Astros

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Astros son los
cuerpos celestes.
Los hay con luz
propia -como las
estrellas-, o que reciben luz de otro astro -como los
planetas.
Son esferas gaseosas, cuyo estado físico puede oscilar
debido a la temperatura, luminosidad, masa, densidad o
diámetro. El Sol es la estrella que tenemos más cerca
de nosotros ella nos da luz y calor y es el centro del
llamado Sistema Solar. La estrella más próxima después
del Sol es la ya mencionada Alfa del Centauro, que tiene
la misma luminosidad que el Sol. Existen estrellas que son
diez mil veces más luminosas que el Sol y la Alfa del
Centauro y también las hay mucho mas débiles. Lo que
si es posible es que todas estas estrellas estén rodeadas
por planetas y formen sistemas planetarios parecidos al
Solar. Pero dadas las enormes distancias que nos
separan, es prácticamente imposible conocer la existencia
de tales acompañantes. También desconocemos si los
diversos tipos de estrellas representan los diferentes
estadios de un proceso de desarrollo. Ante nuestros
telescopios mas potentes solo son un punto de luz mas
o menos brillante. Todo este mundo estelar sigue un
movimiento, tal como vimos al hablar de las galaxias: el
centro de gravitación es el núcleo mientras que las
estrellas exteriores giran alrededor de este núcleo,
según las leyes estudiadas por Kepler, es decir, tanto mas
alejadas del centro, tanta mas lentitud en su movimiento.
Así pues, nos existen estrellas fijas, sino que todas
poseen movimientos; ahora bien, son tan grandes las
distancias que tienen que recorrer, que se necesita un
dilatado espacio de tiempo para apreciar una
transformación en el Universo.
Según apuntamos, los planetas son astros sin luz ni
energía propia. Por lo tanto, gravitan alrededor de una
estrella de la que reciben luz y calor. Nosotros solo
conocemos los planetas del Sistema Solar, y aun
desconocemos si a todos Mercurio, Venus, la Tierra, Marte,
Júpiter, Saturno, Urano Y Neptuno. Entre Marte y Júpiter
se encuentra un área poblada por asteroides, detectados
en numero de varios miles.
Las condiciones físicas de los planetas conocidos, según
los datos conseguidos, parecen que difieren de la Tierra.
Mercurio carece de atmosfera; la de Venus es bastante
densa y compuesta de un alto grado de anhídrido
carbónica; la de Marte es débil y de composición por
estudiar; las de Júpiter, Urano y Neptuno parecen formarse
por compuestos de hidrogeno, sobre todo metano y
amoniaco. La temperatura también varía de un planeta a
otro, según la distancia de la estrella: Mercurio presenta una
temperatura media de 400º C; Marte tiene un máximo de
25º C; mientras que los planetas mas alejados oscilan
entre los 100º y los 200º C bajo cero.
Muchas veces los planetas llevan unos acompañantes, es
decir, planetas menores o satélites que giran alrededor
de un planeta mayor. Así encontramos a nuestra Luna,
satélite de la Tierra; a Marte con dos; a Júpiter con doce;
a Saturno con nueve; a Urano con cinco; y a Neptuno
con dos. Desconocemos, por el momento, si Plutón tiene
satélites.
Se trata de pequeños astros sin luz propia. Los conocidos
por nosotros se hallan entre Marte y Júpiter, según ya se
comento. Empezaron a descubrirse hacia el año 1.800. Su
número creció tan abrumadoramente, que pronto ceso la
inspiración para dar un nombre a cada uno, y se
registraron por cifras, e incluso por grupos. A pesar de los
setenta mil conocidos hasta el momento, todo reunidos no
llegan a un volumen superior al 1% de nuestra Tierra.
Eso significa que su diámetro es muy reducido: tan solo
una docena alcanzan medidas entre los 200 y los 600
km. Los restantes oscilan entre el centenar de metros y
los cinco kilómetros.
