El espacio doméstico tras el soporte arquitectónico: claves

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El espacio doméstico tras el
soporte arquitectónico: claves
para comprender el sentido
multidimensional de lo íntimo en el
dominio del hogar
Domestic spaces through the medium of architecture: the keys to
understanding the home’s multidimensional sense of intimacy
Recibido: 20 de junio de 2010. Aprobado: 10 de septiembre de 2010.
Juan David Chávez Giraldo
Profesor Titular, Vicedecano Facultad de
Arquitectura Universidad Nacional de
Colombia, sede Medellín.
 [email protected]
Todas las figuras son de autoría y
propiedad del autor.
Resumen
El escrito intenta descubrir la complejidad que se esconde tras la materialidad arquitectónica de los ámbitos habitacionales, que abre horizontes
infinitos para el desarrollo cualificado del principal y más antiguo de los
espacios arquitectónicos, el de la vivienda. Lo doméstico, en relación con lo
íntimo y lo privado, y en contrapunto con lo público, lo colectivo y social, se
constituye en parte esencial de la existencia humana aferrada a lo realmente trascendente y profundo. Estas perspectivas simbólicas se ventilan en
este artículo, que hace un llamado a comprender la verdadera dimensión
de lo doméstico para facilitar el cambio requerido, pues se concluye que en
buena parte de la arquitectura contemporánea hay deficiencias para resolver las necesidades hondas de lo íntimo doméstico.
Palabras clave: espacio doméstico, vivienda, habitación, intimidad,
privacidad.
Abstract
The aim of this paper is to reveal the level of complexity that is found
beyond materiality in architecture in the area of housing. This in turn opens
up infinite possibilities for qualified development of the oldest and most
important of all architectural spaces - the home. The domestic, in relation
to the intimate, or private, and in juxtaposition with the public, communal,
and social, is essentially born from the most human desire to cling to that
which is important and profound. This article demonstrates these symbolic
perspectives and endeavours to communicate the inherent meaning of
‘the domestic’, for the purpose of facilitating a necessary change. The
conclusion states that in a large part of contemporary architecture there
is not enough being done to address the necessities of intimate domestic
space.
Keywords: domestic space, dwelling, bedroom, intimacy, privacy.
[ 6 ] dearq 07. Diciembre de 2010. ISSN 2011-3188. Bogotá, pp. 6-17. http://dearq.uniandes.edu.co
S
on numerosas las disciplinas que se ocupan de una u otra forma del
espacio, entre ellas están la antropología, la filosofía, la astronomía, la
matemática, la geometría, la física, la geografía, la sociología y el arte.
La comprensión del término espacio depende del campo de conocimiento desde el cual se interprete, pero el concepto de espacio doméstico en este texto se ha abordado a partir de la reflexión que José Luis
Pardo hace sobre el espacio y el tiempo en la introducción a su libro
Las formas de la exterioridad1 y que tiene ascendencia heideggeriana.
En este sentido, se puede acudir a la cita de Heidegger, hecha por
Pardo en el exergo del citado libro, en la que plantea la imposibilidad
de dar una definición imperiosa de espacio: “Sigue estando indeciso
de qué manera es el espacio, e incluso si puede atribuírsele un ser en
absoluto”.2 Sin embargo, a efectos de la claridad del fondo teórico que
soporta este escrito, se sigue al mismo José Luis Pardo para dar una
noción de espacio lo más precisa posible. En un sentido profundo,
Pardo hace hincapié en que la experiencia del espacio es algo inherente al ser humano; esta condición fundamental de íntima relación
entre el individuo y el espacio supera la idea de un lugar ocupado por
cada ser humano.
1Pardo, Formas de la exterioridad.
2 Ibíd., 12.
El filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm von Leibniz (16461716) planteaba que se alcanza una representación del espacio mediante un proceso de abstracción y que se define el espacio como relativo o relacional, es decir, como dominio de coexistencia entre seres
posibles, lo cual genera un sentido que trasciende la mera localización
de cada individuo u objeto por sí mismo, de manera aislada y condicionándolo frente a otros que simultáneamente hacen parte del mismo
universo material e inmaterial.
