Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. Med Clin (Barc). 2012;138(2):78–84 www.elsevier.es/medicinaclinica Diagnóstico y tratamiento Delirium en el paciente anciano: actualización en prevención, diagnóstico y tratamiento Delirium in the elder patient: update in prevention, diagnosis and treatment Nicolás Ignacio Martı́nez Velilla a,*, Roberto Petidier-Torregrosa b y Álvaro Casas-Herrero a a b Servicio de Geriatrı´a, Complejo Hospitalario de Navarra, Pamplona, España Servicio de Geriatrı´a, Hospital Universitario de Getafe, Madrid, España I N F O R M A C I Ó N D E L A R T Í C U L O Historia del artı´culo: Recibido el 10 de febrero de 2011 Aceptado el 22 de marzo de 2011 On-line el 25 de mayo de 2011 Introducción El término delirium o sı́ndrome confusional agudo fue utilizado por primera vez como término médico en el primer siglo AD para describir las alteraciones mentales que ocurrı́an durante situaciones febriles o tras traumatismos craneales1. Desde entonces se han usado numerosas terminologı́as, aunque en las últimas décadas se ha generado un consenso internacional para considerar el término delirium como el más adecuado2. La importancia del correcto conocimiento y manejo de esta entidad radica en las considerables consecuencias cuantitativas y cualitativas que se derivan de su aparición. Es uno de los eventos adversos más habitualmente prevenibles en los ancianos durante la hospitalización3 y la experiencia clı́nica ha demostrado que puede provocar una cascada de fenómenos que conducen al deterioro funcional, dependencia, institucionalización y, eventualmente, la muerte. La mortalidad intrahospitalaria varı́a del 22 al 76% según los estudios4, siendo estas cifras similares a las de pacientes con infarto de miocardio o sepsis. Además de la mortalidad, existen numerosas consecuencias entre las que destacan deshidratación, desnutrición, úlceras por presión, infecciones, prolongación de estancias y riesgo de iatrogenia por fármacos. El impacto del delirium por sı́ mismo puede convertir la vulnerabilidad en un resultado adverso5, ha sido identificado como una de las tres enfermedades para la mejora de la calidad de atención al anciano frágil6 y su impacto económico es muy importante, rivalizando con los costes debidos a diabetes y caı́das7. Sin embargo, la evidencia cientı́fica que se acumula en torno a este fenómeno no acaba de tener reflejo en la práctica clı́nica * Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (N.I. Martı́nez Velilla). habitual. Mientras que en algunas regiones de la Comunidad Europea, como en los Paı́ses Bajos, se han diseñado polı́ticas para el año 2012 donde todos los hospitales deben tener un programa para el manejo del delirium y un protocolo para pacientes mayores de 69 años8, en España no se han desarrollado protocolos de actuación especı́fica consensuados. El objetivo de este artı́culo es revisar el manejo preventivo, diagnóstico y terapéutico actual del delirium, especialmente en el anciano, excluyendo aquel debido a abstinencia farmacológica o de sustancias. Epidemiologı́a y etiologı́a El delirium es una entidad que cumple todos los criterios que se requieren para considerarlo como un sı́ndrome de gran importancia epidemiológica: es un problema muy frecuente que conlleva serias complicaciones, es habitual su infradiagnóstico y tanto la propia entidad como sus complicaciones pueden ser prevenidas. Debido a su fluctuación clı́nica y la variedad de instrumentos de detección, hay una gran heterogeneidad en los criterios de inclusión de las muestras de pacientes, condicionando todo ello la investigación epidemiológica, ya de por sı́ difı́cil en pacientes habitualmente complejos y con enfermedades graves. Además, se ha demostrado que la investigación retrospectiva en este trastorno es muy poco fiable y que la única forma de encontrar datos válidos es a través de un depurado diseño de estudios prospectivos9. La prevalencia global de delirium en la comunidad está en torno al 1-2% y en los mayores de 85 años llega hasta el 14%. A nivel hospitalario se incrementa hasta el 14-24% para población global y oscila entre un 10-56% en ancianos; de ellos, hasta un 20% pueden sufrir algún tipo de complicación por esta entidad. En poblaciones especı́ficas su prevalencia puede ser incluso mayor: por ejemplo, en pacientes en unidades de cuidados intensivos puede alcanzar el 0025-7753/$ – see front matter ß 2011 Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados. doi:10.1016/j.medcli.2011.03.015 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. N.I. Martı´nez Velilla et al / Med Clin (Barc). 