Podemos elegir distintas teorías sobre la naturaleza de los
asteroides. La mas generalizada es la que cree que se
trata de fragmentos de un pequeño planeta intermedio
entre Marte y Júpiter que, o bien no llego a condensarse,
o fue desmenuzado por alguna perturbación debida al
gran planeta Júpiter.
Las orbitas de los asteroides son también muy desiguales
entre si: pueden durar 400 días o 14 años, rozar casi el
Sol o llegar a rebasar Saturno. El asteroide Hermes, en
octubre de 1937, viro su orbita y la dirigió contra la
Tierra: paso por nuestro lado a solo 640.000 km,
provocando un gran susto de la humanidad
contemporánea al hecho.
Son de constitución gaseosa en su mayor parte, que
vulgarmente se conoce con el nombre de cola luminosa.
El núcleo o cabeza de un cometa suele ser poco mayor
que un asteroide grande; su masa es muy poco densa y
se constituye en partículas celestes enlazadas por gases
helados. Algunas veces llega a medir 800 km de
diámetro.
Por su parte, esa maravillosa cola que tanto nos
amedrenta a nosotros, los humanos, puede medir
centenares de millones de km…, pero no encierra ningún
peligro. Tan solo es polvo cósmico y otros gases que en
nada pueden perjudicar a nuestro planeta.
Lo más destacable de los cometas son sus orbitas
excéntricas, intrincadas en mecanismos influidos por el Sol
o por los planetas gigantes. Pueden, por lo tanto, ser
desviados con suma facilidad, al igual que acelerados,
frenados o incluso divididos en varios cometas de menores
dimensiones.
Todos los años se descubren nuevos cometas y algunas
se ven reaparecer periódicamente. Por ejemplo, el cometa
Halley fue visto por primera vez en 1066 y desde
entonces aparece tras un periodo aproximado de 75,5
años. La ultima vez que se vio fue en 1910 y la próxima
que lo podremos observar será en 1985.
Son cuerpos celestes que se desprenden de algún astro y
van a dar en otro. También los hay que chocan con la
superficie terrestre. Estas partículas espaciales pueden
viajar en solitario o en grupo; pueden seguir una orbita
alrededor del Sol o dispararse de su recorrido normal. La
velocidad de los meteoritos suele oscilar entre los 16 y
los 78 km/segundo. Al penetrar en la creciente atmosfera
de la Tierra, el intenso roce contra esta inesperada
materia los pone incandescentes, por lo que generalmente
terminan fundidos y volatizados al llegar a los 100 o 80
km de la superficie terrestre. Pocos son los que consiguen
llegar enteros a la superficie de nuestro planeta, gracias a
su tamaño o consistencia. Estos meteoritos presentan su
área exterior incandescente; en cambio, su interior se
mantiene helado, ya que no ha tenido tiempo el calor
externo de propagarse el roce.
Los meteoritos pueden ser de reducidas dimensiones, pero
los hay de enormes proporciones, como el que cayo en
grootfontein )SE de África), con un peso de 60 t. )14).
Como el Sol ocupa el lugar predominante de un pequeño
grupo de astros, se denomina Sistema Solar. Los planetas se
mueven alrededor del Sol según las mencionadas Leyes
de Kepler, consecuencia de la Ley de gravitación Universal
de Newton: todos los cuerpos celestes se atraen con fuerza;
a menos distancia, mas atracción, y a mas distancia, menos.
Esto hace que cuanto mas distantes estén los planetas del
astro estrella, se muevan con menos velocidad.
El Sol es una esfera con un diámetro que mide 1,39
millones de km, es decir, 1. 300.000 veces mayor que la Tierra.
