texto

Anuncio
MEIOSIS
La constatación de que los gametos son células haploides y por
consiguiente tienen que formarse mediante un tipo de división celular especial se
obtuvo a partir de una observación que también fue la primera en sugerir que los
cromosomas son los portadores de la información genética. En 1883, se descubrió
que, mientras que los huevos fecundados de un gusano tienen cuatro
cromosomas, tanto los núcleos del oocito como los del espermatozoide contienen
sólo dos cromosomas. La teoría cromosómica de la herencia permite explicar la
antigua paradoja de que las contribuciones materna y paterna a la naturaleza de la
progenie son aparentemente iguales, a pesar de la enorme diferencia de tamaño
entre el oocito y el espermatozoide (v. Fig. 20-4).
Este descubrimiento implica también que las células germinales se tienen
que formar según un tipo especial de división nuclear en la cual los cromosomas
se dividen exactamente por la mitad. Este tipo de división recibe el nombre de
meiosis, palabra de origen griego que significa disminución. [Mitosis, que es el
nombre que se da a la división nuclear que se produce durante una división
mitótica normal (tratado en el Capítulo 18), deriva de la palabra griega mitos, que
significa "hilo". Esta palabra hace referencia al aspecto filamentoso que presentan
los cromosomas condensados durante la división nuclear -proceso que tiene lugar
tanto en las divisiones mitóticas como en las meióticas.] El comportamiento de los
cromosomas durante la meiosis resultó mucho más complejo de lo esperado. Por
ello, no fue hasta el inicio de la década de 1930 que, gracias a minuciosos trabajos
citológicos y genéticos, se pudieron establecer las principales etapas de la
meiosis. Estudios más recientes en el campo de la biología molecular y de la
genética han permitido identificar las proteínas específicas de la meiosis,
responsables del especial comportamiento de los cromosomas y de la
recombinación genética, dos de los procesos que tienen lugar durante la meiosis.
Los cromosomas homólogos duplicados se aparean durante la meiosis
El conjunto de cromosomas de un organismo que se reproduce
sexualmente comprende los autosomas, que son comunes a todos los individuos
de la especie, y los cromosomas sexuales, que están distribuidos de forma distinta
según el sexo del individuo. Un núcleo diploide contiene dos versiones muy
semejantes de cada cromosoma. De los dos cromosomas autosómicos que
forman el par, en principio uno de ellos se hereda del progenitor macho
(cromosoma paterno) y el otro de la hembra (cromosomas materno). Las dos
versiones, que son muy parecidas, pero no idénticas, en la secuencia de su DNA,
se denominan homólogos y en la mayoría de células se mantienen de forma
separada como cromosomas independientes.
Cuando un cromosoma se duplica mediante la replicación del DNA, las
copias gemelas del cromosoma completamente replicado inicialmente
permanecen estrechamente unidas a lo largo de toda su longitud, constituyendo
las llamadas cromátidas hermanas. En una célula en mitosis, las cromátidas se
alinean en el ecuador del huso dirigiendo sus cinetocoros (complejos proteicos
unidos a los centrómeros, como se ha descrito en el Capítulo 18) y sus
microtúbulos asociados hacia polos opuestos. Más adelante, en la anafase, las
cromátidas hermanas se separan completamente una de la otra, transformándose
en cromosomas. De esta manera cada una de las células hijas resultado de una
división mitótica hereda una copia de cada cromosoma paterno y otra de cada
cromosoma materno, por lo que tiene la misma composición genética que la célula
progenitura.
Por el contrario, un gameto haploide formado a partir de la meiosis de una
célula diploide contiene la mitad del número de cromosomas original. Presenta
únicamente un solo elemento de cada uno de los pares de cromosomas
homólogos, de manera que dispone de la copia materna o de la copia paterna de
cada gen, pero no de ambas. Este requerimiento implica una mayor exigencia
para la maquinaria de la división celular. El mecanismo que se ha desarrollado
para conseguir que se produzca esta distribución especial requiere que los
homólogos se reconozcan entre sí y se apareen en toda su longitud antes de
alinearse en el huso. No se sabe exactamente cómo se reconocen las copias
materna y la paterna de cada cromosoma. En muchos organismos, la asociación
inicial (un proceso denominado apareamiento), parece que
Figura 20-6 Etapas sucesivas de la primera división meiótica. Para una mejor
comprensión, solamente se representa un par de cromosomas homólogos. Cada
cromsoma duplicado con las cromátidas hermanas unidas se aparea con su
cromosoma homólogo, formando una estructura que contiene cuatro cromátidas y
se denomina bivalente. La representación de los cromosomas en rojo y en negro
indica que el apareamiento de los cromosomas durante la meiosis da lugar a la
recombinación genética entre los homólogos, como se explica más adelante.
se debe a interacciones de pares de bases de DNA
complementario muy abundantes y ampliamente distribuidas
a lo largo de los cromosomas.
