Intimidad, Salud y Constitución Javier Sánchez Caro Director de la Unidad de Bioética y Orientación Sanitaria de la Comunidad de Madrid 1. INTRODUCCIÓN Voy a abordar este tema empezando por algo que me llamó la atención cuando me dediqué al estudio de ello, que es su terminología, ¿qué es esto?, ¿esta palabra de la intimidad?. Entonces, después de acercarme a ella me di cuenta de que deriva, en primer lugar, de una griega, que es entos, que es dentro, y que se transmuta después en latín y hace intus, que es interior; si a eso sumamos el comparativo obtendríamos, interior, que es lo que está más dentro; y si lo colocáramos en grado superlativo, entonces nos daríamos cuenta de que intimidad es precisamente el superlativo de intus, que es lo más interior de lo más dentro de nosotros. De manera que la intimidad es eso. Esta palabra, así entendida, tiene además unas connotaciones en el campo filosófico, en el campo de la antropología, en el campo de la Bioética, en el campo del Derecho, en muchísimos campos. Es una palabra que está a caballo de muchas disciplinas. Lo que yo intento aquí naturalmente es trasladarles algo del campo bioético y del campo jurídico. Más allá realmente no puedo, estaría fuera de las lindes de lo que yo conozco en relación con esta institución. Pero de verdad que merecería la pena indagar en muchísimos de ellos, que son absolutamente importantes. ¿Cómo podremos definir esta palabra intimidad? A mí, de todas las formas conceptuales de acercarme a ella, me parece que la más exigente y la que nos permite establecerla de mejor manera es la de la filosofía moral. 2. CONCEPTO La palabra intimidad significa, de entrada, que hay un acceso limitado, que nosotros podemos apartar a los demás de este entorno, que pensamos que es solo nuestro. Es decir, ese apartamiento, esa capacidad de pensar que los demás no pueden entrar dentro de un campo que nosotros creemos que no debe de ser hollado. Este acceso limitado, sin embargo, desde el punto de vista de la filosofía moral adquiere una triple dimensión: las dos primeras han sido admitidas por nuestro Tribunal Constitucional, y una tercera todavía no, porque nosotros tenemos naturalmente nuestra propia cultura, y así como las ciencias podemos decir que son universales, sin embargo, las culturas son siempre particulares. Tenemos que efectuar, siempre que captamos algo extraño, aunque sea bueno, una adaptación, para lo cual es necesario lo que clásicamente se conocía como el genio patrio. No es lo mismo esta cuestión en el campo anglo-americano que en el campo continental, y desde luego tampoco es lo mismo en el campo español. Es un término extraño. No aparece sino en nuestra Constitución, en el año 78. Nuestro Derecho histórico había conocido otras formas pero no ésta en concreto. Había conocido el secreto de la correspondencia o la inviolabilidad del domicilio. Esto está en todos Fueros. Cualquiera que se haya acercado a la Historia del Derecho puede comprobarlo inmediatamente, pero de ninguna manera en el sentido que actualmente se le da, que es la creación, se dice o se afirma, o al menos todos estamos un tanto de acuerdo, de dos grandes Juristas norteamericanos, que fueron WARREN y BRANDEIS, que además vieron como la prensa entraba en sus casas y entonces decidieron buscar un concepto que les permitiera expulsarlos y después de darle muchas vueltas dieron con esta palabra. Luego WARREN fue además Magistrado del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, y a continuación fue el encargado de modelar este concepto, que ha venido entonces de allá al continente. 2.1. LA INTIMIDAD PERSONAL, CORPORAL O FÍSICA El acceso limitado, primera versión de la intimidad, se puede y se debe dar en relación a nuestro cuerpo y aquí ya obtendríamos la primera manifestación, que sería, en términos generales, la intimidad personal y, claro está, también la intimidad corporal o la intimidad física. Esta forma de acceso limitado es de extraordinaria importancia en el campo de la salud. Nuestros pacientes esperan que no se les manosee innecesariamente, que no se les desnude si no es preciso, y que de alguna manera se les respete su intimidad. Y aquí me atrevería a decir que hay un concepto cultural donde la sociedad ha ido un poquito por delante de la Administración y tenemos que buscar una forma de armonizarlo. Tenemos un gran sistema público, bienvenido sea. Tenemos que estar orgullosos de él, pero quizá debemos de modificar estas cuestiones que afectan al ámbito de la intimidad y que ya hieren un poco nuestra sensibilidad. Cualquier hospital nuevo, sin