre jurídica: una restricción a la posibilidad de
ser arrendatario que pudiera no ser compatible con la libertad de empresa proclamada en el artículo 38 de
la Constitución y con el derecho a la libre elección de profesión u oficio reconocido en el artículo 35 de
nuestra Ley fundamental. Que yo sepa, el Tribunal Constitucional no ha tenido aún ocasión de abordar este
tema.
La experiencia indica que la exigencia de la profesionalidad ha dado lugar a no pocos litigios, sin
ventaja alguna para el arrendatario o para el arrendador, confirmando las apreciaciones que algunos
hicimos nada mas aprobarse la LAR. Sería, pues, aconsejable suprimirlo mediante la oportuna reforma
legal.
II ¿QUIÉNES SON PROFESIONALES DE LA AGRICULTURA?
La legislación anterior a la LAR no exigía la profesionalidad; únicamente se refería, en el artículo 88, 1,
2.º, del Reglamento de Arrendamientos Rústicos, a la «capacidad de labrador». La doctrina y la jurispru dencia venían interpretando esta expresión como capacidad para realizar las faenas necesarias para el
cultivo agrícola o para la explotación ganadera o forestal de la finca.
La orientación de la LAR es distinta y no viene plasmada en una definición general del profesional de la
agricultura. El legislador ha preferido relacionar seis supuestos o categorías de personas, físicas o jurídicas,
en quienes concurre esa condición. El artículo 15 enumera cinco y el 16 define la sexta. La característica
común a esos supuestos parece ser la dedicación preferente a actividades agrarias, y no la capacidad
personal para realizar las faenas o tareas propias de una explotación agraria (2). Profesional es término
que se usa en el sentido de persona, física o jurídica, que se dedica a actividades agrarias, y no en el de
persona que tiene especiales conocimientos o capacidad en esta materia.
En cuanto a la palabra «agricultura», tampoco se usa en un sentido estricto, limitado a las actividades
puramente agrícolas, sino en un sentido amplio, comprendiendo las actividades ganaderas o forestales.
Los apartados a) y e) del artículo 15 y el apartado 1 del artículo 16 así lo apuntan.
Apoya esta interpretación HIDALGO (3) y la confirman numerosas sentencias que utilizan la expresión
«actividades de carácter agrario» (4).
Hechas estas observaciones de índole general, pasaré a examinar en sucesivos apartados cada una de
las seis categorías de profesionales de la agricultura a que antes me he referido.
III. INDIVIDUOS CON DEDICACION PREFERENTE A ACTIVIDADES DE CARÁCTER AGRARIO
OCUPÁNDOSE DIRECTA Y EFECTIVAMENTE DE LA EXPLOTACIÓN
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Esta categoría de profesionales de la agricultura requiere la concurrencia de tres condiciones que
analizaré por separado.
1. Persona natural en la plenitud de sus derechos civiles o emancipado o habilitado de edad.
La expresión «persona natural» contrapone este apartado a) del artículo 15 a los restantes apartados
que se refieren a personas jurídicas. En cuanto al resto de la frase subrayada, hay que destacar que el
proyecto de ley hablaba de «persona natural, mayor de dieciséis años», pero la ley sustituyó esta frase por
la actual. Con ello se trató acertadamente de obviar los problemas jurídicos a que daría lugar la existencia
de una persona mayor de dieciséis años pero menor de dieciocho, que podría ser arrendatario o suba rrendatario pero que no tendría capacidad para celebrar otros contratos necesarios para la explotación
(ejemplo, compraventa o arrendamiento de aperos o maquinaria). La nueva redacción está tomada del
artículo 3.º del Reglamento de Arrendamientos Rústicos anterior, pero hay que tener en cuenta que así
como éste exigía siempre la plena capacidad o la emancipación o habilitación de edad para ser arrendata rio, la nueva Ley sólo la exige en el supuesto del artículo 15, a), pero no en el del artículo 16.
Esta misma tesis se mantiene por AGUNDEZ (5):
«La plenitud de derechos civiles la poseen los mayores de edad no incapacitados judicialmente, según
el artículo 322 del CC, y los emancipados y habilitados de edad con el complemento del consentimiento de
los padres o del curador, según el artículo 323, en relación con el 286 y los 319 y 321 en relación con los
272.5 y 290 de igual Código, respectivamente. Este complemento será necesario, sobre todo, en los casos
de recibir dinero a préstamo para adquisición de aperos de labranza, semillas, abonos y realización de
mejoras.
Porque siendo el arrendatario sujeto de derechos y, deberes, ha de responder de sus obligaciones y ha
de tener los poderes necesarios para ejercitar sus derechos, frente al arrendador y frente a las demás
personas con las que establezca relaciones jurídicas dentro del marco de la explotación; que sean unas
comerciales propias de la producción agraria y otras burocráticas propias de organismos administrativos y
entidades crediticias.»
También se orienta en ese sentido CABALLERO (6):
«Coinciden ambas figuras en un elemento como es la capacidad de obrar, pues en ambos casos es
necesaria la plenitud de los derechos civiles, que poseen, como sabemos, los mayores de edad no incapa citados judicialmente y los emancipados y habilitados de edad, con la asistencia de los padres o el curador.
Nos parece dudoso que el cultivador personal, por el solo hecho de la incapacitación judicial, pierda tal
carácter, pues si ostentando la cualidad de profesional de la agricultura nada obsta a que otro en su
nombre se ocupe de la dirección de la explotación, en el supuesto que ahora nos ocupa la actividad agraria
puede ser sostenida, bien por un familiar que conviva con el arrendatario, bien por uno de los hasta dos
asalariados que se pueden emplear incluso con carácter permanente (¿no sería ésta una justa causa del
inciso final del artículo 16.1 LAR?), lo cual está en línea con la conocida amplitud con que la LAR trata al
cultivador personal.»
2. Que se dedique o vaya a dedicarse de manera preferente a actividades de carácter agrario
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Esta formulación no puede considerarse especialmente feliz y se presta a numerosas dudas, tanto
interpretativas como de aplicación práctica.
Citaré a dos comentaristas. AGUNDEZ, menos crítico en este punto, afirma (7):
«El ejercicio de las actividades agrarias para ser considerado profesional habrá de realizarse de
manera preferente, es decir, con dedicación a ella, a la que estará más entregado que a otra actividad, la
cual será muy secundaria, nunca impeditiva de la principal. Por lo tanto, real y evidente, verdadera, no
simulada.»
Hasta ahí los autores coincidimos. Pero la apreciación práctica de cuál es la actividad no siempre será
sencilla. En las Cortes se rechazó la enmienda que precisaba: «Obteniendo la mayor parte de los ingresos
de estas actividades, conforme a la declaración de renta». Queda, pues, en la indeterminación cómo ha de
medirse la preferencia: tiempo de dedicación, cuantía de los ingresos o de los rendimientos... Así,
HIDALGO ha podido observar (8):
«En primer lugar, el enunciado "dedicarse de manera preferente, que se presta a múltiples apreciacio nes en la realidad, con soluciones distintas según la persona que enjuicie la situación. Vayamos a la reali dad. ¿Qué ocurriría en el supuesto de que el arrendatario sea un Veterinario, un Ingeniero Agrónomo, un
Médico o un Abogado, bien al servicio de la Administración o bien dedicados al ejercicio libre de sus
respectivas profesiones? ¿"Quid" si unos disfrutan de pingües retribuciones y otros de mermados ingresos?