Si tomamos como fuente de medida las leyes físicas
terrestres, podemos afirmar que la temperatura de su
superficie resulta de unos 6.000º C. Como consecuencia
todos sus elementos componentes se encuentran en un
estado gaseoso ardiente. También se ha podido comprobar
que la temperatura, presión y densidad del Sol aumentan
de fuera a dentro, de tal forma que el núcleo de la
temperatura puede alcanzar aproximadamente quince
millones de grados C.
Parece que el Sol se compone de los mismos elementos
químicos que la Tierra, si nos basamos en el análisis del
espectro. En su centro, y a causa de las altas temperaturas
allí reinantes, se desarrollan reacciones atómicas que se
transforman constantemente en helio e hidrogeno. La
energía que libera le da suficiencia para mantener su actual
fuerza de radiación durante millones de años.
Fácilmente puede comprenderse que la superficie de
semejante hoguera padezca constantemente
perturbaciones. En primer lugar tenemos las famosas
manchas que se supone que corresponden a hundimientos
de colosales extensiones; en segundo lugar, se registraron
las tan espectaculares llamaradas o protuberancias de la
corona solar, fabulosas explosiones que lanzan al espacio
enormes nubes de fuego cuya altura puede incluso
superar el propio radio del Sol, es decir, los 700.000
kilómetros.
Esta tremenda irradiación del astro Sol trae como
consecuencia una especie de aureola que, conocida como
corona o atmosfera solar, tiene en su base una
temperatura condensada a casi un millón de grados C;
además extiende sus extremidades a distancias por lo
menos iguales al diámetro de la esfera y, en ocasiones,
hasta diez veces mayor. Nuestro planeta Tierra, como ya
sabemos, queda sumergido en el ámbito de dicha atmosfera
y recibe sus influjos por convención, conducción y radiación.
La investigación de los distintos fenómenos que se fraguan en
el Sol ha hecho posible el conocimiento de una fluctuación
periódica en su actividad. Unas veces se muestra poseído por
una frenética efervescencia; en otras desciende como si
sufriera un súbito agotamiento.
Estas alteraciones se hallan muy relacionadas con las manchas
solares y las protuberancias; y son estas mismas alternancias
las que afectan de un modo muy regular y patente a
numerosas fenómenos terrestres, tales como las
comunicaciones radiofónicas, los cambios bruscos de tiempo)
como el que sufrimos desde 1917), las auroras boreales, el
índice de radiación cósmica y hasta la misma rotación de
nuestro planeta, con posibles perturbaciones sísmicas.
También influye en los flujos de savia vegetales, según se ha
podido comprobar al observar las irregularidades en los
círculos concéntricos que, en el tronco de un árbol lo bastante
grueso y vetusto, vienen a constituir una especie de grafica
anual de crecimiento e impulsivos vitales mas o menos
acentuados. El Sol también tiene los dos movimientos
característicos de todos los cuerpos celestes: el de rotación o
sobre si mismo, y el de traslación, o sea alrededor del núcleo
de la galaxia, a la vez que arrastra consigo a todo el sistema.
Los planetas mas próximos al Sol son Mercurio, Venus, Tierra
y Marte; los que quedan mas alejados, Júpiter, Saturno, Urano,
Neptuno y Plutón, son los hasta el momento conocidos.
Es un pequeño planeta de 4.850 km de diámetro, y que tan
solo dista del Sol 58 millones de km; su orbita alrededor de la
estrella dura 88 días, en lugar de nuestros terráqueos 365.
Asimismo, invierte igual número de días en su movimiento de
rotación, por lo que se comporta alrededor del Sol igual que
la Luna respecto con la Tierra: es decir, siempre enseña la
misma cara y sistemáticamente esconde la otra. A todo ello,
puede añadirse la deformidad de su orbita de traslación y las
irregularidades con que la recorre, por lo que sus citas en los
momentos favorables para el telescopio constituyen un
suspense para las investigaciones astronómicas.
