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ES22 DE SEPTIEMBRE DEL 2012
Controlar
escapes
Los mayoría de los niños
deja de hacerse pipí alrededor
de los tres o los cuatro años,
pero hay un porcentaje
que tiene problemas incluso
con seis o más años. A
continuación una guía de los
porqués y las soluciones a la
enuresis infantil prolongada
Texto Margarita Puig
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EN FORMA
Casi la mitad de los niños españoles de hasta tres
años moja la cama algunas noches. Hasta los seis
años (algunos especialistas creen que hasta los
cuatro) es una situación completamente normal.
No hay que presionar. No hay que reñir. Ni tampoco
hay que impacientarse. Pero sí hay que implicar
al niño. Hay que explicarle. Hay que motivarle. Y
hay que enseñarle. Sí, enseñarle. Lo de hacerse pipí
en la cama no es voluntario y también hay que recordar que no es cómodo para nadie. No lo es para
los padres que tienden a preocuparse en exceso y
también se encuentran con el trabajo y las incomodidades extra que suponen los pipís incontrolados,
pero tampoco lo es para los niños, que quieren ser
mayores y no pueden.
Para comenzar hay que saber cuándo la enuresis
(así es como se llama técnicamente este problema)
comienza a ser algo por lo que realmente preocuparse. Hay diferentes versiones. Unos sitúan la
edad límite en los cuatro años y otros la llevan hasta
los cinco-seis. Así pues, llegados a esas edades
hay que plantearse seriamente qué está pasando.
Happyhama de Dodot ha hecho un estudio con
más de 500 familias con hijos de 4 a 9 años con
incontinencia nocturna. Dirigido por la pediatra
Florensa Brichs y la psicóloga Susana Cañamares,
la investigación indica que “en España se estima
que la prevalencia de la enuresis es del 15% a los 5
años, del 10-13% a los 6, del 10% a los 7 y del 6-8%
a los diez. Y se reduce al 1% a los 15 años, con una
tendencia a la solución espontánea a medida que el
niño crece, aunque puede prolongarse hasta la edad
adulta (sólo en un 2%)”. Otros datos que ayudan a
focalizar el problema es que “la enuresis nocturna
tiene prevalencia en torno a dos veces más en niños
que en niñas y pasa así en todas las edades hasta la
pubertad, aunque esta desigualdad tiende a disminuir a partir de los 8-10 años”.
¿Cuáles son las causas? “El 75% de los niños
enuréticos tiene un familiar biológico en primer
grado (padre o madre) que sufrieron el trastorno”,
explica la doctora Florensa, que añade que a ello
suelen añadirse otros factores como “un retraso en
EL 75% DE
LOS NIÑOS
ENURÉTICOS
TUVO UN
FAMILIAR
CON ESE
TRASTORNO
HASTA LOS
SEIS AÑOS
ES UNA
SITUACIÓN
NORMAL;
NO HAY QUE
PRESIONAR
la maduración del control vesical, poca capacidad
funcional de la vejiga, una frecuente sensación de
orinar durante el día, una educación inadecuada en
el control de esfínteres (retrasada o poco consistente) o factores estresantes a nivel psico-social (tales
como dificultades de rendimiento en la escuela,
problemas de relación con compañeros o conflictos
frecuentes en casa)”.
Quien debe hacer un diagnóstico de la enuresis es el
pediatra. Para hacer la evaluación primero descartará causas médicas (que se dan en poquísimos
casos) y tendrá en cuenta también la edad, la severidad y la percepción del niño ante el problema.
“Resulta muy complejo tratar a un niño que siente
indiferencia porque quiere decir que difícilmente
se implicará”, explica el doctor Jordi Sapena Grau,
pediatra del centro médico Teknon.
Desde el punto de vista pediátrico, se considera
enuresis nocturna (se denomina incontinencia
urinaria cuando esta es diurna) cuando existen más
de dos episodios semanales durante al menos tres
meses en niños de más de 6 años, sin que sea por
causa de algún medicamento o enfermedad. Si el
niño nunca ha sido continente se denomina enuresis primaria, y si esta reaparece en un niño que ya
contenía anteriormente durante más de seis meses
se denomina enuresis secundaria. “Estas últimas
son más frecuentemente debido a la presencia de
alguna patología subyacente o a factores emocionales como el nacimiento de un hermano, la muerte
de un familiar o el estrés derivado de problemas
escolares o familiares”, especifica el doctor Sapena.