¿"Quid" si disponen de una buena organización que le permite simultanear ambas actividades, obteniendo
de la agraria ingresos muy superiores a los obtenidos por el ejercicio profesional? ¿Serán esos ingresos los
que constituyan baremo atendible para concluir la preferencia?»
La jurisprudencia no ha conseguido despejar definitivamente las incógnitas. Ha afirmado en dos
ocasiones (SS de 20 de febrero de 1989 y 26 de febrero de 1992, ya citadas) que ha de tratarse de dedi cación preferente, precisando en la sentencia de 23 de junio de 1988 (A. 5.130) que preferencia no equi vale a exclusividad. Pero ha fluctuado en lo que se refiere a la compatibilidad entre profesionalidad, por una
parte, e invalidez o jubilación, por otra. Así, la sentencia de 17 de enero de 1986 (A. 102) excluye a dos
pensionistas de la Seguridad Social Agraria, uno por invalidez permanente y otro por edad, porque, en
aplicación del artículo 28.3 de la Ley de Seguridad Social Agraria (D. 2.123/1971, de 23 de julio), no pueden
ejercer labores agrarias de carácter permanente (en el mismo sentido se había pronunciado el 3 de junio
de 1983 la Audiencia de Segovia, invocando el interés social y el fraude al Estado que representaría esa
actividad); sin embargo, las de 10 de marzo de 1986 (A. 1. 173) y 19 de mayo del mismo año (A. 2.732)
parecen admitir la posibilidad de que los jubilados puedan probar la dedicación preferente a actividades de
carácter agrario.
La sentencia del Tribunal Supremo de 17 de julio de 1985 (A. 4.094) ha excluido de la calidad de profe sional de la agricultura al que «desempeña su actividad fundamental trabajando por cuenta de HUNOSA en
la zona de Aller, siendo su categoría la de maquinista». En cuanto a la Audiencia de Zamora, sentenció el
26 de octubre de 1982:
«El demandado... se dedica a su trabajo de obrero de la construcción, que requiere asistencia asidua y
dedicación continua, por lo que no puede afirmarse que se dedique de modo preferente al cultivo de la
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parcela, de la que obtiene muchos menos rendimientos que los salarios que percibe en la construcción, y
en su caso el seguro de desempleo.»
Otras declaraciones interesantes son:
- El hecho de que un arrendatario anterior a la nueva ley no posea en la actualidad la condición que
exige el artículo 15 no es, sin más, motivo de resolución del arrendamiento, porque al no haber tenido esa
cualidad no puede perderla. (S. de 1 de febrero de 1983 de la Audiencia de Vitoria).
- Se dedica de manera preferente a las actividades de carácter agrario, o sea, a explotar la casería que
llevaba en arrendamiento su causante, a cuya condición de profesional de la agricultura no obsta el ejerci cio de la actividad secundaria, accesoria, residual e intermitente de transportista, la cual realiza sin desvin cularse de su condición primordial de labrador (S. de 10 de marzo de 1983 de la Audiencia de Oviedo).
- Cabe disfrutar de otro empleo si éste es compatible con la explotación de fincas arrendadas (S. de 22
de marzo de 1982 de la Audiencia de Zamora).
Por otra parte, basta con el propósito de dedicarse de manera preferente a esas actividades, sin que se
exija la traducción de ese propósito en realidad en ningún momento determinado. Si una persona arrienda
una finca con el propósito sincero de dedicarse de manera preferente a actividades de carácter agrario y
ese propósito tarda en llevarse a la práctica, ¿cuándo podrá entender el arrendador o el IRYDA que el
arrendatario ha perdido la condición de profesional de la agricultura y proceder conforme al artículo 17? La
ley no ofrece elementos para contestar con seguridad esta pregunta y deja abierto, en realidad, camino
para que la exigencia de la profesionalidad se convierta en papel mojado.
3. Ocupación de manera efectiva y directa de la explotación
En mis Comentarios prácticos a la Ley de Arrendamientos Rústicos interpreté este requisito del
siguiente modo:
«IV) Se exige que el arrendatario "se ocupe de manera efectiva y directa de la explotación", habiendo
sido desestimadas tanto las enmiendas que reducían a esta exigencia las condiciones para ser profesional,
como las que pedían que la atención a la explotación fuese no sólo directa, sino también personal. Resulta,
por tanto, evidente que lo único que se requiere es lo que el artículo 11.5 del Reglamento llamaba explota ción directa, es decir, "aquella en que el propietario de la tierra (ahora el arrendatario para ser profesional
de la agricultura) asuma los riesgos totales de la empresa agrícola, sufragando los gastos a que la misma
da lugar. Se requiere, por tanto, que el arrendatario sea el empresario de la explotación, sin intermediarios,
que equivaldrían en la práctica a un subarriendo. Pero no se exige que realice personalmente los trabajos
de la explotación, supuesto contemplado en el artículo 16; lo que es imprescindible es que la dirija y asuma
el riesgo.»
La misma interpretación encontramos en HIDALGO (9) y CABALLERO (10). Este último dice: «Al profe sional le basta con desempeñar la gerencia o dirección técnica de la explotación, ya que las actividades
materiales pueden ser llevadas a cabo por asalariados contratados al efecto». También coincide AGUNDEZ
(11), que define al profesional de la agricultura como «el titular de la empresa agraria; quien con capacidad
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legal, ejercicio directo, habitualidad, ánimo de lucro y organizadamente se dedica, como principal medio (te
vida, a obtener de la finca rústica los máximos beneficios mediante las actividades y técnicas propias de los
cultivos que requiera la clase de aprovechamiento agrícola, pecuario o forestal». Distinguiendo más
adelante entre cultivo directo y personal.
Contempla, por tanto, este apartado el empresario agrario, no el que cultiva o explota personalmente el
predio.
El Tribunal Supremo ha seguido esa misma línea interpretativa en las sentencias de 17 de octubre de
1984 (A. 4.893), 23 de junio de 1988 (A. 5.130) y 6 de mayo de 1992 (A. 3.885). Esta última dice:
«No existe circunstancia objetiva que impida a la actora adquirir la condición de profesional de la agri cultura, pues su enfermedad, de existir, no constituye obstáculo para que ella asuma directamente los
riesgos derivados de su condición de profesional de la agricultura.
Se entenderá por explotación directa aquella en que el propietario de la tierra asuma los riesgos totales
de la empresa agrícola, sufragando los gastos a que la misma dé lugar.
