EL ESTIGMA SOCIAL DESDE LA TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN

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EL ESTIGMA SOCIAL DESDE LA TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA
DE PAUL WATZLAWICK *
Marija Mirić
RESUMEN: Se analizan, a partir de la Teoría de la Comunicación Humana propuesta por
Watzlawick et.al, algunas características del fenómeno de estigma social, concebido como
un signo analógico de comunicación humana, determinante del aspecto relacional de la
misma en las interacciones sociales en las cuales está presente, o existe la sospecha de su
presencia por parte de una o varias de las personas involucradas. Se señalan, de manera
especial, algunas implicaciones directas de las características analizadas para las
intervenciones dirigidas a la reducción del impacto negativo de este fenómeno en las
sociedades humanas.
ABSTRACT: Within the framework of Pragmatics of Human Communication proposed by
Watzlawick et.al., some characteristics of social stigma, conceived as an analogical sign
that determines communications’ relational aspect in social interactions where it is present,
or there is a suspicion of its presence, are analyzed. Some direct implications of the
analyzed characteristics for the interventions aimed to reduce the negative impact of stigma
phenomenon in human societies, are highlighted.
I. El estigma social
El estigma social, tradicionalmente definido como “un atributo profundamente
desacreditador dentro de una interacción social particular” 1 , que reduce a su portador,
simbólicamente, de una persona completa y normal a una cuestionada y disminuida en su
valor social 2 , ha sido, en el transcurso de las últimas décadas, objeto de un creciente interés
desde diferentes ramas del saber. Al observarse un importante impacto negativo de este
fenómeno en la planificación y la provisión de servicios de salud, particularmente en áreas
*
Artículo publicado en Paradigmas, Año II, No.3, 2004.
Goffman, Erving: Stigma: Notes on the management of Spoiled Identity, New York, Simon & Schuster Inc.,
1986.
2
Ibíd.
1
1
vinculadas con las afecciones contagiosas y de transmisión sexual 3 , una cantidad
importante de trabajos e investigaciones sobre el tema ha estado vinculada al sector salud.
No obstante, la ausencia de un eje conceptual sólido para la sistematización y la
interpretación de datos empíricos relativos a las diversas manifestaciones del estigma
social, reunidos, frecuentemente, a partir de enfoques teóricos muy heterogéneos, ha
limitado una gran parte de estas iniciativas a la dimensión descriptiva, con pocas
contribuciones para la clarificación y la delimitación conceptual de este fenómeno 4 . Los
intentos más recientes en esa dirección, que procuran ampliar la definición del estigma para
incluir los fenómenos empíricamente asociados a los atributos estigmatizantes 5 , mas que
contribuir a su clarificación, han conllevado a un desbordamiento progresivo del concepto y
a su confusión generalizada con fenómenos tales como la discriminación, el rechazo y la
exclusión social 6 , entre otros.
En ese sentido, reconociendo la autonomía conceptual del fenómeno del estigma social 7 , y
buscando aproximarse a una definición que sirva de base para la comprensión de sus
complejas manifestaciones en diferentes contextos socio-culturales y de la relación que
guarda con otras dimensiones de la interacción social humana, este trabajo asume, como
punto de partida, su definición original, como “un atributo profundamente desacreditador” 8 .
Si bien es cierto que se trata de una definición sumamente amplia y poco explicativa del
estigma, es posiblemente la única que establece una clara distinción de este fenómeno
frente a otros, empíricamente vinculados al mismo 9 .
3
Leary, Mark y Schreindorfer, Lisa: “The Stigmatization of HIV and AIDS: Rubbing Salt in the Wound”, en
Derlega, Valerian y Barbee, Anita (Eds.): HIV & Social Interaction, California, SAGE Publications, 1998, pp.
12-29; Ver también Das, Veena: “Stigma, Contagion, Defect: Issues in the Anthropology of Public Health”,
International Conference on Stigma and Global Health: Developing a Research Agenda, 2002, consultado en
Internet en http://www.stigmaconference.nih.gov/FinalDasPaper.htm, el 27 de Julio del 2002.
4
Miric, Marija: “Estigma y discriminación: Vinculación y demarcación”, Paradigmas, Año I, No.2., pp.8397, 2003.
5
Ver Link, Bruce y Phelan, Jo: “Conceptualizing stigma”, Annual Review of Sociology, Vol.27, pp.363-385,
2001, entre otros.