embargo, se está poniendo –digamos- en orden. Ahora las habitaciones no contienen esa cantidad de camas que contenían los hospitales clásicos, y que, dicho sea de paso, hace treinta o cuarenta años no planteaba ningún problema, nadie tenía esa sensación, pero hemos evolucionado y necesitamos mas intimidad. Esta intimidad corporal, personal física, se pierde, en gran medida cuando entramos en un centro sanitario. Nos tienen que hacer exploraciones, indagar sobre nuestro cuerpo, ver nuestra corporeidad, pero también aquí tenemos que racionalizar esto. Por ejemplo, –y esto ha aparecido en los periódicos- tenemos que racionalizar las consultas ginecológicas y obstétricas, porque no es razonable que una mujer en esa situación sea vista por veinticinco o treinta personas. Tenemos que racionalizar esto, tenemos que mantener la antorcha de la cultura, porque a todos nos va mucho en ello y, por tanto, tenemos que admitir que la acción de aprender se haga en las mejores condiciones, pero hay que racionalizarlo, no se puede establecer en unos términos como los que muchas veces se denuncian. De manera que aquí también hay otra sensibilidad y otro recato u otro pudor, como diría el Tribunal Constitucional, que hiere, cuando se traspasa, a muchos ciudadanos nuestros. La intimidad corporal, personal o física, dice nuestro Tribunal Constitucional, que no es coextensa con el cuerpo, porque no es un concepto físico sino cultural. Bueno, aquí mismo, en esta sala, yo estoy viendo mucha gente. Veo que todos tenemos la cara descubierta y las manos no nos las cubrimos. Luego ahí parece que no está afectada la intimidad. Pero, este concepto, que es verdad, dicho así por nuestro Tribunal Constitucional, creo yo que tendrá que modularse o variar en breve plazo, porque no contempla, quizá porque no haya tenido la ocasión de ser abordado, la intimidad genética -de la que después diremos algoque ésa es coextensa con el cuerpo, está en todas las células de todo el cuerpo vivas. En fin, sin entrar ahora en divagaciones genetistas, tendríamos que decir, entonces, que sólo en las células que tengan núcleo, ya que hay algunas que no lo tienen. Y, por tanto, esa coextensión no debe establecerse necesariamente por el pudor o recato. De manera que esa no coextensión, (decir que no es coextensa con el cuerpo), no sería exacto si lo contemplamos desde el ámbito genético. Por tanto, he aquí la primera versión de la intimidad, en el concepto de la filosofía moral: es un acceso limitado al cuerpo, es un acceso limitado a la persona, en sentido corporal. Es una intimidad corporal, personal o física, podríamos decir, para definirla estricta y sencillamente. 2.2. LA INTIMIDAD INFORMATIVA Hay una segunda manifestación, que en alguna medida es la que en el momento actual tiene más importancia. En nuestro mundo, en nuestra situación actual, es la intimidad que podríamos llamar informativa, lo que otras personas tienen o pueden conocer de nosotros, hasta qué extremo tienen que saber cosas de nosotros. Éste es un asunto que en el marco de la versión concreta de la protección de datos personales –en la que yo no voy a entrar, porque tiene un excelente ponente, lo he visto en el programa- es especialmente significativa, porque se podría nuclear alrededor de un número, el documento nacional de identidad, toda la información nuestra a lo largo de toda nuestra vida, y ése sí que es el gran hermano, ése es verdaderamente el gran hermano. Entonces, podría alguien agrupar los datos que tuvimos cuando estudiamos, los de la seguridad social, los de hacienda, los de aquel problema que tuvimos con la policía. En fin, todos estos asuntos podrían nuclearse alrededor de un número. Tan es así que alguna Constitución hermana, como la portuguesa, que tenemos al lado, lo prohíbe en su frontispicio. De manera que hay que tener cuidado con esto y estas cuestiones hay que someterlas a control, sobre todo en un mundo moderno, donde al final hay una política de mercado y todo se puede comprar o vender. La intimidad informativa se caracteriza porque todos, de alguna manera, queremos mantener nuestra intimidad en esos datos que hemos entregado, que hemos escrito en un momento concreto, y no tendremos necesidad de arrepentirnos si se custodian debidamente, pero no si se trasladan después y al cabo de un tiempo, cuando menos lo pensamos, nos los encontramos en la esquina, y entonces decimos, ¿cómo es posible?. Sí, porque eso permanece, es inalterable. En el campo sanitario esto es crucial, porque tratamos datos en los historiales clínicos, y además existen poderosas razones para