Tan sólo la de 22 de junio de 1992 (A. 5.464) parece mantener una tesis diferente al afirmar:
«No hay que olvidar que las circunstancias expuestas por la Sala, determinantes de la descalificación
del actor como profesional de la agricultura, radican sustancialmente en que, teniendo como tenía setenta y
nueve años cuando ejerció la acción retractual, y teniendo obviamente incapacidad física para atender
personalmente las fincas y con distinto domicilio del correspondiente a los distintos términos municipales de
ubicación de las fincas, con carencia propia de otras fincas que donó anteriormente a sus hijos y no dispo niendo de aperos, utillaje, maquinaria ni instrumental agrícola, unido a no figurar dado de alta en la Segu ridad Social, ni con licencias administrativas o fiscales que le intitularan como empresario agropecuario o
forestal, es evidente que estaba ayuno de todos los medios materiales, personales y administrativos y
fiscales que le configuraran como Empresario con actividad en alguna de esas lides rurales.
Pero una lectura atenta permite mantener que la Sala Primera no altera la línea seguida en las senten cias antes citadas, sino que la confirma y añade una precisión importante: que el propósito de dedicarse de
manera preferente a actividades de carácter agrario ha de ser creíble, verosímil, no contradicho por las
circunstancias y actos anteriores de la persona que lo manifiesta.
Las Audiencias han seguido la misma orientación. Así, la de Gerona (21 de febrero de 1984) traduce
esta exigencia «en una consagración empresarial, en una asunción de los riesgos de la actividad agrícola,
en una actitud de inmediación de las operaciones de cultivo y explotación de la heredad, adoptando la
persona una atención y consagración preferencial a las labores agrarias». Y la de Palencia (13 de marzo de
1988) afirma:
«La doctrina, acorde con lo previsto en el artículo 16 LAR, exige que el arrendatario que ya no es culti vador personal siga dedicándose de manera preferente a actividades agrarias, ocupándose de forma efec tiva y directa de la explotación, reuniendo así los requisitos del artículo 15 a) LAR, que solamente exige
dedicación y ocupación de las labores agrícolas, no la realización de las mismas en sentido material.»
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IV. ASOCIACIONES DE AGRICULTORES
El párrafo b) se refiere a las Cooperativas, Sociedades Agrarias de Transformación u otras formas de
asociación de agricultores, etc.
Como apunta MARTINEZ VALENCIA (12), «son de apreciar en este apartado dos aspectos diferencia dos: uno en el que se relacionan las entidades a las que, por disposición legal exclusivamente, se les
otorga la condición de la profesionalidad agrícola, y otro, contenido en el párrafo final del apartado, que
restringe esa consideración general a lo que determinen las disposiciones reglamentarias». Como recordé
en mis Comentarios, no prosperó la enmienda dirigida a suprimir las Sociedades Agrarias de Transforma ción, pero sí la que proponía la inclusión de los Sindicatos, quizá porque el artículo 32 del Reglamento,
reproduciendo el mismo ordinal de la Ley de 1935, permitía los arrendamientos a favor de los Sindicatos
Agrícolas. De paso, y como compensación transaccional, se incluyó en el párrafo la referencia a las
Cámaras Agrarias, cuya inclusión en la rúbrica general de «asociaciones de agricultores» se prestaba
también a dudas.
Por tanto, el texto quedo así:
«b) Las Cooperativas Agrarias, Sociedades Agrarias de Transformación u otras formas de asociación
de Agricultores, las Organizaciones profesionales de Agricultores, las Cámaras Agrarias y los Sindicatos
Agrarios, en la forma que se determine reglamentariamente.»
Hay que tener en cuenta que la legislación de Cámaras Agrarias ha variado profundamente desde
aquella fecha. La Ley 23/1986, de 24 de diciembre, sobre Bases del régimen jurídico de las Cámaras Agra rias, contiene una disposición adicional primera del siguiente tenor:
«Las actividades económicas que realicen las actuales Cámaras Agrarias pasarán a ser gestionadas en
régimen asociativo por cooperativas u otras entidades asociativas agrarias ya existentes o que los agricul tores puedan crear al efecto.»
Luego las Cámaras Agrarias que pervivan no podrán ser titulares de arrendamientos rústicos -pues la
explotación agraria es una actividad económica-, correspondiendo a la Administración competente realizar
la atribución de los correspondientes derechos, para lo que le faculta la disposición adicional segunda
modificada por Ley 23/1991, de 15 de octubre.
Las Cooperativas Agrarias se rigen por la Ley General, núm. 3/1987, de 2 de abril, y especialmente por
sus artículos 133 y siguientes. Las Sociedades Agrarias de Transformación, por el Real Decreto
1.976/1981, de 3 de agosto, y las Agrupaciones de Productores Agrarios por el Reglamento (CEE) núm.
1.360/1987, de 19 de junio, y Real Decreto 280/1988, de 18 de marzo.
V. IRYDA Y ORGANISMOS SIMILARES DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
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El párrafo c) se ceñía exclusivamente, en la redacción del proyecto, al IRYDA, habiéndose agregado los
organismos similares de las Comunidades Autónomas e introduciéndose una importante matización: la de
especificar que el arrendamiento ha de tener, por parte de esas entidades, la finalidad de subarrendar a los
profesionales de la agricultura contemplados en los párrafos a) y b), y recalcándose que sólo excepcio nalmente podrá el IRYDA retener fincas como arrendatario, norma ésta que hubiera sido lógico referir
también a los organismos similares de las Comunidades Autónomas.
Hay que tener en cuenta que las facultades del IRYDA en materia de arrendamientos rústicos han sido
transferidas a las siguientes Comunidades Autónomas:
- Comunidad Autónoma del País Vasco (R. D. 1.254/81, de 8 de mayo).
- Comunidad Autónoma de Cataluña (R. D. 241/81, de 5 de febrero)
- Comunidad Autónoma de Galicia (R. D. 2.423/82, de 24 de julio).
- Comunidad Autónoma de Andalucía (R. D. 3.490/81, de 29 de diciembre).
- Comunidad Autónoma del Principado de Asturias (R. D. 2.543/82, de 12 de agosto, y R. D. 3.461/81,
de 24 de diciembre).
- Comunidad Autónoma de Cantabria (R. D. 2.295/82, de 24 de julio).
- Comunidad Autónoma de la Región de Murcia (R. D. 2.767/83, de 5 de octubre).
- Comunidad Autónoma de Valencia (R. D. 2.917/79, de 7 de diciembre, y R. D. 4.107/82, de 29 de
diciembre).
- Comunidad Autónoma de Aragón (R. D. 546/80, de 21 de marzo).
- Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha (R. D. 3.272/79, de 29 de diciembre, y R. D. 546/80, de
21 de marzo).
- Comunidad Autónoma de Canarias (R. D. 2.773/83, de 5 de octubre).
- Comunidad Autónoma de Navarra (R. D. 2.654/85, de 18 de diciembre).
- Comunidad Autónoma de Extremadura (R. D. 2.912/79, de 21 de diciembre, y R. D. 4.187/82, de 29
de diciembre).
- Comunidad Autónoma de las Islas Baleares (R. D. 3.540/81, de 29 de diciembre).