Entonces sucede que este planeta nos resulta estudiado muy
deficientemente, y esta vez no es por culpa de su
distanciamiento con la Tierra. Eso si, sabemos que su
superficie se nos muestra en su acentuado tono amarillento,
con algunas manchas blancuzcas. Se cree que su ortografía es
muy semejante a la de la Luna.
Al encontrarse situado tan cerca del Sol, al carecer
prácticamente de atmosfera, y al seguir una rotación lenta,
Mercurio sufre temperaturas abusivas y contrarias en las
respectivas caras: 400º en la mitad orientada al Sol y menos
de 200º bajo cero en la parte continuamente opuesta. Todos
estos indicios son contrarios a una posible existencia de vida,
según los cánones humanos. Lo más probable es que Mercurio
haya sucumbido a la excesiva proximidad de un vecino mucho
más fuerte: las tórridas emanaciones del gigantesco incendio
que el Sol desarrolla a tan poca distancia habrán hecho
imposibles los procesos evolutivos hacia la vitalización de la
materia.
Claro que podemos admitir, y sin excesivas reticencias, la
posibilidad de unas formas vitales no forzosamente demasiado
idénticas a las conocidas en nuestro planeta, desarrolladas y
constituidas en cada lugar según las posibilidades y
características impuestas por el respectivo medio. Pero en la
actualidad, solo es una hipótesis; aunque es una hipótesis con
mucho futuro. De ella puede depender el conocimiento de una
vida en cualquier planeta del Universo.
Es el planeta que, en el Sistema Solar, ofrece unas
características más semejantes a la Tierra en cuanto a
tamaño, diámetro y densidad, que difieren muy poco de las
nuestras. Su distancia del Sol es de 108 millones de km, es
decir, el doble de Mercurio y un tercio menos que la terrestre;
su periodo de traslación dura 225 días, lo que coloca también
en unas condiciones bastante parecidas a las terrestres.
También resulta ser el planeta más cercano a la Tierra, que en
la posición más favorable reduce la distancia a solo 40
millones de km. Los humanos han empezado a investigar de
cerca este planeta con aparatos enviados a unos limites hasta
hace poco inverosímiles. Los datos así recogidos han
registrado un obstáculo hasta ahora invisible: el mismo ya
esperado y conocido por insistentes observaciones
telescópicas y electrónicas. Toda la superficie de nuestro
planeta vecino aparece herméticamente oculta tras una
inexpugnable lámina de nubes perpetuas. Se trata de una
densa capa gaseosa que no deja nunca el menor resquicio ni
fisura. Llega a tal extremo la impenetrabilidad de esta
muralla, que, a pesar de los continuos estudios y
observaciones desde la época de Galileo, todavía hoy se
desconoce su verdadero periodo de rotación e incluso si
realmente lo posee.
La composición y densidad de esta atmosfera nubosa, unida al
poder de la proximidad solar y de la misma Tierra, hace que el
brillo de Venus sea mucho más deslumbrante que el de
cualquier otro cuerpo celeste sin luz propia. Esto es otro
grave inconveniente para su observación, ya que esta especie
de espejo rechaza con facilidad, gracias a sus destellos y
reflejos, todo intento de violar su periferia. Así pues, el planeta
que nos queda mejor situado por su cercanía y por la
suficiente iluminación, no resulta ser el mas conocido. Algunas
perturbaciones periódicas del velo atmosférico han permitido
tan solo vislumbrar leves configuraciones que no permita
afirmar si se trata de una corteza solida o bien de otra capa
inferior de nubes mas tupidas. No obstante, los análisis
espectrales efectuados sobre la composición de lo único que
podemos observar, esta persistente envoltura, revelan que su
composición contiene una cantidad mortal de anhídrido
carbónico. Repetimos, si embargo, que las detecciones solo se
refieren a las regiones más externas de la masa gaseosa. Nada
nos permite negar otras condiciones, quizá junto a la
superficie solida. Lo que si podemos afirmar es que se
repetirán, invertidos, los mismos inconvenientes de posible
observación dirigida fuera de Venus hacia sus vecinos
planetas.