Conseguir un buen aprendizaje del control del esfínter es siempre un objetivo cuyo alcance implica
mutua gratificación entre padres e hijos. “Los padres, ante todo por comodidad, lo agradecen, pero
los hijos experimentan gran autoestima y plena sensación de autonomía, lo que facilita en gran manera
su madurez y desarrollo”, explican el psiquiatra
Jordi Sasot y la psicóloga Rosa María Ibañez Bordas de la clínica infanto-juvenil de Teknon. Ellos
refieren a los estudios desarrollados por diversos
especialistas en distintos lugares del mundo. Así,
por ejemplo, recuerdan un estudio que supervisó a
1.376 niños judíos que vivían en un kibutz, hallando
que el 60% había conseguido la continencia diurna
y nocturna completa, por un periodo de dos meses,
a los cuatro años de edad. Otro trabajo de investigación hizo lo mismo con 1.000 niños australianos
y llegó a la conclusión de que el 69% controlaba sus
esfínteres urinarios diurnos y nocturnos a los cuatro años. Hallgren, con 2.018 niños suecos, informó
que el 92,1% había logrado la continencia diurna
y nocturna completa, por un periodo de un mes, a
los cuatro años. Y Blomfield y Douglas estudiaron a
4.294 niños ingleses y comunicaron que el 87,5% de
los niños estudiados eran continentes totales, por
un periodo mínimo de un mes, a los cuatro años”.
Lo más sorprendente, dicen, sin embargo, “es el
contraste de estos estudios anteriores con la cultura
digo, del África Oriental, que logra la continencia
diurna y nocturna a los 12 meses”.
TRUCOS
QUE AYUDAN
En medicina el efecto placebo
puede alcanzar el 30%,
es decir, que algo que en
realidad no sirve puede llegar
a resolver una situación en
tres de cada diez niños o
niñas. Los trucos populares
pertenecen en la mayoría
de ocasiones a este grupo.
“Los mejores trucos en niños
menores de cuatro años son
los que nacen de la propia
capacidad de control de los
padres, es decir que sean
capaces de quitar importancia al problema tratando la
situación como una variable
madurativa de la normalidad”, cuentan el psiquiatra
Jordi Sasot y la psicóloga
Rosa María Ibañez Bordas
de la clínica infanto-juvenil
de Teknon. Su consejo para
solucionar este problema en
niños mayores de cuatro y
menores de cinco lo sintetiza
en las siguientes pautas:
1 Preparar un calendario registro en una hoja grande de
papel, haciéndole participar
pintando la mitad de la hoja,
dejando el resto para dibujar
un calendario mensual. Se le
explica que en cada día del
calendario y tras una noche
seca podrá pintar un sol y si es
mojada una nube, que podrá
ser grande o pequeña según
sea el tamaño de la mancha
de orina en la cama. Es bueno
poner el calendario en una
zona visible de la pared de
su habitación. Podemos
establecer premios por un
número determinado de
días secos, primero alternos y
luego continuos.
2 Retirar el pañal nocturno
(básico e imprescindible).
3 Controlar la administración
de líquidos a partir de la
merienda (un vaso).
4 Entrenar la vejiga urinaria
mediante ejercicios de
retención: aguantarse el pipí
diurno lo máximo posible y al
orinar retener el chorro unos
segundos, estos ejercicios
requieren continuidad.
5 Puede también ayudar el
hacerles orinar tras un primer
ciclo de sueño, es decir, a partir de una hora y media o dos
horas de iniciar el sueño, con
el objetivo inicial de conseguir
alguna noche seca.
