En Colombia, los que aman la guerra no podrán truncar el sueño de paz de su pueblo Pese a que en Colombia el No con su llamado a la guerra triunfó en el plebiscito del domingo, no podrá truncar el sueño y anhelo de paz que anida en el corazón de los que en el país y el resto del mundo, que renacieron como flores en invierno cuando el presidente Santos reiteró que “sigue vigente el cese el fuego bilateral y definitivo acordado entre las Farc-EP y el gobierno.” “Como jefe de Estado, soy el garante de la estabilidad de la Nación y esta decisión democrática no debe afectar esta estabilidad que voy a garantizar. No me rendiré. Seguiré buscando la paz hasta el último minuto de mi mandato, porque ese es el camino para dejarles un mejor país a nuestros hijo”, expresó el mandatario en su breve pero histórica alocución de ese día. Con sus palabras Juan Manuel Santos supo dar ánimo, valor y esperanza a los que aún no salían de la tristeza y el estupor causados por la inesperada victoria del No que representa la Barbarie, la Ignorancia e Incultura, sobre el Si, al que todas las encuestas daban como ganador porque significa Civilización, Sabiduría y Cultura. Y es que el desconsuelo que en ese momento, embargaba al pueblo sobreviviente de un brutal conflicto, lo hizo pensar que con el triunfo del No se reanudaría la vorágine de violencia, destrucción y muerte de más de medio siglo que segó de más 220.000 vidas, dejó miles de heridos y desaparecidos y millones de desplazados que abandonaron sus hogares para escapar de la muerte. Pero, Santos con su discurso les devolvió la fe y la esperanza, haciéndoles saber que la paz no está perdida, por lo que han recobrado la confianza en el futuro de su patria y de sus hijos, ya que les hizo comprender que la derrota puede convertirse en triunfo, pues con el plebiscito, se perdió una batalla, pero no la guerra que por la paz ellos lucharon y seguirán luchando mientras vivan. Y es que, ¿quienes fueron los que votaron a favor del Odio y la Guerra y contra la Paz y el Amor, sino los que jamás sufrieron los horrores de la guerra? Los que viven en las grandes urbes, menores en número, pero mucho más pobladas que los pueblos rurales, donde la guerra causó mató a la mayoría de sus víctimas, muy diferentes, a las ciudades donde no hubo casi muertos y viven los ricos y también la gente de la clase media alta, que votaron por el No como los ricos, que quieren igualarse a ellos, que los desprecian, como ellos desprecian a los pobres. Los de la clase media lo hicieron por imitación o ignorancia; los empresarios y comerciantes que explotan a los trabajadores la clase media en defensa de sus bastardos intereses y los terratenientes que despojaron ilegalmente de sus tierras a campesinos, indígenas y afrodescendientes, hasta adueñarse de mas de las tres cuartas partes del campo colombiano. Todos ellos vieron la guerra por la televisión y escucharon sobre las muertes que cobraba, por la radio o leyeron sobre ella en la prensa escrita, que hicieron propaganda día y noche por el NO, mientras descansaban cómodamente sentados en el estudio o en la sala de sus hogares, o mientras viajaban en sus autos o en el autobús cuando iban o regresaban del trabajo. Los macabros remanentes de las AUC, las Autodefensas Unidas de Colombia, los paramilitares que fueron falsamente desarmados y desmovilizados y conformaron bandas criminales que hoy asolan pueblos y ciudades, los que amenazaron de dar muerte a quienes votaran por el Sí en el plebiscito, ya que siguen siendo cómplices de los que apuestan a la guerra. Es la gente de la oligarquía, de politiqueros de oficio y militares promotores de los “falsos positivos” liderados por Álvaro Uribe Vélez, el narcotraficante y verdugo de Colombia que hizo del país un inmenso cementerio de fosas comunes donde yacen miles de guerrilleros, indígenas, campesinos y afrodescendientes victimas de los falsos positivos del ejército y de moto-sierras de los “paracos”. Esos son los victimarios, no las víctimas, como se presentan ante el mundo, distorsionando a través