Nacimiento de la polis

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EL NACIMIENTO DE LAS POLIS
En el trabajo anterior tuvimos la oportunidad de estudiar y conocer el proceso de formación de las
ciudades−estado: cómo, dónde y bajo qué circunstancias surgieron. Ahora nos ocuparemos del paso siguiente:
Las Polis. A grandes rasgos sería como la superación o el complemento de las primeras, ya que el concepto
de Polis es mucho más amplio y complejo, además de abarcar conceptos que van más allá de la ciudad. Aquí
radica la diferencia principal y la importancia que tuvo Grecia para la conformación tanto de la mente
contemporánea como de la organización político−social de nuestros días: Las ciudades estado eran una
entidad física, sin más pretensiones ni segundas interpretaciones, sin embargo la formación de las polis
encierra gran complejidad por ser un proceso en el que interviene un cambio de mentalidad que se tradujo en
una nueva forma de ordenar el mundo. La polis va más allá del ágora, pero la simple presencia del ágora lleva
intrínseca una serie de ideas absolutamente nuevas para la época.
Voy a intentar deducir el proceso de formación de las polis a través de la comprensión de uno de los pocos
libros supervivientes del momento: La Política de Aristóteles. Me gustaría comenzar estableciendo unas bases
derivadas de las diferentes lecturas que he tenido ocasión de hacer, y es que el concepto que pudiera tener
Aristóteles sobre las Polis no es ni el único ni el más correcto, ya que, aunque él escribió sobre su momento
histórico lo hizo (obviamente) desde su perspectiva y no pudo contar con la visión global del asunto. De todas
formas sí da pistas sobre la percepción en su presente, lo que nos ayuda a comprender la mentalidad de aquel
entonces y la envergadura de lo que se estaba gestando. El problema es que aunque las polis sí respondían a
unos mínimos para definirse, no surgieron a la vez ni tuvieron unas características homogéneas, lo que hace
más complicada su catalogación, pero hemos de comenzar desde el principio.
No es tarea propia del poeta decir lo que ha sucedido, si no qué cosas podrían suceder y son posibles según
lo verosímil o lo necesario (). En eso se diferencia del historiador, en que éste relata lo sucedido, y él lo que
podría suceder.
Aristóteles, Poética, 1451b 36
Bajo esta afirmación pretendo centrar mis argumentos: por un lado tenemos a este autor al que sí podemos
considerar como fuente fiable, ya que se esmeró en retratar su realidad con cuidado y pulcritud, y por otro
tenemos las fuentes homéricas, que aunque no tenían ninguna intención histórica, constituyen una riqueza
ilimitada de datos que hay que saber interpretar. Si conjugamos las obras de estos dos autores tan dispares en
la forma podremos configurar un pasado más cierto y más preclaro, teniendo en cuenta que la labor de
Aristóteles se centró en filosofar a cerca de las circunstancias que le preocupaban tales como la sociedad, las
leyes, las artes etc. Y que Homero hizo un trabajo de recopilación de antiguos poemas que le habían llegado
por medio de la tradición oral y que sin duda reflejaban los gustos y preocupaciones de la población griega en
un período de tiempo amplísimo. La puesta en común de ambos debe llevarnos a un lugar idéntico, aunque los
caminos tomados sean diferentes.
Con Aristóteles se nos muestra un concepto absolutamente novedoso, un paso mental que nos enseña que la
palabra polis encierra un proceso de retroalimentación que engloba por un lado la entidad física de lo que será
la ciudad y por otro la gestación del concepto de ciudadano, o auténtico peso pesado que dará sentido al
espacio físico concreto.
La política tiene por objeto la vida del hombre en la polis, el análisis de las instituciones, de las leyes y
regímenes que los hombres se han dado en su vida en común, para explorar desde ahí, cuáles de las virtudes
privadas pueden ser consideradas también virtudes públicas y cuál puede ser el régimen que mejor concuerde
con ellas. En suma, el objeto de la política es la comunidad buena (o el buen gobierno) de los hombres
asociados.
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Ahora bien, como Aristóteles considera al ser humano como zoon politikón, o sea, un animal cívico, social o
literalmente un animal político, él mismo no deja de recordarnos constantemente que la virtud, la justicia y la
felicidad se alcanzan, en nuestro caso, socialmente, en relación con los otros en la ciudad, en la polis, es decir,
políticamente.