6
Miric, Marija: “Las huellas del tabú: Aproximaciones al concepto de estigma”, Paradigmas, Año I, No.1.,
pp.50-62, 2003.
7
Miric: “Estigma y discriminación…”.
8
Goffman: Op.Cit.
9
Miric: “Las huellas del tabú…”.
2
Tanto Goffman, como otros autores que han abordado el carácter “desacreditador” de los
atributos estigmatizantes 10 , que desencadenan una respuesta negativa de individuos,
comunidades o sociedades hacia sus portadores 11 , reconocen que el mismo está basado en
valores culturalmente construidos y compartidos, que aparentan ser prácticamente
universales; sin ser, todavía, debidamente explicados por las ciencias sociales, puede
inferirse una estrecha relación de estos valores con la sexualidad y la muerte en muchas
culturas 12 .
Esta característica del estigma y, de manera especial, algunas respuestas emocionales
negativas habitualmente involucradas en este fenómeno, tales como culpa, ansiedad y
agresividad, con muy poca o ninguna intervención de procesos cognoscitivos superiores 13 ,
indican su posible vínculo con el más arcaico fenómeno del tabú, concebido como un
mecanismo de control social para la preservación de determinadas normas y valores
sociales, frecuentemente relacionadas con la muerte y la sexualidad 14 . Las personas
estigmatizadas no solamente son tratadas por el resto de su comunidad como si hubiesen
violado una prohibición de este tipo, sino que también reaccionan como si lo hubiesen
hecho: con una culpa desbordante y racionalmente inexplicable, vergüenza y sentimientos
de inferioridad 15 frente a otras personas; en otras palabras, se comportan como portadoras
de un tabú.
10
Ver United Nations Programme on HIV/AIDS – UNAIDS: HIV and AIDS-related stigmatization,
discrimination and denial - forms, contexts and determinants: Research studies from Uganda and India,
World AIDS Campaign 2002-2003; también Sontag, S: Illness as Metaphor, Farrar, Straus and Giroux, New
York, 1988 en Alonzo, A. & Reynolds, N.: “Stigma, HIV and AIDS: an Exploration and Elaboration of a
Stigma Trajectory”, Social Science and Medicine, Vol. 41, No.3., pp.303-315.
11
Stigma-AIDS 2001Discussions and Regional Consultation on Stigma and HIV/AIDS in East and Southern
Africa, 2001. citado en Guide to Stigma-AIDS Discussions, Stigma-AIDS E-Forum, 02/12/2003, disponible
en Internet en [email protected].
12
Haetherton, Todd F.; Kleck, Robert E.; Hebl, Michelle R. y Hull, Jay G: The Social Psychology of Stigma,
New York, The Guilford Press, 2000.
13
En este sentido, una persona que vive con el VIH reporta: “Me sentía sucia, avergonzada, culpable –
aunque no estaba segura porque me sentía culpable, esta sencillamente parecía ser una respuesta adecuada”;
extraído de Self-stigma and HIV/AIDS launch; Stigma-AIDS E-Forum, 01/12/2003, disponible en Internet en
[email protected].
14
Miric: “Las Huellas del Tabú…”.
15
Ver Berger, Barbara; Estwing, Carol y Lashley, Felissa: “Measuring Stigma in People with HIV:
Psychometric Assessment of the HIV Stigma Scale”, Research in Nursing & Health, Vol. 24, 2001, pp.518529; también Das, Veena: Op.Cit.
3
En este sentido, el significado social de un atributo estigmatizante podría circunscribirse a
una marca de “pecado” cometido, en el sentido simbólico, por la persona que lo porta 16 . Un
atributo de este tipo impactará de manera determinante el contexto de toda interacción
humana en la cual esté presente, señalando las pautas de conducta socialmente apropiada
para todos sus actores, incluyendo a su portador. Basándose en estos planteamientos, y
pretendiendo arrojar luz sobre los mecanismos a través de los cuales el estigma, como
vestigio del tabú, logra este impacto en la sociedad contemporánea, el presente trabajo
partirá de las propuestas de Watzlawick y colaboradores 17 , expuestas en su obra Teoría de
la Comunicación Humana, como una de las contribuciones teóricas más esclarecedoras de
los complejos procesos que sirven de base a toda interacción humana.