que esos datos permanezcan durante mucho tiempo. Una primera y fundamental es en beneficio de los pacientes: Si tenemos un dato de alguna alergia, ¿cómo vamos a cancelarlo, si de eso dependerá nuestra vida en un momento determinado?. He aquí una complicación enorme que se da en el campo sanitario cuando hablamos de estas cuestiones. Realmente aquí el problema como siempre es de control. El progreso es indudablemente algo que nos viene muy bien, pero siempre tiene, ya que hablamos en términos sanitarios, como el dios Jano, dos cabezas: en una nos mira de frente y noblemente, y en la otra, sesgadamente, de costado y con un cuchillo, y así es como vamos avanzando. La intimidad informativa está plenamente reconocida en nuestro Derecho, y tenemos normas que de alguna manera sirven para protegernos. Quizás –podemos verlo después- hay algunos campos que están todavía un poquito huérfanos de ello. Para mí el más importante sería la intimidad genética. Creo que el campo genético requeriría, sin ningún género de dudas, una mayor protección. Hay que tener en cuenta que un análisis genético supone un absoluto desvelamiento de nuestra personalidad, y no sólo de un desvelamiento de la personalidad nuestra, sino de un desvelamiento de la personalidad de todos nuestros familiares consanguíneos. De suerte que ese análisis puede decir más de las generaciones venideras que de la mía propia, y además de cuestiones tan brutales como las que conlleva la medicina predictiva que supone que una persona, cuando tenga enfermedades unidas a un solo gen, por ejemplo, la corea de huntington, es una persona condenada a muerte, cuyo análisis predictivo puede decirle –como sabemos muy bien- lo que tiene, pero luego no tenemos ningún remedio para eso, y ahí es donde surgió el derecho a no saber. Como se demuestra, además –y ya me adelanto y así luego no tengo que volver- con el Anteproyecto del Convenio de la UNESCO, que acaba de aprobarse hace días, hace escasamente dos semanas, y vuelve a la carga planetariamente con estas cuestiones. Ahí se habla en términos estrictos de estas cuestiones, porque todavía no tenemos un control sobre ellas. También habría, quizás, que crear, a semejanza de la del Defensor del Paciente, una Agencia que se encargara de ello. A mí no me importaría. Creo que estaría bien que de alguna forma la sociedad, preventivamente, estableciera controles sobre cuestiones que pueden ser magníficas bien utilizadas, pero que mal utilizadas pueden ser absolutamente negativas. 2.3. LA INTIMIDAD DECISORIA Hay una tercera descripción del acceso limitado, que está reconocido en el Tribunal Supremo de Estados Unidos, pero no en nuestro Tribunal Constitucional, no en el marco continental. Ellos hablan de la intimidad decisoria, de la capacidad que tienen las personas de adoptar sus decisiones más íntimas sin necesidad de que haya un control sobre ellas. Y, en fin, esto le ha servido al Tribunal Supremo, en Estados Unidos, para reconocer la intimidad en el campo de la planificación familiar, y la libertad reproductiva; para admitir el asunto de los anticonceptivos; para enfrentarse con el tema de la eutanasia o el aborto. Todas estas cuestiones se las ha planteado el Tribunal Supremo de Estados Unidos, basadas en la intimidad decisoria, pero nosotros no. Nosotros a esta intimidad la llamamos libertad o autonomía. Aunque, quizás, también podríamos plantearnos en qué medida es intimidad decisoria esas instrucciones previas o voluntades anticipadas que ahora reconoce la Ley de Autonomía del Paciente. Porque al venir de fuera parece que aspiramos también a una cultura que no es nuestra, y sería un tema interesante su indagación. Tendríamos que indagar en ese asunto para ver exactamente cómo se configura. 3. FENÓMENO, IDEA Y DERECHO La intimidad es en la historia antes que nada un fenómeno. A veces, después, se transforma en una idea, y recientemente en algunos países en un derecho, por este orden. Es un fenómeno, una manifestación socio económica, algo que sucede y que se vive en los pueblos. Pero dicho esto, muchas veces esos pueblos no saben por qué lo hacen. Lo hacen a lo mejor simplemente por un fenómeno instintivo. Esto lo vemos rápidamente si traemos la antropología a este campo. ¿Qué decir, por ejemplo, de aquel famoso libro de MARGARET MEAD, la vida en Samoa?. La autora nos habla de que allí todo se hace delante de todo el mundo, en el plano de las relaciones sexuales, y que nadie se siente herido por ello. ¿Cómo no entender, que JENOFONTE, en la retirada de los diez mil, de ALEJANDRO MAGNO, se vea sorprendido porque haya