Aristóteles delimita perfectamente la definición de ciudadano, porque no se es ciudadano por el mero hecho
de vivir en la polis, y esta es la abstracción mental a la que me refería. Exclusivamente se pueden considerar
ciudadanos aquellos que participan en las funciones judiciales y de gobierno. Él mismo afirma que un niño o
un anciano no son ciudadanos plenos, y de esto se deduce que el privilegio de ser politeia viene dado por la
aportación al bien de la comunidad. En cierto modo el individuo pierde protagonismo para formar parte
del todo, lo particular pierde fuerza para cedérsela al grupo, que da sentido completo a la unidad política que
es la polis.
La sociedad que nos describe Aristóteles es absolutamente cerrada: la desigualdad es absoluta, pero ayuda a
que los lazos de unión entre grupos se hilen más fino. Al principio el individuo como tal no existe, era un
miembro de la familia (genos), y entre él y la sociedad se daban tres tipos de vínculo: las clases, el
parentesco y el oikos. Entonces la organización social era en base a esto, la aristocracia formaría el grupo
privilegiado, y a la cabeza estaría el basileus o rey, que tendría bajo su poder un oikos o tierra con estructura
particular. En él viven los demos y los thetes : los primeros son pequeños propietarios demiurgos, algo
sospechosos porque no estaba clara su procedencia, y los segundos eran los jornaleros, que no pertenecían a
ninguna familia, se veían obligados a trabajar para la nobleza y su única remuneración era su propia
manutención.
Las tierras que pertenecían a los basileis eran conocidas como temenos, y les eran conferidas por el pueblo en
recompensa por sus funciones públicas, pero al tornarse hereditario el poder de los basileis estos reciben los
temenos de sus antecesores y pueden disponer de ellos a su voluntad. En esta unidad económica formada por
el basileus y su familia, la tierra y otras fuerzas de trabajo que es el oikos se encierra el desencadenante del
milagro griego y el nacimiento de la polis.
El problema de los oikos es como siempre el de la propiedad de la tierra. Con el surgir de la agricultura vimos
que las tierras eran del templo pero las explotaba el campesinado, al igual que ocurrió en las primeras
ciudades. En Grecia el proceso es similar o por lo menos la consecuencia es idéntica, aunque la tierra no es de
nadie, por endeudamientos u otras causas siempre acabará en manos de oi aristoi, de los mejores, los basileis.
Esto ocurrió al final del arcaísmo, con motivo de las colonizaciones. Aún resulta extraño comprender cómo
tanta actividad se concentró en un espacio geográficamente hostil como es Grecia, un lugar donde los llanos
brillan por su ausencia, donde el terreno es escarpado y donde los ríos son plenamente estacionales y escasos.
Quizás fue precisamente por estas condiciones adversas que los habitantes de la península Helénica se vieron
obligados a idear nuevas formas de relación con el medio.
Los acontecimientos no suelen ser predecibles y la historia en el momento en que se están desarrollando los
hechos podría haber tomado otro curso, porque la realidad es contingente. Sin embargo no existen razones, la
evolución humana se podría haber configurado de otra manera y en otro lugar, pero lo cierto es que todo lo
que se gestó en Grecia ha tenido una importancia fundamental para la formación del mundo moderno, quizás
las mismas causas en otro sitio habrían desembocado en algo totalmente diferente, ya que sacar el paradigma
de contexto hace que pierda todo su sentido.
Anteriormente me había referido a las colonizaciones. El crecimiento demográfico hizo que el espacio
territorial no fuera apto para albergar tanta gente por lo que muchos se vieron obligados a emigrar. Unos lo
hicieron a tierras lejanas, y otros a los perímetros de esos mismos oikos. El basileus tuvo sumo cuidado de
crear una dependencia mental con los thetes y los geneton que habían marchado y que estaban ocupando una
parcela que realmente no era de nadie, y lo hizo mediante el pago ridículo de un impuesto que era mínimo,
pero garantizaba que el thetes nunca pensara la tierra como suya. Los basileis aprovecharon su poder dejando
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marchar a miembros de sus oikos a sabiendas que para explotar otras tierras necesitarían recursos, y estos
recursos se los iban a pedir a ellos: los thetes no podrían comenzar solos, sin ayuda, y los basileis le iban a
cobrar esta ayuda con creces: atándolos para siempre a trabajar en una tierra que poco a poco parecería que
formaba parte del oikos principal. En una primera instancia esto no crea ningún problema, pero cuando se
dicta que solamente es ciudadano aquél poseedor de tierras, los thetes empezarán a revelarse.
