SELECCIÓN DE TEXTOS TILL-HORGER BORCHERT “Esto ha provocado que, con frecuencia, el arte alemán del temprano siglo XVI se haya definido como ‘arte de la época de Durero” “(...) Nacido en 1471 en la Ciudad Imperial Libre de Nuremberg en el seno de una familia de orfebres procedente originariamente de Hungría, Alberto Durero se cuenta, por sus variados intereses y el carácter polifacético de su producción artística, junto con el reformador Lutero y el emperador Maximiliano, entre las escasas figuras culminantes de una época caracterizada por procesos multifacéticos, que por ello mismo constituye un complejo periodo de transición en la «historia alemana» y que en muchos aspectos no encaja bien en los esquemas y modelos de clasificación convencionales de los conceptos históricos tradicionales, los cuales parecen sugerir una marcada cesura cronológica al utilizar términos tan ambiguos como «Edad Media tardía» o «Renacimiento». ¿Pero cómo podemos, si no, evaluar esa época de florecimiento del arte alemán antiguo del temprano siglo XVI más allá de una aproximación monográfica, hoy todavía ―o más bien, una vez más― primaria, a las personalidades artísticas decisivas de ese tiempo, cómo determinar su relación con la tradición y el progreso, cómo ubicar realmente el arte de Durero y el de sus contemporáneos Lucas Cranach, Hans Burgkmair, Hans Baldung Grien o incluso Grünewald desde la perspectiva de la evolución histórica? (...) Tales reflexiones se relacionan en última instancia con un acalorado debate entablado en el seno de la Historia del Arte alemana hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX ―en pleno apogeo del imperio guillermino―, que se suscitó en torno a la cuestión que hoy carece de importancia, pero que por los intereses del conocimiento histórico estructural se ha vuelto sorprendentemente actual en los últimos tiempos, de si no convendría abandonar la costumbre de calificar el arte alemán antiguo de la época en torno a 1500 como Gótico tardío y hablar en su lugar de una variedad específicamente alemana del Renacimiento, a la misma altura –o al menos no muy lejano- de los logros del ampliamente estimado y admirado Renacimiento italiano. El fundamento de esta discusión histórica, que continúa determinando la apreciación histórico-artística de los maestros en cuestión, fueron las ideas contradictorias sobre lo que implica el concepto Renacimiento. Con él puede hacerse referencia tanto a un fenómeno histórico-cultural concreto, al menos en un principio -el «renacer» de la antigüedad clásica a través del estudio de los autores y del arte de aquella época y, como consecuencia de eso, la aparición de profundos procesos sociales-, como a la clasificación formal de las características estilísticas de las obras de arte y de arquitectura que en su forma y ornamentación se asocian con el arte de la antigüedad o incluso lo superan.” FERNANDO CHECA “... quería conseguir reflejar ‘lo real, no lo verosímil’” “(...) La narración de Plinio no es sólo una historia que se concibe a través de avances y superaciones, es decir, la de una idea progresiva del devenir histórico, sino que se complementa con el concepto de un desarrollo del arte en pos de un realismo que, incluso, va más allá de la verosimilitud, una de las bases, sin embargo, de la estética de Aristóteles. Se trata de un realismo que ha de confundir al que lo observa hasta hacerle perder la noción de los límites entre lo vivo y lo pintado, un ilusionismo que se ha de conseguir a través de la línea antes que por medio del color, que tiene como uno de sus fines esenciales la representación realista y muy intensa del cuerpo y el rostro humano, y que ha de basarse en una reflexión teórica en torno a temas como las proporciones, la simetría y las matemáticas. Si a ello unimos la importancia que Plinio concede en estas vidas, sobre todo en la de Apeles, a la relación del artista con la sociedad y con el mismo poder político, no puede extrañarnos que fuera este modelo griego el que Durero y sus amigos eligieron como uno de los parámetros interpretativos de mayor solvencia y elocuencia para encajar la obra del maestro en la renovación que se estaba produciendo en la pintura europea de fines del siglo XV e inicios del siglo XVI. El recurso