una tribu, los mesinecos, que le acompañaban, y que copulaban en público?. No debemos, sin embargo, extrañarnos de esto. La intimidad es fundamentalmente un concepto dinámico, no estático, está en movimiento. Yo he leído en alguna crónica, aquí en Madrid, de principios de siglo, que los hombres iban a ver a las mujeres bajar en el tranvía para enseñar el tobillo, y aquello –como dicen ahora los jóvenes- “les ponía”. Yo creo que ahora eso me da la sensación de que no es así, me da la sensación de que no. Pero también podíamos ahora verlo, mucho más modernamente. Si cruzáramos brevemente el estrecho nos encontraríamos con los tuareg, los hombres azules del desierto, que van con la cara cubierta, ya que para ellos desprenderse del pañuelo es convertirse en siervo de alguien y, por tanto, son incapaces de hacerlo. Ese establecimiento de formas almohadilla la convivencia, impidiendo que la misma se realice de una manera brutal. No hay un acercamiento no querido. También es verdad que en occidente entramos en el metro y tratamos de establecer un hueco para nosotros mismos sin contacto ajeno, que sería algo equivalente. Tratamos de establecer ese marco de convivencia, sin el que, incluso desde el punto de vista ecológico, los animales se sobresaltan. Este aspecto de la intimidad hay quien ha querido verlo en las manifestaciones de los animales, cerrando un círculo, dentro del cual están ellos y no puede entrar nadie. Es decir, una conducta instintiva o primitiva de intimidad como supervivencia, no para mantener la dignidad, porque eso claro, solamente, se refiere a los seres humanos. De manera que ese concepto dinámico es el fenómeno, y ese fenómeno en un momento determinado puede trasladarse o convertirse en una idea, pero esto ya es un problema abstracto, es un problema conceptual. El terreno de las ideas no es el instintivo. El terreno de las ideas es el terreno ya de la filosofía, y habría que remontarse entonces a Grecia y buscar al filósofo PLATÓN y su teoría de las ideas y la caverna y las sombras, para darnos cuenta de lo que es una idea. Y a sus discípulos, sobre todo PLOTINO, y posteriormente a los estoicos. Y encontrarnos con SÉNECA, en las Epístolas Morales a Lucilio, que es un tratado ya de la interioridad. Y, sobre todo, sin ningún género de dudas, con SAN AGUSTÍN, que ya cuando estaba en Hipona, (no en su juventud, que tuvo, en fin, sus escarceos –como sabemos-) de obispo, entonces se le ocurrió ese libro maravilloso, que yo aconsejaría a todo el mundo que quisiera navegar en el marco de la interioridad, que son Las Confesiones, y que es además un tratado de fenomenología, porque él se contempla desde fuera así mismo y se interroga, y ésa es la fenomenología. De manera que él es el gran inventor, no solamente de esto, sino además de la formalización del concepto. Muchos piensan que fue DESCARTES el que inventó aquello de, “pienso, luego existo”, pero esas mismas palabras están ya en SAN AGUSTÍN. La única diferencia es que mientras que San Agustín trascendentaliza, y al final su teoría del conocimiento se eleva y naturalmente descansa en Dios, en el caso de DESCARTES se queda simplemente en el plano racionalista. Esa es la única diferencia. Últimamente puede ser un derecho, pero esto ha tardado muchísimo más. Curiosamente, sin embargo, ahora todos los países civilizados hablan más del derecho que de la idea, a todos nos preocupa más el derecho que cualquier otra cosa. Se confunde la intimidad con el derecho a la intimidad, esto es lo que vemos normalmente cuando nos acercamos a esta cuestión. 4. INTIMIDAD Y DERECHO ESPAÑOL En nuestro Derecho aparece en la Constitución de 1978, y naturalmente con reminiscencias –como acabo de decir- foráneas, pero con una fuerte adaptación cultural, que poco a poco va realizando el Tribunal Constitucional, como debe ser. Hay otros preceptos constitucionales, al margen del art. 18, que es el básico, que dice que, “se reconoce el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar, y a la propia imagen”. Nuestra Constitución nos da una versión de la intimidad que es un poco singular, si contemplamos este fenómeno desde un punto de vista comparado. Habla de intimidad familiar y de la propia imagen, como si fuera en algún momento algo distinto de la persona, como si hubiera una intimidad por pertenecer exclusivamente a un ámbito familiar. En fin, creo que esto responde a nuestra tradición, donde somos muy latinos, muy mediterráneos, muy grupales, muy tribales, y entonces esa cohesión nuestra es tan fuerte que esa emanación del derecho individual de la intimidad