Encomienda Antillas M.Caballos - Literatura prehispánica y colonial

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EL SISTEMA LABORAL INDIGENA EN LAS
ANTILLAS (1492-1542)
Esteban MIRA CABALLOS
El presente estudio intentará clarificar definitivamente el
marco teórico y conceptual del sistema laboral indígena en las
Antillas, tema de indudable interés ya que la evolución del mismo en
las islas condicionó el desarrollo de instituciones como la encomienda
y la esclavitud indígena en el Nuevo Mundo a lo largo de más de tres
siglos de colonización. No debemos olvidar que fue precisamente en
este marco geográfico donde aparecieron por primera vez los repartimientos, las encomiendas, el tributo indígena y las demás instituciones
que tanta importancia adquirieron posteriormente en todo el continente americano.
Por otro lado, debemos advertir que, pese a la notable bibliografía existente relativa a esta temática,1 hasta la fecha han existido
grandes contradicciones a la hora de valorar aspectos tan importantes

1
Universidad de Sevilla
Estas son las obras más importantes. Silvio ZAVALA, La encomienda indiana,
México, 1973 y “Los trabajadores antillanos en el siglo XVI”, Revista de Historia
de América, III (México, sept. 1938).- Frank MOYA PONS, La Española en el siglo
XVI, 1493-1520, Santo Domingo, 1971 y Después de Colón. Trabajo, sociedad y
política en la economía del oro, Madrid, 1987.- Luis ARRANZ MARQUEZ,
Repartimientos y encomiendas en la isla Española (El repartimiento de
Alburquerque de 1514). Madrid, 1991. Roberto CASSA, Los taínos de La Española,
Santo Domingo, 1990 y Los indios de las Antillas. Madrid, 1992.
2
Esteban MIRA CABALLOS
como la aparición de los repartimientos y las encomiendas, la figura
del naboría y la duración de la demora. Tras más de cinco años de
dedicación al estudio del indio antillano es hora de abordar algunas de
las respuestas a estos interrogantes.2
Repartimientos y encomiendas
Poco tiempo tardaron los españoles, tras su llegada al Nuevo
Mundo, en percatarse de la importancia vital que tenía la mano de
obra indígena. Evidentemente, y como muy bien escribió Américo
Castro
“el español no fue a las Indias para cumplir
mandatos regios, sino para satisfacer sus propios afanes”. 3
Estaba claro que las minas de metal precioso y aquellas enormes
extensiones de tierra sólo tenían valor con la utilización de los
indígenas. Fue en medio de estas circunstancias como se fraguó la
compulsión del indio al trabajo, pues, no en vano la aparición de la
esclavitud y de otras formas más o menos encubiertas de servidumbre
se produjo siempre
“donde la tierra es barata y abundante y existe un
mercado asegurado para las cosechas que pueden ser
cultivadas por procedimientos muy rutinarios que requieren
poca habilidad, pero exigen una aplicación intensiva de la
mano de obra".4
En América se daban todas estos elementos pues existían tierras a muy
bajo precio, minas que requerían un trabajo poco cualificado,
abundancia de mano de obra barata y un mercado asegurado tanto
para el metal precioso—en la Península—, como para los productos
agropecuarios—en las propias colonias—.
Así pues, como es bien sabido, en un primer momento se
impuso a los indios un tributo en especie—oro y algodón—que no fue
2
Para un tratamiento mucho más amplio se puede consultar nuestra Tesis Doctoral
inédita, que tiene por título El indio antillano: repartimiento, encomienda y
esclavitud (1492-1542), leída en Sevilla el 1 de junio de 1995.
3 Citado en José DURAND, La transformación social del conquistador, México, 1953,
vol. I, p. 45.
4 James LITTLEJOHN, La estratificación social, Madrid, 1983, p. 83.
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
3
eficaz ya que los indios entregaron el oro que tenían de reserva pero
desde luego no se pusieron a trabajar para satisfacer un gravamen que
jamás les habían sido exigido y que no atinaban a comprender ni por
supuesto a justificar.
Por lo demás, aunque sabemos que Cristóbal Colón repartió
indios tanto en 1496 como en 1499 lo cierto es que no fueron en
ningún caso repartimientos generales sino simples repartos puntuales,
sin que por ningún motivo la palabra conlleve el contenido legal que
adquirió años después.
Realmente la legalización de los repartimientos y su
aparición como institución no ocurrió hasta la llegada de frey Nicolás
de Ovando a la gobernación de la isla Española. En un principio
Ovando aplicó las instrucciones que llevaba, ordenando que ningún
español se sirviese de los naturales sin pagarles el salario que les
correspondiese. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que los
indios antillanos, acostumbrados a vivir a nivel de tribus y sin las
presiones tributarias de una civilización más avanzada, jamás servirían
de su propia voluntad. Por ello fue el propio Comendador Mayor
quien escribió a la reina Isabel, diciéndole
“que por ninguna manera estos indios podían ser
cristianos ni venir al conocimiento de nuestra Santa Fe
Católica, si no venían a poder de los cristianos y así conversando con ellos verían las cosas de nuestra Fe...". 5
Este memorial resulta muy interesante ya que señala a Nicolás de
Ovando como al mismísimo padre de los repartimientos y las
encomiendas indianas al insinuar la necesidad de una institución que
controlase la sujeción de los indígenas a los cristianos, situación que
efectivamente llegó a darse con la implantación de la encomienda en
los reinos indianos.