Abandonadas definitivamente todas las teorías que nos hacían
suponer a la Tierra como el centro de la Creación, el hombre
ha asimilado un más lógico, sereno y humilde concepto de su
importancia y la de su planeta frente a la inmensidad del
Universo: ya acepta que habita un modestísimo planeta que
forma parte del Sistema Solar.
La esfera terrestre es un enorme globo con un diámetro de
casi 13.000 km y 40.000 de perímetro en el ecuador. Pesa unos
seis millones de t y tiene una masa de mil trillones de m8;
tres cuartas partes de su superficie las ocupan los mares, y
solo el resto queda en parte disponible-prescindiendo de los
desiertos y los territorios helados- para cobijar a los mas de
tres mil millones de seres humanos y las numerosas especies
vegetales y animales de tierra firme.
Los 150 millones de km de separación entre el Sol y la Tierra,
hacen que recibamos solamente una 2.200 millonésima parte
de la irradiación total emitida por el astro solar. Imaginemos
lo que seria cualquier alteración en la mencionada distancia
establecida…
La Luna es el satélite de la Tierra. Conocido desde la
Antigüedad, ha sido fuente de inspiración de sabios y artistas.
Por ello, la llegada del hombre a la Luna ha significado el
sueño dorado de la humanidad.
La Luna es 49 veces menor que nuestro planeta; dista de la
tierra una distancia media de 384.405 km. Su orbita es elíptica
y tarda un periodo de 27 días, 7h 43 11,5´´. Aunque en
realidad, la Tierra y la Luna se mueven alrededor de un centro
gravitatorio común, el Sol; este movimiento de la Luna
alrededor de la estrella Sol es más regular que alrededor de la
Tierra.
La superficie de la Luna presenta rugosidades con alturas que
sobrepasan los 8.000 m. La temperatura oscila de 120º C / en
Luna llena/ a 130º C bajo cero /en Luna nueva/.
Unos de los fenómenos celestes que todos conocemos es
justamente las fases de la Luna. Estas se condicionan según la
recepción de los rayos del Sol. Durante la Luna nueva, es
cuando el satélite se encuentra entre el Sol y la Tierra, y la
cara que da a la Tierra es justamente la que no queda
iluminada. Por el contrario, durante la Luna llena, es el Sol el
que esta en frente de la Luna, y el satélite muestra a la Tierra
la cara iluminada. Si los tres astros durante estas tres fases
están en línea recta, lo que no sucede con frecuencia por
culpa de la inclinación de la orbita de la Luna con respecto al
plano de la orbita solar aparente, se produce un eclipse:
durante la Luna nueva de Sol, y durante la Luna llena de Luna.
En el eclipse de Sol, la Luna oculta el disco solar de nuestra
vista; durante el eclipse de Luna, esta penetra dentro del cono
de sombra de la Tierra y, visto desde la Luna, el Sol se oculta
tras la Tierra.
Entre algunos científicos subsiste todavía la opinión
tradicional de que la Luna nació por desprendimiento directo
de la masa terrestre, donde estuvo integrada –probablemente
en la fosa de los mayores profundidades del Pacifico –durante
la formación de nuestro planeta. Pero la teoría de que una
masa tan grande fuera expulsada por la fuerza centrifuga
imperante en el ecuador se va desechando. Se cree en la
actualidad que su origen fue prácticamente simultáneo al de la
Tierra; que, al ser mucho mas pequeña que esta y quedar tan
peligrosamente cercana, la perturbación de la atracción
terrestre llego a frenar su movimiento de rotación, capturó la
perpetua superficie o cara que nos ofrece. Como consecuencia
el mundo lunar pasó a una muerte prematura, si darle tiempo
a que otras condiciones flexibles permitieran el florecimiento
de una atmosfera y verdaderos mares, es decir, la oportunidad
vital.