A continuación se resumen los fundamentos de esta teoría, para luego discutir, de manera
más detenida, sus importantes implicaciones para la comprensión de los mecanismos a
través de los cuales opera el estigma social en las interacciones humanas.
II. Teoría de la Comunicación Humana: Modelo de Watzlawick
El proceso de socialización del ser humano, a través del cual cada individuo se hace
miembro de su cultura, asimilando sus valores, actitudes y pautas de comportamiento,
descansa, por excelencia, sobre sus interacciones con otras personas de su ambiente, y, por
derivación, sobre los mecanismos de intercambio y procesamiento de la información
procedente de estas interacciones. Estos mecanismos, según Watzlawick “van organizando
la conducta del sujeto mediante pautas regladas de interacción muy complejas, muy
precisas, y totalmente fuera del nivel de percatación – salvo, tal vez, cuando tales reglas se
ven violadas. Este proceso determina o favorece a su vez una visión de sí y del mundo que
se incorpora al estilo del sujeto sin cuestionamiento y sin conciencia de su existencia” 18 .
La Teoría de Comunicación Humana propuesta por este autor, afirma que la comunicación
en situaciones sociales resulta imposible de evadir. Aún si una persona se propusiera no
comunicar nada, no podría dejar de transmitir, de manera verbal o no verbal, su renuencia a
16
Miric: “Las huellas del tabú…”.
Watzlawick, Paul; Beavin, Janet y Jackson, Don D.: Teoría de la comunicación humana: interacciones,
patologías y paradojas, Barcelona; Editorial Herder, 1995.
18
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.13.
17
4
comunicarse: “Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de
mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales
comunicaciones y, por ende, también comunican” 19 .
2.1. Dimensión relacional
Además del contenido transmitido en un mensaje, toda comunicación establece una
relación entre su emisor y su receptor, que sirve de base para la interpretación de dicho
contenido 20 . De esta manera queda establecida la distinción entre las dos dimensiones de
comunicación, designadas por Bateson 21 , respectivamente, como sus aspectos referencial y
conativo. Estos dos aspectos están referidos a la información de dos niveles lógicos
distintos, donde los datos conativos sirven de contexto para la interpretación de los
referenciales; cualquier confusión entre estos dos niveles en una comunicación, resultaría,
según Watzlawick, en un sinsentido, de manera similar a lo que sucedería si un ordenador
“confundiera” su programa de procesamiento con la información procesada.
El aspecto conativo de una comunicación, referido a la relación establecida entre sus
participantes, puede explicitarse mediante formulaciones verbales22 , aunque generalmente
queda establecido, de manera implícita, a partir de algunos mensajes o símbolos no
verbales: tono de voz, expresiones faciales, posturas corporales, tipo de vestimenta o, de
manera más indirecta aún, a partir del ambiente en el cual se desarrolla la interacción. Por
lo general, los participantes de una interacción, según Watzlawick, captan esos mensajes,
los interpretan y responden a ellos de acuerdo a las normas socialmente establecidas, sin
llegar a ser plenamente conscientes de este proceso. De hecho, afirma este autor, “cuanto
más espontánea y ‘sana’ es una relación, más se pierde en el trasfondo el aspecto de la
comunicación vinculado con la relación” 23 .
Por otro lado, el aspecto relacional de la comunicación, según Watzlawick, tiene
implicaciones importantes para la percepción de sí mismo y de otras personas, conformada
por cada participante en una interacción social y, por ende, por todo ser humano. En ese
19
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.50.
Watzlawick et.al.: Op.Cit., pp.24 y sig.
21
Ruesch, Jurgen y Bateson, Gregory: Communication: The Social Matrix of Psychiatry, New York,
W.W.Norton & Company Inc., 1951, pp.179-184; citado en Watzlawick et.al.: Op.Cit.
22
Tales como “estoy bromeando” o “esto es un asalto”, por ejemplo.
23
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.54.
20
5
sentido, ”en el nivel relacional las personas no comunican nada acerca de hechos externos a
su relación, sino que proponen mutuamente definiciones de esa relación y por implicación,
de sí mismos” 24 .
