¿Por qué motivos quiero ser recordado? por Alejandro Fontana Uno de los artículos de Peter Drucker que más me ha llamado la atención es aquél en el que recoge una conversación que él presenció: se dio entre su padre, Adolph Drucker, y Joseph Schumpeter, el famoso economista austriaco. El padre de Drucker había coincido con Schumpeter durante su juventud. A pesar de las diferencias de carácter: el padre de Drucker era introvertido, más bien callado y modesto y Schumpeter era extrovertido, arrogante, vanidoso; ambos habían desarrollado una amistad muy estrecha. Durante esa conversación, que tuvo lugar a inicios del mes de enero de 1950, en momentos que Schumpeter, con sus 66 años, era un economista de prestigio mundial, profesor de Harvard y presidente de la Asociación Americana de Economistas; mientras ambos gozaban recordando viejos días, el padre de Drucker, con cierta ironía, le preguntó a Schumpeter: “Joseph, aún te sigue preocupando aquello de por qué quieres ser recordado”. Schumpeter rompió en una carcajada fuerte. Para él, era fácil recordar lo que decía cuando tenía 30 años y ya había publicado dos de sus libros de economía: que él realmente quería ser recordado por haber enamorado a las mujeres más bellas de Europa, por haber sido el mejor jinete europeo y, quizás también, por ser el economista más grande del mundo. Schumpeter respondió: “Sí, esa pregunta es aún importante para mí. Pero yo ahora la respondo de una manera distinta: yo quiero ser recordado por haber sido el profesor capaz de convertir a media docena de alumnos brillantes en economistas de primer nivel”. La apariencia de la cara del padre de Drucker fue tan asombrosa, que Schumpeter continuó diciendo: “Tú sabes, Adolph, yo ya tengo la edad en la que uno sabe que ser recordado por libros y teorías no es suficiente. Uno no hace en la vida algo diferente a menos que esa diferencia se dé en la vida de las personas”. A los pocos días de esta visita, Schumpeter, ya delicado de salud, falleció. Drucker concluía en su artículo: “Desde entonces me quedaron claras tres cuestiones que todo hombre debe saber. Primera, que uno debe preguntarse por qué quiere ser recordado; segundo, que la respuesta a esta pregunta puede cambiar en el tiempo, por motivos personales o por cambios en las circunstancias del entorno; y tercero, que algo valioso por lo que uno puede ser recordado es por hacer diferente la vida de otras personas”. En las circunstancias que vivimos, pienso que esta reflexión nos viene bien a todos aquellos que de alguna manera contamos con un radio de influencia más o menos amplio: académicos, directivos de empresas, responsables del orden público. Aquellos que como yo, tenemos una alta dedicación académica, la reflexión tiene quizás una respuesta más inmediata. Pero pienso en los directivos del sector minero, un sector que juega un papel decisivo en el desarrollo del país: las decisiones que se toman dentro de él afectan mucho toda la economía del país; incluso, creo que más de lo que se lo imaginan sus propios decisores. Por lo que significa para el país y por lo que puede representar para la vida en particular de cada uno de los actores de este sector, creo que hoy, más que nunca, es conveniente que quien toma decisiones en el entorno minero se cuestione de modo personal lo que el Prof. Drucker nos legó de su experiencia de vida: que cada uno debe preguntarse por los motivos por los que quiere ser recordado; pero además, y quizás esto sea lo más significativo, que el motivo más valioso por el que se recuerda a alguien es por haber hecho que la vida de otras personas sea diferente.