No obstante, la masa lunar sigue afectando a muchos
mecanismos terrestres: por la mencionada proximidad. Las
mareas marítimas es lo mas destacado; son provocadas por las
corrientes de masas liquidas atraídas por el volumen del
cuerpo perturbador en relativa cercanía de nuestro globo.
También puede existir una relación entre ciertos tipos de
lluvias y la Luna, según los estudios realizados recientemente
por el profesor de física australiano E. C. Bowen.
Fue en 1956 cuando surgió la hipótesis de si la Tierra tenía
otros próximos acompañantes mas en su orbita espacial, o si
estos eran, en realidad, dos lunas de la Luna. Se trataría
entonces de dos subsatelites. Fue el descubridor de Plutón, el
astrónomo Tombaugh, el que los detecto desde su observatorio
de Lowell; rastreo afanosamente el espacio sin resultados
posibles.
Con todo, varios años después, su colega Kordilewenski logro
fotografiarlos desde Cracovia. Se obtuvo la imagen de dos
pequeños cuerpos que giran alrededor de la Tierra
acompañando muy de cerca a la Luna, precediéndola y
siguiéndola respectivamente. Presentan un aspecto nebuloso y
aparenta escaso diámetro. Debido a su gran proximidad con
nuestro satélite principal, sus fases vienen a ser simultáneas, y
ello conduce a que su máxima quede deslumbrada
completamente por la Luna llena.
Nos falta todavía conocer más detalles y otras confirmaciones
que aclaren definitivamente el verdadero carácter de estos
cuerpos, así como determinar su real importancia para
incluirlos o no en la correspondiente categoría en el ámbito
del Sistema Solar.
Aunque el tamaño de Marte es la mitad del de la Tierra, su
orbita tiene un periodo de 687 días y su separación de la vital
fuente solar es ya considerable) 228 millones de km), Marte no
llega a rebasar las posibilidades de vida según la lógica
humana. La masa de este planeta haría que trasladado sobre
su superficie un kilo terrestre pesara escasamente 400 g. y
que un cuerpo en caída libre recorriera en el primer segundo
solo una distancia de 1,87 m en lugar de los 4,90 m que
recorre en nuestra Tierra. El movimiento d4e rotación de su
eje es allí casi igual que el nuestro, así como la sucesión de
estaciones invernales y estivales, aunque casi dobladas en su
duración por causa del largo año marciano.
Al contrario de Venus, Marte es muy paciente a la observación
telescópica, electrónica y por otros ingenios enviados
recientemente hacia sus proximidades. Nos presenta una
superficie de un color ocre oscuro, un brillante casquete polar
y abundantes manchas de color verde grisáceo; nada que
niegue el único vestigio de vida hasta ahora detectado más
allá de la Tierra.
A pesar de tener una precaria atmosfera más o menos
enrarecida, todos los restantes indicios parecen condenar a
este otro planeta vecino a la categoría de los astros
agonizantes. Si su superficie pudo ser en otras épocas tan
fértil como la terrestre, en la actualidad se muestra convertida
en un desierto. Los mares se evaporaron o infiltraron; ni
siquiera la reserva liquida de los casquetes polares puede
salvar al planeta que se muere de sed.
La temperatura radiante de Marte, a pesar de descender bajo
cero por las noches, alcanza los 25º al mediodía. La vida
vegetal todavía es admisible, aunque circunscrita a especies
muy resistentes al régimen de sequia, tal como apuntamos
anteriormente. Ello convierte en más problemática la ilusión
de una vida animal.