embarga en un momento determinado al grupo y entonces pensamos que ha de protegerse. Lo interpreto de esa manera porque de otra no tendría mucho sentido. En el mundo norteamericano esto carecería de sentido, pero, claro está, es que allí –como sabemos- predomina ese atomismo individual, que hace que el individuo se erija fieramente frente al Estado. En cambio aquí tenemos una doctrina tomista del bien común, y a todos nos parece que en un momento concreto hay una realidad distinta del individuo, y esa realidad debe ser protegida. Tenemos más conciencia de esto que de lo otro, y en cambio ellos tienen más conciencia de lo otro que de esto. Además de lo dicho, por supuesto, hay tratados o acuerdos internacionales. Quizá mereciera la pena a este respecto mencionar, una pieza cultural de occidente, importante en el plano cultural, que es el Convenio de Derechos Humanos y de Biomedicina, y que llamamos, abreviadamente, “Convenio de Oviedo”, porque creo que tenemos el honor de haberse firmado en una ciudad española, y ya está en vigor en España –como sabemos- desde el 1 de enero de 2000, y poco a poco se va haciendo carne dentro de nuestro ordenamiento. Y luego hay leyes: Por supuesto, la Ley de Protección del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar, y la propia imagen; la Ley 41/2000, Básica Reguladora de la Autonomía del Paciente y de Derechos y Deberes, en materia de Información y Documentación Clínica; en fin, todo lo que se refiere al ámbito de la protección de datos, la Ley Orgánica de Protección de Datos –que he visto que se va a tratary, luego, está la protección del Código Penal. 5. INTIMIDAD, CONFIDENCIALIDAD, VIDA PRIVADA Y SECRETO Se puede y se debe distinguir entre intimidad, confidencialidad, vida privada y secreto. La intimidad, (y esto es un fenómeno recogido en el propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos y en nuestro Tribunal Constitucional, por supuesto), puede ser entendida en un sentido amplio o en un sentido estricto. En sentido estricto es algo espiritual, intrapersonal, psicológico, invisible, no transferible si no queremos. Está en el hondón más interior de nosotros mismos, y nucleada, creo que fundamentalmente, por la esfera psíquica y la esfera moral: sentimientos, ideas, creencias, pero también fantasías, culpabilidades, todo eso que el subconsciente va estableciendo, merced a esa potencia milagrosa que tenemos, que llamamos memoria, y que tanto llamaba la atención a SAN AGUSTÍN. ¿Cómo se recuerdan las cosas? Porque están grabados en la memoria, al margen de la neurociencia, que dice que anida en el lóbulo temporal. Pero esto sería una interpretación meramente anatómica de algo que también puede y debe ser contemplado como una interpretación hermenéutica, con una tradición naturalmente distinta. Cuando la intimidad sale de nosotros se comparte con alguien, se convierte en intimidad compartida y, por antonomasia, en la relación médico-paciente, nos encontramos con la confidencialidad. Trasladamos algo de nuestros adentros, lo trasladamos a otro, ponemos la fe en él (confidencialidad). Y entonces nos encontramos con la intimidad compartida, que por hipótesis requiere alteridad. En la intimidad, en sentido estricto, no. Navega uno solo frente al destino, delibera uno consigo mismo y toma las decisiones que cree más convenientes en la libertad interior, que no nos puede arrebatar nadie. De suerte que, por mucha gente que haya alrededor mío, yo siempre podré tener un pensamiento íntimo. Es maravilloso, un verdadero misterio. Esta intimidad, transformada así en confidencialidad, sin embargo, puede ser entendida también en sentido amplio: la intimidad como vida privada, que es un concepto diferente de la intimidad, porque ya no se acomoda a la intimidad en sentido estricto. La vida privada tiene límites, linderos: norte, sur, este y oeste. Los vemos, son tangibles; y en cambio la intimidad en sentido estricto no tiene límites, es invisible. Si yo no lo extraigo de mi ser no lo sabe otro, pero si yo estoy leyendo un periódico y alguien se acerca, con ánimo fisgón a la tapia puede decir:”Javier está leyendo un periódico”. No debería haberse acercado, pero al acercarse me puede ver. Lo íntimo, en sentido estricto, es invisible, lo privado puede ser visible, lo público es necesariamente visible. Son esferas diferentes, espacios, quizá mejor que esferas, diferentes. De manera que ésta es una diferencia sustancial. Porque la dialéctica que anida debajo de la intimidad es una dialéctica fuerte, está en la misma línea que hablamos normalmente cuando