TRABAJOS PARA LOS ALUMNOS - Melocotones helados

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TRABAJOS PARA LOS ALUMNOS
DOCUMENTO 2 - Melocotones helados (Barcelona, Planeta, 1999)
Con esta novela de gran calidad, Espido ganó el Premio Planeta a los veinticinco años,
convirtiéndose en la más joven ganadora en la historia del galardón mejor pagado de la
literatura española. El libro ha sido además traducido al alemán, francés, griego,
portugués, italiano, polaco, turco…
Melocotones helados es la historia de una joven pintora, Elsa, obligada a
abandonar su vida cotidiana cuando una secta peligrosa, la Orden del Grial, la amenaza
de muerte porque la confunde con una prima suya, con la que comparte nombre y una
historia familiar llena de vericuetos y adversidades. Entonces, tiene que dejar la ciudad
donde habita y refugiarse en el pueblo de Virto, donde va a vivir con su abuelo Esteban
y la tata que lo cuida desde siempre. Desde allí, Elsa recupera su pasado familiar,
reflexiona sobre su vida actual y se ve avocada a un avenir que antes no podía haber
imaginado.
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La novela narra la vida de tres generaciones de la misma familia, a través
principalmente de sus mujeres, las tres Elsas protagonistas. "Una historia de búsqueda y
pérdida de raíces", en palabras de la escritora.
“En los cuentos siempre había tres príncipes, tres princesas.
Tres prendas, tres peligros, tres castigos. Tres enigmas, tres
historias.”
La visión de la historia familiar se da sobre todo, como decimos, a través de los
personajes femeninos. Los masculinos (Carlos, Miguel, Rodrigo…) están mucho menos
perfilados, con excepción del abuelo Esteban que, como personaje omnipresente, ejerce
una función unificadora de las instancias del relato. Las mujeres de Melocotones…
evolucionan con el paso del tiempo. Antonia, por ejemplo, quiere educar a su hija como
a una princesita y se considera a sí misma como insustituible, sustentadora o alma mater
del hogar; se evade de su dura realidad en el obrador de pastelería. Sus nietas, Elsa
pequeña y Elsa grande —también la amiga de esta, Blanca— viven una vida marcada
por la modernidad y sus rémoras de insatisfacción, crisis de identidad, búsqueda de
sentido… Los personajes femeninos de la novela proyectan sus ilusiones hacia un
mundo ideal superpuesto al real: la pastelería, la fotografía, la pintura, el amor, el
dinero, la maternidad… También cultivan la amistad con otras mujeres: Antonia con la
tata, Elsa grande con Blanca, Elsa niña con Leonor y Patria. Elsa pequeña es la única
que no tiene amigas y eso la pone en una situación de vulnerabilidad tan acusada que es
pasto propicio para el trabajo de La Orden del Grial, la secta que la capta y anula su
voluntad.
El título del libro es el de un postre que le gusta mucho al abuelo, título pleno de
sugerencias para el lector, símbolo de los deseos rotos, las promesas incumplidas, las
insatisfacciones, con evidentes resonancias de erotismo y sensualidad:
“No relacionó nunca aquellos meses en los que Esteban
desapareció después de la guerra con su insistencia para que ella, en
la pastelería, lograra descubrir la receta de los melocotones helados”
(p. 70)
“Esteban la había visto también desmembrar el soporte helado
y verterse el chocolate caliente por la boca y el pecho, tumbada boca
arriba sobre la cama, medio desnuda y tensa.” (p. 71)
Los lugares de la acción, además de Lorda, son un pueblo (Virto), una ciudad
pequeña (Duino) y una metrópoli (Desrein) de cualquier parte (inspirados lógicamente
en su País Vasco natal). Espido busca voluntariamente centrarse en el análisis sociopsicológico y evita la identificación con unas concretas coordenadas espaciotemporales. En el poema de Konstantin Kavafis que pone al principio del libro, deja
clara esa tendencia suya a la deslocalización; también justifica el recuerdo, la
recuperación de las vidas perdidas antes de que se destruyan para siempre:
“No hallarás otra tierra ni otro mar,
La ciudad irá en ti siempre (…)
pues es siempre la misma. No busques otra,
no la hay.
No hay caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra”.
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En la novela es muy marcada la diferencia entre la vida urbana (progreso
económico, trabajo, deshumanización) y la vida rural (pequeña comunidad, vida dura,
paisaje), si bien la emigración de la familia del pueblo a la ciudad se presenta como
inevitable, inserta en el proceso social de emigración masiva del campo a la urbe que se
dio en España a partir de los años cuarenta.
