Torrente y la clase politica

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Torrente y la clase politica
[Cualquiera de los enunciados del tema es correcto pero, como todo en la vida, seguro
que es mejorable. Vosotros decidís cuál pondríais en el examen.]
El tema es la hipocresía del pueblo, que se muestra muy crítico con sus políticos,
pero acude en masa a espectáculos degradantes. [me parece el mejor enunciado]
El tema es el bajo nivel cultural de los españoles y el mal concepto que tienen de
sus políticos [éste sería un enunciado a mejorar sustituyendo la simple coordinación de
ideas por una subordinación, aunque está bastante bien.]
El tema es la injusta crítica que reciben los políticos españoles por parte de un
pueblo analfabeto y retrógrado [mejor: o que aplaude productos como Torrente].
El tema es el lamentable estatus cultural de los españoles, como se demuestra en
la extraordinaria acogida dispensada a Torrente y en su incapacidad para reconocer el
valor de sus dirigentes políticos. [Algo pedante y extenso, pero recoge bien lo
fundamental]
Un resumen del contenido esencial del texto podría ser el siguiente:
La idea, extendida entre la gente, de que los políticos no están a la misma altura
de sus electores es insostenible si analizamos el éxito popular de un personaje tan zafio
como Torrente. Su creador se escuda en oscuras argumentaciones sociológicas o
filosóficas para defender sus películas. Así que el pueblo no puede pretender exigir en
los demás lo que no se exige a sí mismo.
O [en éste las ideas están mejor conectadas que en el anterior resumen]:
No es justo el desprecio que los españoles sienten por sus actuales políticos. Un
pueblo que acude en tropel a aplaudir las groserías de un personaje como Torrente no
está legitimado para criticar el nivel de sus gobernantes. Y no sirven pretextos vacuos
como los que esgrime Santiago Segura para defender sus películas. En verdad, nuestros
políticos no son tan malos como la gente cree.
O [más breve]:
No sirven oscuras teorías para justificar la presencia en nuestras pantallas de un
personajillo como Torrente, tan aplaudido por los españoles cada vez que se estrena una
de sus películas. Es un claro ejemplo del escaso nivel cultural de la gente, así como de
su manifiesta incapacidad para reconocer la valía de sus representantes políticos.
O [¿cuál es el único error del siguiente resumen?]:
El éxito que rodea a Santiago Segura y a su personaje Torrente es una señal
inequívoca de que los españoles están culturalmente por debajo de la media europea. No
hay pretextos para defender un cine vulgar y reaccionario que lo único que evidencia es
una sociedad enferma muy exigente con sus políticos pero demasiado autocomplaciente
con ella misma.
La estructura u organización general de las ideas responde a una disposición de
tipo inductivo puesto que la tesis final explícita está claramente definida: son los
ciudadanos y no los políticos quienes deben reflexionar sobre el grado de degradación
moral y cultural a que hemos llegado. Pero para llegar a tal conclusión la autora ha
confeccionado un texto en cinco párrafos con una coherencia lógica que seguidamente
describimos.
En el primer párrafo, a modo de introducción expositiva, se nos informa de una
idea generalizada (la incompetencia de los políticos españoles), en boca de la gente –
citas ajenas encubiertas y ejemplos, línea 3-, idea que es cuestionada por la autora (línea
4), lo que podríamos considerar un avance de la tesis final. A través de un argumento de
actualidad y estadístico (línea 5), Lucía Méndez nos informa de la popularidad de
Torrente y mediante una cita ajena directa de este personaje (líneas 7-8) caracteriza su
ideología fascista y su bajo nivel cultural.
El segundo párrafo continúa la exposición cruda de cómo es Torrente –que
contrasta con el prestigio del actor que lo encarna-, pero también añade otros ejemplos
de personajes negativos como Belén Esteban o Paquirrín, figuras que encandilan al
público. Mediante un argumento de analogía (líneas 12-13), la autora incide en lo pueril
de este tipo de cine.
El tercer párrafo expone las ideas de S. Segura para justificar la existencia de su
personaje por medio de una extensa cita ajena indirecta (líneas 16-19) que incluye un
argumento de autoridad desmesurado a este propósito (falacia), por lo que sus palabras
son tomadas con escepticismo por la autora.
La respuesta en forma de contraargumentación aparece en el cuarto párrafo,
precisamente encabezado por el conector “Sin embargo”. Se rechazan interpretaciones
extrañas, es decir, falacias esgrimidas por su creador para defender a Torrente y se opta
por una visión más realista: estamos afectados por una crisis de valores muy grave.
Finalmente, el quinto párrafo en cierta manera responde al interrogante lanzado
en el primer párrafo y, defendiendo a la clase política española a través de una
generalización presentada como indiscutible (línea 24), insiste en la irresponsabilidad de
la ciudadanía cuando exige a sus representantes lo que no se exige a sí misma.
