Lección 15: el helenismo y la dominación romana

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Catolicosenlinea2000
Lección 15: el helenismo y la
dominación romana
“No insistas en que te abandone y me vuelva,
porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde
tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios
será mi Dios. Moriré donde tú mueras y allí
seré enterrada. Que el Señor me castigue más
de lo debido, si logra separarme de ti algo
que no sea la muerte” (Rt.1, 16-17)
Hacia el año 398, el rey Artajerjes quiere organizar
Palestina en contra de Egipto que empieza a
constituir una amenaza contra Persia. Envía a Esdras a Jerusalén con la misión de poner
orden en el país. Esdras restaura solemnemente la Torá, que se convierte en la ley judía
oficial. Es un momento importante para el judaismo, al que da su forma definitiva de
comunidad religiosa centrada en la meditación de la palabra de Dios. Durante varios
decenios, Israel vivirá en paz bajo la administración persa.
El año 333 es una fecha importante. El joven rey de Mace donia, Alejandro, conquista
Grecia, destruye el poder de los persas y se forja un inmenso imperio que se extiende
desde Egipto hasta la India. Extiende la cultura griega y hace de la lengua de su pueblo la
lengua común (koiné: tal es el nombre griego que se le da a esta lengua, a la que será
traducido el Antiguo Testamento y en la que se escribirá el Nuevo). A su muerte, sus
generales, los diadocos, se reparten las tierras conquistadas. A Tolomeo, hijo de Lagos, le
corresponde Egipto (de ahí el nombre dado a su dinastía: los láguidas); a Seleuco le toca
Siria y los territorios del nordeste (dinastía de los seléuci- das).
Palestina se queda al principio bajo la autoridad láguida. Los judíos pueden entonces vivir
en paz, guardando el estatuto que tenían bajo la dominación persa, pero en el año 198
pasan a depender de los seléucidas, entrando en un período. A lo largo de este período
nacieron algunos libros bíblicos: la obra del Cronista y los últimos escritos proféticos.
El paso de la dominación persa a la dominación griega no trajo al principio ningún cambio
de importancia a la existencia judía. No ocurre lo mismo cuando los lejanos sucesores de
Alejandro entran en lucha unos contra otros.
El año 198, los elefantes sirios derrotan a las tropas egipcias. El rey seléucida, Antíoco III,
les quita Palestina a los vencidos.
Los láguidas habían sido tolerantes. Los seléucidas pretenden imponer a la fuerza la
cultura griega a todos sus administrados.
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Lección 15: El helenismo y la dominación romana
El año 167, Antíoco IV declara abolidos los privilegios que se les reconocían a los judíos.
Prohíbe el sábado y la circuncisión e instala en el templo «la abominación de la
desolación»: una estatua de Zeus.
El pueblo de Dios se divide. Están los colaboracionistas que aceptan la helenización. Están
los que piensan que hay que reconstruir primero a Israel sobre unas bases espirituales y se
pronuncian por la resistencia pasiva (formarán la secta de los fariseos). Y están finalmente
los partidarios de la rebelión armada: un sacerdote huye al monte con sus cinco hijos. Uno
de ellos, Judas, apodado el Martillo o Macabeo, dará su nombre a la familia. Consigue
liberar Jerusalén. El 15 de diciembre del año 164,
vuelve a establecerse el culto en el templo (la fiesta
judía de la Dedicación conmemora este
acontecimiento). Sus hermanos, que le suceden,
fundan la dinastía de los macabeos o dinastía
asmonea.
Desgraciadamente, los resistentes de coraje
indomable se convertirían pronto en tiranos. Los
sucesores de Judas se hacen nombrar sumos
sacerdotes por los reyes seléucidas y llegan a
perseguir violentamente a los judíos fieles.
El año 63, los judíos, divididos, piden el arbitraje de
Roma. Pompeyo se decide en favor de una facción
y viene a poner sitio a Jerusalén. La independencia
había durado poco tiempo. En adelante, el país
queda sometido a la dominación romana y luego a
la bizantina, bajo la cual permaneció hasta el siglo
VII de nuestra era, fecha de las invasiones árabes.
La literatura bíblica de esta época traduce las diferentes actitudes adoptadas por los judíos
en su confrontación con el helenismo.
1.- El primer libro de los Macabeos
Hacia el año 100, un escritor se pone a relatar la epopeya de Judas Macabeo y la de sus
dos hermanos, Jonatán y Simón. Considera que la lucha emprendida por estos héroes es la
continuación de la guerra santa emprendida en tiempos de los jueces y de los reyes. Los
macabeos son los auténticos defensores de la ley, y el «cielo» combate en su favor. El
helenismo es el mal absoluto. Los que pactan con él son unos traidores. Los verdaderos
fieles se afianzan en la prueba.
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Léanse sobre todo los c. 1-4.
2.- El libro de Judit y el libro de Ester
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Dos pequeños relatos novelescos en forma histórica contribuyen a sostener el entusiasmo
de los partidarios de la lucha violenta contra los perseguidores. Los dos personajes
centrales son dos mujeres; con su habilidad, logran detener la catástrofe que amenaza
abatirse sobre Israel; pero se subraya con cuidado que no son más que los instrumentos de
Dios; él es el que actúa y el que salva. Para ello se sirve de unos seres considerados como
los más débiles. Si el Señor ha actuado así en el pasado, podemos esperar confiados en el
porvenir. Basta con volverse a él con confianza.

En Judit léase especialmente el discurso de Ajior (5, 5-21), el de Judit (8, 11-27) y
su plegaria (9, 2-14).