Antes que los homólogos se apareen, cada
cromosoma de la célula diploide se replica dando lugar a dos
cromátidas hermanas, como ocurre en una división mitotica.
Es solamente después de la replicación completa del DNA
cuando se ponen de manifiesto las peculiares características
de la meiosis. Los cromosomas homólogos duplicados se
aparean formando una estructura que tiene cuatro
cromátidas, llamada bivalente. El apareamiento sé produce
durante una larga profase meiótica que a menudo dura
algunos días, pero puede durar varios años. Como veremos,
el apareamiento permite la recombinación genética, por lo
cual un fragmento de una cromátida materna puede
intercambiarse con el fragmento correspondiente de la
cromátida paterna. En la metafase siguiente todos los
bivalentes se alinean en el huso y en la anafase los dos
homólogos duplicados (cada uno de los cuales está formado
por dos cromátidas hermanas) se separan el uno del otro, se
desplazan hacia los polos opuestos del huso y la célula se
divide en dos (Fig. 20-6). No obstante, para producir gametos
haploides, se requiere otra división.
Los gametos son el resultado de dos divisiones meióticas
La división meiótica que acabamos de describir -conocida como división I
de la meiosis- no da lugar a células con una dotación haploide de DNA. Dado que
las cromátidas hermanas se comportan como una unidad, cada célula hija
resultante de esta división hereda dos copias de uno de los dos homólogos. Las
dos copias son idénticas excepto si se ha producido recombinación genética. Por
lo tanto, las dos células hijas contienen un número haploide de cromosomas pero
una dotación diploide de DNA. Estas células difieren de las células diploides
normales por dos hechos. Primero, las dos copias de DNA de cada cromosomas
derivan de uno de los dos cromosomas homólogos de la célula original (excepto
los fragmentos que se han intercambiado mediante recombinación genética).
Segundo, estas dos copias de DNA se heredan como cromátidas hermanas
estrechamente unidas (v. Fig. 20-6).
A partir de este momento se forman los núcleos definitivos de los gametos,
de manera bastante sencilla, mediante una segunda división celular, la división II
de la meiosis, sin que se produzca otra replicación del DNA. Los cromosomas
duplicados se alinean en un segundo huso y las cromátidas hermanas se separan,
dando lugar a células con un contenido haploide de DNA. Así pues, la meiosis
comprende una sola fase de replicación del DNA seguida de dos divisiones
celulares. El resultado es que a partir de cada una de las células que entra en
meiosis se producen cuatro células haploides. En la Figura 20-7 se comparan la
meiosis y la mitosis.
A veces durante la meiosis se producen anomalías en la separación de los
cromosomas en las cuatro células haploides, un fenómeno conocido como no
disyunción. En el caso de divisiones meióticas anormales, algunas de las células
haploides resultantes carecen de un cromosoma, mientras que otras poseen más
de una copia. Tales gametos forman embriones anormales, la mayoría de los
cuales mueren.
Sin embargo, algunos sobreviven: por ejemplo, el síndrome de
Down humano, causado por una copia extra del cromosoma 21, es consecuencia
de la no disyunción durante la división meiótica I o II. La inmensa mayoría de los
errores en la segregación se producen durante la meiosis en las hembras y la
proporción de errores aumenta
Figura 20-7 Comparación entre la meiosis y la mitosis. Como en la figura anterior, únicamente se muestra
un par de cromosomas homólogos. En la meiosis, después de la replicación del DNA, para producir los
gametos haploides se requieren dos divisiones nucleares (y celulares). Por lo tanto, cada célula diploide que
entra en meiosis da lugar a cuatro células haploides genéticamente distintas, mientras que cada célula
diploide que se divide por mitosis produce dos células diploides genéticamente idénticas.
con la edad de la madre. La frecuencia de segregaciones anómalas en los oocitos
humanos es notablemente alta (alrededor del 10% de las meiosis). Se cree que
ésta puede ser la razón de la alta tasa de fracaso que se produce durante las
primeras semanas del embarazo (abortos espontáneos).