2012;138(2):78–84 70-87%, en postoperatorios de ancianos puede ser del 15-53%, y del 83% en cuidados paliativos10,11. La incidencia durante un ingreso varı́a desde el 6 al 56%. En trabajos realizados en España, la prevalencia en estudios al respecto tiene un rango del 16,2 al 25,4% y llega al 48% en mayores de 94 años con fractura de fémur11–14. Su etiologı́a es muy variada (reflejo de la compleja fisiopatologı́a con intrincadas interacciones entre los diferentes factores predisponentes y precipitantes) y habitualmente es la consecuencia de una enfermedad aguda, un efecto farmacológico o alguna complicación. En la tabla 1 se describen los principales factores predisponentes y precipitantes, siendo los primeros los que marcan la vulnerabilidad y los segundos los desencadenantes. La combinación envejecimiento-deterioro cognitivo es sinérgica. Existe una evidente relación a nivel fisiopatológico entre ambas entidades (flujo metabólico sanguı́neo, metabolismo, déficit colinérgico e inflamación)15–18. En pacientes con demencia que sufren delirium la velocidad de deterioro cognitivo puede llegar a triplicarse19; de hecho el delirium sumado a la demencia es más predictivo de resultados adversos que si sólo está presente la demencia20, mientras que el riesgo de demencia o deterioro cognitivo en pacientes que han recibido cirugı́a de cadera es el doble si sufren delirium21. Cuando el delirium se presenta al ingreso, la asociación clı́nica más significativa es con la demencia22. El propio ingreso o el padecer una enfermedad grave como una sepsis condiciona el desarrollo de deterioro cognitivo (además de funcional)23,24. Los enfoques centrados en los fármacos como precipitantes del delirium son fundamentales para su prevención25. Aunque hay extensas listas de fármacos relacionados con el delirium (tabla 2), siempre que tras iniciar terapia con uno de ellos aparezca sintomatologı́a, pensaremos que es el causante. También debemos plantearnos la relación del delirium con el posible efecto aditivo de Tabla 1 Factores predisponentes y precipitantes Factores de riesgo predisponentes Caracterı´sticas demográficas Sexo masculino Edad (> 65 años) Nivel de educación Antecedentes de delirium previo, ictus, enfermedad neurológica, depresión Situación basal funcional Actividad fı́sica y cognitiva Inmovilismo, dependencia Caı́das, alteración de la marcha Demencia o deterioro cognitivo, volumen cerebral (vulnerabilidad cerebral) Alteración sensorial Déficit visual o auditivo Coexistencia de condiciones médicas Múltiples enfermedades coexistentes Enfermedad renal o hepática basal y gravedad de las enfermedades de base Enfermedad terminal Trastorno de la ingesta Situación nutricional e hidratación Fármacos Polifarmacia, sobre todo varios psicotropos Abuso de alcohol Factores de riesgo precipitantes Factores ambientales: restricción fı́sica, cateterismo vesical, de vı́as periféricas o centrales, ingreso en unidad de cuidados intensivos o unidad coronaria Fármacos: número y dosis de fármacos con actividad en SNC, sobre todo anticolinérgica; deprivación/abstinencia; anestesia, sedación Enfermedad neurológica aguda: ictus (más del hemisferio no dominante), meningitis o encefalitis Enfermedad intercurrente: metabólicas, hidroelectrolı́ticas, infecciones, traumatismos, cardiopulmonar, deshidratación o malnutrición, fiebre y dolor Cirugı´as: cardiaca, ortopédica, abdominal Otros: alteración del ritmo sueño-vigilia o deprivación de sueño SNC: sistema nervioso central. 79 Tabla 2 Fármacos asociados a delirium Analgésicos: antiinflamatorios no esteroideos, opioides (especialmente meperidina) Antibióticos y antivirales: aciclovir, zidovudina, amantadina, aminoglucósidos, anfotericina B, antimaláricos, cefalosporinas, fluoroquinolonas, isoniazida, interferón, linezolid, macrólidos, penicilinas, rifampicina, sulfonamidas, cotrimoxazol Anticolinérgicos: atropina, clorfeniramina, difenhidramina, escopolamina Anticomiciales: carbamazepina, fenitoı́na, ácido valproico, vigabatrina, fenobarbital Antidepresivos: mirtazapina, inhibidores selectivos recaptación de serotonina, amitriptilina, trazodona, paroxetina Antihistamı´nicos: cimetidina, ranitidina, famotidina Antineoplásicos: metotrexato, alcaloides de la vinca, fluorouracilo, interferón alfa Antiparkinsonianos: amantadina, bromocriptina, levodopa, pergolida, pramipexol, ropinirol, selegilina