decimos, interior o exterior, o superficial o profundo, o público o privado. He ahí la dialéctica que anida en el marco de la intimidad. Conceptos estos que, a fuerza sin embargo de ser didácticos, en un momento determinado los convertimos en símbolos, cuando sabemos que todo tiene zonas grises, ya que no hay algo tan privado que no contenga algo público. Lo podría decir con fraseología griega, como decían los griegos, que me parece más hermoso, “no hay nada tan blanco que no contenga algo negro”. Pero nosotros perfeccionamos la dialéctica y entonces empleamos este tipo de conceptos, y esa dialéctica es muy fuerte, la de interior y exterior. Me parece una dialéctica importante, ya que es en la que está situado el marco de la intimidad. También hay que hablar de un término: Privacidad. Este término se ha incluido por primera vez en el diccionario actual de la Real Academia. Ha sido muy reacia la Real Academia en admitirlo, pero de repente se ha vencido, se ha dado por vencida y se ha visto atravesada por la espada extranjera, la espada flamígera extranjera. Y entonces, el término privacy, anglosajón nos lo traduce por privacidad. Bienvenido sea, pero no es la intimidad, de ninguna manera, porque lo privado –como he dicho anteriormente- no es lo íntimo, en el sentido espiritual, de manera que es una versión de la intimidad, pero no la totalidad de la intimidad. Por tanto, cuando veo a alguien que lo interpreta o lo emplea en ese sentido me causa una cierta perplejidad, porque quizá no sepamos de lo que estamos hablando. Los términos extranjeros deben adaptarse a la cultura nacional, y es el esfuerzo que debemos hacer todos, empezando, claro está, por los que más saben, que son los de la Real Academia, como es natural. Esto en el marco sanitario tiene mucha importancia, y no voy a citar nada más que un ejemplo. Una vez (lo cuento muchas veces cuando hablo de esto) estaba yo en un seminario y un médico me dijo, “¿qué piensa usted de este asunto de la resucitación cardiopulmonar?. Y yo me le quedé mirando, con los ojos que uno pone cuando tiene cara de mármol, y le dije, “que yo sepa (y además luego me corrigió uno del auditorio), aquí no ha resucitado nadie nada más que nuestro Señor, al tercer día y de entre los muertos”. Y me dijo uno del auditorio, “y Lázaro”. Y dije, “efectivamente”. No soy un experto en eso, no continúo por ahí porque estaría perdido, pero es verdad que me acuerdo yo que también resucitó Lázaro. Pero aquí no resucita nadie de manos de los médicos, ¡qué más quisiéramos¡. Me gustaría que tuvieran esa potestad, pero ya sabemos que no es posible, esa batalla la tenemos perdida de antemano, la debemos dar con la dignidad que es propia de personas, pero la tenemos perdida de antemano. Aquí se reanima a la gente, pero no se resucita. De manera que nos tenemos que enfrentar ahora con la última palabra, que es el secreto. Le costó un tanto a nuestro Tribunal Constitucional admitir que esto era una derivación de la intimidad, pero al final lo admitió. Cuando la intimidad hay que preservarla a todo trance porque es un valor fundamental, desde el punto de vista social, entonces, incluso, la protegemos con el Código Penal, y, a veces, la convertimos en secreto. Secreto es intimidad reforzada, porque socialmente es precisa, y cuando es un valor tan fundamental, que a todos nos va mucho en ello, entonces utilizamos el mínimo común ético, que es el Código Penal. Dicho Código no el grado de perfeccionamiento mayor, que sería lo que cada uno pensáramos para nuestra vida, sino el mínimo ético de la sociedad para articular la convivencia, que es el Código Penal. De manera que es aquí donde aparece el secreto, por antonomasia también el de la relación clínica, el de los profesionales sanitarios y los pacientes, (he ahí una versión del secreto, pero también de otras profesiones, la abogacía, en fin, otras profesiones de tradición liberal, que son donde ha anidado esta particularidad del secreto). Sin embargo, aquí quizás tendríamos que haber desarrollado ya la Constitución, porque tiene un artículo, que es el 24, que nos dice, que “la ley determinará los casos en que por razón de secreto o de parentesco no se estará obligado a declarar”. Parece traducir nuestra Constitución lo que en el ámbito de Estados Unidos está muy desarrollado, que es lo que llaman el privilegio testimonial, es decir, por razón de mi profesión yo no tengo por qué declarar en un momento determinado ante un Tribunal sobre ella. ¿En qué casos?. Esto es lo que tiene que desarrollar la ley, pero no lo ha desarrollado, y estamos en el XXV aniversario