- Comunidad Autónoma de Madrid (R. D. 2.058/85, de 9 de octubre).
- Comunidad Autónoma de Castilla y León (R. D. 3.537/81, de 29 de diciembre).
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Refiriéndose al supuesto de retención de fincas por el IRYDA, apunta MARTINEZ VALENCIA (13):
«... Resulta cuando menos sorprendente el empleo del término "retener" en este caso; en efecto, ¿qué
es lo que quiere decir la Ley al utilizar esta expresión "retener", tan poco o nada frecuente en la terminolo gía arrendaticia?; ¿cuál puede haber sido la causa o el motivo que ha inducido al legislador a introducir en
una normativa como la presente el término "retener", tan desacorde con el contexto general de la Ley?;
-cómo puede justificarse que en ordenamiento legislativo como el presente se haya empleado una palabra,
"retener", de significado "cuasi -expropiatorio"? Pudiera entenderse que con ello el IRYDA actúe como
organismo administrativo "moderador" en supuestos como los contemplados en los artículos 17, 76, etc., y
se vea convertido por ministerio de la Ley en arrendatario forzoso de las fincas que resulten afectadas por
los supuestos en ellos previstos, y sólo cuando no sea posible ceder su explotación en la forma prevista en
el apartado anterior, se vea en el trance de ser arrendatario forzoso de las fincas afectadas; ahora bien,
¿quién determinará la concurrencia en el caso concreto de esas circunstancias excepcionales que fuerzan
al IRYDA a asumir la onerosidad que supone convertirse en arrendatario forzoso, viéndose obligado a
retener fincas en concepto de arrendatario, sin entregar su aprovechamiento en la forma prevista en el
párrafo anterior? No serán pocas, ni nimias, las dificultades que ofrecerá obtener una respuesta satisfacto ria al interrogante anterior.»
VI. OTROS ORGANISMOS OFICIALES FACULTADOS AL EFECTO
El párrafo d) considera como profesionales de la agricultura a las Entidades Públicas, Sociedades
Estatales u Organismos Autónomos que estén facultados conforme a sus normas reguladoras para la
explotación de fincas rústicas. El artículo 15 del Reglamento habla del Estado, la provincia, el municipio y
cualquier entidad de carácter público u oficial, considerando como tal a la Iglesia Católica y citando expre samente los contratos de los Ejércitos de Tierra y Aire para la atención de sus servicios. Cabe entender que
dentro de la expresión «Entidades Públicas» están comprendidos el Estado, la provincia, el municipio y,
consiguientemente, los Ejércitos de Tierra y Aire. También las Comunidades Autónomas y sus organismos
cuando estén facultados, conforme a sus normas reguladoras, para arrendar fincas rústicas. No así la Igle sia Católica, que, después de la Constitución, ha perdido todo carácter público y que, al no estar compren dida en ninguno de los apartados o párrafos del artículo 15, no podrá en adelante tomar fincas en arren damiento directamente ni a través de órdenes religiosas, cofradías, etc.
No prosperó la enmienda que trataba de condicionar la facultad de arrendar de estas entidades, en los
mismos términos que para el IRYDA.
VII. SOCIEDADES CON OBJETO AGRARIO
Por último, párrafo e) da entrada a las sociedades, con dos condiciones, a saber:
- Que las participaciones o acciones de sus socios estén nominativamente identificadas.
- Que tengan por exclusivo objeto, conforme a sus estatutos, la explotación agrícola, forestal o gana dera.
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El primero de esos requisitos tiende a hacer posible el cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 18 de
la ley. En cuanto al segundo, sólo servirá para fomentar la creación de sociedades interpuestas en cual quiera de estos dos supuestos:
- Sociedades con objeto social no agrario que constituyen una sociedad filial de objeto exclusivamente
agrario para arrendar una finca.
- Personas cuya dedicación preferente no es la agricultura, pero que, a través de una sociedad de
objeto social exclusivamente agrario, podrán tomar una finca en arrendamiento.
Siendo ese modo de proceder perfectamente legal, pues no se exige que esas sociedades sólo puedan
tener como socios a profesionales de la agricultura -subrayo el no, porque comentarista tan autorizado
como MARTINEZ VALENCIA (14) me ha atribuido la opinión contraria, ignoro con qué base-.
No prosperó la enmienda que pretendía suprimir el apartado, pero sí las que trataban de suavizar el
rigor del precepto permitiendo que las sociedades comercializasen e industrializasen los productos obteni dos y la que precisaba que cualquier variación por la que el objeto social deje de ser exclusivamente agra rio privará a la sociedad de su condición de profesional de la agricultura, precisión por demás obvia e
innecesaria.
Bajo el imperio de la legislación anterior, el Tribunal Supremo había aclarado que podían ser arrenda tarios las personas jurídicas (S 28-1-1946), posibilidad que ahora queda fuertemente limitada por el juego
de los artículos 14 y 15, eliminándose a las sociedades de títulos al portador, fundaciones, etc.
VIII. CULTIVADORES PERSONALES
El apartado 1 del artículo 16 LAR define el cultivador personal del siguiente modo:
«Se considerará cultivador personal a quien lleve la explotación, por sí o con la ayuda de familiares que
con él conviven, sin utilizar asalariados más que circunstancialmente, por exigencias estacionales de la
explotación agraria. No se perderá la condición de cultivador personal aunque se utilicen uno o dos asala riados, en caso de enfermedad sobrevenida o de otra justa causa que impida continuar el cultivo personal.»
Analizaremos seguidamente sus principales notas.
1. Explotación sin ayuda permanente de asalariado
El primer inciso de este apartado reproduce sustancialmente el artículo 2.'º2 de la Ley de 23 de julio de
1942 y el artículo 83.3 del Reglamento de Arrendamientos Rústicos, aunque hablando de cultivador
personal en lugar de «cultivo directo y personal», con lo que se distingue mejor entre la ocupación o cultivo
directo del artículo 15.a), que atiende ante todo a la responsabilidad empresarial de la explotación y puede
realizarse mediante asalariados sin limitación alguna, y el cultivo personal del artículo 16, que mira a la
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realización física de las tareas agrícolas, forestales o ganaderas, sin ayuda permanente de asalariados.
La nueva redacción suprime también el límite del 25 por 100 de la mano de obra total empleada para la
utilización de asalariados, puesto que este uso ha de ser circunstancial y por exigencias estacionales de la
explotación agraria. Este doble condicionamiento se ha estimado bastante, afirmando varias enmiendas
que las necesidades estacionales de los cultivos extensivos podrían requerir en algún momento un
porcentaje mayor de mano de obra.
No prosperaron, en cambio, las enmiendas dirigidas a que la utilización de mano de obra empleada
pudiese ser permanente dentro de un límite del 25 por 100.