Cardiovasculares e hipotensores: antiarrı́tmicos (dihidropiridinas), betabloqueantes, clonidina, digoxina, diuréticos, metildopa, IECA, diuréticos Benzodiacepinas: diazepam, temazepam, lorazepam, clordiazepóxido Corticosteroides Gastrointestinales: antieméticos, antiespasmódicos Relajantes musculares: baclofeno Respiratorio: aminofilina Cualquier fármaco que se asocie cronológicamente con la aparición de delirium debe ser valorado como etiológico hasta que no se demuestre lo contrario. Los fármacos con actividad anticolinérgica pueden tener un efecto aditivo sobre el umbral de aparición del delirium. IECA: inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina. varios fármacos con efecto anticolinérgico pequeño, pero usados muy frecuentemente en la práctica clı́nica habitual (levofloxacino, furosemida, digoxina o citalopram, entre otros). Fisiopatologı́a La fisiopatologı́a del delirium no se conoce en profundidad por la heterogeneidad del sı́ndrome tanto en sus manifestaciones clı́nicas como en sus mecanismos patogénicos, y por la dificultad de disponer de modelos experimentales fiables. Actualmente, el modelo con mayor capacidad de integrar los diversos factores de riesgo se apoya en el concepto de «reserva cerebral», definido como la capacidad del sistema nervioso central para responder de manera funcionalmente flexible a las agresiones26. La fisiologı́a del envejecimiento explica sólo parcialmente por qué los ancianos tienen una mayor susceptibilidad a presentar delirium que los sujetos más jóvenes cuando tienen una enfermedad aguda. En la patogénesis del delirium se ha implicado a numerosos neurotransmisores. El sistema colinérgico es fundamental en los procesos de memoria y atención y numerosas evidencias avalan su interacción con delirium y demencia. Otros neurotransmisores implicados incluyen la dopamina (fundamentalmente por exceso de su actividad, siendo habitual la reciprocidad entre la actividad anticolinérgica y la dopaminérgica), y un desequilibrio entre los sistemas dopaminérgicos y catecolaminérgicos, ası́ como el glutamato, ácido gamma aminobutı́rico, 5-hidroxitriptamina y la norepinefrina. Otras sustancias como el cortisol están en relación con situaciones de estrés agudo a la hora de desencadenar o mantener el delirium. En el anciano, la regulación mediante retroalimentación del cortisol puede estar alterada y predisponer a valores basales mayores de cortisol, que se sabe modula la actividad del sistema lı́mbico4. Cualquier situación que modifique el metabolismo cerebral puede suponer una modificación neuroinflamatoria, habitualmente asociada a la liberación de citocinas, mediadores inflamatorios, estrés oxidativo y eventual alteración de la sı́ntesis de neurotransmisores. Estos cambios provocan una disfunción neuronal y sináptica con los consiguientes efectos neuroconductuales y cognitivos. Es posible que sea una respuesta alterada de la Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. 80 N.I. Martı´nez Velilla et al / Med Clin (Barc). 2012;138(2):78–84 microglı́a tras escapar a la inhibición colinérgica la que conduzca a una cascada autopropulsada de reacciones neuroinflamatorias27,28 con una «vı́a final común» de sı́ntomas centrales. Diagnóstico Al considerarse el delirium una situación de urgencia médica, el diagnóstico precoz del cuadro, su etiologı́a y de los factores de riesgo nos permite un manejo rápido, integral y que prevenga las posibles complicaciones. En algunos centros, al paciente anciano que ingresa se le atribuye el diagnóstico de delirium mientras no se demuestre lo contrario, y algunos autores propugnan su consideración como el sexto signo vital, siendo más especı́fico de enfermedad grave basal, y permitiendo la monitorización evolutiva del cuadro clı́nico29. El delirium es la manifestación clı́nica de una vı́a final común de varias, simultáneas o encadenadas, alteraciones en el funcionamiento cerebral. La dicotomı́a diagnóstica es útil a efectos de investigación, pero el proceso basal es un continuum aditivo de procesos fisiopatológicos que condicionan la aparición clı́nica y a menudo desembocan en un eventual cuadro de deterioro cognitivo o demencia. Las manifestaciones clı́nicas son muy variadas, fundamentalmente trastornos agudos/subagudos, con tendencia a la fluctuación durante el dı́a, en el nivel de conciencia, atención, funciones perceptivas (errores de identificación e ideas delirantes, alucinaciones) y cognoscitivas (alteraciones en