a Plinio y su historia de los pintores de la antigüedad se convirtió a lo largo del siglo XVI germánico en uno de los más socorridos para dotar a la pintura de ese estatus de arte intelectual al que tanto aspiraba, aun más que en la renacentista Italia. (...) Desde el gran número de puntos de vista desde los que pueden ser analizados estos trabajos, no debe ser desdeñado el del gran esfuerzo de Durero por mostrar su dominio y habilidad en las técnicas de estampación. En ello, por supuesto hemos de ver la impronta de su formación artesana en el taller de orfebrería de su padre y en la imprenta de Wolgemut, pero también su interés por aplicar este aprendizaje técnico de una manera muy concreta, que se centraba en la hábil representación de las calidades de la materia (las rocas, las piedras, el agua, el cuerpo humano, las telas, las plantas, etc.) o la de motivos –como el fuego, el aire o la luz- difíciles de lograr a través de las técnicas del grabado. Si comparamos las tempranas soluciones durerianas con las obras que utilizan estos mismos procedimientos realizadas por sus contemporáneos y predecesores, nos daremos cuenta fácilmente del progreso y la novedad que supusieron las propuestas del joven maestro de Nuremberg y nos explicaremos la estupefacción que produjeron en los círculos humanistas alemanes. (...) La representación directa y naturalista de la realidad, uno de los aspectos que siempre interesarán en Durero, aparece con claridad desde sus primeros trabajos. Son muy numerosos sus dibujos de plantas y animales de finales de los años noventa, por no hablar de sus abundantes acuarelas relacionadas con su primer viaje a Venecia, reconocidos hitos en los orígenes de la pintura de paisaje. En su conjunto, constituyen el origen de la específica aportación de Durero a esa recuperación de la realidad y al interés por la mimesis propia del Renacimiento, que puede ser contemplada desde una doble angulación. La habilidad y el arte se consiguen por medio de la práctica de la línea y del trabajo continuado –y de ahí el interés de Durero por profundizar en un género moderno en constante desarrollo en Alemania, como era el grabado-. Por otro lado, es necesaria una aproximación mimética a la realidad natural, que la observe muy de cerca y de forma muy precisa, de manera que el detalle, como sucedía con algunos casos célebres de pintores del mundo clásico, lleve a confundir lo pintado con la realidad.” DAVID H. PRICE “Durero fue el primer pintor de la Europa septentrional que se definió a sí mismo conscientemente como artista y no como artesano” “Entre las experiencias formativas de la vida de Alberto Durero cabe citar su relación con la naciente industria de la imprenta, su contacto con el Renacimiento italiano y su afiliación a la intelectualidad humanista. En Nuremberg, los humanistas constituían un variado grupo de profesores, clérigos, abogados, doctores, funcionarios públicos y escritores, todos ellos unidos por el interés general común de fomentar el estudio y la imitación de la cultura grecorromana. Se apoyaban para ello en el inmenso éxito y prestigio de la cultura humanista italiana. Con el tiempo, en todo el Sacro Imperio Romano acabarían por asentarse sólidamente unas bases académicas humanistas, al introducirse un nuevo programa de bachillerato que exigía el estudio de la poesía, la retórica, la historia y la filosofía clásicas (en particular la filosofía moral) y, por último pero no por ello menos importante, el griego. El lema académico de ‘retornar a las fuentes’ (ad fontes) define apropiadamente su estética y su orientación erudita hacia la antigüedad (o hacia una idealización de la antigüedad). El Humanismo modificó algunos aspectos fundamentales de la literatura, el arte, el gobierno y, conviene no olvidarlo, la Iglesia cristiana. Cuando los humanistas insistían en ‘retornar a las fuentes’, querían decir por lo general volver a estudiar profundamente tanto el cristianismo antiguo como la Biblia cristiana en sus lenguas originales. La participación de Durero en los círculos humanistas fue insólita. Por una parte, no dominaba la lengua latina; por otra, no era habitual que a un artista se le acogiera entre las elites intelectuales. Tan peculiar resulta este aspecto de su