Ello conduce inexorablemente a plantear la diferenciación entre el concepto territorio y el de espacio, el primero asociado a la idea de la ocupación, y el segundo, a la posibilidad de su practicabilidad. De hecho,
el espacio entendido en esta dimensión conlleva una predeterminación
del ser similar a la del lenguaje; en este sentido, así como el ser humano
es hablado por su lengua, también es habitado por el espacio. Aquí vale
recordar que la filosofía del arte recurre a las ciencias del lenguaje para
apoyar su reflexión e intentar una teorización consecuente con las expresiones artísticas modernas. Nótese que la idea kantiana de formular
el espacio como una forma a priori de la sensibilidad, como intuición
pura de carácter infinito e imaginado, respalda esta concepción determinística.
En relación con el lenguaje y retomando, además, la idea gadameriana
de la fusión de horizontes, según la cual “el lenguaje hace la constante
síntesis entre el horizonte del pasado y el horizonte del presente”,3 se
plantea que la arquitectura, como toda práctica artística, es lenguaje y
que pese a que cada persona tiene su propio lenguaje y que no existe un
lenguaje común para todos, los seres humanos se entienden más allá
de las fronteras de los espacios individuales, colectivos o temporales.
3Gadamer, Verdad y método II, 61.
El espacio doméstico tras el soporte arquitectónico Juan David Chávez Giraldo [ 7 ]
Figura 1. El dominio poético de la arquitectura habitacional. Torre del homenaje, Fortaleza de Santo
Domingo, República Dominicana, 1503.
Aquí radica una de las condiciones propias del lenguaje y es posible
aplicarla al concepto de espacio, pues también las cosas se presentan
con una realidad común y el modo de ser de las cosas, en este caso el
modo de ser del espacio doméstico, se revela hablando de él, practicándolo y habitándolo.
4Danto, Abuso de la belleza, 27.
En este orden de ideas, se puede afirmar que el arte y, por ende, la
arquitectura, desde la perspectiva de Gadamer y bajo las teorías del
filósofo y pedagogo alemán Ernst Cassirer (1874-1945) y del teórico español de la actualidad, Simón Marchán Fiz, es un lenguaje, y como
tal se considera una forma simbólica del hombre. Asimismo, Arthur
Danto coincide con ellos, al proponer que “para ser arte, el arte debe
representar algo, es decir, debe poseer alguna propiedad semántica”.4
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En sentido simbólico, cada arte propone una manera de comprender,
de pensar y de sentir el mundo; el de afuera: el de los demás, y el de
adentro: el íntimo, el propio.
Sin embargo, la cualidad particular del arte es que sus símbolos pertenecen fundamentalmente al campo formal y, por lo tanto, poseen una
dimensión espacio-temporal que los determina. En consecuencia, el
espacio doméstico rasga una manera propia de comprender, pensar y
sentir el universo de los espacios habitables; específicamente en este
artículo, espacios y formas de carácter arquitectónico para elaborar
relaciones de sentido entre lo doméstico y su espacio, y la arquitectura
y su espacio.
Volviendo a Las formas de la exterioridad, Pardo afirma que para la definición de espacio se requiere considerar la propia existencia y el pensamiento, ya que el cuerpo humano mismo es espacio y, por lo tanto,
la definición no puede quedarse en el ámbito de lo físico. El espacio
conlleva más que una explicación matérica, un sistema de principios
ordenadores bajo los cuales se disponen ciertos objetos, ideas, actitudes, comportamientos y situaciones producidos por un individuo o un
grupo humano determinado; esta producción, por lo tanto, constituye
un espacio que puede ser reconocido y diferenciado de otros.