Evidentemente los Reyes Católicos aceptaron el consejo del
gobernador aprobando los repartimientos de indios a través de una
real provisión expedida, como es bien sabido, el 20 de diciembre de
5
AGI, Patronato 174, R. 12. Carta de los religiosos dominicos al Sr. Chiévres, Santo
Domingo 4 de junio de 1519.
4
Esteban MIRA CABALLOS
1503.6 A través de este documento se autorizó la compulsión de los
aborígenes al trabajo, pagándoles el salario conveniente por el mismo.
No obstante, en este primer instrumento legal del repartimiento apenas si se especificó cómo debía llevarse a cabo, es decir, el
número de indios que a cada uno le correspondería, la duración, y el
salario que se les daría por su trabajo. Efectivamente, como afirmó
Charles Verlinden, los primeros repartimientos se hicieron sin ningún
control por parte del Estado,7 recayendo su regulación sobre el propio
Ovando quien dio y quitó indios a su voluntad.8
Por otro lado, existe una gran controversia en cuanto a la
aparición de la palabra encomienda y al significado exacto de los
términos repartimiento y encomienda en las Antillas. Por su parte
Giménez Fernández afirmó erróneamente que fue entre 1513 y 1514
cuando se produjo “la generalización y legalización de la institución
del repartimiento y la sustitución de este nombre por el de
encomienda consagrando su uso la cédula de concesión”, 9 lo cual no
es del todo cierto, como explicaremos a continuación. En primer
lugar, no hubo una sustitución del primer término por el segundo, sino
que más bien se produjo la aparición de un término nuevo, que en
adelante conviviría con el anterior para designar matices diferentes de
una misma realidad. Y en segundo lugar, no fue en el repartimiento de
Alburquerque donde se utilizó por primera vez la palabra encomienda,
pues ya en 1510 en las cédulas de concesión que expidió Diego Colón
figuraba este concepto.10
Para nosotros la palabra repartimiento alude a un concepto
general que no supone más, como la propia palabra indica, que un
reparto, en este caso concreto, de indios. No se refiere, pues, al
6
CODOIN, Serie 1ª, T. XXXI, pp. 209-212.- José María CHACON Y CALVO,
Cedulario Cubano, T. I, Madrid, S/F, pp. 85-87. ZAVALA, Encomienda, p. 4.
7 VERLINDEN, Charles: “L`Etat et l`administratión des communautes indigènes dans
l’empire espagnol d`Amérique. Quelques réflexions”. Anuario de Estudios
Hispanoamericanos, T. XXXIV, Sevilla, 1977, (pp. 695-705).
8 Ursula LAMB, Frey Nicolás de Ovando gobernador de las Indias. Santo Domingo,
1977, p. 115.
9 Manuel GIMENEZ FERNÁNDEZ, Bartolomé de las Casas, Madrid, 1984, vol. II, p.
517.
10 AGI, Justicia 6, N. 4, f. 91v. Real Cédula de encomienda otorgada por Diego Colón,
en nombre de Su Majestad a Diego Méndez, Santo Domingo, 22 de mayo de 1510.
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
5
régimen de relaciones entre el poseedor del repartimiento y los indios
incluidos en él, dado que las características de estas relaciones a nivel
personal debían ser legisladas paralelamente. En cambio, la expresión
encomienda hacía referencia al régimen personal entre el español y
sus indios. Con la aparición de este vocablo en los documentos indianos no se hizo otra cosa que reutilizar una palabra bajomedieval
castellana para designar una relación concreta entre indios de repartimiento y españoles. Desde entonces ambos términos coexistieron unas
veces para designar genéricamente a los repartimientos y otras para
establecer a nivel personal la relación concreta de cada español hacia
sus indios. De ahí que en la documentación se hable frecuentemente
de ‘repartimiento de indios de encomienda’ o de su equivalente
‘repartimiento de indios en régimen de encomiendas’.
Fue la misma Corona la que impulsó la utilización del
término encomienda a nivel particular porque sólo de esta manera se
garantizaba que los poseedores de indios asumieran, al menos teóricamente, una serie de obligaciones tanto con los indios como con la
Corona. Además, la encomienda podía ser mucho más controlada por
la Corona, pues sólo a ella correspondía otorgarla y por tanto podía
determinar su tiempo de duración. De forma que en las Instrucciones
dadas al Teniente de Gobernador de la isla de Cuba, Diego
Velázquez, para hacer el repartimiento general de 1522 en la isla, se le
recomendó que en las correspondientes cédulas a cada vecino utilizase
la palabra encomienda y no repartimiento “porque los tengan
mientras fuere la voluntad nuestra”.11
Así, pues, con la aparición en el Nuevo Mundo del término
encomienda no se hizo otra cosa que aplicar a la realidad indiana un
viejo término castellano. Es evidente el origen bajomedieval de la encomienda, independientemente de las características propias que
adquirió en primera instancia en las Antillas y posteriormente en el
continente americano,12 pues no debemos olvidar que en la Edad
Media existían personas que se ‘encomendaban’ a un señor,
11
AGI, Justicia 11. Traslado de las Instrucciones dadas a Diego Velázquez para el
repartimiento general de 1522, hecho en Santo Domingo el 15 de enero de 1526.
12 Zavala afirma que la encomienda ‘nació en las Antillas’, sin ignorar su origen
medieval. ZAVALA, La encomienda, p. 13.