Aunque esta es una de las novelas más realistas de Espido (en Donde siempre es
octubre y Nos espera la noche la presencia de lo fantástico es mucho mayor), no
abandona del todo el gusto por el mundo de los cuentos, recurre a ellos para explicar lo
que sucede: Blanca, la amiga de la protagonista, es una gran contadora de cuentos; la
niña Elsa tiene dos amigos invisibles, etc. El crítico Rafael Conte distingue entre
imaginación (más real y contenida, más sometida a límites) y fantasía (desbordante
hasta la ineficacia narrativa), y considera a Espido escritora confiable, más de
imaginación que de fantasía; dice de ella que sus recursos “fantásticos” son más
verbales que esenciales.
El principio y el final de la novela la dotan de estructura cíclica: "Existen
muchos modos de matar a una persona y escapar sin culpa... Hubiera sido inútil buscar
culpables." Estas dos frases abren y cierran una historia llena de sentimiento y misterio;
un relato en el que, como afirma la autora
"todos los personajes son melocotones helados, notan la
presencia de la pasión pero la rodean de olvido involuntario".
En cierta forma, Melocotones helados es una novela sobre el olvido como
verdadera muerte de los que se han ido. Se trata de una reivindicación de la memoria,
una revivencia del tema manriqueño de la tercera vida o vida de la fama, ampliada con
una concepción moderna de la historia que admite la idea unamuniana de
“intrahistoria”. Espido defiende aquí una concepción circular del tiempo histórico, la
idea del eterno retorno:
“Pero habían ocurrido muchas cosas, demasiadas mentiras,
demasiadas historias no contadas, demasiadas palabras ocultas y
venenosas que se repetían una y otra vez como si fueran las mismas.
Por eso el tiempo parecía repetirse. Como los nombres se repetían
(Elsa grande, Elsa pequeña, la niña Elsa, Antonia, Antonio), se
repetían también los hechos, las huidas. Se repetían las palabras. Las
historias.” (p. 98)
La autora se aleja del uso lineal del tiempo, propio del relato tradicional. En
Melocotones… hay continuos saltos adelante y atrás. Desde el tiempo sincrónico en que
se narra, hay un eje diacrónico que permite recuperar el complejo pasado familiar, un
interesante vaivén entre presente y pretérito, muy característico de Espido. Aunque no
se citan fechas, se trata de una crónica familiar (tres generaciones) y de su vida antes y
después de la guerra, en un mundo, un país y una realidad que han cambiado muchísimo
tras la contienda bélica.
El abuelo Esteban, en papel de patriarca, y la tata que lo cuida, como secundario,
son los personajes presentes durante todo el lapso temporal narrativo; funcionan como
instancia de unificación del relato.
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Sin embargo, su presencia no impide la percepción del desmoronamiento del
concepto tradicional de familia. Hay una crisis de la institución familiar que se explicita
sobre todo en la tercera generación, en la vida desorientada de las dos Elsas. La familia
deja de funcionar como marco de protección y aparece un individuo en crisis que busca
sentido en un mundo cada vez más salvaje. Entonces, el retorno a Virto, la oposición
entre la ciudad de tamaño medio (Duino) y la metrópoli deshumanizadora (Desrein)
cobra pleno sentido. Al contrario que el tratamiento narrativo y la estructura del relato,
muy moderna y vanguardista, el trasfondo ideológico de la novela, su mensaje, no es
innovador: vuelta a los valores clásicos, re-humanización, reivindicación de la familia,
recuerdo de los antepasados….
“Espido Freire ha compuesto una estructura muy ágil para el
empleo de los temas narrativos capaz de avanzar o retroceder según
las exigencias del desarrollo del tema” (Miguel García-Posada, El País,
13 de noviembre de 1999).
Uno de los logros de la autora es, entonces, la estructura narrativa, que le
permite avanzar o retroceder a voluntad, según los personajes necesitan recordar o
imaginar el futuro. Espido ha buscado conscientemente esta aniquilación de la
linealidad clásica del relato, pues considera fundamental para la literatura de hoy una
ruptura de la continuidad temporal de la historia.
Una curiosa consecuencia de tanta modernidad estructural es la vuelta a un
narrador omnisciente de tipo clásico decimonónico. El narrador como pieza
fundamental ensambladora de historias entremezcladas. Él es quien permite avanzar la
historia con inteligentes elipsis narrativas que rellena en el momento oportuno
(producción de clímax, desenlace). Él quien distribuye las prolepsis o anticipaciones,
inquietando al lector, prometiéndole funestos desenlaces o finales felices. Él quien pasa
de lo objetivo a lo subjetivo, mezcla información con opinión, el estilo directo con el
indirecto. Él quien filtra los pensamientos de sus criaturas, quien alterna diálogos cortos
con otros más lentos, salta de la narración a la descripción, intercala párrafos de una
sola línea o renuncia a contarnos ciertas partes de la historia. Los riesgos de un narrador
de este tipo, crecido a los pechos del taller literario, son evidentes: dejar a los personajes
en manos de su omnisciencia, convertirlos en simples marionetas, reducir el espacio
interpretativo del lector.