En sentido práctico, puede afirmarse que el espacio doméstico constituye una realidad diferenciable de otros espacios producidos por otras
prácticas culturales y arquitectónicas, como puede ser, por ejemplo,
el espacio pictórico, el espacio lúdico o el espacio social, en términos
generales, y que podrían a su vez contener, definir o incluir espacios
arquitectónicos. En caso tal se hablaría, por ejemplo, del espacio arquitectónico lúdico o el espacio arquitectónico social y, por supuesto, del
espacio arquitectónico doméstico.
Cada acontecimiento se visibiliza en el mundo real básicamente por
la huella que deja en el espacio, y la existencia de un evento radica
fundamentalmente en su condición espacial. Así, cada actividad, cada
ocurrencia, cada hecho o cada accidente tienen manifestación sensible en un espacio geográfico o arquitectónico determinado. Extendiendo esta idea, las manifestaciones de carácter espacial íntimo del hogar
dejan su registro en ese espacio, denominado para este texto espacio
doméstico y entendido como un “conjunto indisoluble de sistemas de
objetos y de sistemas de acciones”,5 teniendo en cuenta que los límites
de este espacio son flexibles, elásticos, no están claramente definidos,
son vagos y diluidos.
5Santos, Naturaleza del espacio, 18.
Tal como el concepto etológico de territorio, el espacio no se puede
identificar exclusivamente con una porción de universo; está referido,
sobre todo, al condicionamiento previo que determina la conducta sin
excluir el ámbito material y tangible. El espacio doméstico, además,
se interseca con el espacio laboral, con el espacio recreativo, con el
social, con el sexual y con muchos otros, algunos de los cuales están
contenidos o están determinados o determinan el espacio doméstico.
El espacio doméstico tras el soporte arquitectónico Juan David Chávez Giraldo [ 9 ]
El espacio doméstico determina las condiciones y características de
los objetos y de los sujetos que pertenecen a éste, y al igual que los
individuos que habitan un espacio geográfico y que son predeterminados por su condición térrea, los objetos arquitectónicos que pertenecen a este dominio espacial están previamente moldeados. Así, el
espacio doméstico posee la doble condición característica de intervención tanto de la materia dentro de la tridimensionalidad, que afecta
sustancialmente las cualidades de sus componentes dentro de la dimensión temporal, como lo inmaterial propio de la atmósfera de un
lugar y del espíritu de quienes frecuentan o habitan una determinada
espacialidad arquitectónica. El espacio doméstico, por lo tanto, es un
dominio de significaciones y va mucho más allá de una colección de
objetos y lugares que se nutren de dicha consistencia, aunque todos
los objetos y lugares del espacio doméstico comparten la cualidad inherente a él.
El condicionamiento para ver y percibir el mundo según la ubicación
de la manifestación material en uno u otro espacio plantea una inversión de valores de dos ideas: la primera está relacionada con que el
lenguaje es la expresión del pensamiento, implica la creencia, de corte
modernista, de que existe un único pensamiento y que cada pueblo o
cada cultura traduce dicho pensamiento según las posibilidades que le
da su lenguaje. De ello se infiere que no es deseable un único espacio
arquitectónico doméstico con carácter universal. La segunda idea se
refiere a una delimitación exclusivamente material del vacío que ocupan los cuerpos; esta otra idea reduce el sentido de la existencia a un
plano práctico de corte científico, técnico y naturalista. Tal inversión
abre paso a la inclinación contemporánea de contextualizar las producciones arquitectónicas, de entender la obra de arte arquitectónica y el
espacio de cada manifestación cultural o artística como producto y expresión de un grupo humano particular con su propio lenguaje y dentro
de un territorio que trasciende lo sensible.
6Pardo, Formas de la exterioridad, 21.
Aquí cabe traer de nuevo a Pardo, cuando dice que “El ser de la conciencia es tiempo, y todo ser se reduce fenomenológicamente al ser
intencional de la conciencia”.6 Por esta razón, el espacio doméstico
abre el horizonte de la inclusión a una suerte de eventos, lugaridades,
productos, comportamientos, actitudes e individuos, cuya característica común radica en la aproximación conceptual de aquella conciencia
existencial. Y si bien el espacio se concibe como un dominio exterior a
la subjetividad, esta última permite unificar las producciones arquitectónicas que poseen el atributo del espacio específico más allá de las
particularidades impresas por sus creadores o sus habitantes.