La redistribución genética aumenta debido al
entrecruzamiento entre las cromátidas homologas no hermanas
A menos de que se trate de mellizos idénticos, que se han desarrollado a
partir de un único zigoto, los descendientes de unos mismos padres no son nunca
genéticamente iguales. Esto se debe a que, mucho antes de la fusión de los dos
gametos, durante la meiosis, ocurren dos tipos de redistribuciones genéticas.
Uno de estos tipos de redistribución es consecuencia del reparto al azar
entre las células hijas de los distintos homólogos maternos y paternos, durante la
división meiótica I, a consecuencia de lo cual cada gameto recibe una dotación
distinta de cromosomas maternos y paternos. Únicamente gracias a este proceso
un individuo puede producir, en principio, 2" gametos genéticamente distintos,
siendo n el número haploide de cromosomas (Fig. 20-8A).
Figura 20-8 Los dos principales
mecanismos de redistribución
del material genético que
intervienen en la producción de
los gametos durante la meiosis.
(A) La distribución independiente
de los homólogos materno y
paterno durante la primera
división meiótica produce 2"
gametos haploides diferentes
para un organismo con" n
cromosomas. Aquí n = 3, por lo
que existen 8 posibles gametos
diferentes.
(B)
El
entrecruzamiento
durante
la
profase rriéioticí I permite el
intercambio de segmentos de
cromosomas homólogos y de ese
modo la redistribución de los
genes en cada uno de ellos.
Debido
a
las
numerosas
pequeñas
diferencias
que
presentan las secuencias de DNA
de cualquier par de homólogos,
ambos mecanismos aumentan la
variabilidad genética de los
organismos que se reproducen
sexualmente.
Por ejemplo, en la especie humana cada individuo puede producir por lo
menos 223 = 8,4 x 106 gametos genéticamente diferentes. Sin embargo el número
real de variantes es mucho más elevado debido a un segundo tipo de distribución,
llamado entrecruzamiento cromosómico, que tiene lugar durante la meiosis. Se
produce durante la larga profase de la división meiótica I (profase I), en la cual hay
intercambio de fragmentos entre los cromosomas homólogos. En cada par de
cromosomas Humanos se producen por término medio dos o tres
entrecruzamientos durante esta fase. Este proceso produce la mezcla del
contenido genético de los cromosomas de los gametos, como se indica en la
Figura 20-8B. Durante el entrecruzamiento cromosómico se rompe la doble hélice
de DNA de una cromátida materna y de una cromátida paterna homologa, de
forma que se produce un intercambio recíproco de fragmentos entre dos
cromátidas no hermanas, mediante un proceso denominado recombinación
genética. Los detalles moleculares de este proceso se estudian en el Capítulo 5.
Las consecuencias de cada entrecruzamiento se pueden observar al microscopio,
en las últimas etapas de la profase I, cuando los cromosomas de los bivalentes
están extraordinariamente condensados. En esta etapa, las cromátidas hermanas
están fuertemente unidas en toda su longitud y los dos homólogos duplicados
(materno y paterno) que forman cada bivalente permanecen físicamente
conectados en determinados puntos. Cada conexión, denominada quiasma,
corresponde a un entrecruzamiento entre dos cromátidas no hermanas (Fig. 20-9).
Cada una de las dos cromátidas de un cromosoma duplicado puede entrecruzarse
con una de las dos cromátidas del otro cromosoma del bivalente, como se
representa en la Figura 20-10.
Figura 20-9 Cromosomas homólogos apareados durante la transición a la metafase de la división
meiótica I.
Un solo entrecruzamiento producido durante la profase ha dado lugar a un quiasma. Se observa que las
cuatro cromátidas están dispuestas en dos pares de cromátidas hermanas. Como ocurre en la mitosis, las
cromátidas hermanas de cada par están fuertemente unidas en toda su longitud y también unidas a sus
centro-meros por proteínas cohesinas. Por todo ello, el conjunto formado por las cuatro cromátidas se conoce
como un bivalente. La combinación del quiasma y la estrecha adhesión de las cromátidas hermanas
mantienen los dos homólogos duplicados unidos.