La forma de presentar a los caracteres parece un motivo musical. Primero,
aparece su nombre, después se perfila su rol, su funcionalidad en la historia. César,
Blanca, Rodrigo, Melchor Arana son presentados con esta técnica.
Otro detalle de construcción, usual en una escritora formada en los talleres
literarios, es la confluencia de historias dispersas en el relato, su entrelazamiento en una
cadena de causas y consecuencias. Por ejemplo, cuando Elsa pequeña escapa de la secta
y pisa en el monte unos huesos que resultarán ser de su tía, recuperamos la historia
anterior de la niña Elsa. En el espacio narrativo no existe la casualidad, todo funciona al
servicio de la unidad mayor que es el texto novelesco.
En cuanto a los temas de la novela, están por supuesto los que ya hemos
comentado: el olvido y la muerte, la crisis de la institución familiar, la mujer. También
el tema del amor, materializado en las relaciones Blanca-John, Elsa grande-Rodrigo,
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Elsa pequeña-guía de la secta, Esteban-Antonia, Esteban-Silvia Kodama, Esteban-Rosa,
la tata-el médico, Silvia Kodama-Melchor Arana…, y analizado en distintos aspectos
(aventura, tragedia, dominación, esperanza, rutina). Los modos de amar aparecen
vinculados a su época histórica. Por ejemplo, el abuelo silencia su relación con las
Kodama para evitar el escándalo, Blanca y John se aman en un marco moderno de
desinhibición, Elsa cae en las garras del guía de la secta en un momento personal de
crisis identitaria, la tata corta su relación con el médico por miedo al qué dirán…
Otro gran tema de la novela es la comida, especialmente los pasteles, con sus
connotaciones de felicidad, y los melocotones helados, ambivalente receta llena de
promesas y frustración, entre erotismo e infelicidad. Personaje con una dificultosa
relación con la comida es la anoréxica Blanca.
La violencia y la dominación, el tópico del homo homini lupus es otro tema
ampliamente tratado, especialmente en la historia de Elsa pequeña y la secta que la
domina.
En cuanto al estilo, la autora, consciente de su oficio, se sirve de las figuras
literarias en una dicción a la vez ágil y cuidada, con un ritmo narrativo pensado para
captar la atención del lector. Metáforas, enumeraciones asindéticas y animalizaciones
son las más frecuentes.
Melocotones helados es una novela de gran calidad, muy moderna en su factura,
más bien conservadora en su mensaje. Una fábula sobre el olvido como forma de
extinción de los colectivos humanos. Una narración con un marco didáctico de moraleja
y cierre cíclico que defiende el mito del eterno retorno. Un texto sembrado de la
melancolía característica de la autora y donde los personajes femeninos tienen la solidez
y la fuerza necesarias para hacerse inolvidables. La revelación de una por entonces
jovencísima escritora que, hoy día, ya tiene a sus espaldas una prometedora carrera
literaria.
o Reseñas y estudios sobre Melocotones helados
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“La perversión de la inocencia”, Aurora Sánchez, Diario de Teruel, 9 de marzo
de 2000.
“Planeta celebra la XLVIII edición de su premio. Espido Freire, novelista
precoz”, M. I. Hernando, Época, 1 de noviembre de 1999.
“Los helados somos nosotros, Qué Leer (reseña muy negativa de la novela).
“La ciudad de las estrellas”, La Razón, 6 de noviembre de 1999.
“La imaginación y sus límites”, Rafael Conte, Abc.
“Una tarde con Espido” (entrevista), Inma Roiz, Nosotras, febrero-marzo de
2000.
“Melocotones helados según la receta de Espido Freire. Una propuesta de lectura
dirigida”, José Ignacio de Diego Lidoy, Pilar Ezpeleta, Carlota González,
Manuel Hernández, Concepción Matute, Concepción Rando, Antonio Vázquez,
I.E.S. Benjamín Jarnés (Fuentes de Ebro), en Acín Fanlo, Ramón (coord.),
Invitación a la lectura. Curso 2003-2004. Zaragoza, Ministerio de Cultura-CAIDepartamento de Educación, Cultura y Deporte de la DGA, 2004.
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