O:
A partir de una idea actual (“La clase política está bajo mínimos”, cita ajena
encubierta) extendida entre la gente (argumento de cantidad, líneas 1-2) y contrapuesta
al prestigio de políticos históricos (contraste de ideas), la autora contraargumenta esta
postura mediante datos que evidencian la estupidez de los españoles, que acuden en
masa al cine a ver la última entrega de Torrente. Como ejemplo del escaso nivel de esta
película Lucía Méndez describe su principio y cita directamente palabras del
protagonista que expresan ideas homófobas y xenófobas (líneas 7-8).
En el segundo párrafo, la periodista critica al actor que encarna a este personaje,
rebatiendo la idea de que es moderno y alegando toda una serie de defectos y vicios
inadmisibles desde un punto de vista ético y que no solo afectan a Torrente sino también
a otras figuras no menos detestables que intervienen en la película como, por ejemplo,
Belén Esteban y Kiko Rivera Pantoja. A través de una analogía compara este cine con
las bromas asquerosas que tanto gustan a la juventud, con lo que denuncia
implícitamente el infantilismo de muchos adultos aficionados a estas películas (líneas
12-13).
El tercer párrafo explica una de las causas del éxito de Torrente (línea 14). A
continuación expone la justificación que da S. Segura de su personaje a través de una
extensa cita indirecta (líneas 16-19), que incluye un presunto argumento de autoridad
(Wittgenstein) que evidencia toda la argumentación falaz empleada por sus seguidores
para defender la utilidad social de este tipo de cine.
En el cuarto parágrafo Lucía Méndez contraargumenta los razonamientos del
párrafo anterior apelando al sentido común (líneas 20-21) y concluye insinuando la
crisis de valores como principal causa del problema. Finalmente, en el último párrafo la
autora contraargumenta definitivamente la idea inicial equivocada de que los políticos
no están a la altura de la gente. Sostiene que es al revés y para ello pone ejemplos de
otros sectores sociales que están por debajo de los políticos (línea 25). Refuerza esta
idea con una máxima o refrán (argumento paremiológico) que delata la ceguera de la
gente.
Un cuadro sinóptico que recoge la jerarquización de las ideas primarias y
secundarias del texto es el siguiente:
1. Crítica generalizada a los actuales políticos.
1.1. Comparados con políticos históricos.
2. Popularidad de Torrente.
2.1. Personaje reaccionario protagonista de películas zafias.
2.2. Justificaciones del director para defender su cine.
2.2.1. Mediante razonamientos falsos (falacias).
3. Crisis social de valores.
3.1. Critica injusta de la gente a los políticos.
I.2.) Lucía Méndez muestra una firmeza encomiable a la hora de defender a los
políticos, últimamente objeto de airadas críticas como las de los manifestantes del 15M. También se muestra valiente cuando achaca a los ciudadanos una formación cultural
escasa. Utiliza bien el caso reciente de las películas de Torrente como ejemplo elocuente
de zafiedad extendida a toda la sociedad española, desmontando la rebuscada
justificación que hace Santiago Segura de su personaje. También podría haber traído a
colación numerosos programas de televisión emitidos por cadenas privadas como Tele
cinco.
Ahora bien, ¿no tendrán los políticos alguna responsabilidad en el lamentable
estatus cultural de los españoles? Si nuestros gobernantes nos hubieran educado con
esmero, no estaríamos haciendo cola para reír las bromas escatológicas de Torrente. Tal
vez acudiríamos a ver las películas de Isabel Coixet o de Amenábar. ¿No será que a los
políticos les interesa una ciudadanía adocenada y con una mente atrofiada?
La cohesión es la propiedad textual que opera en el nivel superficial y se
manifiesta mediante una serie de mecanismos lingüísticos que hacen que las distintas
unidades del texto se relacionen entre sí y que este sea percibido como una unidad. En
concreto, la cohesión léxica se fundamenta en las relaciones semánticas que se
establecen entre los distintos términos del texto y que determinarán el significado y los
ejes temáticos del mismo.
Así, centrándonos en ciertas palabras clave podríamos establecer dos series
sinonímicas: “Torrente-Santiago Segura-personaje-protagonista-grasiento policíapolicía guarro” y “opinión pública española-todo el mundo-España-sociedadespectadores-españoles-gente”, solidarias una de la otra. Opuesta a ambas, en el sentido
de que el pueblo no se identifica con ellos, tendríamos el lexema de “clase políticapolíticos” y su sinónimo “dirigentes”.
Forman parte de la “opinión pública”, citada anteriormente como clave, “radio,
prensa, televisión, series, comedias de teatro, Facebook, Twitter…” (relación semántica
de hiperonimia e hiponimia). Éstos recuerdan a políticos ya retirados (“grandes
apellidos: Suárez, González, Aznar, Pujol”, relación de hiperonimia y cohiponimia,
respectivamente) y critican a los actuales.
El gusto popular por la chabacanería que denuncia Lucía Méndez queda
reflejado en el éxito que obtiene un tipo de cine representado por Torrente. Por eso, el
campo conceptual más importante del texto es el cinematográfico: “salas, escena,
aficiones culturales, espectadores-público, película, títulos, actor, encarna, cine, elenco,
marketing, crítica, colegas, profesión”. Cuando la autora se centra más en Torrente 4
describe a su protagonista mencionando irónicamente sus “virtudes personales y
morales” (hiperónimo): “machista, misógino, grosero, pedorro, mentiroso, soez, racista,
facha y putero” (cohipónimos). También alude a otros personajes como “frikis”
(hiperónimo): “Kiko Rivera Pantoja” y “Belén Esteban” (cohipónimos).
