Hacia un cesarismo europeo. La suspensión de la

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Hacia un cesarismo europeo. La suspensión de la democracia en aras de la crisis
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Unión Europea
Hacia un cesarismo europeo.
La suspensión de la
democracia en aras de la crisis
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Fecha de publicación en línea: Lunes 16 de febrero de 2015
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Hacia un cesarismo europeo. La suspensión de la democracia en aras de la crisis
Con la victoria de Syriza en Grecia, ha llegado el momento de la verdad para Europa. El mandato democrático que
el pueblo griego ha confiado a esta coalición de la izquierda radical, entra en colisión con la austeridad y las
reformas neoliberales impulsadas por las instituciones europeas. La batalla entablada no es únicamente un
enfrentamiento con esta orientación en términos de política económica. También es un indicador del grado de
aceptación de la democracia por parte de la Unión Europea. En este artículo, Cédric Durand et Razmig Keucheyan,
barajan la hipótesis del carácter cesarista de Europa, en el sentido de alejamiento de las presiones populares en la
toma de decisiones políticas. La intransigencia de la UE ante las propuestas de Syriza y la aplicación parcial de las
amenazas de exclusión del sistema monetario por el Banco Central dan a esta hipótesis una candente actualidad.
¿Desagradable ironía , aval o epitafio? La concesión del premio Nobel de la Paz a la Unión Europea el 12 de
octubre de 2012, puede suscitar perplejidad cuando en el mismo momento, el Banco Central Europeo y la Comisión
de Bruselas desarrollaban una guerra presupuestaria contra varios países miembros. De cualquier forma, esta
concesión lleva a una reflexión sobre la naturaleza del régimen político de la Unión.
"Si tiramos un cristal al suelo se rompe, sin que importe cómo: se quiebra, siguiendo la dirección del tallado, en
trozos cuya dirección aunque invisible, estaba determinada con antelación por la estructura del cristal". Esta
constatación establecida por Sigmund Freud en la década de 1930/1 a propósito de las enfermedades mentales, se
aplica también a las enfermedades políticas, en cuyo primer escalón se encuentra la Unión Europea, de la que se
podría decir estructura resquebrajada y agrietada.
La crisis económica surgida en 2007 reveló contradicciones inherentes a la construcción europea. Demostró
especialmente que la Unión se apoyaba en un régimen político autoritario, susceptible de suspender los
procedimientos democráticos invocando la urgencia económica o financiera. A lo largo de los últimos cuatro años,
instituciones que escapan a cualquier control popular , como el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión
Europea, han dictado la hoja de ruta al pueblo irlandés, húngaro, rumano, griego, italiano, español, portugués,
francés, etc., con la colaboración de las clases dominantes de esos países. El Tratado de Estabilidad, Coordinación
y Gobernanza (TSCG), el control presupuestario de los Estados miembros y la vigilancia de los bancos por parte de
la Unión, prolongan este movimiento/2. ¿Cómo se puede caracterizar esta forma de gobierno de los pueblos pero
sin los pueblos?
Para comprender bien la naturaleza del nuevo régimen político europeo, es conveniente volver sobre las cuatro
fases de la crisis.Todo comenzó en agosto de 2007. Cuando el mayor banco francés el BNP Paribas, anuncia la
congelación de los activos de tres de sus fondos de inversión, argumentando su incapacidad para evaluarlos, la
Unión Europea no dispone de ningún recurso financiero propio que le permita intervenir: si la moneda única suscitó
la aparición de los bancos que operaban a escala continental, la supervisión de su actividad seguía siendo
prerrogativa de los Estados. El BCE inyecta importante cantidad de liquidez sin que se plantee una reforma en
profundidad del sistema financiero.
La quiebra del cuarto banco de inversión del mundo, Lehman Brothers, en septiembre de 2008, da el pistoletazo de
salida de la segunda fase de la crisis. Arrastra el sistema financiero internacional al borde de la quiebra y provoca
una contracción del crédito (credit crunch) de gran amplitud. Por primera vez desde la posguerra, la economía
mundial entra en recesión.
