el cuadro del señor pradilla.

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LA ILUSTRACIÓN POPÜLAh ECONÓMICA.
Por León se demuestra complacido,
Y por Fio se vé glorificado,
DELICIO FLOSBITA.
EFEMÉRIDES.
H
de Marzo de 1764. Muere Quer.
Es digno de mención honorífica Don José Quer y
Martínez, como hombre muy generoso, sencillo y sobrio, y ademas esclarecido naiuralista. Tuvo decidida
afición á la Botinica, aclimató en España algunas
dantas dosconocidas. revindicó contra la emulación
rancesa el buen nombre de los naturalistas españoles,
consiguió de Fernando VI la fundación del Jardin
Botánico, publicó la importante y voluminosa obra
Flora Española, y otros escritos de innegable utilidad,
y murió en Madrid en el dia de su Santo,
Quer nació en Perpiñan, ciudad entonces de España, en 26 de Enero de 1695.
f
EL CUADRO DEL SEÑOR PRADILLA.
-En la reciente esposicion de bellas artesdo Madrid,
ba llamado vivamente la atención y obtenido el primer premio el cuadro del Señor Pradilla, intitalado
Doha Juana la Loca.
Para darle á conocer á los lectores de La Ilxistra«on, cortamos algunos párrafos de un articulo critico
publicado en El Siglo Futuro por un gran perito en la
materia,
«En an lienzo de cinco metros de alto, y 3'40 de
ancho represéntase un rapto de la locura de amor de
la infortunada reina doña Juana de Castilla. Según
refiere la historia, esta desdichada princesa, luego
que hubo muerto su marido D. Felipe, llamado el
Hermoso, dispuso trasladar el cadíiver desde Burgos
á Granada en procesión fúnebre, digna por la coraitÍTa y la solemnidad de la regia condición del difunto.
Al efecto formóse en Miraflores el triste cortejo, y
presidido por la reina viuda, comenzó á hacer su
viaje, siempre de noche, «porque una mujer honesta,
decía ella, después de haber perdido á su marido,
que es su sol, debe^huir de la luz del día** Durante
el cual hacísrase Beni'as' al cElfatotl» en lo* piSéblos en
que paraba; pero la reina, enloquecida por los celos,
que fué la pasión de su vida, no permitía entrar mujeres en el templo en que reposaba el cadáver. «Refiérese, dice el historiador á quien ha seguido el artista, que en una de estas jornadas, caminando de
Torquemada á Hornillos, mandó la reina colocar el
féretro en un convento, que creyó ser de frailes; mas
como luego supiese que era de monjas, se mostró
horrorizada, y al punto ordenó que le sacasen de alli
y le llevaran al campo. Allí hizo permanecer toda la
comitiva á la intemperie, sufriendo el rigoroso frío de
la estación y apagando el viento las luces »
Es, por lo que se ve, un asunto histórico dramático, animado por el dolor y la locura de la infortunada reina de Castilla. No se trata, pues, de un alto
suceso histórico que pueda interesar á un pueblo; no
es una página de la historia general en que esté encarnado el espíritu de nuestra patria; no es Isabel la
Católica dictando sn testamento en presencia de dos
mundos, ni mucho menos Justino de Nassau entregando las llaves de Breda á nuestro marqués de
Spinoia; fio: es un suceso particular de la vida de
una reina desdichada; es una escena desgarradora de
un drama de familia. Veamos de qué modo lo ha
interpretado el pintor.
En medio de una extensa llanura, descansa en el
primer término del cuadro, entre cuatro blandones
de hierro, el féretro del rey, montado sóbrelas andas
en que es conducido en el viaje. A la izquierda del
espectador, sentada en una banqueta, casi tocando el
ataúd, aparece una hermosa dama, y junto á ella un
cartujo de rodillas, que calada la capucha, reza en
un libro que sostiene con 11 mano izquierda, empuñando con la derecha un cirio ardiendo. Detrás de
estas dos figuras, en la dilatada estension del campo,
muéstrase la desordenada fila del cortejo fúnebre,
oon cruces, cirios, literas, y otros aparejos propios
de la peregrinación funeraria. A la derecha del espectador hay un grupo de cortesanos; sentadas las
damas junto á una hoguera, procuran contrarestar
con el amor de la lumbre la doblo inclemencia del
viaje y del invierno: de pié los caballeros en torno de
un árbol desmochado y seco, dirigen unos la vista á
la triste escena que tienen delante, y conversan otros
entre sí impacientes y disgustados. Por cima del
grupo álzase una colina, yerma y triste, coronada
por un monasterio, cuyas campanas parecen doblar
a muerto. En medio del lienzo, peganda al féretro,
destácase sobre el humo blanquecino de la hoguera
ue arrebata el aire, la noble y melancólica figura
e la reina, cubierta con las negras tocas de la viudez,
caidos los brazos, macilento el rostro, y mirando con
ojos desencajados por el dolor y la locura, el ataúd
que encierra los restos de su esposo. Cubre la escena
un cielo triste, nebuloso, frío, que arroja sobre los
personajes las tintas vaporosas de una mañana de
invierno en las inclementes llanuras de Castilla lá
Vieja. El viento que sopla levanta la toca de la reina,
tiende la llama de los cirios, esparce el humo de la
hoguera, y molesta á los cortesanos, que se envuelven
en SRS abrigos. Es un cuadro completo de sentimiento
y de acción; con unidad de interés, de tiempo, de
lugar, de costumbre y de dibujo; con variedad bien
determinada y categórica; con notables efectos de
claro-oscuro, bien dibujado y colorid'of obra que honraría á un maestro, y que abre grandes horizontes á
un pintor joven y laborioso.
a
«Con artistas como el señor Pradilla, la pintura
puede esperar días mas venturosos que los presentes.
Pintor de inspiración y de estudio, que sabe escribir
con la mano en el lienzo las ideas y sentimientos de
su alma noble y poética; que huye del realismo envilecido y servil, que hasta hace poco lo seducía y engañaba; es una esperanza para el arte y puede llegar
á ser una gloría para su patria.
MANUEL P . VIUAMIL.»
Con aprobación de la autoridad eclesiástica.
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