Estas colonizaciones por otro lado trajeron consigo un cambio importante en la economía: se pasó de una
agricultura de subsistencia a una de mercado, gracias al archiconocido excedente. Se empezó a valorar como
moneda de pago el aceite y el vino, lo que supuso que los cultivos cambiaran y se necesitaran tierras más
grandes, para lo que la aristocracia decidió directamente usurpársela a los thetes, alegando que esas tierras
eran suyas y que ellos simplemente se las arrendaban.
Bajo este panorama es fácil suponer que el conflicto iba a tomar forma pronto, aunque esta es la historia de la
humanidad, los que pueden pisar, pisan, los otros llega un momento en que se defienden y se ponen en su
sitio, para posiblemente después pisar al que tienen debajo. Los estudiosos han determinado la stasis, o
conflicto social, como el elemento vertebrador de las polis. Por un lado tenemos el descontento de los thetes
que han sido despojados de sus tierras y se han visto obligados a trabajar en las del basileus (que era lo que
hacían antes pero sin darse cuenta), por otro a la aristocracia acomodada que se centra en la defensa, la
administración de justicia y en los negocios y por otro un mercado cada vez más flexible por el movimiento
de la producción entre ciudades.
La stasis se vio agudizada cuando los grupos desfavorecidos de la sociedad pasaron a tener un nuevo
instrumento de presión, su presencia en los ejércitos hoplíticos, la nueva estructura militar que se extiende en
Grecia y que depende de la participación masiva de soldados de infantería. Ante la creciente saturación
poblacional y la stasis, las aristocracias de muchas ciudades−estado derivaron parte de sus excedentes
poblacionales al exterior, configurando la gran colonización griega. Pero este proceso también tuvo
importantes motivaciones comerciales. De hecho la colonización, basada en la fundación de nuevas ciudades
(apoikia) también generó otras formas de contacto comercial complementarias basado en la difusión de los
emporia, puertos de comercio generadores de intensas transacciones económicas.
Además de cierto desahogo, factores como el comercio, el crecimiento demográfico, o el aumento de
población trajeron consigo la necesidad de defender constantemente las fronteras del oikos. Los Basileis
empezaron a darse cuenta que bajo una alianza sería más fácil proteger sus reinos, y aquí entramos en el quid
de la cuestión de la creación de la polis: el sinecismo. Este proceso consistió en unir los oikos estableciendo
un poder político central, promovido por los basileis que perdían poder de forma personal y consciente para
delegarlo en magistraturas, siendo este el principio de la política moderna, y el inicio de la creación de las
polis como entidad física y social.
Por lo tanto la figura del basileus desaparece como tal, ya que se hace prescindible, siendo este un paso muy
importante porque es el primer precedente en la historia en el que se sacrifica lo particular por la comunidad, y
aunque supongo que las intenciones eran para el propio beneficio, la realización de este hecho ha tenido una
repercusión visible a día de hoy, solo hace falta mirar nuestra forma de gobierno.
Sin embargo, la stasis seguía cuestionando la continuidad de las comunidades políticas, por lo que las
aristocracias trataron de frenar la conflictividad social con el nombramiento de legisladores encargados de
poner por escrito el derecho ordinario. La actividad de los legisladores pretendía reducir la arbitrariedad de
una justicia que, de todas formas, seguía estando controlada por los propios aristócratas y cuyo principal
asunto era la cruda cuestión de las deudas, que estaba llevando a gran parte de la población campesina a
formas de dependencia (esclavitud por deudas, hectemorado).
De este modo, también las colonias inician su andadura bajo la guía y protección de la aristocracia y el
fundador adquiere el estatuto de héroe al que se rinde culto como a los héroes fundadores legendarios de las
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ciudades de la Hélade, retratados por Homero hasta la saciedad. El proceso colonial representa, pues, un
efecto del desarrollo conflictivo de la formación de la polis, pero también una proyección de sus líneas
dominantes.