En esta etapa de la meiosis, cada par de homólogos duplicados está unido
como mínimo por un quiasma. Muchos bivalentes presentan más de un quiasma,
lo cual indica que se pueden producir varios entrecruzamientos entre homólogos.
Los quiasmas desempeñan un importante papel en
la segregación de los cromosomas durante la meiosis
El entrecruzamiento cromosómico, además de intervenir en la redistribución
de los genes, es crucial en la mayoría de organismos para la correcta segregación
de los dos homólogos duplicados en los núcleos hijos. Ello es debido a que los
quiasmas producidos por los entrecruzamientos son decisivos para mantener los
homólogos materno y paterno unidos hasta que el huso los separa en la anafase
(v. Fig. 20-9). Antes de la anafase I, los dos polos del huso tiran de los homólogos
duplicados en direcciones opuestas y los quiasmas resisten estas fuerzas de
arrastre. En algunos organismos mutantes que presentan una baja frecuencia de
entrecruzamientos meióticos, algunos de los pares de cromosomas carecen de
quiasmas. En estos casos no se produce una segregación normal y muchos de los
gametos resultantes presentan un exceso o una deficiencia de cromosomas.
Los homólogos duplicados se mantienen unidos en los quiasmas sólo
porque los brazos de las cromátidas hermanas están adheridos el uno al otro en
toda su longitud por cohesinas (v. Capítulo 18 y Fig. 20-9). En Drosophila, si una
cohesina específica de la meiosis es defectuosa, las cromátidas hermanas se
separan antes de la metafase I y los homólogos se segregan de una forma
anómala.
Figura 20-10 Bivalente con tres quiasmas resultado de entrecruzamientos diferentes. (A) En este dibujo, la
cromátida I ha experimentado un intercambio con la cromátida 3, y la cromátida 2 con las cromátidas 3/4.
Obsérvese que las cromátidas hermanas de un mismo cromosoma no experimentan intercambios entre ellas.
(B) Micrografía óptica de un bivalente de saltamontes con tres quiasmas. (B, por cortesía de Bernard John.)
Al
comenzar
la
anafase los brazos de las
cromátidas hermanas se
separan, al degradarse las
cohesinas
que
los
mantienen
unidos,
permitiendo la separación
de
los
homólogos
duplicados y su traslado
hacia los polos del huso
(Fig. 20-11). Las crometidas
Figura 20-11 Comparación de los
mecanismos de alineación de los
cromosomas (en la metafase) y de
separación (en la anafase) en la
división meiótica I y en la división
meiótica Il. Durante la anafase I, los
brazos de las cromátidas hermanas
se despegan uno de otro, lo cual
permite la separación de los
homólogos duplicados. En la anafase
II, es la separación de los
cromosomas de sus centrómeros lo
que permite la separación de las
cromátidas
hermanas.
Por
el
contrario, en la anafase de la mitosis,
los brazos y los centrómeros se
separan al mismo tiempo (v. Capítulo
18).
hermanas de cada homólogo duplicado permanecen unidas a los centrómeros por
cohesinas específicas de la meiosis, las cuales son degradadas en la anafase de
la división meiótica II (anafase II); ahora, las cromátidas pueden separarse.
En la división meiótica II, como en la mitosis, los cinetocoros de cada
cromátida hermana están unidos a microtúbulos cinetocóricos orientados en
direcciones opuestas; de esta manera, las cromátidas son arrastradas durante la
anafase a células hijas distintas. Por el contrario, en la división meiótica I, los
cinetocoros de las cromátidas hermanas se comportan como una unidad funcional;
todos sus microtúbulos cinetocóricos están orientados en la misma dirección de
manera que las cromátidas hermanas permanecen unidas cuando los homólogos
duplicados se separan (v. Fig. 20-11). Las levaduras de gemación presentan una
proteína específica localizada en los cinetocoros de los cromosomas de la meiosis
I, que es indispensable para que se produzca esta peculiar división celular.
