Fuentes de consumo cultural en la vida cotidiana de los alumnos de

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Capítulo V. LOS USOS SOCIALES Y LA PRODUCCIÓN DE SENTIDO
5.1. Los usos sociales
En este apartado veremos algunos aspectos del consumo que están relacionados con la
producción de sentido. En otras palabras, interesa delinear algunos rasgos presentes en las
prácticas de consumo del grupo de estudiantes sobre el cual se llevó a cabo el presente
estudio y que van encaminadas a la producción de sentido; su realización busca establecer
un significado para el grupo y para la persona misma. Acerca de los consumos de este
grupo, cabe preguntarse ¿por qué prefieren una cosa a la otra?, ¿qué uso dan a lo que
consumen?, ¿qué, de su consumo ha alcanzado una forma simbólica?
Comenzaremos diciendo que en la práctica del consumo, el individuo aplica su libre
albedrío sobre lo que compra o consume, dando luego otro fin a lo adquirido distinto al fin
para el cual fue creado. Aquí ocurre lo que De Certeau denomina la “invención de lo
cotidiano” al “desplazar la atención del consumo supuestamente pasivo de productos
recibidos a la creación anónima, nacida de la práctica de la desviación en el uso de estos
productos” (De Certeau, 1996, p. XVII).
Las formas de combinar lo que se consume se entrelazan con las formas de uso de la cual
no se puede separar. Estas prácticas, dice De Certeau, “ponen en juego una ratio ‘popular’,
una manera de pensar investida de una manera de actuar, un arte de combinar indisociable
de un arte de utilizar” (De Certeau, 1996, p. XLV).
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Muchas de estas prácticas cotidianas (hablar, leer, circular, hacer las compras o cocinar,
etcétera) son de tipo táctico1. La táctica, dice De Certeau:
no tiene más lugar que el del otro. Y también, más generalmente, una gran
parte de estas "maneras de hacer"; éxitos del "débil" contra el más "fuerte"
(los poderosos, la enfermedad, la violencia de las cosas o de un orden,
etcétera), buenas pasadas, artes de poner en práctica jugarretas, astucias de
"cazadores", movilidades maniobreras, simulaciones polimorfas, hallazgos
jubilosos, poéticos y guerreros”. (De Certeau, 1996, p. L).
Esa lucha sutil que se establece en y por los espacios es parte de la interrelación cotidiana2.
Los grupos, deben arreglárselas en una red de fuerzas y de representaciones establecidas, en
lo que Bourdieu ha denominado como ‘campo’, definido, precisamente por un sistema de
reglas. En esa lucha, agrega De Certeau, hace falta ‘valerse de’. Ahora bien, cuando el uso
se combina con un estilo personal, se define una "manera de hacer" (de hablar, de caminar,
etcétera) (De Certeau, 1996, p. 112).
Pero, el consumo no es sólo reproducción de fuerzas sino también producción de sentido.
Martín-Barbero afirma que en los últimos años el estudio de los usos sociales en el campo
de la comunicación está siendo aplicado mayoritariamente a la televisión; y en ellos se
pretende “indagar acerca del sentido que pone el contexto histórico-cultural en la
1
De Certeau define táctica así: Cálculo que no puede contar con un lugar propio, ni por tanto con una frontera
que distinga al otro como una totalidad visible. (De Certeau, 1996, p. L)
2
El espacio, afirma De Certeau, “es un lugar practicado. De esta forma, la calle geométricamente definida por
el urbanismo se transforma en espacio por intervención de los caminantes. Igualmente, la lectura es el espacio
producido por la práctica del lugar que constituye un sistema de signos: un escrito. (De Certeau, 1996, p.
129).
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elaboración que el televidente hace de los diversos programas televisivos” (Martín-Barbero,
1999, p. 15). Por otra parte, complementan estás ideas Martín-Barbero y Muñoz al afirmar:
“Los habitus de clase atraviesan los modos de usar la televisión, los modos
de ver, y se hacen manifiestos –observables etnográficamente- en la
organización del tiempo y del espacio cotidianos. Puede establecerse una
gama de usos que tienen que ver, no únicamente con la cantidad de tiempo
dedicado sino con el tipo de tiempo, con el significado social de ese tiempo
y con el tipo de demanda que las diferentes clases le hacen a la televisión”.
(Martín-Barbero y Sonia Muñoz, 1992, pp. 22-23).