Así, el espacio doméstico dicta a sus moradores la condición pretérita de la manifestación; condición que apunta a la cualidad íntima
dependiente del espacio en el otro sentido del término, es decir, de
aquel relacionado con la idea del espacio como lugar del habitar, no
como espacio de pensamiento. La condición del espacio doméstico es,
ante todo, una manifestación sensible, es un ser sentido, afectivo, que
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acuña una dependencia del alma respecto al exterior y al afuera, y al
interior o lo propio; dependencia que está enmarcada por la condición
corpórea del ser humano y por la condición trascendente o poética. Los
límites entre el espacio doméstico se desdibujan respecto al del espacio arquitectónico, ambos incluso comparten la condición básica del
segundo, que es el asunto de la materialidad, pero también deambulan
por los terrenos inmateriales de lo simbólico.
En este punto aparece una reflexión que alude al orden de los fenómenos que, de acuerdo con el texto de José Luis Pardo, tienen sentido en
cuanto que ellos se dan en las dimensiones del tiempo y del espacio.
La primera como orden de sucesión de acontecimientos y la segunda
como orden de existencia simultánea. Nótese que ambos espacios, el
doméstico y el arquitectónico, apuntan al sentido de existencia más
allá del de sucesión. Sin embargo, tanto el tiempo como el espacio
son sistemas de relacionamiento, principios de ordenamiento de los
hechos, de los objetos, de las prácticas.
En última instancia, ni el tiempo ni el espacio existen sin la confluencia
de objetos, fenómenos o eventos, y aunque uno de los dos sistemas
puede determinar con mayor fuerza una serie de fenómenos, siempre
estarán presentes ambos. Lo que sucede es que el espacio está subordinado a la definición del tiempo, ya que se trata de un orden de
coexistencias, es decir, de eventos que coinciden en su existencia y
que se ordenan bajo un mismo sistema de principios.
Otra condición propia del espacio doméstico es, que a diferencia del
tiempo, no está referido a la eternidad del ser, sino que en cuanto espacio topológico, está directamente condicionado por la corporalidad que,
en términos de Pardo, es viciosa y amnésica. En este sentido, de acuerdo
con Heidegger, el tiempo doméstico, es amplificador, expansivo y exteriorizador. Saca a la luz el dominio interior e íntimo del tiempo doméstico, revela la esencia de la conciencia emparentada con la trascendencia
y la superación de la misma característica viciosa y amnésica.
De este modo, el espacio doméstico se entiende como un dominio, un
campo o territorio mental, mucho más amplio que la concepción material, concreta, tectónica, dimensionable y corpórea alusiva a lo cuantificable del universo tangible; es una condición multidimensional que
incluye y apuntala los productos arquitectónicos con una serie de condiciones que tienen que ver con la categoría de la percepción existencial doméstica e íntima del ser humano, cercana al dominio del hogar
como sentido de protección, de tranquilidad, sosiego, interiorización,
descanso, renovación, recuperación y placer. Representa un orden de
objetos arquitectónicos diferente de la realidad fundamental vital del
espíritu o del yo puro; objetos que delimitan un territorio que no es el
ambiental físico, sino el que está cargado de simbolismo, pero que al
mismo tiempo posee “fragmentos de naturaleza, fenómenos, restos,
fósiles, cosidades y animalidades”,7 incluido el ser humano como ser
dual, material e inmaterial.
7 Ibíd., 169.
El espacio doméstico tras el soporte arquitectónico Juan David Chávez Giraldo [ 11 ]
8Hernández, Casa de un solo muro, 83-84.
9Bachelard, Poética del espacio, 98.
10Heidegger, Observaciones relativas al
arte, 83.