A cada autodefinición propuesta por un participante en la comunicación frente a otros, éstos
podrán responder de tres maneras posibles: aceptando, rechazando, o desconfirmando su
percepción de sí mismo y de la relación establecida entre ellos. Mientras que las primeras
dos posibilidades, independientemente de si aceptan o niegan la autodefinición del
individuo en cuestión, reconocen en éste un participante válido de la interacción, la
desconfirmación “ya no se refiere a la verdad o falsedad, si existen tales criterios, de la
definición que P dé de sí mismo, sino más bien, niega la realidad de P como fuente de tal
definición. En otras palabras, mientras que el rechazo equivale al mensaje: ‘Estas
equivocado’, la desconfirmación afirma de hecho: ‘Tu no existes’” 25 . Este tipo de reacción
guarda un estrecho vínculo con el fenómeno del estigma, que, tal y como fue señalado
anteriormente, cuestiona y reduce el valor social de su portador en las relaciones que
establece con otras personas de su medio.
2.2. Códigos analógico y digital
Para transmitir información en los niveles de comunicación anteriormente señalados, los
seres humanos disponen de dos sistemas de códigos, fundamentalmente distintos: el digital
y el analógico. Mientras que el primero está constituido por signos arbitrariamente
asignados a diferentes conceptos – las palabras – que se manejan de acuerdo con la sintaxis
lógica el lenguaje, el segundo, no verbal, se basa en la similitud, real o simbólica, con las
cosas que designa.
De esta manera, la comunicación analógica, que no se limita a movimientos corporales
como formas de expresión no verbal, sino que incluyen, según Watzlawick, “la postura, los
gestos, la expresión facial, la inflexión de la voz, la secuencia, el ritmo y la cadencia de las
palabras mismas, y cualquier otra manifestación no verbal de que el organismo es capaz, así
como los indicadores comunicacionales que inevitablemente aparecen en cualquier
24
25
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.85.
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.87.
6
contexto en que tiene lugar una interacción” 26 , constituye el medio por excelencia para la
transmisión de mensajes relativos al aspecto conativo de una comunicación. La
comunicación digital, por el contrario, está consignada, fundamentalmente, a la transmisión
del contenido de las comunicaciones, dado que cuenta “con una sintaxis lógica sumamente
compleja y poderosa pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación” 27 .
Tal y como señala Watzlawick, el ser humano es el “el único organismo que utiliza tanto
los modos de comunicación analógicos como los digitales” 28 , integrando y “traduciendo”
constantemente la información procedente de ambos sistemas. No obstante, según este
autor, la comunicación analógica, presente en otras especies animales, parece tener “sus
raíces en períodos mucho más arcaicos de la evolución y, por tanto, encierra una validez
mucho más general que el modo digital de la comunicación verbal, relativamente reciente y
mucho más abstracto” 29 . En ese sentido, el área de relaciones humanas representa “un vasto
campo donde utilizamos, en forma casi exclusiva, la comunicación analógica, a menudo sin
introducir grandes cambios con respecto a la herencia analógica recibida de nuestros
antepasados mamíferos” 30 . Este hecho podría contribuir a explicar la interpretación
“intuitiva” del código analógico, especialmente en miembros de culturas similares, entre
personas que no cuentan con un idioma en común, y la dificultad de falsear
voluntariamente la información analógica, aun cuando resulte relativamente sencillo mentir
en el código digital.
No obstante su utilidad para transmitir mensajes relativos a la naturaleza de las relaciones
humanas, el lenguaje analógico no cuenta con una sintaxis oportuna para definir, de manera
inequívoca, estas relaciones. Entre otras, las conectivas lógicas de conjunción, disyunción,
e implicación, necesarias para establecer relaciones precisas entre sus elementos, no existen
en el lenguaje analógico. Otra dificultad, especialmente desfavorable para la transmisión
inequívoca de mensajes analógicos, radica en que este sistema tampoco dispone de un
medio para expresar el negativo simple, resultando, por ende, sumamente difícil negar la
naturaleza inicialmente planteada en una relación determinada.
26
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.63.
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.68.
28
Ibíd.
29
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.64.
30
Ibíd.