de la prensa mercenaria la realidad de una tragedia humana que los únicos que la han sufrido son los hijos del pueblo humilde que cayeron en el conflicto, y sus madres, padres, hijos, hermanos y demás familiares que cargan con la inmensa pena y dolor de haberlos perdido. Lo que menos esperaban esos modernos fariseos que se rasgan las vestiduras y lamentan por una pena que no sienten, es que el presidente Juan Manuel Santos borraría con su discurso las sonrisas y saltos de alegría con que festejaban el triunfo de la muerte, al derribar el andamiaje que montaron con su victoria sustentada en la barbarie, la ignorancia y la incultura. Se veían destruyendo en cuestión de días ese monumento a la paz y a la vida que es el acuerdo suscrito entre el gobierno y las Farc-EP, que tomó más de cuatro años en construirse, y en el que además de los equipos negociadores de ambas partes, participaron como garantes, Cuba y Noruega y como acompañantes Chile y Venezuela, a cuyos gobiernos ambas partes agradecieron su labor. El gran ausente en la ceremonia de la firma del Acuerdo realizada en Cartagena de Indias la semana pasada, fue Chávez, el Eterno Comandante, pionero junto con Piedad Córdoba de la gesta que en busca de la paz ambos iniciaron con la liberación unilateral por parte de las Farc-EP, de varios prisioneros, pero Uribe la hizo fracasar porque ama la guerra y siguió matando gente inocente. Pero Chávez, que amaba la paz y a Colombia, tanto como Bolívar, buscó nuevos caminos para salvarla de quienes como Uribe la arrojaron a los abismo de una tragedia de la que parecía que jamás saldría, y en secreto lideró la fase inicial del proceso que llevó a la firma de paz, obra humanitaria que hoy el pueblo y el gobierno colombianos, agradecidos reconocen. Esta vez correspondió a Santos rescatar a su patria del peligro que le acechaba, tras triunfo del No en el plebiscito, y lo hizo con tal serenidad, audacia y valentía, que desarmó y desconcertó a los enemigos, que envalentonados por el triunfo preparaban sus maletas para viajar a La Habana, pensando renegociar con las FARC-EP el Acuerdo de Paz suscrito en Cartagena de Indias. Entre los se quedaron con las maletas hechas fueron Uribe y Pastrana, a quienes hace varios meses, el Comandante Iván Márquez, calificó como “Alacranes que intentan envenenar las negociaciones de la paz que se adelantan en La Habana. Dios los crea y el Diablo los junta. Pastrana y Uribe quieren una Colombia aprisionada eternamente en la oscura noche de la violencia”, dijo. “Colombia es un país con ex presidentes como alacranes que como no pudieron ganar la guerra (a la guerrilla) tampoco permiten hacer la paz,” dijo en aquel momento el segundo mando de las FARC-EP y jefe de la comisión de la organización guerrillera que participó en las negociaciones de paz celebradas durante cuatro años en la capital cubana. Y si se atreven a viajar a “La isla de la Libertad” con la intención de reunirse con los representantes de las Farc-EP, lo más seguro es que no los reciban y “se queden con los crespos hechos”, porque hombres dignos como esos, no negocian con “alacranes venenosos” ni enfrentan a alimañas como esas, y es que, como dijo Chávez, utilizando el antiguo refrán romano:: “Aquila non capit muscas” (Águila no caza moscas.) Pero el pueblo y el gobierno colombianos deben mantenerse alertas, porque esos lacayos del imperio, los miembros de la rica y rancia oligarquía, los sanguinarios paramilitares, los políticos y militares fascistas que aman la guerra porque viven de ella como su amo, seguirán acechando a la paz que tanto odian, por lo que en cualquier momento podrían armar una nueva celada. Imposible que esos miserables tengan éxito, porque enfrentan hoy a un pueblo y a un gobierno unidos por el amor y la esperanza que acompañan a su firme irrenunciable aspiración para alcanzar la paz definitiva que por más de medio siglo le negaron esos “Alacranes venenosos” como Uribe y Pastrana, cuyo único destino es el basurero de la historia. Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)