De entrada, la respuesta viene del G20 y de los bancos centrales de las principales economías del planeta: todos
reconocen la necesidad de medidas anticíclicas provisionales. En el Consejo Europeo del 15 y 16 de octubre de
2008, los gobiernos anuncian la recapitalización de las entidades de crédito en dificultades y prometen garantizar los
préstamos bancarios. A nivel de la Unión Europea, dos instituciones aumentan su poder: el BCE y la Dirección
General de la Competencia (DGC). Constituyen los verdaderos centros de pilotaje en medio de la tormenta. Como
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no tienen legitimidad electoral, su reforzamiento se intensifica de forma inversamente proporcional al nivel de
democracia de la Unión.
Tercera fase: finales de 2009, Europa se convierte en el epicentro de la crisis global. Se desencadena una espiral
infernal: despegue de las tasas de interés de la deuda pública de los países de la periferia, generalización de
medidas de austeridad, crecimiento en capa caída o en caída libre. En la tormenta, los países soberanos
encorsetados en la moneda única, se encuentran a merced de ataques especulativos mientras el BCE se niega a
aportar su garantía.
Mayo de 2010. El primer plan de rescate de Grecia coloca a Atenas bajo la tutela de la "troika": el Fondo Monetario
Internacional (FMI), el BCE y la Comisión Europea. En su estela, las tasas de interés de Irlanda y Portugal, seguidas
por las de España e Italia, se disparan, invalidando la tesis según la cual, Grecia era un caso aislado. En ese mismo
momento, nace un Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FESF). A pesar de la oposición de una parte de las
élites continentales, el BCE amplia el campo de sus prerrogativas y se pone a recomprar bonos del Tesoro en el
mercado secundario.
Estos cambios se adaptan al interés de las finanzas. Klaus Regling toma la dirección del FESF. Antiguo cuadro del
FMI, del Ministerio de Finanzas alemán y de la Comisión Europea, desempeñó parte de su carrera en el sector
financiero privado, trabajó durante la década de 1980 para la Asociación Federal de los bancos alemanes, dirigió un
fondo especulativo (hedge fund) en Londres entre 1999 y 2001 y ejerció como consultor privado en Bruselas. Otro
caso similar: Jacques de Larosière. Antiguo director general del FMI, alto funcionario del Tesoro francés, después
consejero de Michel Pérebeau, presidente-director general del BNP Paribas-, dirigió en febrero de 2009 el grupo de
expertos que remitió a la Comisión Europea un informe sobre la reforma de la arquitectura financiera europea.
Cuatro de los ocho miembros de este grupo están o han estado vinculados a entidades financieras: Goldman Sachs,
BNP Paribas, Lehman Brothers y Citigroup.
Durante la cuarta fase, que se inició en julio de 2011, la crisis de las deudas soberanas de la periferia de Europa se
extiende a algunos países del corazón histórico de la Unión como Italia, que ve las tasas de interés de su deuda
dispararse en relación a los pagados por Alemania. El conjunto del continente se inclina de nuevo hacia la recesión,
mientras que los países del sur de Europa se hunden en la depresión. Al mismo tiempo, la crisis se politiza cada vez
más. Las tensiones entre países europeos se avivan a nivel internacional y, sobre todo, en el seno de las
sociedades más afectadas por las turbulencias económicas: España, Italia, Portugal y Grecia.
El papel desempeñado por el Instituto de Finanzas Internacional (IIF) en esta fase se revela crucial. Como una
especie de lobby de las grandes entidades financieras mundiales, este organismo ha ejercido toda su influencia
sobre los representantes de los gobiernos nacionales y de la Unión. Estuvo directamente implicado en las
negociaciones sobre la reforma de la arquitectura financiera europea, por ejemplo, haciendo fracasar la proposición
de una nueva tasa para el sector bancario/3.