vida que los historiadores han sostenido en algunas ocasiones que Durero fue el primer pintor de la Europa septentrional que se definió a sí mismo conscientemente como artista y no como artesano. (...) La industria de la imprenta, nueva y floreciente, fue probablemente el contexto en el que Durero entró por primera vez en contacto con el Humanismo. (...) será preciso aguardar a los resultados de su asombrosa asimilación del estilo renacentista italiano, que alcanzó en primer lugar en una serie de dibujos a partir de grabados originales de Andrea Mantegna y Antonio Pollaiuolo (ejecutada en 1494), para poder situar firmemente a Durero entre la elite del ámbito humanista de Nuremberg. Su ingreso en el círculo de Pirckheimer se debió, sin duda alguna, al éxito que alcanzó con su tarea pionera de adaptar la estética renacentista italiana. Gracias al joven Alberto Durero, a partir de 1494 los humanistas de Nuremberg pudieron contemplar un estilo que hasta entonces sólo habían conocido a través de los textos. De entre las elites de Nuremberg, era Pirckheimer el que tenía mejores contactos con los humanistas europeos; y Pirckheimer llegaría a ser un fiel amigo de Durero. Su relación con Pirckheimer y el círculo humanista singularizó a Durero en relación con la cultura incluso de las capas más elevadas de la sociedad artesanal nuremberguesa. Ya en 1509, a la vuelta de su segundo viaje a Italia, lo nombraron Genannter vitalicio, es decir, miembro del Gran Consejo, honor que lo situaba entre los doscientos o doscientos cincuenta ciudadanos más destacados de su ciudad.” DAGMAR EICHBERGER “Sin duda estaba orgulloso de proceder de la famosa metrópoli comercial” “(...) La imagen negativa que pinta Durero de la tan ponderada ciudad comercial hacia el final de su vida laboral se corresponde con una observación anterior plasmada en una carta enviada a su amigo Pirckheimer desde Venecia: ‘Oh, cómo echaré de menos el sol cuando me hiele. Aquí soy un señor; en mi tierra, un parásito’. Ya en 1506, Durero hablaba de la considerable diferencia de estatus social que había experimentado y criticaba la negativa de la ciudad de Nuremberg a darle el reconocimiento que él consideraba que merecía. Para juzgar estas dos cartas hay que tener en cuenta que Durero tenía una marcada tendencia a quejarse de la falta del debido reconocimiento o de perjuicios económicos, ya fuera con respecto a encargos perdidos en Venecia o a la escasa remuneración de la archiduquesa Margarita de Austria. (...) Alberto Durero no era patricio de nacimiento, pero gracias a su educación, a su experiencia del mundo y a sus estrechos contactos con soberanos, príncipes y humanistas adquirió en Nuremberg una destacada posición social. Ya no tenía nada en común con los maestros artesanos medievales, maniatados por la presión de los gremios. En este contexto se plantea la pregunta de cuántos encargos realizó en realidad Durero para Nuremberg y sus ciudadanos y en qué medida contribuyó a la divulgación de la imagen de su ciudad. (...) Cuando se trata de la relación de Durero con su ciudad natal, no se pueden pasar por alto sus dibujos y acuarelas de Nuremberg y sus alrededores. Ya en los años noventa del siglo XV, Alberto Durero comenzó a plasmar el territorio perteneciente a la Ciudad Imperial Libre en bocetos coloreados. Al observarlos, se tiene la impresión de que dirige sistemáticamente su mirada hacia diferentes aspectos de la naturaleza y del paisaje modelado por el hombre. Entre sus acuarelas encontramos reproducciones de pueblos de Franconia (Baviera), así como vistas de calles urbanas y molinos de agua, algunos de los cuales se encontraban inmediatamente fuera de las murallas de la ciudad. A los apuntes de paisajes panorámicos se agregan pintorescos detalles de la naturaleza, tales como Casa junto a la laguna, que se conserva en Londres, y Estudio de agua, cielo y pinos, en el reverso de la misma hoja. Conforman una tercera categoría los estudios de plano cercano de árboles aislados o de grupos de árboles, así como de formaciones rocosas. El artista dibuja estos motivos en colores y no ―como es habitual en los libros de bocetos― con punta de plata o carboncillo. El hecho de que Durero consignara por escrito el nombre de la localidad representada