ES22 DE SEPTIEMBRE DEL 2012
CUANDO SÍ
PREOCUPA
A veces, pocas, sí hay que
preocuparse. Es cuando, a
pesar de nuestras orientaciones educativas, la situación no mejora al alcanzar
los cuatro años y además
no existen antecedentes
familiares directos. Entonces,
la consulta con el pediatra se
hace obligatoria para causas
orgánicas que, en palabras
del urólogo Atanasio Fernández Borrell, pueden ser
“padecer una infección de
orina, en la que generalmente aparece disuria (molestias al orinar) y febrícula
La pregunta ante todo es: ¿cuándo iniciar el
control de los esfínteres? La cuestión se relaciona
habitualmente con la edad cronológica, al estar vinculada habitualmente con el desarrollo fisiológico
del control del esfínter. “En el lactante, este proceso
depende de actos reflejos, sin existir control consciente ni participación cortical. Entre el año y los
dos años de edad, los niños y las niñas empiezan a
tener conciencia de las sensaciones que acompañan al llenado de vejiga e intestino. Finalmente, a
partir de los dos años pueden iniciar una voluntaria
retención de orina y/o heces mediante control esfinterial. En conclusión, es normal que los niños se
hagan pipí en la cama hasta los cuatro años. Aunque
pudiendo no obstante algunos niños controlar a
partir de los dos años”, indican Sasot e Ibáñez.
Estos especialistas recuerdan que “hacerse pipí en
la cama es totalmente involuntario. No reñir, no
humillar, no culpabilizar y no castigar son normas
básicas”. Así, lo más útil “es quitar importancia a
la situación ofreciendo nuestro apoyo sin mostrar
preocupación y con pleno convencimiento de que
el pequeño problema tendrá solución”. Otra de las
grandes preguntas que se hacen los padres es: ¿hay
que seguir o, cuando se había quitado, recuperar el
pañal nocturno cuando parece que no hay manera
de adelantar? La respuesta es rotunda: no. “No
porque es mejor que el niño tenga conciencia de lo
que ocurre, que se implique”, concluyen. A partir
de los cuatro años es un buen momento para pedir
colaboración al niño o a la niña ante las consecuencias de su falta de continencia nocturna. “Deberían
cambiarse ellos la ropa mojada, las sábanas… pero
no como castigo”, explican.
NO REÑIR, NO
HUMILLAR,
NO CULPAR Y
NO CASTIGAR
DEBEN SER
LAS NORMAS
BÁSICAS
LEVANTAR AL
NIÑO CADA
NOCHE PARA
QUE ORINE
REQUIERE
MUCHÍSIMA
PACIENCIA
(tener décimas de fiebre) o
presentar un trastorno de
la musculatura o del control
neurológico esfinterial o
vesical, en estos casos se les
escapa el pipí ante el mínimo
esfuerzo”.
También es preocupante
cuando los niños “vuelven
a la incontinencia nocturna
después de un periodo de
control superior a los seis
meses, generalmente por
algún problema emocional o
cuando se alcanzan los cinco
años y ocurre un mínimo
de dos veces por semana
durante tres meses” y, sobre
todo, si “cuando con más de
cinco años y después de un
largo periodo de contención
vuelven a hacerse pipí en la
cama, es la llamada enuresis
nocturna secundaria, de causa generalmente emocional,
con lo que se requiere de
la ayuda de un experto en
psicología infantil”.
Por supuesto que también hay otros aspectos que
hay que cuidar para ponerles las cosas más fáciles a
estos niños que, por lo que sea, maduran más tarde
y tienen más difícil la continencia nocturna. “Evitar
un excesivo consumo de líquidos a partir de la merienda es útil, hay que hacer pipí antes de ir a dormir y en cuanto se levanta por la mañana y también
se pueden hacer ejercicios vesicales que facilitan la
sensación de vejiga llena y entrenan la musculatura
esfinterial”, indican. Los ejercicios deben plantearse como un juego a los niños, se les puede enseñar
a aguantarse el pipí diurno lo máximo posible y al
orinar retener el chorro un segundo.