6
Esteban MIRA CABALLOS
entregando sus tierras a cambio de protección.13 Igualmente existieron
encomiendas en la península a través de las cuales la Corona entregaba a una orden militar o a un señor unas tierras concretas—normalmente ubicadas en zonas fronterizas o especialmente conflictivas—con todas sus regalías a cambio de que las protegiesen.14
Realmente las encomiendas indianas, otorgadas por la
Corona a diversos súbditos españoles, poseían ciertos puntos en
común a las entregadas en la Baja Edad Media a diversos señores para
la repoblación de los extensos territorios al sur del río Tajo. Efectivamente, cuando la Corona decidió entregar encomiendas de indios a los
españoles no hizo otra cosa que conceder una regalía a un español,
que afectaba en este caso no a una jurisdicción, sino a un grupo de
vasallos indios, para que a cambio de proporcionarles supuestamente
protección y enseñanza se aprovechase de su trabajo. Es decir, la
Corona entregaba en régimen de encomienda no ya unos territorios,
como ocurrió frecuentemente en la Edad Media, sino unos vasallos
suyos, por lo que Fernando el Católico, como veremos a continuación,
se negó en todo momento a conceder las encomiendas a perpetuidad.
Entrando brevemente en la cuestión de la duración de las
encomiendas debemos advertir la enorme controversia y lucha que
hubo desde las primeras décadas de la colonización por parte de los
conquistadores que reivindicaron la sucesión a perpetuidad, hecho al
que se negó la Corona desde un principio. En cualquier caso conviene
señalar que la reivindicación de la perpetuidad es un fenómeno que
apareció en las Antillas y que posteriormente se trasladó con mucha
mayor intensidad al continente.15
13
Véase Luis GARCIA DE VALDEAVELLANO, Curso de historia de las instituciones
españolas. Madrid, 1986, p. 332.
14 Es el caso, por ejemplo, de la encomienda de Segura de la Sierra que al ser una zona
fronteriza con el reino Nazarí y de escasa población fue cedida en régimen de
encomienda a la Orden de Santiago. Aunque existe mucha bibliografía puede verse
un trabajo reciente de José Vicente MATELLANES MERCHAN, “La encomienda
santiaguista de Segura de la Sierra (1235-1335)”, Actas del II Congreso de Historia
de Andalucía, Historia Medieval, Córdoba, 1994, tomo II, pp. 63-80.
15 Véase a este respecto ZAVALA, La encomienda, pp. 141-167. Este asunto de la
perpetuidad quedó regulado en la Recopilación de Leyes de Indias en el vol. II, Lib.
VI, Tit. XI. Por real provisión expedida en Valladolid, el 8 de septiembre de 1534,
se accedió por primera vez a la no perpetuidad, aunque sí a la sucesión por dos
vidas. Igualmente, este problema ha sido tratado para el Continente por otros
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
7
En las Antillas, desde el primer momento, no se otorgaron
encomiendas ni siquiera por una vida “sino por naborías o tapias, que
era servicio de uno o dos años, y después por otros dos, y así
temporalmente”. Las dos vidas, es decir, la encomienda por vida del
encomendero y de un heredero no se concedió en La Española hasta
fines de 1513, cuando por primera vez se ordenó a los repartidores
Alburquerque e Ibarra que así lo hicieran.16 En otras islas, como Cuba,
esta concesión por dos vidas no se otorgó legalmente hasta bastante
avanzada la década de los veinte.
Los pareceres pidiendo la perpetuidad se repitieron prácticamente desde 1515. Entre sus argumentos estaban que los españoles
trataban peor a los indios, si sabían que los perderían, que si tenían
conciencia de que los tendrían
“de por vida porque los unos, que entran
hambrientos, chupan el zumo que hallan y salidos aquellos
entran otros hambrientos de nuevo”. 17
De la misma forma, en el juicio de residencia tomado en 1516 a los
jueces de apelación por Alonso de Zuazo éstos fueron acusados de
explotar sobremanera a los indios, porque “sabían que se los cambiaban cada vez que éstos morían”.18 Pese a todo, jamás en estas
primeras décadas en las Antillas se consintió más allá que la sucesión
por la vida de un heredero.
Resumiendo lo dicho hasta ahora, podemos afirmar que la
encomienda en las Antillas no consistió más que en la entrega de
cierto número de aborígenes “a la tutela de un español” el cual se
podía beneficiar de sus servicios a cambio de proporcionarles supues-
autores, entre los que podemos citar a Manuela Cristina GARCIA BERNAL, Yucatán.
Población y encomienda bajo los Austrias, Sevilla, 1978, pp. 211-231; Adolfo Luis
GONZALEZ RODRIGUEZ, La encomienda en Tucumán. Sevilla, 1984, pp. 140-142; y
Javier ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, Los encomenderos de Quito, 1534-1660.
Origen y evolución de una élite colonial, Sevilla, 1993, pp. 77-81.
16 ARRANZ, Repartimientos y encomiendas, pp. 263-274.
17 AHN, Diversos, doc. de Indias 22/47. Parecer de fray Domingo de Betanzos sobre la
perpetuidad de los indios, 1543?
18 AGI, Justicia 42, pieza 1ª. Juicio de Residencia a los Jueces de Apelación, Lucas
Vázquez de Ayllón, Marcelo de Villalobos y Matienzo, 1516. Respuesta de
Francisco de Monrroy a la octava pregunta del interrogatorio.
8
Esteban MIRA CABALLOS
tamente una instrucción religiosa.19 No cabe duda que en teoría esta
institución intentó aunar diversos intereses de la Corona, como
cumplir con su compromiso de evangelización de los indígenas, saldar
su deuda con los conquistadores, entregándoles indios en remuneración por sus esfuerzos y, finalmente, satisfacer sus propios intereses
económicos.