de la Carta Magna y quizás sea ya el momento de hacerlo. Nos evitaría bastantes problemas. En la consulta de un Psiquiatra, naturalmente que se tiene que tratar con gente que en un momento determinado puede tratar con drogas, pero si una persona le dice al Psiquiatra que está pasando una papelina, ¿tendría el Psiquiatra que ir a continuación y denunciarlo al Juzgado de Guardia, impidiéndole entonces la acción terapéutica?. ¿Cómo valoraremos eso?. Estos son temas inéditos en nuestro campo, pero de los que hace tiempo tienen experiencia en otras naciones y, por tanto, deberíamos aprender de ellos. No existe dificultad para articularlo, pero aquí no lo tenemos regulado, nos plantea muchos problemas. Hay quien incluso ha querido ver aquí, en este art. 24, no desarrollado, la imposibilidad de enviar una historia clínica cuando perjudica al médico, porque dice que no tiene por qué autoinculparse. A mí me parece que esto es ir demasiado lejos y creo que sería una interpretación demasiado hipertrofiada, pero en todo caso sería conveniente el desarrollo de dicho artículo. Quizás a algunos les parezca que la Constitución no trata igual a los profesionales de la medicina que a los de otras profesiones. Por ejemplo, el abogado no tiene por qué declarar ante el Juez en asuntos de su profesión, y, en fin, hemos visto lo que ha pasado con los periodistas en nuestra sociedad; pero al médico, sin embargo, quizás exageradamente, la ley lo convierte en delator, y esto me parece un poco exagerado. No es que ya no tenga que declarar, es que además está obligado a declarar cualquier cuestión que conozca, cuando hay un indicio de que eso no es razonable y entonces debe de ponerlo en conocimiento de la autoridad. Todas estas cuestiones son las que habrá que afrontar en breve en nuestro campo, con prudencia, con serenidad, pero sin escatimar tanto tiempo, ya que no podemos esperar a otros veinticinco años de la Constitución, diría yo a este respecto. 6. INTIMIDAD E INFORMACIÓN Voy a terminar. Hay una tensión fuerte también a veces en nuestra sociedad entre intimidad e información. Es una tensión eterna, una tensión importante, que ha sido objeto de múltiples sentencias de nuestro Tribunal Constitucional y afecta enormemente al campo de la sanidad. ¿Qué tenemos que decir cuando un personaje político entra en un hospital como enfermo?. ¿Qué noticias tenemos que dar? ¿Tenemos que decir algo que permita identificar mínimamente a las personas cuando ha habido un accidente brutal, que afecta desgraciadamente a muchas de ellas? ¿Cómo tenemos que manejar estas noticias? ¿Se pueden grabar imágenes dentro de un hospital? ¿Puede un político pasearse por las camas, en época electoral, para saludar a los pacientes? He aquí unos problemas que no tenemos resuelto y que tenemos que resolver también, porque afecta al marco de la intimidad. Me consta, que aquí, en la Comunidad de Madrid, se está haciendo un enorme esfuerzo con un Plan de Comunicación, y espero que en breve salga a la luz. A veces hemos vivido esto con cierta dureza. Yo recuerdo, por ejemplo, la grabación de imágenes de menores, con autorización de los padres, en contra de su propio interés, y naturalmente enfrentados con el razonable criterio del Ministerio Fiscal. Pero es que, por si no lo sabemos, recuerdo yo, aquí, que un menor no puede ser objeto de grabación, ni siquiera con la autorización de sus padres, ya que hay que ponerlo en conocimiento del Ministerio Fiscal. No siempre los padres representan razonablemente bien los intereses de sus hijos, y menester será que lo controlemos porque afecta a un ámbito, como es la minoría, que es extraordinariamente sensible, desde el punto de vista de la intimidad y no ya porque lo recoja nuestra Constitución, sino porque creo que debemos de tener sentido común. De manera que éste es un asunto importante. La intimidad y la información convergen en un punto siempre conflictivo. Recordemos, por ejemplo, la Sentencia del caso Paquirri, preciosa, que llegó al Tribunal Constitucional, modélica, a mi juicio. Mientras el torero está en la plaza, se trata de un asunto público, pero de repente deja de ser público porque lo llevan a la enfermería con una cornada y entonces los informadores echan la puerta abajo y graban su imagen: he aquí donde traspasaron una línea que no debían haber traspasado nunca, como lo demuestra, que el personal de enfermería intentó sujetarlos, pero entraron en la estancia y lo grabaron. Y nuestro Tribunal Constitucional, con palabras dignas de encomio, (yo aconsejo que se lean), dice que eso no es posible, que