¿Cuál fue el impacto de darwin en su época?

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Excusas
para no
pensar
los lectores preguntan
a eduardo punset
¿Cuál fue el impacto
de Darwin
en su época?
H
e tenido la suerte
de que cayera en
mis manos estos
días la ilustración
del recuerdo de la ceremonia
oficial organizada con motivo
de la muerte de Darwin. Se
preguntarán algunos de mis
lectores qué interés tiene
esto... ¡Un funeral de alguien
importante como Darwin,
pero funeral al fin y al cabo!
Para el mundo de habla
hispana, en donde las
emociones suelen estar a flor
de piel comparado con otros
como el anglosajón, yo diría que
la ceremonia a la que me estoy
refiriendo representa un mundo
bello, equilibrado, armonioso,
empático, generoso del que,
desgraciadamente, todavía
estamos a años luz de distancia.
Porque seguimos siendo
increíblemente rencorosos,
peleándonos todo el rato, al
borde de la guerra civil.
La ceremonia del entierro
de Darwin representa
todo lo contrario; estamos
contemplando una sociedad
que respeta la opinión contraria,
susceptible de juntarse para
rendir honores a alguien
que en vida representó
–para la inmensa mayoría
del mundo establecido– al
xlSemanal 6 de noviembre de 2011
demonio o, en el mejor de
los casos, a los simios.
Se me quedaron grabados
en la memoria los relatos de
Emma, la mujer querida de
Darwin, su prima hermana,
afligida ante la inevitable
ausencia de su marido en
el cielo, al que ella estaba
destinada después de su
muerte: ¿cómo podía un ateo
como él ser admitido en la
otra vida nada menos que en
el mismísimo paraíso? Emma
se murió con la pena que la
corroía por dentro de que
no podría compartir la vida
eterna con su marido, a pesar
de su bondad y debido a sus
convicciones heterodoxas.
Pero Emma no era la única
alma presente en la ceremonia
de despedida de Darwin.
Estaban también –cuidado con
lo que voy a decir– los prelados
y representantes de la Iglesia
que tanto habían combatido
a Darwin por sospechar,
primero, que la historia del
universo era muy superior a
los cuatro mil años que ellos
le otorgaban y, segundo, por
no saber identificar un Dios
creador de todos los seres
vivos, sino por empeñarse en
explicar la diversidad de la
evolución de las especies al
margen de la protección divina.
Hay más todavía. En
aquella ceremonia en honor
del recuerdo de Darwin
marina cano
federico fernández g. correo electrónico
"Los científicos
se resistían
a asumir una
teoría que
contradecía
la verdad
establecida"
estaban representantes de
las capillas científicas que
lo habían combatido con
una saña extraordinaria,
pese a su carácter manso
pero empedernido. A la
comunidad científica se le
hizo cuesta arriba asumir una
explicación sobre el origen de
las especies que contradecía
la verdad establecida y que,
por lo tanto, los obligaba a
enfrentarse con los que tenían
el dinero que daba el poder.
Ahora bien, lo increíble
es que en la ceremonia
en recuerdo del pensador
heterodoxo estaban también
los representantes de los que
tenían poder. Estaban todos.
No es que hubieran cambiado
de opinión, pero sí partían del
supuesto de que «a lo mejor»
Darwin tenía razón y de que,
en todos los casos, el diseño
de la explicación opuesta a
la suya sobre cómo se había
prodigado la evolución de las
especies merecía el respeto,
admiración y agradecimiento
de todos los que no habían
creído nunca en sus tesis.
«Yo no vengo del mono,
Eduardo», me dijo en una
ocasión una gran artista
española a la que yo no podía
más que admirar, salvo en
su cerrazón para cambiar
de paradigma o de opinión.
«Ya sé que no vienes del
mono: tú vienes de la mosca
de la fruta», le dije para
tranquilizarla, aludiendo a
un antecesor varios millones
de años anterior. Mi amigo
el paleontólogo Juan Luis
Arsuaga tuvo la provocadora
desfachatez de recordarnos
a toda la audiencia del
Congreso sobre Mentes
Brillantes, celebrado en Madrid
a mediados de octubre, «que
no veníamos del mono, sino
que éramos monos». n
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[email protected] o a XLSemanal. Excusas para
no pensar. Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 6. 28027 Madrid.
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