Indios de encomiendas y Naborías
Como es bien sabido, en los repartimientos generales que se
hicieron en las Antillas se entregaron en ‘encomienda’ dos tipos de
indios los llamados ‘de repartimiento’ propiamente dichos y los
‘naborías’.
En cuanto al indio de repartimiento no se trataba más que de
indios libres que se entregaban en encomienda a algún español para
que le sirviesen a cambio de un salario durante un período de tiempo
que se denominaba la demora. El punto más polémico ha sido la
duración de la demora, pues Roberto Cassá afirmó que era de seis
meses20 y Luis Arranz que eran períodos de cinco meses seguidos de
cuarenta días de descanso,21 afirmaciones ambas con las que no estamos nosotros totalmente de acuerdo.
Según las referencias documentales que hemos conseguido
obtener la demora duraba oficialmente ocho meses al año tras lo cual
los indios de encomienda volvían durante el tercio del año restante a
sus pueblos. Así, por ejemplo, sabemos que los indios de repartimiento de un encomendero de la época de Ovando, llamado Francisco
de Solís, trabajaban durante los ocho meses que duraba la demora con
los indios naborías en las minas, yéndose los cuatro meses restantes,
los primeros, a sus pueblos de origen, y, los segundos, a las haciendas
del encomendero.22 En otro pleito llevado a cabo en la isla Española
19
En general coincidimos con la definición dada por José María OTS CAPDEQUI,
Instituciones sociales de la América Española en el período colonial. La Plata
(República Argentina), 1934, pp. 18-19.
20 CASSÁ, Los indios de las Antillas, p. 204.
21 ARRANZ, Repartimientos y encomiendas, p. 242.
22 Esteban MIRA CABALLOS, “El pleito Francisco Diego Colón-Francisco de Solís: el
primer proceso por malos tratos a los indios en La Española (1509)”, Anuario de
Estudios Americanos, L, 2 (Sevilla, 1993), p. 319.
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
9
en 1510 también se hace referencia a que la demora de los indios de
repartimiento duraba ocho meses "y de allí se iban a holgar a sus
caciques cuatro meses del año.”23
Pese a todo, esta demora de ocho meses fue violada frecuentemente por los encomenderos quienes bajo coacciones conseguían
retener a sus indios más meses en sus minas. Así, por ejemplo, en el
juicio de residencia tomado a los jueces de apelación de la isla
Española en 1516 un testigo llamado Pedro Romero respondió a la
pregunta 65 de la pesquisa secreta que
“dichos indios eran sacados de sus tierras para las
minas sin dejarles descansar el tiempo que debían; que habiéndolos maltratado cuando debían ir a sus tierras a descansar los
detenían en las minas todo el tiempo que querían sin que los
dichos licenciados proveyesen en cosa alguna”. 24
El salario que se les pagaba era prácticamente simbólico pues
legalmente pasó de medio peso a un peso y medio, cantidades que
apenas si les daban para cubrir sus necesidades más primarias. Pero
incluso sabemos que los encomenderos en muchas ocasiones se limitaban a dar los alimentos y la ‘cacona’25 a los indios durante la demora
sin pagarles su salario correspondiente. Así, por ejemplo, en 1516 los
dominicos de la isla Española denunciaron que pese al duro trabajo
que desempeñaban los indios en las minas tan sólo les pagaban “tres
blancas diarias y aún menos”.26 Además, el cabildo de Santo
Domingo a través de su procurador, el regidor Cristóbal de Tapia,
suplicó al Rey que derogase la ordenanza que obligaba a los encomenderos a pagar peso y medio de oro a los indios y que se quedase
tan solo en un peso.27
23
AGI, Justicia 6, N. 4. Pleito por la encomienda de Diego Méndez, Santo Domingo 22
de mayo de 1510.
24 AGI, Justicia 42, pieza 1ª. Juicio de residencia tomado a los jueces de apelación de la
isla Española, Santo Domingo, 1516.
25 La cacona o caçona es una palabra indígena, utilizada por los españoles, que viene a
significar ropa.
26 Carta de los dominicos al señor de Chièvres, Santo Domingo, 4 junio 1516. Roberto
MARTE, Santo Domingo en los manuscritos de Juan Bautista Muñoz. Santo
Domingo, 1981, pp. 160-180.
27 Archivo Ducal de Alba, Carpeta 246, leg. 8. Carta de Cristóbal de Tapia a Su
Majestad, Santo Domingo, s/f.
10
Esteban MIRA CABALLOS
El control de toda esta numerosa mano de obra indígena se
hizo a través del cacique ya que la Corona tardó poco tiempo en darse
cuenta de que los indios obedecían ciegamente a sus señores.28 Todavía en 1533 el Consejo de Indias recomendó en un parecer sobre la
situación del Nuevo Mundo que no se le quitase superioridad al
cacique sobre sus indios porque sería en gran perjuicio de la colonización, pues se alzarían los indios a los montes.29 No en vano a estos
caciques se les dieron algunos privilegios y prebendas, que estaban
prohibidos terminantemente para el resto de los individuos de su
comunidad, como el tratamiento de nobleza (Enriquillo lo alcanzó), la
posesión de armas y caballo, etc.