Dentro de esas “maneras de hacer” se van conformando estilos personales de vida en donde
los distintos usos sociales son prácticas cargadas de simbolismos, las cuales, según los
habitus de clase, se relacionan con la producción de sentido. El tiempo destinado a los
diferentes consumos y los espacios cotidianos guardan un significado social comprensible
sólo dentro de ciertos grupos.
Los sistemas compartidos de percepción y organización del mundo, así como los sistemas
de valores establecidos por el hombre en sus distintos grupos sociales, así como el lenguaje
que son espacios y medios a través de los cuales se manifiestan esos sistemas, dice
Cisneros, "hacen referencia clara a la significación profunda de la dimensión cultural en las
personas, tanto en lo colectivo como en lo individual. Significación que, además de dar
sentido a las prácticas, posibilita la comunicación”. (Cisneros, 1992, p. 147).
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De acuerdo con Giddens y otros, la vida social humana puede entenderse en función de las
relaciones mutuas entre individuos que vinculan acción y contexto y repartidas a lo largo
del tiempo y del espacio son esenciales para la estructuración tanto de la vida social como
del lenguaje. En esta estructuración, los autores resaltan la importancia de la conversación
casual o informal para crear un mundo social con sentido. (Giddens, y otros, 1991, p. 279).
Tanto Cisneros como Giddens dejan ver la importancia que reviste el lenguaje en la
estructuración social y en la producción de sentido; la conversación casual o informal,
como dicen estos autores, sería el caso de los estudiantes sobre quienes se realizó el
presente estudio y los cuales usan ese lenguaje coloquial para crear su mundo social y a la
vez, darle sentido. Esa producción de sentido y esas luchas sutiles por los espacios, ocurren
y se favorecen en “los campos sociales”, concepto establecido por Bourdieu y que hemos
tratado en el Capítulo III.
De una manera breve, resumiremos lo que Bourdieu ha establecido como las propiedades
de los campos. Con ese propósito diremos con Bourdieu que:
-
En cualquier campo encontraremos una lucha, entre el recién llegado y el
dominante.
-
Un campo se define por lo que en él está en juego
-
Para que funcione un campo es necesario que haya algo en juego y gente dispuesta a
jugar. Gente dotada de los habitus y conocimientos sobre el juego y sus reglas.
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-
La estructura del campo es un estado de la relación de fuerzas entre los agentes o las
instituciones que entran al juego o de la distribución del capital específico que ha
sido acumulado durante las luchas anteriores y define estrategias futuras.
-
Capital específico significa que el capital vale en relación con un campo
determinado. Ese capital específico es el fundamento del poder y quien lo ostenta se
inclina hacia estrategias de conservación. Defienden la ortodoxia.
-
Los que disponen de menos capital, los jóvenes, se inclinan por estrategias de
subversión: la heterodoxia.
-
Toda la gente comprometida con un campo tiene intereses fundamentales comunes,
una complicidad objetiva que subyace por debajo de los antagonismos.
-
Los recién llegados tienen que pagar el derecho de admisión que consiste en
reconocer el valor del juego.
-
Sus estrategias de subversión deben permanecer dentro de ciertos límites, so pena
de exclusión.
-
Cuando la gente puede limitarse a dejar actuar su habitus para obedecer a la
necesidad inmanente del campo y satisfacer las exigencias inscritas en él, en ningún
momento siente que está cumpliendo con un deber. Así, tiene la ganancia
suplementaria de verse y ser vista como persona perfectamente desinteresada.
Considerando que los estudiantes sobre quienes se realizó el presente trabajo son individuos
en formación y su capital, económico y cultural, lo tiene en menor cuantía en relación a
sujetos del mismo campo, entonces es valedero en ciertos lugares que ellos prefieran unos
sitios sobre otros para sus prácticas sociales y también para sus consumos. Con este
comportamiento refuerzan su autoestima, pues sienten que su presencia en los lugares a
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donde acuden es bien vista y en ellos se encontrarán con sus pares que forman el alter ego
que les da confianza.
Gilberto Giménez coincide también en catalogar el concepto de campo como una estructura
social definida como “disimétrica y conflictiva que se manifiesta en la sincronía como un
espacio estructurado de posiciones dominantes y dominadas. Las propiedades de estas
posiciones dependen de su ubicación en este espacio y no de los atributos personales de sus
“ocupantes”. También asevera que en todo campo así definido existe una guerra
permanente. (Giménez, 1986, p. 36).
Thompson también aborda lo referente al concepto de campo al afirmar:
“La vida social está compuesta por individuos que llevan a cabo propósitos
y objetivos de varios tipos. En este cometido siempre actúan dentro de un
conjunto de circunstancias previamente establecidas y que ofrecen a los
individuos diferentes inclinaciones y oportunidades”. (Thompson, 1998, p.
