1. Teorías y propuestas editoriales En Argentina, es histórica y

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autor : Matías Moscardi
El arte (y la teoría) en la Matrix
Arte en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del presente, de Boris Groys, Buenos Aires, Caja Negra, 2016. Traducción de Paola Cortes Rocca.
1. Teorías y propuestas editoriales
En Argentina, es histórica y relativamente constante la fascinación intelectual por la filosofía francófona. Hoy resuenan aquí y allá los
nombres de Jacques Rancière, George Didi-Huberman, Nicolas Bourriaud, Alain Badiou, Jean-Louis Deotté. Sus antecesores:
Blanchot, Barthes, Deleuze, Lacan, Foucault y Derrida. A pesar de la relación de continuidad entre sucesores y antecesores, lo cierto
es que son modas distintas. En el grupo de los antecesores, domina la heterogeneidad –sin excluir preocupaciones comunes–, cada
libro articula giros distintos, indaga zonas diferenciales, hasta caprichosas, excéntricas (como en el caso de Barthes, que se mueve
entre la cultura japonesa, la fotografía, el realismo decimonónico; y más aún en el caso de Deleuze y Guattarí, cuyas indagaciones
bibliográficas van de la psiquiatría, pasando por el chamanismo, hasta la biología y las matemáticas). En el grupo de los sucesores, en
cambio, parece existir un dominio fuertemente cohesivo, y no solo entre las obras de cada uno –podríamos acordar que el tema nodal
está constituido por las relaciones entre estética y política en el dominio del arte contemporáneo–, sino internamente, en la producción
individual: la sensación de que, rápidamente, algo aparece como saturado en el sistema de lecturas, algo comienza a repetirse sin
producir diferencia. Quizás a modo de respuesta o contrapunto, uno podría pensar ciertas emergencias en algunos catálogos de autores
no-francófonos, como formas de diversificar las alternativas de lecturas teóricas: Giorgio Agamben, Andreas Huyssen y Diedrich
Diederichsen, entre otros, por parte de Adriana Hidalgo; o el caso de Caja Negra, que publicó a Kenneth Goldsmith, recuperó a Vilém
Flusser, y presentó a Harun Farocki, Mark Fisher, Hito Steyerl y Graham Harman. Entre los autores que acabo de mencionar, los
únicos que, a la fecha, tienen más de un libro publicado en el país son Agamben (con más de quince) y Diederichsen (en menor
medida, con dos). Quiero decir: por un lado, tenemos la presencia fuerte de la teoría francófona (Rancière a la cabeza, con más de
veintidós títulos) y, por el otro, una línea alternativa que, salvo en el caso de Agamben, procura evitar la repetición.
2. Reología teórica
Boris Groys (Berlín Este, 1947) podría pensarse en esta línea alternativa que empieza a “marcar tendencia”. En dos años aparecieron,
por lo menos, tres libros en editoriales argentinas:Volverse público (Caja negra, 2014),Introducción a la antifilosofía (Eterna cadencia,
2016) yArte en flujo. Ensayos sobe la evanescencia del presente, publicado recientemente por Caja negra. Mientras queIntroducción a
la antifilosofía se inscribe en la línea revisionista de la historia de la filosofía –comoLa aventura de la filosofía francesa, de Badiou,
también editado por Eterna Cadencia (2013)–Volverse público yArte en flujo abordan, en cambio, el problema del arte contemporáneo
en el presente. Se trata de libros centrales para pensar temas diversos como la omnipresencia de la tecnología en la cultura, el lugar del
archivo, las instalaciones, el activismo artístico, el comunismo y su relación con la vanguardia rusa, el kistch, los usos del lenguaje en
Google y el arte en Internet. Sin embargo, Groys deja planteada una preocupación fundamental: figuras como la puesta en flujo y la
evanescencia del presente, de acuerdo con su perspectiva, también se refieren al discurso teórico (ver, en especial, el capítulo “Bajo la
mirada de la teoría”). Es más: el libro de Groys puede leerse no solo como un libro sobre arte contemporáneo, sino como un libro que
deslinda las relaciones entre arte y teoría, como si sus destinos fueran compartidos o incluso especulares: lo que se dice del arte a su
vez podría pensarse como síntoma teórico.
Veamos: en el capítulo de apertura se habla de una “reología del arte”. El arte, apunta Groys,se ha vuelto fluido. Y la reología es una
rama de la física que se encarga de analizar sustancias viscosas, elásticas, pringosas. Esta figura, aunque no vuelve a aparecer en todo
el libro, resulta vertebral: porque a partir de acá pensamos en un tipo de objeto crítico adherente, que parece empastar, pegotear,
cualquier intento de indagación teórica. Por lo tanto, la teoría también se presenta, en algún punto, como unfenómeno reológico
, producto de la naturaleza de su objeto: elástica, fluida, viscosa. Sobre todo si la comparamos con figuraciones previas como lo
rizomático, lo polifónico o lo intertextual, que convocan comportamientos de la materia bien distintos, esta reología teórica se
caracteriza ya no por saltos impredecibles, por cartografías nómades, por articulaciones contrapuntísticas de voces sociales o por el
trabajo con enormes mosaicos de citas. Por el contrario, la reología teórica se estira como un chicle. De ahí queArte en flujo suene, por
momentos, bastante reiterativo en relación aVolverse público: no solo porque incluye dos capítulos con leves modificaciones que ya
estaban en el libro anterior sino porque se repiten frases, párrafos, ideas que ya habían quedado planteadas y desarrolladas, autores y
obras puestas en foco, abordajes y lecturas (¿no ocurre algo parecido cuando leemos sucesivamente varios libros de Rancière?).
3. El arte en la Matrix
Una de las preocupaciones centrales deArte en flujo es el lugar, el tipo de espacio y los efectos que Internet produce en las prácticas
artísticas. Somos todosperformers: eso nos dice Boris Groys. Estar vivos no alcanza: tenemos que mostrarles a los demás que estamos
vivos. En la Matrix, la vida es la perfo de vivir. Si el arte contemporáneo es un arteen flujo es precisamente por eso. Todos somos
artistas, entonces: ¿cómo hará el arte contemporáneo para sobrevivir al éxito del arte contemporáneo? La pregunta planteada en
Volverse público adquiere una respuesta contundente en este libro. Al arte no le queda otra: tiene queentrar en flujo. Esto significa
perder su visibilidad en el grado cero de lo visible –por eso, el retorno al “Cuadrado negro” de Kazimir Malévich, otro de los grandes
momentos del libro–, deshacerse del sujeto en la proliferación colectiva de sujetos autodiseñados, relegar incluso su especificidad es el
precio de su subsistencia.
Freud hablaba delo perecedero: un arte en flujo es un arte de lo perecedero, pero no porque trabaje con materias u objetos efímeros,
sino porque estamos ante un arte que en sí mismo es puro devenir, acontecimiento, producción sin producto, aura sin objeto. Ante este
estado de cosas, los problemas que puntualiza Groys son varios: la reflexión sobre el acontecimiento, el registro y el archivo, las
formas emocionales e intelectuales de entablar relaciones con esa documentación, la continuidad o caducidad de la utopía
vanguardista, las modulaciones de un nuevo realismo y una idea diferente del arte conceptual, las diferencias entre la reproducción
técnica benjaminiana y la reproducción digital. En todas estas problemáticas, se define y redefine, se interroga y se modela el contorno
del arte contemporáneo: un arte sincronizado con el fluir vertiginoso del tiempo.
(Actualización septiembre - octubre 2016/ BazarAmericano)
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