memoria de trabajo e inmediata, lenguaje y desorientación), y frecuentemente asociados a alteraciones del ciclo sueño-vigilia, de las emociones y psicomotoras (hiper o hipoactividad, y mixtos)4. En ocasiones aparecen algunos sı́ntomas en la fase prodrómica (horas o dı́as antes del establecimiento de la entidad) que son relativamente frecuentes en ancianos, pero inespecı́ficos: trastornos del sueño, pesadillas, dificultad de concentración, irritabilidad, fatigabilidad o ansiedad. Los criterios diagnósticos actuales se derivan del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4.a ed., revisión (DSM-IV-TR) y, aunque el diagnóstico es básicamente clı́nico (basado en anamnesis y exploración), para ayudar a confirmarlos existen una serie de instrumentos (tabla 3). Debemos ser conscientes de que estos criterios pueden resultar de escasa utilidad en el paciente anciano30, pues están basados en opiniones de expertos y realizados en poblaciones más jóvenes, procedentes de clı́nicas neurológicas y psiquiátricas. Difı́cilmente son capaces de captar la complejidad de este tipo de pacientes y en ocasiones objetivar los lı́mites entre delirium y demencia. Es necesario el desarrollo de nuevos criterios formales con un abordaje que refleje dicha complejidad, suma de la acción de múltiples factores que inciden sobre organismos vulnerables. Mientras tanto, disponemos de una serie de instrumentos estandarizados que utilizaremos según nuestra disciplina y el tiempo disponible; hay que saber que algunos tienen mayor aplicabilidad según los estudios de validación y prueba. El Confusion Assessment Method (CAM) es la mejor herramienta de diagnóstico31, y el Delirium Rating ScaleRevised-98 (DRS-R-98) es la mejor escala de medición de gravedad del trastorno. El CAM (tabla 3) se ha convertido en el instrumento más utilizado en las pasadas dos décadas. Se ha traducido a diez idiomas y utilizado en diferentes escenarios, incluidas unidades de cuidados intensivos. Se diseñó en 1990 por Inouye para facilitar el diagnóstico de delirium en el hospital general para profesionales no especialistas en psiquiatrı́a, a partir de los criterios DSM III-R. La validación al español ha demostrado alta fiabilidad, fácil manejo, buen valor predictivo y adecuada validez convergente con otros instrumentos diseñados para evaluar trastornos cognoscitivos32. Teóricamente necesita de unos 5 minutos para pasarlo y ha demostrado una sensibilidad del 94-100% y una especificidad del 90-95%. Se aconseja un entrenamiento previo y hay un manual para facilitar su utilización (http://elderlife.med.yale.edu/pdf/ The%20Confusion%20Assessment%20Method.pdf). Otra escala también validada al español y que puede ser muy útil es la DRSR-9833, fundamentalmente para valorar su gravedad. Consta de 16 puntos y sirve para el diagnóstico y evaluar los cambios a lo largo del tiempo. El mejor punto de corte es 18 (sensibilidad y especificidad mayores del 90%), con excelente validez interna. Permite valorar funcionalidad y diferenciar subtipos de delirium. Una vez diagnosticado el cuadro clı́nico debemos realizar una serie de pruebas complementarias basadas en una minuciosa historia, anamnesis y exploración apropiadas para llegar a la causa que ha desencadenado el delirium, sin olvidar que en el anciano puede ser la forma de presentación atı́pica de numerosas enfermedades4. Más allá de las pruebas básicas, la neuroimagen ha contribuido al mejor conocimiento de la fisiopatologı́a que subyace al delirium y en el anciano ha demostrado, entre otras cosas, atrofia en determinadas áreas cerebrales que reflejan una situación de vulnerabilidad cerebral a diferentes noxas. Debemos plantearnos siempre estas técnicas en caso de que sospechemos enfermedad aguda cerebral responsable del cuadro de delirium, o cuando falla la historia clı́nica y/o la exploración neurológica completa no es viable por falta de colaboración del paciente. Tabla 3 Criterios diagnósticos e instrumentos de ayuda para el diagnóstico de delirium DSM-IV-TR: Criterios de delirium A. Alteración de conciencia con reducción de la capacidad de focalizar, mantener o cambiar la atención B. Cambios en las funciones cognoscitivas (como déficit de memoria, desorientación, alteraciones de lenguaje) o presencia de una alteración perceptiva que no se explica por la existencia de una demencia previa o en desarrollo C. La alteración se presenta en un corto perı́odo de tiempo (habitualmente en horas o dı́as) y tiende a fluctuar a lo