Prodavinci

Anuncio
1
Prodavinci
“La palabra alma sólo designa la densidad abismal del
cuerpo” // Diario de Armando Rojas Guardia
Armando Rojas Guardia · Saturday, June 18th, 2016
John Coltrane, fotografiado por Chuck Stewart en 1964.
8
La serenidad melancólica de la trompeta de Miles Davis funda una poética de sonidos
evanescentes. Es un jazz casi inasible: volutas de humo musical. En el disco titulado
Kind of blues aquella serenidad resulta por momento majestuosa al aproximar a
nosotros un mosaico vibrátil de sencillas y translúcidas líneas melódicas. Son tan
frágiles, estas, como las exquisitas formas que producen las corrientes de las aguas.
En otro disco, el grabado bajo el nombre de Green Dolphin Street, resulta notable y
significativo el contraste entre esa profunda, pero igualmente mansa, tristeza y las
sacudidas, las convulsiones y los espasmos del saxo tenor de John Coltrane. El
laberinto sonoro de Coltrane constituye un estético virtuosismo y, por eso, se dirige no
Prodavinci
-1/3-
18.06.2016
2
solo a la sensibilidad sino también a la inteligencia de quien lo escucha. La ascética,
delgada claridad de Miles Davis la agradece, empero, una región muy honda de
nuestra carnalidad subjetiva, allí donde la palabra alma sólo designa la densidad
abismal del cuerpo.
9
Tendemos a concebir mágicamente la voluntad providente de Dios, como si él
articulara fácticamente todo lo que nos ocurre. Hablando con propiedad, y utilizando
para ello un lenguaje metafórico, resulta preciso e imperioso afirmar que su voluntad
es la casa que estamos llamados a habitar, pero la manera como la construimos y los
materiales con los que la edificamos no son asunto suyo sino enteramente nuestro. El
mundo posee su propia lógica, una realísima autonomía propia que Dios preserva y
respeta. Él no interviene puntualmente en ella: la deja intacta porque la ama tal como
es, sin agujerear su dinámica inmanente, sin ningún tipo de posicionamiento
sobrenaturalmente milagrero. Dios ha querido como consustancial a esa autonomía
del mundo creado por él que exista el azar. A nuestra libertad –porque no somos
marionetas dirigidas desde lo alto por sus manos– le corresponde aprovecharlo (al
azar) con toda la creatividad de la que seamos capaces. El azar nos produce miedo (la
ascética estoica está repleta de estratagemas psíquicas y espirituales para encarar
con la máxima serenidad posible lo que en la Antigüedad grecolatina se llamaban “los
altibajos y veleidades de la Fortuna”). Aquel miedo cerval al azar hace que
proyectemos en la imagen mental que tenemos de Dios la mágica solución de nuestra
inseguridad, la cual no es sino la intemperie adulta implícita en la constatación de la
sólida autonomía del universo (la física contemporánea nos descubre a la
indeterminación y la imprevisibilidad –los otros nombres del azar– gobernando todos
los procesos subatómicos, infraestructurales de este). No encontramos qué hacer con
ese miedo. Salir bien en una prueba académica, solucionar un trámite administrativo,
encontrar un objeto extraviado o, más gravemente, lograr que finalice un sufrimiento
físico o moral, o impedir la muerte de un ser querido: son las súplicas de nuestra
minoría de edad, apoyándonos en ellas nos negamos a asumir la realidad como Dios la
deseó: desafío plural para nuestra inventiva responsable, sin el subterfugio de la
ilusión de omnipotencia, pero tampoco sin el quietismo de quien espera soluciones “a
la carta” venidas de un trasmundo. La parábola de los talentos es la respuesta
evangélica al pavor que nos asedia y azota, como niños castigados. Conviene releerla
íntegra: Mateo 25, 14.30. El hombre que escondió el talento, enterrándolo, sin
invertirlo o ponerlo a producir, estaba poseído por el miedo. El señor que se lo había
prestado es imagen simbólica de Dios: Dios le provocaba un terror paralizante porque,
según él, “cosecha donde no siembra y recoge donde no esparce”, es decir, se muestra
caprichoso y su justicia no parece compatible con el dinamismo aleatorio que
atraviesa, de punta a punta, la existencia. Jesús, en la parábola, condena aquella
parálisis aterrorizada: se trata de hacerse radicalmente creativos con los dones que
gratuitamente recibimos en este mundo, este mundo, una vez más, tal como es y no
como lo imagina y desea nuestro miedo. Hay que ser productivos, en el cuerpo, la
psique y el espíritu, con los obsequios que recibimos por el solo hecho de existir y de
vivir.
En el canto III de la Divina Comedia, Dante retrata, en términos se diría gruesos y
abocetados (son los que corresponden al tema), a los que habitan el vestíbulo del
Prodavinci
-2/3-
18.06.2016
3
infierno. Están condenados allí los que vivieron “sin gloria y sin infamia”, o sea, sin
hacer el bien y sin hacer el mal. Vivieron siendo infieles a todo lo que afirmamos
cuando decimos Dios y a todo lo que involucra su negación explícita: “sólo fueron
leales a sí mismos”. Una lealtad indiferente, una miseria moral que Eliot describe con
precisión en “East Coker”: “… miedo al miedo y al frenesí / miedo a la posesión, / a
pertenecer a otro, a los otros, o a Dios”.
Las fantasmagorías infantilizadoras de nuestro miedo desfiguran en nosotros la
imagen y la semejanza del Dios creador que puso al universo en nuestras manos como
una aventura y como un reto.
♦
This entry was posted
on Saturday, June 18th, 2016 at 5:00 am and is filed under Artes
You can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. You can
leave a response, or trackback from your own site.
Prodavinci
-3/3-
18.06.2016
Descargar