Léase el conjunto del libro de Ester hasta el c. 9.
3.- El segundo libro de los Macabeos
Es el resumen de una obra en cinco volúmenes
escritos por Jasón de Cirene, literato que vivía
en país griego. El autor, un gran creyente, no
deja de hablar de un Dios al que hace intervenir
en los acontecimientos humanos. En su escrito,
que a veces se parece más a un sermón que a un
relato histórico, muestra cómo el Señor castiga
a los perseguidores. Los sufrimientos de los
justos martirizados tienen un sentido: le
merecen al pueblo la reconciliación con Dios.
Afirma con claridad su fe en la resurrección de
los muertos. Incorpora a su libro dos cartas
enviadas a las comunidades judías establecidas
en el país griego.
Léase en particular el c. 10.
4.- El libro de Daniel
Hacia el año 164 a. C., cuando la persecución se hace más violenta, aparece una obra de la
que se dice que fue escrita por el profeta Daniel en tiempos del destierro en Babilonia.
Como describe bajo una forma simbólica los acontecimientos que se viven en el presente
y anuncia una liberación próxima, su mensaje es recogido con gozo. Es un libro de
esperanza. El libro encierra dos géneros de escritos muy diferentes:
En la corte del rey de Babilonia, Daniel y sus compañeros escapan milagrosamente del
suplicio. Daniel se muestra capaz de interpretar los sueños de Nabucodonosor y la visión
de Baltasar y anuncia con osadía que Dios, señor de la historia, castigará pronto a los
perseguidores. Susana, mujer virtuosa (símbolo de Israel), es acusada falsamente por dos
viejos libertinos (símbolos de los colaboradores del enemigo), pero la intervención de
Daniel confunde a los acusadores, que son castigados (este relato, que se conoce sólo en
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Lección 15: El helenismo y la dominación romana
su versión griega, es deuterocanónico).
Así, las visiones de Daniel, descifradas gracias a la
intervención de un ángel, permiten a los lectores
concluir con seguridad que muy pronto Dios
triunfará de los malvados gracias a la intervención
de un hijo de hombre que vendrá sobre las nubes
del cielo.
Léanse c. 1-3 y 5-6: 7 y 12.
5.- El libro de Baruc
Esta obra no está redactada en un contexto de
persecución, pero, como las obras anteriores, da
testimonio de lo que era la esperanza espiritual de
una comunidad judía perdida en un mundo pagano
dominador. En efecto, proviene de un grupo de
judíos que se quedaron en Babilonia después del
destierro, pero que seguían relacionados con los
hermanos de Jerusalén.
Baruc, el secretario de Jeremías, es un pseudónimo. El libro es realmente muy tardío. Al
principio, un prólogo describe una asamblea religiosa celebrada en Babilonia. A lo largo
de la misma, una confesión penitencial le recuerda al pueblo su pecado y pide la ayuda
divina. Un himno a la sabiduría invita entonces a Israel a que la busque en la Torá.
Finalmente, un discurso de estilo profético afirma la próxima liberación: Jerusalén va a
encontrar a sus hijos dispersos.
Léase 3, 32-4, 4.
6.- La Sabiduría
A mediados del siglo I a. C., sin duda ya en tiempos de la dominación romana, ha
alcanzado gran importancia la colonia judía de Alejandría, en Egipto. Ya ha pasado la
época del enfrentamiento violento con el helenismo. Ahora coexisten los dos mundos que
habían estado obstinadamente en oposición. Frente a un pensamiento intelectual muy rico,
pero extraño a la fe de Israel, un judío culto emprende la defensa de su fe con la finalidad
de hacérsela admirar a un público enamorado de la verdad. El autor desarrolla tres ideas
básicas:
1.
El verdadero éxito humano es el del justo que ha sido llamado a vivir eternamente.
2.
La sabiduría es una realidad misteriosa oculta en el corazón del mundo y que le da
su sentido. Se revela a los que la buscan de todo corazón. Aunque se inspira en la
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idea griega de una razón inmanente al universo, el autor insiste en demostrar que esa
sabiduría concierne tanto al corazón como a la inteligencia.
3.
La antigua historia del éxodo y de la entrada en la tierra prometida ilustra la acción
de esa sabiduría y la ilusión de quienes no han sabido reconocerla.
Pero el libro presenta además el inmenso interés de expresar una nueva forma de concebir
las relaciones de Israel con el mundo. La llamada divina es universal. La elección del
pueblo de Dios es una misión más que un privilegio. El pueblo elegido está llamado a ser
testigo del Señor entre las naciones. La influencia de esta obra sobre los primeros
cristianos fue considerable. Al decir de Jesús que es el Verbo de Dios, el Logos creador
del universo, Juan desarrollará una de las ideas fundamentales de este libro.
Léase más particularmente:
 Reflexiones sobre el justo (Sab 1-2; 5, 1-6).
 Reflexiones sobre la sabiduría (Sab 7, 22-8, 1).
 Reflexiones sobre el amor de Dios (Sab 11, 21-12,1; 12,15-22).
“Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar;
nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza
recibida. Él se gloría de poseer el
conocimiento de Dios y se llama a sí
mismo hijo del Señor. Es un vivo
reproche contra nuestra manera de
pensar y su sola presencia nos
resulta insoportable, porque lleva
una vida distinta de los demás y va
por caminos muy diferentes. Nos
considera como algo viciado y se
aparta de nuestros caminos como de
las inmundicias. Él proclama
dichosa la suerte final de los justos
y se jacta de tener por padre a Dios.
Veamos si sus palabras son
verdaderas y comprobemos lo que le pasará al final. Porque si el justo es hijo de Dios, él
lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos. Pongámoslo a prueba con ultrajes
y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una muerte
infame, ya que él asegura que Dios lo visitará”” (Sab. 2, 12-20)
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