28).
Estas circunstancias a las cuales hace referencia Thompson son los caracteres que
prevalecen en los campos de interacción y los definen. Así, los jóvenes o incluso cualquier
persona que desee ingresar a un campo determinado deberán entender que hay reglas,
normas y comportamientos que tendrán que aceptar y adoptar para permanecer en él.
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El comportamiento humano que se desarrolla en esos campos de interacción, cita Hans
Joas, se orienta a las posibles reacciones de los demás, es decir, el actuar del individuo ante
los otros reviste una cierta influencia de la presencia del interlocutor o de la otra persona.
Dice Joas: “Mediante símbolos se forman modelos de expectativas recíprocas de conducta,
modelos que, sin embargo, siempre están integrados en el curso de la interacción”. (Joas,
1991, p. 123).
En la vida cotidiana confluyen distintas dimensiones culturales, espacios de interacción,
formas de interrelación en donde sobresale el lenguaje y los habitus particulares que entran
en juego y hacen posible la comunicación, la conformación de espacios comunes y la
producción de sentido; circunstancias que han dado lugar a los constructos que venimos
estudiando como una forma de explicar los consumos culturales de los estudiantes de
biología de la Universidad de Occidente.
5.2. El gusto como factor determinante del consumo
Un factor de gran influencia en el consumo cultural es el gusto; configurado por una serie
de cualidades, rasgos o evocaciones que en la apropiación de un objeto de consumo entra
en juego. Pero, se habla de buen gusto y de mal gusto, entonces, el adjetivar los gustos nos
indica que existe una pugna entre patrones de gusto dependientes de la subjetividad. Coelho
menciona que, en un sentido amplio, el gusto “es la facultad de discernir características o
cualidades de objetos y fenómenos”. Más específicamente, continúa, gusto es “la ventaja de
descubrir con sutileza y rapidez la medida del placer que cada cosa debe dar a los
hombres”. (Coelho, 2000, p. 252).
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Bourdieu aborda el tema sobre el gusto con la siguiente definición:
“Los gustos, comprendidos como el conjunto de prácticas y propiedades de
una persona o un grupo son producto de una confluencia (de una armonía
preestablecida) entre ciertos bienes y un gusto. (...) Entre estos bienes,
debemos incluir, con el riesgo de parecer chocante, todo lo que es objeto de
elección, de una afinidad electiva, como los objetos de simpatía, de amistad
o de amor”. (Bourdieu, 1990, p. 182).
En ese mismo orden de ideas, Maestri (2001, pág. electrónica) afirma que el gusto de una
persona o de un grupo de personas se refiere al tipo de selección que éste o éstos realizan,
tanto de objetos y propiedades como de las prácticas habituales que desempeñan. Es decir,
el gusto se puede manifestar en la elección de determinados deportes, de ciertas comidas,
en la compra de ciertos libros, la casa que se habita, los lugares de recreación que se
prefieren, etc.
De acuerdo con Breton, el consumo de las nuevas tecnologías de la comunicación está
directamente relacionado con el gusto de la persona y, el recurso sistemático a la
comunicación, afirma Breton, produce dos efectos paradójicamente contradictorios: una
uniformidad universal de los gustos, de las normas, de los comportamientos; la construcción
de un espacio público universal y, al mismo tiempo, un repliegue del individuo sobre sí
mismo. (Breton, 1997, p. 155).
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En otras palabras, Breton establece que en la medida en que las nuevas tecnologías de la
comunicación sean objeto de consumo, se tendrá, por un lado la homogeneización del gusto
en las mayorías, pero por otro lado vendrán aparejados cambios en la interacción social; se
experimentarán procesos de abstracción y de ensimismamiento que provocarán en el
individuo ese repliegue sobre sí mismo al que hace referencia este autor.
Hemos comentado antes que se puede hablar de buen gusto y de mal gusto, esto significa
que al inclinarnos por uno, automáticamente estamos rechazando el otro. Al respecto
Bourdieu comenta: “Los gustos (esto es, las preferencias manifestadas) son la afirmación
práctica de una diferencia
inevitable. No es por casualidad que, cuando tienen que
justificarse, se afirmen de manera enteramente negativa, por medio del rechazo de otros
gustos”. (Bourdieu, 2002, p. 53).