y de que rubricara el trabajo con las iniciales AD es un indicio de que consideraba algunas de estas acuarelas como obras terminadas. (...) Durante su vida, Durero viajó lejos de las fronteras de Nuremberg. Su camino lo condujo dos veces a Italia, donde entabló relaciones provechosas y se familiarizó con la situación cultural de Venecia y Roma. Gracias a la rápida difusión de su obra gráfica, pronto se dio a conocer en toda Europa. Ya en edad madura, emprendió un viaje bastante largo a los Países Bajos, y allí donde iba era celebrado como uno de los artistas más destacados de su tiempo. El estudio de las fuentes ha demostado que Durero realizó numerosos encargos importantes para Nuremberg y su patriciado. Pese a que el artista sufría constantemente ante la idea de que sus logros no encontraban suficiente reconocimiento en su ciudad natal, seguía identificándose regularmente como NORICVS. Sin duda, estaba orgulloso de proceder de la famosa metrópoli comercial.” JUAN LUIS GONZÁLEZ GARCÍA “El espíritu de Durero se conmovía al enfrentarse a lo desconocido, ya fuera venido de lugares remotos o de algún tiempo pasado.” “Alberto Durero es el primer artista de la historia que nos ha dejado una serie orgánica de autorretratos y un importante conjunto de textos autobiográficos. De entre éstos, los referentes a sus viajes suponen un aspecto único en el arte del Renacimiento europeo. No existe una experiencia viajera semejante en ningún artista anterior ni contemporáneo a él: no sólo viajó mucho más que cualquiera de ellos, sino que abordó su peregrinaje con unos fines completamente diversos y modernos, dibujando de continuo (y a veces pintando al óleo) como medio de registrar sus impresiones e ideas nacidas bajo el estímulo de la alteridad. Estos deseos derivaban, en primer lugar, de la propia naturaleza de su ciudad natal. Nuremberg, en época de Durero, estaba literalmente en el centro de las rutas del comercio internacional. Todo lo que llegaba desde tierras exóticas hasta Venecia con destino al norte de Europa pasaba por allí. Tan constante tráfico sin duda amplió las miras y horizontes de sus ciudadanos, tan apasionados por el cosmopolitismo como los humanistas y científicos que acudían a la urbe de todas partes atraídos por su animada vida cultural, por su antigüedad, tamaño y riquezas. El círculo de intelectuales que rodeaba al artista, encabezado por Conrad Celtis y Willibald Pirckheimer, también debió contribuir a estos ánimos, y le haría forjar amistades que mantuvo por correspondencia y a través de sus viajes. (...) Durero emprendió un viaje de formación a Italia, algo sin precedentes para un artista alemán. Los únicos casos conocidos de artistas del norte viajeros por Italia —que no establecidos allí— eran los de peregrinos visitantes en Roma por motivos religiosos o los de acompañantes de embajadas diplomáticas. Después de que él indicara el camino a seguir, muchos otros artistas y aficionados al arte procedentes de Europa central y septentrional encontrarían obligatorio el viaje italiano. (...) en su segundo viaje empezó a interesarse seriamente por la técnica artística veneciana, tanto en el dibujo como en la pintura. Por suerte, contaba con el aprecio de su buen amigo Giovanni Bellini, hermano de Gentile, que iba a visitarle a su estudio y no dudaba en alabarle en público delante de los nobles de la ciudad; la estima era recíproca por parte de Durero, pues a pesar de su edad provecta, le consideraba el mejor pintor de la Serenísima. No obstante, fue Bellini quien manifestó su deseo de comprar una obra del nuremburgués, y no al contrario. En 1505 Durero pintó el Retrato de busto de una joven veneciana, cuyo delicado tratamiento evoca las palabras que, siguiendo el tópico pliniano sobre la rivalidad entre Apeles y Protógenes, Joachim Camerarius cuenta en la pequeña biografía de Durero que insertó en su traducción latina de Los cuatro libros sobre las proporciones del cuerpo humano (1532). Según Camerarius, Bellini pidió a Durero alguno de los pinceles con los que pintaba los cabellos, que en apariencia le permitían trazar varias líneas al tiempo, en perfecto orden y simetría, y se sorprendió enormemente al comprobar que eran pinceles convencionales, muy semejantes a los propios.”