27
7
Estas particularidades de los sistemas analógico y digital, como puede observarse, guardan
un parecido notable con los procesos primario y secundario, respectivamente, propuestos
por Freud como propios del funcionamiento de dos instancias psíquicas diferentes: el Yo y
el Ello. De manera muy similar a la comunicación analógica, “para los procesos
desarrollados en el Ello no son validas las leyes lógicas de pensamiento, y menos que
ninguna, el principio de la contradicción. Impulsos contradictorios coexisten en el, sin
anularse mutuamente o restarse unos de otros; … No hay en el Ello nada equivalente a la
negación y comprobamos también en él, con gran sorpresa, la excepción de aquel principio
filosófico según el cual el espacio y el tiempo son formas necesarias de nuestros actos
anímicos” 31 . Basándose en este parecido, podría concebirse el código analógico como
propio de esta instancia psíquica, mientras el código digital sería empleado para la
comunicación de procesos yoicos, más recientes en la cadena evolutiva, y caracterizados
por la imposición del pensamiento lógico sobre los impulsos indiscriminados del Ello 32 .
III. Atributo estigmatizante como signo en la comunicación humana
Partiendo del modelo de comunicación humana propuesto por Watzlawick et.al., descrito
en el apartado anterior, un atributo estigmatizante puede ser concebido como un signo
analógico de comunicación humana, determinante del aspecto conativo de la misma en las
interacciones sociales en las cuales está presente, o existe la sospecha de su presencia por
parte de una o varias de las personas involucradas 33 . En este sentido, el estigma, presente
física o simbólicamente en una interacción, propondrá una relación entre sus participantes,
constituyendo el contexto para la interpretación de los intercambios de información de
naturaleza digital, expuesta por cada uno de ellos. A la vez, es importante tomar en cuenta
31
Freud, Sigmund (Ed. Numhauser Tognola, Jacobo): “Nuevas lecciones introductorias al Psicoanálisis” en
Obras Completas: Tomo III, Madrid, Biblioteca Nueva, Editorial Ateneo, 2003, p.3142.
32
Aun cuando el psicoanálisis freudiano y la Teoría de la Comunicación Humana propuesta por Watzlawick
et.al. desde el enfoque de Terapia Familiar, constituyen, sin duda alguna, dos posiciones teóricas muy
diferentes, cabe señalar, que, en este aspecto concreto, no presentan contradicción alguna, y, más aun, se
complementan entre si.
33
Es importante observar que, para desencadenar el mecanismo del estigma, basta con que uno o varios
participantes de una interacción social sospechen de uno de ellos como portador de un atributo estigmatizante
– no hace falta que éste, efectivamente, lo sea. Como un ejemplo extremo de esto, tomemos en cuenta la
distorsión que habría que esperar en una interacción social hipotética entre varias personas desconocidas,
donde a uno de los involucrados se le confunda, por parecido físico, con un asesino en serie recién liberado de
la prisión.
8
que “una comunicación no sólo transmite información sino que, al mismo tiempo, impone
conductas” 34 , desencadenando así, todo atributo estigmatizante, conductas compatibles con
el significado que transmite para cada uno de los actores en una comunicación determinada.
Dado que, según Watzlawick, las relaciones planteadas en una interacción social “rara vez
se definen deliberadamente o con plena conciencia”35 , y siendo el aspecto conativo de las
comunicaciones pocas veces abordado de manera explícita, el atributo estigmatizante, como
determinante de este aspecto, generalmente consigue su impacto de manera inmediata y no
del todo consciente. Esta característica del estigma dificulta y, con frecuencia, impide el
control racional que pueden tener las personas que participan de la interacción sobre su
impacto en la misma, resultando estas situaciones, con frecuencia en contra de sus
intenciones originales, desagradables para todos los implicados 36 .
El significado específico transmitido por los diferentes atributos estigmatizantes, como
signos determinantes del aspecto conativo de las interacciones humanas en las cuales éstos
están presentes, ha de ser estudiado con más detención desde la perspectiva de las ciencias
sociales. No obstante, su impacto, tanto en las personas “normales” enfrentadas a estos
atributos como en sus portadores, indica, como ya se señaló, su estrecha relación con la
ruptura, real o simbólica, de un mandato tabú vinculado a la muerte y la sexualidad 37 , y la
consecuente necesidad de la “excomunicación” de los trasgresores de estas normas de toda
interacción social. La inmediatez de la captación de este significado del atributo
estigmatizante por todos los participantes de una interacción social, y la relativa
uniformidad de sus respuestas consecuentes, podrían indicar la transmisión de este
significado de una generación a otra a través del proceso de socialización, cuya parte
importante permanece inaccesible a su conciencia y, por ende, a un cuestionamiento
racional.
Esta suposición podría explicar cómo algunos atributos estigmatizantes, sobre todo aquellos
más directamente relacionados con muerte y sexualidad, como es el caso del VIH/SIDA
34
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.52.