El apareamiento de los cromosomas sexuales
asegura su segregación
Hemos visto que los cromosomas homólogos duplicados se deben aparear
y formar como mínimo un quiasma durante la primera división meiótica para
segregarse con precisión entre la dos células hijas. No obstante, ¿qué sucede con
los cromosomas sexuales? Las hembras de los mamíferos tienen dos
cromosomas X, que se aparean y segregan de la misma forma que los otros
homólogos. Sin embargo, los machos tienen un cromosoma X y un cromosoma Y,
sin homólogos. Sin embargo, tienen que aparearse y luego entrecruzarse durante
la primera metafase de la meiosis para que el espermatozoide contenga un
cromosoma Y o un cromosoma X pero no ambos o ninguno de los dos. Los
entrecruzamientos son posibles gracias a una pequeña región de homología entre
los cromosomas X e Y situada en uno de sus extremos. Los dos cromosomas se
aparean y entrecruzan esta región durante la profase I. El quiasma resultante de
esta recombinación genética es suficiente para mantener apareados los
cromosomas X e. Y en el huso; así, normalmente sólo se forman dos tipos de
espermatozoides: unos con un cromosoma Y que dará lugar a embriones
masculinos y otros con un cromosoma X que originarán embriones femeninos.
Habiendo considerado la manera general cómo los cromosomas se
comportan y se segregan durante la meiosis, volvemos ahora al proceso de la
recombinación genética que tiene lugar durante la larga profase de la división
meiótica I y el importante papel que desempeña en la redistribución de los genes
durante la gametogénesis.
El apareamiento meiótico de los cromosomas culmina
en la formación del complejo sinaptonémico
Durante la larga profase de la primera división meiótica se producen una
serie de complicados procesos: el apareamiento de los cromosomas homólogos
duplicados, el inicio de la recombinación genética entre las cromátidas no
hermanas y el ensamblaje de cada par de homólogos duplicados para formar el
complejo sinaptoriémico. En algunos organismos, la recombinación genética
empieza antes del ensamblaje del complejo sinaptonémico y es indispensable
para que éste se forme; en otros, puede formarse sin recombinación. No obstante,
en todos los organismos el proceso de recombinación se completa mientras el
DNA se mantiene en el complejo sinaptonémico, lo cual ayuda a espaciar los
entrecruzamientos en cada cromosoma.
La profase de la división meiótica I se divide en cinco etapas -leptoteno,
zigoteno, paquiteno, diploteno y diacinesis- definidas por los cambios morfológicos
asociados al ensamblaje (sinapsis) y desensamblaje (desinapsis) del complejo
sinaptonémico. La profase comienza con el leptoteno, cuando se condensan los
pares de homólogos duplicados. En el zigoteno, el complejo sinaptonémico
empieza a desarrollarse entre los dos grupos de cromátidas hermanas de cada
bivalente. El paquiteno empieza al completarse la sinapsis y suele durar días,
hasta que se inicia la desinapsis en el diploteno, cuando se observan los
quiasmas (Fig. 20-12).
El complejo sinaptonémico está formado por un largo núcleo proteico, en
forma de escalera, en cuyos lados opuestos se alinean los dos homólogos
duplicados formando un par cromosómico largo y lineal (Fig. 20-13). Las
cromátidas hermanas de cada homólogo se mantienen estrechamente unidas
entre sí, con su DNA extendiéndose desde el lado correspondiente de la escalera
proteica, formando una serie de bucles. En la región central, un elemento central
está conectado mediante filamentos transversales a los elementos laterales que
se disponen a lo largo de cada par de cromátidas hermanas, formando los lados
de la escalera.
Figura 20-12 Sinapsis y desinapsis cromosómicas durante las diferentes estadios de la profase meiótica I. (A)
Esquema de un solo bivalente. El estadio de paquiteno se define como el período durante el cual existe un
complejo sinaptonémico completamente formado. En el leptoteno, las dos cromátidas hermanas están
condensadas y su cromatina se extiende formando bucles desde un eje proteico común (rojo).A continuación,
los dos homólogos entran en estrecho contacto mediante las proteínas que forman la región central del
complejo sinaptonémico, formado por un elemento central (azul), filamentos transversales (líneas negras
finas) y elementos laterales (rojo) que sujetan los bucles de cromatina. En los gametos femeninos de muchas
especies animales, no solamente en los mamíferos, el posterior estadio de diploteno es un período de
crecimiento celular, extraordinariamente largo, durante el cual los cromosomas están descondensados y
transcribiendo activamente. El diploteno se acaba con la diacinesis -el estadio de transición a la metafase- en
el cual los cromosomas se vuelven a condensar y cesa la transcripción. En los gametos masculinos, el
diploteno y la diacinesis son breves y menos diferenciados. (B) Micrografía electrónica de un complejo
sinaptonémico de una célula meiótica de una flor de lirio, en el paquiteno. (B, por cortesía de Brian Wells.)