[Este apartado de cohesión semántica podría continuar con más ejemplos (de sinonimia,
de hiperonimia, etc.) extraídos de la argumentación de S. Segura en defensa de su cine.
Pero no me extiendo más. Creo que es ya suficiente.]
Por lo que respecta al uso de recursos tipográficos, podemos afirmar que es un
rasgo específico de la lengua escrita y más en concreto de un registro formal, propio del
lenguaje periodístico. Lo encuadraríamos, por tanto, en la adecuación, propiedad textual
que permite la adaptación del mensaje a la situación comunicativa y a las normas
sociales, personales y lingüísticas en las que se produce el acto comunicativo.
Analizaremos en primer lugar la utilización de la negrita. Su función básica es
focalizar los nombres propios de personajes, tanto ilustres (Suárez, González, Aznar,
Pujol) como deleznables (Santiago Segura, El Fary, Kiko Rivera Pantoja, Belén
Esteban). Desde el punto de vista argumentativo, servirían para reforzar con ejemplos
concretos la crítica de Lucía Méndez al deficiente nivel cultural de los españoles.
En cuanto al empleo de la letra cursiva, debemos distinguir varios usos. Primero,
para transcribir el titulo y el subtítulo de una película: Torrente 4. Lethal Crisis.
Segundo, para remarcar vulgarismos: apatrullaban. Tercero, para adaptar al castellano
barbarismos procedentes del inglés: frikis (del inglés “freaks”), Barbie Superestar o
marketing. Por último, para la escritura de seudónimos: Fary.
Finalmente, la utilización de las comillas tiene como fin primordial la
introducción de citas ajenas directas, con lo que se consigue un efecto de polifonía o
intertextualidad usual en este tipo de textos. Así, en las líneas 7-8 el discurso de
Torrente, que a su vez cita al Fary, traduce fielmente su ideología. Por otro lado, un uso
especial de comillas simples puede apreciarse cuando se citan apodos o hipocorísticos:
‘Kiko’ y ‘El Fary’.
El registro lingüístico del que parte el emisor de un artículo de opinión como el
que nos ocupa es el estándar, puesto que es la variedad que funciona como vehículo de
comunicación en el conjunto de la sociedad, al ser comprensible por la mayoría de la
gente. Sin embargo, podemos detectar abundantes muestras de registro coloquial. Ello
es debido al propósito fundamental de la autora de dirigirse precisamente al vulgo para
hacerle recapacitar sobre sus deficiencias culturales y esto lo hace utilizando el lenguaje
coloquial, incluso en ocasiones vulgar, de la masa. Así se consigue una mayor fuerza
persuasiva sobre el lector.
Los rasgos más destacados del habla coloquial que se pueden apreciar en el texto
son, por un lado, aquellos que caracterizan el discurso de Torrente y que podríamos
adscribir a un registro vulgar del idioma y, por otro lado, los que sirven a la autora para
incrementar la expresividad de su propio discurso, aportando matices de indignación o
enojo. Mientras que los primeros constituyen una variante diastrática de la lengua, los
segundos muestran una de sus variantes diafásicas (otra sería la variante formal,
también presente en el texto).
Ejemplos de vulgarismos extremos son: “mierda”, “maricones”, “negro” o
“apatrullabas”, todos ellos contenidos en la cita de Torrente, que además presenta como
rasgo de oralidad la yuxtaposición de frases, líneas 7-8, sin nexos ni conectores, y el
tuteo para dirigirse al Fary (la anteposición del artículo a un nombre propio también es
un rasgo de habla coloquial o vulgar): “tú apatrullabas la ciudad”. Podemos citar como
coloquialismos empleados por Lucía Méndez para expresar con contundencia su
desacuerdo con la actitud de la gente: “pone a parir” por critica, “ha reventado” por ha
llenado, “guarro hasta decir basta” por extremadamente sucio, “facha” por fascista,
“chifla” por agrada o, incluso, vulgarismos como “putero” o “pedorro”, difícilmente
traducibles a un registro estándar, y que definen perfectamente a Torrente.
Otro de los rasgos que presenta el habla coloquial es la introducción -en
ocasiones avalancha- de neologismos, sobre todo barbarismos procedentes del inglés y
que se popularizan rápidamente una vez han sido adaptados a la fonética del español:
“frikis” (en cursiva en el texto por no ser normativo su uso), “marketing”, etc. También
el neologismo “telebasura”, compuesto léxico que contiene una metáfora muy expresiva
para aludir a unos programas populares pero de ínfima calidad. El término apatrullabas,
verbo parasintético de nueva formación, proviene de la letra de una popular canción del
Fary. Asimismo, cabe mencionar los modismos o frases hechas “morirse de risa” o
“rasgarse las vestiduras”, así como el refrán “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en
el propio”, con los que la autora se muestra familiar a sus lectores.
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