En lo que respecta al indio naboría debemos decir que se ha
prestado a múltiples confusiones por parte de la historiografía contemporánea, debido a dos causas fundamentalmente: primera, que su
significado varió con respecto a otras zonas del continente americano,30 y segunda, que los documentos de las décadas de 1530 y 1540,
que son los más abundantes, se muestran muy ambiguos.31 Así, en un
recuento de la mano de obra existente en San Juan en 1530 tan sólo
aparecían 1.998 negros, 751 indios esclavos y 333 naborías. 32 Evidentemente, el hecho de que no aparezcan indios libres ‘de repartimiento’
se debe a que se denominaba naborías a todos los indios de servicio
que no eran esclavos, es decir, a los naborías propiamente dichos y a
los de repartimiento. Nosotros creemos que la legislación protectora
de los indios y el hecho de que cada vez mayor número trabajasen
como asalariados junto a los españoles hizo que en las Antillas se confundiesen prácticamente todos los indios no esclavos, denominándo“Y para servirse de los indios prendían los caciques porque ha sido gente que
tenían mucho amor a sus señores y éranles muy leales de tal manera que por
tenerlos seguros, que no se fuesen, bastaba tenerles preso a su señor y servíanse de
ellos sin les mantener...”. Carta de los dominicos al señor de Chièvres, Santo
Domingo, 4 de junio de 1516. MARTE, Santo Domingo, pp. 160-180.
29 AGI, Patronato 170, R. 41. Parecer del Consejo de Indias, Madrid 8 noviembre 1533.
30 En Nueva España constituían una mano de obra voluntaria que servía
exclusivamente en el medio urbano.
31 A partir de la década de los veinte se usó incluso como sinónimo de indio de
repartimiento. Véase ZAVALA, “Los trabajadores antillanos”, p. 61-62.
32 AGI, Santo Domingo 155, R. 1, N. 1. Información que hizo Manuel de Lando,
teniente de gobernador de la isla de Puerto Rico, San Juan, 9 noviembre 1530 a 11
marzo 1531.
28
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
11
seles indistintamente indios libres, indios de repartimiento o indios
naborías.
El vocablo naboría de origen indígena designa, pues, a
aquellos indígenas que estaban en una situación legal muy parecida al
esclavo, no constituyendo más que una variante jurídica de la
esclavitud. La única gran diferencia existente entre un término y otro
es que los naborías no se podían vender legalmente. No en vano, en
esta situación cercana a la esclavitud lo sitúan la totalidad de los
cronistas que hicieron alusión a dicha figura del naboría.33 Igualmente,
en un documento fechado en 1543 se definían los naborías como
aquellos indios
“que servían contra su voluntad, casi como esclavos,
aunque no se vendían y de esta manera es que los tenían
depositados para servirse de ellos en las minas y en sus
haciendas y si se querían ir a un cabo no podían porque se
llaman naborías...”.34
En definitiva el naboría lo podemos definir como un indio desarraigado de su comunidad de origen, que servía constantemente al español
a quien estuviese asignado.
Dentro de los naborías hemos de establecer una doble división. En relación al tipo de servicio que prestaban existían dos tipos:
los naborías ‘de granjerías y minas’, y los ‘de casa’.35 Estos últimos
33
Emiliano Tejera ofrece en su diccionario de términos indígenas un resumen de las
versiones de Fernández de Oviedo, del padre Las Casas y de Remesal. Emiliano
TEJERA, Palabras indígenas de la isla de Santo Domingo. Ciudad Trujillo, 1951, p.
385.
34 AGI, Patronato 231, N. 1, R. 4. Información sobre la libertad de los indios hecha a
petición de Gregorio López del Consejo de Indias, Sevilla 23 junio 1543.
35 Se trata de una clasificación apuntada brevemente por nosotros en un artículo
reciente y que vino a clarificar bastante la figura del naboría. MIRA CABALLOS, ‘El
pleito Diego Colón’, p. 319. Hasta entonces la historiografía más reciente se había
mostrado muy confusa pues Luis Arranz tan sólo reconocía la existencia de los
naborías ‘de Casa’, lo cual se debe a que a veces en la documentación se les
denomina genéricamente a todos como ‘de casa’. Roberto Cassá en cambio ya
distinguió someramente la existencia de los naborías ‘de casa’ y de otros que él
denominó ‘de repartimiento’. La utilización de este término es inapropiado ya que
aparte de no ser la palabra que aparece en la documentación se presta a confusión ya
que también los ‘de casa’ eran indios de repartimiento. ARRANZ MARQUEZ,
Repartimientos y encomiendas, pp. 246ss. CASSÁ, Los indios de las Antillas, p. 213.
12
Esteban MIRA CABALLOS
servían en las viviendas de los españoles, desarrollando fundamentalmente tareas domésticas. Era más frecuente que fuesen mujeres,
haciendo éstas las veces de ‘mayordomas’, curanderas y concubinas.
Estos indios ‘de casa’ vivían todo el año en casa del español por lo
que estaban desarraigados de sus lugares y de su cultura, por lo que se
hallaban sumamente ladinizados.36
Estos naborías ‘de casa’ eran mejor tratados que el resto de
los indios ya que después de unos años de convivencia con los
españoles terminaban congraciándose con ellos. En este sentido,
cuando el licenciado Villalobos fue acusado de no haber dejado los
indios que se le mandaron quitar alegó que sólo le quedaban cinco o
seis, que las mujeres las había casado y que “los varones no quisieron
salir de la casa del dicho licenciado porque nacieron y se criaron en
ella”.37 Por esas mismas fechas Francisco Tostado, escribano público
de la Audiencia, declaró que había casado a muchas criadas tanto de
Castilla como de la tierra y que tenía la intención de hacer lo mismo
con otras indias naborías que poseía.38 Incluso, en el momento de
dictar los castellanos su última voluntad solían acordarse de los indios
naborías a los que se les solía conceder la libertad, o bien, dejarles
ciertas sumas de dinero para su sustento. Así, Diego Velázquez
ordenó a los albaceas en su testamento que entregasen de sus bienes a
los indios naborías suyos, zaragüelles, camisas y zapatos, y a las
indias camisas, naguas, servillas y paños.39
36
AGI, Justicia 6, N. 4. En una probanza hecha en La Española por Diego Méndez se
decía lo siguiente: “Item, si saben que los naborías de casa suelen servir todo el
año a los que los tienen encomendados sin huelga ni intermisión de ninguna parte
del dicho año y así es público y notorio...”. Pleito entre Diego Méndez y Juan
Roldán, Santo Domingo, 1529.