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.54.
36
Goffman (Goffman: Op.Cit.) describe varios ejemplos de la naturaleza desagradable de las situaciones
creadas durante las denominadas “interacciones mixtas” (entre una persona portadora del atributo
estigmatizante, y una “normal”), durante las cuales, paradójicamente, todos los implicados intentan, ante todo,
agradar a su interlocutor.
37
Miric: “Las huellas del tabú…”.
35
9
siguen provocando una intensa reacción de miedo y rechazo, aún en los casos cuando,
racionalmente, las personas disponen de la suficiente información y comprenden que su
posesión no implica ningún tipo de peligro real; así, a pesar de tener conocimientos
precisos sobre las formas de transmisión de este virus, muchos familiares de las personas
VIH positivas en la República Dominicana, se rehúsan a compartir los mismos utensilios de
cocina, y, hasta, el mismo espacio vital con sus familiares infectados 38 . Los tabúes
ancestrales parecen haber jugado un papel fundamental en la constitución de estos
significados en cada cultura, y siguen funcionando, de manera más que todo inconsciente,
aunque indicando sus orígenes 39 , en la sociedad contemporánea.
De esta manera, un atributo estigmatizante, como signo determinante de la dimensión
conativa de una comunicación, induce, a partir del significado que transmite, la
desconfirmación de su portador como un interlocutor válido, conllevando a las diferentes
manifestaciones de rechazo, más o menos explícitas, cumpliendo así el mandato de la
“excomunicación” impuesto para todo trasgresor de un tabú. Este trato de individuos
estigmatizados como no-personas, debido a un atributo interpretado como desacreditador
por el resto de la sociedad, fue señalado previamente por Goffman 40 , y se ve ejemplificado
en el trato hacia personas VIH positivas en la cultura dominicana, señalado en los
resultados del Enfoque Cultural de la Prevención del VIH/SIDA para el Desarrollo
Sostenible en la República Dominicana 41 . Este estudio señala que, para muchos de sus
informantes, “una persona VIH positiva deja de ser un ente social, es decir, pasa de ser una
persona total, envuelta en una variedad de interacciones sociales, a un ser ‘vaciado’ de su
contenido social y caracterizado, de manera singular y arrolladora, por ser vector de
VIH” 42 .
El impacto de este trato en personas que portan un atributo estigmatizante,
independientemente de la naturaleza específica de éste, puede comprenderse a partir de la
38
Datos extrapolados de entrevistas informales con algunos miembros de la Red Dominicana Viviendo con el
VIH/SIDA – REDOVIH, realizadas en julio del año 2003.
39
Sontag, Susan: Illness as Metaphor: AIDS and Its Metaphors, New York, Picador, 2001.
40
Erving Goffman: Op.Cit.
41
De Moya, Antonio; Tapia, Margot; Soriano, Scarlet; Rowinsky, Peter; García, Felipa; Stephens, Ricardo;
Brazoban, Petronila y Scharboy, Victor: Enfoque Cultural de la Prevención del VIH/SIDA para el Desarrollo
Sostenible en República Dominicana, Santo Domingo; 1998 (informe no publicado).
42
Ibíd.
10
siguiente afirmación de William James 43 : “No podría idearse un castigo más monstruoso,
aun cuando ello fuera físicamente posible, que soltar a un individuo en una sociedad y
hacer que pasara totalmente desapercibido para sus miembros”. El daño potencial de este
tipo de “castigo” queda explícito en la observación de Watzlawick, de que “el patrón
familiar característico que ha surgido del estudio de familias de esquizofrénicos, no incluye
tanto a un hijo sometido a un descuido total o siquiera a un trauma evidente, sino a un hijo
cuya autenticidad se ha visto sometida a menudo involuntariamente a una mutilación sutil
pero persistente” 44 . Precisamente este tipo de desconfirmación aparenta ser el “castigo”
culturalmente asignado a los portadores del estigma social, de manera virtualmente
universal.