He entendido el nacimiento de la polis como una especie de dicotomía que forma parte de un todo, algo así
como el cuerpo y el alma, y me gustaría estructurarlo de esta manera. El cuerpo, o proceso ya está descrito,
ahora voy a pasar a la parte más abstracta del asunto, al alma de la polis, quién forma parte de ella, y cuáles
son las innovaciones que sobresalen.
La polis es una de las cosas que existen por naturaleza; y el hombre es, por naturaleza, un animal político.
Nos hayamos ante una forma de gobierno totalmente nueva. La vida humana, individual y social se desarrolla
y se encierra en la polis, no hay otra civilización que la ciudad, todo lo que se encuentra fuera de la polis es
bárbaro. El hombre se integra y se auto realiza en el área de esa jurisdicción política: él pertenece a la polis y
viceversa. Es una comunidad autosuficiente en la que se satisfacen todas las necesidades del hombre, es una
comunidad perfecta, responde a la naturaleza humana y disfruta de independencia total. Muestra la libertad
política a través de la participación en las asambleas y magistraturas, aunque esta libertad le corresponda
solamente a los ciudadanos, que ni que decir cabe no eran todos los integrantes, o más bien, partícipes de la
ciudad.
El hombre solitario es una bestia o un dios.
Un ciudadano es aquél que participa en las labores judiciales y de gobierno. Pero no solo basta con esto, ya
que los matices son infinitos: es necesario que ambos padres sean ciudadanos para que el hijo lo sea también,
y dentro de la categoría de los ciudadanos, hay una división entre ciudadanos incompletos, que son aquellos
que aún no han llegado a la mayoría de edad y jubilados, los ancianos que ya han sido borrados de la
inscripción cívica. La definición de ciudadano es relativa del lugar donde se la aplique, varía según la forma
de gobierno y en este caso Aristóteles se refiere al sistema democrático principalmente.
Mercaderes e industriales no deben ser admitidos a la ciudadanía, porque su género de vida es abyecto y
contrario a la virtud.
El trabajo común a todos los ciudadanos es la prosperidad de su estado, sin importar las diferencias de los
destinos de sus actos, así, la virtud del ciudadano se refiere exclusivamente a la relativa al estado, pero como
este se encuentra revestido de diferentes formas según el tipo de gobierno que adopte, la virtud del ciudadano
no puede ser nunca una, al contrario de la virtud del hombre de bien, que es una y absoluta , entonces, es lícito
que la virtud del ciudadano sea distinta que la del hombre privado. Esta idea no hace más que sorprenderme,
aunque me imagino que no habrá que tomárselo al pie de la letra, quizás se refiera que en lo particular cada
uno puede comportarse como le venga en gana y en el ámbito público hay que ponerse la máscara.
La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados,
realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.
Teniendo en cuenta la república perfecta, que es para él una de las formas de gobierno no desviadas donde
cada ciudadano debe llenar las funciones que le han sido confiadas, puede existir identidad entre la virtud
cívica, que puede variar según la función que cada uno desempeñe dentro de la república perfecta, y la virtud
privada, que tiene que ser única y puede no encontrarse presente en todos los hombres. El magistrado digno
de ejercer el mando, debe de contar con esta doble virtud: de buen ciudadano y de hombre de bien, por lo que
a los hombres destinados a ejercer el poder es preciso educarlos de manera especial. El buen ciudadano debe
poseer las virtudes, tanto de mando (la prudencia), como de súbdito (la obediencia), y contener así la ciencia y
la fuerza del mando y la obediencia. Debe saber tanto obedecer como mandar a los que los obedecen.
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Se piensa que lo justo es lo igual, y así es; pero no para todos, sino para los iguales. Se piensa por el
contrario que lo justo es lo desigual, y así es, pero no para todos, sino para los desiguales
El concepto de la política actual no siempre se ha correspondido con lo que realmente sucedía en la polis
griega. Además, en aquella sociedad el enriquecimiento espiritual y personal de los ciudadanos que
participaban activamente en la polis, incluso cuando ésta se llamaba a sí misma democracia, estuvo basado en
una rígida división social del trabajo y en la existencia de esclavos. A los ciudadanos les convenía participar
en las tareas de la polis porque eso los hacía más dignos y privilegiados que todos los que no tenían el derecho
de ciudadanía, además la participación política en los asuntos de la polis es intelectual y espiritualmente más
satisfactoria que dejar tales asuntos en manos del tirano o de una oligarquía.