37 AGI, Justicia 50, Pieza 1ª. Juicio de Residencia tomado a los oidores y al fiscal de la
Audiencia de Santo Domingo por el licenciado Gaspar de Espinosa, 1527; AGI,
Indiferente General 421, L. 13, ff. 315v-316v. Al año siguiente, el Rey ordenó a los
oidores que viesen si era cierto lo que la mujer de Villalobos afirmaba acerca de que
los indios no se querían ir de su casa, hecho que parece ser se confirmó. Real Cédula
a los oidores de Santo Domingo, Madrid 21 de agosto de 1528.
38 AGI, Santo Domingo 9, R. 1, N. 15. Información hecha por Francisco Tostado,
escribano público. Santo Domingo 28 junio 1527.
39 AGI, Justicia 975, N. 1, R. 5. Pleito entre los herederos de Diego Velázquez en el
que se inserta el testamento fechado en Santiago, 11 junio 1524. Transcrito con
algunos errores en CODOIN Serie 1ª, T. XXXV, pp. 500-547.
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
13
En una posición de menor privilegio estaban los naborías de
‘granjerías y minas’ cuya suerte era bien distinta a la de los naborías
‘de casa’, pues solían trabajar en las minas, mientras durase la demora
de los indios de repartimiento, y el resto lo hacían en la hacienda de su
señor, mientras los indios de repartimiento iban a descansar a sus
‘conucos’. La media de días de trabajo al año oscilaba entre 300 y
320, es decir, todo el año, excluyendo los domingos y los días de
fiesta. Su situación era de total servidumbre, trabajando sin descanso
para los castellanos y viviendo en la misma estancia de los españoles
en unos bohíos habilitados para tal efecto en el entorno de la vivienda
de sus señores. En el interior de estos bohíos, y pese a la cercanía
permanente a los españoles, siguieron practicando sus ancestrales ritos
y sus tradicionales métodos curativos.40
Con respecto al tiempo que debían servir a los españoles,
existían dos tipos de naborías los ‘de repartimiento’ y los ‘perpetuos’.
Los primeros servían todos los días del año a un español, hasta que se
hiciese un nuevo repartimiento o hasta que el repartidor se los encomendase a otra persona. En su mayor parte eran indios naturales de las
propias Antillas Mayores y que en muchos casos ya poseían ese status
social desde la época prehispánica. Al mismo tiempo, los concedidos
a perpetuidad estaban adscritos a una persona por toda su vida,
heredándose a veces por los sucesores como si de un esclavo se
tratase, aunque con la única condición, como ya hemos mencionado,
de que no se podía legalmente vender.
En cuanto a la rentabilidad que proporcionaban los indios a
sus dueños, podemos decir que era baja en relación a su número, pero
alta por la explotación sistemática y sin contrapartida. Así lo prueba la
sentencia que se dictó en 1514, en la que se decía que 37 indios
podrían proporcionar en dos años y medio 450 pesos de oro, 41 es
decir, se obtenían aproximadamente cinco pesos por cada indio de
encomienda al año.
Igualmente, se calculaba que en 1529 los 50 indios de servicio del tesorero de la isla de Cuba, Lope Hurtado, rentaban la cantidad
40
41
MIRA CABALLOS, “El pleito Diego Colón”, p. 326.
AGI, Justicia 1, R. 1. Pleito de Alonso de Nicuesa y Diego Colón (En el decenio de
1530).
14
Esteban MIRA CABALLOS
de 300 pesos de oro al año, es decir, seis pesos cada uno por
anualidad.42
No obstante, la rentabilidad real debemos situarla en cotas
mucho más elevadas, primero, porque a los españoles les convenía
declarar cantidades bajas con el fin de tributar menos, y segundo,
porque la rentabilidad dependería de la existencia de mayor o menor
cantidad de oro en el entorno donde se tuviesen los indios de encomienda. Desde luego los indios de minas producían individualmente
una rentabilidad mucho mayor a los cinco o seis pesos anuales mencionados anteriormente, tal vez el doble. Precisamente, en 1518, se
llegó a la conclusión de que los 200 indios de Alonso de Zuazo, que
eran de los mejores de la isla, proporcionaban una rentabilidad anual
de 2.200 pesos de oro, equivalentes a 11 pesos por indio y año. 43 La
elevada rentabilidad se debía a estos tres factores: primero, a que los
indios del jurista Zuazo eran los mejores de la isla, como se ha dicho;
segundo, a que éstos solían desempeñar sus tareas en las minas; y
tercero, a que hubo una voluntad real de acusar al Juez de Residencia,
por lo que es muy probable que por primera vez no se menguasen las
cifras de productividad.