Cuando en octubre de 2011, el primer ministro griego, Georges Papandreu, anuncia su intención de convocar un
referéndum sobre el nuevo plan de ayuda, los gobiernos europeos se vuelven amenazantes. Nicolas Sarkozy habla
por primera vez de la salida del euro de Grecia. Papandreu dimite; es reemplazado por Lucas Papademos, antiguo
miembro del banco central en Atenas y en Francfort, a la cabeza de un "gobierno de unidad nacional". En Italia,
Silvio Berlusconi corre la misma suerte. Después de que el Comisario para Asuntos económicos y monetarios, Olli
Rehn, enviara una carta a Italia pidiendo reformas económicas y fiscales drásticas, fue empujado a dimitir. Fue
reemplazado por Mario Monti, clon transalpino de Papademos, Larosière y Regling. Antiguo comisario europeo
encargado de la Competencia, Monti presidió el European Money and Finance Forum, un think tank que reúne
financieros, políticos y universitarios y asesoró a Goldman Sachs y Coca-Cola.
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La incapacidad de los gobiernos para enfrentarse a la situación lleva a una aceleración de la integración europea. El
nuevo Tratado que está en proceso de ratificación encorseta las políticas presupuestarias nacionales, sometiéndolas
al acompañamiento de la Comisión y de los otros países. El principio de que "la soberanía se interrumpe cuando se
interrumpe la solvencia" reduce los países bajo la situación de rescate a casi protectorados. En Atenas, Lisboa y
Dublín, los hombres de negro de la "Troika" dictan los paquetes de medidas que hay que adoptar mostrando las
relaciones neocoloniales a las que son sometidos los países de la periferia. Sostenidos por el nuevo poder en
Francia, España e Italia arrancaron en la cumbre europea de junio de 2012, una vaga promesa de que la tutela
podría ser menos estricta en el futuro. Estas ilusiones se hicieron añicos con las recientes declaraciones del Mario
Draghi, que no contempla la garantía completa del BCE -del que se convirtió en gobernador en noviembre de 2011salvo a cambio de una total obediencia de las autoridades nacionales a los mandatos de la "Troika"/4.
De esta forma, desde el inicio de la crisis, la Unión Europea no ha dejado de manifestar las características de un
régimen autoritario. Gobiernos elegidos obligados a dimitir y reemplazados por tecnócratas sin legitimidad
democrática; preeminencia de instituciones supuestamente "neutras", como el BCE; supresión del papel del
Parlamento europeo, cuyo presidente socialdemócrata, Martin Schulz, intenta en vano que se reconozca su papel/5;
anulación de referéndum; intromisión del sector privado en la toma de decisiones políticas... Para comprender esta
dinámica antidemocrática, que solo podría parar un movimiento social a escala continental, es útil mirar hacia un
contemporáneo de Freud, él también observador perspicaz de la crisis de la civilización de los años 30 del siglo
pasado: Antonio Gramsci.
Según el intelectual italiano, a lo largo de las grandes crisis del capitalismo, las instituciones que dependen del
sufragio universal, como los parlamentos, pasan a un segundo plano. A la inversa, las circunstancias consolidan "la
posición relativa del poder de la burocracia (civil y militar) , de las altas finanzas, de la iglesia, y en general, de todos
los organismos relativamente independientes de las fluctuaciones de la opinión pública"/6. En épocas normales, no
les cuesta dejar al mando las instituciones democráticas. Pero no sucede lo mismo en caso de crisis: por una parte,
las contradicciones inherentes a las instituciones legítimas desde el punto de vista electoral se agudizan,
debilitándose su capacidad de tomar decisiones que aceleren el ritmo político; por otra parte, la opinión pública
fluctúa considerablemente, amenazando con inclinarse hacia las soluciones más radicales.