Afirma Bourdieu que la ideología del gusto natural, engendrado en la cotidiana lucha de
clases, naturaliza las diferencias reales, convirtiendo en diferencias de naturaleza unas
diferencias en los modos de adquisición de la cultura. El gusto, dice Bourdieu, es ese don
natural para reconocer y amar la perfección. (Bourdieu, 2002, p.65).
Podemos decir con Bourdieu que el gusto aunado a las prácticas que engendran los distintos
habitus, con el tiempo se presenta
como unas configuraciones sistemáticas de propiedades que expresan las
diferencias objetivamente inscritas en las condiciones de existencia bajo la
forma de sistemas de variaciones diferenciales que, percibidas por unos
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agentes dotados de los necesarios esquemas de percepción y de apreciación
para descubrir , interpretar y evaluar en ellos las características pertinentes,
funcionan como unos estilos de vida. (Bourdieu, 2002, p.170).
El gusto, de acuerdo con Bourdieu, es una propensión y aptitud para la apropiación
(material y/o simbólica) de una clase determinada de objetos o de prácticas enclasadas y
enclasantes, es la fórmula generadora que se encuentra en la base del estilo de vida,
conjunto unitario de preferencias distintivas que expresan, en la lógica específica de cada
uno de los sub-espacios simbólicos –mobiliario, vestidos, lenguaje o hexis corporal- la
misma intención expresiva. (Bourdieu, 2002, p.173).
Esos rasgos de enclasado y enclasante del gusto, se manifiestan en las prácticas del
consumo cultural; es con frecuencia, el definidor de las apropiaciones de los productos
culturales, de aquellos que guardan un valor simbólico para el individuo, sean estos bienes
para uso personal o no; con esto, el gusto se convierte en
“el operador práctico de la transmutación de las cosas en signos distintos y
distintivos, de las distribuciones continuas en oposiciones discontinuas; el
gusto hace penetrar a las diferencias inscritas en el orden físico de los
cuerpos en el orden simbólico de las distinciones significantes”. (Bourdieu,
2002, p. 174).
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Bourdieu establece los criterios para hacer la distinción entre los consumos considerados
como ‘distinguidos’ y los definidos como ‘vulgares’, distinción que tiene como base dos
tipos de capital: el económico y el cultural:
“La oposición principal, según el volumen global del capital, se establece
aquí entre los consumos designados como distinguidos, por su propia
singularidad, de las fracciones mejor provistas tanto de capital económico
como de capital cultural, y los consumos socialmente considerados como
vulgares, porque son a la vez fáciles y comunes, de los más desprovistos de
esos dos tipos de capital”. (Bourdieu, 2002, p. 175 ).
En un intento de síntesis sobre este capítulo podemos decir que el libre albedrío del
hombre, aplicado al consumo, conduce a la invención de lo cotidiano de De Certeau, donde
a lo adquirido se le da otro fin distinto al fin para el que fue creado. Estas formas de uso
ponen en juego una manera de pensar investida de una manera de actuar. Se pueden
catalogar estas maneras de hacer como éxitos del “débil” frente al “fuerte” en su sutil lucha
cotidiana.
El consumo es producción de sentido. Hay un capital simbólico en juego junto con el
capital cultural de cada persona que lucha por espacios en los campos sociales en donde
participan aquellos que han configurado habitus semejantes y que conocen y reconocen las
estructuras de toda índole que prevalecen en ellos, y su comportamiento, al ser el producto
de un habitus y tener lugar en un campo, está impregnado de sentido.
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El gusto es un participante importante en los consumos y, aunque los medios propenden a
establecer una uniformidad universal de los gustos, las prácticas derivadas del habitus de
cada individuo en combinación con los gustos personales y el capital cultural conducen a la
diferenciación de la clase social, pues adquieren el carácter de enclasados y enclasantes.
Con esto, el gusto viene a ser base de estilos de vida y factor definitorio del consumo
cultural. Así, se establece que los consumos culturales pueden designarse como
distinguidos, por su propia singularidad y como vulgares porque son a la vez fáciles y
comunes. Aplicado al comportamiento de los jóvenes, su enclasamiento viene dado por los
consumos que realizan: los más comunes, los de fácil acceso y, en general, aquellos que
guardan un simbolismo para ellos. Es procedente recordar aquí que los gustos de los
jóvenes y en particular, de los estudiantes, no necesariamente se han de manifestar en los
consumos que realicen, en las apropiaciones en que participen, pues tienen una limitante
muy importante: su economía; por lo cual, sus gustos pueden estar mediados por su
entorno, sin embargo puede que permanezcan ocultos por su economía.
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