Los naborías de servicio, que trabajaban aproximadamente
25 días al mes y 300 días al año, rentaban unos 20 pesos de oro al año,
cantidad considerablemente mayor a la que podían rentar los de
encomienda.44
Los indios esclavos en las Antillas
Además de los indios de encomienda y los naborías hubo en
las Antillas un número de indios esclavos que fue aumentando
paulatinamente hasta el punto que, desde la década de los veinte,
fueron ya mayoría en todas las Antillas Mayores.
Por desgracia desconocemos cuántos de estos indios esclavos
eran originarios de las Antillas Mayores y cuántos habían sido traídos
por las armadas de rescate de las islas Lucayas y de Tierra Firme. En
42
AGI, Santo Domingo 118, R. 1, N. 4. Carta del tesorero de la isla de Cuba Lope
Hurtado a Carlos V, Santiago 10 noviembre 1530.
43 AGI, Patronato 172, R. 12. Relación de los Oficiales de la Isla Española a Su
Majestad, Santo Domingo 15 febrero 1518.
44 AGI, Justicia 6, N. 4. Pleito entre Diego Morales y Juan Roldán, 1532.
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
15
cualquier caso lo que sí sabemos es que los primeros fueron
insignificantes en relación a los segundos, pues no debemos olvidar
que las huídas de los indígenas se castigaban con azotes como
escarmiento y no con la esclavitud, como se había pensado.45
En cambio los cerca de 5.000 indios esclavos que había en la
isla Española en torno a 1542 habían sido traídos en su mayor parte
del exterior, en una armadas que estuvieron controladas desde un
primer momento por la vieja élite encomendera de la isla. Efectivamente, desde 1512 destacaron como armadores los jueces de apelación, pues, habida cuenta de que eran éstos los que debían autorizar y
expedir las licencias, se sirvieron de esta prerrogativa para monopolizar las armadas en su propio beneficio y en el de sus amigos y
parientes. Junto a ellos, estaban los oficiales reales, como Miguel de
Pasamonte, y otras personas como Juan Fernández de las Varas y
Rodrigo de Alburquerque, quienes controlaron y dirigieron estas
expediciones de saqueo. Expediciones que tuvieron su punto culminante entre 1512 y 1519 a juzgar por el número de expediciones que
se organizaron. Desde el resto de las islas antillanas y especialmente
desde Puerto Rico se organizaron también un buen número de las
armadas de rescate pero siempre bajo la dependencia y supervisión de
las autoridades de la isla Española. En cualquier caso debemos
destacar el carácter exclusivista y elitista de las armadas de rescate, ya
que sólo estaban dirigidas por el grupo de poder y en su propio
beneficio, excluyendo al resto de la población.
Estas armadas hicieron mucho daño en las islas Lucayas y
Tierra Firme hasta el punto de que una franja importante de este
territorio quedó totalmente despoblado en unas pocas décadas, no sólo
por los indios capturados sino por los que huyeron al interior.
El índice de mortalidad fue muy elevado no sólo durante la
captura sino en la travesía, pues, según dice fray Bartolomé de las Casas,
“ninguna vez traían un navío trescientas o cuatro—
cientas personas que no echasen en la mar, los ciento o los
ciento y cincuenta muertos, por no darles de comer y beber.”46
45
46
Véase MIRA CABALLOS, “El pleito Diego Colón”, p. 320-321.
Fr. Bartolomé de LAS CASAS, Obra indigenista, Madrid, 1985, p. 288.
16
Esteban MIRA CABALLOS
Esta afirmación del dominico sevillano, que podría parecer exagerada,
coincide no obstante con otros documentos de la época como la carta
que el franciscano fray Tomás Infante envió a Su Majestad en 1518 y
en la que explicaba que había oído decir a un piloto viejo que se le
murieron en su nao 140 indios de sed, cuando venían en una
expedición de rescate.47
Esta elevada mortalidad en la captura y en el traslado se debía
a que los empresarios actuaron, como ha afirmado Genaro Rodríguez,
con un claro criterio de irracionalidad económica48 al pensar que el
número de indios a esclavizar era prácticamente inagotable. Por ello,
preferían que de los 300 indios que podían capturar llegasen la mitad
con vida a bordo de un hacinado navío antes que hacer una inversión
más importante en víveres, navíos, etc.
En cambio, la situación de aquellos que lograban sobrevivir y
eran vendidos a los españoles no fue tan dura como pudiera parecer en
principio, ya que había una gran carestía de mano de obra y su compra
constituía una inversión de los colonos españoles y la única salida a los
excesivos precios de los esclavos africanos. No en vano la carestía de
mano de obra era tal que estos aborígenes se solían alquilar nada menos
que a un ducado de oro al mes los hombres y a medio ducado las
mujeres ‘y a otros precios’, obteniendo con ello sus compradores un
gran beneficio.49
Según la documentación consultada, podemos afirmar que
hubo en las Antillas varios miles de indios esclavos antes de mediados
de siglo. Sin embargo, la investigación se encuentra con un problema de
difícil solución, ya que es imposible saber cuántos indios esclavos eran
originarios de las propias islas, sobre todo los que se herraron en las
primeras décadas de la colonización, y, cuáles procedían realmente de
las armadas.
Así, el padre Las Casas cifraba los lucayos deportados a las
Antillas en unos 40.000, mientras que los dominicos de La Española
hablaban de 20.000 y, finalmente, Alonso de Zuazo los cifraba en tan
47
GIMENEZ, Bartolomé de las Casas, T. II, p. 1.238.
Genaro RODRIGUEZ MOREL, “Poder y luchas políticas en La Española (1510-1520)”.