Se han identificado y localizado varias componentes proteicos que forman
parte de estructuras específicas del complejo sinaptonémico. En levaduras
imitantes que carecen de los componentes específicos, existen indicios de la
relación entre las funciones del complejo y algunas de sus proteínas. Por ejemplo,
una proteína de la levadura parece que nuclea el ensamblaje de los elementos
laterales: si esta proteína es defectuosa, estos elementos no de forman. Otra
proteína de la levadura interviene en la formación de los filamentos transversales:
en ausencia de esta proteína se produce el apareamiento de los homólogos pero
sin la sinapsis, mientras que una forma mutante de la proteína anormalmente larga
determina que la separación entre los dos elementos laterales del complejo
sinaptonémico sea más ancha de lo normal.
Los nódulos de recombinación marcan
los lugares de la recombinación genética
Los entrecruzamientos que tienen lugar durante la profase de la división
meiótica I se pueden dar en cualquier sitio a lo largo de todo el cromosoma.
Aunque no están distribuidos uniformemente, presentan "puntos calientes" donde
la rotura de la doble cadena de DNA probablemente está inducida por la
endonucleasa meiótica Spoll. Es más, experimentos tanto genéticos como
citológicos indican que la formación de un entrecruzamiento disminuye la
probabilidad de que se produzca un segundo entrecruzamiento en cualquier lugar
próximo del cromosoma. Esta "interferencia" parece asegurar que incluso los
cromosomas cortos presenten al menos un entrecruzamiento, que es el
requerimiento indispensable para que los homólogos se segreguen normalmente.
Aunque las bases moleculares de esta interferencia son desconocidas, se cree
que el complejo sinaptonémico interviene en el proceso.
Existen sólidas pruebas indirectas que demuestran que, en general, la
recombinación genética de la meiosis está catalizada por los nodulos de
recombinación. Se trata de grandes complejos proteicos que se sitúan a
intervalos en el complejo sinaptonémico, dispuestos como balones sobre una
escalera entre los dos cromosomas homólogos (v. Fig. 20-13). Estos nodulos
contienen Rad51, la versión eucariota de la proteína RecA, la cual interviene en la
recombinación general en E. coli (v. Capítulo 5). Parece ser que marcan la
situación de una "máquina de recombinación" multienzimática que interactúa con
determinadas regiones del DNA de las cromátidas materna y paterna a través del
complejo sinaptonémico de 100 nm de ancho.
Hay dos tipos principales de nodulos de recombinación. Los nodulos
tempranos están presentes antes del paquiteno y parece que marcan los lugares
en la hebra de DNA donde se inician los intercambios del proceso de la
recombinación. Los nodulos tardíos, menos numerosos, están presentes en el
paquiteno y se cree que marcan los lugares donde los intercambios iniciales de la
hebra de DNA se convierten en entrecruzamientos,estables. En los nódulos se han
identificado proteínas implicadas en la recombinación general y se produce una
elevada correspondencia entre el número y la distribución de los nódulos tardíos y
el número y distribución de los entrecruzamientos. Sin embargo, las versiones de
las proteínas meióticas específicas implicadas en la reparación del DNA con
apareamiento defectuoso (v. Capítulo 5) también se localizan en los nódulos
tardíos, donde contribuyen a transformar las recombinaciones intermedias en
entrecruzamientos estables.
Como explicamos ahora, estos entrecruzamientos han permitido a los
genetistas dibujar el mapa de las posiciones relativas de los genes en los
cromosomas, lo cual es decisivo para la clonación de los genes implicados en
enfermedades humanas.