CABALLERO (15) mantiene también las posiciones que dejo consignadas en los párrafos precedentes.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo en relación con este requisito de la no utilización permanente
de asalariados es relativamente abundante, plasmándose en las siguientes sentencias:
«No son cultivadores personales cuatro arrendatarios de una finca rústica, porque llevaban en arren damiento otras fincas, además de la litigiosa, que precisaban para su normal explotación la asistencia de
más de doce obreros y la mitad de ellos con carácter fijo, aparte de tener un vaquero asalariado fijo.» (S
15-10-1984, R. 4.865).
«Considerando: Que las cuestiones fundamentales debatidas en la litis de la que dimana este recurso
de casación se reducen esencialmente a determinar si el demandado en la instancia y actual recurrente
tiene la condición de cultivador personal y como consecuencia si le es aplicable el régimen de duración del
contrato de arrendamiento rústico ganadero que señala la nueva Ley especial de esta materia de treinta y
uno de diciembre de mil novecientos ochenta; la sentencia dictada en primera instancia llegó a la conclu sión de que el arrendatario no reunía aquella condición, por lo que desestimó la demanda; en cambio, la
sentencia ahora recurrida, revocatoria de la expresada, consideró que el arrendatario no merece la califi cación de cultivador personal por haberse acreditado la existencia de terceras personas en la finca arren dada con introducción incluso de ganados». (S 12-11-1984, R. 5.549). El Tribunal Supremo confirma la
sentencia de la Audiencia.
«El arrendatario -actual recurrido- era el único, personal y directo cultivador de la finca arrendada, que
es, fundamental mente, de explotación agrícola, lo que en modo alguno puede desvirtuarse por la existen cia de un pastor, no de dos como -sin contravenir debidamente la prueba- afirma el recurso, que atendía el
ganado lanar existente en parte de la finca.» (S 19-12-1985, R. 6.601).
«Que resulta inaplicable a él la consideración actual de cultivador personal -art. 16, Ley de 1980-, pues
ni se dedica de modo preferente a la agricultura, ni lleva directamente la explotación y utiliza terceros
asalariados todo el año en la misma.» (S 3-6-1985, R. 3.092).
«El recurrente no ostenta la condición de cultivador personal, y así viene determinado por los hechos
que han de reputarse probados y firmes, pues aparte de dedicarse a otros negocios, como fabricación de
helados y empresas cárnicas, aunque lo sea por medio de personas o entidades interpuestas; lo que sí
quedó suficientemente adverado es que cuenta con dos empleados fijos.» (S 16-7-1992 R. 6615).
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También cabe citar las siguientes sentencias de Audiencias Provinciales:
Cáceres (16 de diciembre de 1986):
«El artículo 16 de la Ley considera como tales a aquellas personas que llevan por sí la explotación, o
con ayuda de familiares que con él convivan, sin utilizar asalariados más que circunstancialmente, por
exigencias estacionales; de la explotación agraria, circunstancias que no concurren en el demandado,
porque acreditado está que explota la finca con la ayuda permanente de un pastor asalariado, que es quien
auténticamente cuida y custodia el ganado de la finca, por lo que procede desestimar la excepción de litis consorcio pasivo necesario expuesta por el demandado y, de conformidad con las normas relacionadas y lo
dispuesto en el artículo 83, 1.º, de la Ley referenciada, acoger el recurso y estimar la acción resolutoria que
en demanda se ejercita».
Y Gerona (16 de Abril de 1988):
«La demandada tiene la condición de profesional de la agricultura en cuanto que las tareas agrícolas
constituyen el centro de sus actividades y asume el riesgo derivado de ellas en una relación de control y
supervisión de las operaciones de explotación y cultivo, con atención y dedicación preferencial a las tareas
agrarias, lo que además la convierte en cultivadora personal, de acuerdo con el artículo 16 de la vigente
Ley de Arrendamientos Rústicos, aunque circunstancialmente haya utilizado a una persona, concretamente
don José, para que en momentos determinados y por exigencias estacionales realizase determinados
trabajos que requerían maquinaria específica o una actividad excesivamente intensa para una mujer; en
sentido similar se pronuncia la Sentencia de esta Audiencia de fecha 29 de septiembre de 1982 y las de la
Audiencia Provincial de Zamora de 22 y 31 de enero de 1982 y de la Audiencia Provincial de Lugo de 12 de
junio de 1982, por citar algunas; en consecuencia, no puede estimarse resuelto el contrato por esta causa,
por ser doña Emilia profesional de la agricultura y cultivadora personal.
2. Cultivo personal o familiar
El nuevo texto no habla, como los anteriores, de realización material de las operaciones agrícolas, sino
la de llevar la explotación por sí o con ayuda de familiares. Por tanto, en caso de incapacidad física para
realizar dichas tareas no se pierde la condición de cultivador personal, si las hacen los familiares a que se
refiere el precepto. Con ello se resuelve en sentido favorable al arrendatario un punto que había dado lugar
a discrepancias entre los comentaristas.
También es evidente que si cabe la ayuda de familiares, con mayor motivo puede utilizarse la de
medios mecánicos, como ya había resuelto el Tribunal Supremo. Lo decisivo es que se trata de una explo tación basada en el trabajo de la familia y no de asalariados. En este sentido se pronuncia BALLARIN (16)
CABALLERO (17) ha desarrollado acertadamente las diferencias ante el supuesto del artículo 15.a) y
este del artículo 16. Dice así:
«La dedicación preferente a la agricultura, presente o futura, exigida al profesional de la agricultura y
silenciada en lo que respecta al cultivador personal, el cual lo será tanto si se dedica (bien en tiempo
empleado, bien en rentas obtenidas) exclusivamente a la agricultura, como si comparte tal actividad con
otras de carácter económico, lo cual permite, como ya hemos apuntado, atribuir la condición y los benefi -
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cios del cultivador personal a un elevado número de pequeños arrendatarios, eso sí, con tal de que
cumplan los requisitos del artículo 16.1 LAR desde la celebración del contrato. Pensemos en el ya citado
trabajador industrial que, como complemento a su salario, atiende personalmente el cultivo de una finca
rústica en régimen de arrendamiento, próxima a la población en que vive; qué duda cabe de que no es
profesional de la agricultura en sentido estricto [art. 15.a) LAR], porque ni su renta principal proviene del
campo, ni allí emplea la mayor parte de su jornada de trabajo, pero nada impide que, si cumple los requisi tos del artículo 16.1 de la Ley, pueda ser considerado cultivador personal. En resumen, la falta de dedica ción preferente a la agricultura no conlleva, de ninguna manera. la pérdida de la condición de cultivador
personal, ni mucho menos destierra tal cualidad en quien no se dedique exclusivamente a las actividades
agrarias...
Tampoco se pierde la condición de cultivador personal por el hecho de que el arrendatario necesite ser
ayudado estacionalmente por asalariados (no hay limitación numérica legal, a diferencia de lo dispuesto por
el RAR, como vimos).»