Probablemente Aristóteles hablando de la igualdad dictó esa sentencia porque estaba del lado de los
favorecidos, pero lo cierto es que los favorecidos eran los mínimos. El fin último de la polis era la felicidad,
y posiblemente desde su posición sería mucho más fácil de alcanzar que desde la posición de los thetes.
Un estado es gobernado mejor por un hombre bueno que por unas buenas leyes.
Esta frase encierra el pensamiento aristotélico de la existencia de formas de gobierno buenas y formas de
gobierno desviadas ya que en Grecia, según el momento, hubo variantes. Como buenas tenemos la
monarquía, la aristocracia y la república, y como desviadas la tiranía, la oligarquía y la democracia.
Resulta curioso que la democracia se encuentre en este grupo, pero no es tan sorprendente si nos metemos en
la cabeza de una persona que opina que el pueblo es innoble, que piensa que si gobiernan los pobres lo harán
en su propio beneficio, en el beneficio de la mayoría. La ley es un convenio para garantizar los derechos de
los ciudadanos, aunque esto no los haga ni mejores ni peores.
Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado
les adulará.
El concepto aristotélico de justicia política abarca dos aspectos: justicia de la polis como ordenamiento
adecuado a la naturaleza política del hombre y justicia en el sentido de un modo de vida democrático (la ley y
el deber propio del ciudadano), que exige la cooperación de todos los habitantes en la comunidad política.
El fin de la política debe ser el bien del hombre
La justicia política es para Aristóteles un requisito esencial que debe mantener el buen ciudadano para que
exista una polis digna de tal denominación y que pueda realizar su finalidad especifica. Pero según todo lo
expuesto anteriormente la justicia política solo puede existir entre personas libres e iguales que conviven
como ciudadanos dentro de una comunidad propiamente política, una comunidad formada por leyes y
costumbres que mantienen un modo de vida propiamente democrático.
La asimilación de todas estas innovaciones no tardó en hacerse oír, tuvieron repercusiones inmediatas gracias
a las colonizaciones y a la expansión griega, que ayudaron a que pronto otras culturas tomaran contacto con
esta inédita forma de estructurar la sociedad, de entender la ciudad.
La ciudad ha pasado de ser un simple espacio de convivencia o supervivencia a un centro cultural donde
además de realizar las labores propias de lo cotidiano se persigue la superación propia del hombre ( y digo del
hombre porque se consideraba a la mujer portadora de todo mal por traer hijos al mundo, aunque es sabido
que también tuvo su protagonismo), donde cuestiones como el arte y el pensamiento empiezan a tener cabida,
y donde por primera vez se tiene noción de grupo, casi de fraternidad.
Por eso no es de extrañar que de pronto en roma se empezaran a dar unas características similares a las ya
mencionadas polis griegas. Tras la expulsión de los etruscos, la aristocracia romana estableció como sistema
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de gobierno una república que en sus comienzos fue muy semejante a la polis tanto por su reducido territorio
y escasa población como su forma aristocrática de gobierno.
Los romanos la llamaron Civis.
Su carácter aristocrático se debió a que el conjunto de ciudadanos estuvo formado al principio sólo por la
clase alta o patricios, que eran los únicos que poseían los derechos de ciudadanía. Posteriormente se
introdujeron los plebeyos, quienes lograron colocar un representante dentro de la estructura republicana, el
tribuno de la plebe, que defendía los intereses de esta clase ante el resto de las magistraturas romanas. La
república Romana reunía lo mejor de los tres poderes conocidos: monarquía, oligarquía y democracia.
Armonizaba los intereses de sus miembros través de una tríada institucional de poder dada por las
magistraturas, el senado y los comicios. Del mismo modo que en Grecia las tradiciones romanas posteriores
adornaron su surgimiento con diversas leyendas recogidas especialmente por el historiador romano Tito Livio,
que vinculan el origen de Roma a un linaje de dioses y héroes como viéramos anteriormente en las fuentes
homéricas.
Podemos considerar las polis como precursoras de las civitas romanas, pero sin embargo existen algunas
diferencias importantes: El griego piensa en términos filosóficos, políticos o morales, como nos ha
demostrado Aristóteles, y los romanos lo hacen en términos jurídicos, es más, uno de los más grandes
legados romanos ha sido la invención del derecho, dejándonos como herencia el ius civile, que es el derecho
positivo, producto de la ciudad; el ius gentium que es el derecho común a todos los pueblos y el ius natural.