largo del dı́a D. Demostración a través de la historia, de la exploración fı́sica y de las pruebas de laboratorio de que la alteración es un efecto fisiológico directo de una enfermedad médica, por intoxicación o abstinencia de sustancias o debido a múltiples etiologı́as Los criterios se derivan del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 4.a ed., revisión (DSM-IV-TRß; American Psychiatric Publishing, Inc., Arlington) Para ayudarnos en el diagnóstico del delirium, existe una serie de intrumentos entre los que destaca el CAM (Confusion Assessment Method): 1. Comienzo agudo y curso fluctuante Ha observado un cambio agudo en el estado mental del paciente? Si la contestación es No, no seguir el cuestionario 2. Alteración de la atención El paciente se distrae con facilidad o tiene dificultad para seguir una conversación? Si la contestación es No, no seguir el cuestionario 3. Pensamiento desorganizado El paciente manifiesta ideas o conversaciones incoherentes o confunde a las personas? 4. Alteración del nivel de conciencia Está alterado el nivel de conciencia del paciente (vigilante, letárgico, estuporoso)? Para el diagnóstico de delirium son necesarios los dos primeros criterios y por lo menos uno de los dos últimos El algoritmo está basado en los elementos cardinales del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (Third Edition, Revised) criteria for delirium. Adaptado de Inouye (1990) y validado al español38 ? ? ? ? Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. N.I. Martı´nez Velilla et al / Med Clin (Barc). 2012;138(2):78–84 Algunos autores propugnan el electroencefalograma para diferenciar delirium de demencia34. Aunque la clasificación tradicional de los subtipos se basa en los criterios de Lipowsky según la actividad psicomotora (hipoactivo, hiperactivo, mixto), la nomenclatura actual está en desarrollo y se están estableciendo nuevos conceptos como los de delirium subsindrómico (situación en la que los pacientes muestran algunos de los sı́ntomas de delirium sin llegar a cumplir criterios estrictos, pero con peor pronóstico que los que carecen de sı́ntomas)30, delirium persistente (mantenimiento de todos o parte de los sı́ntomas) y especificando la tipologı́a en diversas circunstancias como el delirium perioperatorio o al final de la vida. Prevención del delirium En torno a un 30-40% de los episodios de delirium pueden prevenirse mediante medidas no farmacológicas35, que incluyan intervenciones de alta calidad dirigidas a los cuidados del anciano hospitalizado, relacionadas con protocolos y normas tendentes a identificar el riesgo y los sı́ntomas precoces del sı́ndrome, y con el diseño de un plan de cuidados y de estrategias preventivas. Estas medidas deben establecerse en todos los pacientes ancianos que ingresan y presentan factores predisponentes para desarrollar delirium, especialmente en los más vulnerables, e implica inexorablemente una adecuada capacitación y entrenamiento del personal sanitario al cuidado. Las medidas no farmacológicas nos evitan las consecuencias iatrogénicas potenciales de los fármacos que utilizaremos si fracasan éstas, y tendrán tres áreas de actuación: el propio interesado, el ambiente que le rodea y, evidentemente, tanto los cuidadores sanitarios como los familiares. Las diferentes revisiones han demostrado su eficacia incluso en términos económicos, cuando se realiza por un equipo especializado36, pero es fundamental la adherencia a las medidas para que se confirme su efectividad. Se ha propuesto la aplicación de diferentes protocolos estandarizados siendo el más conocido el programa HELP (Hospital Elder Life Program)37, que utiliza estrategias evaluadas y que ha demostrado la mejora de la calidad del cuidado en el hospital. Este programa incluye las siguientes medidas: orientación, nutrición e hidratación apropiadas, ritmo sueño-vigilia, alteraciones sensoriales (visión y audición), y movilidad. Recientemente el programa ha dado acceso gratuito a toda la información para avanzar en la calidad de los cuidados a ancianos. A nivel quirúrgico otros equipos consultores geriátricos recomiendan valorar 10 dominios: oxı́geno, lı́quidos y electrolitos, dolor, fármacos psicoactivos minimizados, función intestinal y vesical, nutrición, movilización precoz, prevención de complicaciones postoperatorias, estı́mulos medioambientales apropiados y tratamiento de sı́ntomas del delirium36. Un trabajo español de Vidán et al38 aplica una intervención multifactorial