Los mapas genéticos ponen de manifiesto lugares
idóneos para los entrecruzamientos
Por término medio, un cromosoma humano participa en dos o tres
entrecruzamientos durante la meiosis y todos los cromosomas participan por lo
menos en uno. Así, mientras que dos genes muy cercanos el uno del otro en un
cromosoma casi siempre terminan juntos en un mismo gameto después de la
meiosis, dos genes situados en los extremos opuestos de un cromosoma tienen la
misma probabilidad de permanecer juntos que los genes situados en distintos
cromosomas. Por lo tanto se puede determinar si dos genes -un gen con una
forma mutante que causa la sordera congénita, por ejemplo, y un segundo gen
con una mutación causante de la distrofia muscular- se encuentran muy cercanos
en un mismo cromosoma. Estos datos se obtienen midiendo la frecuencia con la
que un niño hereda las formas mutantes de ambos genes de un progenitor que es
portador de una versión mutante y una no mutante de cada uno de ellos. Si los dos
genes mutantes están en cromosomas distintos, se heredará el uno sin el otro en
el 50% de los casos, por que los cromosomas se han segregado
independientemente en la meiosis. Sin embargo, se espera este mismo resultado
si los dos genes mutantes están en el mismo cromosoma pero muy alejados el
uno del otro, porque serán separados por uno o más entrecruzamientos durante la
meiosis. Para determinar si dos genes están en el mismo cromosoma y si,
además, están muy cercanos el uno del otro, los genetistas humanos miden la
frecuencia de la herencia conjunta de muchos genes en un gran número de
familias. De esta manera, se pueden descubrir no solamente los vecinos de un
gen en particular sino también los vecinos de los vecinos y de este modo estudiar
un cromosoma entero. Mediante este sistema, se han definido 24 grupos de
enlaces, uno para cada uno de los cromosomas humanos (22 pares de autosomas
más 2 cromosomas sexuales).
Con estas mediciones, los genetistas han construido un minucioso mapa
genético del genoma humano completo, en el cual la distancia entre cada par de
genes vecinos viene determinada por el porcentaje de recombinaciones que se
producen entre ellos. La unidad estándar de la distancia genética es el
centimorgan (cM), que equivale a una probabilidad del 1% de que dos genes se
separen por un entrecruzamiento en la meiosis. Un cromosoma humano
característico tiene más de 100 centimorgans de longitud, con lo cual es probable
que se produzca más de un entrecruzamiento.
Otra manera de construir un mapa genético es la de medir la herencia
conjunta de cortas secuencias de DNA (marcadores de DNA) que son distintas
entre individuos de la población -es decir son polimórficas (v. p. 464)-. Los mapas
genéticos construidos así tienen dos ventajas sobre los construidos mediante el
seguimiento de los fenotipos de individuos que han heredado los genes mutantes.
En primer lugar, son más detallados, de manera que se pueden medir un gran
número de marcadores de DNA. En
segundo lugar, permiten conocer la
distancia real de los pares de
nucleótidos entre los marcadores, es
decir, las distancias genéticas en
centimorgans se pueden comparar con
las distancias físicas reales a lo largo
del cromosoma.
En la Figura 20-14 se comparan
directamente las distancias físicas y
genéticas de una parte de un
cromosoma de la levadura de
gemación. Si se conoce la secuencia
completa del DNA del genoma de este
organismo, el mapa físico indica las
distancias reales entre los marcadores.
Figura 20-13 Un complejo sinaptonémico maduro.
Sólo se muestra una pequeña sección del largo
complejo en forma de escalera. Complejos
sinaptonémicos similares se forman en organismos
tan diversos como las levaduras y el hombre.
Las regiones del mapa genético que están expandidas en comparación con
el mapa físico indican "puntos calientes" de recombinación en los que la
frecuencia de entrecruzamientos durante la meiosis es extraordinariamente alta.
Las regiones que están contraídas indican "puntos fríos" de recombinación en los
que los entrecruzamientos tienen una frecuencia muy baja. Los mapas genéticos
humanos presentan expansiones y contracciones similares. Una explicación
plausible de la existencia de puntos calientes es que éstos contienen muchos
sitios donde la hélice de DNA ha sido cortada por la endonucleasa meiótica (Spoll)
haciendo que la doble cadena de DNA se rompa y comience el proceso de
recombinación (v. Fig. 5-56).
Figura 5-56 Recombinación general en la meiosis. Como se indica, el proceso se inicia cuando una
endonucleasa rompe la doble cadena de un cromosoma A continuación, una exonucleasa genera dos
extremos 3' de cadena sencilla protuberantes, que encuentran la región homologa de un segundo
cromosoma, iniciando la sinapsis del DNA. La molécula de unión que se forma puede resolverse posteriormente por cortes selectivos en la cadena, produciendo dos cromosomas que se han entrecruzado, tal como
se muestra.