Marte tiene dos satélites –Febos y Deimos -, que giran
respectivamente a solo 6.000 y 20.000 km de distancia de su
planeta y cuyos diámetros no rebasan los 16 y los 18 km
respectivamente. Y Febos se levanta por el oeste marciano,
recorre el cielo en solo cuatro horas y media, y dibuja dos de
sus fases en el rápido cielo. Parece que su vida se termina: se
calcula que esta cayendo sobre Marte, y que tardara muy poco
en ser destrozado por la atracción del planeta. Por su parte
Deimos, permanece en trayecto durante dos días y medio, lo
que le da tiempo de cumplir dos ciclos completos de fases.
Se tendrá que rebasar la ya respetable distancia de 778
millones de km del Sol para encontrar el siguiente de nuestros
planetas hermanos. Pertenece al otro grupo de planetas,
evidentemente muy diferenciado de los que acabamos de
describir, y que formaban el contingente de los llamados
planetas terrestres.
Los mundos planetarios a partir de Júpiter, ofrecen
características extrañas comparados con los más próximos al
Sol. Este astro se habrá convertido en un pequeñísimo disco
de luz por la gran distancia que les separa; apenas percibirá
su luz y calor. Por otra parte, nuestro grupo de planetas
terrestres quedara desde Júpiter diluido en el resplandor solar,
invisible por su insignificante pequeñez.
Y es que Júpiter tiene el enorme diámetro de unos 143.000km
aproximadamente, o sea, doce veces mayor que la Tierra; su
volumen es 1.300 veces más grande. Su orbita alrededor del
Sol tarda casi doce años de los nuestros, aunque, por otra
parte, da una vuelta sobre si mismo que tan solo dura seis
horas, con lo que cuatro días de los suyos resultan uno
terrestre.
Júpiter es un planeta helado, envuelto en espesas nubes de
amoniaco y metano. Estas son también nubes especiales; no
gaseosas como las que imaginamos, sino parcialmente
licuadas o solidificadas, con un espesor de unos 10.000 km. Si
profundizamos en el interior del planeta, nos encontraremos
cada vez mas comprimidos otros compuestos del hidrogeno en
creciente presión, hasta llegar a constituir un núcleo durísimo.
El enorme volumen de Júpiter –doble al de los demás planetas
solares- la hace perfectamente visible, incluso con unos
prismáticos; puede apreciarse, por ejemplo, su forma hinchada
en el ecuador por efecto de la rápida rotación. La observación
telescópica revela también la existencia de regulares franjas
horizontales, algunas de las cuales giran a distinta velocidad
que el resto del conjunto. Asimismo ostenta una enorme
mancha elíptica de color rojizo, capaz de medir unos 48.000
km de largo por 11.000 de anchura aproximadamente, y que a
veces varía los matices de su tonalidad.
Aunque Júpiter es un mundo helado y en su superficie impera
la temperatura de 120º bajo cero, no puede dejar de
considerarse como un planeta caliente; este frio de Júpiter
queda muy por encima del cero absoluto –los 273º bajo cero-,
medida en la que se interrumpe cualquier movimiento
molecular y atómico conocido.
Júpiter posee doce satélites a su alrededor; el estudio de ellos
ha revelado que giran en sentido contrario a los demás y a
distancias o muy próximas entre si o tremendamente
distantes.
Este planeta se encuentra e una distancia casi el doble de la
de Júpiter: 1.400 millones de km del Sol. Es el otro gigante del
Sistema Solar, con un diámetro d más de 120.000. Tarda 29
años y medio en verificar su trayecto de traslación.
Casi todas las particularidades aplicadas a Júpiter pueden
someterse a Saturno, cuyas diferencias son mínimas. Ahora
bien, ninguno como Saturno ofrece el espectacular aro o juego
de anillos que lo rodean, situados en un mismo plano. Estos
anillos están separados entre si, son de distintas tonalidades y
hasta giran a diferentes velocidades; se supone que están
formados por partículas de la misma materia que el planeta;
otras hipótesis los consideran satélites fragmentados o bien de
frustrada formación, sin que nada seguro haya podido
establecerse aun al respecto.
Se conoce, además, la existencia de diez satélites.