en el momento en que entra en la enfermería se ha acabado lo público y nadie puede grabar. De manera que ahí tenemos un ejemplo, aunque hay muchos otros. El mundo de la Ética, y a la postre el Derecho, siempre trata de establecer criterios, y estos criterios a veces no son fáciles, pero aquí hemos encontrado uno. En el caso de la intimidad y la información nuestro Tribunal Constitucional dice que, en principio, la información tiene una posición prevalente, no absolutamente jerárquica, en todos los casos, pero sí prevalente, por razón de la función que la información tiene en una sociedad democrática, que es establecer un nivel de opinión pública importante y, por tanto, ¡cuidado!, establecer un nivel de libertad. Pero eso no siempre significa o debe significar que la información debe prevalecer siempre sobre la intimidad. Para eso tiene esa información no ya que ser veraz, que en este caso va de suyo, sino que en todo caso tiene que ser de interés general, por razón de lo que la información conlleva. Ese valor superior, que conlleva la información, tiene que ponderarse y decirse que es superior al respeto que tiene que tener la intimidad. Y poco a poco el Tribunal Constitucional va estableciendo estos diferentes niveles. 7. INTIMIDAD Y SALUD Para terminar enuncio campos donde la salud y la intimidad están muy implicados. 7.1. HISTORIA CLÍNICA Ya se ha dicho aquí y no hace falta decir más, porque ya sabemos lo que contiene la historia clínica, de manera que la intimidad está servida. 7.2. LA PROTECCIÓN DE LOS DATOS PERSONALES Que se estudiará, y que ahí va nuestro Tribunal Constitucional a crear un nuevo derecho, desgajándolo del propio de la intimidad: he aquí un fenómeno constituyente, posible por quien puede hacerlo, que es el Tribunal Constitucional, porque es el único intérprete de la Constitución. 7.3. LAS ENFERMEDADES INFECCIOSAS Por razones obvias, y aquí se plantea muchas veces, por ejemplo, en el caso del sida, el traspasar o no la información a aquellas otras personas que se pueden contagiar, cuando ese paciente en principio no quiere que se transfiera esa información, (a la pareja o a otras personas o familiares). He aquí un problema. 7.4. LA GENÉTICA Plantea problemas gravísimos, entre otras razones por la transitividad de la información, hasta el extremo de que conceptualmente hay quien duda si el paciente es la persona o la familia, puesto que la información afecta inmediatamente a todos los consanguíneos. Se trata de un problema que tenemos que dilucidar, que afronta el reciente Convenio de la UNESCO de este mismo año y nosotros después tendremos que desarrollar esos conceptos. 7.5. LA PSIQUIATRÍA Si no fuera por la genética sería la reina de la intimidad. Debe destacarse el esfuerzo que ha hecho, por ejemplo, el Tribunal Supremo de Estados Unidos para aquilatar el grado de intimidad que hay que respetar en la psiquiatría frente a otros bienes, estableciendo la resolución de los correspondientes conflictos, (inédito, todo ello, sin embargo, en nuestro derecho). 7.6. LOS MENORES A los que ya me he referido anteriormente. 7.7. LA REPRODUCCIÓN HUMANA ASISTIDA Sobre todo en lo que se refiere al donante, al mantenimiento del anonimato del donante, que ha ratificado el Tribunal Constitucional y que ha ocasionado una división de opiniones en el marco doctrinal de una manera importante: no se está muy conforme con lo que ha dicho el Tribunal Constitucional en este campo. 7.8. LA PREVENCIÓN DE RIESGOS A través del reconocimiento médico, porque la Ley de Prevención de Riesgos Laborales reconoce que en determinados casos los reconocimientos médicos son obligatorios, y eso afecta a la intimidad, en algunos casos de manera razonable. O ¿es que alguien, por ejemplo, pretendería colocar a una persona de maquinista si es daltónico? Habrá que indagar en su intimidad y rechazarle, si verdaderamente encontramos con que existe un riesgo para él, para los trabajadores que están con él o para los terceros que se relacionen con la empresa, (por ejemplo en el caso de los pacientes). Pero esto planteará problemas también en el campo de los profesionales sanitarios, porque hay actividades que pueden ser objeto de transmisión de riesgo, no ya de paciente a profesional sanitario, sino del profesional sanitario al paciente, y también esto habrá que valorarlo. 7.9. EL TRASPLANTE En fin, y por último, el trasplante –y ya no hablo de ninguno más-. “La voz del entendimiento -como dice el romance de García Lorca- me hace ser muy comedido”. Por eso creo que ha llegado el momento de poner punto final a mi intervención.