no farmacológica integrada en la práctica clı́nica habitual, y consigue disminuir la aparición de delirium en los pacientes ancianos, mejorando la calidad de los cuidados y sin utilizar recursos adicionales, todo ello dentro en un sistema sanitario público. En la tabla 4 se detallan las alternativas no farmacológicas. En cuanto a la posibilidad de desarrollar una prevención farmacológica del delirium, se han ensayado diferentes principios farmacológicos en base a la teorı́a del aumento de dopamina como causante del delirium y a que el bloqueo de los receptores D2 por fármacos neurolépticos se asocia a un aumento en la liberación de acetilcolina, aunque ninguno ha demostrado capacidad para disminuir la incidencia. Sı́ hay un trabajo realizado con haloperidol y otro con risperidona en los que parece existir cierto papel positivo en la prevención del delirium39,40, pero no existe evidencia fehaciente de su beneficio y de momento no pueden aconsejarse de manera rutinaria. Aunque hay 81 Tabla 4 Resumen de medidas no farmacológicas para reducir la aparición de delirium Identificar pacientes con alto riesgo (ver tabla con factores predisponentes) Medidas no farmacológicas (a todos los pacientes pero fundamentalmente a los de alto riesgo) Identificación y manejo precoz de cualquier factor de riesgo tratable Medio ambiente apropiado Mı́nimos cambios del personal que atiende Gafas y audı́fonos apropiados Trato amable y educado Eliminación de ruidos irritantes (< 45 decibelios durante el dı́a y < 20 durante la noche) Temperatura ambiente en torno a 21-23 8C Evitar contenciones, vı́as parenterales innecesarias, sondajes Relojes y calendarios Estimular movilidad y participación en actividades Control analgésico óptimo Hacer partı́cipes a los familiares, explicando el delirium y el manejo no farmacológico Hidratación y nutrición Oxigenación apropiada Se pueden usar radio y televisión para mantener orientación Intentar habitación individual (ubicación adecuada, atención especializada) Mantener ritmo sueño-vigilia Evitar cambios de habitación Ritmo deposicional regular Estar atentos al posible sı́ndrome del crepúsculo Simplificar el área de cuidados quitando objetos innecesarios Objetos familiares (fotos, ropa, etc.) Masaje nocturno, vaso de leche caliente y música clásica Niveles de luz apropiados durante el dı́a, y oscuridad y silencio nocturnos (por la noche se puede usar lámpara de 40-60 W para disminuir falsas percepciones) Comunicación verbal regular con frases cortas, orientadoras, que expliquen la causa del ingreso y el proceso de la enfermedad/cuidados Cribado de posible alcoholismo Vigilancia metabólica, de electrolitos y hematocrito Reconocer sı́ntomas prodrómicos de delirium Valoración cognitiva rutinaria Cambios rápidos y sutiles cognitivos Gritos Inquietud Hipoactividad Dificultades para dormir o alteración del ritmo sueño-vigilia Agresividad verbal Irritabilidad o agresividad Labilidad emocional resultados con tendencia positiva, no se puede aconsejar tampoco la utilización de inhibidores de la acetil-colinesterasa en pacientes quirúrgicos41. En cualquier caso, es fundamental el manejo por equipos especializados o la hospitalización en áreas especı́ficamente capacitadas42. Tratamiento El tratamiento inicial de esta entidad debe incluir: a) la identificación de una posible causa (y actuar sobre ella) con especial meticulosidad hacia los fármacos, sobre todo aquellos con efecto anticolinérgico; b) buscar el control de los sı́ntomas; c) instaurar medidas de soporte, y d) intentar minimizar en lo posible las complicaciones. Con frecuencia se debe instaurar un tratamiento dicotómico, etiológico y sintomático, desde el principio4, pero actualmente no existe ningún consenso internacional que nos indique el tratamiento farmacológico sintomático idóneo. Los diferentes trabajos al respecto presentan numerosas limitaciones (escasa aleatorización, pequeños tamaños muestrales, pocos ensayos controlados, no se monitorizan los efectos adversos y escasa validez externa en el paciente anciano complejo). Por otra parte, es difı́cil evaluar los efectos farmacológicos en el contexto de una entidad con curso fluctuante y ante la cual el propio fármaco Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. N.I. Martı´nez Velilla et al / Med Clin (Barc). 