Por otro lado, el carácter indudablemente analógico del atributo estigmatizante como signo
en la comunicación humana, también impone algunas especificidades al impacto del
fenómeno de estigma en este proceso. La información transmitida en este modo de
comunicación, compatible con el origen arcaico del estigma social, resulta, tal y como se
describió en el apartado anterior, difícilmente accesible a la conciencia del ser humano
contemporáneo y, menos aún, abordable desde el punto de vista racional. En adición a esto,
al encerrar una validez “mucho más general que el modo digital de la comunicación verbal,
relativamente reciente y mucho más abstracto” 45 , el significado referente al atributo
estigmatizante, transmitido por el modo analógico de comunicación, tiende a hacerse muy
resistente y difícil de contradecir por los datos, en su mayoría digitales, de las diferentes
campañas de promoción dirigidas a la reducción del impacto negativo de este fenómeno
social, especialmente en el sector salud.
Este hecho tiene implicaciones importantes para el diseño de estrategias de comunicación
en estas áreas, cuyos mensajes, consecuentemente, podrían ser mucho más efectivos si se
formulasen en el código analógico, y fuesen referidas al ámbito conativo de la
comunicación. En este sentido, y sin entrar en más detalles al respecto, algunas estrategias
no tradicionales de comunicación en salud, promovidas recientemente por la Organización
43
James, William, en Laing, Ronald D.: The Self and Others, Further Studies in Sanity and Madness,
London: Tavistock Publications Ltd., 1961; citado en Watzlawick et.al.: Op.Cit, p.88.
44
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.88.
45
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.64.
11
Panamericana de Salud y, de manera especial, las telenovelas 46 , podrían representar un
canal óptimo para la formulación y la transmisión de este tipo de mensajes.
Por otro lado, la ausencia de las conectivas lógicas en el modo analógico de comunicación
y, en especial, la imposibilidad de una formulación directa del negativo simple, imponen
obstáculos adicionales para la reducción del impacto del estigma social en las interacciones
humanas. Un ejemplo de estos obstáculos se observa en la facilidad con la que un atributo
estigmatizante transmite, a través del código analógico, el mensaje: “represento un peligro
para ti”, y la dificultad correspondiente al intentar transmitir, en este mismo código, el
mensaje de “No represento un peligro para ti”, negando el primero. Según Watzlawick, la
alternativa a la imposibilidad de formulación del negativo simple en el modo analógico,
extrapolada del mundo animal, consiste en “primero demostrar o proponer la acción que se
quiere negar y luego no llevarla a cabo” 47 . Como es de entender, aplicada al campo del
estigma social, esta alternativa exige, ante todo, un tiempo prolongado de interacción entre
una persona “normal” y una estigmatizada, y suficientes vivencias positivas de ambos
lados, para asegurar que la amenaza simbólica, transmitida por el atributo estigmatizante,
no será llevada al plano real.
A partir de lo presentado hasta aquí, puede plantearse que, de la misma manera en que
resulta imposible dejar de comunicarse en una situación social, un atributo estigmatizante,
independientemente de su naturaleza específica, no deja de ejercer su influencia como
signo analógico en el aspecto relacional de toda comunicación humana en la cual está
presente, real o imaginariamente. Como tal, transmite mensajes que determinan relaciones
entre seres humanos, constituyendo sus identidades e imponiendo conductas específicas en
cada situación dada, tanto en el caso de personas “normales” que entran en contacto con un
atributo estigmatizante, como en el de sus portadores.
Una vez establecido esto, quedan planteadas dos líneas poco exploradas de investigación
del estigma social, ambas estrechamente vinculadas a las estrategias futuras dirigidas a la
reducción del impacto negativo de este fenómeno en la vida de seres humanos. En primer
46
Andaló, Paula: “Lágrimas, amores, traiciones... y mensajes de salud”, Perspectivas de Salud (La Revista de
la Organización Panamericana de la Salud), Vol.8., No.2., 2003, disponible en Internet en
http://www.paho.org/Spanish/DD/PIN/Numero17_articulo2_1.htm.
47
Watzlawick et.al.: Op.Cit., p.100.
12
lugar, la investigación del significado específico transmitido por cada atributo
estigmatizante como signo en la comunicación humana, permitirá su reconstrucción
oportuna mediante campañas de prevención implementadas a través de canales ajustados a
la naturaleza analógica del mismo. Por otro lado, información adicional sobre el impacto
diferenciado de este significado en las personas portadoras de atributos estigmatizantes
(estigma sentido), y en las personas “normales” enfrentadas a tales atributos (estigma
efectivo), permitirá ajustar las intervenciones y campañas de esta naturaleza a las
necesidades específicas de cada una de estas poblaciones.
13
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