Puede afirmarse, además, la existencia de un espacio arquitectónico
propio del espacio doméstico o lo que en este escrito se denomina
espacio arquitectónico doméstico, que atiende las características propias del espacio mental como dominio de significaciones y que, al mismo tiempo, es su soporte matérico. Visto de esta manera, el espacio
arquitectónico doméstico, además de otras cosas, es la extensión de
la piel; es, al igual que el vestido, el territorio expandido del ser para
protección, disfraz, comunicación y relación. Tanto la arquitectura —y,
sobre todo, el espacio arquitectónico doméstico— como el vestido
nos comunican, nos hablan, y somos hablados por ellos, y como tales,
portadores de mensajes; poseen una enorme capacidad semántica y
simbólica, y son además receptores de memoria y de futuro. “El revestimiento, que tiene su origen en el arte textil, da dimensión simbólica
a la arquitectura, pero coincide con uno de los elementos básicos, el
muro, que delimita el recinto doméstico”.8
La casa, morada natural del hombre, arquetipo de lo habitable, se hace
una con el vestido y con la piel, se hace una con quien la habita. Los
límites entre el individuo, su grupo familiar, sus ropajes y su casa, son
vagos; por ello, en el lenguaje hablado ponemos al descubierto la noción intrínseca de hogar cercana a la familia y su lugar de habitación.
En la casa, la piel del lugar se hace arquitectura y la piel de la arquitectura se hace ropaje del habitante; por ende, la piel del lugar se hace la
piel del habitante, todos son uno solo y, como lo describe Bachelard:
“muchos soñadores quieren encontrar en la casa, en el cuarto, un vestido a su medida”.9 En la casa, como en la piel tatuada registrada en
las obras fotográficas de la iraní residente en Estados Unidos, Shirin
Neshat (1957), sus moradores labran el registro de su existencia.
Lo importante de todo esto es el sentido profundo del habitar, es decir,
lo que Heidegger propone, al enunciar que “Lo que hay que ver es el
modo en que el hombre es[tá] en el espacio”,10 pues él, a diferencia
de los demás objetos que están en el espacio, habita poéticamente,
abre espacios y es mundo; no está limitado por la materialidad de su
corporeidad. Esta noción del habitar poético es perfectamente aplicable al concepto del espacio arquitectónico doméstico, pues éste, por
definición, es el albergue máximo del hombre, el lugar de confort para
el cuerpo y para el alma; es el inicio de la arquitectura y objeto de permanente reflexión, de propuestas y miradas, desde la económica hasta
la filosófica, pasando por la artística, la sociológica y, por supuesto, la
arquitectónica.
El espacio arquitectónico doméstico se convierte en arco del desarrollo
material de la humanidad y en flecha de su progreso inmaterial y evolutivo, anónimo pero lleno de significado a lo largo de toda la historia
arquitectónica. Hoy llega a hacerse reconocido y convertido en paradigma a pesar, algunas veces, de su precario contenido.
Acudiendo de nuevo a Heidegger, el espacio doméstico se constituye
en el resguardo cultural en el que cada uno construye su porción de
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Figura 2. La intimidad simbólica materializada. Casa Estrada, El Retiro,
Colombia, 2008.