Gramsci denomina "cesarismo" esta propensión de los regímenes democráticos a manifestar inclinaciones
autoritarias en tiempos de crisis. En el siglo XIX y en la primera mitad del XX, a menudo es en el seno de los
ejércitos donde aparecen los elementos cesaristas: Napoleón Bonaparte, Otto von Bismarck y Benito Mussolini, tres
figuras emblemáticas del fenómeno. Además, el cesarismo toma prestado su nombre de un carismático general
romano que cruzando el Rubicón, borró la frontera entre el militar y el político. Sin embargo, Gramsci había previsto
que también los agentes no militares pudieran ejercer la función de césar: es el caso de la iglesia, de las finanzas o
de la burguesía estatalista. El autor de los Cuadernos desde cárcel constata, por ejemplo, la naturaleza fragmentada
de la nación nacida del Risorgimiento italiano en el siglo XIX: su formación por agregación de territorios
sucesivamente anexados sucede sin una verdadera implicación de las masas populares. Solo la burocracia del
estado garantiza la unidad, jugando el papel de césar sin el que las fuerzas centrífugas harían explotar el conjunto.
Las dinámicas actuales generadas en el seno de la Unión Europea evocan una forma de cesarismo no militar sino
financiero y burocrático. Entidad política con soberanía fragmentada, Europa solo ve su unidad garantizada por la
burocracia bruselense y la injerencia estructural de las finanzas internacionales en su funcionamiento. Y los
supuestos "avances" logrados a través de la integración durante los tres últimos años acentúan esta característica.
Este cesarismo no es un invento reciente. Después de la Segunda Guerra Mundial, algunas instituciones no
democráticas entre los que se encuentran los tribunales constitucionales o los bancos centrales independientes, se
han hecho cada vez más poderosos en Europa Occidental. La idea que anima a las élites continentales de la época
es que los totalitarismos "gemelos" -nazismo y estalinismo- eran producto de los "excesos" de la democracia, razón
por la cual es necesario proteger a esta última de su propia sinrazón/7. Desde su origen, el proyecto europeo se
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inscribe en esta lógica de alejamiento de los pueblos. Pero la aceleración brutal ocurrida desde 2009 radicalizó el
proceso: la unión económica y monetaria se convirtió en un instrumento autoritario de gestión de las contradicciones
económicas y sociales producidas por la crisis.
En ese sentido, la opción que se ofrece de aquí en adelante no es entre perseguir la construcción europea o la
vuelta a la escala nacional como querrían hacernos creer los medias dominantes e intelectuales euroliberales, sino
entre dos opciones antagonistas: el cesarismo o la democracia
1/11/2012
Cédric Durand y Razmig Keucheyan son respectivamente profesor de economía en la universidad Paris-XIII y
profesor de sociología en la universidad Paris-Sorbonne (Paris-IV).
-
Traducción: VIENTO SUR
Notas
1/ Sigmund Freud, Nouvelles Conférences d'introduction à la psychanalyse, Gallimard, Paris, 1984 (1re ed.: 1933).
2/ Leer a Raoul Marc Jennar, «Deux traités pour un coup d'Etat européen» (
http://www.monde-diplomatique.fr/2012/06/JENNAR/47850) y « Traité flou, conséquences limpides » (
http://www.monde-diplomatique.fr/2012/10/JENNAR/48277), Le Monde diplomatique, respectivamente, junio y
octubre de 2012.
3/ Financial Times, Londres, 20 de julio de 2011.
4/ Financial Times, 7 de septiembre de 2012.
5/ Le Monde, 19 de enero de 2012.
6/ Antonio Gramsci, Guerre de mouvement et guerre de position, textes des Cahiers de prison choisis et commentés
par Razmig Keucheyan, La Fabrique, Paris, 2012. Leer «Gramsci, une pensée devenue monde», Le Monde
diplomatique, julio de 2012.
7/ Cf. Jan-Werner Müller, Contesting Democracy. Political Ideas in Twentieth-Century Europe, Yale University Press,
New Haven, 2011.
«Suspension de la démocratie à la faveur de la crise. Vers un césarisme européen». Le Monde diplomatique.fr,
Cédric noviembre de 2012:
http://www.monde-diplomatique.fr/2012/11/DURAND/48383
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