Roma tiene la particularidad de basar sus principios en el derecho y en las instituciones jurídicas, pero la
noción de la realidad en Grecia es otra cosa.
Aristóteles expresaba la concepción griega de la vida haciendo alusión a la polis como la unidad constitutiva y
la dimensión de la existencia. Por lo tanto en el vivir político los griegos no veían una parte o un aspecto de la
vida, la veían en su totalidad y en su particularidad, no había otra manera de asimilar el presente.
Esta es la idea fundamental que he sacado del término polis, es muy importante reflejar su magnitud porque
va más allá de lo que podamos imaginarnos, es como un ente o un globo donde una vez que entras no quieres
salir, es un deber y a la vez la única forma de enfrentarse a su mundo circunstancial, por eso es tan novedoso,
porque obliga a un compromiso con la comunidad y con uno mismo más allá de la religión: el vivir político es
al mismo tiempo el vivir colectivo, el vivir asociado y más intensamente para alcanzar el fin último, la
felicidad. Es una especie de clic en la inteligencia humana que se supera planteándose cuestiones nunca vistas,
es descaradamente el inicio de la mente contemporánea.
Por el contrario, el hombre no político era un ser defectuoso, cuya insuficiencia consistía precisamente en
haber perdido o en no haber adquirido la dimensión y la plenitud de la simbiosis con la propia polis. El animal
político no se distinguía en modo alguno de un animal social, y ésta es la esencia que subyace de La Política
de Aristóteles.
No obstante me pregunto ¿Por qué si al ser la polis anterior en el tiempo a la civitas, hemos adoptado la
palabra ciudad del latín? Quizás me esté metiendo en camisa de once varas y la respuesta se halle
simplemente en una cuestión etimológica, pero a lo mejor es porque la concepción de ciudad tal y como la
entendemos hoy en día se parezca más a la civitas romana que a la polis griega, ya que la polis encierra en su
definición tantos matices y en aspectos tan dispares que para no desvirtualizar su primer significado se adoptó
el procedente de civitas_civitatis y sin embargo se utilizó la palabra política, hija directa de la polis para
designar un producto nacido en la arcaica ciudad griega, que es el arte de gobernar, aunque su sentido primero
fue, en resumidas cuentas, ser un buen ciudadano.
No creo necesario repetir dónde reside la importancia del nacimiento de las polis griegas, pero sí me gustaría
hacer una pequeña apostilla sobre Aristóteles: está más que claro que su inteligencia era suprailimitada, pero
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creo que peca un poco (bastante) de elitista, además me da la sensación de que fuera de contexto tiene otra
imagen que cuando lo miras hundido en su marco temporal: habla de libertad, habla de igualdad o de
democracia, pero lo hace o en sentido peyorativo o limitándose a incluir únicamente las clases sociales
elevadas.
Ya habíamos tenido la ocasión de hurgar en los orígenes del hombre: revolución agrícola, revolución urbana,
primeros esbozos de relaciones entre estados... Pero es ahora, y a partir de Grecia, cuando la evolución del ser
humano nos sorprende con un salto mental. En las polis no ha intervenido para nada la tecnología, el medio de
sustentarse era igual que las civilizaciones anteriores, pero se experimenta una curiosidad nunca vista antaño,
el paso del mito al logos: el paso a la nueva era.
EL NACIMIENTO DE LA POLIS
−UN PROCESO FÍSICO Y MENTAL−
Nunca se alcanza la verdad total, ni nunca se esta totalmente alejado de ella.(ARISTÓTELES)
BIBLIOGRAFÍA:
• M.I. Finley La Grecia Antigua, editorial Crítica, 1984 Barcelona.
• Monedero, Plácido Suárez, Espelosín, Gascó de la Calle Historia del Mundo Antiguo a Través de sus
Textos. 1 Grecia Alianza editorial, 1999 Madrid,.
• Domínguez Monedero Las Polis y la Expansión Colonial Griega Editorial Síntesis, 1991, Madrid.
• Pomeroy, Burslem, Roberts Historia Política, Social y Cultural Crítica, 2001, Barcelona.
• Aristóteles Política Altaya, 1993, Barcelona.
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