El Tribunal Supremo se ha pronunciado en relación con este tema en las siguientes sentencias:
- 17 de octubre de 1984 (A. 4.893):
«Un análisis detenido de la prueba documental unida a autos nos lleva a la conclusión de que el
demandado recurrente lleva "de modo directo y personal con la ayuda de sus hijos" la explotación gana dera de las fincas del actor, "explotando el ganado que en ella se comprende de forma personal y direc tamente con la ayuda de sus hijos", por lo que al desprenderse de dicha prueba que el citado recurrente
merece la cualidad de cultivador personal, en los términos a que se refiere el citado artículo 16 de la Ley de
Arrendamientos Rústicos, debe entenderse que la resolución recurrida, al no apreciarlo así, incurrió en
error de hecho en la apreciación de la prueba.»
- 23 de junio de 1988 (A. 5.130):
«Para originar situación de incompatibilidad de hecho en dos actividades se requiere la revelación de la
no posibilidad de ejercicio conjunto de ambas, lo que no se produce en el referido aspecto, en contra de lo
apreciado por la Sala sentenciadora de instancia, por la sola circunstancia de que quien lleve en arrenda miento fincas rústicas se dedique también a la explotación de una pequeña gasolinera, toda vez que la
dedicación a ésta no impide el invocado carácter legal de cultivador personal a que se contrae el artículo 16
de la referida Ley de Arrendamientos Rústicos, pues que este precepto no lo configura como actividad
estricta a cargo exclusivamente del arrendatario, sino que lo posibilita con la ayuda de familiares que con él
convivan, lo que tanto quiere decir que, precisamente con esa ayuda familiar, nada impide el simultáneo
desempeño de la explotación de las fincas arrendadas y de la expresada pequeña gasolinera, y en conse cuencia el mantenimiento de la consideración de cultivador personal, que el número 2 del precitado artículo
16 considera, en todo caso, como profesional de la agricultura.»
-28 de abril de 1989 (A. 3.273):
«Este dato de ser él el que aporte a la explotación un trabajo que, razonablemente, tenga una entidad
tal que a su lado pueda calificarse como de "ayuda" el que a su lado llevan a cabo, en los mismos inmue bles, sus familiares colaboradores, es el decisivo a la hora de enjuiciar su pretensión de acceder a la
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propiedad de las parcelas objeto del arrendamiento, a la vista de que el precepto legal citado, artículo 16 de
la Ley de Arrendamientos Rústicos, califica precisamente como de ayuda, el cometido que, en el cultivo,
prestan los familiares del arrendatario, para que el suyo merezca el calificativo de personal.»
- 4 de abril de 1992 (A. 2.939):
«Ha de señalarse en la literalidad de los artículos 15 y 16 de la Ley vigente, una nota diferencial entre el
profesional de la agricultura y el cultivador personal que permite hacer énfasis en la mayor "exclusividad" de
éste, y no "simple preferencia" de aquél, en la dedicación agraria respecto de las fincas objeto del contrato
de arrendamiento que en concreto nos ocupan, y por ende, habida cuenta de que no se consideró en la
sentencia recurrida como cultivador personal al aquí recurrente, ha de hacerse hincapié en los factores
determinantes de tal rechazo, como son la de poseer otros cultivos de regadío en distinto término municipal
y establecimiento comercial abierto al público, que repudian la afirmación de "exclusividad" en su dedica ción agraria, que en este específico caso ha de primar sobre el de la mera "preferencia", dentro de las acti vidades que desarrolla el arrendatario aquí recurrente; por ello, las múltiples Sentencias de esta Sala [SS
29 abril, 6 y 16 mayo, 3 y 23 junio y 15 julio 1988 (R. 1.988, 3.325, 4.019, 4.740, 5. 130, 5.718 y 8.725); 20
febrero, 17 marzo, 9 y 10 abril, 6 julio y 17 octubre 1989 (R. 1.989, 1.211, 2.158, 2.999, 5.405 y 6.929), y
16-5-1990 (R. J. 1990, 3.732)], que, juntamente con otras, marcan la doctrina de la misma, no permiten la
aplicación del concepto de cultivador personal al recurrente, aunque por su naturaleza la explotación
ganadera sea hasta cierto punto menos absorbente que la propiamente agraria, porque el detalle de la
"preferencia" para ser profesional de la agricultura no es ingrediente propio del cultivador personal, que
requiere un acento de "exclusividad" que no se da en el caso del recurrente.»
- 1 de junio de 1992 (A. 4.979):
«Se requiere, por tanto, una dedicación exclusiva a las labores agrarias sobre la finca arrendada, y no
puede ser de otra manera, ya que el apartado 2 del propio artículo 16 lo considera en todo caso como
"profesional de la agricultura", y si este profesional se caracteriza por una dedicación "preferente" a las
tareas agrarias, mayor dedicación es obvio que ha de exigirse al "cultivador personal", pues si no carecería
de sentido que la Ley lo destacase como figura independiente y le diese un trato privilegiado en su regula ción, muestra del cual es el derecho de adquisición forzosa de la finca arrendada. La nota de "exclusividad",
por tanto, ha de ser distintiva de la condición de "cultivador personal", y así lo ha venido reiterando la
doctrina de esta Sala [S 4-4-1992 (R. 1992, 2.939)] y las anteriores a esa fecha que en ella se citan.»
- 3 de julio de 1992 (A. 6.045):
«En el presente caso, la dedicación del actor al trabajo de reparación de vehículos automóviles como
chapista en talleres dedicados a esa actividad no resulta incompatible con la explotación de las fincas a que
se contrae el litigio, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de fincas dedicadas a prado en la casi
totalidad de su superficie, que es de unas dos hectáreas, con sólo una pequeñísima parte destinada a
huerto para la obtención de productos de consumo familiar, y que el actor cuenta con la ayuda de sus
padres, con los que convive, por lo que debe reconocerse en el demandante la condición de cultivador
personal que le atribuye la Sala "a quo", con la consiguiente desestimación del motivo examinado.»
Como puede verse, la línea jurisprudencial ha oscilado entre la exigencia de la exclusividad y la admi sión de la compatibilidad con otras actividades cuando hay ayuda de familiares. En cambio, las Audiencias
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se han inclinado claramente por esta última interpretación: Zamora (26 de abril de 1982), Lugo (12 de junio
de 1982) y Cuenca (26 de abril y 3 de junio de 1986). A mí me parece que desde luego es la más conforme
con la intención del legislador y con la finalidad del precepto, magistralmente expresado por CABALLERO
en el texto antes transcrito.
3. Por «Familiares» hay que entender parientes
No aclara la LAR el sentido del término «familiares», que había suscitado la polémica sobre si dentro
del mismo cabía incluir no sólo a los parientes en sentido estricto, sino a personas que son de hecho como
un miembro más de la familia: criadas con vinculación de muchos años, novios de las hijas, etc.
Ahora bien, ha de destacarse que el texto de la nueva ley habla de familiares, simplemente, y no de
«familiares en su más amplio sentido», como decía la legislación anterior. Lo cual abona la interpretación
de que hay que entender el término en sentido estricto, es decir, como personas unidas por un vínculo de
parentesco, sea el que sea, interpretación que es la que ha venido sosteniendo el Tribunal Supremo.