infinito en la intimidad de sus demencias y prudencias, y con la complicidad de sus satélites: un pez, sus amantes, sus consanguíneos, un
aparato de imagen mediática, los retratos de los que ya no están o la
imagen de los que se desea que estén para compartir la mezcla indistinta de realidades reales y realidades virtuales. El espacio arquitectónico
doméstico es dispositivo de la experiencia del espacio doméstico, donde es posible construir sentido y de universo propio para el desarrollo
de lo profundo, hermanado con la intimidad y lo privado; lo de adentro,
doméstico, sinónimo de lo profundo, que acerca al ser humano a su
consistencia homínida enraizada en el hogar y el habitar del home:
Esta palabra maravillosa de home, que designa un “lugar” físico, pero
que también tiene el sentido más abstracto de un “estado de ser”, no
tiene equivalente en los idiomas romances o eslavos europeos. Tanto
el alemán como el danés, el sueco, el irlandés, el holandés y el inglés
tienen palabras homófonas para decir home, todas ellas derivadas del
antiguo noruego heima.11
La noción poética del espacio arquitectónico doméstico no sólo encuentra sustento en las expresiones de Gastón Bachelard, también se
basa en lo que expone Heidegger del habitar poético en su artículo “…
Poéticamente habitó el hombre...”, en el cual hace la reflexión sobre la
relación entre el habitar y la poesía en el sentido de que “Lo característico de los poetas es no ver la realidad. En vez de actuar sueñan. Lo que
ellos hacen son sólo imaginaciones”.12
11Rybcznski, La casa, 71.
12Heidegger, Conferencias y artículos, 164.
El espacio doméstico tras el soporte arquitectónico Juan David Chávez Giraldo [ 13 ]
Figuras 3 y 4. El universo de lo doméstico: secretos bien guardados. Cajillas de correo, de casas
particulares en Kralendijk, Bonaire, Antillas Holandesas (izq.) y Hollywood, Florida, Estados Unidos.
13 Heidegger, “Martín Heidegger dice…”, 9.
De ello deduce el filósofo que el habitar del hombre puede ser poético,
en la medida en que las condiciones espaciotemporales lo permitan.
En este sentido, Heidegger plantea tres asociaciones a lo arquitectónico: “1) Construir es propiamente morar. 2) El morar es la manera como
los mortales están sobre la tierra. 3) El construir como morar se desarrolla en un construir que cuida, a saber, el crecimiento; y en un construir que erige edificios”.13 Habitar y morar aquí son entendidos como
la dimensión humana más próxima a la esfera interior, es decir, a lo
íntimo propio de lo doméstico, donde radica la verdadera experiencia
que permite la conciencia de la existencia.
El espacio doméstico potencia la experiencia existencial, es sustento
de los amores y odios, es recinto sagrado de cada uno de sus habitantes, en éste se mezcla la más absoluta intimidad junto con la comunicación abierta de la conversación y la discusión con los íntimos y con
invitados o visitantes. Es deducible, entonces, que estudiar la historia
del espacio doméstico ayuda a comprender el pensamiento y las estructuras sociales fundamentales de un grupo social en un determinado momento; además, contribuye a entender el problema habitacional
del espacio doméstico y la vivienda contemporánea, pues siempre el
pasado es una ventana abierta que —gracias a la perspectiva, que facilita la distancia temporal— objetiviza la mirada y pone a flote aspectos
del presente y se convierte en catalizador cualitativo del futuro.
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Ahora que la reflexión ha conducido al problema experiencial, puede
retomarse en este punto la idea de Heidegger, de que la espacialidad
parece constituir una determinación fundamental del ser paralela a la
temporalidad. Entonces, el transcurrir del tiempo no es otra cosa que
la experiencia existencial del ser en el espacio. En este orden de ideas,
la arquitectura, como obra de arte, está orientada hacia un sentido de
la realidad a partir de experiencias existenciales y percepciones del
medio fluctuante mediante habitáculos, artefactos, objetos, recintos y
paisajes que posibilitan el ser, el sentir y el hacer en el espacio y en el
tiempo, si como lo afirma el mismo Heidegger “sólo sobre la base de la
temporalidad […] es posible la irrupción del ‘ser ahí’ en el espacio”.14
Según la definición del diccionario,15 lo doméstico es lo relativo a
la casa o al hogar, y ya se ha argumentado suficientemente la relación entre estos términos que, a la luz gadameriana y heideggeriana,
facilitan el tránsito material de la conciencia intangible dentro del
universo de las formas y espacios arquitectónicos. En este sentido,
una historia profunda de los objetos habitacionales, entre ellos los
arquitectónicos, permitiría acercarse al espacio doméstico dentro de
un contexto determinado para ver cómo ha pervivido y cómo se ha
transformado, pues, de todas maneras “A medida que la historia va
evolucionando, la configuración territorial la van constituyendo las
obras de los hombres: carreteras, plantaciones, casas, depósitos,
puertos, fábricas, ciudades, etc.; verdaderas prótesis”.16 Ello confirma
la potencia del ámbito doméstico como amplificación existencial de
la especie, a pesar de su inmutabilidad temporal que reinterpreta y
reescribe los arquetipos ancestrales.