2012;138(2):78–84 82 puede interferir en la interpretación de los resultados. En ausencia de controles no se sabe si la mejorı́a es por curación de la enfermedad (es un proceso considerado a priori como reversible) o efecto farmacológico, y hasta el año 2010 apenas existı́an ensayos controlados con placebo, ası́ que las diferentes revisiones fluctuaban entre la predilección por los neurolépticos atı́picos43–46, haloperidol47–50 o la similitud de ambos en términos de eficacia51–53. La tendencia actual parece indicar una efectividad similar de ambos tipos de neurolépticos a expensas de una menor incidencia de efectos secundarios con los atı́picos. La última de las guı́as internacionales es la NICE (National Institute for Health and Clinical Excellence)54 y recomienda dar un curso breve de una semana o menos de haloperidol u olanzapina a la menor dosis posible y con una titulación progresiva según los sı́ntomas. Hay determinadas circunstancias en las que el haloperidol sigue siendo el fármaco de elección, como es el paciente en fase terminal55 o [()TD$FIG] cuando precisemos la vı́a parenteral para administración de fármacos por ser imposible la vı́a oral. El haloperidol endovenoso tiene un tiempo medio de distribución de 11 minutos, aunque en pacientes crı́ticos y ancianos esto puede estar prolongado hasta los 15-20 minutos. La vida media cuando se da intravenoso es de 24 horas, y es el doble de potente que la oral. En el anciano, la Sociedad Americana de Psiquiatrı́a aconseja 0,25-0,5 mg cada 4 horas56. Las dosis se pueden repetir cada 30 minutos hasta que el paciente se calma, pero si persiste, la dosis se puede duplicar a los 30 minutos. No se han fijado dosis máximas, pero se han descrito incluso dosis de 1.000 mg intravenoso sin riesgos. Puede haber hipotensión si hay poco volumen y se puede reducir el umbral epileptógeno. No se asocia a depresión respiratoria y se tolera bien en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Las dosis mayores de 4,5 mg/dı́a provocan más extrapiramidalismo. Los trabajos actuales aconsejan la utilización de Valoración geriátrica integral e identificar factores de riesgo (Tabla 1) ≥ 2 factores de riesgo <2 factores de riesgo Medidas preventivas no farmacológicas (Tabla 4) Tratamiento convencional Cribado rutinario mediante CAM (Confusion assessment method) (Tabla 3) CAM positivo Valoración farmacológica (Tabla 2) Protocolo diagnóstico, tratamiento etiológico: Identificar y tratar factores precipitantes No riesgo para el paciente ni para los que le rodean Riesgo para el paciente o los que le rodean Tratamiento farmacológico Rigurosa supervisión. Prevención de posibles complicaciones Solo podemos disponer de la vía parenteral Es posible usar la vía oral Olanzapina Risperidona Quetiapina Haloperidol Descenso progresivo y monitorización de efectos secundarios Monitorización de gravedad del delirium: DRS-R-98 Haloperidol (endovenoso, intramuscular, subcutáneo) Paso a vía oral progresivo conforme mejora el delirium Monitorización de efectos adversos: Intervalo QT, bajo nivel de consciencia-riesgo de aspiración, etc. Figura 1. Algoritmo terapéutico del delirium. CAM negativo Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. N.I. Martı´nez Velilla et al / Med Clin (Barc). 2012;138(2):78–84 neurolépticos atı́picos, pero este manejo por desgracia no siempre es factible o pragmático; sı́ es útil en delirium leve-moderado o como suplemento, pero a veces hace falta un fármaco rápido, seguro y por vı́a parenteral que asegure que el paciente no se hace daño a sı́ mismo o a los que le rodean. Hay que vigilar niveles de potasio, magnesio, y el intervalo QT. Actualmente se están realizando ensayos también con fármacos por vı́a inhalada abriendo el abanico de posibilidades terapéuticas57. De todas maneras no podemos asignar un tratamiento a un trastorno conductual de manera rutinaria, pues estarı́amos equiparando dicho sı́ntoma a la categorı́a de entidad clı́nica, algo que no tiene sentido desde el punto de vista empı́rico. Por otro lado, todos los trabajos apuntan a la necesidad de retirar las benzodiacepinas en la medida de lo posible y a no utilizarlas en el tratamiento del delirium, salvo en situaciones que requieran una inmediata actuación (abstinencia alcohólica, deprivación de benzodiacepinas, convulsiones) o aquellas en las que fallen los fármacos convencionales25. No olvidemos que el delirium hipoactivo está infradiagnosticado y no está claro el papel de determinados fármacos como los neurolépticos, el metilfenidato o incluso la cafeı́na en su manejo58. El inicio de tratamiento farmacológico requiere haber documentado bien la conducta, descartando