Esta interpretación, que mantuve en mis Comentarios prácticos a la Ley de Arrendamientos Rústicos,
ha sido compartida por los comentaristas posteriores: HIDALGO (18), CORBACHO (19), AGUNDEZ (20) y
CABALLERO (21).
En el mismo sentido se ha pronunciado la sentencia del Tribunal Supremo de 3 de julio de 1992
(Aranzadi, 6.045):
«El actor cuenta con la ayuda de sus padres, con los que convive, por lo que debe reconocérsele la
condición de cultivador personal.»
Por tanto, toda clase de parientes, ascendientes, descendientes o colaterales, por consanguinidad,
adopción o afinidad.
4. El requisito de la convivencia
No concreta la LAR si la convivencia ha de ser bajo el mismo techo o puede atenderse a una concep ción amplia del hogar con varias sedes físicas (por ejemplo, el padre puede vivir en el pueblo y el hijo en la
finca, o viceversa), ni si ha de ser continuada o con interrupciones. Estos extremos también han dado lugar
a posiciones encontradas.
En cambio, se suprimió, en el Senado, el requisito de la dependencia económica, por estimarlo difícil mente conciliable con las actuales circunstancias familiares.
Como en la nueva ley la condición de cultivador personal no confiere ningún privilegio, sino la mera
posibilidad de ser arrendatario, parece que, siempre que exista un razonable grado de convivencia, la
ayuda de los familiares en esa situación no será óbice para que el cultivo se considere como personal.
Hay que tener en cuenta que el precepto está pensado para posibilitar al arrendamiento por parte de
aquellos para quienes la actividad agraria no es su dedicación preferente, como ya apuntó la sentencia de
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8 de octubre de 1955, por lo que suprimir la exigencia de la dependencia económica es perfectamente
lógico, si no se quiere atar a los familiares a una actividad marginal.
En esta línea de interpretación amplia, que he mantenido en mis Comentarios prácticos a la Ley de
Arrendamientos Rústicos, se mueve también CABALLERO (22):
«Se amplía el ámbito del concepto de cultivador personal, pues tal condición la tienen tanto el que
recibe ayuda de sus hijos menores no emancipados como el que lo hace de los que ya son mayores de
edad, siempre que convivan en el domicilio. De exigirse la dependencia económica en los familiares cola boradores, raro sería el arrendatario que reuniese la condición de cultivador personal, pues el hijo mayor
de dieciséis y menor de dieciocho años que trabaja en las tierras cultivadas por su padre o madre y que
convive con ellos en el domicilio familiar, en buena -si no total- medida ya no depende económicamente de
ellos, puesto que los ingresos obtenidos de su trabajo, una vez detraída su equitativa contribución al
levantamiento de las cargas de la familia, como ordenan los artículos 155-2.º y 165, párrafo 3, del Código
Civil, pertenecen a su libre administración, al menos en cuanto a la administración ordinaria se refiere; por
tanto, al quedar excluida la administración paterna, como indica el artículo 164.3 del Código Civil, el menor
sería independiente y el arrendatario no podría emplearlo en el cultivo de las fincas arrendadas, bajo pena
de perder la condición de cultivador personal y quizá el contrato. »
La jurisprudencia del Tribunal Supremo se ha inclinado igualmente por esta tesis de una interpretación
no restrictiva del requisito de la convivencia, declarando:
«Los recurrentes llevan de modo personal y directo las fincas del actor, sin que el hecho de la residen cia del padre en..., a muy pocos kilómetros del pueblo, impida tal consideración habida cuenta del tipo de
cultivo de las fincas, de su extensión y proximidad entre sí... y de que el hijo vive con su esposa en casa
aneja a una de las fincas.» (S 5-12-1986, A. 7.221).
«En el genérico concepto de asalariado que el artículo considera debe comprenderse la actividad del
hijo no conviviente equivalente a la que puede desempeñar el tercero, ya que no puede hacerse de peor
condición de aquél a éste a tales fines.» (S 28-1-1988, A. R. 153).
«Todo ello de acuerdo con la doctrina tendente a mantener, en casos dudosos y siempre que el
arrendador no pretende la explotación o cultivo directo y personal de la finca, el principio de conservación
del contrato, asentado en el concepto, más flexible que rígido en relaciones padre-hijos, de cultivador
personal que recogen, entre otras, las Sentencias de 15 y 17 de octubre de 1984 y 25 de abril de 1983.» (S
5-12-1986, antes citada).
«"Pese a su considerable edad, se dedican (los actores arrendatarios) a las labores agrícolas, siendo
ocasionalmente ayudados por parientes que no conviven con ellos", debe entenderse cumplido el requisito
exigido por el citado artículo 16, ya que esa ayuda ocasional prestada por familiares no convenientes no
puede determinar la pérdida de esa condición de cultivador personal, admitida como está por el mismo
precepto la ayuda por asalariado, aunque sea circunstancialmente.» (S 2-6-1992, A. 4.979)
Como puede verse, el Tribunal Supremo tiende a dar un valor totalmente secundario al requisito de la
convivencia, hasta llegar a dejarlo, en la práctica, sin efecto.
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5. El problema de la incapacidad sobrevenida
La segunda parte del apartado 1 es nueva, y viene a resolver, con criterios humanitarios, el problema
de la incapacidad sobrevenida; siendo previsible que evitará buena parte de las situaciones de convivencia
y dependencia ficticias que se originaban por el callejón sin salida a que se veían abocados muchos culti vadores personales de edad avanzada expuestos a perder su condición de tales, en razón a sus achaques,
cuando más necesidad tenían de mantenerla.
CABALLERO (23) ha realizado un examen exhaustivo de las sentencias referidas a la compatibilidad
entre la condición de pensionista y la de cultivador personal. Después de analizar las sentencias de 17 de
enero y 19 de mayo de 1986, 11 de diciembre de 1987, 28 de enero y 3 de junio de 1988, 20 de febrero, 17
de marzo, 28 de abril y 6 de julio de 1989, y 26 de febrero, 27 de marzo y 2 de junio de 1992, invoca espe cialmente ésta última para estimar superada por la doctrina de la Sala Primera la polémica suscitada, y
afirma que «es hoy doctrina jurisprudencial consolidada la posibilidad de que los pensionistas de la Segu ridad Social puedan ostentar la cualidad de cultivadores personales». Invocando como justificación de esta
nueva orientación el cambio sobrevenido en la normativa de la Seguridad Social y la circunstancia de que la
condición de cultivador personal es una cuestión de hecho, cuya concurrencia habrá de verificarse en cada
arrendatario en concreto.
IX. VIGILANCIA DEL REQUISITO DE LA PROFESIONALIDAD
El artículo 17 de la LAR establece:
«En los contratos celebrados con quienes no sean profesionales de la agricultura, o aun siéndolo
superen los límites que resulten de la aplicación del artículo siguiente, si el arrendador, previo requeri miento del IRYDA, no hiciese uso en el plazo de treinta días del derecho que le otorga el artículo 76, dicho
organismo tendrá la facultad de arrendar la finca, abonando como renta la usual en la comarca.