Florensa Brichs y la psicóloga Susana Cañamares
dicen que lo primero que hay que conseguir es
que los niños sepan cómo se hace pipí. Y dan estas
pautas para explicárselo bien: “Deben entender
que los líquidos que nuestro cuerpo no necesita son
depositados en la vejiga, que es como un globo que
se va inflando a medida que se va poniendo más
líquido en él. La vejiga (el globo) tiene ‘un grifo’ que
se llama uretra y avisa a nuestro cerebro (a través
del sistema nervioso central) de cuando el globo
está lleno y lo debemos vaciar”. Esos son los dos
primeros pasos, y luego hay dos más que deben
conocer los pequeños: “Normalmente, nosotros
controlamos ese grifo de día y también de noche
y somos capaces de decirle al grifo que aguante y
no se abra hasta que lleguemos al baño. Pero en
muchos casos, por la noche, mientras dormimos, no
notamos el aviso del grifo. Por eso no te despiertas y
el grifo se abre solo, mojando tu cama”.
Pero lo más importante es la motivación. El doctor
Atanasio Fernández Borrell, urólogo del hospital
USP San Camilo e Instituto Privado de Urología,
explica que “sin motivación no hay colaboración
y es difícil avanzar. En primer lugar, el niño debe
estar motivado suficientemente y comprender
lo que está ocurriendo”. En su opinión, “nunca
debe deprimirse por un retroceso en el proceso de
aprendizaje; por el contrario, hay que animarle y
estar a su lado, por lo que es importante realizar
condicionantes positivos con alabanzas y palabras
de ánimo y nunca regañar o humillar al niño”.
Además, sucede que “esta etapa coincide con la
del negativismo infantil, con lo que hay que ir con
muchísimo cuidado porque todo puede acabar
como una divertida (para el niño o niña ) forma de
llamar la atención, totalmente contraria a nuestros
intereses educativos”.
Otro gran dilema es si hay que despertar al niño
a media noche para llevarlo a hacer un pipí. Pues
depende. Lo explica el urólogo Atanasio Fernández Borrell: “Existen muchos recursos para
el control de la enuresis y todos válidos, puesto que hay distintos porcentajes de niños que
responden a cada una de ellos. Levantarlos por
la noche antes de que mojen la cama o el pañal
es uno de estos recursos. Este método requiere
mucha paciencia y constancia porque la mayoría
de los niños enurésicos presenta sueños muy
profundos que impiden que sean conscientes de
la situación y que, por tanto, no recuerden que
ocurrió por la noche”. s
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EL ‘PIPÍ-STOP’
Cuando se agotan todos los
entrenamientos y todas las
fórmulas puede recurrirse
a los famosos pipí-stop
(despertadores que avisan
cuando al niño se le escapa).
Los especialistas advierten
que no todos son iguales ni
todos sirven. “En niños mayores de cinco años pueden
empezarse a utilizar, presentando respuestas totalmente
curativas en más del 80% de
la población infantil a partir
de una edad madurativa de
siete años. Los que funcionan
son extraordinariamente
útiles”, explican el psiquiatra
Jordi Sasot y la psicóloga
Rosa María Ibañez Bordas.
“Una de las versiones más
útiles son los modelos wetstop y nytone. En Catalunya,
la empresa Tea-Cegos
comercializa microalarmas
para el control de la enuresis
nocturna de gran interés
clínico, ya que nos permiten
una fácil adaptación con
el modelo americano”,
cuentan estos especialistas
para describir que se trata de
“microalarmas de alta intensidad sonora que se hallan
dentro de una pequeña caja
que contiene el mecanismo y
las pilas, unidas por un cable
a un sensor de alta calidad
que se coloca, separado por
la ropa interior, delante de la
salida uretral del niño o de la
niña”. La caja es aconsejable
colocarla, unida con velcro
al pijama, a nivel clavicular.
“Por la noche, el primer pis al
mojar el sensor cierra un circuito que dispara la alarma.
Al despertarse con la alarma,
se produce una contracción
del esfínter uretral, con lo
que el niño deja de orinarse.
Ahí es aconsejable acompañarles al baño para acabar
de hacer el pipí. Es mejor
ayudarles a limpiarse, volviendo a colocar la alarma y
el sensor”, relatan estos especialistas, que consideran que
“poco a poco los niños van
condicionando el proceso, llegando un momento en que
la propia sensación de vejiga
llena, y antes de dispararse la
alarma, les despierta.
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