Otra vez tendremos que doblar las distancias y situarnos a
casi 2.900 millones de km del Sol para alcanzar a Urano. Fue
descubierto este satélite en el año 1781, por el profesor
Herschel.
El año de Urano dura 84 de los terrestres. Su diámetro es de
unos 50.000 km, es decir, ya es menor que Júpiter y Saturno.
Como peculiaridad de Urano destacamos una inclinación de su
eje, que es caso único entre sus compañeros, y que alcanza un
valor del 98%. Como consecuencia de ello será que, mientras
en la Tierra los polos sufren seis meses de día perpetuo y otros
seis meses de noche ininterrumpida, pero siempre con el Sol
en el horizonte en ambos casos, los veranos polares de Urano
tendrán 42 años de duración con el Sol suspendiendo en el
cenit, mientras que los mismos años se convertirán en una
noche completamente negra, sin el menor alivio de resplandor
solar.
Entre Neptuno y el Sol hay la responsable distancia de 4.500
millones de km. Allí imperan años solares de 165 años
terrestres, y la temperatura normal es de 200º bajo cero.
Como en Saturno, ni siquiera se reconoce el amoniaco; solo
metano, materia cada vez mas restringida. Su descubrimiento
se debe a un puro cálculo, y la colosal distancia imposibilita la
observación astronómica actual.
No obstante, sabemos que tiene dos satélites hasta ahora
descubiertos, y que uno de ellos, Nereida, es el satélite que
recorre la orbita más amplia: dura 359 días en lugar de los
29, por ejemplo, de nuestra Luna; y las distancias alrededor de
su planeta, en vez de los 365.000 km del satélite terrestre,
oscilan entre el millón y medio y los diez millones.
Este planeta es, hasta ahora, el ultimo de nuestro Sistema
Solar. Dista casi seis millones de km del Sol.
Hay grandes dudas sobre su tamaño, densidad, rotación y
demás características de este planeta. Pero si conocemos que
sus años duran 248 de los nuestros. Inclusive se duda de si es
un verdadero planeta: algunos investigadores suponen que se
trata de un satélite alejado de la tutela de Neptuno, mientras
que otros imaginan que nos encontramos ante la presencia de
extraños cuerpos no adjudicables ya el Sistema Solar, sino a
elementos intermedios. Entonces se trataría de mundos
solitarios que pudieran existir entre nuestro Sistema Solar y
otros sistemas del restante ámbito de la Vía Láctea.
La Tierra: Un Planeta
La Geografía matemática, también llamada astronómica, es la
ayuda al estudio de la Tierra como planeta. Por lo tanto, en este
capitulo será importante conocer el tamaño de la Tierra, su
forma, sus movimientos, sus relaciones con otros astros, etc.
La Tierra tiene forma esférica, ligeramente achatada por los
polos, según corresponde a su condición de planeta, ya aclarado
anteriormente. Esta forma circular ya se sospechaba en la
Antigüedad; solo hasta la vuelta al Mundo de Magallanes y
Elcano quedo confirmada. Pero, además, la esfera terrestre
puede conocerse gracias a la curvatura del horizonte y por la
sombra circular que proyecta la Tierra sobre la superficie de la
Luna durante los eclipses. En la actualidad, la curvatura ha sido
corroborada por los astronautas en sus viajes espaciales.
La Tierra es, aproximadamente, 1.300 veces menor que el Sol,
pero 49 veces mayor que la Luna. La circunferencia terrestre
mide algo más de 40.000 kilómetros.
La historia de nuestro planeta bien puede remontarse a unos
5.000 millones de años. Una sucesión de fenómenos encadenan
esta historia, que tiene un particular interés para todo el que
pretenda entender el misterio de la vida. Pensemos son muchas
las etapas evolutivas que se necesitaron para que este cuerpo
celeste llamado Tierra tuviera la forma y la vida que hoy
observamos.
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