(Trabajo sin publicar).
49 Ibidem, “Declaración del testigo Alonso de Madrid”.
48
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
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sólo 15.000.50 Nosotros nos inclinamos más por las cantidades de Zuazo
que a la sazón fue uno de los principales armadores de las Antillas y
conoció el negocio en profundidad. Sin embargo, con certeza es
imposible saber la cantidad exacta ya que las fuentes en muy pocas
ocasiones diferencian a los lucayos ni de los indios naturales ni del resto
de los esclavos, e igualmente porque pasadas unas décadas hasta los
mismos españoles dudaban a la hora de establecer cuántos indios
esclavos eran originarios de las propias islas, y cuáles procedían
realmente de las armadas de rescate.
En el caso de la Española, sabemos que hubo varios miles de
indígenas esclavos que, procedentes de las armadas de rescate, consiguieron sobrevivir y adaptarse plenamente a la nueva vida y al nuevo
medio geográfico, trabajando muchos de ellos en régimen de naborías.
De hecho, cuando se le ordenó a Rodrigo de Figueroa poner a los indios
de La Española en pueblos, preguntó a Su Majestad si convendría poner
a los lucayos “como los otros de la tierra que ya son casi unos”.51
En la década de los cuarenta, en la misma isla era ya, para los
propios españoles, muy difícil distinguir entre los naturales de la isla y
los procedentes de las Antillas Menores. Sin embargo, cuando en 1542
se decretó que no se herrasen más esclavos y que se devolviesen a sus
lugares de origen los existentes, el licenciado Cerrato informó "que
dolió mucho” a los vecinos, ya que había en la isla más de cinco mil
indios esclavos,52 lo que nos confirma con evidente claridad la existencia
de una amplia esclavitud indígena, aunque nos deje sin resolver cuál era
su procedencia.
En cuanto a Cuba y Puerto Rico, aunque tampoco podemos
averiguar cuál fue el origen de estos indios esclavos, sí podemos al
menos establecer la diferencia entre los encomendados y los esclavos.
Así, respecto a la isla de Cuba sabemos que en Santi Spíritus y Trinidad
50
Fr. Bartolomé de LAS CASAS, Historia de las Indias, México, 1951, T. II, Lib. II,
Cap. XLIV, p. 351; AGI, Patronato 174, R. 12. Carta de los dominicos al señor de
Chièvres, Santo Domingo, 4 junio 1519; Carta de Alonso de Zuazo al Señor de
Chièvres, Santo Domingo, 22 enero 1518. RODRIGUEZ DEMORIZI, Los dominicos y
las encomiendas de indios en la isla Española, Santo Domingo, 1971, pp. 249-269.
51 AGI, Patronato 174, R. 19. Carta de Rodrigo de Figueroa a Su Majestad, Santo
Domingo 14 noviembre 1520.
52 AGI, Santo Domingo 49, R. 16, N. 101. Carta del licenciado Cerrato a Su Majestad,
Santo Domingo, 23 mayo 1545.
18
Esteban MIRA CABALLOS
había en 1534 unos 269 indios de encomienda frente a 180 indios
esclavos, lo que nos indica que un 40% de los indios utilizados en
ambas villas eran esclavos.53 Igualmente, conocemos las cifras de indios
que trabajaban en las estancias de la villa de Santiago en 1537,
figurando 92 indios de encomienda frente a 56 indios esclavos,54 resultando un 37`8% de indios esclavos frente a un 62`2% de indios de
encomiendas. Es decir, mientras en La Española predominaban los
indios esclavos en la cuarta década del siglo XVI, en Cuba seguían
siendo más numerosos los naturales encomendados.
Por otra parte, estos indios esclavos desarrollaron las mismas
actividades que los indios de encomienda, trabajando en las minas, en
los hatos de ganados y en los ingenios, junto con los indios de encomienda. La única diferencia destacable consistió en el hecho de que
mientras los esclavos servían todo el año, los encomendados tan sólo lo
hacían durante el tiempo que durase la demora, es decir, unos 8 meses al
año.
En la isla de San Juan, en cambio, las cantidades difieren
bastante de las de Cuba, aproximándose más a la situación de La
Española, dado que la mayoría de indios esclavos era manifiesta en
torno a 1530. Así pues, en Puerto Rico los indios esclavos sumaban
977, mientras que los naborías—entendidos, como ya hemos
afirmado, como indios de encomienda—tan sólo eran 498, es decir,
casi doblaban los indios esclavos a los naborías. Ello se debió, tanto a
la enorme disminución que sufrió el indio de Boriquén, como a la
importancia que adquirieron las armadas de rescate en esta isla
antillana, según hemos visto anteriormente. En torno a 1540, la
mayoría de los indios que quedaban en la isla debían ser esclavos, ya
que el cabildo de Puerto Rico informó a Su Majestad que apenas si
existían 50 indios libres.55
Por último, de Jamaica no contamos con datos al respecto
aunque pensamos que no debieron llegar tantos indios esclavos como al
53
AGI, Patronato 177, N. 1, R. 18. Censo de las villas de Trinidad Y Santi Spíritus,
1534.
54 AGI, Santo Domingo 77, R. 4, N. 98. Relación de las estancias de Santiago, 22
marzo 1537.
55 AGI, Santo Domingo 164, N. 20. Carta del cabildo de Puerto Rico a Su Majestad,
Puerto Rico, 5 junio 1540.
EL SISTEMA LABORAL INDIGENA
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resto de las Grandes Antillas, al estar al margen del circuito comercial
de las armadas de rescate.
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