La meiosis termina con dos divisiones celulares sucesivas sin replicación
del DNA
La profase I ocupa más del 90% del tiempo total de la meiosis. Aunque
tradicionalmente se denomina profase, en realidad se parece a la fase G2 de una
división mitótica. La envoltura nuclear se mantiene intacta y desaparece cuando
empieza la formación del huso meiótico, conforme la profase I da paso a la
metafase I. Acabada la profase I se suceden dos divisiones celulares consecutivas
sin un período de síntesis de DNA. Esta división produce cuatro células a partir de
una, acabando así la meiosis (v. Fig. 20-7).
La división meiótica I es mucho más compleja y requiere mucho más tiempo
que la mitosis o la división meiótica II. Incluso la replicación preparatoria del DNA
durante la división meiótica I tiende a ser mucho más larga que una fase S normal
y las células tienden a mantenerse durante días, meses o incluso años en profase
I, dependiendo de las especies y de los gametos que se van a formar (Fig. 20-15).
Al terminar la división meiótica I, las membranas nucleares se forman de
nuevo alrededor de los dos núcleos hijos, iniciándose una breve interfase. Durante
este período, los cromosomas pueden descondensarse un poco, pero
normalmente se condensan de nuevo y empieza la profase II. (Debido a que
durante este período no se produce síntesis de DNA, en algunos organismos
parece que los cromosomas pasan casi directamente de una fase de división a la
siguiente.) La profase II es breve: la envoltura nuclear se rompe formándose el
nuevo huso, tras lo cual se suceden rápidamente la metafase II, la anafase II y la
telofase II. Después se forma la envoltura nuclear alrededor de los cuatro núcleos
haploides producidos en la telofase II, tiene lugar la citocinesis y la meiosis termina
(v. Fig. 20-7).
Como en la mitosis, en la metafase II hay un conjunto de microtúbulos
cineto-córicos en cada cromátida hermana y estos dos conjuntos se extienden en
direcciones opuestas (v. Fig. 20-11). Sin embargo, en la mitosis las cromátidas
hermanas están unidas entre ellas en toda su longitud y en el centrómero y ambos
tipos de unión se rompen al empezar la anafase. Por el contrario, en la meiosis las
cromátidas hermanas se separan en dos grupos -sus brazos se han separado en
la anafase I, mientras que sus centrómeros se mantienen unidos, separándose en
la anafase II (v. Figs. 20-7 y 20-11).
Los principios de la meiosis son los mismos en plantas y en animales, en
machos y en hembras. No obstante, la producción de gametos implica algo más
que la meiosis y los otros procesos que se requieren para ello son muy diferentes
para oocitos y para espermatozoides. Como veremos, al final de la meiosis un
oocito de mamífero está ya completamente maduro, mientras que un
espermatozoide no ha hecho más que empezar su diferenciación.
Sin embargo, antes de estudiar los gametos consideraremos de qué forma,,
en el embrión de los mamíferos, determinadas células se desarrollan en células
germinales y cómo estas células se diferencian transformándose es
espermatozoides o en oocitos, dependiendo del sexo del individuo.
Figura 20-14 Comparación entre los mapas físico y genético de parte del cromosoma I de la levadura
de gemación. Los marcadores de DNA mostrados son varios genes. A indica una región en la que el mapa
genético se contrae debido a la disminución de la frecuencia de entrecruzamiento. B indica la región en la que
el mapa genético se expande por causa del aumento de la frecuencia de entrecruzamiento.
Figura 20-15 Comparación de los tiempos necesarios
para cada una de las etapas de la meiosis. (A) Tiempos
aproximados para un mamífero macho (ratón). (B)
Tiempos aproximados para el tejido androgénico de una
planta (lirio). Los tiempos difieren para los gametos
masculino y femenino (espermatozoide y oocito
respectivamente) de una misma especie, así como para
los mismos gametos de especies diferentes. Por ejemplo,
en la especie humana la meiosis dura 24 días en
comparación con los 12 días de la del ratón. Sin embargo,
en todas las especies la profase meiótica I es mucho más
larga que el resto de las etapas meióticas juntas.
Descargar