De esta suerte, la palabra que presenta un arquetipo (como casa) significa y engloba un mundo al cual representa; en este sentido, cuando se
dice casa, se remite a la noción de seguridad, de hogar, de tranquilidad,
de resguardo, de protección y comodidad que el universo doméstico
brinda frente a lo exterior a él. Aunque en última instancia realmente
“Nuestra casa es el yo, no un edificio de cuatro paredes, el yo tiene la
posibilidad de construir o destruir. El yo es una casa transportable, es
cómoda, no tiene que estar localizada”.17
Así, la arquitectura ha de entenderse como un intento por imponer un
orden donde no lo hay; ella es el reemplazo de la conciencia, del yo.
También cabe en este punto del discurso la idea del historiador austriaco Ernst Gombrich (1909-2001), de que el lenguaje y, por ende, la arquitectura, no sólo es un canal de comunicación para con los demás, sino
que sobre todo permite “articular e interpretar nuestro propio mundo
de experiencias para nosotros mismos”.18
14 Heidegger, Ser y tiempo, 399.
15 Diccionario de la lengua española plus.
16Santos, Naturaleza del espacio, 54.
17Leyte, Casa del ser.
18Gombrich, Breve historia de la cultura,
78.
Esta acción articuladora ha afianzado el carácter simbólico del hogar
en la memoria de la especie durante más de 20.000 años, lo cual no
puede borrarse de tajo ni con la actual ni con la próxima arquitectura
doméstica. De aquí se desprende la necesidad de acudir al origen mítico de la domesticidad arquitectónica, pues la capacidad de encontrar
El espacio doméstico tras el soporte arquitectónico Juan David Chávez Giraldo [ 15 ]
Figura 5. El hogar que nos habita. La casa amarilla, Luis Fernando Peláez, maqueta de la obra escultórica, 1997.
la expresión adecuada para los tipos arquitectónicos domésticos actuales y la imposibilidad de encontrar la tranquilidad deseada frente al
medio hostil que rodea al ser humano en la actualidad se constituyen
en una urgencia radical.
Sin embargo, cabe aclarar que la hostilidad mencionada ha superado
el carácter matérico de las inclemencias de la intemperie y el ataque
de fieras salvajes, pues se ha instaurado cada vez de manera más virtual en el centro mismo de la vida íntima. Además, si bien la arquitectura del pasado tiene sus cualidades positivas, debe aceptarse que las
condiciones sociales han cambiado y que hoy en día la arquitectura
contemporánea debe atender a otra complejidad diferente; por ello es
necesario incorporar en ella toda suerte de dispositivos tecnológicos
que cualifiquen el espacio sin detrimento de las cualidades poéticas
dentro de una materialidad acorde con los avances e invenciones que
facilitan y mejoran las condiciones humanas contemporáneas.
El esfuerzo por la cualificación del soporte arquitectónico habitacional debe estar dirigido a lo que poéticamente habita en la órbita doméstica como recinto protector, como nido y capullo, como perímetro
seguro, íntimo y privado, asociado a la polaridad femenina amorosa
y tierna, renovadora y generadora de vida, y no exclusivamente como
objeto producido por la razón para resolver un problema programático,
o en el que el juego plástico y la apariencia externa absorban la capacidad proyectual de los arquitectos y anule la sensibilidad propia de lo
que profundamente requiere el hombre en el espacio doméstico pues,
como se ha manifestado, es un dominio amplio de significaciones simbólicas que trascienden el universo de lo material.
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