causas corregibles, intentando una aproximación ambiental, psicológica u ocupacional, y demostrando que la intervención es realmente necesaria y no por conveniencia. Nunca debe ser la primera opción, salvo que exista un riesgo inmediato para la persona u otros. El proceso de prescripción es complejo e incluye: decidir que un fármaco está indicado y elegir el mejor para ese caso; determinar la dosis y la cronologı́a apropiada al estado fisiológico del paciente; monitorizar la eficacia y la toxicidad; educar al paciente/familiares sobre posibles efectos adversos e indicaciones para solicitar consulta. Entre los efectos secundarios a vigilar destacan la aparición de sintomatologı́a extrapiramidal, modificación del intervalo QT, efectos anticolinérgicos, hiperglucemia, sı́ndrome neuroléptico maligno, caı́das o neumonı́a, entre otros. El fármaco debe emplearse durante el menor tiempo posible, con revisiones periódicas, valorando en todo momento la eficacia y la posibilidad de reducir las dosis. Las medidas deben ser recogidas en la historia clı́nica, y discutidas cuando sea posible con el paciente, pero habitualmente con sus familiares. El papel de los anticolinesterásicos no ha quedado definido hasta ahora, pero a partir del trabajo de van Eijk et al59 debemos de ser cautos dado el riesgo incluso de aumentar la mortalidad, al menos en pacientes crı́ticos, aunque la bibliografı́a sigue siendo contradictoria y otros trabajos apuntan a posibles beneficios de anticolinesterásicos en determinadas situaciones clı́nicas, como los ictus60. Proponemos el siguiente algoritmo terapéutico como guı́a orientativa siempre adaptándolo a las circunstancias individuales de cada paciente (fig. 1). Es importante un seguimiento evolutivo de los pacientes que han presentado un cuadro de delirium por la posibilidad de no resolución o incluso evolución hacia un cuadro de demencia. Podemos concluir que el delirium es una entidad clı́nica con importantes repercusiones a múltiples niveles, habitualmente infradiagnosticado e infratratado, y la experiencia clı́nica nos indica que puede convertir la vulnerabilidad en un resultado adverso, ası́ como iniciar la cascada de deterioro funcional, dependencia, institucionalización y eventual mortalidad. Mediante protocolos estructurados podemos prevenir su aparición en un elevado porcentaje de pacientes y mediante instrumentos estandarizados realizar un diagnóstico precoz y una monitorización exhaustivos. Este diagnóstico no deberı́a enfocarse hacia una dicotomı́a de presencia o ausencia, sino más bien hacia un continuum clı́nico que finalmente puede condicionar la aparición 83 de deterioro cognitivo o demencia. Los ensayos farmacológicos hasta ahora no tienen mucha calidad y su validez externa está muy discutida. Los agentes que restauran el control colinérgico de la microglı́a o que inhiben directamente la neuroinflamación suponen una posibilidad terapéutica en un futuro cercano. Mientras tanto los neurolépticos atı́picos parecen imponerse a los convencionales por una similar efectividad y un perfil más favorable de efectos secundarios. Los autores aconsejan la utilización de haloperidol en las situaciones en que sea necesaria la vı́a parenteral y risperidona u olanzapina en caso de poder utilizarse la vı́a oral, sobre todo en casos de enfermedad de Parkinson basal. Por desgracia, las numerosas evidencias cientı́ficas en relación con el delirium se plasman en muy pocas ocasiones en la práctica clı́nica habitual. En los últimos años hay autores que abogan por un cambio de paradigma en el abordaje del delirium en ancianos y se enfatiza la necesidad de desarrollar nuevos criterios formales para la definición y caracterización de este sı́ndrome, que sean capaces de recoger la complejidad y vulnerabilidad de esta población. Conflicto de intereses Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses. Bibliografı́a 1. Chadwick J, Mann MN. The medical works of Hipócrates. Oxford: Blackewell; 1950. 2. Morandi A, Pandharipande P, Trabucchi M, Rozzini R, Mistraletti G, Trompeo AC, et al. Understanding international differences in terminology for delirium and other types of acute brain dysfunction in critically ill patients. Intensive Care Med. 2008;4:1907–15. 3. Rothschild JM, Bates DW, Leape LL. Preventable medical injuries in older patients. Arch Intern Med. 2000;160:2717–28. 4. Inouye SK. Delirium in older persons. N Engl J Med. 2006;354:1157–65. 5. 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