En tales casos, y salvo lo dispuesto en el apartado c) del artículo 15 de esta Ley, las fincas serán suba rrendadas a personas de las comprendidas en los apartados a) y b) del artículo 15, y preferentemente a los
titulares de explotaciones colindantes que no alcancen los límites mínimos de viabilidad.»
El legislador, al introducir el nuevo requisito de la profesionalidad, no quiso dejar su cumplimiento a la
voluntad de las partes, sino que atribuyó al IRYDA una facultad de vigilancia, con las consecuencias que en
este precepto se expresan.
Es imposible analizar, dentro de los límites racionales de esta ponencia, las múltiples cuestiones y
dudas que suscita este precepto:
-
- 18 -
En
En
En
En
cuanto
cuanto
cuanto
cuanto
a
a
a
a
su constitucionalidad (24).
su carácter, expropiatorio (25) o sancionador (26).
la fundamentación jurídica de la acción del arrendador(27).
la posición procesal del IRYDA y demás dificultades de índole procedimental (28).
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Todas esas dificultades, y la discrecionalidad atribuida al IRYDA en cuanto a la utilización de las facul tades que en él se le conceden, han llevado a que su aplicación o no se haya dado o haya pasado desa percibida. Desde luego, no se conocen sentencias de las Audiencias ni del Tribunal Supremo, lo cual
parece indicar que ni el IRYDA ni los organismos similares de las Comunidades Autónomas han querido
meterse en ese avispero. Actitud que juzgo sumamente prudente.
X. LA SITUACIÓN DE LOS CIUDADANOS DE OTROS PAÍSES DE LA UNI_d3N EUROPEA
El artículo 14 de la LAR disponía en su apartado 2 que «no podrán ser arrendatarios los extranjeros,
salvo los súbditos de aquellos países que apliquen a los españoles el principio de reciprocidad en esta
materia».
Pero la Directiva 67/531/CEE, de 25 de julio, del Consejo de las Comunidades Europeas, obligó a los
Estados miembros a suprimir las restricciones que en el Régimen de los Arrendamientos Rústicos pudieran
existir en relación con los nacionales y sociedades de otros Estados miembros.
Por consiguiente, se procedió a la supresión de las restricciones existentes al respecto en el ordena miento jurídico español mediante la Ley 5/1991, de 28 de febrero, de modificación parcial del artículo 14 de
la LAR, cuyo apartado dos queda redactado así:
«Dos.- No podrán ser arrendatarios las personas y sociedades extranjeras. Se exceptúan, no obstante:
a) Las personas y sociedades nacionales de los Estados miembros de la Comunidad Económica
Europea.
b) Las personas y sociedades nacionales de los demás Estados que apliquen a los españoles el princi pio de reciprocidad en esta materia.»
XI. CONCLUSIÓN
Catorce años de vigencia de los artículos 14, 15 y 16 de la Ley de Arrendamientos Rústicos han puesto
de manifiesto que su interpretación y aplicación han sido fuente de abundante litigiosidad.
Lo que no está tan claro es que hayan servido para conseguir la máxima eficacia en el cultivo, para
facilitar la creación de explotaciones dirigidas por empresarios sin medios para adquirir la tierra pero
dispuestos a consagrarse a su cultivo o para hacer posible el incremento de las explotaciones que ya
posean los agricultores modestos. Tampoco para fomentar la dedicación personal a la actividad agraria.
Sería aconsejable realizar un estudio serio sobre si esos objetivos se han alcanzado y en qué grado.
Así podríamos saber si las supuestas ventajas compensan los inconvenientes.
A falta de tal estudio, y fiado sólo de los datos que cabe obtener de la observación y de la práctica del
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despacho, permítaseme seguir sosteniendo que la introducción del requisito de la profesionalidad para
poder ser arrendatario no ha sido precisamente un acierto de la Ley de 1980.
NOTAS:
(1) En adelante, LAR.
(2) Esta interpretación de mis Comentarios prácticos a la Ley de Arrendamien-tos Rústicos (pág. 71 de
la 1.ª edición) ha sido recogida casi con las mismas palabras por las sentencias de 20 de febrero de 1989
(A. 1.211) y 26 de febrero de 1992 (A. 1.245).
(3) HIDALGO, Manuel, Ley de Arrendamientos Rústicos. Comentario Y formularios, Editorial Tecnos,
1986, pág. 63.
(4) Ver, por ejemplo, la de 19 de mayo de 1986 (A. 2.732).
(5) AGUNDEZ FERNANDEZ, Antonio, Comentarios ala Ley de Arrendamientos Rústicos, Editorial
Comares, 1987, pág. 69.
(6) CABALLERO LOZANO, José María, El cultivador personal en la Ley de Arrendamientos Rústicos,
Editorial Tecnos, Colección Jurisprudencia Práctica, 1993, pág. 15.
(7) AGUNDEZ FERNANDEZ, Antonio, op. cit., pág. 70.
(8) HIDALGO, Manuel, op. cit., pág. 63.
(9) HIDALGO Manuel, op. cit., pág. 64.
(10) CABALLERO LOZANO, José María, op. cit., pág. 16.
(11) AGUNDEZ FERNANDEZ, Antonio, op. cit., pág. 65.
(12) MARTINEZ VALENCIA, Juan, Comentarios a la Ley de Arrendamientos Rústicos. Jurisprudencia y
Formularios, Editorial Dykinson, 1991, pág. 99.
(13) MARTINEZ VALENCIA, Juan, op. cit., pág. 102.
(14) MARTINEZ VALENCIA, Juan, op. cit., pág. 104.
(15) CABALLERO LOZANO, José María, op. cit., pág. 12.
(16) BALLARIN MARCIAL, Alberto, «Sobre el concepto de cultivo directo y personal», en R.D.pr., núm.
145, abril 1954, págs. 281-293.
(17) CABALLERO LOZANO, José María, op. cit., pág. 16.
(18) HIDALGO, Manuel, op. cit., pág. 74.
(19) CORBACHO GOMEZ, José Antonio, Estudios sobre la Ley de Arrendamientos Rústicos, Secreta riado de Publicaciones, Universidad de Murcia, 1982, pág.
(20) AGUNDEZ FERNANDEZ, Antonio, op. cit., pág. 74.
(21) CABALLERO LOZANO, José María, op. cit., pág. 13.
(22) CABALLERO LOZANO, José María, op. cit., pág. 13.
(23) CABALLERO LOZANO, José María, op. cit., págs. 19 a 22.
(24) MASA ORTIZ, Miguel, «La Ley de Arrendamientos Rústicos, ¿Anticonstitucional?», Revista del
Poder Judicial, Madrid, marzo 1983. pág. 68.
(25) AGUNDEZ FERNANDEZ, Antonio, op. cit., pág. 79.
(26) MARTINEZ VALENCIA, Juan, op. cit., pág. 115.
(27) HIDALGO, Manuel, op. cit., pág. 77.
(28) Véanse mis Comentarios prácticos... y los pormenorizados estudios que dedican a este artículo los
autores citados en las cuatro notas precedentes.
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